http://www.oporton.com/camino/relatos/recto/r1/p1.html
Una vez terminado, tenemos que decir que no. Ha tenido más dificultades de las que esperábamos. Dificultades, que de haberlas vivido antes, quizá no hubiéramos hecho la ruta. Digo haberlas vivido, porque lo que hemos pasado, por mucho que os lo expliquemos es imposible trasladarlo a otro.
Quizá no debiera referir los trabajos que hemos pasado. No quiero que lo suframos dos veces: primero al vivirlos, y luego al contarlos. Pero en fin, aquí va todo tal como lo sufrimos. Por lo menos tal como lo vio el cronista ayudado por los demás.
Hemos abandonado doce días el trabajo: la dura fábrica y la antigua oficina, el viejo tren y sus humildes viajeros, el estirado colegio y sus pobres alumnos. Luego hemos remontado por las montañas, envueltos por la niebla y la maleza y el temor escondido de tener que abandonar. Y hemos llegado a Santiago por el alto camino de la Montaña. Esto es lo que hemos hecho. Y esto es lo que os encontraréis descrito en estas páginas si las leéis.
A las siete de la mañana, en el número 29 de la calle Celestino Cabeza -domicilio del jefe de la expedición- iniciamos la marcha en dirección a Lada en compañía de Patrín, Honorina y José Manuel.
Pasado el puente aparecen algunos de los que nos han despedido en los coches de Jovino y Manolo: Amparito, Carmen, Aida, Argelia... van haciéndonos escolta hasta la mitad de San Tirso, animándonos con canciones.
En el Carmen se despiden Patrín, Honorina y Jose; nos han acompañado durante una hora. Si pudieran seguirían hasta Compostela.
En San Tirso una señora nos encamina a Las Cruces:
- ¡Ay! Si son los que ha dicho la radio que van a Santiago en línea recta.
El que la gente sepa nuestro objetivo antes de preguntarnos nos llena de orgullo.
Al pasar por Trapa una pareja de segadores nos confirma la ruta. Nada más dejarlos uno de ellos comenta, diciendo en plan de broma:
- ¡Pung, pung!
Y uno de nosotros responde:
- Gelín, que nos bombardean. Aquí no podemos presumir de mineros.
8.45. Las Cruces. Caen gotas. Primera parada para cambiarse de ropa. Nos ponemos de corto, como cuando uno deja de ser bebé y le quitan los pañales. La peregrinación ya es adulta, puede andar por sí sola.
En las cruces nos encontramos con una grata sorpresa. Vemos al fondo, en la carretera, a alguien que nos saluda: Patrín, Honorina, Jovino y Jose, que han llegado a darnos el último adiós.
9.10. Salimos de Las Cruces hacia La Nozal por el alto de la Campa el Trave. Aquí empiezan las primeras dificultades. El camino por esta loma es muy malo: un campo con caminos cerrados de retamas, brezos, zarzas y helechos entorpece nuestra marcha y retarda nuestro caminar.
11.00. Cruzamos El Padrún. Algunos toman un bocadillo con una botella de vino. Atravesamos unas canteras donde tenemos que ceder el paso, subiéndonos a una tapia, a los pesados camiones que se llevan el mineral.
12.00. Sardín. Paramos quince minutos. Un segador amigo y hospitalario, que cabruña su guadaña, nos ha dado a su hijo para que nos acompañe y oriente.
13.00. Después de vadear caminos llenos de barro, metiéndonos en los prados y de subir empinadas y verdes cuestas, llegamos a La Mortera. El grupo de peregrinos estima que ha andado algún kilómetro más de lo previsto. Estamos un poco desesperados al ver que llevamos andando media jornada y aún no hemos cruzado la autovía de Mieres.
13.45. Atravesamos la Autovía y llegamos a Santa Eulalia de Morcín. Comemos de las provisiones de la mochila: bocadillos de carne con vino y casera, café y un purito.
- Venga hombre, fumaros un purín de estos, que yo por quitar cien gramos de la mochila ¡doy cualquier cosa!
Tres paisanos nos dan unas orientaciones sobre la ruta a seguir hasta Pedroveya. Ellos suben el mismo camino en moto.
Abandonamos Santa Eulalia a las 14.15. Viviendas situadas a la orilla de la carretera blanca y descarnada contemplan el grupo caminante al pasar.
15.00. Pasamos por...
- ¡Guaje! ¿qué pueblu ye esti?
- No sé.
- ¿De dónde eres?
- De aquí.
- Y, ¿cómo se llama esti pueblu?
- No se.
El chaval es tan pequeño, que todavía no ha aprendido el nombre de las cosas.
- ¡Hombre, buenas tardes! - nos saluda el de la moto- Pronto han subido, ¿eh?
- ¿Dónde estamos?
- Esti pueblu ye Castandiello.
16.20. Hemos cruzado Piñera y estamos en Peñarudes. Preparamos la primera emisión radiofónica. En treinta minutos quedan transcritas las impresiones que recorrerán las ondas de Radio Langreo durante tres minutos.
Como se tarda en comunicar, salen andando Gelín, Gerardo, Jose Antonio y Félix.
Hacen su aparición las primeras molestias en los pies: ampollas, apretaduras, etc. Algunos han preferido la bota ligera a la normal de montaña, y están pagando su error.
Estamos bastante cansados. ¡Cuándo llegaremos a Compostela! La marcha es dura, por lo menos durante el día de hoy.
El amor propio nos impulsa a seguir.
Hay quien parece un cadáver andando: pálido, inclinado hacia delante, la mirada fija en la punta de las botas. Parece que va pisando huevos.
- ¿Aguantará, Clemen?
- No sé. Se ha empeñado en ponerse esas botas, y ya las llevó al Naranjo y vio que no le servían para andar...
- A mí me da pena. Tengo la impresión que va a caer desmayado en cualquier momento.
Hecha la emisión de radio en Peñarudes, después de esperar cerca de una hora la conferencia, emprendemos la marcha Clemen, Tino, Pablo y Chema, que ya ha dormido una siestecita encima de un banco.
Unos guajes en Pedrovella nos dicen que el resto de la expedición ha pasado hace unos veinte minutos en dirección a las Xianas. Caen gotas de agua.
Cruzamos el desfiladero, un Cares en pequeño. Cerca del final alcanzamos a Jose Antonio, que va con ampollas causadas por las botas. Un indicador de la carretera nos señala que lo que acabamos de pasar es: "Ruta Pintoresca". En la carretera nos juntamos todos descansando media hora.
Seguimos la marcha pasando por Villanueva y llegamos a Proaza a las 19.42. Esperamos en la plaza, sentados en un banco, a reunirnos todos. Los primeros contactos son con unos guajes de siete años del Colegio Santo Tomás de la Felguera, ellos fueron quienes nos reconocieron.
El encargado de relaciones públicas -Félix- se portó extraordinariamente, moviéndose en busca de alojamiento.
Punto y aparte merece Don Bernardino Álvarez. La amabilísima acogida que nos dispensó el "Excelentísimo", que en este caso se queda corto, Señor Alcalde fue extraordinaria. Removió Roma con Santiago y no descansó hasta conseguirnos alojamiento para todos. Nos cede la cama de sus hijos, mandándoles a dormir a otra casa. Pagó él mismo las demás camas ocupadas, y nos acompaña a todos hasta que fuimos a la cama.
Cenamos una sopa muy buena, huevos con patatas fritas y carne, peras y queso de postre a discreción. Total 500 pesetas.
Jose Antonio se lavó los pies con sal y vinagre a causa de las ampollas.
Nos retiramos a la cama a las 23.05
A las siete de la mañana, despedidos por la directiva del Club, emprendemos nuestra marcha. Algunos nos acompañan en coche un poco más allá de Lada, animándonos con canciones.
En San Tirso, una señora nos encamina hacia las cruces. Nos sorprendimos al ver que ya sabía que íbamos para Santiago. Cruzamos por Trapa, y a las 8.45 llegamos a las Cruces. Caen algunas gotas, y nos cambiamos de ropa, poniéndonos de corto. Es la primera parada.
Continuamos la marcha por la Nozal y La Campa el Trave. Desde esta campa, hasta El Padrón, encontramos las primeras dificultades. No hay camino. Tenemos que abrirlo nosotros entre zarzas, helechos y matojos.
A las 11 pasamos por Padrón y a las 12 nos encontrábamos en Jardín. Un segador, que cabruñía su guadaña, nos dejó a su hijo para acompañarnos durante un rato. Seguimos por la Mortera, y a las 13.45 cruzamos la autopista para comer en Sta. Eulalia de Morcín.
Cruzamos Castandiello, Piñeza y Peñarudes a las 16,20. Comienzan a aparecer las primeras molestias en los pies: ampollas y rozaduras. Es bastante dura la marcha, por lo menos durante el día de hoy. El amor propio nos hace tirar adelante.
Nos encontramos en el desfiladero de las Xianas, ya avanzada la tarde. Es un Cares en pequeño.
Proaza 19.42: El encargado de relaciones públicas se portó de una manera extraordinaria. El Sr. Alcalde se deshizo en atenciones. No descansó hasta conseguirnos alojamiento para todos. Mandó a tres de sus hijos a dormir a otra casa para dejarnos sus literas. Hay que endurecer los pies con agua, sal y vinagre para que no salgan ampollas.
