http://maltut.blogspot.com/2006/10/camino-de-santiago-2006.html
Lynz, Emilio, Berni y yo salimos de Málaga el día 12 a las 00:30 horas camino a Madrid donde nos reunimos con Chuso -con él desayunamos un increible churro (posiblemente el churro más caro que me he comido), en la estación de autobuses antes de coger el bus que nos llevó a Ponferrada, ciudad desde la que empezamos nuestro Camino.
En Ponferrada lo primero que hicimos fue buscar el albergue, batallar contra la langosta-asesina, soltar las maletas e ir a por sellos para la credencial. En este pueblo-ciudad contratamos una guía que nos enseñó el castillo templario (que a pesar de ser muy bonito por fuera estaba vacio por dentro), el museo de la Radio (donde tienen a Luis del Olmo endiosado) y el un museo bastante chulo de la historia de la ciudad, que había sido Real Cárcel en varias ocasiones (en este museo Berni empezó a demostrar que está un pelín zumbao al preguntarle a una mujer que trabaja allí si merecía la pena ver el museo...). Además ese día me compré a mi Julia, mi querido bastón que me ha acompañado durante todo el Camino de Santiago.
EDITADO GRACIAS A EMILIO: ¿qué por qué gracias a Emilio? Pues porque gracias al recordatorio de la ancianita vende-crepes -o la máquina comercial- (también editado en el día O CEBREIRO-TRIACASTELA) me he puesto a pensar: ¿y qué más pasó de interés que no he puesto aún?... y me he acordado de los 6 lerus que dimos "voluntariamente" gracias al conejito incansable; y digo lo de "voluntariamente porque no se sabe exactamente dónde vió este ente lo de que teníamos que pagar esa cantidad por dormir en ese sitio... En fin, menos mal que no llevaba cambio y pagué sólo 3 euros.
Esa noche no dormí nada, supongo que en parte por la emoción y la langosta; y en parte porque no cabía en la litera (desde el talón tenía los pies en el aire) y por una chica a la que le salió la madre-ampolla y estuvo dando bastantes vueltas con mi linterna (fue bastante curioso el momento en el que tras dejarle la linterna dijo: "¿quieres acostarte conmigo?" Tanto Emilio como yo nos quedamos todo locos, miré a la chica y vi que se lo estaba preguntándoselo a su novio -que estaba en la litera de enfrente-
Se me olvidaba decir que en el bus Madrid-Ponferrada nos encontramos con una tía rara que nos dijo que estábamos en bachillerato -joer, y a mi que siempre me ponen unos cuantos añitos más encima...-, a la que le toqué el hombro para ver si era suave -una manía rara que tengo- y que parecía que nos doblaba la edad mientras no tenía ni siquiera 30 años (...)
No se puede expresar con palabras los sentimientos confusos que se sienten el primer día de Camino: levantarse a las 5 de la mañana -cosa que no he hecho ni en exámenes-, conseguir hacer el saco por primera vez desde los 10 años, caminar 25 kilómetros en asfalto la mayoría; conocer la amabilidad del Camino, darte cuenta que la gente de los pueblos se saben mejor los kilómetros desde donde estés hasta el destino que un GPS y que aún así, te timan -sobre todo en Galicia-, ver que Emilio no se acordaba de nada y que no había una fuente cada 20 minutos ni de coña y que la sudadera más que ayudar, estorbaba... Pero todo ésto fue compensado con creces cuando llegamos al albergue y nos dimos una ducha de la vida que nos quitó todos los males de encima. Eso sí, tras la ducha, y a pesar de las pocas ganas tocaba comer y lavar la ropa. Tras eso Chuso y yo nos echamos una siestecita simpática, mientras esta gente iba a la Cruz Roja; para reunirnos luego, ver el pueblo, seguir con nuestra colección de sellos y ver la famosa playa fluvial de Villafranca -¿y qué es una playa fluvial?, os estaréis preguntando, pues no es ni más ni menos que un rio en el que se baña la gente, y en el que se bañaron Berni, Lynz y Chuso- Tempranito nos fuimos a sobar tras comprar cosillas para la cena en el supermercado, echarnos unas cartas -aquí aparecieron el que más tarde sería conocido como "la mascota" y las Valencianas- y beberme unos cuantos Schweppes Limón -el mejor refresco del mundo- (si alguien me hace alguna vez una fiesta que me compre ese refresco, por favor); que al día siguiente tocaba la etapa más dura de todo nuestro Camino: O Cebreiro -o el revienta piernas-
El día más duro del Camino, uno de los más calurosos, con más cuestas y menos fuentes de todo el Camino. Y es que es completamente imposible imaginar lo que es subir hasta Cebreiro hasta que no se hace, por mucho que digan que es muy difícil, que te revientas los pies y que los gemelos o te los destrozas o se convierten en puro acero -bueno, puede que me esté pasando un pelín, pero la verdad es que me costó lo mío subir hasta el pseudo-pueblo ese-. Y lo mejor de todo es que cuando llegamos me salieron las primeras dos ampollas en la planta del pie, que dolían muchísimo, y en Cebreiro no había ni médico, ni farmacia, ni mercería -para comprar aguja e hilo para pinchar las ampollas y quitar la pus-, ni cruz roja, ni ná. Por lo que gracias a Lynz (que tenía hilo y agujas) y a Chuso (que me las pinchó) pude medio andar.
