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A las 6 de la mañana se encienden las luces en el albergue para que todos nos vayamos despertando tranquilamente, nos aseemos y preparar nuestras mochilas, ya que a las 8 de la mañana el albergue debe quedar completamente vacio.
Amanece con lluvia, pero con tal suerte, que a partir de las 7 de la mañana, cuando me dispongo a partir cesa la lluvia.
No obstante y por si acaso, el impermeable puesto y el cubre-mochilas enfundándola para evitar mojaduras innecesarias.
El camino está embarrado y cuesta caminar pero inicio los primeros pasos para recorrer esos 750 kilómetros que me separan de Santiago de Compostela.
Pronto las botas y el bajo del pantalón están llenos de barro, pero por suerte las nuebes van desapareciendo y al cabo de una hora, el sol luce con fuerza, de tal manera que hay que desprenderse del impermeable y del forro polar.
La etapa es dura, un continuo subir y bajar por cuestas muy empinadas, que el barro en muchos casos te obliga a realizar un sobreesfuerzo.
Cruzar los Altos de Mezkiritz y sobre todo del Erro es un espectáculo alucinante por sus grandes bosques de hayas, abedules, robles, pinos y sobre todo, porque durante muchos kilómetros el camino va encajado por enormes bojs, cuyo fantástico olor es tu compañero en esta jornada.
A las 12 llego a Zubiri donde en un bar repongo fuerzas a base de un bocadillo de tortilla de dos huevos con chistorra. El bocadillo era kilométrico y lo acompaño con dos latas de coca-cola por aquello de reponer líquido, azucar y cafeína y de nuevo pongo rumbo a Larrasoaña, precioso pueblo navarro.
Me dirijo al albergue de Santiago Zubiri, toda una institución en el camino, donde me ducho, lavo botas, pantalones, etc, llenos de barro y después a comer con unos compañeros vascos y dormir una siesta reparadora.
Me comenta Santiago Zubiri que este año la empresa Iberdrola no ha hecho unas cintas amarillas, que todos los años hace y regala a los peregrinos que pasan por allí en las que llevan unas inscripciones del Camino de Santiago.
Lo digo porque muy posteriormente he visto a peregrinos colgando de sus mochilas estas cintas, seguramente de otros años, pero esto en el camino es indicativo que vienes de Roncesvalles y para algunos es vital "fantasmear" a base de llevar colgadas estas cintas. En fin en el camino hay de todo y gente rrara, rrara, rrara.
A las 6,30 de la mañana se encendieron las luces del dormitorio, de manera que a las 7 ¼ me puse en camino hacia Cizur Menor, pueblo situado a 5 kms después de Pamplona.
El día estaba estupendo para caminar y además hasta Pamplona el camino es prácticamente llano de forma que a las 11,30 ya estaba en Cizur Menor, después de haber hecho una parada en un bar de Pamplona para desayunar.
Este trayecto se hace muy bien ya que el camino te lleva por la mitad de la montaña, de forma que abajo en el valle, el Rio Arga es tu continuo acompañante.
A causa de la buena temperatura y el sol que no deja de lucir, el barro prácticamente ha desaparecido y el caminar se hace mucho mas fácil.
El andar por esta zona de Navarra es una auténtica gozada, no ya por sus bosques y paisajes, sino por la contemplación de sus magníficas casas, las cuales, muchas de ellas, lucen en su frontal el blasón de sus antepasados orgullosos de su historia.
Inicié de nuevo la marcha desde Cizur Menor hacía un lugar que para mi es emblemático, Santa Maria de Eunate. Esa iglesia templaria circundada por un claustro románico, en pleno campo.
Para disgusto mío, las fotos que realicé de esta iglesia, no se por qué razón se me estropearon en la máquina y no las pude recuperar.
Siempre que paso por aquí no puedo sustraerme a la contemplación de este lugar, el cual para mucha gente tiene connotaciones esotéricas.
Al pasar por Obanos estaban de fiesta en la calle e invitaban a todos a vino y a un bocadillo. No quise acrcarme ya que deseaba comer decentemente y llegar cuanto antes a Puente de la Reina con la idea de tumbarme a descansar.
Ayer había perdido mi gorro, compañero de tantas marchas por esos caminos durante años, pero esta mañana cuando iba caminando junto a otro peregrino, por casualidad le comenté la pérdida de mi querido gorro.
Me preguntó como era y le di los detalles, pero que lo lamentaba mucho ya que la lluvia incipiente en aquel momento me mojaba las gafas por la falta de él.
Cuando terminé de alabar mi gorro perdido, mi compañero me dijo "cuando acabemos de subir esta cuesta te doy tu gorro, ya que me lo encontré ayer a la salida de Obanos tirado en el camino y lo llevo dentro de mi mochila". Qué alegría, mi gorro de siempre otra vez conmigo
Hoy la etapa ha sido un auténtico "rompepiernas", ya que desde que salí de Puente la Reina, el trayecto es un continuo sube y baja, con pendientes muy pronunciadas.
Llegué a Estella a las 13,30 y después de descansar un rato continué la marcha hacía Villamayor de Monjardín.
Al pasar por la "fuente del vino" allí estaba un muchacho y una muchacha de habla inglesa bebiendo vino, asombrados que con sólo abrir un grifo se pueda beber gratis todo el vino que se quiera. Esto es una gentileza que las Bodegas Irache tienen para con los peregrinos.
Allí dejé a aquella pareja bebiendo vino y continué mi marcha, pero por error no tomé la senda que lleva directamente a Villamayor de Monjardín y me fui a través del bosque de Montejurra, cuyo camino es precioso, pero en continua subida.
Eran las 16 horas, iba sin agua, sin haber comido y por fin llego a un pueblo que creía se trataba de Arqueta. Entro a comer en el bar del pueblo y me dicen que ese pueblo es Luquin.
Los dueños del bar, una pareja muy agradable y joven, Andrea y Julio, se brindan a llevarme en su coche, una vez acabada la comida a Villamayor de Monjardin, al otro lado de la senda 4 kms mas atrás, ya que me había pasado de pueblo al haber cogido otro camino. Andrea Soreda y Julio Arizcorreta muchísimas gracias por vuestra ayuda en aquel momento, me hicisteis un gran favor ya que iba un poco cansado.
Una vez terminé la magnífica comida cocinada por Andrea, Julio me llevó en su coche al albergue particular regentado por unos holandeses.
El albergue, una casa vieja del pueblo, sin ninguna comodidad y con un frío horroroso en la habitación.
Esto se ha convertido en un buen negocio para muchas gentes a causa de la necesidad de alojamiento para tantos peregrinos como vamos transitando estas rutas.
Me sorprendió, ya que nunca lo había visto antes, un enorme campo, sembrado de lavandas, seguramente que con fines comerciales hacía la perfumería.
Salgo por la tarde a dar un paseo por el pueblo y coincido tomando una cerveza en un bar con un peregrino italiano que trabaja en Bélgica que se llama Aurelio y que a partir de aquel encuentro fuimos camaradas inseparables hasta que en Santiago nos despedimos.
A las 7,30 salimos Aurelio y yo salimos a hacer la ruta y pronto me di cuenta que mi nuevo compañero caminaba muy bien.
Desde Villamayor de Monjardin hasta Los Arcos el camino es perfecto, grandes rectas y pocos desniveles.
El trayecto está sembrado a ambos lados del camino de grandes viñedos, que incipientemente en esta época del año empiezan a retoñar para dar esa uva con la cual elaboran los caldos de esta zona, que tan buena fama merecida tienen.
