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y en:
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mensajes número: 9698, 9700, 9701 y 9706

Camino de Santiago
0a. Prólogo
0b. Vigo
01. Tui - Porriño
02. Porriño - Redondela
03. Redondela - Pontevedra
04. Pontevedra - Caldas
05. Caldas - Padrón
06. Padrón - Santiago
07. Un epílogo

Prólogo

Mira al cielo y deja que las estrellas te indiquen el Camino.

Así empezó todo. Palabras navegando por este firmamento virtual que es Internet.

jacobeo2004 - Foro Camino de Santiago
http://es.groups.yahoo.com/group/jacobeo2004
De: Javier Luque
Fecha: lun feb 23, 2004
Asunto: Saludos desde Córdoba
Hola a todos:
Soy Javier, de Córdoba porque nací y vivo aquí, pero, en realidad, de cualquier sitio, terrenal o virtual, donde haya buena gente, como estoy seguro que es este lugar al que acabo de llegar.
Tengo casi cuarenta años, mujer y tres niños. Antonio es el segundo: tiene 5 años y, a causa de una meningitis al poco de nacer, padece una parálisis cerebral que lo tiene en una edad mental de unos 6 meses.
Con todo, nos sentimos afortunados: es un angelito, en el sentido más auténtico de la palabra, un don que hemos recibido y que nos hace ser mejores.
Por unas cosas u otras, el caso es que hasta este año nos ha sido imposible realizar nuestro sueño de llegar al Apostol a pie, y ahora que ya está más fuerte, nos hemos liado la manta a la cabeza y estamos dispuestos a todo.
Hemos pensado hacer el Camino Portugués, desde Tui y en la primera quincena de Julio, pero la principal duda que nos asalta es si los caminos están practicables para recorrerlo con Antonio en su sillita, o existen obstáculos que hagan la idea descabellada.
También agradecía cualquier otro comentario, sugerencia, o idea que tengáis a bien hacernos llegar.
Gracias por anticipado y nos vemos en el Camino.
Javier.
De: José Antonio de la Riera
Fecha: mar feb 24, 2004
Asunto: RE: Saludos desde Córdoba
Hola Javier, bienvenido, perdona pero mi mensaje anterior no salió, misterios de internet, supongo. Mira, no sé si conoces los caminos del rural gallego, pero te anticipo algo: generalmente son caminos profundos, "acongostrados" o en "corredoira", bordeados de muros vetales y/o de granito o pizarra. El piso suele ser una combinación de piedra y tierra. Abunda el barro hasta en verano, como consecuencia de ser, en muchos puntos, desagüe de las fincas circundantes.
Concretamente, en el Camino Portugués, tendrás poco problema en el tramo Tui-Redondela, pero a partir de Pontesampaio hay muchos tramos donde un cochecito de niño no pasa de ninguna manera. Si sigues con interés en el tema te intentaré ayudar en todo lo que pueda fijándote esos punto e intentando darte alternativas. No quiero entrar a considerar tu opción de llevar a tu hijo (que respeto) ya que supongo que lo habrás calibrado debidamente. Ten, además, en cuenta lo siguiente:
- Las normas de la Xunta de Galicia dan preferencia a los minusválidos sobre todos los demás peregrinos (incluídos los de a pie)
- Todos los albergues del Camino Portugués cuentan con habitación especial para minusválidos.
A tu disposición en lo que esté en mi mano, Javier, un abrazo desde Galicia, José Antonio de la Riera.
De: Javier Pitillas
Fecha: mié feb 25, 2004
Asunto: RE: Saludos desde Córdoba
Hola Javier. Supongo que ya habrás leído el e-m de Jose Antonio de la Riera.
Él debe ser, con mucho, la persona que más sabe del Camino Portugués.
Tiene razón en lo que dice acerca de la dificultad de este camino para ser recorrido con una silla de niño. Me imagino que antes de decidiros a dar este paso lo habréis meditado mucho y que las dificultades que puedan surgir no os harán desistir de vuestro empeño. Por eso os digo que no hay nada imposible cuando uno está decidido a vencer las dificultades. Efectivamente hay tramos muy complicados pero también existen variantes para ello. Además, ¿qué clase de silla vais a llevar? ¿Cuántos kilómetros vais a hacer cada día? ¿Cuánta prisa tenéis? ¿Cuánto pesa vuestro Antoñito? Yo, por mi parte, voy a hacer ese mismo camino en el mes de abril y me comprometo a anotar metro a metro todas las zonas a evitar con la sillita y los tramos de carretera alternativos. Porque supongo que lo que queréis es llegar a Santiago y que lo de menos será el trazado, es decir, que no os importará no respetar el itinerario a rajatabla con tal de cumplir con la peregrinación.
Se peregrina lo mismo por la tierra y las piedras que por el asfalto de las carreteras.
Un saludo. Javier de Vigo.
De: Javier Pitillas
Fecha: mié feb 25, 2004
Asunto: Para Javier de Córdoba y su hijo Antonio
Y ahora se me ocurre añadir lo siguiente. Está claro que tendréis que salir del camino en algunos tramos y que, como esos tramos no estarán señalizados, es fácil que podáis extraviaros. Por ese motivo se me ha ocurrido plantear una cuestión al foro y, más concretamente a la Asociación Gallega de Amigos del Camino: ¿creéis que será posible conseguir un grupo de voluntarios para acompañar a Javier y a Antonio en los desvíos? Seguro que sí. Yo ya me apunto.
De: Fernando Pazos
Fecha: jue feb 26, 2004
Asunto: Para Javier de Córdoba
Sin duda alguna, si hay alguien autorizado para hablarnos del camino Portugues es José Antonio, que con el padre de nuestra forera, Jeremías Sampedro, y algún otro bendito loco, se "curraron" el camino portugués buscando antecedentes, historia, documentandose, pisando paso a paso el camino de los trovadores.