8.30. Gelín y Chema llaman al cronista. Este apura diez minutos más entre las sábanas.
Clemen y su grupo se han levantado ya y han desayunado. Los demás vamos desayunando según llegamos.
Jose Antonio y Chema compran chirucas y unos calcetines en el comercio del Señor Alcalde. Los demás nos llevamos plantillas de espuma. La dureza del camino se hace sentir y, aunque las botas sean duras, la jornada anterior -de trece horas- pesa sobre nosotros.
9.25. Salimos de Proaza. En los primeros kilómetros toda la tropa, incluso los que más derrotados estaban ayer, se encuentran en plena forma.
Subiendo la primera caleya a mano derecha, un lugareño se nos ofrece para buscarnos un guía. Por ahora sólo queremos que nos acompañen las gentes que, sin pedírselo, encontremos haciendo el mismo camino.
Nos alcanza el panadero con quien vamos hasta el Terrero.
11.00. Llegamos a Lleras. Nuestro descanso es en el "Lavadero Público", donde oímos comentarios originales sobre la vida de la aldea. Las mujeres del detergente nos indican el camino.
12.00. Ganamos Lortiguero. De aquí en adelante la niebla va a ser nuestra desesperante compañera durante la jornada. Llegamos al alto envueltos en niebla. Equivocamos la senda. Desde lejos un pastor nos encamina. Ni siquiera vemos a dos pasos.
- ¡Vuelvan al alto, y tiren a la derecha!
Media hora más tarde otra vez en la zozobra. No sabemos hacia dónde ir. Nos paramos en otra campa en vista de que la niebla nos oculta todo a dos metros.
Pasado un buen rato resguardando nuestra espalda contra la mochila, aparecen unos excursionistas. Un jovenzuelo de la expedición es montañero, ha recogido con su grupo alguna tarjeta del Jultayu en cumbres olvidadas.
Nos acompañan hasta "Cueva Lagar" donde llegamos a las 14.00. No se ve absolutamente nada de la cueva, a pesar de tener una boca enorme y refugiar a más de cien vacas dentro.
Siguen los excursionistas en nuestra compañía hasta la "Fuente Cimera". Nos han dejado encaminados y cerca de Tameza. Al poco rato, otra vez sin rumbo. La niebla nos está jugando una mala partida. Perdemos mucho tiempo. Después de mucho pensar, se nos secó el cerebro refrescado por la niebla, y por eso dimos con un camino al que atacamos con firmeza. Tres hombres a caballo nos confirmaron que hemos dado con el camino de Tameza. Media hora después llegamos. Son las 16 horas.
El jefe y el encargado de relaciones públicas hablan con los del ayuntamiento. Poco después paramos en el bar de la plaza. Una simpática chica, ojos verdes y chaqueta gris, nos sirve pan, vino, etc.. a la vez que charla y nos pregunta con un salero muy desenvuelto.
Antes de media comida ya somos noticia en el pueblo. Aparecen el alcalde y el secretario. Leen muy interesados los periódicos que traemos de Proaza y comprueban que somos los de la línea recta a Santiago.
Se prepara la segunda emisión radiofónica. Félix se lava los pies con sal y vinagre mientras le juega la consumición a Tino. Fifí, que así se llama la camarera, es también la señorita de la telefónica. Nos consigue rápidamente la conexión y trae una radio tratando de coger "Radio Juventud", pero por más que lo intentamos no sale.
Se va llenando el bar. Fifí despacha, charla, toma el pelo y atiende a la clientela. Todos los paisanos están pendientes de las voces que salen de la cabina telefónica:
- "Para Radio Juventud, hablan los montañeros..."
- ¡Eh, eh! Mándale un...
- El alcalde de Proaza puso a nuestra disposición casas para dormir y tuvo el detalle de enviar a tres de sus hijos a dormir a casa de parientes para cedernos sus camas...
Los paisanos que oyen esto, y ven que la cosa tiene altos vuelos, se prestan amablemente a alojarnos en sus casas.
19.05. La niebla sigue. Nos quedaremos aquí hasta mañana.
Se inicia, quizá, la tertulia más amena de toda la ruta. Se habla de todo. Arreglamos la situación precaria de la cabaña española, eliminamos a todos los lobos del concejo y a Félix de la Fuente con ellos.
Terminada nuestra amena tertulia, nos distribuimos para ir a dormir en tres o cuatro casas que nos han ofrecido. Son las 23 horas.
A las 12 nos recibe Lortigueiro un poco oscuro. De aquí en adelante la niebla va a ser nuestra desesperante compañera durante la jornada. En el alto la niebla nos envuelve por completo y nos equivocamos de camino. Un pastor nos orienta desde lejos. A la media hora otra vez no sabemos a dónde ir. Al cabo de un rato de desorientación unos excursionistas nos acompañan hasta la "Cueva Lagar". Uno de ellos ha recogido varias tarjetas del "Jultayu" en picos olvidados. La cueva apenas se ve, a pesar de tener una boca inmensa y contener dentro de si más de cien vacas.
Seguimos hasta la Fuente Cimera. Creemos que nos han dejado encaminados y a dos pasos de Tamiza, pero al poco rato estamos otra vez perdidos en la niebla, sin rumbo. Después de mucho cavilar, como la niebla nos refrescó el cerebro, atacamos un camino con esperanza, pero sin saber adónde íbamos... Tres hombres a caballo nos confirman que hemos dado con el camino de Tamiza. Media hora después llegamos al final previsto para la primera etapa, pero fue conquistado al final de la segunda.
Paramos en un bar enfrente del ayuntamiento. Todos leen muy interesados los periódicos que hemos comprado por la mañana en Proaza, y comprueban que somos los de la Ruta en Línea Recta a Santiago.
Se arma la tertulia, hablando de la niebla: "-Ni siquiera los pastores se atreven a salir" "-Los lobos son un peligro para la ganadería de estos pueblos".
Nos levantamos y vamos reuniéndonos poco a poco entre las ocho y las nueve. Hace una mañana bastante mala: niebla, orballo, etc. Nadie se mueve de sus casas.
José Antonio y Pablo toman una copa de aguardiente para "matar el gusanillo", mientras llegan los otros. Hay que calentar el cuerpo para que entre en reacción.
9.45. Fifí empieza a servirnos el desayuno. Gerardo y Félix están curándose los pies:
- Esos pies para llegar a Santiago están hechos una llaga -comenta Fifí-. Así no pueden andar.
Comida, cena y desayuno 530 pesetas. La emisión de radio de ayer alabando a Proaza ha surtido efecto, a la mayoría no nos cobran la cama.
10.10. Salimos de Tameza contra el parecer de todos. Los paisanos ni siquiera salen de sus cabañas. Veremos qué suerte tenemos hoy.
10.45. Hacemos un alto en Los Arenales. Estamos totalmente bloqueados por la niebla. Por los alrededores no encontramos a nadie. Después de dudar y estudiar las posibilidades, tomamos una decisión. "Siempre a la derecha", y resulta que sin querer y con el mejor deseo de acertar, llegamos a Barzana. Hemos retrasado varios kilómetros. Una lavandera nos orienta desde la entrada del pueblo hacia Villamarín.
12.00. Cruzamos Villamarín, y a las 12.40 ganamos Noceda. Después de un ligero descanso, continuamos a las 12.55.
- Sigan este camino real sin dejarlo, siempre a la derecha -Son las últimas consignas de nuestros orientadores.
"Siempre a la derecha". Y siempre salen mil caminos a la derecha. "Siempre el camino real". Pero llegan momentos en que el camino real parece que se convierte en el camino de la gleva.
Salvadas dudas y tanteos, llegamos a unas cabañas donde tenemos que refugiarnos de la lluvia. Nos sorprende lo bien acondicionadas que están, incluso con agua corriente. En la puerta hay una llave y tenemos esperanzas de que esté cerca el amo. Llamamos y nadie aparece. Esperamos que llegue un señor que iba a salir detrás de nosotros, pero nada. No sabemos dónde estamos.
Nos decidimos a salir, "siempre a la derecha". Nada más hacerlo, ¡sorpresa! Aparece el paisano y nos saca de un buen despiste. En esta ocasión era por la izquierda.
Estamos en las cabañas de Piedrafita. Nos acompaña un buen rato, hasta su cuadra. Ha estado 31 años en Cuba de panadero. Tiene 67 años. Se llama Don Bernardino Méndez García. Estaba casado en Cuba con una cubana. Después de 17 años de matrimonio, vino de visita a España. Su hermana estaba sola y se quedó aquí. Al principio escribió con su mujer, después no volvieron a saber el uno del otro.
- ¡Si yo pudiera volver a Cuba!, aquello era un paraíso.
En este diálogo llegamos a su cabaña que se llama "Lortigueiro". Visitamos su cuadra.
14.40. Nos acompaña un buen rato y nos orienta. Al poco rato, en una campa, por donde pasan unos postes de luz, otra vez la duda. Tomamos un camino y vamos a parar a donde no queríamos, a Dolia, casi una hora más tarde.
Volvemos por el mismo camino a la Campa y a las 16.30 llegamos a San Martín de Ondes. Aquí encontramos a dos Jultayos de Oviedo. Comemos unas rajas de chorizo con pan de escanda. Los Jultayos nos orientan hacia el río, donde llegamos a las 18.30.
