Diario del Camino Portugués 2009
0a. Prólogo
0b. El trazado
0c. Valencia - Madrid - Oporto
00. Oporto
01. Oporto - San Pedro de Rates
02. San Pedro de Rates - Barcelos
03. Barcelos - Ponte de Lima
04. Ponte de Lima - Valença do Minho
05. Valença do Minho - Redondela
06. Redondela - Pontevedra
07. Pontevedra - Caldas de Reis
08. Caldas de Reis - Padrón
09. Padrón - Santiago de Compostela

Prólogo

Es curiosa la respuesta del peregrino al que se le pregunta cuánto le ha costado hacer el Camino: "seis uñas, siete ampollas, un esguince, una tendinitis rotular y... ¡mucha felicidad!". Cualquiera que oiga esas palabras y no esté familiarizado con la magia del Camino, puede considerarte un orate. Pero es que esa respuesta la oí por primera vez en la oficina del peregrino, ya en Santiago de Compostela, la segunda vez que me embarqué en este sueño. Lo más gordo no es la respuesta en sí, sino el emisor de la misma, un señor de setenta años aproximadamente.

" Hoy empiezo un nuevo Camino" esas palabras son dichas por los peregrinos al empezar a andar y al terminar de hacerlo, sea donde sea. Lo importante no es la meta, no es Santiago de Compostela, es el camino en sí, es la transformación, es la belleza de lo vivido, a pesar de los dolores, a pesar de los tobillos y a pesar de que descubres que puedes enfrentarte a cuarenta kilómetros de camino, no por querer llegar pronto a destino, robándole kilómetros a tu quimera, sino porque te sientes en paz, a gusto en ese transitar que es como una metáfora de la vida que nos ha tocado vivir, tan llena de sinsabores, desigualdades y demás, de todas formas no se puede entender la peregrinación sin Santiago, sin la meta.

Hacer el camino puede realmente cambiarte la vida. La rutina del peregrino es realmente extraordinaria: Un pequeño despertador te devuelve a la vida después de haber reparado tus magulladuras a base de cojín blando y colchón desvencijado, recoges la funda de la almohada, doblas el saco de dormir y los metes en la mochila, la cual has abierto previamente para sacar la linterna y el desayuno que, tan cuidadosamente, has preparado o comprado la tarde anterior en cualquier supermercado y que si por pereza no lo has hecho, ya sabes que has de caminar un largo tramo del Camino en ayunas y eso, no sienta demasiado bien. Con la linterna en la boca, para no molestar a los demás peregrinos que no han de levantarse cuando tú decidas, recoges las chanclas y las guardas. Te pones los pantalones, la camiseta, que también preparaste la noche anterior para no tener que buscar en la penumbra, los calcetines y por fin las zapatillas, las mismas que te llevarán ante la tumba de nuestro Apóstol, a las que les hablas y les dices " a ver cómo os portáis hoy", pañuelo al cuello y un pequeño colgante con la forma de una vieira de metal es toda tu armadura y corriendo vas al baño a hacer algo inevitable que huelgo comentar. Pero es curioso porque, casi siempre que has de echar mano al papel higiénico, éste no existe, pero no importa, porque en el último bar que estuviste tomando una cerveza, recogiste del baño un poco del preciado papel " por si las moscas". Con la alegría de un niño ante una golosina, metes la mano en el bolsillo y ahí está la solución a tu pequeño-gran problema, te felicitas de tu acierto e intentas no derrochar lo ganado pues algún peregrino o peregrina puede necesitar tu generosidad, así que dejas algo y sales disparado a un lugar donde puedas desayunar sin molestar a los demás. Nadie dice nada, coincides con algún peregrino más que ha elegido tu horario, y un gesto con la mano o con la cabeza es suficiente. Todos esos pequeños encuentros con la gente, son muy reconfortantes. Toca cargar con tu mochila ¡tantos días con ella... es como si llegase a formar parte de ti! Pesa mucho pero es lo único que necesitas para sobrevivir de una manera digna. Dos mudas de ropa interior, calcetines, chanclas, dos camisas, un pantalón corto tipo bañador, un pequeño botiquín, un pequeño necessaire, el saco, la funda de almohada, el chubasquero, la gorra, jabón, linterna y unos imperdibles para tender la ropa. Con eso, una persona puede vivir eternamente, lógicamente te hará falta dinero en efectivo y alguna tarjeta.

El peregrino actual ya no vive de la caridad de los monasterios o particulares que se acercaban antaño a los caminos a alentar, con sus viandas, tan duro transitar, no en vano pasas a lo largo del trayecto por cantidad de cementerios en los que, gran parte, son peregrinos, algunos, auténticos museos tétricos, testigos de la dureza que suponía andar por estos caminos sin nada más que un bordón, un zurrón, y una túnica larga. Y andas, y andas, y tus ojos parecen que se han salido de sus órbitas, de un lugar a otro lo observas todo, lo absorbes en tu disco duro, salvo cuando has de mirar a las piedras que pisas para no tener que lamentar algún esguince, pero es que hasta escudriñar el suelo es bonito. Se hace la hora de almorzar y por arte de magia, aparece un bar donde recargar esas pilas que has ido agotando por el camino. El tabernero te mira con cara de pena al verte llegar más mojado que un turista en Terra Mítica y te prepara un bocadillo que liquidas en diez minutos, le pides, por favor, que te rellene la botella y sales disparado, ya, hacia el albergue (si lo hubiere) ya que si demoras mucho el caminar se puede hacer demasiado tarde y eso, en julio, supone soportar el calor y el sol hasta extremos de perder el conocimiento, por eso llegar lo antes posible es lo mejor. Llegas al albergue donde, si tienes suerte, está la hospitalera o el hospitalero y te registra por un módico precio y a partir de ahí ya... empiezas a respirar. Preparas la cama, si es posible la de abajo, salvo que llegue gente más mayor que tú y le cedas tu tálamo, por motivos obvios, pones la funda que por la mañana guardaste y extiendes el saco con sumo cuidado, luego sacas el necessaire, el botiquín y la toalla, bueno, mejor dicho, el paño de cocina que llevas para secarte. La ducha es el momento más extraordinario del día, todo se pasa bajo el agua, tu cuerpo está preparado para recorrer otros tantos kilómetros si fuese necesario, al secarte piensas en todas las toallas que tienes en el cajón de tu armario, y reparas en el extraordinario valor que tienen. Medio húmedo te vistes y te sientas en la litera para curarte, mirarte los pies, y si tienes suerte y no tienes nada, unas friegas de alcohol de romero nunca vienen mal. Lavas a mano tu ropa pues sabes que si no lo haces, no hay otra y la tiendes ordenadamente. En chanclas sales a comer, si es posible, menú peregrino y vas al albergue donde redactas las impresiones del día para no olvidarlas, aunque sabes que no lo harás, y te duermes con el Boli apoyado en el esternón. Al despertar te preparas para recoger la ropa, preguntas a tus compañeros si todo está en orden o has de " operar" a alguien alguna ampolla y si hay suerte, todos a hablar de lo divino y lo humano con una buena cerveza, o dos (que te lo mereces) para después hacer una pequeña ruta turística por el pueblo, hacer unas fotos e ir al supermercado a comprar algo de fruta para la cena y algo para desayunar, lo justo, pues si compras de más, has de cargar al día siguiente con ello y esos gramos pueden hacer que te acuerdes de tu " por si acaso, cojo de más", unas risas durante la cena en el albergue y pronto, muy pronto, a dormir pensando en los kilómetros y el tiempo del día siguiente.

Una de las cosas que he aprendido a lo largo de mis cinco Caminos y más de tres mil kilómetros a pie, es a tener un espíritu positivo frente a lo que me rodea, sirva de ejemplo que en ocasiones, el camino te lleva por lugares muy feos, grandes polígonos industriales al cabo de las ciudades, o lugares donde el asfalto patea tus tobillos, kilómetro a kilómetro, y en silencio, maldices, pero... después de cruzar sitios tan feos, aprecias más la belleza de los siguientes, esa es la clave. Todo tiene algo positivo.

Después... pasan tantas cosas en el Camino, que es imposible relatarlas todas, por ejemplo, un día en que el sol apretaba más de la cuenta en Redondela, y mientras comíamos algo en un bar cercano al albergue, entra un señor cojeando muchísimo que se sienta de espaldas a nosotros, una compañera le invita a sentarse con nosotros para compartir experiencias y viandas, a lo que deniega muy sutilmente la invitación. Come solo, viendo la televisión de la esquina. Acabamos y nos vamos al albergue donde muy cuidadosamente curo una gran ampolla a un compañero (que ya iréis conociendo a lo lago del relato de mi diario) con la maestría y delicadeza de un profesional sanitario. Todo ello, visto por nuestro solitario amigo que estaba dos literas más allá. Todos alaban mi trabajo y me dan palmaditas en la espalda mientras reímos por la situación. Así ocurre durante los dos días siguientes, la misma escena, hasta que un día se acerca y me dice con voz temblorosa: "por favor, puedes mirarme la ampolla que tengo en la planta del pie", todos los días iba nuestro amigo al médico para que lo curaran. Me quedo un poco sorprendido, pero en cuestión de segundos ya le estoy quitando el apósito que cubre la ampolla más maravillosamente grande que jamás he visto, veo que está bien curada, pinchada con un hilo que para mi gusto es demasiado fino, con lo que no drena demasiado, le aprieto y un mar de líquido mancha la gasa, muevo los hilos para que siga drenando y le pongo Betadine y otro apósito. Con una risa entrecortada me da las gracias, a mí se me pone la piel de gallina, es como un subidón de adrenalina, es sentirse útil, y en cierto modo querido pues has aliviado a alguien que estaba sufriendo. Eso es el Camino de Santiago, esos momentos tan efímeros que duran unos segundos bien valen un Camino.

Recuerdo otra anécdota, mucho más simple, pero que me arrancó unas lágrimas. De camino a Ponte de Lima, con un calor de mil demonios y después de andar más de treinta kilómetros, destrozado, sin apenas agua, con las rodillas que ya empezaban a proclamar tu locura, amenazándote por haber sido tan avaricioso... paso por una casa donde había un señor sentado en la puerta, entonces le pregunto si queda mucho a Ponte, me contesta que un kilómetro. Mentalmente calculo que diez minutos, más el paseo hasta el albergue, y automáticamente me dice: " necesitas algo, comida, agua..." esas cuatro palabras me llenaron de tal manera que casi no pude responderle y decirle que " no" y que " muchas gracias", Molto obrigado se dice en portugués.

En esas situaciones, que ya iré relatando en el diario que voy a pasar a redactar, es muy fácil descubrir nuestra condición de peregrinos perpetuos, quisiera acabar esta introducción con unas palabras para la reflexión:

Dicen que los hombres no lloran. No es verdad.

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El trazado

El camino portugués es el camino trazado para acceder a Galicia a través de tierras portuguesas. Este Camino adquiere importancia a partir del siglo XII, y permitió consolidar rutas e intercambio cultural y económico. Se puede calificar a Portugal como " tierra de caminos", al igual que a España, pues los peregrinos brotaban de todas las comarcas para dirigirse a Compostela. Los tres caminos pueden partir de Lisboa, Coimbra u Oporto, donde se dispersan para volver a unirse en Redondela (España). Los caminos orientales apenas cuentan con infraestructuras para los peregrinos. En los occidentales, hasta 1884 los peregrinos debían cruzar el río Miño por alguna de las poblaciones que contaban con barcas o puentes de barcas, pero con la construcción del puente internacional en Tuy en ese año se facilitó enormemente la comunicación entre ambas orillas por el eje Valença do Miño-Tuy. Este Camino está íntimamente ligado a las costumbres peregrinas y, sobre todo, a los miles de caminantes que han recorrido esta ruta, algunos ilustres como el Rey Don Manuel o la reina Santa Isabel de Portugal, o anónimos la mayoría.
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Valencia - Madrid - Oporto

La larga travesía entre lo conocido y lo desconocido
5 de julio 2009

Con los nervios propios del viaje y con la incertidumbre de lo desconocido, abandoné mi querida Valencia a las doce de la mañana, rumbo a Madrid con un autobús de la empresa Autorés. Durante el trayecto me propuse dormir algo, pues la noche anterior no hubo manera de poder hacerlo. Pensaba en los problemas que a lo largo de estos últimos cuatro años padecí en forma de tendinitis, también pensaba en la dichosa espalda que durante mucho tiempo me venía asustando hasta el punto de, en ocasiones, tener que hincharme a ibuprofenos, nolotiles, miolastanes y colostones en una especie de batido que me dejaba hecho una porquería. Estaba tentando a la suerte, pero no iba a hacer vida monástica con treinta y un años. Una y otra vez me venía a la mente la escena del año pasado cuando llegando a Pedrouzo, con unos dolores extraordinarios en toda la pierna izquierda le dije a Jose: " no te puedes hacer una idea de lo mucho que estoy sufriendo" mientras él apretaba el paso, por llegar lo antes posible e imagino no alargar más el sufrimiento al que estaba siendo sometido. Es cierto que cuando llegas al albergue y te duchas, todo cambia, como dije anteriormente, o eso quería creer.

