http://perso.wanadoo.es/alvsanchez/santiago2002.htm
Estábamos los últimos del autobús, como era de suponer Paco que estaba sentado al lado mío no me daba conversación porque el bueno de Paco quería dormir, no sabía aún a lo que se enfrentaba... Me di a conocer a unos chavales, aunque solo me quede con el nombre de uno, Pedro y a dos chiquillas que eran del norte pero no me quede con sus nombres. Los chavales eran competentes y estuvimos con ellos desde León haciendo el camino. Te podrás imaginar a Paco y a las dos chiquillas a las 4 de la mañana mandándome a callar porque tenían sueño. ¡Si es que esto no es el inserso!
Amanecimos en León, el domingo 14 de julio sobre las 8am, ¿empezar el camino? Ni de coña, ni credenciales, ni ganas. Cruzamos un puente que sabe Dios que río cruzaba y yo tenía ganas de hablar con la población autóctona dije:
A ese tío que pasa por ahí, le pediremos que nos haga una foto. - ¡Churros! ¡pasteles! Vociferaba el fulano a lo lejos. - ¡Buenos días! ¿le importaría hacernos una foto? - ¿a mi? - no, una foto a nosotros cuatro frente al río. Le enseñaba la cámara, indicándole, el visor y el disparador diciéndole que no tenía ningún misterio, más este hombre no respondía a los estímulos auditivos. Ahí estaba yo, con mis manos extendidas con la cámara de fotos, parecía una imagen congelada de un video. Fue Roberto en ese momento de incertidumbre quien dijo. - ¡Hemos dado con el loco del pueblo!, a lo que respondió aquel fulano lacónico - ¡Estoy hasta los churros!
Ninguno sabíamos el significado concreto de esa frase y pasé a espectador de la escena al igual que Paco y mi hermano mirándonos entre sí sin pronunciar palabra. Tuvo que ser Roberto, el más avispado del equipo quien nos saco del trance en el que nos encontrábamos. Salió andando como si no fuera con él, maldiciendo. - ¡Los cogemos a dedo!Y todos los seguimos.
Tuvimos risas por este primer lance del camino durante todo el día y más. Aún recuerdo la escena, con los suficientes detalles para describirla.
Fue más tarde cuando iniciamos la búsqueda del albergue en León, nos dijeron que había dos, el municipal y el del convento de las Carbajalas. Como cristiano viejo que me considero elegimos este segundo, abría a las 11:00, aproveche para ir a misa en la catedral, preciosa por cierto. Personalmente me gustó más que la de aquí y mucho más que la de Santiago.
Gastándonos bromas sobre que tipo de cuidados nos ofrecerían las pobres monjitas llegamos al albergue en el que nos preguntaron los motivos del viaje y datos personales, para darnos las credenciales y les mostré mi carta de presentación de mi parroquia. Tenía particularmente ganas de hablar y respondí pacientemente la encuesta que me hacía una muchacha. Dicha mujer muy guapa por cierto (en mi desesperanza y desesperación no se leerá en mis estorias descripciones de niñas feas), no sabía que yo no hago encuestas gratis así que aparte de alegrarme la vista, me aguanto que le contara la historia del primer contacto con la población de León.
Nos encontramos ya en el albergue a nuestros colegas sevillanos, y otros que nos tachaban de afeminados por haber salido "solo desde León". Durante el día vimos la ciudad y comimos fuera. Al llegar al albergue para asistir al ritual de la siesta que no nos faltó ni un solo día me acerque a un grupo de niñas, ya se sabe para hacer vida social y eso, con la mala fortuna que eran francesas y no tenían ganas de hacer amigos, y para terminar me di cuenta que eran tres hermanas que venían con sus padres, aunque eso sí, al padre si le hice gracia. Se llamaba Jean Pierre y tuve que estar contándole un rato lo de la EXPO, ¡el hideputa! Me salió el tiro por la culata, aunque este personaje terminó por hacernos gracia.
Después de cenar, la compañía se enfrentó a una difícil misión, se trataba de lavarse. Nos dividimos en comandos para asegurar el perímetro, siendo Roberto y yo los pioneros de esa refriega. Se trataban de unos baños que no estábamos acostumbrados, y no porque fueran mixtos, que fue la razón por la que fuimos los primeros a bañarnos, sino por las interminables colas que había y mientras esperabas. Aunque lo peor de las colas era que estábamos siendo gaseados por aquellos efluvios que salían de las letrinas. ¡Horrible! El panorama no cambió cuando al fin pudimos entrar en las ducha, estaba inundado de agua y demás fluidos corporales. Roberto me comunicaba a voces que su ducha tenía las mismas características por las que tomamos la decisión de jamás entrar con los pies descalzos corriendo riesgos innecesarios. Miedo nos dio después cuando ya asumidas las condiciones de la ducha y asegurado el perímetro nos dispusimos a ducharnos y con valentía abrimos el grifo. Entonces entendimos que el camino era duro, los elementos estaban en nuestra contra, nadie había puesto el termo. Supusimos en esos momentos porque Santiago llegó a ser santo, porque triunfalmente venció el tormento del agua y nosotros seguíamos sus pasos.
Hora de acostarse serían las 23.00 y todo el pabellón estaba a oscuras y muchos dormían, yo aún tenía ganas de guasa y empecé a jugar con la linterna hasta que me llamaron la atención. Aunque claro, esa amenaza no termino de soliviantarme y dije. - ¡Nada de pajas maricones! En esas que luego se convirtió en una de las máximas del camino, y frase muy repetida. - Demasiado tarde, afirmó Paco muy serio.
Estábamos un poco aturdidos a pesar de las carcajadas del momento, no sabiendo como había ocurrido tan rápido y no lo habíamos notado, solo él sabrá si se trataba de una broma o no, pero como yo soy el narrador de la historia la tomo como verídica.
Noche tras noche cuando yo deseaba a mi pelotón que cumplieran esa máxima y ponía como desertor a Paco, luego dicha máxima fue cogiendo forma y quedando los matices más definidos. - ¡Nada de pajas! A menos que nos las hagan.
La primeraetapa hasta Villadangos del Páramo fue cutre comparada con las siguientes y no nos encontramos a casi nadie salvo alguna que otra pareja rezagada. Recuerdo que les decía a mis compas, creo que me está saliendo una ampolla, ni que decir tiene no fue la única y tampoco de las más molestas.
Allí estábamos frente al albergue, mirando la fachada muy distinta a la de la foto. Nunca la foto del envoltorio es igual que lo que viene dentro. Vimos un camión descargando colchones cerca de una cuba y para hacer una de mis gracias le dije. - ¿Por qué no lleváis algunos al albergue? - si son para eso contesto.