Desde un bar, a la orilla del puente, después de atravesar la carretera de Villablino a Cornellana, nos acompaña el encargado del sitio, que sube con dos mulas cargadas de bebida. Es una subida terrible. A las 20.00 llegamos a la aldea. Nos alojaremos aquí. Parece que no encontraremos cama. Cenamos una sopa, callos calientes y patatas fritas. Y a dormir a la tenada.
Compadecidos de dos componentes del grupo, el paisano del bar ofrece una cama para Gerardo y Félix. Apenas si durmieron, porque era una cama de niño.
A las 10.45 pasamos por los Arenales, poco después nos encontramos bloqueados por la niebla y sin encontrar a nadie. Cogemos un camino equivocado, y a las 11.45 vamos a parar a Barzana. Una lavandera nos orienta hacia Villamaría donde llegamos a las 12.
12.40 Ganamos Noceda; la dejamos a las 12.45. Después de muchas dudas en cruces, llegamos a unas cabañas con agua corriente y bastante bien acondicionadas, donde tenemos que meternos por la lluvia. Tomamos algo. Esperamos a ver si llega un señor, que nos han dicho que irá detrás de nosotros, pero nada.
Tomamos una decisión: "el camino de la derecha". Nada más salir, aparece el paisano que esperábamos. Es por el camino de la iquierda. El lugar se llama las Cabañas de Piedrahita.
D. Bernardino Mendez, 67 años, que ha pasado 31 en Cuba de panadero, nos acompaña un buen rato. Visitamos su cabaña de Lortigueiro y sigue con nosotros. Nos deja encaminados, pero al poco rato, en una campa que cruzan unos postes de teléfono, surge otra vez la duda. Tomamos un camino y vamos a parar a donde no queríamos, a Dolia a las 15.30. Volvemos por el mismo camino hasta la campa y a las 16.30 llegamos a San Martín de Ondes.
Comiendo unas rajas de chorizo con pan de escanda, aparecen dos miembros del Jultayu de Oviedo, que nos orientan hasta el río donde llegamos a las 18.30.
Atravesamos la carretera de Villablino a Cornellana. Un chigrero, que lleva dos mulas cargadas de bebidas, nos acompaña hasta Castañera. La subida es una cuesta terrible y todos nos resentimos. A las 20 llegamos. Nos alojaremos aquí aunque no encontramos camas. Cenamos una sopa, callos calientes y patatas fritas y dormimos con nuestros sacos en unas tenadas.
6.30. Nos levantamos. Preparamos las mochilas y los pies y luego desayunamos. Salimos de Castañera a las 7.45. Hace pleno sol.
Caminamos en compañía de algunos lugareños que aprovechan el día de sol para recoger la hierba. Al lado nuestro camina una señora detrás de un pollino. Va tranquilamente haciendo punto a la vez que pone los pies en el suelo y sigue nuestra conversación. Ni tropieza, ni se le escapa un punto de la aguja.
8.25. Pasamos por Campoleo y Praullongo, frente a Peña Manteca. El paisaje es extraordinario.
9.50. Collao de Labedul. Encontramos a una veraneante nativa que lleva viviendo treinta años en Barcelona y charlamos con ella.
10.10. Labedul. Lo ganamos por una cuesta abajo muy pronunciada. Con el peso de las mochilas y el estado en que se encuentran nuestros pies nos cuesta mucho bajar. Tememos las cuestas abajo.
11.00. Solano. El camino es estrecho. No llega ni la carretera ni la luz. Al cruzarnos con una expedición que va a recoger hierba, nos preguntan si somos músicos.
12.30. Llegamos hasta Mieldes por una cuesta muy dura.
13.30. Troncada. "-¿Sois fotógrafos?"
15.10. Mieldes. Es un pueblo bastante rico. Tiene un terreno cultivable muy bueno. Es un pueblo muy grande, pero no tiene luz ni carretera. Comemos aquí.
18.45. Santiago de Sierra. Estamos haciendo un esfuerzo para llegar esta noche a Corias. Atravesamos el río Unón por un tronco que nos deja en medio del cauce. Nos ayuda un paisano que ha estado en Suiza. A Tino le lleva la cantimplora el río. Manuel Garrido, que así se llama nuestro ayudante, se mete en el río mojándose los pantalones por encima de las rodillas, pero no puede recuperarla.
20.45. Llegamos, subiendo por los prados a Luarnes. Don Manuel nos acompaña de noche, durante cuarenta minutos. Nos deja a las puertas de nuestro fin de etapa.
22.00. Terminamos la jornada en Villaorín. No encontramos qué cenar, ni dónde dormir. Después de mucho dar vueltas, conseguimos dos chorizos y una botella de vino. Tocamos a quince gramos cada uno.
- Qué bien venía ahora un platu fabes, ¿eh guaje?
Gelín no deja de provocar a Tino con el plato de fabada, y al benjamín de la expedición se le abre más el apetito. A dormir debajo de un alero acompañados por un carro del país.
Pasamos por Campoleo y Praullongo, frente a la Peña Manteca, zona que conocen la mayoría de la expedición, a las 8.35. Atravesamos Labedul a las 10 y el pueblo de Solano a las 11. Hace pleno sol y el paisaje es extraordinario. Algunos extrañados de ver por primera vez la indumentaria de un montañero nos preguntan si somos músicos.
A las 12.30 pasamos por Troncada, donde ahora la extrañeza de la gente nos confunde con fotógrafos ambulantes.
A las 15.10 llegamos a Mieldes. Un pueblo muy rico y con una fértil huerta. Son bastantes vecinos, pero a pesar de todo no tiene ni luz, ni carretera. Comemos.
En Santiago de Sierra estamos a las 18.45. Atravesamos el río Unón por el tronco de un árbol que nos deja en medio del río y hay que dar un salto desde allí. Nos ayuda Manuel Garrido, un lugareño que ha estado algunos años en Suiza. El río nos lleva una cantimplora y nuestro amigo se mete con pantalones en agua para recuperarla, pero no lo consigue.
En compañía de Manuel llegamos a Luarnes a las 20.45. Nos acompaña de noche durante una hora, dejándonos a las puertas de Villaorín donde llegamos a las 22 horas. No encontramos qué cenar ni dónde dormir. Comemos unos 20 gramos de chorizo cada uno con un trago de vino y a dormir sin cenar bajo el alero del tejado de una tenada.
7.00. Nos levantamos y sin desayunar nos ponemos en marcha. Sigue el plato de fabada en nuestra mente.
9.45. Villalar. Seguimos ascendiendo desde que salimos.
10.05. Terminamos la subida en La Pilarina, capilla en lo alto de una campa, un poco maltratada por algún desalmado.
Bajando por la Pilarina nos encaminamos hacia Corias. El descenso es muy largo y costoso. En esta última bajada es donde Gerardo se decide a abandonar. El último día ha sido un martirio continuo para él. No ha sido un abandono por desmoralización, sino fortuito. Se retira como los valientes, dando hasta el máximo, con mucha pena de no poder continuar. La ilusión la conserva y se queda con pena.
Ante la sorpresa de todos nos abandona también Tino. Hasta ahora nos había parecido que estaba en plena forma. Tiene los pies un poco pelados, y quizá el hambre pasada la última jornada le llevó a abandonar. ¡Claro, con tanta fabada de Gelín!
12.00. El recibimiento que nos dispensaron los dominicos de Corias, ha sido francamente extraordinario. Nos esperaban desde hacía dos días. El prior, igual que el "Pater familias", nos preparó una buena ducha: "lavó los pies a los peregrinos", como dirían antiguamente en los hospitales del "Camino de Santiago". Nos sentó a su mesa y él mismo nos sirvió la comida. Comimos con la alegría de un hijo cuando llega a casa cansado al final de la jornada.
15.30. Salida de Corias. Un compañero nuestro nos sube las mochilas en su coche durante un rato. El primer arranque es una elevada cuesta, que tiene escaleras excavadas en tierra. Después de esta tirada cargamos de nuevo las mochilas.
16.45. Pasamos por el pequeño pueblecito de Cerame. A las 19.30 llegamos a Trones. En un bar, en no muy buenas condiciones, tomamos media cerveza. Nos indican que podemos llegar fácilmente a Besullo y emprendemos de nuevo la marcha.
Nada más salir del pueblo nos encontramos con el dilema de los cruces de caminos, que siempre nos pone de mal humor. Un viejo pastor, que viene fumando en pipa, nos orienta:
- Sigan esti camín, que no tien perdería!
Y, gracias a Dios y al viejo, en ese camino no nos perdimos.
Por Posada de Besullo pasamos a las 20.05, y a las 20.40 llegamos a Besullo. La vista es muy pintoresca. Nos llama la atención una capilla situada en la cima de un pequeño alto cortado en aguja por la parte de atrás. La colina y la ermita resguardan al pueblo de la intemperie. Es el pueblo más original y pintoresco en lo que llevamos de ruta.
Al caer el sol entramos en el primer chigre que se nos presenta, que además de chigre es comercio. Sin saberlo estamos en casa de uno de los parientes de Alejandro Casona.
