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Distancia: 76,25 km
Salida: 12:15
Llegada: 19:30
Presupuesto: 5€
- 2€ Credencial
- 3€ Comida
¡El viaje se vuelve emocionante desde el principio! Son las 10 de la mañana y mi padre ya está nerviosísimo. Me tiene que llevar a Francia con el coche, tiene que volver, comer e ir a trabajar de tarde... no le va a dar tiempo. Últimas comprobaciones para no dejarme nada importante y salimos. Son las 10:30 de la mañana. Pero, ¿por qué tanta prisa? Empiezo a trabajar en poco más de una semana, así que apenas tengo un poco más de una semana para llegar a Santiago.
No sé si son los nervios que tengo de empezar esta nueva aventura, o que me he bebido dos litros de agua para estar bien hidratado pero en el trayecto, de apenas hora y media, tenemos que para un par de veces para que mee. Al fin llegamos a San Juan de Pie de Puerto. Lo primero montar la bici, lo segundo reponer todo el líquido que he orinado y por último, despedirme de mi santo padre que llegará tarde a trabajar.
Comienza para mí el Camino de Santiago. Lo primero es conseguir la credencial, el pasaporte del peregrino, y con ella encuentro la primera belleza de esta aventura. Una bonita sonrisa de una amable chica que, además, viene acompañada de un mapa del perfil del Camino de Santiago y una hoja donde se listan numerosos albergues en las diferentes localidades por las que pasa. Con todo lo necesario solo queda una cosa que hacer, empezar a caminar. Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Al pedalear en mi caso.
La etapa es dura desde el comienzo. Sin tiempo para calentar comienza la cuesta arriba. Unas pocas pedaladas más adelante tengo que parar para tomar aliento. Hoy es el primer día del año que cojo la bici, es más, no la había cogido desde el verano pasado. Y aquí estoy subiendo una cuesta digna de un campeonato. En el suelo hay una piedra y decido cogerla, la llevaré conmigo hasta el final del camino.
Subo y subo y subo y subo y siguen quedando más kilómetros por subir. Los últimos se harán insoportables bajo los elementos. Viento, lluvia, frío y cuesta, cuesta. Además las nubes me impiden ver el paisaje que, seguro, desde allá arriba es increíble. Al llegar a la cumbre tengo que bajarme de la bici y afrontar el último tramo a pie empujándola, no hay otra forma de hacerlo. Un paso, otro y... ¡zas! Se me recogen los músculos de la parte de atrás del muslo izquierdo. Al estirarlos y contraer los delanteros se me recogen éstos también. Allí me encuentro en mitad de la nada, mojado y muerto de frío, agarrando la bici cómo único soporte. Tengo calambres en toda la pierna izquierda, y todavía tengo que ir hasta Pamplona... Nadie dijo que esto iba a ser fácil.
Consigo continuar y lo que continúa es maravilloso. 5 o 6 o nosecuantos kilómetros de bajada, por pista forestal, a través del bosque. ¡Menuda gozada! Una pena que el barro, y sobre todo el agotamiento de mis brazos, me impida disfrutar al 100% de este tramo, pero merece la pena, ¡es impresionante! Me prometo que en un futuro volveré para poder gozar de esta bajada al máximo.
Y al fin llego a Roncesvalles exhausto, empapado y lleno llenico de barro. Me cambio de camiseta y como todo lo que traía en la mochila, pero no hay forma de entrar en calor. Gracias a Dios me hayo en terreno sagrado y mi alivio llega en forma de Cola Cao, bendito y caliente Cola Cao.
Con el estómago caliente parto rumbo a Pamplona. Ahora el camino se vuelve un constante sube y baja por sendas que no son tan transitables para una bici como a mí me gustaría. Pero, ¿cuándo llegaré a Zubiri? En serio, es imposible que no haya llegado ya a este pueblo, parece que se me aleja... Al llegar estoy tan desesperadamente cansado que decido abandonar el camino por un rato y rodar por la carretera. Me niego a encontrarme con otra cuesta arriba con cascajo que ponga en riesgo mi pierna izquierda. Pero pronto vuelvo a los senderos, el camino para llegar a Pamplona es conocido para mí, al igual que muy bello.
Son las 19:15 y llego a la ciudad. Siento como si la gente me mirase más de lo normal. Quizá sea mi cansado cuerpo que comienza a delirar o, posiblemente sea que traigo conmigo una tonelada de barro. Al llegar a casa mi hermana no para de reírse de mi embarrada imagen mientras me miro en el espejo, incrédulo de la cantidad de barro que llevo encima. Ducha (ropa, zapatillas y mochila incluida), cena (merecida) y a descansar que es lo único que puedo hacer.
Distancia: 72,18 km
Salida: 14:40
Llegada: 20:10
Presupuesto: 111'2€
- 100€ Parrilla + Alforjas
- 3'2€ Comida
- 8€ Albergue
Amanece la etapa 2 Camino de Santiago pero no para mí, no aún. La primera vez que abro el ojo son las 8 de la mañana pero me pego un poco más a las sábanas, ¿qué mal puede hacerme un ratito más en la cama? Levanto a las 10, desayuno tranquilamente y me voy a comprar una parrilla y unas alforjas para la bici. Seguro que en un momento me las apañan, pienso, pobre iluso...
A las 13:30 está la bicicleta preparada, 100 euros me ha costado el apaño y para nada pensaba que me iba a costar tanto. Son las 14:30 y estoy en la calle preparado para partir pero sin la credencial. A las 14:40 estoy listo, esta vez sí. Comienza la etapa 2 Camino de Santiago.
