Camino de Fisterra
01. Santiago de Compostela - Negreira
02. Negreira - Olveiroa
03. Olveiroa - Fisterra

Santiago de Compostela - Negreira

(Y no grito)
JUEVES 10 DE ENERO DE 2002

Suena el despertador a las 08:00, y me tomo mi tiempo para levantarme. Estaba llegando el gran momento y me recreo entre las sábanas pensando en la gran aventura que se me viene encima. En enero, es totalmente de noche hasta las 08:30, momento en el cual empieza a amanecer. Y a las 18:45 ya es totalmente de noche, lo cual sería un handicap en las dos estapas más largas, la segunda y la tercera. Pocas horas de luz.

Había quedado con José Luis a las 09:00 en el bar Azul, al final de la Rua Franco, en la punta opuesta a la Plaza del Obradoiro. Cuando llegué, allí estaba con su atuendo de caminante. Tras saludarnos, desayunamos (un café con leche descafeinado y dos donuts) y comenzamos a patear. El día está nublado pero no llueve, y la temperatura es muy agradable.

Atravesamos toda la Rua Franco, la Plaza del Obradoiro, y vemos a la altura del Hostal de los Reyes Católicos la primera flecha amarilla. Bajamos por la Rua das Hortas, Campo do Gaio, Poza de Bar y Rua de San Lourenzo. Allí encontramos la primera concha de vieira y una pequeña placa dorada que decía..."Fisterra, 88 Km". Desde la Plaza del Obradoiro son 90 kilómetros.

En este punto abandonamos el casco urbano, y bajamos hasta Ponte Sarela (sobre el río Sarela), para comenzar con la primera cuesta. El Camino discurre por unos senderos rodeados de una especie de bosque que dan un toque realmente mágico a nuestro caminar.

Tras un descenso que nos saca del bosque, llegamos al punto en el cual el Camino pasa muy cerca de la casa de José Luis, y tras ofrecerme la posibilidad de tomar un refrigerio en su casa, nos desviamos unos metros y me obsequia con dos enormes vasos de agua y uno de Coca-Cola. Me ofrece una botella de dos litros de Coca-Cola, pero se lo agradezco y prefiero beber agua mientras camino. Si me pilla parado, para rato iba a rechazar una Coca-Cola de dos litros. Tras despedirnos (habíamos caminado unos cinco kilómetros más o menos), vuelvo al Camino y empiezo a caminar entre fincas con perros atados que no paran de ladrar (¿Debería caminar de puntillas?).

Otra subida con otro bello bosque y tras la bajada llego a un pueblecito llamado Villestro. Entro en un pequeño bar y relleno la cantimplora de agua y mi estómago de Coca-Cola, bebida oficial del Camino de Fisterra.

Continuo caminando y no dejo de disfrutar contemplando el paisaje gallego, verde por todos los sitios (y eso que hay sequía este año en Galicia), vacas pastando tranquilamente y más perritos atados que no dejan de tocarme los cojones con sus ladridos (creo que esto último ha sido poco jacobeo, pero real como la vida misma).

Dejo el sendero y cojo un buen trozo de asfalto hasta llegar a Aguapesada. Son las 13:40 y empiezo a tener un poco de hambre. Teniendo en cuenta que se aproxima una subida según mis apuntes, es el momento de repostar. Me siento en un banco al lado de un puente medieval realmente precioso y me pongo la radio para oir algo de noticias, me zampo unas galletas de chocolate, avellanas, almendras, maiz tostado y agua (aquí sí que eché de menos la Coca-Cola, pero no era cuestión de inflarse antes de una subida).

Llegan las 14:00, hora en que comienza la tarifa para pobres en Movistar y aprovecho para llamar a Toni, que está en Fisterra con un gripazo de los buenos, en la camita, con su madre llevándole la comidita a la cama...¡¡y yo pateando!! ¿será posible?

Tras un rato de charla, recojo los trastos y vuelvo a caminar, y las predicciones se cumplen. Empieza una subida de esas que tienen mala leche, que en vez de subir en zig zag, sube en la modalidad toparribatotieso. Aquello no era una subida cualquiera, era... La Subida, y esa cuesta por tierra muy planchada y muy perfecta (con bancos cada pocos metros para recuperar el aliento) llegó a dar a la carretera de asfalto, para culminar en el Alto do Mar das Ovellas, aunque yo creo que debería llamarse Alto de la Madre que me Parió, porque...¡¡madre mía, que cuestaaaaa!!. Hecho polvo, me siento en el suelo y llamo a José Antonio de la Riera (que se apuntaría a hacer conmigo la tercera y útima etapa) para preguntarle si hay muchas cuestecitas como esa en el Camino de Fisterra. El tío se partía de risa y yo a punto de echarme a llorar.

