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Salida de Madrid a las 8 de la mañana en TALGO. El viaje muy agradable con buen tiempo.
El recorrido del tren transcurre por pueblos muy conocidos por mi; Sahagún, donde veo en un andén a peregrinos muy despistados preguntando algo a una señora muy mayor. La señora da la impresión de no entenderles nada. A mi izquierda y a la salida de El Burgo Ranero se divisa el camino (muy largo) que es un páramo y andando sobre él, se ve a varios peregrinos con sus mochilas. Esto me trae recuerdos no muy lejanos de mi andar en ese mismo camino.
Llego a la hora en punto a la capital del Principado de Asturias y teniendo en cuenta la hora de mi llegada, entiendo que lo mas lógico es buscar donde comer. No tengo mucho apetito, quizás un poco de tensión o nervios, debido a lo desconocido de la ruta que me dispongo a emprender.
Me voy al albergue que coincide estar en la misma Asociación. Dejo mi mochila y de momento a hacer turismo por Oviedo.
Se impone visitar SANTA MARIA DEL NARANCO y SAN MIGUEL DE LILLO, prerrománico asturiano de los siglos IX y X, correspondiendo a los primeros años de la Reconquista.
Asimismo la visita a su catedral y sobre todo al Santo Sudario, fueron para mi motivo suficiente para pensar que bien merecía la pena comenzar esta Ruta Jacobea desde esta bellísima ciudad.
Pablo (el que lleva la Asociación), se brindó a llevarme a "tapear"
por Oviedo y acompañados de un par de botellas de sidra, dimos buena cuenta de unas raciones de pulpo y otros platos típicos asturianos, que me dejaron el cuerpo listo para dormir dentro de mi saco en el albergue, que por cierto estupendo en sus instalaciones y esa noche la pasé acompañado de otro peregrino que venia andando desde Holanda y que el año anterior había realizado el camino, de igual forma andando, desde su país, pero por el Camino Francés.
A modo de Introito he decir que esta ruta de Asturias, nada tiene que ver con la ruta del Camino Francés.
Es muy dura como consecuencia de sus altísimas montañas y de-
bido a los pocos peregrinos que la transitan, los caminos no tienen nada que ver con los que conocemos de otros lugares. Lo normal es que en muchos sitios de estos caminos te encuentres zarzas, helechos y ortigas, con lo cual te obliga a llevar el pantalón largo y aunque el día sea soleado las hierbas altas de los caminos te empapan las botas y los pantalones. Esto es debido al rocío de la noche y normalmente a las nieblas de las mañanas que suelen ser muy corrientes en estas fantásticas montañas.
Por último decir que la señalización de los caminos, es muy deficiente y es bastante corriente que te pierdas en algunos sitios, lo que te obliga a regresar y buscar la carretera.
Salgo un poco tarde del albergue y tengo que cruzar toda la ciudad de Oviedo para tomar el camino. Resulta un poco difícil encontrar la salida de la ciudad, ya que justo donde empieza el camino todo aquello está lleno de construcciones de viviendas y allí nadie sabe decirte por donde tienes que salir.
Pronto te das cuenta que el recorrido nada tiene que ver con lo que anteriormente conocías, ya que el caminar aquí es un continuo sube y baja, pero de desniveles muy pronunciados.
El paisaje es francamente precioso; un verde intenso te acompaña toda la etapa. Montañas maravillosas son siempre tus únicos compañeros de marcha ya que no hay peregrinos por esta ruta.
Después de pasar el Rio Nalón llego a Grado, pueblo muy grande y precioso donde paro a comer. Me tomo una buena ensalada y un pote asturiano acompañado con un par de cervezas para apagar la sed y a las tres de la tarde abandono Grado para atacar una subida de 5 kms que comienza en una cota de 90 metros hasta alcanzar los 400 metros. La bajada hasta Cornellana es lo mismo, lo cual hace que las piernas empiecen a reclamar un descanso.
Cruzo el Rio Narcea y me alojo en un hotel (aquí no hay albergue) en donde una señora me lava y seca mis ropas (Dios la bendiga).
La etapa ha sido de mucho calor no obstante de las neblinas habidas durante la mañana. Mucha carretera y la señalización puede ser mejorable.
