http://usuarios.lycos.es/Cleotildo/santiago.html
Mi hermano Felipe me ha acercado en coche hasta Roncesvalles, punto de partida elegido, aunque mi deseo era haber partido desde el otro lado de los Pirineos, de Saint Jean Pied de Port. Los nervios por la incertidumbre y también, porqué no, cierto miedo, se dejan sentir en el estómago. Después de montar la bicicleta y todos los aparejos me acerco a recoger la credencial en la que se inscribirán mis datos y que iré sellando por todos aquellos lugares que pase, así como la fecha en que se ha hecho y que luego en Santiago acreditará el haber realizado el camino.
Sobre las 9,30 me despido de mi hermano y parto con dirección al sepulcro del Santo. Tomo el camino siguiendo la primera flecha amarilla, de las miles que a partir de este momento me marcarán la ruta correcta. Primera sorpresa, está todo lleno de barro, una tormenta caída la noche anterior ha enfangado todos los caminos de montaña y dificulta la trayectoria. Los primeros caminantes van quedando atrás. Se oyen los típicos "buen camino" que unos a otros nos deseamos y el suave pero continuo descenso y el verdor de los montes pirenáicos hacen agradables las primeras pedaladas.
En Espinal comienza el ascenso a Mezkiriz. No es muy duro pero con el barro se hace pesado. El descenso se hace por una estrecha senda y es algo peligroso, hay que frenar continuamente para no atropellar a los peregrinos que han salido andando a primera hora de la mañana. El camino mejora ya que hay menos agua en él, justo hasta llegar a Lintzoain, donde da comienzo el ascenso al alto de Erro. Pie a tierra, es imposible subir por una pronunciada rampa que además se ve salpicada por cortantes hileras de piedras que salen del suelo. Es muy costoso empujar la bici por aquellos lugares, cosa que hay que seguir haciendo ya que el camino sigue subiendo por una estrechísima senda en la que sus continuos zig-zas impiden rodar. Coincido con tres chicas de Burgos que van andando. Llegados al alto se llanea durante bastante trecho, aunque cada pocos metros hay que pararse y andar a pie de nuevo debido a las tremendas balsas de agua que anegan la pista forestal. El bosque de Erro es de una gran belleza, totalmente cerrado y con un especial encanto. Sufro la primera caída al derrapar la rueda delantera en el fango y me golpeo en la rodilla derecha con la barra de la bici, en caliente no tengo molestias pero temo que me traerá consecuencias. Llega ya el descenso y lo que parece va a ser una diversión se convierte en una continua tensión por la peligrosidad del mismo, por lo que llegar a Zubiri se convierte en un alivio.
Pongo el primer sello de mi credencial, aparte del de Roncesvalles. A lo largo del Camino acumularé 89 sellos. A partir de Zubiri no hay mayores complicaciones y el camino discurre por pequeños pueblos, agradables sendas que bordean huertos y con coquetos puentecitos de madera. Ya antes de llegar a Villaba, el camino desaparece y hasta Pamplona todo es carretera. Una rápida visita a la capital navarra: el monumento a los Sanfermines, Plaza del castillo y las típicas calles del encierro. La salida de Pamplona alterna carretera con camino y a los pocos kilómetros ya se comienza a subir.
En Zariquiegui veo varios peregrinos que avanzan en unas condiciones verdaderamente lastimosas. La subida al Alto del Perdón es muy dura y dificultosa por lo que en varias ocasiones no hay más remedio que bajarse de la bici y empujar. Tras mucho sufrimiento corono el Alto y me relajo bajo los imponentes aerogeneradores que en una larga hilera recorren toda la cumbre de la montaña. Hago unas fotos de las figuras metálicas que adornan la zona de descanso y emprendo el descenso hacia Uterga. Debo decir que es el peor descenso de todo el camino, un pedregal empinadísimo y muy peligroso que obliga a apretar las manetas de los dos frenos a tope y que sin embargo no consigue detener la bici, por lo que uno queda absolutamente a merced de la suerte. Sin mayor problema que un gran dolor de dedos llego abajo y un suspiro de alivio escapa de mi boca.
En Óbanos tomo un desvío de dos kilómetros para visitar la ermita de Nuestra Señora de Eunate. Merece la pena, es sin duda el monumento que más me ha gustado de todo el Camino, es de diseño octogonal y de origen templario, sus paredes dejan escapar un claro aire mágico.