Etapa buenísima (la que menos me cansé) en la que me empecé a dar cuenta que los mojones que marcaban los kilómetros eran defectuosos -eso o los últimos dos kilómetros misteriosamente tardamos en hacerlos una hora-. A pesar de ser la que menos me cansé, hasta el Alto do Poio -o como se escriba- estuve bastante mal, principalmente por las ampollas -ya que aparte de las que ya tenía me salieron otras dos, una de las cuales se me fusionó con la primera que me salió en Cebreiro-. Ese día conocimos a "La mascota", a Verónica (una de las valencianas), a Paolo -el amigo de Berni- y a los granadinos (que nos enseñaron a jugar "al juego de las manos" y al "policía, el ladrón y la puta"; además me curaron las ampollas de forma profesional (porque resulta que si en O Cebreiro no había nada, en Triacastela si que había, pero claro, era domingo y allí ya te puedes estar muriendo, que si es domingo no te viene nadie a socorrer) y gracias a ellos pude caminar al día siguiente.
TAMBIÉN EDITADO GRACIAS A EMILIO: Pues eso, que sino llega a ser por Emilio se me habría olvidado que tras el Alto do Poio se nos apareció una vieja con una sonrisa y un plato con crepes -o como se escriba- hechos con leche pura, la acción altruista de la mujer nos conmovió de tal manera que decidimos comernos uno cada uno hasta que la señora saco su mano piadosa pidiendo la voluntad para que los que venían detrás nuestro pudieran tomarse también un crepe con azúcar de leche pura, así que viendonos comprometidos porque Emilio le dió un euro, todos, salvo Lynz que tenía unos 50 céntimos, le dimos la misma cantidad. Si lo pensamos detenidamente veremos que las señoras mayores con sonrisa amena son el mayor peligro del peregrino y que si a cada peregrino del camino de Santiago le vende un crepe por un euro, esa señora tiene más dinero que Bill Gates.
También he recordado que bajando por una de las muchísimas cuestas de ese día y buscando el bosque tras el cual se encontraba Triacastela, mientras hablaba con Emilio, misteriosamente me empezó a sangrar la nariz -según mis compañeros se debe a las altas temperaturas...-
Día bastante durillo, por el calor y las increibles cuestas de asfalto, en el que hicimos un alto en Samos para ver el monasterio -de los más bonitos que he visto- y dónde nos compramos la Vieira con la Cruz de Santiago. Hasta Samos muy bonito todo, íbamos a una velocidad bastante buena con un fresquito-caluroso bastante curioso; pero a partir de Samos, y debido principalmente que era ya tardecito cuando salimos camino a Sarria del pueblo del monasterio; el Camino se hizo interminable. El pueblo no llegaba, los últimos cinco kilómetros no se acababan además, compré 3 litros más de agua porque según Emilio (el mismo que dijo que el Camino a O Cebreiro desde el pueblecito que hay a mitad de la cuesta es bastante fácil; el mismo que nos dijo "si, llevaos una sudadera, que por las mañanas hace muchísimo frío...") no había más fuentes hasta Sarria, y resulta que encontramos más fuentes en ese tramo que en ningún otro del Camino. Al llegar a Sarria nos encontramos con algo que ya nos veníamos temiendo: el albergue público estaba lleno -principalmente porque en Sarria se suma mucha gente al Camino, debido, principalmente a que si una persona quiere recibir la Compostela, tiene que salir, como mínimo de esta ciudad-, así que dejamos las maletas y nos fuimos a comer, con la mala suerte que al acabar de comer todos los albergues privados estaban llenos, por lo que acabamos durmiendo en el suelo del público. Ese día conocimos a Alejandra, Juan Carlos y Héctor; y por fin me curó los pies una podóloga en condiciones.