Mi intención es ir hasta Viana y, de verme con fuerzas, llegar a Logroño. Es lo que tiene el dormir tanto, te hace ser un poco iluso. Nada más salir hay que enfrentarse al Perdón, un pequeño monte en apariencia pero que pone a prueba mis fuerzas. Se nota el peso de las alforjas, el cansancio del día anterior y el calor. Sufro de lo lindo para llegar a Zariquiegui y aún me queda por subir, ¡ánimo!
Al llegar arriba apenas tengo tiempo de disfrutar de las vistas, voy mucho más tarde de lo que esperaba. Confío en que ahora voy a poder ir más rápido en la bajada, pero no va a poder ser así. El camino es de cascajo y gravilla, lo que lo hace bastante peligroso si vas rápido, no gozas. La ruta sigue y sigue y, tras Cirauqui, me despisto y me pierdo unos pocos kilómetros, ¡qué cómo duelen! Llego a Lorca y tengo que para un poco. El calor me está matando y el cansancio empieza a hacer mella. Empiezo a dudar de que vaya a llegar a Viana... Es lo bueno que tiene la bici, te pone en tu lugar. Un poquito más adelante suspiro por llegar a los Arcos, vale por hoy.
El primer albergue que encuentro es mi casa para esta noche, La Casa de la Abuela, estoy demasiado cansado para andar buscando. Un poco de cena y una buena ducha me hacen olvidar la dura jornada. Conozco a Jairo, un chico de Alicante, que también está haciendo el Camino en bici. Me comenta que está teniendo bastantes problemas con las alforjas, quizá haya sido una buena inversión la mía.
Es la hora de dormir. Comparto el dormitorio con otras 12 personas, la mayoría extranjeros. Una francesa que duerme en la cama de debajo de mi litera me advierte que ronca mucho. Aunque a mí me da la sensación de que ella lo que quiere es, que nadie duerma encima suya para que no la molesten. Lo siento mucho, tarde, ya me he acomodado. Me cuesta dormir más de lo que quisiese y la litera no deja de hacer ruido, ¿de dónde viene ese constante pequeño crack? Espera un momento, ¡no puede ser cierto, son los latidos de mi corazón!
Distancia: 92,68 km
Salida: 9:00
Llegada: 19:30
Presupuesto: 20€
- 8€ Alimentos
- 2€ Voluntad (Nájera)
- 10€ Voluntad (Grañon)
Llego tarde, la gente ya está disfrazada y yo no tengo disfraz, como siempre, no me he enterado de nada. Me visto de blanco, con la faja y el pañuelico rojos y me voy a la fiesta. Pero, ¿qué leches hago con mochila? Guiris por todos lados, todos ellos borrachos y metiendo ruido. No dejan de rayarme y por más que los mando a paseo no me dejan en paz... ¿Qué demonios? ¡Dios, estaba soñando! Supongo que es normal durmiendo en un cuarto lleno de extranjeros. Vuelta a la realidad, etapa 3 Camino de Santiago.
Me levanto y me despido de Jairo que ya se va. Compro fruta y pan, desayuno y salgo. Son las 9 de la mañana y el Sol ya aprieta. Es otra cosica peregrinar por la mañana. No dejo de encontrarme con peregrinos que no dejan de saludarme y desearme un buen camino. El camino sin más, mucho campo seco a mi alrededor y gravilla, y más gravilla, bajo las ruedas.
Llego a Logroño y paro en un supermercado. Mientras hago la compra me estoy poniendo cardiaco de pensar que tengo la bicicleta fuera desatendida. Pero la tranquilidad llega de forma inesperada. Uno de los mendigos que está en la puerta me dice que esté tranquilo que él vigila. Me hago con un poco de comida y charlo con mi inesperado amigo, curioso personaje, al que le muestro mi gratitud. Parece que todo el mundo te ayuda siendo un peregrino. Repongo fuerzas y emprendo la marcha.
Al salir de Logroño me pongo a rueda de dos bicicletas, pero aunque llevan buen ritmo no puedo seguirles, y es que la rodilla izquierda está empezando a dolerme un poco. Más tarde me los junto en Navarrete y me comentan que también están teniendo problemas con sus alforjas. Definitivamente he hecho una buena inversión con las mías, ya que a mí no me están dando ningún problema. Continúo con el Camino siendo éste tan duro como aburrido hasta llegar a Nájera. Allí encuentro un albergue impresionante donde paro a comer, el Albergue de Peregrinos Municipal de Nájera.
El lugar es llevado por voluntarios, gente súper maja y atenta. Y además, simplemente piden la voluntad a cambio de dormir y/o usar sus instalaciones, ¡impresionante! En el lugar conozco a un montón de gente, esta es la magia del Camino de Santiago. Cientos, miles de personas haciendo lo mismo que tú, compartiendo el mismo recorrido y con el mismo destino. A menudo te encuentras hablando con gente que acabas de conocer, pero con la confianza de dos amigos de toda la vida. Me encanta.
Continúo la marcha por un camino más aburrido aún si cabe, y por el cual no disfrutas tanto con la bici. ¡Cuánto añoro las sendas forestales del norte de Navarra! Tras un rato pedaleando llego a Santo Domingo de la Calzada, reventado. El cansancio y el calor te dejan devorado al final del día, y además la rodilla me está matando. Me parece que tengo una tendinitis como consecuencia de la primera etapa, o de no estar lo suficiente entrenado. Y encima acabo de conocer a dos chicos de Vitoria... Sería bonito tener alguien con quien charlar, que con tanto extranjero...
Finalmente decido continuar, son las 6 de la tarde, aún es pronto para parar. Sigo unos kilómetros más mientras, a menudo, maldigo mi perseverancia. A estas horas apenas hay ya peregrinos, y en la soledad del camino me pregunto, ¿qué demonios hago pedaleando aún? No hay más respuesta que continuar pedaleando, pero ya lo dice el refrán: "quien no arriesga, no gana." Y esta vez a mí, me toca el gordo.