No obstante, desde mi humilde conocimiento de ese camino (pues he tenido la suerte de hacerlo con su experto José Antonio de la Riera), decirte Javier que, con una silla de niño, lo veo complicado.
Hay tramos verdaderamente difíciles para llevar ese exceso de peso, como la subida de Labruja, o la salida de Puente de Lima, o las congostras y corredoiras que implica una enorme dificultad para llevar un carrito de niño.
No obstante, todo camino tiene alternativas, y bien marcado y estudiado, evitando el paso por determinados pasos, podría hacerlo por carretera, con el riesgo que implica (además llevando un niño en un cochecito).
No se vosotros que pensaréis, pero yo personalmente no lo haría en esas condiciones.
Por desgracia hay tramos (antes de Caldas de Rei) que te ves en la necesidad de estar entrando y saliendo de la carretera (pues el camino a veces se pierde entre maizales y te lleva a la carretera unos metros para devolverte al camino) y verdaderamente caminar con un coche de niño... no se yo.
En cualquier caso se trata de preparar una logística con alternativos recorridos. Por cierto, las ruedas del carrito que sean todo-terreno, y con buenos amortiguadores.
Fernando Pazos desde Valencia.
De: Paco Serra Escolano
Fecha: jue feb 26, 2004
Asunto: Re: Para Javier de Córdoba
Fernando y todos los que anteriormente habeis opinado, ahora me toca a mi:
Hay que ponerle imaginación a las cosas, pues hay varias alternativas para que lleven a su hijo:
1.- en andas, como a los principes.
2.- a beee borreguet, o sease a la espalda.
3.- en mochila, claro si pesa menos de 15 quilos.
4.- con artilugios mecánicos, lease triciclos, carritos de niños de esos de montaña, con el inconveniente que ello llevaria en muchos de los tramos difíciles.
5.- la mejor solución de todas es la que expongo a continuacion:
Pero sin querer bromear, sino por pura cuestión de crear motivación al resto del foro, tanto para que se animen a seguir leyendo, como por la faceta que me caracteriza, el dar tiempo a los demás para que busquen su propia solución... En el próximo -e os lo digo.
Ultreia e sus eia, Deus adeuva nos
Paco Serra, Peregrino alicantino
De: Paco Serra Escolano
Fecha: jue feb 26, 2004
Asunto: Re: Para Javier de Córdoba
Lo prometido es deuda, aqui va la quinta solución:
5.- subido a los lomos de un burrito, ya sabeis que los burritos han hecho en infinidad de ocasiones este nuestro camino, ya sea para llevar los utiles de cocina y acampada, ya sea para llevar a sus grupas a dulces criaturas.
Bueno, un burrito, tiene todas las ventajas de los artilugios, o sease que no hay que llevar al crio a cuestas, pero no soporta ninguno de sus inconvenientes, dado que tiene patas y sube y baja y transita por las sendas y corredoiras mejor que nosotros. Por ello, sólo haria falta una buena silla de montar adaptada con arneses para sujetar al niño y ale hop, ya está.
P.D. y aparte se le podria poner unas alforjas o algo parecido para que colaborara en llevar algo de carga por si hubiera algun imprevisto.
Ha sido un verdadero placer el poder colaborar y poner mi granito de arena.
Pronto tendremos un nuevo peregrino en Camino.
Lo malo es que sus padres van a estar tan ANCHOS , que no van a caber por el camino, necesitarian una autopista, por su anchura, claro.
Paco Serra, Peregrino alicantino
De: Javier Luque
Fecha: vie feb 27, 2004
Asunto: Javier de Córdoba y Antonio en su silla de ruedas (Camino Portugués)
Hola, muchas gracias a todos por la magnífica acogida, especialmente a José Antonio de la Riera, Javier Pitillas, Fernando Pazos y Paco Serra; estoy emocionado, en serio, me ha calado hondo vuestra disposición a hacer más liviano el Camino y agradezco sinceramente vuestro ofrecimiento.
La idea de hacer el Camino surgió como una chispa, una idea fugaz que atrapé al vuelo y me pregunté ¿por qué no?, vale, debe ser una insentasez según leo entrelíneas en los mensajes de vosotros, los más veteranos y experimentados, pero me hice la pregunta mirando a Antonio ¿por qué no? La medicina llega hasta donde alcanzan sus límites, pero la fe no tiene fronteras; una fuerza interior me hacía volver la mirada a Santiago, y empecé a buscar información.
Determinante fue, curiosamente, la lectura de la guía de José Antonio, antes incluso de entrar en contacto con este foro: leyéndola me veía ya inmerso en el Camino Portugués, reafirmado en mi "peregrina" idea. Sólo era cuestión de darle forma y así concreté las fechas, 1ª quincena de julio; y el modo, a pie, empujando la sillita de Antonio, en la compañía y con la ayuda de su hermana María, de 15 años.
Me empapé de todo lo que encontré en la red sobre el tema y en concreto, albergues, distancias, jornadas, relatos, vivencias, etc. y lo comparé con nuestras posibilidades, así que decidí que, sin prisas, cada jornada la podía dividir en dos, para hacer unos 10 kms. al día y tener algunos entremedias de descanso para Antonio.
Antonio pesa 15 kg. (demasiado para llevarlo a la espalda o en mochila) y tenemos pensado usar una sillita adaptada del tipo de las de tres ruedas inflables con amortiguación. Lo del burro no es ninguna tontería, la equinoterapia es terapéuticamente muy recomendable para niños con lesiones cerebrales, síndrome de down, lesiones medulares, etc. pero para hacer el camino, no sé, no sé... ¿admiten burros como peregrinos en los albergues?
