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Amanecí con una lista interminable de "cosas de última hora", que por las prisas todavía no habíamos podido acabar. Fue una mañana de madrugón y prisas, que no cesaron hasta la noche. Sobre las siete de la mañana, nos concentrábamos cerca del centenar en las puertas de la parroquia, dejamos nuestras mochilas en el camión, y entramos en la Iglesia. Allí la parroquia del Carmen, enviaba a sus fieles a Santiago de Compostela como peregrinos. Estaban los niños, los jóvenes y los menos jóvenes; todos dispuestos y preparados a vivir la experiencia que la parroquia les había propuesto.
Si tenemos que dar respuesta a un ¿por qué peregrinamos?, los motivos serían muchos, unos lo hacen por deporte, otros por cultura, por una promesa, por religión, para ganar el jubileo.... sinceramente, a mi me vale todo, siempre y cuando se camine HACIENDO PARROQUIA.-
A modo de crónica, os contaré que salimos de Vigo hasta Porriño, que sería nuestra primera meta. Comimos en el Monte de "A Risca" muy cerca del Pabellón Municipal, que sería nuestra casita en aquella noche. El día lo pasamos, presentando el Encuentro, - y digo encuentro, ni marcha, ni campamento, ni acampada - formando los grupos de reflexión, - por edades - y explicando un poco como nos distribuiríamos el trabajo. Un grupo prepara el desayuno, otro lo recoge, otro limpia los baños y duchas, otro limpia la zona de acampada, otro prepara la oración... etc. como en las mejores familias, todos hacemos de todo, todos trabajamos juntos para el bienestar del gran grupo.
La segunda etapa discurriría entre Porriño y Redondela... no hablaremos de lo limpio que encontramos el pabellón y lo limpio que lo dejamos, no sea que se nos sonroje algún político municipal redondelano.- Aun así gracias por habernos dejado un techo donde cobijarnos. Aquí no faltaron los grupos de reflexión, ni los de trabajo y tuvimos la primera eucaristía de campaña.
Después de la lluviosa noche redondelana, nuestra siguiente meta era la capital; Pontevedra. Allí nos esperaban en el antiguo parque de talleres del ejercito, acondicionado como albergue provisional de peregrinos, David y Celestino, que nos acogieron como en su casa. Nos encontramos muy bien, fuimos muy bien tratados y ¡¡había camas!!... solo dos días de peregrinos y aprendimos a valorar el colchón. Aquí no falto ni la Eucaristía, ni la fiesta, ni el cumpleaños - con tarta incluida - de algún que otro caminante.
Tras la placida y cómoda noche llego la mañana en la que partimos a Caldas. En Caldas si que era como llegar a casa. Los padres Somascos, con su habitual acogida, nos tenían preparadas las clases para convertirlas en nuestras casitas durante las siguientes dos noches. En Caldas no falto una tarde de risas, descanso y grupos de reflexión, un poco salpicada de lluvia, pero lo pasamos bien.
Nuestro siguiente día era etapa de descanso. Nos levantamos un poco mas tarde y tras el desayuno, en la capilla del Colegio de los Somascos, tuvimos uno de los momentos claves de nuestro encuentro; la liturgia penitencial. Poco a poco nos fuimos acercando todos al sacramento de la reconciliación, unos mas decididos, otros menos, pero al final, salimos de la iglesia, y todo parecía haber cambiado.... Realmente fue un momento que cambio la marcha y el ritmo del encuentro. Si hasta ahora estabamos en familia, ahora éramos una piña,... estaba claro, acabamos de hacer parroquia.
Caldas-Padrón, penúltima etapa. La lluvia demostró que en Galicia, da igual que sea enero que agosto y la marcha que debería llegar a Padrón sobre las 14.30, empujada por la lluvia, entro alrededor de las 12.30 por la puerta del pabellón. Fue esta una jornada de secado y relax, de convivencia bajo el techo del pabellón y de canciones alrededor de la guitarra. El encuentro se acababa, y se empezaba a notar un cierto clima de... !hay que aprovechar el día¡ . La noche llego con la última fiesta del encuentro, la última oración de la noche, la última canción del camino...
Amanecimos pronto y no todos muy bien... Algunos caminantes tuvieron que empezar el retorno a Vigo, antes de llegar a Santiago, las tripitas de los participantes del encuentro, habían sufrido el ataque de algún travieso virus perdido en la atmósfera de Padrón. El día fue rápido, llegamos a Santiago y tras pasar por el Seminario de Belvis, en donde nos dejaron descansar y comer, tuvimos la eucaristía en la capilla de las Hermanas Carmelitas.
Fue una Eucaristía de emoción y de comunicación de experiencias, de sentirse peregrinos, de sentirse queridos, de celebración de la fe que vivimos durante siete días.
Jesús estuvo con nosotros; en el caminar, en el encuentro de los jóvenes con los mayores y de los mayores con los jóvenes, entre los pucheros de las comidas, y perdido entre las cajas del camión. Estuvo en nuestras oraciones, en los grupos de reflexión, en el trabajo compartido... fue un encuentro, con Él. También estuvo en la lluvia, en las adversidades, en las decisiones difíciles,...
Y como en todos los balances no podemos dejar de dar las gracias a todos los que nos ayudaron en este proyecto; Gracias al Ayuntamiento de Porriño, de Redondela y de Padrón; a la Asociación de amigos del camino de Pontevedra, a los Padres Somascos, a la dirección del Seminario Menor de Belvis, al Restaurante Casas, a Nuñez Motor por dejarnos la "gran escoba azul", a DIN A-4, a GEFCO y a Antonio por que no llegaríamos sin el camión,...y a todos aquellos que con su ayuda, animo y esfuerzo, han hecho posible que la parroquia del Carmen haya sido historia en el último año santo del milenio
Gracias, Gracias, Gracias.