En Los Arcos, bellísimo pueblo, paramos a desayunar en un bar y un hombre borracho la tomó con nosotros, siendo la situación de lo mas desagradable, hasta el punto que la dueña del bar lo tuvo que echar de allí.
A la salida, junto al bar, había una parada de autobuses y allí con sus mochilas estaban esperando "peregrinos" con idea, seguramente, de cubrir la siguiente etapa bien descansados.
Paramos en Torres del Rio a descansar un poco, tomar un café y visitar la iglesia templaria del Santo Sepulcro, posiblemente uno de los templos mas emblemáticos del camino, símil del Templo de Jerusalén.
Los 12 siguientes kilómetros hasta llegar a Viana fue un recorrido un poco duro, por los continuos sube y baja, donde las pendientes son muy pronunciadas.
Hemos tenido amagos de lluvia y en algún momento ha estado cayendo una ligerísima lluvia fina, pero sin mayores consecuencias.
Viana es la última población de este recorrido navarro, ya que a 10 kms de aquí tenemos la ciudad de Logroño, donde comienza la andadura por La Rioja.
Aprovecho la tarde en Viana para visitar la Iglesia de Santa Maria, cuya portada renacentista está inspirada en el arco del triunfo romano.
Curiosamente esta joya luce en su fachada principal, pintado sobre las piedras, un cartel que viene a decir "PROHIBIDO PONER CARTELES SOBRE ESTA FACHADA BAJO MULTA AL INFRACTOR DE UNA PESETA".
¿De cuando sería ese cartel?
Durante la noche ha estado lloviendo y así amanece el día.
Salimos a las 7,30 hacía Logroño acompañados por la lluvia que estaba embarrando el camino.
Hoy me ha vuelto a pasar lo que en otra ocasión ya me ocurrió, justamente en el mismo camino y lugar, ya que la otra vez también estaba lloviendo ese día.
El camino es de arcilla y con el agua se pone imposible andar por él. El barro de arcilla se pega a la bota como si estuviera pegado con cola y por otra parte sobre esa arcilla caminas como si lo hicieras sobre hielo, ya que la arcilla mojada es muy escurridiza.
Llegamos a Logroño donde paramos a desayunar y reanudamos la marcha por un sendero específicamente hecho sobre el primitivo Camino de Santiago que cruza todo el Parque de la Grajera.
Este camino que el ayuntamiento de Logroño ha construido está realizado en cemento cubierto de asfalto y pintado de amarillo, rodeado de césped, de manera que había mucha gente caminando, corriendo, en bicicleta y en el lago varias personas pescando ya que concidia que era domingo. Es una maravilla de camino para los habitantes de Logroño que tranquilamente y sin ningún riesgo de automóviles pueden hacer ejercicio físico.
Salió por fin el sol, nos sobraba la ropa y llegamos sudando hasta 1 km antes de Navarrete donde empezó a caer agua de verdad.
Paramos en Navarrete, preciosa ciudad, famosa por su cerámica, para tomar un bocadillo y descansar un poco antes de reanudar la marcha.
Pensábamos llegar a Nájera, pero la insistente lluvia nos hizo desistir y buscar cobijo en un albergue que hay en Ventosa a 1,2 kms fuera de la ruta.
El albergue de Ventosa es particular y su dueño un antiguo peregrino que ha sabido cuales son las necesidades de los que van caminando.
Ayer por la tarde estuvo lloviendo con ganas. El pueblo de Ventosa se halla sobre una colina y en su cima se encuentra ubicada su iglesia y justo al lado el albergue, una casa rural adaptada para cobijo de peregrinos, donde hasta ahora, hemos pasado la mejor noche. El agua de la lluvia corria por sus calles como rios y mientras tanto nosotros junto a una chimenea de troncos en la sala del albergue.
Por la noche cenamos en un bar muy antiguo del pueblo y para asombro mío me doy cuenta que la calefacción del bar es aquella famosa "gloria", invento romano que todavía se puede disfrutar en pocos lugares.
Salimos a las 8 de la mañana, el sol y las nubes se entremezclaban y el viento era muy fuerte y gélido con el agravante de que constantemente nos daba de cara de forma que teníamos que hacer un sobreesfuerzo para caminar, ya que el aire nos frenaba constantemente.
Paramos en Nájera para que mi compañero italiano pudiera enviar un paquete de cosas a su casa que le eran inservibles, como una tienda de campaña portátil, herrajes, etc etc.
En correos fue todo amabilidad y ellos mismos prepararon el paquete fenomenalmente bien.
Mi compañero, con 4 kgs.menos de peso en su mochila se sentía como si le hubieran nacido alas.
La salida de Nájera se realiza por una fuerte subida y en su cima podíamos divisar frente a nosotros la Sierra de la Demanda, cuyo pico de San Lorenzo alcanza casi los 1.900 metros. Las cumbres de estas montañas estaban cubiertas de nieve caídas en la noche.
A la salida de Azofra nos paramos a contemplar la picota puesta allí hace siglos como instrumento de justicia contra malhechores.
Delante de nosotros divisamos a un grupo de 9 peregrinos que pronto dimos alcance y llevaban pequeñas mochilas a sus espaldas y su andadura la habían comenzado en Azofra; es decir 3 kms atrás. Los pasamos y no los volvimos a ver mas ya que en un cruce de caminos un mercedes los estaba esperando para llevarlos a Sto. Domingo de la Calzada, de manera que cuando llegamos al albergue ellos ya se habían aposentado allí.
Posiblemente el 90% de los peregrinos que en este momento estén en la ruta sean franceses.
5 kms antes de llegar a Santo Domingo nos paramos a comer algo de lo que llevábamos y descansar y tan fuerte era el viento que tuvimos que buscar cobijo detrás de la tapia de un cementerio que a su abrigo y con el sol de cara se estaba realmente bien. A nuestro lado un grupo de franceses también estaban haciendo lo mismo.
Al llegar a Cirueña el camino se corta y desvía a causa de un campo de golf construido allí y edificaciones del conjunto deportivo que en esos momentos están en obras, de manera que hay que dar un gran rodeo para volver de nuevo a coger la senda.
Hoy ha sido un día horrible de viento.
El sol y las nubes nos han acompañado, pero lo peor ha sido el viento que como ningún día ha soplado con muchísima fuerza y para nuestra desgracia siempre en contra nuestra.
Ha habido veces que mi compañero y yo hemos tenido que hacer como los ciclistas, ponernos el uno detrás del otro y darnos relevos, ya que el caminar se nos hacía casi imposible.
El recorrido aunque corto, es un continuo subir y nos hemos vistos obligados a quedarnos en Belorado, ya que hoy hemos hecho un desgaste de fuerzas superiores al resto de los demás días.
En esta tierra de campos ya hemos entrado en la región de Burgos y en todas partes la siembra está en pleno apogeo.
Grandes extensiones de sembrados de cereales conforman un paisaje idílico en sus diferentes y exultantes tonos de verde.
Hemos tenido que hacer varias paradas debido al cansancio y una de ellas ha sido en Viloria, pueblo donde naciera Santo Domingo de la Calzada, el que tanto hizo por el Camino de Santiago, fabricando puentes sobre rios y abriendo caminos que tanto ayudaron a los peregrinos del medievo.
A la salida de la ciudad de Santo Domingo de la Calzada cruzamos el Rio Oja, el cual da nombre a la región que hemos dejado atrás.
En Belorado nos metemos en uno de los muchísimos albergues particulares que a lo largo de todo el camino se vienen creando, de tal forma que por €10,- disponemos de una magnífica litera, inmejorables duchas, desayuno y lavado y secado de ropa.
