Nos pusimos en camino un 4 de julio saliendo en coche desde Coria del Río a Benavente.
Nuestro recorrido nos ha llevado a pedalear por tres regiones de nuestro país: Castilla y León, Asturias y Galicia.
Iniciamos nuestro camino el día 5 de julio, saliendo en bicicleta desde Benavente y enlazando con el Camino Francés en Astorga. A partir de Astorga seguimos el camino al contrario de todos los peregrinos, es decir de Astorga a León, donde comienza el camino de San Salvador, el cual nos lleva hasta Oviedo. Una vez en Oviedo seguimos hasta la ciudad de Avilés, donde enlazamos con el Camino del Norte y siguiendo ese camino, por toda la costa, llegar a Santiago de Compostela. Como veis este año hemos un "popurrí" de caminos. Hemos recorrido parte de la Vía de la Plata, el Camino Francés, Camino de San Salvador, Camino del Norte y finalmente el Camino Francés para entrar en Santiago.
Comenzar en Benavente fue para evitar el calor del año anterior por la Vía de la Plata. Lo que no imaginábamos es que pasaríamos tantas veces del frio al calor. Todo el día con el chubasquero cremallera para arriba y cremallera para abajo.
Entre nosotros no hemos tenido grandes diferencias. Aunque está claro que conviviendo tantos días, durante las 24 horas, aguantándonos unos a otros, siempre ocurre alguna cosa que no es del gusto de alguien. Pero la experiencia y el conocimiento que cada uno tiene del resto nos han ayudado a paliar algunos pequeños roces.
Centrándonos en lo que ha sido el camino, sus gentes y los peregrinos que nos encontramos, he de decir que es muy diferente a nuestra Vía de la Plata, por lo menos a día de hoy. En primer lugar, por la gran afluencia de personas que nos encontramos, particularmente en el Camino Francés y el Camino del Norte. Había peregrinos que salían a las 4 de la mañana para pillar plaza en el próximo albergue. Masificación total.
Y en segundo lugar, el alto grado de comercialización de estos caminos. Algunos comercios y albergues abusan más de la cuenta cuando ven que somos peregrinos.
Algunos ven el peregrinaje como un buen negocio.
Me viene a la memoria una frase del compañero Pepe Sánchez que dijo, en algún momento del camino: "Hoy en día, algunos pueblos, en vez de ayudar al peregrino como
antaño, ahora son los peregrinos los que ayudan a estas localidades", ello nos ha ocurrido puntualmente en el Camino Francés y el Camino del Norte.
En nuestra Vía de la Plata el peregrino encuentra más solidaridad y por supuesto más calor en todos los sentidos, aunque también los hay que abusan, pero menos.
Los aventureros de este año: Pepe Sánchez, Manuel Méndez y Antonio Garzón.
Salimos de Coria del Río sobre la 8:30 de la mañana en dirección Benavente. Nuestra idea era dejar el coche en un garaje de Benavente y hacer algún tramo de camino en bicicleta.
Pero nada más salir noté que el coche me hacía un extraño perdiendo fuerza en las cuestas y por temor de que llegara a producirse una avería mayor no intenté forzar el motor. Así que por esa razón llegamos más tarde de la cuenta a Benavente y decidimos quedarnos en el albergue de la localidad.
Encontramos el pueblo en fiestas, era una especie de San Fermín en pequeño. Lo llaman el toro enmaromado o algo por el estilo.
No llegamos ni a verlo, la multitud abarrotaba todas las calles y plazas, pero imagino que será otra de las múltiples salvajadas que hacen con estos animales y que
encima lo llaman arte.
Compramos algo para la cena y comimos junto al albergue, en un parque muy bonito.
Todavía conservan las vías del tren y se notaba que Benavente era una de las referencias de esta línea cerrada hace años.
El albergue es uno de los edificios de la antigua estación. Nos costó 4 € dormir en él y la llave se recoge en la Oficina de Turismo que se encuentra en pleno centro de Benavente.
Manuel Méndez con sus magdalenas. No he visto a una persona que le gusten tanto esos dulces.
Más o menos a las 8 de la mañana salimos a pedalear, creo que muy tarde pero es que no hacía nada de calor.
Este terreno es diferente, continuas cuestas nos acompañan durante toda la jornada, solo la buena temperatura que hacia nos lo hacía más llevadero.
