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Camino de Santiago
0.0. Introducción
1.0. A Roncesvalles
1.1. Roncesvalles - Zubiri
1.2. Zubiri - Pamplona (Iruña)
1.3. Pamplona - Puente la Reina (Gares)
1.4. Puente la Reina - Estella (Lizarra)
1.5. Estella - Los Arcos
1.6. Los Arcos - Logroño
2.0. (Segunda parte)
3.0. Tercera parte
3.1. Subida a O Cebreiro - Hospital de la Condesa
3.2. Hospital de la Condesa - Alto de San Xil
3.3. Alto de San Xil - Sarria
3.4. Sarria - Portomarín
3.5. Portomarín - Palas de Rei
3.6. Palas de Rei - Melide
3.7. Melide - Arca (O Pino)

El hallazgo

Tras las fuertes lluvias que descargaron sobre Galicia a finales de Septiembre, decidí acercarme al mítico Finisterre en que los hombres de la antigüedad fijaban los confines del mundo.

Poco antes de la puesta de sol, semioculto por la maleza, encontré un paquetito envuelto en plástico. Lo abrí y, allí, bajo el título de "Chelo y Miguel. Dos peruanos en el Camino de Santiago", estaba un diario que captó mi atención de inmediato. Entre sus páginas había varias fotos, alguna de ellas con anotaciones al dorso. Era obvio que alguien lo había perdido al intentar bajar por el acantilado que se abre justo debajo del faro.

Las primeras hojas son una declaración de intenciones en la que manifiestan su voluntad de llevar a cabo la peregrinación por motivos espirituales e iniciandola en Saint Jean Pied de Port. Por suerte figuran sus datos y esto me permitió escribirles para darles cuenta de mi hallazgo y pedirles autorización para publicarlo.

La parte central del diario, escrito en una libreta con tapas de hule negro y hojas rayadas, se encuentra muy deteriorada por el agua y es prácticamente ilegible. No obstante, con paciencia, espero ir reconstruyendo la historia.

Ramón P. V.
El Autor de la Página

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Con ella se abre el cuaderno y es un manifiesto en toda regla. Firmas incluidas.
Por expreso deseo de los propietarios del diario, sólo puedo decir que nuestros protagonistas son matrimonio, residente en Lima (Perú), más cercanos a los 50 que a los 40 años. Ella peruana de nacimiento (Piurana, me concretó), él español, pero desde hace años vive y trabaja en aquel país, y decidieron iniciar el Camino de Santiago por motivos espirituales y religiosos tras visitar las páginas oficiales del Xacobeo publicadas por la Xunta de Galicia.

Los nombres que figuran se refieren al apelativo familiar que ellos mismos utilizan. Los nombres completos corresponden a las iniciales I.E. y G.M.
pero no los utilizaré en esta publicación a petición de los protagonistas.

A través de la declaración de intenciones he podido saber que cuentan con amistades en España, concretamente en la provincia de A Coruña, que les ayudaron en la preparación de los aspectos logísticos.

He tratado de completar la historia siguiendo esta vía de investigación pero no he obtenido más información que "son os que veñen á casa de Maruxa" y que "e boa xente".
Tiffany y Sandra, a las que citan en alguna ocasión, son dos niñas de apenas 10 años que, con Inés, Carlitos y Tamara forman un grupo que aprecia mucho a Chelo. Ellos sí me hablaron de esta pareja de peruanos, pero no me ha parecido ético hacer uso de sus informaciones.

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A Roncesvalles

"Las comunicaciones españolas por carretera no son buenas. Al menos no están a la altura de un país tan avanzado en relación al nuestro. Ayer, tras tomar un ómnibus llegamos a La Coruña donde, a las 18:00 p.m., embarcamos en otro que, tras 12 largas e incomodas horas de viaje, nos dejó en San Sebastian/Donosti.
Luego de una hora de espera, un nuevo ómnibus nos desplazaría hasta Pamplona/Iruña, ciudad en la que debíamos enlazar con otro carro que nos llevaría a Roncesvalles para, desde aquí, tomar taxi hasta la ciudad francesa de Saint Jean Pied de Port.

Nuestra sorpresa fue que, al llegar a Pamplona, encontramos que no había ninguna posibilidad de seguir viaje hasta las 18:00 p.m. pues la única empresa que hace el trayecto, "La Montañesa" , no tiene su salida hasta esa hora. En total, esto suponía que, para un corto viaje de La Coruña a Roncesvalles, habíamos perdido más de 24 horas, circunstancia que nos obligó a renunciar a ir a Saint Jean Pied de Port y a iniciar nuestro Camino en Roncesvalles.

De haberlo sabido hubiéramos dedicado un tiempo a pasear por San Sebastián, ciudad de la que tenemos muy buenas referencias. En Pamplona hemos visitado la Plaza del Castillo, el Ayuntamiento, la Catedral, la calle Estafeta y las restantes por las que corren toros en las fiestas de San Fermín. En la Catedral vimos el monumento funerario donde reposan los restos de los antiguos Reyes de Navarra. También hemos visitado el monumento a los Fueros, dedicado a las libertades de los navarros y en el que se recuerda que su unión al Reino de Castilla se hizo en plano de igualdad.

En la Estación de Autobuses de Pamplona hemos tenido ocasión de establecer los primeros contactos con otros peregrinos. Es asombroso, pero las mochilas, los "bordones" que nos preparó Antonio (palos fuertes para apoyarse al caminar) y las conchas de "Vieira" que nos dieron Tiffany y Sandra y que son el símbolo del peregrino, obran milagros. Estos elementos hacen que reconozcamos nuestra condición de peregrinos e, inmediatamente, se establecen corrientes de simpatía y camaradería entre nosotros.

¿De dónde sois?. Vascos, de Bilbao. Yo de Valencia. Nosotras venimos de Vitoria. Catalanes, de Barcelona. Yo de Málaga y lo haré en bicicleta. Madrileño. Salmantino. Ellas sonríen, son irlandesas y utilizan el idioma universal de la sonrisa. Y, vosotros... Nosotros de Lima, Perú. ¡ De Peruuuú ! exclaman todos.
Así, alargando la u. Y luego ¡De Brasiiiil !. Acaba de llegar un matrimonio brasilero. Se oye hablar el Francés, el Inglés, el Italiano, el Alemán, pero todos se esfuerzan por hacerse entender en Español y cuando no lo consiguen no importa. Sus rostros, sus manos, sus cuerpos dicen: Yo también soy peregrino en el Camino de Santiago y te ofrezco mi amistad y mi ayuda.

De camino a Roncesvalles, desde el ómnibus, hemos podido entrever, por un lado, la belleza del paisaje pirenaico, por otro, lo que nos espera mañana en estas montañas. Alguien recuerda que aquí las tropas de Carlomagno, al mando de Rolando que murió en la batalla, sufrieron una gran derrota contra los moriscos españoles y recita aquello de "mala la hubisteis franceses, en esa de de Roncesvalles".

Ya en destino, luego de ser recibidos en la Basílica, nos dieron alojamiento en un Albergue Juvenil por 14 soles cada uno (700,- pesetas) pues el refugio gratuito ya estaba lleno. También nos facilitaron un vale para comer en una posada (en España le dicen cenar y al almuerzo le dicen comida) por 20 soles (1.000 ptas.). Comimos en compañía de una alemana y su enamorado brasilero y a las 22:00 p.m. nos retiramos a descansar.

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Roncesvalles - Zubiri

Nos levantamos a las 06:00 a.m. luego de un descanso reparador. Las vitorianas, especialmente la gordita, se quejan de que alguien ha roncado pero nosotros hemos dormido tan profundamente que no hemos oído nada.

Salimos de Roncesvalles con linternas para asegurarnos de tomar la ruta marcada por las flechas amarillas. Avanzamos por una senda cómoda que discurre a través de un denso bosque de hayas, abedules, robles, avellanos y acebos. En el amanecer, nos parece estar viviendo dentro del paisaje de uno de esos cuentos infantiles en los que todo es posible; hasta que aparezcan misteriosos personajes voladores entre los árboles, suspendidos en esa atmósfera azulada que nos rodea.

De este modo hemos llegado al pueblo de Burguete/Auritz en el que pensábamos tomar desayuno; pero todo está cerrado.
El pueblo duerme aún, ajeno al Camino y a sus peregrinos.

Siempre rodeados por un bosque impresionante por su densidad y belleza nos encontramos en Espinal/Aurizberri.
Aquí, pasada la iglesia, encontramos el único bar/cafetería abierto y nos detenemos para desayunar. Coincidimos con otros caminantes, entre ellos los catalanes, y nos saludamos. Nos han cobrado 800 pesetas por dos tacitas de café con leche, unas tristes tostadas hechas con el pan que sobró ayer, un poco de mermelada y aún menos mantequilla. No decimos nada, pero más tarde, hablando con los jóvenes de Barcelona, comprobamos que a todos nos ha parecido caro.

Rumbo a Biscarreta/Guerendiaín, por tramos, la vegetación es menos densa y aparecen praderas donde pastan vacas de un color blanco/amarillento con sus ternerillos gordos y juguetones. También caballos y potrillos recién nacidos.
La yegua lleva una campanilla al cuello y parece ejercer de jefa de la manada. Una fina capa de niebla se desliza a ras del suelo, cubriendo algunas zonas que toman un aspecto fantasmal.

De pronto el Camino se empina en una dura subida. Son los Altos de Mezkiritz. El ascenso se hace llevadero porque la senda discurre por una especie de túnel vegetal. Los flancos son de boj, que refresca el ambiente con su aroma; sobre el boj se alzan los avellanos y acebos y, sobre éstos, cerrando el techo como un dosel, las hayas.

En Lintzoaín nos refrescamos en la fuente que encontramos a la entrada del pueblo y, tras preguntarle a una lugareña sobre la potabilidad del agua, bebemos y llenamos nuestras cantimploras. Coincidimos con el matrimonio brasilero, son un poco más jóvenes que nosotros, charlamos, nos hacemos unas fotos y nos preparamos para la prueba más dura del día.

El ascenso al Alto de Erro es duro para quienes, como nosotros, no cuentan con una preparación física especial. De nada sirve la vegetación que sigue siendo hermosa y en ocasiones densa. Sólo algunos respiros te permiten recuperar fuerzas. Chelo sube bastante bien, yo me ahogo y me detengo de vez en cuando para poder tomar aire. Chelo camina, camina, camina y, de tanto en tanto, se vuelve para darme ánimos. Envidio al matrimonio brasilero que, con paso elegante y ritmo mantenido como de danza, poco a poco nos alcanzan y acaban superandonos en el ascenso.

