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Camino de Madrid
01. Madrid - Tres Cantos
02. Tres Cantos - Manzanares El Real
03. Manzanares El Real - Cercedilla
04. Cercedilla - Segovia
05. Segovia - Santa María la Real de Nieva
06. Santa María la Real de Nieva - Coca
07. Coca - Alcazarén
08. Alcazarén - Simancas
09. Simancas - Peñaflor de Hornija
10. Peñaflor de Hornija - Medina de Rioseco
11. Medina de Rioseco - Villalón de Campos
12. Villalón de Campos - Sahagún

Madrid - Tres Cantos

Madrid, un jueves de octubre de 2004. 08:10

Desde hacía tiempo quería conocer el Camino de Madrid hasta Sahagún. Hombre, me hubiera gustado hacerlo de otra manera, saliendo un día desde casa y empezando directamente a caminar, pero es difícil viviendo según donde. Mi pueblo, Algete, está a 30 km. de Madrid, a medio camino entre la N-I y la N-II, fuera de cualquier ruta jacobea (conocida y/o señalizada) y quería conocer el recorrido marcado por las flechas desde Plaza Castilla. Por tanto, un buen día me decidí por fín a empezar. Me dirigí a Madrid en coche, en medio de los atascos matinales, que por la carretera de Burgos son bastante llevaderos en comparación con otras vías de entrada en la ciudad.
Tras lograr aparcar en las proximidades de Plaza Castilla, en medio de un abundante tráfico, empiezo a caminar desde la puerta del Restaurante de la cadena "Rodilla", junto al cual está la conocida primera flecha amarilla y las letras "C.S." en el mismo color.

Pronto compruebo con alivio que las indicaciones abundan en el Paseo de la Castellana. Sobretodo en las farolas, de color verde, destaca el amarillo de las flechas. Sin demasiada transición, se pasa por la zona del hospital de la Paz, y luego se atraviesa una zona muy tranquila, bien señalizada, por la cual se accede a las proximidades de la carretera de Colmenar. También está saturada de coches. Desde luego, en las cafeterías de esta zona, llenas de jovenes trajeados y muchachas muy arregladas con zapatos de tacón fino, no me apetece desayunar. Ya encontraré donde, me imagino. Lo que no sé en ese momento es que no encontraré un bar ni una fuente en todo el trayecto hasta Tres Cantos!!

De repente el Camino se desvía por zonas tranquilas, sin tráfico, con sitio abundante para aparcar, zonas ajardinadas... después de cruzar un parque, frecuentado por jubilados y dueños de perros de la zona, cruzamos definitivamente la carretera de Colmenar y luego atravesamos la PAU de Montecarmelo, con infinidad de edificios en construcción, y, hala, al campo, directamente y sin rodeos. Durante muchos kilómetros no se oye nada más que el ruido, cada vez más lejano, de la autopista. Desde ahí, queda todo claro.
Hemos buscado la valla de separación con el monte del Pardo y la seguimos por un camino estrecho, arbolado, por el que yo no me metería en bicicleta pero las marcas en el suelo indican que muchos otros sí lo hacen. Me sobrepasa un chico haciendo footing, más tarde volveré a cruzarme con él. Al lado, justo debajo, unas flamantes vías del ferrocarril y más allá unas obras que no se acaban nunca. En realidad, presto más atención al monte del Pardo más allá de la valla de mi izquierda, se observan tras ella amplias extensiones verdes, unos bosques de gran extensión.

Me he perdido dos o tres veces. En realidad, las flechas están perfectas, no falta ni una, pero cuando uno supone por donde deberían seguir, basándose en el trazado de esa carretera que tantísimas veces he recorrido en coche, resulta imposible buscar de forma objetiva. Pero, cuando en trescientos metros no ves una flecha ... vuelve hacia atrás, amigo, te has equivocado, esto no es normal ...

Cerca de la estación de El Goloso dejamos la valla y nos movemos entre la autopista y las vías del tren, hasta que directamente las flechas nos llevan hasta la pista preparada para los ciclistas.

En la estación del Goloso trato de localizar alguna máquina de bebidas, pero no localizo ninguna. Sólo es un apeadero, tiene el equipamiento mínimo. Es que soy un desastre, me he dejado, como comprobaré más tarde, la botella de agua en el asiento del "copi" del coche. Vamos, que estoy caminando la "etapa" entera sin agua. Eso me pasa por confiarme, me imaginaba que me iban a sobrar sitios donde tomar algo ... En realidad no es grave, he desayunado bien en casa y me siento en todo momento bien hidratado. No hace calor.

Finalmente, llegando a Tres Cantos, a las 12:15, cruzo el puente sobre la autopista de Colmenar y tomo el tren para volver a Chamartin. Eso de escaparse por la mañana de casa tiene esas cosas, hay que volver a mediodía a comer aunque yo hubiera continuado hasta Colmenar sin dudarlo.

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Tres Cantos - Manzanares El Real

Tres Cantos, un miércoles de octubre de 2004. 07:30

El día se presenta fresco. Cerca de Tres Cantos hay sólo 3ºC en algunos puntos, aunque voy bien preparado contra la baja temperatura. Tras aparcar, compruebo que es todavía de noche, por lo que para esperar a que amanezca voy a tomar lo que resultará ser un pobre desayuno en la estación de tren de Tres Cantos, único sitio próximo disponible. Cruzo de nuevo el puente sobre la autopista y me cuesta todavía un buen rato localizar las flechas. ¿Donde están? el otro día andaban por aquí ... Al final resulta ser un problema de falta de luz, según amanece aparecen todas a la vez !! El camino se interna directamente en el campo. A lo lejos se divisa en todo momento Colmenar Viejo y en menos de dos horas se entra en el pueblo junto al cementerio.
Antes de llegar me encuentro con una sorpresa agradable, hay mojones con la vieira y una indicación de los km. restantes a Santiago; 648 km, 642 km ...
al poco rato aparece la ermita de Sta. Ana, cerrada of course, pero a través de un ventanuco se puede ver, cuando los ojos se habitúan a la falta de luz, una talla de Jesús y a su lado una imagen de Santa Ana. En la puerta de la ermita, un cruceiro. Se trata del primer lugar que encuentro con un significado jacobeo o algo parecido.

No tardo demasiado en quitarme la ropa de abrigo y quedarme con una camiseta de manga corta. He sudado bastante y temo resfriarme, pero al poco rato compruebo que he hecho bien. Tampoco se puede caminar con demasiada ropa.

El interior de Colmenar está perfectamente señalizado. En el centro del pueblo se encuentra la iglesia parroquial, con un precioso retablo y muy amplia por dentro, y la salida hacia Manzanares es por una zona muy tranquila que me resulta familiar; mi hermana vivía a un par de calles en esa misma zona.

Bueno, ni que decir tiene que por aqui no hay peregrinos ni nada que se le parezca, la gente que me ve, me saluda, o no me saluda, pero yo creo que nueve de cada diez que ven una flecha ni se paran a pensar en lo que significa.

Al poco rato se observan a lo lejos las torretas de la prisión de Soto del Real, aunque el Camino se interna en el monte, alejándose de la carretera.

Campo puro, con abundante ganado vacuno, caballos ... El aire huele a encina, a campo, no hay un sólo ruido "civilizado", ni siquiera las carreteras. Esto es vida, ¡¡viva el Camino!!, que maravilla. Durante muchos kilómetros se camina sin oir carreteras ni nada parecido. Eso sí, a más de 40 km. de distancia a mi espalda se sigue apreciando la silueta de las torres KIO de Plaza de Castilla. Por cierto, se observa claramente sobre todo el área metropolitana de la ciudad la "boina" de polución.

Los "flecheros" de la asociación madrileña tienen sentido del humor. En el lateral de un camión abandonado desde quien sabe cuando, dentro de una finca vallada, han pintado un par de flechas indicando un cambio brusco de dirección del Camino a la derecha y una vieira amarilla.

De repente, aparece Manzanares a nuestros pies, dominado por la presencia de su castillo y del embalse de Santillana, de aguas muy azules. Tras descender al pueblo se puede observar en la plaza la iglesia, dominando el pueblo, y un poco más allá el castillo. La verdad, es un pueblo muy bonito y tranquilo. Me falta tiempo para acercarme a un bar de la plaza para tomarme una cervecita mientras espero la llegada del autobús. Finalmente, me dirijo a tomarlo para volver a Tres Cantos. Es la una del mediodia y casi parece que hace calor. De hecho, el "mercurio" del coche marca veinte grados cuando llego a él.

