http://gratuidad.com/07_Testimonios/camino_de_santiago.htm
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A las 19,30h me espera Antonio en El Soto. Yo, Juan, voy con la mochila repleta de cosas nuevas y ropa vieja. Mi mente llena de ilusiones y miedo ante lo desconocido. Aunque me han hablado mucho del Camino de Santiago, tengo mucho "respeto" ante aquello que nunca se dice.
Con un poco de vergüenza por el bordón y los símbolos jacobeos que llevo colgados llegamos a la estación de Chamartín a las 20,30h. Nuestro tren destino Sarria (Lugo) sale a las 22:10h. Mucho tiempo de espera, pero me sirve para tranquilizarme y cenar (bocadillo y bebida traídos de casa). En el vestíbulo de la estación aparecen algunos peregrinos más. Ya no estamos solos, menos vergüenza. La ilusión/emoción va en aumento.
Subimos a las 22h en el tren. Disposición de los asientos que nos obliga a ir sentados de espaldas a la marcha, con las luces encendidas y sin poder casi dormir (nada ni nadie, ni siquiera la megafonía nos avisaría de la llegada a nuestro destino).
Afortunadamente conseguimos dormirnos hasta las 5 de la madrugada. El tren llegó poco después a Sarria. Nos bajamos de él y no puedo dejar de tiritar, no sé si por los nervios, el frío o seguramente por la mezcla de ambos.
Nos cambiamos de pantalón y de calzado en el andén de la estación. Entramos en la cantina y allí además de un buen desayuno nos ofrecen un trato inmejorable por parte de la camarera y el primer sello en nuestro Pasaporte de Peregrino. El Camino ha comenzado.
Desde el mes de enero todas las tardes, Antonio y yo hemos caminado durante más de una hora y a ritmo bastante rápido para prepararnos. Ahora nos encontramos con aceras soladas con alusiones al Santo, que nos llevan hasta las afueras de Sarria, pasando a convertirse en un hermoso, atractivo y prometedor camino.
Afortunadamente andamos más despacio que durante los entrenamientos. Mis piernas parecen responder bien, a pesar de mi temor y vamos adelantando a los peregrinos. A los pocos kms. iniciamos el rezo del Rosario (la primera vez en nuestras vidas que lo hacemos sin compañía). Rebasamos a los caminantes, saludamos y seguimos rezando, sin bajar el tono de voz. No nos avergonzamos, al contrario me encuentro orgulloso de ello y muy bien acompañado, nos da fuerza para proseguir el Camino que comienza a endurecerse.
Según los mojones del Camino nos faltan 3 kms. para llegar a Portomarín. Por la cercanía del río entramos en la niebla, baja la temperatura y se atenúa el sol que casi empezaba a molestar. Cruzamos un impresionante puente, - según mis cálculos debe medir 200 m. de longitud, quizá más-, sobre el Miño con un enorme caudal de agua. Primera etapa superada, llegamos a Portomarín, hemos adelantado muchos peregrinos, casi todos gente mayor que nosotros dos y muchos extranjeros, los jóvenes aun no tienen vacaciones para poder venir. Tengo ligeras molestias en los pies; han sido 22 kms, caminando durante cuatro horas... pero estoy pletórico... ¡¡ Santiago nos espera !!
Son las 11 de la mañana, llegamos al albergue de los peregrinos, aun está cerrado. Nos descargamos de nuestras mochilas y las dejamos en la puerta haciendo fila para entrar cuando abran a las 13h; somos los novenos, no está nada mal.
Junto al albergue hay un pequeño parque con mucha sombra y una fuente enmedio, nos vamos a él, con mucho cuidado y casi miedo por mi parte nos quitamos las botas y los calcetines. ¡¡ Estupendo !!, sólo tengo pequeñas ampollas en los pies, daños menores, mucho menos de lo que yo me temía. Nos fotografiamos por primera vez durante el Camino.
El albergue está temporalmente cerrado por reformas, lo abrirán dentro de dos días. Junto a él hay un antiguo colegio de educación primaria donde nos darán cobijo. Allí nos encontramos con varias habitaciones, nosotros dormiremos en una sala con cuarenta camas literas. Solamente hay dos duchas y además de agua fría, por el momento nada de higiene por mi parte. Todo me parece maravilloso, algo hay en el ambiente que se respira, que se puede palpar, no sé qué es, quizás sea fe, tolerancia, paciencia, cansancio, amistad, exactamente no lo sé.