Sobre las 16.40 h. llegué a Madrid, con una pequeña sorpresa y es que al coger la mochila del portamaletas del autobús me di cuenta que estaba llena de gel, lógicamente, de la maleta de arriba, cabreado, pues yo voy con sumo cuidado y todo lo meto en bolsas de plástico para evitar estos accidentes e indignado de que los demás no hayan previsto las consecuencias como yo, además de por haber sido el receptor de tan mala cabeza, me dirigí al cuarto de baño para secar la mochila. Pero, claro, no había ni papel higiénico, ni oreador de manos, tocaba improvisar. Así que fui pidiendo pañuelos de papel y sequé lo que pude, aunque estuve oliendo a gel baratucho una semana. Subí las escaleras de la Estación Sur y allí encontré a Jose Manuel y Manolo, que me iban a acompañar en mi caminar. A ambos los conocí en 2005 mientras realizaba el Camino Francés de Roncesvalles a Santiago, quedamos en 2006 para recorrer el Camino Norte desde Irún y Primitivo hasta Santiago; en 2007 el Camino Aragonés desde Somport hasta Santiago y en 2008 la variante de la Costa desde Oviedo a Santiago. Así que, ya los conocía demasiado bien. Grandes personas con las que es muy fácil convivir aunque también tienen sus manías, como todos. Son únicos y para mí, especiales.

Como era muy pronto para ir al aeropuerto, fuimos a casa de Manolo que estaba cerca de la estación, allí nos esperaba Leo, la cual estaba preparándonos unos bocadillos para la cena. Tomamos un refrigerio, charlamos un poco y vimos unas fotos de la familia. Después Leo nos acercó a Barajas en coche, en concreto a la Terminal 1. Allí Manolo debía facturar la mochila pues le habíamos endosado los palos telescópicos que servirían para andar, Jose Manuel y yo, no facturamos. Cruzamos el punto de control, y nos fuimos a tomar una cerveza, a las 20.45 h. embarcamos rumbo a Oporto con Ryanair, que en lugar de una compañía aérea simulaba un viaje de esos que organizan para los añosos, generalmente a Benidorm, donde se les saldan cosas inverosímiles. Era una tómbola continua. El trabajo está mal en época de crisis pero, a veces, sentía vergüenza por las pobres azafatas las cuales vendían hasta rifa, con cara de no entender nada, luego un largo parlamento para donar dinero a una ONG, de tal magnitud retórica que algunos hasta plañían en silencio, sin resultado económico alguno. Como en Oporto es una hora menos, llegamos a las 21.10 h. y fuimos derechitos a coger el metro, ya era de noche, catorce paradas nos separaban de la residencia, bajamos en el apeadero de " Lapa" y pronto llegamos a la residencia " Estoril", muy céntrica y aseada, serían sobre las 22 h. Allí nos aguardaba el cuarto miembro del grupo, Jose Luis, al que encontramos tumbado estudiando su credencial de peregrino, y maldiciendo en hebreo pues había estado todo el día lloviendo. Después de las presentaciones nos bajamos al bar de enfrente donde Manolo preguntó si podíamos comernos los bocadillos que tan amablemente nos había fabricado Leo unas horas antes. Los compartimos como buenos hermanos peregrinos. Después anduvimos a la zona de las universidades, en la Praza Parada de Leitao, (voy a respetar, siempre que pueda, los nombres en portugués, que es una lengua preciosa) donde en un bar " bochinche" (o sea, en canario, mal cuidado y feo) nos tomamos unas cervezas a un precio irrisorio. Después tocaba descansar, pensando en los ronquidos de nuestro amigo Manolo.

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Oporto

La ciudad de los puentes... y del orujo "digestivo"
6 de Julio 2009

Es curioso como el cuerpo se asocia, hasta en su descanso, con la aventura. Me refiero a que, incluso de noche te descubres moviendo los pies como caminando a pasos cortos. Tu cuerpo ya empieza a reclamar su sitio en el camino, pero es todavía, demasiado pronto, pues no es de recibo estar en Oporto, maravillosa ciudad del Duero, sin haber visitado sus lugares más característicos. Hay que tener en cuenta que el día anterior llegamos demasiado tarde para ver nada salvo las Stella D´Artois que nos ponían en los bares a la vera del hostal.

A las siete de la mañana ya estaba el grupo en pie. Bajamos más dormidos que Pocholo en el museo del Prado, pero con muchas ganas de desayunar algo. A tres pasos escasos del hostal, desayunamos una tostada con aceite y un café con leche, a un precio, no ya competitivo, como se suele decir en nuestra sociedad consumista, sino de risa: menos de dos eurazos. Pasmados por la demostración de generosidad, paseamos por Cedofeita donde estaba nuestro hostal, una calle comercial peatonal, hasta la Praza de Carlos Alberto, Rua das Carmelitas, Rua dos clérigos, para desembocar en la Praza da Libertade, donde desde su Avenida dos Aliados se llega al Ayuntamiento de la ciudad. En dicha plaza había una exposición de humanoides a tamaño natural, de fibra de vidrio. A cien artistas se les pidió que representen un modelo con su propio conocimiento del hombre. Horrible, pavoroso, siniestro y repulsivo, no podían haber elegido peor sitio para representarlo, además a una distancia de metro y medio cada uno, con lo cual ocupaba toda la estupenda plaza. Dimos la vuelta al Ayuntamiento y entramos en la Oficina de turismo donde Jose Luís ya estuvo el día anterior informándose de todo, pero somos muy avariciosos y queríamos mapas y, quizá, cualquier información extra que, a las hermosas señoritas, (como decía nuestro amigo) se les hubiera pasado por alto.

Hacía mucho calor. Nos dirigimos a la catedral de Oporto, pasando por la estación del tren " Sao Bento", donde aún se conserva parte de una muralla medieval. Por la Rua do Corpo da Guarda, se accede, por una cuesta llamada la Calçada da Vandoma, a un lateral de la catedral. Construida en los siglos XII y XIII, de estilo románico. Su aspecto exterior se asemeja al de una fortaleza. Impresionante es la Capilla de San Vicente y el magnífico claustro, de estilo gótico y decorado con azulejos azules que reflejan escenas religiosas y paganas. Así como la capilla de San Juan Evangelista, datada del siglo XIV, donde está el sepulcro del caballero de la orden de Malta João Gordo, cuya escultura se encuentra fuera de la catedral. Allí aprovechamos para que un sacerdote, con cara de reo condenado a muerte, nos cuñara, de mala manera, nuestras credenciales peregrinas. Después decidimos bajar por las escaleras enfrente de la catedral no sin antes contemplar el estupendo " pelourinho" que es una picota (columna donde se colgaban a los criminales) de estilo manuelino, en el centro de la plaza, en Castilla se llama "rollo".

Por la estrecha Rua de Santana, cruzamos la Rua dos Mercadores para llegar a la Rua de Sao Joao Novo que da a terminar en una placita con una fuente preciosa y unos bares con terraza, aunque era muy pronto para sentarse a tomar algo. Llegamos a la confluencia de Cais da Estiva y da Ribera, donde ya se encuentra el emocionante río Duero. Y digo emocionante porque un valenciano como yo, no está acostumbrado a ver tanta agua. Pasamos el Ponte Luís I, el más conocido de los seis puentes de Oporto que une la ribera de la ciudad con el Cais de Vilanova de Gaia. Se construyó sobre los restos del desaparecido Ponte Pênsil y se inauguró en 1886 con proyecto del ingeniero belga Théodophile Seyring discípulo del famoso Gustave Eiffel, de hecho el estilo del puente en arquitectura de hierro recuerda al de la Torre Eiffel. Se emplearon 3000 toneladas de hierro en su construcción. Realmente es increíble.

En Vilanova de Gaia se encuentra gran parte de las bodegas que fabrican y distribuyen el famoso vino de Oporto, también conocido simplemente como " oporto". Además, prácticamente todas las bodegas se pueden visitar, aunque algunas cobran cierta cantidad de dinero para acceder a sus entrañas, que no a sus secretos. Estos vinos nacieron en los siglos XVI y XVII, como producto de la adición de brandy al vino cuando está en proceso de fermentación, de este modo se consigue la estabilización del vino, logrando un vino que resistía las variantes temperaturas y humedades.

Jose Manuel había estado visitando las bodegas Graham´s, así que en la Avenida Diogo Leite cogimos un minibús gratuito que te sube por calles muy estrechas, como si se tratara de un barrio judío, a la bodega, aunque nos negamos a entrar pues costaba dinero y no entraba en nuestra religión pagar esos menesteres, mas sabiendo que existían otras bodegas gratuitas que hasta te invitaban a degustar su vino. Así que bajamos de nuevo, pero esta vez a pie con el consiguiente riesgo, por las angostas calles, hasta el río. Preguntamos en alguna bodega más, que en las guías aparecían de balde, pero que misteriosamente, cobraban. Al final llegamos a las bodegas Croft, donde, por fin, era gratis y hasta con degustación. Estas bodegas tienen más de 300 años. Tuvimos que esperar un poco a que se hicieran las doce para visitar la bodega, la visita era en inglés, pero Jose Luís, que lo dominaba a la perfección, nos resumió lo más importante. Era digno de ver las caras de los extranjeros ante las explicaciones de la preciosa experta que nos conducía por entre los barriles numerados, en la penumbra, y es que a los extranjeros les gusta mucho el vino de la península, es raro no ver en los albergues a más de uno con su propia botella para cenar.

Poco a poco, desanduvimos el camino y volvimos al " Cais da Ribera" donde en el café Capelio, mirando al Duero, tomamos una cerveza tamaño XXL. Después de charlar un rato sobre nuestras vidas, nos dispusimos a dar otro paseo y de paso, buscar un buen sitio para comer. De camino compré, en un chino, una linterna, pues la que había traído estaba estropeada. En el bar Piolho Douro en la Praza Parada de Leitao, enfrente de la Facultad de Ciencias, comimos, sobre las dos y media, un estupendo bacalao " a Braga" con millones de patatas, una ensalada, café y orujo "digestivo". A nuestro lado se sentó una estudiante que a más de uno puso, digamos "nervioso", menos mal que el bar estaba lleno de espejos que disimulaban ciertas miradas lascivas por parte de nuestro compadre Jose Luis.

Después de comer volvimos al hostal, donde mis compañeros se durmieron, mientras, en silencio, me duché, que ya me hacía falta, y me perfumé para volver a salir a pasear. Tomé una Sagres en el bar donde desayunamos. Cuando despertaron, fuimos a comprar la fruta para la cena y el desayuno, este ritual se repetirá todos los días a partir de ahora. Yo compré además un Cola-cao. Pronto nos dormimos, pues nos íbamos a levantar a las 5 y media de la mañana. Ya se había acabado la tontería. A partir de ahora, los pies reclamarían su descanso, la cerveza sabría a miel, la ropa no estaría tan suave como aquel día, y la piel dejaría de ser nívea para ser cobriza. Así es la vida del peregrino.

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Oporto - San Pedro de Rates

Y entonces apareció un ángel...
7 de Julio 2009
39 Kms.

