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Por desgracia, a Rocío no le pudieron descontracturar las rodillas antes de salir de Valencia, pero aun así, decidió que poco a poco y lentamente quería ganar el jubileo este verano, haciendo el Camino Portugués.
El primer contacto con el camino lo tuvo en el pasado mes de abril, en el Camino Francés, donde llegó a andar unos 80 Km. en dos días y medio, a pesar de su fibromialgia.
A Rocío le ha atrapado El Camino. Se ha enamorado de esas tierras y gentes del noroeste.
Como decía, desde Padrón, en ferrocarril, llegamos hasta la estación de Tuy, donde bajamos para dirigirnos a la catedral-Fortaleza, donde obtuvimos nuestras credenciales.
Mª Cinta, con quien había caminado desde Oporto hasta las inmediaciones de Ponte de Lima, optó por llevarse su inacabada credencial, y selló en el Cuartel de la Guardia Civil de Tuy.
Ya en el casco antiguo, nos acercamos hasta el albergue, y tras unas palabra con la hospitalera, nos indicó que podíamos quedarnos en el Albergue, que había sitio suficiente.
Aprovechamos para visitar la ciudad de Tuy, enseñando esas vistas sobre el Miño, O Caïs, Lavacunda, y al fondo Valença con su fortaleza. No pudimos hacernos con los dulces de almendra de las Clarisas de Tuy. Lástima...
Era domingo y festivo en Tuy, había una procesión, por lo que decidimos cenar en el casco viejo mientras pasaba el Santo: San Roque.
Empezaba a anochecer y tras bajar la cena con un paseo por la parte baja de Tuy cercana al Miño, nos dirigimos al albergue, donde me encargaron para apagar las luces y "tocar silencio".
Así lo hicimos.
Esa noche se desató una fuerte tormenta de rayos truenos y centellas. No para de llover, pero... no en la forma en que suele llover en Galicia, sino al más puro estilo de tormenta mediterranea.
Buen comienzo (pensé para mis adentros) para iniciar una peregrinación, pensando en Rocío.
Fuimos a desayunar cerca del albergue empapándonos con la fuerte lluvia, y tras el desayuno, justo en el momento de tener que iniciar nuestro camino: ¡Oh milagro! dejó de llover y el sol rompía con fuerza las nubes que se disipaban encima de nuestras cabezas.
Al haber despejado, nos acercamos a San Bartolomé, que estaba cerrada, si bien admiramos su ábside, desde donde se puede ver mirando al sur una preciosa vista sobre el Miño, y Valença con su fortaleza.
Continuamos por el Camino, andando despacio: ¡Los tres mosqueteros!
Cruzamos el Ponte das Febres de San Telmo, tras pasar las obras de la autopista y sumergirnos en el bosque.
Mi cuñada Mª Cinta antes de llegar, se buscaba una moneda ¡PARA EL ENANO! La realidad es que no salió esa xana, pero disfrutamos de un pitillo al pasar el puente y disfrutando de ese mágico paisaje.
Conforme avanzábamos, todo estaba cerrado, La Madalena, Santa Columba de Ribadelouro y antes de llegar a Orbenlle-Budiño, tuvimos que cruzar por el paso de invierno el río Louro, ya que la lluvia había inundado el camino.
Antes de llegar al infernal Polígono de As Gándaras, paramos en el bar Laguna, en Orbenlle, donde repusimos las calorías quemadas (al menos un servidor) con un plato de queso y lacón, acompañado por una clara.
En ese momento de nuevo se puso gris-oscuro y comenzó a llover una tormenta. A Dios gracias que paramos porque de otra forma hubiéramos tenido que pasar la larguísima recta del polígono bajo la lluvia.
Tras descargar la tormenta, salimos aún lloviendo. Sólo llevábamos dos capas de agua, y justo antes de la curva para iniciar la recta de As Gándaras, un lugareño en coche se acercó y nos obsequió con un chubasquero de propaganda.
¡Sí, señor! El Camino nos da lo que precisamos en el momento oportuno. ¿Pequeño milagro?
Tras andar unos cuantos cientos de metros dejó de llover por completo y comenzó de nuevo a lucir el sol. El tramo se hace pesado, pesado, pesado, pero al ser la compañía tan grata, íbamos los tres disfrutando de ese paseo junto a los coches estacionados a nuestra derecha en el polígono.