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Manzanares El Real - Cercedilla

Manzanares el Real, un viernes de octubre de 2004. 07:40

De nuevo el día se presenta frío, con la amenaza añadida de la más que previsible tormenta. Como todavía es de noche, localizo una cafetería donde desayunar. Me organizo las porras, casi lo único disponible para comer, con café para poder salir a la calle a las 08:00, justo cuando amanece.

Se sale del pueblo por una urbanización de chalets, de los que se nota que muchos están habitados de forma permanente, y muy pronto me encuentro en pleno campo. La montaña está casi encima, se trata nada menos que el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares (Donde se ubica La Pedriza).
Durante bastantes minutos tengo a mi derecha un túpido bosque y después a ambos lados abundante ganado vacuno.

Cuando me doy cuenta, ya no puedo hacer nada. Me he perdido una gran foto a mi espalda, nada menos que el amanecer, con rayos de sol de todos los colores creando un espectáculo entre los nubarrones grisáceos que amenazan tormenta y las azules aguas del pantano. He disfrutado de la mezcla de colores bastantes minutos, pero cuando he caído en la cuenta de buscar la cámara de fotos ya era tarde.

Al poco rato alcanzamos la ermita de San Isidro, por supuesto cerrada. Se encuentra junto a una zona con mesas y bancos, a pie de macizo montañoso, y con planos y fotos explicativos para reconocer los picos más populares, entre los que destaca La Maliciosa. Esta mañana las nubes impiden ver nada.
Una verdadera lástima.

Poco más tarde llegamos a Mataelpino, un tranquilo pueblo serrano donde, curiosamente, el Camino pasa por delante del ayuntamiento y no junto a la iglesia. Me encanta, en una finca unos apacibles burritos me observan, son como de peluche, ellos tan tranquilos. Esa foto, en cambio, no se me escapó.

Los caminos entran y salen en fincas valladas. Para evitar confusiones, las flechas marcan claramente que hay que entrar por la puerta y nada más hacerlo, hay más flechas en el interior de la finca. Así no hay quien se pierda, imposible.

Junto a una de ellas (en la que afortunadamente no tengo que entrar) nada menos que cinco perrazos me acompañan durante medio kilómetro ladrándome casi al oído para proteger un numeroso rebaño de ovejas. El camino iba bordeando la valla todo ese tiempo. Ese día se ganaron el pan, vaya que sí, pues no era yo peligroso para sus ovejas ni nada.

Sin dejar de subir alcanzamos Becerril de la Sierra. Tras atravesar el pueblo subiendo por una fuerte cuesta, hay que desviarse en un cruce de carreteras de abundante tráfico en dirección al Puerto de Navacerrada (se trata de la carretera de acceso al puerto desde Madrid) y al poco nos desviamos por tranquilas carreteras, en las que de improviso me encuentro algunos toros y vacas en mitad de la carretera. La primera reacción es de máxima precaución, aunque están de lo más tranquilos. Procuro sortearlos tratando de no acercarme a los becerrillos y me sorprende ver una oveja entre ellos.

Al poco rato coincido con un abuelo de Cercedilla, dando su paseo diario. Es de esos hombres que te cuenta su vida en diez minutos. No sé calcular su edad, pero debía ser bastante mayor, pues su primer nieto nació en 1971. Me mostró la finca de Paco Fernandez Ochoa, me explicó la evolución del pueblo en los últimos años y finalmente se fue a ayudar a un amigo a rehacer una cerca para el ganado o algo así, que parece que se había roto hacía poco.

Ya en Cercedilla, hay grupos de chavales con minimochilillas a la espalda (o sea, como la mía, que es de 25 litros y va medio vacía) y pese a ser las 12:30, ya están pendientes de coger autobuses de vuelta a casa. Se trata de un pueblo volcado en la muy próxima sierra madrileña. Nos encontramos a unos 1200 mts de altitud y la temperatura es bastante fría.

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Cercedilla - Segovia

Cercedilla, un martes de noviembre de 2004. 07:30

Todavía es de noche cuando aparco el coche en un parking publico gratuito que hay a la entrada del pueblo. Hay bastantes excursionistas por las calles. El frio es soportable mientras camino en busca de una cafetería donde volver a desayunar. La encuentro enfrente de la primera flecha, que apunta hacia arriba por una estrecha callejuela. Café con un bollo de esos prefabricados, lo único que hay, y ale! p'arriba, en busca del puerto de la Fuenfría, punto de separación-unión con la provincia de Segovia.

Nada más comenzar encontramos la Iglesia parroquial de San Sebastián, en la parte alta del pueblo. Seguimos subiendo por un sendero ascendente, cruzamos un paso canadiense, de esos tan abundantes por aquí, y me adentro en el bosque.

Lo que enseguida noto es que la señalización desaparece casi por completo.
Todavía tenía a mi espalda el pueblo y, en un claro, no había flecha que seguir. Tampoco había camino, pero la única alternativa era seguir todo recto, sorteando toros de aspecto imponente. Pero diez minutos más tarde veo una flecha y al poco un ¡Ultreia! en amarillo pintado en una roca. Aún así, muy pocas indicaciones.

Poco rato más tarde, empieza la subida, mas pronunciada. Ya en los primeros metros lo tomo con calma. Veamos, desde los casi 1200 mts a los 1796 del puerto hay unos 600 mts de desnivel, parecido al que hay entre Vega de Valcárce (636) y el Cebreiro (1295), un poco más que la subida desde Rabanal (1156) hasta la Cruz de Ferro (1510) aunque, por supuesto, mucho menos que los mil metros de las subidas desde St. Jean Pied de Port al puerto para bajar hasta Roncesvalles o para alcanzar Somport desde Francia en el aragonés.

Se trata de un bosque cerrado, muy bonito, que no se termina nunca. Al poco rato, desaparecen las flechas y aparecen las indicaciones de infinidad de senderos, identificados con círculos de colores: morados, blancos, verdes, azules, rojos ... también amarillos, pero no sé cuales debo seguir. En ocasiones la lógica y en otras la falta de lógica, el caso es que al final acabo siguiendo los círculos rojos, que siempre suben mientras otros bajan de repente, o cambian de golpe el sentido de la marcha, o ambas cosas.
Procurando estar muy atento para no perderme, observo con preocupación como una espesa niebla procedente del norte lo cubre todo. Me encuentro con un excursionista, se le ve senderista experto, rondará los 50, alucina ante mi idea de llegar a Segovia caminando, la verdad que no está tan lejos, la caminata que me comenta que hará él ese día por la sierra es sólo un poco más corta pero bastante más dura.

Finalmente dejo de seguir los círculos rojos al llegar a un amplio sendero forestal, tomándolo a la izquierda, hacia donde es de prever que se encuentre el puerto de la Fuenfría. Nada me indica con seguridad que esté en la dirección correcta, aunque camino sin dudar fiándome de mi intuición.
Paso por un lugar que debe tener unas vistas imponentes sin niebla, un cartel indica que se trata del Mirador de la Reina, Tras unos minutos caminando encuentro a un señor bastante mayor que viene hacia mí y me confirma que el puerto está apenas a un km. y que él ha subido por la calzada romana, justo por donde debía haber subido yo. Vamos, que casi seguro que en algún punto he perdido las flechas y eso me ha costado tres o cuatro km. de más. Aunque finalmente alcanzo el puerto. La niebla es tan intensa como el frío, y encima empieza a lloviznar, aunque sólo cuatro gotas. Hay un chico de mi edad en lo alto, preparándose para seguir caminando tras tomar unas fotos. Gorro de lana, barba pelirroja y pendientes. Caminamos juntos un par de km. pero creo que no sabe ni a donde va. Está muy sorprendido de pensar que el Camino de Santiago pasa por allí, lo consulta en su guía sin observar referencias y finalmente, en un desvío opta por seguir otro camino. Hay bastantes carteles indicando que ese camino fue mantenido en tiempos pretéritos para permitir el paso de las carrozas reales allá por los siglos XVI-XVIII.