La idea es ajustarnos los más posible al trazado indicado, pero de no ser posible, no importa salir a la carretera cuando sea necesario para poder continuar. Dispongo ya de la cartografía 1:50.000 del Ejército, para seguir vuestras indicaciones y tomar nota de las condiciones de los distintos tramos.
En fin, muchas gracias por vuestra ayuda, sin la cual, cada vez estoy más convencido de que lo que puede ser la travesía del desierto se convertiría en una bajada a los infiernos.
Con gente como vosotros, mucho se tiene que torcer la cosa para no terminar abrazando a Santiago.
Gracias de nuevo.
Javier.
De: José Antonio de la Riera
Fecha: vie feb 27, 2004
Asunto: RE: Javier de Córdoba y Antonio en su silla de ruedas (Camino Portugués)
Javier, no te preocupes demasiado, dispones de mi persona, en la medida en que el trabajo me lo permita, para lo que quieras y ya ves que tu tocayo Javier Pitillas echará una mano en lo que pueda. Si me das un poco de tiempo te puedo analizar metro a metro los tramos difíciles y los "imposibles" y vemos las alternativas. No te agobies, si ese es tu deseo vamos a cumplirlo y listo. Eso sí, lo que te dice Fernando Pazos es muy real, incluso en tramos aparentemente fáciles y si llevas un cochecito, ponle refuerzos a las ruedas, incluso no te vendría mal reforzar los amortiguadores, creo que sería factible hacer ese refuerzo en cualquier taller. Tengo contactos en todos los ayuntamientos del Camino con Protección Civíl y creo que en esos tramos difíciles echarán una mano encantados, están para eso, déjalo de mi cuenta. Así que nada de agobios y planteáte disfrutar del Camino.
Un abrazo desde Galicia, y mucho ánimo Javier, en cuanto pueda te pongo un correo privado con esos tramos, dame un poco de tiempo.
José Antonio.
Y así, viento en popa por este proceloso mar, la palabra va tomando cuerpo vía e-mail.
De: Javier Pitillas
Asunto: Camino Portugués.
Para: Javier Luque
Fecha: Miercoles, 12 Mayo 2004
Hola Javier. Hace días que pienso en enviarte este e-m pero siempre, por una u otra razón no acabo de hacerlo. Te dije que te enviaría una descripción detallada del camino pensando en que vais a hacerlo con la silla de ruedas pero la cosa no me resultó tan fácil como preveía.
Cuando lo hice la última vez, todo el camino portugués estaba señalizado con mojones en los que venía indicada la distancia exacta que separaba dicho punto de Santiago. Marcaban los kilómetros y los metros exactos. De esa forma, pensé, me va a resultar muy fácil indicarle a Antonio y a su papá en que puntos deben salirse del Camino y seguir por otro lugar más adecuado. Pues bien, no sé quien habrá sido, aunque me imagino que habrán sido un buen montón de ellos los desaprensivos que se han dedicado a chorizar las plaquitas con las distancias. No deben quedar colocadas ni el 20% de ellas. ¿Qué quiero decir con esto? Que me ha resultado imposible hacer el esquema que pretendía. Al ver como estaba la cosa, pude haber dado marcha atrás y empezar a buscar referencias pero me pareció harto complicado de hacer y bastante más de explicar. Sería una hoja de ruta similar a un testamento y yendo con mi padre no pude entretenerme a anotar tantisimos detalles entre otras cosas por no separarme demasiado de él y por no obligarle a romper su ritmillo de abuelito. De todas formas no te preocupes, porque pienso repetirlo antes de Agosto y, si continuáis decididos a hacerlo, os tendré listo el material y me ofrezco a acompañaros en los tramos más complicados. Un saludo.
Javier de Vigo.
De: Javier Luque
Asunto: Re: Re: Camino Portugués.
Para: Javier Pitillas
Fecha: Martes, 22 Junio 2004
Hola, Javier, encantado de saludarte:
Te cuento: El día 3 de julio llegaremos al camping Río Ulla, en Villagarcía de Arosa, Carmen (mi mujer) y los tres niños: María (15 años), Antonio (5 años, en su sillita) y Cristina (4 años), junto con una amiga nuestra, donde tenemos reservado un bungalow, hasta el día 13.
La idea es hacer el camino María, Antonio y yo, y si es posible, culminarlo los tres, aunque soy consciente de que puede ser una pretensión desmesurada.
En estas circunstancias, saldríamos de Tuy el lunes día 5 para hacer alrededor de 15 kms al día, parando en albergues donde los encontremos u otro tipo de alojamiento si no.
Si vemos que es demasiado penoso para Antonio, seguiríamos María y yo, con lo que la distancia diaria sería mayor.
Estaré encantado conocerte y de que nos hicieses de guía cualificado. Pienso que sería buena idea vernos, por ejemplo el domingo día 4 y concretar.
El número de nuestro teléfono móvil es 617 210 169.
Muchas gracias por todo.
Javier
De: Javier Pitillas
Asunto: Re: Re: Camino Portugués.
Para: Javier Luque
Fecha: Martes, 22 Junio 2004
Hola de nuevo. Me parece estupenda tu idea. Te paso también mi teléfono por si acaso: 986-230553 (el de casa) y 618-241124. ¿Cómo llegais a Galicia?
¿Venís en coche? Si no es así, supongo que vuestro destino inicial será Vigo o Pontevedra. Si necesitais desplazamiento hasta Villagarcía podéis contar conmigo y de paso comentamos lo del camino. Tengo una Fiat Scudo de 9 plazas así que no habría problema. Bueno, ya hablamos. un saludo.
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Vigo