Tengo un mal recuerdo de este tramo, ya que en una cuneta de la carretera vi a un búho muerto, seguramente por el efecto de algún golpe
Etapa dura, ya que estuvo lloviendo por la noche y los caminos estaban encharcados.
El tiempo muy nublado y salvo unos pocos kilómetros el trayecto lo he tenido que realizar por carretera.
Desde Cornellana hasta Salas un constante sube y baja que machaca las piernas.
A la entrada de Salas se encuentra la fábrica DANONE y la ciudad me recibe con un fuerte pero corto aguacero. Me tomo un buen desayuno en un bar, que como en todos tienen en bandejas pequeños bocadillos con filetes empanados, jamón y otras delicias gastronómicas. Corto paseo para fotografiar su torre medieval e iglesia.
Comienzo la subida hacia Porciles por un camino durísimo. 400 mts. de un fuerte desnivel, del que salgo empapado y arañado por las zarzas, para alcanzar la carretera y como no tengo mas ganas de arañazos tiro carretera adelante en una fuerte subida de 5 kms. El desnivel en este tramo es desde una cota de 120 mts. hasta los 640 mts. en su cima.
Al borde de la carretera me encuentro muerto a un zorro con el morro destrozado. Allí dejó de disfrutar de esos hermosos bosques de abedules, hayas, castaños y tanta arboleda majestuosa. Me da mucha pena ver animales tan bellos destrozados por los automóviles. Es el pago al progreso del hombre.
Me empiezo a cansar pero sigo carretera adelante hasta 5 kilómetros antes de Tineo, donde en el restaurante La Dorada doy buena cuenta de una buena sopa y no menos mejor pote asturiano regado con un par de jarras de cerveza para reponer líquido.
Lo que nunca me había pasado ocurrió. Por el efecto del agua en las botas, me salió una ampolla en un dedo que no obstante de curármela me siguió fastidiando hasta el final del camino en Santiago. Bueno aunque sea extraño, todo es posible.
La llegada a Tineo fué estupenda ya que el pueblo se encuentra en la cima de una montaña con unas vistas sorprendentes.
En Tineo un amable guardia municipal me acompaña al albergue.
Este fue el antiguo matadero municipal, que lo pone en su portada junto con el de albergue de peregrinos, pero muy bien habilitado y reformado para este último menester. En el albergue llega una señora con su hija que reside y trabaja en Palma de Mallorca, natural de Madrid y me cuenta que todos los años tiene que venir a hacer parte del camino, aunque sólo sea por sentir el aire fresco ya que en Palma de Mallorca, me dice que vive metida en una humedad muy grande.
Lo cierto es que he dormido muy bien en este albergue y sobre todo nada de ruido.
En el albergue se quedó la mujer con su hija.
La salida de Tineo fue a tientas ya que la niebla era muy espesa.
Nada mas salir tuve que remontar una subida de cerca de 8 kms,. con un desnivel que iba desde los 650 mts. hasta los 900 mts
En Piedrahita tenia que haber cogido el camino y dejado la carretera, pero debido a la niebla no vi la marca, así que continuo por la carretera, paso Berrugoso Borres, La Mortera y poco mas adelante inicío una subida de unos 10 kms, que va desde los 650 mts hasta l150.
Poco antes de enfilar la bajada a Pola de Allande desde un caserio a la izquierda de la carretera, uno de sus propietarios me llama y me ofrece agua. Se lo agradezco sobremanera, ya que voy sediento y así se lo digo a aquella buena señora. Me saca una jarra de agua de un manantial y un vaso. Mientras me bebo seguidos tres vasos la señora me pela una pera como hacía mucho tiempo no había comido. La señora al verme tan entusiasmado con esa riquísima pera se mete en la casa y sale con casi 20 peras para que me las coma por el camino. No tengo mas remedio que rechazar este ofrecimiento explicándola que no puedo meter peso en la mochila, la señora insiste en que me las lleve por que son muy buenas y el marido haciéndose el enfadado la hace ver que lo fundamental para un peregrino es no cargar mucho peso, con lo cual me guardo 5 peras y me despido de esa familia tan encantadora.
Como a mitad de la mañana el tiempo se tornó espléndido me dedico a contemplar esas paredes gigantescas cubiertas de coníferas, castaños, frutales y cubiertas de vegetación.