Es una pena que la niebla no permita disfrutar del paisaje. Hasta aqui he tenido la visibilidad justa para no perderme, he tenido la precaución de ir tomando referencias claras para poder volver o para poder indicar mi posición en caso necesario, pero se adivinan vistas imponentes que no es posible disfrutar. Por suerte, pocos meses más tarde tendré oportunidad de repetir la etapa. Al igual que pasó antes, hay muy pocas flechas. Apenas un mojón cada par de km. y casi el mismo número de flechas. Aunque no hay dudas de por donde seguir, se trata de caminos anchos y claramente delimitados. Se combinan senderos con la calzada romana. Poco a poco va desapareciendo la niebla, y con ella el frío. En algunos momentos llueve, tan poco que no merece la pena ni pararse a buscar un chubasquero. En algunos momentos caminamos por alguna de esas carreteras de cuarto orden que no tiene ningún tráfico. Finalmente, el espeso bosque que me acompaña desde Cercedilla se aclara de repente y se adivinan a la izquierda a lo lejos las torres de la Catedral de Segovia.

Un desvío. A la izquierda. No puede ser, nos dirige hacia el campo puro, ahí no hay ningún camino. Estamos en un alto, a punto de bajar hacia la ciudad, pero no hay ningun camino que indique por donde seguir ... ¿qué hacer? bueno, lo único que se me ocurre tras buscar flechas sin encontrarlas es localizar algún punto de paso obligado a lo lejos y andar hacia él. Veamos ... una cerca que separa dos fincas ... una de ellas está vallada, por tanto no se podrá atravesar. Bien, vayamos campo a través hacia la cerca de separación que las delimita .... poco antes de llegar a ella, se ve una flecha amarilla, apuntando justo hacia ese lugar. ¡¡¡ Bien !!!

Mientras caminas, puedes ir viendo a lo lejos muchos núcleos de población, bastante próximos entre ellos. Segovia destaca claramente cada vez más, a medida que nos acercamos.

Desde ahí, todo recto. A lo lejos, antes de la ciudad, hay una industria que domina una amplia superficie. Según me acerco, compruebo que unas obras, de una autopista o algo así se han cargado cualquier posible señalización.
Atravieso como puedo y me oriento con las torres de la Catedral. De nuevo, tardo casi media hora en volver a localizar flechas.

Por esta zona hay muchos grupos de ciclistas aprovechando la soleada mañana (hace bastante rato que me he quedado en manga corta, pese al intenso frío que hacía en la Fuenfría) y otros grupos haciendo footing. Luego me encontraré a los ciclistas en el tren de vuelta, unos hasta Cercedilla como yo y otros a Chamartín, pues hoy es fiesta local en Madrid.

Entramos en Segovia cerca de la estación de tren, desde la que tengo enlace directo con Cercedilla. Son cerca de las tres de la tarde. Como sé que hay un tren que sale en pocos minutos, voy directo a buscarlo. Por cierto, es curioso pero de nuevo no debo cruzar ningún tipo de carretera ni encuentro un solo vehículo hasta aparecer dentro mismo de la ciudad. Preciosa etapa.

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Segovia - Santa María la Real de Nieva

Segovia, un miércoles de diciembre de 2004. 08:35

Bueno, menos mal que ayer me dio por buscar los horarios de autobuses entre Segovia y Santa María la Real de Nieva. Porque estaba tratando de localizarlos por todas partes sin resultado. Al final, lo más fácil, ya sabeis: llamar directamente al Ayuntamiento y preguntar. El que se puso era ni más ni menos que Don Eusebio, el propio alcalde. Con exactitud no sabía los horarios, pero me cogió el número de teléfono y a los diez minutos me llamó con la respuesta deseada: Tres autobuses hacia Segovia a las 08:30, 10:30 y las 15:30, y ninguno de vuelta. Por tanto, rápido cambio de planes, en coche directamente hacia el destino y a coger el primer autobús hacia Segovia para desde allí comenzar a caminar.

Pese a que salí con tiempo, me confundí en un par de cruces, entre la oscuridad y la lluvia, y cuando llegué se me había escapado el autobús por solo 5 minutos. En fín, mala suerte. Bueno, ya puestos aproveché para desayunar y visitar con calma el claustro románico del monasterio, que ya estaba abierto. La verdad, me sobró tiempo y finalmente llegó el autobús rumbo a Segovia, donde llegué a las 11:00.

Rápidamente subí a la calle peatonal Juan Bravo, donde conviven las tiendas y el ambiente comercial prenavideño con la parte monumental. Ante la pérdida de horas de luz que suponía haber empezado dos horas más tarde opté por no retroceder hasta el acueducto sino proseguir hasta la espectacular Catedral de Santa María, del s. XVI, edificada en un estilo gótico tardío sobre los restos de una antigua Catedral románica del s. XII. Desde allí, la magnífica plaza de San Esteban con la espectacular torre románica de la iglesia y el Paseo de San Juan de la Cruz, donde reencontramos las flechas amarillas, que nos guían entre el Alcazar y el río Eresma. Por cierto, ese paseo es una delicia, un lugar tranquilo, agradable y muy al alcance de los segovianos.
Seguro que lo disfrutan siempre que pueden.

Luego encontramos la iglesia de la Vera Cruz, de planta octogonal y de posible origen templario. Por suerte está abierta. Nada más cruzar el umbral de acceso me llevé un tremendo susto por la espalda, no me esperaba a nadie en su interior, ni que quisieran cobrarme por la entrada, ni por supuesto la oferta de una visita guiada. Me hubiera encantado, pero ya sabía que iba tarde, la luz diurna manda y tenía previsto volver a Segovia de "turismo" apenas cuatro días más tarde con un buen amigo peregrino. Por tanto, decidí seguír mi camino.

Aunque parezca mentira por la época, empecé a quitarme ropa de abrigo, pues estaba sudando bastante. Y poco más tarde llegamos a Zamarramala, donde tenemos la ermita de San Roque, y desde ese punto lo que tenemos por delante es el campo, campo por todas partes, con todas las diferentes tonalidades de color tierra posibles, sólo rotas por el verde de algún tractor lejano. Al oeste se aprecia la silueta de alguna formación montañosa, a lo lejos.

La belleza que encierra el campo se aprecia bien caminando en soledad, mientras uno queda inmerso en los propios pensamientos. La posibilidad de alcanzar a ver el siguiente pueblo pasa por superar el siguiente "cambio de rasante", tras el que siempre se aprecia otro conjunto de campos y quizá algún pueblo.

Poco rato más tarde llegamos a Valseca. Vamos encontrando pocos pueblos pero los que hay tienen algún servicio, al menos tienen un bar. En el siguiente pueblo, Los Huertos, paro a comer algo en el bar. Mi idea original era tomar un bocadillo y seguir, pero nada más entrar observo varias mesas ya preparadas y entiendo que son para los habituales de cada día laborable, por lo que decido que lo adecuado es quedarme a comer. Donde comen catorce comen quince. No sé si por las horas que llevo levantado, pero estaba todo buenísimo. Una sopa que me sentó fenomenal y de la que repetí, y carne asada, acompañada de un bol de ensalada, aliñada con ese sabor único que le dan a la ensalada en los pueblos pequeños. En mi mesa, dos chicos latinoamericanos, que me aceptaron con naturalidad y me dieron buena conversación. Y poco rato más tarde, sigo en camino.

Tras pasar junto a una ermita situada a la derecha en mitad del campo, hay que seguir durante unos tres km. el antiguo trayecto de una vía férrea.
Vamos, está toda la señalización vertical y los millones de piedrecitas en las que se asentaba la vía férrea, pero ésta no está desde hace tiempo. O sea, de lo más incómodo caminar sobre las piedrecitas, algo así como el pavés para los ciclistas, pero poco a poco uno pone el "bordón automático" y finalmente se acaba por ver a lo lejos un puente sobre el río Eresma, que debemos cruzar a la izquierda. En realidad, si no fuera por la incomodidad de prestar atención al suelo se pasa por unos parajes de gran belleza, se trata de ese tipo de lugares donde uno se construiría una cabaña en la que descansar, aislado del mundo. Bueno, casi aislado, pues hay cobertura del móvil, una pena.