Los relojes empezaron a maquinar las prisas ya a primeras horas de la mañana, porque a las 7:30 teníamos una cita en la iglesia para celebrar la misa del envío. En la misma invocamos al Espíritu Santo. Una idea marcaría el ritmo de esta peregrinación, el Espíritu de Jesús sería el gran protagonista del camino, apoyados siempre en su cayado para no temer nada, presentaríamos el bastón como ofrenda agradable, confiando siempre en Él, nuestro verdadero camino. Con este propósito salimos de la parroquia a las 8,26 de la mañana por la ruta marcada hacia la meta del primer día: Porriño. Nos acompañan el buen tiempo y el buen ambiente de grupo. Enseguida conocimos a nuestra amiga, la mas decana del grupo, 78 años, al principio nos asustó un poco porque no acabábamos de atravesar el parque de Castrelos cuando el agotamiento se apoderó de ella; pero gracias al coche escoba superó ese primer inconveniente y un poquito más adelante se recuperó totalmente y así logró hacer el camino hasta el final de etapa, con un espíritu fenomenal. En todo momento se encontraba arropada y acogida por todos.
Llegamos a Porriño sobre las dos de la tarde, sin ninguna incidencia especial por el camino, salvo una que al día siguiente lo supimos. A una niña se la tuvo que ingresar de madrugada en urgencias a causa de una gastroenteritis parece ser que debido en parte a ingestión de agua en fuentes del camino. Aterrizamos en el pabellón deportivo, con instalaciones relativamente nuevas, muy limpias, muy apropiadas para una noche de paso. Ya teníamos el bocata preparado, lo habíamos traído de casa, porque este día no nos serviría la empresa encargada, pero en ningún momento se echó de menos ya que desde el principio empezó a funcionar el espíritu de compartir y que sería la nota más destacada del camino, la comida era lo más variopinta que te puedas imaginar. Hubo alguien que se trajo un mini infiernillo y nos deleitó con unos sabrosos pimientos de padrón, no podían faltar las empanadas variadas y frutas abundantes, en resumen una gastronomía abundantísima imposible de poderla describir.
La tarde transcurrió en un clima de familiaridad. Trabajamos en grupos. En el mío había cuatro personas que no conocía, me impresionó el testimonio de una de ellas. Venía expresamente de León para hacer con nosotros el camino, éste era el tercer xacobeo que hacía con la parroquia. La experiencia de los años anteriores fue para ella un verdadero encuentro con Jesús, descubrió las huellas de Jesús en los componentes del grupo de aquellos años anteriores y ahora venía con la misma ilusión, quería descubrir de nuevo el paso de Jesús por el grupo. A medida que pasaba el tiempo se creó en los grupos un alto nivel de comunicación. En ese mismo clima pasamos todos a ensayar cantos para la Eucaristía que llegó a ser el momento culmen del día, el momento en el que confluyeron las experiencias del primer día de camino.
Llegó la hora de la cena, volvimos a compartir lo que nos había sobrado a mediodía en el mismo clima de fraternidad. Casi espontáneamente nos reunimos después de cenar para compartir las experiencias del día. Ya eran las doce y media de la noche y el cansancio se iba apoderando de nuestros cuerpos y según el horario previsto dimos las buenas noches al Señor con la oración que empieza diciendo: "Henos aquí, SEÑOR, al final de esta jornada. Con el amor que hemos sembrado y con el que también hemos recibido…" La gente en silencio se fue retirando a su zona del pabellón, donde nos esperaba la indumentaria para reconciliar el sueño, lo cual resultó difícil porque nos esperaba una cama poco habitual que era el suelo, aunque de madera, algunos ya venían previstos de vistosos colchones inflables y diferentes tipos de colchonetas, la mayoría nos conformábamos con la esterilla y el saco de dormir. Pero la dificultad de reconciliar el sueño no venía precisamente del medio sino de algunos de los miembros del grupo que emitían de una forma casi intermitente distintos sonidos, lo que vulgarmente llamamos ronquidos; aquello parecía de verdad una orquesta desafinada. Creo que todos llegamos a pensar que esto no hacía mas que empezar y que inevitablemente formaría parte integrante del camino. Y así lo aceptamos.
Entre vueltas y vueltas se pasó la noche y entramos al día siguiente. A las seis de la mañana ya estaba la gente en movimiento; aunque el horario que había colocado los organizadores había que levantarse a las siete. La gente había descansado poco. Como comentaba en la etapa anterior, una niña tuvo que ser llevada por sus padres a urgencias porque había estado toda la noche vomitando a causa de una gastroenteritis. El grupo de preparar el desayuno lo tenía todo bien dispuesto. El grupo ya preparado dio los buenos días al Señor: "Buenos días, Señor, a ti el primero encuentra la mirada del corazón, apenas nace el día: tu eres la luz y el sol de mi jornada". Salimos del pabellón a las 7,55 de la mañana. Era una mañana deliciosa, con nubes, ideal para andar, intentamos evitar la carretera que nos lleva a Redondela, subimos por el monte más cercano desde donde se divisa una bella panorámica de la ciudad y al fondo el aeropuerto de Peinador. El grupo llevaba un ritmo buenísimo sin ningún inconveniente en el camino. Sólo al final, cuando faltaban algunos kilómetros para llegar a la iglesia de Rebordea, una de las niñas, empezó a tener problemas en los pies y a pesar de todo quería continuar la marcha, se negaba a subir al coche escoba, ella quería demostrar a sus amigas cuando volviese a Vigo que había andado todo el Camino de Santiago.