Si dura ha sido la subida, más dura es la bajada. El sol comienza a calentar sobre nuestras cabezas y el camino discurre en gran parte sobre el borde de unos plegamientos rocosos que dificultan la marcha. Hay muchas piedras sueltas y puede decirse que es un auténtico "Camino de Cabras". Los dos acusamos ya el cansancio y ahora es Chelo quien peor lo pasa.

Por fin descendemos hasta el Río Arga que cruzamos por un puente medieval para entrar en Zubiri, nuestra meta para hoy. Nos dirigimos al Albergue de peregrinos, tomamos cama y nos relajamos con una buena ducha.

En todas las guías que hemos leído sobre el Camino de Santiago se dice que los albergues son gratuitos y se sostienen con las aportaciones voluntarias de los peregrinos. Aquí empieza nuestra sorpresa. En el de Zubiri no hay registro de peregrinos ni otro tipo de control pero, eso sí, si quieres quedarte y usar sus servicios de literas y baño, tienes que pagar obligatoriamente 500 pesetas por persona (10 soles, aproximadamente); en caso contrario ni siquiera te sellan la credencial. En ningún momento ha estado en nuestras intenciones utilizar la red de albergues sin dejar nuestra aportación; pero esta exigencia nos molesta. Lo comentamos con otros peregrinos y nos informan que, salvo en Galicia, donde sí son gratuitos de verdad y es una tierra en la que se vive la peregrinación con más autenticidad, en el resto del Camino te cobran como obligación.

Pasamos la tarde jugando cartas al "tute" con unos jóvenes catalanes, de Barcelona, que nos enseñan los rudimentos de este juego. Resultan unos compañeros excelentes, abiertos y simpáticos, con los que resulta fácil establecer una cordial relación de camaradería. Cuando estamos en pleno juego estalla una tormenta y comienza a caer agua como para inundar todo el pueblo de Zubiri.
Nos refugiamos y, sentados en una larga mesa, todos los peregrinos comemos nuestros "bocatas" (especie de sanguchito hecho con un pan más seco y duro que el nuestro y relleno de embutido o tortilla), charlamos y nos vamos conociendo hasta que algún rayo o el agua hacen que nos quedemos sin electricidad y, por lo tanto, sin luz obligándonos a retirarnos a dormir.

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Zubiri - Pamplona

La tormenta se prolongó y la radio decía que ni los más viejos de la zona recordaban una lluvia semejante en esta época del año. Hemos dormido bien, incluso a pesar de los ronquidos. A las 06:30 a.m. estábamos listos pero Miguel ha querido esperar un poco para observar el estado del cielo y porque intuía que, después de la tormenta, el Camino estaría en malas condiciones y era preferible afrontarlo con la luz del día.

Salvo Larrasoaina/Larrasoaña y Villava/Atarrabía no hay en esta etapa pueblos importantes hasta llegar a Arre que, en realidad, está ya practicamente dentro de Pamplona/Iruña, capital de Navarra.

La primera población que encontramos es Larrasoaina/Larrasoaña, donde nos detenemos para desayunar, llenar nuestra cantimplora, etc.. En el bar/cafetería coincidimos con el matrimonio brasilero, con una chica de Valencia que camina sola y con otra rubita, muy simpática, que igualmente camina en solitario. Al igual que en toda esta zona nos llaman la atención sus casas, de piedra, con tejados las más de las veces a cuatro aguas, con imponentes entradas y escudos en sus fachadas que nos hablan de un pasado importante de estas familias rurales del Pirineo.

Cruzamos sucesivos caseríos (no me atrevo a llamarlos pueblos), como Akerreta, Zuriaín, Arteta, etc.. Son pequeños, pero casi todos tienen su iglesia o capilla.
El Camino discurre en paralelo a la carretera que va a Pamplona y al río Arga, pero cualquier profano se da cuenta de que el Camino antiguo y auténtico ha desaparecido y te llevan por sendas, unas veces hechas por los lugareños de los caseríos, otras claramente "fabricadas" para los peregrinos.

Aunque hay menos hayas, el bosque sigue siendo bello y ahora incorpora pinos, alisos y arces. Las vistas sobre el río y su valle merecen la pena por sí mismas y sólo lamentamos esa sensación de que aquí, en Navarra al menos, hay tres tipos de Camino bien diferenciados: Los de "Cabras", buenos para estos animales, pero fatales para el hombre; los "Caminos de Hombres", hechos por hombres caminantes por y para otros hombres peregrinos como ellos, que, pese a su mayor o menor dureza, son agradables y fáciles de transitar. Por último, los "Caminos de Despacho", trazados desde no se sabe bien que oscura oficina para justificar un presupuesto; son con mucho los peores, pues las cabras caminan y los hombres, en ocasiones, caminan; pero los burócratas tan solo engordan sus gordos potos en sus cómodas poltronas. De estos últimos, hoy hemos encontrado demasiados, con demasiadas subidas innecesarias y desvíos incomprensibles.

Al cruzar el puente medieval, en Villava, tierra del famoso ciclista Miguel Indurain, en la iglesia de la Santísima Trinidad se celebraba una boda y, justo cuando llegamos, un danzarín ejecutó un baile que llaman "Aurresku" al son de un tamboril y una flauta llamada "chistu".
Miguel intuyó enseguida que era un acto especial y se despojó de su sombrero piurano con una actitud de respeto. Y así, descubiertas nuestras cabezas y lo más respetuosamente que nos permitía el peso de nuestras mochilas y el cansancio de nuestras piernas, presenciamos las evoluciones del "danzary" vestido de blanco y escuchamos la música solemne y cadenciosa.

Desde aquí, pasando por Arre, ya se deja sentir la influencia de la cercana Pamplona, a la que llegamos a través de la peor parte de la etapa debido a que caminar en zonas urbanas es más pesado, al menos para nosotros.

Al llegar a Pamplona hemos querido despachar parte del peso que llevamos (ropa sucia, pantalones que no pensamos usar, etc.) pero es sábado y todo está paralizado. La oficina de Correos está cerrada, las empresas de transporte de paquetería también, en RENFE nos informan que ya no tienen ese servicio y así sucesivamente. Se nota que las cosas no deben ir mal pues al parecer nadie trabaja.

La entrada al Albergue nos deparó una sorpresa. La "hospitalera"estaba esperandonos y nos recibió con un "¡Ah!, ustedes son los peruanos. Pasen porque ya les tiene reservado sitio una amiga de Valencia que ha llegado antes".
Se trata de la jovencita que camina sola. Hoy, en un alto para descansar, hemos estado charlando con ella y Miguel bajó hasta el río para cortarle un bordón de madera de avellano pues, embarrados como estaban los caminos, lo pasaba mal sin tener algo en que apoyarse. Le hemos agradecido el detalle y luego de ducharnos, nos hemos premiado con unas cubatas de ron con Coca Cola.

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Pamplona - Puente la Reina

Salimos de Pamplona muy temprano, alrededor de las 06:30 a.m., y sin desayunar puesto que la ciudad descansa y ayer por la tarde, al ser sábado, tampoco pudimos comprar víveres. Bordeamos el Campus de la Universidad, que nos trae recuerdos del Perú ya que está muy ligada a la Universidad Privada de Piura, y, mientras recordamos nuestra anterior visita a esta Universidad con motivo del doctorado de nuestra querida Rosita, llegamos a Cizur Menor donde, a pesar de los numerosos anuncios de mesones y sidrerías, todo está cerrado. Así, pues, tomamos unas galletas con agua mientras contemplamos a lo lejos la Sierra del Perdón que hoy hemos de cruzar.

Los árboles van desapareciendo, sustituidos por pequeños arbustos entre los que destacan los endrinos, que producen una fruta pequeña, parecida a la ciruela, con la que en esta zona elaboran una licor llamado pacharán que aprecian mucho. También atravesamos grandes campos sembrados de girasoles en flor realmente hermosos.

Sobre las 10:00 a.m. llegamos a Zariquiegui.
La iglesia está abierta y aprovechamos para admirar una hermosa talla de la Virgen en posición sedente que data de los siglos XII al XIII. El párroco nos sella la credencial y confirma nuestra opinión sobre la imagen. Aquí se produce una gran concentración de peregrinos. Casi todos los que salimos juntos de Roncesvalles nos hemos reunido para tomar agua, cuidar nuestros píes y afrontar la subida del Alto del Perdón.
El protagonismo lo tienen una madre y su hija que caminan juntas y que conocen el pueblo por tener aquí familia.

Aprovecho para curar una ampolla que tiene Chelo en su píe atravesandola con aguja e hilo esterilizados, dejo éste colgando para que drene y aplico betadine para que la herida seque. Estoy en ello cuando se acerca la gordita de Vitoria y nos ofrece una "tirita" que se comporta como una segunda piel y, siguiendo sus instrucciones, la aplico sobre otra ampolla.
Chelo comprobaría después que, aunque las ampollas no desaparecen, esta "segunda piel" evita el dolor y las molestias, así como que se formen llagas.

La subida al Alto del Perdón es de auténticos penitentes. Tras contemplar a los cazadores de codornices que recorren los campos de trigo recién segados, afrontamos las primeras rampas. Miguel sufre los efectos de años de tabaco y comienza a rezagarse. Yo le espero y hacemos varios descansos para que recupere el ritmo de su respiración y así, sufriendo por los pecados que hayamos podido cometer y los que podamos cometer en el futuro, llegamos a la cumbre con el deseo de que ésta haga honor a su nombre y todas nuestras faltas hayan sido perdonadas.

Aquí, junto al Parque Eólico de Electricidad con sus enormes molinos, contemplamos un curioso monumento dedicado a los peregrinos que quedan silueteados sobre el fondo del cielo. A nuestra espalda, entre la calima azulada, se entrevén las cumbres de los Pirineos y el Camino ya recorrido (un lugareño nos dice que Roncesvalles no alcanza a verse, que queda aún más lejos). Por delante, el Camino por andar.

Si la subida ha sido dura, la bajada no tiene nombre, es atroz. Discurre por una ladera, toda ella de canto rodado, donde ha de medirse cada paso y el bordón se convierte en el mejor aliado. Cualquier descuido y el resbalón, torcedura o caída es irremediable. No creo realmente que los peregrinos de la antigüedad bajasen por aquí; ellos eran peregrinos, pero no tontos.

