Salimos de las tiendas a las 6 de la mañana, despues de asearnos, (todo con linternas).
Preparamos las bicis con las mochilas, los sacos y, sin probar bocado, empezamos a pedalear, pues estábamos impacientes por empezar (bueeno!!. Ésa no es la verdad. Lo cierto es que a ésas horas no había un sólo bar abierto. También saber que sólo había un bar ;-). Nuestro pensamiento era hacer todo lo que pudiéramos de camino.
Descubrimos que había tramos totalmente imposibles de andar incluso a pie: demasiado barro y charcos te lo impedían, así que salíamos a la carretera que suele ir paralela, y en ocasiones entrábamos en el camino.
Lo mejor es bajar por la carretera: el camino se hace intransitable.
El principio fue una maravilla, todo pendiente a tumba abierta a pesar del frío. Después empezó lo peor, la subida al alto de Erro, un calvario; vuelta a bajar y a subir: Mezquiri.
Desde que se acaba la bajada hasta Pamplona vete por carrtera, no intentes coger el camino.
Llegamos a Pamplona, sellamos las credenciales en el monasterio diocesano, cruzamos la ciudad y seguimos por Cizur Menor a nuestra mayor y más sufrida de nuestras subidas, el alto del Perdón ¡¡por el camino!!. Así hasta el mirador y luego llegas a los molinos de viento.
Así que si tienes ganas de sufrir un rato, vete por el camino; si quieres llegar fresco al albergue, carretera y manta.
No os cuento la bajada, de película (encima por carretera ¡yahoo!).
Comimos en un albergue de lo más pintoresco, con un curioso mesonero que nos hizo tumbarnos en una hamaca de playa. Nos comimos un bocata de tortilla de chistorra que nos supo a gloria.
Al llegar a Muruzábal métete por un desvío que te lleva,después de un largo pedregal de 2 km. a Eunate: mágica; ahí nos recuperamos (llovía).
Continuamos hasta Puente la Reina por carretera nueva. Los albergues completos, así que nos mandaron a la acampada: un desastre. Llegamos a las 6 (12 horas de recorrido) y estuvimos esperando hasta las 8.30 que nos dieron un trozo de suelo en el bar, todos apiñados.
Nos fuimos a cenar al pueblo, después de varios intentos conseguimos cenar en la barra de un bar. Subimos a dormir en nuestro suelo entre las mesas del comedor que estaban ocupadas por personas comiendo, (probablemente esto fue de las cosas más humillantes que nos pasó en todo el viaje): eran las 12 de la noche y el bar seguía funcionando, las luces encendidas y los peregrinos en el suelo entre las mesas durmiendo, ¡de vergüenza!.
En este albergue hicimos varios amigos que posteriormente nos fuimos encontrando en otros albergues o en étapas: dos hermanos madrileños, dos mallorquines muy majos, un murciano y otro valenciano.
Otra vez de noche. Eran las 6 de la mañana. Es curioso ver cómo en media hora todos los peregrinos se ponen en marcha. Como digo, salimos después de comprobar que a mi padre le faltaba la chaqueta del chandal. ¡Desaparecida!.
Varios kilómetros de subida con lluvia hasta llegar a Cirauqui, después de andar por la calzada romana, por fín bajadas y llanos. Pasamos por Lorca, Villatuerta y Estella, un pueblo precioso. Allí comimos.
Llegamos a Irache, a la fuente del vino (que por cierto no había vino).
Tuvimos que refugiarnos en el monasterio Benedictino, nos explicaron que era de los más antiguos de España. Nos cobijamos por la intensidad de la lluvia.
De nuevo en camino, el paisaje empieza a cambiar: ya no se ven montañas. Pasamos Azqueta, Urbiola, Los Arcos, Sansol, Torres del Río (bonita ciudad con un casco medieval con restos de murallas y torres). Subimos a Poyo. Aunque pensábamos llegar a Logroño, no teníamos más fuerzas y nos quedamos en Viana.
Por fin tuvimos suerte: el albergue una maravilla, a pesar que nos costó quedarnos por eso de la preferencia de losperegrinos de a pie. El albergue de la iglesia de San Pedro es muy confortable y agradable. Está situado en las ruinas de un convento; fue nuestra mejorestancia hasta el momento.