Al llegar al final y salir de nuevo a la carretera, vimos la vía del tren por donde el día anterior habíamos ido en dirección a Tuy. Subimos el puente de metal para cruzar el ferrocarril y tras bajar y mantener una conversación con un bicigrino llegamos hasta La Virgen de la Guía para llegar a la fuente donde se desvía el camino (las flechas) de la carretera de Redondela, ya en Porriño.
Nosotros continuamos por la carretera de Redondela, pasando por delante de la Iglesia de Porriño y, ya en pleno pueblo, hasta la Plaza del Ayuntamiento, donde preguntamos por el albergue al kiosquero, que ese día se ve que estaba graciosillo.
Haciendo caso omiso del kiosquero, fuimos al albergue donde sellamos.
Ya era hora de comer y Rocío estaba un poco cansada. Decidimos quedarnos en Porriño y visitar el pueblo a fondo. Fuimos a comer a un restaurante con menú de peregrino y rayando la hora de la siesta nos dirigimos al albergue. Antes de llegar a ese nuevo edificio, donde habíamos sellado, había un hostal, el Hostal Louro, donde nos quedamos Rocío y yo, mientras que Mª Cinta se quedó en el Albergue.
Rocío, que nunca había peregrinado, con las rodillas contracturadas y con su fibromialgia, se comportó como una jabata.
Tras descansar, visitamos Porriño, unas compras de última hora tuvieron la culpa de que, tras tomar algo en el parque de los plátanos, en la cafetería del hotel, acabáramos cenando pulpo, pimientos y chocos en un restaurante de la calle Anontio Palacios.
Paseamos hasta la capilla de Nuestra Señora da Guía, para volver, y justo llegando a la puerta del hostal Louro, a 100 metros del albergue, de nuevo comenzó una tormenta.
Mañana será otro día.
Rocío estaba con ánimo, y las rodillas no le "fastidiaban" demasiado. Salimos por la calle San Sebastián hasta la rotonda al final de Porriño, donde por debajo del tunel pasamos a una carretera que va por encima de la de Redondela, en paralelo, y donde se pueden ver grandes pedrones con formas raras y hoquedades. La paralela te lleva a la Carretera que seguimos hasta la explanada de la capilla de Nuestra Señora de las Angustias, donde había (como casi siempre en verano) un "tablao" para actuaciones de musicos y feriantes.
Seguimos por la carretera hasta el desvío a Amiero Longo, donde avisé a Rocío Y Mª Cinta del ascenso que nos esperaba. Llegamos hasta el Pazo de Mos, donde el bar que estaba abierto, junto a la Iglesia de Santa Eulalia, nos regaló con un bocata de tortilla y una fresquita clara.
El día estaba muy pesado y la subida que quedaba hasta Sasamonde y su miliario no iba a ser fácil. Rocío comenzaba a dolerse de sus rodillas y tras meter entre pecho y espalda los bocadillos, admirar el crucero de Mos, comenzamos el ascenso por la calle de los caballeros.
Al coronar la subida, en la carballeira de Santiaguiño de Antas un grupo que al parecer era un colegio estaba comiendo. Nos comentó Mª Cinta que ese grupo se había quedado en el Albergue de Porriño y que iba con autobuses de apoyo. Tomamos agua de la fuente, parada, pitillo y... desagüe.
Al cruzar la carretera buscamos el miliario romano de Saxamonde. Llegamos hasta el bar Choles, para adentrarnos en los pinares del Chan das Pipas, para ir bajando la pronunciada bajada poco a poco hacia Redondela, donde entramos junto a los muros del Convento de Vilavella, para llegar al Convento que dejamos a nuestra derecha y por la calle Queimaliños darnos de frente con la Casa de la Torre. El Albergue de Redondela.
Decidimos tomar un taxi para ir hasta la Playa de la Ría frente a la Isla de San Simón. A pie de playa, en un hotel, en su terraza, tomamos unas cervecitas reparadoras y decidimos quedarnos en el Hotel, pero... ¡Oh mala fortuna! estaba lleno.
De nuevo tomamos un taxi de vuelta a Redondela, donde llegamos para comer en el bar de al lado del Albergue. Tras la comida, abrieron el albergue. A pesar de haber andado pocos kilómetros, yo estaba orgulloso de Rocío, que sin ampolla alguna en los pies caminaba firme. Pero estaba muy cansada.
Decidimos quedarnos a dormir en Redondela, así aprovechamos y llevamos ropa a la tintorería rápida para recoger al día siguiente.