Hubo suerte, ya que era el único subidón de esta primera etapa. Empieza un agradable descenso por asfalto pasando por Carballo, Trasmonte y casi sin darme cuenta (debe ser la cuesta abajo) llego a Pontemaceira Vella, un lugar realmente precioso con construcciones de piedra que nos llevan a tiempos pasados. Se cruza el río Tambre por un fantástico puente y se gira a la izquierda para llegar a la cerretera principal que me llevaría hasta Negreira, pasando antes por Barca y Chancela. Este corto tramo es el menos bonito por ir pegado a una carretera de abundante tráfico, pero cómodo para los pies por el buen estado del asfalto.

Al entrar en Negreira, me encuentro con la útlima pequeña putadita. Hay un cartel donde dice que el albergue está a un kilómetro...¡¡y yo que creía que ya había llegado!! Un poco antes de llegar al albergue compro leche, zumo y unos bollos rellenos de chocolate para el desayuno de mañana.

Tras llegar al albergue, veo que soy el único peregrino que va a estar allí esa noche. El albergue es realmente acogedor, muy moderno, con capacidad para 16 peregrinos en dos habitaciones de ocho (una para ninios y otra para ninias). El albergue lo lleva Andy, un joven de unos 28 años con el cual me encontré de camino al ciber. Tras dejar todos los trastos y pegarme una gran ducha, me pateo otro kilómetro hasta el ciber, y tras saludar a Andy (él iba hacia el albergue, y lo reconocí por un recorte de un periodico que había en el tablón de anuncios del albergue, donde salía él con tres peregrinos en el día de la apertuta del albergue), llego al ciber y me conecto un ratito para saludar a las 21:00 al personal que estaba por el chat, y mandar un mensaje a la lista.

Después me voy a cenar y otro kilómetro de vuelta para el albergue. Otra gran ducha y a dormir escuchando la radio, o mejor dicho, la radio a soportar mis ronquidos. Mañana me espera una etapa muy larga. Según José Antonio, es la más jodida, con 35 kilómetros y la noche encima con total seguridad. La etapa de hoy fue de 24 kilómetros, a los cuales hay que sumar dos de pateo por Negreira. Estoy algo cansado, pero muy contento, de verdad.

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Negreira - Olveiroa

VIERNES 11 DE ENERO DE 2002

Como ya sé que hasta las 08:30 no empieza a amanecer, me pongo el despertador a las 07:30. El dormitorio tiene calefacción incluso en el suelo, todo un lujo, ya que puedes pisar el suelo descalzo y lo notas calentito. Me levanto con mucha tranqulidad y tras el aseo matutino viene un potente desayuno a base de litro y medio de zumo, galletas de chocolate y frutos secos. El litro de leche había caído la noche anterior recién acostado, escuchando la radio, a modo de biberón. A las 08:20 me asomo a la ventana y compruebo dos cosas: que es de noche todavía, y que hay una espesa niebla típica de las películas de miedo.

La noche anterior sellé la credencial y ahora se acerca el momento de empezar a patear la segunda etapa. Termino de prepararme, me cuelgo todo lo colgable (mochila, cantimplora, concha de vieira, móvil en el brazo izquierdo), me pongo mi gorra peregrina y tras depositar un donativo de 5 euros, cojo mi bordón con la mano derecha y salgo a la calle. Tras la experiencia de ayer con los ladridos perrunos, hoy opto por enchufarme la radio en ambas orejas a un volumen bajito, para poder oir los sonidos del Camino (para que no me llamen hereje).

Salgo a las 08:30 y empieza a haber algo de luz, pero la niebla es muy densa, lo cual envuelve a este principio de etapa de un cierto halo misterioso. Nada más salir del albergue, el camino nos lleva a la iglesia de San Julián, que está junto a un cementerio, y que en su propia explanada tiene varias tumbas. Creo que fue por allí donde Michael Jackson rodó el video de "Thriller", y si no es así, el lugar se parecía mucho. En tan lúgubre estancia veo que no veo, es decir, no hay ninguna flecha amarilla y he dado varias vueltas alrededor de la iglesia, caminando por encima de las tumbas, y ni rastro de las flechas. Opto por la solución más fácil: invoco a San Motorola de Movistar y llamo a José Antonio. Habían unas escaleras que aparentemente llevaban a una casa, pero tras seguir indicaciones de José Antonio, subo las escaleras y allí estaba la siguiente flecha.

