Título: Una idea peregrina
Autor: Alfonso Biescas
Editorial: Ediciones Luciérnaga
ISBN: 978-84-92545-04-9
http://www.biescasvignau.com/03Espanol/07.Trekking/10.CaminoFrances/Diarios/Alfonso/Frances.99.03/%2010A.Diarios03.99.htm
Hacía frío, mucho frío, aquel atardecer de enero. Tenía el corazón helado y la galerna del Cantábrico congelaba mis huellas. Caminando por la orilla del mar, recordaba. Había sido un año dificil, duro, muy duro. Mis padres, ambos, acababan de morir tras sufrir largas y penosas enfermedades, prolongadas agonías. Meditaba sobre el misterio de la muerte, la tristeza del presente, la soledad del futuro.
Las flores que acaba de llevar a la tumba de ambos en aquél pequeño pueblo costero, eran las mismas que mi madre, tan alegre siempre, traía a casa. La misma casa que había pasado el último mes vaciando, despidiendome de los restos de mi infancia. Al día siguiente volvería a mi pequeño piso de gran ciudad, fría y lejana, donde nadie saluda, nadie conoce, nadie recuerda. Decía adios una vez más al mar de mi orilla, a las olas que me vieron crecer, con las que compartí las mejores horas, los peores momentos.
Fué entonces cuando comprendí lo que tenía que hacer para dejar que el milagro de la vida continuara, floreciera entre la tristeza y la nostalgia.
Hacer el Camino de Santiago.
Las muchas horas preparandome, intelectual, psíquica, físicamente, crearon en mí una energía, una voluntad, una fuerza, sólo comparable a la que tuve en algunos momentos de mi juventud.
Así empecé lo que antes de salir llamé "camino interior por las estrellas"
Mientras desayuno en el bar próximo a la estación, pienso en el madrugón que me he dado para coger el autobús que me ha de llevar a Pamplona. Llego a la conclusión que hacer el Camino de Santiago es una idea peregrina y me pido otro donut. Tengo tiempo y mucha hambre. Quizá es la ansiedad, pero he de reconocer que soy de buen comer, aunque de momento nadie se explica en donde lo meto, que soy poquita cosa. Quizá en producir calor, que nunca tengo frío. Bueno, tampoco paro.
Llega Fernando, se toma un café y nos subimos al bus.
Al rato, aburrido, saco mi cámara. Es de usar y tirar, con carrete para 36 disparos. He pensado que puede ser interesante hacerme un autoretrato cada día, para ver cómo cambia mi cara con el paso del tiempo, el espacio recorrido y las experiencias vividas a lo largo del Camino. Con los negativos que me sobren, haré fotos en Santiago. Inauguro la colección con la de hoy, ahora.
Nos morimos de nervios encerrados hasta que llegamos a Pamplona. Allí, nada más llegar, nos tomamos unas alubias de Tolosa, un bistec con patatas fritas y un vinazo de taberna, que nos saben a gloria. Nos vamos a pasear el menú por la ciudad hasta las seis de la tarde que cogemos el autobús a Roncesvalles.
Llegamos y la magia del lugar me sobrecoge. Había soñado con este momento pero nunca pensé que me impresionaría tanto. Los ojos se me llenan de lágrimas ante tanto silencio, tanta historia.