"Me da igual lo que pienses (a mí mismo), pero en el próximo pueblo, sea el que sea, nos quedamos." Y el próximo pueblo al que llego es Grañón. Nada más llegar pregunto a una señora, que por allí paseaba, si hay algún albergue de peregrinos en el pueblo. Me dice que vaya al monasterio, que allí seguro que me puedo quedar a dormir. ¡En un monasterio! Pinta bien.
¡Vaya, esto sí que no me lo esperaba! El albergue está lleno de gente de todos los rincones del mundo. Españoles, norteamericanos, europeos, asiáticos... El lugar es entrañable, de piedra y madera. Lo más increíble de todo es que, desde el principio, me siento en familia. Y además he llegado justo a tiempo, nos sentamos todos juntos a cenar.
Antes de comenzar, un cura nos explica que nos hayamos en el Albergue Parroquial San Juan Bautista de Grañón. El lugar tiene una gran historia. Antes, era una casa para curas. Ésta fue reformada por voluntarios para poder ser un albergue de peregrinos, y hoy en día es llevada por voluntarios también. Es más, las dos mujeres que con el cura se encuentran nos han hecho la cena (¡a más de 40 personas!). Además, los alimentos que se hayan sobre la mesa han sido comprados con la voluntad que dejaron los peregrinos ayer, y con los donativos que hagamos hoy servirán a los peregrinos de mañana. Y por último, nos pide por favor que recojamos la cena entre todos (¡faltaría más!).
Comienza el festín. Para empezar tenemos una ensaladica fresca. Le sigue un buen cocido bien cocinado que está delicioso. Parece que no haya comido nada decente desde hace décadas, ¡está todo cojonudo! Y encima, todo esto acompañado con un buen vino de La Rioja. Recogemos entre todos, sobran voluntarios para fregar. El grupo de gaditanos, si ya son graciosos de por sí, con un par de tragos de vino son la fiesta. Er Juan le dice a er Manué: "Kiyo, que es que yo no sé fregá si no tengo un vaso de vino cerca." Yo es que me meo. Friego los vasos con el japonés Inori que gracias a dios tiene un inglés tan malo como el mío, así que nos entendemos bien. Y, como no podía ser menos, él también ve Naruto.
Finalmente nos vamos todos a dormir, la noche ya se nos ha echado encima. Duermo en un cuarto con otras 20 personas en colchonetas en el suelo. No sé si es la gran cena, o el vino por mis venas o la buena compañía que tengo, pero se está gloria... Como todos los días, alguno de los peregrinos se levanta súper temprano para aprovechar las horas frescas del día. El día no ha amanecido aún y yo tampoco.
Un poco más tarde, la mañana comienza como acabo la noche de ayer: con los gaditanos y el japonés. Er Manué ha cogido por equivocación unos pantalones de Inori. Maravilloso contraste ante mis ojos, la educación de un japonés y la picaresca de un gaditano. Inori no sabe como decirle a er Manué que esos pantalones que ha cogido son suyos, mientras que er Manué le está echando la bronca por haberlos dejado en su mochila. Las risas.
Nos dan de desayunar y poco a poco la gente se va marchando. Yo me demoro en prepararme, no tengo ninguna prisa. Uno a uno voy despidiéndome de todos los amigos que hecho en este bonito lugar. Yo soy el único que va a en bici, así que quedándome el último me aseguro que un poquito más adelante, a todos, los volveré a ver.
Sin ninguna duda está noche en Grañón ha sido mágica, y un bonito recuerdo que espero nunca olvidar. La caja de donaciones era una caja abierta y en ella se leía:
"Deja lo que puedas, coge lo que necesites."
Distancia: 113,13 km
Salida: 8:30
Llegada: 19:30
Presupuesto: 29€
- 12€ Alimentos + Cena
- 10€ Antiinflamatorio + Pomada
- 7€ Albergue
Salgo alegre y con un montón de ganas de volver a ver, a toda esa gente con la que compartí la mágica noche de ayer. Como no podría ser de otra forma, a los primeros que me encuentro son los gaditanos, han salido los últimos. ¡Hasta siempre kiyos! Más adelante al grupo de jóvenes europeos, good luck! Poco después a un montón de peregrinos con los que no tuve trato, ¡buen camino! A la riojana y al holandés, que no sé qué me da a mí que algo va a haber algo entre ellos... ¡buena suerte!
Unos kilómetros más adelante me encuentro a la pareja norteamericana. Luisa, que es vegetariana, está desesperada por encontrar plátanos, y con el chicarrón negro de pareja... ¡deja de pensar guarradas! Nice to meet you, buen camino! Continúo intranquilo ya que me falta uno. No me digas que me lo he saltado, es el único que me falta por despedir. Gracias a Dios lo encuentro un poquito más tarde, ¡buen camino Inori! Él me despide con una amplia sonrisa, ¡y con los ojos tan cerrados que parece imposible que vea! Ya no queda nadie, tan solo yo, la bici y el camino.
En seguida entro en Castilla León y el camino mejora. Escalo los montes de oca con la compañía de asturiano y continúo hasta Atapuerca. Allí, el camino se vuelve impracticable. El suelo se llena de piedras afiladas en donde no se distingue senda alguna. A mi izquierda una valla de espino y un cartel: "Prohibido el paso, zona militar." Y en lo alto el Sol asediándome con fuego.
Al fin llego a Burgos, y al fin adquiero mi dopaje además de algo de comer. El dolor en la rodilla ya es insoportable. A partir de ahora, un antinflamatorio y una pomada serán imprescindibles. En mitad de la ciudad un chico me para y me convence, después de una profunda charla, para dar una pequeña ayuda para los niños en Somalia. Aunque en su camiseta tiene dibujado a un borracho y un cartel que pone: DON'T DISTURB! (¡No molestar!)