Llegamos hasta la iglesia de santa María de Rebordea, allí hicimos una parada técnica para reanudar los dos kilómetros que nos separaban del polideportivo, los que íbamos atrás en la cola del grupo ese tramo nos pareció interminable, teníamos que dar toda una vuelta al pueblo para llegar al final de etapa; todavía nos faltaban unos doscientos metros cuando una nube muy oscura empezó a cubrir el cielo de Rebordea, se acercaba una borrasca tormentosa, ya empezaban a caer las primeras gotas al tiempo que intentaba persuadir a la niña para que aligerase el paso. Y efectivamente, no hicimos más que pisar la puerta del pabellón cuando se desató un chaparrón impresionante, el techo del recinto que era de uralita parecía una tronera ensordecedora, algunos decía después de lo que estaban viendo que había sido un milagro, "de la que nos habíamos librado", yo también llegué a pensar que había sido algo providencial; aunque el camino está siempre lleno de sorpresas, en ningún momento estamos libres de agujetas, dolores de los pies, ampollas, etc. Hoy se llevaban a la niña que había pasado la noche devolviendo, le acompañaba su madre; pero nos dijo que volverían a incorporarse al grupo una vez que se repusiera.
La tarde transcurrió toda ella dentro del polideportivo. Éste no ofrecía las mismas garantías de higiene que el anterior, las mismas ventanas estaban destartaladas, tuvimos que hacer algunas chapucillas de última hora como colocar trozos de plástico en algunas ventanas que no tenían puertas para protegernos de las corrientes y de los fríos de la noche. Pero estas cosas no dejan de ser pequeños incidentes en medio de la buena marcha del grupo.
Esta tarde el tema de reflexión en grupos era en torno a la piedra que cada uno de nosotros cogiera, ella misma dará testimonio de nuestra peregrinación. Nuestras actitudes y comportamientos perdurarán como lo hacen las piedras a lo largo del camino. Para ilustrar este tema leímos un texto que llevaba por título "Moisés era tartamudo", sobre las inseguridades y los miedos que nos acechan en el camino de la vida y de la confianza en Dios quien todo lo puede.
Mi grupo le tocó preparar ese día la Eucaristía, presentamos en las ofrendas la credencia de nuestra abuelilla, la veterana del grupo, signo evidente de la persona que inspira confianza y unidad. En un clima de hermosa comunicación y confianza apoyados en aquel texto de Moisés sobre el envío por parte de Yahvé para liberar a su pueblo. Y el salmo 22 sobre el buen Pastor y el evangelio sobre la identidad de Jesús. Sin darnos cuenta llegamos a la hora del a cena. Nos esperaba el bocata de chorizo, el camino y el miedo de la lluvia nos habían abierto el apetito.
Todas noches se reunía el Consejo de la peregrinación para evaluar el día y para organizar el día siguiente. La impresión de todas las actividades realizadas hasta hora habían resultado positivas, todo eran elogios por parte de los organizadores. Eran ya las doce y cuarto de la madrugada, cuando nos disponíamos a reconciliar el sueño, era ésta la segunda noche del camino; pero no exagero si digo que a esas horas el pabellón era una verdadera caja de resonancia por la intensidad de los ronquidos; pero el cansancio pudo con nosotros y enseguida nos venció el sueño.
Al día siguiente cuando nos disponíamos a iniciar la tercera etapa hacia Pontevedra, la primera mirada la dirigimos hacia el cielo, todos temíamos por la lluvia; pero sucedió todo lo contrario, nos encontramos con un día hermoso de claros y nubes ideal para caminar. Después de dar los buenos día al Señor de las noches y de los días, hicimos unos minutos de precalentamiento e iniciamos la marcha. A la altura de las "aldeas infantiles", atrás quedó Rebordea, acabábamos de subir un buen tramos, le invitamos a nuestra abuelilla a subir al coche escoba y ella con todo el cariño del mundo accedió a ello.
Era un hermoso recorrido, con vistas de la ría y del puente Rande al fondo, un día luminoso que da vida a toda la vegetación, las aldeas por donde pasábamos saludamos a la gente que estaba trabajando en los viñedos, llamaba la atención los manzanos cagados de manzanas , por el suelo cantidad de ellas,
Eran las ocho de la mañana cuando pasamos por un pueblecito, antes de llegar a Arcade, situado en la loma de un hermoso montículo, donde debe estar una ermita, lo digo porque nos ayudó a concentrarnos en la oración, tenía una hermosa megafonía y se oía perfectamente por todos aquellos entornos el rezo del rosario, ¡cuantas veces habremos rezado el rosario! Pero esa mañana tenía otro sabor, era como una oración de alabanza por ese día nuevo que estábamos disfrutando, era como un canal por el que conducíamos todos los pensamientos de ese momento, cómo hacer oración de la vida con los compañeros con los que camino, con las gentes de aquellos parajes, con la naturaleza…
Brotaba espontáneamente en mi corazón aquella hermosa del Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz:" ¡Oh bosques y espesuras plantados por la mano del amado! ¡Oh prado de verduras de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha pasado".
Casi sin darnos cuenta llegamos a Arcade, una hermosa ciudad, dicen que su gente vive del mar, es bien conocida por la ciudad de las ostras, con un hermoso puente sobre la ría, justo en el momento de atravesarlo recibimos una triste noticia, un amigo nuestro muy de la parroquia acaba de fallecer, la mayoría le conocían, hoy teníamos un novedad del camino para presentarla en la Eucaristía de la tarde. Nada más atravesar el puente hicimos la parada del "tente en pie" allí en un parque muy hermoso junto a un hórreo. Después de reponer energías y hacernos algunas fotos de rigor reanudamos el camino que prometía ser hermoso, siempre la sorpresa del camino, el paisaje y los numerosos contrastes; ya se empezaban a ver pequeños grupos de peregrinos con sus ritmos y con sus historias personales. Casi sin darnos cuenta acabábamos de subir el tan temido monte de Canicouba, de pronto un coche de protección civil y varias furgonetas, ¿coches escobas?, venían protegiendo a unos setecientos jóvenes que venían pisándonos los talones, nos dijeron que eran de la delegación de Toledo, que venía a Santiago a participar en las Jornadas de la Juventud.
