Este diario se encontraba en:

http://Alboraya-online.iespana.es/Colabora01.htm

Camino de Santiago: mi experiencia personal
Cuando a finales de Junio vino a cenar a casa nuestro buen amigo, el sacerdote Pepe Calza, jamas pensé que se estaba produciendo uno de esos encuentros que dejan huella en tu vida: nos invitó a hacer el "Camino de Santiago".

Ana, mi mujer, no podía hacerlo por razones de salud y familiares; por lo que tuve muchas dudas de poder ir yo también, ya que siempre hemos ido juntos a todas partes y era la primera vez que nos separábamos tantos días. Además, yo realmente no tenía ningún objetivo concreto, más que acompañar al amigo que te invita a ir con él; pero después de superar ciertas incertidumbres me encontré arriba del autobús en dirección a León.

Nada más llegar a O Cebreiro aparecieron los primeros motivos de "mi camino particular" : formo parte de un grupo al que debo servir. De pronto empecé a entender que es eso de ser peregrino. Y... todavía no habíamos empezado a andar.
La noche, la niebla y el frío pudieron influir en mi estado de ánimo. Allí había que actuar, había que buscar un refugio para los treinta que formábamos el grupo. Gracias a Dios lo encontramos. Nos ofrecieron una "palloza" (especie de casa para guardar el ganado) en la que nos metimos cincuenta personas, pues, antes que nosotros ya había allí veinte italianos, a los que les dimos la noche sin ánimo de hacerlo ; pero es que nuestros ronquidos y nuestras colchonetas azules se hicieron célebres a lo largo de todo el Camino.

El domingo 14, partimos hacía Triacastela con un frío, una niebla y un optimismo impresionante. Se nos hicieron cortos los 22 Km. de marcha. Fuimos juntos, charlamos, empezamos a conocernos...Aunque no todos pudimos hacer la marcha, pues Vicenta se puso enferma y se quedó con ella para asistirla, Jesús, nuestro buen amigo el médico.

En Triacastela nos recibieron con los brazos abiertos en el "Hotel parroquial" (la Iglesia incrustada en el cementerio de la localidad). Fue un día estupendo en todos los sentidos.

Allí hicimos la primera sesión de puesta en común. Preciosa, participativa y francamente profunda para un grupo que acababa de conocerse. Todos empezamos a sentirnos personas que formamos parte de un colectivo que camina unido.

A mí, en particular, me sirvió para plantearme un nuevo objetivo: asumir el esfuerzo de Andrés Escolano y su intención, pues el se había lesionado y no podía seguir andando.

Celebramos la eucaristía junto con franceses, holandeses, alemanes, brasileños , italianos y murcianos (los Murcianos que ya compartirían con nosotros el resto del Camino). ¡Qué solemnidad tan grande se encuentra en la sencillez! ¡Qué compartida y alegre puede resultar una eucaristía cuando uno se siente peregrino, cuando sales de la rutina dominical, del incienso y del boato! Las Eucaristías eran verdaderos encuentros con Jesús y con los hermanos que, como yo, hacemos juntos el "camino de la vida" hacia el Padre.

La noche en la Iglesia fue estupenda a pesar de los ronquidos, los "txi, txi, txi" de Andrés para acallarlos, de los sustos del "colgao" que deambulaba por toda la iglesia y que asustó a más de uno, pensando que se había levantado alguno de los de afuera.

El lunes tocan diana a las 5:30 h. Y cuando estoy arreglado tan solo quedaban por salir Pepe Calza, Jesús, Amparo y Elisa. Los demás habían desaparecido por la calle principal que conducía a la primera flecha.

Salimos los rezagados en dirección a Sarria, por Samos. Hacemos una ruta que no es la más frecuentada y empiezan a surgir los primeros problemas. Jesús y Pepe suben al autobús en Samos, pues el camino se había hecho muy duro y la falta de costumbre y los 12 Km. que quedaban todavía lo endurecían más. A partir de Samos, fui casi todo el camino que restaba solo. Llegué a plantearme el abandono, pues estaba realmente agotado.

Cuando vi de lejos a Vicente y a su mujer, Loli, se me abrió el cielo. Juntos hicimos los últimos 4 Km. que quedaban y también una buena cerveza. Ahora estaba seguro que llegaría hasta Santiago, pasara lo que pasara. Por fin me estaba convirtiendo en un peregrino necesitado de los demás. Yo, que hasta hacía tan solo dos días me comía el mundo, me alegraba de ver a dos personas casi desconocidas que me esperaban porque intuyeron que estaba pasando dificultades.

En Sarria estuvimos muy bien instalados en el pabellón deportivo (ya hasta el final dormimos siempre en los polideportivos de cada localidad). Celebramos la eucaristía en el parque, jugamos a las cartas (¡como nos reímos con Jesús!, pues no entendía como se podían decir tantas mentiras en un juego y claro...), cantamos, nos curamos. Intentamos descansar.