Poco después atravesamos un pinar muy agradable, sin un sendero definido pero sin posibilidad de perderse y después, de nuevo ese campo castellano.
En medio del pinar casi me tuerzo un tobillo. ¡Vaya lugar inadecuado, menos mas que no ha sido más que un susto!. Ya en pleno campo, durante mucho rato no se vé nada alrededor pero finalmente llegamos a Añe. Señores, en este pueblo hay un albergue municipal, muy bien señalizado. Como aqui también hay bar, es un final de etapa perfectamente planificable.

Como en tantos otros sitios, hay bastantes perros, cuidando fincas, cuidando ganado, cuidando a su amo o a sí mismos. Las reglas básicas con ellos son las de siempre: No mostrarles temor, que lo notan, pasar por la parte más alejada a lo que están protegiendo, no acercarse a ellos sin necesidad y finalmente, no darles la espalda al alejarnos sin permanecer atentos con el rabillo del ojo. Y si llevamos bordón, no olvidemos que es un arma defensiva, si lo levantamos para "atacar" desprotegemos nuestras defensas.
Muchos de los perros que hay por aquí se contentan con mantener las distancias con el forastero, sobre todo si observan indiferencia.

Salimos del pueblo por un "andadero" de color verde y una hora más tarde llegamos a Pinilla-Ambroz. Es el pueblo más pequeño y modesto de todos los que hemos atravesado en el que un par de señoras que están paseando, muy mayores, me preguntan que si estoy haciendo el Camino de Santiago. Bueno, aunque parezca mentira desde la Plaza de Castilla en Madrid nadie me había preguntado eso. Nos tiramos casi una hora de cháchara. Están entusiasmadas con la idea de que el nombre de su pueblo aparezca en Internet gracias al Camino (¡¡sí, saben que existe eso que se llama internet!!). Encantadoras, de verdad, me cuesta proseguir la marcha porque su conversación es de lo más agradable.

Sólo queda una hora para Santa María la Real de Nieva, y en ese tiempo se hace de noche cerrada. Al menos, hay la suficiente luz para orientarse, con la silueta del pueblo como referencia, aunque ya sabeis que el amarillo de las flechas sólo se ve con luz diurna, en la oscuridad no existen.

Llego agotado al coche. Al quitarme las botas estoy convencido que alguna ampolla debe haber tras muchos años sin verlas aparecer por mis pies, pero ya en casa y con calma compruebo que no hay ninguna, menos mal.

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Santa María la Real de Nieva - Coca

Coca, un miércoles de enero de 2005. 9:45

- ¿Chaval, es tuyo ese palo?

Me giro al momento. El hombre que espera el autobús desde Coca a Santa María la Real a mi lado está contemplando con curiosidad mi bordón, manoseado y sobre todo muy gastado por la punta. Ha aprovechado mientras hacía fotos al espectacular castillo mudéjar de Coca.

Cuando le explico que estoy haciendo el Camino de Santiago, me cuenta que no, que no debo ir por ahí, por donde le explico que las flechas amarillas indican la ruta a seguir. Tengo que ir al norte, hasta Burgos o Vizcaya, cree, y desde ahí al Oeste, "hasta que llegue a Galicia".

Afortunadamente llega el autobus, justo a tiempo. Tampoco sabe uno a qué atenerse, porque en www.linecar.es los horarios son ligeramente diferentes de los reales, y por cinco minutos uno puede perder el autobús. Pero no es así y media hora más tarde estoy en Sta. María la Real, y no pierdo la oportunidad de entrar a dar un último vistazo a su claustro antes de dirigirme hacia Nieva, a apenas un par de kilómetros.

El pueblo se atraviesa casi de refilón, caminando junto a la carretera y luego nos internamos por el campo hasta un inmenso pinar, interminable. Hay algún cambio de dirección, tan perfectamente señalizado como siempre. Si en algún cruce no hay flecha, la norma siempre es seguir lo más recto que se pueda.

Durante varios kilómetros hay que recorrer una pista de tierra o arena blanda, por la que cuesta caminar pues los pies se hunden en cada paso. Pero de repente observo que alguien me ha precedido por ese camino. Dos pares de huellas, uno correspondiente a un pie grande, otro de un pie más pequeño, posiblemente un hombre y una mujer. ¿Peregrinos, quizá ...?

A mi derecha se oye el ruido intenso de una carretera, pero no es posible verla en ningún momento, los árboles la tapan por completo.

Llegando a Nava de la Asunción me recibe un gran rebaño de ovejas, que avanza hacia mí y me rodea, mientras los perros que guardan el rebaño se acercan a olisquearme dócilmente. El pueblo se muestra hospitalario con el caminante, son varias las personas que me han preguntado que tal voy, como me va. Una señora me comenta que este año "mandaré a mi marido al Camino, que ya le va tocando" puesto que ella ya lo hizo. Y me sugiere que hable con el médico que "ha ido varias veces". Pero luego se lo piensa, mejor no vayas a hablar con él porque os enredaréis a charlar del Camino y no encontrarás el momento de seguir hacia Coca, comenta. Cuanta razón tiene, se nota que sabe lo que dice.

Junto a la ermita del Santo Cristo, a la salida del pueblo, entro en una cafetería a tomar una caña de cerveza. El camarero no me pone tapa pero luego me la ofrece, resaltando que se paga aparte de la caña. Que raro me huele ... la rechazo, claro. Al poco llega otra persona, del pueblo, se toma su cerveza, por supuesto con tapa. Bueno, yo no digo nada, pero me parece que me han tratado diferente por ser de fuera. Allá él, que luego todo se sabe.

Tanto la iglesia como la ermita se encuentran cerradas, por lo que prosigo mi camino. Salimos por los campos dirección a Coca y poco más tarde volvemos a vernos en pleno pinar resinero, pero más cerrado que el anterior. La resina se acumula en envases improvisados que inicialmente eran grandes latas de aceitunas negras, muchas de las cuales se encuentran ya bastante llenas. Se recoge la resina en infinidad de pinos, durante kilómetros a nuestro alrededor no se ve otra cosa.

A nuestra derecha pronto aparece el cañón del río Eresma, muy ancho y bastante profundo. En algún momento se puede ver el río entre los matorrales. No se oye sonido alguno hasta que empiezan a oirse los relinchos de un caballo, al otro lado del cañón. Un caballo blanco. Además, el piar de unos cuantos pajarillos. Y mis pasos, con ese sonido apagado sobre la arena.
Un lugar magnífico. Así que apoyo el bordón en un árbol, macuto al suelo, me siento apoyándome en el pino más cómodo que encuentro y a disfrutar del momento. ¿Cuanto tiempo? no sé, quizá media hora, que más da. Y es que, ¿cuantas veces podemos disfrutar de un sitio así? vosotros no sé, yo muy pocas.

Prosigo mi camino, y de repente encuentro una granja con una pareja de avestruces. Pero, ¿qué hacen? ¡¡No puede ser!! ¡¡pero si están comenzando a aparearse, así, en público!! Poco rato más tarde terminan, por cierto la hembra aprovecha para orinar y finalmente, visto el grado de confianza que hemos adquirido en ese tiempo, me acompañan por su lado de la verja todo el tiempo que pueden, hasta que me pierdo de vista.

Finalmente llego a Coca. El pueblo está tranquilo, no hay nadie en la calle, puesto que es la hora de comer. El conjunto parroquial es de gran belleza, aprovecho para sacarle fotos y poco más tarde, observo un restaurante abierto cerca del sitio donde he aparcado el coche, por lo que antes de entrar prefiero guardar el bordón y la mochila. Me hacen esperar un rato, que aprovecho para tomar una cerveza, con tapa, ambas cosas invitación de la casa ya que me he quedado a comer, me indican al final. La fabada del primero no es que sea para destacarla, sobre todo para los que hemos disfrutado muchos buenos platos de fabes en Asturias, pero la ternera asada está deliciosa. Me llama la atención un cartel que ofrece un "almuerzo del peregrino", un almuerzo bastante calórico por cierto.

Después de comer me acerco al castillo con la idea de visitarlo. Es una lástima, pero el interior está cerrado debido a unos trabajos de limpieza.
De todos modos, la parte exterior comprendida dentro de la muralla sí se puede visitar. La verdad, impresiona, la profundidad del foso, el grosor y la estructura interna de la muralla, con mil recovecos pensados para la defensa. Algunas de las troneras tienen forma de cruz, lo que nos da una idea de quien construyó el castillo y con qué finalidad defensiva.