Después de hacer un alto arriba en el monte seguimos el camino como un grupo bien organizado: con dos jóvenes jinetes en cabeza de la marcha que nos iban facilitando el paso por los tramos y cruces de carreteras con sus respectivos indicadores, siempre a las órdenes de nuestro incombustible jefe de la marcha que nos guiaba siempre por caminos difíciles pero seguros; en la mitad del grupo oro senderista para lograr mantener siempre la fila como Dios manda y atrás del todo otros dos todo terreno procurando que nadie quedara rezagado, animando en este momento a una de las peques que lloraba porque la ampolla no le dejaba andar y ella quería por todos los medio recorrer la etapa completa. La entrada a Pontevedra se nos hizo eterna, bajo un sol abrasador, mucha carretera y las ganas de llegar ya al albergue; al fin logramos llegar a la meta, allí nos esperaban otros miembros de la marcha que no caminaban con nosotros pero hacían el camino como nosotros desde otro camino, el de la difícil organización, permisos de albergues con las entidades públicas, preparación de los locales, y un sin fin de etc. Nuestro abrazo de felicitación también para ellos. Esta vez disponíamos de un hermoso hospedaje, dedujo, con hermosas colchonetas, literas y buenas duchas.
En la otra parte del albergue teníamos cocina y comedor, lo que necesitábamos en ese preciso momento, comer. Hoy nos dieron para comer pollo con patatas y postre un plátano. A medida que nos iban dando el plato con la comida íbamos ocupando un trocito de mesa con silla, hoy disfrutábamos de la comodidad para comer y descansar. Y como solíamos hacer, después nos íbamos en grupos espontáneos a tomar el cafetito, un hermoso momento también para prolongar la tertulia
La tarde transcurría con la misma dinámica que los días anteriores, seguíamos profundizando en el camino, el físico y también el interior y enriqueciéndote en todo momento al observar como muchos están evolucionando a medida que avanzan en el camino. Toda la experiencia del día confluye en la Eucaristía, siempre desde la experiencia del camino y cómo va produciendo en nosotros un cambio interior.
Por la noche, cuando se reunía el Consejo para evaluar no dejaba de reconocer el descubrimiento de un grupo fenomenal, muy servicial y lejos de la queja o la pereza. Hoy ha dado un ejemplo de madurez y de camaradería, me refiero a la distribución para dormir, pues teníamos el problema de espacio reducido y por otra parte, un número limitadote literas. Todos esperaron pacientemente la distribución de las mismas hasta muy entrada la noche sin que en ningún momento se observara una mala cara o queja, todo lo contrario, una disposición en todo momento por colaborar y ofrecer la menor dificultad a los organizadores. Esta fue una de las pruebas más evidente de un grupo que iba creciendo en confianza, unidad y servicialidad.
Al día siguiente atravesamos Pontevedra de un lado a otro. Por el camino hicimos quince minutos de silencio, en medio de un cielo encapotado, nos visitó la lluvia, pero muy suave casi sin molestar, aunque al cabo de un tiempo te sientes mojado, lo suelen llamar poalla; a pesar de todo nos pareció que el día fue el ideal para caminar , nos juntamos con varios grupos en el camino. Un largo camino, a veces monótono por sus rectas y senderos zigzagueantes que parecía que no avanzábamos, por los viñedos, debajo de las parras. Eran ya las dos y cuarto cuando llegamos al colegio de los padres Somascos en pleno centro de Caldas. Y aunque hambrientos decidimos primero darnos una buena ducha y luego comer y así lo hicimos. Esta vez nos encontramos con el agua de la ducha fría, logramos superar el primer momento y luego ya nos resultaba hasta agradable. Ese día comíamos jamón asado con melocotón.
Antes aludíamos a esos otros héroes silenciosos que nos tenían todo a punto cuando llegábamos al lugar de meta. Llamaba la atención, como ejemplo de buena organización el tablón con el organigrama del grupo y el horario del día. No había lugar paral a duda, cada uno sabía a qué tenía que atenerse una vez que aterrizaba en el lugar y dejaba montada su pequeña tienda, su colchoneta y su saco de dormir, enseguida se colocaba con el grupo de color que le correspondía, acogida, bienestar, comida, limpieza, etc. Me consta que los lugares por donde pasábamos quedaban más limpios que estaban y todo gracias a estos organizadores y a la buena disposición y servicialidad de los miembros del grupo. Por las mañanas cuando la gente ya estaba arreglada con su mochila en ristre allí estaba el grupo de cocina para servirnos un desayuno calentito. Cuando a mediodía ya nos habíamos duchado y preparado, alli estaba el grupo de cocina dispuestos a servirnos la suculenta comida, que por cierto en todas las etapas comimos muy bien, asi lo expresaba la gente. Y así todos los grupos de la marcha.
La gente estaba ese día se sentía cansada, había recorrido 25 Km. pero a pesar de los cansancios acumulados la gente no perdió la alegría y el buen rollo, participaron activamente en los grupos de reflexión y en la Eucaristía, que estrenamos capilla de los padres Somascos, ellos también participaron en nuestra Eucaristía. Para ellos también desde aquí nuestra más sincera gratitud por su buena acogida, ya la tercera vez que nos acogen con la misma fraternidad con que los caracteriza.
De la alegría de la Eucaristía pasamos a compartir la buena cena de todos los días y después los juegos que de los animadores de la marcha. Ese día nos fuimos a los sacos cansados pero, de haber logrado felizmente otra etapa del camino.