Por fuerte que fueran mis ganas de volver al camino, por gozosa que fuera mi satisfacción, algo me rondaba la cabeza y es que pensaba que aquello sería muy fugaz, acostumbrado a andar durante un mes, pensaba que aquellos quince días me distraerían de lo más esencial del camino, de la peregrinación en general. Porque ir al camino no es sólo andar, sino, por ejemplo, " aprehender", a escuchar todo lo que te rodea, comprender y en todo caso, disculpar. Por eso les supliqué a mis pies y a mis rodillas que me dejaran disfrutar del camino, sin preocuparme de dolores y quebrantos varios, para aprovechar todo lo demás.

Nos levantamos a las 5:30, puntuales, para arreglar las mochilas bajo la luz eléctrica de las lamparillas del hostal, a partir de ese momento, ese mismo ritual se haría bajo el " led" de las linternas. Desayunamos lo comprado la tarde anterior y, después de recriminarle a Jose Luís que llevara más de diez kilos de mochila, nos pusimos a andar, siendo las seis de la mañana. La claridad que anuncia la llegada de la luz y el calor ya era patente.

El camino no tenía desniveles importantes, pero pronto nos dimos cuenta que íbamos a ver pocos árboles y senderos. En Portugal es muy típico adoquinar las calles, es muy extraño ver el asfalto. Esa irregularidad de las calzadas nos destrozaban los tobillos que pronto empezaron a calentarse. El camino se limitaba a subir y bajar aceras, además en algunos tramos era muy peligroso pues éstas no existían. Hay que matizar que los portugueses conducen fatal y a una velocidad de escándalo. Vamos... que yo los tenía de corbata. Pronto llegamos a Padrao da Légua y Araujo donde tomamos un camino carretero (uno de los pocos en todo el día) a mano derecha, allí, al lado de la ermita de Araujo nos despojamos de la ropa de abrigo pues ya empezaba a hacer más calor de la cuenta. La verdad es que no sabíamos dónde estábamos a no ser por los mapas que cargaba Manolo, porque en Portugal no hay señales a la entrada de los pueblos, pasamos por la iglesia de Maia, y por Godim, alcanzamos el Largo de la capilla de Santo António na Guarda y tras cruzar la carretera que viene de Ermesinde, entramos en Germunde. Atravesamos la localidad para llegar a las primeras aldeas de Vila do Conde, sobre las nueve de la mañana. Yo iba apoyando los pies con mucho conocimiento y atento a cualquier calambre o dolor que empezara a hacer acto de presencia, pero de momento se portaban muy bien, aunque las zapatillas también influyeron en eso pues eran una auténtica maravilla, unas North Face M Prophecy II con suela Vibram y muy transpirables, parecidas a las que usan los corredores de fondo pero con una suela estupenda para estos terrenos. En un bar llamado " Beiracampo" paramos a almorzar un sandwich de jamón y queso y una cerveza. Una cosa que nos llamó poderosamente la atención fue que al pedirle al joven tabernero que nos rellenara las botellas que llevábamos con agua, abrió varias pequeñas y las rellenó, pensamos que nos cobraría las botellas pero nos equivocamos, nos dijo que el agua del grifo de la zona no era buena. Jose Luis iba muy mal, resollaba sin parar, estaba destrozado, no estaba acostumbrado a hacer tantos kilómetros del tirón y los que le quedaban aún por delante.

En poco más de media hora ya estábamos en marcha, pasamos por el puente de Mosteiró para llegar a Garrapata. Por la Nacional 306 entramos en Vilarinho, por la rúa de Fontedeiros. Bajamos hasta cruzar el puente D. Zameiro y tras varias rúas seguimos hasta la capilla de Sao Mamede. Aún nos restaban siete kilómetros, decidimos parar en un bar a tomar una coca-cola y rellenar las botellas de agua pues hacía mucho calor y el agua escaseaba ya.

Llegamos a San Pedro de Rates y empezamos a buscar el albergue como si fuésemos Masiel en busca de la botella de Ginebra, desesperados. Al girar nuestras cabezas encontramos un señor que nos dijo que nos acompañaba, y entonces apareció un ángel que nos dijo: "¿Sois peregrinos? ¡Qué bien! Yo os acompaño". Dimos las gracias al luso que muy amablemente nos conducía hacia nuestra salvación por aquel día. Estuvimos hablando con nuestro ángel, hasta donde nuestro aliento nos permitía.

Montserrat se llamaba aquel ángel, aunque todos la llamaban "Rat", una falsetenca (Tarragona) muy amable, siempre riéndose, la verdad es que era como un soplo de aire fresco que llevaba la raya del moreno albañil, en sus piernas, diez centímetros más abajo del pantalón. Había salido de Lisboa, y no había encontrado a prácticamente ningún peregrino en todo el camino, por eso estaba muy contenta. Nos iba informando de todo, nos llevó al albergue, nos acomodó en nuestras literas, nos registró en el libro, nos hizo de guía por todo el albergue que era estupendo: disponía de una cocina muy bien preparada con cosas que a los peregrinos les iba sobrando e iban dejando para el que quisiera hacer buen uso, al lado, un lavadero muy apropiado y justo al lado una sala de estar con aparato de música, sofás y lectura peregrina en varios idiomas, estaba todo muy limpio. Luego pasábamos a las habitaciones, tres en concreto, con unas doce literas, bastante amplias y muy bien iluminadas, vamos... un cinco estrellas. Fuera había un molino de viento, y un museo agrícola. Abajo se situaban los baños, aunque nosotros descubrimos uno arriba un tanto escondido en el lavadero tras una puerta corredera.

San Pedro de Rates lleva el nombre del primer obispo de Braga que vivió entre los años 45 y 60 y fue considerado fundador del obispado de Tuy, ordenado por el apóstol Santiago, que había venido de Tierra Santa. Murió martirizado al intentar convertir al cristianismo a los pueblos que vivían en el norte de Portugal, de religión romana.

Tras la ducha, nos fuimos a comer al único bar del pueblo " Macedo´s" donde comí un plato único con tomate, jamón York, patatas fritas, huevo y dos chuletas de cerdo, regadas con dos birritas Super Bock, café y helado, había que retomar fuerzas. Después con Jose Luis resucitado, fuimos a sellar la credencial a un ultramarinos que había cerca del albergue. Luego directos al albergue donde lavé la ropa interior, los calcetines y la camiseta, el día prometía que se iba a secar. Descansé un poco y salí fuera a hacer unas fotos. Luego hicimos unos estiramientos que a mí no me fueron demasiado bien, por no decir fatal, me empezó a doler todo.

Sobre las seis y media de la tarde fuimos a dar una vuelta por la aldea, es muy triste ir a los sitios y pasarlos en el albergue sin salir, como muchos extranjeros hacían. Hay que ver los pueblos, si tienen monumentos, visitarlos, charlar con la gente, en definitiva, aprovechar que uno ha llegado hasta tan lejos. Estuvimos visitando una estupenda iglesia románica reconstruida por Enrique de Borgoña en 1100, clasificada como monumento nacional. Constituye uno de los monumentos románicos medievales más importantes del entonces emergente reino de Portugal. Es uno de los monasterios benedictinos cluniacenses más importantes. Es una iglesia de tres naves, bastante irregular en su estructura, que refleja el largo periodo de dudas y vacilaciones constructivas a las que estuvo sujeta. El acceso al templo se hace por el imponente portal axial de cinco arquivoltas y arcos de vuelta perfecta.

Después de empaparnos de cultura, fuimos a empaparnos de cerveza fresca, junto con Rat y una canadiense residente en Marbella muy simpática, ya con una cierta edad. Se levantó mucho aire que enfrió el ambiente, todos buscábamos el sol. Sobre las ocho fuimos a hacer la compra de cena y desayuno. Si en Portugal pides " fiambre" te ponen jamón york, cuando en España, si pides " fiambre" te contestan "¿De cuál?" y tú ya dices, pues jamón york, o mortadela, etc. Estuvimos hasta cerca de las diez de la noche en una de las mesas cenando y cantando junto a Rat, un ítalo-alemán, que se llamaba Ignacio, cantante de coral profesional y otra extranjera. Fue un rato muy agradable, nos reímos mucho, sobre todo cuando cantaba Manolo. Nos sorprendió que a esas horas, aún llegaran peregrinos, a buscar cama, era algo inaudito. Después, como buenos peregrinos fuimos a dormir, una vez en los sacos, ya en posición para coger el sueño, oímos a Rat la cual se había encontrado a un peregrino especial, era un ratoncito hambriento que buscaba algo en la cocina. El grito se oyó en Lisboa, nos estuvimos riendo un buen rato. Luego ya, con el ratoncito ya acojonadito por los berridos de la peregrina, caímos en brazos de Morfeo, no sin antes volver a despertar al llegar unos alemanes que aparecieron a la una de la mañana a despertar con sus portazos a los demás ¡qué le vamos a hacer!

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San Pedro de Rates - Barcelos

"O que dá o que tem, não está obrigado a mais..."
8 de Julio 2009
18 Kms.

En el Camino cada instante se vive con intensidad, hasta la noche y su descanso. A las cinco y media ya estábamos en pie, yo tenía a mi derecha a Jose Manuel y a mi izquierda a Jose Luis, a los pies había dos chicas extranjeras, jovencitas, las cuales estuvieron cerca de dos horas poniéndose cremitas antes de acostarse el día anterior. Después de empotrar todo en la mochila, salimos disparados, eran las seis y diez de la mañana y ya se podía distinguir las siluetas de casas y valles sin tener que hacer uso de la linterna.

Yo salí contento, con tormento en la cintura de las correas, pero nada serio, mis pies y mis rodillas estaban en orden, además, sólo eran dieciocho Km. El día anterior estuvimos viendo la posibilidad de ir más allá de Barcelos pero ya se pasaba el número de Km. asumible para un segundo día de Camino. Rat nos pidió unirse al grupo para no estar " sozinha" (solita). Jose Luis andaba bastante mal, estaba muy molido del día anterior, pero poco a poco iba avanzando. Nada más salir del albergue pasamos junto a la capilla de Sao Antonio, cruzamos pueblos como Lameiro, Reguendo y Vilar. A la salida de éste último seguimos de frente rumbo a Ferrado para llegar a una carretera asfaltada, que nos recordó el camino del día anterior, para llegar a Real de Cima y Real de Baixo donde había una capilla rematada con una cruz de Santiago. Otra imagen que nos iba recordando que aquello no era una moda pasajera, sino que pisábamos tradición. El Camino era bastante más precioso que el primer día, mucho verde, mucha senda, suelos empedrados. Por la N-306 llegamos a Chouzelas, Rua Nova y Silgueiros. Por una calzada llegamos a la parroquia de Pereira. A partir de ahí seguimos por la M-555, pasando Pontegaos, Monte de Cima, Fuloes, Carvalhal, Vila Cha, Porto Barreiro, Santa Cruz y Mereces hasta Barcelinhos, donde nos detuvimos a tomar algo, eran las nueve de la mañana. Comí un bocadillo de jamón york y queso, cerveza y café. En Barcelinhos nos hicimos una foto junto a una estatua de un gallo, símbolo, no sólo de Barcelos, valedor de la leyenda, sino de todo Portugal y significa: Serenidad, Fe, Confianza y Honor.