Bajo un sol de rigor alcanzamos Uterga, que se encuentra en fiestas y todos, chicos y grandes, visten con pantalón y camisa blancos, pañuelo rojo al cuello y, muchos, con una especie de faja también roja.

Cometimos el error de entrar en el primer bar que se encuentra situado a la derecha de la calle por la que discurre el Camino y donde la atención no es buena, para decirlo eufemísticamente.

Pero, casi al final del pueblo, sin desviarse de la ruta, don FERNANDO SANMARTÍN BAZTAN, ofrece a los peregrinos casa, comida, bebida y botiquín con una amabilidad sin igual y un cariño reconfortante. Sus bocadillos de Tortilla de Chistorra (embutido de la zona) son abundantes y deliciosos y su vino tinto fresquito ideal para el momento. Nos oye comentar que deseamos parar en una sombra para descansar durante las horas de fuerte calor y, desinteresadamente, nos ofrece una cama en su propia casa. Nunca olvidaremos el cariño de este ilustre personaje del Camino de Santiago:El Caballero de Uterga, don Fernando Sanmartín Baztan.

Rumbo a Muruzabal al borde del camino aparecen los almendros y las viñas. También el muérdago, planta sagrada de los druidas que recolectaban en determinadas noches de luna con una pequeña hoz de oro.

Ya en el pueblo, sentados a la sombra y mientras Miguel se ocupa de ir a buscar agua, se acerca un señor mayor y comienza a conversar. Miguel regresa y comenta algo sobre los viñedos lo que le da píe para decirnos que son de su propiedad e informarnos sobre todos los aspectos relativos al cultivo de la vid y la elaboración del vino. Nos sorprende que ya esté mecanizada hasta la vendimia, pero él nos aclara que las máquinas no desperdician ni una uva, ni una sola gota de mosto y que, si antes, manualmente, el kilo de uva recolectada salía a 34 pesetas, ahora sale a 8 pesetas.
Así, hablando, nos invita a conocer su bodega y entramos. Vemos toda la maquinaria y nos invita a probar los vinos. Tiene un vino ecológico riquísimo, pero su "crianza" se lleva la palma, es excelente. Nos habla de su hijo Miguel Ángel, del que está orgulloso, y que es ahora quién se ocupa de todo. Le pedimos su nombre para nuestro diario, pero él tan sólo se centra en su hijo del que nos da una tarjeta, así como una etiqueta de sus botellas. Si antes reconocíamos los méritos del Caballero de Uterga, ahora hemos de reconocer los de este Caballero de Muruzabal, hospitalario y conversador.¡ MIGUEL ÁNGEL MARTÍNEZ JANÁRIZ, bien puede estar orgulloso de su señor padre !.

Hacemos una breve parada en Obanos para tomar unos refrescos y disfrutar del conjunto arquitectónico de su plaza. Charlamos con unos jóvenes del lugar que, aparte de informarnos sobre el hecho de que es aquí y no en Puente la Reina donde se une el Camino de Roncesvalles con el que procede del Pirineo Catalán se interesan por la situación presente y pasada de Perú.

Llegamos a Puente la Reina/Gares al atardecer. Es una ciudad con un conjunto arquitectónico que merece la pena visitar con más detenimiento y puede que algún día lo hagamos. Saludamos a las chicas de Vitoria, charlamos con los catalanes de Barcelona y algunos peregrinos más y luego nos permitimos un lujo. En lugar de Albergue, nos alojamos en el Hotel Bidean, de la cadena de Hoteles Rurales, en plena calle mayor. Es caro, pero cómodo, limpio y bien decorado.
Empaquetamos las cosas que nos sobran para despacharlas mañana y, por primera vez en estos días, compartimos una enorme cama de matrimonio.

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Puente la Reina - Estella

Hemos desayunado como cristianos en el Hotel y luego, en Correos, hemos despachado un paquete con 9,780 kg. de ropa sucia y cosas que nos sobran y que hacen difícil el caminar.

Esto ha hecho que salgamos tarde de Puente la Reina/Gares, alrededor de las 09:30 horas a.m. pero nos anima el que, según nos han informado, la etapa es fácil (aunque cada día confiamos menos en este tipo de informaciones).
Lo cierto es que la etapa es un continuo subir y bajar que, unido a un sol de justicia, no la hace tan sencilla.

Antes de llegar a Mañeru, en el fondo de una angosta quebrada, nos alcanza un joven salmantino llamado Fernando que es el mismo que conocimos en Zubiri cuando, en plena noche y en lo más fuerte de la tormenta, llegó empapado al albergue. Con sombrero, media melena, camisa de mangas afaroladas y su enorme "bordón del peregrino" del que cuelgan unas plumas de ave, tiene un aspecto muy peculiar; medio peregrino, medio indio de los que sacan en las películas gringas.
En su mochila lleva una culebra que ha recogido ayer en las proximidades de Puente la Reina; menos mal que no es venenosa...

Juntos cruzamos Mañeru y Cirauqui y, gracias a su afición por los escudos, tenemos ocasión de fijar nuestra atención en las casas de piedra con blasones en sus fachadas que, descritos por alguien como Fernando, cobran un interés aún mayor del que intrínsecamente tienen. En Cirauqui disfrutamos de un descanso en los soportales de su plaza mayor y visitamos la iglesia.

Durante un buen trecho caminamos por una antigua calzada romana, cruzamos un puente romano semiderruido y algunos otros de corte medieval. Fernando nos habla de su interés por la naturaleza y los caballos.

Llegamos a Lorca con hambre, calor y sed. Nos bañamos, casi literalmente, en la fuente de la plaza del pueblo y descansamos a la sombra; pero para el hambre no hay remedio, ni una tienda, ni un bar, nada de nada... Fernando, tras asustar a todo el mundo con su culebra, sigue camino con unas jovencitas de su edad y nosotros aprovechamos para reponernos un poco más y llamar a Tiffany y a Sandra por teléfono.

Tras el reposo seguimos rumbo a Villatuerta. El camino se hace larguísimo, tanto por el hambre, como porque está lleno de repechos y rodeos que nos hacen pensar, como en otras ocasiones, en que los navarros hace tiempo que dejaron perderse el auténtico Camino antiguo y ahora nos toman el pelo llevandonos por caminejos de su invención, algunos construidos exprofeso para poder mantener la peregrinación y beneficiarse a costa del bolsillo de los peregrinos.

En Villatuerta hemos almorzado, tarde, pero al menos saciamos el hambre. Están preparando las fiestas y nos invitan a quedarnos, pero hemos preferido seguir adelante.

La salida de Villatuerta hace honor a su nombre, es retorcida. El Camino, hasta Estella/Lizarra, se nos hace largo, pero al fin llegamos. Estella es una villa de gran belleza y monumentalidad que merece la pena volver a visitar con calma. Nos impresiona, nada más llegar, la Iglesia del Santo Sepulcro con el misterio que emana de sus piedras y rodea el ambiente.

Los llamados "Amigos del Camino", nos cobran las correspondientes 500 pesetas a cada uno y pretenden que pasemos la noche en una "cochiquera" que ellos llaman antigua herrería, con suelo de tierra mal asentada, llena de mierda (sí, mierda en la más pura expresión de la palabra), en unas colchonetas llenas de mugre y hasta manchadas de sangre fresca.
Un peregrino debe asumir la austeridad como compañera de viaje; pero por nada del mundo debe acomodarse a convivir con la suciedad.
Decidimos marcharnos.

Mientras yo me hago cargo de las mochilas, Chelo reclama la devolución de las 1000 pesetas y nos vamos directamente a la Oficina de Información y Turismo para asentar una denuncia. Nos informan que nada pueden hacer pues los "Amigos del Camino" son una asociación de carácter privado, pero nos buscan un magnífico alojamiento en un Albergue Juvenil cercano.

Tras asearnos y comer un poco, paseamos por esta bonita ciudad y disfrutamos del encanto de las terrazas de su plaza mayor.

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Estella - Los Arcos

Nos habían hablado de la dureza de esta etapa que, en gran parte, discurre por campos solitarios de trigo y viñedos, sin un solo pueblo, sin un alma que habite aquí, bajo un sol abrasador. Nos dijeron que era una especie de preparación para afrontar la estepa de Castilla.
La realidad superaría todas las previsiones.

Salimos a las 06:00 a.m., sin desayunar pues todo está cerrado en Estella.
Cruzamos Ayegui, cuyos habitantes duermen y optamos por seguir el camino más largo para pasar por Irache y ver su famoso monasterio y la no menos conocida Fuente del Vino que, en lugar de agua, mana vino tinto.

Pues bien, nuevo elemento publicitario del Camino sin correspondencia con la realidad, verdadero abuso de la buena fe del peregrino que no duda en sacrificarse y caminar más para encontrarse con qué: Con el Monasterio, cerrado a cal y canto; la Fuente del Vino, cerrada, vallada y con candado. ¡Qué se vayan a la m...!. Si este es el sistema que siguen las Bodegas de Irache para promocionar sus caldos, más vale que vayan cerrando y dejen paso a otros viticultores como los de Muruzabal.

Hasta Villamayor de Monjardín el Camino es bastante llevadero, incluso atraviesa algunos bosquecillos de encinas que lo hacen fresco y agradable. Esta localidad, Villamayor de Monjardín, es la última que encontraremos hasta, una vez cruzado el "desierto", llegar a Los Arcos. Así que nos aprestamos para proveernos de agua y provisiones. Hay un gringo (inglés o americano del norte) que tiene abierto una especie de refugio. Allí, junto con nuestros amigos brasileros, reponemos fuerzas con unos bocadillos y refrescos.

Poco después de abandonar esta localidad nos internamos en plena estepa.
No hay nada, salvo los campos amarillentos del rastrojo, tras la cosecha del trigo, y de cuando en cuando las manchas verdes de algún viñedo.
Kilómetros y kilómetros sin una casa, sin una fuente, sin un árbol a cuya sombra arrimarte. Sólo el sol, el polvo y un horizonte que crece y se aleja a cada paso que damos.

Cuando el calor se hace insoportable paramos a la sombra de unas "¿ alpacas ?" de paja de trigo (nada tienen que ver con nuestros animalitos peruanos, le llaman así a unos paquetes hechos con la paja del cereal una vez recolectado éste).
Es la única sombra disponible. Ponemos los pies en alto y dormitamos un poco por turnos. Primero es Miguel quien vela, luego yo.

