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Llegamos el día 23 de Abril a Vega de Valcárcel, Carlos, Ángel, Vicky y yo (Armando). Aparcamos el coche en la puerta de la pensión Fernández y sin sacar las cosas, nos dirigimos a Balboa con la intención de comer en la palloza restaurante. A esas alturas del año, todavía no dan comidas, por lo que decidimos irnos a comer al mesón Las Rocas, en Vega. Es nuestro primer contacto con el famoso "Menú del Peregrino", aunque comemos mas bien "a la carta". Ángel, se empeña en que probemos un vino del Bierzo del que él representa las bodegas, para su exportación en América. Estamos con buen humor y después de los chupitos de orujo de la zona, nos vamos a la pensión Fernández a dejar las cosas. Por la tarde, subiremos al cercano castillo de Sarracín desde el que se divisa una vista inmejorable sobre el valle encarcelado ("Valcárcel"). Al contemplar la vista, nos sentimos los reyes del mundo.
Por la tarde, aunque se pone a chispear, nos vamos a dar un paseo (en coche, eso si), hasta Las Herrerías. Todo está de un verde exquisito y con la humedad de la lluvia, los olores saltan por doquier. Encontramos un baretillo apañado y como es pronto y para matar el tiempo, decidimos echar una partida al tute hasta la hora de la cena. Angel y Vicky contra Carlos y yo. Ganamos por paliza, aunque es lo de menos. Cenamos allí mismo y cuando anochece, volvemos a Vega. Nos damos el último paseo por el pueblo y nos vamos a dormir temprano. Al día siguiente, Ángel y yo, iniciaremos a primera etapa.
Hoy primera etapa, Vega de Valcárcel-Cebreiro. Amanece lloviendo, aunque no mucho. Salgo con la chaqueta-chubasquero, pero no me pongo el capote. La primera parte (que ayer recorrimos en coche), es agradable y la afrontamos con entusiasmo, pero la lluvia arrecia y tengo que parar a ponerme el capote. No hemos encontrado ningún bar para desayunar e iniciamos el ascenso a La Faba, a través de un bosque lleno de recovecos, árboles fantásticos, colinas hermosísimas y prados de mil colores. El suelo es típico de montaña y la corredoira por la que ascendemos, a veces con piedra y otras con barro, debido a la lluvia que no para de caer, es entretenido. Pese a que el ascenso es duro, por fín llegamos al pueblo y podemos encontrar un bar donde secarnos un poco y desayunar. ¡Nuestro primer desayuno en el Camino!. En el bar de Mary, nos anuncia que "solo" falta hora y media para llegar al Cebreiro. El camino que sigue hasta arriba, no es ya tan difícil como el que acabamos de pasar. Estamos cargados de ilusión y buenos deseos por la aventura que hoy hemos iniciado. Yo voy pensando en la enorme variedad de formas y colores con que la naturaleza dibuja el mundo. Los bosques, los árboles o las colinas que atravesamos, no dejan de sorprenderme. Según vamos subiendo, llamamos a Vicky. Ángel echa de menos las gafas y cree que se las ha dejado en la pensión. Aunque Carlos y Vicky estaban de turismo por Barbadelo, bajan a la pensión de Vega de Valcarcel, pero ... las gafas no aparecen. Las ha debido perder en el ascenso a La Faba. Cualquiera vuelve a buscarlas ... Llegamos al Cebreiro antes que ellos y como el albergue todavía está cerrado, nos vamos al Mesón Antón, a reponer fuerzas. Nos comemos unas raciones de pulpo que ampliamos con embutidos cuando llegan Carlos y Vicky. Después de comer, ellos se despiden y se vuelven para Madrid. Ángel y yo, pasamos la tarde de acá para allá, sin saber muy bien que hacer. Entramos en la iglesia del Cebreiro y encendemos velas. Las mías por mi padre, por Chuchi, por Ciriaco y por mi madre que también le hace falta a la pobre. Me sorprendo a mi mismo siguiendo esta superstición de las velas en las que no creo ... Será el Camino que me permite algunas licencias de coherencia interior (mas bien de incoherencia ...). A media tarde, el se va sólo a dar un paseo y yo me quedo en el Albergue escribiendo unas notas, mientras escucho a Carlos Drexler en el MP3. Cuando cae la tarde, cenamos en el Mesón Celta (yo, caldo y setas). Conocimos a un tipo extrovertido y singular que es el que atiende el bar. Se llama Eduardo. Es portugués y "jornalista". También hace esculturas y nos enseña un catálogo de algo que presentó en la Bienal de Venecia. Está casado con una argentina de nombre Queen Elizath (casi vecina de Alejandra en Buenos Aires) con la que tiene un crío. El se mete conmigo porque ceno poco. Me toma por un "melindres". Yo no le hago mucho caso, ya que el tipo resulta hasta simpático, aunque por momentos me llego a "amoscar" con él. Con Ángel hace muy buenas migas. Se pueden contar sus "grandezas" el uno al otro ... Nos pegamos unas buenas risas y nos invita a unos chupitos. Entre otras cosas, nos cuenta que conoce a por lo menos veinte tipos que hacen su vida en el Camino, subiendo y bajando todo el tiempo. Quedamos en que casi todos los peregrinos son "gente un poco rara" ... Aunque no comparto del todo la idea, nos despedimos hasta otro día. Ángel queda con él en que le mandará alguno de sus libros ... Volvemos al albergue y termino las notas mientras escucho a Night Noise que viene que ni pintados para este paisaje envuelto en niebla. Estoy cansado de todo el día, pero también satisfecho. También estoy un poco triste, porque echo de menos a Vicky. A lo largo de todo el día, hemos conocido a belgas, austriacos, alemanes, suizos, franceses, valencianos y hasta un gaditano (Jesús, que se nos unirá mas adelante). A las 9:30 el albergue se va quedando en silencio. Pienso que a ver que tal mañana. Escribo alumbrándome con la linterna de mi padre que parece que me hace compañía. Medio triste, medio alegre, medio esperanzado, medio-medio ... aún no se de qué. Mañana diana a las 7 y Dios dirá.