El tránsito de este universo inmaterial a la realidad terrenal se materializó el sábado día 3 de julio cuando por fin pusimos pie en tierra gallega y nuestros sentidos, abotargados tras casi doce horas de viaje, revivieron con el olor a mar, la suavidad de la brisa de la ría y el frescor del atardecer atlántico; todo un cúmulo de sensaciones que internet, hoy por hoy, no puede proporcionarnos.El domingo, desde lo alto del Monte del Castro, en Vigo, me encontré, además de con una inédita e impresionante panorámica de la ciudad, la bahía y la ría, con una persona excepcional, cuya calidad humana, ya intuida en aquellos breves contactos, acabaría superando todas las expectativas preconcebidas. Me refiero a nuestro arcángel particular, mi tocayo "Er Pitillas" (como cariñosamente se refería a él María), sin cuya providencial intervención nuestra proeza no hubiera sido posible, y quien, como San Rafael, custodio de Córdoba, en su viaje con el joven Tobías, no sólo fue un mero guía, sino el compañero de equipo, la sonrisa, la palabra de ánimo, y, tras aquél "abrazo peregrino" a escasos metros de la Catedral de Santiago, el Amigo.
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Tui - Porriño

El lunes, en la Catedral de Tui, estampamos el primer sello en las respectivas credenciales y echamos a andar. Empezaba nuestro peregrinar. A ritmo tranquilo y plácidamente dejamos atrás el encanto del casco antiguo, despertando todavía. La magia del bosque, que nos arropaba y canturreaba mientras lo atravesábamos, no se vio alterada ni siquiera por la inesperada paradiña para calibrar esos cuantos radios rotos que como novato conductor off-road tuve que pagar de peaje al Camino en las proximidades del puente de San Telmo. Cerca de allí se puede leer lo que le aconteció al patrón de Tui cuando se dirigía en peregrinación a Compostela:
"Caminante: aquí enfermó de muerte San Telmo, en abril de 1246.
Pídele que hable con Dios en favor tuyo" ¿Premonición? ¿Malos augurios? En este reino de meigas y meigallos nunca se sabe...
Desgraciadamente la belleza y el hechizo se esfumaron de repente al paso por el polígono industrial de Las Gándaras, verdadera pesadilla de este sueño, rematada, para mayor desesperación, por la infernal carretera nacional que lo conecta con el pueblo.
- María, si coges ese autobús, en dos minutos estás en Porriño.
- No, seguimos juntos.
Y juntos seguimos hasta Porriño, lugar de los ascendientes gallegos de nuestro amigo Manuel. Dejando a la derecha la Capilla de Nuestra Señora de Guía, lo cruzamos y arribamos al albergue, al otro lado del pueblo, junto al río Louro. Es una construcción reciente de la Xunta que gestiona el Concello. Quizá eso explicase que, aunque estaba abierto, sorpendente y lamentablemente no disponía de personal que lo atendiese.
¿Cómo es posible? me pregunté. Y al funcionario del ayuntamiento que nos selló las credenciales le pregunté ¿cómo es posible?; él, como buen gallego, me contestó ¿cómo es posible?
Este albergue y los sucesivos, gratuitos a cambio de la voluntad, se irían convirtiendo, con el paso de los días y los kilómetros, en el nido donde al término de cada etapa recalábamos y nos reencontrábamos aquéllos entre los que, ya desde el primer día, y poquito a poco, iba cuajando el compañerismo y la camadadería: Juanjo y Elisa, Charo y Miguel, el grupo de las monjas... Gente a la que dices sinceramente: me alegro de haberos conocido.
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Porriño - Redondela

El martes iniciamos la jornada con lo que sería ya nuestra diaria rutina: madrugón y desayuno en el bar más próximo, donde puntualmente aparecía Javier cada mañana para alegrarnos el día con su sempiterna sonrisa y ponernos en marcha.
Apenas iniciada ésta, ¡vaya por Dios!, otra vez la sillita quejándose del calvario que le hacíamos padecer. Ya ayer había vuelto a dar problemas y aunque por dos veces la remendé, se veía que no tenía mucha intención de llegar a Santiago por sus propias ruedas.
- ¿Problemas?
- Pues sí; la cámara de esta rueda, que no termina de aceptar su confinamiento dentro de la cubierta. ¡Y yo que creía tenerla ya convencida...! Me temo que la aventura, por lo menos, para Antonio, ha acabado.
- Vamos a ver...
Unos pases por aquí, unos pases por allá, y... ¡voilá!
... ¡Ya está! A ver lo que dura el apaño.
Pues oye, lo que yo te diga ¿eh? mano de santo lo del Pitillas éste:
¡hasta el infinito y más allá! Vamos, que la jodía no volvió a protestar más en todo el viaje. Como te lo cuento.
María, atenta a las flechas amarillas y a las vieiras que balizan el trayecto, ya ha encontrado su ritmo, y marcha, ora con nosotros, ora con otros caminantes a los que se "empercha" para no abandonar el itinerario señalizado, mientras nosotros, a base de asfalto, evitamos los tramos imposibles para la sillita gracias al preciso conocimiento del terreno de Javier.
En la puerta de la Casa de la Torre de Redondela, magnífico edificio histórico recuperado para albergue (y para otros usos culturales, como más tarde comprobaríamos), nos volvemos a despedir hasta mañana de nuestro guía cinco estrellas (sin), quien, como cada día, retorna a sus menesteres en Vigo.
Esa tarde, habiendo superado Antonio su bautismo de fuego, colgamos de su cuello la concha que lo convertía en Peregrino con mayúscula y que luciría hasta el final, realzando, si cabe, el fulgor que irradia.
Qué noche la de aquél día. A pesar de haber tomado ya por costumbre prevenir al siguiente albergue de nuestra llegada para confirmar la accesibilidad y la disponibilidad de plazas habilitadas, esta noche fue de lo más macabra: tuvimos que compartir la habitación con decenas de cuerpos descuartizados de... maniquíes. Sí, maniquíes, has leído bien. Provinientes de una reciente exposición, se apilaban en esa habitación de altos techos y paredes de granito, cajas repletas de brazos, piernas, troncos...
"...las cabezas en el cuarto de baño, papá, que me dan yu-yu."
En fin, una experiencia nada recomendable para timoratos y aprensivos, y una anécdota más que contar para nosotros.
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Redondela - Pontevedra