Burgos me parece una ciudad preciosa. Nunca había estado antes y sin duda, en el futuro, me gustaría volver. La catedral es algo impresionante. Mientras admiro la belleza de esta localidad, conozco a dos chicos de Vitoria. Ellos me comentan que este es un buen lugar para ir de fiesta y que, casualmente, hoy empiezan las fiestas de San Juan. Así que decido emprender mi camino inmediatamente.
"Tú ya llegaste. Por lo tanto, siente el placer en cada paso y no te preocupes con las cosas que todavía tienes que superar. No tenemos nada delante de nosotros, apenas un camino para ser recorrido, a cada momento, con alegría."
Saliendo ya de Burgos conozco a una pareja que, no sólo hablan español, sino que además tienen un acento muy familiar, son de mi tierra. El chico tiene las mismas alforjas que yo, y espera un momento... ¡Uno de los chicos de Vitoria también! Y por lo visto esas se han recorrido medio mundo. Y antes de salir de Burgos veo a otro chico con las mismas también. ¡Increíble, esas alforjas al poder!
Tras Burgos el camino se hace suave, cómodo y agradable. Esto me permite rodar veloz y hacer 40 km fácilmente. Finalmente voy llegando a Castrojeriz, mi destino de esta noche. El saber que pronto voy a llegar, darme una ducha, cenar como un rey y dormir como un bebé me hace feliz, muy feliz, es lo único que quiero y necesito.
Primer albergue completo, vaya, y en el segundo hay sitio pero sólo un español. Bueno, podría ser peor... Coño, ¡Jairo! El mismo chico que me junte en Los Arcos, y decía el tío que no le daba mucho a la bici. Estoy yo aquí dándolo todo y exprimiéndome al máximo, y ha llegado él antes que yo. Nos vamos a cenar una buena ensalada, con un bocadillo y una merecida jarra de cerveza. Se agradece la cena, la compañía y, sobre todo, el descansar y el dormir.
Distancia: 152,64 km
Salida: 8:30
Llegada: 19:15
Presupuesto: 19€
- 6€ Alimentos
- 6€ Cervezas + Tapas
- 7€ Albergue + Desayuno
Amanecemos temprano, como todos los días, con el ruido de los más tempraneros. Desayunamos fuerte y emprendemos la marcha. Ahora somos dos, Jairo y yo. En los primeros metros de la etapa voy despidiendo a los peregrinos con los que acabé la jornada de ayer. Es genial la cantidad de amigos que vas haciendo en el Camino. Y aunque estas relaciones sean cortas en el tiempo, sin ninguna duda calan hondo. ¡Buen Camino!
Nada más salir de Castrojeriz tenemos que ascender una buena cuesta que, nos hace entrar en calor y olvidar el fresco de la mañana. Los constantes ánimos de los peregrinos hacen que la escalada sea más fácil. De normal, los que vamos en bici vamos más rápidos y ligeros, pero en estas subidas es cuando sufrimos, pesados y lentos. Al fin, desde lo alto tenemos nuestra recompensa. Un respiro, buenas vistas y bajada.
Y tras la bajada se nos presenta una inmensa y basta llanura que atravesar. Rodamos por riberas de ríos, sendas paralelas a canales e interminables caminos entre campos de secano y regadío. Es precioso ver el contraste entre los campos regados y secos, pero por desgracia esto será lo único bonito que veremos hoy. El camino es llano, rectilíneo, de gravilla y aburrido, muy aburrido. Gracias a Dios nuestro recorrido está inundado de flores de todos los olores, y el olfato se deleita.
Viajamos tan rápido como podemos, o mejor dicho, tan rápido como las alforjas de Jairo nos dejan viajar. Todo lo que se ahorró al comprarlas, lo está pagando con creces. Definitivamente, unas buenas alforjas es algo fundamental. En el trayecto nos encontramos gente admirable, como la pareja que lleva a su hijo de 4 años en un carro, atado a la bici del padre. Anonadado me dejan, ya que están haciendo el Camino por caminos, valga la redundancia. Y sólo van por carretera en aquellos tramos no aptos para un carro, y por esto los multaron en Navarra. Estúpidas leyes...
Paramos a reponer fuerzas, como siempre, un poco de fruta, algo de pan, ¡y qué pan! Me compro una barra rústica chapata con doble biwoffer, y un bollo artesano rústico con ultrasurraund. Por supuesto me acabo de inventar esos términos, pero es que lo bueno que está esto es indescriptible.
Y tras la gloria, viene el infierno. No sé cuántos kilómetros, pero muchos, muchos muchísimos kilómetros de camino llano, con una gravilla impracticable y con el Sol pegando fuerte desde lo alto. Además, no hay ni pueblos ni nada donde poder tomar algo y descansar. Insufrible. Pero hemos decidido llegar a León así que continuamos. Cabeza gacha, tirando riñones y con la mirada entre la rueda y el camino, pedal pedal, pedal pedal, pedal pedal... Al final y tras 150 km de sufrido pedaleo llegamos a nuestro destino. ¡Guau, 150 km! Estoy superando límites que nunca hubiera imaginado que superaría.
Me ducho rápido y me voy en búsqueda de un rostro conocido y querido. "¡Manda huevos que haya tenido que venir a visitarte en bici, qué dice Unaitxo!" Mi primo lleva ya un tiempo viviendo en León, así que sabe buenos lugares donde echar tapas. La verdad es que a mí no me salen las cuentas, ¡apenas hemos pedido un par de cervezas y nos han sacado suficiente comida como para cenar! 2 más por favor! El tiempo vuela con tan buenos manjares y tan cálida compañía.
Pero el monasterio en el que me hospedo esta noche cierra sus puertas a las 10, así que no tengo más remedio que despedirme. "Buenas noches y gracias por todo pri."