Luego supe que dichos colchones eran de un cuartel de militares que los iban a tirar y el alcalde de Villadangos, honrado y bondadoso, los pidió para el albergue. Fue en ese momento cuando entendimos que en estos albergues se podía pillar hongos, garrapatas y meningitis de esas raras y por descontado tifus y algún que otro carbunco; pero nuestro equipo estaba preparado para eso y más, y nos aprovisionábamos de los chinches para la tostá.
El albergueestaba formado por estancias con literas de tres camas y desde la última, donde yo me encontraba se veía el pasillo si asomabas la cabeza. Intentaba yo ver sin suerte el cubículo donde estaban las hijas de Jean Pierre, en adelante Juan Pedro, pero lo único que veía era una cantidad de zapatos puestos en filas delante de la ventana. Imagínense el momento intentando preguntarle a Juan Pedro si esperaban a Papa Noel, porque estos herejes que no creen en la Virgen María no sabían quienes eran los Reyes Magos.
Serían entonces las 14.00h y estábamos descansando en las camas antes de comer y así suddenly empecé a cantar "Amor de mis amores" y "Sevilla mía" cosa que estos bárbaros gabachos no entendían y me tocaron la vena sensible cuando me dijeron - ¡Siesta por favor! Traté de explicarles que la siesta era de 16-19h pero no estaban muy convencidos.
Fue sobre las 17h cuando el puteo se vino en mi contra y toda la familia se iba de excursión, con mi consiguiente desvelo de la auténtica siesta homologada a lo andaluz, expertos en la materia. Saqué la cabeza por el pasillo y grité enfurecido. - ¡Cagón lostia! ¡La siesta cojones! Mis amigos reaccionaron con una esperada carcajada, que yo esta vez no le veía ni pizca de gracia. La consabida de Juan Pedro, fue menos graciosa. - Si, siesta, duerme. No reventara el hideputa, me estaba dando donde me dolía y mi carácter irascible aumentaba por momentos, pero la famille se iba con todos los bártulos a merendar, mientras yo pensaba como adelantarlos y dejarlos atrás.
La tarde en Villadangos no fue menos aburrida, compré algodón gasas y jeringuillas en una farmacia y fui a la iglesia del pueblo donde estuve callado lo menos 15minutos escuchando las aventuras de Santiago y su caballo blanco en la batalla de Clavijo por parte de una mujer mayor, que seguramente estaba debajo del caballo por la bien que la contaba.
Fracasado el intento de conseguir el sello en la parroquia fuimos a la casa del párroco con la suerte que el buen párroco dormía la siesta y le hizo una gracia ver a todo nuestro equipo... Imagínense su cara, pero claro si yo no podía dormir la siesta a gusto, el tampoco. Tras contarle procedencia, como nos iba el camino, por fin nos dio el sello no sin antes preguntarle si Perejil seguía perteneciendo al Reino de España.
A modo de inciso y porque es de relativa importancia en el transcurso de la historia he de comentar que Perejil es parafraseando a nuestro ministro de interiores "es tan español como Segovia" No sabiendo concretamente donde se encuentra exactamente, solo que esta pasando Despeñaperros y por conjetura más céntrica que ésta ciudad. Repetía yo varias veces a todo el que me encontraba que a modo de favor personal por parte de los imperiales y su corte podíamos ceder a esos beréberes por un par días el islote para que hagan una barbacuing pero los hideputas se querían quedar hasta lo menos las uvas, con mi consiguiente mal estar.
Días más tarde los imperiales tomaban de nuevo dicho islote tan estratégico en el mediterráneo. Estos legionarios un poco más sensibles que cuando lo de la marcha verde, mandaron en patera a semejantes fulanos cuando deberíamos haberlos despeñado de cualquier resquicio a modo de aviso para los piratas berberiscos y turcos, y para respeto de la comunidad internacional que hubiera afirmado "¡Ostias pues si que tienen huevos los españoles!"
Aunque allí estábamos, unos 20 legionarios de las fuerzas especiales y la cabra, con la bandera izada desafiando. Tuvo que venir el tal Collin Powel, o como demonios se escriba para "mediar en el asunto". Digo yo, ¿quién les ha dado cirio en este entierro? Si se aburren que busquen a Bin-Laden, pero nada por lo visto se creen que es exclusividad suya perseguir árabes, cuando ese deporte ya lo inventamos nosotros ya en tiempos del Cid y Don Pelayo.
¡Vaya mediación! Solo nos faltó ponerles el culo a los infieles tuvimos que retirar las dos fragatas que vigilaban las aguas y las fuerzas de tierra desplegadas en la zona. Porque querían volver al "status quo" anterior, palabra muy repetida y que pocos conocíamos antes del conflicto. ¿Por qué nadie propuso que España volviera al status quo de 1650? Cuando les jodimos a los holandeses bien jodidos, y cuando se mataban herejes mucho y bien. Si es lo que digo yo, el macho ibérico está en peligro de extinción, pero no me quiero desviar del tema.
Tras mi sufrida siesta, y al fin conseguido el sello parroquial, el pelotón se encontró con la misión de reconquistar aquellos cálidos parajes de León. Nos aventuramos en senderos desconocidos, cruzamos arroyos angostos, pasamos entre zarzales y cuando nos íbamos a rendir hacia la deshidratación encontramos una acequia en la que reposamos nuestros perjudicados pies. Fue aquella situación desconocida para el equipo, estábamos en pleno éxtasis. Ninguno hablaba, solo descansábamos mientras observábamos atónitos como si fuera
nuevo para nosotros la puesta del sol. Bueno rompió aquel bello silencio, Paco afirmando que el agua estaba muy fría y no podía meter los pies, y mi hermano que se quejaba de las hormigas que recorrían sus pies. Solo Roberto y yo disfrutábamos con aquel momento que nos regalaba el Santo Patrón.
Fue a nuestro regreso al albergue sumidos en un apacible desasosiego cuando el contacto con un lugareño hizo que descendiéramos de las nubes apareciendo en este imperfecto mundo.
Divisábamos a lo lejos a una mujer que tomaba forma conforme se acercaba, se trataba de una mujer chapada a la antigua usanza y cargaba dos cantaros de leche e iba ataviada con falda larga, zapatillas, delantal y una camiseta.
La expresión de su cara tornábase más expectante cuanto más nos acercábamos. Parecía que la buena mujer no estaba acostumbrada a ver tales rufianes armados con poderosos bastones y confidiónos con salteadores de caminos. Más peor cara pusimos nosotros al verla, pues su piel, años atrás tersa y sin arrugas, llevaba una perilla tan tupida que yo en mi humildad envidiaba.