La leyenda cuenta que tiempo atrás, los habitantes de Barcelos (región de Baixo Minho) se sobresaltaron porque en su pueblo, normalmente tranquilo, había ocurrido un crimen oprobioso y aún más, porque pese a los esfuerzos de las autoridades, no habían podido localizar al perpetrador. Un día apareció un forastero en el pueblo y los lugareños no tardaron en sospechar de él, como casi siempre se sospecha de los rostros que nos son desconocidos. Las autoridades resolvieron detenerlo y muy a pesar de sus protestas de inocencia nadie quiso creerle. De poco valió que dijera una y mil veces que era un peregrino de Santiago y que se encaminaba a Compostela a cumplir con su cometido religioso. Pudo más la desconfianza en él y finalmente fue condenado a morir en la horca. Como último deseo antes de ser ejecutado, solicitó ser llevado de nuevo ante el Juez que lo condenó. Se le concedió su solicitud y cuando fue llevado ante éste, el funcionario se encontraba en un banquete. El pobre condenado declaró una vez más su inocencia y pronunció las siguientes palabras mientras apuntaba con el dedo hacia un plato donde había un gallo asado listo para ser comido: "Mi inocencia es tan cierta que os puedo asegurar que este gallo asado se pondrá de pie en su plato y cantará si soy colgado por el cuello sin ser culpable del crimen de que se me acusa". Todos los presentes se rieron de él. Sin embargo, nadie se atrevió a tocar el platillo donde estaba el gallo asado, mucho menos a comerlo. Así pues, lo que parecía imposible ocurrió. Cuando el peregrino fue colgado, en el momento mismo en que el verdugo lo hacía pender de la cuerda, allá en el palacio, el gallo asado se puso en pie, batió sus alas y empezó a cantar. Ante este portento, nadie dudó un solo instante que se había sentenciado a muerte a un hombre inocente. El juez se apresuró a detener la ejecución pero al llegar a la plaza el pobre forastero ya pendía de la cuerda. Horrorizado por lo que había hecho el juez ordenó lo descolgaran y para sorpresa y alegría de todos los de Barcelos, luego de toser varias veces el presunto cadáver se puso de pie y recuperó el resuello. Un nudo o torcedura de la cuerda había impedido que ésta se cerrara totalmente sobre la garganta del sentenciado. El peregrino de Santiago fue puesto en libertad y así pudo marchar a cumplir con su cometido. Algunos años más tarde el peregrino retornó a Barcelos y ordenó construir de su propio dinero un monumento en honor de Santiago y de la Santísima Virgen como testimonio de su agradecimiento.

Esa misma leyenda, con ínfimas diferencias, la encontramos en Santo Domingo de la Calzada a 45 Kms. de Logroño (La Rioja) allí no era un peregrino, sino unos padres y su joven hijo, no se trataba de un crimen, sino una falsa acusación, no se iban a comer un gallo, sino un gallo y una gallina, además el reo no fue inmediatamente descolgado, sino que estuvo unos cuantos meses colgadito como una mojama, hasta que vieron que estaba vivo. Con un bochorno impresionante, y después de preguntar a los Bombeiros de Barcelinhos, llegamos a Barcelos, nuestro destino de hoy, por el estupendo puente medieval del siglo XIV. Todavía nos restaban un paseo pues íbamos a instalarnos en los Bombeiros voluntarios de la localidad que disponían de una habitación para peregrinos a Santiago. Así, por la Rúa Fernando de Magalhaes, Rúa Dr. Jose Antonio Peixoto y Rúa Sidonio Pais, llegamos a nuestro albergue, al lado del cementerio, lugar tranquilo, pensamos.

Nos atendieron muy amablemente, el encargado nos dijo: " o que dá o que tem, não está obrigado a mais", muy agradecidos los cinco nos fuimos a la habitación que disponía de tres camas, Rat iba a dormir en otra habitación destinada a las féminas que pernoctaban en el cuartel por si había alguna urgencia. En Portugal, para eso son muy tradicionales, chicos por un lado, chicas por otro. Así cogimos cama, Jose Manuel, yo y Manolo, Jose Luis prefirió dormir en el suelo en una camilla ya que decía que estaba acostumbrado, yo le ofrecí cambiar y que durmiese en la cama, pero se negó. Jose Luis colabora con la ONG " Amigos por África" por eso había pasado muchas semanas durmiendo en el suelo de Mauritania. Después de ducharnos y lavar la ropa interior que tuvimos que dejar en la habitación, estiradita pues no había tendedero, nos fuimos a comer al restaurante Arantes un churrasco con patatas y arroz blanco, muy bueno. Luego volvimos al cuartel, mandé por internet unas fotos a casa. Del calor que hacía, era imposible dormir la siesta, la habitación no tenía ventilación alguna, por eso, nos fuimos a una sala de esparcimiento que disfrutan los bomberos. Allí había unos sillones, un futbolín y un billar, además de la sala de internet. Allí departiendo llegó un bombero, que en portugués nos dijo que no hiciéramos ruido porque un bombero había muerto y la capilla ardiente se situaba justo al lado. Al principio entendimos que estaba durmiendo y estábamos molestando, pero ante la duda preguntamos de nuevo y nos confirmó que había fallecido, se trataba de un señor de 89 años, que había sido bombero voluntario toda la vida, por eso estaba allí. Nos quedamos todos de piedra, menos Rat que la situación le hacía mucha gracia y reía por dentro, pero ella hasta cuando reía por dentro se notaba por fuera, como el anuncio del Coronado. Después de dar vueltas por el cuartel, nos fuimos, como de costumbre, a tomar unas cervezas, el calor era insoportable, yo tenía el cuello muy rojo. Rat siempre estaba diciéndome " quieres cremita", era más pesada que una traductora simultánea tartamuda. Estuvimos visitando la Iglesia del Buen Jesús de la Cruz donde sellamos la credencial, es un templo muy elegante, que mezcla en su exterior la piedra oscura del granito y el blanco de la cal que tan bien armonizan con las formas barrocas. Es de planta octogonal, con cuatro paredes rectas y cuatro convexas, con campanario, del interior destacan los altares de talla barroca, los típicos azulejos del siglo XVIII y los tapices. Dimos una vuelta por las calles, fuimos a la oficina de turismo y a comprar una peonza ya que Rat se las coleccionaba, aunque no la encontró decorada como a ella le gustan, Jose Manuel compró otra. Después fuimos a ver el museo arqueológico que se sitúa sobre la Iglesia Matriz, la cual íbamos viendo al cruzar el puente medieval cuando veníamos andando por la mañana, allí habían muchos restos de antiguas edificaciones defensivas y tumbas vacías, allí hicimos varias fotos, luego nos fuimos a comprar el desayuno y algo para la cena, de vuelta al cuartel. Eran las ocho. Yo compré chóped y tres panecillos para hacerme montaditos y una bolsita de papas, pese a que Jose Manuel me daba la paliza con que no la comprara, que no era sano, un " peaso pesao de musho cuidao" este Jose. Uno de los montaditos lo guardé para el desayuno. Al llegar a la habitación nos dimos cuenta que estaban las dos chicas que compartían habitación con nosotros en San Pedro de Rates, iban a dormir prácticamente en el suelo hasta que preguntamos si podían dormir con Rat y tras percatarse el encargado de guardia que no iban a dormir bomberas en la habitación, las dejó. Pensando en los resuellos de Manolo, me dormí " ipso facto".

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Barcelos - Ponte de Lima

Lo maravilloso de la vida es encontrar algo nuevo que te sorprenda cada día
9 de Julio 2009
36 Kms.

Las luces del alba anunciaban otro día, a pesar de que madrugamos un poco más de lo normal, pero el día se iba a convertir, sin ninguna duda, en una antorcha hecha de cera y fuego. Por eso, era un milagro robarle horas de calor al día, para ello era necesario pagar el precio del madrugón, aunque muchos hospitaleros/as crean que madrugas para asegurarte tálamo en que curar tu mala conciencia. No es así. El catre es importante pero el Camino no es una competición, después de mucho andar y de apretar el paso para llegar a tu destino diario, te das cuenta que caminas porque debes hacerlo, otro camino, otro pueblo, otros peregrinos, día a día, además, con la oferta hostelera que hay por ahí, es una idiotez impresionante pensar correr por una yacija. Lo que no está bien es que se hagan 5 Kms. al día y se pretenda dormir albergado, pero cuando uno lleva 30 Kms. en el cuerpo puede llegar a la hora que le dé la gana al albergue, ya ha cumplido con su penitencia (es una opinión, pero este es mi diario personal). Es el destino el que nos lleva y nos guía. No se puede juzgar al peregrino sin conocer su ganancia.

Pues bien, a las seis menos veinte salimos del cuartel, muy agradecidos por todo lo que los compañeros bomberos/as habían hecho por nosotros (escribiendo esto se me pone la piel de gallina) el gran panel en la entrada del cuartel que reza " Vida por vida" nos despidió hasta otro año que volvamos a encontrarnos. Yo prometí, en silencio, que antes de que se consuma la vela de mi vida, volvería, ya sea de peregrino, ya de turista, aunque, pensándolo bien, uno siempre será un " peregrino" a pesar de no ir por el Camino de Santiago. Una vez leí que el Camino es la metáfora de la vida: de la manera cómo te enfrentas a él, así te enfrentas a tu propia vida. Por eso, ese día sabíamos que íbamos a padecer por los kilómetros y por el calor, pero había que seguir adelante " ultreia et suseia" (más allá). Como una vez me dijo mi mejor amigo, mi hermano Paco, en un momento de bajón allá por el 2005 en los montes de Oca: " ánimo careto, que Santiago te espera".