El miércoles pusimos a Pontevedra en el punto de mira. Con unas estupendas vistas sobre la Ría de Vigo, emprendimos nuestra andadura, dura de verdad. Ya habíamos afrontado alguna cuesta arriba el día anterior, con pendientes y repechos que obligaban a emplearse a fondo y que desempolvaron aquellas sensaciones de esfuerzo, sudor y cansancio largo tiempo adormecidas. Pisando con determinación y coraje el suelo, conjuraba ocultas fuerzas telúricas que me insuflaban renovados ánimos para impulsar cada vez con más ganas a Antonio. Cómo sufría y disfrutaba de la vuelta a la Naturaleza, del contacto directo con la madre Tierra.
Pero las de hoy eran auténticos puertos de categoría especial, más propias del Tour que por esas fechas debía estar volviendo a ganar Armstrong. Tan eran así, que, a pesar de haberme propuesto ser el único propulsor de Antonio, sobre todo para no abusar del sherpa Javier, acepté aliviado, y de nuevo agradecido, su ofrecimiento. Aquí sí que sudamos la camiseta de verdad ¿eh, colega?
Y para hacer bueno el pronóstico, cosa no muy difícil en Galicia, empezó a llover. Con las primeras gotas, sacamos los plásticos y ejecutamos el protocolo previsoramente ensayado la noche anterior, con la misma eficacia y precisión que los Formula-1 al entrar en boxes.
Mostrándonos sus mil caras, la lluvia nos acompañaría fielmente ya hasta el último día, mientras nosotros a ratos la agradecíamos cuando nos refrescaba y a ratos la aborrecíamos cuando nos empapaba.
Seguía lloviendo, afortunadamente, cuando entramos en Pontevedra. Afortunadamente, digo, para mí, porque al llegar al albergue, situado en alto sobre la carretera por la que se accede a la ciudad, el resto de los peregrinos que aguardaban haciendo cola hasta la hora de apertura, constituidos en espontánea Plataforma Aúpa Antonio, se asomaron al vernos llegar y prorrumpieron en tan vibrante y conmovedor aplauso que agradecí que el agua de lluvia disimulase las otras gotas saladas que me corrían mejillas abajo. Todavía hoy, cada vez que lo rememoro echo de menos a la hermana Lluvia para poder dar rienda suelta a mi emoción.
Este albergue, por cierto, el único en el que coincidimos con "bicigrinos", está estratégicamente ubicado junto a la estación de trenes y de autobuses. Es un moderno edificio que tiene, como todos, cuarto de baño adaptado (en este caso habilitado, además, como enfermería ¡qué le vamos a hacer!), pero, al ser de una sola planta, no tenía habitación independiente para Antonio, lo que nos hizo estrechar aún más los lazos de afecto con nuestros camaradas: nuestras literas, al principio de la sala, eran paso obligado para todo el que entraba y salía, y parada frecuente para una palabra afectuosa, una caricia, un beso, una tierna mirada para con Antonio, al que ya habían hecho un huequito en su corazón.
¡Y qué cosas le decían, Madre!
Nada más conocerlo lo atiborraban a piropos (guapo, lindo, precioso, que qué ojos, que qué sonrisa..., en fin, tu sabes), luego, a medida que pasaban los días no paraban de obsequiarlo con arrumacos y carantoñas, deseándonos lo mejor para todos, y al final, llegaban incluso a dejarme sin saber qué decir cuando oía cosas como "Conocer a Antonio ha sido maravilloso"; "No sabes cuánto bien nos ha hecho Antonio"; "Antonio nos ha ayudado mucho"; "No lo olvidaré nunca".
Eran palabras-bomba, cargas de profundidad que llegaban a lo más recóndito de mis entretelas, donde tengo blindado el bunker emocional de Antonio y lo reventaban y desbordaban.
Una vez instalados, con el resto de la troupe visitamos a la Peregrina, patrona de Pontevedra, en su original Santuario de planta en forma de vieira, y recibimos su bendición.
Un apacible paseo por el casco antiguo de la ciudad, nos llevó hasta una ferretería de las de toda la vida, de las que a mí me gustan, y que, desgraciadamente, en estos tiempos del usar y tirar, van quedando menos. Los radios de la silla necesitaban urgentemente las manos de un experto, y allí, sin más palabras (¡ay!, estos gallegos...), midieron, cortaron, seccionaron, colocaron, fijaron y... ¡Buen Camino!
Eficacia, maestría y señorío, sí señor. Aunque unas simples líneas aquí no compensen su trabajo y amabilidad, quiero reconocer aquel gesto expresando públicamente mi gratitud a todo el personal de Ferretería Gallega. ¡Va por ustedes!
Y no podía faltar Belén, toda una "clásica" ya en cualquier visita que hagamos a Galicia, siempre dispuesta a hacernos más cómoda nuestra estancia en su tierra, con quien echamos un buen rato de charla y jugamos a la ruleta rusa con un plato de pimientos de Padrón. Esta amiga mía es como esas pequeñas ciudades provincianas, que por más que pase el tiempo no pierden su encanto... una vez que se lo encuentras, claro (un beso, Belenciña).
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Pontevedra - Caldas