En Pola me meto en un hotel ya que el albergue se encuentra a 2kms del pueblo y al día siguiente tendría que regresar otra vez al camino.
Me doy una buena ducha, me pongo ropa limpia y como en el restaurante del hotel el menú del día: fabada y codillo de cordero. Hay un gran jolgorio en el hotel debido a que se estaba celebrando una boda, motivo por el que no puedo dormir un rato de siesta.
Me levanto temprano, dejo el hotel y me bajo a desayunar a un bar cercano en donde me encuentro con una partida de cazadores que salian a la captura de jabalies.
La niebla era muy intensa y todavía no había suficiente luz en la calle, por lo que me dediqué a charlar con estos hombres y reparo que uno de ellos, no vestido de cazador, pero si amigo de la partida, está operado de traqueotomia.
Aunque no habla bien, o por lo menos no se le entiende bien, se me acerca y me da charla, hablando, hablando, resulta que trabajó en un banco de Rumasa y yo al decirle que tambien había trabajado para Ruiz Mateos en un banco del grupo, nos ponemos a contarnos que ha sido de nuestras vidas a partir de la expropiación. Resulta ser una persona muy amable y nos despedimos como buenos camaradas.
Clarea ya, pero la niebla no se disipa, por lo que me voy a la carretera, en lugar de coger el camino y hago la subida del Puerto del Palo, muy fuerte, 12 kms, desde una cota de 550 metros hasta 1150.
En la cúspide me tengo que abrigar bien, ya que el viento es fuerte, la niebla no ha terminado de disiparse y hace frio
A la altura de Monrefurado en la cima de de la montaña, veo unas casas de labranza y en una de ellas hay una marca indicando el camino, pero resulta que pocos metros mas allá de esa marca existen dos caminos. Después de pensarlo me decido a tomar el de la izquierda y empiezo a bajar la montaña por este camino.
El camino muy cuesta abajo, me lleva al fondo de un profundo valle, muy cerrado y lleno de vegetación.
Faltando unos 200 metros para llegar a su fondo, el camino se corta y delante de mi no hay mas que maleza, zarzas, ortigas, helechos, etc.. Me dedico a buscar la continuación del camino pero éste no aparece. Me doy cuenta entonces que el camino bueno era el de la derecha.
El problema empezó cuando a través de la maleza por donde yo había estado buscando el camino, éste no aparecía. Era tan espesa la vegetación, que no encontraba el camino por donde había bajado.
Después de más de una hora yendo de un sitio a otro sin encontrar el camino de retorno me empiezo a poner algo nervioso, ya que por allí lo único que podría haber, serian jabalies, lobos u osos. Por lo menos mi mente era lo que pensaba.
Sudando, jadeando y con no poco esfuerzo, empecé a subir la montaña en vertical hacia la cima, pensando que de esta manera tendría que encontrar el camino de bajada sin mas remedio, pero para poder subir cinco metros por aquella espesura tenía que hacer esfuerzos muy grandes. En una de esas que estaba trepando cogido con una mano a una planta, ésta se arrancó del suelo y casi rodé por el peso de la mochila a mi espalda. En la caida algo se metió entre mi muñeca y la cadena del reloj y este salió por los aires dejándome la muñeca dolorida, con grandes hematomas y yo ya estaba bastante cansado, aparte de estar sangrando por las piernas y la cara a causa de los rasguños de las zarzas.
Por fin encuentro el camino por donde había bajado y me sereno. Subo de nuevo a la cima y arriba, en las casas, me encuentro a un lugareño con su perro que al verme me dice ¿se ha perdido usted verdad?. Le respondo que efectivamente así había sido. El buen señor me contesta que allí se equivocaba mucha gente.
No quise saber nada más de caminos ese día, así que tomé la carretera y andando para Grandas de Salime.
Poco antes de llegar al pantano de Grandas, me pasa un coche y a la salida de una curva, poco mas abajo, veo el coche detenido y esperándome su conductor. Resultó que era Marcelino, mi camarada de la mañana que me iba buscando para invitarme a comer y a llevarme por todo Asturias para enseñarme los sitios mas bonitos que él conocía. El es asturiano y vive en Pola de Allande.
Lo cierto es que no dudé en meter la mochila en el coche y me dejé llevar hasta Grandas de Salime, en donde comí con Marcelino.