El Camino se adentra en una senda que lleva a un bosque, todo realmente precioso, humedad por todos los lados pero sin llover. Al poco rato se bordea Zas y se sigue por más bosque. Voy ganando altura poco a poco y la niebla empieza a desaparecer, y es ahora cuando empiezo a comprobar algo que casi no creía: el día está totalmente despejado, sin ninguna nube y con un sol radiante. Increíble para estar en Galicia y ser las fechas que son.

Es una auténtica delicia caminar por estos parajes con una fresca mañana y un cielo totalmente azul. Tras coger un pequeño tramo de asfalto, el camino vuelve nuevamente a la tierra. En algunas partes el Camino está bastante encharcado, pero el resto está bastante bien de piso, con la lógica humedad mañanera en la hierba.

Sobre las 11:00 llego a Pena, entro en un bar y como siempre, relleno la cantimplora de agua y la tripita de Coca-Cola, bebida oficial de Xacobeo 2004. Como no tengo mucha hambre (raro, ¿eh?), me tomo una chocolatina y sigo camiando. Si la etapa de ayer era bastante "de fincas", la de hoy es bastante rural, y es de agradecer. El Camino discurre muy cerca de la carretera, pero en todo momento la va evitando. Pero poco más tarde el asfalto es inevitable y tras dos o tres kilómetros llego a Vilaserío. Son las 14:00 y aprovecho para entrar en un bar, rellenar de agua la cantimplora, comerme un bocadillo de jamón serrano y destrozar 3 latas de Coca-Cola, bebida oficial de Refrescos Sin Fronteras.

Aprovecho para llamar a Toni, me dice que está mejor de la gripe. También me comenta que en Finisterre hace un tiempo muy bueno, soleado y sin nubes. Este tiempo es tan bueno que me empieza a mosquear, sobre todo porque desde Las Palmas, por internet, ya me había informado de que el último día de caminata, el tiempo iba a empeorar. Desde que salí de Las Palmas, cada vez que iba a un ciber, consultaba el tiempo, y las predicciones seguían diciendo que el día 12 iba a ser algo lluvioso. Pero es que hoy el tiempo es tan bueno, que cuesta creer que vaya a cambiar.

Tras la charla con Toni, me cuelgo mis trastos y sigo el paseo-pateo. Ahora el Camino va por asfalto, y al poco rato suena en mi móvil un mensaje corto. Lo miro y era nuestro amigo Mario Calvo, el afotaor nocturno compostelano, dándome ánimos para seguir. Sobre la marcha le llamo y charlamos un rato. Es de agradecer, ya que entre la lista, los mensajes y las llamadas a Mario, uno se siente bastante acompañado en el Camino. Sigo caminando y se deja el asfalto a un lado para empezar una suave subida por una pista de tierra bastante buena.

El tiempo sigue siendo fabuloso, y en la radio escucho que en Santiago de Compostela ha habido una especie de reunión entre políticos en la cual se decidió por 24 votos a favor y cero en contra que Santiago fuera la capital de Galicia (¿no lo era ya?). Poz no. Se acaba de aprobar la capitalidad de Santiago de Compostela. Seguro que nuestro amigo José Luis puede aclararnos mucho mejor este tema.

Pasa la tarde, pasan los kilómetros y empieza a caer el sol. Llego a Maroñas y a la salida del pueblo paro en un bar de carretera para reponer energías. Estaba claro que la noche quería hacerme compañía. Eran las 17:55 y veo que la señora del bar tiene Canal Satélite Digital. Le pido por favor que si puede poner el canal 7 (CNN+), ya que cinco minutos antes de en punto y de y media hablan del tiempo, y ya estaba mosqueado con el tiempo de mañana. Mis temores se confirman: va a llover, pero la señora me insiste en que hay sequía y que mirara al cielo, que cómo iba a llover con ese cielo tan despejado. ¡¡ Ojala tenga razón !! le contesté a la señora, pero los del Instituto Nacional de Meteorología suelen acertar bastante. Reposto agua, remato un bocata de jamón y termino mis dos latas de Coca-Cola, bebida oficial del mundial de fútbol de Japón y Corea 2002.