Siempre hay personas que crean cosas curiosas en cualquier rincón y las encuentras cuando menos lo esperas.
Tras pasar por numerosas localidades llegamos a Astorga sobre el mediodía.
Astorga es una de las localidades más bonitas del Camino Francés. Decidimos visitar sus calles y de camino tomar algo de alimento.
Una vez hemos visitado la ciudad seguimos nuestro camino. El Palacio de Gaudí en Astorga nos llamó enormemente la atención.
Nada más salir nos topamos con el postre: una cuesta de las buenas.
Era corta pero muy empinada.
También tenemos ratos de diversión, no todo iba a ser sufrir.
Aprovechamos todo rincón para plasmarlo en nuestra cámara. Serán nuestros recuerdos. Aunque es imposible traerlo todo en una tarjeta, si lo traemos en nuestra mente.
He de puntualizar que íbamos haciendo el camino al revés, por lo cual no podíamos ver las flechas de indicación, si en cambio se podía ver la avalancha de peregrinos
que nos encontrábamos de frente. Todos nos decían que íbamos en sentido contrario.
Nuestro final de etapa lo teníamos prevista en San Martín del Camino.
En esa localidad hay dos albergues: el público y uno privado. A pesar de tener reservadas las plazas en el albergue privado, decidimos cancelarlas y quedarnos en el
municipal, al final nos arrepentimos porque el albergue estaba empetao de peregrinos.
Lo hicimos porque el albergue privado costaba 10 € en habitaciones de tres y el público 5 € en una sala repleta de peregrinos. San Martín del Camino dispone de pocos servicios, solo un supermercado y un par de bares.
También el propio albergue tiene un pequeño economato, según nos dijeron lo montaron a petición de los peregrinos porque el supermercado abusaba en los precios de los artículos. Después comprobamos que los precios eran iguales e incluso más baratos en el súper.
Otra cosa que consideramos un total abuso fue que, si no comprabas las cosas en el albergue no podías utilizar la cocina. Con ello obligan a los peregrinos a comprar en su tienda.
Y así es todo el Camino Francés o esa es la impresión que nos hemos traído, un camino donde cada uno va a lo suyo y donde notamos una desconfianza tremenda entre las personas.
Yo creo que con estas cosas el camino en sí pierde su sentido, cuanto menos en el que yo intento vivirlo, buscando la buena convivencia y la cordialidad entre los peregrinos que coincidimos en los albergues o a lo largo de las etapas.
El Camino Francés, a pesar de no haberlo hecho nunca, no me gustaba y después de hacer un tramo me gusta menos. Comercios y bares parecen carroñeros esperando al
peregrino para sangrarlo.
Pero bueno, ya estábamos en ello y había que seguir, así que temprano a la cama, tapones en los oídos y entre ruidos y ronquidos nos quedamos grogui.
A las 7,20 de la mañana ya estábamos preparados para partir en esta segunda etapa, sin ningún punto de destino concreto, simplemente donde llegáramos.
El cielo estaba completamente negro y salimos con la mente puesta en que nos íbamos a mojar, solo era cuestión de tiempo. La suerte nos acompañó ya que hasta entrar en León no comenzó la lluvia.
La salida de San Martín del Camino era como siempre con una fuerte subida. La orografía del terreno nos seguía castigando.
Como ya comentamos que íbamos haciendo el camino para atrás, nos encontramos de frente a un reguero continuo de peregrinos.
Con sumo cuidado para no tropezar con nadie seguimos nuestro camino y al entrar en León paramos a desayunar en la primera cafetería que vimos. Un café y unas tostadas de pan congelado más duras que un ladrillo nos costó cerca de 4 €. Nos lo cobraron bien, otro abuso más.
Ya en León empezó una llovizna que nos hizo resguardarnos durante un buen rato en el edificio de la Junta de Castilla y León.
Todavía con algunas gotas de lluvia reanudamos la marcha. Nos esperaba una de las partes más duras de la etapa, pasamos por parte de los Picos de Europa y con el agua caída seguro que se nos haría mucho más dura. Pronto nos damos de bruces con caminos completamente embarrados, era difícil conservar el equilibrio encima de la bici. Incluso perdí una de mis perneras.
Curiosidades del camino.