Distancia: 118,44 km
Salida: 8:00
Llegada: 19:30
Presupuesto: 16,5€
- 4,5€ Alimentos
- 12€ Cena + Cervezas (Doble)
- 0€ Albergue (Se me olvidó dar donación)
Amanece temprano en León, aunque para algunos la noche no ha acabado aún. Por las calles de la ciudad todavía quedan resquicios de la juerga. Puñadicos de borrachos, algunos más lucidos y otros no tanto, deambulan por ahí. No sé quién está más asombrado, si nosotros de ver semejante esperpento, o ellos de ver un grupo de bicis pedaleando tan temprano. Pero sin ninguna duda, los que estamos perdidos somos nosotros.
El Camino de Santiago es un camino súper fácil de seguir, está muy bien señalizado y lo único que tienes que hacer es seguir las flechas amarillas. Pero en las grandes ciudades... en las grandes ciudades es una historia totalmente diferente. Con tantas calles, tantos coches, gente, edificios y distracciones es muy difícil seguir las señales del Camino y, por lo tanto, muy fácil perderse.
Somos un grupo grande, unos 10 ciclistas. Algunos son ya conocidos, y otros aún están por conocer. Serpenteamos por León en búsqueda de la ruta que nos saque de la ciudad. Tras varios errores parece que lo conseguimos, pero estamos intranquilos ya que no se ven tantas flechas amarillas como debería. Al llegar al primer pueblo después de León se cumplen nuestros temores, nos hemos equivocado de camino. Volvemos rápido mientras se escurren varias maldiciones entre nuestros dientes.
Un poco más tarde encontramos el camino bueno, han sido 12 km de propina y una hora de regalo, ¡qué se le va a hacer! Conforme nos alejamos de León el paisaje va cambiando. La Cordillera Cantábrica que días anteriores nos vigilaba, distante desde el norte, hoy se nos muestra ante nosotros. Nos está esperando y está lista para la batalla, y nosotros también, ¡o eso espero!
En el Camino nos encontramos a un hippie viviendo sobre una colina arcillosa. Vive de la voluntad de los peregrinos y a cambio ofrece todo tipo de zumos, tés, cafés, frutas, etc. La verdad que lo tiene muy bien montado y el chico es muy agradable. Realmente envidio su forma de vida.
Continuamos la marcha y comienza la lucha, bueno, todavía no. Antes de empezar con la pelea paramos a reponer fuerzas. Lo primero y más importante mi rodilla, masaje con la pomada y antiinflamatorio. Después alimento para el cuerpo, que pronto va a necesitar. Y por último la bici, ella también sufre las consecuencias del camino. El automático del pedal derecho se ha roto, así que a partir de ahora el pie derecho irá suelto. Además, tengo que pedir un poco de lubricante a otro ciclista, ya que la cadena de mi bici cruje que da miedo.
Ahora sí, comenzamos el ascenso a la Cruz de Ferro. La escalada es dura, pero bella. El amarillo y dorado de las numerosas flores que inundan el paisaje, endulzan la amarga subida. Aunque gracias a Dios la senda es buena para recorrerla en bici. Me acabo de enterar de que los peregrinos tienen costumbre de dejar algo en la Cruz, por lo que se supone que es ahí donde tengo que dejar la piedra que cogí el primer día. Pero al llegar arriba me niego a hacerlo, eso es un estercolero, ya le buscaré un sitio mejor a la piedra.
Nos paramos un momento, no sólo a descansar, sino a disfrutar de las vistas también. Desde allí arriba se puede ver toda la planicie que hemos dejado atrás. La vista no alcanza a ver el final de ésta. Y ahora, ahora toca bajar. La bajada es pedregosa, afilada y muy peligrosa, así que sufriremos tanto como en la subida, una pena. Pero al llegar abajo, obtenemos la recompensa que la bajada no nos ha brindado.
Llegamos a Molinaseca, un pequeño pueblo por el que pasa un río. En sus aguas y orillas la gente se baña y se divierte. Nosotros no lo dudamos, nos ponemos en calzoncillos y nos damos un chapuzón tan refrescante como placentero. Con el calor que está haciendo, un baño en aguas fresquitas debería ser obligatorio. Una lástima que no tengamos mucho tiempo. Nos vestimos y marchamos para Ponferrada.
Al fin llegamos, y además encontramos un albergue que sólo piden la donación. Y ahora, la rutina de todos los días al terminar la jornada. Primero asentarnos, después darnos una ducha y lavar la ropa a mano, más tarde darnos una merecida y grandiosa cena y, por último, descansar y dormir plácidamente. Bueno, a veces dormir plácidamente en un dormitorio con tanta gente y con ronquidos varios es un poco difícil...
Lo único que me preocupa un poquito es mi cuerpo. Mi rodilla me está matando, aunque a base de ibuprofenos y masajes con la pomada la mantengo a raya. Luego, apenas siento algunos dedos de mis manos. Debido a que paso tantas horas con las manos en el manillar, estoy presionando algún nervio o arteria más de lo debido. Siento un hormigueo constante y la movilidad justa en algunos dedos, hoy he andado justo para lavar la ropa y ducharme. ¡Y esto me está pasando también ahí abajo, cada vez que meo apenas me la siento! Pero bueno, me queda poco para llegar al final, y después tendré tiempo para descansar.
¡Por cierto! Dos alforjas más como las mías, ¿cuántas llevo?
Distancia: 117,08 km
Salida: 8:30
Llegada: 20:00
Presupuesto: 26,5€
- 13,5€ Desayuno + Redesayuno + Alimentos
- 13€ Albergue + Cena
Nos despertamos con el amanecer. Me encanta vivir al ritmo que marca el Sol, me hace sentir bien. Además, como cada día, seguimos la rutina del peregrino. Por la mañana ésta incluye: primero levantarse (ardua tarea), después asearse junto con peregrinos de todo el mundo, vestirse, preparar las alforjas/mochila, desayunar y por último marchar. Bella rutina.