Entro a Puente la Reina por el camino Aragonés, a partir de aquí el Camino se une con el Francés y es uno sólo. El albergue está lleno y nos envían a otro. Se cruza el casco antiguo de la población y pasamos el río Arga por el famoso "Puente de la Reina". Una fuerte subida de 500 metros me separa del descanso del primer día. Al llegar tengo suerte, quedan tres plazas de litera. Los muchos peregrinos que llegarán después no tendrán tanta y dormirán en el suelo. Por la tarde los temores sobre mi rodilla se confirman, se me ha hinchado bastante y a medida que se va enfriando me duele más. El fantasma del abandono sobrevuela mi cabeza. Bajo al pueblo y compro una pomada antiinflamatoria en la farmacia. Yo diría que hubo un milagro, no sé si de la pomada o de Santiago el Negro (ahora tras la restauración blanco) que descansa en la Iglesia del mismo nombre y que merece la pena visitar.
La rodilla sigue inflamada, pero menos, y el dolor es soportable, de modo que a las 7,30 de la mañana reemprendo mi viaje. Durante muchos kilómetros no paro de adelantar peregrinos a pie, todos los que el sábado 31 de Julio comenzaron el Camino en Roncesvalles.
La salida de Puente la Reina nos saluda con unos repechos bastante largos y duros por una tierra roja que atraviesa los sembrados hasta llegar a Mañeru, se desciende de nuevo para volver a subir hasta Cirauqui. En este pueblo se toma una calzada romana bastante bien conservada que desciende hasta un maltrecho puente de la misma época. Mi osadía me hace descender por un lugar poco apropiado y doy con los huesos en el suelo, y me golpeo en la rodilla izquierda (menos mal), la sangre mana y la herida es grande pero poco profunda y aunque escuece no impide el pedaleo, me lavo un poco con agua del bote y prosigo con el eterno sube baja que los montes navarros nos deparan. Así tras un cansado ascenso se llega a Lorca y después de unas estrechas sendas que transcurren por frondosos huertos a Estella. Son las fiestas de la ciudad y aunque son las 9,30 de la mañana, el bullicio y la gente que vuelve del encierro lo llenan todo. Visita y fotos al puente, las Iglesias de San Pedro de la Rúa y la de San Miguel, así como al convento de Santo Domingo.
La salida de Estella nos conduce por unas calles asfaltadas, que muy empinadas, nos llevan por Ayegui hasta el monasterio de Irache. Y uno, que no bebe alcohol, rompe esta norma personal para echar un trago de una fuente que de un grifo mana agua y de otro vino. A partir de ahí el camino transcurre por unas agradables pistas forestales que se acaban antes de llegar a Villamayor de Monjardin, al que hay que subir por empinados caminos que discurren entre viñedos.
De ahí hasta Los Arcos nos esperan 20 kilómetros de descenso por unos anchos caminos. En este pueblo nos recomiendan seguir hasta Viana por carretera debido a la extrema dificultad que entraña para los ciclistas. Pero haciendo uso de la "fama" de brutos que los de Cerezo tenemos yo sigo el camino. No es camino, es senda por la que hay que ascender a "mataburros", realmente hace gala de su nombre y el Alto de la Virgen del Poyo. Este tramo no se puede describir, hay que hacerlo para saber cómo es. Hubo momentos en que ni siquiera me quedaban fuerzas para empujar la bici. Para mí lo más difícil y duro de todo el camino.
Al fin se llega a Viana, ciudad afamada y que cuenta con imponentes monumentos dignos de ser visitados. Sello en el albergue. Como amenaza lluvia coloco los plásticos y entablo amistad con dos chicos de Madrid, Guy y Pablo, con los que de ahora en adelante iré, bastante a menudo, en compañía.
De ahí diez kilómetros de descenso hasta Logroño, donde a los ciclistas nos mandan a dormir en el suelo de un polideportivo. La herida de la rodilla está bastante bien y la otra rodilla se encuentra mejor. El calor dentro del pabellón es muy grande y la mayoría dormimos sobre el saco.
Apenas tengo molestias en las rodillas, sin embargo una especie de grano en la ingle derecha, que me molestó el día anterior, está más rabioso y ya no me abandonará hasta Santiago.