Por la rúa Cándido da Cumha, avenida de Nuno Álvares Pereira y por la avenida Paulo Felisberto dijimos adiós a Barcelos. Seguimos por la N-204 hasta Faial y Vila Boa, pasando junto a la capilla do Espíritu Santo (s. XVI). Paralelos a la vía del tren, la cual tuvimos que cruzar después de que pasara el tren. Bajamos hasta el puente buscando la capilla de Sao Sebastiao (s. XVIII) y la de Santa Cruz (s. XIX). Pasamos junto a un campo de fútbol de camino a Gandara. El camino era precioso, lozano, fresco, frondoso, como a mí me gusta. Subimos por un camino de tierra hasta Sabatiz, Tamel y Souto do Rato. Cuzamos la vía del tren de camino a Aborim y por Nacional llegamos a Ponte das Tábuas (s. XII) pasamos junto a la capilla de Sao Bento de Balugaes por una antigua calzada. Los pies no me dolían, era muy extraño caminar sin dolor alguno, los ojos miraban a todas partes, absorbiendo cada rama, cada tronco, cada piedra, cada casa, cada hórreo, todo era inmenso, pensando en las cosas que me hacían sentir bien. Pasamos junto a un crucero y luego las aldeas, pegadas unas a otras se sucedían. En esto nos encontramos un pequeño obstáculo y es que en medio del camino había un charco que prometía mojarnos hasta los tobillos. Jose Manuel, Jose Luis y Rat pasaron, pero yo y Manolo nos negamos, así que nos descalzamos y cruzamos. Después, secos los pies, incomprensiblemente y con una actitud un tanto infantil, los demás se reían al grito de " mariquitas", no lo entendí demasiado. Lo único que rondaba mi cabeza era que no me hacía ninguna gracia andar durante lo que nos restaba con los pies metidos en barquitas de tela. Además con el consiguiente riesgo de roces que provocan ampollas o que se deforme el zapato, llegando las lesiones más graves. Pero bueno, nos lo tomamos a risa. Pasamos junto a la capilla de Sao Sebastiao y cruzamos Lugar do Corgo, ya eran las diez de la mañana, no paramos a almorzar antes ya que no encontramos ningún bar abierto, hasta Vitorino dos Piaes donde tomé dos sobres de patatas fritas y dos cervezas, estaba más seco que una mojama. Aún nos faltaban unos diez kilómetros aproximadamente. Después del desayuno, salimos todos juntos, pero como me encontraba bien, decidí andar un poco más ligero con la intención de esperar a mis compañeros antes de llegar a Ponte. Por eso y en compañía de mis pensamientos, haciendo una especie de " scandisk" de la materia gris en cada paso, anduve por entre unos paisajes realmente preciosos, Portela, Facha, pasé por un precioso crucero con un Cristo, una capilla y otro estupendo crucero, Campo Novo, Anta, Bouça, Paço hasta Barros, allí me encontré con un señor al cual le pregunté por los kilómetros que restaban para llegar a Ponte de Lima, me contestó que un kilómetro, y seguidamente me dijo si necesitaba algo: agua, comida... después de tantos kilómetros uno llega rojo, sudoroso, con la ropa vuelta del revés, lleno de polvo, seguro que daba pena. Esas palabras de aquel señor me emocionaron mucho, es muy curioso que esos pequeños gestos te provoquen a la vez tantos sentimientos, hoy en día en que la generosidad no está en ningún diccionario, aquello era inexplicable, la alegría se transformó en una lágrima. Crucé el puente de Nossa Senhora das Neves y otro crucero precioso. Flanqueado por unos muros con muchísima vegetación, verde, llegué a la Iglesia de Nossa Senhora da Guía donde decidí esperar a mis compañeros, me quité la mochila y moviendo las rodillas para mantenerlas alerta, vi llegar a los cinco minutos a Rat y Manolo, éste último se sentó en un banco, ambos llegaron dando buenas noticias: los demás llegaban muy cerca. Me sentía contento pues ya estábamos en Ponte de Lima, sin dolores extraños y con mis compañeros llegando, aunque era ya la hora de comer. Jose Manuel llegó un minuto después y justo detrás llegaba nuestro Jose Luis, todo un campeón, ya que pese a las dificultades y penurias que iba soportando, llegaba a sitio. Me dirigí a Jose Manuel y le dije que no se sentara que llegaba por detrás nuestro calvito, pretendía seguir la marcha para llegar lo antes posible a la ducha, sabiendo que quedaba poco. Pero sorpresivamente y sin mediar palabra arrancó, forzó el paso y continuó, dejándonos allí esperando al último del grupo que se quedó igual de sorprendido que nosotros. Así que, seguimos hasta encontrar a un señor al cual le preguntamos por la ubicación del albergue, éste nos contestó que estaba muy cerca a mano derecha, subiendo una ligera cuesta, se trataba de un albergue juvenil. Al ver que Jose Manuel le estaba preguntando a otro paisano y le dirigía justo en otra dirección, decidimos seguirle pues iba muy decidido. Atravesamos el magnífico puente medieval que da nombre a Ponte de Lima, del que ya hablaré después y llegamos a una casa rosa con ventanas amarillas cerrada a cal y canto, que se suponía que era el albergue, al lado había un bar donde preguntamos por la hora en que abría, y nos quedamos de piedra ya que el tabernero nos dijo que aquello estaba cerrado, que la idea era haberlo abierto pero que aún no lo habían inaugurado a pesar de que estaba operativo. Entonces fue cuando le comenté a Jose Manuel que no había actuado bien, que tendría que haber esperado a que el grupo se reuniera para decidir qué hacer y no salir a lo loco, si nos hubiésemos reunido todos, podríamos haber preguntado con tranquilidad, pues el albergue estaba a trescientos metros del punto en que estábamos esperando. Él me contestó, con un tono demasiado elevado para el gusto de todos los presentes, alegaba que como yo le había dicho que no se sentara que siguió, le dije que mis palabras no tenían mala intención, ya que por su espalda llegaba Jose Luis, el último y la idea era continuar, él respondió que no tenía que haberle esperado a él, que tenía que haber seguido, así que no podía recriminarle nada, entonces y sabiendo que no iba a ganar nada, más que disgustarme aún más, decidí callar, pues dos no discuten si uno no quiere. Además, parte de la culpa era mía, cada uno que haga lo que quiera, pero para todo, no para unas cosas sí y para otras no, no tenía que haber dicho nada, pero en muchas ocasiones, nos comentaba, que parar la marcha le sentaba muy mal; a la próxima prometí callar, y así fue durante todo el camino que quedaba, no dije ni media. Prometí no volver al camino en compañía, no necesitaba a nadie, pero al poco deseché esos pensamientos pues un hecho aislado no justifica el aprecio que tengo por todos. Algún año lo haré solo, pero no ser Muchas veces, al llegar a los albergues todos salían disparados a ducharse y lavar, yo me lo tomaba con más calma, cuando me decían: " venga hombre, date prisa" yo, tranquilamente me duchaba, sin prisa ninguna, a mi ritmo, iba a pensar a partir de aquel momento más en mí, hasta cierto punto, ya que el resto del grupo no tenía ninguna culpa de aquella reacción. Ya somos mayorcitos a pesar de que estaba un poco harto de que me trataran como a un niño de teta, en tono jocoso, por ser el más joven del grupo, aunque me lo tomaba a risa. Yo estaba convencido de que mis palabras, a la entrada de Ponte, no habían sido dichas con ninguna mala intención, antes descansan mis compañeros que descanso yo, antes me sacrificó yo que cualquiera, no entendía esa actitud. Sinceramente (este es un diario personal) me llevé una desilusión impresionante, todos estos años, todos nuestros caminos... no podía asimilar esa discusión y, sobre todo, ese tono, mi propio padre no me levanta la voz, no iba a consentir que me la levantara otro/a. El calor es muy malo, somos dos personas con carácter, pensé. Es normal que hayan malos entendidos, en una convivencia tan especial, en el Camino todo se magnifica.

Nos quedamos en aquel bar a tomar unas cervezas, Jose Manuel se marchó en busca del verdadero albergue a la entrada de Ponte. El resto no hablamos del tema demasiado, mejor callar. Aún nos reímos con Jose Luis, ya que para animar la situación comentaba que estuvo, en el Camino, a punto de desahogarse con una vaca que le iba enseñando las posaderas durante un buen rato, y comentarios similares que nos troncharon, es un crack. A las dos y media llegamos al albergue juvenil, que, efectivamente, se situaba a la entrada de Ponte, estábamos los cinco en una habitación particular con dos literas y una cama individual para nuestra Rat. Nos duchamos y lavamos la ropa la cual tendimos fuera del albergue. Fuimos al bar Gaio a comer, yo un plato de ternera con patatas, ensalada y huevo, los camareros y dueños nos trataron muy bien. Después fuimos a hacer la siesta donde aproveché para curarle a Manolo y a Jose Luis unas ampollas en el talón y entre los dedos, respectivamente. Luego tocaba visita turística.

Ponte de Lima toma su nombre del antiguo puente sobre el río Lima que lleva al poblado y exhibe quince grandes arcos de piedra, cuatro de los cuales son de la construcción romana original, realmente impresionante. Muy cerca está la torre de la Cadeia Velha que formaba parte de la estructura de la muralla de la ciudad, mandada hacer por el rey Manuel en el siglo XIV, asimismo, paseamos por su parte vieja donde vimos la iglesia mayor de Ponte de Lima que fue mandada construir por el rey Joao I en 1425, y se concluyó en 1446, pero como casi siempre, se encontraba cerrada y no pudimos verla por dentro, una verdadera lástima. Además Ponte tiene diversos palacetes emblemáticos. Después de pasear por sus calles fuimos a tomar unas cervezas a la Plaza Mayor, que se llama Camoes, junto al puente, donde destaca su fuente de estilo renacentista que data de 1575. Estábamos un poco tristones por los hechos acaecidos por la mañana, pero Jose Luis, como casi siempre, amenizó la tarde con sus chistes picantes, a pesar de que estaba Rat poniendo una cara de espanto bastante notable. Nos estuvo explicando lo que es la "rehostia" y algo sobre un lametón de una vaca, nuestro amigo tenía obsesión por estos mamíferos artiodáctilos. Pasamos un rato entre risas inolvidable, alguien dijo alguna vez que " el día más perdido de todos es aquel en el que no nos hemos reído". Además Rat seguía con el tema de la "cremita" y la gorra. Luego de vuelta al albergue paramos en una tienda de ultramarinos donde la amabilísima señora que la atendía nos enseñó un libro que conmemoraba el Festival Internacional de Jardines que se venía celebrando en Ponte desde el año 2005 y que era un referente a nivel mundial. La exposición cuenta con doce jardines diferentes dedicados cada año a un tema concreto. Nos enseñó página a página todo el libro que era de un grosor considerable, además se sentía especialmente orgullosa de una ventana que había decorado con macetas y mensajes alusivos a la naturaleza que se encontraba sita a la vera de la tienda, había recibido un premio. Al llegar al albergue, que no estaba cerca del centro, lavamos la fruta y nos sentamos fuera del mismo a comérnosla, luego, nos fuimos a dormir en compañía del calor, que todavía apretaba en esta hermosa ciudad.

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Ponte de Lima - Valença do Minho

Con mis pies, con mi cabeza y con mi alma
10 de Julio 2009
40 Kms.

Otros años tuve que hacer grandes esfuerzos para seguir adelante por motivos físicos, hoy que casi todo se consigue sin esfuerzo, en el camino, andar y andar se convierte en un autentico placer y el pernoctar en un albergue es algo que no se puede explicar, es una felicidad tremenda despertar y ver que todo sigue bien, que puedes continuar, que tus pies no berrean tu locura.

A las cinco de la mañana ya estábamos en pie, el desayuno nos lo dieron preparado en el albergue juvenil a base de dos montaditos de queso, un yogur y fruta. El día se presentaba duro por dos motivos, quizá tres, uno, por la distancia a recorrer: 40 Km.; dos, porque teníamos unos desniveles importantes para llegar a Valença; y tres, por el calor que amenazaba nuestras calvas. Así que muy pronto, antes del amanecer, que hace despuntar al sol por el horizonte, pasamos por el excelso puente romano que ya cruzamos el día anterior por equivocación, Rat me hizo una foto realmente preciosa. Jose Manuel se desmarcó del grupo y anduvo solo hasta la hora del almuerzo. Lo dicho, tras atravesar el puente, giramos a la derecha camino a Arcozelo y a la iglesia de Santa Marinha, según rezaba la señal. Desde la iglesia se baja hasta el puente da Geira, donde el camino continúa paralelo al río Labruja hasta otro puente, en este caso, llamado do Arco. Muy cerca se divisa la capilla de Sao Sebastiao y un poco más adelante la de Nossa Senhora da Guia. Llegamos a Codeçal donde está la capilla de Nossa Senhora das Neves y su crucero. Seguimos subiendo hasta Labruja, pasamos junto a su iglesia Matriz dedicada a Sao Cristovao y se sigue hasta Vinho, según nuestros mapas, donde encontramos una fuente preciosa llamada das tres Bicas. Estábamos subiendo un fuerte desnivel, muy empedrado y en ocasiones embarrado que hizo que, unido a la humedad, sudáramos hasta por las orejas. Aún en subida llegamos a la capilla de Sant´Ana, Cruz de los Franceses y hasta la cumbre en Portela Grande. Recuperando el aliento por la fuerte subida atravesamos un grupo de molinos perfectamente conservados. Llegamos a Agualonga, para atravesar un puente y llegar a la capilla de Sao Roque. Pisando una calzada romana llegamos a la iglesia románica de Rubiaes, donde decidimos buscar algo para almorzar. Ya con el grupo completo (yo estuve también solo, sobre todo al llegar a la subida donde el grupo se estiró más de la cuenta) almorzamos, dos bocadillitos de jamón con tomate y una cerveza, nos llamó la atención el precio, ya plenamente español. Hasta la fecha era todo demasiado barato. La llegada a Valença se hace un poco pesada a pesar de no ser una gran distancia. Sólo se compensa por la belleza de los paisajes. Nada más salir de Rubiaes atravesamos dos puentes y seguimos hacia Couto das Cabras y Sao Bento, tocando algo de carretera, por terreno ya montañoso vamos dirección Gontomil donde están las ruinas de una capilla. Más adelante pasamos por Contensa, Carcavelhe (no es que memorice los pueblos y aldeas, para ello tengo un mapa, jajajaja) Pereira y Fontoura donde había un crucero con símbolos jacobeos donde, por supuesto, Rat me hizo una foto. Vamos a Paços para cruzar el Ponte pedreira por una calzada, allí me uní a Jose Manuel para llegar a Pedreira y Tuído. Tras pasar bajo el trazado del tren atravesamos el Largo da Trapicheira donde una señora nos informó que para llegar al albergue había que girar a la izquierda en una rotonda. Era la una de la tarde, pero el albergue abría a las cuatro a pesar de que llamamos a un número de teléfono ligado a la puerta de entrada, donde nos aseguraron que pasarían a las dos. Una burrada que compensó, en primer lugar la comida y en segundo lugar el estado del albergue, un verdadero hotel de cuatro estrellas.