Comimos de maravilla en "Casa Pitu". Descansamos por la tarde y visitamos este precioso pueblo.
Temprano. Llegamos enseguida a Logroño (muy lioso para salir de la ciudad, hay que meterse por una autovía, con mucho peligro durante varios kilómetros).
Antes de llegar aquí, pasamos por casa de la Felisa, una señora mayor que te da agua y higos ó uvas y te sella las credenciales, una mujer muy simpática, toda una tradición.
Por mal camino hasta Navarrete; después Nájera, ciudad cargada de historia (estaban en pleno mercadillo).
De Nájera a Azofra una odisea, todo subida con 14 kilómetros de rampa del 8 al 10%.
Llegamos a Santo Domingo de la Calzada, que es una de las ciudades fundamentales del Camino de Santiago. Tiene un puente de 24 arcos y un hospital de peregrinos que hoy es un parador de turismo precioso.
Nos asentamos en el albergue en colchoneta pero en el suelo. Este albergue esta muy bien organizado, muy limpio y tiene buenos aseos. Pudimos lavar la ropa y tenderla al sol (por fín salió, y nos quemamos).
Comimos muy bien, visitamos la ciudad (que estaba en las fiestas del ahorcado). Una bonita ciudad, con un casco medieval lleno de monumentos y de historia.
Nos pusimos morados de chorizo frito que daban en la plaza. Lo pasamos muy bien. Ya sabes:
"Santo Domingo de la Calzada,
donde cantó la gallina después de asada"
Llovía como siempre, quizás más fuerte. Pasamos por Montes de Oca
Más adelante nos tuvimos que cobijar en un mesón de Redecilla del Camino, primer pueblo de Burgos. Aquí estuvimos cerca de abandonar y coger un autobús hastaBurgos y Madrid. Eran varios días de lluvia, frío y caminos embarrados, muy desmoralizante. Gracias a Dios que seguimos.
Pasamos Belorado, Tosantos, Espinosa del Camino, Villafranca de Montes de Oca y el temido alto de la Pedraja, (demasiado). Superado este puerto, llegas por un desvío al monasterio de San Juan de Ortega. Pasamos por Ages y fuimos a Atapuerca, aunque no pudimos ver las excavaciones.
Seguimos: Cardeñuela, Villafría y llegamos a Burgos, nos instalamos en la acampada que hay a las afueras de laciudad. Buenas tiendas, muy bien organizadas. Visitamos la ciudad y la catedral. Vimos a los Mallorquines en la misma acampada.
Una bonita etapa. Parece llana, pero engaña. Unas impresionantes panorámicas y paisajes increíbles. Es elcaso de Castrojériz, a cuya salida se encuentra el Teso de Mostelares, que es el punto de España desde donde te alcanza más la vista, aunque la subida es de chupa-pan-y-moja (20% y me quedo corto).
Pasamos Tardajos, Hornillos del Camino, Hontanas; pedaleamos por debajo de las ruinas del convento de SanAntón (curioso: el Camino pasa por el centro de las ruinas). Castrojériz es otro pueblo precioso en un alto y cargado de monumentos. Seguimos a Ítero de laVega, con buena pendiente del 12 a 14%. Boadilla del Camino, paralelamente al Canal de Castilla (lloviendo).
Llegamos a Frómista, con la iglesia de San Martín, del siglo XI, considerada el ejemplo más representativo del Románico Español.
Luego vino Villarcázar de Sirga con una iglesia de grandes dimensiones.
Y finalmente, Carrión de los Condes. Después de ir a dos albergues conseguimos una plaza. Cenamos pronto y visitamos la ciudad (por cierto, es fantástica). Tiene tres monumentos nacionales entre los que destaca el Pantocrátor de la Iglesia de Santiago.
Majísima la señora hospitalera del albergue, la cual nos estuvo esperando para cerrar (se me ha olvidado deciros que cierran a las 22.30).
Si no estás, te quedas fuera y, créeme, te joroba un montón, sobre todo porque ésa noche hacía un viruji... y apagan las luces. Muchas gracias, hospitalera.
