http://www.biescasvignau.com/03Espanol/07.Trekking/12.CaminoDelNorte/CaminoDelNorte/Diarios/JuanjoG/12A.JJG.07.06.htm
Llegó el día de volver a empezar el Camino de Santiago, el año pasado fue una experiencia inolvidable que me negaba en rotundo a olvidar, necesitaba sentir lo que sentí en su momento, experimentar las mismas cosas, sentirme parte de la historia y sobre todo necesitaba estar en el camino, necesitaba cumplir mi promesa, lanzada en la estrecha sala de espera de un hospital.
Un comentario que oía reiteradas veces a los peregrinos más veteranos era "esto engancha y la verdad es que tenían toda la razón. Prácticamente desde que regresé del camino francés, allá por agosto, ya tenía muy claro que iba a volver y eso que el año pasado volví en un estado lamentable, con una tendinitis rotular desde el tercer día, escoceduras, inflamaciones y un cansancio muscular brutal (todo menos ampollas). Pero "esto engancha. Decidí hacer el Camino de Santiago del Norte y unirlo al Primitivo. Compré por Internet la guía "Camino del Norte de Carlos Mencos y la había estudiado a fondo. En principio y según algunos comentarios de Internet era el camino más duro que existía, pero eso no me quitaba el sueño.
En fin llegó el día en que salí de mi casa junto a mis padres repitiendo la escena del año pasado, en la estación de autobuses, ellos emocionados y yo nervioso por la aventura que otra vez iba a vivir, sólo le pedía al Santo que los protegiera mientras estaba fuera de casa y que me diera fuerzas para volver a sobrellevar un camino que día a día te sorprendía y te exigía cosas. Este año estaba más nervioso pues cuando algo lo desconoces tiendes a sobreestimarlo, ahora sabía más o menos con lo que me podía encontrar. Casualidades de la vida, en la estación me encontré a Chimo y a Gemma, un matrimonio que conocí el año pasado y con los que compartí camino francés hasta Santo Domingo de la Calzada, donde con lágrimas se despidieron de nosotros pues el trabajo los reclamaba. Iban a retomar el camino, pero esta vez en bicicleta, no supe ya nada de ellos (esa foto corresponde al puente de Santiago frontera entre Hendaya (Francia) e Irún, al fondo el río Bidasoa).
El viaje en autobús no se hizo nada pesado pese a ser por la noche, vimos una película y luego estuve oyendo música como último contacto con la civilización y la tecnología. Muy temprano pasé por la estación de autobuses de Pamplona, donde ya habían algunos peregrinos esperando el autobús de La Montañesa para ir a Roncesvalles, eso me trajo muy buenos recuerdos, hubiera bajado un momento para compartir un rato de conversación, pero el autobús no espera. Llegué a Irún a las siete de la mañana bajo un manto de lluvia muy propio. Como era muy temprano desayuné en la estación de RENFE, muy cerca de donde me dejó el autobús. La jornada se iba a presentar larga, tenía tiempo de poner mis ideas en su lugar y esperar a mis dos compañeros que iban a hacer el camino conmigo. Por un lado Jose Manuel, malagueño con el cual compartí los últimos quince días del camino francés y, por otro, Manolo, canario con el cual compartí unos días hasta Burgos.
A ellos tenté para que vinieran a caminar conmigo y lo conseguí, grandes personas con un corazón que no les cabía en el pecho. Había elegido bien a mis amigos. Realmente compartir mi camino con ellos fue un acierto en todos los sentidos pues me aportaron mucho y hoy puedo decir que he aprendido mucho de ellos pues he convivido mucho tiempo y muchas dificultades que siempre fueron subsanadas magistralmente por mis colegas, con ellos ha sido muy fácil caminar.
Fui después de desayunar al Albergue juvenil que teníamos reservado "Martindozenea, allí dejé la mochila y mientras limpiaban fui a dar una vuelta por la ciudad, la encargada Natalia era muy amable. Habían estado en fiestas la noche anterior y las botellas vacías se amontonaban por la calle, aún había gente que regresaba a casa tambaleándose. Pregunté a una señora muy sobria sobre el puente Internacional de Santiago donde íbamos a empezar a andar. La señora muy amable se ofreció a acompañarme junto al río, mientras tanto me contaba un poco su vida, como tuvo que emigrar en los años de posguerra desde Salamanca, haciendo gala de una sensibilidad y una maestría en su lenguaje dignos de cualquier catedrático de Lengua Española, creo recordar que se llamaba Mª Remedios. Se despidió de mi cerca de su pequeña casa y me dijo que rezara por ella en Santiago, cosa que me emocionó muchísimo, ya empezaban a aflorar los sentimientos del camino, la primera lágrima.
Llegué al puente de Santiago sobre el río Bidasoa que separa España de Francia, allí estaba el punto "0 del Camino de Santiago. Allí empieza también la N-1. Las primeras flechas amarillas tan necesarias ya hacían acto de presencia. Después regresé para esperar a Jose en el mismo lugar donde horas atrás llegué yo, emocionado por ver a mi amigo, con el que tanto compartí año atrás, contentos fuimos a comer a un bar cerca del albergue y de paso ponernos al día sobre nuestras vidas, aunque teníamos tiempo, comimos de primero ensalada mixta y de segundo churrasco de ternera, había que coger fuerzas. Después fuimos al albergue donde Natalia nos ofreció descansar en un Salón social con televisión y unos sofás que pronto hicieron muy bien su función pues nos quedamos fritos. Allí nos acomodamos entre un montón de niños de colonias los cuales presagiaban poco descanso para la noche. Paseamos sobre las seis de la tarde un rato, otra vez hasta el puente Internacional de Santiago y después fuimos a esperar a Manolo que llegaba a las siete de la tarde. Allí, en el mismo sitio, junto a RENFE, lo recogimos llenos de alegría, entre Jose y Manolo no se conocían demasiado, de todas formas acabaron siendo grandes amigos. El equipo estaba hecho.
Prácticamente no pude dormir nada, primero por la juerga que los niños de colonias habían montado en la habitación de al lado y segundo por los nervios. La gran aventura empezó sobre las seis y media, según los alberguistas íbamos a empezar una de las etapas más bonitas de todo el norte, no está mal para empezar. Desde el principio mis dos amigos marcaron un ritmo bastante alto para el día que era y es que ellos son grandes caminantes, no en vano Jose había hecho los 101 Kms de Ronda y Manolo tenía una forma extraordinaria, prejubilado que siempre que podía se escapaba al monte, como las cabras. Con la lengua fuera y notando la mochila muy pesada llegamos pronto a Fuenterrabía y andamos junto a la ermita de Santiago. Subimos al monasterio de Guadalupe, como lo hicieron antes los viajeros medievales, allí encontramos una pareja de extranjeros y a tres chavales durmiendo en los soportales del monasterio (que no volvimos a ver), estábamos cruzando el monte Jaizkibel (la mayor altura de la costa guipuzcoana).
Manolo se empeñó en seguir el GR y subimos muy alto, casi en vertical, hasta que tuvimos que retroceder, cosa que hizo que me diera cuenta de que estaba muy lejos de una buena forma física, pero todo llegaría -pensé- poco después descendimos hacia las húmedas calles de la marinera Pasajes de San Juan (Pasaia Donibane).
Una de las villas marineras más bonitas que he visto, allí se pueden ver palacios renacentistas, barrocos, etc allí paramos a desayunar algo (nos pegaron una buena clavada), acabamos comiéndonos unos pinchos y una cerveza, en esta zona antigua abundaban los restaurantes de pescado y marisco, después de las fotos reglamentarias, cogimos el trasbordador, uno de los pocos que quedan en Euskadi, que recorre los doscientos metros que nos separaban de Pasajes de San Pedro (0,50 ·) Tras cruzar el puerto decidimos continuar bordeando el puerto por la Avenida de Euskadi para poco después entrar en San Sebastián, se trataba de una ruta urbana que nos hizo maldecir nuestra elección pues otra opción era subir al faro de la Plata al pie del monte Ulía, parecía mucho más atractivo, Manolo se enfadó bastante y decía constantemente que "ya habíamos hecho el primer renuncio. Llegamos a la playa de la Concha donde están los principales servicios de esta ciudad hermosa, en un día turbio pero muy bello (la foto pertenece a este momento yo, Jose y Manolo).
Yo notaba que en la entrepierna se estaba formando una escocedura importante, pero bueno nada que no elimine una buena ración de Positón después de la ducha. Tras un largo paseo hasta el final de la playa de Ondarreta llegamos al Albergue de La Sirena donde muy amablemente nos atendieron, llegamos los primeros peregrinos y eso que llegamos cerca de la una de la tarde. Nos aconsejaron ir a comer un poco más abajo, bajando unas escaleras hasta una zona residencial, en el Centro de Jubilados (para que se acostumbren mis viejos amigos, je, je), la verdad es que comimos muy bien, de primero arroz de marisco y de segundo pollo de corral con patatas. Regresamos bien satisfechos al albergue donde descansamos cerca de hora y media, después fuimos al centro de San Sebastián, por su parte vieja a pasear. Es el barrio histórico de la ciudad, el punto de encuentro de los y las donostiarras, sobre todo el fin de semana, con sus consecuencias tanto positivas como negativas para el vecindario. Es por lo tanto un barrio de servicios, con un comercio tradicional y variado, y gran número de actividades de esparcimiento de la ciudad.
Había muchísima gente. Por allí, cerca del ayuntamiento, tomamos unas cervezas y pronto, sobre las ocho regresamos para cenar algo de fruta. Yo aproveché el punto de Internet del albergue y sobre las diez ya estábamos todos en el sobre, pensando en las agujetas que nos esperaban (recomendación: el mejor equipaje para el camino, son unos buenos tapones para los oídos).
A las seis y cuarto tocó diana (que no era otra que el móvil de Jose con un sonido que llegué a odiar), bajamos a la cocina donde el guarda muy amablemente nos había preparado un desayuno a base de café, leche, mermeladas, pan y bollos. Con fuerzas renovadas y unas agujetas bestiales, enfilamos el camino con una vista extraordinaria sobre el mar Cantábrico. Casi de noche aún llegamos a una fuente puesta a disposición por el peregrino Jose Mari Soroa que no era más que una mesa con botellitas de agua a disposición de los peregrinos. Una gran idea y un gran peregrino, sin duda. Jose, yo y Manolo nos reíamos continuamente, si uno no decía una parida, la decía el otro. Siempre dentro de un profundo respeto por el camino que estábamos pisando.
El Camino del Norte es un auténtico rompe piernas, de subidas y de bajadas interminables, muchísimo más duro que el camino francés, aquí prácticamente casi todos los días subías un O Cebreiro.
Tras una de esas subidas llegamos a la Ermita de San Martín de Tours donde tuve que parar para encontrar mi hígado. El sudor era muy abundante, suerte que el sol no salió pues si lo hubiera hecho hubiera tenido muchos problemas. Descendimos a Orio una ciudad marinera de lo más bonita, tras cruzar el puente de hierro encontramos un joven que nos preguntó por nuestra aventura y nos dijo que el tramo de Markina era el más duro. Nosotros asustados, continuamos por entre las obras que nos encontrábamos, a veces hasta por encima de las máquinas, imagínate el plan.
En muy pocos metros ya divisábamos el ratón de Getaria, formación montañosa que semejaba la figura de un ratón y que era muy famosa ya que Arguiñano, en verano cocina en una terraza y al fondo se observa la misma estampa. Estábamos cerca de Zarautz, por donde perdí mi gorra, al llegar paramos a desayunar, yo tomé una coca-cola y un paquete de papas para recobrar la sal que había perdido, Manolo comió un sándwich y Jose otra coca-cola. El día anterior llamamos al albergue juvenil y nos dijeron que estaba lleno de escolares, llamamos asimismo al de Getaria y lo mismo, así que decidimos ir a Zumaia. En Getaria a la altura del monumento a Elcano, subimos hasta la iglesia de San Martín de Tours junto a un albergue de Askizu, continuamos por la izquierda. Y tras un paseo muy agradable llegamos a Zumaia, allí, a la entrada de la localidad, tras pasar un puente, fuimos al bar Goico llamamos una Casa Rural que teníamos reservada, llamada Jesuskoa y que se encontraba a unos seis Kms. de Zumaia, fuera del Camino de Santiago, la casera, Ana Maria, se ofreció a recogernos y aceptamos.
Tras comer de primero arroz a la cubana y de segundo pimientos rellenos, esperamos que se hicieran las cuatro de la tarde para que, según le dijeron a Manolo, venir a recogernos, luego resultó que Manolo se equivocó de teléfono y estaban en la casa rural en todo momento, Jose se enfadó muchísimo pues estábamos quedándonos dormidos sobre la mesa del bar. Un chico joven vino a recogernos. No sé si quería demostrarnos algo, pero iba a 200 por hora por unas carreteras secundarias realmente peligrosas. Eso nos despertó bastante. La casa rural era realmente una maravilla, no excesivamente cara, se encuentra en la aldea de Oikia (la foto es la de la habitación), por la tarde dimos un paseo por allí, pero al ser domingo estaba todo cerrado. Nos metimos en una especie de bar del cual nos echaron pues se trataba de una asociación. Pronto, sobre las diez ya estábamos durmiendo no sin antes bromear sobre las camas, pues estábamos en una habitación con una cama de matrimonio y otra supletoria que usaba Manolo. Yo dormí con Jose en la cama de matrimonio, eso sí nos prometimos respeto (je, je) y decidimos no decírselo a nadie, cosa que no se ha cumplido. En aquellas fechas ya descubrimos que Manolo no roncaba sino que era una auténtica bestia roncadora. Exagerado. Lo dicho, los tapones de los oídos el mejor equipaje.
Desde Zumaia, la ruta dice "hasta luego al mar Cantábrico para meterse en el monte Arno, frontera entre Guipúzcoa y Vizcaya, donde, según las guías, los antiguos peregrinos pasaban mil peligros. Estos antiguos peregrinos seguían por Lekeitio y Bermeo, aunque pronto se dieron cuenta que el tramo por Markina y Gernika, menos costero, era más corto, para después volver a Bilbao. Después de tres días, ya los pensamientos afloraban en cada momento que uno podía disponer de la tan ansiada soledad, en ocasiones mis pasos eran más rápidos o más lentos para buscar esa soledad entre mis compañeros los cuales se adelantaban o retrasaban. En esos momentos de soledad es cuando adquiere el camino la fuerza, el sentido que yo buscaba. La calidad de las botas de los peregrinos no son nada de cara a la imagen del Apóstol, todos los pasos tienen el mismo valor, todas las huellas sean de botas de 120 euros o de 30 adquieren el mismo peso en la ruta.