Una buena comida en un restaurante en la plaza del pueblo, finalizando con un café y una copa de orujo de hierbas hace que apetezca una buena siesta reparadora.
Esperamos que mañana el tiempo nos sea mas propicio.
El buen tiempo hoy nos ha acompañado hasta Villafranca de Montes de Oca, de forma que no hemos necesitado el forro polar para abrigarnos, pero ya cerca de Villafranca, a la altura de las ruinas del Monasterio de San Felices se nos presentan de cara Los Montes de Oca y en su cresta unos nubarrones negros que nada bueno presagiaban.
Paramos en el cruce de Villafranca a desayunar y continuamos para iniciar el fuerte ascenso hacia el bosque que antaño fue un suplicio para peregrinos, como consecuencia de los peligros que estas montañas entrañaban, debido a las fieras del bosque y salteadores de peregrinos.
El camino está muy embarrado como consecuencia de la nieve y lluvias recientes, de forma que se nos hace un poco difícil el transitar por él.
A ambos lados del camino grandes bosques de robles y hayas esperaban el buen tiempo para el nacimiento de sus hojas y el sotobosque se encuentra completamente seco, fundamentalmente los helechos que forman una alfombra marrón y seca sobre los laterales del camino.
Por fin llegamos a San Juan de Ortega donde visitamos la magnífica iglesia románica tumba de San Juan de Ortega, amigo de Santo Domingo de la Calzada con un mausoleo parecido al de Santo Domingo en la catedral del mismo nombre.
A esta iglesia en los equinoccios del 21 de Marzo y 21 de Septiembre acuden autocares llenos de gentes para ver "el milagro de la luz" y es que en esas fecha un rayo de luz penetra por una ventana situada en su parte izquierda de la fachada de la iglesia, iluminando un capitel que representa La Anunciación.
Comimos en la taberna junto al albergue "La Marcela", consistente en unas chuletas de cerdo, chorizo frito y morcilla de Burgos, que aquí no obstante de ser una humilde taberna lo hacen de maravilla. Mi amigo Aurelio cada día está mas encantado de haberme encontrado ya que me dice que está haciendo "otro camino" a causa de la comida española que él desconocía y gracias a mi viene degustando con auténtico deleite.
Después de recuperar fuerzas continuamos nuestro viaje finalizando en Atapuerca, donde encontré varios peregrinos de Madrid, que casualmente teníamos amigos comunes, uno de ellos José Maria Alonso Ledesma.
La cena la hicimos juntos 9 peregrinos de distintas nacionalidades en una gran camaradería y buen ambiente, ayudado por el buen vino que acompañó la cena y la sobremesa bebiendo un buen orujo de hierbas.
Estoy convencido de que gracias a mi y desde que yo hago el camino, España exporta mas orujo de hierbas, ya que todos los extranjeros que se me arriman acaban bebiendo orujo hasta el último día de su peregrinación y se llevan botellas de este licor.
Amanece con lluvia y después de desayunar en Atapuerca tomamos la pista que nos conduce hasta el alto de la serranía.
En su cima, una alambrada cierra el paso a un polígono de tiro y no obstante de la lluvia y la intensa niebla divisamos una gran cruz que corona ese monte bajo de encinas.
El descenso hasta Villalbal es un auténtico calvario, debido a que el camino es un barrizal negro y profundo del cual es imposible escabullirse por parte alguna.
Ese barro negro se pega a las botas como si fuera cola y los bajos de los pantalones se ponen imposibles de agua y barro.
Por fin en Villafria tomamos una carretera secundaria que nos lleva a la zona industrial de Burgos.
Tardamos 2 ½ en cruzar la ciudad de Burgos, no sin antes visitar la hermosísima catedral gótica que en esos momentos se encuentra en una fase muy avanzada de su reparación y limpieza.
Antes de abandonar Burgos y para recuperar fuerzas, en un mesón junto al camino nos tomamos una buena ensalada con una gran ración de esas morcillas de arroz tan famosas en estas tierras.
Una vez pasada la localidad de Villalbilla un cartel en el camino nos avisa de un desvio, que nos hace caminar dando un rodeo de 1,5 kms. ya que la senda original ha sido modificada debido a que se ha construido una autovía y para salvar el Rio Almanzón han tenido que construir un viaducto, bajo el que tienen que pasar los peregrinos pegados a la ribera del río.
Una placa puesta en uno de los pilares de ese viaducto pide perdón a los peregrinos por este desvio necesario en la construcción de esa autovía.
Por fin llegamos a Tardajos, algo cansados ya que el andar durante 8 kms. cruzando la ciudad de Burgos, las piernas se resienten por pisar en terreno de cemento y asfalto.
El día amaneció raso y prometedor de calor de manera que al cabo de una hora y por primera vez pudimos caminar en pantalón corto sintiendo el calor del sol en las piernas.
Pasamos por Hornillos del Camino con deseos de parar a tomar café, pero el único bar del pueblo estaba cerrado. Un paisano que andaba por allí nos dijo que el dueño era un poco vago, ya que a esa hora estábamos pasando por allí un grupo de gente que no pudimos desayunar en ese pueblo.
Con muy buen tiempo llegamos a Arroyo de San Bol, ese lugar enigmático de este camino burgalés; una aldea que fue misteriosamente abandonada por sus habitantes en 1503.
Aquí en mitad del campo hay un albergue pequeño que en nada se le parece al resto de los albergues del camino y su hospitalero, un hombre de mediana edad, extranjero, lleva ya unos cuantos años en ese albergue haciendo una vida de auténtico eremita. Es un lugar con magia.
Antes de llegar a Hontanas observamos delante de nosotros a un peregrino que iba cojeando. Al llegar a su altura le preguntamos si tenia algún problema a fin de ayudarle, pero el hombre con una enorme sonrisa nos dijo que no le ocurría nada , solamente era que su pierna derecha era ortopédica desde la rodilla.. Nos quedamos asombrados, ya que este hombre iba bien cargado con una pesada mochila y llevaba un chándal con el escudo del Club de Futbol Atlético de Bilbao.
Los que les gustaría hacer el camino y ponen excusas por dolencias, que tomen ejemplo.
Por fin llegamos a Hontanas, pero a esa hora el albergue aún permanece cerrado y continuamos nuestra marcha pasando al cabo de una hora por ese lugar cargado de magia y esoterismo que es el viejo convento de San Antón, donde antaño se curaba "el fuego de San Antón", una enfermedad gangrenosa parecida a la lepra que asoló al continente en los siglos X y XI.
Lo cierto es que cada vez que paso bajo sus arcos no puedo dejar que algo me estremezca.
Cansados, a las 14,30 de la tarde llegamos al que fue un castro visigodo, recibidos en la misma entrada de Castrojeriz por esa magnífica Colegiata de Nuestra Señora del Manzano, edificio de una belleza románica preciosa.
Normalmente una colegiata está a camino entre una iglesia y una catedral, de ahí parte las magníficas proporciones de este tipo de edificación medieval.
Llegamos al albergue del famoso Resti, persona que hace años dejó su cargo de alto ejecutivo en el Real Madrid, para venirse a Castrojeriz y abrir su albergue, donde vive feliz lejos de la gran ciudad.
Realmente hoy hemos caminado sólo 32 kms y ahora explicaré el por qué.
Salimos de Castrogeriz e inmediatamente la Colina de Mostelares estaba presente ante nosotros para ser subida hasta su cumbre, desde donde se divisa una panorámica espectacular de esta vieja Castilla.