Supongo que todos nosotros callados en esos momentos, teníamos muchas preguntas que hacernos. Puedo hablar de mis reflexiones que cambiaron las enseñanzas que me dieron en mi infancia, acerca dediferenciación de sexos en la pubertad. Recuerdo a la monjita que me enseñaba sin tabúes. - En la pubertad se producen cambios hormonales que entre otros provocan la aparición de pecho en la mujer y la conocida nuez y barba en el varón.
Fue en ese momento cuando todo se tambaleaba en mi interior, estaba frente a un ser humano que tenía perilla y pecho, mucho sea dicho de paso. Mi fe en Cristo Jesús, la Virgen María y los Reyes Magos tambaleóse también. Pues ¿cómo el creador consentía esa criatura? ¿Por qué la selección natural y los guisantes de Darwin habían dado "aquella mejora" a la especie? Tenía que tener alguna función estética aquella perillona entre aquellas gentes, aunque a mi como foráneo no me excitaba.
Allí estaba yo haciéndome aquellas preguntas aún hoy sin respuesta, ¿por qué tenía barba y pecho simultáneamente?, ¿le colgaría también otra cosa? ¿Sería una auténtica mujer? Nunca lo sabré.
En estas que me dirigí hacia ella/o con un discurso harto conocido pero quizás demasiado difícil de entender para aquellos pobladores. - Buenas tardes, ¿le importaría echarnos una foto? En todos los miembros del equipo estaba presente aquel fulano de León, más luego pudimos corroborar que aquél personaje era un lumbreras comparado con esta señora. - ¿A mi? Respondía. Me preguntaba yo ¿por qué estos leoneses quieren salir en todas las fotos? - no señora a nosotros y que salga el riachuelo detrás. Así descrito el diálogo parece sencillo de seguir nada más lejos de la realidad, por las risas que esta vez no pudimos aguantar. - Es que no estoy preparada y no tengo el material adecuado. Si no fuera porque me considero una persona ilustrada y educada le hubiera dicho. - ¡Qué cojones material! ¿no ves mi cámara?, en realidad dije. - No señora, tome mi cámara, mire por este agujerito y pulse con decisión este botón. Tenía ya mi cámara en sus manos cuando, ni fijándose por el agujerito sino enfocando al bulto con las manos extendidas disparó. Esta vez no esperamos a que se fuera para decir aquello de "los cogemos a dedo" que con tanta gracia decía Roberto.
Puesto que a mi me gustó aquel contacto con esa autóctona, Roberto y yo, nos la volvimos a encontrar cerca de una plaza y le pedimos a un vecino que nos sacara una foto con ella a modo de trofeo, pero la tía ¡Se tapó la perilla con la mano! Terminando así el episodio de la mujer con perilla.
La noche de Villandangos fue un Calvario, pero muy parecida a las restantes. Por un lado teníamos a Juan Pedro, que se ponía en el papel de búfalo por las noches y ¡Vive dios! Que bien lo hacía. Entonces a mi me entraba la vena de búfalo Bill con las consecuentes ganas de hacer una barbacuing a su costa. Empecé yo a vociferar ¡Ah! ¡Ah! ¡Arre! Y además para animar la noche teníamos a nuestros compis sevillanos que se habían quedado dormidos con la radio puesta. Total que cada loco con su tema y cada cuál dormía como podía, solo que yo cuando me quejaba me llamaban la atención porque no dejaba dormir.
Nuestra siguiente etapa terminaba en Astorga y fue una de las más duras que conocimos, aunque un picnic comparado con O-Cebreiro. Por nuestro papel de novato y en parte por mi parsimonia a la hora de salir, comenzamos sobre las 8am. Pasando por pueblos tan bellos como Hospital de Orbigo, con un puente romano de casi 1km.
Conocimos en el camino a otro sevillanoy a un vascongado casi igual de rudos que nosotros. Éstos nos fueron instruyendo sobre los conflictos regionales leoneses. Aquella comarca se llamaba la Maragatería y es de las más pobres de León, y se alimentaban del típico cocido maragato que el buen vascongado que hacia ruta gastronómica nos aconsejaba, a lo que Paco siempre lacónico afirmaba. - yo no tomo cocido en mi casa, ¿cómo lo voy a tomar aquí? El vascongado se quedo un poco perplejo por la dureza de las palabras de Paco, a lo que el siempre correcto de Roberto corregía. - Sí, si lo probaremos quitando tensión al asunto.
Estos fulanos se odiaban a muerte con los del bierzo que querían pertenecer a Galicia y hablar gallego y para complicar el asunto los leoneses de la capital querían escindirse de Castilla.
Notamos que estos dos compañeros eran bastante sensibles al pararse a descansar en un pueblecito. El equipo tenía hambre y la comida nos esperaba en Astorga así que pusimos pies en polvorosa y nos despedimos por ese día del vascongado
Atravesábamos interminables campos de olivar que recordábanme mi tierra natal, aunque lo que no quería recordar era "la caló" que hacía y la única cantimplora que llevábamos, la de Paco, que se encargaba de la logística empezaba a vaciarse. Peor fue cuando se terminaron los olivares y pasamos por sembrados. ¡Qué solazo!
Serían sobre las 13.00 y ni por asomo veíamos Astorga, y digo por asomo en sentido literal pues se encaramo Roberto a un poste y ni de coña. Tampoco veíamos nada habitado, ya creíamos que algún gracioso había cambiado la ruta cuando vimos unas piedras pintadas de amarillo que confirmaban nuestra ruta.
Subíamos aquel cerro ya sin pasión y ni siquiera cantábamos el himno del Betis, empezamos a tomar pastillas de glucosa, esteroides y otras pirulas de colores para conseguir pasar aquel calvario, que solo Cristo sabe si su Cruz pesaba más que nuestros macutos.
Al fin se nos apareció la Virgen y vimos un asentamiento que ya dimos por hecho que era Astorga, serán las 14.00 aunque llegamos pasadas las 15.00h no entendiendo porqué la ciudad se movía, mortificando así nuestros cuerpos.
Estábamos a 100 metros del albergue según las indicaciones de Paco, que observaba atentamente el mapa y nos calculaba on-line siempre el camino más corto, cuando todos habíamos perdido la razón y enloquecíamos con la mente en blanco, caminando como si desfilásemos. Todo un alarde de frialdad y constancia que siempre estaremos agradecidos al jefe de la logística.
Me dirigí a un par de señoras que descansaban en unos bancos de una placita cubierta de sombras por frondosos árboles, para nosotros el Edén.
¡Buenas tardes!, le dije siempre educado y correcto cuan hidalgo castellano y revestido de nuevo de ese sentimiento de alegría cuando se termina la etapa. No sin antes escuchar su correspondido - buenas, continué mi discurso, mientras el resto del equipo esperaba pacientemente.