La salida de Logroño es agradable ya que se atraviesa el parque de "La Grajera". Aunque la subida de este parque se hace algo indigesta por ser tan temprana. Poco después Pablo no soporta la dureza del camino y junto con Guy marchan por carretera, espero verlos más adelante. Se circula después por continuos y suaves toboganes por caminos rurales entre viñedos y huertas hasta que se llega al alto de San Antón, donde se encuentra un lugar curioso en el que hay cientos de pequeños monolitos formados por montones de cuatro o cinco piedras en equilibrio que los peregrinos van amontonando.
Así llego a Nájera, donde es necesario visitar el monasterio de Santa María la Real. Reencuentro con Guy y Pablo, aunque Guy irá conmigo, Pablo seguirá por el asfalto. Guy juega en segunda división 'B', la pasada temporada en el Avilés y ésta lo hará en el Talavera. Si anteriormente hay fuertes subidas, Nájera nos despide con una auténtica pared, gracias que acaba pronto y uno se relaja con un vertiginoso descenso por un camino en buen estado.
En Azofra reencontramos a Pablo y comemos algo. Tras pasar Azofra nos esperan las lomas de la Degollada donde el aire, que hasta entonces siempre había sido favorable, se opone a nuestra dirección y hace de estas lomas un suplicio hasta llegar a Cirueña, desde donde descendemos suavemente a Santo Domingo de la Calzada. Aunque hayamos visto muchas veces la catedral no podemos evitar entrar de nuevo como peregrino y visitar el sepulcro del Santo y hacer una foto a los famosos gallo y gallina. Los madrileños se quedan a comer y yo prosigo. Ellos harán noche en Belorado.
Nada más salir de Santo Domingo el camino que ha sido totalmente arreglado, es de una excelente anchura y con gravilla, nos lleva por Grañón, Redecilla del Camino y Castildelgado hasta Viloria. A la entrada del pueblo una fuerte tormenta descarga y puedo refugiarme en el pórtico de la iglesia. Cuando ya ha pasado emprendo de nuevo el camino pero antes de hacer un kilómetro una nueva tormenta descarga y aunque llevo chubasquero me calo por completo. Las mochilas están secas gracias a una magnífica funda que las cubre.
Al llegar a Villamayor del Río giro por Quintanilla del Monte, bajo la lluvia y campo a través, salgo al cruce de "la Caseta" y entro a Cerezo por la carretera. Esta noche duermo en mi cama.
Cerezo me despide con una mañana nublada, pero poco después de Belorado el cielo queda al descubierto. En Villambistia alcanzo a Guy y Pablo y seguimos juntos por el camino los tres.
Llegados a Villafranca comienza la primera dificultad, La Pedraja. Nada más salir del pueblo hay una rampa que además de la inclinación, presenta mucho barro, por lo que es necesario subir andando durante unos 300 metros. Después la pendiente es muy fuerte pero con el máximo desarrollo, fuerzas y mucha calma, logro ir ascendiendo y dejando atrás a otros ciclistas que han tenido que bajarse, también mis dos compañeros.
Ya casi en el alto se atraviesa uno de los paisajes más bonitos de todo el camino, flanqueado de robles jóvenes y grandes helechos. Después se pasa por el monumento a los fusilados en este puerto en la Guerra Civil y ahí da comienzo un tobogán con una fuerte bajada y posterior subida por una pista de tierra que es la que se divisa desde la carretera.
Una vez pasado esto ya solo nos resta un prolongado y rápido descenso hasta San Juan de Ortega, sin temor a equivocarme puedo decir que es el tramo de todo el Camino en que el ciclista más disfruta. A dos kilómetros del pueblo me doy cuenta de que he pinchado la rueda trasera, pero prosigo un poco más despacio hasta llegar y reparar la avería. Subsanado el problema seguimos hacia Burgos, por preciosos caminos entre robles y encinas hasta llegar a Atapuerca, donde nos sorprende la ascensión a la sierra del mismo nombre, sobre todo por su dureza a la que se añade la dificultad del camino, salpicado de rocas que afloran del suelo y que hacen que la rueda delantera, debido a la inclinación y el peso en la parte de atrás, se levante y pierda contacto con el suelo, obligando a echar momentáneamente pie a tierra. Una vez superada esta dificultad y con Burgos ya en el horizonte, descendemos por sendas que bordean sembrados para entrar, por Villafría, en la ciudad.