En Oikia dormimos de categoría, aunque pronto sonó el móvil-despertador de Jose, concretamente sobre las cinco y media. Decidimos madrugar pues se esperaba una etapa muy larga y quién sabe si calurosa. Ana Maria, la casera nos había dejado un gran desayuno (previo pago, claro) en el comedor de la casa a base de bizcochos, pan, leche, sobaos Era el momento de desandar el tramo hasta el cruce de Zumaia N-634 (unos 6 kms. aproximadamente) los cuales se hicieron interminables por un arcén prácticamente impracticable. Al llegar al cruce aún nos faltaban unos 8 kms. por arcén. Los pies y sobre todo los tobillos ya empezaban a quejarse, pero daba igual estábamos en el Camino de Santiago. Gracias a Dios el día se presentaba nublado. En ocasiones la carretera te daba un respiro y un desvío hacía que cambiaras el asfalto por el barro (mucho mejor) aunque el sendero te devolvía unos metros después a la misma carretera.
Durante el camino Jose, se empeñó en rescatar unas cerezas que estaban muy altas, pues el árbol se encontraba sobre el cerro que formaba el camino, no se le ocurrió otra cosa que tirar su bordón para golpear una rama con la mala suerte de que el bordón quedó enganchado por su cordón. Las carcajadas seguro que se oían hasta Oikia, tuvimos que subirlo al pequeño cerro lleno de zarzas para que recuperara su bordón. Al poco nos encontramos a dos paisanos, con edad considerable, con los cuales tuvimos la gran suerte de hablar un rato. Uno de ellos había hecho el camino una decena de veces. Esos pequeños momentos son los que hacen especial el camino, MI camino. También hablamos con una peregrina extranjera que disponía de pocos días y debía coger el autobús hasta Oviedo, nosotros le dijimos que "ya la alcanzaríamos por el camino.
Pronto llegamos a Deba, a la ermita del Calvario, donde se ve Mutriku, aunque no se baja. Desde la carretera cruzamos Astigarrabia y seguimos hacia el frontón de Arnope para coger una pista ancha señalizada hacia Olatz y después de subidas y bajadas bestiales por entre sendas que cruzan frondosos bosques y con un dolor en los pies importante y un sofoco que hacía que me fuera el corazón a más de doscientas pulsaciones, llegamos a Markina (Xemein) fundada en 1355 por don Tello, señor de Vizcaya. Estaba hecho polvo, recordábamos las palabras de aquel joven de Orio el cual nos dijo que el camino a Markina era el más duro. Después de ocho horas de auténtico O Cebreiro tras O Cebreiro alcanzamos el Hostal Vega (pues no hay albergue en Markina) no era excesivamente caro, sesenta euros entre los tres. Dos camas y otra supletoria en una habitación que se cerraba con una puerta de acordeón (la foto corresponde a ese momento). Allí alojamos a Manolo con la intención de que dicha puerta amortiguara los ronquidos (no lo hizo) Comimos debajo del hostal habichuelas con chorizo (directas al riñón) y revuelto de setas, pimientos y verduras, auténtica teta de monja.
Mientras mis compañeros hacían la siesta, yo me fui un poco asustado a que me vieran los roces que la mochila me hacía en la cintura, pues ese día había manchado la camiseta de sangre por su parte trasera. Allí, en el ambulatorio, me atendieron muy bien, una enfermera me miró la espalda y me dijo que era grave la escocedura que tenía en la espalda a la altura de la cintura y me dio un apósito que se lo suelen poner los ancianos que están postrados en la cama para que no se llaguen. Seco iban muy bien, pero al empezar a sudar en el camino el apósito lo encontraba en los tobillos. Pero, después de mucho investigar, me di cuenta que era el enganche de la mochila de la cintura la que me rozaba en exceso y lo reenganché al revés, asunto solucionado por el momento ya que la sangre cambió su lugar de salida, ahora por el centro de la espalda.
En nuestro tradicional paseo de compra de fruta para cena y desayuno y cerveza reglamentaria, fuimos a ver un partido de cesta-punta. Extraordinario, nunca había visto eso, es realmente impresionante ver como los jugadores cogían la pelota con una cesta gigante y la volvían a lanzar. Esa tarde diluvió sobre Markina. Pronto fuimos a dormir como siempre, había que aprovechar las sábanas.
Fácil camino en comparación a días pasados, aunque a veces interminable por dos motivos, primero por la cantidad de barro que nos encontramos y segundo porque durante varios kilómetros ves Gernika y no llegas nunca, además por asfalto. Pronto, sobre las seis abandonamos Markina y enfilamos el camino hacia Iruzubieta y Bolívar (vinculada, lógicamente a Simón Bolívar, el libertador, la foto corresponde a ese momento) la subida hasta el monasterio de Cenarruza se hizo interminable e hizo que parara varias veces para recuperar el aliento, aún no tenía la forma que se esperaba, tras alcanzar la calzada medieval llegamos al monasterio, tras salir por su plaza ajardinada con unas esculturas muy raras, la bajada del monasterio se hizo muy dura por el barro que había amontonado, el cual hizo que durante diez segundos estuviera patinando hasta caer de espaldas sobre los matorrales que dibujaban el sendero, Jose iba delante de mí y se dio la vuelta asustado, yo al darme cuenta que no me había hecho nada empecé a troncharme de risa y seguidamente Jose me acompañó, durante más de un kilómetro estuvimos riéndonos de aquella situación. Desde luego la estampa no era para menos, yo lleno de barro hasta detrás de las orejas de espaldas con las extremidades hacia arriba, como una cucaracha al revés y además sin poder levantarme. Luego nos enteramos que Manolo también tocó el suelo y nos descojonamos.
Llegamos al centro de Munitibar y pasamos junto a la basílica de San Miguel, otra subida importante hasta la ermita de Santiago, subidas y bajadas muy fuertes nos condujeron hacia la BI-3224 que tras cuatro kilómetros nos introdujeron en Gernika. Manolo venía tocado, pues una ampolla no le dejaba dar bien sus poderosas zancadas (menos mal) Jose y yo, también veníamos acusando el cansancio del día anterior pero llegamos bastante bien. Al llegar a Gernika nos refrescamos en una fuente a la entrada del pueblo y esperamos a que Manolo llegara pues debido a ese pequeño problema venía más retrasado, mientras tanto vimos dónde se situaba el albergue y nos dirigimos hacia allí. No abría hasta las cuatro de la tarde pero llamamos a un número de teléfono donde una chica muy amable nos dio una clave de cuatro números para acceder al interior. Fue genial, nos duchamos y nos fuimos a comer, de primero paella (o sucedáneo de paella a un valenciano se lo van a decir) y de segundo ternera con patatas. Posteriormente ya la rutina mandaba, colada, pequeña siesta en el salón, compra para cena y desayuno. También fuimos a ver el árbol de Gernika, la casa de juntas, las plazas y jardines de la ciudad y a tomar nuestra(s) correspondiente(s) cerveza(s). Jose cambiaba la cerveza por un café descafeinado, aunque después se tomaba su cerveza reglamentaria. Pronto a dormir. Antes curé una ampolla que me salió en el talón, aunque no me dio ninguna guerra, se secó muy rápidamente, gracias a la mercromina que llevaba Jose, la espalda seguía sangrando, aunque eso no me iba a parar.
Salimos a las siete menos cuarto desde el albergue después de desayunar lo que habíamos comprado el día anterior y además tomamos un café con leche de una máquina que allí había. Con el cuerpo ya caldeado enfilamos el camino hacia Lezama. Salimos de Gernika por carretera dirección Bilbao, las guías nos decían que había un trayecto alternativo por sendero pero que probablemente estría muy embarrado y yo ya iba escarmentado por lo de Cenarruza, así que decidimos continuar por carretera, la BI-2121, hasta el alto de Morga.
El asfalto hacía que los tobillos y sobre todo la planta de los pies me ardiera, menos mal que no había salido el sol, porque sino hubiese sido un auténtico desastre. Poco después llegamos al alto de Aretxabalgane, cuya bajada pedregosa, además agregó un dolor en mis rodillas.
Ningún servicio se cruzó por la carretera, así que a la altura del cartel que anunciaba la entrada a Larrabetzu, en la BI-2713 paramos a tomar unas piezas de fruta que ya pesaban demasiado en la mochila. Pronto llegamos a Larrabetzu y en un bar tomamos una cerveza, sólo nos restaban dos kilómetros y medio hasta Lezama. Llegamos pronto pues sólo 21 kms. se podían hacer en cuatro horas tranquilamente, sin esforzarse demasiado. Así que a las doce y cuarto ya estábamos delante del barracón que el ayuntamiento de Lezama había preparado para los peregrinos en el polideportivo. El único problema era que hasta las cuatro no abría sus puertas.
Muy amablemente la encargada del polideportivo nos dejó dejar las mochilas en el despacho, así que sin ducha, ni colada nos fuimos a tomar algo fresco. Comimos en un Restaurante llamado Dañobeitia el cual disponía de siete primeros platos y otros tantos de segundo, era bestial, nos decidimos por unas alubias rojas y conejo al horno, como aquí tienen la costumbre de poner la olla en el medio, nos pusimos las botas. Claro que al día siguiente las alubias iban perfumando el monte Avril, pero esa es otra historia, natural como la vida misma.
Por la tarde estuvimos visitando las instalaciones deportivas del Atlétic de Bilbao, dimos un paseo, compramos en un supermercado (El árbol) y fuimos al albergue donde el encargado nos trató de maravilla y nos informó del trayecto del día siguiente. Además de lavar la ropa pudimos medio secarla en una especie de centrifugadora de mano. Todo muy bien. Así da gusto.
A las seis de la mañana nos levantamos para enfilar el camino hacia Portugalete, el día se presentaba muy duro pues las previsiones anunciaban por primera vez sol y calor, las escoceduras en la entrepierna amenazaban con hacer de las suyas, la sangre de la espalda cesó gracias a los apósitos y a mis compañeros que iban colocándomelos en su sitio. Las plantas de los pies se regeneraban bastante por las noches, pero a los pocos pasos se resentían de los días pasados. Yo cuando empecé el camino tenía mucho miedo por la rodilla izquierda pues durante el transcurso del camino francés tuve en Estella un principio de tendinitis, cuyo dolor arrastré hasta llegar a Santiago. Precisamente no me dolía la rodilla, sino otras partes del pie derecho que no sabía ni que existían, lo que tenía claro era que no iba a parar a no ser que fuera algún tipo de rotura ósea.
Desayunamos en un bar cerca de donde comimos. Llegamos muy pronto a Zamudio y a su polígono industrial llamado Pinua, desde donde se ve a la izquierda el monte Avril coronado de antenas. Hacia allí nos dirigimos en fuerte subida, allí un señor estaba arando un campo con un tractor y, cuál fue nuestra sorpresa, paró el tractor y se puso a hablar con nosotros sobre el tiempo y sobre los peregrinos que de vez en cuando pasan hechos polvo, se sorprendió del ritmo que llevábamos y de que no cojeáramos nada. Fue realmente agradable hablar con aquel señor, ya he dicho que momentos así bien valen un camino. En lo alto del Monte Avril se divisa la ciudad de Bilbao, no la miramos mucho pues esta vez íbamos de paso.
Llegamos a la urbe por la basílica de Begoña donde sellamos nuestra credencial y descendimos unas interminables escaleras hasta la catedral de Santiago que desafortunadamente estaba cerrada a cal y canto, nos introdujimos en la ciudad por calles largas y anchas hasta desembocar en el puente de Deusto y la avenida del Lehendakari Aguirre, toda esa avenida recta desemboca en la ría de Bilbao, por cierto muy fea, los astilleros, etc. Por una carretera sin apenas arcén y con un tráfico muy intenso llegamos varios kilómetros después al funicular de hierro que cruza la ría desde Las Arenas-Getxo a Portugalete. Llegamos al albergue donde abrían más tarde (como siempre) pero como se trataba de unas instalaciones donde estaban los centros de iniciación profesional y educación permanente de adultos, había gente limpiando y nos abrieron (la foto corresponde al albergue).
Cuál fue nuestra sorpresa que allí estaban unos señores que encontramos el día anterior en el albergue, concretamente cuatro, a los cuales les preguntamos que por dónde nos habían adelantado y uno de ellos, sonriente, nos respondió que "monte arriba, monte abajo luego por la señora de la limpieza nos enteramos que en Bilbao habían cogido el autobús y probablemente desde Lezama cogieron otro hasta Bilbao. La verdad es que al ritmo que nosotros íbamos (en llano a unos seis kilómetros hora, por lo menos) era muy difícil que alguien nos adelantase. Era nuestra costumbre andar así, no sabíamos andar de otra forma, no se trataba de una competición. Pero yo llegué al albergue hecho polvo, con los pies destrozados por el calor y el asfalto, una escocedura en la entrepierna realmente molesta y la espalda baja a la altura del cinturón, llena de sangre, otra vez. Entonces te encuentras con los "ferroviarios como les llamábamos y da mucha rabia. Tanta que no pude contenerme y cuando Ana, la encargada del albergue, llegó no tuve más remedio que advertirle de ello, pues detrás de nosotros venía un señor francés de aproximadamente setenta años que iba andando todo el camino, poco a poco y hubiera sido una injusticia que no hubiese tenido lugar para dormir.
Cada uno hace el camino como le da la gana, no hay ningún documento que atestigüe que el camino se debe hacer cargado con 9 kilos y a pie, pero hay que tener un poco de dignidad y de vergüenza y pagarse un hostal si se decide hacer el camino con otros medios que no sean los pies, bajo mi humilde opinión, pero como es mi diario, escribo lo que me da la gana (se nota que estoy quemado verdad).
Bueno, hicimos la colada, nos duchamos y fuimos a comer al lado de Correos, en el Bar Unai, de primero sucedáneo de paella de marisco y de segundo redondo de ternera. Luego Jose y Manolo fueron a dormir un poco de siesta (están mayores, je, je) y yo fui a descargar la Memory Stick de la cámara de fotos a una tienda, además fui a Correos a enviar unas cuantas fotos a mi casa para que mis padres y mi hermano vieran lo que había adelgazado, también me compré un bañador cerca del albergue para cambiarme al ducharme. Por la tarde visitamos la ciudad por su caso viejo medieval, entramos en la Iglesia de Santa María, desde donde se ve el Nervión y el transbordador, tomamos unas cervezas en el paseo, etc. Después compramos algo para desayunar y cenar, Manolo nos invitó a una botella de vino que hizo que cogiéramos el sueño muy rápidamente.
Tras el feo final de etapa de ayer, hoy nos esperaba una etapa más bonita, esta etapa no presenta grandes problemas orográficos salvo un fuerte repecho, el alto de Mioño antes de llegar a Castro. Nada más levantarnos, cerca de las siete alcanzamos un carril bici que se prolongó durante diez kilómetros aproximadamente, pero era, al fin y al cabo, un paseo muy agradable que nos acercaba a la costa, otra vez el rumor de las olas y el olor a salitre, junto al vuelo de las gaviotas se nos hizo familiar. Aunque los ciclistas eran un poco estúpidos.
Poco tiempo después, sobre las nueve, llegamos a la playa de la Arena donde paramos en el único bar que había abierto, allí hablamos con el dueño el cual decía que nos faltaban para Castro unos dieciséis kilómetros, decía "o sea, llegareis a las cuatro de la tarde, entonces nosotros nos miramos y pensamos que ese señor no había dado ni un paso en su vida. Nosotros calculamos llegar sobre las doce y media (como mucho). Salimos del bar del "senderista y nos dirigimos por la playa a un estupendo camino basado en el antiguo ferrocarril minero del XIX, que ahora se había convertido en un paseo peatonal maravilloso (la foto deja constancia de ello).