Empieza a oscurecer y debo apretar el paso, ya que José Antonio me había recomendado que pasara la subida al monte Aro antes de que se hiciera de noche. Por cierto, que José Antonio, esa noche, venía en coche desde Vigo hasta Olveiroa para hacer juntos la última etapa. Empieza una suave subida, y cuando llego a la base del monte para comenzar la subida más pronunciada, ya casi es de noche y no veo las flechas ni los mojones con las vieiras. Llega un momento que llego a un cruce con tres opciones. Tiene pinta de ser la de la derecha, pero no quiero arriesgarme sin luz (llevaba una pequeña linterna conmigo) y llamo a José Antonio por el móvil. Él ya estaba de camino, le pillo en el coche y me dice que coja el camino de la derecha, y me da una serie de indicaciones que me lleva a la cima del monte Aro sin ningún problema.

Ya es casi de noche, pero no es noche cerrada y se ve perfectamente en la oscuridad, además de que la temperatura es muy agradable. Sigo escuchando la radio y comienzo a descender el monte por una pista de tierra bastante buena. Al poco rato llego a Lago y allí paro para el último descanso. Por teléfono me dijo José Antonio que a partir de allí era todo asfalto. Entro en un bar-tienda-casa y como no tenían Coca-Cola, aplaco mi sed con cuatro botellines de Fanta limón.

Como tengo que seguir por carretera, cojo las pilas de repuesto y las llevo a mano, ya que por carretera debo caminar con la linterna encendida enfocando al arcén izquierdo. Camino, camino y camino. No veo ninguna flecha y sigo caminando. Tras casi dos horas de pateo, debería llegar a Ponteolveira. Llego a un pueblo grande atravesado por una carretera nacional, y en una parada de autobús veo a un chico joven. Le saludo y le pregunto...¿Esto es Ponteolveira? Y me contesta que no, que eso era A Picota.

Joer, me había desviado algunos kilómetros, pero...¿Cuándo me equivoqué? La verdad es que llevaba un buen rato sin ver ni flechas ni mojones. Eran las 21:30 y llamo a José Antonio, que ya estaba en el albergue preparando la cena, el fuego...y las Coca-Colas.

Hablo con él y le cuento que estaba en A Picota. ¿A Picota? ¿Pero qué coño haces ahí? Bueno, que ya estoy muy cansado y además me he debido pasar de largo algún desvío. Me ofrece venir a buscarme y le contesto que sí, que se lo agradecía. Al poco tiempo aparece con su coche, pero antes de ir al albergue, como yo soy muy cabezota, le pido que me lleve a Lago para ver dónde me había equivocado.

Me lleva por donde yo debería haber pasado (no por donde vine) y no me suena nada. Es todo muy extraño, pero a pesar de todo estaba orientado y sabía por dónde estaba el camino que yo había tomado. Tras un rato de camino, nos acercamos a un desvío que me resulta familiar muy cerca de Lago, lugar en el cual hice mi última parada. Volvemos sobre "nuestros pasos" y compruebo que al poco tiempo de dejar Lago había un desvío a mano derecha, y aunque el mojón estaba parcialmente tapado por un contenedor de basura, la culpa fue mía, ya que interprté mal las palabras de José Antonio.

Me dijo que a partir de Lago era todo asfalto, y a pesar de que yo oí eso, mi cabecita me dijo algo así como..."coge esta carretera y tira to palante". Además, con la linterna iba alumbrando el arcen izquierdo, y el desvío era a la derecha. Resumiendo, que mi error estuvo a los pocos metros de abandonar Lago y seguí recto cuando debería haberme desviado a la izquierda.

Pero os digo una cosa. No me arrepiento del pateo nocturno, ya que la temperatura era muy agradable, nada de viento, y el cielo totalmente estrellado. Realmente genial. Por fin llegamos al albergue de Olveiroa, todo un lujo. Es como una minialdea de casitas de piedra, donde una es el dormitorio, otra es el comedor-cocina, otra es la biblioteca, otra es una especie de oficina del peregrino. Al poco tiempo llega Puri, la hospitalera de Olveiroa. Nos pregunta si necesitamos algo, pero José antonio ya había traído toda la artillería gastronómica, y como no, Coca-Colas.