Poco tiempo después de nuestra llegada, llegó Manolete y Jose Luis, detrás de ellos llegó Ignacio, el cual se aposentó a la sombra y empezó a comerse una cebolla con pan, cosa que me trajo a la memoria las " Nanas de la cebolla" del gran Miguel Hernández: " La cebolla es escarcha / cerrada y pobre / Escarcha de tus días / y de mis noches / Hambre y cebolla / hielo negro y escarcha / grande y redonda (...)". Rat llegó detrás, ella ya había comido antes de llegar al albergue, con lo cual, le dejamos las mochilas y nos fuimos a comer los cuatro jadeantes, al restaurante " Cristina", de primero, ensalada, de segundo bacalao con cebolla, pimientos y patatas fritas, realmente la ración era una verdadera bestialidad, como todos pedimos lo mismo, el camarero dejó una grandísima bandeja en medio de la mesa, Jose Luis estuvo cerca de una hora comiendo bacalao. Rat le llamó para informarnos de que ya habían abierto el albergue, así que, con unas ganas tremendas de ponernos debajo de una efusión de agua tibia, salimos presurosos al encuentro. Las duchas, perfectas; las camas, prácticamente a estrenar; la limpieza, meticulosa; las instalaciones, más que suficientes: disponía de una cocina muy bien equipada, salón con sofás, comedor, lavadero, patio... Me duché concienzudamente pues valía la pena aprovechar, hice la colada que tendí en la parte de atrás del albergue, no digo más que lavé, por primera vez, el pantalón largo e hice la siesta. Después nos fuimos a hacer la " recuperación activa" que no es ni más ni menos que pasear para desentumecer los músculos. Fuimos a Tui con la intención de ver la catedral, creyendo que se encontraba a la entrada de la localidad, tomamos una cerveza de camino en el bar " Ponte Velha" muy cerquita del puente internacional donde se sitúa la frontera entre España y Portugal. Hay que tener en cuenta que en España es una hora más. Cuando vimos que la catedral estaba un tanto más apartada de lo que imaginamos decidimos ir a comprar la cena y desayuno pues se hacía tarde. De regreso al albergue subimos a la fortaleza de Valença, perfectamente conservada, después tomamos otra cerveza donde estuvimos comiendo. Llegamos al albergue para preparar la cena, detrás del mismo estaban: Rat, con una sonrisa de oreja a oreja, como siempre; Ignacio, dos italianas: Tiziana y Franca, muy simpáticas y un italiano: Luigi, allí mientras cenábamos se pusieron a cantar y pasamos un rato inolvidable. Yo cené un bocadillo de atún que me manchó el pantalón que acababa de lavar, Manolo se tronchaba de risa. Además vimos a los bomberos que salían disparados a la montaña que teníamos enfrente, donde se dejaba entrever un pequeño fuego, fue la nota negativa del día. Sobre las 11 nos acostamos pensando en nuestra entrada a España y el cambio horario.

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Valença do Minho - Redondela

Y entonces perdimos las flechas amarillas, pero encontramos otro ángel...
11 de Julio 2009
33 Km.

Perder el camino, perder el rumbo, te lleva a nuevos lugares, a nuevas situaciones y experiencias que nos pueden ayudar a descubrir nuevos rincones ocultos en nuestro interior: la rabia, el desasosiego. Lo único positivo de perder las flechas es que sales de la rutina diaria. Muchas veces, uno descubre una nueva ciudad cuando se pierde entre sus callejuelas, más que cuando sigue la ruta marcada en el plano, pero perderse en el monte es una experiencia angustiante, en realidad lo que es angustiante es saber que has dejado de pisar la ruta milenaria que te llevará a Santiago de Compostela.

Nos levantamos a las cinco de la mañana (hora portuguesa) y nos pusimos a andar entre la niebla. Por miedo a pasar frío nos pusimos manga larga, al poco entramos en el casco viejo de Tui por el antiguo Camiño da Barca hasta la Catedral, allí tuvimos que parar a quitarnos lo puesto, pues estábamos empapados. Las flechas estaban casi borradas, eso contrastaba muchísimo con el camino portugués en Portugal, extremadamente bien señalizado y con pintura fresca. Una vez abandonada ésta, bajamos, por los conventos de las Clarisas de clausura y, en dirección norte bajo un pasadizo inferior, los de Santo Domingo y San Bartolomé, el más antiguo de todos. Por el valle del río Miño nos dirigimos al precioso puente medieval llamado "Ponte da Veiga" donde aprovechamos para hacerle algunas fotos; sin cruzarlo seguimos adelante hasta que perdimos las flechas amarillas y empezamos a enfadarnos, pues confiábamos en las indicaciones. Si te avisan de que el camino está mal señalizado, te buscas la vida para seguir, preguntas, te informas, pero nadie nos había avisado. Jose Manuel siguió de frente en un frondoso bosque, para ver si encontraba alguna flecha, Manolo y Jose Luis rodearon una parcela agrícola para lo mismo, Rat y yo seguimos a la izquierda hasta que la vegetación baja nos cortó el paso anunciando que por allí no había pisado nadie en siglos. Según los mapas teníamos que cruzar la vía del tren y la carretera N-550 para buscar la capilla de la Virgen del Camino. Pero no encontramos nada, así que, saltando, cual cabra desbocada, conseguimos llegar a dicha nacional. Preguntamos a dos chavales que volvían de fiesta si dicha carretera llevaba a Redondela, nos contestaron que sí, entonces, cabreados, indignados, irritados, enfurecidos, enojados, por el tiempo perdido (cerca de una hora) tomamos el asfalto hasta O Porriño, antes tuvimos que cruzar un polígono industrial enorme, en línea recta, menos mal que el tiempo acompañaba, pues estaba nublado. A la entrada de O Porriño paramos a almorzar en un bar cuya dueña tenía unos ojos realmente impresionantes, verdes claros que hipnotizaban. Quizá hipnotizó a Jose Luis, pues sorprendentemente decidió quedarse allí y coger el autobús hasta Redondela, aunque el verdadero motivo reside en que llegó al bar más cansado que un caballlito de feria. Allí comí un bocadillo de lomo con queso y una cerveza. Salió el sol y enfilamos, esta vez sí, por el camino marcado por la rúa de San Sebastián, la salida de la ciudad está bastante desordenada. Seguimos la carretera que abandonamos pronto hasta la iglesia de Santa Eulalia de Mos de estilo barroco. Posteriormente hay una fuerte subida por la rúa dos Cabaleiros, donde un crucero policromado nos desea " Buen camino". El camino es realmente impresionante, gallego. Llegamos a la capilla de Santiaguiño de Antas, donde a unos trescientos metros encontramos una piedra miliaria romana. Toca descender para regresar a la N-550 y entrar en Redondela. Caminamos por las rúas Pai Crespo y Queimaliños y llegamos al albergue de peregrinos.

Otro albergue cinco estrellas, en un edificio medieval reconstruido para uso de los peregrinos. A la llegada al albergue llamamos a Jose Luis el cual nos informó que el autobús llegaría cerca de las cuatro de la tarde a Redondela, lo que no contaba era que era sábado y dicho autobús no salía los fines de semana, así que tuvo que coger el tren. En el albergue nos atendió una chica muy amable que nos registró. Le preguntamos si había alguien más y nos dijo que arriba estaba una sevillana, subimos y entonces encontré otro ángel, Eva con la que tuve esta escueta conversación: " Tú debes de ser la sevillana" a lo que contestó afirmativamente. Con el paso de los días llegó a ser parte integrante del grupo de peregrinos, suerte para nosotros cuatro pues es una chica realmente impresionante, en todos los sentidos.

Después de la ducha y sin lavar la ropa pues no había sitio para tenderla, nos fuimos a tomar una cerveza al bar Central, hacía muchísimo calor, allí tuvimos que esperar a Rat, mientras departíamos sobre la jornada, además comimos nuestro primer pincho de tortilla. Una vez apareció nuestra amiga, nos fuimos a comer detrás del albergue a un Asador llamado O migas, allí nos estaba esperando Ignacio. De primero comí ensalada y de segundo churrasco de ternera con patatas, café y chupito digestivo. Llegó un peregrino, Paco, también catalán que venía de urgencias pues en la planta del pie tenía una ampolla realmente bestial, o eso creímos pues llevaba todo el pie envenado. Le invitamos a sentarse con nosotros pero rehusó la invitación y se sentó frente al televisor para comer algo que le hiciese olvidar su verdadero calvario. Después fuimos a dormir la siesta como de costumbre. Dice un anuncio: " Las cosas buenas no deberían cambiar nunca" y así que obramos. Al despertar nos encontramos a nuestro amigo Jose Luis que llegaba al albergue de su periplo ferroviario, ya con el grupo completo nos fuimos todos, excepto Jose Luis que prefirió antes dormir la siesta, que dar una vuelta por la localidad: Yo, Manolo, Jose Manuel, Luigi, Ignacio, Rat y Eva, paseamos por la alameda y nos sentamos en una terraza a tomar una cerveza, allí charlando pasamos un buen rato. Visitamos la iglesia de Santiago y después aterrizamos en un supermercado a comprar el desayuno. Llegando al albergue nos encontramos al dormilón ya totalmente en forma por eso decidimos ir a tomar otra cerveza en el Central, donde el dueño, Jose Manuel, nos trató muy bien, nuestro Jose Manuel se medio enfadó pues el bar estaba decorado con pósters del Barça y él es incondicional del Madrid. Nos pusieron de tapa un bocadillo de chorizo para los cuatro. Asimismo decidimos Manolo, yo y Jose Luis volver donde comimos para cenar algo, a base de raciones: pulpo, zamburiñas, gambas al ajillo y chocos en su tinta, junto con una copa de Ribeiro " Terranova" que nos recomendó el dueño. Pronto nos fuimos a dormir en una cama estupenda. Parecía que iba a llover...

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Redondela - Pontevedra

Sentí como la energía de los árboles se fundía con la mía y éramos una sola cosa...
12 de Julio 2009
20 Km.

Y llovió. Ninguna canción es tan perfecta como oír caer las gotas de lluvia sobre el verde del campo. Hoy amaneció nublado. Un día exquisito para caminar. Había descansado extraordinaria y extrañamente bien a pesar de que tenía a Manolo a un metro y medio de mi cabecera. Eran las cinco y media de la mañana cuando nos pusimos a caminar. Cruzamos la plaza de la Alfóndiga, iglesia de Santiago, la cual visitamos el día anterior, rúas do Cruceiro, da Picota, capilla de Santa María para salir de Redondela. Otra ciudad, otros recuerdos imborrables, realmente no recuerdo lo que comí el día anterior o si me lavé o no los dientes, pero recuerdo cada piedra, cada rama de mi camino, incluso escribiendo estas humildes líneas, recuerdo hasta el olor de la calle. Un pequeño puente de río y de vías nos recibió en la penumbra. El camino es precioso. Galicia es eterna. Subimos por unas mesas de piedra de recreo y una fuente con muy buena pinta, para llegar a lo alto, se trataba de la primera tachuela que era necesario salvar, el alto da Lomba. Al bajar se veía perfectamente la ría de Vigo y la isla de San Simón, impresionante, el verde de las alturas se mezclaba con la mar calma, grisácea, como corresponden a estas aguas. Entramos en Arcade por asfalto, un pueblo con unas casitas marineras muy entrañables, pero el sino del caminante es continuar, nos habían dicho que las ostras eran de excelencia, pero no eran horas para comerlas. Allí me hice una foto junto a un mojón del camino y una placa conmemorativa donde el pueblo gallego derrotó a las huestes del mariscal francés Ney, en la guerra de la Independencia. Atravesamos el puente de Sampayo y entramos Puentesampaio, lógico ¿verdad? Pasamos frente a dos cruceros, en alto, subiendo, para atravesar otro puente. El paisaje se hizo poesía, y el peregrino era el poeta aplastado en ese cuadro. Todo inmenso, el camino se convirtió en un paraíso, es un tramo muy antiguo que, según las guías, ha sido transitado desde épocas muy remotas, donde se ven hasta las marcas de carros en las losas. Por un pinar que nos resguardaba en parte de la finísima lluvia que empezaba a calar, llegamos a unas ruinas. Por Santa Columba de Bértola llegamos a Santa Marta de Ganderón, hasta una capillita que nos dirigió a una carretera que va de San Andrés de Figueirido a Pontevedra. Pobo, Tomeza, Ponte Condesa y Ponte Couto, son las aldeas por las que pasamos para llegar a Pontevedra, la antigua Pons Veteris, después de pasar por debajo de las vías del tren, llegamos a las proximidades del albergue, pero antes tocaba reponer fuerzas con un buen almuerzo.