Etapa muy larga. Hoy hemos hecho 35 km., desde el Cebreiro hasta Samos. Por la mañana salimos prontito a las 7. Primero tenemos unas buenas cuestas por carretera. Cuando cogemos el andadero nos encontramos con un grupo de italianos que nos acompañarán varios días. Son unos 14 o 15 y son simpáticos, jóvenes y alegres. Nos metemos de lleno en la subida del alto de Poio. Vicky me había contado que era muy duro. Hay niebla y hace frío, pero la verdad, no se me hace tan duro como esperaba. La de la Faba se me hizo más difícil. Al llegar arriba, nos damos de lleno con un bar en el que reponer fuerzas y darnos un buen desayuno. Allí vemos muchos peregrinos. Charlamos con dos mañas que hacen de coche de apoyo para sus maridos. Una me cuenta que es prima de Joan Manuel Serrat.. Después del desayuno, seguimos camino. Nos vamos cruzando con gente que ya empieza a ser conocida. Los italianos, una pareja de austriacos que conocimos ayer subiendo el Cebreiro, el grandote de barbas (le conoceré mejor mas adelante; se llama Manuel y es alemán). El camino hacia Triacastela es agradable, aunque un poco rompe-piernas. La bajada a Triacastela se me hace interminable y me resiento un poco en las piernas. El pueblo se ve ahí abajo, pero parece que no llegamos nunca. Al llegar, bajamos al albergue. Daban masajes, pero yo me quedo con las ganas. Tenía que esperar 40 minutos y Ángel me mete prisa ... No se que "hormiguillo" le ha entrado. Vemos a los valencianos en el albergue y nos vamos a comer. Después de comer, estamos bastante recuperados y decidimos que vamos a aprovechar la tarde andando. Decidimos llegar hasta Samos. Al principio, no me parece mala idea, aunque mas tarde, creo que me arrepentiré de esta decisión. Se nos une Jesús, el gaditano, que ha hecho la primera etapa con los valencianos. Ellos se quedan en Triacastela. Cuando salimos para Samos, pienso que nos hemos equivocado de camino. Tenemos que andar 3 o 4 km. Por carretera. Incluso llamo a Vicky para preguntarle, pero de repente, aparece San Cristobo. ¡Por fin!. íbamos bien. Allí descansamos un poco y hago algunas fotos. También aprovecho para meter los pies en el agua de un precioso río que hay en el mismo pueblo. El refresco de pies me sienta de maravilla. Iniciamos de nuevo el camino por el bosque de Samos, que es una auténtica joyita. No obstante, me canso mas de lo que esperaba y se me hace un uñero en el dedo gordo. Por fin, llegamos al Monasterio. Impresionante, aunque el albergue no es muy bueno. Hay pocas duchas y servicios. Conocemos a mas peregrinos. Antes de cenar, me voy a ver con Jesús a los monjes que cantan las Novenas. Tampoco es para tirar cohetes, pero veo el Monasterio por dentro, que tiene un claustro magnífico y unas pinturas muy curiosas. Nos vamos a cenar con unas chicas de Valladolid, muy simpáticas que también están en el albergue. Yo estoy bastante cansado, por lo que a las 10:30 ya estoy en la cama, durmiendo como un bendito.
La etapa de hoy ha sido desde Samos a Casa Morgade. 26 km. Hemos salido un poco mas tarde, a las 7:30. Hemos desayunado en Samos. La salida ha sido un poco pesada. 11 km. Por carretera pura y dura hasta Sarria. Al llegar allí, hemos vuelto a desayunar y hemos recargado algo los móviles. Una paradita larga. Al salir de Sarriá, atravesamos un bosque precioso, interrumpido al principio por una vía de tren. El bosque ¡como no!, hacía subida, pero tenía unos árboles de auténtico cuento. Robles y castaños. No me extraña que fueran sagrados para los celtas. En mitad del camino, nos encontramos con las ruinas de un castro celta y nos paramos a descansar un poco. Le hago fotos. Al reanudar el camino, un simpático y precioso pajarito, nos acompaña durante 10 o 12 metros, delante nuestro. Parece de esas irracionales señales que te da el camino cada cierto tiempo ... Jesús y yo vamos bastante cansados. Parece que estamos pagando el esfuerzo de las primeras jornadas. Llegamos a Barbadelo, aunque al principio tengo mis dudas, ya que no veo el nombre del pueblo por ningún lado. Por fin, llegamos a la famosa Casa Carmen. Está cerrado, pero yo que me meto por todos los rincones, consigo que nos haga el tercer desayuno (por llamarle de alguna manera) del día. Carmen es una mujer espléndida, con "morbazo" gallego, simpática y cálida. Le preguntamos por la foto que le acercó el domingo Carlos y Vicky y aunque no la tenía puesta en su panel de "fotos peregrinas", la saca de un cajón y allí mismo, delante nuestro, la coloca en un buen lugar. Casa Carmen es un sitio que ha adquirido fama a lo largo del camino y no me extraña. El local, aunque no muy grande, tiene algo de familiar y guarida cómplice para los peregrinos que lo hace entrañable, así como sus dueños. Nos prepara unos bocatas de tortilla para llevar y tras el descanso, volvemos a emprender la marcha. Estamos metidos de lleno en la Galicia profunda. Por el camino, volvemos a adelantarnos con los italianos y también con un simpático trío. Una pareja de novios y el hermano de la novia. Ella, rubia, muy guapa. Él, de Ferrol, muy majo que hace el camino con una bolsa del Decatlon (manda la mochila a los hoteles o pensiones donde se alojan). El mas joven (el hermano de ella, me enteraré mas adelante de que es médico) va andando con una pierna a rastras, porque tiene mal una rodilla. Le ofrecemos ayuda, pero parece que se va apañando. Paramos en un cruce de caminos y nos sentamos sobre unos troncos caídos para comernos el bocadillo y la fruta que nos había preparado Carmen y reanudamos el camino. Jesús y yo vamos cansadiños, pero Ángel está mas fuerte que nunca. Él, que empezó flojeando en las subidas a La Faba y al Cebreiro y que en el bosque de Samos me decía -"Creo que el Camino te desmonta físicamente para volverte a construir después ..." - Pues parece que el está ya totalmente construido. Sin embargo, yo debo estar en plena "destrucción", ya que estoy muy cansado. Me duelen los pies y empieza a molestarme una especie de tendinitis, aunque todavía es soportable. Se pone a llover de nuevo y tengo que ponerme el capote. Sin acabar de reponerme de la caminata, pasamos por una zona en la que el camino está totalmente embarrado y tenemos que hacer auténticas "birguerías" para poder pasar a través del barro. Sin saber como, lo conseguimos. Por fin, y después de llevar ya 26 km. de etapa, aparece Casa Morgade. Salvado por la campana. Para mi, una bendición. Ángel se había adelantado y de repente no le veo. Al principio, pienso que ha decidido seguir adelante y maldiciendo, voy en su busca. Oigo la voz de Jesús, el gaditano, que me llama. Se había parado en Casa Morgade para ver las habitaciones. Nos quedamos allí a comer, donde coincidimos con el trío de Ferrol. Cogemos una habitación triple. Tengo la impresión de que a Ángel le hubiera gustado algo mejor. Quizás, coger habitaciones individuales ... o seguramente, seguir andando. Se que le hubiera gustado llegar a Portomarín, pero son 10 km. más y Jesús y yo estamos agotados. Así que al final nos quedamos. Puedo ducharme, hacer colada (hasta hoy no había lavado nada) y descansar mejor de lo que lo había hecho hasta ahora. A las 8 nos bajamos a cenar. Tenemos toda la casa para nosotros solos. Nos quedamos conversando en un salón muy majo con chimenea mientras secamos la ropa que Jesús y yo hemos lavado. Ángel supongo que la llevará a alguna lavandería o se comprará ropa nueva ... Es demasiado señorito para ser un buen peregrino, al menos de los de mi especie. Creo que he equivocado el compañero de aventura. Con un origen tan o mas humilde que el mío, parece que la vida de "éxito" económico que ha llevado, le han convertido en una persona escrupulosa, muy sensible con el olfato y un poco remilgada. No le critico, pero creo que no llevamos el mismo camino. Conversamos de política. Ángel se exalta sobre manera y se declara homófobo. Dice que todos los homosexuales son unos viciosos corruptores de niños. Intento hacerle ver que no puede confundir a los pederastras con los homosexuales, pero no hay manera ... Le pregunto que si a él le ha pasado algo al respecto y me dice que si, que cuando tenía cuatro años. Igual ese es el punto débil de su niño herido. Un trauma infantil que tiene sin curar... De paso, aprovecha para manifestar que esta ley recientemente aprobada sobre la posibilidad de que los homosexuales se casen, acabe por hacer desaparecer al PSOE como partido infame que es ... Aparte de añadir que él es muy de izquierdas, claro ... Le veo un poco amoscado, incómodo. Creo que ha descubierto una carta que no quería jugar y eso le hace sentirse mal. Nos vamos a la cama y Ángel no despega ya los labios. A la mañana siguiente, se levantará sin decir ni buenos días y saldrá como alma que lleva el diablo. No volveré a saber nada de él. Buen Camino, pues, amigo. Te deseo lo mejor, de corazón.