Me separo de mi compañero Jairo, que quiere visitar un pueblo en el que vivió de pequeño. Quedamos en juntarnos luego. En seguida después de su partida me llama, se ha dejado la carpeta con la credencial, documentación y así. Más tarde sabremos que también se ha dejado la toalla y el jabón, pero para esto último ya será demasiado tarde, ¡que cabeza!
Emprendo la marcha solo, bueno solo, el Camino está repleto de peregrinos así que nunca estás solo y, desde León, la afluencia de peregrinos ha aumentado. El paisaje también ha cambiado, es más bonito. Numerosos montes me rodean mientras atravieso viñedos y huertos, el verde predomina por todos lados.
Un poco más adelante, me junto con mi compañero Jairo y con varios ciclistas ya conocidos. Juntos atravesamos veloces los kilómetros que nos separan del Cebreiro, éstos no son más que un mero trámite para lo que nos espera. Antes de llegar nos paramos un par de veces para comer y coger fuerzas, el perfil de la subida nos asusta. Rodamos y rodamos preguntándonos cuándo empezaremos a subir el Cebreiro, sin darnos cuenta de que ya hemos empezado.
La primera parte es dura, sobre brea y entre árboles. La segunda es más dura aún. Ya no hay vegetación que nos proteja del Sol, ¡y caen chuzos de punta! El camino ha pasado a ser de tierra y piedra, es difícil rodar aquí. En algunos tramos tengo que bajarme de la bici y empujarla, duele. Y por mucho que beba, no soy capaz de reponer todo el líquido que estoy sudando. ¡Estoy sufriendo de lo lindo!
Los peregrinos a pie, que también sufren, se apartan y nos animan al escuchar cuando nos acercamos. E incluso algún alma caritativa nos presta un poco de fuerza empujándonos. Son pequeños empujones pero otorgan una gran cantidad de energía, no tanto por el impulso en sí, sino por el gesto. Se agradece mucho.
Poco a poco nos vamos acercando a la cumbre. El sufrimiento no nos impide disfrutar de las lujosas vistas que desde allí arriba se contemplan. Una sonrisa se va forjando en mi rostro mientras siento que la subida va llegando a su fin. Y allí en la cima y llenos de júbilo, un grupo de peregrinos holandeses forman un arco con sus bastones y vitorean a toda la gente que hace cumbre.
Me siento un poco estúpido con semejante sonrisa en la cara, este es sin duda el momento más feliz del Camino. Me siento como un ciclista ganando la etapa reina del Tour de Francia. Recibo una golosina de una de las mujeres que nos hacen el arco, pero ningún caramelo puede superar este momento tan dulce, ¡maravilloso, maravilloso este momento, maravilloso como me siento, maravilloso todo!
Antes de bajar definitivamente, subimos y descendemos varios picos. La rodilla no me permite pedalear más así que la última subida será a pie. En lo alto paramos un rato, no puedo más. Y ahora, lo de siempre: un poco de pan, fruta, algo de chocolate, algún refresco, ibuprofeno, pomada y masaje. Y sí, ahora sí, toca bajar.
La bajada es grandiosa, magnífica e impresionante. Kilómetros y kilómetros de bajada, 33 kilómetros para ser más exacto. Además ésta es por senda forestal entre frondosa vegetación, perfecta para correr. Atravieso bosques y riachuelos, fuentes y pueblos y parajes místicos con druidas ermitaños, y los atravieso a tanta velocidad como me atrevo. ¡Volando voy...!
Llego a Sarría y aminoro la velocidad, están en fiestas (como media España por lo visto) y un mercadillo medieval me distrae. Artesanía, productos caseros, infusiones, jabones, etc. Fragancias, degustaciones, colores y música se palpan en el ambiente. Cuando de repente... ¡¿Iñigo?! ¡Hombre Arturo! El hermano de mi tía, que también está haciendo el Camino. Caras conocidas y caras por conocer, todas son amigas en el Camino de Santiago. Tengo que llegar mañana a Santiago pero Jairo no tiene tanta prisa, así que continúo solo. ¡Hasta la próxima vez amigo!
Continúo solo un poco más, o eso espero. Estoy cansado y mi rodilla y mis manos están para poco. Se va haciendo tarde y no encuentro un lugar donde poder quedarme. Llego a otro pueblo y, como en el anterior, primer albergue lleno y el segundo también... Además con la excitación del día se me ha olvidado sacar dinero, no hay cajeros por ningún lado y apenas tengo 12€. No sé si me va a llegar para cenar. ¡Ayuda por favor!
Y la ayuda llega en forma de pequeño caserío. Encuentro un pequeño albergue en el que me dan alojamiento a cambio de la voluntad. Y para cenar me preparan un bocadillo tan grande que es imposible abarcarlo con las dos manos. Aunque ahora mismo soy incapaz de abarcar nada con estas manos tan adormecidas que tengo. Y además, me ofrecen una tostada con queso casero. ¡Está todo delicioso! Les doy todo el dinero que tengo.
Mañana es la última etapa... me entra morriña. Cierro el día intentando recordar todo lo que he vivido hoy mientras se oye una música de fondo. La melodía hace que las palabras que escribo cobren vida en emociones que recorren todo mi cuerpo. El día de hoy... ¡Qué día el de hoy! El Sol ya se ha acostado y yo también, pero con tantas sensaciones me costará un poquito dormir.