Jueves. Reflejo de las estrellas que conforman el Camino celestial descubrimos en el suelo un original rastro de lucecitas, y siguiéndolo como hormiguitas (que al fin y al cabo es como se nos debe ver desde allí arriba) dejamos atrás otro casco histórico totalmente distinto, tan tempranito, al que habíamos pateado la tarde anterior.
Siempre mirando al norte, teníamos por delante 22 kilómetros hasta Caldas de Reis; la etapa más larga. A medida que restábamos kilómetros, sumábamos cansancio al que llevábamos acumulado y que empezaba a pasar factura a estas alturas. De todas maneras y a pesar de todo, manteníamos unos nada despreciables cuatro kms./hora de media.
Para sobrellevar estas penalidades María puso en práctica todo tipo de trucos: desde caminar de espaldas (decía que la mochila le tiraba para atrás...), a realizar continuos cambios de ritmo (desde casi tan parada que parecía que desandaba hasta sprints de velocista); incluso acabó por probar a rabiar, llegando al extremo de rozarse con hortigas para distraer la mente y no acordarse de la fatiga... Lo importante es que llegamos; agotados, pero llegamos.
Y menos mal que teníamos adónde llegar: justo este año se acaba de inaugurar el albergue de Caldas. Junto a la Parroquia de Santo Tomás, don Alfonso, su titular, ha "consagrado" la casa parroquial a los peregrinos, a los que dedica su tiempo y sus energías. Nos recibió y selló las acreditaciones en su despacho y nos acomodó en una gran sala de la planta baja a la que se accedía sin problemas. Allí seguimos confraternizando con nuestros compañeros de ilusión, para los que Antonio ya era el Rey del Camino, uno más de los reyes que le hayan dado nombre a esta población.
Como hasta las cuatro no lo abrían, decidimos hacer un paréntesis en nuestra singladura y alargarnos al camping a comer y descansar.
Mientras esperábamos a Carmen, podíamos haber aprovechado para comprobar los beneficios de sus famosas aguas termales, pero desistimos: demasiado cansados hasta para ir a poner los pies en remojo. Además, tampoco invitaba a ello el aspecto que mostraban los de una valiente peregrina después de tenerlos un rato cociendo.
Entretanto, en cambio, conocimos a esa simpatía llamada Estela, la guapa media naranja de Javier. Qué aura tan especial los envuelve. ¡Hay que ver!, Dios los cría y ellos se juntan, y luego... pues eso, que se casaron, fueron felices y se ve que todavía siguen comiendo perdices.
La acompañaba el pequeño de sus dos hijos, Martín El Intrépido, inquieto y despabilado, regalando al mundo la misma sonrisa abierta y franca de su padre. El mayor, Javier Pitillas Jr., es un par de años mayor que María, y aunque no lo vería hasta el día de la despedida, ya me era familiar por esas conversaciones de esforzados padres que manteníamos en ruta, solidarizándonos y consolándonos por la universalidad de la conflictiva relación paterno-filial durante "esos maravillosos años".
Ya en el camping, Carmen cogió la batuta:
- Vosotros descansad, no os preocupéis sino del Camino; lo demás nos lo dejáis a nosotras.
- Pues vale.
Qué decir ante tal disposición. Si es que teníamos unos escuderos de auténtico lujo.
Optimizando a Murphy, "aunque las cosas vayan bien, siempre son susceptibles de mejorar". Y a nosotros nos iban rodadas. Por una parte estaban Antonio, ese ángel del Camino, siempre sonriendo y siempre repartiendo alegría y esperanza; y María, la niña de mis ojos, comprobando que a base de ilusión, echarle ganas y proponérselo, pasito a pasito, etapa a etapa, es posible culminar cualquier cosa que uno se proponga en esta vida; y, por otra parte, del resto del personal no me tenía que preocupar: Cristina se lo pasaba en grande en el camping con su vecinito de bungalow, David, entusiasta seguidor de su paisano Fernando Alonso, con quien no paraba de jugar; y Carmen y María José, amigas de la infancia, se entienden y compenetran a las mil maravillas. Por cierto, ¿no os he hablado todavía de Pepa? Pues tranquilos, no lo haré aquí. Sólo diré que a la sombra de esa amistad se ha ido acrecentando mi cariño por ella, y además me he visto tan regalado por ese don especial que tiene para relacionarse con el mundo, por esa facilidad pasmosa para conectar con la gente, que al afecto que le profeso le tengo le añadir, ella sabrá, cuarto y mitad bien despachaíto de gratitud.
Total, que yo me sentía en armonía con todo lo que me rodeaba.
Disfrutando del ritmo natural de las cosas, notaba cómo fluía el tiempo, cómo transcurría cada instante y empezaba a percibir que el tiempo adquiría otra dimensión, en la que nada era y lo era todo. Las mariscadoras de la ría finalizaban su ardua jornada y regresaban a la orilla. Por un momento, mientras observaba cómo esas curtidas mujeres se afanaban limpiando y seleccionando el producto de su trabajo, me sentí de vuelta al pasado, cuando el tiempo tenía otro color, el de aquel niño al amanecer en una playa de Fuengirola viendo a los marineros sacar el copo.
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Caldas - Padrón