Hoy nos hemos levantado a las 7. Nada mas salir, he visto que Ángel tenía cara de pocos amigos. Tenía cara de cabreo, con aire ceñudo, con cara de traidor ... Ha debido estar meditando su "espantada" toda la noche o quizás lo ha decidido en el último momento. El caso, es que nada mas salir, yo ya he intuido algo ... Prefiero no interpretarle, no juzgarle y lo digo de verdad. El sabrá sus motivos, el sabrá como construirse sus coartadas ... Sale el primero y a los diez minutos, ya me sacaba cien metros. Al cuarto de hora, ya le había perdido de vista ... Trato de esperar a Jesús, que va tras de mi y renqueando, pero el tampoco va bien. Al final, también le pierdo, pero por detrás. Voy andando en un precioso amanecer y voy dándole vueltas a lo de Ángel. Al final, me resigno y decido no perder "mi camino" por una cosa así ... Ahora si que estoy en la Galicia mas profunda. Un verdadero laberinto de caminos y corredoiras, pero las queridas flechas amarillas, hacen su trabajo. Aldeas perdidas y casas increíbles. Al pasar por Ferreiros, unos perros me ladran y me acosan y me impiden ver bien su iglesia y su cementerio que tengo que ver de pasada. Es como la señal definitiva. Estoy solo, pero fuerte de ánimo. Tendrá que ser así. Sigo adelante y disfruto enormemente del paisaje, por fin, a mi ritmo, como yo creo que se tiene que hacer el Camino, como tantas veces antes había acordado que haríamos Ángel y yo. El Camino me lo dio, el Camino me lo quitó. Así sea. Cuando ya estoy cerca de Portomarín, observo que todo el embalse de Belasar y el pueblo, están cubiertos por una espesa niebla. Desde donde me encuentro yo, un poco mas arriba, la visión es como de cuento. Me voy acercando envuelto en niebla y con ese manto espectral, cruzo el puente de entrada a Portomarín. Me paro en las escaleras que hay a la entrada y llamo por teléfono a Ángel. Comunica. Renace la esperanza. Pienso que estará llamando a su casa. Sigo insistiendo y sigue comunicando. Después, el teléfono, simplemente suena y no lo coge ... Pregunto por él en la gasolinera. Le han visto pasar hace un cuarto de hora. Incluso ha parado a comprar algo ... Sigo llamando y no lo coge. Para probar mi móvil, llamo a Carmen y me entero de que está en el pueblo y que su abuelo ha muerto ... Después de hablar con Carmen, acepto definitivamente, de que Ángel quiere hacer lo que queda de camino, solo. Como yo, que tendré que hacer el resto del camino también solo así que me voy a buscar un cajero y un buen desayuno ... Las vistas desde el bar son excelentes. Entre tanto trasiego, el día a despejado y el embalse de Belasar y el río Miño, aparecen espléndidos tras la confortable y amplia cristalera del bar donde desayuno. Allí mismo, me encuentro con Benito, un pre-jubilado de la Renault, de Madrid, que está haciendo el camino desde Roncesvalles, el solito. Me ofrece salir juntos desde Portomarín y acepto encantado. Todavía me da tiempo a ir al cajero, hacer un par de fotos de la plaza y de encontrarme con los de Ferrol y con Jesús, que arrastra una maltrecha pierna. Me dice que se va a quedar hoy allí, a ver si se repone. Le deseo suerte y parto con Benito a buscar nuevos horizontes. La salida es muy hermosa, por un puente de madera colgado de un abismo y el primer tramo es agradable. Pero a los pocos kilómetros, veo que tenemos ritmos diferentes y Benito me anima a que no me pare, a que siga a mi ritmo. Lección del Camino, cada uno, a su ritmo va ... Me encuentro con una pareja de Málaga a la que había conocido el día anterior y me dan una barrita de muesli. Al pasar por Gonzar, me paro a reponer fuerzas en un bar y puedo devolverles el favor, invitándoles yo a ellos a una botella de agua. Sigo el camino y llego a Hospital de la Cruz. Me duelen las piernas y los pies (han sido casi 28 km.), pero he aceptado totalmente mi nueva situación y en ese momento, me siento feliz. En el albergue, charlo con algunos peregrinos. Antonio y Miguel, burgaleses de 67 y 71, haciendo su segundo camino desde Roncesvalles, en plan record (quieren hacerlo en 22 días). Simpatiquísimos. Una pareja de Salamanca él y alemana ella, con una contractura en el muslo, pero con muy buen talante. También está Manuel, el alemán, al que saludo cordialmente, estrechándonos la mano. Me ducho, me voy comer y a relajarme al sol. ¡Por fin un día de solecito!. Después de comer, se han dejado caer por el albergue los de Ferrol y la pareja de malagueños. El señor doctor, ha ejercido de tal y ha hecho unas cuantas curas de ampollas y demás remedios. A mi me ha dado 4 comprimidos de paracetamol para el dolor de piernas. Después de esto, he hablado con Vicky y me he pasado el resto de la tarde en la terracita del bar dedicado a descansar, a escribir y hasta a dibujar el plácido paisaje que me rodea. Los pajaritos cantan, las nubes se levantan ... Mañana, ya veré si hasta Palas o hasta Melide, la tierra del pulpo "a Feira" .