Marcelino dejastes en muy buen lugar la amabilidad de los asturianos. Siempre me acordaré de ti.
De esta etapa me acordaré mientras viva, ya lo creo que si.
La mañana amanece con buen tiempo sin niebla.
La salida de Grandas tiene una subida de unos 3 kms muy fuerte para ir luego subiendo bastante mas suave hastaPadraira, donde empieza otra subida de unos 12 kms que va desde los 680 metros hasta los 1150 mts. coronando el puerto de El Acebo.
Los caminos están aquí mejor señalizados, pero el rocío de la mañana ha hecho que la hierba esté muy mojada, de manera que te vas empapando las botas y los pantalones.
En Bustelo del Camino la subida hasta la cumbre es francamente una pared cuyo suelo son piedras que te hace muy difícil el caminar. El viento sopla fuerte y me tengo que abrigar.
Desde aquí el camino se hace mas llevadero hasta llegar a Paradanova donde comienza una subida terrible de unos 3 kms. hasta llegar a Fonsagrada.
El viento en este pueblo es fortísimo y frio.
Duermo en un hostal donde la dueña me lava la ropa y me indica una relojería donde puedan arreglarme el reloj.
Afortunadamente pudieron arreglarme la cadena del reloj y además no quisieron cobrarme nada.
El ánimo no decae aunque estoy deseando llegar al camino francés por ver gente, ya que por estos caminos no he visto aún a ningún peregrino ni otro tipo de personas.
La mañana amanece con muy buen tiempo.
La etapa resulta muy bonita ya que los subes y bajas no son tan fuertes. No obstante es una etapa también muy dura con caminos preciosos, que como en todos ellos la humedad de la hierba te va calando las botas y ropa.
En Paradavella tuve que regresar varias veces en busca del camino bueno, ya que todos me llevaban a una dehesa sin continuación. Al final salí a la carretera por un camino que era empinado como una pared cubierto en su totalidad de zarzas, helechos y todo tipo de arbustos. Mas bien parecía que iba abriendo camino en mitad de una selva. Me hubiera venido bien haber tenido un machete de los que se usa para estos menesteres.
Una vez alcanzada la cima por una carretera, ya en Lastra entré en un bar y al verme el dueño de la guisa que iba me preguntó ¿a que viene usted por el camino de Paradavella y no encontraba la salida?. Yo asombrado le respondí que efectivamente así era. El me contestó que ese camino está muy mal y que a todo el mundo le pasa lo mismo. Es más me comentó que ahí no hacía tanto se había perdido unos soldados de maniobras con sus jefes al frente.
Pasado Fontaneira un matrimonio muy mayor me ofrece agua y comida. Agradezco sobremanera el agua, puesto que ya iba necesitado de líquido y amablemente renuncio a quedarme a comer con ellos. En la cara se les notaba a ambos su bondad. Que Dios les bendiga.
Sigo camino a Cádavo y un kilómetro antes de llegar al pueblo ya hay un cartel anunciando la existencia de un albergue. Una señora me dice que es un albergue muy bonito y nuevo, así que como en la puerta del albergue estaba el teléfono del hospitalero le llamo e inmediatamente viene en un coche para atenderme.
El albergue es francamente bonito y bueno. Pequeño, para 20 camas, pero por tener, tiene hasta cuarto de baño especial para inválidos, así como una habitación para estos discapacitados. Acepto a quedarme allí y quedamos que al día siguiente le dejaria las llaves del albergue en un sitio determinado.
Después de tomar una buena ducha de agua caliente y lavar mis ropas que dejé tendidas en un tendedero al lado del albergue, me fui a comer a un restaurante que me aconsejó el hospitalero "Moneda".
Tomo el menú del día; callos con garbanzos y pulpo, una jarra de cerveza y café. 1.100 ptas.
La quietud del albergue y su entorno hizo que la siesta fuera francamente aliviadora.
Por la noche otra buena cena en este restaurante y a dormir con la sóla compañía de los ruidos nocturnos de cualquier edificio solitario.
La mañana comienza con una niebla muy espesa. Cada vez tarda mas en amanecer y es lógico, ya que cada vez mas me encuentro lejos de la salida del sol.
Ante el panorama de esa niebla tan intensa opto por andar por la carretera subiendo el alto de La Baqueriza.