Buscamos un calzado para Rocío, porque el suyo se había roto por completo en su suela. Y así, tras descubrir que me había dejado la tarjeta en el cajero, nos fuimos a pasear por Redondela, descubriendo sus puentes, sus casas por donde discurre El Camino, la estatua de Santiago Matamoros (que queda alejado del trazado de las flechas a la salida de Redondela). Finalmente, el cielo se cubrió y decidimos quedarnos en un bar para ver el Baloncesto (Olimpiadas España/Argentina). Sin darnos cuenta la tormenta era brutal y entre saltos de alegría de cada canasta y triple de la selección española, mirábamos por las ventanas esperando a que escampara la fuerte lluvia.
Mano de Santo, tras acabar el partido con victoria española, dejó de llover. Nos fuimos a cenar algo calentito (hacía frío) y a dormir, que mañana será otro día.
Tras cruzar la carretera por el paso de cebra seguimos por el camino en dirección a la Ría de Vigo.
Dejando atrás Redondela y, superado el puentecito sobre el río Raxeironos, nos encontramos con ese cruce peligroso de la 550, para tomar la carretera de Viso, rodeando una escuela, que al parecer está "plantada" encima de lo que era el camino, y tras una pequeña subida donde hay una fuente de aguas cargadas de hierro, pero buenas, nos adentramos por un frondoso bosque de pinos.
El día era bueno, pasamos por las ruinas de una de las muchas casas de postas, de caballerías que a lo largo del camino se distribuían para facilitar a las diligencias y caballeros los animales de repuesto.
Con una visibilidad estupenda, teníamos ahí bajo de nuestros pies la Ría de Vigo, la Isla de San Simón y embuyéndonos del camino fuimos andando en bajada hasta Setefontes, para entrar en Arcade, donde nos quedamos con ganas de tomar unas zamburiñas. Lástima...
Llegamos a Ponte Sampaio sobre el río Verdugo, recordndo al batallón literario y la guerra de la independencia. Tras las fotos de rigor, adquirimos en la panadería y en la tienda unas viandas para hacer parada, pitillo, desagüe y fonda en Ponte Nova, a la salida de Ponte Sampaio.
Qué delicia estar en esa carballeira de A Ponte Nova. Aprovechamos para comer las viandas compradas, darnos un baño de pies bajo el puente y reposar un poquillo antes de la Canocouba.
El cielo, de nuevo se nubló con un gris cerrado. Aprovechamos para ponernos las capas de agua y comenzamos bajo la fuerte lluvia a caminar embebiéndonos del paisaje, del Camino, las huellas de los carros sobre las piedras, el castro escondido a la derecha del camino, paisajes y parajes de la galicia autóctona.
Al llegar al alto de Cacheiro comenté a Rocío y Mª Cinta que allí se encontraba el cruceiro de Cacheiro, y que se lo ha llevado un particular a su casa. Recordamos lo que nos habían contado en Ribeira, donde un particular tiene en su casa un dolmen.
Parece mentira que las autoridades gallegas no cuiden su patrimonio histórico, artístico y cultural, y que un fulano, llegue con una máquina y se lleve a su casa cualquier cosa, desde un cruceiro hasta un dolmen.
Desde aquí iniciamos una bajada con preciosas vistas, pero... que iban fastidiando las rodillas de Rocío y Mª Cinta. Por fin, y tras un tramo completamente embarrado en el que íbamos con barro hasta más allá de los tobillos, llegamos hasta la capilla de Santa Marta para meternos por San Andrés de Figueirido en dirección a Pontevedra.
La lluvia arreciaba, el barro en la bajada durante un kilómetro y medio, hizo que las piernas se pusieran pesadas. Rocío iba cansada y con dolor de rodillas. Finalmente por la carretera, completamente encharcada y que hacía que los coches nos salpicaran de agua, entramos por debajo de las vías a Pontevedra, y en esa misma curva: el albergue de peregrinos, donde sellamos nuestras credenciales.
Decidimos quedarnos en Pontevedra, pero Rocío y yo tomamos habitación en el Hotel Rías Baixas mientras que Mª Cinta se quedó en el albergue.
Tras descansar un poco, salimos a disfrutar de Pontevedra, de la peregrina, de sus calles y plazas, sus soportales, y de su albariño casero.
Cayendo la noche acompañamos a Mª Cinta al albergue. Decidimos quedarnos en Pontevedra un día más, así Rocío se recuperaría de la etapa y descansaría, y nos veríamos con Mario Clavell.
Ese día de asueto, disfrutando de Pontevedra, de su gastronomía y del albariño, le vino a Rocío como anillo al dedo para sus rodillas.