Esta mañana, ¡por fin!, me ha llamado Ángel. Está en Melide, casi treinta kilómetros mas allá. No me ha dado muchas explicaciones, solo un vago "no conseguí comunicaros que yo quería hacerlo así ..." y nada más. Puede que nos veamos en Santiago o puede que no ... Le he deseado buen camino y se ha borrado al instante de mi mente. He salido de Hospital a las 7:30. He andado poco y visto mucho. La óptica del Camino ha cambiado. Me siento feliz y como liberado ... Me tomo tiempo para mirar, para saborear el paisaje, los olores, los amaneceres, la gente ... Todo me resulta exquisito, integrador, eterno y fugaz a la vez. He hecho parte del primer tramo con Manuel, el alemán. Hemos compartido camino y desayuno hasta Airexe, bonito pueblo lleno de flores (olía a primavera), donde yo me he quedado un buen rato, sin ninguna prisa, con Cruz, una simpática gallega de 37 años que nos había puesto el desayuno. Es una chica amable, de sonrisa franca y simpática con la que he estado charlando de peregrinos, de parejas, de la vida, del Camino ... Luego, a reanudar la marcha. He pasado por pueblos, mas bien aldeas, que no venían en mi guía. También alguna sorpresa en forma de nuevos albergues, bonitos bares y sitios curiosos para mirar así, tranquilo, sin prisas por llegar a ninguna parte, al fin y al cabo. Un poco antes de llegar a Avenostre, me siento un poco cansado (me duele la espalda, luego me enteraré que por no llevar bien ajustada la mochila) y me siento bajo un árbol, en un oloroso y espléndido bosque de eucaliptos, a escribir, a escuchar el canto de los pájaros y a sentir la brisa de la mañana. Pasan Antonio y Miguel, sin pausa pero sin prisas y me desean el consabido "Buen Camino". Tras ellos, el número de peregrinos se incrementa. Decido reanudar la marcha. Son las 10:30. Paso por Avenostre sin enterarme y veo el complejo que han montado a la salida, tipo campamento para la juventud. No me gusta un pelo, aunque reconozco que es funcional. También sin darme apenas cuenta, llego a Palas del Rey. Un pueblo mayor que una aldea, que no es ni carne ni pescado, con poco encanto, aunque tenga una iglesia interesante. No me da muy buen "feeling". Aprovecho para desayunar un bocata de tortilla (sin sal) y después de la cuitas para que el joven camarero (no tanto, tenía 25 por lo menos) me cobre, ya que tiene que llamar a su madre ... "Mamá, ¿a cuanto cobro el bocadillo de tortilla ...? (con fuerte acento gallego) y volver a rellamar ... "Mama, ¿a cuanto el Aquarius ...?. Me voy del bar sin tomar café y en la calle, me encuentro con Cristiana, la brasileña y con Joana la portuguesa, con las que un poco después tendré solidaria y entrañable amistad. Compro algo en la farmacia y algo para la cena y me tomo el último café, ya que no lo tomé en el primer bar. Por fin me voy de Palas del Rey con viento fresco y deseando salir de allí. Mas adelante, paro en Casa Domingo, un albergue privado que hay un poco antes de Casanova, donde me encuentro de nuevo a Cris y Joana y compartimos un caldito gallego. Como sitio, está bien, pero el trato deja un poco que desear. Decido continuar hasta el albergue de la Xunta de Casanova, que está un kilómetro mas allá. Cuando llego, me encuentro con que estoy completamente solo en el albergue. No está ni la hospitalera. Me ducho tranquilamente, me relajo ... parezco el dueño del castillo. Pasa Margarita, otra alemana con mas de setenta años que me voy encontrando intermitentemente a lo largo de todo el Camino. Yo la adelanto, pero ella vuelve a aparecer después y siempre por delante de mi. Cosas del Camino ... Charlamos y bromeamos un rato ... Luego, "Buen Camino" y otra vez el castillo, digo el albergue, para mi solo. Pasan dos chavalillos de 17 o 18 años que vienen rezagados con una excursión de un colegio de Valladolid. Vienen muertos. Les invito a descansar un poco e incluso a uno de ellos, le doy un masaje en la espalda. Me lo agradecen y siguen su camino. Por fin, aparece la hospitalera, la señora Carmen, rodeada de 4 o 5 perros muy simpáticos y con los que hago buenas migas. Alguno me lame, como hace el bueno de mi perro Jazz. Me acuerdo de el y sus carantoñas. La hospitalera me cuenta una historia increíble. "Pues resulta que ayer, ahí mismo, detrás del albergue, un lobo "comiose" a una ternera ...". Le pregunto que si no hacen batidas para cazar a los lobos, pero me cuenta que no pueden, ya que el lobo es un animal protegido. Hablo con Vicky y me anima mucho. Siempre me anima hablar con ella. Al poco rato, aparecen Norbert y Gunilla, dos alemanes que están en el paro y que se toman el Camino con tranquilidad. Serán mis dos únicos compañeros para el resto del día. Lavo algo de ropa y chapurreando ingles y español, les cuento lo del lobo. Medio en broma, medio en serio, pensamos que sería un buen negocio montar allí mismo un restaurante: "Casa Lobo". Ensaladas, salchichas, algo de comida típica y cerveza; cosas que no cuesten mucho preparar. Norbert dice con buen criterio - "Si hay un lobo, habrán mas lobos. Mañana nosotros también salimos mas. Salgamos juntos o nos pueden comer ... - Dejamos pasar la preciosa y soleada tarde lentamente. Hay un campo de lilas cercano que aroma el crepúsculo y tiñe el verde que nos rodea de una atmósfera irreal ... Antes de que anochezca, cerramos lo mejor que podemos las puertas y nos vamos a dormir. A la mañana siguiente, como habíamos acordado, saldremos los tres juntos de Casanova mirando los ribazos del camino, por si acaso. ¡Auuuuuuuuhhhhh!.