Mientras me ducho, José Antonio prepara el fuego y la cena. Vengo de la ducha totalmente relajado y mi cuerpo empieza a dar síntomas de sueño. Tal era el sueño que no me acabé el bocata de jamón serrano. Hoy fue el día de los bocatas de jamón serrano. Sellamos las credenciales y me fui al dormitorio.

Estoy muy cansado, pero no hay problema. Eso se arregla con un buen sueño. Aparte del lógico cansancio, no hay ningún otro problema físico, lo que para mí es una buena señal debido a mi pobre condición física. Tan sólo señalar que tenía los gemelos como piedras, parecían trillizos. Unos buenos estiramientos y a dormir. Mañana llegamos a Fisterra. Lo que hace unos meses parecía un sueño, mañana, si todo va bien, será una realidad: voy a completar el Camino de Fisterra.

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Olveiroa - Fisterra

SÁBADO 12 DE ENERO DE 2002

La noche anterior, José Antonio y yo acordamos levantarnos a las 07:45, ya que hasta las 08:30 no hay luz. Nada más levantarme, compruebo que mi compañero de aventura también se había despertado y me asomo a la ventana. Está muy nublado, hace mucho viento y llueve un poco. Por desgracia, se habían cumplido las predicciones meteorológicas.

Es como si este corto Camino de Finisterre me hubiera obsequiado con tres climatologías totalmente diferentes. El primer día, el tiempo normal de esta época del año. El segundo día, un tiempo tan soleado y extraordinario que estaba claro que aquello no era normal, demasiado azul en el cielo y una temperatura casi primaveral. Pero este tercer dia... creo que nos tocaba vivir todas las experiencias espirituales juntas. ¿Acaso se habían cabreado los dioses con nosotros? ¿Quizá alguna fuerza del mas allá nos retaba a abandonar?

Nos aseamos y cruzamos al edificio de enfrente, donde estaba el comedor, para desayunar. Rematé el bocadillo de jamón que el sueño me impidió terminar la noche anterior, acompañado, cómo no, de una Coca-Cola, bebida oficial de las Experiencias Espirituales Jacobeas. Unos frutos secos para poner a tono el cuerpo, y a las 08:55 comenzamos a caminar.

En la puerta del albergue nos hacemos unas fotos con la capa de agua puesta. Una José Antonio y otra yo. Sopla el viento con fuerza y llueve segun silba el viento racheado, de un lado para otro. Me dice mi compañero que la etapa comienza en cuesta arriba, así que, resignación y a subir, aunque la subida es suave, a media ladera, poco a poco. Sigue soplando el viento y el agua empieza a mojarnos por todos los lados. Me cuenta José Antonio una leyenda sobre un monstruo llamado Wagner, que se dedicaba a comerse a los peregrinos. Al poco de subir, veo una huella en el suelo parecida a la de algunos dinosaurios, y le pregunté si aquello era obra de Wagner. Se ríe. Nos estamos poniendo como sopas pero en ningún momento perdemos el sentido del humor, aunque hace un buen rato que ya habíamos perdido la sensación de estar secos.

Tras un leve descenso, encontramos unas piedras para cruzar el río Logoso y comenzar un ascenso realmente infernal, no por lo pronunciado de la cuesta, sino porque el viento y el agua se cebaron con nosotros. Pasamos la aldea de Logoso, compuesta por un pequeño grupo de casitas. Totalmente empapados, subimos poco a poco y veo cómo nuestras capas de agua empiezan a rasgarse con el viento. También era asombroso ver las cortinas de agua que se formaban con las rachas de viento. Las capas ya casi no nos tapaban, pero tampoco nos importaba, porque ya estabamos totalmente mojados. Más bien parecíamos dos consomés con patas y bordón.

"Este viento es de 70 u 80 kilómetros hora", decía José Antonio, y yo pensaba que estaba exagerando. La verdad es que el agua nos daba por todos los lados, y cuando más tarde llegamos a Cee, en un bar escuchamos que en Galicia hacían vientos de hasta 100 kilómetros hora. ¿Tendría razón José Antonio?