Venimos andando desde León y estamos muy cansados. ¿Conocéis algún sitio barato para comer? Pues los supermercados estarán a estas horas cerrados.
Su respuesta nos conmovió y a esas alturas ya descubrimos que Santiago nos ayudaba a completar tan ardua misión.
Mirad, tenemos unas tortillitas, filetes, pan y una bota de vino, quedaros con nosotros. Mi posición no se hizo esperar agradeciendo su invitación a lo que Paco me corrigió.
Gracias señoras, pero iremos a comer a un restaurante.
Poco me faltó para decirle ¡Eres capullo! ¡Come y calla!, pero no hizo falta, el resto del equipo soltó los bártulos y encabezados por Roberto atacó las tortillas.
Personalmente comí y bebí de la bota, aunque el profesional de aquel invento era Roberto que disfrutaba de la bota mientras los maridos de aquellas señoras nos miraban con recelo. Al terminar la comida le pedimos la dirección para enviarles una postal, forma de pago muy usada en mis refriegas.
En el albergue Paco se quejaba por mi actitud y como siempre respondía lacónico - Das vergüenza, no se como has podido. Cosa que aún repite cuando está presente al contar yo estas historias.
En Astorga vimos la catedral, y el palacio episcopal de Gaudí y fuimos a comprar a un super la cena, unas empanadas muy típicas del lugar. Nos las comimos en unos bancos dispuestos alrededor de una fuente de una plaza cercana. Mientras comíamos nos miraba un chino muy sonriente, que no tenía amigos, desafiándonos con su presencia. Le dije unas palabras, más nos sorprendió su respuesta. - ¿quieres papear? El chino que parecía muy avispado respondió ladeando la cabeza constantemente y con la boca muy abierta con un - ¡Síiiiiiiii!
¡No reventara! Pensé yo, nuestras comidas nunca nadaron en la abundancia y eran muy parecidas a comida de trinchera, y allí me encontraba yo, con el último bocado de mi empanda mirando al chino. Mi hermano escondía detrás de su espalda lo que quedaba de su cena y Paco se hacía el loco. Estaba muy serio, sin saber aún si el chino nos había entendido. Una vez más Roberto solucionó la situación, no aguantando la risa diciéndole.
¡A si me gusta que te alimentes! Supimos que no entendía ni papa y señalaba el supermercado, aliviando nuestra tensión.
Aunque parezca una escena muy cruel, fue una lucha por la supervivencia en la que todos nos divertimos al final.
Esa tarde tuvimos también una experiencia desconocida para muchos de mi compañía, llevábamos tres días fuera y tocaba hacer las llamadas tareas sexuales del camino, porque eran las que más jodían. Se trataba de limpiar la ropa. Para este lance me dirigí a una chiquilla de Zaragoza que por la agilidad de sus manos en tales menesteres supuse que sabía hacerlo mejor que yo. Puse mi montón de ropa al lado de la suya y le dije cariñosamente: - ¡Hola!, que estaba yo pensando ¿por qué no le das una agüita a mi ropilla? - ¿Por qué no lo haces tú con los huevos? Contestó. Interpreté que no quería hacer amigos y que tenía que enfrentarme solo a aquél montón de calzoncillos.
Entonces me puse con decisión en una pila y con trozo de jabón lagarto que nos habíamos agenciado porque no constituía parte de nuestro equipaje empecé a mojar los calcetines y a darle chocazos contra la pared. No parecía una técnica muy depurada pero para ser la primera vez creo que algo de mierda quite.
Al resto del pelotón tampoco le iba para tirar cohetes, y mi hermano empezó a dar consejos a Paco sobre como lavar a mano. Dispuso su ropa en la pila y dejo encima el jabón abrió el grifo a presión y se quedó atentamente fijo en las manchas. Al rato y viendo que aquella masa de ropa tenía el mismo pelaje afirmó: - Paco, las manchas no se van, tendremos que comprar un jabón más fuerte. - ¡Que me estas contando!, ¡ponte a frotar!
Aún Álvaro no entendía aquella lejana palabra, "frotar", pero al menos después de las indicaciones de Paco mojó la ropa y le quitó algo de polvo.
Fue cuando me estaba desvistiendo para dormir cuando se nos acercó una mujer de unos 26 ó 27 años que quizás alguno le pudiera parecer atractiva. Era mejicana y parecía ser de los primeros indígenas que se encontró Colon y su séquito. Era bajita, rechoncha y muy morena, unos rasgos muy pronunciados como para pasar desapercibida. Vestía una ancha camiseta que rezaba: "misiones claretianas" y uno de esos pantalones ajustados que puestos en cualquier mujer occidental le hubiera hecho hasta sexy, aunque no fue ese sentimiento el que provoco en mi persona. Roberto se presentó y dijo que se hacía llamar Flor de María, nombre que acortó más acorde con su persona como "la boliche". Empezó a hablar y nos contó con un acento muy musical que partió desde Ronces valles, 15 días atrás.
Prosiguió con su exposición diciendo. - ¡y sin ampollitas! Esto último nos mató, pues nuestros perjudicados pies tenían mucho que decir. Le preguntamos cual era su secreto, y su respuesta cargada de sorpresa. Siempre con ese acento que parecía "el chavo"decía: - Lo importante es descansar mucho, mirar los pajaritos, cantar y ver los paisajes.
Parecía que se estaba quedando con nosotros ¡Cómo podía estar diciendo semejantes sandeces! No se cual de nosotros estaba menos sorprendido. Nos presento la mujer a una pareja de Canaria, que venía con ellos y a su hermana que tenía la misma estampa.
Vio mi camiseta del jubileo del 2000 que con picardía le cambié a un italiano en una de mis visitas a Roma.
- ¿Me regalas la camiseta y te hago un masaje? No se, como pudo provocarme de esa forma, pues era mi camiseta favorita del "Voluntari di Giubileo". Poco me faltó para soltarle una de esas vulgaridades tales como. - ¡Para que te de esta camiseta me tienes que ... pero no tú sino la rubia canaria que viene contigo! Pero claro me lo guarde para los colegas.
En esta etapa comenzaron mis males. Cantando, viendo el paisaje y mirando los pajaritos siguiendo los consejos de "la boliche" llegamos a Rabanal del Camino.
Allí nos encontramos a las hijas de Juan Pedro y a otro francés que seguro que era gay porque nos señalaba a Madelaine pero no quería hablar con ella ¡y eso que sabía su idioma!