Hasta llegar al albergue de peregrinos el trecho se hace largo, ya que este se encuentra al otro extremo, en el lugar conocido como El Parral, junto a las Huelgas. No quiero ni pensar el martirio en que se puede convertir este tramo para el peregrino que yendo a pie vaya mal de fuerzas, el pensar que ha llegado ya a Burgos y tener que atravesar toda la capital.
La salida hasta Rabé, por Tardajos, no ofrece ninguna dificultad. Después se comienza a circular ya por páramos inhóspitos, sin un sólo árbol, y se asciende la loma de Matamulos (no confundir con el Mataburros navarro), conocida así por que su descenso hacia Hornillos del camino es casi un barranco. Hasta Hontanas nos esperan de nuevo el subir y bajar de lomas, que junto al calor que hace este día y la mucha distancia acumulada hacen que estos diez kilómetros parezcan muchos más.
Hontanas aparece de improviso ante el peregrino, ya que se encuentra en una hondonada y no se ve hasta estar justo encima. El albergue es magnífico, aunque la ducha es de agua fría. Las literas son nuevas y están en la antigua escuela que ha sido arreglada y adaptada.
A las 5 de la mañana me despiertan, nos despiertan, los fortísimos truenos y el cielo se ilumina como si el fin del mundo se hubiera adelantado a este 6 de agosto y no al 11 como estaba pronosticado. De momento no llueve, pero a las 7 de la mañana se abre la puerta del cielo y el agua cae a mares. No hay más remedio que partir y cubriendo todo lo que se puede me echo al camino.
El trayecto nada más salir de Hontanas es un lodazal, pero ya no importa mancharse de barro, llueve menos pero todo el agua del mundo está en el suelo. A 5 Km de Castrojeriz la carretera es obligatoria y el paso bajo el impresionante Arco de los Antonianos, conocido así por ser las ruinas del convento de San Antón.
La salida de Castrojeriz hace ver lo que será uno de los tramos más penosos que he pasado, el fango y el Alto de los Mostelares, a menos de la mitad de la subida ya me es imposible dar pedales y ni siquiera llevar la bicicleta andando, porque el barro se ha metido en todas partes y no permite que las ruedas giren. Tenemos que quitar el barro que se ha metido entre el cuadro y los platos con la mano y aún así la bici no anda, a duras penas llegamos al Alto y emprendemos el descenso de la misma manera. Al llegar abajo hundo la bici en una acequia y se deja, más o menos, decente para al menos proseguir el camino sobre ella. No deja de llover y ante la dificultad del camino decido seguir hasta Frómista por la carretera. Aquí empiezo a sellar mi segunda credencial.
A partir de Frómista la lluvia ya solo cae a ratos, ahora es el fortísimo viento de la llanura Palentina, la Tierra de Campos, el que dificulta la marcha. ¡Menos mal que ahora el camino está perfectamente cuidado y es de gravilla que circula siempre paralelo a la carretera hasta Carrión de los Condes! Guy y Pablo optan por ir por carretera, pero yo fiel a mi intención sigo por el Camino.
Ahora espera uno de los tramos más desoladores del camino, son los 17 kilómetros hasta Calzadilla de la Cuerza por un camino de tierra, todo recto, sin árboles ni poblaciones y con un castigador viento de cara que hace de esta antigua calzada romana "Burdeos - Astorga" un verdadero infierno. Al fin, Calzadilla aparece ante mis ojos como una salvación. El camino hasta Terradillos alterna con la carretera y aunque es llano, el Dios Eolo se encarga de que no parezca tal. Los de Madrid llegan dos horas más tarde al albergue privado en que nos hemos alojado. Hoy duermo en cama.
Al fin el viento se ha parado y la mañana es esplendida e invita a pedalear con ánimo. A ello invita el excelente camino y que todo es llano o con ligera bajada. En 3,5 km llegamos a Moratinos, en donde geográficamente se cumple la mitad del Camino desde Roncesvalles.
Tras pasar un pequeño alto nos acercamos a Sahagún. Allí Guy, y sobre todo Pablo, no pueden seguir mi ritmo y quedamos para encontrarnos en León. La velocidad es altísima y las localidades pasan con rapidez.