Otra etapa de gran belleza. Y van ...

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Coca - Alcazarén

Coca, un martes de febrero de 2005. 9:30

No las tenía todas conmigo por la carretera. Las intensas nevadas de estos últimos días en toda la zona centro de la peninsula dejaron la autopista de peaje de La Coruña en condiciones de máxima precaución al volante, sobre todo por el posible hielo a esas horas. Aunque finalmente no hubo problemas, pues afortunadamente la máquina quitanieves había pasado pocos minutos antes.
Cuando accedo a la plaza mayor de Coca con el coche, rápidamente distingo el aspecto peregrino de Paco, "Paco de Valladolid", peregrino de innumerables caminos que tan pronto supo de mi intención de acercarme por esas tierras castellanas se apuntó con entusiasmo. Y en pocos minutos, amigos virtuales pasan a ser amigos reales, hablando de cualquier tema con familiaridad. Con él se encuentra Carlos, un amigo suyo de toda la vida, quien le ha acercado hasta Coca en coche. Carlos posee una casa en Alcazarén, por lo que al saber de sus planes de inmediato se la ofreció a Paco para pasar la noche. Y es que parece ser que albergue en Alcazarén, haberlo haylo, pero sin agua caliente ni calefacción. Y contando con fuertes heladas nocturnas y varias semanas sin ser ocupado por peregrinos, pues no iba a ser lo que pudieramos llamar un lugar acogedor. En cualquier caso, casualmente esa noche sí había calefacción, pues el albergue está junto a la ermita, y esa noche había un funeral, por lo que sí la iban a encender.
Tras despedirnos de Carlos hasta el mediodía y tomar yo un café, pues Paco lo acababa de tomar mientras me esperaban, salimos de Coca. Los caminos se encontraban con bastante nieve en las zonas umbrías donde el sol todavía no había llegado. Gracias a eso pudimos apreciar varias veces montones de huellas de animales de todos los tamaños entrecuzandose una y otra vez sobre el mismo tramo de terreno. Esas huellas no tenían ni 24 horas. Diríase que a nuestro alrededor, entre arbustos, pinos y oquedades del terreno había infinidad de animales pendientes de que nos larguemos y les dejemos tranquilos de una vez. Creemos distinguir huellas de zorros (abundantes toda la mañana), liebres (también), aparte por supuesto de muchos perros, algunos caballos y ¿quizá algún lobo? parece ser que por esta zona hay alguno.
Al poco rato salimos del pinar y llegamos a Villeguillo. Según la guía hay un bar, pero está cerrado. Es que sólo son las 11,30 y la dueña suele levantarse tarde. Vamos, que nos quedamos sin desayunar. Poco rato más tarde no aguantamos más el calor, que poco a poco ha ido aumentando, y nos quitamos ropa de abrigo. Yo me quito un jersey (dejandome el anorak puesto) pero Paco se queda directamente en manga corta. El paso de las horas demostrará que yo seguía con emasiada ropa de abrigo.
Hay que recorrer poco más de 500 metros por la carretera que conecta Olmedo con Pedrajas de S.Esteban. Creo que es el primer tramo de carretera "con algo de tráfico" desde Madrid. Pero no hay problema, pronto nos desviamos por un camino y un guarda forestal se acerca rápidamente para asegurarse de que no vamos perdidos y que sabemos qué ruta debemos seguir.
Durante todo el día hemos visto pinos piñoneros, en contraste con los pinos resineros de la jornada anterior. Finalmente salimos del bosque y vemos Alcazarén a lo lejos. Aunque de primeras no lo parece nos cuesta más de media hora entrar en el pueblo.
Llama la atención la tremenda cantidad de cigüeñas situadas en la torre de la iglesia, así como las cientos de palomas que descansan en los tejados.
Hemos quedado para comer con Carlos en el bar "Pepín", que se encuentra en el centro del pueblo. Pepín pertenece a la asociacion jacobea AJOVA, ubicada en PuenteDuero. Antes de comer nos vamos a duchar a la casa de Carlos, decorada con gusto y donde nada más entrar sabemos que dormiremos muy bien.
En este bar suelen comer los maestros de la escuela, pero al ser fiestas de carnaval y no haber colegio somos los únicos comensales previstos.
Tras la comida, toca hacer tiempo. Tras despedirnos de Carlos, visitamos un poco el pueblo, y nos acercamos por el sorprendente centro de día de la localidad, pensado para facilitar la vida a los abuelos, que son mayoría en el pueblo. Acceso gratuito a internet, una gran sala para disfrutar de las mejores películas en DVD y cualquier cosa que puedan necesitar. Ojo, aunque no lo parezca, es mucho para un pueblo de apenas 700 habitantes. Una muchacha de lo más amable que está trabajando con un grupo de chavales se presta a mostrarnoslo todo con gran amabilidad.
Por cierto, el centro de día nació como consecuencia indirecta de una historia de hermanamiento entre este pueblo y Pedrajas, situado a unos pocos kilómetros. Por una vez y ojalá sirva de ejemplo, dos pueblos vecinos se llevan bien.
Tras una fugaz visita a Pedrajas, gracias a Ricardo, otro amigo de Paco (Se nota que se le quiere mucho por todas partes) volvemos a cenar al bar de Pepín para posteriormente irnos a dormir. Mañana será otro día.

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Alcazarén - Simancas

Alcazarén, miércoles, febrero de 2005. 8:25

Una vez preparados y desayunados, salimos de la casa y nos aseguramos de cerrarla bien. La fría temperatura, de al menos 2 ó 3 grados bajo cero, se nota en las manos y en la cara. Hay muchos charcos por el suelo, completamente helados, la gruesa capa de hielo no se rompe fácilmente, hay que golpearlos con fuerza con el bordón. Se notan todos los campos blancos, como corresponde tras una fuerte helada nocturna.

Junto al complejo agrícola de Brazuelas encontramos un bonito cruceiro, que se merece unas cuantas fotos. Ese tipo de detalles se agradecen, pues no abundan.

Seguimos atravesando pinares y en la zona donde se únen el Eresma y el río Adaja alcanzamos a ver unas liebres huyendo velozmente de nosotros. A esa altura ya nos hemos vuelto a quedar los dos en mangas de camisa, como el día anterior (Paco en manga corta, también).

Poco más tarde llegamos a Valdestillas, donde aprovechamos para tomar café.
Saludamos a la esposa de otro de los amigos de Paco, que trabaja allí y luego salimos ya en dirección a Puente Duero.

Ese tramo se hace incomodo, pues el camino tiene bastante arena y el pie se hunde lo suficiente como para no resultar cómodo caminar. Pero finalmente alcanzamos a ver Puente Duero y mientras entramos en el pueblo recibo mensajes de ánimo de dos amigos peregrinos para interesarse por nuestros pasos, una llamada de Karlos, quien le tiene un gran cariño a este solitario camino, y un SMS de Gloria Vinyals.

Alto ahi!! Señores, un momento, toca cruzar un puente medieval digno de destacar. Ojo, que por debajo discurre un río de los importantes, un río al que nuestros hermanos portugueses llaman el Douro, y para nosotros es el río Duero. Los caminos que van a Santiago desde el sur lo cruzan por un buen puñado de sitios, y este es uno de ellos.

Nada más cruzar el puente, localizamos la sede de la Asociación Jacobea Vallisoletana (AJOVA). Su presidente, Arturo, nos espera con una gran sonrisa en el rostro, y es que le ha alegrado mucho nuestra llamada de teléfono un par de horas antes desde Valdestillas indicándole que estabamos a punto de llegar. Hablamos de todo, del Camino, de peregrinos, de amigos comunes (que los hay, el mundo es un pañuelo) y de las próximas etapas.

Finalmente nos vamos a comer. Para ello Arturo nos recomienda el sitio. Hay que volver a cruzar al otro lado del puente, qué más dá. y tras restaurar nuestros estómagos proseguimos Camino hacia Simancas.

Alguna flecha nos hemos debido saltar, pues distraidos con el Duero, el Pisuerga, los tranquilos pinares y la conversación dejamos de ver las flechas. Pero ya no importa, estamos tan cerca que nos acabamos orientando (Bueno, se acaba orientando Paco, que para eso juega en casa) y finalmente tomamos un autobús hacia Valladolid.