En la oración de la noche orábamos desde el camino: "Quien no aprendió a caminar, aún no ha empezado a crecer, caminar y caminar es la senda del Saber. Quien no aprendió a caminar, sólo aprendió a envejecer, caminar y caminar lo vuelve a reverdecer. Camino de la esperanza, camino de la soledad, al que anda nadie lo alcanza, caminar y caminar. Quien no aprendió a caminar, mejor que no vuelva a nacer, la vida sin caminar es largo padecer.
El día de descanso en Caldas resultó muy tonificante en todos los sentidos, celebramos la reconciliación, disfrutamos de un día hermosote sol, visitamos la ciudad y nos divertimos juntos. Ya desde por la mañana, tuvimos una motivación inicial en la capilla, a partir de ese momento dejamos un tiempo indefinido de desierto para meditar y para las confesiones individuales, estaban los cuatro sacerdotes a disposición de los que desearían confesarse. Tiempo para hacer un recuento de lo vivido
A eso de las dos y media de la tarde dejamos el tiempo para comer, hoy nos sirvieron un hermoso menú, patatas con carne, igual que la cena, fiambre variada, jamón york, mortadelas, abundancia de pan, frutas y agua. Los desayunos los preparaba el grupo correspondiente y consistía en leche, colacao o descafeinado, (fiambre de la que sobraba el día anterior), con galletas, mermelada y fruta.
Todas las mañanas estaban marcadas por la puntualidad. Unos minutos antes de las ocho de la mañana el servicio sanitario hacía unos ejercicios básicos para estirar los músculos, igual que el momento de la mañana empezar en nombre de la familia Trinitaria, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, ofreciendo al Alfarero del hombre todos los trabajos del día y cantando aquella estrofa, "alegre la mañana que nos habla de Ti", terminando con la oración propia de cada día.
El grupo decidió que durante la marcha estuviésemos un tiempo en silencio para dar sentido al camino y para contemplar todo lo que nos rodea. La marcha solía durar entre cinco o seis horas. Solíamos llegar al lugar de destino sobre la una y media del mediodía, menos la etapa de Pontevedra-Caldas, que llegamos después de las dos de la tarde y recorrimos unos veinticinco kilómetros.
Retomando el día de Caldas, por la tarde, mientras algunos se confesaban, otros aprovechaban para visitar la ciudad, la iglesia de santa María y el puente romano y especialmente la fuente de aguas termales donde la gente relajaba sus pies en los chorros de agua caliente que vomitaban los dos leones. No faltaban tampoco los juegos. Nos lo pasamos muy bien todos los grupos participando en el juego de trivial. "Y ya después de cenar, a eso de las once de la noche tuvimos la eucaristía como colofón de todo un día intenso, fue una celebración de agradecimiento por experimentar entre nosotros la alegría del perdón y la confianza de Dios y de los hermanos:"Quiero estarme junto a ti, sentado a tus pies. Sin pensar, ni buscar, sensible al que llega. Quiero hacer escucha de mi corazón aturdido Quiero estarme en gratuidad contigo, aquí y ahora. Quiero unificar mi ser y ser en tu ser." Ya, sobre las doce empezamos a retirarnos, mañana las mochilas tenían que estar a punto, nos esperaba otra etapa no menos interesante.
Todas las noches cuando llegaba la hora del descanso y el Consejo se reunía como era habitual. La satisfacción de la buena marcha del grupo era la opinión unánime, aunque no faltaban los pequeños detalles que habría que matizar. Y ya sobre la una de la madrugada, nuestros cuerpos cansados, buscaban ese rinconcito elegido para descansar. No puedo evitar la tentación de aludir a los ruidos nocturnos, dícese ronquidos que animaban las noches y dificultaban el sueño. Algunas noches aquellos ruidos parecían verdaderas sinfonías. Cuando parecía que todo había amainado, los primeros movimientos de la mañana empezaban a hacerse realidad, alas seis y media de la mañana, los encargados de cocina ya estaban preparando sus mochilas, había que empezar con buen pie la siguiente etapa.
Ya con el pensamiento puesto en Padrón, iniciamos como era habitual la marcha a las ocho de la mañana, probablemente haya sido el mejor trayecto que hayamos hecho hasta ahora por la belleza de sus campos y aldeas, sus caminos y senderos, todo ello iluminado por la luz del sol que el Creador nos ha regalado y sobre todo el buen ánimo de todos los participantes. Hasta la veterana del grupo se ha animado a hacer todo el recorrido a pie. Eran ya las doce y cuarenta y cinco cuando sin darnos cuenta entremos en Padrón. Después de una refrescante ducha, el equipo de cocina nos sorprendió sirviéndonos con los platos puestos en la mesa, en una carpa exterior que nos había facilitado los responsables del pabellón deportivo, con una novedad en el menú, la incorporación de un plato de lechuga y otro de jamón asado
La tarde - noche en Padrón tenía sabor casi a final de etapa, porque al día siguiente terminaríamos todo por la tarde en Santiago, ya no habría más noches. Decidimos unir dinámica-evaluación y eucaristía. Los jóvenes animados por el buen espíritu, del ánimo animoso de una de las jóvenes, estuvieron preparando durante todo el día la representación del cuento "el maestro y las cometas libres", lograron meternos en algo más que en la historia de un cuento, nos ayudaron una vez más a descubrir el sentido del camino que estábamos haciendo, el sentido de nuestra propia vida. El Maestro les había enseñado a vivir, a saber desprender de lo inútil y pesado, a aprender a volar, a sentirse libres y a compartir juntas el vuelo de la vida, y todo ello gracias al Maestro, en contraposición aquella otra princesa que se sentía muy cómoda en su otra vida, cargada de cosas maravillas, de unas alas de oro, que le impedía volar, se reía de lo absurdo de ese grupo de cometas libres que se dedicaban solo a volar. Hasta que un día la princesa cansada y aburrida de arrastrarse por la tierra, cansada y agobiada por el peso de las cosas, decide echarse a volar; pero sus cargas se lo impiden, las caídas y los intentos son repetidas, se siente humillada y fracasada; hasta que por fin decide reconocer su impotencia para volar y pide perdón a las cometas a las que ridiculizaba y fuerzas al Maestro para poder ser libres como aquellas jóvenes cometas. Y a partir de entonces las cometas con la ayuda del Maestro decidieron ayudar a volar a la Princesa que se convirtió al cabo del tiempo en otra cometa libre. Así también es nuestro camino, una búsqueda continua para ser libres apoyados siempre en la ayuda del Maestro y de los hermanos.