El camino de ascenso lo han arreglado un poco de manera que ya no existen aquellas hendiduras que por las lluvias se habían hecho y que hacían mas difícil aún esta subida.
Una vez superada esta subida nos paramos en su cima a contemplar aquellas llanuras que en esta época del año son como gigantescos mantos verdes de futuros cereales que debido a la brisa de la mañana, el verde era acamado formando una sinfonía cambiante de tonalidades.
Los caminos aquí son largos y rectos, de tal manera que la vista disfruta de unas perspectivas increíbles, ya que los oteros en las bajas montañas parecen como gibas de camellos.
Desde muy lejos se pueden contemplar los pequeños pueblos de esta zona, que parecen hayan nacido de la mismísima tierra formando un todo armónico, ya que la mayoría de sus casas están construidas con adobes de barro mezclados con paja, debido a la poca riqueza que el campo proporciona a sus lugareños.
Pronto pasamos la ermita de San Nicolás , restos de un hospital de peregrinos del siglo XIII y a continuación cruzamos el Puente Fitero, una bellísima construcción medieval de siete arcos que nos permite el paso sobre el Río Pisuerga.
Después de haber hecho una parada para desayunar en Itero de la Vega, continuamos camino hacía Boadilla del Camino y justo a unos pocos kms. antes, en la parte alta de una ligera subida, vemos parado allí a un viejecito, que en ocasiones anteriores ya he visto allí mismo. En su chaqueta lleva prendida con un imperdible un pequeño cartel en aluminio de color que dice "Alejandro, el amigo de los peregrinos".
Este viejecito da charla a todos los que pasamos por allí con ánimo de ganarse alguna moneda, que lógicamente le deben caer bastantes, así como besos de las señoras que él pide y ninguna se lo niega.
Cruzamos Boadilla del Camino donde se encuentra el mejor rollo jurisdiccional de Castilla; una columna gótica que servía para encadenar y ajusticiar a los reos que hubieran tratado de burlar la ley.
Por fin, después de unos 5 kms y llevando a nuestra derecha el Canal de Castilla, esa obra del siglo XVIII de 207 kms que quedó inconclusa y que servía para transportar mercancías en barcazas.
Llegamos a Frómista donde me encuentro con dos antiguas amigas residentes en este interesantísimo pueblo palentino.
Dado que la villa estaba en fiestas, era sábado, es decir autocares por todos los sitios para visitar una de las mas bonitas joyas del románico español como es la iglesia de San Martín, una de mis amigas se ofrece a llevarnos en su coche hasta Villalcazar de Sirga. 11 kms mas adelante, para sacarnos de aquel gentío.
Aceptamos encantados ya que eran las 14,30 y estábamos deseando parar a comer y descansar, pero cuando ya se había marchado mi amiga en su coche después de habernos dejado en Villalcazar nos encontramos con que el albergue de este pueblo no lo abren hasta primeros de Mayo, de forma que de nuevo a coger las mochilas y con un calor tremendo por el andadero pegado a la carretera llegamos a Carrión de los Condes, donde nos alojamos en el albergue pasadas las 16 horas.
En un bar me tomo una buena ración de tortilla de patatas y dos cervezas, ducha, ropa limpia y siesta.
Salimos de Carrión sin poder desayunar . Todo cerrado. Los bares han estado la noche del sábado sirviendo copas a los alegres muchachos de la noche.
Por delante nos aguardan 17 kms en lo mas parecido a un desierto.
Salimos dejando a nuestra izquierda el Monasterio de San Zoilo y pronto tomamos la traza original que aún se conserva del camino que consta de esos 17 kms.
Este trozo consiste en largas rectas, planas, pedregosas y sin ninguna referencia en el horizonte que te haga sentir que te mueves, que avanzas algo, nada de árboles, nada de nada.
El sol pega con ganas y hemos de ponernos en camisa y pantalón cortos.
Aún sabiendo como es este tramo, el camino se hace interminable. A ambos lados nuestros la siembra está en su apogeo, unas superficies de cereales, otras con plantíos de guisantes, que de todo ha de haber en la viña del Señor.
Después de casi 4 interminables horas soportando esta sirga y un sol de justicia, por fin llegamos a Calzadilla de la Cueza donde por fin podemos desayunar tomando café y una buena ración de tortilla de patata, que milagro, aquí la hacen muy bien.
Hacemos una parada en Lédigos, pequeño pueblo que también ha inaugurado un albergue y en su bar nos tomamos unos refrescos para reponer líquido ante el que suponemos su dueño, un hombre que seguramente no habla nada para no pecar.
Hace ya mucho tiempo vengo pensando que la apertura de un albergue en el camino es un buen negocio y hoy me lo confirma el hecho de que cada pueblecito tiene ya abierto el suyo de manera particular.
Estamos deseando dejar atrás estos trayectos que sólo el interés y la fuerza de voluntad hacen que caminemos sobre ellos ya que el panorama es una continua monotonía en sus paisajes y pueblos.
Por fin llegamos a Terradillos de los Templarios, pueblo algo mas grande que los dejados atrás, que como almas de adobe tristemente perviven en estas tierras.
Nos quedamos en el albergue de Terradillos que pronto se satura de peregrinos, hasta el punto de ofrecerles dormir en el suelo previo pago de €4 y es que ya el camino es otra cosa.
Mas de lo mismo. Una linea horizontal que se hace interminable acompañados de un sol ardiente.
No hago mas que pensar que será este trayecto en época veraniega ya que el camino no tiene árboles y ninguna fuente donde proveerte de agua.
Lo cierto es que estos tramos palentinos son algo aburridos puesto que el paisaje no varía en absoluto.
Afortunadamente en esta época del año la siembra de cereales está crecida y eso confiere al ambiente un poco de frescura y color.
La sorpresa ha sido en que en Sahagún vemos reparar varias de sus iglesias románicas, las cuales, bellísimas, están consideradas como el románico pobre, puesto que su construcción es de ladrillo, en algunos casos mudejar.
Antes de llegar a Bercianos se encuentra una preciosa ermita dedicada a Nuestra Señora de Perales, la cual está situada en mitad de un prado, en este tiempo verde.
A lo largo del recorrido se pueden contemplar diferentes charcas ó pequeñas lagunas en donde las ranas cantan a pleno pulmón.
Llegados a El Burgo Ranero nos ubicamos en el albrgue del pueblo, un sitio muy acogedor y agradable, llevado por un hospitalero de cierta edad y nacionalidad alemana.La nota discordante la da un hostal-bar-restaurante enfrente del albergue, que cuando nos sentamos a comer vino una jovencita marroquí con su velo en la cabeza diciéndonos que las mesas para los peregrinos eran las situadas al fondo de la sala donde los manteles eran inferiores a las otras mesas y como menú único nos dice que de 1º sopa de patata con carne y de 2º lomo con patatas. No se puede elegir otra cosa y el precio era de €9.
Si hay algo que no soporto son las tomaduras de pelo y las ganas de timar a los peregrinos amparados en la falta de competencia en algunos pueblos, como estoy viendo en este viaje, de manera que nos levantamos y puesto que no hay otro sitio donde comer nos vamos a una tienda en la que nos proveemos de lo necesario para salir del paso.
La chiquita marroquí, por supuesto no era la dueña, sólo una empleada que obedecía órdenes.
Están terminando de construir otro hostal-restaurante-bar al lado de éste. Es de esperar que la competencia le haga bajar los precios al dueño de este primero que por cierto no goza en el pueblo de muchas simpatías.
POr la tarde tuve que ir a una farmacía a que me dieran algo para las quemaduras del sol, ya que mi brazo y pierna izquierdos, estaban quemados, por la acción del sol y el viento de estos días y digo izquierdos porque durante toda la jornada el sol nos fué pegando por ese lado.