La dureza de esta etapa marcó el resto de mi Camino y modificó , en gran medida, mis planteamientos iniciales : ese esfuerzo que estaba haciendo tenía que tener un sentido.
La familia fue la primera razón que encontré: que mi esfuerzo sirviese para aumentar nuestra fe, para que se cumplieran ciertas necesidades, tales como el encuentro de trabajo de mi hijo, para que mi cuñado tuviera suerte en el mundo de los negocios, por la salud de mi mujer, mi hijo Pau, la de mi suegro y la de un buen amigo. Estaba reventado; pero ahora ya tenía más motivos para seguir.

Yo no quería, no estaba ni dispuesto ni preparado; pero el Camino me estaba convirtiendo en peregrino. La ilusión primera de consumir una cosa más "el Camino de Santiago", estaba dando paso a otro tipo de consumo: el de mi vanidad y orgullo; el de mi comodidad y hedonismo.

Sin apenas transición, la frialdad de mis planteamientos estaba dando paso a una sensibilidad largos años escondida en algún recoveco de mi interior.

Pensaba en ¿cómo estará mi hijo Pau? y lloraba de tan solo pensar que mi esfuerzo (convertido en oración) le sirviera para algo, ¿y José?, ¿y Jesús (mi hijo pequeño)? y a llorar otra vez.

Deseaba que fueran las 21:30 h. para hablar con Ana, mi querida Ana, y... al colgar a "mocarme" otra vez". No te digo la que cogí un día que hablé con mis hijos, con Ana y con Viky, la novia de Pau; o la alegría que sentí cuando me comunicaron que José Enrique había sido admitido en la universidad, por fin, para realizar los estudios que él quiere realmente. Ya no había dolor de piernas, ni dedos entumecidos, ni nada de nada. Sólo emoción reencontrada, sensibilidad a flor de piel (¡que bien!), necesidad de dar gracias a Dios, pues seguro que andaba por allí. Como leí ese día: peregrinar es caminar en silencio, pues el silencio es la voz de Dios.
Podemos escuchar el silencio, a Dios, cuando evitamos los ruidos y la impaciencia. Silencio que nos ayuda a conocernos mejor, que nos invita a reflexionar. Pero también implica una escucha atenta: sólo puede escuchar quien, habiendo bajado el volumen de sus propios ruidos, se vuelve abierto y receptivo a lo que le rodea.

Y Dios me estaba diciendo cuantos seres queridos tienes, que necesitan que los sigas queriendo, que no te canses de quererlos. Y el Camino me enseñaba que el cansancio es bueno, que hay que seguir hasta llegar a la próxima población .Que solo hay que darle sentido, que querer cansa, pero ¡Qué cansancio tan precioso!

La siguiente parada en el camino es Portomarín, que se apiña en torno a su bella iglesia románica de los Caballeros de San Juan, la cual fue trasladada piedra a piedra hasta su ubicación actual, puesto que el embalse de Belesar , en el Miño, sepultó la antigua villa.

Etapa preciosa. Hecha toda ella con Jesús, el médico. Hablamos de todo, reímos hasta hartarnos , curamos a unos cuantos peregrinos por el camino; pero también conocimos a dos buenos amigos vascos, Mikel y Txomin. Desde este día nos encontramos en numerosas ocasiones, andábamos juntos unos kilómetros , que siempre eran muy gratificantes.

La etapa hasta Palas de Rei transcurrió en un clima festivo, pues el paisaje era precioso, la compañía muy agradable (aquí Paco y Andrés conocieron a "las americanas"), las piernas iban ya menos entumecidas, las aldeas que surgían presentaban un aspecto más agradable a mis ojos. Así Gonzar y Lameiros , entre otras fueron siendo pisadas por nuestros pies .

La eucaristía de la tarde y la puesta en común de este día fueron momentos inolvidables. Los discípulos de Emaús. El camino , a medida que se recorre, se va haciendo más nuevo cuanto más se anda. A medida que vamos descubriendo que el fin del camino es nuestro propio fin, vamos gustándolo más y más, hasta descubrir que nuestra misión en el mundo no es llegar, ni tener más y más, sino darnos , aumentar la vida de los que desfallecen, de los cansados (enfermos, ancianos, olvidados del mundo...) hasta que, un día no muy lejano, seamos nosotros los desfallecidos.

La etapa a Arzúa nos hará recorrer tramos maravillosos, como el comprendido entre Leboreiro y Melide. La aldea de Furelos con su puente medieval. También tendremos la oportunidad de ver cruceiros de una gran belleza y antigüedad .