El bosque sigue siendo muy profundo y las gafas se me van empañando constantemente y aunque la etapa no sea tan fuerte como las anteriores, el esfuerzo ya se va notando. Por otra parte tanto kilómetro por carretera dejan la planta de los pies machacados.
Continúo sin ver a un solo peregrino por estos lares. Lo cierto es que no me extraña ya que el caminar tantos días sin ninguna compañía se hace un poco fastidioso.
Llego por fin a Lugo, ciudad que era desconocida para mi y la verdad es que me llevo un gratísimo recuerdo de su magnífica catedral del siglo XII, esas magníficas murallas que rodean el casco viejo y sus calles con arcadas bellísimas.
Abandono Lugo y como ocurre en todas las grandes ciudades, la salida se hace muy dificultosa.
Me despido del Rio Miño con nieblas bajas y aunque el camino se hace mas llevadero pensando en la meta final, los kilómetros recorridos empiezan a pesar.
El paisaje de esta etapa cambia de forma radical. Las montañas se han suavizado y el campo ya no es tan frondoso.
Hago muy bien el camino pensando en que dentro de poco estaré en el camino francés, en donde me encontraré con peregrinos y podré por fin hablar con alguien. Noto que me está pesando tanta soledad.
Llego por fin a Palas del Rei y lo que me encuentro es una auténtica riada de gente peregrina por sus calles. Ciclistas y gente a pie de todas las nacionalidades.
Me alojo en un hotel, ya que entre otras cosas, esa noche juega el Real Madrid en la Copa de Europa y quiero ver el partido.
Después de una buena comida, ducha y siesta me siento completamente nuevo. Capaz de comenzar otra vez el camino desde Roncesvalles.
Desde la ventana de mi habitación observo que no muy lejos del pueblo se ha declarado un incendio y que cada vez aquello toma mas cuerpo. Al cabo de mas de una hora veo avionetas y helicópteros echando agua para dominar las llamas.
Por la tarde me siento en una terraza a tomar una cerveza y a contemplar a la gente. Estoy ávido de ver gente después de las pasadas jornadas.
Veo peregrinos cojeando de mil maneras y con caras de estar hechos polvo. Me siento como un superman viendo a aquellas personas dolientes que en su mayoría han empezado el camino pocos kilómetros atrás. Rechazo este pensamiento de soberbia, ya que yo también tuve una primera vez desde León y me acuerdo perfectamente que en Palas del Rei estaba hecho un cataplasma.
Así que ya metido en ese nuevo ambiente "pèregrino" y sintiéndome como en casa, ya que a partir de ahí yo conocía bien el camino, me dispuse a cenar y a disfrutar del triunfo de mi equipo.
Observo que hay muchísimos españoles. Por fin veo que los españoles superan con mucho a los peregrinos extranjeros y además mucha gente con una edad media de 25 años.
El tiempo amenaza lluvia y voy pensando que inclusive me gustaría caminar una etapa mojado por el agua y no por el sudor del esfuerzo.
Voy recordando cada trozo del camino ya que pasé por allí el pasado mes de Mayo.
Llegado a Ribadiso me paré a visitar el albergue que hay pasado el puente por donde cruza el Rio Iso. Es un albergue precioso, pero la pena es que esta pequeña aldea no tiene ningún lugar donde comer.
Continué camino, por fin acompañado de un matrimonio español, muy simpáticos que habían empezado en Cebreiro, pero la pena fue que 10 kms antes de Arzua los tuve que dejar por que él iba muy cansado y tenían que caminar un poco lento.
En Arzua me alojé en el Albergue, nuevo y muy bonito. Salí por la tarde a tomar unas cervezas con tres muchachos de Valladolid, muy simpáticos, dos muchachos y una chica, que por cierto me dijo que los de Madrid teníamos fama de ser unos chulines. Bueno que se va a hacer ante los tópicos que cualquier nacido en cualquier ciudad recae sobre él.
Lo cierto es que me encontraba feliz por la compañía y la charla y por otra parte, lo mismo esa muchacha lleva razón ¿por qué no?.
Bueno quería lluvia.
El día amaneció con lluvia a si que impermeable y paciencia.
Noto que de una forma inexorable cuando deja de llover y ya por fin me quito el impermeable, sólo transcurren 5 minutos hasta que la lluvia hace de nuevo su aparición.