Mª Cinta nos contó por teléfono que en Caldas de Reis el albergue estaba cerrado, a pesar de que lo llevaba el cura párroco y que había recibido una subvención importante. Cosas del camino...
Nos comentó que el polideportivo estaba imposible y que ella con otros peregrinos fueron a hablar con el alcalde, consiguiendo para los peregrinos de más edad y niños quedarse en el colegio de monjas de Caldas.
Rocío y yo tras, al día siguiente, a las 15 horas salimos de Pontevedra en dirección a Caldas, donde nos esperaba Mª Cinta.
Salimos por la Ponte Vella, sellando en la gasolinera y camino de Santa Mª de Alba.
Caminando juntos Rocío y yo, aprovechamos el silencio para disfrutar del paisaje, de las congostras profundas, del bosque gallego. Cruzamos la pontella del Pozo Negro, el lombo da Maceira, San Mauro y su exquisita fuente.
Vimos la subida a Casa Florita, que desechamos para continuar el camino, para llegar al cruceiro de Amonisa (que debiera llamarse de la torre de Pisa por su inclinación), donde un Santiago en el fuste del cruceiro indica el buen camino, mirando al norte.
A partir de aquí el camino entra y sale de la carretera por la famosa parcelación. Estaban fosfatando la vid, y decidimos continuar con un pañuelo en la boca por la carretera hasta la capilla de Santa Lucía, pasando junto a campos donde los lugareños recogían sus patatas, hasta llegar a Tibo donde en su fuente hicimos parada, pitillo y desagüe, para entrar en perfectas condiciones en Caldas donde nos esperaba Mª Cinta.
El paseo desde Pontevedra por la tarde fue agradabilísimo, el sol nos acompañó durante la singladura y la llegada a Caldas fue suave.
Como primera providencia tras cruzar el puente cobre el Unia, decidimos parar a tomar algo en O Moiño. No fue posible, lástima. Y tras dejar nuestras mochilas en el colegio de las monjas, acudimos a la calda para meter los pies. La lástima... que el lavadero de aguas termales estaba sin agua. Qué baño perdido!!!
Nos vimos con Mª Cinta y tras relatarnos su experiencia con las autoridades locales por la falta de albergue (cerrado) y sus gestiones con las monjas, fuimos a dar un reconfortante paseo por el pueblo y a cenar para después reposar, para el día siguiente continuar nuestro camino.
A Rocío el descanso en Pontevedra le vino de perlas.
A la mañana siguiente, salimos por la calle Real, pasando Ponte Bermaña.
El día había salido bueno y las ganas de andar eran muchas. El paisaje con el bosque autóctono nos llevaba a poner un pie tras otro, con la intención de llegar a Santa Mariña de Carracedo, donde en el bar Esperón, cerca del leguario con su varilla de reloj de sol, aprovechamos para desayunar.
Ya repuestos del vacío del estómago, continuamos el Camino por uno de los tramos que más me gusta de este camino, junto al río Valga, por un bosque que te lleva por salidas a molinos.
Aquí aprovechamos para salir del camino y darnos un baño en el valgo junto al Molino, creo que de Salleiros o da Insua, hicimos parada pitillo, desaguüe y fonda aprovechando el regalo del sol que nos había concedido Santiago.
Tras un par de horas de disfrute y gozo, retomamos el camino llegando a San Miguel de Valga, con su valiosa fuente y bar-supermercado, donde aprovechamos para comprar unas frutas.
Tras pasar San Miguel de Valga y su rectoral, nos dirigimos a Cimadevilla de nuevo entre pinares hasta la Iglesia de Cesures. La vista desde Cimadevilla encantó a Rocío.
Al llegar a Pontecesures, un atasco de carretera. No, un control de la Guardia civil, que estaba abriendo e inspeccionando todos los coches y camiones. La guardia civil con pasamontañas y armas en la mano. Algo había pasado. Efectivamente un guardia civil comentó que había habido un atentado terrorista de ETA.
Mientras caminábamos hacia Padrón, llamamos a casa para tranquilizar a la familia. Ya caminando por el lateral del Ulla nos encaminamos a Padrón, donde entramos por el Campo de Feria a la Alameda, donde han puesto un busto de Camilo José Cela con dos bolas a sus pies, y en la parte opuesta de la alameda, la estatua de Rosalía.
Paramos en un bar de la alameda y nos deleitamos con pimientos y cerveza. Después nos acercamos al albergue donde sellamos y tras pedir permiso para ducharnos seguimos camino al albergue de Teo.