Viernes. Hoy tocaba llegar a Padrón. Ya la lluvia formaba parte del paisaje, de nosotros, del Camino, y María se había convertido, por méritos propios, en la más dispuesta, voluntariosa y animosa andarina. Parecía que los kilómetros no pasaban por ella. Creo que empezaba a encontrarle cierto sentido a ese andar, andar y andar e iba descubriendo el placer de sentirse a gusto a solas consigo misma, sobre todo cuando decidía caminar sin compañía, adentrándose en una vegetación cada vez más cerrada, con arroyos fluyendo por doquier y sólo bosque y naturaleza a su alrededor. Seguro que ahora comprendería mejor a esa peregrina portuguesa:
- "Menos falar e mas caminhar".
Culminamos tan especial etapa en Padrón, con el Paseo del Espolón como recta final. Para llegar al albergue, anejo al Convento del Carmen, cruzamos el río Sar por el Puente del Carmen, y dejamos la Fuente del Carmen a la derecha ¿Adivináis en quién estaría yo pensando al llegar allí arriba? Con apenas la mitad de sus casi cuarenta camas ocupadas, disfrutamos de nuestra suite adaptada (dos camas y cuarto de baño propio) como si de un auténtico Parador se tratase, ideal para darle merecido descanso a nuestros maltrechos cuerpos.
Esto se acaba, pensé, confundido por los sentimientos encontrados de alegría y tristeza. Pero, realmente, ¿existe principio y fin de algo? ¿Cuándo empieza y cuando termina el Camino, mi Camino, nuestro Camino? Filosófico estaba yo cuando, para darle más enjundia a mis pensamientos, me formuló Miriam, la presidenta por méritos propios del Club de Fans de Antonio Peregrino, la dichosa preguntita: ¿Por qué lo hacéis? Así de sencilla y así de compleja. Desde entonces no me la podía quitar de la cabeza. ¿Qué razón, qué motivo fue lo que me impulsó a ello? Más allá del gusto por la superación personal, la pasión por el reto y lo atractivo del desafío, debía de haber algo más. Y por supuesto tenía que ser espiritual, pues teniendo la certeza de que, en realidad, somos, sobre todo, espíritu, es obvio que esa espiritualidad impregna cualquier decisión que se adopte. ¿Qué, entonces? Pues en esas ando todavía. Y ya me callo, pues me temo que es tan apasionante para mí la práctica del "autobuceo", como aburrida para vosotros. Así que volvamos al pueblo:

Visitamos la iglesia parroquial de Santiago el Mayor, donde nos relataron la historia del Pedrón que se exhibe allí, bajo el altar mayor; ese "peaso piedra" donde los discípulos del Apóstol amarraron la balsa de piedra en que portaban el cuerpo muerto del maestro.
¿Increíble? ¿Milagro? En Pontecesures una lugareña ya nos había prevenido sobre esta leyenda "oficial" dándonos su opinión particular:
- "La barca es de piedra y la piedra se hunde..."
¡Toma ya! Sabiduria popular en estado puro.
Para cenar acertamos a dar, casi por casualidad, con una genuina "pulpería", con solera pero a la vez discreta, como queriendo pasar desapercibida para no dejarse engullir por los nuevos modos gastronómicos. Magníficamente reconfortado el antedicho espíritu con el mejor pulpo que hayamos probado (¿verdad, María?) y demás ricas viandas que regamos con el inevitable ribeiro "de la casa", nos despedimos de la dueña y su madre lamentando no poder seguir disfrutando de tan amenas anfitrionas, pero había que prepararse para el asalto final.

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Padrón - Santiago

Sábado. El día amaneció lloviendo y seguía haciéndolo cuando, a la salida del pueblo, pasamos junto al cementerio de la Colegiata de Iria Flavia, donde reposan (?) los restos de Don Camilo José.
Yo ya iba tranquilo. Mis temores paternales habían desaparecido: María había conseguido hacer cien kilómetros sin problemas (¡a pesar de haber estrenado sus botas al día siguiente de llegar!) y nada la podría parar. Además, la compañía de Javier, cuya labor de recuperación de elementos descolgados del pelotón era impagable, y su charla le ayudaban a olvidarse de los kilómetros que llevaba y de los que todavía le quedaban.
Ello permitió que Antonio y yo, fundidos en una unidad de destino en movimiento, nos aisláramos de todo y de todos, sumergiéndonos en la Galicia ancestral al atravesar esas cuatro casas, aún dormidas, a las que en seguida bautizan como aldea en Galicia. Durante una breve eternidad y bajo una imperceptible llovizna que contribuía a crear una atmósfera intemporal, casi irreal, pudimos confundirnos con el paisaje y disfrutar de la quietud de esas tempranas horas, cuidando de hablarle bajito para no romper el embrujo: silencio, serenidad... Paz.
Otra vez salimos a la carretera, y de nuevo zarandeados por tráfico, apenas una mirada al espléndido barroco del Santuario da Esclavitude.
- Mira, María, el albergue de Teo ¿nos quedamos aquí?
- Ni hablar; seguimos.
Desde Milladoiro, y a pesar de las nubes, se adivinaban allá a lo lejos las torres de la Catedral. Eso nos dio alas. De esta zona residencial en los "reores" de Santiago, prefiero llevarme el recuerdo de las exuberantes hortensias que nos salían al paso antes que el del único energúmeno con que topamos en todo este tiempo. Había dejado de llover y Santiago, la última ciudad santa de occidente, nos daba la bienvenida. ¿Casualidad? ¿una señal? Quién sabe. María, con el escepticismo propio de la edad, diría que cualquier cosa menos la intervención de Santiago, quien, aunque ella no me crea, doy fe de que siempre nos acompañó, ya tirando del carrito, ya empujando al que empujaba.
El mismo hecho de estar llegando ahora a Santiago no sería, propiamente dicho, un milagro, esto es, un hecho extraordinario atribuido a la intervención sobrenatural de origen divino, pero para mí, María, y para entendernos, te diré que existe una fuerza superior, que puedes llamar como quieras, que nos guía y en cuyo conocimiento debemos profundizar para actuar con rectitud. Esa voluntad suprema que lo dirige todo es lo que ha hecho posible que se materialice un sueño, convirtiendo así una "locura" imposible según la mayoría, en un milagro, nuestro milagro particular, y a ti en su protagonista.
Emocionado,"tocado" psicológicamente, recorría los últimos largos metros que llevaban a la Catedral. De lágrima fácil que soy y con el corazón encogido, apena podía articular palabra mientras abrazaba a mi Mariquilla y en silencio le decía a Nonillo: "Mírala, Noni, ahí está. Ya está".
Con la Catedral a tiro de piedra, Javier, haciendo gala de un tacto exquisito, se retiró discretamente, como queriéndonos decir "Ese momento es sólo vuestro".
Santiago era un maremágnum de peregrinos, turistas, visitantes, vendedores ambulantes, buscavidas, etc. Despues de estar hechos a la tranquilidad y sosiego de este Camino Portugués, por el que habíamos transitado como una gran familia sin las bullas del Camino Francés, los alrededores de la Catedral se me antojaron un gran centro comercial en sábado, talmente como el día que era. Gracias a Dios, allí nos esperaba nuestro eficaz equipo de apoyo. Aturdido y derrengado me dejé conducir directamente a la Oficina del Peregrino para estampar el último sello en la credencial y obtener la Compostela.
Allí ya no pude más y mientras rotulaban el nombre de Antonio en el diploma acreditativo, la emoción me pudo y rompí a llorar, agachado, abrazado a Antonio, escondido entre la masa de postulantes:
- Lo hicimos, Nonete; lo conseguiste, campeón.
Después de una semana por fin me encontraba en la mismísima plaza del Obradoiro con mis dos pipiolos peregrinos recién doctorados "cum compostela". Eufórico, como el motorista que, tras enconada lucha, consigue superar a su rival en la última curva y cruza delante de él la meta; o como el ciclista que disputa al sprint una llegada y con un último golpe de riñones entra una milésima de segundo antes; pero, a la vez, extenuado, cual corredor de fondo que, sacando fuerzas de donde ya no quedan, decide ganar o morir en el intento. Así me sentía yo, aunque, por supuesto, sin tanto dramatismo, claro. Exultante y exhausto. Feliz.