Al mediodía el alojamiento está más tranquilo, tenemos un espacio para ducharnos y cambiarnos de ropa, somos hombres nuevos. Ya hemos puesto el segundo sello en nuestro Pasaporte. Nos auto-inscribimos en el Libro de Visitas, Antonio se encarga de poner sus datos y los míos, éste hombre me sorprende día a día.
En el bar más próximo entramos a tomar un bocadillo, queremos ser auténticos peregrinos y portarnos como tales e intentamos reducir al máximo los gastos. La dueña del bar, en pocos minutos nos resume su vida, ¿estará sola esta mujer? ¿nadie la escucha?, sólo Él y ella lo sabrá.
Tras el bocata y bebida, que nos sabe a auténtica gloria, paseamos un poquito por Portomarín y nos vamos a descansar, no consigo dormirme y me pongo a escribir. Me doy cuenta de lo distinto que es hacer el Camino y ser peregrino, pero en ese momento no tengo palabras para definirlo. Recapacito sobre la primera etapa, ha sido más suave de lo que me imaginaba. El Camino está muy bien señalizado por flechas amarillas que los voluntarios pintaron en las intersecciones de las sendas.
Estamos en lo que se conoce como "Galicia pobre", pero es profunda, llena de caminos, veredas, infinitos pasos, arroyos, agua, muchísima agua. Nos acompaña en todo momento el trino de los pájaros, el olor de los animales, me gusta, me reconforta, me tranquiliza. Estoy fuerte y feliz. Gracias Espíritu Santo.
Durante el Camino, la gente del lugar no niega el saludo, lo hacen, pero breve, quizás están cansados o aburridos de tanta gente como invade sus terrenos, sus caminos limpios.
Son las 17h, sigo sentado en mi litera escribiendo, sosegado, los ronquidos de los vecinos me acompañan. ¡¡Dios mío!! ¿qué pensará Santiago cuando nos ve a todos rendidos, con los pies deshechos y esperando que llegue el día siguiente para continuar hacia él ? Antes de venir aquí, pensaba que había caminantes que lo hacían por "algo" especial y otros tan sólo por turismo. En el primer día, al mirar alrededor, me doy cuenta de que un hecho así está movido por la fe, sin duda alguna.
A media tarde visitamos la iglesia de San Juan, con intención de escuchar misa, pero como no hay celebración alguna nos quedamos unos momentos allí, arrodillados, orando ante el Sagrario. Además hace una temperatura buenísima que invita a continuar dentro.
Maravillosa puesta de sol con los pies remojados en la frías aguas del Miño, junto al puente que cruzamos por la mañana. Allí esperamos a Nacho y Jose, son los otros componentes del grupo, pero ellos tuvieron que comenzar la caminata más tarde. Llegan muy cansados, les acompañamos a buscar hospedaje ya que el albergue está lleno y no admiten tipo alguno de reserva. La pista del Polideportivo Municipal está habilitada como "dormitorio", dejan allí sus mochilas, se asean y nos vamos los cuatro a cenar. Genial, ya estamos el grupo completo. El día a terminado. Silencio absoluto en el dormitorio a las 10 de la noche. Hasta mañana.
Comienzan a levantarse los peregrinos a las 4’30 de la madrugada. Antonio y yo lo hacemos a las 5’45h. Nos aseamos, recogemos las mochilas y nos vamos a esperar a Jose y Nacho. Hay algo de niebla, pero no hace nada de frío. Busco a los compañeros que están en el polideportivo, tomamos un buen desayuno para aguantar el camino que nos espera. A las 7h empezamos a andar destino Palas de Rei, tenemos por delante 24 kms. Antonio y yo comenzamos rápido, igual que el día anterior. Jose, por muchos motivos, no pudo entrenar y le resulta imposible ir al mismo ritmo que nosotros y Nacho decide ir más despacio y acompañarle.