Por desgracia el País Vasco tocaba a su fin, a partir de El Haya la ruta se interna en Cantabria, peor señalizada y con el cien por cien de asfalto (no se han currado lo suficiente los senderos) Ahora el mar visto como trabajo marinero se torna en turismo, tal y como en Valencia se ha venido considerando al mar, el inconveniente es que la tranquilidad se va a sustituir por el alboroto y la falta de servicios por los servicios desmesurados y también por el encarecimiento de los precios, aunque si se sabe buscar, Cantabria es más económica que el País Vasco. Manolo hoy estaba un poco indispuesto y nos obsequiaba de vez en cuando con una ventosidad, la última de las cuales coincidió con la frontera natural entre el País Vasco y Cantabria, marcando territorio "decíamos, por supuesto, nosotros no nos quedamos atrás. Y es que en el País Vasco se come muy bien y eso se nota. Yo diría que es la comunidad donde mejor se come de España.
Sólo rompía la tranquilidad del mar la fábrica química de Derivados del Flúor. Poco tiempo después llegamos a Ontón, donde una peregrina había pasado la noche al intemperie, a partir de Ontón tomamos la carretera durante seis kilómetros, pues el trazado marcado como histórico suponían diez más de propina y aún quedaban muchos días para machacar los tobillos, además siempre que optábamos por el camino más largo con la intención de dejar de pisar asfalto, acabábamos pisándolo pero por caminos más secundarios, por ello, asfalto por asfalto, el camino más corto.
Nada más entrar en Castro vimos un cartel que ponía "Información" y una vieira dibujada a "500 m. pues, falso, no había nada, es más, no habían ni flechas amarillas. Sino fuera por la guía que llevaba, la de Carlos Mencos, creo que hubiésemos hecho esos diez kilómetros de más, era realmente penoso ver como el País Vasco estaba tan bien señalizado y como Cantabria estaba tan mal señalizada. Fuimos buscando el Polideportivo pues estaba habilitado como albergue improvisado, al llegar allí (yo con una escocedura en la entrepierna realmente fea) nos lo encontramos cerrado, así que Manolo llamó a la Policía Local y nos dijo que esperásemos un poco que iban enseguida. El enseguida duró hora y media, pero bueno es comprensible, imagino que tendrían más cosas que hacer (imagino) mientras tanto tomamos dos latas de cerveza y mi hermano me llamó por videoconferencia, así que pude ver a mi familia en directo, me emocioné mucho pues hacía mucho tiempo que no los veía y yo estoy acostumbrado a verles continuamente.
Por fin llegó la Policía y nos dio una llave para que podamos entrar siempre que quisiéramos, allí al poco llegaron los ferroviarios y el señor francés, junto a otra chica extranjera. Nos alojamos en un vestuario que estaba muy bien, salvo que no tenía luz, aunque la del pasillo alumbraba bastante. Después de ducharnos fuimos a comer de primero macarrones a la boloñesa y de segundo huevos con chorizo. Por la tarde fuimos a visitar la ciudad, por cierto, preciosa, la cual estaba en fiestas y muy bien engalanada. En lo alto del peñasco se encontraba el conjunto monumental con su iglesia de Santa María de la Asunción, el castillo-faro y la ermita de Santa Ana, junto al puente medieval. Paseamos, tomamos unas cervezas, compramos en un super y pronto nos acostamos en las colchonetas, no sin antes reírnos un rato con Manolo y Jose, el primero recitaba fragmentos de cuentos que solía leer a sus hijos en VHS cuando eran pequeños: "Enanito barbudo, como no me des dinero, pues entonces, vete de nuestra casa y de nuestro bosque decía, y nos partíamos de risa. Bueno cosas de peregrinos.
Como de costumbre a las seis y media ya estábamos pasando por la plaza de toros de Castro, donde empezamos a subir para dirigirnos a Allendelagua y poco después a Islares donde al poco de salir de la localidad, debajo del viaducto, decidimos seguir por la carretera nacional N-634 por recomendación de algunos aldeanos, ya que el camino oficial pasa por un puente medieval y sube a las montañas cercanas a La Magdalena, así que haciendo un balance de heridas y estigmas decidimos ahorrar trayecto por carretera. De todas formas retomamos el camino poco después de Liendo. La sorpresa fue que a partir de este punto el camino oficial marcha por la misma carretera que habíamos tomado casi veintiséis kilómetros antes y las plantas de los pies ya tenían vida propia, así que seguimos prácticamente hasta Laredo por la nacional. La llegada a Laredo se convirtió en una auténtica pesadilla, y el paseo al lado de la playa aún peor, pues seguramente tendría cinco kilómetros, menos mal que a Jose se le antojó parar a tomar algo fresco. Llegamos al puntal de Laredo donde cogimos una pequeña barca regular que nos llevó hasta el puerto pesquero de Santoña. Ahí no acaba todo pues el albergue de Santoña que está construido en plena Reserva Natural de Santoña se encuentra muy alejado del centro urbano, a mano izquierda aún nos quedaban dos kilómetros para llegar al Juvenil, que por cierto estaba muy bien (la rotonda de la foto está cerca del albergue).
Al llegar al albergue nos atendieron muy bien, yo iba bastante mal parado de las rodillas y las plantas de los pies, aunque nada serio. Manolo venía todo el tiempo con las chanclas y los calcetines y Jose de vez en cuando también se las ponía. En el mismo albergue, junto a la compañía de sesenta niños gritando, comimos a muy buen precio de primero lentejas y de segundo albóndigas con puré de patatas que no estaba nada mal. Me acordé mucho de mi abuelo pues, según mi madre, él vino en ocasiones a comprar caballos en los años treinta aproximadamente.
Por la tarde salimos a un bar a ver el mundial y de paso tomamos unas tapas de rabas, sardinas, patatas fritas, anchoas, quisquillas y de todo, además de una cerveza y un vaso de Barbadillo, en unos bancos corridos. Situada a los pies del imponente monte Buciero, Santoña se une a la tierra por una estrecha lengua de arena y tierra preciosa. El peñón calizo tapizado de encinas custodia la entrada a una hermosa bahía que recibe el agua de las rías de Limpias y Rada y de numerosos canales como Escalante y Argoños. En estos terrenos se localiza uno de los humedales mejor conservados de la costa cantábrica, incluido en la Reserva Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, que se extiende por más de 4.300 ha y es refugio de miles de aves. Después de disfrutar de esta villa, como niños buenos, fuimos a dormir.
Nosotros pensamos que desde el albergue Juvenil, tendríamos que retroceder lo andado para retomar el camino, pero la guapísima encargada del albergue nos informó de otro trazado que daba al mismo camino. Así que contentos por ello (es muy frustrante tener que retroceder el camino) salimos sobre las siete por el puente que había a continuación del albergue hasta llegar a una rotonda que pertenece ya al polígono industrial con una escultura muy bonita de un pescador (la foto del día anterior) y enfilamos el camino hacia el Oeste, junto a la cárcel de El Dueso (famosa hoy, por un programa de televisión que se llama "El coro de la cárcel) y a la marisma, en plena reserva natural.
Tuvimos Jose y yo una pequeña discusión con Manolo, pues buscaba siempre la alternativa más corta a los caminos (que solía coincidir con alguna carretera) y yo estaba dispuesto a seguir el trazado oficial del camino, yo venía a hacer el CAMINO DE SANTIAGO y no otro. Aún así, Manolo se salió con la suya y fuimos durante muchísimos kilómetros por la CA-141, asfalto, asfalto, asfalto y además sol y calor en abundancia, hasta Linderrio donde retomamos la CA-141 (ahora sí, trazado oficial), llegamos a Galizano y a partir de allí, cambiamos el asfalto de la carretera por un asfalto de un carril-bici junto a ella, Somo y Galinazo les separan 6 km. de carretera casi en línea recta. El sol quemaba muchísimo y la escocedura, bueno todas ellas, volvieron a hacer acto de presencia, acompañadas de sangre. Diez kilómetros después llegamos más muertos que vivos al embarcadero de Somo donde el trasbordador "La Pedreñera acababa de salir desde el Paseo de Pereda (la foto corresponde al trasbordador), aunque no tardaría mucho en regresar, así que nos sentamos a tomar una cerveza y Jose y Manolo empezaron a descalzarse para ponerse unas reconfortantes chanclas, las señales en Santander brillan por su ausencia. La referencia es la Catedral, que está cerca, se encuentra siguiendo el mismo paseo a la izquierda.
Llegamos al albergue, que es un primer piso de una finca cerca del puerto donde desembarcamos, allí leímos en la puerta que en el bar Dori de al lado te atendían si estaba cerrado. Como era nuestro caso mandamos a Manolo al bar y nosotros esperamos, salió una señora de la puerta de al lado y nos dijo que allí no podíamos estar, entonces Jose muy educadamente le informó de nuestra situación y le dijo que no nos íbamos a mover hasta que nuestro compañero regrese con noticias, así que la mujer muy descarada y mal educada se volvió a meter en su jaula. Manolo volvió y nos dijo que podíamos dejar las mochilas en el bar, donde, además la tabernera apuntaba el orden de llegada. Fuimos allí y charlamos con la tal Dori, una mujer muy impulsiva que al fin y al cabo no tiene mal fondo pero me recordaba a las más viejas señoras que regentaban los cabarets, es lo que en Andalucía se denominan "cacholeteras. Así que decidimos comer allí un bocadillo de lomo embuchado con queso y esperar a la apertura del albergue donde necesitaba ya la ración de Positón y esperar que hiciera efecto pues andaba como uno de los hermanos Dalton, por acción de las escoceduras.
Después de ducharnos y por fin, ¡PONER UNA LAVADORA!, fuimos a dar una vuelta por la ciudad. El mar y la montaña conforman la imagen de la ciudad. Así, uno de los principales distintivos de Santander es su Bahía, considerada una de las más bellas del mundo. La Catedral de Santander engaña por su austero aspecto exterior. Nadie diría que se trata de una catedral medieval, pues su estampa difiere exteriormente de las majestuosas fachadas de otras seos españolas. Hay que ir con cuidado con las señoritas-guías las cuales me llevaban a mi y a la manada de extranjeros como si fuésemos borregos, yo me escapé, detrás de mí vino una guía y como no se puede levantar la voz, corrí un poco y no me alcanzó, entonces pude ver la catedral de maravilla a mis anchas y leyendo lo que quería leer. Después fuimos a comprar la cena y el desayuno y pronto regresamos al albergue no sin antes informarnos de la salida de la ciudad para el día siguiente.
Al llegar al albergue nos llamaron la atención dos cosas. La primera que habían llegado los ferroviarios y la segunda que durante la cena Jose le pidió a la hospitalera un mendrugo de pan para acompañar el tenedor y la ensalada y lo que se encontró como contestación de la hospitalera fue un ¡NO! cosa que hizo que nos quedáramos un poco parados ya que durante hora y media hizo gala de hospitalidad y nos contaba anécdotas y reflexionaba sobre su labor (la mar de bien), pero la teoría es una cosa y la práctica otra. Bueno sorprendidos acabamos de cenar y nos acostamos pronto.
Por la mañana, muy pronto salimos hacia la calle principal de delante del Ayuntamiento y seguimos por la calle Burgos y San Fernando, los barrenderos remataban su jornada mientras iba poco a poco amaneciendo y nos dábamos cuenta de que podría empezar a llover, cosa que hizo muy pronto. Debido a estos días de asfalto continuo empecé a sentir un fuerte dolor en los tobillos, pero nada serio (o eso quería creer). Con nuestro chubasquero puesto y sudando, lo que hacía que nos mojásemos igualmente, enfilamos el camino hacia una de las ciudades más bonitas del camino. Muy pronto se llega a una encrucijada de Cuatro Caminos, hay que seguir de frente con dirección a Torrelavega. Tras pasar por delante del hospital de Valdecilla, por la calle del mismo nombre, divisamos una rocosa peña, que da nombre a la localidad: Peñacastillo y poco después entre trozos de senderos y trozos de carreteras secundarias, zigzagueando por tramos cementados y después de andar unos 3 km., llegamos a Santa Cruz de Bezana, localidad que se cruza en línea recta dejando su iglesia a nuestra derecha. Al poco llegamos a Boo de Piélagos y poco después a una de las encrucijadas del camino.
El problema es que hay que cruzar la Ría de Mogro por el puente del ferrocarril y está expresamente prohibido por RENFE. Hay suficiente espacio, de hecho muchos vecinos de la zona lo utilizan y también muchos peregrinos, pero es lógica la prohibición de RENFE y la decisión es una responsabilidad personal. (Antiguamente los peregrinos también tenían las dos opciones, rodear por Puente de Arce o cruzar, previo pago, con barca, el problema es que actualmente no hay barcas que presten este servicio). Viendo el dolor de mis tobillos y el clima lluvioso decidimos cruzar a lo correcaminos pues el tren pasaba bastante justo por el puente. Enfilamos el paso y justo al llegar al final del puente oímos que se acercaba el tren (uff) poco después de cruzar cruzamos una zona llena de matorral, lo cual nos empapó más si cabe, llegamos a la estación de Mogro donde vimos a dos peregrinos extranjeros apearse de un tren que venía de Santander. Bueno sin comentarios.
En Mogro nos desviamos unos metros para llegar a un bar a comer algo, a partir de ese día ya fue una rutina comer algo sobre las nueve y media o diez de la mañana para reponer fuerzas. Pronto llegaron los extranjeros ferroviarios (y es que los hay de todas las nacionalidades) en media hora retomamos el camino junto a las tuberías de la fábrica de sosa Solvay cuatro kilómetros hasta Requejada y al poco Barreda, tras pasar la fábrica de Solvay tomamos una carretera que nos dejó en Santillana del Mar, al final del pueblo entramos en el Camping donde nos alojaron por 2 · en unos barracones a cinco personas, parecíamos anchoas de Santoña en lata, después de tres horas llegaron los extranjeros ferroviarios y los alojaron en un barracón a nuestro lado, a ellos dos y a otro más, o sea tres ahora vas y lo cascas.
Aún llovía así que no hicimos colada, fuimos a comer en el mismo camping: cocido montañés, bistec con patatas y profiteroles, todo buenísimo. Por la tarde dimos un paseo por la ciudad monumental declarada conjunto histórico nacional, con unas calles empedradas preciosas, es un museo vivo de una villa medieval desarrollada entorno a la colegiata, aunque la mayoría de sus caseríos corresponden a las diversas aportaciones arquitectónicas de los siglos XIV al XVIII. Visitamos dicha colegiata llamada de Santa Juliana (véase la foto) y al lado aproveché para comprarme una camiseta, pues las que llevaba usando estaban desgastadísimas por la espalda y "rascaban, tomamos una cerveza y compramos algo en el supermercado del camping. Allí en nuestro barracón conocimos a un peregrino ciclista que venía haciendo el camino con una pierna ortopédica, impresionante. Y a otro peregrino muy simpático que alucinaba cuando le contábamos de dónde habíamos salido. Pronto nos acostamos como pudimos.