En Bercianos me entretengo bastante buscando al alcalde para que me selle la credencial, a buen seguro que no es un sello que tengan muchos peregrinos porque cuesta mucho dar con él, aunque como hasta ahora en casi todas las partes es una gente amabilísima. Del Burgo Ranero hasta Reliegos hay 13 km, pero pasan rápidos y en este pueblo leonés de donde es originario Gregorio Bermejo, capataz de la Cooperativa "San Nicolás de Bari". Paro a comer algo de lo que llevo en las alforjas.
En Mansilla de las Mulas me detengo y en la oficina de turismo recojo varios folletos y planos de León, hasta donde queda poca distancia y la única dificultad montañosa del día, el Alto del Portillo, que aunque corto, se hace duro después de tantos kilómetros con los "platos" grandes.
Tras la rápida bajada, León. Son las 12 del mediodía y aunque me apetece visitar la ciudad, sello la credencial y decido irme hasta Astorga ya que es todo llano y tengo mucho tiempo para adelantar camino. Pero nada más salir de León comienza a llover con fuerza y con apariencia de que continuará así por varias horas, así que vuelta sobre mis pasos y al albergue. Sin duda el mejor que he visto en todo el camino. Ya es tarde y Guy y Pablo no llegan. Me recomiendan para comer un mesón que hace precio especial a los peregrinos, "Señor de Bembibre" y de verdad que aun sin precio especial merece la pena comer allí, tanto por la calidad como por la cantidad servida y la agradable atención de la dueña. A las seis de la tarde deja de llover y decido visitar la ciudad, inexcusable la catedral. Cuando vuelvo al albergue recibo una llamada, es Pablo, están en el otro albergue de la ciudad, situado en el centro. Quedamos para encontrarnos en el siguiente final de etapa, Rabanal del Camino, si es que no nos encontramos antes por la ruta.
El día es desapacible a más no poder, llueve y sopla un fuerte viento, ¡como no...! en contra. La salida de León es pésima, por un camino de tierra rojiza en obras que con el agua me barniza de ese color la bici y las piernas. A partir de Fresno del Camino, éste mejora, aunque el tiempo no.
A partir de Villar de Mazarife se toma carretera para llegar a Puente y Hospital de Orbigo, una población de gran belleza. Aquí se coge un desvío y se obvia un tanto el viento ya que hasta Astorga iremos imbuídos entre maizales y después entre los robles de un monte en el que a pesar de que ha dejado de llover se sufre mucho por su dureza, hasta llegar al crucero de Santo Toribio, desde donde supone un alivio divisar Astorga. No se puede dejar de visitar en Astorga la ciudad romana, su catedral y el palacio de Gaudí.
Al salir de Astorga comienza de nuevo a llover y al llegar a Murias de Rechivaldo decido tomar una variante hacia Castrillo de Polvazares, un pueblo que esta fuera del camino pero que merece la pena visitar por el empedrado de sus calles y sus casas blasonadas. Este desvío me cuesta sufrimiento porque desde Murias se comienza a subir ya hacia los montes de León y sin embargo para ir a Castrillo he seguido llaneando, lo que supone que para retomar el Camino en Catalina de Somoza tengo salvar un gran desnivel en pocos kilómetros, con viento en contra y una fina lluvia que hace daño dando en la cara.
En El Ganso se calma la lluvia y paro a quitarme el chubasquero, se pasa del frío a sudar con abundancia en un santiamén. Un burro atado en una era me mira con asombro, así que me relajo y le acaricio y tomo unas fotos con los montes leoneses al fondo, más allá El Bierzo. Poco después de El Ganso el camino deja paso a la carretera, que siempre en continuo ascenso me lleva a Rabanal. Me uno a una cuadrilla de siete ciclistas, con coche de apoyo, que son de Murcia y sigo con ellos, sopeso si ascender la Cruz de Hierro con ellos, pero todas las dudas las disipo cuando al llegar a Rabanal veo que llevo pinchada la rueda delantera, me despido de los murcianos, aunque me encontraré con ellos en numerosas ocasiones ya hasta Santiago, incluso en la cola para recibir la Compostela, al igual que ocurrirá con tantos otros que no reseño aquí por falta de espacio.