Cada camino tiene sus propias peculiaridades e intentamos no perdernos ninguna. Tampoco recuerdos que cada peregrino va dejando a su paso, desde una imagen religiosa, una carta o simplemente unas piedras haciendo una flecha para señalar el camino.
El Río Bernesga fue un fiel acompañante durante casi toda la etapa: desaparecía y volvía a aparecer. Es impresionante de largo, así como sus numerosas cascadas que se
escuchaban a través de la arboleda.
Era un placer pedalear con el sonido de las aguas y el olor a humedad, eso era naturaleza pura.
Una vez superado el macizo montañoso entramos en Cabanillas. En esa localidad no hay ningún servicio, pero si una fuente pública que nos ayudó a quitar todo el barro acumulado en nuestras bicis.
En la localidad de Cascante entramos a tomar algo en el único bar del pueblo. No nos dio tiempo ni a pedir cuando empezó otra vez la lluvia, además bien fuerte.
Menos mal que no nos cogió en pleno monte. Aunque comimos y bebimos muy bien en ese bar, también se aprovechó de nosotros, se coló bastnte en el precio.
Un poco antes de llegar a La Robla nos topamos con su Central Térmica y ya entramos en la localidad.
Es una población que cuenta con todos los servicios necesarios para el peregrino y si hago otra vez este camino será una de mis paradas para pernoctar pues en las
próximas localidades no hay servicio alguno para comprar alimentos. En vez de quedarnos decidimos llegar hasta Buiza.
Saliendo de La Pola de Gordon "atracamos" un guindo en pleno camino. No sabíamos que ese sería nuestro desayuno para el día siguiente. Lo de atracar es un decir, ya que el suelo se encontraba lleno de cerezas. Se caían por estar demasiados maduras.
Era temprano cuando llegamos a Buiza. Quizás nos hubiera dado tiempo de hacer más kilómetros, pero llevábamos la ropa y los zapatos muy mojados y además el día anterior no pudimos lavar la ropa. Ya que hacia un sol espléndido había que aprovecharlo para secar la ropa.
El albergue tenia buena pinta, así que preguntando dimos con la persona responsable. Nos entregó la llave, mediante pago de 5 € cada uno, y nos dedicamos a nuestras labores. Menos mal que nuestras mujeres no nos ven lavar la ropa, si no más de uno no podríamos escaquearnos en casa. Con el sol se secó toda la ropa y los zapatos en un rato.
El albergue estaba muy bien, en plena naturaleza y solo para nosotros tres.
Dispone de unas buenas instalaciones, aseos, cocina y muchas camas, todo a nuestra disposición. El fallo era que en la localidad no había servicio alguno, ni tiendas ni bares. No había donde comprar nada.
Tampoco había cobertura para los móviles. Hasta subimos el monte para poder llamar, pero ni por esas. Menos mal que una vecina, al vernos liados con los móviles, nos ofreció llamar desde su casa para contactar con nuestras familias, no sea que se asustaran por falta de noticias nuestras.
Según parece solo Movistar tiene cobertura.
No todo iba a ser negativo. Siempre se encuentran personas amables, como esta señora, incluso nos ofreció comida.
Le agradecimos el detalle, no queríamos abusar más de su bondad e intentamos encontrar algún sitio donde comprar alimentos.
Buscamos en vano y nos arrepentimos de rechazar el ofrecimiento de la vecina.
Al final echamos mano a las reservas.
Las reservas consistían en un bocata de caballa.
"Vayas donde vayas trozo de pan y lata de caballa". Eso lo repito una y otra vez antes de empezar una etapa. Hay que lllevar algo por si acaso y ahora nos vino bien.
Para la etapa siguiente nos aconsejaron los lugareños que lo hiciéramos por la N-630.
Los caminos, según ellos, estaban impracticables por las recientes lluvias.
Eran las 8 de la mañana cuando nos pusimos en marcha. La noche transcurrió muy tranquila y dormimos estupendamente.
Nada más salir a la calle me acordé de mis perneras, hacia tela de frio y teníamos que bajar unos 5 kilómetros, con lo cual el frio era más intenso.
Bien abrigados iniciamos ésta etapa y empezamos a bajar lo que ayer subimos por el tema de que los caminos estaban muy mal.
Encontramos una gasolinera y aprovechamos para tomar algo caliente.
A partir de aquí se nos acabó el frio, todo era subiendo y subiendo hasta el Puerto de Pajares.