Desde el camping de Santillana salimos pronto como siempre, sobre las seis y media. El día de hoy se puede dividir en dos partes, por un lado mucha carretera nerviosa hasta Comillas y por otro lado, carretera tranquila hasta San Vicente. A carretera nerviosa me refiero a aquella que tiene muchísimo tráfico y a carretera tranquila me refiero a aquella que va por el monte pero que pese a ello está asfaltada. Gracias a Dios el día estaba nublado aunque hacía muchísima calor.
La salida de Santillana es por el Ayuntamiento y en ascenso se toma una pista con dirección al cementerio, donde se gira a la izquierda y muy pronto a la derecha para llegar al barrio de Arroyo, que se encuentra en lo alto de una loma. Un rápido descenso por un camino agrícola, nos lleva hasta la localidad de Oreña. Muy pronto llegamos a Caborredondo y poco después Cóbreces, cuyo camino discurre por la parte alta del pueblo, la parte baja es costera y muy turística, a lo lejos se ve la Iglesia de San Pedro Advícula. Ya con el día muy adelantado llegamos a Comillas donde se encuentra la Universidad Pontificia. Pasamos muy rápido por esta monumental villa hasta llegar a San Vicente de la Barquera sobre la una de la tarde. Hay que advertir que a la salida del campo de golf, al entrar en la rotonda, un innombrable ha reseñalizado el camino hacia su albergue que se sitúa en un polígono muy alejado del camino, hay que tomar las flechas de la izquierda.
Al finalizar el largo puente de San Vicente (la foto corresponde a dicho puente), se sigue recto por la calle que a su vez es el antiguo Camino de Santo Toribio . El albergue está construido a mala idea, pues se encuentra en lo más alto del pueblo debajo de la Iglesia de Santa María de los Ángeles. Allí encontramos esperando a unos "peregrinos (entre comillas) de Sevilla que iban a Liébana. Nada más llegar nos dijeron que eran un grupo y que se iban a hospedar en una habitación del albergue, nosotros le dijimos que eso lo debía decidir la hospitalera. Además venían con la lección muy bien aprendida, decían que se habían conocido por el camino, llevaban dos días andando y curiosamente eran todos de Sevilla y se tenían una confianza fuera de lo común para conocerse en dos días. Además uno de ellos llevaba DNIs y Credenciales de todos (como mínimo un poco sospechoso).
Cuando a la una abrió Gloria, la hospitalera, nos dimos cuenta de lo sargento que era, nos trataba como escolares de colonias. Nos dijo que nos alojásemos en las habitaciones hasta completarlas, con lo cual el asunto del sevillano se vino a pique, después nos dijo que la cocina (que era inmensa) sólo estaba a disposición de los que habían pagado el desayuno y sobre todo para ella. Nos puso papel de periódico en el suelo del pasillo y nos obligó a seguirlas, bueno un desastre.
Después de lavar la ropa y ducharnos, nos fuimos a comer al Mesón Madrid que se sitúa en el centro de la localidad donde comimos de primero macarrones y de segundo lomo embuchado con patatas. Después de descansar un poco fuimos a dar una vuelta por el pueblo. La antigua villa medieval de San Vicente de la Barquera contaba con un completo recinto fortificado, constituido por el Castillo y la muralla que rodeaba la vieja ciudadela alta, realmente bonito, además su puerto, sobre el que ha girado el desarrollo de esta villa continúa siendo uno de los más importantes de la región. Pronto fuimos al albergue donde cenamos aquello que nos sobró del almuerzo y un paquete de patatas fritas.
A las seis ya estábamos andando pues el día se presentaba duro sobre todo por los kilómetros que íbamos a hacer y porque las predicciones metereológicas no eran nada favorables para andar (para los turistas sí). Muy pronto llegamos a Unquera donde no tuvimos más remedio que parar a tomar algo y probar las riquísimas corbatas de Unquera, que es un dulce de hojaldre con forma de pajarita o corbata, de unos 15 cm. de largo por 4 cm. de grosor, recubierto en su capa superior por un baño de glasa real con almendras. Atravesamos la localidad por su vía principal y cruzamos el río Deva por el puente entrando en la patria de la sidra, Asturias (y de Fernando Alonso) con ánimos renovados por haber dejado atrás otra provincia, enfilamos más animados el camino a Colombres, preciosa ciudad en la que destaca el famoso Archivo de Indianos, hay que estar pendientes pues el camino está muy mal señalizado. Llegamos a una escultura de un tractor y seguimos por un camino hasta entrar en el concejo de Llanes y en el pueblo de Penduelles donde, al ver la meta tan cercana, paramos a degustar un buen vaso de sidra. Allí en el bar nos enteramos de un camino alternativo costero para ir a Llanes, decidimos tomarlo, pero estaba muy mal señalizado y en una trifurcación acabamos en un campo vallado y sin salida. Jose se enfadó muchísimo y retrocedimos hasta coger la nacional la cual me destrozó del todo los tobillos pues se trataba de trece kilómetros horribles con un montón de tráfico y además las señales de tráfico eran puñeteras. Vimos cuatro señales, situadas cada una a dos kilómetros que marcaban "Llanes 3 cosa que nos hizo mucha gracia. Manolo pensaba ya que el pueblo se llamaba Llanes 3. Pasamos Vidiago, Riego, Puertas de Vidiago y San Roque del Acebal. La entrada a Llanes se hace eterna, pero no teníamos mucha prisa pues habíamos reservado una habitación triple en el Hostal "Los Pinos en la Av. Las Gaviotas, que luego resultó un chalecito de lo más agradable. Lo que pasa es que estaba a la otra punta de la ciudad. Yo lucía una escocedura en la entrepierna impresionante, suerte que la rozadura de la espalda se me iba curando y ya no sangraba.
Después de ducharnos y sin colada, fuimos a comer delante de la Peña del Real Madrid (siempre hay alguna pega) de primero nuestra primera fabada asturiana y de segundo escalopines al cabrales, riquísimo todo. Por la tarde visitamos la ciudad, muy bonita con un casco antiguo muy bien conservado. Además tuvimos la ocasión de ver los Cubos de la Memoria (la foto es eso) pintados por Agustín Ibarrola. Jose estaba cansado y nos esperó en un bar cercano, estaba muy preocupado pues quería ya comprar el billete de vuelta desde Santiago, pues afirmaba que final de mes era mala fecha para comprar un billete de avión. Entonces llamó a Alsa para preguntar y la tarde la pasó bastante mal, muy preocupado. Después de pasear algo y tomar nuestra cerveza nos fuimos a descansar en una cama en condiciones. Ya veremos si la fabada no iba a hacer estragos por la noche.
A las seis y cuarto iniciamos nuestro recorrido hacia Ribadesella, contentos pues la etapa no se presentaba con grandes problemas de subidas y bajadas, excepto el último repecho desde Ribadesella hasta San Esteban, pero también muy tristes pues Manolo abandonaba el camino y lo que es peor nos abandonaba a nosotros, pero las obligaciones familiares están por encima de todas las cosas, era una gran pérdida, pues llegas a convivir con una buena persona y se convierte en más que amigo peregrino. Por las guías sabíamos que no habían tiendas de alimentación ni nada que se le parezca en Leces, aún así decidimos ir a la aventura haber qué pasaba.
Muy pronto empezaron a sucederse los pueblos Poo, por una carretera vecinal, sin la más mínima posibilidad de pérdida se alcanza Celorrio, que se cruza por su casco antiguo y se continúa por una calzada de las mismas características que nos lleva a Barro, donde pasamos por su monasterio, donde dos monjas conversaban tranquilamente hasta que nos vieron llegar y se escondieron rápidamente, el camino era precioso, Barro, y su impresionante estampa de Nuestra Señora de los Dolores (véase foto), Niembro, al final de la playa toma un camino cementado a la izquierda que conduce directamente a Naves, Nueva, Piñeres de Pria, a partir de ahí el camino zigzaguea buscando sendas y pistas para de esta forma llegar a los barrios de Cuerres y Toriello y por fin, Ribadesella, el sol apretaba muy fuerte, cruzamos el puente sobre el río Sella y seguimos por la derecha hasta casi la playa, atravesamos numerosísimas urbanizaciones que no se acababan nunca, llegamos a una rotonda con un barco y continuamos hasta San Pedro en una fuerte subida, casi sin agua en la botella, pero bien físicamente, cuatro kilómetros después llegamos a San Esteban de Leces donde hay una casona, un refugio de peregrinos y un templo parroquial.
Allí estaba Begoña y Francesc, una vasca y un alicantino afincado en Cataluña, buena gente, allí charlamos e hicimos amistad, junto a ellos compartimos algunos días de camino, concretamente hasta Oviedo. La encargada del albergue, guapísima, se compadeció de nosotros y nos abrió antes de hora (vivían arriba), allí nos duchamos rápidamente y lavamos la ropa, el albergue disponía de un jardín estupendo. Luego, nosotros junto con Begoña nos fuimos a comer a un bar de carretera que estaba a tres kilómetros del albergue cuesta abajo, lo malo fue al acabar que tuvimos que subir los mismos, de primero comimos fabada y de segundo huevos con chorizo. A las cuatro y media y sin hacer nuestra tradicional siesta cogimos un autobús que nos llevó hacia atrás a Ribadesella, donde Manolo gestionó el camino de vuelta a casa y nosotros tomamos unas botellas de sidra. Darse una vuelta por Ribadesella se convierte en un paseo muy denso y entretenido, está partida en dos por el bello estuario del río Sella, las dos orillas urbanas de la localidad se comunican por un puente sobre la ría que nosotros cruzamos en busca del albergue, lo que nos llamó la atención fue que al ir se veían los pecios de un barco hundido y a la vuelta estaban cubiertos por la ría, es lo que se llama: marea baja y alta, realmente mágico.
A las ocho de la tarde regresamos al albergue donde estuvimos charlando hasta las tantas, mientras Jose Manuel se calentaba la cabeza por su familia y no paraba de hacer cábalas para buscar un viaje de vuelta a casa. Y yo no me quitaba de la cabeza la partida de Manolo, era un nudo en el estómago difícil de describir.
A las seis de la mañana Manolo se levantó para despedirse de nosotros, él regresaba junto a su familia a Madrid y nosotros seguíamos buscando nuestro camino. Nos emocionamos mucho aunque hacíamos esfuerzos en que no se notara mucho, es muy duro que la última mirada entre amigos sea a través de las lágrimas; tras la despedida, retrocedimos unos 300 metros para retomar el camino oficial. Entre praderas hasta La Vega donde entramos por un tramo de cemento y adoquines, atravesamos el arroyo del Acebo por un puente hasta un tramo con mucha vegetación. Muy pronto entramos en Berbes, un poco tristes y más lentos de lo normal pues se nos había ido la liebre. Begoña y Francesc nos dijeron que iban a parar en el estupendo albergue de La Isla (trece kilómetros después de Leces) por allí pasamos bastante temprano y nos dio envidia, pues para ellos el día acababa muy pronto. El sol empezaba a hacer acto de presencia y el calor era intenso a pesar de lo temprano del día, se esperaba un día muy duro.
Cuatro kilómetros después llegamos a Colunga donde hay un Museo del Jurásico que no podíamos parar a ver, por veredas y sendas, que alternan ocasionalmente con pistas cementadas, se llega a la referida villa por los barrios de Bueño y Covian. poco después por carretera, tras pasar la iglesia de Priesca, llegamos al refugio de Sebrayo donde aún no había nadie en la puerta esperando. De todas formas nuestra intención era llegar a Villaviciosa patria de la sidra donde teníamos un hostal reservado en el centro de la ciudad. Viendo el perfil de la etapa Sebrayo-Vega de Sariego, en la guía de Carlos, agradecí que la subida a La Campa se retrasara para el día de mañana, Villaviciosa aún se encontraba cerca del nivel del mar. Paralelos a la autovía llegamos a cruzar un puente donde finalmente se sale frente a un nudo de carreteras, que se atraviesa con dirección Villajoyosa, junto a la fábrica de sidra El Gaitero. El calor hizo que volviera a aparecer la escocedura de la entrepierna, cosa que me dificultaba mucho la marcha. Jose llegó bastante bien, como casi siempre. Llegamos al Hostal del Sol y nos duchamos, lavamos algo de ropa que tendimos en un pequeño balcón y nos fuimos a celebrar con nuestra tradicional cerveza la etapa catorce, ecuador del mes.
Por la calle preguntamos a un señor por un sitio donde comer bien y barato y se ofreció a acompañarnos a un sitio (creo que se llamaba bar Campomanes) donde a la entrada nos presentó a los camareros, los cuales nos trataron de categoría. Comimos de primero sopa, de segundo ensalada y de TERCERO carne guisada con patatas (por nueve euros). Llenos de comida, satisfechos, escocidos, fuimos al hostal a descansar y ver un poco la televisión pues estábamos perdidos. Jose decía que ese día no era yo, quizá estaba tristón por la baja de Manolo. Llovió y nos mojó un poco la ropa, por la tarde fuimos a comprar algo y fuimos a tomar unas sidras a una sidrería centenaria "El Roxu donde se escanciaba sin mirar el vaso, aprovechando que estaban en fiestas vimos un partido de "birlas (lo pongo entre comillas porque no sé si se llama así, los de la foto son los campeones) donde una bola redonda la tiraban desde lejos y al caer iba con efecto a la derecha o izquierda dependiendo de una orden de los jueces y quien más tiraba, lógicamente ganaba. Fue muy entretenido. Por la tarde a última hora cayó un chaparrón bestial que nos pilló viendo las señales para retomar el camino del día siguiente.
Muy pronto, como de costumbre, dejamos Villaviciosa, hay señales de bronce en el suelo y también de cerámica en las paredes, pero no es Villaviciosa de las poblaciones que estén mejor señalizadas. Jose y yo tomamos dirección Santa Eulalia, al lado de la fábrica de Central Lechera Asturiana. Cruzamos el parque de la Alameda, muy desangelado, paralelo al río Linares. Nos dimos cuenta que existían señales contradictorias, pero por la guía nos enteramos que coincidíamos con el trayecto del Camino a Covadonga, pero el sentido común y la pericia de Jose hizo que no nos perdamos o fuésemos en sentido contrario. Pasamos un puente medieval, llamado de San Juan antes de llegar a la unión y división de caminos jacobeos. Vimos el mojón y algo dentro se activó al instante, desde Irún llegamos al cruce de Caminos: el que continúa por la costa y el que toma la dirección de Oviedo, que es el que nosotros seguimos para enlazar con el camino primitivo. El tiempo era muy bueno pues no había salido el sol.