El cronista, dispuesto a poner en orden sus apuntes, mientras se toma media cerveza, oye que le dice el chigrero:
- Escriba tranquilo, que ahí en esa mesa empezó a escribir mi tío Alejandro alguna de sus obras.
En nuestra amena tertulia se van reuniendo curiosos y se habla de todo. Un viejo cazador, muy buen conocedor de la zona prevista para mañana, nos orienta y nos facilita una buena serie de detalles, para nuestra entrada en Galicia.
Un viejo, con más labia que experiencia, trata de convencernos que ha sido un montañista de primera -"un buen subidor"-.
- Yo he subido mucho con "calzao de pues".
- ¿Qué entiende usted por "calzao de pues", abuelo?
- Eso que emplean ustedes para subir.
- Crampones, ¿no?
- Sí, eso, esos hierros que se clavan en la pared con un martillo.
- ¡Ah!
- ¿No será más bien, tío Tirso -comenta el maestro, ahijado de Casona- que usted lo ha visto por la televisión?
El encargado de recoger la leche se ofrece a subirnos las mochilas durante varios kilómetros por la mañana. Cenamos a las 22.30, y a las 23.45 estamos en la cama, mientras debajo de nuestra ventana hacen alardes pirotécnicos los jóvenes del pueblo en fiestas.
Bajando por la Pilarina nos encaminamos hacia Corias. El descenso es muy largo y costoso. En esta última bajada es donde un compañero se decide a abandonar. Tiene los pies deshechos y en muy malas condiciones para seguir. El último día ha sido un martirio continuo para él. El abandono es fortuito, no por desmoralización. La ilusión la conserva y se queda con pena.
El recibimiento que nos dispensó a las 12 el monasterio de Corias ha sido francamente extraordinario. Nos esperaban desde hacía dos días. El Prior nos preparó una buena ducha. "Lavó los pies a los peregrinos", dirían en el antiguo Camino de Santiago. Nos invitó a su mesa y él mismo nos sirvió la comida.
Al salir de Corias, a las 15.30, el primer arranque es una elevada cuesta que tiene escaleras excavadas en tierra.
A las 16.45 pasamos por el pequeño pueblecito de Cerame. A las 19.30 llegamos a Trones. En un bar, en no muy buenas condiciones, tomamos media cerveza. Un viejo pastor que viene fumando su cachimba nos orienta: "Sigan este camín que no tiene perdería".
Por Posada de Besillo pasamos a las 20.05 y a las 20.40 llegamos a Besillo. La vista es muy pintoresca, y nos llama la atención una capilla situada en la cima de un pequeño montecillo cortado en aguja. Al ponerse el sol entramos en un bar, que además de chigre es comercio. Sin saberlo estamos en la casa de uno de los parientes de Casona: "-Escriba tranquilo, que ahí en esa mesa escribió mi tío Alejandro alguna de sus obras", dice el chigrero.
7.10. Salimos de Besullo, después de cargar las mochilas en el todoterreno del lechero. El camión de la madera nos invita a subir, para llevarnos por la pista durante dos horas. Se lo agradecemos, pero seguimos a pie.
Después de tres cuartos de hora de subida, llegamos a el Pozo. Hemos caminado divinamente sin peso. Recogemos las mochilas y mientras desayunamos, charlamos con el capataz de la plantación que una empresa valenciana de muebles ha realizado en estos montes. Nos orienta francamente bien.
Nos acompañan dos forestales encargados de vigilar los posibles incendios. Lleva cada uno una emisora radioteléfono, que vale cerca de las cincuenta mil. Amenizados por su charla y explicaciones vamos haciendo el camino francamente bien. ¡Estamos en plena forma!
Nos enteramos de su forma de vida. El más alto vive solo de su sueldo de vigilante y ama el monte. Es de menos palabras que su compañero, pero más exacto y más sensato en sus juicios.
Su compañero, de estatura mediana y nariz un poco aguileña, habla continuamente. Además de vigilante, "tiene un 850 y un hijo estudiando en Villaviciosa", y "varias vacas de las que saca provecho". Para él, todas las cosas buenas son "coj...das".
9.45. Tras pasar por Braña La Fanar, llegamos a Braña San Félix. Hay una cabaña bastante buena y una torre de vigilancia de hierro y cristal.
- En esa torre, se duerme de p...
Descansamos un poco. Los forestales nos dejan su zurrón y nos siguen acompañando. Su compañía nos ha sido valiosísima. Nos dejan encaminados y uno de ellos quiere seguir un rato más con nosotros, pero el otro dice que no hace falta, que ya no hay pérdida y se despiden. Pero la pérdida del camino y el despiste no tardaron mucho en aparecer.
Atravesamos un monte lleno de maleza hasta encontrar el camino. Perdemos mucho tiempo. Otra vez se nos ha marchado el optimismo que teníamos por la mañana.
13.10. La Furada. Sólo queda un vecino. Además de tener que andar más kilómetros, el saludo que nos tributó un perro tan grande como un cordero, creímos que daba al traste con nuestra empresa. Lo sujetaron entre dos personas y consiguieron reducirle y encerrarle en casa, si no, allí termina la peregrinación.
Nos acompaña el vecino de la Furada, que va al mercado de San Martín con una ternera. Vive en condiciones infrahumanas, sin ningún acceso de civilización que llegue hasta él. Carece de luz, agua, medios de locomoción. Ni siquiera un carro puede llegar allí. Todo ha de hacerse a golpe de calcetín o lo más a lomos de un jumento.
14.15. San Martín. Tomamos algo. Según los paisanos hay ambiente a causa del mercado que se celebra por la tarde. La verdad es, según parece, que no creemos que el mercado llegue a reunir a una docena de vacas y algunos hombres más.
Tomamos la dirección de San Salvador, pueblo por donde teníamos proyectado pasar. Gelín tropieza con el cronista, se tambalea en una piedra y casi va de cabeza al río por un puente de dos metros de altura.
16.20. San Salvador. Comemos. Nos sirve un camarero de Madrid de un restaurante de cinco tenedores. Algunos compran calcetines de repuesto.
18.00. Dejamos S. Salvador. A las afueras contemplamos una forma muy arcaica de realizar la trilla. Con un ritmo sincronizado, matemáticamente, cuatro hombres tratan de moler la mies tendida en la era con dos palos unidos por una anilla. La sincronización es perfecta.
19.25. Pasamos el último pueblo de Asturias: Bustarel. Una aldea abandonada y en silencio en medio de la cuesta. El otro año, se han llevado las tierras llanas a los pocos vecinos. Todos han huido de aquí.
Al atravesar un arroyo, estamos ya en Galicia.
19.50. Encontramos un magnífico caserío, con una hermosa casona grande, dos hórreos... Se llama la Casa del Buey. También se encuentra abandonado.
20.50. Cuando ya está a punto de oscurecer llegamos a Ernes, primer pueblo de Galicia. Nuestro primer contacto es con una señora de unos sesenta años, que encamina sus vacas hacia el establo. Nos dice que su hijo tiene una motora y quizá nos pueda cruzar el pantano.
- Hablad con él, que está allí abajo segando, pero yo no les garantizo nada, eso es cosa suya.
En la fuente de la entrada encontramos un joven de unos treinta años, un poco escaso de pelo con una joven de unos veinte, morena y de buen tipo.
- Esos son mis hijos -nos dice la señora-.
Hablamos sobre la posibilidad de que nos pase a la otra orilla. Pero ya es completamente de noche y la barca está cargada y no tiene focos para poder atracar bien en la orilla opuesta. Nos quedamos a dormir aquí.
El pueblo tiene cuatro vecinos de los que sólo vemos a la familia que nos acompaña. Después de muchos tanteos para dormir en casas abandonadas con nuestro saco, estamos decididos a dormir al aire libre. Nuestro amigo el barquero nos lleva a su casa. El padre de la familia, que nos da la impresión de tener alguna ligera enfermedad mental, con gran sentido de la hospitalidad, nos recibe a todos uno por uno en la puerta, estrechando nuestra mano y repitiendo a cada uno:
- Mucho ben, mucho ben...
Nos cuentan que en el pueblo vecino había un hombre casado y una mujer que vivía sola como únicos vecinos. El hombre se entendía con las dos. Un día se juntaron las dos, y lo mataron. Así no fue para nadie.
Dormimos de dos en dos metidos en los sacos encima de las camas. Es una habitación grande de madera, que debe servir de granero y despensa, con arcones grandes y jamones colgados. En la habitación hay colocadas cuatro camas, pues son once hermanos y algunos han estado pasando unos días con sus padres.
Durante hora y media nos acompañan dos forestales encargados de vigilar los fuegos. ¡Estamos en plena forma! Hasta media mañana andamos muy bien y tenemos gran optimismo. Hacia las 12 nos metemos en el monte lleno de maleza hasta encontrar un camino. Perdemos mucho tiempo.
A las 13.30 llegamos a la Furada, pueblo que sólo tiene un vecino. Un perro, tan grande como una oveja, amenaza terminar con nosotros. Aquí todas las comunicaciones son a golpe de calcetín o a lomo de mulo. El vecino, que va al mercado con una ternera, nos acompaña hasta San Martín, por donde pasamos a las 14.15.
Ganamos San Salvador a las 16.20. Reponemos nuestras fuerzas con una buena comida y compramos algunos pares de calcetines de repuesto.