Ahora me sonrío recordando/imaginando nuestro Camino como una surrealista procesión, mezcla de Santa Compaña y Semana Santa, en la que, escoltado por una multitud de penitentes-peregrinos, avanzaba el paso de María Peregrina y el Niño Antonio llevado a cuestas por su padre el costalero y guiado por el capataz Pitillas. ¡Qué cosas!
Con la catedral abarrotada, el botafumeiro ejecutaba su danza folclórico-religiosa. Tienen razón todas las guías: el verano no es la mejor época para peregrinar, y no sólo por el calor. La condensación de tanta gente en el Camino Tradicional, convertido por mor de las hordas trashumantes en auténtica M-40 humana, hace que éste pierda su esencia y quede desvirtuado, al igual que Santiago en general y su Catedral en particular, impidéndonos apreciar con todos los sentidos sus maravillas. ¿Para cuándo el Parque Temático del Peregrino? Dos o tres horas de espera en cola para sellar o para visitar la tumba y darle el abrazo al apóstol son una penitencia añadida excesiva.
Por suerte, a la hora de cumplimentar este segundo trámite, el bendito Antonio nos abrió la puerta de atrás. Después de ellos dos me tocó el turno a mí. Mentiría si dijese que nunca he soñado con este momento. Pero ¡ojo! siempre dormido. Y la de veces que, amparándome en el tan socorrido humor negro, me he sonreido con el chiste:
Cuando bajé los escalones con Antonio en brazos, lo puse de pie en el suelo y...
- ¡Andó! ¡Antonio andó!
- Anduvo, atontao.
- Bueno, sí, al principio un poco atontado. Es normal después de tantos años..., pero luego le fue cogiendo el aire.
Mira que llevaba peticiones en el zurrón (y que no se me olvidase la pequeña de Eva y Eduardo que tenía anunciada su llegada a este mundo en escasos cuatro días), pero, después de todo lo vivido, a la hora de la verdad y para ser sincero, al echar los brazos sobre el busto de Santiago, de lo más hondo del alma sólo me salió un sencillo: "Gracias. Gracias, Señor".

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Un epílogo

Javier Luque me escribía en privado:

>Hola, José Antonio:
>Ahí va mi Crónica Peregrina. Después de conseguir nuestro propósito,
>con todo lo que ello supuso, como queda reflejado en ella, me puse
>manos a la obra para no dejar esa experiencia en manos exclusivamente
>de mi memoria y poder compartirlo con todos.
>Cuando se le concedió el Príncipe de Asturias al Camino de Santiago,
>enseguida me acordé de todos vosotros, los hacedores del Camino, sin
>cuya labor de base no habría sido posible. Gracias de nuevo.
>Javier.

Y yo le contesto en público: nos acabas de poner una inyección de adrenalina en vena a toda la gente de asociaciones jacobeas que andamos vivaqueando por aquí y, me atrevo a decir, que al resto de peregrinos también. Mientras empujabas la sillita de Antonio hacia Santiago nos estabas empujando a todos a seguir adelante. No sabes hasta que punto, al menos para mi, vuestro Camino ha compensado un montón de sinsabores, de antesalas a políticos impresentables, de batallas perdidas y de una sensación (que se hacía casi irremediable) de "pérdida" en muchos sentidos. ¿Premio Príncipe de Asturias?
Vosotros sois el premio, si por mi fuera os llevaba a hombros hasta Oviedo. Nos has dejado aquí una hermosísima lección de lo mejor del Camino de Santiago: espiritualidad, sencillez, optimismo, abnegación, compañerismo y libertad. Gracias, seguiremos levantando albergues, pintando flechas y planteando batallas que perderemos sin remisión. Y es que merece la pena, hermano, dale un beso muy fuerte a Antonio y a María. Y tú recibe un abrazo emocionado y agradecido de tu amigo José Antonio.