Contentos, pues era un día de relax por el número de kilómetros, llegamos Castiello y poco después a San Pedro de Ambás en subida suave desde Grases, en fuerte descenso se podría ir al monasterio de Valdediós donde se conserva una bella iglesia prerrománica, pero ya habíamos oído que la subida después era mortal y decidimos dejarlo para mejor ocasión. Luego en el albergue de Vega nos dieron la razón, cosa que nos relajó bastante, pues siempre te queda la cosa de haber desperdiciado una oportunidad buena de ver cosas (es lo que Manolo decía "renuncios), pero ya eran demasiados días sufriendo el camino, y disfrutando de él, y estábamos muy cansados y yo además, escocido por todas mis partes. Nos internamos en la niebla en Arbazal, cosa que nos refrescó el cuerpo bastante. Llegamos a La Campa y por carretera a Figares, Pedrosa y Carcabada, hasta entrar por "el Pozo salado a Vega de Sariego (con 92 habitantes) donde encontramos un simpático matrimonio junto a una extranjera. El matrimonio se encargada de coleccionar almanaques de cualquier tipo, entonces nos dieron su dirección de correo para mandarles algunos cuando tuviésemos ocasión. Muy amablemente nos dio la bienvenida y continuamos al albergue donde no había nadie, no hay que olvidar que nosotros esos dieciocho kilómetros los completamos en poco más de tres horas, con lo cual sobre las diez y media llegamos al albergue (la foto corresponde al albergue).
Fuimos al bar Casa Rufo donde un señor que se parecía al padre de Heidi nos dio la llave del albergue. Elegimos cama y nos duchamos de categoría, luego fuimos a tomar la cerveza de final de etapa, vimos que Vega era un pueblo bastante pequeño, pero lo curioso es que tenía todos los servicios posibles, consultorio médico, farmacia, bares, cajero bueno, de todo. Fuimos a otro bar, llamado Málaga, y vimos las carreras de Fórmula 1 mientras nos comíamos un bocadillo de tortilla de chorizo. Por la tarde llegaron, sobre las siete, Francesc y Begoña, hecha polvo, más roja que un tomate. También cuatro chicas. Al enterarnos que el albergue de Oviedo abría a las seis de la tarde, llamamos para ver alguna alternativa y cual fue nuestra sorpresa, Maite, la encargada nos dijo que a la hora de comer, cuando saliera del trabajo, pasaría para abrirnos la puerta y así poder refugiarnos del calor. Nos quedamos alucinados por su amabilidad. En compañía, ya más tranquilos, charlando animadamente se nos hicieron las tantas de la noche. Nos acostamos después de recoger la ropa del tendedero.
Se trata de una etapa llana, sin complicaciones y casi en su totalidad por el asfalto. Muy temprano llegamos a Pola de Siero por carretera a unos 9 kilómetros de Vega de Sariego, según la guía hoy íbamos a pasar por múltiples núcleos urbanos de reducido tamaño. Por la Calle de San Antón entramos en Pola, llegamos a una plaza adoquinada llegando poco después al barrio de la Soledad y a La Carrera, desde donde se puede ver Oviedo que estaba a 15 kilómetros aproximadamente. El Berrón, Carvajal y Fonciello se suceden uno detrás de otro a un ritmo vertiginoso. Por el camino encontramos a Francesc que iba bastante rápido, nosotros pensábamos que no andaba tanto, pero nos equivocamos, nos costaba mucho seguirle el paso hasta que desistimos para que siguiera su camino. Muy pronto se inició un trazado urbano muy largo hasta llegar a Oviedo que nos recordaba aquellas etapas del camino francés que pasaban por núcleos urbanos importantes como Logroño, León, Burgos, etc. El sol empezó a hacer de las suyas en mi entrepierna, la cual notaba el tremendo escozor que iba a salir, pero era algo que no me preocupaba demasiado, durante este día Jose y yo no hablamos mucho, quizá porque estábamos pensando en la dureza que nos esperaba con el comienzo del camino primitivo y todas las habladurías que al respecto habían, pero bueno, ya llevábamos muchos días andando y no nos iba a asustar nada.
Tras cruzar el puente romano entramos en el núcleo urbano, Colloto es una prolongación de Oviedo, de modo que los últimos 5 km. discurren por aceras, calzadas y calles propias de una gran ciudad. La aguja de la Catedral de El Salvador, que ya está a nuestro alcance, es la referencia, en ascenso y sin darnos cuenta por la emoción de estar en Oviedo nos dirigimos a la catedral y tras preguntar por el albergue volvimos a descender hasta un parque donde justo al lado, en la calle de San Pedro Mestallón se encontraba el albergue en unos bajos de unos edificios enormes. El gran problema es que no abrían hasta las siete de la tarde y eran las doce y media de la mañana.
Puntual llegó Maite para abrirnos el albergue que era un bajo de un gran edificio. Así lo hizo nuestro ángel de la guarda, lo que no se esperó es que a las siete de la tarde llegó un señor con cara de perro, el cual le dio una bronca que se me pusieron los pelos de punta, ella aguantó estoicamente todo el rapapolvo hasta que terminó, en definitivas cosas le dijo que no volviera a hacer eso, que la culpa era exclusiva de los peregrinos y que habían unas normas que respetar (aunque no incluyan el bienestar del peregrino) nosotros por detrás le animábamos con guiños y con el pulgar hasta que se marchó el imbécil y le animamos a seguir con su estupendo trabajo. Ella dijo que no se arrepentía de nada y que hacía lo que consideraba correcto. Es una hospitalera que nunca olvidaré pues esto es como "Gran Hermano (perdón por la comparación) aquí todo se magnifica, todo cobra una importancia extraordinaria. Un gesto, una mirada, una sonrisa, todo adquiere un valor inestimable y el gesto de Maite fue, a estas alturas, lo que se puede llamar un milagro. Cuando acabó nuestro camino le enviamos una postal y yo envié este e-mail a la Asociación astur-leonesa de amigos del Camino de Santiago que decía lo siguiente:
Hola Maite, seguramente tú no te acuerdes de nosotros pero nosotros sí nos acordamos, y mucho, de tí. Estuvimos Jose Manuel y yo (Juanjo) haciendo el camino de Santiago desde Irún hasta Oviedo y seguir por el primitivo hasta Santiago en 27 días.
Pasamos por Oviedo el día 17 de julio. Antes, el día 16 estuvimos en Vega de Sariego, donde nos enteramos que el albergue abría a las siete de la tarde. Decidimos llamar al albergue con la intención de que nos dijerais dónde dejar las pesadas mochilas y tú como un verdadero ángel de la guarda te ofreciste a abrirnos las puertas a las dos de la tarde que era el momento en que salías de trabajar. Fue realmente emocionante comprobar como una persona sacrifica el momento que dispone para desconectar del trabajo y para comer, para dedicárselo a los demás, así eres tú.
Ese día fue realmente duro, el sol salió con fuerza y pese a que físicamente nos encontrábamos bien, los roces de las correas y las escoceduras en cintura y espalda eran realmente brutales, sólo teníamos ganas de ducharnos con agua fría y arrearnos la ración de "Positón". Gracias a ti así fue.
El problema sobrevino cuando un señor llegó a la hora de apertura y te pegó una bronca realmente importante, vamos... yo, si fuera mi padre no se la hubiera aguantado. Pero tú la aguantaste estoicamente, pues te diste cuenta que te habías salido de las normas pero tu conciencia estaba tranquila pues habías hecho lo que considerabas correcto.
No te preocupes de nada Maite, sigue con tu labor de hospitalera, como tú quedan pocos. No es cuestión de sacrificarte ni de que la gente pase por encima de tí, es cuestión de hacer lo que haces porque así lo sientes y porque lo decides TÚ. Pero no vuelvas a aguantar broncas de ese tipo porque tú no te las mereces.
Sigo diciendo que hay unas normas que hay que respetar, pero todo tiene un límite. ¿Quién es el super-hombre-peregrino que anda desde por la mañana hasta las 6 ó 7 de la tarde? NADIE. Se suele madrugar para aprovechar el día, y sobre todo para no coger demasiado calor y sol en estas fechas. Oviedo bien merece llegar pronto (después de 25-30 Kms.) para pasear por sus calles y conocer gente como tú, Maite. Al fín y al cabo llega el Camino Primitivo y hay que poner las ideas en orden para no abandonar. Tú hiciste que el camino fuera más llevadero.
He decidido hacerme miembro de la asociación de amigos del camino de Santiago en Valencia y, al igual que soy profesor y he aprendido de los malos profesores, para no serlo; he aprendido también de los malos hospitaleros, para no serlo si me tocara serlo.
No soy un peregrino-turista, soy un verdadero peregrino, con un motivo para peregrinar, una convicción y al que la peregrinación le cambia la vida. Ya he andado el francés, este año anduve el del norte+primitivo y si Dios quiere el año que viene y el otro completaré más caminos. MUCHAS GRACIAS. ESPERO QUE ESTE MENSAJE TE LLEGUE Y LO LEAS. AUNQUE HAYA GENTE QUE NO LE INTERESE NADA HACÉRTELO LLEGAR. MUCHAS GRACIAS. Juan José Gavilán y Jose Manuel
Después de que Maite nos abriera nos dio una llave, con lo cual pudimos ir a comer tranquilamente, así que las cuatro chicas, Francesc, Begoña, Jose y yo nos fuimos a Casa Chus donde comimos de primero sopa de fideos, de segundo, ensalada y de tercero escalope de ternera (por 6 ·) Por la tarde, después de la siesta fuimos a visitar la catedral (Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al siervo y se olvida del señor, la foto es de ese momento), antes Jose se encaprichó en sacar los billetes de vuelta a casa para el día 31, por si las moscas, así que contratamos en agencias de viajes el vuelo de vuelta a casa. Poco después vimos a Begoña con la cual nos despedimos pues ella subía a Avilés para seguir por la costa. Francesc aduciendo motivos familiares también dejó el camino, aunque no nos lo acabábamos de creer. Pronto nos acostamos con el pensamiento puesto en el CAMINO PRIMITIVO, el más duro.
De madrugada, sobre las 6 y media salimos del albergue de Oviedo compadecidos de Maite, la etapa no se presentaba muy dura aunque había, según el perfil unos cuantos repechos que había que salvar. La salida de Oviedo no es fácil, hay puntos, cerca de las vías del tren, que desconciertan un poco, aunque con ayuda de la guía lo solucionamos. Al salir del albergue nos encontramos con un valenciano, Jose, que iba a empezar el camino primitivo, iba solo, un tanto despistado, era su primer camino, no había visto nada de él y el colmo era que decía que venía "a probar. Fuimos con él unos dos kilómetros hasta que se dio cuenta que nosotros no íbamos haciendo el tonto por el camino y desistió seguir nuestro poderoso paso. De todas formas quedamos con él en el albergue de Cornellana, el cual, según las guías era uno de los mejores del camino.
Se sigue a media ladera y por pistas se alcanza San Lázaro, la capilla del Carmen en Llampaxuga, , Loriana, Bolguina, Zabarín llegaron como una exhalación, aún de noche, pasamos junto a una advertencia en Gallego, la verdad es que el cambio fue radical, pues desde Oviedo era muy similar al Camino Francés, muchas ermitas, muchos mojones, más bares, etc.
Paralelos al río Nora, ascendimos muy fuertemente hasta el alto del Escamplero, y pasamos junto a la capilla de Santa Fátima y ya en Premoño por la capilla de Santa Ana, donde Jose se empeñó en tocar las campanas. Paladín, Puerma y Peñaflor donde Jose y yo decidimos parar a almorzar alguna cosa, comimos un par de pinchos de jamón, al salir, sin darme cuenta olvidé el palo telescópico que llevaba y que hasta la fecha me había ayudado bastante en mi caminar, me supo muy mal pero cuando me di cuenta de su falta ya estaba pasado Grado. Allí en el bar encontramos a nuestro amigo Jose el cual llegó bastante bien, a pesar de que el camino era un auténtico rompepiernas (pensé que quizá él recogería el palo).
En Grado no nos íbamos a quedar ya que el albergue se encuentra en San Juan sin servicio ninguno, de todas formas nos encontrábamos bien y decidimos continuar. La salida de Grado es por la misma N-634 y por el barrio de la Cruz, hasta que se localiza un mojón, que a la derecha señala dirección al albergue y de frente que debemos continuar por el mismo asfalto, es una cuesta muy dura y a pleno sol. Además era realmente desmoralizante pues delante de nuestras narices se veía una pared de montañas que seguramente tendríamos que superar. En ascenso, entre castaños llegamos a El Fresno y su santuario, donde descansamos un rato. Un fuerte descenso nos devolvió las rodillas a su sitio. Tras pasar La Doriga llegamos a Cornellana.
El albergue era una auténtica maravilla, muy grande para lo que llevábamos viendo, muy bien equipado. Jose fue a un bar a recoger la llave del albergue, bueno, era la llave de la verja de la entrada que estaba detrás del Monasterio del Salvador.
No había nadie a pesar de ser bastante tarde. Nos duchamos de maravilla, yo diría que fueron las mejores duchas de todo el camino, todo estaba bastante bien cuidado y limpio, las habitaciones muy amplias hasta con taquillas para cerrar las cosas. Nos fuimos a tomar la birra de fin de etapa y celebrar así la primera del camino primitivo y la décimo séptima del total, llevábamos alrededor de 550 kms., por faltaban unos 290. Después de comer de primero sopa de fideos, de segundo huevos con jamón y un helado de postre fuimos al albergue a dejarnos caer. Nos dimos cuenta de que no había llegado nadie. Luego por la tarde llegaron dos amigas catalanas guapísimas y muy simpáticas. Ellas iban más agobiadas pues tenían el viaje de vuelta a Barcelona para el 23 y no sabían si iban a llegar. Jose les dijo que al lado había una habitación libre con 6 literas por si querían estar solas, a lo que aceptaron, y yo casi me lo como, con lo buenas que estaban las dos.
Por la tarde llovió en Cornellana, era una población pequeña y muy larga, Cornellana tiene una inequívoca vocación de parada y fonda, y, para ello, nada mejor que su vetusto monasterio. En el entorno del monasterio, dando prestancia al Nonaya, hay un roble centenario, por la tarde tomamos unas birras que Jose mezcló con un café descafeinado, allí planificamos en una servilleta del bar, las etapas que nos quedaban hasta Santiago. Pronto, como siempre, sobre las 9 nos fuimos a dormir bajo la lluvia.
De madrugada, salimos muy cerca del monasterio al lado del río Nonaya, por pista. Pronto llegamos a una gran cantera de sílice (Sílices de Llama) donde las grandes máquinas nos asustaron un poco y no vimos el desvío por el camino oficial, así que subimos hasta que el camino se cortó. Retrocedimos y lo enganchamos, por carreteras llegamos a Llamas, paralelos a la carretera nacional. Después entre caminos en ascenso y muy embarrados llegamos a Casazorrina, localidad que se cruza por sus casas más antiguas y poco después a Mallecín. Muy pronto entramos en Salas, donde las guías sobre el camino inician aquí otra nueva etapa, nosotros habíamos andado 11 kms. Era pronto para almorzar así que decidimos continuar, a pesar de que el perfil era muy duro. Salas era una población preciosa, prácticamente medieval. Aunque su acogida al peregrino en albergues deja mucho que desear. Jose aprovechó para rellenar su botella de agua.