Pasado Bustarel, último pueblo de Asturias, totalmente abandonado, entramos en Galicia a las 19.25. Cuando ya está a punto de oscurecer llegamos a Ernes, primer pueblo de Lugo. En una fuente a la entrada del pueblo encontramos una pareja de jóvenes. Hablamos sobre la posibilidad de que nos pasen en barca el embalse de Grandas de Salime. Como ya es completamente de noche y la barca no tiene focos se compromete a pasarnos a las seis de la mañana cuando salga a recoger la leche.
Dormimos de dos en dos metidos en nuestros sacos encima de unos colchones. El pueblo está medio abandonado.
5.00. Nos levantamos y salimos en dirección al pantano de Grandas de Salime. El hijo de la casa que nos dio cobijo, antes de recoger la leche, nos pasa de tres en tres con su motora a la otra orilla. Anduvimos en barca unos 300 metros.
6.30. Pasamos por Seira. Una fuente-lavadero, típicamente gallega, con cuatro columnas de castaño, que sostienen un tejado, nos sirve para lavarnos y adecentarnos un poco. Una viuda joven, vestida de negro de pies a cabeza viene a llenar un cubo de agua. Seguimos nuestra marcha.
7.45. Negueira. Vamos a desayunar en el momento que se escribe esta crónica, un par de huevos fritos con chorizo pasado por la sartén. Negueira es un pueblo de comerciantes que abastece a la zona a orillas del embalse. De sus pocos vecinos, la mayoría vive del comercio y del chigre.
Hasta aquí llega la carretera desde Fonsagrada, y hay una línea de autobuses que funciona los días de mercado, una vez cada quince días. Hoy hay mercado en Fonsagrada. Aprovechamos la línea para mandar por delante nuestras mochilas. ¡Qué alivio quitarnos este peso de encima, para subir y bajar los desniveles del terreno!.
10.45. Superados algunos titubeos y dudas ante los cruces de caminos y haber tomado un camino equivocado, llegamos a Bustelo.
- Rapaz, ¿cuánto hay de aquí a Fonsagrada?
- No sé, por lo menos sesenta kilómetros.
- ¡No fastidies!
- ¡Qué se yo! Está muy lejos.
Seguimos caminando con los brazos caídos. Sin ayuda, sin nadie, sin nada que nos oriente. Sin palabras, pero sin alterar el paso. Sin prisa, pero sin descanso.
11.35. Carballín, que es una pobre aldea al borde del camino y sólo tiene una casa.
- ¡Meeeca, Carballín! Las ganas que tenía de conocerlo. Una vez mandaron por correo al ferrocarril de Langreo un cajón. Venga a buscar al paisano y que no aparecía. Hasta que un gallego, que era guardaagujas, dijo que había un Carballín en Lugo. ¡Cómo iba a llegar aquí si es una sola casa!.
- Gelu: ¡Carballín! ¡Dos horas, y en la Felguera otra vez!
Pasamos al bar, que está en la misma cocina.
- Estos dos neñinos míos ya han ido a Santiago, pero en una peregrinación que salió de aquí en autobús. Estudian en Vivero, ¿sabe?, en un colegio a más de 200 kilómetros.
- Y, ¿no vienen a casa?
- No señor, nada más que en vacaciones.
- Escuelas concentradas, ¿no?
- Sí, eso, eso.
- Pero, ¿concentradas tan lejos?
- Sí señor, nosotros a trabajar y ellos a cultivarse.
La nieta mira por la ventana esperando a nuevos caminantes. La abuela, en cuclillas, pela las patatas y atiza la cocina. La madre nos atiende a nosotros.
12.50. Llegamos a Fonfría, tras dejar atrás El Acebo y Cabreira. Nuestra sorpresa es grande al ver que a cien metros de donde hemos salido hay un indicador que dice "Camino de Santiago".
Cogiendo un atajo estamos en Barbeito a las 13.15. Descansamos un rato. Llevamos ganando altura desde esta mañana. Continuamente subiendo, aunque la subida no es muy vertical.
15.35 Tras Silvela, Paradanova y otro descanso, llegamos a Fonsagrada. Es el punto más alto de la subida de hoy. Tiene cerca de mil metros de altura. Es un pueblo grande con bastante comercio, además hoy es día de mercado. En las calles hay mucho movimiento de gente.
Intentamos celebrar misa antes de comer, pero no es posible.
- Chaval, ¿dónde vive el sacerdote?
- En esa casa a la derecha.
Llamamos pero no hay nadie.
- Es que se han ido a otros dos pueblos a decir Misa.
- ¿Y el sacristán?
- No lo hay, ¿para qué quieren entrar en la Iglesia?
- Para decir Misa. Si te dijera que yo soy cura, ¿tú qué dirías?
- ¡Con esa pinta, y esos pantalones cortos! Ja,ja,ja.
- Bueno, ¿a qué hora hay Misa aquí?
- A las seis de la tarde.
Nos dirigimos a un bar para comer. Caldo gallego, filetes con patatas fritas, ensalada con tomate y otras cosas constituyen nuestro menú.
Como es un poco tarde y el bar es muy "in", el local va dando entrada a la juventud. Música y ruido por todas partes. El centro de la concurrencia es una chiquita francesa que chapurrea un poco el español. Todos los mozalbetes la corean y se desviven en atenciones. Vamos, que le hacen el paripé. ¡Es de París!
- ¿Cómo iríamos mejor a Santiago? Pero por el monte, ¡eh!
- Lo mejor es la carretera. ¿Por qué quieren ir por el monte? Si puede saberse.
- Porque vamos a Santiago en línea recta.
- ¡No fastidien! En línea recta no llegan. Yo fui desde Lugo en el mes de mayo andando por carretera -nos dice un joven de unos 17 años.
- Vamos a ver -y extendemos el mapa encima de la mesa.
- Pues es verdad. Y, ¿desde Oviedo han venido en línea recta? ¡Carallo! Pero la línea recta no pasa por Lugo.
- Ya, ya, pasa a 2 kilómetros, pero queremos pasar por allí.
- Les tiene más cuenta ir por carretera. Pero de aquí a Lugo no hay ningún atajo. Después de Lugo a Santiago sí.
El mozo, que ha hecho parte de este camino, termina convenciéndonos. Como a partir de aquí ya no hay montañas de interés, solo pequeñas ondulaciones, seguimos su consejo.
18.00. Asistimos a Misa (en pantalón corto), y media hora después abandonamos Fonsagrada. Como ya hemos probado los placeres de viajar descargados, facturamos las mochilas hasta Lugo.
18.45. Padrón. Los peregrinos se acuerdan, nada más ver el anuncio, del Padrón, donde según la leyenda desembarcó Santiago, a 17 kilómetros de Compostela. ¡Si ya estuviéramos allí!
19.20. Don Servando García, nos invita espontáneamente a tomar un café en su casa, y nos cuenta su vida y su pasión por caminar, es compañero de caminos.
21.00. Villardongo. Descansamos un rato. El polvo de la carretera y los coches que pasan nos molestan mucho. Los últimos kilómetros los hemos andado a una media de 6 kilómetros por hora.
22.35. Paradabella. Completamente de noche. Nos cuesta mucho trabajo encontrar cama. El ministerio ha dado ayudas monetarias para arreglar viviendas, con la condición de que el que se acoja a este beneficio deje una cama para huéspedes, pero no hay modo, todos se hacen el longuis. Por fin, después de mucho buscar y dar vueltas, lo conseguimos bastante bien.
Cenamos en una cocina muy original. En medio de una habitación grande hay una cocina de carbón, y pegadas alrededor de la cocinilla hay unas losas de mármol que constituyen la mesa.
A las seis y media pasamos por Seira, donde nos aseamos un poco.
Desayunamos a las 7.45 en Nogueira. Es un pueblo de comerciantes, a orillas el embalse, que abastece a esta zona. Hasta aquí llega la carretera desde Consagrada y tiene una línea que funciona los días de mercado, dos veces al mes. Hoy hay mercado y aprovechamos para mandar por delante las mochilas.
A las 10.45 pasamos por Bustillo, después de perder media hora por un camino equivocado. En esta mañana del domingo pasamos por Carballín, El Acebo, Cabreira, Fonfría las 12.15, donde salimos a unos 100m. del primer letrero que pone "Camino de Santiago". Seguimos por atajos pasando por Barbeito y Silvela y Paradanova.
A las 15.35 llegamos a Consagrada, pueblo grande donde se encuentra reunida toda la zona, amenizando su mercado. Después de comer descansamos un poco, asistimos a Misa y de nuevo a nuestro duro caminar. Se nos hace de noche y seguimos la carretera pasando por Padrón y Villardongo. Hemos andado los últimos kilómetros a seis por hora.
En Paradabella hacemos noche a las 22.35, después de costarnos gran trabajo encontrar alojamiento.
8.20. Nos levantamos. Estamos a 47 kilómetros de Lugo y esperamos llegar hoy.
10.45. Pasamos por Lastra sin pena ni gloria. Contemplando continuamente la carretera con tristeza.
- ¿Te duele la ampolla? -me pregunta Clemen.
- Es que esto parece un huevo -respondo.
- ¡Pues no dejes que el suelo se acerque a tus pies!
11.00. Coronamos el alto de Fontaneira. 930 metros. De puerto en puerto vamos cansando al día, porque a nosotros ya no hay quien nos canse. Nos da todo igual.