Estamos racionando el agua pues no podemos correr el riesgo de quedarnos sin ella en esta llanura despoblada. A nuestra izquierda comienza una elevación del terreno en la que se ve alguna vegetación, pinos especialmente, pero el Camino la rodea. Intuimos que una vez la hayamos superado encontraremos el pueblo, pero nuestra esperanza se disipa pronto.
Cruzamos una zona de tierra arcillosa húmeda por las lluvias de las tormentas pasadas y, al igual que otros peregrinos, dejamos en ella nuestra huella escribiendo sobre el suelo, con grandes letras, "¡Viva mi Perú, Carajo!". Sospechamos que el sol pronto hará que la arcilla seque y estos mensajes se convertirán en una auténtica cerámica.

Cuando, agotados, vemos las primeras casas de Los Arcos gritamos: ¡Un tejado!, ¡una casa!, ¡un pueblo!. Pero aún hemos de cruzar una zona residencial antes de llegar al pueblo auténtico. Aquí hemos comprobado una utilidad de los "Bordones de Peregrino": Yo caminaba delante y Chelo me seguía. He superado una esquina y no ocurrió nada, pero cuando lo ha hecho Chelo un perro furioso se ha lanzado al ataque. Instintivamente nuestros fuertes palos han ido hacia él que se ha detenido, gruñendo y enseñando sus colmillos, los bordones a tan solo unos milímetros de su hocico negro. No movemos un músculo, no hablamos, miramos fijamente al animal, nuestras pupilas en las suyas. Los palos están prestos para entrar en acción, pero ya no son palos. Los bordones son ahora una prolongación de nuestros brazos. Nuestro sistema nervioso, nuestro cerebro, reconocen sus células de madera seca y dura y las sienten como propias. El animal baja la mirada y se retira. Esperamos un poco mientras se aleja y luego continuamos nuestra ruta. Comprendemos ahora por qué la tradición hace que estos bordones sean demasiado grandes y pesados para servir como apoyo; probablemente en la antigüedad su misión principal era la defensa y debieron salvar las vidas de muchos peregrinos.

Y, a la entrada del auténtico Los Arcos ¡UNA FUENTE!. Bendita agua la de esta fuente,

Conseguimos camas en el refugio, nos duchamos y salimos a conocer el pueblo. Están en fiestas y corren toros por las calles del pueblo. Miguel dice que no son toros que son vaquillas y con ganas se queda de saltar la "talanquera" para correr delante de los toros; pero sus piernas no están para esta aventura. Nos subimos al remolque de un tractor y, desde allí, contemplamos el espectáculo. Pero... los lugareños no parecen apreciar mucho a los peregrinos, nos ignoran como a un mal menor que hay que soportar. Luego bebemos sidra, comemos los consabidos bocadillos en el "Bar de los Jubilados" y nos retiramos a descansar.

Dormimos con el sobresalto de tracas y cohetes y el sonido de la música que dura hasta las 06:00 de la mañana. Poco después nos levantamos y nos preparamos para salir con destino a Logroño.

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Los Arcos - Logroño

Hemos dormido poco debido a las fiestas del lugar y al calor que hacía en el Albergue; pero hemos descansado bien tras darnos un masaje en las piernas con una crema especial para los dolores musculares.

Iniciamos la andadura antes de las 07:00 a.m. y nos acompañan Fernando y dos chicas catalanas. No es el mismo Fernando de la culebra, al que hemos dejado atrás. Este es, desde Zubiri, el más animado y conocido de todos los peregrinos que estamos juntos en la ruta. Es simpático, habla con todos, toma fotografías a cada instante y está recopilando información para hacer una página web que publicará en Internet. Le ha parecido muy buena la idea de nuestras modestas libretas en las que vamos escribiendo una especie de diario. Nos pregunta si no llevamos otra credencial y cómo es que nos acogen en los albergues sin ella y le aclaramos que al figurar en nuestros diarios una declaración de intenciones de hacer el Camino a píe por motivos espirituales y religiosos y en la que consta nuestra identidad y lugar de origen no hay problema alguno.

Nos intercambiamos direcciones e-mail y tomamos nota de la que será su página Web que visitaremos cuando esté terminada "http://buscanatura.com/peregrinos ".

En esta etapa únicamente cruzaremos tres localidades, Sansol, Torres del Río y Viana, antes de llegar a Logroño, capital de la Rioja, tierra de famosos vinos que esperamos sean tan buenos como el "Fidelium" que probamos en Muruzabal.

Desde hace tiempo vemos Sansol pero, como siempre, las distancias engañan. Tras seis kilómetros de caminata llegamos pero no encontramos donde tomar desayuno por lo que seguimos adelante.

Apenas un kilómetro más adelante alcanzamos Torres del Río y nos disponemos a tomar desayuno. La sensación que tuvimos en Los Arcos con respecto al trato que se dispensa al peregrino aquí se acrecienta. Tenemos la impresión de que les desagrada nuestra presencia; pero sí les gusta y mucho nuestra plata. Miguel ha saludado a un lugareño y le pregunta dónde se puede desayunar. Ni siquiera se ha molestado en contestar, ha mirado con gesto hosco y se ha metido en su casa. Lamentamos formarnos prejuicios, pero es inevitable, y si algún día un amigo quiere hacer el Camino de Santiago le aconsejaremos que se aprovisione en Los Arcos y no deje aquí ni el polvo de sus botas. ¡ Lastima que su iglesia de planta octogonal no pueda trasladarse a otro lugar con gentes más acogedoras !.

Cuando reiniciamos la marcha Miguel conversa con Fernando animadamente, pero yo sé que está enojado. Es pelearingo y en Torres del Río no pudo desahogarse ante la grosería de aquel individuo. Nos hemos encontrado con otros peregrinos y, cosa rara en él, no les saluda con su frase favorita "Buen Camino, Peregrino" y tampoco saluda al cruzarse con gente del pueblo como tiene por costumbre. Menos mal que se le pasa pronto...

El Camino se hace duro. Hasta Viana es una sucesión de subidas y bajadas, quebrada tras quebrada, que están haciendo mella en nuestras piernas. Los 10 kms. entre Torres del Río y Vianase hacen interminables. La vegetación es de monte bajo y, como ayer, toda la zona está deshabitada. Cada vez que alcanzamos un alto vemos Viana en la lejanía, pero parece que nunca llegamos. Por fin, como de costumbre, pues casi todos los pueblos están en alto, iniciamos el ascenso definitivo y entramos en la ciudad donde reina un ambiente festivo.
Aprovechamos para almorzar y seguimos camino.

La llegada a Logroño une al cansancio el que, durante un largo trecho, se atraviesa una zona industrial que, como ocurre en estos casos, tiene todas las desventajas de caminar por zona urbana y ninguna de sus ventajas. Sólo el hecho simpático de que, poco antes de la entrada, una señora mayor llamada Felisa tiene un tenderete donde ofrece higos y refrescos a los peregrinos, también sella las credenciales pero hay varios peregrinos y tenemos prisa por llegar y no nos detenemos.

Cruzamos el río Ebro y nos dirigimos al Albergue que, hasta las 15:00 horas no abre sus puertas.
No falta mucho y decidimos esperar vigilando nuestras mochilas pues, aunque estamos enfrente de la Policía, no nos ha gustado nada el ambiente que se respira en la zona. Lo comentamos con Fernando y nos confirma que a él le ocurre otro tanto. Esta parte de Logroño está muy deteriorada, con grandes caserones abandonados semi en ruinas y callejuelas en las que hemos visto algunas escenas de "trapicheo" y presenciado discusiones con amenazas de mal tono.

El Albergue está bien, nos acomodamos y después salimos a pasear con Fernando y con nuestros amigos brasileros. Visitamos algunas iglesias, entre ellas la de Santiago, y tenemos ocasión de ver en una plaza aledaña una representación del juego iniciatico y exotérico de "La Oca", vinculado desde antaño al Camino de Santiago como vía de iniciación. Siempre procurando utilizar las calles más anchas y concurridas nos acercamos hasta la plaza donde está la Catedral y al Paseo del Espolón. De retirada, comemos un plato combinado en una de las cafeterías junto a la Catedral y luego, ya en el Albergue, nos entrenemos con unos titiriteros que recrean escenas medievales para un público que ha acudido de la ciudad y entre bel que se ven pocos peregrinos.

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(Segunda parte)

Tal como indicaba al comienzo, esta parte del Camino está contenida en una serie de páginas del diario que se han deteriorado por efecto del agua. Me encuentro trabajando en su recuperación para, en un futuro próximo, poder completar esta historia que, contrariamente a las guías turísticas y del Camino habituales, refleja las peripecias, sentimientos y apreciaciones personales de dos auténticos peregrinos procedentes de un país lejano donde la tradición europea del Camino de Santiago es practicamente desconocida.
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Tercera parte

Se inicia esta tercera parte con la llegada a Galicia, en la que posiblemente sea la etapa más dura desde el punto de vista de estos dos peregrinos peruanos: El ascenso al Alto do Cebreiro. En su recorrido por Galicia, se aprecia un cambio en los protagonistas. Se les ve más optimistas pese a que ya acumulan en sus piernas un importante número de kilómetros.
Pudiera ser la proximidad de su objetivo, o que realmente Galicia encierra algo mágico. Tal vez ambas cosas.
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(Subida a) O Cebreiro - Hospital de la Condesa

Tenía razón Miguel cuando ayer me convenció para quedarnos a dormir antes de iniciar el ascenso hasta Galicia.
Siguiendo su intuición, montamos la carpa junto a la ribera del río Valcarce en un lugar llamado Herrerías y hemos dormido bien.

También ha sido una suerte que que en Puente La Reina no despachasemos por correo la carpa (tienda de campaña). Sus cuatro kilos de peso, distribuidos entre los dos, no han resultado costosos de llevar y, desde hace un par de días, el número de peregrinos que hay en el Camino nos hacen temer que no alcanceremos plazas en los albergues. Ellos son casi todos jovencitos y caminan a buen paso; nosotros vamos con calma y nos pesan ya las piernas.

Al despertarnos me he dado cuenta de que se ha derramado la miel de abeja que había comprado para tonificarnos y reponer energías, así que hemos tenido que limpiar todo para que no quede olor ni sabor a dulce ya que, de no ser así, las avispas, moscas y abejas nos perseguirán y atormentarán todo el Camino.