El tráfico por la N-630 era intenso a esa hora de la mañana, a veces daba miedo circular por el arcén, más que nada por los camiones. Con precaución y con el susto metido en el cuerpo pedaleamos hasta llegar a Villanueva de la Tercia, donde recuperamos fuerzas a base de bien.
A partir de ahora empezamos por un bello camino junto al Río Bernesga, nuestro fiel acompañante.
Ahora íbamos disfrutando del paisaje, pero el miedo que habíamos pasado por la N-630 con ese tráfico de camiones había sido considerable y más al tener que atravesar
varios los túneles. Esta opción no es muy recomendable. Aconsejo hacer la ruta por el camino oficial, aunque se encuentre en malas condiciones.
Sin darnos cuenta, con un pedaleo constante y con una pendiente muy llevadera llegamos a la colegiata de Santa María de Arbas. Las fotos no podían faltar, lástima todo se encontrara cerrado, también la crisis ha pasado por aquí.
Ya nos encontrábamos a escasos metros del Alto de Pajares, unos 500 metros y entramos en la comunidad del Principado de Asturias.
¡¡Que gloria!! Ahora tenemos que bajar el puerto, es impresionante tantos kilómetros bajando y bajando, ni los camiones nos podían adelantar. Aunque de vez en cuando
había que parar para disfrutar el paisaje y tomar fotos.
No entramos ni en Pajares, del tirón tomamos por la nacional hasta llegar a Pola de Lena, allí paramos para comer algo y seguir el camino. Hoy queríamos llegar hasta Avilés.
Ya se habían acabado las bajadas. Ahora casi todo eran subidas. Así es Asturias, que no te da ni un respiro y cada vez que vas llegando a una curva te encuentras con otra cuesta. Hasta llegar a Mieres todo es subiendo. Allí aproveche para comprarme unas perneras en una tienda de bicicletas, por las mañanas hacia frio.
De Mieres a Oviedo también hay una buena bajada, así que enseguida nos encontramos en las puertas de la capital del principado. No todos los días vamos a pasar por Oviedo y había que hacerle una visita, aunque fuera rápida. Aunque al final no fue tanto. Nos recreamos en la visita y recorrimos buena parte del centro viendo
monumentos.
Lo que es la vida. Nos encontramos con uno de los asturianos con los que coincidimos el año pasado en la Vía de la Plata, nos saludamos. Nos echamos unas fotos y el mismo nos orientó para salir más rápido de la ciudad. Nos había cogido el toro, eran ya cerca de las 5 de la tarde.
Tomamos la carretera porque es más ligero que por caminos, además era una carretera casi sin tráfico. También nos dio tiempo de hacer algunas fotos curiosas.
Llegamos al albergue de Avilés sobre las 20 horas, muy tarde porque el albergue cierra sus puertas a las 22 horas. Dejamos equipajes y bicis en el albergue y sin quitarnos la ropa ciclista salimos a comprar algo para la cena, después tendríamos tiempo para asearnos.
El albergue estaba a reventar, menos mal que tuvimos suerte y nos dieron una habitación con muchas camas. Solo estábamos nosotros tres y una peregrina madrileña que llego a última hora de la tarde.
Cuando llegamos y viendo la cantidad de peregrinos que había, pensamos que nos quedaba que pasar una mala noche. Más que nada porque los peregrinos que van a pie se levantan muy temprano, algunos salen a las 4 o las 5 de la mañana.
Pero al final tuvimos una noche placida e incluso nuestra vecina madrileña se levantó después que nosotros, con lo cual nadie nos molestó en toda la noche.
Esta etapa se presumía dura y efectivamente teníamos razón. También fue de las más bonitas de todo el camino.
Salimos a las 8 de la mañana después de tomar un desayuno ligero en el propio albergue. Excepto el Méndez que siempre se pone ciego de leche y magdalenas por la mañana temprano, después no come nada hasta el almuerzo.
En fin, que nada más salir ya comienzan las pendientes, no muy largas pero bastante empinadas. Así todo el día prácticamente.
La ruta va bordeando la costa, pero por arriba de los montes desde donde se podía observar unos paisajes maravillosos.
La pega es que si quieres visitar esas localidades tienes que bajar unas cuestas enormes y después subirlas. Pero, quien pasa por un sinfín de bellas localidades
costeras, sin bajar a visitarlas.