No creí que fuera a pensar esto, pero el sol que tanto anhelábamos etapas atrás, nos va pegando cada vez más al asfalto. Mientras el grupo va desmembrándose poco a poco al llegar a Cabo-Baleira, una pareja de guardias nos piden los papeles para que aclaremos nuestra identidad.
- Los hemos mandado a Lugo con nuestras mochilas.
- ¿A dónde van por aquí?
- A Compostela en peregrinación.
- ¿Y por qué no van por el Camino de Santiago?
- Porque se nos ha ocurrido una ruta original en línea recta.
Probablemente los guardias nos hayan confundido con "quinquis" o algo parecido, y se lo hacemos saber.
- Con esa pinta se les confunde cualquier cosa.
- Si les dijera que soy cura, ustedes no me creerían.
- Ciertamente, no le creeríamos. Ahora sigan con su camino y que tengan buena ruta.
La gente nos mira con una mezcla de extrañeza y curiosidad en pequeños grupos, o corren a esconderse a sus casas para observar nuestro paso por el ojo de la cerradura. Así caminando, llegamos al alto de Vaqueira, y luego al pueblo de Vilalle.
15.50. Llegamos a Castroverde. Paramos a beber en una fuente. La larga jornada se va haciendo sentir y pesa ya sobre nosotros. Cruzamos por la gran llanura de la meseta, entre los portones de las granjas donde los duros labradores preparan el arado y el surco. Llega hasta nosotros el agudo chirrido de las carretas, las ruedas y los bueyes que van pidiendo paso.
- ¡Gelu! ¿Qué te parece si mañana andamos cincuenta kilómetros y pasado cincuenta y cinco? Así terminamos de un golpe -le decimos entre bromas.
- De acuerdo, de acuerdo -dice Gelín, tomándolo en serio.
El gesto de los que no intervienen en la conversación, que están molidos, no se puede describir.
Dejando atrás San Payo, Bascuas, Romean y otros pueblos llegamos a Lugo. Lo tenemos ya a la vista, pero andamos y andamos con la esperanza de llegar de un momento a otro, y Lugo se nos esconde una y otra vez tras las curvas de la carretera.
Descansamos un rato a las puertas de Lugo, y a las 23.00 llegamos al fin. El final de esta etapa ha sido el más desmoralizador de todos.
Sentados frente a la pared de la estación, donde hay bastantes pensiones, intentamos una y otra vez encontrar alojamiento pero todo resulta inútil. Cansados preguntamos en todas las pensiones de la zona, y no hubo posada. Cogemos un taxi para que nos lleve a alguna casa de huéspedes. Tampoco así hubo suerte.
Quedamos a la deriva en medio de la ciudad. Nos acercamos a la estación donde estaban nuestras mochilas, cogemos algo y volvemos a la calle.
- ¡Sereno, por favor! Mire usted, somos peregrinos a Santiago. A ver si puede encontrarnos un sitio para dormir.
- Esperen un momento, ¡que si coloco a éste, que si coloco a aquél!
- Bueno, gracias. Por aquí andaremos.
Y sentados en la acera bajo el bisel de un escaparate esperamos. Todo desfila ante nosotros en un ambiente de tristeza. Los transeúntes hunden su mirada en nosotros y siguen bajando la calle entre cuchicheos. Nosotros quedamos en silencio, con una vaga sonrisa en nuestro rostro.
- Pues no encuentro sitio para ustedes.
Nos quedamos inmóviles, ¡qué más da! ¡si fuera por esta noche nos retiramos!
Tras unos momentos tensos, decidimos ir a cenar, para calmar un poco los ánimos y nos dirigimos al primer restaurante que encontramos. Una cafetería bastante elegante. Dudamos antes de entrar. ¿Nos mandarán a la calle? ¿Nos acogerán? Primero entra uno a ver qué impresión produce, pregunta, y entramos todos.
Allí nos atiende una joven gallega, vivaracha y graciosa con una deliciosa sonrisa. Nos devuelve el buen humor. Hasta ahora es la única persona en Lugo que ha sido amable con nosotros.
Se disponía a marcharse a la verbena de un barrio cuando entramos, pero volvió a vestirse de camarera y nos atendió amablemente. Preguntó al sereno que estaba en la barra por habitaciones y aguantó con una sonrisa todas las invectivas que echábamos contra Lugo. Siguió nuestra conversación con mucha elegancia y discreción.
Por fin con el buen ánimo restablecido, el sereno nos encuentra dónde meternos. Lo seguimos y nos lleva a una buhardilla, cerrada, sin respiración, con las sábanas rotas y sucias. Pero como no hay otra cosa, nos quedamos. Por lo menos tenemos dónde tumbarnos.
Son cerca de las tres de la madrugada.
Salimos a las 8.30 andando a buen paso. Para las 12 horas hemos dejado atrás Lastra, Fontaneira, Cádavo, Baleira. Durante las horas de siesta pasamos por Baqueiza, Vilalle y Castroverde. A últimas horas de la tarde cruzamos San Payo y Bascuas. A las 23, rendidísimos llegamos a Lugo.
El final de esta etapa ha sido de los más desmoralizadores. Estamos todos francamente derrotados. Nos resulta muy difícil encontrar pensión. Llega un momento en que nos da todo igual: dormir en medio de un parque o en una cama.
Si fuera todo como esta noche, abandonamos.
Nos levantamos cuando el sol está ya bastante alto. Las mochilas las cambiamos para el autobús de Santiago, y nos quedamos con lo puesto.
Volvemos a desayunar a la cafetería de la cena, y al poco rato aparece la joven que nos sirvió la noche anterior y se interesa por nosotros.
Tengo que curarme la ampolla del pie, no aguanto más
- Oiga, ¿hacia dónde queda la Casa de Socorro?
- En el hospital. Saliendo hacia la carretera de Santiago.
Hacia allí nos dirigimos. Entro en el hospital mientras los demás esperan.
- ¿Qué desea?
- Que me vean el pie derecho. Tengo una ampolla que me molesta mucho, y vamos caminando a Santiago.
- A ver, quítese la bota -mientras me descalzo vamos hablando de la ruta, de dónde venimos, etc.- ¿y con esto ha podido andar cinco días? Parece imposible. Eso no se puede hacer.
Coge unas tijeras y corta. ¡Y decían que no la reventara! Sacan el líquido, echan unos polvos de penicilina y me vendan el pie.
- ¿Usted cree que podré llegar a Santiago?
- Si ha andado usted cuatro días así, podrá llegar hasta África. Un poco mejor andará ahora.
En cinco minutos estoy otra vez con mis compañeros.
- ¿Qué te hicieron?
- Pues me la reventaron. Y vosotros venga a decir "No la revientes, no la revientes".
13.00. Salimos de Lugo. A Santiago, 107 kilómetros.
Seguimos caminando tranquilamente. Hay que ver la alegría y el ánimo que reina en el grupo. Los primeros kilómetros los hacemos fácilmente, pensando continuamente en la proximidad de Santiago. El tráfico nos impide ir en grupo y andar libremente como en el monte. Esto nos molesta bastante.
Pasamos por Outeiro, Veiga, Goya, y llegamos a comer a Guntín de Pallares. El día está un poco fresco, hay nubes y viento. Durante la tarde llovizna un poco.
Continuamos andando otros 16 kilómetros más y llegamos a Palas de Rei. El final de la etapa es muy pesado, llueve bastante y es de noche. Tenemos que apartarnos de la luz que nos enchufan los coches, y a veces usar las linternas.
A las 23.00 llegamos a una gasolinera. En el restaurante nos informan que nos dirijamos al señor alcalde, que nos proporcione una casa para peregrinos. Éste nos remite al cura. Después de este esfuerzo ya creemos que tenemos un lugar de descanso, pero no hay suerte, un polaco y un francés se nos han adelantado por media hora.
A nosotros nos alojan en una casa que ni siquiera tiene llave en la puerta. Ruidosamente, el acompañante del clérigo fuerza la ventana. ¡Todas las puertas cerradas!
- Es que es muy mala hora y no se puede molestar a los vecinos.
Como ladrones, que entran por la ventana en silencio para conseguir un rico botín, entramos en la casa. El botín: un somier, el paño para taparlo, una gabardina vieja y trapos, muchos trapos para taparnos en el suelo de madera.
Desde la ventana y el tejado, llega el eco del agua que cae contra el suelo con fuerza. Dentro, suplico que nos vayamos de allí, que si alguien continúa el Camino a Santiago que nos vayamos en ese mismo momento.
Seguramente, a pesar del agua y del frío estaré mejor caminando en la carretera. Mis súplicas no tienen respuesta, pienso que estarán durmiendo, y con estas reflexiones empieza a despuntar el alba.
- ¡Vámonos de esta leonera que ya es hora!
- Mira, te oí toda la noche -responde Clemen- pero de la angustia que yo tenía, te mueres ahí y yo no me muevo del suelo.
A veces el camino se hace muy duro.
Vista la experiencia de caminar sin mochila, facturamos todo a Santiago y desde aquí seguiremos por carretera que es el camino más corto. A Santiago, 107 km., nos anuncia un indicador de carretera y nosotros teníamos calculados 105. Entramos en el verdadero Camino de Santiago, después de pasar por Guntín.