Estamos casi a mitad del camino. A priori nos parecía unaetapa fácil, de llanura castellana. De repente, todo el páramo se convierte en una caja de sospresas y desaparece la monotonía, para dar paso a uninsoportable viento, que como te dé de cara, vas listo.
Hasta Calzadilla, todo es camino llano,y a partir de aquí es mejor coger la carretera: Ledigos, Terradillos de los Templarios, San Nicolás y Sahagún, otro pueblo precioso y majestuoso, con suparador y las ruinas de un monasterio.
Seguimos Mansilla de Mulas, Puente Villarente, Valdelafuente y León.
En León estuvimos en el albergue que hay frente al cuartel de la policía municipal: un 10 en las instalaciones.Aseos, duchas, lavadora y secadora. Nos encontramos con los mallorquines, de los que solamente quedaban dos de los nueve que empezaron el camino.
Pudimos lavar la ropa y secarla (no os imagináis que gozada, ropa limpia y seca después de tanta humedad) y luego dimos unavuelta por la ciudad.
Esta etapa, como os decía, nos parecía fácil, pero fue al revés, pasamos lo nuestro. El aire es increíblelo que te perjudica, ya que nos dió de cara en todo momento y no podíamos avanzar nada; fueron 100 kilómetros muy penosos; además, lloviendo constantemente.
Empezábamos a estar cansados y todavía nosquedaba lo más duro: la entrada a las montañas de León.
Al levantarnos por la mañana nos entregaron un diploma de agradecimiento de la ciudad de León por nuestravisita firmado por su alcalde, el señor Amilivia.
Empieza cómoda hasta Astorga por Trobajo, San Migueldel Camino, Villadangos del Páramo, San Martín y Hospital de Órbigo, otro pueblo con mucha historia (tiene un puente de paso honroso sobre el río Órbigo conuna leyenda sobre un Caballero que desafiaba a todo aquel que pasara por el puente).
Astorga (Asturica Augusta) nos recibe con su magnífica catedral y el palacio Gaudí. Después de un rápido bocata seguimos hacia Murias y luego entramos en un pueblo único: Castillo de los Polvazares, una joya, sin duda. Por sus calles, todas peatonales, crees que estas en el siglo XIV.
Seguimos: Santa Catalina, El Ganso, (aquí ya se empezaban a notar las subiditas) Rabanal y la archifamosa Cruz de Ferro. Para subir aquí hay que comer tres veces y santiguarse otras tantas, aunque la bajadita que espera... (te recomiendo que revises los frenos y te abrigues). En el descenso pasas por Manjarín, pueblo que da comienzo al ¡¡¡Circo del descenso!!! :-)
De aquí tengo una anécdota bastante curiosa: bajábamos mi padre y yo. Le adelanté, y me distancié. Pero no me dí cuenta de que detrás de mi padre iba una Ambulancia, la cual le adelantó y se preparó para hacer la misma operación conmigo, o sea, adelantara mi "tractor". Me dí cuenta de ella, y seguí sin inmutarme.
Al rato, iba echándome hacia la derecha para dejarla sitio, pero estuvo siguiéndome unos cinco minutos, hasta que llegamos al final de la bajada.Todavía no me imagino la cara del conductor, que no era capaz de adelantarme jejeje.
Luego vino Ponferrrada,con un paisaje del Bierzo que sobrecoje; grandioso. Es mejor que vayas derecho a la acampada. Pregunta por un restaurante cercano que tiene muy buenos precios. Y si tienen de menú guisantes con jamón... bueno, pregúntale éso a mi padre, que le pusieron un plato delante que más que guisantes parecían canicas... Se come muy bien en este restaurante. Lo malo es que no recuerdo el nombre. Pero tú pregunta. Ya sabes, preguntando se llega a... Santiago
Esta etapa fue un calvario. Salimos de Ponferrada por el castillo dirección Columbrianos. Pasamos Camponaraya, Cacabelos y Piero. Ya a la salida de Ponferrada se nota más la afluencia de peregrinos que comienzan su peregrinación aquí, ya que somos muy pocos los locos que nos atrevemos a empezar desde Roncesvalles (¿?).