Distancia: 110,88 km
Salida: 7:30
Llegada: 17:30
Presupuesto: 32€
- 14€ Desayuno + Alimentos + Refrescos
- 2€ Ayudita
- 16€ Albergue + Cena
Amanece el día de la última etapa. Me levanto pronto, aunque no tanto como quisiera, definitivamente soy un remolón. Las primeras pedaladas son entre la niebla que me abraza en el fresco matutino, el Sol está un poco perezoso hoy también y aún no se ha puesto a levantarla. Atravieso pequeños grupos de casas dispersas entre las colinas. Estoy en la Galicia profunda y aquí la gente vive de la agricultura y la ganadería, el olor es bastante fuerte.
El camino es fácil, pero la muchedumbre de peregrinos me impide ir rápido. Está claro que esto no es lo mismo que lo vivido en días anteriores. Muchos peregrinos apenas llevan peso a sus espaldas, otros en cambio visten más para lucir que para peregrinar cómodamente. Y el salir bien en la foto se vuelve más importante que desear un buen camino. Además aparecen carteles que ofertan taxi por todos lados, y en los albergues ya no se ofrece un ambiente hogareño si no "stamps". Pues vaya, yo ya no sellaré hasta llegar a Santiago.
Veo a los únicos peregrinos a caballo e todo el camino y adelanto a un grupo de 27 personas con exactamente la misma mochilita roja. Entre todo este pseudoperegrinismo, y en contraposición, aparece un errante con toda su vida sobre una bici, yo no puedo evitar pararme. El pobre hombre me pide una pequeña ayuda y yo le ofrezco toda la comida que llevo encima y un pequeño donativo. A cambio él me engrasa la cadena mientras me comenta que no sabe que puede ofrecer a los peregrinos a cambio de una donación, pobre anciano.
El calor ya aprieta desde hace un rato, es sofocante. El agua del bidón, caliente como una meada recién echada, no satisface mis ansias de sed. Encima las fuentes escasean por lo que es imperativo parar para tomar un refresco. Mientras alivio mi garganta se me ocurre una brillante idea, aprovechar los hielos para enfriar el agua del bidón. ¡Qué gran idea! Para cuando quiera echar un trago un par de kilómetros más adelante, los hielos ya habrán pasado a mejor vida junto con mis esperanzas de un trago fresco.
Estoy sin fuerzas y encima tengo las tripas... mejor no entrar en detalles. En los pilones que marcan el camino pone los kilómetros que faltan para llegar a Santiago: cincuenta y, cuarenta y, treinta y, veinti... poco a poco me voy acercando a mi destino. Atravieso numerosas y sombrías sendas forestales que me hacen olvidar la agonía que este calor me está haciendo pasar. Al fin asciendo al monte del Gozo desde donde se ve Santiago, pero yo estoy muy agotado como para mostrar euforia.
La llegada no es como me había pensado, ya que para llegar a la Catedral hay que atravesar la ciudad. Tráfico, semáforos y mucha gente, que no peregrinos. Finalmente me adentro en el casco antiguo, la Catedral tiene que estar cerca. En una de las callejuelas un chico toca una gaita a cambio de unas monedas. Yo cierro los ojos y me imagino a un centenar de gaiteros tocando al unísono para mi llegada. Y es que un viaje tan épico se merece una llegada épica también.
Finalmente allí estoy frente a mi meta, al fin he llegado. La de peregrinos que han luchado para llegar hasta aquí. Apoyo mi bici en una columna y me siento en el suelo para contemplar la fachada de la Catedral. No es lo más ostentoso que haya visto, y la verdad es que parece un poco sucia y desarreglada. Miro mis piernas llenas de barro, mi camiseta sudada y mi bicicleta llena de polvo y me doy cuenta de que sí, que aquí es donde quería llegar.
Es curioso, 8 días pedaleando sufridamente y superando dificultades y tampoco me siento especialmente emocionado ahora que ya he alcanzado mi destino. Quizás sea el agotamiento o este asfixiante calor. Lo que si siento es una enorme satisfacción que me llena. Y es la misma satisfacción que se puede ver en los rostros de los peregrinos que, al igual que yo, descansan despreocupadamente.
Después de unos minutos de descanso y reflexión visito en interior de la Catedral. Es aquí donde los más religiosos alcanzan el clímax de su peregrinación. A mí simplemente me parece otro impresionante edificio (como todas las magníficas construcciones de esta índole), lleno de turistas. Un montón de gente se afina en una larga cola para ver la tumba del apóstol, no será mi caso.
Tras la visita me voy en búsqueda del último sello que cerrará mi credencial. Antes, en un lateral de la Iglesia y en el fondo de una fuente, deposito la piedra que llevo arrastrando todo el camino. Ya no volverá a ser una carga y allí podrá descansar. Cerca del lugar más de un centenar de adolescentes andaluces posan para una foto. Estallan de júbilo por el fervor religioso, la emoción es incontrolable. Algunas lloran desconsoladamente, otras apenas pueden andar, y todos visten con la misma camiseta y llevan el mismo bastón.
Y como me iba temiendo hay una inmensa cola para recibir el último sello. Larga y dura espera que hace que un hombre casi se desmaye al subir las escaleras, no me extraña, este calor consume hasta los más jóvenes como para no hacerlo a los más mayores. Finalmente recibo el último sello y me niego a coger la Compostela al saber lo que está escrito en ella. Además hay un donativo obligatorio de uno o dos euros. Definitivamente esto no tiene nada que ver con mi peregrinación.
Por último, el resto de la tarde será para situarme en la ciudad, encontrar la estación de autobuses y un lugar para dormir. Y poco más, tengo las tripas para poco, la rodilla dolorida y las manos medio dormidas, y además mañana a las 6 de la mañana sale el autobús que me lleva a mi otra vida.