Así que cada vez que pasábamos por un pueblo, cuesta para abajo y luego cuesta para arriba, pero hay rincones que merecen la pena ese esfuerzo para verlos.
El camino lo hacemos para conocer cosas nuevas disfrutando de las maravillas del camino y si hay que sufrir un poco se sufre.
Justo antes de llegar a Cadavedo, otra bonita localidad, dejamos la carretera y seguimos a unos chavales que tiraron por caminos, fue un error de principiantes, porque ni ellos mismos sabían dónde iban. Gracias al GPS retomamos el buen camino, pero ya estábamos a muchos metros de altura, junto a una autopista nueva. Así que a bajar hasta llegar a Cadavedo donde compramos frutas y el bocata de media mañana.
A mitad de la etapa empezó una lluvia caladera que nos obligó a parar algunas veces y a retomar la carretera porque los caminos estaban fatales. Aunque el paso por
algunas localidades tenía su encanto.
En una venta de carretera paramos por la lluvia y aprovechamos para almorzar, creo que fue la mejor comida del camino con diferencia. Un buen menú a un precio asequible, siempre hay excepciones.
Con las alforjas bien tapadas con plástico, para que no se mojaran, reanudamos la marcha. Nuestra meta de hoy iba a ser en el albergue de Cadavedo, pero al llegar no
nos gustó ni el albergue, ni el ambiente que se respiraba, nos ponían unos colchonetas en el suelo para dormir, ante ello preferimos seguir adelante.
Llamamos al próximo albergue, en La Almuña, para ver si quedaban plazas y solo quedaban siete. Así que tomamos las bicis y a pedalear para llegar cuanto antes.
Faltando unos cinco kilómetros nos alcanza uno de los chavales que dejamos atrás, venia tan ligero que creo que se quería adelantar para reservar las plazas para él y sus compañeros. Quedaban siete plazas, ellos eran cuatro y nosotros tres, así que si mientras tanto había llegado algún peregrino, alguien se quedaría sin plaza. Empezamos a pedalear hasta alcanzarlo y dejarlo atrás, no podíamos arriesgarnos a quedarnos sin plaza. El que primero llega al albergue toma la plaza, es la ley.
Ya aseados y la ropa en el tendedero, para ver si se secaba en lo que quedaba de día, salimos a comprar la cena. Justo comprando en el súper cayó una tormenta de agua. Nos vino a la mente la ropa tendida y pasó lo que nos temíamos; la ropa empapada. Menos mal que el hospitalero tenía una estufa y en un tendedero portátil se secó durante la noche.
El albergue estaba completo, pero a pesar de ello dormimos bastante bien.
El día prometía ser bueno y después de desayunar salimos a pedalear con un sol espléndido. Hoy queríamos acortar la etapa ya que ayer no pudimos hacer la colada, solo secar la ropa y los zapatos.
Por ello preferimos circular un poco de carretera para ir más ligero, aunque no por ello dejamos de visitar cada rincón costero que encontrábamos a nuestro paso.
Eso sí, las cuestas venían de dos en dos, que dureza de ruta. Nosotros por arriba y el pueblo abajo, pero había que visitarlos.
Quizás no pasemos más por aquí en nuestra vida.
De vez en cuando tomamos algunos tramos por caminos, precisamente en uno de ellos tuvimos la primera y única avería en todo el camino, un pinchazo en mi bicicleta. En vez de cambiar cámara preferí poner un parche y rápidamente reanudamos nuestra ruta.
Desde luego la ruta merece la pena hacerla, que paisajes más bonitos. Creo que el sufrimiento al hacer este camino merece la pena. Pero casi seguro que yo no lo hago
más en bicicleta, todo el día un continuo sube y baja que te deja las piernas muertas.
A nuestro paso contemplábamos paisajes a cada cual más bello, digno de una postal.
Saliendo de la Caridad hay dos opciones, por Tol o por Tapia de Casariego, tomamos esta ruta porque iba pegado a la costa y la verdad es que no nos defraudo.
En esta etapa íbamos a dejar el Principado de Asturias y entramos en Galicia.
La entrada en Galicia es espectacular, por el Puente de los Santos sobre la ría del Eo.
Teníamos que atravesar unos 600 metros, a una altura considerable, por una pasarela que cabe la bicicleta a lo justo, así que no nos dio tiempo ni a mirar para abajo mientras pedaleábamos.