Esta mañana me he levantado fresco y descansado. Como ya teníamos previsto, hemos hecho el primer tramo juntos (Norbert, Gunilla y yo). Hemos salido de buen humor, pero mirando los ribazos y el bosque cercano, por si veíamos algún "vecino" no deseado. Hemos parado a desayunar al poco rato, a 3,5 km., en Leboreiro. "Casa Somoza". Sitio precioso, trato exquisito y decoración con muebles rústicos y cuadros antiguos; mesas con manteles de hilo y puntillas ... Fuera, lindos jardines y terraza amplia. Hortensias y rosas por doquier. Lo atiende una pareja que por su acento parecen vascos. Hemos tomado un rico café con Tarta de Santiago y un bizcochito que me ha recordado al que hacía mi abuela. Nos hemos despedido y he continuado mi viaje solo, hasta Furelos e incluso un poco mas allá, hasta Melide, la tierra del pulpo "a feira". Nada mas llegar, me he acordado de uno de los sitios de fama del Camino, Ezequiel, pero era muy temprano para tomar un segundo desayuno a base de pulpo, así que he vuelto sobre mis pasos y me he parado en un barecito que hay a la entrada del pueblo que tenía una terracita de lo mas acogedora, donde sentir el tibio sol de la mañana. Un zumo de naranja y un sándwich mixto. Todo un lujo los desayunos que se toman en el camino. Desde luego, hambre no se pasa ... Mientras desayunaba por segunda vez y mientras hablaba de nuevo con Vicky, han aparecido de nuevo Norbert y Gunilla ... "Buen Camino". Era previsible encontrármelos de nuevo. Después del desayuno, he aprovechado para comprar crema para el sol en Melide. Los pueblos grandes, definitivamente, no me gustan. Me chirrían en este camino de sendas y naturaleza ... He salido para Boente y se me ha hecho largo, muy largo ... Hace calor y las duras cuestas en su descarnado bosque de pinos, se me hacen interminables. Estoy en pleno bajón anímico. Son apenas 6 km., pero de repente, me siento triste y cansado ... Es increíble como puede cambiarte el ánimo en tan poco tiempo. Puede que haya tardado dos horas en hacer estos seis kilómetros. Me duele la espalda y el alma ... Paso por Castañeda y ¡por fin! Ribadixo. Son mas de las 2 y estoy exhausto. Al llegar, una vez mas, estoy solo en el albergue ... No hay ni rastro de la hospitalera ni ningún otro ser humano por allí. Bueno, después de la primera inspección ocular al magnífico albergue, me encuentro dormida en un banco de madera que hay a la entrada a ¡Margarita!. Es increíble, pero una vez mas, está por delante de mi ...¿Será mi duende del camino ...?. El albergue tiene varios edificios de piedra adosados unos a otros, con los marcos de las ventanas y las puertas en color azul turquesa, que forman una especie de casitas "enganchadas". Luego, en un edificio aparte, están las duchas y los lavaderos y tras ellos, una enorme pradera de dulce verde, salpicada de margaritas amarillas, para tumbarse a descansar sin sentirse acosado. Pero lo mejor, es que está al borde de un río suave y cantarín por el que ves truchas y zapateros circulando tranquilamente por sus aguas. También hay árboles para que no falte la rica sombra y hasta unas escaleritas de piedra que sirven para bajar a una minúscula pero acogedora playa fluvial, donde bañarse o al menos, refrescarse los pies. Todo eso y algo mas es Ribadixo. Después del paseo que me doy por el albergue y sin atreverme a despertar a Margarita, la veo dormir placidamente. La pobre, es una dulce abuelita, simpática y sola, como yo. Cansada, también como yo ... Los dos solos, en ese albergue tan grande y tan hermoso, damos un poco de pena. Me busco acomodo en una de las camas de la parte superior, al fondo a la izquierda. Me tiendo a descansar un poco. Decido darme una ducha y veo que las instalaciones para duchas son excelentes, con una antecámara para cambiarte y todo. Al ducharme, descubro que me duele mucho la espalda y que seguramente tengo una quemadura en el hombro izquierdo. Al salir de la ducha, veo que llega una simpática familia de ingleses, el padre, la madre y dos críos como de 8 y 10 años y que traen ¡un par de burros!. Los han cogido en Roncesvalles y los devolverán en el Monte del Gozo ... Cosas del Camino. Poco a poco va llegando mas gente, pero todo gente extranjera. Veo pasar a los valencianos que me saludan con afecto y también a unas chicas que he conocido en alguna parte del camino ... Y yo allí, ya acompañado, pero sintiéndome más solo que la una. No oigo mas que hablar en alemán, en sueco, en ingles ... Decido irme a Arzúa. Son las cuatro de la tarde y aunque hace calor y no he comido, los desayunos varios que llevo por el Camino, me dan fuerzas. Total, Arzúa está solo a tres kilómetros y así adelanto algo para mañana. Además, tengo la impresión de que va a cambiar mi suerte y de que me encontraré mas animado o al menos, mas acompañado. Es el día del bajón y hay que intentar superarlo ...
Llego cerca de las 5. Una hora para hacer ¡3 km!. Ese era mi estado de ánimo, que en esos momentos, era sencillamente, lamentable. Al llegar al albergue, me encuentro de nuevo ¡con Margarita! ¿Por donde ha pasado ...? Esta mujer es como una hormiguita, que aunque despacito, no para de avanzar ... ¿o será una meiga con forma británica ...?. Me sonríe y me dice no se qué en ingles ... Las cosas empiezan a mejorar, pero todavía no del todo ... También me encuentro con Toni y Jordi, los valencianos. Con Ferran, un barcelonés con pinta "alternativa" (al que ya conocí en el Cebreiro), que se ha ligado a una noruega o sueca o algo así y anda compartiendo Camino y algo mas ...Como no, con Norbert y Gunilla y con un montón de españoles que parecía me estaban esperando allí para darme ánimos. También están Joana y Cris y conozco a Chano, un chaval estupendo de Las Palmas, que también viajaba solo, como yo. Mas tarde me enteraré que se ha unido a Joana y Cris. También está Cristina, otra brasileña con la que acabaremos formando el grupo de la última etapa. Me invitan a compartir una botella de vino y la cena, pero yo todavía estoy un poco "moino" y les digo que no. Me voy a cenar solo mientras ellos se quedan bebiendo el vino y conversando con un señor francés que habla del esoterismo del Camino y de señales del mas allá. Antes, hago unas fotos por el pueblo, me compro un pañuelo blanco para ponerlo en mi quemadura y elijo una pulpería para la cena. Me siento a esperar al camarero. Me mira, pero parece que no me ve ... Estoy allí, sentado y solo durante diez minutos. Al final, decido levantarme y me vuelvo al albergue dispuesto a aceptar la invitación del generoso grupo. La ignorancia del camarero, es toda una señal. Mi decisión, resulta ser todo un éxito. Charlamos de pomadas, ungüentos, pastillas para el cansancio, ampollas, de mi pañuelito blanco (menudo cachondeo ...) y cosas así ... Nos reímos un montón y nos vamos todos juntos a cenar. Al final, mas risas, amistad y buen rollito. Incorporamos a la cena a otros peregrinos solitarios, como a Gerard, un ingles que también viajaba solo. Me invitan a que mañana hagamos la etapa juntos. Me encanta la idea. Seguro que mañana ando mucho mejor entre amigos. Según se va acercando el final del Camino, nos vamos encontrando todos y eso me llena de alegría. Parece que el mal momento, ya a pasado ... Bueno, no todos estamos acabando el Camino. Los valencianos me cuentan que Jesús, el gaditano, ha abandonado definitivamente. Lo siento por él. He hablado con Vicky que me ha dado muchos ánimos. También con Carmen y con Begoña y con Carlos y Marisa. Todo el mundo y mis nuevos amigos, me han dado muchos ánimos. Al final del día, me vuelvo a sentir feliz. A las 10:30, me meto en el saco, escuchando a Night Noise y me quedo dormido como un bendito ...