Toda la Eucaristía estuvo empapada de este espíritu de hermandad-fraternidad, corría por nuestras venas el Espíritu de Jesús que nos animaba a caminar juntos apoyándonos unos a otros; algunos durante la eucaristía, agradecían este espíritu solidario, en olvidarnos de lo que nos separa y unirnos en lo fundamental en el Maestro, en el que nos apoyamos y también en los hermanos de la marcha. La evaluación fue una acción de gracias al Señor por lo bien que había resultado todo, daba la impresión que no había nada contrario; pero como todos los caminos, no todo son verdes praderas, hermosos montes y oteros iluminados por un sol radiante y una temperatura ideal, teníamos que pasar por una dificultad importante, la prueba definitiva para demostrar si el grupo realmente quería beber de las fuentes de la gracia en la Eucaristía y el abrazo al Apóstol al día siguiente en Santiago, la etapa maestra del camino. Por la noche se había corrido la noticia que se avecinaba un ciclón que entraría por el noroeste cargado de fuertes e intensas lluvias, seguramente aún no éramos conscientes de ello porque esa noche reinaba la alegría de una camino bien echo y de una alegría de sentirnos cercanos unos a otros. Nos fuimos a la cama con la conciencia del deber bien cumplido, un buen sueño.
Pero a eso de las 6 de la mañana un buen hermano del camino nos toca suavemente para despertarnos y advertirnos que había estado lloviendo durante toda la madrugada y que seguiría lloviendo sin señales de parar. La noticia se fue corriendo como la pólvora; en las caras de los que se iban desperezándose se notaba una mezcla de sueño y de incertidumbre; nuestro coordinador general convocó el Consejo con carácter de urgencia para ver que decidíamos. Todos votaron que no podíamos hacer la etapa de Padrón - Santiago andando, a excepción de uno que estaba decidido a hacerla; otro dijo que esperásemos hasta las nueve mientras cargábamos el camión para decidir con más seguridad. Estábamos pasando un momento difícil de inseguridad, realmente no sabíamos que hacer, notábamos a la gente nerviosa, de aquí para allá, la mayoría no entendía para qué nos reuníamos, porque ellos, la mayoría, daba por hecho que tenían que reanudar el camino, había que ir a Santiago como fuera, a pesar de la lluvia. Informamos al grupo teníamos que esperar; así, mientras tanto íbamos cargando el camión con las bolsas y mochilas, los miembros del grupo de responsables buscando alguna seguridad que garantizase una etapa feliz; pero parecía ser que todos los resultados no eran favorables: alguno llamó a la policía local de Santiago para pedir información del tiempo, dijeron que habría muchísima lluvia durante todo el día; otro encargado de la llegada a Santiago para cambiarnos de ropa y ducharnos y poder comer bajo techo nos informó que el sitio que teníamos previsto no reunía condiciones porque estaban en obras en el colegio de los Salesianos, parecía que todo se cerraba, pensamos en llamar a las Carmelitas de Santiago -donde teníamos previsto celebrar la Eucaristía -, llamamos a Vigo para pedir el teléfono, uno de los Padres de la Comunidad, a parte de facilitarnos el teléfono nos dijo unas palabras alentadoras; "después de un camino fácil hasta hora, no pasa nada porque tengáis alguna dificultad", y era verdad reconocíamos una vez más que todo camino entraña su dificultad. A esas horas de la mañana el teléfono de las Madres de Santiago no respondía; mientras el camión se iba llenando de mochilas observábamos a la gente preparada con su mochila a las espaldas, bastón en ristre y los pobres chubasqueros de los que se disponían, algún que otro paraguas, en el ambiente que se respiraba ese momento no había lugar para el NO, palabra que no formaba parte de la expedición hasta ahora, y en los momentos más difíciles necesitábamos otra palabra más alentadora... había transcurrido el tiempo marcado para la decisión, nos convocó de nuevo el coordinador y ya, apenas nos habíamos juntado, de los labios de algunos broto la palabra que la mayoría del pelotón esperábamos, SI a la marcha , espontáneamente se levantaron las manos diciendo con total seguridad que sí eran partidarios de caminar, habíamos cambiado totalmente el parecer de la comisión, ahora todos decíamos sí menos uno.