Eran las diez menos cuarto y la taberna elegida y única se llamaba " A boa", Yolanda, la dueña del local, nos trató muy bien. Debido a que era demasiado temprano para que apareciera el panadero, decidimos tomar una cerveza, pero en ésas, entró acompañado por un aplauso que le arrancó una sonrisa. La imagen tuvo que ser dantesca: un grupo de peregrinos, sucios, mojados y embarrados, sentados en una mesa esperando al señor panadero para fabricar un buen bocadillo. Después de almorzarme, un bocadillo de tortilla del tamaño de mi fémur, nos subimos al albergue para esperar que nos abriesen, allí nos tiramos todos al suelo, en la acera, a mitigar el cansancio acumulado, en ocasiones llovía, en ocasiones escampaba, pero nadie nos movía de allí. El albergue abría a la una de la tarde. Hay hospitaleros que la conciencia la tienen despierta y no quieren dejar a los peregrinos en la calle lloviendo, así que a menos cuarto, cansada por la premura de su paso, una señora nos abrió.

El albergue era de cinco estrellas, ya nos estábamos mal acostumbrando, pues no habíamos visto tal cantidad de maravillas para el descanso del peregrino en más de 3000 Km. a pie. Día tras otro, era un regalo del cielo. Elegí una cama cerca de la ventana pues la claridad me ayuda a leer, escribir y, aunque parezca una contradicción, a dormir. Después de la ducha, decidimos lavar la ropa, todos juntos, en una de las lavadoras industriales de las que disponía el albergue pues hacía dos días que, entre pitos y flautas, no habíamos lavado lo suficiente, excepto Jose Manuel, el cual lavaba aunque cayeran chuzos de punta. La señora hospitalera se ofreció a cambiarnos la ropa de la lavadora a la secadora para que no estuviésemos allí esperando el regalo cerca de tres cuartos de hora. Como estábamos más llenos que el baúl de la Piquer, nos limitamos a picar algo para cumplir con el ritual de la comida a medio día, Yolanda nos puso pulpo y chipirones que nos sentó bastante bien. Luego subimos al albergue a reposar. Al despertar, y en compañía de paraguas y chubasqueros, fuimos a hacer la ruta turística por aquella preciosa ciudad.

Pontevedra es una sucesión de calles con soportales que enlazan con plazas recolectas flanqueadas por pazos y casas blasonadas, iglesias y monasterios, cruceiros y fuentes... Es una gozada pasear, bajo la finísima lluvia que caía, por sus calles. Nuestra primera parada fue la Iglesia de la Peregrina cuya construcción data del siglo XVIII. Su planta tiene forma de concha y su fachada es barroca. Alberga la imagen de la Virgen Peregrina vestida de romera y un retablo realizado por Melchor de Prado en estilo neoclásico, me gustó mucho, además te emociona que una ciudad tan importante consagre sus monumentos a los peregrinos, eso demuestra que nuestra locura no es una moda pasajera, como dije en alguna ocasión, sino que miles de huellas han forjado la cordura de todo lo que supone el Camino. También visitamos la Iglesia de San Francisco del siglo XIV de la Orden de los Franciscanos en la plaza de la Herrería que es, junto con la plaza de la Peregrina, una de las más típicas, visitadas y queridas de la ciudad de Pontevedra y es el centro neurálgico de la ciudad. La Plaza de la Herrería es sin duda la estampa más típica de la ciudad. Esta plaza se une con la plaza de Orense, con la de la Estrella y con los Jardines de Castro San Pedro formando un lugar donde la gente pasea y toma algo en sus terrazas, es de estilo chafariz portugués. También se encuentra situada en esta plaza la Casa de los Barbeitos, que llama la atención por la cantidad de caras, que tiene su fachada. Después fuimos, por el casco antiguo, a la Basílica de Santa María la Mayor, del siglo XV, de estilo gótico y renacentista. Su fachada es del siglo XVI, de estilo plateresco, me impresionó el Cristo del Desenclavo del siglo XV y el Cristo de los Mariñeiros del siglo XVIII, cuya expresión barroca te deja una impronta en el corazón, pues es tan real que parecen de carne y hueso. Después de salir de la Basílica fuimos a la casa del cura a que nos sellarán la credencial, una señora entrada en años, con mucha educación y buena voluntad se ofreció a estampar la marca que acredita tu paso por aquellos lares, pero nos la puso al revés, no pasa nada. Allí, Eva, Rat, Ignacio y Luigi decidieron quedarse a oír misa, nosotros, que ese día no estábamos demasiado devotos, fuimos al bar de enfrente, más laico, a tomar una cervecita, que ya era hora, en concreto, en el bar " JJ" que estaba delante del Ayuntamiento, el cual se encontraba inmerso en unas obras. Con los calcetines empapados, pues íbamos en chanclas (ya sé que queda cutre, pero los pies, son los pies) y para no volver por el mismo sitio, decidimos ir por otras calles, decisión errónea pues estuvimos casi una hora extraviados por Pontevedra. Al final descubrimos los naranjos de la avenida principal y regresamos camino del albergue, Manolo y yo decidimos parar en un café-bar a tomar una cerveza, ya que aún era demasiado temprano para retirarse, Jose Manuel se fue a comprar un paraguas a un chino que había cerca del albergue. El hambre apretaba un poco y, debido a que nos habían tratado muy bien en " A boa" decidimos ir a picar algo para la cena, un día es un día -pensamos-: alitas de bacalao y pulpo, tuvieron la culpa. Luego Yolanda nos sacó unos orujos y estuvimos un rato charlando con los dueños, con los que, incluso nos hicimos una foto. Ya pasaban de las nueve y media cuando tuvimos que llamar a Eva para que nos abriera el albergue. Estuvimos un rato en el salón charlando con los demás peregrinos y cantando con Luigi y Manolo, hasta que, prudente yo, a las once, me metí en el sacó, al lado tenía a nuestra amiga Franca, la cual no roncó, gracias a Dios.

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Pontevedra - Caldas de Reis

Ni sol que todo lo abarque, ni lluvia que todo lo encharque...
13 de Julio 2009
25 Km.

El número de peregrinos aumenta, las ganas de llegar disminuyen, no quieres que este camino toque a su fin pero ya sabes que después de Caldas, nuestro próximo destino, llega Padrón y Santiago y aunque llegar a Fisterra nos va a suponer cuatro días más de este maravilloso pasaje a las estrellas, Santiago siempre será Santiago, la meta, aunque no el fin.

Nos levantamos a las seis de la mañana, atravesar Pontevedra nos resultó bastante costoso pues el albergue está prácticamente a la entrada de la ciudad, salimos por la calle Virgen del Camino hasta su Santuario en la plaza de la Peregrina, donde estuvimos el día anterior paseando y disfrutando de lo maravillosa que es la ciudad, peregrina como la que más, uno se siente parte de esta tierra, la cual vamos sembrando de pisadas y de hierbas de plata, de sudor. A continuación, pasamos por la rúa Soportales, rúa Real para llegar a un puente del Burgo en la salida norte de la ciudad, no hay que olvidar que el camino portugués camina al norte. El asfalto se transformó en vegetación y el camino volvió a ser camino, la espesura mitiga el cansancio pues estás más pendiente de lo que te envuelve que de tus propios quejidos internos, pues a estas alturas, tu cuerpo empieza a proclamar tu demencia. Pasando el puente nos pusimos paralelos a las vías del tren que nos condujo a Pontecabras, dejando el río y una fábrica. Cruzamos la vía del tren, los diálogos entre nosotros dieron paso al silencio, ya empezaban a transpirar nuestras espaldas. Subiendo llegamos a una iglesia cerca del lugar de Goxilde, donde el arzobispo Xelmírez descansó con sus huestes, camino de vuelta a Compostela, después de efectuar el famoso " pío latrocinio" de las reliquias que se conservaban en Braga. Una capilla y un par de aldeas dan paso a un fastuoso bosque y volvemos a subir hasta las vías del tren que cruzamos para llegar a Lombo da Maceira y a la aldea de San Mauro donde antiguamente se efectuaba el cambio de cabalgaduras. Pasamos junto a un crucero que indica el camino a seguir, en puente Valbón hay un crucero llamado de Amonisa, desde cuyo fuste el apóstol Santiago nos indica la dirección norte mirando hacia Compostela. En zig-zag llegamos a la N-550 pero una capilla nos saca de la carretera y nos devuelve al bosque. A las diez de la mañana, cansados, almorzamos en la gasolinera de Briallos un bocadillo de tortilla y una cerveza, tan solo faltaban tres kilómetros los cuales se hicieron bastante llevaderos pues el sol nos respetó todo el trayecto. Muy cerca de Caldas de Reis atravesamos el puente y ya nos metimos en el casco antiguo. Pasamos junto a la policía local, donde sellamos nuestra credencial, de paso nos informó sobre dónde estaba el Colegio " La Encarnación" que disponía de un albergue para peregrinos. Tuvimos que esperar un poco a que llegara la hermana Lola que era la encargada de atender a los peregrinos. La espera no se demoró demasiado pues otra hermana se apiadó de nosotros y nos dejó entrar. El albergue estaba muy bien, aunque las camas hacían un poco de ruido, yo me puse en la esquina, junto a la ventana, a mi lado estaba Eva y Rat, delante de mí, a mis pies estaba Jose Manuel y Jose Luis y más allá Manolo, para ver si sus ronquidos quedaban más escondidos que la Atlántida, pero "iba a ser que no".

Después de la estupenda ducha y de lavar la ropa, curé a Manolo sus ampollas, a pesar de su feo aspecto, las dominaba bastante bien. Manolo maldecía mil veces esas molestas burbujas de líquido pues es una persona que le gusta hacer mucho deporte, ha andado mucho, por eso no se explicaba su malasombra. Le pinché la ampolla y la crucé con un hilo para que drenara. Manolo me lo agradeció. La verdad es que me gustaba curarle porque su cara de satisfacción y la forma que tenía para dar las gracias, reconfortaban, eso también es parte del camino. Ayudar al peregrino. Se puede hacer de millones de formas, y esa era una de ellas, yo estaba dispuesto a curar a quien fuese, simplemente hay que tomar las precauciones higiénicas necesarias y punto. Después de la cura de los estigmas peregrinos nos fuimos a tomar una cerveza, que fueron tres, no sin antes pasar por un chino y comprar un paraguas, Jose Luis se compró unas sandalias que le duraron lo que le duró la cerveza. Nos la tomamos en el mesón Loureiro. Jose Manuel se preocupó en preguntar un buen sitio para comer. Le recomendaron el Mesón Castro. Allí, ya reconfortados, fuimos donde comimos muy bien: de primero una ensalada y de segundo una milanesa con patatas y un helado de postre. Después, entre risas por ver a Jose Luis y sus sandalias (más feas no podían ser) nos fuimos a descansar. Por la tarde fuimos a pasear por la ciudad famosa por sus aguas termales, por eso se convirtió en villa balnearia y el turismo hizo el resto. Sus iglesias, hermosos parques, con gran variedad de especies, con carballos centenarios, en la ribera del río Umia. La antigua calle Real peatonal, con algunas de sus casas nobles blasonadas, el puente romano sobre el río Bermaña, la iglesia de Santo Tomás, bien valen un camino. Pero no hay ruta turística sin su correspondiente rubia, la cual tomamos en el bar Esquimal. Manolo no se encontraba bien, quizá tuvieron la culpa los huevos con bacón que se comió durante la comida. De vuelta al albergue fuimos a comprar algo para la cena, yo opté por una de esas latas que llevan preparada una ensalada italiana, a base de pasta, fuimos al comedor y después de cenar, con la claridad del día, nos acostamos. Otro día, otro pueblo, otras charlas, otras gentes y los mismos peregrinos, un gran día, sin duda.

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Caldas de Reis - Padrón

Donde la lluvia nace y la luna flirtea, con mi mala estrella, aún sigo caminando en ti...
14 de Julio 2009
22 Kms.