El Camino de Santiago: Saint Jean de Pied de Port - Santiago de Compostela
Distancia: 853,28 km
Presupuesto: 159,2€
- Sin contar material (ropa, alforjas y demás)
- Sin contar los alimentos y el alojamineto de un día que dormí en casa
De verdad que es curioso lo del Camino de Santiago. Desde el inicio emocionante ofreciendo paso a paso, pedalada a pedalada, pequeñas cosas que recompensan cada esfuerzo hecho, haciendo así de él una experiencia inolvidable. Para acabar de una forma tan sencilla y tan discreta. Los frutos del camino se recogen en el peregrinaje para poder saborearlos a la llegada. Y yo ya he llegado.
El Camino de Santiago siempre lo había tenido en mente y ahora que esta experiencia también recorre mi cuerpo tengo que decir, que es un recuerdo inolvidable. Te da todo el tiempo del mundo para estar contigo mismo y organizar, o al menos darle otra perspectiva, a todo el caos que se pueda tener en el interior. También sobra el tiempo para conocer a otra gente y definitivamente para hacer un montón de amigos.
Los motivos por los que yo he hecho el Camino de Santiago no son para nada religiosos, es más, en mi caso y con el poquito tiempo que tenía para hacerlo, ha sido más bien un reto físico deportivo. Sin embargo, el hacer este Camino es sin duda una experiencia religiosa y/o espiritual. Por supuesto que está repleto de iglesias católicas, y que el destino final es la tumba del apóstol Santiago. Pero yo no me refiero a este tipo de religiosidad o espiritualidad. Yo me refiero a otra más universal y más verdadera.
Levantarte todos los días con el alba, ya se sabe que a quien madruga Dios le ayuda. Estar a merced de los elementos. Llevar a la espalda tu pertenencias y llegar a tu destino a través de tus propios medios, o mejor dicho, a través de tus propias piernas. Pasar largos kilómetros y largas horas contigo mismo. Conocer gente nueva todos los días y compartir con ellos desde una pequeña conversación a varios días, o incluso todo el Camino. Ayudar al prójimo y que el prójimo te ayude. Reír, llorar, disfrutar, sufrir. Sin ninguna duda el Camino de Santiago es una gran experiencia humana.
Los kilómetros se hacen más largos en un autobús que en una bicicleta, pero las horas pasan rápido reviviendo todos los recuerdos al ir deshaciendo el Camino de Santiago. Tras la ventanilla una lágrima acaricia una sonrisa y le recuerda que el ticket de regreso a casa no tiene ningún destino. Durante todos estos días mi meta ha sido acercarme más y más al final del Camino pero, y ahora, ¿cuál es mi objetivo? ¿Dónde está la siguiente flecha amarilla que me diga dónde está mi destino?
Después de haber tenido esta bonita experiencia me gustaría compartir algunos consejos para el camino de santiago. Disto mucho de ser un experto en el Camino, más bien soy todo un novato, por lo que tengo muy claro los errores y aciertos que he tenido como principiante. Éstas solo son unas recomendaciones para aquellas personas que quieran hacer el Camino de Santiago.
Consejos para el Camino de Santiago
La primera recomendación es que hagas el Camino. Es seguro, barato, fácil (logísticamente hablando) y te aseguro que va a ser una experiencia increíble que nunca olvidarás. ¿A qué estás esperando para hacerlo?
El segundo consejo es que lo hagas con tiempo. El Camino se puede saborear mejor si tienes tiempo para disfrutar de los pueblos y ciudades por los que pasas y para conocer mejor la historia de esta ancestral ruta. Además de que de esta forma podrás dar descanso a tu cuerpo y evitar lesiones. Sin ninguna duda esto es algo que he echado en falta en mi experiencia.
Mi siguiente recomendación es que lo hagas en los primeros meses o en los últimos de verano (Junio, Septiembre). El Camino Francés atraviesa una zona de España que puede ser muy calurosa en los meses de verano, especialmente en Julio y Agosto. Y que es muy fría en invierno, y que puede serlo en primavera y otoño.
Otro importante consejo es utilizar material bueno y de calidad. El calzado, la mochila, los componentes de la bicicleta, las alforjas, etc. Quieres el mínimo número de problemas en tu viaje y lo barato puede salir caro. Además asegúrate de que tu ropa y calzado sea cómodo y apto para el clima que se va a dar. Piensa que vas a caminar o pedalear durante horas, días e incluso semanas. Queremos evitar todo tipo de incomodidades, rozaduras, pasar frío o calor.
Otra sugerencia importante es llevar lo mínimo posible. Esto parece muy obvio, pero te aseguro que cuando lo hagas te darás cuenta que podrías haber ido más ligero. Yo lavaba la ropa al terminar la etapa y me ponía la misma ropa todos los días, por lo que hubo un set de ropa que nunca salió de las alforjas. Además que metí algunas cosas por si acaso que tampoco necesité. Lleva un juego de ropa para caminar o pedalear y otro para descansar. La comodidad es lo más importante. Lleva ropa que puedas combinar para hacer frente a la climatología. Hay compañías que se encargan de enviar y guardar tus excesos en Santiago de Compostela.
Otra advertencia a tener en cuenta es que te va a hacer falta hablar inglés. Hay cientos, miles de peregrinos de todas las partes del mundo haciendo lo mismo que tú, por lo que es una muy buena oportunidad para practicarlo. Por supuesto que el viaje es en España y que el inglés no es para nada necesario, pero al mismo tiempo te perderías una bonita parte del viaje. Además, nuestro mundo está cada vez más interconectado y el inglés es cada día más importante, así que esta es una recomendación en general no sólo para hacer el Camino de Santiago.
Estos son mis consejos para el Camino de Santiago, espero que te sirvan. Aunque sin ninguna duda el más importante es el primero. No lo dudes, visualiza esa flecha amarilla que te guía hacia él y ¡haz el Camino de Santiago!