Ya de vuelta en Coca, hasta donde me acerca Paco, el del bar donde desayunamos el día anterior se sorprende de vernos otra vez por allí. Ya le explicamos que nos habíamos dejado "olvidado" un coche y que volvíamos a recogerlo.

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Simancas - Peñaflor de Hornija

Valladolid, un martes de marzo de 2005. 9:00

He quedado con Paco en Valladolid a las 08:30. Las indicaciones para entrar en la ciudad son claras pero me despisto un poco aunque finalmente nos encontramos en el lugar previsto. Se nota que pronto entraremos en primavera, pues hace un calor impropio de estas fechas. De hecho no usaremos la ropa de abrigo, acabará siendo sólo un bulto más en la mochila.

Por las calles de Valladolid nos acercamos a la parada del autobús que nos acercará a Simancas, mientras despertamos miradas de curiosidad y asombro entre propios y extraños. Y es que hay que ver a Paco y su porte peregrino, con su barba blanca, su famoso sombrero con la vieira en la parte delantera (ese sombrero tiene su historia, acrecentada por su paso por numerosos Caminos) y la otra vieira por detrás en la mochila. Y finalmente, nada más bajar del autobús, manga corta inmediata pues el calor ya es insoportable.
Nos encontramos a las puertas de Simancas, se trata de una imagen que invita a acercarse, con el Archivo Histórico de Simancas presidiendo la población.

Tras cruzar un hermoso puente medieval a la entrada del pueblo comenzamos la ascensión. Y justo frente al Archivo Histórico nos sorprende un coche que se ha detenido frente a nosotros, mientras baja la ventanilla de nuestro lado.
Está claro, espera que estemos a su altura para preguntarnos algo. Y cuando llegamos la conductora del vehículo nos pregunta:

- ¿Perdonad, sois peregrinos?

Nos miramos sorprendidos.

- Si, efectivamente. Hoy hemos empezado nuestra etapa en Simancas y nos gustaría llegar a Peñaflor de Hornija.
- ¡Que alegría me da encontraros!. ¿Puedo invitaros a un café?

Así que nos detenemos en el siguiente bar a tomar un café con ella. A esta mujer, elegante y bien vestida, no le ha importado llegar unos minutos más tarde a su trabajo en la Universidad con tal de poder tener unos minutos de charla con unos peregrinos, pues su marido hizo el Camino hace ya años desde Roncesvalles y le ha contagiado ese entusiasmo por el Camino.

Por nuestra parte no tenemos prisa, nunca hay que tenerla en el Camino, además sabemos que la etapa es corta, apenas 20 km. Tras el café, cruzamos la carretera por un paso subterráneo y nos encaminamos hacia Ciguñuela, atravesando campos y sin ver un sólo árbol.

Apenas un par de kilómetros antes de Ciguñuela, en mitad de la nada, hay un humilde refugio a pie de Camino que puede ser muy útil para peregrinos. Una mesa en el exterior, muy adecuada para comer y descansar, y en el interior otra mesa y espacio suficiente para dormir varios peregrinos, perfectamente limpio y bien conservado. Que siga así.

Nada más entrar en Ciguñuela nos acercamos al bar para tomar una cervecita, pues el calor se deja notar. El meteorológico y pronto también el calor humano, pues antes de irnos nos obsequian con algunos detalles en el bar, en el Ayuntamiento ... además, poder echar un vistazo desde fuera al que desde el mes que viene será un nuevo albergue en el Camino de Madrid. Se ve amplio y acogedor. Así que con estas buenas impresiones seguimos camino hacia Wamba, pueblo importante en la historia visigoda de nuestro país pues fue donde murió el rey Recesvinto y fue elegido Wamba como su sucesor.

Dado que no hay un árbol a la vista y que no hay grandes desniveles, parece que debería poder verse a lo lejos, antes de llegar, algún detalle del pueblo, al menos su iglesia, pero sólo cuando estamos a punto de llegar vemos que el pueblo está construído en una hondonada que lo oculta por completo desde su exterior. Está dominado por su iglesia, de gran belleza.
Nos paramos a tomar una caña de cerveza y así sabemos que Don Eutiquio nos la puede enseñar. Así que poco más tarde entramos en la iglesia, cuya construcción fue en varias fases, la primera en el siglo VI, y mantiene detalles de todas sus fases. Además, ha sido restaurada recientemente, lo cual se nota.

Así, podemos ver una cruz de Malta en una pared, un retablo flamenco, varios sarcófagos, una antigua pila bautismal que todavía hoy en día se utiliza y diversos puntos con distinta antigüedad y también grado de conservación.

Don Eutiquio nos muestra después el que parece ser el mayor osario actualmente existente en España. Se trata de los restos y huesos correspondientes a unos 800 cráneos, pertenecientes a individuos de todas las edades, perfectamente guardados y ordenados bajo llave en un lugar discreto del interior del templo, y con una antigüedad aproximada de unos 300 años.

Tras pedirnos sin disimulo alguno una propina por su buen trabajo mostrando el templo, volvemos a subir al nivel mesetario previo a llegar a Wamba y pronto vemos a lo lejos Peñaflor de Hornija. A nuestra derecha se observa a lo lejos la silueta del penal de Valladolid y se adivina la presencia del aeropuerto de Villanubla, por la continua presencia de aviones de todo tamaño en vuelo bajo.

Cuando ya creemos que la llegada a Peñaflor de Hornija es cuestión de unos minutos, de nuevo otra sorpresa. Un brusco descenso para subir de nuevo al pueblo, que se encuentra rodeado de una sima de unos 100 mts de profundidad.
La subida nos deja con la lengua fuera, no por lo prolongada sino por lo inesperada, pero a las 4 de la tarde estamos entrando en el bar Hornija, en la plaza mayor, donde nos está esperando una comida abundante que nos entra muy bien. En el exterior hace mucho calor, pese a la época.

Mientras comemos, todos en el bar se entretienen viendo las maniobras de un camión enorme que en el exterior se las ve y se las desea para girar, hasta que finalmente maniobrando se carga el alicatado exterior de la esquina de una casa.

Finalmente tras habernos recuperado y dado buena cuenta de la comida toca adecentarnos. Tras las oportunas gestiones de Paco ya sabemos que en el polideportivo hay agua caliente, por lo que tras obtener las llaves acudimos allí a ducharnos. El polideportivo dispone de una pista de frontón, en la que se pueden ver un par de porterías de balonmano, y las duchas están más que correctas. Además, el agua caliente sale con rapidez y en cantidad.

Cuando conseguimos la llave del ayuntamiento trasladamos nuestras cosas para allá, pues parece ser que allí sí dispondremos de calefacción, que por la noche es fácil que refresque, pues seguimos en invierno. Calefacción y comodidad, además de una pizarra en la que hay escrito un mensaje de agradecimiento de tres peregrinos holandeses que pernoctaron allí varias noches atrás.

Durante la tarde, visita a la iglesia, recientemente restaurada, donde entre otros hay un precioso retablo y unas tallas de Santiago y San Roque. Unas fotos, paseos varios por el pueblo y a cenar, al mismo bar donde comimos a mediodía. Estando allí comprobamos que casi todo el pueblo va pasando por el bar, a tomar algo, a dar un poco de conversación y a lo que se tercie. De hecho, el bar cierra más tarde de las 12 de la noche y no abre hasta las diez.

Finalmente, a dormir. Los amplios ventanales nos permiten darnos el lujo de no utilizar el despertador, la luz del día se encargará de ello.

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Peñaflor de Hornija - Medina de Rioseco

Peñaflor de Hornija, miércoles, marzo de 2005. 7:45

Como era de esperar el sol se encarga de despertarnos a la hora que calculamos la noche anterior. El día promete ser tan bueno como el anterior.
No hay una nube en el cielo y hoy tampoco usaremos la ropa de abrigo, que se va directamente al fondo de las mochilas.

Tenemos asumido que no hay un bar abierto a estas alturas, por lo que desayunamos lo que previsoramente habíamos comprado por la tarde en la tienda, escribimos nuestro mensaje de agradecimiento en la pizarra junto al de los peregrinos holandeses, devolvemos las llaves a la alcaldesa como acordamos el día anterior y nos vamos en dirección a Castromonte. La bajada, pronunciada, como la subida del día anterior, y tras nueva subida hasta el mismo nivel del pueblo proseguimos mientras el sol va subiendo lentamente en el horizonte.