La jornada es de las más interesantes en peripecias. Llegamos empapados de agua a las 22.15 a Palas de Rei. Para nosotros no hay habitaciones. Un francés y un polaco han cogido las últimas. Nos ceden una casa deshabitada. Nos acostamos sin cenar en una auténtica trapería, tumbados en somieres sin jergón o en el suelo, tapándonos con gabardinas viejas y trapos que encontramos por allí. Sigue lloviendo y hace mucho frío. A pesar de la temperatura exterior, hay quien quiere abandonar aquella guarida y seguir en plena noche para Santiago.
Salimos también como los ladrones, por la ventana. Para hacer honor al oficio, hay quien se lleva una gabardina vieja.
- Vosotros reíros, pero ya veréis dentro de un rato cuando llueva.
Sin dar las gracias a nadie, porque más bien lo que hubiéramos dado habrían sido desgracias, y esto no reza con nuestros principios, nos dirigimos al ayuntamiento para que nos sellaran la estancia allí.
Tomamos algo antes de salir, y Clemen dice:
- Yo voy a una carpintería.
- ¿Para qué? ¿Vas a encargar algún mueble?
- Tengo este tobillo que no lo puedo posar en el suelo, y voy a ver si me hacen una muleta.
- Ja, ja, ja... No fastidies, eso será una broma.
- Reíros, reíros, pero va en serio. Y yo desde aquí llego a Santiago como sea.
No nos creíamos lo de la muleta, pero va en serio. ¡Claro, tanto saltar ventanas en la oscuridad de la noche! Nos detenemos ante una carpintería, y contemplamos los intentos del maestro para idear el artefacto.
- ¿De dónde son ustedes? Si no es impertinencia preguntarlo.
- De Asturias, de la cuenca minera.
Y así conversando el artesano a partir de un par de tablones de madera fue construyendo las muletas que se le habían pedido.
- ¡Perfectas! ¿cuánto es?
- No, eso no es nada. Hay que atender a los peregrinos como ustedes. Eso le puede pasar a cualquiera.
- Gracias.
En cuanto afloja un poco la lluvia, otra vez a la carretera. El cuadro que ofrecemos es digno de un objetivo indiscreto. En cabeza, uno a cuerpo gentil. Le sigue andando un par de muletas en pantalón corto y visera blanca. Continúa una chapela y... ¡reíros de mi gabardina! Atrás va una visera gris con un canguro hasta las rodillas, que parece una minifalda. Sigue un sombrero de paja metido en un saco de plástico. Cierra el cuadro otro sombrero con un saco azul de Sanders. El cuadro no necesita más comentarios, si ya nos reíamos de nosotros mismos, no quiero imaginarme lo que debieron gozar los coches con semejante espectáculo.
Encogidos de hombros y con la cabeza inclinada hemos cruzado Carballal, Costa y otras casas a la orilla de la carretera. Después de todo, también es necesario recibir un poco de agua. Ha hecho tanto sol en alguna jornada, que no está mal refrescarse.
Aparece Furelos, que son unas pobres casas a la orilla de la carretera. La lluvia arrecia, y cada uno se refugia donde puede. Yo en una cuadra, invitado por un gallego que entra y sale trayendo grandes brazadas de piurnio. Dentro una vaca, una señora vestida de negro y un horno encendido preparado para cocer. La señora trajina con sus palas, atiza el horno y prepara la masa mientras musita no se qué oraciones y letanías en gallego.
- ¿Cuánto tarda en hacer una masa?
- Pues, depende. La masa se debe adobar mientras se rezan 23 credos por las almas y debe estar en el horno lo que se tarda en rezar los dolores de la Virgen.
Reiniciamos la marcha (sigue lloviendo), y a las 13.20 llegamos a Mellid. Hemos andado 15 kilómetros bajo la lluvia. Arribamos al restaurante de una gasolinera. Es la fiesta del pueblo, y tenemos que esperar para pasar al comedor. El hambre aprieta y la humedad nos deja fríos. No ha sido un chubasco aislado lo que nos ha caído. Llovía cada vez más fuerte.
Comemos y esperamos que deje de llover. Llega un momento en que la lluvia afloja y a las 16.40 nos dirigimos a un comercio. Quizá consigamos algún impermeable barato. En principio, 300 pesetas, pero al final nos los dejaron en 150. Para remate alguno tiene que llevárselo de señora con pañoleta en vez de visera.
Se abandona la muleta, gabardina, sacos, etc y con nuestros flamantes impermeables seguimos caminando. No volvió a llover más.
19.00. Dejamos Portela a un lado de la carretera. Pensamos con optimismo que los kilómetros pasan más aprisa que antes y preferimos no entristecernos. Al final de esta etapa llegamos sin angustias.
20.15. Arzúa. Nos alojamos rápidamente en dos grupos y nos podemos duchar, cosa que no nos fue posible desde Corias. Cenamos estupendamente. Parecemos personas distintas de las que han estado haciendo la ruta de la montaña, la proximidad de Santiago, la buena ducha, la cena y la cama que nos espera, nos hacen olvidar los malos ratos pasados.
Disputa por la factura de dormir. Gelu quiere pagar más de lo que pide la ley, porque se lo pide la posadera. Félix quiere pagar lo justo.
Después de estar admitidos, leemos detrás de la puerta: "...el precio de esta habitación es de 80 pesetas (Firmado Ministerio de Información)". La señora quiere cobrarnos 80 por cada uno y ya está el lío armado.
- ¿Cuánto nos va a cobrar?
- Pues lo normal, 80 pesetas cada uno.
- ¿¡Cómo que 80!? ¿entonces qué dice este papel?
- Pero mire usted, son dos camas y...
- No, no, no. El papel dice el precio de esta habitación, no el precio de cada cama.
Y así continúa la discusión, hablando del libro de reclamaciones y de no sé cuántas cosas más. Le dejamos el carnet, por si acaso, y así queda la cosa.
Al salir para cenar, otra señora más joven, que debe ser la propietaria, nos sonríe con malicia. Ella sabe que no nos puede cobrar más. La vieja nos dice:
- Para otra vez, ya saben, se quedan en la calle.
- No se preocupe, que el próximo Año Santo no vendremos a hospedarnos aquí.
El cuadro que presentamos da pena. Tapados con sacos de plástico, a cuerpo limpio o con una vieja gabardina y con muleta seguimos bajo la lluvia. Pasamos por Malo y Mellid y terminamos nuestra jornada en Arzúa.
Hemos descansado estupendamente. Nos levantamos a las 7.30. No pagamos más que las 80 pesetas y el tanto por ciento legal sobreañadido.
9.00. Radio. Intentamos desayunar en dos tiendas, porque aunque ponían "Bar", no eran otra cosa que tiendas de todo. No hay más que queso, chorizo y latas. Dejamos el desayuno y seguimos adelante.
La carretera va haciendo curvas. En una de ellas adelantamos a un grupo de jóvenes peregrinos que han tomado un atajo. Son los jesuitas. El ritmo que imponemos a nuestra marcha es muy rápido. Ayer no logramos darles alcance, y hoy enseguida los dejamos atrás. Estamos a punto de consumar nuestra empresa y esto nos da ánimos.
Dejamos a un lado de la carretera Libureiro, que conserva su Iglesia románica y Vilanova.
9.45. Ferreiros. Buen sitio para desayunar. Desde la mesa al lado de la ventana vemos pasar un grupo de jóvenes acompañados por una persona mayor, que ha debido quemar sus años en el estudio, según muestran sus terribles gafas. Llevan la mirada recogida.
- Esos por la pinta deben ser los novicios jesuitas.
Para comprobarlo Félix entona el himno de San Ignacio en Vasco:
"Iñatio, gure patroi andia
Jesusen Compañía
Fundatu ... "
Giran rápidamente, saliendo de su abstracción y vienen hacia nosotros.
- Egunon.
- Bai zuri ere.
- Indazu lo.
- Bay zuquerebay.
- Nola izuzena.
- Nik naiz Ignaki alaba. Nik naiz naparro cua.
- Eta zuk.
- Nik naiz Domingo alaba. Nik naiz Felix Elizondarrua.
Seguimos nuestro camino. El planteamiento de la marcha de hoy va viento en popa. Ya no hay baches de agotamiento. Hasta le tomamos cariño a las penurias pasadas. Vamos tan frescos como si no hubiéramos hecho nada.
Raiña, Pedronzo y Amenal cruzamos casi sin darnos cuenta. Tantas veces hicimos largas caminatas, que hemos perdido en el olvido los malos ratos pasados.
Lo que en otros lugares fueron intentos de retirada,
Aquí es solo el olvido de todas las jornadas.
Lo que en otros lugares estaba envuelto en angustia,
Aquí es sólo un tranquilo y apacible caminar.
12.50. Labacolla. Estamos en las puertas de Santiago. Todo es posible, incluso la retirada. En este aeropuerto, a dos horas de camino, hace unos días se ha retirado uno como nosotros después de pisar cientos de kilómetros. Llegó al límite de sus fuerzas.
Comemos tranquilamente, sin prisas, y nos damos un rato al descanso.
16.00. Emprendemos el último peregrinar.
Los últimos pueblos van quedando atrás: Xan Xordo, Crucero, Puente San Lázaro. YA SE DOMINA SANTIAGO. Rezumamos alegría por todos los poros.