Antes de llegar a Villafranca tuvimos una avería grave: en las bajadas a Ponferrada de la etapa anterior, y debido al exceso de toque de frenos se me desajustaron las zapatas y me rajaron la cubierta delantera en medio del campo. Menos mal que pasaba por allí Mac Guiver (mi padre) y me hizo en la rueda una chapucilla que duró hasta Villafranca del Bierzo. Continuamos, no sin antes hacer acopio de manzanas de un huerto cercano.
Al llegar a Villafranca buscamos un taller y cambiamos la rueda.
Otra vez en marcha, seguimos hacia Pereje, Ambasmestas y a partir de aquí empieza lo duro, además de que ya se nota el cansancio. Herrerías, Hospital de Faba, Laguna de Castilla y luego 10 tristes km por carretera de subida hasta un pueblo cercano a O Cebreiro. De aquí a O Cebreiro van otros 3 km en los que te acuerdas de todos los que van en coche o moto; vamos, se te cae el alma.
El albergue estaba saturado: nos mandaron a la acampada. Imposible. Las tiendas no tenían suelo, todo embarrado y un frío que pelaba. Al día siguiente te podrías levantar con el saco pegado a la espalda. Al final, mi padre consiguió un pequeño sitio, detrás de una puerta de constante tránsito, que cada vez que se abría nos daba en los pies.
Fuimos a oír misa (muy bonita), y aunque pretendíamos cenar, no pudimos, ya que los dos únicos restaurantes que había (bueno, eso de restaurantes...es un decir) estaban a reventar; así que tuvimos que recurrir al frigorífico ambulante: una bolsa que procurábamos llevar siempre con algo de embutido, 2 ó 3 piezas de fruta y una barra de pan. ¡Ala, ala! A dormir ligeritos! ¿A dormir? Ésa noche fue difícil dormir. Nunca había pensado que el suelo de cemento fuese tan duro...
Nos levantamos fresquitos, aunque bastante más tarde de lo habitual. Fuimos los últimos en salir del albergue, así que aprovechamos que a las 5:00 salían los de a pie y algunos de bicicleta para dormir en las camas que habían dejado...así hasta las 7:00.
Por fín bajamos. ¡Qué gozada! Ya se te resienten las piernas y el trasero, porque, aunque lleves culote ó maillot, al final, el dolor en las posaderas no te lo quita nadie. Todo bajada. Atento al freno, madaleno. Termina el descenso de O Cebreiro y la carretera se ondula: Hospital de la Condesa, Fonfría, Alto de Poio, Tricastela, Balsa, Riocabo, San Xil, Finela y Sarria están unidas por una carretera que tan pronto te la encuentras bajando como subiendo, es una etapa "rompepiernas".
Sarria es otra ciudad importante, muy animada e industrial. La dejamos atrás y a subir de nuevo. San Silvestre, muchos pueblos pequeños y juntos (en ocasiones no sabes donde termina un pueblo y donde empieza otro), montañas y bosques.
Portomarín sobre el río (el viejo está bajo las aguas), una ciudad también muy bonita; seguimos a Gonzar, Portos...más pueblos: Rosario y Palas de Rei, donde dijimos: -Aquí nos quedamos-.
Acampada muy decente, (como casi todos los albergues gallegos). Llegamos tan cansados que perdonamos la cena, dimos una vuelta y al saco.
Nos íbamos emocionando, pues ya veíamos que cada vez lo teníamos más cerca. Se notaba el cansancio: en fuerza y humor.
Salimos temprano, pero sin prisa. Aunque yo ya ni me molestaba en mirar el perfil de las etapas gallegas, ésta parecía sencilla: 70 km. Aunque no nos resultó fácil, fuimos pasando pueblos en costantes subidas y bajadas, y a partir de los 50 km nos costó mucho seguir.
Comimos en Arzúa, un pueblo muy moderno y grande, continuamos a Ferreiro, Brea, Rua, Sarpaio, Lavacolla (donde está el aeropuerto) y San Marcos.
Toda esta etapa es mejor por carretera, aunque también se las trae: muy peligrosa, poco arcén y estrecho.
Debido al cansancio decidimos quedarnos en el albergue de Monte O Gozo, en parte también por saborear el momento.