Empieza a dolerme el pie derecho, noto cómo se me están formando ampollas en el talón y en la planta. Ignoro el dolor e invoca ayuda y ánimo al Señor. El camino está lleno de cuestas, muy duras y hace mucho calor, la niebla ha desaparecido completamente. Tengo sed, pero prefiero esperar algo más de tiempo antes de comenzar a beber, si empiezo pronto no podré dejar de hacerlo y aun queda mucha etapa. El dolor del pie se acentúa, pero no quiero parar, si lo hacemos me dolerá más al retomar el Camino. Únicamente un pequeño avituallamiento sin dejar la marcha, rebasamos a mucha gente con síntomas de irlo pasando mal. A Jose y a Nacho ni se les ve. Me esfuerzo al máximo para no beber demasiada agua. Sin duda alguna el día es mucho más duro que ayer.
Alcanzamos el kilómetro 66, pero no se ve Palas de Rei. Decepcionado, dos minutos después, le pregunto a Antonio y me indica que ya hemos llegado. Gloria a Dios. Rápidamente nos dirigimos al albergue y descargamos nuestras mochilas en la puerta, de nuevo somos de los primeros en llegar. Con más miedo que ayer me quito las botas y los calcetines, no hay daño aparente alguno en los pies, pero me duelen mucho. Me reconforto pensando que ese dolor sirva para la Gloria del Señor. En sandalias y arrastrando los pies nos vamos al supermercado más próximo a comprar bebidas. Ayer, en perfecto estado, me burlaba de los peregrinos que tenían que caminar como yo lo hacía hoy. Me lo merezco.
Treinta minutos después llegan Nacho y Jose. Éste último viene con los pies muy dañados. A la una del mediodía abren el albergue, nos damos de alta y nuestros Pasaportes, creados por el hermano de Antonio, reciben todo tipo de alabanzas, son modelos únicos, exclusivos. Tercer sello.
¡¡ Qué suerte !! ¡¡ Ducha con agua caliente !! Los peregrinos que continúan en la calle esperando para entrar, nos ven por las ventanas como aguardamos jubilosos nuestro turno para remojarnos. Estamos muy cansado, pero inmensamente felices.
Decidimos por unanimidad comer "bien" ese día. Frente a nosotros hay un restaurante que ofrece menú por 7€. Sin dudarlo entramos y mientras esperamos mesa libre tomamos el aperitivo, de tapa nos ponen fabada, que me parece exquisita. ¡¡ Tengo mucha hambre !! Necesito reponer energías.
Recuerdo que pedí para comer de primero ensalada mixta y de segundo merluza gallega. Creo que no es necesario hacer una mención especial a la calidad de la cocina gallega, así como la buena atención de sus camareros. Muy buena comida y mejor sobremesa, ya que más tranquilos y con los estómagos saciados, hicimos algo por primera vez desde que nos conocemos los cuatro, comenzamos a "abrirnos", a contarnos las vivencias, deseos y que estábamos "mataos", pero lo decimos con la sonrisa en los ojos.
A Antonio le duele la espalda -su mochila pesa mucho-, Jose y yo tenemos molestias en los pies y Nacho es el más joven y el más sano. Las caras de los demás peregrinos empiezan a sernos conocidas, casi familiares. En definitiva son muchas horas juntos, compartimos Camino, techo y destino.
Reposando en mi cama, recuerdo a mis compañeros de trabajo que al saber que me preparaba para hacer el Camino de Santiago me decían: "24 kms. los hace cualquiera..." Claro está que esas palabras me animaron a iniciarlo, pero el Camino es una auténtica peregrinación, un día tras otro es duro. Sabemos que mañana será aun peor, pero queremos, necesitamos hacerlo, ¿será por fe?¿quizás por orgullo?, no lo sé, hay "algo" en el Camino que nos obliga a continuar.
Antes de venir yo decía que más que por llegar a Santiago, hacía el Camino "para convivir con los peregrinos" y eso, hasta ahora, no se está produciendo. Con los caminantes solo hablamos de dolores y duchas frías. Con Antonio charlo mucho menos de lo que normalmente lo hacemos cuando nos vemos en Móstoles. Con Nacho y Jose tenemos conversaciones distintas de las habituales, quizás porque a nosotros tres nos relaciona la Renovación Carismática y Antonio no lo es. Tendrá que ser así.