Seguimos el suave ascenso mientras la Galicia más salvaje nos enseñaba sus paisajes, desde una perspectiva menos turística que el día anterior. El viento es tan fuerte que hubo un momento que parecía que me quería tirar de costado, a mí y a mis 160 kilos. Al poco rato terminamos la subida y llegamos a Hospital totalmente mojados. Entramos en un bar de carretera y lo primero que le pregunto al camarero es que si tenían una fregona, porque estábamos empapados y "llovíamos", dejándole el suelo totalmente encharcado. Nos tomamos un café bien calentito y repostamos agua. ¿Os imaginais el frío que debía tener yo para no pedirme una Coca-Cola? Increíble pero cierto. El café nos calienta por dentro y al rato nos preparamos para volver al Camino. Cogemos la carretera y a los pocos metros aparece la bifurcación del Camino en dos: Camino de Fisterra y Camino de Muxia.

Cogemos el Camino de Fisterra, a mano izquierda, y a nuestro lado aparece la fábrica de Carburos Metálicos (Ferroatlántica), donde José Antonio dice que está la "entrada del infierno". Enseguida dejamos el asfalto y giramos a la derecha por una pista de tierra. El viento y la lluvia no dejan de acompañarnos. Cuando el viento sopla de frente, las gotas de agua chocan en nuestras caras como si fuera granizo, como si nos lanzaran agujas con cerbatanas. Esto nos sucede en un tramo de unos dos kilómetros aproximadamente, con viento y agua de frente.

Tras un breve descenso, cruzamos una carretera donde hay una cruz de piedra y volvemos a subir, llegando a una zona donde algún gracioso a clavado estacas de cemento en medio del camino, a modo de obstáculo. José Antonio (gran conocedor de este Camino) se coge un cabreo monumental, ya que eso no estaba ahí el verano pasado. Terminamos de subir y tras otra suave bajada llegamos a un pequeño convento que está en una vaguada, creo recordar que se llamaba santuario de Nuestra Señora de las Nieves, donde hay una fuente milagrosa que , según dice José Antonio, allí se bañaban las mujeres que deseaban quedar embarazadas. La fuente ayudaba pero no hacía milagros, ya que se supone que el marido debía aportar su granito de arena.

Allí paramos y descansamos un rato, además de comer un poco para reponer energías. El viento y la lluvia siguen siendo los protagonistas, y acabado el descanso, seguimos caminando. Comenzamos a subir por otra pista de tierra y nos cruzamos con un coche todo terreno. Su conductor nos mira como si estuviéramos locos. ¿Realmente estamos locos? ¿Y si lo estamos... es grave?

Inciamos la última subida antes de ver el mar. A la izquierda del camino vemos un paraguas vuelto del revés tirado en el suelo. Estoy impaciente por ver el mar, y cuando llegamos a la zona del mirador donde se supone que se iba a ver el mar, hace acto de presencia otro fenómeno atmosférico propio de un día como éste: la niebla. Paciencia y a seguir caminando. Empezamos a acercarnos a Cee y aquí iniciamos un descenso peligroso por lo empinado del terreno y lo embarrado e irregular del piso. Ya casi en Cee puedo ver las olas romper en la costa, a la altura de otra fábrica de Carburos Metálicos.

Llegando a Cee sube la temperatura, deja de llover, desaparece el viento en parte, pero sigue nublado. Entramos en un bar y cargamos las pilas a base de bocatas de jamón serrano, Aquarius y Coca-Cola, bebida oficial de la Costa da Morte. Vemos las noticias en la televisión y nos enteramos de que en Bilbao se ha producido un atentado, y en esas noticias escuchamos que en Galicia han soplado vientos de hasta 100 kilómetros hora. Pues era verdad, y parece que José Antonio no estaba exagerando.

Estamos un buen rato en el bar, al cual llegamos a las 15:00. Cojo el móvil y veo que tengo un mensaje de Mario Calvo. Le llamo y charlamos un rato, se lo paso a José Antonio y charlan otro rato. La tempeatura es muy agradable y poco a poco nos vamos secando.

Ya estamos preparados para continuar, abandonamos Cee y entramos en Corcubión. Allí el viento sopla de nuevo y veo lo que le queda de capa de agua a José Antonio, que con el viento va soltando trocitos por el aire, totalmente desgarrada. Iniciamos en Corcubión una nueva subida y aparecemos en la carretera. Tras cruzar la carretera, veo a lo lejos por primera vez Finisterre. Siento una gran alegría y llamo a Toni para contárselo.