Pero ... aún no había terminado el día. Un poco antes de acostarnos, aparece por allí un personaje de esos estrambóticos y pintoresco, de unos sesenta años mal contados y que solo se pueden ver en sitios así. Entra dando voces y reclamando a la hospitalera, a la que parece conocer y montando un poco el número. Parece que además está un poco bebido ... Este personaje, además, carga con una cruz de unos dos metros y medio de alta, con los brazos a juego y lleva escudos e insignias por todas partes. Un extraño sombrero, corona su desmadejada cabeza. Es un viejo loco que lo único que consigue es enrarecer un poco el buen ambiente que había en el albergue hasta ese momento. El albergue está completamente lleno y hay gente durmiendo por el suelo. Hay incluso gente que se tiene que buscar otro acomodo porque no queda mas sitio. Total, que este personajillo, parece que si ha encontrado sitio; en una litera cercana a la mía, encima de Gina, una simpática italiana con la que antes de dormir había estado charlando (de pomadas y ungúentos, como no ...) y junto a dos quinceañeras, puede que inglesas, que viajaban juntas. Deberían ser como las 12 (no se muy bien la hora, ya que me había dormido), cuando entra Ferran dando voces y buscando al tipo raro ... - "Basura, calaña inmunda, te piras ahora mismo del albergue. Te lo dice el Ferran y pongo a todo el albergue patas arriba ... " Ferran parecía muy excitado - ¿No te da vergüenza, escoria, meterte con las niñas ...? Así que te piras ahora mismo de aquí - voceaba Ferran. El viejo raro se hacía el tonto y el remolón, así que Ferran lo ha cogido del pecho y ¡pumba!, al suelo desde la litera de arriba. Lo ha tirado como si fuera un trapo. Al parecer, el tipo había intentado meterle mano a una de las chiquillas que dormían junto a él y la cría había salido corriendo espantada de allí. Se debió encontrar con Ferran, el capitán de peregrinos y se lo debió de contar todo y ahí es donde ardió Troya. Después de este numerito, nos hemos quedado todos perplejos y ya nos ha costado dormir a todos. Yo, desde luego, he dormido muy poco.
Pese a la movida de la noche anterior, nos levantamos con el alba, a eso de las 7 y tras un frugal desayuno compartido en el propio albergue (fruta y zumos), salimos a recorrer la mañana. Chano me hace el inmenso favor de enseñarme a colocar bien la mochila, ajustándola fuerte a la cintura y las caderas. Si lo hubiera sabido antes ... El amanecer es glorioso y vamos entre aldeas y caseríos asistiendo a esos espectáculos que solo se pueden ver en las madrugadas del Camino. Los pájaros no paran de cantar y huele a tomillo, a eucaliptos, a flores silvestres y a rocío mañanero ...Avanzamos por nuestro camino y a la derecha del mismo, hacia el este, amanece con un sol dorado que se levanta por encima de las nubes y da un carácter fantástico al viaje. Por debajo se intuye algún bosque fantasmagórico, envuelto entre brumas y algún roble que despunta por encima de estas mismas nubes que nos acompañarán hasta Salceda. La bruma, apenas nos roza y todo es como un suave sueño, ya que nosotros parece que deslindamos el camino que va por encima del valle encantado. El grupo formado por Chano, Cristina, Cristiana, Joana y yo, parece conocerse de toda la vida y entre la maravilla del paisaje y el trasiego de camino, seguimos adelante, con pocas palabras y muchas miradas cargadas de complicidad. Hay una extraña felicidad en ese grupo que parece conocerse de toda la vida y se nota que estamos dispuestos a apoyarnos y a llevar a buen término el final de nuestra aventura.
Parece mentira, pero hasta ese día, no había roto nuestro intimidad y nuestra amistad, que hoy, por fin, se manifiesta de una manera tan simpática e inequívoca. El Santo o el Duende del Camino, ha venido a juntarnos para que podamos tener un final feliz. Que distinto es andar solo y ensimismado por las corredoiras, a hacerlo en un grupo tan animado, tan jocoso, tan amistoso como ese en el que voy ahora ... En fin, sigamos con el relato del Camino. Cerca ya de Salceda, un señor se dirige a nosotros en mitad del camino y nos dice que no paremos a desayunar en el primer bar, que allí atienden muy mal a los peregrinos. Que lo hagamos en el segundo que encontremos que tiene una tarta de Santiago estupenda y que nos gustará el sitio. Un poco perplejos con la recomendación, naturalmente, paramos en el primer bar que encontramos. Lo atiende una simpática joven a la que le contamos lo sucedido y después de sonreír, nos dice que ese señor es el dueño del segundo bar y que habitualmente, suele hacer eso para aumentar su clientela. Nos reímos con la anécdota y proseguimos hasta Santa Irene, donde nos tomamos el segundo café de la mañana. Mejor dicho, el Aquarius, ya que he contagiado a mis compañeros el gusto por este refresco curalotodo que tan bien nos está sentando. Proseguimos la marcha hasta Pedrouzo, donde llegamos, pese a las dos "paradiñas", antes de las 12. Naturalmente, como es muy temprano, el albergue no está abierto. Somos los primeros en llegar y solo vemos al que suponemos el hospitalero, que está regando el jardín con la manguera. Llegamos un poco cansados y aprovechamos para tumbarnos un poco por allí y curarnos los pies en el porche de la entrada. A eso de las 12,30, llegan más peregrinos. Empezamos a barruntar la idea de llegar a Santiago ese mismo día. Casi todos sufrimos los daños "colaterales" de tantos días de Camino y hay quien tiene los pies con varias ampollas, como Cristina, la brasileña, a la que bautizamos allí mismo como Santa Cristina de las Ampollas. Cris también tiene un par de ampollas, Joana lleva mal una rodilla y Chano y yo, estamos con tendinitis, pero mas adelante, ya se verá. Unos opinan que si, otros opinan que no y otros, como yo, ya veremos. Decidimos subirnos para el pueblo y buscar un sitio donde comer. Lo hacemos en Regueiro por 8 euros; paella, salmón, tarta de orujo (¡excelente!) y café. Nos lo tomamos con tranquilidad y nos reponemos a base de risas y buen rollito. Son las dos y cuarto y pensamos que lo mejor es dar un empujoncito hasta donde lleguemos. Si encontramos una pensión por Labacolla, allí nos quedaremos, aunque hay que ver que tal