Media hora después iniciamos el ascenso de unos 4 kms. que nos queda por delante y que, en tan corta distancia, nos colocará en una cota de 1.300 metros sobre el nivel del mar. Mientras caminamos con nuestras mochilas a la espalda, nuestros bordones en la mano y las conchas de vieira colgando, nos toman fotos y filman en vídeo desde unos ómnibus de turistas que pasan; son alemanes, han parado y nos saludan y desean buen Camino en su idioma y algunos en un español que en sus bocas suena como crujidos metálicos.

A unos cuantos metros de subida sentí que a Miguel le faltaba aire y respiraba con dificultad, descansamos y seguimos adelante, pero yo seguía sintiendo que Miguel, para respirar, abría la boca y se tragaba todo el aire que podía para llenar sus pulmones. A decir verdad, yo también sentía la misma falta de aire pero el que podía coger por mi nariz me bastaba y luego pensaba: "este hombre se puede morir, no puede respirar y soy yo la culpable por haber querido realizar el Camino".

La subida es dura, la más fuerte que hemos encontrado hasta ahora pero, siempre como referencia las torres de la Televisión y de la Telefónica, paga la pena con unos maravillosos paisajes de valles y montañas verdes a nuestros píes. Hemos demorado mucho, unas tres horas, pero al fin llegamos a O Cebreiro, una aldea protohistórica de especial significación para los peregrinos. Nos hemos tumbado en la hierba y tras descansar visitamos la Iglesia prerrománica de Santa María La Real, en la que ocurrió el milagro de la conversión de la Hostia y el Vino en carne y sangre de Cristo. Aún se conservan y pudimos ver la patena y el cáliz que se usaron en la misa aquel lejano día. Esto le sucedió a un sacerdote un tanto incrédulo del misterio de la Santa Misa. Desde entonces, esta aldea y su iglesia, en la que también hay una imagen sedente de la Virgen, son cuidadas por una asociación de "Caballeros del Santo Grial".

También hemos visitado unas casas antiguas de origen prehistórico y propias de la cultura Celta. Tienen forma redonda y el techo en forma de cono; acá les llaman "Pallozas" y a los poblados de este tipo les llaman "Castros". Son muy parecidas a las chozas de nuestros nativos de la selva, pero aquí las construcciones son de piedra.

Seguimos camino, siempre con unos bellos y profundos valles a nuestra derecha, con casitas salpicadas entre el verde, hasta que llegamos a Liñares.
Aquí, en un bar que, a la vez, es tienda de comestibles, ferretería, restaurante y un poco de todo tomamos unos refrescos y comemos unos bocadillos.
Hay unos aldeanos y la señora que atiende y nos ha llamado la atención que, enseguida, se han dirigido a nosotros con gran amabilidad para aconsejarnos sobre la ruta. También observamos que los precios son mucho más razonables, sobre todo si comparamos con Navarra.

Comenzamos la subida del Alto de San Roque por una senda increiblemente bella. Bajo una capa de robles, que por acá llaman carballos, a ambos lados del camino crecen centenares de lírios de color morado sobre una alfombra de matas de fresas silvestres. Recogemos los diminutos frutos y los vamos comiendo a medida que avanzamos. Cuando alcanzamos la cima nos damos cuenta que por la carretera hubiera sido más duro; una pareja que viene en bicicleta nos adelantó en Liñares tras el consabido "Buen Camino, Peregrino" y ahora los vemos llegar jadeantes y sudorosos. Descansamos los cuatro junto al monumento al Peregrino y él, que es fotografo, nos toma una fotografía.

Descendemos cómodamente hasta llegar a otra aldea llamada Hospital da Condesa en la que hay un Albergue.
Son las 20:30 horas aproximadamente y, bordón en ristre para mantener a los perros a distancia, nos dirigimos a solicitar cama. Pero ya no había plazas, así que, tras ducharnos, montamos nuestra carpa en un prado cercano donde comimos unas latas de conserva y nos dispusimos a descansar.

Durante la noche se escuchaban lejanas las campanillas de las vacas que pastaban en las laderas y tanto el atardecer, como el amanecer, ha sido un concierto de cantos de codornices.

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Hospital de la Condesa - Alto de San Xil

Nos hemos levantado a las 06:15 horas a.m., y tras recoger la carpa nos pusimos a caminar. Tras dejar a nuestra izquierda la iglesia, antiquísima, abandonamos Hospital da Condesa rumbo a una nueva meta.

El Camino se hace agradable y Miguel ha detectado la presencia, cada vez más frecuente, de avellanos cuyo fruto probamos. Estos primeros kilómetros los estamos haciendo casi en solitario pues parece que hemos sido muy madrugadores. El paisaje es hermoso, las aldeas están integradas en él como si las hubieran puesto ahí el mismo día de la creación del mundo. Sus iglesias, chicas, son antiguas, románicas, algunas incluso anteriores, y suelen tener su cementerio al lado.

Hay una pequeña aldea en un cruce de caminos donde nos hemos aseado en una gran fuente con abrevadero para el ganado. Al lado, una de estas iglesias con su atrio cubierto y cerrado para poder albergar a peregrinos y feligreses. En las paredes están los nichos donde reposan los antepasados y, en cada uno de ellos, se ruega a los peregrinos que recen por sus almas. Descansamos aquí un ratito.

Continuamos camino, ya en leve ascenso al Alto do Poio que vemos a lo lejos, y es aquí cuando nuevamente nos asaltan las dudas de si podremos llegar a Santiago, pues grandes cantidades de peregrinos, sobre todo jóvenes, nos adelantan y dejan atrás como si para ellos no costase ningún esfuerzo.

Disfrutamos del Camino y nos sentimos contentos porque el Alto do Poio no se nos está haciendo nada difícil.
Pero, de pronto, vemos el por qué. Los últimos 50 a 60 metros son una subida casi vertical. Como podemos, paso a paso, avanzamos. Miro atrás y veo que Miguel está subiendo ¡ a cuatro patas ! y acto seguido hago lo mismo. Culminamos la cumbre y, justo allí, la "Posada del Peregrino". Hay mesas y sombrillas en la calle y nos acomodamos para tomar desayuno.

Desde ayer observamos que nos preguntan muy a menudo desde dónde venimos. Cuando respondemos, de Roncesvalles, nos miran con cierto asombro y admiración. Mientras desayunamos, nos fijamos en las botas y ropas de los peregrinos que nos rodean. Luego miramos las nuestras y comprendemos que SÍ, que llegaremos a Santiago.
Estos chicos que tanto corren apenas hoy han comenzado a caminar; puede que algunos vengan desde Ponferrada, los menos. Añoramos a nuestros amigos brasileiros, a los dos Fernando, a las chicas de Vitoria y a tantos otros compañeros desde Roncesvalles y que, ahora, deben llevarnos un par de jornadas de ventaja.

Descendemos hasta Viduedo donde encontramos un bonito mesón llamado "Betularia". Paramos para descansar pero la verdad es que las piernas nos están respondiendo bien después del esfuerzo de O Cebreiro y O Poio. En este tramo del Camino coincidimos con unos matrimonios de la ciudad de Valladolid que caminan cantando salmos y canciones religiosas y establecemos con ellos una relación de simpatía, aunque Miguel les reprocha que no son auténticos peregrinos ya que cuentan con un carro de apoyo que les traslada las mochilas y, además, les guarda "cola" en los Albergues. Por eso son capaces de caminar y cantar al mismo tiempo.

El Camino en esta zona va por el monte entre bosques de árboles centenarios llamados robles o carballos y también castaños, tan gruesos que entre dos personas no pueden rodearlos con sus brazos. Esto le da sombra y ayuda a caminar mejor por lo que, sin apenas darnos cuenta, llegamos a Triacastela. Son más o menos las 15:00 horas y descansamos tendidos sobre la hierba al lado del Albergue. Almorzamos en un restaurante cercano, dormimos un rato y, después de asearnos en las instalaciones del Albergue decidimos caminar un poco más aprovechando el día y que dormiríamos donde nos dé la noche (acá en España hay luz solar hasta después de las 21:00 horas).

En Triacastela el Camino se divide en dos ramas que luego se unen en Sarria.
Una, la más moderna, va por Samos y su famoso Monasterio Benedictino; la otra, la auténtica y antigua, va directamente a Sarria por San Xil. Una señora nos informa que, por San Xil, es más corto y que a 3 Km. tenemos el Albergue de Calvor, así que decidimos seguir la ruta más antigua.

El Camino que hemos tomado es absolutamente increíble. Uno parece transportado a épocas remotas ya pérdidas en la memoria de los hombres.
Aquí la naturaleza es reina y se apodera de todo, hasta de esas aldeas casi deshabitadas. La vegetación se mete por los poros de las piedras y el agua surge en fuentes y arroyos por todas partes.

Paramos en una fuente con forma de gran concha de vieira y, mientras tomamos agua, nos alcanza un peregrino solitario (hasta ahora la única persona que hemos visto).
Seguimos caminando juntos, charlando, y así vamos subiendo al Alto de Riocabo o de San Xil. Hemos decidido ya que nos quedaremos en el primer lugar adecuado para acampar es tarde y el pueblo de Calvor no aparece por ningún sitio.

Poco antes de la cumbre el peregrino solitario habla un poco con Miguel, en plan confidencial, y se despide, aviva el paso y pronto le perdemos de vista. Entonces Miguel me cuenta que se trata de un reo que está redimiendo su pena. Al parecer le han dado permiso para hacer la peregrinación, pero tiene que presentarse a la Guardia Civil en cada población importante y mañana tiene que llegar a Sarria para firmar en el cuartel a primera hora, así que piensa caminar gran parte de la noche. Parece ser que de esta forma le reducen parte de la condena por buen comportamiento. Ahora entiendo porque su conversación giraba en torno a los perjuicios de las drogas para la juventud y la responsabilidad de los traficantes.

No habíamos avanzado ni cincuenta metros, cuando vemos venir al reo corriendo hacia nosotros, se detiene y nos dice que, justo en el alto del monte había un bonito lugar para acampar. Nos acompaña hasta allí y luego sigue su Camino. Miguel dice que el lugar es bueno, así que extendemos la carpa en una pradera protegida por unos arbustos que llaman escobas y otros denominados toxos. Pero nos hemos quedado sin agua y sin comida, más que cuatro galletas para cada uno y un puñadito de manís. Los comimos mientras disfrutamos de una magnífica puesta de sol y nos dispusimos a descansar.