Cruzamos la carretera y tras otro pequeño sendero volvemos a la carretera que lleva a Fisterra. Pasamos por O Vilar, Amarela y Estorde. Al llegar a Sardiñeiro el Camino de desvía a la derecha para coger la última subida del día, y después de atravesar un pequeño bosque, el Camino nos devuelve a la carretera. La cruzamos y a mano izquierda sale un desvío de asfalto que nos lleva hasta el principio de la playa de Langosteira. Ya es de noche y a los lejos se ven las luces de Fisterra. Sopla un poco de aire pero no hace frío, y ya casi estamos secos. El paseo de la playa de Langosteira de largo, muy largo, interminable.

Ya había acordado con Toni llamarla cuando llegaramos a Tira do Cordel. Tras los últimos kilómetros, Fisterra se va acercando y la alegría va en aumento. Por fin llegamos a Tira do Cordel, en las mismas puertas de Finisterre. Llamo Toni para que vaya al albergue y de paso nos lleve un par de Coca-Colas y un Aquarius. Subimos la última rampa y entramos en Finisterre, algo cansados y con un principio de ampolla en el talón izquierdo, pero ya no importa. Ya estamos llegando. El Camino va tocando a su fin.

Llegamos al albergue a las 19:45, y allí estaba Begoña, la simpática hospitalera de Fisterra y nueva componente de la lista, Toni con nuestros refrescos y Jesús, que sería el encargado de llevar a José Antonio hasta Olveiroa para recoger el coche y volver a Vigo. Un auténtico fiera, que en lugar de quedarse el sábado en casa tranquilamente, se brindó a acompañarme en la última etapa y mojarse "un poquito". Gracias, José Antonio.

Una buena ducha en el albergue y un rato muy agradable con Begoña, eso fue lo siguiente que hice tras despedirme de José Antonio en un emotivo abrazo. Habíamos pasado juntos un día de esos que hace que la gente se una. Llegan las 22:00 y a esa hora es cuando cierra el albergue, así que Toni y yo nos despedimos de Begoña y nos vamos a casa de sus padres. A las 23:30 me llama José Antonio desde Vigo, ya había llegado sano y entero.

Al día siguiente, sin mochila y más tranquilamente, Toni y yo subimos con dos paraguas hasta el faro de Fisterra, para llegar al fin del Camino. El día está nublado pero la temperatura sigue siendo muy agradable, como para quitarme el chaquetón y subir de manga corta. Llegamos al faro, donde el viento empieza a soplar al mismo tiempo que la lluvia hace acto de presencia. Cumplo con la tradición de quemar algo y nos vamos al Hotel Semáforo, que está junto al faro. Allí está la web cam que nos permite ver varias panorámicas de Finisterre, con su faro, O Centolo, etc.

Al entrar en el bar del hotel, nos sentamos en una pequeña mesa de madera. Poco a poco se va llenando el pequeño bar (son las 16:30) y llega un momento que están todas las mesas ocupadas. Entra un matrimonio francés de unos cincuenta y tantos años cada uno, y ya los conocíamos de vista, porque habían subido con una autocaravana. Les hacemos gestos para que se sienten con nosotros, nos lo agradecen, se sientan y empezamos a hablar en francés. A todo esto, mi intención era llamar a Mario Calvo para que me sacara unas cuanta "afotos" desde la web cam, pero se puso a llover y no hubo manera de poder hacerlo. Le llamé por teléfono y se lo comenté, otra vez será. Debido al mal tiempo, me quedé otra vez sin poder ver una puesta de sol. Será en septiembre, porque no me vuelvo a venir a Canarias sin ver una puesta de sol, joer, que ya van dos intentos. Aunque los dos han sido en invierno, estoy seguro de que en septiembre lo podré ver.

Nos ponemos a chapurrear en francés y la conversación es bastante amena. El matrimonio francés viene desde la Bretaña Francesa, y dicen que allí hay otro cabo Finisterre que es más occidental que el gallego. Empezamos con la coña de cuál es más occidental, y entre risas vamos pasando el rato. Llega la hora de volver a Finisterre y nos ofrecen bajarnos en su autocaravana. Aceptamos agradecidos y nos bajan, ya que llovía bastante. Una auténtica maravilla eso de la autocaravana. Era una Fiat Ducato Pilot 40, una auténtica casa con ruedas. Intercambiamos tarjetas y e-mail y nos despedimos de ellos.

Bien amigos. Hasta aquí el Camino de Fisterra. Si todo va bien, del 2 al 7 de septiembre de 2002 Toni y yo haremos el Camino Portugués, y el año que viene haremos el Francés.

Desde Las Palmas de Gran Canaria, un saludo.

Carlos