vamos ... Así que empezamos a andar de nuevo y tomamos el camino por la parte alta del pueblo, junto al campo de fútbol. Aunque hace algo de calor, nos metemos en el frescor del que será el último bosque de está Galicia mágica que apuramos con nostalgia en sus aromas a eucaliptos, sus robles magníficos y sus plantas silvestres. Huele a lavanda y a tomillo y sin apenas darnos cuenta y antes de las cuatro de la tarde, estamos ya muy cerca de Labacolla. Aunque vamos todos un poco renqueantes, decimos continuar un poco mas (eso le decimos a la pobre de Cristina de las Ampollas), pero todos sabemos ya que esta tarde estaremos en Santiago. Paramos en un bar a tomar el penúltimo Aquarius y allí nos encontramos con Gina, la italiana que viajaba sola. Volvemos a reírnos todos de lo lindo al hablar de pomadas y pastillas y la italiana acaba ofreciéndonos unas pastillas homeopáticas que solo yo tomaré. Nos volvemos a reír al pensar que realmente estamos todos "dopados". El bar se llena de chavalería que según nos cuentan, van hasta el Monte del Gozo y decidimos reemprender la marcha. Todavía haremos otra paradita al llegar a San Marcos. Ahora si que los kilómetros del día nos pasan factura. Yo tengo que parar a darme vaselina en los pies, pues una ampolla amenaza por dejarme fuera de combate antes de tiempo. Chano me espera (se lo agradezco infinito) y mas adelante volvemos a alcanzar a las chicas. Estamos todos realmente exhaustos y doloridos, pero ya nada podrá detenernos. La parada es bastante larga, como no podría ser de otro modo, y allí nos encontramos a los últimos "colegas" del Camino. Nos curamos como podemos, juntamos nuestras últimas fuerzas y nos disponemos a dar el estirón final. Durante este último tramo, apenas hablamos. Todos vamos concentrados en nuestra propia marcha y nuestros propios dolores, cada uno los suyos, pero sin olvidar al compañero. Atravesamos el Monte del Gozo sin detenernos ya que poco es lo que nos interesa ese paisaje y solo paramos para preguntar a un paisano si vamos bien para la entrada en Santiago. Seguimos andando rotos, exhaustos, cansados. La gente, nos mira con extrañeza y hasta con un mohín de disgusto, lo cual nos sorprende, pues muchos peregrinos han debido ver pasar a lo largo de los tiempos ... Nosotros nos miramos con una mirada llena de satisfacción y de orgullo, por nosotros mismos y sobre todo por los compañeros que nos acompañan. A unos cien metros, Maria de las Ampollas, cierra la marcha por las calles de Santiago. Nunca olvidaré la sonrisa y el brillo en los ojos de Joana y de Chano al mirarme, al mirarnos unos a otros ... Estamos tan cansados, pero a la vez tan excitados con la idea de llegar que seguimos andando como autómatas, hacia nuestro destino final. Cris hace sonar su palo por las calles empedradas de Santiago. Los sentimientos, en ese tramo final del Camino, están a flor de piel. Sentimos una extraña mezcla de alegría y también de tristeza porque el Camino se acaba, por que no volveremos a compartir las corredoiras y los bosques, los amaneceres y los cantos de los pájaros, las montañas y los ríos de esta increíble aventura. Hemos sido viajeros que han coincidido en un tiempo y en un espacio que sabemos irrepetible. A partir de mañana, nada volverá a ser igual. Posiblemente no volveremos a vernos. No volveré a ver a esa gente tan maravillosa con la que he compartido tan poco tiempo y a la vez tanto, que es inexplicable para alguien que no estuviera allí. Si digo que por encima de todo, había Amor, así con mayúsculas, se que no me equivoco ni un poquito, pero eso era exactamente lo que sentíamos todos esa última tarde al entrar en Santiago. Por fin, llegamos a la plaza del Obraidoiro y nos abrazamos todos juntos. Cristina en un mar de lágrimas. Joana y yo también lloramos y nos damos un cálido abrazo que no olvidaré (creo que ella tampoco) en la vida. Los abracé a todos, todos nos abrazamos. De a dos, de a tres, de a cinco. Los cinco magníficos que por fin habían concluido su Camino. Cristina no paraba de repetir, mientras seguía llorando - Sin ustedes, jamás lo habría conseguido ... Gracias a todos por su apoyo y por su ayuda ...- Los demás, sin poder hablar por la emoción, pero sabiendo que Cristina de las Ampollas, la mas valiente, la mas sufrida, hablaba por boca de todos. Al menos, se que todos sentíamos algo muy parecido ese día. Soltamos nuestras mochilas, inseparables y queridas compañeras de viaje y nos dejamos caer en el suelo, a disfrutar del último momento, llenos de alegría y de "saudade" por ese final feliz.
Eran cerca de las 8 y Chano quiso que entráramos en la Catedral. Lo conseguimos por los pelos, pues ya estaban cerrando, pero pudimos ver sus magníficas naves solas y silenciosas, para nosotros solos, que nos dieron la bienvenida final. Después, a la oficina del Peregrino a buscar la Compostelana y a que nos tomaran la filiación para la misa de Peregrinos del domingo a la que no podíamos faltar. También a buscar hotel. Después de varios intentos con el móvil de Chano, encontramos un par de opciones. Buscamos la primera opción entre la maraña de las callejuelas del casco antiguo, pero no reúne las condiciones adecuadas, así que mandamos a las chicas en taxis al otro hotel y yo me voy con Chano a buscar algo de ropa que había mandado allí unos días antes. Llegamos al hotel Windsor, un hotel antiguo que hay por la parte alta del casco antiguo y podemos por fin, descansar. Después de una ducha reparadora y media hora tumbados en una cama "de verdad", quedamos para ir a cenar. Al casco viejo, claro. Cenamos de raciones, pero estábamos tan contentos que hasta el cansancio parecía habérsenos pasado. Todavía tuvimos fuerzas para salir a tomar unas copas por la noche santiaguera. Cristina no aguantó las copas y se fue a descansar al hotel. Joana, Cris (algo "bajoneada), Chano y yo, seguimos la fiesta, inseparables como viejos y queridos amigos, encontrándonos con otros compañeros de viaje, aquí y allá y pasando una noche llena de risas y buen humor, como cuando inventamos "Tele-Ampollas", un servicio de ayuda al peregrino. Tres cubatas después y cuando ya eran las 3 de la mañana, nos vamos a dormir divertidos y satisfechos.