Nos hablaron allí del último reducto templario, que se encontraba en Manjarin a 8km de donde estábamos. Aquello según decían se trataba de un pueblo abandonado, en el que deambulaba Tomás el templario atendiendo a los peregrinos en un albergue que carecía de subvenciones. Aunque luego descubrimos que en realidad se trataba de una antigua cuadra ¡horrible! El pesebre donde Cristo Nuestro Señor vino a este mundo era el Buckingan Palace al lado de aquel antro, en la que todas las noches hacía un ritual de bendición.
No lo pensé más, dije al equipo mariquita el último y os espero en Manjarin, tras agenciarnos una bota de vino en el albergue de Rabanal, que decían que había brotes de meningitis salimos cagando leches una vez que nos estafaron por unas empanadas 2.5 ¬
La logística falló y las fuentes que estaban marcadas en el mapa a 3 y 5km estaban secas, escalamos terrenos escarpados y no encontramos a nadie, en la mitad del camino descanse, pero casi hubiera preferido que me tragara la tierra. Mis amigos también lo querrían, porque me había convertido en un lastre. Empecé a vomitar a 6km del lugar habitado por Tomás. Estuvimos echados en nuestro aislante contando nuestras pocas provisiones. Mi hermano eso sí muy preocupado por mí, se tumbo en el suelo y ¡alé! Se puso a roncar en medio de la espesura. ¡Si es que para la próxima vez haremos un castring!
Ni de coña llegaba a Manjarin, estábamos sin agua y tuve que parar a un ciclista para que me diera un poco, ¡que mal trance pase! Hasta que al fin Roberto paró una flagoneta que me acercó al Acebo, el pueblo siguiente a Manjarin.
Mis compas lograron mi sueño de conocer al temerario templario Tomás, y se tomaron fotos con él para ofrecérmelas como trofeo, y después siguiendo sus indicaciones cuan valientes hijosdalgo se aventuran en un cortafuego que decían que "era más corto pero más bonito".
Yo en el albergue, me arrastre como pude a la cama, logre bañarme pero tenía muy mala cara, hasta que al fin contento me puse al ver llegar a mi compañía algo desecha pero aguantando el tipo.
El Hospitalero de este albergue tuvo gran consideración conmigo debido a mi estado de salud, y me preparo para la indigestión un extraño brebaje a base de finas hierbas y plantas que al igual que David el Gnomo solo él conocía. Aunque pesar del gran esfuerzo que hice para tomármelo, se le olvidó echarle azúcar, no noté mucha mejoría. Este hombre nos abrió, al estar el albergue completo cuando llegaron mis compañeros, una pensión "la Taberna de José" que disponía y en la que dormimos los cuatro. Tenía dos plantas y en cada planta cuatro literas. Arriba dormíamos nosotros y abajo el vascongado con una checa, pero que al final no se lo comió nada.
Mi llegada a Ponferrada al día siguiente fue con unos belgas en otra flagoneta, metido entre su equipaje y escuchando una música muy rara. Estos luteranos no quisieron acercarme al hospital y me dejaron en el centro de la ciudad, sin fuerzas para andar. Me recomendaron que pidiera un taxi, aunque claro con mi menoscabo de liquidez se salía del presupuesto.
Allí por arte de magia se encontraba una comisaría y claro que funcionó el teatro que le monte, hasta el mismo comisario quería llevarme tras escuchar mis peripecias. Más fue un patrullero el que me acercó.
En el hospital me atendieron bastante bien, sobre todo por una enfermera que era una sílfide, que me trajo hasta una almohada para que soñara mientras esperaba... fue un espejismo,
No podía ser verdad lo que veía. Ya creía yo que estaba en la película "en el amor y en la guerra" cuando el médico, que era igual que el de los Simpson me atravesaba la mano con una vía de plástico y me decía en un dialecto muy raro
- ¡Aparta las chinglas!, que se te van a manchar de sangre
Luego me tradujeron que chinglas significaba sandalias. En autobús llegue al albergue y entonces me di cuenta que había muchas caras nuevas, porque de Rabanal a Ponferrada había 35km lo menos y serían las 13h y no podían haber dado tiempo a llegar. Mezclándome entre el bullicio que esperaba que el albergue abriera me di cuenta que había muchas féminas, observando me di cuenta que serían novatas porque estaban muy contentas.
Me acerque aun grupo, mientras esperaba a mis amigos desde luego, tenían muy buen ver, cuando les pregunte de donde venían me dije ¡ops giro equivocado! Eran de Sevilla y de un barrio céntrico así que me quite del medio porque todo el mundo sabe que nadie es profeta en su tierra.
Seguí con el aproximamiento a un grupo de sonrientes madrileñas a las que empecé diciéndoles:
- ¡Hola! ¿De donde venís?, frase muy usada pero de extraordinaria eficacia. Esta conversación se fue alargando con otros comentarios que ellas escuchaban atentamente.
Llegó el resto del equipo y allí estaba Ambrosio, el botones, que nos acomodó en la suite. Es preferible siempre tener mujeres cerca para dormir, aunque ésta preferencia nuestra, al ser aquel un camino santo, solo se debía a que su caja de resonancia es menor. Dios escuchó nuestras plegarias y nos colocó aquel risueño grupo de madrileñas cerca. Más el silencio tan buscado para mi pronta recuperación se vio interrumpido por unas reflexiones que enturbiaron mi siesta.
A veces se suele tener curiosidad por escuchar que dicen algún grupo de niñas cuando no hay tíos delante. Aunque a partir de ese día ya no me lo pregunté más por lo absurdo del discurso que ellas profesan.
- ¿Qué nombre te gusta más Inés o Irene?, no encontraba mucho sentido a este planteamiento pero ellas lo defendían argumentándolo por ambas partes.
Estaba por intervenir y todo, de lo interesante que me parecía y darle mi opinión al respecto.
- ¡Cagón lostia! ¡La siesta!, pero me contuve quizás porque no tenía fuerzas para dar voces.
Fue también en Ponferrada cuando sin darme cuenta asistí a una misa negra. Me retire al cuarto de oración para pedir al santo fuerzas para mi pronta recuperación y para poder adorarle y cumplir aquel ritual que dio fuerzas para hacer de España un imperio.
Me encontré allí con un canadiense, que iba descalzo y llevaba unas calzonas y camiseta. Supuse que era calvinista lo menos, porque estaba bendiciendo una oblea de pan sumergiéndola en un vaso de vino que rellenaba constantemente de una bota que llevaba al cinto. Mi piel se erizaba al ver al fulano con sus misterios, estaba por delatarlo a la inquisición, pero recordé que se había abolido. Éste apestaba a tinto y fue en esos momentos cuando más me acojoné. Se echo al suelo mirándome, y con la oblea chorreando tinto hizo una genuflexión y me la ofreció.