Íbamos a quedarnos en Ribadeo, pero el albergue es muy pequeño, ya estaba muy lleno de peregrinos, casi todos guiris.
Además las bicis había que dejarlas en la calle y no estábamos dispuesto a ello.
Almorzamos en un bar y proseguimos nuestra ruta hasta Vilela donde se encuentra otro albergue, a solo unos seis kilómetros.
Pero vaya que seis kilómetros, todo para arriba sin descanso posible, eso sí, caminos muy bonitos.
El albergue se encuentra en medio de la nada, muy confortable, buenos aseos y muchos peregrinos. Se agotaron las 38 plazas de que disponía.
Allí fueron apareciendo peregrinos que habíamos visto durante el camino. Al estar lleno el albergue de Ribadeo, este era el más cercano para pernoctar.
Hicimos la colada y teníamos todo el campo para tenderla, así que se secó enseguida.
Era el último lavado que hacíamos en el camino porque era la penúltima etapa.
Pasado mañana entramos en Santiago y ya la ropa sucia se lavaría en casa.
Mientras tanto buscamos algún sitio para comer, solo había un restaurante cercano al albergue y te ponían bocadillos o menús. Preferimos andar, para estirar las piernas y nos acercamos a un bar-tienda que se encontraba a unos dos kilómetros.
Compramos unas latas de conservas, pan y bebidas y hartitos a la cama que mañana quedaba una buena etapa.
El desayuno por la mañana consistió en unas ciruelas que vi por casualidad en un árbol y pille unas cuantas, anda que no vinieron bien, porque el pueblo más cercanos estaba lejos. Cruzamos algunas aldeas, pero sin servicio alguno, solo al llegar a Xan Xusto pudimos tomar algo.
La marcha la iniciamos sobre las 8 de la mañana y como siempre cuesta "parriba", todos los días más de lo mismo.
A partir de esta etapa ya no veremos más el mar, nos alejamos de la costa para adentrarnos en los montes gallegos, ya en busca de Santiago de Compostela.
Pasamos por algunas localidades, sin parar para nada. Solo en mondoñedo paramos para visitar la localidad y recuperar fuerzas en forma de bocata.
Mondoñedo, desde las alturas, se veía como una localidad es enorme.
El problema era el mismo de siempre; si quieres verlo tienes que bajar y después cuestecitas para arriba.
Total, para una vez que pasamos por aquí había que ver algo y nos lanzamos para abajo.
La verdad es que no nos defraudo, se ve que es una ciudad bastante antigua con rincones que son una maravilla. Valió la pena bajar y más aún por el bocata que nos endiñamos.
Alternando carretera y tramos de caminos seguimos avanzando, nuestra idea era llegar a Sobrado dos Monxes para que la última etapa no fuera muy larga.
La verdad es que se nos estaba haciendo pesado el día de hoy, ya las piernas te decían que necesitaban un descanso, pero ya teníamos que aguantar.
Lo que de verdad nos vino muy bien fue la comida del mediodía, un caldo gallego que nos dejo nuevo.
En una parte de la ruta en vez de coger por el camino nos equivocamos y tiramos para adelante. Como somos tan cabezones nunca retrocedemos, "para atrás ni para coger
impulso". Así que cuando llegamos al desvío para Sobrado dos Monxes y vimos que todavía quedaban doce kilómetros se nos cayeron los palos del sombrajo.
Encima cuando vimos la carretera que teníamos que coger nos entró dolores de todas clases. Era una recta que se veía entera, pero con unas ondulaciones que daban miedo. ¡¡Que dolor de piernas hasta llegar al albergue!! Tanto subir y bajar.
Llegamos extenuados a Sobrado dos Monxes.
El albergue se encuentra dentro del Monasterio y es un edificio grandioso. No vimos a un solo monje, ellos están recluidos y no salen casi nunca.
Del albergue se encargan unos hospitaleros voluntarios que nos trataron bien, quizás por ser uno de ellos también andaluz, un malagueño.
Tienen unas buenas instalaciones creadas dentro del complejo monasterio.
Los aseos estaban bien, la cocina y comedor eran muy amplias, quizás el espacio en los dormitorios sea pequeño para tantas camas. Se echa en falta era un poco más de espacio en la habitación, no tienen en cuenta que llevamos la casa a cuestas, dentro de unas alforjas y faltan donde ponerlas, así como para ordenar la ropa.