Con tormenta de verano de fondo y arrastrando los pies, compramos la cena fría en el "super". Mientras diluvia damos habida cuenta de los bocadillos y los zumos bajo una carpa situada, seguramente para éste fin o similares, frente al albergue.
Al regreso al dormitorio, el compañero y yo nos curamos mutuamente las heridas. Jose tiene el talón muy mal. Dudo que mañana él pueda caminar. Un caminante extranjero nos fotografía en plena "intervención quirúrgica". Me acuesto preocupado por mi pie derecho ¿podré continuar mañana? Me encomiendo a Dios. Duermo bien, pero noto que la herida del talón está supurando. Será la voluntad del Señor.
Nos despertamos a las 5,30h, estamos casi solos, la gente se levanta y comienza a Caminar muy pronto, para llegar al siguiente albergue antes de que se agoten las plazas disponibles. Tengo miedo a poner los pies en el suelo, ¿qué pasa si no puedo andar?. Primero me pongo los calcetines (dos pares de algodón, muy importante, lo que me decía todo el mundo y yo no hice por creerme muy preparado... mi orgullo ha sido machacado). Tengo ligero dolor, pero voy hasta el aseo sin problemas. Lleno la mochila, me pongo las botas y... tengo, tan sólo, un ligero dolor. Gloria a Dios. ¿Y Jose? Viene arrastrando los pies, pero llega hasta nosotros y está dispuesto a seguir. Desayunamos chocolate y galletas en plena calle y comenzamos a andar. Son las 6’30h.
Casi de inmediato Nacho y Antonio se separan de nosotros dos, caminan más deprisa. Aparentemente me quedo con Jose para acompañarle, pero me viene muy bien, porque yo también necesito ir más despacio.
La etapa de hoy me ha gustado mucho más que la de ayer, a pesar de ser más larga. 31 km. hasta Arzúa. Menos sufrimiento, menos calor, menos tramos asfaltados, más sombra, y más despacio. Llevaba un poco de miedo en algunos momentos, he visto a Jose muy falto de fuerzas para terminar. Pero se ha portado como un auténtico campeón, aguantando la senda completa.
Al salir de Melide nos encontramos una fuente de agua potable bajo un hórreo. Durante todo el Camino se escucha y se nota la abundancia de agua, pero hay muy pocas fuentes donde se pueda beber y las zonas de descanso con máquinas expendedoras de bebidas están muy separadas o al menos, a mí me lo parece.
Descansamos diez minutos en la fuente. Ha sido agua de vida. Nos bebimos al menos 3 cantimploras llenas de agua, algunas galletas, más agua y reemprendemos la marcha.
Volver a empezar a andar es duro, muy duro, nuevamente hay que calentar las heridas. Pero el agua nos dio mucha fuerza para seguir.
Coincidimos -no recuerdo si nos alcanzó o le alcanzamos- con el encargado de un grupo de peregrinos de Valdemoro, formado por enfermos recuperados, por ejemplo, personas con trasplantes o que han sufrido infarto. Anduvimos y conversamos durante una hora, mientras Jose iba en silencio, con sus dolores, pero sin aminorar la marcha.
Llegamos a Rivadeixo, nuestro acompañante se queda aquí a la espera de que llegue su grupo. Jose y yo seguimos hasta Arzúa. Ya falta poco.
¡¡Qué alegría!! Ya estamos en Arzúa, pero el albergue de peregrinos está casi al final del pueblo. Lo descubrimos cuando llegamos a él, todos los vecinos nos decían cuando les preguntábamos: "Ya falta poco".
Otra etapa cumplida. Antonio y Nacho han llegado de los primeros y Jose y yo los número 40, pero hemos cumplido. Sin duda alguna no habrá camas suficientes y nos tocará dormir en una colchoneta, pero nos da igual, lo importante es asearse y descansar.
Albergue de Arzúa, muy bonito, precioso, todo él de piedra. Aseos en perfecto estado y ducha con agua caliente. (Es increíble el valor que le damos a algo que es tan común en nuestras casas).
Otro día más con miedo a quitarme los calcetines. Primero me descalzo las botas para descansar un rato y cuando el ánimo me lo indica poco a poco tiro del calcetín para ver "cómo anda el tema"... Estupendo... cansado, dolorido pero sin daños mayores.