La ruta portuguesa abandona Caldas de Reis para adentrarse en el valle de Bermaña y sus bosques centenarios. Ya queda menos para llegar a Santiago, ya queda menos para volver a sentir ese {\lang1024 cosquilleo} en la garganta que te enciende el alma. A las cinco y cuarto de la mañana atronó el teléfono de Jose Luis y como si se tratara de Falete en busca de unos pestiños en semana santa, nos levantamos para desayunar. A mí me quedaba un batido de cacao y unos "micados" que se me hicieron un poco amargos durante el día. Nada más despedirnos de la hermana que nos abrió muy amablemente la puerta, salimos bajo la lluvia, en ocasiones muy intensa, por ello decidimos esperar un poco a ver si amainaba, cosa que no tardó en ocurrir. Era todavía de noche cerrada, el ceniciento dio paso a la claridad del día que lo impregnó todo y es que no hay verde como el verde de Galicia, incluso estando el día velado.

Se deja a un lado la iglesia de Bemil y comienza un suave ascenso hacia Santa Mariña de Carracedo, para seguir después rumbo Casal de Eirigo y O Pino, a través del monte Albor. El camino carretero masajeaba las plantas de los pies. El día amenazaba con descargar una y otra vez, pero hasta después de almorzar no cayó ni una gota aunque el ambiente era muy húmedo. Llegada al molino de Solleiros, la ruta gira suavemente para llegar a San Miguel de Valga y de allí a Infesta, en Pontecesures almorzamos, antes de cruzar el río Ulla, una cerveza y un paquete de papas pues no había manera de encontrar pan. Pasado el puente romano de Cesures, el Camino entra en tierras coruñesas siguiendo paralelo a la N-550 hasta llegar a Padrón. El chaparrón nos acompañó hasta allí, fuimos a su albergue que está muy cerca de la iglesia de Santiago.

Nada más llegar nos dimos cuenta de que el albergue estaba muy bien acondicionado, realmente vale la pena pernoctar en un sitio tan bien cuidado y limpio, aunque echábamos de menos un cuarto de baño más amplio pues sólo disponían de dos duchas, aunque no hay ningún problema, con paciencia, todos acabamos limpitos y con la ropa interior y la camisa lavada, siempre con el temor de que no se secara pues el día estaba muy encapotado. Después salimos a ver dónde podíamos tomar una cerveza y comer en condiciones, por supuesto, íbamos todos juntos, una señora recomendó a Jose Manuel el " Bar Os M Bar Os Monaguillos}" que regentaba un tal Isidro en la avenida Camilo José Cela, justo enfrente de un crucero en piedra que recordaba su premio Nóbel de literatura en 1989, donde, por supuesto, me hice una foto (una de tantas diría yo) Jose Manuel volvió a recoger la ropa porque empezaba a lloviznar, a su regreso comí de primero, una ensaladilla rusa y de segundo, pollo con patatas y de postre, helado. A la salida compramos en Eroski, que estaba enfrente, el desayuno que nos acercaría a Santiago de Compostela y a continuación fuimos a descansar al albergue.

Por la tarde fuimos a ver la ciudad. Padrón es un burgo de origen medieval, conserva aún el encanto del pasado en todos sus rincones, nada más salir del albergue bajamos a la Iglesia de Santiago, sobre el río Sar, allí está el Pedrón, una piedra de la que se asegura sirvió para atar la barca también pétrea que trasladó al Apóstol Santiago ya muerto, desde Palestina hasta las costas gallegas: " quien va a Santiago y no va a Padrón, o hace la romería o no". Tiene una inscripción, alterada siglos más tarde (se le añadió una cruz y se le cambió el nombre propio que figura en él), que algunos traducen por " La Neptuno los catorienses pusieron de su bolsillo". Después fuimos a visitar la casa-museo de Rosalía de Castro, la casa de " La Matanza", en donde murió la genial escritora en 1885. Conserva prácticamente inalterada su estructura original. Se pueden contemplar numerosas fotos de la poetisa, de sus familiares y amigos, recuerdos personales, escritos y multitud de objetos cotidianos en la Galicia del siglo XIX. Como visitamos monumentos religiosos y paganos, nos restaba el monumento natural, así que fuimos al jardín Botánico-Artístico, que incita al paseo. La fuente, e incluso la estatua a Macías o Namorado con el verso " Cautivo de mi tristeza", pasan casi desapercibidos en medio de este vergel con cada uno de sus elementos identificados. A la salida del jardín, me llamó la atención una estatua que inmortaliza a Ernesto Gende Rodríguez. Después supe que se trataba de un profesor que durante décadas desarrolló una labor educativa altruista, por último subimos al Convento del Carmen, junto al albergue. Ese convento, primero de los Carmelitas Descalzos y luego de los Dominicos, es una buena muestra del neoclásico gallego, convertido en espontáneo mirador sobre la villa. Desde allí se divida toda la ciudad y todo el valle. Faltaba algo totalmente imprescindible y es que no se puede pasar por Padrón y no degustar sus famosos pimientos " unos pican sin, otros pican non", así que fuimos al paseo del Espolón que preside la estatua de Rosalía de Castro, un monumento donado por los padroneses en Uruguay, homenaje al que se sumaron los gallegos residentes en Buenos Aires y que termina con una escultura de Camilo José Cela junto al mercado (visita obligada). Fuimos al " Mesón o carro" a cenar pimientos y pulpo. Jose se tomó su tradicional helado, no es de mucho cenar y Rat se fue a cenar al albergue. Después de cenar comedidamente nos fuimos a descansar al albergue, mis compañeros se quedaron charlando bajo, yo decidí acostarme, pensando en la entrada a Santiago y en cómo me iba a afectar el retomar el camino hacia Muxía-Fisterra pues debería ser una sensación algo extraña abandonar las agujas de las torres de la catedral.

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Padrón - Santiago de Compostela

Y es que parece construida el día anterior por alguien que hubiera perdido el sentido del tiempo
15 de Julio 2009
25 Kms.

Todo pasa y todo queda, el repiqueteo de las campanas de la catedral de Santiago se hizo saeta en el despertador de Jose Manuel. Otra vez los sentimientos encontrados: detesto el roce del aire, amo la esperanza por alcanzar la meta; me amarga el camino a cada paso, me endulza las sonrisas de mis bordones, mis amigos peregrinos; me enfurece la lluvia, tan deseada a veces, me aplaca la tristeza por abandonar la senda. El día de hoy es un helado de excrementos y miel.

A las seis de la mañana, con la amenaza del cielo salimos del albergue, pronto tuvimos que tapar las mochilas a la altura del cementerio de Adina donde creo que está modestamente enterrado don Camilo. Las aldeas se sucedían una detrás de otra. Desde Iria Flavia y sus viejas casas llegamos a la N-550, para desviarnos a Romarís en pleno camino medieval. Después Rúa, Rueiro, Cambelas, Anteportas, Tarrío, Vilar... para entrar en otro espacio sagrado, Esclavitude, con su fuente milagrosa y el Santuario de Esclavitude (ss. XVII) y al poco, otra iglesia que anuncia la cercanía a la ciudad Santa, la de Santa María de Cruces. El bosque se deja ver entre las aldeas que parecen que están incrustadas en la maleza, los campos de labor, las parras, nos llevan a Areal, para volver a la Nacional que dejamos a la izquierda para llegar a Teo. En dicha aldea pasamos por un crucero precioso. Las pequeñas aldeas iban dejando paso a las grandes concentraciones de chalets, aunque eso ya daba igual, cerca estaba Santiago de Compostela. La entrada a Santiago se realiza por el vecino O Milladoiro, donde decidimos parar a almorzar, en concreto, en el " Bar Capilla", almorcé un bocadillo de jamón con tomate y una cerveza. Dejando atrás A Rocha Vella para alcanzar el barrio de A Choupana. La calle Rosalía de Castro nos deja junto a la Alameda hasta Porta Faxeira, antigua puerta de la ciudad. Y la rúa dos Francos y la Portada de Praterías nos asoman al balcón de la plaza del Obradoiro y a la catedral, eran las once de la mañana y es que parece construida el día anterior por alguien que hubiera perdido el sentido del tiempo. Llegamos ¡Ultreia!

Lo primero que hicimos fue ir a la oficina del peregrino a recoger mi quinta Compostela consecutiva que acreditaban más de tres mil setecientos kilómetros a pie por los distintos caminos. Jose Manuel quiso recoger la Compostela laica, pero se la dieron religiosa pues puso que hizo el camino por "otros motivos", por supuesto Manolo recogió la laica, las chicas y yo recogimos la religiosa. No había mucha gente en la cola por eso acabamos pronto, nos dirigimos a la catedral por la puerta de Praterías a oír la misa del peregrino, eran las doce menos diez. Después, Jose y yo, fuimos a abrazar al Apóstol. El resto, es otra historia... (Falta el diario de los cuatro días hasta Muxía-Fisterra)

Otro camino, la plaza del Obradoiro, la más bonita del mundo, donde he sentido cosas que nunca he sentido en ningún lugar, estaba repleta de gente. Me sentía con derecho de estar delante de la fachada de la catedral, observándola, en silencio. El vuelo duró siete minutos escasos, no podía apartar la mirada, me buscaba a mí mismo tallado en la piedra en forma de musgo, de hierbajo, me sentía parte de la piedra. Si todo el mundo que venía en peregrinación -pensaba- siente el gozo que en esos momentos sentía, habrían miles de "iluminados" cada año. El camino es la vida, y al igual que ésta, crea condiciones para superar los obstáculos para transformarse y viceversa. Ahora, por fin, tenía las ideas más claras: era una persona inacabada, todos estos años, el camino, generoso, iba llenando mi espíritu, me transformaba para superar esas pequeñas cosas con las que tenemos que enfrentarnos a diario. Muchas veces, escapaba de mí mismo y desconectaba de este mundo en vilo, pero el camino te ayuda a serpentear los nubarrones de la vida diaria. Creo que ahora el latir de mi corazón suena diferente, realmente ¿el camino cambia a una persona? Sí, estoy convencido. He visto paisajes maravillosos, momentos impresionantes, es curioso cómo un rayo de sol puede iluminar un lugar, en un microsegundo, y cómo ese microsegundo se puede sellar en la credencial de tu pensamiento de por vida. He descubierto cómo viven las personas que me han rodeado... pero lo más extraordinario son los diálogos que he tenido con la gente, no hay que olvidar que la mayor parte de peregrinos son extranjeros atraídos por la magia del camino, la barrera del idioma no es impedimento, la amabilidad es un lenguaje universal. El año que viene, toca empezar el camino en otro sitio, no sé dónde, pero lo que sé es que volveré a que me ilumine. Siempre y cuando mi familia se encuentre bien, volveré. No quisiera acabar este diario sin recordar a mis compañeros y compañeras peregrinos, en especial a Manolo, Jose Luis, Jose Manuel, Rat y Eva, sin ellos, mis palabras son mudas, han sido esa luz de la que os he escrito antes, esa "iluminación" a la que me refería. Romper lazos después de tanto nudo se hace muy difícil. También decir que aunque no haya nombrado mucho a mi familia, padres y hermano, en este diario, todos los días, a todas horas estaban en mis pensamientos, si veía algo bonito (como solía pasar) enseguida me acordaba de ellos porque ellos son la metáfora de todo lo bueno que tengo en esta vida. Por último, espero que estas vivencias tan hondas que he querido compartir con quien se acerque a este diario, sean respetadas. Espero que sean mis ojos para mis alumnos, mi trabajo también es mi vida, y quisiera ser un profesor digno de los chicos y chicas a los que tengo el enorme placer de educar, quiero que el Camino de Santiago sea como un espejo a lo largo de sus caminos. Quiero enseñarles que la vida tiene experiencias bonitas y otras feas, pero hay que aprender a continuar, pensando en que todos y todas somos iguales. No hay pasos en el camino de primera ni de segunda, todos lo pisan por igual. Espero que el Apóstol me ayude. He tenido que hacer grandes esfuerzos para seguir... hoy que casi todo se consigue sin esfuerzo, en el camino, andar y andar se convierte en un autentico placer, dormir en el suelo o en el campo es algo que no se puede explicar... aquí quedo.