Esta etapa se me hace dura, pues , además de ser la más larga, la hacemos con continuas paradas para curar a gente ( Txomin y Mikel, entre otros), Jesús está tocado (tiene ocho ampollas en los pies) y yo quiero ir a su ritmo, por lo que al llegar a Ribadiso (punto final acordado) nuestros pies, piernas y cuerpo entero no daban más de sí.

Llegamos a Ribadiso sobre las 13:30 h. con mucho calor. Allí nos encontramos a Alfonso y Julia, la cual tenía las piernas totalmente hinchadas y sin poder dar un paso más, por lo que tuvimos que llamar a Vicente para que viniera a buscarla a dicha población.

En Arzúa pasamos los momentos de mayor tensión. Jesús estaba reventado, pero tenía que seguir ayudando a los demás. Hubo algún malentendido dentro del grupo.

Se tenía que rebajar aquella tensión y se hizo. Por medio de la oración y de la comunicación interpersonal. Cada vez tenía más sentido mi presencia en el Camino, aunque ahora estaba a prueba mi solidez, mi deseo de humildad, de servicio a los demás.

Ya solo quedaban dos etapas. La de Arca (O Pino) que la hice casi toda ella con Amparo y Elisa (¡qué manera de "charrar"!), pero fue de verdad estupenda; y la última : Santiago.

Para llegar a Arca pasamos por tramos preciosos , llenos de bosques de eucaliptos, robles y prados. Numerosas aldeas, casi todas ellas muy bonitas : Ferreiros, Salceda y Rúa. Una vez en Arca nos instalamos en el polideportivo y nos fuimos a la fiesta, pues actuaba un grupo folk magnífico. Pero el cansancio nos hizo retirarnos pronto.

La última etapa la quise hacer con todo el grupo y estuve mucho tiempo siguiendo el ritmo de Andrés, Vicent, Loli, Vicenta, Ana Isabel, etc. pero me resultó imposible. Además una necesidad "imperiosa" me hizo retirarme momentáneamente del camino y cuando acabé , el grupo ya estaba muy lejos para poderlo alcanzar, así que me resigné el acabar solo. Pero, Dios sale al encuentro. Nada más reiniciar el camino, aparecen Mikel y Txomín, los madrileños, una de Alboraya y toda la peña de Barcelona.

Bueno, desde allí hasta Monte do Gozo, fue eso, un gozo, que al llegar se transformó en algo mucho más significativo. Allí estaba todo el grupo nuestro, todo el de Murcia, más todos los que llegaban conmigo. Todos juntos hicimos una bella oración en el monumento allí levantado. Todos. Los no creyentes también. Recuerdo una frase de Mikel y Txomin : "¡Oye has visto, todavía me acuerdo de rezar el Padrenuestro"! ¡Qué alegría me dio ver la emoción de Vicenta! ¡Qué energía renovada en aquellos y aquellas que no podía y querían llegar hasta Santiago!

Almorcé y me rezagué, como casi siempre. Me esperó Jesús, que iba como podía. Juntos hicimos el tramo final y la entrada en Santiago. Nada más entrar le gané un Calipo a Monti, nos hicimos unas cervezas con Mikel y Txomin. Buscamos al grupo y no los encontramos donde habíamos quedado, así que me marché a certificar la credencial para obtener las Compostelanas.

Al llegar al colegio donde nos hospedábamos nos soltaron un "chorreo" impresionante a Jesús y a mí. Nos lo merecíamos y punto. Me alegré de recibirlo, pues me hizo recapacitar que había llegado; pero todavía no había acabado nada, que ahora empezaba un nuevo caminar junto a los demás, junto a los que nos habían esperado durante hora y media a pleno sol y nosotros tomando cerveza y haciéndonos fotos, ya nos habíamos olvidado de ellos. Gracias Pepe.

La estancia en Santiago fue maravillosa. Visitamos con detenimiento su hermosa catedral, asistimos a la misa del peregrino (presidida por el arzobispo D. Julian Barrio), paseamos, hicimos compras, comimos y cenamos en un restaurante muy céntrico, sentados en sillas, con mesas, servilletas, vasos de cristal y todo.

El regreso fue muy rápido, pues nos pasamos casi todo el viaje durmiendo. Así que al llegar a Benaguacil cantamos y nos fuimos cada uno a su casa; pero a los cuatro días estábamos juntos de nuevo en el día de Santiago. Celebramos juntos la eucaristía, cenamos, vimos las fotografías, nos reímos como siempre. Lola e Isabel nos regalaron una concha de peregrino con una dedicatoria a cada uno. Ha nacido un nuevo grupo de amigos, cuyo elemento común es seguir a Jesús.

Dios, una vez más, había salido a nuestro encuentro, al de cada uno de nosotros. Por todo ello, me quedo con una frase que aparece en el dossier que se nos entregó: Yo no he hecho el Camino, ha sido el Camino el que ha ido haciendo en mi.

¡Gracias Señor!