Más tarde nos dieron ganas de orinar, abrimos la carpa para salir y, siendo verano, casi nos congelamos de frío. Fue cuando Miguel me dijo "el cuchillo de caza déjalo a la mano" y eso me hizo tener miedo y ya el dormir se hacía difícil.
El lugar era absolutamente solitario y en la lejanía se escuchaba música y cohetes procedentes de las fiestas de la ciudad de Samos.
Cuando el viento empezó a rugir me entró mucho más miedo, aunque Miguel me tranquilizaba diciéndome que la protección natural de los arbustos de escoba y toxo impedía que el viento afectase a la carpa, y era verdad.

Pese al miedo, esta parte del Camino me resultó muy agradable y fue muy íntimo porque si no fuera por el reo peregrino no hubiéramos encontrado a nadie.

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Alto de San Xil - Sarria

El viento y la sensación de excesiva soledad no nos han dejado dormir bien. Nos hemos levantado a las 04:00 horas a.m., recogimos la carpa y nos dispusimos a caminar. Estaba todo oscuro, era noche cerrada, así que tuvimos que hacer uso de las linternas para poder ver la senda y las señales del Camino; pero el Apóstol Santiago estaba con nosotros pues, al salir del lugar donde habíamos acampado con intención de retroceder para tomar el Camino Real, vemos la flecha amarilla que nos ha guiado desde Roncesvalles. Parece increíble, juraría que anoche no había nada, pero la flecha amarilla está ahí y nos señala un camino estrecho y de trocha que desciende en pendiente justo frente al lugar de acampada. Nos metemos por él pese a que el reo había seguido por otro lado.

Seguimos la flecha y nos llevó cuesta abajo. Nos pareció que esta ruta, con un empedrado ya deteriorado en algunos puntos, estrecha y casi cegada por la vegetación en otros, formaba parte del Camino Auténtico y Primitivo pero que se había dejado un poco de lado por los peregrinos. De hecho, carece de los mojones que van marcando los kilómetros que faltan hasta Santiago y que, desde que entramos en Galicia, han sido para nosotros unos amigos más que nos animan a seguir la marcha.

Encontramos una fuente, el caño horadado en la roca, y tomamos agua que tanto necesitábamos.
Al poco encontramos un cementerio con una pequeña iglesia y la trocha desembocó en un camino más ancho, junto a un riachuelo. En un pequeño alto hay una aldea y nos encaminamos hacia ella. No se ve absolutamente a nadie, las calles están solitarias y silenciosas.
Tan sólo, de vez en cuando, el mugir de alguna vaca en los establos y el familiar ladrido de los perros van marcando nuestro paso por el pueblo.
Aquí, a la salida, enlazamos con el Camino que siguen la mayoría de los peregrinos que vienen por San Xil y retomamos nuestros queridos puntos kilométricos, pero las cifras no nos encajan.

Estamos caminando solos, nadie va delante, nadie viene detrás y nos sorprende que, con nuestro ritmo lento, nadie nos alcance y sobrepase. Después de largas horas, ya que esta vez se nos hicieron largas porque teníamos hambre, a eso de las 09:30 horas llegamos al albergue que buscábamos en Calvor, pero no había ningún lugar donde tomar desayuno. Paramos un ratito para sellar nuestros diarios, asearnos y, tras un pequeño descanso, seguir nuestro Camino. Nos dijeron que faltaban 5 kms. para llegar a Sarria asíque a caminar rumbo a esta villa que ya habiamos visto desde lejos.

Aquí nos dimos cuenta de que la trocha que habíamos seguido en la madrugada, seguramente una parte muy antigua del Camino ya abandonada, nos había hecho adelantar más de 5 kms. sobre la ruta que siguen actualmente los peregrinos. Ahora estábamos por delante de casi todos.

A las 11:00 horas de la mañana entramos en Sarria y, en el primer mesón abierto nos metimos y pedimos leche con café, empanada de carne y dos kekitos. Cuando nos dieron la cuenta nos asustamos.
Nos habían asaltado con la cuenta, 2.600 pesetas, más o menos 18 dólares, unos 65 soles, pero, caballeros, tuvimos que pagar no más ya que era lo único que estaba abierto a esas horas pues era día domingo.

Fuimos en busca del Albergue pero, al llegar, nos dimos cuenta de que no alcanzaríamos cama pues la cola de peregrinos era larga (aquí llegan también los que vienen por Samos) y el Albergue cuenta con pocas plazas. El principal problema que se repite sistemáticamente, con todo, son los malditos coches de apoyo que se adelantan y colocan las mochilas en la cola a la espera de que lleguen sus descansados dueños; creemos que este tema debería vigilarse y controlarse más por parte de los hospitaleros/as de la Xunta de Galicia. Aquí saludamos al presidiario que se alegró de vernos y nos dijo que había conseguido su objetivo de llegar a tiempo para su firma.

Nos retiramos y buscamos el campamento militar (el Ejército ha montado campamentos para acoger a los peregrinos que no encuentran cama) y, al encontrarlo en la ribera del río, junto a un bonito parque, nos gustó el lugar y, tras extender nuestra carpa, nos pusimos a descansar un rato. Luego nos fuimos a bañarnos en unas piscinas municipales que habíamos visto y, tras quedarnos como una hora en el agua, bien relajados, nos fuimos a almorzar en una terraza con buenas vistas sobre el río y el parque. El señor que la atiende ha sido muy amable con nosotros, nos ha colocado la mesa en el mejor lugar de su terraza, nos ha aconsejado sobre el menú, se ha interesado por nuestra peregrinación y, lo que es aún mejor, nos ha cobrado muy razonablemente. Así da gusto.

Después de llenar el estómago dormimos una siesta muy larga. Ya habíamos decidido quedarnos en Sarria hasta el día siguiente para despachar una encomienda con toda la ropa sucia y todo objeto que nos hiciera peso y que hasta la fecha nos pareciera poco útil (nuestro error ha sido el de traer demasiadas cosas). Después de dormir salimos a conocer la ciudad y a buscar una caja de cartón, papel para empaquetar y algo con que pegar. Tuvimos suerte ya que en una farmacia nos regalaron el papel y compramos esparadrapo a falta de cinta adhesiva; ¡ah! la caja nos la regalaron en el sitio donde almorzamos. Después de una larga charla con una señora del lugar que nos habló de los animales de su granja y de las aventuras de caza de su esposo, así como de las costumbres de la gente de Sarria, regresamos al campamento y nos pusimos a preparar el paquete.

Listo nuestro paquete, salimos en busca de la cena (nosotros le decimos comida), la cual tomó su tiempo pues regresamos a la carpa a las 12:00 de la noche, dormimos plácidamente aunque de vez en cuando se escuchaban ronquidos de las otras carpas y el canto de las ranas que viven en el río.

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Sarria - Portomarín

Nos levantamos a las 07:00 a.m., levantamos la carpa, nos aseamos y nos dirigimos a la oficina de Correos para despachar nuestro paquete. Allí llegamos a las 08:15 a.m. y, mientras Miguel despachó el paquete, yo fui a comprar leche y pan para nuestro desayuno, después de ello comenzamos a caminar. El día anterior habíamos hecho entre 13 y 16 kms. desde el monte donde dormimos hasta Sarria (la ruta original por este monte nos hizo ganar más de 3 kms. sobre la que va por Samos y la bajada por el Camino Antiguo, casi cerrado por la vegetación, otros 5 kms.
más o menos). Ahora queremos llegar a un pueblo grande llamado Portomarín, es decir unos 23 kms. de ruta para este día.

Estamos asombrados por la belleza de estos caminos gallegos antiguos. Hay que reconocer que, en algunos puntos, han tenido que hacer andaderos paralelos a las carreteras pero parece que han respetado al máximo el trazado original y lo normal es caminar por sendas rodeadas de árboles centenarios que nos causan verdadero asombro.

Paramos a desayunar cerca de una diminuta aldea, tres o cuatro casas, y pronto nos vimos rodeados por unas veinte vacas lecheras, de caminar pausado, con sus ubres llenas, que eran conducidas por un matrimonio ya anciano y dos enormes perros, grandes como burros, que eran de la raza que llaman mastín.

Los primeros 7 kms., hasta Morgade, se nos hicieron bastante rápidos. En este pequeño pueblo, aunque no era hora de almorzar, comimos empanada de bonito (un pescado parecido al atún), nos mojamos cabeza y cara, sellamos nuestros diarios y seguimos rumbo a Ferreiros, situado a unos seis kilómetros más adelante.

Como casi siempre, nuestro ritmo nos lleva a caminar solos. Y así vamos cuando, en una vuelta del Camino, de improviso, aparece caminando en sentido contrario una mujer. Su piel es blanca como la leche, el pelo rubio bastante despeinado, tiene una cojera muy ostensible y, en su rostro, inmediatamente llama la atención una enorme nariz ganchuda. Saludamos y contesta con una sonrisa que, bajo su nariz, resulta más inquietante que otra cosa. Cuando ha pasado Miguel comenta que parece una "Meiga" (en esta zona llaman Meigas a las Brujas) y, entre bromas, seguimos adelante preguntándonos qué puede hacer una mujer sola caminando en sentido contrario a todos los peregrinos.

Pasa el tiempo, habremos caminado un par de kilómetros y nuevamente, de repente, en otra curva del Camino aparece la misma mujer arrastrando su cojera en sentido contrario al nuestro. ¡ Es imposible !, ¿cómo lo ha hecho?. Si nosotros avanzamos en un sentido y ella en el contrario ¿cómo está aquí de nuevo?.
Nos miramos en silencio, saludamos, recibimos la misma sonrisa inquietante y continuamos avanzando mirando de reojo a nuestra espalda. Comenzamos a estar convencidos de que aquí hay algo raro y misterioso. La idea de haber encontrado nuestra Meiga en el Camino comienza a calar en nuestras mentes racionalistas y en cada vuelta, en cada cruce del Camino, las alertas se despiertan esperando encontrarnos con la fantasmal figura. Y así ocurre; apenas faltará un kilómetro o kilómetro y medio para llegar a Ferreiros cuando, igualmente de repente, la Meiga (ahora ya estamos convencidos de que realmente lo es) aparece nuevamente caminando en sentido contrario al nuestro. Saludamos entrecortadamente, pendientes de esa sonrisa que se reproduce, y nos quedamos quietos hasta que la vemos desaparecer tras una curva. Ahora aceleramos el paso, queremos llegar pronto a Ferreiros en la esperanza de que la compañía de otros peregrinos nos libre de este fantasma.