Mirándole y ladeando la cabeza dije. - No, no gracias, pásame la bota mejor. El caso es que se hizo el loco y no me la pasó. El ritual se terminó cuando se tomó la oblea y se limpió con una servilleta. Haciendo como el que oraba, me quede un rato más, expectante y este hombre empezó a leer una "Biblia" de una extraña edición. No podía estar allí más tiempo preguntándome en que infierno se cocería este hereje, así que sin decir ni pío puse pies en polvorosa.
Fue ese día cuando tuvimos una baja en el equipo, un desertor, Álvaro tomaba el autobús de regreso a Sevilla porque echaba en falta el canal 219 de vía digital.
A la mañana siguiente nos dispusimos a tomar VillaFranca del Bierzo. Yo aún no estaba recuperado de mi gastroenteritis pero comencé con brío la etapa, aunque no pude luchar contra los elementos y al ver un puesto de socorro de la cruz roja eche ahí todo lo malo que había en mi interior.
Desde estas líneas quiero hacer un llamamiento al señor que corresponda para que se cree con urgencia un albergue de peregrinos en Camponaraya (León), pues dicho pueblo posee una impresionante cooperativa de vinos, y ya se sabe que "con pan y vino se hace mejor el camino". Aún a riesgo de mi salud entramos a la bodega y con mucha amabilidad nos llenaron la bota que nos habíamos procurado en Rabanal y doy fe que esa etapa se hizo menos dura.
Nos acodamos como pudimos en el albergue de Villafranca, yo pude dormir en cama pero Roberto y Paco, hubieron de dormir en un colchón, dejo claro que nuestro pelotón nunca usó el aislante ni durmió en el suelo.
Lo primero que hicimos al llegar fue dormir la siesta, sobre las 16.30 comimos en un restaurante y regresamos al albergue para bañarnos. Había una leyenda urbana que afirmaba que había agua caliente, pero al igual que los unicornios, y gnomos todos hablan de ellos pero nadie lo ha visto.
Limpísimos y purísimos después de un baño cortito fuimos hacer turismo por el pueblo y llegamos a una playa fluvial. Que no era más que tener parte del cauce del río detenido por unas barreras para que la gente pudiera bañarse.
Como todos saben mortificar el cuerpo vivifica el alma, y si Santiago apóstol pasó el tormento del agua yo no iba a ser menos, así que sin pensármelo dos veces me quede en calzoncillos y al agua pato. Comprendí que las playas fluviales no eran para bañarse y solo se usaban a modo de club social y para tomar algo de sol en el césped, pero yo ya estaba dentro y no podía echarme atrás. 4 minutos después ya había perdido la sensibilidad de todo mi cuerpo, y salí como pude de aquellas aguas antes de que me diera una congestión. Daba una imagen bastante lastimosa tiritando y con las manos al pecho, para darme algo de calor que no llegaba.
El resto del equipo me miraba intentando ayudarme a pasar ese mal trago pero no podían hacer nada por mí. Siempre ruego para tener "la cabeza fría, el corazón caliente y la mano larga", y creo que fue por esa máxima por la que sobreviví. Me dirigí a una simpática aborigen de unos 17años que estaba tomando el sol, ella me miraba como con pena, con los ojos de estar mirando a un indigente, para hacer una obra de caridad cuando intente pronunciar:
- Toalla por favor. No recuerdo si llegue a pronunciar correctamente la frase, pero la muchacha me entendió dándome la toalla.
Logré secarme un poco, pero llegaba el momento de quitarse los calzoncillos mojados y como un tiene "un honor" no le iba a pedir a ninguno de la compañía que me sujetara la toalla, total que hubo un lapso de tiempo mientras me ponía el pantalón en el que precisamente no tenía yo mis mejores galas. Luego supe que era objeto de miradas mal intencionadas, pues luego en el albergue unas valencianas se me presentaron porque según ellas me habían conocido en la playa fluvial.
Esa tarde conocimos a otro singular personaje llamado Carl de nacionalidad sueca, bueno en realidad venía en el lote porque lo que queríamos era conocer a sus amigas americanas, aunque como viene siendo de costumbre solo le caemos bien a los tíos. Se trataba de un sueco común, rubio, ojos azules, alto, ¡un figurín! Aunque mirándolo por el lado positivo por nuestra amistad con él conocimos a algunas españolitas que querían conocerle.
Trate de explicarle en perfecto inglés la situación de Perejil.
- "Perejil Island is a strategy rock in the Mediterranean Sea, which has conquered by bin laden friends. Our legions have reconquered the Island and have send moros go far away". Repeat with me "Perejil Español!" please
- Yes, Perejil Espaniol. Aunque costó bastante trabajo que lo entendiera y lo repitiera.
Luego le pedí que me dijera algo en ese idioma de los vikingos llamado sueco.
- %()=23jahsdhfh ep99 89s ¬ds, respondió lacónico
- Mira Carl, el sueco es una mierda de idioma, y además es poco musical, no se porque no se ha extinguido como el latín.
- ¡Perejil Marroquí!, me respondió muy serio.
¡Cagón to! Si es que no se les puede decir nada a estos salvajes, intente negociar con él sin retractarme de mis ideas pero no tuve éxito.
Esa noche fue bastante dura mental y físicamente. Físicamente porque Roberto tuvo que dormir en el balcón al no soportar un par de búfalos que le acompañaban y mentalmente porquedespués de preguntar a la canaria por el paradero de la boliche me respondió.
- Flor de María, siempre coge el taxi a la mitad de la etapa, anda 5 o 6 Km. normalmente.
Dichas aclaraciones turbaron mi estado de ánimo, pues la consideraba como una peregrina digna, aunque lo peor fue después tener que aguantar hasta madrugada los ruidos que hacía la rubia canaria en su litera con un maromo que apareció de repente, o que yo al menos no me había fijado.
Mucho hay escrito sobre esta etapa y no son precisamente cuentos chinos. La realidad es dura de asimilar pero la objetividad es importante en este cuaderno de bitácora. Se trataba de una fase de calentamiento previo de 20km hasta un pueblo llamado la Herrería, se llegaba sobre las 12.00 y luego llegaba la "etapa" propiamente dicha 15 Km. gallegos de subida de pendiente 35- 45% de media. Hay varias modalidades de subir hasta O'Cebreiro, se encuentra en primer lugar la modalidad llamada a "lo boliche" que consisten en pedir un Taxi;en segundo lugar la llamada "sensible o afeminada" que se caracteriza por dejar que te lleven los macutos previo pago de 3¬ En último lugar se encuentra la modalidad "a lo vascongado" que consiste simplemente en no mirar atrás y tener huevos para subir aquello. Nosotros tomamos ésta última, más a la mitad del trayecto fuimos pensando que las otras modalidades también tenían su mérito.