Dado que la temperatura ha sido buena voy empapado por dentro, debido al sudor y al impermeable que llevo puesto, pero si me quito el chubasquero, pues eso, lluvia otra vez
Esta etapa preciosa por los caminos que transitas y los bosques que cruzan, se hace particularmente dura, ya que por ser la última y tener la meta tan cerca sicológicamente piensas que no es mas que un paseo. Pero lo cierto es que es un continuo sube y baja de pendientes muy fuertes que poco a poco te machaca y no ves nunca el final.
Diré como siempre que la llegada al Monte del Gozo es un auténtico calvario indigno de la llegada de una peregrinación, que para muchos la vienen haciendo a pie desde Holanda, Alemania, Francia, etc etc..
Es desilusionante los últimos kilómetros. A la decepción de esta recepción tan poco digna al peregrino hay que añadir la simbiosis de tristeza y gozo por el final de la peregrinación.
Bueno antes de ir al albergue me paré en un restaurante del Monte de Gozo, y pude recuperar fuerzas gracias a un buen churrasco de ternera con patatas fritas y un par de jarras de cerveza. Café y dos copas de orujo de hierbas hicieron que llegara al albergue listo para una buena siesta.
Es la segunda vez que no llego a Santiago directamente y me quedo sólo a 4 kms y es debido a que al dia siguiente quiero llegar ante el Santo Patrón de España, con la ropa limpia, sin sudor y lo mas digno posible.
Paso la tarde en el recinto del Monte del Gozo, charlando con otros peregrinos y por la noche me decido a cenar en el self service del recinto.
A la cama y a tratar de dormir, si los nervios te dejan, ya que al día siguiente se cumplirá tu deseo de llegar a Santiago de Compostela después de haber pasado tantas jornadas para conseguirlo.
Al lado del albergue de peregrinos en Monte del Gozo, hay una alambrada muy próxima a la carretera que baja a Santiago de Compostela. En esta alambrada a la altura del albergue alguien hizo un agujero, que atravesado este, sales al camino ahorrándote unos cuantos cientos de metros.
Yo conocía el agujero de la vez anterior, a si que por la mañana cumplí con el rito de "colarme" por la alambrada y comenzar a dar los últimos pasos de esta peregrinación.
Nada mas alcanzar la carretera la lluvia hizo su presencia. Pero esta vez en lugar de sacar el impermeable saqué de mi mochila un pequeño paraguas de esos extensibles y que recomiendo a cualquier peregrino lo utilice en lugar del impermeable, lógicamente si no hay viento.
Pasado el puente donde termina la cuesta a la parte izquierda me pare a tomar un desayuno en un mesón que me hizo ver el día de otra manera.
La llegada a la Catedral es un camino largo y pesado, ya que tienes que atravesar medio Santiago de Compostela por sus calles, pero por fin 200 metros antes de llegar a la Catedral, por el callejón de las Animas, la emoción ya se empieza a apoderar de ti. Por fin la Catedral, meta de tus pasos, premio al esfuerzo y ahora a cumplir con los ritos ante la Puerta del Perdón y a pedir al artífice de esa Catedral, Maestro Mateo, te dé algo de sabiduría. Que emoción abrazar al santo y cuanto cuesta aguantar las lágrimas de la emoción que sientes. Visita a su tumba debajo del altar mayor y la misa del peregrino, donde en una comunión con todos los que han llegado ese día te sientes hermanado y que todos juntos sois la misma cosa.
Previamente ya has ido a la oficina del peregrino, en donde te han entregado "La Compostela" documento que acredita oficialmente tu peregrinación.
La Plaza del Obradoiro es una fiesta llena de alegría, debido a la explosión de júbilo que demuestran los peregrinos llegados. Abrazos, enhorabuenas, besos, intercambio de señas, te escribiré, no te preocupes que te llamo en cuanto llegue, nos veremos de nuevo. Frases que son al mismo tiempo un adiós y un no te vayas. Son muchos días caminando juntos. Ha surgido una amistad a lo largo de las jornadas y uno sabe que se tiene que ir, pero al mismo tiempo no quisiera haber terminado.
Eso forma parte del espíritu del camino.
¿Volveré? Dios sabe que ahora estoy muy seguro de querer volver.
ULTREIA
Septiembre 2001