Perfectamente marcada se encuentra la opción para desviarse hacia el Monasterio de la Santa Espina. Hoy en día allí hay un Centro Escuela de Capacitación Agraria de la Junta de Castilla-León. Pese a que algunas guías indican que en él es posible obtener un techo para pasar la noche, nuestras gestiones de los días anteriores hablando con el propio monasterio nos indicaron lo contrario.

La próxima entrada en la primavera se nota a cada paso. Por todas partes surgen insectos de todo tipo, se ven por el suelo, por el aire.

Cuando llegamos a Castromonte paramos a tomar un café. El bar elegido también cuenta con un cartel de la AJOVA, como el de Alcazarén. El camino atraviesa el pueblo por la calle de los Pozos, que a su vez es la calle principal, y que tiene como curiosidad la presencia de numerosos pozos, muy antiguos, a uno y otro lado de la calle. Unos tapados, otros abiertos, accesibles desde el exterior, pero en cualquier caso llaman la atención al paso.

Por primera vez desde la Plaza Castilla en Madrid, nos toca un largo tramo de carretera. Menos mal que no tiene un tráfico intenso. Hay que afrontar alguna recta de varios kilómetros de largo. El calor empieza a apretar, y poco a poco nos vamos acercando al siguiente pueblo, que a ratos se deja ver a lo lejos. Finalmente aparece, tras un recodo, Valverde de Campos. Se trata de un pueblo muy pequeño, en el que como es habitual lo que más destaca es la iglesia.

Al acercarnos a ella observamos con sorpresa que hay una granja que comparte pared con la iglesia. Es extraño, lo normal es que no sea así. Seguimos caminando. La iglesia está cerrada y no hay nadie a la vista, por lo que desistimos de visitarla. Giramos a su alrededor y observamos ... otra casa en construcción, de ladrillo, reciente encalada, también pegada a la pared de la iglesia pero por detrás. Se puede observar que la cal de la nueva casa también aparece en la propia pared de la iglesia. Una verdadera pena, ¿esos son los criterios urbanísticos que sigue este ayuntamiento para construir? Una lástima, pues queda fatal.

Seguimos por la carretera en dirección hacia Medina de Rioseco. A un par de km. las flechas nos desvian por un camino de tierra, que nos lleva directamente al pueblo.

Por las calles observamos lo que también hemos observado en otros pueblos, curiosidad sin disimulo entre quienes se cruzan con nosotros.

Este ya es un pueblo grande, con mucho movimiento de vehículos y donde no tardamos en encontrar un bar donde tomarnos una caña y después pasar a comer. Aunque es pronto, hay hambre.

Tras la comida, estación de autobuses para volver a Valladolid. Hasta la próxima etapa.

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Medina de Rioseco - Villalón de Campos

Sahagún, un viernes de septiembre de 2005. 8:00

Acabo de llegar a Sahagún tras tres horas de coche desde casa. ¿donde aparco? Está claro, frente al albergue, que hay sitio de sobra. Me oriento y mientras me pongo las botas, cojo la mochila y el bordón me doy cuenta de que he aparcado entre varios vehículos de apoyo, uno de ellos de ciclistas.

Me ha costado un poco en los días previos encontrar la combinación adecuada para desplazarme a Medina de Rioseco, pero mi única posibilidad es tomar un autobús a Mansilla de las Mulas que sale de Sahagún a las 08:45 y otro desde allí media hora más tarde a Medina de Rioseco (el mismo que llega a Madrid).
Ahora me toca encontrar la parada del Alsa para coger ese autobús. Y a mi me da un poco de vergüenza preguntar por la parada, ataviado con botas, mochila y bordón, parece que quiera saltarme una etapa del francés, así que pregunto más cortado que otra cosa pero a nadie le interesa porqué cojo el autobús ni porqué lo dejo de coger.

Y una de las cosas que me preguntaba ya en el coche es con cuantos peregrinos coincidiría en el autobús ... y la respuesta correcta es ... ¡¡¡ 4 !!! que se subieron en el Burgo Ranero. Vaya complicación para que se acomodaran todos, pues ya iba bastante lleno, pero cuatro personas con cuatro mochilas ... imaginaros. Dos de ellos se sentaron a mi lado, al fondo del microbús. La historia, os la podeis imaginar. Unos amigos que han dividido el camino completo en tres años, que sólo les queda el último tramo desde Sahagún, y les llamaron para que se animasen el último día para unirse al grupo sin la menor preparación física por su parte y claro, primer día Sahagún - Burgo Ranero y los pies "hechos polvo" aunque tampoco se les veía gran preocupación por sus ampollas en el autobús. Hablaban - en catalán pues eran mallorquines - acerca de qué albergues eran más interesantes. Algunos - privados, claro - tenían hasta sábanas, jabón, etcétera.

Tras el cambio de autobús en Mansilla llego a Medina de Rioseco a las 11:00 de la mañana.

Echo en falta a D. Francisco Arroyo, "Paco de Valladolid", quien hace pocas semanas ha sufrido una dolorosa caída en pleno Camino Sanabrés y está en pleno proceso de recuperación. Pero, casualidades de la vida, el día anterior estuve hablando con él por teléfono y me dio una agradable sorpresa; ese mismo día ibamos a vernos en Villalón de Campos, pese a todo.

Se sale del pueblo intercalando carretera con camino, hasta llegar a Berrueces, y desde allí por un polvoriento camino se sigue hasta Moral de la Reina. Lo que sucede es que el camino es difícil de seguir porque el suelo es blando e incómodo, además es una sucesión de subibajas hasta que finalmente alcanzas el pueblo. Entre unas cosas y otras es la hora de comer, así que tras dar un paseo por el pueblo me acerco por el teleclub, junto al ayuntamiento y un poco escondido pues las ramas de un árbol tapan el cartel, me tomo una cañita y pregunto que si sirven comidas. No, como mucho pueden abrirme una lata y calentarmela. Miro la hora. Son las dos de la tarde y hasta Cuenca de Campos quedan ocho kilómetros. Hora y media. Bueno, creo que prefiero comer en Cuenca aunque sea tarde, es un pueblo bastante más grande, así que me despido y me voy.

Mientras camino no puedo dejar de fijarme en el tremendo impacto de la sequia en el suelo. Hay campos de girasoles con la planta negra quemada, enormes extensiones con ese color predominante. El suelo que piso está comenzando a cuartearse y partirse de puro seco, y el simple impacto de mi bordón contribuye a romperlo todavía más. Una pena, pero no se puede hacer nada. A ver si hay suerte, el hombre del tiempo habló anoche de tormentas por esta zona, el cielo se ha ido cubriendo, está negro como el azabache en muchos puntos y a lo lejos hacia el oeste ya se ven acercarse tormentas aisladas.

Así llego a Cuenca de Campos, donde hay un albergue municipal, el Camino pasa justo por la puerta. No se ve a nadie en la calle, es la hora de comer, pero un agricultor que sale del centro público de acceso a Internet que está al lado me dice que tengo dos opciones, un bocadillo ahí mismo o ir a Bodegas La Tata.

El brillo de su mirada lo dice todo. Me encamino directamente a buscar el restaurante, escondido tras unas casas. Finalmente lo encuentro, lleno de coches buenos en la puerta, todas las mesas a tope y pleno de actividad. Yo mismo elijo una mesa y espero que me atiendan. Un largo cuarto de hora (que también me sirve para descansar un poco), viendo pasar unas bandejas impresionantes llenas de comida, jarras de vino, botellas de agua, postres ... ¡¡ Vaya postres !! ... y la camarera que pasa a toda velocidad hasta que finalmente me llega el turno y me atiende. ¡¡Por fin!! había hambre.

Sin entrar en más detalles, no os perdais la visita a este restaurante, comida de muy buena calidad a precios más que moderados. Y parece que tiene buena fama. En todos los pueblos por los que he ido pasando después lo conocen.

Al salir, hablando con un hombre del pueblo, le hago la pregunta clave.
¿usted cree que lloverá? nooooo, hombre, no tiene pinta, tranquilo. Así que yo, de cultura urbana y que no tengo ni idea de cosas de campo, salgo con calma, sin prisas, incluso me desvío 400 mts. para visitar la ermita de San Bernardino, vuelvo al Camino, por lo impracticable del puro campo alcanzo de nuevo la carretera ... uuuff, si este hombre no hubiera dicho eso yo diría que está empezando a llover ...