Para comer nos recomiendan el restaurante "O Peregrino". Está un poco distante o me lo parece a mí al tener que ir con las sandalias arrastra. Nos agasajan allí con un estupendo caldo gallego espeso -cuando lo como en Madrid es más líquido- y generosa ración de carne asada a la plancha. De postre pido tarta de Santiago, por hacer honores al santo y para compararla con la que hago yo. Me gusta más la mía, pero está buena, muy buena.
De regreso al albergue, nos quedamos en la puerta Nacho, Antonio y yo a rezar el Rosario. Estando en ello pasan frente a nosotros dos sacerdotes, seguro que se sorprendieron al vernos en esa tarea.
Hoy estoy muy feliz. Lo único malo del Camino es la prisa para poder encontrar cama. Con los pies doloridos aseguro que volveré algún día, pero sin etapas ni fechas marcadas. Ya hemos superado la mitad de nuestro camino. Santiago estamos cerca de ti, por favor, danos un "empujoncito".
Noche intranquila. La compañía de mi izquierda me parece poco segura por su forma de proceder, es un hombre "extraño". Me intranquiliza cuando me relata su procedencia y situación actual. A la mañana siguiente me dijo Jose: "Debías estar completamente tranquilo, una persona que te ha dado su testimonio se ha abierto para ti, te ha ofrecido lo mejor que lleva, no tienes nada que temer" Soy un ignorante. Jose, gracias, tienes razón.
Cuando rozo los talones, con el saco de dormir, durante la noche me duele más que el día anterior. Espíritu Santo dame fuerzas para seguir.
Nos levantamos sin encender la luces. Son las 5’30 de la mañana. Lo primero que hago es ponerme el doble calcetín para no sentir molestias al pisar el suelo, pero me duele. Me calzo las botas (fieles compañeras) y recogemos todo casi a oscuras, ayudados con una útil linterna del amigo Jose. Aseo, desayuno hipercalórico para aguantar el día y dosis de analgésico para los cuatro de nuestro grupo, todos estamos dañados de alguna manera.
Salimos camino de O Pino a las 6’30h. Comenzamos muy despacio, esperando que el calmante surta efecto. Es de noche aún. Nacho y Antonio, por indicación nuestra, se despegan de nosotros rápidamente. Jose me pide que hagamos un rato de alabanza, cosa que me parece genial. Él da gracias a la energía que está recibiendo, a pesar de que el pobre tiene que caminar arrastrando literalmente los pies. Yo doy gracias a la luz que estamos recibiendo en ese nuevo y maravilloso amanecer.
Todo el Camino, ese día, está inundado de olor a eucalipto. Enormes, altísimos árboles que llenan de su aroma el aire. En ningún momento deja de olor bien, bueno excepto cuando atravesamos los establos, pero tampoco me parece desagradable.
La noche anterior también hubo tormenta, el camino está húmedo, es muy frondoso y con muy poco sol al inicio de la mañana. Muy bonito, precioso cada día más. Las pendientes se hacen más duras, pero sacamos fuerzas y continuamos. Seguimos viendo a toda la gente conocida, al adelantarlos o a la inversa la más de las veces.
Jose habla poco, está muy cansado, algunas ocasiones comienza a rezar y yo le sigo. Hoy necesitamos menos agua, la temperatura es un poco más baja. En teoría la ruta es más corta y no necesitaremos hacer avituallamiento.
A las 11h llegamos a O Pino, tras caminar 22 kms, al que iba a ser nuestro albergue para ese día. No nos encontramos demasiado mal. Antonio y Nacho nos adelantaron media hora y ya estaban almorzando. Para ganar tiempo nos proponen continuar hasta Monte do Gozo ya que es pronto y el albergue, como es habitual, no abrirá hasta las 13h. Intercambio mirada con Jose, se encoge de hombros y me dice: "Nos comemos un bocadillo y nos vamos".