A la salida de El Burgo Ranero el croar de las ranas en una charca cercana nos despide como deseándonos tengamos buen camino.
La etapa se presenta dura, no sólo por el kilometraje, sino también porque el camino es continuación de lo que ha sido en las etapas precedentes
Un andadero interminable sin nada especial que cambie el paisaje.
El único aliciente es pasar sobre las vías del tren poco antes de llegar a Reliegos, donde en el comienzo del pueblo existen unas cuevas que son antiguas bodegas.
Afortunadamente para nosotros, hoy el sol no se ha mostrado tan implacable como en los tres últimos días y no hemos tenido que parar mucho para beber.
Únicamente con la ilusión de tener cerca la ciudad de León y haciendo actos de paciencia, llegamos a esta ciudad para pasar la noche aquí, antes de iniciar el próximo recorrido que nos introducirá en la Maragatería.
Nos dan cobijo en el Monasterio de las Hermanas Carbajalas.
Al lado del monasterio tenemos la vieja plaza del Grano inmersa en piedras antiguas, sobre las que se han escrito la historia de una de las ciudades mas grande de España.
La tarde, como es lógico, la dedicamos a visitar esa bellísima catedral gótica, cuyo pórtico está orientado hacía Jerusalén.
Quizás sea esta la única catedral en el mundo con 1.800 metros cuadrados de vidrieras desparramando en su interior una amalgama de luces y colores increíbles.
Visita obligada, naturalmente, a la Basílica de San Isidoro, cuyo elegante románico guarda las reliquias de ese santo sevillano y en sus paredes aún prmanecen unos frescos respetados por el devenir de los siglos.
Anoche a las 22 horas algunos peregrinos fuimos a una pequeña capilla del monasterio a la bendición del peregrino.
El acto fue emocionantísimo. En la parte delantera de la capilla estaban las monjas con sus hábitos negros y nosotros detrás de ellas. Era el acto de Completas que cierra el día espiritual de los que han entregado su vida al servicio de Dios y yo personalmente estaba como flotando en aquella sencilla capilla. Oyendo cantar a aquellas mujeres, que quizás por su paz interior tenían una sonrisa en su boca que irradiaban alegría.
Por la tarde le había preguntado a una monja cual era el secreto de aquella sonrisa que llenaba de paz y me contestó que sólo venía cuando se cree firmemente en la Divina Providencia y se olvida uno de lo material.
Cuando hubo acabada la ceremonia de la bendición y las monjas fueron las primeras en retirarse, esa monja de la tarde cuando pasó al lado mío me guiñó un ojo y me sonrió.
Me impactó aquel gesto de esa monja y no pude menos que pensar quién tenia razón, si el que lo desea todo y para conseguirlo no disfruta de nada o por el contrario, esas personas que se abandonan en los brazos del Señor.
Para unos el tema es muy complicado, para otros muy sencillo.
Bien la mañana amaneció con nubes y sol, con frio y con calor y pusimos rumbo a nuestro destino de ese día que era llegar a donde se encuentra ese magnífico puente romano sobre el Rio Orbigo.
La salida de León, como siempre, deplorable, ya que durante bastantes kilómetros la traza es pegado a las aceras de los diferentes barrios del extrarradio de León para acabar caminando sobre una paramera aburrida.
Llegados a Hospital de Orbigo y después de haber dejado nuestras mochilas en el albergue parroquial del pueblo, nos fuimos a comer al restaurate-bar de esa familia amiga, José Luis y su madre, viuda de Isidro, donde como siempre fui recibido con todo cariño y mis dos compañeros, Aurelio y otro francés que atrás se había unido a nosotros, quedaron maravillados de la excelente comida que disfrutamos.
Gracias José Luis como siempre habeis sido una familia estupenda con nosotros y con todos los que a vuestro restaurante se acercan.
Salimos con la intención de quedarnos en Astorga, pero hacer sólo 16 kms hasta Astorga y pasar el resto del día paseando por la ciudad nos parecía una pérdida de tiempo, a si que visitamos la catedral y el palacio episcopal, obra de Gaudí y continuamos la marcha hacia Rabanal.
El día amaneció muy frio y con fuerte viento. La montaña se veía nevada como consecuencia del temporal de la noche pasada.
Ha sido duro el camino de hoy debido al fuerte viento frio que nos ha venido dando de cara y hacia que continuamente me tuviera que secar las lágrimas que por motivo del aire hacía que fuera lagrimeando de forma constante.
Paramos a comer en El Ganso, pequeño pueblo de esta región maragata y después de la comida me tuve que tomar una aspirina para tratar de aliviar el fuerte dolor de cabeza que me estaba fastidiando.
A medida que nos íbamos aproximando a Rabanal del Camino el viento se hacia mas intenso y en la cresta de la montaña que al día siguiente teníamos que cruzar, las nubes negras no nos traían buenos augurios.
La lluvia empezó a caer justo en la misma puerta del albergue de El Pilar, donde Isabel su hospitalera te recibe como siempre con todo cariño.
Reconfortado con una buena ducha de agua caliente nos pusimos a charlar en una pequeña sala del albergue al calor de una chimenea de leña.
A las 19 horas nos dirigimos a la iglesia de Santa Maria, esa pequeña iglesia románica donde "los monjes peregrinos" hacían su oración cantando en gregoriano.
Este acto de los monjes en esa iglesia es algo que sorprende y conmueve, debido al recogimiento de todos los presentes, donde únicamente se oye esa maravilla de canto gregoriano tan perdido en el resto de los cultos de nuestras iglesias.
La ceremonia en ese pequeño recinto, apenas iluminado, te envuelve y te eleva ya que parece que tu cuerpo gravita en esa atmósfera de paz y recogimiento.
Tranquilos y felices salimos de la iglesia a dormir mirando al cielo y queriendo adivinar que pasaría mañana, ya que había algo en el ambiente que no acababa de gustarnos.
Hoy es un día para olvidar. No lo tengo muy claro si es para ponerme una medalla o para darme de palos.
Nuestros temores de ayer por la noche se han confirmado ya que esta mañana al levantarnos vemos que los tejados de las casas están nevados y fuera hace un viento muy fuerte.
Eran las 7 ¼ de la mañana y después de desayunar había que ponerse en marcha y ante la perspectiva que teníamos delante no sabíamos muy bien que hacer.
Nos abrigamos lo mejor posible y como la subida era muy fuerte, 12 kms, comenzamos la andadura por la carretera ya que era lo que mejor teníamos para poder caminar.
Las dificultades eran cada vez mas, debido a los fuertes desniveles y sobre todo al fuerte viento gélido que apenas nos permitía dar un paso.
A medida que íbamos subiendo la cosa se ponía peor, ya que la nieve iba cubriendo también la carretera, además la niebla no nos permitía ver mas allá de 100 metros.
Pasamos Foncebadón por la carretera, imposible por el centro del pueblo a causa de tanta nieve caída y la que estaba cayendo y así, no con pocos esfuerzos seguimos subiendo hasta coronar la Cruz de Hierro. Aquí la climatología era inaguantable a 1.504 metros. Tenia las manos casi congeladas y mis piernas tenían que moverse para que los músculos no se agarrotaran.
Paramos en este punto tan emblemático un par de minutos a tirar nuestras piedras, en ese montón formado desde que hace siglos los peregrinos hacen de ese acto, como algo religioso. Imposible sacar una fotografía en condiciones debido a la niebla.