Saliendo de Salas por su empedrado casco antiguo, dirección oeste llegamos, entre eucaliptos y junto al río Nonaya, a El Llanón. Entramos en la carretera nacional, ya muy habitual, sin arcén y muy peligrosa. En ocasiones la nacional nos daba un respiro y nos metía en algún sendero que nos devolvía a la carretera. En eso, llegamos a Bodenaya, que no ofrecía ningún servicio y en ascenso a La Espina, localidad que se rodea por su parte trasera, paralelos a la nacional. Aquí dijimos adiós a la nacional 634 que nos había acompañado desde Irún, era momento de ir descendiendo buscando las huellas de los demás peregrinos hacia Santiago. Un cruce de caminos Tineo-Luarca nos encaminó hacia La Pereda por camino en ascenso muy embarrado.
El Pedregal junto a La Millariega y un pequeño valle, lleno de repechos, en ocasiones muy fuertes nos dejó en un camino enlosetado (paseo de los Frailes) que en suave descenso nos llevó al centro de Tineo.
El acceso es por la parte más elevada de la localidad, ya que Tineo se emplaza a lo largo y ancho de una considerable ladera. El albergue Mather Christi (véase la foto) se sitúa entre la parte alta y la baja de la ciudad, es un albergue no demasiado bien cuidado y que dispone de un baño para hombres y otro para mujeres con una capacidad de 28 camas, con lo cual, el mear era todo un lujo. Además por la tarde vino un hospitalero con una considerable edad, el cual nos dijo en pocas palabras que éramos unos burros y que no teníamos ni idea del camino. Después de 18 días Entonces no dijimos nada y pensamos lo ignorante que puede llegar a ser la gente. Cada uno hace el camino como le da la gana, ya sea uno u otro camino. Allá cada cual si quiere hacer diez o cuarenta kms. A nosotros el cuerpo nos pedía andar y contra eso no hay nada más que andar.
Después de ducharnos y sin hacer colada, pues llovía bastante fuimos a comer ensalada de arroz de primero y carne guisada de segundo. Por la tarde estuvimos hablando con las dos catalanas, una de ellas iba un poco tocada aunque estaban convencidas de llegar en la fecha prevista. Allí en el albergue también estaban tres parejas de novios que venían de Madrid: Ángel y Yuli, Álvaro y Encarna y Joana y Miguel con los cuales, a partir de ese día, entablamos una importante amistad, fraguada día a día. Fuimos a dar una vuelta y nos sentamos en una terraza donde otras dos catalanas, con pinta de leonas, pero muy simpáticas, mantuvieron una conversación con nosotros muy agradable. También fuimos a la oficina de turismo a por un mapa de Asturias y para que nos informaran sobre la salida de la ciudad por el camino oficial. También fuimos a buscar sidra, entramos en un bar del centro de la localidad y no había, así que tuvimos que acostumbrarnos con unas cervezas. Pronto y esperando que se me curara de una vez la entrepierna nos fuimos a dormir.
Por la mañana el día estuvo muy nublado hasta que en ocasiones se ponía finamente a llover y nos helaba el cuerpo, decidimos Jose y yo, no ponernos más el chubasquero pues acababas más mojado por el sudor que por la propia lluvia, y eso que los chubasqueros eran transpirables (o eso decía la etiqueta). La salida de Tineo es en ascenso, el Camino discurre por la parte superior de la ladera, sale por el barrio de La Fuente y toma el llamado Camino de la Sierra, hacia el Alto de Navariego y sierra de Guardia y de la Cruz, donde se superan los mil metros de altitud, se ve una vista muy bonita de la localidad, aunque debías mirar a los pies ya que las piedras eran muy gordas y estaban sueltas. Por valles y prados en ascenso y descenso llegamos a la cima de Piedratecha y empezamos a descender. Desistimos bajar al monasterio de Obona. Entramos al poco en Campiello donde tras pasar por dos tiendas llegamos a El Fresno y El Espín, demasiada carretera teniendo en cuenta que se trataba de un camino de montaña, a lo lejos se veían los aerogeneradores que íbamos a superar tarde o temprano. Borres apareció como un suspiro en alto y poco después la gran incógnita, seguir por Hospitales o ir a Pola, decidimos ir a Pola ya que los días amanecían muy cubiertos de niebla y aconsejaban no adentrarse en esos parajes salvo que se fuera acompañado y por lo menos se conociera algo el trayecto (la foto es de ese paisaje). Llegamos a Samblismo, Colinas y subimos hasta el alto de Porciles, cruzamos el puente y tras un fuerte repecho coronamos el alto de Lavadoira. Y claro, todo lo que sube, tiene que bajar, el descenso fue fortísimo hasta Ferroy, bonita aldea, y por fín entramos en Pola de Allande. El refugio está siguiendo cuatro kms después tras una suave subida por carretera hasta Peñaseita que son dos casa y un bar y junto a él el albergue, pequeño, sin hospitalero y bastante sucio, pero albergue al fin y al cabo.
Cuando Jose y yo llegamos habían unos chavales que hacían demasiado escándalo para nuestro gusto, pero gracias a Dios estaban en otra zona del albergue aunque se les oía a la perfección, a nuestro lado llegaron una familia francesa, nos llamó la atención de que venían con una joven que parecía tener algún retraso mental y caminaba con dificultad, comprendimos que algunos venían andando y los demás buscaban algún medio de transporte, era comprensible. Tras ducharnos y hacer algo de colada, aunque el día no acompañaba, fuimos a comer a ¡correcto! el único bar que había, estaba bastante bien atendido. Allí le preguntamos a la dueña si teníamos que retroceder a Pola a retomar el camino como nos había dicho el mal hospitalero de Tineo y nos dijo que no era necesario pues debajo del albergue había un sendero que era precisamente el Camino de Santiago. Una rabia me recorrió el cuerpo, al pensar en esa mala gente que cree que sabe y no tiene ni idea. Comimos de primero Sopa y de segundo chuletas de cerdo con patatas. El día lluvioso favorecía la siesta. Yo desperté antes que Jose y fui al bar a leer el periódico y tomar una cerveza. Allí leí un artículo de opinión sobre los pueblos que se abandonan constantemente por aquella zona el cual me impresionó mucho.
El día de hoy se presentaba especial pues según los demás peregrinos y conocedores de la ruta, este trayecto era el más duro del camino, no en vano las guías te aconsejan dividir la etapa en dos partes (Peñaseita-La Mesa / La Mesa-Grandas) pero nosotros nos encontrábamos bien y decidimos hacerlo de un tirón, al fin y al cabo no eran demasiados kilómetros, aunque la dificultad está en los numerosos desniveles que íbamos a encontrar.
De buena mañana nada más levantarnos bajamos por una pista por debajo del albergue que nos llevo primero en descenso y luego en ascenso por un paraje realmente impresionante, muy bonito y muy fresquito. Algún riachuelo hacía acto de presencia, el camino se convertía por momentos en piedras de un tamaño considerable. Llegamos a una aldea llamada La Reigada donde un perro estuvo más de un kilómetro ladrándonos, nos reímos mucho al leer en la estupenda guía de Carlos Mencos la advertencia a dicho perro. Estas aldeas tienen un algo especial, son realmente bellas, me acordé del artículo de opinión que leí en el bar de Peñaseita escrito por Jorge Jardón donde hablaba de los pueblos abandonados los comparaba con cementerios de chatarra amontonada, oxidada y denunciaba que las subvenciones destinadas a los pueblos que están a punto de desaparecer no solucionaban el problema sino que alargaban la agonía de estos. Enfrascado en mis pensamientos y pensando que si mi madre viese este paisaje iba a alucinar, llegamos a la subida impresionante al puerto del Palo, nunca mejor dicho, un "palo (1.100 m. de altitud), En lo alto el paisaje fue precioso (la foto corresponde al paisaje), la niebla (compañera ya muchos días) cubría tímidamente las laderas de los picos más altos en una imagen realmente impresionante, allí vimos al grupo de madrileños, nuestros amigos peregrinos que tantos días habíamos visto y con los que nos unía ya una gran amistad, se reían de nosotros pues por mucho que corrían al andar no había manera de perdernos de vista, siempre los adelantábamos a pesar de que habían muchos días que salían una o dos horas antes. Allí nos hicimos unas fotos.
Continuamos por ese bello paisaje hasta una aldea que se llama Montefurado, donde antaño un señor gritaba por las noches tres veces para orientar al peregrino. Se llama Montefurado pues los romanos construyeron cantidad de minas con lo cual el monte estaba agujereado (furado). Allí las vacas campaban a sus anchas.
Subiendo aún y cruzándonos con la carretera muchas veces, llegamos a un bosque oscuro hasta Berducedo, ya en un terreno más suave y ondulado se sigue el elevado cordal por pistas agrícolas y forestales hasta cubrir los 4 largos km. que faltan para alcanzar la aldea de La Mesa, donde no hay servicio alguno, aunque sí dispone de albergue. Yo al pasar por él, entré para ver el registro de peregrinos del día anterior para hacerme una idea de la gente que iba a pernoctar en Grandas (pues habían pocas plazas en su albergue), eran seis peregrinos.
Llegó el momento de subir una cuesta asfaltada realmente agotadora, al subir, pude dejar un poco retrasado a Jose, la niebla lo ocultaba y de vez en cuando gritaba para cerciorarme de su presencia. Después, desde una altura de 1100 metros tuvimos que descender en 9 kilómetros hasta los 200, con lo cual la bajada fue realmente peor que la subida, además al bajar la niebla empezó a deshacerse y el sol empezó a calentar demasiado, además el sudor hizo que en la entrepierna volviese a aparecer el fantasma de la escocedura. En todo el trayecto no hay el menor servicio.
La bajada es de lo peor, resultó agotador, yo iba despacio pues el año anterior, completando el camino francés tuve un problema realmente serio en mi rodilla izquierda, me la lesioné bajando el alto del perdón, pasando Cizur Menor. Fui al médico y me diagnóstico tendinitis rotular, aunque eso no hizo que completara el camino tres semanas después, aunque con un dolor realmente bestial hasta el último día. Bueno, a lo que iba, la bajada fue en zig-zag, a veces ves la gran presa de Salime, a veces la pierdes de vista, a veces crees que ya has tocado el fondo, a veces parece que te quede un mundo para llegar abajo. Cabreadísimos llegamos a una carretera asfaltada que nos condujo a la presa construida en el siglo XX, desde arriba la vista es realmente impresionante. Después de la presa y ya sin una gota de agua (eso fue lo peor, pues me creó una gran ansiedad) llegamos a través de una carretera asfaltada de 6 kilómetros a Grandas de Salime, a la entrada del pueblo, el camino sube y baja una pequeña elevación de terreno, decidimos continuar por la carretera y gracias a Dios encontramos una zona de recreo donde había una fuente. Realmente pasé una sed bestial aproximadamente durante dos horas y media, a punto de desmayarme. Además a la llegada a Grandas eran casi las tres de la tarde y el sol apretaba muchísimo. Llegamos a Grandas hechos una verdadera mierda. Al llegar al albergue (delante de la Iglesia del Salvador) había unos amigos catalanes que acababan de llegar y que venían de La Mesa.
El albergue de Grandas fue el peor del camino de Santiago, yo diría de todos los caminos a Santiago literas de cuatro alturas y un cuarto de baño que daba miedo, con un escalón pues al ducharte el agua lo inundaba todo, sin tendederos y sin ningún servicio. Tuvimos que ir a sellar a un bar cercano, pues no había absolutamente nada, aquello parecía una pocilga, ahora bien, el peregrino agradece y el turista exige, pero el estado del albergue era realmente denunciable.
Después de ducharnos, fuimos a comer a la Restaurante Arreigada. Durante la ducha tuve ciertos problemas pues cuando el agua de la ducha recorre tu cuerpo arrastrando el sudor depositado de tantas horas de caminata y llega a lugares que tienes escocidos, el dolor y el picor es realmente inaguantable, tuve que gritar muchas veces de dolor y picor. Comí de plato único escalopines al cabrales y un helado, Jose Manuel comió de menú. Por la tarde dimos una vuelta. Se trata de un concejo de carácter principalmente rural, dedicado por entero al sector primario, a pesar de que buena parte de sus tierras más fértiles fueron anegadas por la construcción del embalse, la escocedura empezó a cicatrizar, eso era buena señal, gracias al Positón se calmó el dolor. Fuimos al bar donde sellamos para tomar una cerveza, allí nos encontramos a nuestros amigos madrileños, nos reímos mucho pues uno de ellos hizo promesa de no tomar cebada en todo el camino y yo me las bebía como agua. Pronto como siempre nos acostamos realmente cansados.
Desde la iglesia de San Salvador seguimos de frente, muy pronto como de costumbre, un donut y un batido de cacao era mi desayuno. Poco después, tomamos la calle del Carmen y continuamos por una pista cementada, la cual se prolongó por un camino de tierra que finalizó en la carretera AS-28 a la altura de A Parrapa, las aldeas se sucedían constantemente, un ejemplo son Careijeira, Castro, Gestoselo, etc. En ascenso llegamos diez kilómetros después a Peñafuente a través de una subida bestial llegamos a través de un bosque casi deforestado hasta el Puerto del Acebo a 1030 metros (también se podía ir por carretera pero decidimos tomar el monte), donde hay cantidad de aerogeneradores (véase la foto del día), los cuales los veníamos viendo ya varios días, poco a poco se fueron haciendo más grandes, allí en la cima hay una placa de encuentro entre Asturias y Galicia de mármol, poco después en descenso a través de cantidad de ortigas llegamos a la Venta del Acebo donde hay una pequeña casa y dentro un bar, donde muy amablemente Pilar nos atendió y nos aconsejó ir A Fonsagrada, comer pulpo en el Mesón Caldeira. Allí en la Venta está el primer mojón del camino dentro de Galicia, además hacía frío, hay que estar atentos pues Asturias indica la dirección de Santiago en la convergencia de las líneas de la estrella del Camino, mientras que Galicia lo hace justo al revés. A mano izquierda subimos un pequeño montículo y luego bajamos hasta Cabreira, la cual se cruza por la carretera y se sigue por ella a Fonfría, el camino nos llevó a una ermita donde había un área de descanso.
Poco después entramos, ya con demasiado sol pero sin escocedura, en Paradonova y después en A Consagrada, donde por un camino empedrado se llega a la misma "Fons Sacrata", Iglesia y antiguo hospital, situada en pleno corazón de las sierras orientales de Galicia y enmarcada en unos inmejorables parajes de montaña. Dos kilómetros después llegamos a Padrón (que no es el Padrón de los pimientos).
En la guía marca 27 kilómetros, pero por las horas que llevábamos andando, creemos que fueron más. Al llegar al albergue de Padrón había un chaval la mar de simpático con el cual nos cruzamos varios días. Allí, en la puerta, había un número de teléfono al cual llamamos para que nos abrieran y vino un señor de protección civil muy simpático, nos fichó y nos alojamos, la verdad es que ese albergue era realmente un hotel de cuatro estrellas, tenía de todo y allí se estaba como en casa. Tenía un lugar cerrado para tender y estaba al lado de la ladera de una montaña, era un paraíso, como en Padrón no habían servicios tuvimos que subir otra vez a A Fonsagrada para ir a comer, sin problemas, pues los pies nos respondían de categoría. Fuimos donde Pilar nos dijo, nos dimos un homenaje, merecido por otra parte, comimos pulpo en El Mesón Caldeira que dicen que es el mejor pulpo de Galicia y también una tabla de embutidos. Antaño la ruta más antigua bajaba hacia A Pobra de Burón, capital del municipio hasta 1835. Posteriormente, una desviación por A Fonsagrada trató de acortar camino, subiendo desde Paradanova hasta A Praza, en A Fonsagrada, desembocando justo en la Fonte Sagrada, cerca del albergue adosado a la antigua capilla.