Junto al albergue hay un supermercado, pedimos a la señora que nos prepare sendos bocadillos y nos sugiere queso de Arzúa (exquisito), le añadimos jamón cocido y recogemos provisión de agua. Tras comernos medio bocadillo y guardar la otra mitad comenzamos la segunda parte de la etapa hasta Monte do Gozo. Nos aguardaban, teóricamente, 14 kms. que se nos hicieron interminables, tardamos siete horas en recorrerlos.
Lógicamente, para subir al Monte son todo cuestas arriba, algunas muy pronunciadas. Hacia el tercer kilómetro de la marcha nos quedamos ya sin agua. Paramos a descansar junto a un grupo de caminantes alemanes, apoyados por tres vehículos monovolúmenes con todo tipo de provisiones. Nos ofrecieron vino y declinamos la invitación, pero les pedimos agua. Muy amablemente nos dieron tres botellas y continuamos el Camino.
Sin fuentes durante el camino y muy escasas máquina de bebidas, escasísimas. Jose se ve obligado a arrastrar los pies, pero está claro que había algo que le obligaba a continuar y no dejarlo. Intentaba darle ánimo desde mi pobreza y marcarle los descansos, ya que él pretendía parar constantemente, pero eso no era posible bajo el sol del mediodía.
Todos los peregrinos que nos adelantaban le daban ánimos y le conminaban a seguir. Llegamos a Lavacolla, pasando muy cerca del aeropuerto, atravesamos una zona residencial de aproximadamente 2 kms. donde no había sombra alguna, ni fuentes, ni nada de nada, sólo enormes viviendas. Bajo la pequeña sombra que nos ofrecía la fachada de un colegio decidimos dejarnos caer en el suelo para seguir comiendo, pero sorpresa, la bolsa con los bocadillos que colgué fuera de la mochila se ha caído durante el camino y la he perdido. No tenemos nada, tan sólo el Camino por delante para seguir y la compañía de Dios... bueno, y nuestro ánimo de peregrinos.
En la sombra del colegio Jose se ríe y me dice: "No es mal sitio para pasar la noche". Increíble. Con más animo que fuerza y los pies destrozados seguimos caminando. Por fin llegamos al cruce del Camino con la carretera y vemos una máquina de refrescos. Nos tomamos un Acuarius cada uno y seguimos, sin tener ni idea de cuanto nos falta para llegar. Creemos que poco, menos de 4 kms.
Volvemos a profundizar en el camino hacia el Monte. A nuestra derecha vemos unos bancos de piedra bajo la sombra, junto a un riachuelo y gallinas sueltas merodeando. Decidimos sentarnos allí para descargarnos las mochilas y descansar. Así lo hacemos y a los poco minutos se sienta tras de nosotros la presunta propietaria de las gallinas. Es la hora de la siesta y la buena mujer debe de salir al Camino a charlar con los peregrinos, en lugar de ver la televisión. Nos aconseja que bebamos agua del río, ya que "aunque pone NO POTABLE todos los del pueblo (5 casas) bebemos de ahí y no nos pasa nada". Por razones obvias declinamos la invitación y continuamos caminando. La mujer nos dice que nos falta muy poco para llegar al albergue; una cuesta, una curva y todo recto, sólo 4 kms.
La recta es interminable, finalmente llegamos ante un cartel que indica "Monte do Gozo" y se nos presenta una cuesta arriba que nos daba miedo. Nos animamos creyendo que tras la pendiente debe de estar el albergue. Un caminante que regresa nos indica que falta apenas kilómetro y medio. Hace mucho calor.
Llegamos a otra carretera y en la intersección nos sentamos en el suelo, el descanso es obligado. Guardando en la mochila los calcetines que llevaba colgados fuera de ellas para secarse, aparece providencialmente un paquete de galletas que ni siquiera recordaba haber guardado ahí. Nos comimos las galletas inmediatamente. Tiene que faltar muy poco para llegar. Toda la gente con la que nos cruzamos o nos adelanta nos anima para seguir.
Finalmente llegamos a un enorme albergue/camping con 900 camas. Son las 6,30 de la tarde, la etapa de hoy a durado 12 horas. El pabellón de acogida de peregrinos es casi el último de todos, el número 12. Una peregrina nos reconoce y nos indica el nº de habitación donde están nuestros dos amigos para que intentemos que nos ubiquen con ellos. Nos resulta extraño que Nacho y Antonio no estén a la espera, como es habitual, en la puerta del albergue, pero es normal, también ellos están semi-lesionados por el exceso de marcha, han sido casi 40 kms.