Bajamos por la carretera, los caminos estaban llenos de nieve, alcanzando las ruinas de Manjarín, que debido a la nieve caída, para mi, sus ruinas eran casi irreconocibles, no obstante de haber pasado en diferentes ocasiones por estos lugares.
Llegado a cierto punto, el sonar de una campana nos anunciaba que el refugio de Tomás estaba cerca y ese tañer nos condujo hasta su entrada y Tomás, esta vez sin su manto templario nos invitó a entrar al refugio, calentarnos al calor de su chimenea de leña e invitarnos a café caliente que nos reavivó.
Después de haber agradecido a este icono del camino como es Tomás, comenzamos la bajada hacía El Acebo que al estar en la otra cara de la montaña el tiempo era algo mas benigno y no tenía tanta nieve. En este caso la bajada la hicimos mas seguros que la subida, debido a la falta de hielo en la carretera, que en el caso de la subida tuve algún problema de resbalones, debido a que mis botas ya muy usadas habían perdido parte de los tacos y su adherencia no era nada buena.
Pero parecía que nos habíamos hecho muchas ilusiones, ya que de repente empezó a nevar con fuerza y granizar con fuerte viento de costado, de manera que el granizo nos golpeaba contra la parte izquierda de la cara, teniéndonos que cubrir para no sufrir los impactos que nos hacían daño.
Llegamos por fin a ese precioso pueblo que es El Acebo y un buen desayuno con café muy caliente nos revitalizó y de esta manera continuamos el descenso con la suerte, de que paró el temporal y pudimos llegar rápidamente a Molinaseca, donde un buen plato de pulpo con cachelos y un churrasco nos devolvió las energías gastadas.
Llegamos a Ponferrada a quedarnos en su magnífico albergue, donde después de una buena ducha de agua caliente y una siesta ya no nos acordamos mas de los sinsabores de la mañana.
Amaneció lloviendo. Los campos agradecidos, los campesinos contentos, los pájaros también satisfechos por poderse lavar el plumaje. En fin, todo el mundo contento.
Nosotros, impermeables, gorros, etc.
Paramos en Columbrianos a 5 kms de Ponferrada a desayunar y de pronto nos vimos invadidos por peregrinos que desde aquí iniciaban el camino.
Daba gozo verles tan contentos y limpitos. Nos preguntaban ¿de donde venis?, ¿llevais muchos días andando?. Se decían los unos a los otros "buen camino". Los otros respondían lo mismo. Se empezaban a poner capas de lluvia y mil cosas contra el agua y al rato se les veía caminar incómodos vestidos de aquella guisa.
Un nuevo compañero canadiense se unió a nuestro grupo de forma que ya formamos un cuarteto inseparable hasta Santiago.
En Cacabelos hicimos una parada en el restaurante Prada a Tope, donde obsequian a los peregrinos con un vaso de vino y un trozo de empanada. Este restaurante les impresionó a mis compañeros, de manera que a las 12,30 de la mañana decidimos quedarnos allí a comernos un botillo del Bierzo.
Mis compañeros alucinaban con nuestra comida y siempre me pasa lo mismo que luego no hay quién los despegue de mi lado, de manera que estoy pensando en crear una S.L. para acompañar gastronómicamente a peregrinos.
Conmigo descubren el orujo de hierbas y no hay una sola vez que una vez acabada la comida o cena, ésta no termine brindando con ese licor tan patrio.
Llegamos a Villafranca del Bierzo donde descubrimos a nuestros nuevos peregrinos tocándose por todas partes de sus cuerpos doloridos. La ropa llena de barro y mirándose los unos a los otros sin saber muy bien que hacer en esa nueva situación.
Para mañana nos espera la subida a O Cebreiro y de nuevo, otra vez, en la mágica Galicia.
Esta mañana Cacabelos era una gran fiesta atestado de gente y todas sus calles, incluida la carretera estaban cortadas al tráfico ya que los puestos de venta lo habían inundado todo.
Estábamos temiendo algo malo, ya que ayer por la tarde nos dijeron que O Cebreiro y sus caminos estaban cubiertos por la nieve y seguía nevando.
Esta mañana estábamos preparados para lo peor, pero en esta ocasión la suerte nos ha sonreído.
Esta es la etapa que todo el mundo teme, ya que estos 30 kms. son todos de subida y para remate los últimos 8 kms. hay que subir por una "corredoira" tremendamente empinada y muy difícil caminar por ella debido a las muchas piedras y barro que jalonan toda la subida.
Hemos tenido un tiempo espléndido con nubes y sol y hemos sudado de lo lindo.
Mucha gente ha dejado sus mochilas en Villafranca para que personas que se dedican a esto se las suban en coche por €3 hasta O Cebreiro, pero nosotros hemos realizado la ruta con nuestras mochilas, lo cual representa un esfuerzo superior a los que no las transportan.
Lo cierto es que esta etapa es la mas temida por todos los peregrinos; digamos que es la "etapa reina de montaña", pero compensa el esfuerzo realizado, ya que las vistas panorámicas que se divisan en la subida merecen la pena.
Vemos que aquí en O Cebreiro se incorporan hoy muchos peregrinos debido a la cercanía a Santiago. Algunos vienen ya desde Villafranca del Bierzo y se les ve doloridos en sus espaldas y sobre todo en sus piernas.
Llegados al final de la etapa de hoy y una vez dejadas las mochilas en el albergue, nos fuimos a reponer fuerzas en un mesón, dando buena cuenta de un cocido gallego con un par de botellas de vino de ribeiro.
Ayer durante toda la etapa un perro nos acompañó y hoy sorpresivamente el mismo perro ha aparecido a mi lado, acompañándonos durante casi todo el trayecto. Esto ocurre a menudo con los perros y algunos ven en esto algo fuera de lo común aunque para mi no tiene nada de extraordinario, ya que he sido acompañado por perros en distintas ocasiones.
La mañana amaneció muy gallega.
La niebla no te permitía ver mas allá de dos metros, pero afortunadamente al cabo de una hora el sol resplandecía entre nubes, de manera que se pudo disfrutar de la jornada hasta Triacastela.
El cambio en el paisaje es espectacular, ya que tanto delante de nosotros, como a ambos lados del camino, es una sinfonía de diferentes tonos de verdes lo que nos ofrece los distintos valles por donde vamos pasando.
A ambas orillas del camino los acebos con sus hojas brillantes y muy verdes, los helechos, piornos, etc. etc nos recogen para llevarnos a través de estas pequeñas aldeas gallegas por donde transcurre el camino.
Hay una corta pero muy fuerte subida al Alto do Poio que una vez superada, la bajada hasta Triacastela es de 14 kms. por pendientes bastantes grandes, con lo cual las rodillas a estas alturas, se empiezan a resentir.
Al pasar por Viduedo nos deja de asombrarme el gigantesto ejemplar de castaño que hay a la entrada del pueblo.
Por fin y debido al corto kilometraje de la etapa, llegamos temprano al final del recorrido, donde tenemos que esperar 20 minutos hasta que abran el albergue a las 13 horas.
Hemos notado que a partir de O Cebreiro el número de peregrinos ha aumentado considerablemente, fundamentalmente españoles, que se les ve en grupos familiares o de amigos, alegres y bulliciosos.
En el albergue la cosa cambia ya que pronto empieza la letanía de dolores que cada uno de ellos comenta tiene en alguna parte de su cuerpo.
A unos les duele la espalda a causa de la mochila, para otros el problema son los pies no acostumbrados al calzado que llevan, y a los kilómetros andados y así todo un rosario de dolencias, que cada uno trata de mitigar, fiados en lo que les han dicho, si les alcanza tal percance.