En realidad diluviaba medio minuto más tarde. En tiempo record pongo el chubasquero de la mochila y luego el mío, pero acabo calado hasta los huesos: pantalón, camiseta, ropa interior, botas por dentro ... sólo se salva la mochila, que no deja de ser lo más importante, y es que el viento viene racheado y lo empapa todo, luego vino una granizada tremenda, caminando sobre tres cm. de agua por la carretera. La verdad, yo ya me secaré, pero al campo le viene el agua de miedo.

Ya en Villalón de Campos, me acerco a Casa Becares, donde por mi condición de peregrino había apalabrado por teléfono una tarifa más barata de lo normal por la habitación. Allí puedo secarme a gusto, ducharme, cambiarme de ropa y bajar al bar, donde ya me esperan Paco, Arturo García (presidente de la AJOVA, al que conocimos en Puente Duero) y Carlos Rodriguez Bellod, otro peregrino vallisoletano y a su vez hospitalero. Paco tiene el brazo en cabestrillo, pese a lo cual no ha perdido el tiempo y ha traído abundante documentación para llevar el peso de una charla sobre el Camino de Santiago.
Y así, tras una visita a una exposición fotográfica sobre el Camino en la provincia de Valladolid, Paco habla ante unas veinte personas en la que es su primera charla de este tipo: Historia del Camino, de Compostela y Tradición compostelana, los diferentes Caminos a Santiago, importancia de la Comunidad de Castilla-León como paso de los peregrinos hacia Galicia, anécdotas del Camino y finalmente, la relación directa que existe entre establecer infraestructuras y prestar buenos servicios al peregrino y que éste deje dinero en el pueblo. Tras algunas intervenciones de Arturo, viene la fase de preguntas por parte de los vecinos. De vez en cuando echo un ojo hacia atrás, y lo que veo es rostros interesados, no quieren perderse un detalle.

La concejala de cultura del ayuntamiento, promotora de estos actos, antes de despedirse de nosotros me indica la casa del cura para que pueda sellar. Y es que el sello de la iglesia de este pueblo es verdaderamente bonito. Se trata del sello "de las tres iglesias", diseñado por un delineante de aqui de Villalón.

Finalmente a dormir, que llevo un día agotador y de lo más completo ...

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Villalón de Campos - Sahagún

Villalón de Campos, Sábado, septiembre de 2005. 8:30

Tras vestirme, me pongo las botas. Afortunadamente, se han secado completamente. El día anterior estaban "chof-chof" por dentro, pero, pese a no disponer de calefacción, con papel higiénico (no tenía papel de periódico a mano) consigo que se empape toda la humedad de dentro de las botas por la tarde anterior y sobre todo por la noche.

Nada más salir del hostal me entretengo en charlar con los fruteros que están montando sus puestos en la plaza, frente a la iglesia. Seguramente es que hoy habrá mercadillo.

Una vez desayunado en Casa Becares, comienzo a caminar. Llevo el chubasquero puesto, pues la temperatura es de menos de diez grados y no está claro que no vaya a llover. Salgo con calma, tengo unos cuarenta kilómetros por delante hasta Sahagún.

A los pocos kilómetros se llega a Fontihoyuelo, donde parece que el alcalde cede un local para dormir si es necesario. Eso si, no hay un triste bar donde comer o comprar algo, así que hay que traer las provisiones desde Villalón.

Al entrar en el pueblo un gran mastín blanco se me acerca trotando y cerrándome el paso. Falsa alarma, no es más que su manera de dar la bienvenida al pueblo. Pero es tan grande que impone lo suyo ...

Pese a que no hay que subir para acceder al pueblo, desde él hay unas vistas desde las que se divisan todos los pueblos por los que pasaremos hoy, excepto Sahagún, pero por culpa de las nubes bajas. Un vecino me va explicando desde la puerta de su casa uno a uno cuales son los pueblos que se ven.

Finalmente sigo. En el camino se nota que el suelo ya está bastante más blando gracias a la lluvia, ha caído bien. Lástima que lo de los girasoles no tiene arreglo.

Por otra parte, lo de haber visto desde lo alto la ubicación de Santervás de Campos hace que parezca que está más cerca que esos ocho kilómetros.
Finalmente en la entrada del pueblo veo un par de coches parados con sus ocupantes charlando. Como sé que aqui hay un bar y el pueblo parece bastante grande, pregunto.

- ¿El bar?, si creo que está por allí, todo para arriba.
- ¿Pero estará abierto?

No, no está abierto, abre a la una del mediodía. Bajo la mochila para beber un poco de agua y el chico de uno de los coches se ofrece a llevarme a algún sitio, ellos van a Sahagún. Le doy las gracias, yo también voy allí pero llegaré un poco más tarde que él pues iré andando.

Así que salgo para Arenillas de Valderaduey. Mitad del camino por carretera, el resto por tranquilo camino. Otro teleclub cerrado, sólo abre por la tarde. La verdad es que el pueblo tiene su encanto, muy tranquilo y agradable. Al lado de la iglesia hay una fuente y me paro un rato antes de seguir hacia Grajal de Campos. Esa fuente es punto de referencia de los vecinos, no dejan de venir con garrafas para aprovisionarse de agua.

El Camino hacia Grajal de Campos se toma tras cruzar un puente y girar a la izquierda. Sólo hay que seguir un camino de varios kilómetros con el pueblo siempre a la vista.

Sorprende ver un trasto de lo más ruidoso bombeando agua del riachuelo cercano para regar un campo, más de una hectárea completamente verde que contrasta con el amarillo del resto del paisaje. Más adelante encuentro unos manzanos y aprovecho para tomar un par de manzanas de aperitivo, es toda una tentación, que ya va siendo hora de comer.

Finalmente llego a Grajal, bastante monumental. Además de la iglesia está el Castillo, de construcción relativamente reciente, del S.XVI. Tras hacer una parada para comer sigo ya hacia Sahagún, que se muestra siempre a la vista.
Se accede por la carretera de Palencia, junto a la estación del tren. Desde mi salida de Madrid no he visto ni un solo peregrino. Y junto al albergue se aprecia ya el bullicio del Camino francés. Son las seis y pico de la tarde.

En el albergue, remodelado en el año 1.995 en la que fue originamente una iglesia, rápidamente me atienden la pareja de hospitaleros, un chico y una chica jovencitos, muy agradables y atentos. La chica se sorprende al ver mi credencial, no había visto nunca a nadie que llegara por el Camino de Madrid.

Tras cobrarme los cuatro euros, subo a ducharme (que raro, ¿verdad?, no hay agua caliente) y bajo a dar una vuelta. Sorprende la presencia de un perro peregrino, dócil y bien cuidado. Sus dueños, una pareja de franceses, me comentaron que antes del Camino lo llevaron al veterinario varias veces para asegurarse de que aguantaría bien el Camino. Para su alimentación solían comprar paquetes de pienso de 1,5 Kg. que eran la base de su alimentación, aunque ví a más de un peregrino trayendo cosas para el perro, pidiendo siempre permiso antes de dárselo. Por su parte, el perro no parecia incómodo con esos casi veinte km. diarios de media.

También veo una silla de minusválido. Tiene mucho mérito, lamento no haber tenido oportunidad de charlar con el dueño, sólo lo ví fugazmente al día siguiente por la mañana y no tuve oportunidad.

El acceso a Internet desde los dos ordenadores del albergue es gratuito.
Prefiero cederlo a otros peregrinos, que yo ya vuelvo a casa. Pero uno de los que ya está conectado me reconoce. Increible, un compañero de trabajo de hace unos cinco años, entonces quizá habló conmigo sólo un par de veces ...
qué memoria fotográfica tiene. Pues con dos o tres chavales que se han juntado en Camino han formado un buen grupo, van en bicicleta. Recuerda la tremenda dureza de su primera etapa, y es que la subida desde St. Jean a Roncesvalles se las trae.

Y tras la cena con ellos (por cierto, en el hotel Alfonso VI, muy cerca del albergue, fenomenal de precio, trato y calidad) vuelta al albergue y a dormir. Esto ya tiene sólo un poco de Camino de Madrid y un mucho de Camino Francés, Asi que esto es todo. Espero que os haya gustado.