A pesar que llevábamos agua al empezar la etapa, falló la logística y nada nos impidió quedarnos sin agua allá arriba y aún a riesgo de recaer en mi gastroenteritis con ayuda de un vaso de latón o simplemente con la lengua bebíamos de cualquier pequeño manantial que bajaba de la montaña.¡No aconsejable!
Después de subir la última cuesta, aparecimos en un oasis veíamos piscinas, césped, bikinis, gente bañándose y nos digimos - ¡Que buen rollo de albergue! Sin embargo solo era un espejismo porque se trataba de un club social, y el albergue estaba más adelante.Esta vez no nos asignaron la suite pero dormimos en el ático VIP y si no fuera por los ronquidos diría que dormí mejor que en mi casa. Aunque a pesar de algunas comodidades no disponía de agua caliente.
El pueblo parecía Isla Mágica, solo vimos tiendas de souvenir, tabernas y restaurantes, y alguna panadería que también vendía productos del lugar. Eso sí, todo muy bonito.
Además en los restaurantes no tenías que pedir el menú, simplemente según verte la camarera sabía que es lo que te apetecía, y así fue. Nos dieron unos espaguetis con sucedáneo de tomate y unos tropezones de "algo parecido a carne" y a pesar que no le pusimos faltas, nos sorprendió los 10¬ que nos cobraron entre los tres.
Durante esa etapa rompí la dinámica de grupo, desde estas líneas decir ¡Mea Culpa!
Y para mi desgracia convertí una de las más bellas etapas en un calvario, porque en vez de descansar en Triacastela me emperre en llegar a Samos y durante el camino sufrí una tendinitis en mi pie izquierdo.
Aunque no hay mal que por bien no venga, y conocimos este bello pueblo con un monasterio Benedictino a la antigua usanza y un albergue de los más acogedores. Estaba poco masificado, disponía de agua caliente y disponía de una ATS que nos hizo una puesta a punto a media tarde. Era un albergue frecuentado sobre todo por ciclistas y peregrinos más experimentados, capaces de recorrer 30km por etapa, como nuestro amigo Antonio, el vascongado, que nos lo volvimos a encontrar aquí.
Fue una etapa relativamente corta 11 Km. pero como estábamos muy perjudicados del anterior palizón nos lo tomamos con calma y fuimos viendo el paisaje, cantando y mirando los pajaritos. Excepto a la entrada del pueblo, en la que un lugareño me acercó hasta el ambulatorio en su coche.
También en este albergue pudimos dormir en camas como señoritos y puesto que nos sentíamos tan aburguesados, lavamos a máquina y usamos la secadora,
Ese día como el médico me dijo reposo absoluto casi no me moví del albergue, al fin y al cabo el médico es un profesional y sabe lo que dice.
Una vez más hice la pirula, y siguiendo los consejos del doctor, de no hacer esfuerzos, tomé un autobús hasta Porto Marín, no sin antes haber desayunado unos croissants que me dieron las valencianas Carmen y María, en pago por haberme visto aquel día en el río. Fui acompañado en el autobús por Isabel y otras amigas suyas madrileñas que a pesar de haber salido tan solo desde Ponferrada ya estaban con lesiones. A pesar de estar muy bien acompañado esa mañana, echaba de menos a mi compañía y siempre pensando en ellos logre que Isabel nos invitara a unos espaguetis que iba a preparar con sus amigas, aunque en realidad ella quería invitar a Carl y le daba corte dejarnos mirando, y nosotros aprovechamos la situación.
Antes de comer, mientras esperábamos que abriera el albergue conocimos a un alemán de ascendencia tibetana. Iba descalzo, con muchos collares y alhajas al cuello, llevaba unos vaqueros desgastados y un blusón un poco hippie. Era alto, rubio y su piel estaba tostada por el sol, de llevar una vida ambulante. Le preguntamos si estaba haciendo el camino para purificar su alma, pues tenía pinta de "iluminado" aunque su respuesta fue que se ganaba la vida haciendo masajes, y aquel albergue era un filón de clientes.
Según nos explicó dejó a una mujer embarazada y a su madre viuda en Alemania cuando era adolescente y se fue al Tibet donde descubrió su verdadera vocación, se trataba de ayudar a los demás. Vivió varios años allí y se especializó en masajes en todas las partes del cuerpo según la técnica de los Lamas. Después se instaló en España para entregarse en cuerpo y alma a través de sus masajes recorriendo pueblos, aldeas y ciudades con su coche.
Se dirigió a Isabel proponiéndole un trato que según el beneficiaba por igual a ambas partes. Consistía en unos masajes recíprocos, él se comprometía a calmar su rodilla a cambió que ella le hiciera un masaje en los pies. No se como ocurrió exactamente la negociación pero sacó una manta del coche y allí tumbó a su potencial presa. Isabel cerró los ojos y se dejó llevar por aquel desviado. Empezó a hacer círculos con la mano alrededor de su cuerpo, dándole mucha ceremonia y pronunciando unas palabras que según él alejaban los malos rollos. Después de este pequeño ritual se sentó a su lado y comenzó tocar su pecho porque tenía que comprobar las pulsaciones y claro se tomó su tiempo porque no encontraba el pulso. A partir de ese momento fue bastante raro pues puso las manos sobre las rodillas y cerrando sus ojos y moviendo sus caderas decía - Ahahmmmmmmmmahmmmmmm.
Se llevó así un buen rato hasta que se levantó agitó unos cascabeles y dijó.
- Se terminó. Seguro que te sientes mejor.
Llegaba entonces la parte más desagradable de la sesión, ver a la pobre Isabel manosear los pies de aquel salvaje apodado Mogli porque era igual que el del libro de la selva. Se fue a su coche y sacó un pequeño frasco y dijo.
- Este frasco contiene un aceite que fabrico yo mismo. Es una mezcla de aceite extraído de los estambres de las amapolas, aceite de coco y semen de Koala, al que le he añadido sustancias aromáticas.
Isabel que es una chica valiente, untó sus manos en ese mejunje y con pasión alivió los pies a este fulano. Al terminar el masaje como era liberal, pues no faltaron los abrazos y besos más efusivos, a lo que aclaró que era su tratamiento habitual. Después sacó una talega de pan del coche uno Kg. y nos la ofreció, nosotros la aceptamos de buen grado, aunque no le preguntamos si tenía algún ingrediente añadido por él, por si acaso.