Antes de salir de Padrón visitamos el Convento del Carmen, junto al albergue, y intentamos entrar en la iglesia de Santiago, para ver el pedrón y el Santiago Matamoros, pero de nuevo lástima... estaba esa tarde cerrado.
Así salimos de Padrón en dirección a Iria-Flavia.
Los tres mosqueteros salíamos de Padrón por la calle Bordel en dirección a Iria-Flavia, tras atravesar la carretera y observar la Colegiata de Iria (aquí es donde empezó todo...) y su cementerio, pasamos junto a la fundación de la familia Cela/Trullock, y seguimos por la nacional 550 hasta cierto bar de carretera inanimado, pues su salsa está a primeras horas de la mañana entre camioneros, peregrinos, putas y el cura de Romarís. Pero eso es otra historia.
Así siguiendo la carretera nos desviamos pasando por una serie de pueblecitos por donde transcurre el Camino bajo emparrados Rúa, Rueiro, Cambelas, Tarrío, etc.. para llegar tras cruzar las vías al santuario de Esclavitude.
Aquí a media tarde hicimos de nuevo parada, pitillo y fonda con lo que habíamos comprado en San Miguel de Valga. Antes de salir, potente baño de pies en la milagrosa fuente de A esclavitude, donde conté a Rocío y Mª Cinta la leyenda y el porqué de ese nombre.
Continuamos por Santa María de Cruces y Angueira de Suso caminando bajo los emparrados hasta Areal para salir a la carretera de nuevo (cerca de A Picota) para salir de la carretera cerca de la entrada al Pazo de Faramello, llegando hasta el Albergue de Teo.
Ya es tarde y desde Caldas Rocío se ha portado como una jabata. Ahora le duelen un poco las rodillas.
Vamos a cenar cerca del Albergue, sobre la carretera y, casualidades de la vida, nos encontramos a un grupo de peregrinos con el que coincidimos en Redondela. Rocío le pregunta por si acaso hubieran visto al salir del albergue de Redondela una prenda que se dejó. No... mala suerte, pero... al comentar Rocío "vaya racha, he perdido un sueter, unas gafas...", entonces una de las peregrinas le pregunta "¿Cómo eran las gafas?" Rocío responde "de marca tal y de tal forma", y de nuevo ¡Oh milagro! la peregrina se las había encontrado en el camino y las llevaba ella. Se las devolvió a Rocío. Este camino.....
Ya de noche bajamos al albergue de Teo, para descansar.
Salimos sin desayunar. Pasamos Rúa de francos, con su cruceiro, el Castro Lupario (allá arriba fuera del camino) y con la ilusión de llegar a Santiago. Pasado Ponte Pedreira, los estómagos vacíos nos hacían señales, comenté que arriba en Milladorio había un bar, que aguantáramos.
El camino nos regalaba con buen tiempo y paisajes preciosos hasta llegar a la zona de chalets y urbanizada. Ya en la subida a Milladoiro con el ansia de poder tomar algo en el bar se nos hizo corta, pero... por mala fortuna el bar estaba cerrado.
Al mal tiempo buena cara. Y seguimos hacia la estación eléctrica de Unión Fenosa que rodeamos para tener en el Agro dos Monteiros la visión de Santiago. Rocío se emocionaba, las lágrimas le salían de sus ojos, y todos nos pusimos a llorar como tontos con un nudo en la garganta.
El descenso hasta cruzar las vías del ferrocarril (ahora hay un puente sobre ellas) fue como siempre desordenado. Pero finalmente nos encontramos en la cruda subida a Santiago.
El hambre hacía mella, y como era aún pronto, decidimos ir al Hospital a la cafetería donde desayunamos y nos arreglamos para entrar en Casa de Santiago, en la catedral, decentemente.
Llegamos a la alameda, donde nos enteramos que ETA había puesto el día anterior un petardo sin repercusiones, y por la Rúa del Franco llegamos a Obradoiro.
La puerta santa estaba a reventar, entramos a la catedral por Platerías, donde había un espectáculo de gaitas. Saludamos a Zapatones y al final en la catedral, mochila al ristre, la tuvimos con turistas porque no nos dejaban casi ni entrar. De nuevo me encontré en mi casa y en mi misa de peregrinos un extraño.
Tras la misa y la confesión general y haber comulgado, salimos algo cabreadoa hacia nuestro hotel, donde nos quedaríamos para gozar de Compostela y al día siguiente obtener la compostela y pasar por la puerta santa.
Fernando Pazos desde Valencia