Esta mañana, pese al "trasnochón" de ayer, me he levantado temprano. A las 9:30 ya estaba desayunando con Chano en el Derby. Cris y Cristina se han quedado durmiendo un poco mas en el hotel y Joana, ha desaparecido. Supongo que se habrá ido a dar una vueltecita por ahí ... Poco a poco, nos vamos arrimando a la Catedral y nos vamos encontrando con todos los peregrinos que hemos conocido a lo largo de la semana. La Catedral está a rebosar. Una vez dentro, volvemos a rehacer el grupo. Bueno, Cristina se queda con unos parientes que ha encontrado por allí, pero Joana, Cris, Chano y yo, nos sentamos en el suelo, delante del primer banco desde donde tendremos una visión de lujo de toda la ceremonia. El obispo que oficia la misa, empieza a nombrar a todos los peregrinos. Todos los del grupo nos reconocemos (Chano, el único de Las Palmas, las chicas portuguesa-brasileña de León, yo era el único de Madrid que había salido de Vega de Valcárcel, ...). Es un momento muy emocionante. El obispo, al hablar en la homilía, lo hace sobre el Ser. A mi me gusta mucho lo que dice. Luego sacan el Botafumeiro, que llena todo el espacio de incienso, con el órgano sonando a toda pastilla ... Todo parece irreal y mágico a la vez. Cuando concluye la misa, nos damos un garbeito por la ciudad y nos tomamos unas cañas. Buscamos un sitio para comer y después, un poco de siesta. Por la tarde, hay que ir a buscar los billetes de vuelta. Pensamos ir todos a Finisterre. Cuando llegamos a la estación, veo que no tengo billete para el martes. Me tendré que ir el lunes ... Eso me causa una gran decepción y nos deja a todos bastante tristes. Me voy mañana y esto nos hace conscientes de que esto se acaba ... y que tendremos que separarnos definitivamente. Desde que hemos llegado a Santiago, Cris se ha vuelto un poco mas seria y distante, pero Joana, Chano y yo nos hemos convertido en colegas inseparables, por eso, de repente, ese "saudade" porque tenga que irme yo mañana. Pero, que le vamos a hacer. El sueño se acaba y hay que despertar. Salimos a cenar y cenamos de maravilla. Me siento obligado a invitar a mis amigos, ya que esta será la última cena y siento que algo les debo. También siento que me quieren tanto ... Almejas a la marinera, mejillones y lubina. Joana toma lo mismo que yo (dice que se fía mucho de mis gustos). Cris y Chano no tienen mucha hambre, por lo que ellos harán una cena mas suave. Hacemos un último brindis y nos agradecemos de corazón los unos a los otros, el viaje que hemos compartido. Cris se va al hotel y los tres inseparables nos vamos a tomar "la última". Al día siguiente, no es fiesta en Santiago (en Madrid, si), por lo que no hay mucha animación por las calles (es domingo por la noche ...). Chano nos lleva a un monte cercano desde donde se divisa una vista espléndida de la Catedral. Vamos al Café Literarios, donde tomamos el último café. La noche está preciosa y vemos volar tres palomas blancas sobre las iluminadas torres de la Catedral. No hay nadie por la calle y en el reloj suenan 12 campanadas. Todo tiene su fin. Como no encontramos nada abierto, nos vamos al hotel a dormir. Chano y Joana se quedan en el vestíbulo, fumando un cigarrillo y yo me subo a la habitación. Por la tele veo los goles del Barça al Albacete. Tenemos el título mas cerca. También veo una entrevista con Lluis Llach. Ir despegándose del viaje ... volver a la normalidad ...
De Ángel no he vuelto a saber nada. Es mas, ni me acuerdo ... ¿"Pa qué"? Se me olvidó que le olvidé ... Ahora pienso que ha sido una especie de vehículo que me ayudó a emprender el viaje, pero quizás también haya sido mejor que desapareciera para que yo pudiera tener este viaje tan especial. Gracias Ángel, por tu ayuda inicial. Gracias Camino, por quitarme a Ángel de en medio.
El lunes por la mañana, después del desayuno, hemos ido los cuatro a la Catedral, a cumplir con los croques, a abrazar al Santo y esas cosas. Un paseito tranquilo por Santiago, el último vino juntos. Cris tenía que recoger unos paquetes en Correos. La última broma ... No había nadie en información y no sabíamos muy bien donde dirigirnos para que Cris recogiera su paquete. Yo, por hacer una gracia, he cogido un folleto que tenía un anagrama de Correos y me he colocado detrás de mostrador. -¿Qué desea, señorita ...? - Recoger un paquete ... - Diríjase a la ventanilla 4, por favor - Pero lo mejor de todo, es que detrás de Cris, se han colocado dos inglesas tipo loro que me empiezan a preguntar no se que de unos certificados ... Yo aguantándome la risa, las atiendo como si fuera un funcionario de la entidad. Las chicas, detrás de las inglesas, muertas de risa. Yo no puedo aguantar mas y estallo en una sonora carcajada. - Excusme, please. It`s a joke for my friends. ¡The last joke ...! Y salimos todos riéndonos de la oficina de Correos. Son casi las doce. Por fin, me despido con un gran abrazo de Cris y Chano que tenían que hacer algo por el centro. Joana decide acompañarme a la estación. Mientras me tomo el último café con ella, me escribe la letra de "La chica de Ipanema". Es la 1. Mi tren sale a la 1:37 y Joana se va dándome un gran, grandísimo abrazo, con lágrimas en los ojos, de esos de corazón a corazón. Nos decimos que tenemos "morriña y saudade" y nos agradecemos mutuamente el cariño dado y recibido estos días. Vemos a un peregrino que llega en ese momento a la estación y nos decimos que a partir de ahora, los miraremos con otros ojos, porque sabemos que los peregrinos son de nuestra misma raza, una raza especial.Por fin, me quedo solo en la estación. El Camino me recibió lloviendo y lloviendo me despide. Me gusta que sea así. Hay en mi una mezcla de sentimientos. Alegría, tristeza, orgullo y como decía Joana, "saudade". En el andén hay bastante gente, pero busco la mirada del peregrino que vuelve a casa, solo, como yo. La mirada entre nosotros es indescriptible. Nos saludamos con un gesto lleno de complicidad y nos sonreímos sin decirnos nada. No hace falta. Somos solo dos peregrinos que vuelven a casa y que continuarán a partir de ahora, transitando, por siempre, por El Camino de las Estrellas.