Hay que moderar la marcha.
- ¡Que nadie eche un sprint! Porque alguno de los que han venido tirando para atrás, es capaz de salir corriendo para llegar el primero.
Tranquilamente, con nuestro cansancio encima, cruzamos Baliño y Coucheiron.
Aquí el paso final: A LAS 18 HORAS 24 MINUTOS ENTRAMOS POR LA CALLE S. CAYETANO EN COMPOSTELA.
Perdidos tras sus muros y entre tantos hoteles no nos ven bajar a la hora del atardecer. Tan cansados llegamos, que sólo miramos la catedral al pasar entre las bocacalles, con el cuerpo fatigado y deshecho y con largas ojeras de este dulce cansancio.
Al aeropuerto de La-Bacolla llegamos a las 12.50. Estamos en las puertas de Santiago. Comemos tranquilamente descansando un buen rato. A las 16 emprendemos el último peregrinar.
Entramos en Compostela a las 18 horas 24 minutos por la calle de San Cayetano.
En información y turismo encontramos en seguida alojamiento en una pensión de estudiantes.
En cuanto se levanta el sol de la mañana, nos despertamos a la sombra del par de brazos catedralicios, felices y cansados por el largo camino.
10.00. Estamos en la catedral. El secretario de peregrinaciones abandona el púlpito para recibirnos. Nos estaba esperando. Se preocupa de nosotros, y nos facilita enseguida el celebrar Misa. Entre aquel oleaje de peregrinos, sale a buscarnos dos veces para que veamos funcionar el "Botafumeiro".
12.00. Los altavoces de la plaza anuncian: "Al frente de la peregrinación del arciprestazgo de Someira, en primer lugar, irán los montañeros del "Jultayu" de la cuenca minera de Langreo."
Así penetramos en la catedral hasta los primeros bancos del altar.
Hasta aquí ha llegado el único impulso que ha sabido trepar.
He aquí el solo momento que debe contar, el único precio de nuestras desventuras. Apóstol Santiago, aquí nos tienes rendidas las cumbres y carreteras.
Su eminencia el cardenal Don Fernando Quiroga recibe nuestro obsequio:
Su eminencia nos alentó con estas palabras:
Estrecha la mano a cada uno personalmente. Nosotros, poco a poco vamos alejándonos del altar. Cada uno meditando en silencio la empresa y los últimos momentos que la cierran.
A las 12 el secretario del Año Santo nos pone a los seis al frente de una peregrinación de varios miles que va a recibir el cardenal, después de anunciar por los altavoces de la plaza que en primer lugar irán los montañeros de la cuenca de Langreo. Así entramos en la catedral hasta los primeros puestos del altar mayor.
Allí su eminencia el Cardenal Don Fernando Quiroga Palacios nos recibió. Nos estrechó la mano a cada uno y recibió personalmente nuestro banderín. En su alocución nos dijo las siguientes palabras:
(el texto ya citado)
Primeramente diré que todos los miembros de la expedición estaban entrenados intensamente, todos con años de experiencia en la práctica del montañismo, suficientes para tener plena conciencia del esfuerzo físico que iba al que iba a ser necesario someterse para culminar con éxito la empresa.
Esta aclaración sirve también para aquéllos que sin conocernos nos juzgaron a la ligera, queremos creer que sin mala intención, pero dejémosles en paz y continuemos con lo nuestro.
La ruta fue estudiada meticulosamente sobre la cartografía del Instituto Geográfico y Catastral, uniendo con una línea recta La Felguera con Santiago.
Esta línea recta, como así denominamos nuestra marcha, fue más que nada, eso, UNA DENOMINACIÓN; pues creo que nadie piense que se nos haya pasado por la imaginación llevarla matemáticamente, sino que como los puntos de referencia obtenidos en nuestro estudio quedaban casi exactamente dentro de esa línea, nuestra intención era alcanzar esos puntos de la mejor manera posible.
Los que utilicen estos mapas, deben de dejar un margen bastante elevado de errores, para no ser sorprendidos sobre el terreno, como lo fuimos nosotros. Tener en cuenta que muchas de esas cuadrículas fueron realizadas hace decenas de años y no han sido revisadas. La inmigración y emigración en masa de algunas zonas, han hecho que la naturaleza recupere lo que el hombre le había conquistado. Hemos atravesado pueblos completamente desiertos, con sus tierras de labrantío dominadas ya por la vegetación.
Desaparece el hombre y tras él los caminos, los puentes, esos típicos puentes de los pueblos de montaña, de madera y tierra se van deshaciendo poco a poco y marchándose con el río, como si también quisieran huir de esas tierras olvidadas, no quiero decir malditas, aunque así parecen.
El progreso, para poder ofrecer los bienes de consumo a nuestra comodona sociedad, también pasa su elevada factura a la naturaleza: ríos, antes tranquilos, discurriendo apaciblemente por los maravillosos valles, encuentran inesperadamente el gran freno del hormigón y se ensanchan y crecen como tratando de aunar todas sus fuerzas para abatir la atrevida muralla que le impide continuar su destino de siglos.
La industria transformadora de la madera precisa hoy de plantaciones inmensas de árboles especiales, de crecimiento rápido y madera apropiada a los diferentes usos para la que va a ser destinada; la visión majestuosa de los fuertes castaños ha sido reemplazada en muchas de nuestras zonas boscosas por los coníferos, esbeltos, pero débiles. Todo en pro del progreso o, lo que es lo mismo, de nuestra sociedad de consumo.
Todas estas innovaciones no figuran en nuestros mapas, de ahí que os diga lo del margen de errores en nuestra cartografía.
Todos los miembros de la expedición estaban acostumbrados a subir a las cumbres con mochila cargada, tanto de verano como de invierno y, claro está, en travesías. Digo esto por lo que a continuación trataré, y, para que si sirve de algo nuestra experiencia, no lo olviden.
Se trata nada menos que del peso a transportar en una travesía de este tipo. Nosotros llevábamos un peso muy aproximado todos, oscilaba entre 15 y 17 kilos. Esto para hacer 35 kilómetros de media durante 11 días es excesivo. Precisamente por el estudio concienzudo que habíamos hecho del terreno, no pudimos prescindir de muchas cosas, por no tener la seguridad de alcanzar todos los finales de etapa y que estos fuesen pueblos importantes. Tampoco podíamos prever el estado del tiempo (a pesar de ser el mes de Agosto, la niebla y el agua fueron compañeros desagradables en casi todo nuestro recorrido). Al temor de poder encontrarnos en pleno monte sin conseguir continuar se debe que cargásemos con lo que, dada esa situación, nos podría dar la única solución.
En carretera todo sería sencillo, pero nuestro propósito era entrar en Galicia subiendo y bajando nuestras montañas lo más rectamente posible.
Por lo tanto, aconsejamos que, en estos casos, el peso a transportar debe oscilar entre 6 y 8 kilos, y en todo caso no rebasar nunca los 10 kilos.
De nuevo tengo que hacer otra observación, poniendo como ejemplo a los componentes de la expedición. Temo que se me juzgue mal, pensando que trato de hacer ver como fenómenos a estos compañeros; correré el riesgo, pero creo preciso hacerlo cuantas veces sea necesario, pues esta historia no pretende otra cosa que dar el máximo de información a aquéllos que quieran aprender en cabeza ajena.
Se trata de lo siguiente: en los descensos de las cumbres en nuestras salidas ordinarias, tenemos costumbre de hacerlo de la manera más rápida posible, llegando a conseguir tiempos verdaderamente sorprendentes, como, por ejemplo, desde la cumbre de Peña Ubiña o Fontanes a Tuiza. Desde la cumbre del Tiatordos a la Foz. De Urriello a Sotres o Poncebos. De Vega de Ario a Ercina, después de salir de Poncebos, y subir la canal de Trea y el Jultayu, etc, etc... No doy estos tiempos porque lo que pretendo es que nadie se sorprenda si a pesar de esto les digo que no calculen para travesía de este tipo una media superior a 3km/h. Nosotros habíamos tenido en cuenta esa facilidad de descenso que habíamos adquirido, y pensamos que bien podíamos mejorar la media de subida gracias a la rapidez en los descensos. Pues bien, precisamente los descensos con el peso que llevábamos era lo que más temíamos y lo que sin duda de ninguna clase lo que más nos hizo sufrir.
No quiero terminar sin referirme al calzado a utilizar en estas travesías de varios días de marcha. La bota fuerte de montaña, ya hecha al pie, es insustituible.
Dos de mis compañeros prefirieron emplear botas Cletas, pagaron bien cara esta sustitución de la bota normal de montaña por este otro tipo ligero. Los dos tuvieron que sustituirlas por Chirucas cuando pudieron encontrar un comercio; siguieron sufriendo de los pies, y llegaron a Santiago gracias a su capacidad de sufrimiento, a su elevado espíritu de superación ante el sacrificio, que el montañismo en algunas ocasiones exige, y cómo no, a su entrenamiento, al que en un principio hice mención.
Si de algo sirven estas experiencias, mal reflejadas en estas cuartillas, nos damos por satisfechos, era lo único que pretendíamos.
Clemente Iglesias
"Club Jultayu"
Agosto 1971