Las bicicletas en un patio interior enorme, están seguras porque a las diez de la noche cierran todas las puertas del monasterio.
La salida a las 8 de la mañana después de una buena noche de descanso.
Aquí si teníamos donde desayunar, cafelito con unos dulces y nos pusimos en marcha en nuestra última etapa para llegar a la meta.
La avalancha de peregrinos es tremenda en este tramo, confluyen el Camino del Norte y el francés.
Nos llevamos casi todo el día tocando el timbre de la bici pidiendo paso.
Los caminos eran alucinantes, con peregrinos por todos los rincones.
A veces teníamos que combinar caminos y carreteras, aunque casi siempre va paralela.
Las bicicletas no pueden ir por dónde van los peregrinos andando por lo accidentado del terreno, entonces nos vemos obligados a circular por asfalto.
Aquí el camino se convierte en negocio, en cualquier rincón te encuentras una tienda de regalos o bares restaurante.
En uno de ellos paramos a tomar un bocata, estaba bueno, pero te lo cobran bien.
¡¡¡Ya estamos en Santiago!!
Llegando a Monte do Gozo faltan cinco kilómetros para entrar en Santiago, pero se puede decir que este monte, desde donde se divisa Santiago, forma parte de la ciudad.
Una anécdota que nos ocurrió subiendo Monte do Gozo. Adelantamos a varios ciclistas en la misma subida, eran personas mayores, y al momento los vimos pasar junto
a nosotros como una bala adelantándonos.
Nos quedamos asombrados, pero después comprobamos que iban en bicis eléctricas.
Les preguntamos que cuando fueran a recoger la compostelana como iban a decir que habían ido: En bici o en moto.
Al final pasamos un rato divertido con ellos.
Eso es el camino, tomarse las cosas con humor y pasar buenos ratos.
Entramos en Santiago sobre las 13 horas y lo primero fue es sacar los billetes de vuelta en el autobús, cada van más ciclistas y la empresa solo deja cuatro bicis por autobús.
Cuando te das cuenta no tienes plaza.
Una vez cumplido ese requisito, el siguiente es plasmar con fotos nuestra entrada en la Plaza del Obradoiro.
Algunos nos alegramos de llegar, esta ruta ha sido bastante dura y con unas temperaturas y humedad que no estamos acostumbrados por el sur.
Previamente habíamos reservado la habitación en el Hostal La Salle.
Era la primera vez que nos alojábamos en este establecimiento.
Me habían comentado que estaba muy bien y era verdad. Una habitación con tres camas nos costó 17 € a cada uno.
La calidad-precio está suficientemente compensada.
Y lo más importante, las bicicletas a bien resguardo, bajo llave y con videocámaras de vigilancia.
Nos aseamos y nos fuimos lanzados en busca del pulpo a la gallega.
La pulpería Os Colcheiros nunca nos ha defraudado y para no cambiar fuimos otra vez al mismo, previa parada para tomar unos ribeiros por el camino.
Nos comimos unas raciones de pulpos regado por un buen ribeiro.
Después de una buena siesta y ya más recuperados nos fuimos a recoger la compostelana, hay que hacer cola en la Oficina del Peregrino, siempre hay cantidad de gente esperando, para recoger el trofeo que demuestra que has hecho el camino.
Ya por la noche la cena en un sitio muy recomendable, un menú por 9 € abundante y bueno.
Casa Manolo en la Plaza de Cervantes. No fuimos capaces de comernos toda la comida que nos pusieron y eso que yo lo intente. ¡¡Que jarta!!
Al día siguiente un paseo fugaz, el autobús salía a las 9:45 de la mañana y no había mucho tiempo, además teníamos que embalar las bicis para meterlas en el autobús.
Sobre las 16 horas llegamos a Benavente, previamente habíamos comido en Ponferrada.
Así que a buscar el coche en los aparcamientos y a zumbar para Coria del Río, donde llegamos cerca de las dos de la mañana, el coche seguía sin responder y se venía abajo de vez en cuando.
En total hemos recorrido 647 kilómetros de una dificultad alta. No hemos tenido ningún accidente, tan solo un pinchazo en todo el recorrido, lo cual está muy bien.
Ya a pasar lo que queda de vacaciones con la familia y a pensar que barbaridad hacemos para el año que viene, algo se haremos.