Sin duda alguna para mi, esta es la etapa mas bonita de toda la ruta.
A la salida de Triacastela tomo la opción de ir por San Xil, en lugar de la de Samos y una fuerte corredoira nos permite ver en su ascenso unos parajes increíbles, más en esta época del año ya que los diferentes árboles, arbustos y plantas están en pleno renacimiento.
Terminados de subir esos casi 6 kms., se llega a Alto de Riocabo, desde donde se inícia un largo descenso hacía Sarriá, pasando por unos caminos como no los he conocido en ninguna otra parte.
Caminos anchos, de tierra, abovedados por las ramas de sus árboles centenarios crecidos en sus orillas.
Para mi el paisaje por donde transcurre este recorrido no puede ser mas gallego y para que no faltara de nada, su niebla en algunos sitios.
En fin, toda una gozada para los sentidos, ya que continuamente escuchas el trinar del sinfín de pájaros que habitan estos campos. No digamos lo que representa para la vista la visión de tantas tonalidades de colores.
Llegados a Sarriá, cruzamos la ciudad de parte a parte por una empinadísima escalera, para terminar en la parte alta cerca del castillo feudal y el Convento de la Magdalena.
Desde aquí y llevando a nuestra derecha el cementerio bajamos por una fuerte cuesta hasta encontrar un puente que nos ofrece un camino de ensueño.
Tus pasos te sumergen en un mundo húmedo y oscuro de uno de los bosques autóctonos que atraviesa la ruta. Robles, pinos y hayas, forman un conjunto que para la vista es algo inigualable.
Por fin llegamos a Barbadelo cuyo albergue está a la salida del pueblo, en lo mas alto del monte, con lo cual, disfrutas de unas vistas espléndidas.
Aunque éste es un lugar solitario y un poco bucólico, a la espalda del albergue a unos 200 metros hay un caserío gallego donde puedes comer, cenar y desayunar, con la seguridad de que estarás encantado de haber llegado a este apartado lugar.
Solamente a alguien que no está bien de la cabeza se le ocurre levantarse a las 5,25 de la madrugada, encender las luces baño, dejar sus puertas abiertas para alumbrarse y ponerse a hablar con otro colega francés en voz alta mientras prepara su mochila.
Luego resultó que este imbecil integral, después de haberse vestido y hecha su mochila se sienta allí mismo, en el dormitorio a esperar a que amanezca y los demás desvelados contemplándole desde nuestras camas con ojos asesinos.
Después de haber desayunado opíparamente en una casa detrás del albergue, salimos el grupo que venimos caminando juntos hace ya varios dias, mi compañero italiano, un francés, un canadiense y yo. Los cuatro nos entendemos muy bien en inglés.
Los cuatro marchamos bien y no hay ningún problema en el caminar ya que nadie se retrasa.
Desde Barbadelo hasta Portomarín el camino es una maravilla tanto en paisajes como en sendas.
Los caminos en muchos tramos están cerrados en ambos lados por vallas de piedras, seguramente puestas allí desde hace siglos ya que de todas sus hendiduras han nacido toda clase de líquenes, helechos y cuantas plantas salvajes pueden existir en esta bellísima Galicia.
El andar por estos caminos es una gozada inenarrable y el grupo lo disfrutamos comentando tal o cual paisaje.
Las aldeas que cruzamos, en su totalidad agrícolas y ganaderas, nos muestran en sus casas antiguos establos abiertos, aperos que debieron dejar de utilizarse hace ya muchas décadas.
Llegamos a Portomarín, pueblo erigido de nuevo sobre una colina, ya que el original y primitivo yace sumergido en el pantano construido en 1960 sobre las aguas del Rio Miño.
Desde el puente que cruza el pantano destaca aquella fortaleza de San Nicolás, rescatada del antiguo pueblo, que piedra a piedra se desmontó para ser reconstruida en su actual enclave como atalaya sobre el valle.
Esta iglesia-fortaleza de San Nicolás, fue erigida por aquellos monjes-caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén en el siglo XII y allí permanece erecta como oteando el horizonte.
A partir de Portomarín y hasta Ventas de Narón, el panorama para mi es desolador. Nada que ver con lo anterior.
Pueblos cutres entre carretera y en esta ocasión una lluvia constante, acompañada de un viento fortísimo que ambas cosas unidas nos hizo llegar empapados de agua a Ventas de Narón.
Salimos del albergue con lluvia y comenzamos una nueva jornada como las anteriores.
Lluvia, niebla, viento, aire y claros que nos hacían estar quitando y poniendo continuamente las capas de lluvia.
La etapa es muy bonita y la verdad es que esta parte de Galicia para quien gusta del paisaje y de la naturaleza es algo excepcional.
Paramos a contemplar el cruceiro de Lameiros, en cuya base y en sus cuatro lados hacen referencia al calvario o a la muerte en sus piedras labradas.
Pasamos Palas de Rei y nos quedamos asombrados viendo una cantidad grandísima de peregrinos que ninguno de nosotros habíamos visto antes y nadie sabía de donde habían salido.
Posiblemente son los que pocos kms. antes de Santiago son acercados por amigos y lo delata el hecho de que los demás vamos de barro hasta las orejas y ellos impolutos y caminando con gran soltura.
Continuos aguaceros nos han acompañado toda la jornada, de manera que hemos llegado a Melide empapados a mas no poder.
En el albergue de Melide el caos es total. La hospitalera no está, las habitaciones están cerradas y la gente completamente despistada, así que me voy a buscarla a su casa junto al albergue y por fin abre habitaciones y da cobijo a los que allí aguardan.
Conseguimos por fin lavar y secar nuestras ropas en las máquinas del albergue ya que debido a las continuas lluvias de los dias anteriores, no hemos podido lavar y secar, con lo cual íbamos de barro hasta las orejas.
Una buena comida en el restaurante Sony, finalizada con unas cuantas copas de orujo hace que nos sintamos algo mas animados, ya que tanto el ambiente del gentio en el albergue, como el de la temperatura nos hacen sentirnos un poco deprimidos. Quizás todo sea debido al acercamiento del final de este viaje.
Por la tarde recibo la visita de unos grandes amigos mios que viven en Orense y han venido a estar conmigo, son Pepe, nuestro querido chatmaster y su esposa Rosa, así que nos vamos a cenar pulpo a Ezequiel que aquí en Melide es una auténtica especialidad.
Cuando estábamos cenando aparecen mis compañeros que se sientan a nuestro lado compartiendo mesa, charla, risas, vino y mucha alegría.
Cuando alguien amigo de jubilatas.com hace el camino y pasa por Galicia Pepe siempre sale a su encuentro en alguna de sus etapas para pasar un rato de charla con él. Gracias Pepiño por ser tan majo.
La etapa preciosa como todas las de Galicia, la hemos hecho de manera tranquila, ya que desde Ribadixo de Abaixo me encargué de telefonear a un albergue particular aquí en Sta. Irene para reservar nuestras habitaciones. Este albergue que yo ya conocía es realmente bueno, pudiendo cenar y desayunar en él.
Hay muchísima gente haciendo el camino y en estos últimos días. Aparecen peregrinos por todas partes, de forma que hay auténticas carreras a los albergues para poder coger cama. Esto es de locura.
La mañana ha estado marcada por un tiempo muy inestable, pero afortunadamente los aguaceros han sido pocos. El problema son los constantes cambios de temperatura que te obligan a brigarte y a los 10 minutos vas hecho una sopa en sudor y te quitas el forro polar y al rato vas con frio. En fin un tiempo primaveral y muy loco.