Y si más demora, todos empezamos a andar, en un clima de animo y de euforia atravesamos el parque de Padrón y su ciudad, salimos de ella, pasamos por el cementerio de Íria Flavia, donde se encuentra la tumba de Camilo José Cela, bajo una lluvia suave, poalla se dice aquí, algunos comentaban, con esta lluvia yo me recorro todo el camino; pero no habíamos hecho mas que atravesar la carretera para meternos por un camino entre algunas casas cuando veíamos unas nubes cada vez más negras que ensombrecían todo el horizonte, coincidía con el momento que todos los días al iniciar la marcha, rezábamos una oración e íbamos en silencio durante quince minutos, a partir de ese momento una lluvia intensa e intermitente se apoderó de todos nosotros por todo el camino, en un momento nos quedamos chorreando de agua por todos los costados, mis botas que siempre presumía de ser impermeables a la lluvia empezaron a empaparse y los pies a chirriar a medida que iba marcando el paso, los caminos anegados, dificulta para poder andar, todos juntos retando a la lluvia y en silencio, ¿qué latía en el corazón de cada uno de nosotros? Mis sentimientos en esos momentos eran de inseguridad, solo rezaba, me acordaba de aquellas palabras de san Juan de la Cruz "Oh noche amable más que la alborada", a pesar de la movida caminábamos con mucha fe; pasaron más de dos horas de intermitente lluvia, no se oyó durante todo este tiempo ni una mínima queja, todo lo contrarío, nos íbamos acercando a Santiago, el amanecer de nuestra inquietud, de nuestra meta, de nuestros cansancios y sudores.
A partir de ese tiempo aflojó la lluvia y aunque seguía lloviendo nos sirvió de tranquilidad para seguir el camino y poder compartir algunos frutos secos, caramelos, galletas, todo era reconfortante. En las etapas anteriores solíamos parar quince minutos, pero ahora no procedía, ni apetecía, sólo queríamos seguir caminando, en busca de la claridad. Pasamos montes riveras, como lo canta ese místico de la familia carmelitana "iré por esos montes y riveras, ni cogeré la flores, ni temeré las fiera, pasaré los fuertes y fronteras". Así, fuimos pasando los obstáculos del camino, el gran obstáculo de la lluvia, y sin darnos cuenta y poco a poco fue amainando, la gente empezó a quitarse el chubasquero para el secado sobre el camino, la gente empezó espontáneamente a hablar, había pasado mucho tiempo desde que hicimos aquel cuarto de hora de oración silenciosa, ahora hermosas conversaciones animaban la etapa, habábamos de nuestras vidas, compartíamos gozosamente nuestras historias; mientras tanto quedaba un tema por resolver, cuando llegásemos a Santiago teníamos que encontrar un lugar para cambiarnos y comer. Llamamos a las Madres Carmelitas y les expusimos la situación pidiéndoles usar en los posibles las dependencias de la hospedería del convento; la misma hermana tornera a propósito de la lluvia comentaba lo de la concentración de la Jornada de la Juventud en el Monte el gozo, qué pena, decía, que ya era la segunda vez que nos llovía y a pesar de las oraciones que hacían por esa intención, más tarde me enteré que el cardenal Rouco decía a los jóvenes durante la misa con cierto sentido del humos, que llovía en Galicia más que nunca, la hermana no puso ninguna dificultad a nuestras peticiones, nos ofrecían las dos hermosas salas que tienen en las hospedería, que no nos preocupásemos que allí nos esperaban. Esta fue la gran noticia, de luz y de alborada que encontramos en medio del camino cuando ya había cesado la lluvia, pero sobre todo, cuando realmente se encendieron los corazones de todos los miembros del grupo fue cuando al final logramos otear las torres de la catedral de Santiago, un gran gozo y serenidad inundó los corazones de los caminantes; pero aquellas torres, estaban aún lejos, así que seguimos caminando hacia el punto de meta, ya con seguridad y confianza, ahora sí que la noche se volvió mediodía.
A penas he mencionado uno de los grandes héroes del camino, me refiero al coche escoba, con dos buenos samaritanos del camino. Se preocuparon de todo, en el cruce más próximo allí estaban ellos, a la hora del piscolabis allí estaban ellos, cuando había algún impedido por motivos de ampollas u otro pequeño inconveniente allí estaban ellos,. Todos los días después del comer se iban con el maestro de la ruta, a supervisar la etapa siguiente, se tiraban toda la tarde diseñando el recorrido por donde tenía que pasar el gran grupo y los puntos posibles de parada, nos llevaban las mochillas, tenían preparada la fruta de la mañana. Iban sembrando apoyo y confianza en el camino, era nuestro coche escoba del camino.
Ya empezaron a verse cercanas las primeras casas de los exteriores de la ciudad de Santiago, atravesamos la vía y allí el coche escoba recogió a nuestra amiga María que había hecho todo el camino a pie apoyada por otras heroínas silenciosas que servía de apoya para nuestra amiga; Nos quedaba subir la última rampa para entrar en la ciudad, allí estaba el hospital clínico y el de tuberculosos, y ya sin darnos cuenta nos metimos en la ciudad, la atravesamos de punta a punta en dirección al convento de las Madres Carmelitas.
Eran ya alrededor de las dos de la tarde y todavía se olía el ambiente de jóvenes que habían acudido a las famosas jornadas de la juventud que se clausuraban hoy día 8 de agosto con la misa de la mañana, colorido, pañoletas, chubasqueros, bastones y mochilas y muchas caras de jóvenes y muchos grupos iban de un sitio para otro, en torno a la catedral, el apóstol, por allí pasamos nosotros hasta llegar a la meta, nos esperaban el grupo de acogida, nos cambiamos casi en un momento, habíamos llegados cansados y callados; pero a medida que nos fueran entregando el gran bocata, empezamos a recuperar vida y a soportar con cierto animo animoso el cansancio, y ya al final toda la gente hablaba y charlaba junto algunos familiares y amigos que habían llegado en coches; allí nos fuimos sacando algunas fotos y casi sin darnos se acercaba el momento de la Eucaristía. Habíamos puesto un autobús en Vigo para los que quisieran participar de la Eucaristía pudieran venir; así que se apuntaron una veintena de personas más, amén de algunos grupos de familiares y amigos que habían venido en coches particulares. Éramos más de cien personas. El equipo de liturgia dio el último toque a la Eucaristía, estaba preparada.