En el Albergue de Ferreiros había camas libres, pero es muy pronto y decidimos descansar aquí las horas de más fuerte calor y reemprender la marcha a las cinco de la tarde. Nos tendemos a dormir bajo unos robles, junto al albergue, y dormimos un poco. Van llegando otros peregrinos, muchos de ellos conocidos de otros días, como el padre que camina con su hijo pequeño y que normalmente acampan junto a nosotros (el chiquito tendrá apenas 7 años y van a nuestro mismo paso). También llega una pareja en la que ella camina sin peso alguno, su espalda recta como una tabla, mientras que él carga con la mochila y empuja un ¡cochecito de niño! en el que lleva la mochila de su esposa. También vemos al grupo de matrimonios de Valladolid, cantando como de costumbre, y al septuagenario de Estados Unidos que está intentando hacerse entender por una chiquita de apenas 18 años.

Así, medio dormidos, medio despiertos, de pronto nuestros corazones dan un salto.
Miguel, mira, ¿esa no es nuestra Meiga?. Sí, es ella, ¿pero qué hace aquí, cómo diablos lo hace?. Por fin, atentos a sus movimientos, descubrimos el misterio. Forma parte de un grupo de peregrinos franceses que vienen caminando y ella, debido a su cojera, maneja el coche de apoyo donde llevan comida, bicicletas y tiendas de campaña.
Se adelanta con el carro unos kilómetros aparca y camina en sentido contrario hasta que los encuentra y va repitiendo este proceso a lo largo del día. Ese era el misterio de nuestra Meiga.
Nos da un ataque de risa incontrolable que nos despeja de la modorra de la siesta.

Por la tarde afrontamos los 10 kms. que faltan para Portomarín.
Nos costó bastante llegar porque la ciudad está entre los cerros, un poco más arriba de un embalse de agua llamado "Presa de Belesar". El paisaje es hermoso pero nos costó mucho ya que tuvimos que descender hasta el nivel del agua, cruzar un puente sobre el embalse y subir hasta la ciudad. En estos casos, cuando se camina entre cerros, es peor bajarlos que subirlos, ya que tienes que hacer mucho esfuerzo para mantenerte en píe y no rodar; en una de esas Chelo se ha torcido el píe izquierdo y, al descalzarla porque los dedos le dolían mucho, hemos visto que las uñas han quedado negras del golpeteo constante contra el calzado.

Llegamos a la ciudad y al albergue pero, como siempre, ya otros peregrinos más jovencitos nos habían ganado las camas. Hice mi número de capricho pues quería dormir en cama, así que fui a buscar habitación en un hotel de la ciudad y, ¡oh sorpresa!, cobraban por una habitación sin baño, éste sería compartido por otros 8 cuartos en un desván, unas 4.500 pesetas por persona, más o menos 48 dólares en total. Regresé al Albergue, donde se había quedado Miguel, y le dije "hay que extender la carpa" y así lo hicimos mientras Miguel, sin decir nada, se sonreía pues, mientras fui a preguntar en el Hotel, él ya había marcado el sitio donde ponerla y extendido el suelo y la parte interior.

Nos bañamos y cambiamos de ropa en el Albergue y fuimos a la "Cruz Roja" para que vieran unas ampollas y erupciones que le han salido a Chelo en la piel; pero el voluntario nos derivó al médico. Cuando estamos esperando que nos atienda el doctor nos dimos cuenta de que el tobillo de Chelo está hinchado así que consultamos ambas cosas. Las erupciones son consecuencia del sol y el tobillo ha tenido que ser inmovilizado pues había un pequeño esguince lateral; no obstante podremos seguir caminando.

Visitamos la ciudad que es muy curiosa porque la antigua Portomarín se ha quedado bajo las aguas del embalse y construyeron otra, con una bonita plaza y una iglesia románica que rescataron piedra a piedra de su antiguo emplazamiento para reconstruirla, exactamente igual que era, en el lugar actual. Esta iglesia, que parece fortaleza, tiene un pórtico parecido al "Pórtico de la Gloria" de la Catedral de Santiago, nuestra meta.

Comemos (cenamos como dicen por acá) en un restaurante donde encontramos a otra peruana. Es de Lima y también está haciendo el Camino en compañía de unos catalanes. Fue Miguel quien se dio cuenta pues escuchó que decían "al toque", expresión que acá no se usa, y se acercó a la mesa que ocupaban y preguntó ¿quién hay aquí del Perú, pues "al toque" me he dado cuenta de que alguien dijo "al toque"?.
Hechas las presentaciones charlamos un poco y nos reímos con la anécdota.

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Portomarín - Palas de Rei

Salimos de Portomarín muy temprano, alumbrandonos con linternas y con la meta de caminar 15 ó 20 kms.
más, lo que el cuerpo dé y resista. Así fue que caminamos los primeros 10 kms. sin detenernos mas que un breve descanso para desayunar, pese a que en nuestro ruta encontramos el Albergue de Gonzar, hasta llegar al pueblo de Ventas de Narón donde, dada la hora, comimos empanada y chocolate como almuerzo. Fue en el Bar Plaza y Chelo tuvo que proteger su chocolate de la voracidad de un chicarrón de unos 18 años (disminuido psíquico) que, con gran habilidad, acechaba continuamente para arrebatarselo ante la pasividad total de sus padres y del grupo que les acompañaba.

Tomamos rumbo a Ligonde, situado a unos 3 kms. por un Camino, como casi todos los que hemos recorrido en Galicia, lleno de belleza y encanto. En este tramo me pasó algo que me da risa; tenía ganas de orinar así que me dispuse a ello mientras Miguel, por encargo mío, vigilaba. Cuando estaba haciendo "la pichi" (orinando) se aparece alguien por ahí, así que me levanté como un resorte y me subí el pantalón, pero el orín siguió saliendo sin poder contenerlo. Miguel se reía porque en realidad nadie pudo verme y yo había reaccionado al sonido de unas voces lejanas.

Así, empapada, seguimos caminando hasta Ligonde donde encontramos un Albergue llamado "La Fuente del Peregrino" que llevan unos chicos de habla inglesa de una organización llamada "Ágape". Son cristianos, pero parecen de religión distinta a la Católica. No sólo nos ofrecieron el baño para que pudiera ducharme y cambiarme de ropa, sino también café con leche que tomamos mientras gozábamos de la sombra en el portal de su Albergue.

Seguimos adelante por una calzada que bien parece estar construida en los orígenes del Camino hasta llegar al Albergue de Ligonde donde descansamos las horas de más fuerte sol y, como a las seis de la tarde, pusimos rumbo a Palas de Rei, ciudad de las que nos separan unos 8 kilómetros.

Antes de entrar en Palas de Rei dimos con el campamento militar y, sabiendo lo que ocurre con los Albergues, decidimos poner nuestra carpa para dormir allí. Nos duchamos, descansamos un poco, y caminamos unos 800 metros para entrar en la ciudad de Palas de Rei. Tuvimos que ir porque ya no teníamos dinero y nos urgía encontrar un banco que tuviese cajero automático para poder retirar pesetas.

Así fue que llegamos, retiramos dinero, visitamos la iglesia, el Albergue y la Municipalidad para que nos sellasen en diario; pero no encontramos al párroco, la hospitalera no apareció por ninguna parte y la Municipalidad estaba cerrada. Este es el modo en que Palas de Rei se convierte en la única localidad importante del Camino donde no hemos podido dejar constancia de nuestro paso ni sellar la credencial de peregrinos. Nos pareció normal que la Iglesia esté cerrada, casi todas lo están y los curas parecen haberse convertido en funcionarios con horario fijo y jornada reducida. Nos pareció normal que la Municipalidad estuviese cerrada; al fin y al cabo ellos sí son funcionarios. Pero, lo del Albergue... Eso no era normal, allí cada cual campaba por sus respetos, entraba, salía y hacía lo que le venía en gana; preguntamos a varias personas y nadie había visto a la hospitalera y podemos dar fe que, en más de hora y media, no apareció ni dio señales de existir tan siquiera.

Decidimos comer (cenar) y nos sentamos en una terraza, junto a unas peregrinas jóvenes y muy simpáticas que ya conocemos de otros días, pero como ellas habían llegado antes se comieron la última ración de pollo a la brasa que quedaba y que a Chelo le apetecía.

Al terminar buscamos un taxi para regresar al campamento (las piernas no daban para más) y nos dispusimos a dormir, pero sucedió que, en una de las carpas vecinas, unos chicos empezaron a hacer laberinto y no dejaban dormir a los demás.
Ya pasaban de las 12 de la noche y era molestoso el ruido que hacían así que, Miguel, enfadado, salió y comenzó a hacerles ruidos muy fuertes y los chicos le pedían que parara, pero Miguel les contestaba que, como le habían desvelado y ya no podía dormir, ahí se quedaría toda la noche haciendo ruidos. Pasó un buen rato y Miguel entró de nuevo a la carpa y entonces los chicos de al lado dejaron de hacer bulla y pudimos dormir sin ruido alguno.

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Palas de Rei - Melide

Como de costumbre, nos levantamos justo antes de amanecer, levantamos la carpa y nos pusimos a caminar. Cruzamos nuevamente Palas de Rei y avanzamos unos tres kilómetros antes de detenernos en medio del Camino para desayunar. Mientras lo hacemos, observo a Miguel que, desde que entramos en Galicia, decidió no hacerse la barba y ahora, al sexto día, tiene la cara como erizada de púas.

Tres kilómetros más adelante encontramos el Albergue de Mato-Casanova y nos detenemos para completar nuestro aseo y descansar ya que el cansancio se presenta más temprano cada día.

Nuestra alegría fue grande porque aquí vimos nuevamente al reo peregrino con el que conversamos durante un rato. Nos contó que por causa de tener que caminar tan rápido se había producido una lesión en el tobillo y había decidido quedarse a descansar y a dormir aquí aunque era muy temprano.

Después de sellar nuestro diario en la casa de la hospitalera, que tiene montado una especie de kiosco en un techado que llaman "alpendre" y que, en su día, debió utilizarse para guardar los aperos de labranza, nos despedimos del reo peregrino y seguimos adelante. Habíamos caminado medio kilómetro cuando Miguel se dio cuenta de que había olvidado sus gafas de sol a medida (graduadas) y tuvo que volver. Me era imposible acompañarle, estaba muy cansada y mi mente decía "ni un paso atrás". Este, desde hace muchos días, era nuestro lema cuando el cansancio nos acuciaba y nos sentíamos desfallecer y, al igual que nuestra ley física experimental: "Todo lo que baja sube", lo utilizábamos con frecuencia para darnos ánimos.