Los caminos siguen siendo maravillosos, aunque como consecuencia de los continuos chaparrones hay trozos llenos de barro que dificultan la marcha y ensucian los pantalones.
En esta zona observamos muchas explotaciones ganaderas y agrícolas con un material de trabajo inmejorable y es que Galicia ya dejó atrás aquel subdesarrollo de no hace tantos años.
Sentimos ya la presencia de Santiago de Compostela, ya que no en balde sólo nos quedan 20 kms. para dar por finalizado el fin de nuestro viaje.
Yo personalmente ya vengo sintiendo ese sentimiento ambivalente de la alegria por terminar y volver a casa con los mios y mis comodidades y la tristeza de que esta aventura inigualable toca a su fin.
Desayunamos opíparamente en el albergue y a las 7,30 envueltos en una niebla espesa iniciamos la etapa penúltima, ya que mañana temprano bajaremos a Santiago de Compostela a cubrir los últimos 5 kms.
Siempre pienso que esta etapa sobra en el camino, ya que el recorrido no puede ser mas desilusionante para el que llega a Santiago después de haber caminado 750 kilómetros desde Roncesvalles.
El camino transcurre por entre aldeas que en nada tienen que ver con lo vivido anteriormente, por subidas como paredes para poder cruzar los diferentes montes y que a estas alturas te machacan las piernas y no ves nunca el final. Desvios provisionales que al final hace que la etapa sea unos cuantos kms. más de lo que indican las guias.
Hemos llegado a Monte de Gozo donde nos alojamos en su gran albergue y esta tarde la dedicaré a acompañar a mis tres compañeros extranjeros a Santiago para arreglar sus billetes de ferrocarril de vuelta a sus paises. El canadiense toma un autobús hacía Oporto para visitar a unos amigos y desde allí en vuelo hacia su pais.
Esperando la apertura del albergue de repente empiezan a llegar muchos peregrinos que en su mayoria portan unas mochilas mas propias de colegio de niños que de peregrinos. En fin son misterios del camino.
Por la tarde hemos tomado el autobús que parte desde Monte de Gozo a Santiago, hemos resuelto el problema de los billetes de mis compañeros y nos hemos acercado por la oficina del peregrino con nuestras credenciales, para obtener la compostela, que en mi caso es la octava, aparte de tener ya tres "fisterras" que acreditan la peregrinación hasta Finisterre.
Es sábado por la tarde y Santiago es un hervidero de gente. La cola para entrar por la Puerta del Perdón es kilométrica y por todas partes se ven personas con las conchas de peregrino colgadas de su cuello portando en sus manos un bastón de peregrino. Mas bien esto parece una representación teatral que algo tan serio como es la peregrinación.
Nos volvemos en autobús a Monte de Gozo a esperar el dia de mañana que será el final del viaje y en mi caso la vuelta a casa.
Me despierto a las 6 de la mañana y mis compañeros les ocurre lo mismo. Estamos todos un poco nerviosos y esta situación ya la he vivido en ocasiones anteriores.
Nos arreglamos lo mejor posible para presentarnos a dar el abrazo al santo debidamente aseados, preparamos nuestras mochilas y abandonamos el albergue a las 7 de la mañana para que tranquilamente podamos desayunar en Santiago antes de iniciar los deberes de esa mañana.
Tardamos mucho tiempo en Santiago para encontrar un bar abierto y asi poder saciar el apetito de la mañana, pero al final lo encontramos con gran alborozo por nuestra parte ya que desde que dejamos Monte de Gozo, la lluvía no dejaba de caer.
Hablábamos muy poco entre nosotros ya que la tristeza estaba presente. Dentro de muy poco nos diríamos un adiós que seguramente representaría no volvernos a encontrar nunca mas, como ya me ha ocurrido con anteriores compañeros en estas mismas andaduras y siempre me acuerdo de ellos ya que tantos días de camino juntos con lo que eso conlleva, crean una amistad sincera, pero eso es el camino, amigos que se encuentran y se pierden y a esperar otra ocasión.
Nos dirigimos tranquilos hacía la Puerta del perdón, por donde sólo en años Santos Jacobeos se puede pasar para dar el abrazo a Santiago Apóstol, Hijo del Trueno y patrón de España.
No había nadie a esa hora. Eran las 8,30 de la mañana y el primero en poder dar ese abrazo fui yo seguido de mis compañeros que a su vez me siguieron también para bajar a la cripta donde en una urna de plata se guardan las reliquias de Santiago Apóstol.
Para quien no haya hecho la peregrinación el decirles la emoción que uno siente en esos momentos es imposible de entender. Pero para los que lo han hecho, ellos saben de que les hablo y aquí no caben palabras para explicar la carga emocional de esos momentos.
La lluvia afuera de la catedral seguía cayendo mansamente dando ese brillo tan especial a las piedras del suelo de la Plaza del Obradoiro, yo hablaba con Juan Carlos "Zapatones", ese peregrino vestido con atuendo medieval que tantas veces hemos visto en la televisión y actos públicos jacobeos, mientras que la gente le pedían hacerse una fotografía con él. Juan Carlos no pide nada, pero agradece mucho que le den una moneda para ayudarse a vivir. Ya he visto rondar por allí a otros queriendo hacer la competencia a nuestro "zapatones", pero él es único e inimitable.
Entramos a las 11,30 a la catedral para poder coger asiento en la misa de 12 del peregrino, pero cuando entramos la catedral ya estaba abarrotada de gente esperando el comienzo de la misa de forma que nos tuvimos que conformar con estar de pié, al lado de una columna en la cual de vez en cuando me podía apoyar.
La misa empezó puntual a las 12 y como siempre fue de una emoción intensa, ya que se nombraron a todos los peregrinos llegados a Santiago ese día y el remate fue cuando el botafumeiro manejado por sus entendidos empezó a elevarse de un lado a otro del cruceiro de la catedral hasta alcanzar casi el techo de la misma. La catedral se llenó del inconfundible olor a incienso y el ánimo de los presentes estaba al máximo.
Demasiadas emociones en tan poco tiempo.
Había gente poniendo su mano en la columna del Pórtico de la Gloria y dando cabezazos en el Santo dos Croques, no obstante de haber pedido por megafonía, ante la televisión y la prensa que por favor ya no se hiciera mas esas prácticas por el deterioro que tanto esa columna como la estatua del Maestro Mateo, están teniendo.
Acabada la ceremonia salimos a la Plaza del Obradoiro donde el agua de la lluvia no cesaba de caer y nos fuimos a comer a base de raciones de pulpo, chocos y demás delicias gallegas.
Acabada la comida, puesto que mi avión para regresar a casa salía a las 18,10 de la tarde, mis compañeros querían acompañarme al aeropuerto para despedirme, pero no me gustan las despedidas tristes y les abracé a cada uno deseándoles lo mejor, tomé un taxo y me fui para Lavacolla. En el aeropuerto de Barajas-Madrid, mi hijo me estaba esperando con tres de mis nietos. Estaba ya en casa.
Como siempre el regreso es triste-alegre ó si lo prefieren alegre-triste. Creo innecesario explicar el por qué.
¿Volveré de nuevo al camino?. Ahora mismo tengo mis dudas, pero el camino envenena y no es fácil desprenderse de ese adicción ya que pasado un tiempo todo lo malo queda ya olvidado y sólo permanece en tu memoria los paisajes, los amaneceres, los campos, esas aldeas minúsculas ancladas a la tierra y la amistad entre la gente del camino.
Madrid, 11 de Mayo de 2.004, dos días después de haber regresado a casa.
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