En torno a las dos de la tarde empezábamos a concentrarnos en las escalinatas de la Iglesia de las Madres Carmelitas. Allí nos recibieron el coche escoba que acababan de culminar su hermosa y efectiva misión de atender y acoger a los tullidos y cansados del camino. Allí estaba también el grupo de acogida encargado de preparar la comida. Allí en las escalinatas nos recibían un grupo de unas treinta personas, familiares, amigos y feligreses de la parroquia que habían venido a compartir la Eucaristía y a ganar el Jubileo.
En el rostro de todos se veía con claridad el cansancio acumulado de todos estos días, también de la lluvia que habíamos padecido durante la mañana; pero atrás quedaban los sudores y las mojadas, en esos rostros se veía también una honda satisfacción de haber recorrido el camino. No habíamos acabado de saludar a la gente cuando ya nos estaban llamando para coger el bocata, nos íbamos sentando espontáneamente en las escalinatas, el ambiente en general era de silencio; pero la comida nos iba devolviendo la fuerza vital, ya empezaban las primeras palabras ¡cuánto me gustaría hablar largo y tendido de algunos rostros concretos, pero en esta peregrinación todos han sido protagonistas del camino, de ahí que no aparezca en ningún momento un nombre propio. Hemos tenido tiempo de comer incluso de darnos un corto paseo y de tomarnos el café de todos los días.
A las cuatro y media el grupo de liturgia dio el último retoque a la Eucaristía, esta vez no estábamos por la labor de preparar muchas cosas, teníamos dispuestos los tres grandes símbolos del camino para presentarlos junto al pan y el vino. Éramos más de cien personas los que nos congregábamos en la Iglesia, teníamos unos invitados especiales, eran las Madres Carmelitas, ellas mismas tenían un gran interés en acompañarnos en la Eucaristía, para ellas fueron las primeras palabras de profundo y sincero agradecimiento por la estupenda hospitalidad que nos habían dispensado, esa hermosa acogida desde la sencillez y el silencio. Dios estaba ese momento entre nosotros como decía la canción de entrada, "Dos está aquí, tan cierto como el aire que respiro".
Todos los días animaban la Eucaristía el grupo de jóvenes, con aire siempre fresco y juvenil. Leíamos el evangelio propio de ese domingo, en que se nos exhorta a estar siempre en vela para que el Señor nos encuentre despiertos cuando llame. Casualmente coincide con una de las claves del camino encarnada en los mismos caminantes que en todo momento han estado atentos a cualquier necesidad del otro, siempre con mucho ánimo y diligencia. Las palabras del a homilía quisieron ser como la llegada a la meta del camino a Santiago de tantas ilusiones y proyectos… pero sobre todo la búsqueda de un Dios que en todo momento nos había acompañado y que a pesar de las noches oscuras del cansancio y de la fatiga
Él seguía ahí apoyándonos en ese simbólico cayado que desde el primer día presentamos en la Eucaristía del envío, en todo momento nos ha sostenido y acompañad, nos ha reconfortado y nos ha conducido a las fuentes tranquilas de la Eucaristía para reponer nuestras fuerzas
Si, ese Dios que todos buscábamos en el camino estaba siempre con nosotros, aunque nosotros no lo supiéramos. Junto al bastón presentamos también como ofrendas la mochila repleta de ilusiones y proyectos. También, cada peregrino fue dejando su piedrecilla junto al altar y que significa el lastre que hemos ido soltando por el camino, ya casi pulida la confiamos al Alfarero del hombre para que hiciese de ella un instrumento al servicio de todos. Toda la Eucaristía fue una acción de gracias por todo lo bueno que el Señor había hecho con nosotros a lo largo de todo el camino. El padrenuestro cantado con las manos unidas tenía sabor a fraternidad y reconciliación y la paz a presencia amorosa de Dios en todos los corazones. La comunión una invitación a nacer de nuevo, a reiniciar el camino de nuestra vida siempre en la búsqueda incansable de aquel Dios que nos busca primero para ese reencuentro con Él y con los prójimos. La acción de gracias fue como una puesta en común de experiencias compartidas a lo largo del camino. Y llegó el momento final, el de la luz, se encendió un cirio en representación de nuestras luces, querían simbolizar nuestro compromiso ¿y ahora qué? Ahora comenzaba la tarea de continuar el camino emprendido, esas cosas nuevas que habíamos descubierto. Terminamos agradeciendo de nuevo la acogida amable y cariñosa de las Carmelitas.
Nos quedaba poco tiempo libre, el suficiente para ir a la Catedral a entrar por la puerta santa y dar el abrazo al Apóstol y depositar en Él nuestro camino para que él sea nuestro gran intercesor ante el que fue, es y será siempre el verdadero camino: Jesucristo.
Y éstas son, amigo, las impresiones de un peregrino compartiendo el camino. Quiero dejar bien claro que en esta peregrinación todo el grupo ha sido el gran protagonista, por eso no he querido hacer mención expresa de nadie; probablemente haya olvidado alguna mención especial, si quiero dejar constancia de las buenas samaritanas del camino, que todos los días y a todas las horas estaban ahí, curando, dando alivio, relajando, no hay palabras para reconocer esa hermosa labor, Dios sí que sabe el bien que han hecho. Y ahora. ya de vuelta a Vigo, cansados, medio somnolientos, pero llenos de gozo por el deber bien cumplido. Acabamos de aterrizar a las puertas de la parroquia, tenemos la impresión de venir de un país lejano, de un largo recorrido, como e un monte llamado Tabor donde unos amigos de Jesús tuvieron con Él una experiencia maravillosa. Nos despedimos diciéndonos hasta luego. Alguien se acercó a mí y me dijo que se iba muy contenta porque había caído en la cuenta que Dios era su verdadero Amigo.
Gelo