El Monte O Gozo es un "macro albergue" donde todo son facilidades para el peregrino: restaurante, autoservicio, agencia de viajes, cajero, tiendas... Es como una pequeña ciudad con capacidad para 800 personas, con buenas istalaciones, duchas, comedores, jardines y hasta cine (aunque no te creas que te van a poner Arma Letal 4, ó algo así, ya que cuando yo fui estaban echando una película tipo telenovela mala -mis respetos a tod@s aquell@s a los que les gusten las telenovelas-).
Cenamos en el restaurante y nos dimos una vuelta. Conocimos a un grupo de vascos muy majos que salieron también de Roncesvalles, andando individualmente y luego, según se fueron conociendo, en grupo. Entre ellos iban 3 sacerdotes estupendos.
Desde este albergue se divisa Santiago y la Catedral; es una vista increíble. Ya estamos a tiro de piedra.
Preparamos las bicis y arrancamos despacio, pues sólo eran 6 km los que nos separaban de Santiago y queríamos disfrutarlos.
Entramos en Santiago sobre las 7:30, seguimos hacia el casco antiguo, (por cierto, todo está muy bien señalizado) dirección a la Catedral.
No se puede describir con palabras la emoción que se siente cuando entras en la plaza del Obradoiro y ves esa pedazo Catedral, con la cual has estado soñando desde que saliste: imponente y majestuosa.
Después de hacernos las oportunas fotos buscamos la Oficina del Peregrino, pues ya volveríamos con más tranquilidad. Dimos con ella, la cual abría a las 9:00. Ya había una buena cola de peregrinos esperando para solicitar la compostela (es un documento que te da la iglesia catolica, siempre que demuestres con tus credenciales haber hecho el camino o una parte importante de él, ya te diré cuántos kilómetros son como mínimo).
A las 11:00 lo arreglamos todo, no sin problemas. Mi padre preparó el transporte hasta Madrid, en una agencia de viajes que hay dentro de la Oficina del Peregrino. También hay una agencia de transportes desde la que mandamos las bicis. ¡Ojo! Facturamos las bicis a 2.400 pts cada una, pues no nos dijeron que puedes llevarlas en el autobús por sólo 400 ptas por bici.
Nos pareció una tomadura de pelo y un timo, aunque cuando lo descubrimos, ya no pudimos hacer nada.
Dejamos las mochilas en la Consigna del peregrino, (un servicio muy atento y de agradecer), y fuimos a Misa de peregrinos, que era a las 12:00. La catedral estaba hasta los topes. Vamos, ni que estuvieran dando dinero. No se podía pasar, así que entramos como pudimos. La ceremonia estuvo muy emotiva y bonita.
Salimos a comer. Nuestra idea era darnos un homenaje, aunque resultó imposible: todo estaba lleno o reservado y además no nos metimos en la calle ésa que está repleta de marisquerías (igual influía la pinta que llevaras, nosotros con los culotes y los chubasqueros). Al fin conseguimos comer, luego intentamos abrazar al Santo pero no nos fue posible, había una cola que daba 3 vueltas a la plaza.
Visitamos la ciudad, aunque ya la conocíamos de otro viaje (de turismo). A las 20:00 nos fuimos a la estación, después de recoger las mochilas. Cenamos rápidamente y para casa. Llegamos a las 7.30 a Madrid.
En Santiago saludamos mucha gente conocida de otras etapas, de albergues, de caminos, de paradas: los vascos, el murciano, el valenciano tan simpático como siempre, una pareja de jovenes que conocimos en Redecilla del Camino y a unos madrileños que nos los encontramos en la Asociación de Amigos del Camino de Santiago, en Madrid, pidiendo las credenciales.
Es increíble la camaradería que se desarrolla a lo largo del camino con otras personas, sean de donde sean.
A pesar de las dificultades, de los sinsabores, del frío, del calor, del cansancio, todo sea dado por bien empleado. Cuando llegas, descubres que todo esto es lo mínimo que has hecho por cumplir tu promesa y ves que cualquier cosa por muy dificil que sea o te parezca incluso imposible se puede conseguir con una buena dosis de fe y amor propio.
Os recomiendo esta peregrinación, es lo más engrandecedor que puede hacer una persona, aunque te cuesta lo tuyo.
Gracias de todo corazón a todos los hospitaleros por su labor con los peregrinos.