Al llegar de nuevo al albergue nos encontramos con un personaje peculiar que nos acompañaría, a veces, por los albergues del camino hasta Santiago. Un señor francés, aparentemente mayor, con un perro que se llamaba Bilbo. Si el perro no podía dormir en el albergue, entonces su dueño tampoco lo hacía, era una imagen realmente emotiva, venía de Francia, iba a Santiago por el Camino Norte y Primitivo y volvía a Francia por el Camino Francés. Brutal. También llegaron nuestros amigos los catalanes. Pronto nos acostamos no sin antes charlar con el resto de peregrinos. Los catalanes fueron de juerga y llegaron cerca de las tres o cuatro de la mañana con una peste a alcohol que tiraba para atrás. Ellos sabrán.
Según el perfil, la etapa de hoy se presentaba muy dura ya que habían incluso tramos casi verticales, como en A Lastra, muchos peregrinos optaban por subir por la carretera para ahorrarse esa subida, pero nosotros decidimos hacer el camino que tocaba pues al principio ya optamos por el asfalto para ahorrar kilómetros y nos dimos cuenta que es un error, pues nos perdimos a veces, los tramos más bellos del camino, así, enfrascados en estas ideas de no volver a abandonar nunca más el trayecto oficial por muy duro que fuera, salimos del albergue casi de noche, llegamos por veredas alternando con la carretera, a través de un camino forestal hasta Vilardongo y en ascenso y con mucho barro, a Montouto donde hay un hospital en ruinas, allí Jose dejó huella pues no aguantaba más sus necesidades fisiológicas, media hora después llegamos a Paradavella donde hay bares, paramos a tomar una cerveza. Ya el sol apretaba sobre nosotros, y cambié el dolor de las escoceduras por un fuerte dolor en la parte alta de mi pie derecho, ya llevaba dos días con molestias, pero ahora el dolor era más intenso, de todas formas ya ningún dolor me iba a impedir llegar hasta Santiago. Llegó el momento de subir A Lastra, primero en descenso hasta la aldea de Degolada y después en fortísimo ascenso hasta A Lastra, las sendas resultan impracticables por la maleza, además con unos pedruscos más grandes que la cabeza de Jose y ya es decir, je, je.
Allí en A Lastra paramos a almorzar algo, estábamos hechos polvo, en el humilde bar comimos unos trozos de bocadillos que preparamos el día anterior. Después fuimos derechos a Fontaneira y casi una hora después por un camino encantador, llegamos a Cádavo Baleira, justamente por donde se encuentra el albergue de peregrinos, inaugurado en el año 2000 (la foto corresponde a la entrada). Allí llegamos los primeros a pesar de que ya era bastante tarde, sobre la una y media, llamamos a un número de teléfono y a los dos minutos escasos apareció el encargado del albergue, nos abrió la puerta y pudimos comprobar que aquello era una verdadera maravilla, el mejor albergue que he visto en 1700 kilómetros, era un auténtico hotel de cuatro estrellas "El Hilton de los Albergues, todo muy bien montado y muy limpio, además el señor hospitalero era muy simpático y muy atento con nosotros, un verdadero lujo a estas alturas de camino. Estuvimos charlando con él, pues el día anterior unos peregrinos extranjeros destrozaron los baños, llenos de agua, suciedad e incluso se habían llevado todo el papel higiénico, un desastre. Después de una espectacular ducha (con sumo cuidado de no ensuciar) nos fuimos a comer Caldo Gallego y Churrasco, al Hostal-Restaurante Moneda. Allí nos encontramos a nuestros amigos, las parejas de madrileños y poco después llegaron los catalanes y el señor francés con Bilbo, su perro. Por la tarde dimos un paseo, tomamos unas cervezas. El Camino Primitivo entra en Cádavo, por el Monte da Matanza, donde la tradición cuenta que el ejército de Alfonso II libró batalla contra los musulmanes. Un escudo de la fachada del antiguo ayuntamiento muestra a un soldado cristiano matando moros. Cádavo es la capital del concejo de Baleira y está centrada principalmente en la restauración y en los pequeños comercios. Pronto, para aprovechar las estupendas literas, nos fuimos a dormir.
Lugo se siente próximo. Treinta kilómetros tienen la culpa. El día se presentaba muy soleado y duro, prácticamente nada más empezar a andar ya estábamos subiendo aunque a la vista del perfil no iba a ser una etapa complicada, los grandes desniveles llegaban, de momento a su fin. El camino estaba embarrado. Pasamos junto al santuario de Nuestra Señora del Carmen. Llegamos a Villabade y la atravesamos toda, se cruza por la calle Real, pasando por delante de la interesante iglesia parroquial que posee este lugar y se sigue la misma carreterilla que nos lleva directamente a Castroverde, el barro aumentó, pues el suelo estaba muy húmedo, aunque yo le decía a Jose Manuel que mejor barro que pista de asfalto o arcén de Nacional, eso sí los resbalones estaban a la orden del día, aún me dolía el culo de la caída que tuve bajando el Monasterio de Cenarruza. De Souto de Torres salimos en descenso hasta un grupo de casas donde hay una que nos llamó la atención pues era toda amarilla (la guía de Carlos ya nos lo advertía) entramos en Vilar de Cas. Subimos hasta Gondar donde a la entrada del pueblo hay una fuente con un agua estupenda pero que se encuentra en una curva con lo cual decidimos continuar por el peligro que suponía.
Gracias a Dios encontramos otra fuente con la misma agua a 100 metros y además con sitio para sentarse a los lados, allí paramos a almorzar. El sol no había salido, una capa de nubes claras nos cubrían de los rayos del sol que tan mal iban para mi entrepierna. Después del bocadillo subimos hasta una cantera y enfilamos el camino hasta As casas da Vina. A medida que nos vamos aproximando a la capital, los caminos, curiosamente, se hacen más pedregosos e irregulares. Tras atravesarla, en poco menos de una hora llegamos a Lugo a través de una entrada preciosa pues evitamos las grandes masas de fábricas que acompañan las afueras típicas de las ciudades. Llegamos al albergue sobre las doce (la foto es de ese momento) y media, allí estaba un individuo que había cogido el autobús con una aparente tendinitis (que no lo era) y había venido desde Grandas, lo que tenía era un morro que se lo repisaba. Digo que no lo era porque por la tarde estuvo paseando por Lugo cerca de tres horas y tomando unas cañas de medio litro. A este individuo lo vimos a lo largo del camino, nosotros los valencianos, cuando vemos a alguien que pierde un poco de aceite decimos que le falta "un regonet pues a este le faltaban diez "regonets. Además cuando Jose Antonio, el hospitalero de Lugo, abrió el albergue, subió a las literas en el primer piso y cogió siete para sus amigos que venían detrás de nosotros, dejaba la mochila aquí, el saco allí, los calcetines por aquí con lo cual la gente que venía detrás, entre ellas las parejas de Madrid que andaban más lentos, podrían correr el riesgo de no encontrar cama, a pesar de que se la merecían más que él. Entonces indignado decidí decírselo al hospitalero y éste lo puso en vereda. Jose Antonio era un verdadero hospitalero comprometido, llegó para controlar el albergue unos meses y ya llevaba varios años. Al final salió el sol. También llegaron nuestros amigos los ferroviarios (los de Portugalete y demás) que venían seguramente en tren pues en tres o cuatro días no nos los habíamos cruzado.
En estas nos duchamos, lavamos la ropa y nos fuimos a comer donde nos recomendó Jose Antonio, fuera de las murallas. Este día no me dolía nada, estaba genial. Comimos Caldo, carne empanada con patatas y flan por siete euros, eso sí, era un cuchitril de lo más asqueroso, en el Mesón Manger. Tras una pequeña siesta fui yo a revelar algunas fotos para mandarlas a casa y por la tarde ya con la inestimable compañía de Jose paseamos por las murallas y fuimos a tomar una cerveza junto a nuestros amigos de Madrid a la Rúa Nova. Pronto nos acostamos como siempre.
De noche, como de costumbre salimos del estupendo albergue de Lugo, junto a nuestros amigos los madrileños, la etapa se presentaba llana, sin dificultad, lo único reseñable era que íbamos a tocar mucho asfalto.
De la parte vieja, como digo, salimos por la muralla, en concreto por la puerta de Santiago, delante de la catedral, las botellas vacías y la gente que volvía a casa demasiado ebria, contrastaban con la majestuosidad de la catedral iluminada por sus cuatro costados, nada más salir de la puerta de Santiago, volvimos a la cruda realidad moderna, una gran obra nos hizo dar un pequeño rodeo para buscar señales inexistentes a nuestros ojos. Finalmente encontramos un hueco que podría simbolizar una vieira ¿qué ganan en arrancar esas señales? Descendimos para pasar por debajo de la carretera y llegamos a un pequeño arrabal junto a una ermita y posteriormente un cruce de caminos, uno dirección a Sobrado dos Monxes y otro dirección Melide. Seguimos este último, aunque nuestra intención era ir a Palas de Rei (teníamos que alargar nuestra llegada a Santiago pues el billete de avión de vuelta era para el 31 de julio y eran demasiados días en Santiago), pasamos por debajo de la N-540 por un pequeño túnel y seguimos de frente. Pero de frente de verdad. Todo recto, recto, recto por asfalto, menos mal que era la pista muy tranquila y rodeada de vegetación, en ocasiones nos desviábamos para coger una pista de tierra al margen de la carretera, pero que después de un buen rodeo te devolvía a ella, a Jose eso se lo llevaban los demonios. Durante el camino hablamos largo y tendido de nuestras cosas, ya poco podíamos decirnos pues nos conocíamos ya demasiado, pero aún encontramos temas de conversación, Jose insistía en que me buscara novia, eso no entraba dentro de mi vida en esos momentos. Fue una conversación muy agradable y divertida. Llegamos a San Román da Retorta, donde, ya que estaba cerrado el único bar que había, nos sentamos en una parada de autobús a comernos un pequeño bocadillo que preparamos nada más levantarnos en Lugo, el mío de atún chorreando por los cuatro costados pero al que no le di tiempo ni de chistar. A Jose no le gustaba sentarse en esos sitios pues decía que parecía que estuviésemos esperando el autobús y eso no lo podía aguantar. Si pasaba algún coche agachábamos instintivamente la cabeza, nosotros no necesitábamos medios artificiales para llegar a Santiago.
La segunda parte de la etapa era una repetición de la primera, asfalto rodeado de bosque, hasta llegar a una bifurcación ya en Palas, eran la una de la tarde y ya habíamos completado los 35 kms y eso que empezamos a andar un poco más tarde de lo normal, pero el albergue de Lugo lo merecía. Al llegar a ese cruce fuimos a la derecha a una gasolinera donde Jose preguntó el camino al albergue, a la derecha ya entramos en Palas con lo que supone de Camino Francés, millones de bares, menús, pensiones con descuentos a peregrinos, terrazas, bordones en las esquinas, peregrinos recién duchaditos, bueno Jose y yo nos quedamos estupefactos, era difícil no mover los ojos y encontrar un bar, una gran pena (hay lágrimas que no son de tristeza) me recorrió la espalda. Ya nada nos podía parar.
Llegamos al albergue (la foto es de fuera) y cuando la hospitalera nos vio entrar se rió de nosotros, pues el albergue se llenaba apenas abrir sus puertas, fuimos al albergue privado un poco más allá, unos cien metros, y estaba lleno, además costaba 9 euros. Jose, muy listo, fue a un hostal justo enfrente y gestionó una cama por 20 euros (Hostal-Casa Vilariño), o sea 10 euros cada uno, ¡perfecto! La habitación era realmente acogedora y limpia, además la ducha era, bueno cuando lo recuerdo se me pone la piel de punta, lo bien que nos sentó. Debajo de la pensión los dueños tenían un bar donde tomamos tres cervezas seguidas, bueno Jose una que se me emborrachaba. Después de interesarnos por si hubiese sitio para nuestras tres parejas de madrileños, nos fuimos a comer preocupados por nuestros amigos que venían detrás, nos lamentábamos de no haberles pedido el teléfono móvil a alguno. Comimos de primero ensalada de pasta y de segundo pollo con patatas, de postre membrillo con queso fresco (por 8 ·) Jose ya había comido allí cuando hizo el camino en bici, las camareras estaban para comer de tercero.
Después nos fuimos a descansar, antes fuimos a tomar un chupito de orujo de hierbas en la plaza donde había un chiringuito del bar O´Portón con música celta, allí donde está la oficina al peregrino.
Estábamos solos, el sol apretaba pero estábamos esperando que llegaran nuestros amigos. Como tardaban nos dimos a la siesta. Por la tarde nos los encontramos, ya habían cogido cama en la pensión (¿telepatía quizás?) ya más tranquilos fuimos al mesón "A forxa donde en el 2005 desayunamos, allí tomamos un par de cervezas, dimos un paseo no en vano Palas fue en el medioevo uno de los principales enclaves del Camino, prontito a dormir. Arancha (una de las madrileñas) me dio una crema para las piernas cansadas que me congeló literalmente, casi cojo la manta. Como he dicho anteriormente, teníamos que retrasar nuestra entrada en Santiago, así que, al día siguiente íbamos a Melide a comer pulpo, una etapa para mariquitas ferroviarios, que nos daba vergüenza. Pero si llegábamos pronto a Santiago teníamos que estar cuatro días en hoteles, con el consiguiente gasto inútil, pues el regresó era para el 31, aún así íbamos a estar en Santiago dos días y medio en el Hotel La Salle que ya habíamos reservado. Los madrileños continuaron hasta Arzúa, ya hasta Santiago no los volvimos a ver.
Por fin íbamos a completar una etapa de relax. Físicamente nos vino muy bien, pero psicológicamente no tanto. Me explico: No demasiado pronto y tras descansar en el hostal "de categoría salimos por la travesía do peregrino la cual concluye en una fuente, desde la que seguimos hasta Porterroxán y otras aldeas pequeñísimas. A través de varios túneles vegetales, cruzamos el río Pambre por su puente de cemento que nos dejó en Pontecampaña. La magia del denso robledal generó un ambiente de ensueño difícil de olvidar y de describir, yo siempre me acordaba en esos momentos, de mi familia y pensaba cómo les iría en esos momentos. Cruzamos Casanova y O Porto de Bois, por una suave cuesta llegamos a A Campanilla ya en las afueras de la provincia de Lugo, O Coto será con sus tres habitantes, la primera aldea coruñesa. Pasamos por una calzada romana, bastante bien conservada por Leboreiro, un paisaje espectacular que evoca las historias de la Santa Compaña y las meigas llegamos a A Madalena con su gran polígono industrial donde el ayuntamiento de Melide ha colocado una serie de monolitos que no pegan ni con cola, donde se hace ostentación de las asociaciones de damas y caballeros del Camino que se dedica a organizar pitanzas y plantar arbolitos en un bosque artificial ridículo. Huimos rápidamente del lugar para llegar a Furelos donde rellenamos nuestras botellas y tras una ligera cuesta llegamos a Melide, patria del pulpo.