Decido descansar aquí y al día siguiente afrontar la dura subida al Monte Irago, el punto más alto del Camino de Santiago. Rabanal es un pequeño pero precioso pueblo a base de piedra y en el que se respira tranquilidad por todas partes, así que después de la pertinente ducha y reparación del pinchazo doy un largo paseo por el pueblo y el monte en la apacible tarde que ha quedado, incluso luce el sol. Guy y Pablo no han llegado, les llamo por el móvil. Pablo ha tenido que abandonar con un desgarro en el gemelo y están en León. Ya no los volveré a ver. Duermo en un colchón en el suelo.
Sorpresa nada más levantarme, llueve. Hay que ponerse en camino, no hay más remedio. Con tranquilidad comienzo el ascenso al Monte Irago. Es quizá el lugar más mágico de todo el recorrido. La tradición impone que hay que subir una piedra para depositarla al pie de la Cruz de Hierro, así que tomo una junto a una cruz que hay a la salida de Rabanal, en memoria de un peregrino muerto allí el año anterior, y la introduzco en el bolsillo del maillot. Tras poco más de un kilómetro de camino hay que tomar la carretera y subir con calma este duro puerto. La guardia civil hace varios viajes para recoger a peregrinos que se sienten incapaces de avanzar con la lluvia por estas pendientes y depositarlos en la cima.
Tras pasar Foncebadón la niebla lo envuelve todo, dando un aire fantasmagórico a los caminantes que voy adelantando. Subo tanto que la niebla queda incluso por debajo y al fin llego a la Cruz de Hierro. Es impresionante, el viento y la lluvia azotan la explanada y una verdadera montaña de piedras cubre la base de la altísima cruz y numerosas prendas que los peregrinos atan a su mástil se agitan con fuerza. Subo el montículo y dejo "mi" piedra. Un poco más abajo está el curioso y pintoresco refugio de Manjarín, sus hospitaleros pretenden ser Templarios, e incluso justo cuando yo llego hacen su rito diario alrededor de una cruz que hay a la entrada, con sus banderas blancas y cruz roja y empuñando sus espadas. Sello la credencial y emprendo el descenso por una abominable senda. La vegetación es cerrada y como está empapada de agua me la traspasa a mí. Llego a un recodo en el que hay un pequeña laguna que lo cruza por completo, cojo carrerilla e intento atravesarla... ¡Error! Me quedo hundido hasta más arriba de los tobillos en medio del barro.
Poco después se retoma la carretera. La pendiente es endiablada y el descenso dantesco, con toda la ropa mojada, la lluvia y la niebla me impiden ver, por lo que me quito la gafas y ya no veo absolutamente nada. El frío me agarrota todos los miembros y aún ahora me pregunto como llegué "con bien" hasta El Acebo. Allí me detengo y entro en un bar que hay abierto, pido un ColaCao bien grande y caliente y mientras me cambio toda la ropa. Poco a poco me voy recuperando. Ha dejado de llover, gracias a "Dios".
Desde aquí hasta Ponferrada 16 km de descenso a tumba abierta por una excelente carretera que está seca. Como ya no tengo ropa de repuesto, y para no arriesgarme, decido seguir por carretera hasta Vega de Valcarce que es mi destino, ya que me han advertido de las malas condiciones del camino a partir de Villafranca del Bierzo.
Llegando a Vega comienza a llover de nuevo. Como me encuentro bien de fuerzas decido subir hasta el Cebreiro. Dicen que es la ascensión más dura y más larga del Camino de Santiago, 13 km por carretera. Me pongo de nuevo el calzado mojado y comienzo el puerto. Es duro, pero con calma se sube bien, adelanto a numerosos ciclistas, algunos de los cuales incluso está devolviendo en las cunetas. A mitad del puerto para de llover y sale tímidamente el sol.
A partir de Laguna todo es más duro y la niebla se hace de nuevo dueña de todo. Ya estamos en Galicia. ¡Al fin... O Cebreiro!. Busco el albergue. Está hasta los topes, todo ocupado, pasillos y escaleras. Los gallegos salen desde este punto y todas las instalaciones están desbordadas. Hay una base de acampada, pero las tiendas tienen el suelo empapado, nadie las ocupa. Decido seguir 6 km hasta Hospital de la Condesa... todo ocupado.
Triacastela será el siguiente objetivo, antes el puerto del Padornero para llegar al Alto do Poio. Comienza de nuevo a llover con fuerza. Llego a Triacastela, todo ocupado, la base de acampada está igual que la de O Cebreiro, empapada. Toda la gente se hacina en un polideportivo de solo tres paredes. Los que llevan tienda de campaña la instalan dentro del mismo. Parece un campo de refugiados. Esta debía de ser la publicidad que la Xunta debería hacer del Xacobeo...