Tras recuperar las gafas, caminamos durante unos seis kilómetros por esas sendas hermosas de Galicia, protegidas por arbolado, hasta llegar a Furelos. Accedimos a esta localidad a través de un bonito puente medieval a cuya entrada estaban los reporteros de la Televisión Española que registraron nuestro paso. En esta zona el pueblo conserva un cierto aspecto de la Edad Media y lo primero que encontramos es una Iglesia o Santuario en el que se venera a Santa Lucía. Entramos para rezar, sellar nuestros diarios y descansar un poco ya que estas iglesias, con grandes muros de piedra, tienen una temperatura muy fresca e invitan a la meditación y al descanso. Observamos que había un Cristo en una Cruz con sólo dos clavos, uno en los pies y el otro en una de las manos, el brazo derecho estaba descolgado como solicitando algo a la las mujeres que lo acompañaron en el Calvario.

Nada más salir de Furelos el Camino cambia y discurre por zonas poco o nada arboladas en las que, además, se va sintiendo progresivamente el ambiente semiurbano, primero, urbano después de la ciudad de Melide situada a dos kilómetros aproximadamente.

Ya en Melide, nos costó encontrar el Albergue, pues se encuentra situado justamente en la salida de la ciudad en el extremo opuesto; así que fuimos conociendo sus calles, su Iglesia y un hermoso "cruceiro" que luego nos dirían que es posiblemente el más antiguo de Galicia. Por acá llaman cruceiro a unas columnas de piedra, situadas en el cruce de los caminos o junto a las iglesias, que, en lo alto, llevan una representación de escenas de la Pasión. Hemos tenido ocasión de contemplar muchos y son auténticas obras de arte. Nos han contado que se colocaban en los cruces de caminos porque en estos lugares acostumbran aparecerse el diablo y las brujas o meigas; pero nosotros más bien pensamos que debieron tener la misión de orientar al caminante.

En el Albergue por fin encontramos plaza y esta noche ¡dormiremos en cama!. Una vez tomamos posesión de las literas salimos a almorzar y fuimos a dar a una "pulpeira", que es un lugar donde venden un guiso de pulpo que llaman "pulpo a feira" y que de verdad estuvo delicioso, al igual que el queso con membrillo que tomamos de postre. En este sitio, donde las mesas son largas y cada cual se sienta donde hay sitio, nos encontramos con las cuatro parejas de Valladolid con los que coincidimos todos los días. Fue muy divertido porque ellos cantaban, contaban chistes, etc. y Miguel les dijo si conocían una canción castellana; ellos contestaron que sí y la cantaron. Al terminar, Miguel les preguntó por otra canción castellana, la cantaron y así hasta tres veces. Entonces uno de ellos nos dijo: "miren, estamos asombrados de que unos peruanos conozcan estas canciones castellanas tan antiguas y que ya poca gente recuerda"; ahí fue cuando Miguel les contó que él era nacido acá, en la provincia de Salamanca, y entonces lo entendieron.

Al regresar al Albergue, Chelo se convirtió en la protagonista del día pues la estaban esperando para hacerle una entrevista telefónica para una emisora de radio pues, aunque en el Camino hay peregrinos de todo el mundo, de todas las razas y culturas, el hecho de ser peruana llamaba la atención y todo el mundo quería saber su opinión sobre el Camino de Santiago.

Después de una reparadora siesta, salimos a recorrer Melide, comimos temprano y nos retiramos a descansar.

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Melide - Arca (O Pino)

32 Km.

Etapa Larga. Puede dividirse en dos descansando en Arzúa.

OJO: Algunas guías indica que entre Arzúa y Santa Irene hay 10 Kms. Esto no es cierto; en realidad hay 17 Kms y dos más hasta Arca-O Pino.

Aunque el esguince que sufrió en Portomarín no le molesta (el tobillo está bien sujeto), Chelo instintivamente está forzando la otra pierna y su rodilla se resiente. Hemos comprado una rodillera elástica y esperamos que sea suficiente para poder seguir.

Salimos de Melide a la luz de las estrellas y de nuestras linternas. Tenemos intención de llegar hasta la ciudad de Arzúa situada a unos 14 kilómetros.Nos encontramos con fuerzas porque el descanso ha sido reparador.

La arboleda es densa y tras cruzar un arroyo sin más puente que unas piedras colocadas en el cauce nos vemos obligados a consultar la brújula para confirmar que estamos caminando en dirección oeste. Las marcas amarillas nos han pasado desapercibidas y tememos perdernos, pero el camino es bello y misterioso y, en esta semioscuridad entre gris y azulada, aún se ven brillar algunas luciernagas entre la maleza.

Encontramos varias zonas especialmente acondicionadas para el descanso y las aprovechamos. Esto hace más llevaderos algunos tramos demasiado próximos a la carretera.

En Ribadiso decidimos descansar un poco. Se trata de un Albergue antiguo, restaurado, situado, como su nombre indica, en la ribera del río Iso. Es un lugar hermoso y tranquilo en el que observamos a dos lugareños que ocupan su tiempo en labores bien distintas. Uno recolecta hierba con la guadaña en un prado junto al río; el otro se dedica a pescar.

El Albergue es magnífico pero, al ser temprano, están haciendo limpieza y nos niegan la entrada incluso a la pradera que lo rodea. No importa; nos colamos por la ribera y, una vez dentro, descansamos sobre la hierba sin que nadie nos moleste.

Rumbo a Arzúa, Miguel siente la necesidad de "hacer el dos" y busca un lugar apartado y bien escondido. Es imposible verle desde el camino pero, de pronto, se oye una voz desde lo alto que grita ¡ Cagónnn !. Miro y me doy cuenta que, justo por encima, oculta por la vegetación, discurre una carretera en la que se ha detenido la furgoneta blanca de una panadería. La panadera, gruesa, pelirroja, con un mandilete de color azul y brazos en jarras, mira hacia abajo y se ríe de buena gana.

En Arzúa, tras reponer fuerzas con un excelente queso del lugar y un refresco, visitamos la iglesia de Santiago y vamos a la Municipalidad para sellar nuestras credenciales. El Albergue aún está cerrado y como nuestra guía indica que hasta el próximo, situado en Santa Irene , hay apenas 10 kilómetros decidimos arriesgarnos a seguir.

Cerca de un lugar llamado Salceda, en el muro de piedras de una finca, hemos encontrado un pequeño monumento a un peregrino que murió en este lugar cuando ya apenas un día le separaba de su objetivo. Es su calzado, reproducido en bronce, con una placa en su memoria. Nos detenemos para orar por su alma y, en contra de nuestra frase "ni un paso atras", retrocedemos hasta encontrar un par de piedras que depositamos junto al monumento en señal de respeto. Alguien que hizo el Camino debió ser el escultor porque ¡ qué mejor recuerdo para un peregrino que ese humilde calzado gastado y roto de andar por los senderos de la vida !.

Caminamos durante unos seis o siete kilómetros sin encontrar donde poder comer hasta que descubrimos uno carteles que nos guían hasta una casa. Allí, la hija de los dueños ha montado en lo que llaman "alpendre" (que no es otra cosa que el lugar donde guardan los aperos de labranza y las cosas del ganado) una especie de negocio: Vende bocadillos y hace unas tortillas con papas cogidas en la huerta y los huevos de las gallinas que escarban a nuestro alrededor. Nos sentamos y al poco llegan dos jóvenes vascos, de Bilbao, que se unen a nosotros.

Conversamos todos con esta jóven emprendedora y con horror descubrimos nuestro error. Resulta que hemos recorrido 7 kilómetros desde Arzúa y para llegar a Santa Irene nos faltan 10 como mínimo. Esto quiere decir que la guía esta equivocada y que acumularemos sobre nuestras piernas entre 30 y 32 kilómetros. Al ver nuestras caras nos ofrecen quedarnos en una pradera que tienen preparada para poder montar tiendas, pero los bilbainos nos animan a seguir.

La compañía de estos muchachos hace que el Camino resulte agradable y más llevadero. Son buenos conversadores y se aprecia en ellos una cuidada educación y un nivel cultural alto. Conscientes de la distancia (ellos ha sufrido el mismo error), hacemos una especie de relevos entre los cuatro que nos permiten caminar y conversar sin pensar en el esfuerzo. En esta zona, ya antes de afrontar la subida al Alto de Santa Irene, el Camino va paralelo a la carretera y comienzan a pesar las piernas.

En Santa Irene no hay plazas, ni tan siquiera en el suelo, y es imposible acampar en los alrededores. Rotos por el esfuerzo los cuatro nos dejamos caer sobre el cemento mientras tratamos de recuperar fuerzas para seguir hasta Arca - O Pino , aún a sabiendas de que allí tampoco encontraremos un lugar para dormir.

Así estamos cuando a nuestro lado se detiene una patrulla de la Guardia Civil. Al ver nuestro estado se acercan y se interesan ofreciendonos su ayuda y nos brindan su vehículo oficial todoterreno para trasladarnos hasta Arca - O Pino . Los bilbainos prefieren continuar; nosotros aceptamos la invitación y de este modo, en un todoterreno de la Guardía Civil, hicimos los dos únicos kilómetros que no caminamos. Esperamos que el Santo podrá perdonarnos esta licencia y habrá bendecido a estos dos guardias por la ayuda que nos prestaron. Quede aquí nuestro agradecimiento.

Nuestro aspecto debe ser desastroso porque, en Arca -O Pino , los peregrinos se han alarmado al vernos. Tal y como nos temíamos no hay plazas, pero varios de ellos nos ofrecen sus camas. No fue necesario porque la hospitalera, ante nuestro agotamiento, nos abre la habitación que siempre queda reservada para peregrinos enfermos y que cuenta con dos camas y baño completo. Encontramos a la peregrina de Lima que conocimos en Portomarín que incluso se ofrece para ayudar a Chelo a que se bañe.

Hoy hemos tenido una muestra más de la solidaridad que reina entre los peregrinos del Camino de Santiago. Todos se han volcado con nosotros y nos han dado ánimo y ayuda. ¡ Magnífica hospitalera la de Arca - O Pino !, probablemente esta noche de descanso que nos ha facilitado sea lo que nos permita concluir con éxito nuestra peregrinación. Gracias a todos.

peregrinosperu@yahoo.es (las cartas serán remitidas a los protagonistas)
Ramón P.V.