Al llegar a Melide fuimos al albergue municipal, era prontísimo, Jose y yo estuvimos padeciendo largo rato, pues parecía que nos estábamos traicionando, el albergue contaba con 130 plazas, yo llegué el primero, la hospitalera acababa de entrar a limpiar y nos sentimos muy mal, pero como teníamos billete para final de mes estábamos retrasando la llegada a Santiago, cosa que nos deprimía muchísimo, prácticamente a estas altura ya hubiéramos entrado en Santiago. Poco después llegaron unos extranjeros muy bien vestidos que nada más llegar sacaron su saco y esterilla y se pusieron a dormir delante de nuestras narices. La diferencia es que nosotros llevábamos más de 930 Kms. A pie y ellos salían de Sarria. Era realmente patético compartir cola con tan semejante escoria de gente. Nos sentíamos traicionados por nuestro propio destino, además se puso a llover y empezó a hacer un frío infernal. La cerveza de fin de etapa se transformó en veneno que no hizo más que entristecerme al verme en aquella cola. Tras esperar hasta la una, nos hicieron entrar. Bueno después de ducharnos y sin hacer colada, pues lloviznaba, nos fuimos a comer al Mesón Garnacha, ya que un compañero peregrino, el que conocimos en Padrón (A Fonsagrada), coincidió en Melide con nosotros, así nos lo aconsejó. Comimos caldo y pulpo hasta reventar.
Jose se fue a hacer la siesta y yo marché a un ciber para enviarle a Carlos Mencos algunas rectificaciones sin importancia a su espléndida guía sobre el camino del Norte que estábamos acabando por su tramo francés. Jose después vino a buscarme y fuimos a hacer la compra de cena y desayuno y nos fuimos a la Pulpeira Ezequiel, (la foto es de allí) En la carretera, cantón de San Roque, donde hacía tiempo que queríamos ir, Jose Manuel ya la conocía, pues hacía años hizo el Camino en bici y esa era parada obligatoria. Además el año anterior estuvimos allí, él, yo, Jose de Madrid y Jose de Mallorca.
La Pulpeira Ezequiel es toda una institución en Melide y para nosotros los peregrinos un milagro, pues no hay nadie preparando el pulpo a la feira como Mercedes (en la foto). Además, comer en sus bancos corridos era una delicia. Nos quedamos tan llenos de pulpo, riveiro y pimientos del padrón. Pronto nos retiramos a dormir.
Antepenúltimo día de peregrinación compostelana ya que decidimos ir al día siguiente al Monte del Gozo, para alargar nuestra llegada. Pronto, como siempre, nos pusimos en camino a Arca. De noche cerrada y con mi linterna como única ayuda en la inmensidad de un bosque de eucaliptos, andamos, además hacia realmente frío, descendimos hasta el encantador paraje del Rego Catasol, ornado de robles, abedules y alisos, tuvimos que atravesar un puente natural de piedra, esta vez no muy resbaladizo que nos puso el corazón a cien por hora, pasamos rápidamente por aldeas como la de Raído o Boente cuando aún no llevábamos una hora de camino. Bajando al valle del Boente llegamos a Castañeda y Río con ocho habitantes, los cuales seguramente se disponían a sacar el ganado por estos espectaculares montes. Por una pista forestal ascendimos al monte Couto de Doroña para volver a bajar a Ribadiso de Baixo también de ocho habitantes. El sube baja concluyó con la fuerte cuesta que unía el albergue de Ribadiso con la villa de Arzúa, donde, por fin, empezó a clarear el día, pese a la cantidad de nubes que pululaban por encima de nosotros.
Estaba cansado, por el gran cansancio acumulado, por otro lado estaba triste, más bien, estábamos, pues el camino llegaba a su fin, por otro lado estábamos contentos, era muy contradictorio todo. Eso, sólo lo sabe quién vive el camino como lo vivíamos nosotros. Es curioso que normalmente no me acuerde de lo que comí el día anterior y sin embargo, un gesto, una piedra, un humilladero, una nube del camino lo recuerdo a la perfección. Recuerdo los olores, mis sentimientos, mis sueños, todo lo recuerdo y es que el cuerpo es muy sabio.
En Arzúa empezó a llover con cierta intensidad. Así nos pusimos en marcha por entre prados y robles, subimos a Pregontoño, un sinfín de aldeas se cruzaban en nuestro camino, Peroxa, Tabernavella, Calzada, Calle, Boavista, Salceda, O Xen, Ras, Brea, O Empalme, Santa Irene donde nos cruzamos a un centenar de peregrinos muy jóvenes y por fin Pedrouzo.
La lluvia en ocasiones era muy intensa. Sobre las doce y media llegamos al albergue donde había millones de grupos de jóvenes esperando entrar en el albergue desde hacía tres horas, es decir, hacían etapas de nueve kms. con lo cual llegaban con muchas ganas de juerga.
No voy a extenderme en criticar estos actos, ya lo he hecho anteriormente, sólo decir, que la hospitalera que alardeaba de haber recibido el premio de la Xunta a la hospitalidad, aunque se dio cuenta de estos grupos y los apartó para registrarlos, a media tarde se fue y los dejó a sus anchas para hacer todas las barbaridades que quisieron.
Bueno, después de una ducha con agua hirviendo (no se podía regular) decidimos ir a comer sin hacer la colada, además llovía (igual que el año anterior), con lo cual no se iba a secar, pensamos en poner una lavadora y una secadora, a mis pantalones les hacía falta. Por cierto yo tenía otra vez la escocedura en la entrepierna bestial (igual que el año anterior). Fuimos al hotel de Arca, cerca del albergue donde comimos de primero Caldo gallego y de segundo milanesa. Después, fuimos al albergue a descansar y hacer la colada. Ya que el pueblo no tenía ningún atractivo, quizás destacar un puente romano sobre el río Mera, así como quince castros celtas. Fuimos a tomar un café y unas cervezas antes de hacer la compra, volvió a llover con fuerza y pronto nos fuimos a dormir, estábamos alojados en la planta de arriba del albergue en dos camas individuales, de categoría.
Decidimos descansar en el Monte do Gozo, así, al día siguiente cubrir un corto tramo hasta la ciudad (6 Kms.) y así hacer nuestra entrada a hora temprana, obtener la Compostela y acudir a las 12, en la catedral, a la misa del peregrino. Bueno, pronto encontramos el campo de fútbol de Arca y junto al polideportivo y el colegio nos dirigimos ya por una pista de tierra hasta San Antón, la concentración parcelaria de Amenal nos obligó a dibujar varios ángulos rectos y al fondo ya divisamos los aviones que aterrizaban en el aeropuerto internacional de Lavacolla. Tras un duro repecho tomamos una pista forestal que subía el alto de Barreira, donde tras una gran rotonda principiaba el municipio de Santiago, aún era de noche, y de la emoción no nos dolía nada, continuamos a San Paio y tras una cuesta muy dura llegamos a A Esquipa y Lavacolla y subiendo a Valamaior y Neiro, pasamos junto a la Televisión de Galicia y junto a ella la Televisión Española de Galicia. Por una zona desarbolada alcanzamos San Marcos, esta aldea concluye en una capilla y a la izquierda queda el Monte do Gozo donde antaño se veían las agujas de la catedral hoy tapadas por la crecida urbanística de la ciudad Santa. El monumento que corona el Monte do Gozo no puede ser más horrible, por un momento dude en hacerme una foto o no. Estaba desierto, aún era muy temprano y ya habíamos hecho quince kms. Al llegar fuimos por detrás de un pequeño chiringuito puesto a pie del camino hasta la escalinata que da acceso al complejo del Monte do Gozo donde están los barracones de piedra
puestos uno al lado de otro hasta donde alcanza la vista, es realmente impresionante. La única pega es que abrían a las dos de la tarde y tuvimos que hacer cola cerca de cuatro horas. Esa era la penitencia que debíamos pagar por sacar el billete de vuelta a casa demasiado pronto. Allí estuvimos hablando con tres chicas que iban acompañadas de la madre de una, andaluzas muy simpáticas, una de ella venía con una tendinitis impresionante desde O Cebreiro y estaba muy desilusionada pues iba siguiendo el camino en autobús o como podía, además ella era la que alentó al grupo a hacer el Camino. Cuando nos permitieron entrar nos alojamos en una habitación de ocho camas en literas, estaba bastante bien. Después de ducharnos en un cuarto de baño que parecía una piscina. Nos fuimos a comer a Susos en San Marcos (el pueblo anterior al Monte do Gozo) era un asador que nos recomendó el hospitalero. Allí comimos caldo, pollo con patatas y merluza, estaba buenísimo, además físicamente estábamos la mar de bien, podríamos haber hecho el camino de vuelta a Irún a pie. Después de comer nos fuimos a hacer la siesta y por la tarde estuvimos tomando una cerveza en un bar del complejo del Monte do Gozo. Por la noche salimos fuera del albergue y estuvimos un rato compartiendo conversaciones con otros peregrinos, entre ellos un señor que venía haciendo el camino con una sola pierna y con la ayuda de sus muletas, realmente impresionante además tenía un sentido del humor realmente espectacular.
Pronto nos fuimos a dormir con la ilusión de ir al día siguiente a la casa del Santo. Algo recorría mi cuerpo por dentro pues no quería que se acabara esa rutina del peregrino, por otro lado sí que quería llegar a la meta, pues se acercaba el día de volver a ver a mi familia. Quizá si no hubiésemos tenido el billete comprado desde Oviedo, probablemente hubiésemos llegado a Finisterre. Jose se lamentaba muchas veces.
Por la mañana estaba desierto el Monte del Gozo pues aún era muy temprano. Llegamos al Ponte de San Lázaro donde hay un monumento al templario, las concentraciones de casas anunciaban la entrada a SANTIAGO. Deberíamos estar contentos, pues no, estábamos tristes, todos los recuerdos en el camino se agolpaban sin cesar, desde el día que encontré a aquella amable señora en Irún hasta ese mismo momento como si pasara todo a la velocidad de la luz, eso no se olvida. Andamos rápido, ya que le dije a Jose que quería entrar a la plaza del Obradoiro solo, sin compañía, salvo la suya que me había acompañado, claro. Lo decía porque las tres chicas andaluzas se empeñaron en seguirnos el paso aunque lo incrementábamos mucho para perderlas de vista, si nos hubieran aguantado más días no intentarían seguirnos pues hubiesen acabado lesionadas. Tras un recorrido urbano de varios kms. y por entre calles estrechas y cada vez más antiguas, lloviendo, llegamos a la monumental plaza del Obradoiro, solos, por la derecha, por el mismo sitio que entramos el año pasado, cerca del Palacio de Gelmírez. Allí, se me hizo un nudo en el estómago superior al año pasado, la diferencia es que el año pasado salió todo a través de lágrimas, y ahora no afloraban pero que me destrozaban por dentro de emoción. Describir lo que sentía era muy difícil.
Después de pasar por delante de la fachada (la foto es de ese momento) y mirando de reojo a Jose haber si hacía algún ademán, llamé a casa y se puso mi padre a pesar de que era muy pronto, entonces fue cuando no pude terminar de hablar y arranqué a llorar. Era tan pronto que la catedral permanecía cerrada y en la plaza seguía lloviendo. Al rato me llamó mi madre y se puso a llorar de emoción. Al llegar a la plaza lo primero que me vino a la memoria fue mi familia, mis padres, mi hermano y mi minino, ellos siempre serán lo primero. Junto a la Praza das Praterias llegamos a la Oficina del peregrino y recogimos nuestra Compostela. Allí tuvimos que hacer cinco minutos de cola, allí Jose Manuel me confesó que este año se había emocionado menos, opinión que no compartía para mí. Después de recoger la Compostela, fuimos al hotel La Salle a dejar las mochilas y cambiarnos un poco para estar presentables ante el Santo. Luego fuimos a almorzar algo y a la catedral e hicimos todos los ritos que se deben hacer, lo primero era ir a ver al Santo. Subimos por el camarín del Apóstol y le di un efusivo abrazo y le besé dos veces mientras apoyaba mi frente sobre su manto de metal. Emocionados bajamos por las escaleras debajo del altar mayor, hasta su sepulcro donde pasamos y nos postramos ante él con la cabeza agachada en señal de profundo respeto, allí, el nudo del estómago se convirtió en lágrimas de alegría, por fin, después de más de mil kms. estábamos ante él. Después de pisar las iglesias que lo veneraban a lo largo del Norte de España, después de ver su figura en múltiples lugares, por fin estábamos ante él. Después, nos dirigimos al Pórtico de la Gloria donde hicimos posesión de la meta, tocando la piedra, dimos los tres golpes de rigor en la piedra, símbolo de solidaridad y tras ésta la imagen del maestro Mateo condenado a no ver su obra por haber osado colocarse en el Paraíso, tres golpes más para potenciar la inteligencia y la memoria.
Después desde el centro de la catedral, a las doce en punto de la mañana oímos la misa, con profunda emoción. Tras esto, hicimos unas fotos en la plaza del Obradoiro, vimos asombrados la fachada de la catedral durante largo rato y nos fuimos a comer junto a nuestros amigos madrileños, amigos que no olvidaremos pues compartieron una parte del camino con nosotros.
Es imposible entender qué significa "hacer camino sin haber sentido el viento en tu cara y el sol a tus espaldas, sin haber quemado etapa tras etapa dejando en cada paso todas las ganas y la ilusión. Es imposible entender porqué tiene tanta magia un lugar así, o al cerrar los ojos y escuchar, aunque solo sea por un instante, los pasos que caminaron contigo, y las miles de sonrisas que albergaron cada uno de aquellos corazones, que desde ese momento, forman parte del tuyo.
Cuando el cansancio es tan grande que no tienes fuerzas ni para darte la vuelta dentro de tu pequeño saco de dormir, cuando las plantas de tus pies proclaman tu locura, cuando realmente sientes que los días pasan, cuando lloras a escondidas, pues te da un poco de vergüenza que te vean, cuando un plato de caliente se convierte en todo un regalo de Dios, entonces te das cuenta que el camino de Santiago te ha cambiado la vida. Todos vamos por la misma senda, pero cada uno hace su camino. Ahora cuando estás en la soledad de tu acogedor cuarto, junto a tu familia y ves pasar los días como si fueran etapas, algunas más cuesta arriba, otras abajo, cuando una preocupación la tratas como si fuera la cura de una ampolla, es decir, pincharla y dejarla drenar poco a poco para observar como deriva, entonces el Camino eres Tú. Lo que se hecha de menos en la vida diaria es esa mano amiga que siempre encuentras en el Camino.
No tengo palabras para agradecer a Manolo y a Jose Manuel lo que han hecho por mí, ellos supieron entenderme, me han contagiado su espíritu, su tolerancia, su humildad, su grandísima amistad, su generosidad, valores hoy en día olvidados. Me gustaría acabar con esta frase:
Gracias, Señor, porque hoy no he roncado y no he molestado a mis hermanos peregrinos.