Como la ropa no se me ha secado y la mañana amenaza lluvia tomo la opción de ir por Samos hasta Sarria, casi todo por asfalto. El tiempo mejora y en Sarria recupero de nuevo el Camino. Las subidas y bajadas serán ya constantes hasta Santiago. La multitud de gente es ya casi insoportable. Familias enteras con coche de apoyo ocupan por completo la vía, desde el niño de cuatro años hasta el abuelo de ochenta o más.
Desde Portomarín y a pesar de todo, el camino es precioso. Siempre con alta vegetación, sobre todo eucaliptos, y caminos casi siempre asfaltados, aunque muchas partes son de tierra, piedras y con mucha agua que corre por ellos, si bien muy bonitos para andar en bicicleta de montaña. Además, las numerosas vacas hacen más llevadero el trayecto. La gente que se encuentra por los pueblos es más fría y retraída que el resto de los lugares. La tarde ha quedado espléndida y luce un sol maravilloso.
Así llego a Melide. Como está también todo ocupado nos alojan en el gimnasio de un antiguo instituto. Al igual que en Triacastela, la ducha es de agua fría, pero ducha al fin.
Nuevamente la mañana nos guarda una sorpresa y la niebla es la dueña de todo, ya no nos dejará hasta Santiago. El camino está en perfectas condiciones, todo por asfalto y muy bien señalizado. Cada vez el agobio de gente es mayor. Se alternan descensos casi verticales con rampas en las que hay que emplearse a fondo para poder subirlas, con los dientes apretados y completamente de pie para imprimir la mayor fuerza posible sobre los pedales.
En Arzúa pierdo un tornillo de la maneta del freno trasero con lo que me queda suelta, son las 8,30 de la mañana y no hay ninguna tienda ni taller abierto, así que encuentro un alambre fuerte y salvo la situación, chapucera pero eficazmente. Las subidas son de órdago, aunque muchos echan pie a tierra, logro subir todas montado sobre la bici pero con el pecho a punto de estallar.
Así se llega al Monte do Gozo, desde donde se supone que se ven las torres de la catedral, pero sólo se supone ya que la niebla lo impide. Así pues la foto de rigor y hasta Santiago. Llegados a la ciudad se callejea durante un rato y ¡al fin .... la catedral!, la Plaza das Praterías, donde recibiremos la Compostela.
Allí me encuentro con mucha gente que he visto a lo largo del camino, algunos incluso desde Roncesvalles, gente de Madrid, Vitoria, Bilbao, Murcia, La Coruña, Logroño, Valencia.... Son las once de la mañana, una inmensa cola para recibir la acreditación de la peregrinación realizada ocupa la plaza. Dan las doce del mediodía, ¡eclipse de sol!, ¿fin del mundo? La niebla permite ver el fenómeno sin ningún artilugio de por medio. ¿Nos llegará la muerte tras tan larga peregrinación sin haber conseguido la Indulgencia Plenaria? Ha terminado el eclipse y seguimos ahí, en la cola. A menos que el fin del mundo haya llegado y no nos hayamos dado cuenta.
A las dos y cinco de la tarde al fin recibo la Compostela. Estos doscientos metros han sido sin duda la etapa más larga y penosa de todo el Camino. Abandono la bici, que tengo atada a una farola, y me dirijo a la catedral, entro por el Pórtico de la Gloria. De dar el abrazo al santo... ni pensarlo, la cola es aún mayor que para la Compostela.
Empaqueto la bici en una agencia de transporte urgente y busco el primer billete en cualquier medio para salir de aquel maremágnum de gente que es Santiago de Compostela. Ha sido lo más desagradable de todo el viaje, el amontonamiento y la total desorganización reinante por parte de los encargados del punto final de la Autopista de Europa. Como español sentí vergüenza de la imagen que allí se da ante la gran cantidad de gente de todo el mundo que nos visita. A pesar de esto último, recomiendo a cualquiera que alguna vez se haya planteado el hacer el Camino, que lo haga.
A primeros de Julio de 2.000 tengo previsto realizar la " Ruta del destierro del Cid" desde Burgos hasta Valencia y volveré a poner en estas páginas mi experiencia.