La situación de las literas en ese albergue era bastante peculiar, no tenía una distancia de seguridad entre las camas pues estaban juntas. Esa noche Roberto durmió arriba y yo abajo pero en la litera contigua, se nos presentaron dos maromos de ancha caja torácica. Llegaron sobre las 23h a la cama y sin saludar ni nada, se tumbaron y empezaron a roncar. Nos amargaron la noche pues no estaban roncando en nuestros mismísimos oídos. Me comunique con Roberto sobre las 1am.
- ¡Iyol, esto tiene que ser una pesadilla!
- Si, si, jajá, esto no puede ser real.
Un rato más tarde este maromo se giró y me puso la mano sobre mi pecho.
- ¡Roberto!, ¡Cagó en tó! Este tío me esta metiendo mano.
- ¡Arréale con el palo! Contestó. Quite su mano de mí con violencia y aún así no se despertó y parecía que estaba hablando en sueños.
Ya no nos quedaban más ovejitas que contar, y nuestros vecinos estaban empeñados en que no pegáramos ojo por esa noche.
- ¡Roberto! ¡Este maromo quiere meterse en de mi saco! Le dije, puesempezó a tirar de el con sus zarpas.
- ¡Será que le has gustado! Jajá jajá.
Definitivamente una noche larga.
Destacamos de esta etapa, el descontrol que había en el albergue pues tenía plazas limitadas pero los que iban entrando los primeros guardaban sitio para sus amigos más rezagados.
Paco consiguió una cama, y Roberto yyo nos procuramos en el ático dos colchones con muy mal pelaje y con vida propia por los chinches que disponía. A pesar de las condiciones infrahumanas aseguramos los dos colchones de los intrusos.
Sin embargo tuvimos unos roces con otros peregrinos a causa de este objeto. A los pocos minutos se nos dirigió una muchacha.
- ¿por qué no dormís vosotros dos en el colchón de matrimonio y dejáis el otro libre para mi madre que esta enferma?.
Nos la querían jugar, porque en realidad no es que su madre estuviera enferma, sino que iba de ruta gastronómica y se paró a comer pulpo en Melide.
- Innegociable, si quieres como somos buenos peregrinos la dejamos que duerma entre nosotros.
No conseguimos persuadirla y cuando llegó su madre, pues nos hecho otra bronca. En fin, nadie dijo que fuéramos de ninguna ONG.
Tuvimos aquí otro mal entendido con unas extremeñas a causa de las camas, y es que ¡la gente a veces tiene más jeta que nosotros!
Nada que destacar.
Al fin tras muchos pesadores y desdichas alcanzamos la meta tan deseada aunque a estas alturas había algunas fisuras en el equipo que hicieron que la unidad se rompiera y esta etapa se hiciera más dura de lo normal.
Nos enteramos más tarde, pero mientras el día anterior mientras Roberto y yo dormíamos la siesta, Paco no estaba cumpliendo su cometido, preparar la logística del la siguiente etapa. Nos dijo que en vez de velar por el bienestar del equipo le dio por hacer amigas y tomar café.
Esa mañana salimos muy temprano, demasiado diría yo, sobre las 5.30am cuando aún era de noche. Como verdaderos peregrinos nos adentramos en, un bosque o un coto de caza, vete tú a saber, orientándonos por las estrellas aunque como siempre los astros no estuvieron a nuestro favor y de buenas a primeras estábamos metidos en un coto privado de caza, de noche a merced de las bestias salvajes. Estrechos caminos que llegaban a callejones sin salida, senderos que desde los romanos no pisaba nadie fue Roberto quien empezó a recordar las máximas por las que nos movíamos y si habíamos llegado tan lejos debíamos aplicarlas aquí también.
- ¿Por qué no retrocedemos hasta el pueblo anterior y allí nos orientamos por la carretera? Preguntó Paco que ese día por poco rompe la dinámica de grupo.
- ¡No nos bajamos del burro! ¡p'adelante como los de Alicante! Recordó Roberto
Seguíamos andando y andando, serían las 8 am. y seguíamos perdidos, pero siempre hacia delante. Bueno una vez miramos hacia atrás y vimos que Paco nos la estaba jugando porque estaba retrocediendo.
Menos mal que logramos persuadirle, pues escuchamos unos motores de aviones que nos indicaban el aeropuerto, y por fin un punto de referencia. Aunque esto no significó que estuviera todo resuelto, pues debíamos atravesar el aeropuerto que lógicamente estaba protegido.No se como lo hicimos pero de repente aparecimos en la ruta homologada, y un peregrino que nos vio aparecer de sopetón nos dijo.
- ¿De donde venís?
- Es que hemos tomado otra ruta, por el coto privado de caza, que es un poco más largo pero más bonito.
Al fin la meta, Santiago. Llegamos al fin tras sucesivas peripecias y lances, allí estábamos y podíamos contarlo cuando regresáramos y para dar constancia recogimos nuestra Compostela. Decidimos en esos momentos, que no paríamos hasta tener nuestro cuarto empapelado de ellas.
Aún investidos por las bendiciones de Tomás el templario nos dispusimos a recorrer aquella ciudad medieval. Los caballeros del temple tenían un objetivo, el santo grial, la compañía tan lejos de su tierra necesitaba recordar su dieta mediterránea. Buscaron y buscaron por aquella ciudad de difícil trazado hasta que al fin tras preguntar en varias posadas encontraron un Mc-Donald que les sirvió para recuperar hábitos menos trascendentales y humildes como el Camino.
Paco y yo fuimos directos al mostrador a preguntar cuanto tardarían en matar la vacar que estábamos dispuestos a comernos.
- ¿Qué vais a tomar? Nos dijo una empleada de ascendencia argentina, con un acento bastante pronunciado.
- Yo, lo que diga Paco. Contesté.
- ¿Paco que vais a tomar? Volvió a insistir.
- Mira nos a poner, unos de esos súper menús con patatas y bebida grande.
- ¿Paco si pides patatas grandes y bebidas grandes, no es súper es maxi? Estas palabras turbaron el estado de ánimo de Paco, que en esos momentos no sabía como afrontar la dureza de las palabras de la argentina.
- Venga vale, uno de esos menús maxi.Afirme yo porque el pobre Paco aún estaba algo perplejo. - ¿pero esto quien lo sube?
- Es autoservicio. ¿No conoce Mc-Donald? Me volvió a preguntar.
- No, el caso es q pensé q era una tasca.
Podíamos haber seguido con la argentina en esa discusión tan interesante pero se enfriaba la comida.
No fue esa tarde precisamente de las mejores del camino por las idas y venidas que hicimos Santiago - Monte do Gozo, y porque luego como pasa siempre ya no volvimos a ver a todos esos personajes que nos fuimos encontrando. Aunque peor fue las 15 horas de autobús hasta nuestra Sevilla natal.
Moraleja del Cuento. Lo importante no es llegar lo más bonito es el camino.