Las condiciones de las habitaciones y los aseos son inmejorables, numerosas duchas con agua caliente -casi quema- que nos permite relajarnos, sin duda alguna es un regalo del Señor.
Jose tiene que ir al servicio médico para que vean sus afectadísimos pies, pero en ningún momento ha dejado de estar alegre y alabar a Dios. A causa de la abundante lluvia que ha comenzado a caer me da pereza ir a la enfermería, al fin y al cabo, lo único que tengo en mis pies es muchas horas de marcha, seguro que el descanso lo reparará todo.
Estamos los cuatro "dañados", por tanto hacemos cena fría en la habitación, pero la alegría nos desborda. El Espíritu Santo está ahí. Sigue lloviendo.
No ha amanecido aún, pero ya se oyen peregrinos preparándose para salir. Afortunadamente, parece que no llueve. Comenzamos a levantarnos, otro día más con miedo a poner los pies en el suelo. ¿podré soportar lo que resta de Camino? El ánimo lo puede todo. Salimos hacia Santiago, nos faltan sólo 4 kms. y está chispeando, pero nosotros estamos radiantes. Durante todo el camino vamos cantando canciones con referencia al Espíritu Santo. Jose sigue cojeando, camina muy despacio, pero es él quien nos invita a cantar, derrama sentimientos. Cantando "Peregrinos, caminantes, vamos hacia ti" una mujer se puso a cantar con nosotros. Sin duda alguna, la música une.
Ya se ven las torres de la Catedral, el Santo nos está esperando muy cerca. Antes de ir a verle guardamos fila en la Oficina del Peregrino para conseguir nuestra Compostela que certifica que durante 113 kms. (nos han parecido muchos más) hemos recorrido el Camino de y para Santiago.
5 días para conversar, recapacitar, convivir y cómo no, caminar en silencio. 5 días que cambian la forma de vida totalmente y que sin duda recordaremos siempre como algo indescriptible. Hay que visitar el Camino, no hay palabras para describirlo, la policromía de los infinitos paisajes, de las curvas que no sabemos qué esconden, de los sonidos del agua que nos acompaña siempre, de la luz que se filtra por los olorosos eucaliptos y frondosos pinos. El incesante trinar de las aves es un regalo, en exclusiva, para nosotros. Hay muchos tramos del Camino en los que estarás solo o aparentemente solo.
La ciudad está bonita, las nubes han desaparecido, Xacobeo 2004 nos acoge. A las 12h comienza la Misa del Peregrino. Nos hace sentirnos protagonistas y bienvenidos al escuchar el nombre de nuestra ciudad de procedencia en boca del sacerdote. Cantar "Señor, ten piedad" ante Santiago, ver a Jose cansadísimo, recostado en una columna, porque nadie le cede el sitio para sentarse, pero sonriente, muy feliz. El amigo Nacho vigilando la comodidad de Jose, Antonio sin apartar los ojos del altar y nuestras inseparables mochilas aparcadas junto a Jose me hacen llorar. Aun no sé si me emociono por haber superado la prueba, por saber que tengo unos amigos inigualables o por sentirme acogido por el Santo. Seguramente sea por todo ello y por muchos más sentimientos que no puedo describir.
Continúa la ceremonia, tras el Padrenuestro, en la Paz nos unimos los cuatro amigos en un abrazo de amistad, solidaridad, hermandad y ¿cómo no?, complicidad. Tras la misa depositamos nuestras peticiones al Santo y ponemos nuestras manos en la columna de la Puerta del Perdón. Reconozco que mientras daba con mi cabeza en la columna no pedí nada, tan solo di gracias a Dios por regalarme la visita a Santiago y por lo generoso que ha sido con nosotros.
Se ha cumplido el constante deseo de todos los peregrinos con los que compartimos el Camino y que es el saludo obligado: "Buenos días" "Buen Camino". El Espíritu Santo nos ha acompañado y se ha materializado en todos y cada uno de los numerosísimos detalles que han aparecido en las gentes y los hechos del Camino
Juan Vélez
-Móstoles, mayo 2004-