Decididos a no dormir de nuevo en el suelo, acordamos levantarnos al día siguiente a las 4:30 a.m. (Lynz, corrige los datos erróneos), tal como hicimos el día que fuimos a O Cebreiro; y gracias a eso nos encontramos con un holandés que decía ser Jesucristo, San Pedro y que iba a ser el papa para cambiar la iglesia católica -porque según él la religión católica y el papa son buenos, pero había que cambiar algunas cosas-; este hombre nos hizo sus apóstoles y nos dijo que ese día el demonio nos tentaría tres veces, TRES (desde entonces cada vez que lo veíamos salíamos corriendo...). La etapa bastante fue buena al principio, pegamos un acelerón potente cuando nos encontramos con Alejandra, Héctor y la mascota; y bastante mala al final, ya que las ampollas me estaban matando.
Llegamos a Portomarín no de los primeros, pero sí lo suficientemente temprano como para asegurarnos un sitio en el albergue. Así que soltamos las mochilas en la cola y nos fuimos a desayunar a un bar que estaba al lado. Y habríamos pillado sitio de no ser porque cuando abrieron la gente, muy simpática ella, decidió pasarse la cola por el forro y se colaron. Por lo que al final, acabamos sobando en el suelo del pabellón deportivo del pueblo, con los grupos de boy scouts -los cuales estuvieron haciendo ruido hasta las tantas-. A pesar de la falta de sueño, al día siguiente nos volvimos a levantar a la misma hora pero con la novedad que la mascota nos acompañaría durante el camino.
En Portomarín las duchas eran mixtas, pero mientras me estaba duchando -CON BAÑADOR-, entró una chica que me vió desnudo de cintura para arriba y al no ver el bañador se pensó que estaba desnudo completamente y se fue un pelín cortada. Berni, en su estrategia de ver mujeres desnudas, fue con la excusa de que tenía que cambiarse y se internó en el vestuario de las mujeres con la excusa de que se había equivocado -ellas se rieron un rato de la cara de "sorpresa" de Berni, y él estaba contento por haber conseguido su objetivo-
El que en un principio iba a ser un día sencillito, sin grandes complicaciones y con seguridad casi-absoluta de pillar cama en un albergue, acabó siendo el día que más andamos (40 kilómetros), y en el que además de toparnos con una tempestad a la salida de Portomarín que dejó a nuestra mascota-radio empapado y a Berni a punto de metamorfosearse en el Lord Oscuro del Viejo -o segundo sello sasukero-, acabamos durmiendo nuevamente, y para variar, en el duro y feo suelo del albergue de Melide (debido, principalmente a que la gente por lo visto se pensaba que en el Camino de Santiago no iba a llover ningún día y que el verde de las montañas es vegetación artificial, así que cuando se pone a llover no tienen otra cosa que coger un taxi para que los lleve al siguiente pueblo y ponerse a hacer cola en el albergue público -en vez de dar prioridad a los que venían caminando con la mochilita de 10 kgs. a cuestas-). Melide es un pueblo famoso tanto por su Cristo con el brazo caido como por su pulpo que probamos en Palas antes de ponernos de nuevo en marcha.
En el camino hasta Palas rayamos a la mascota con nuestra telepatía, y a cambio nos entretuvo cantando temas de ayer y hoy como los de Nino Bravo; Serrat; El Canto del Loco; Amaral... Además nos quedó bien claro que era de Leganés y del Real Madrid -Emilio y yo le picamos cantando el himno del Barça, ya que somos de ese equipo-.
Debido a una tendinitis en la rodilla, Chuso, que a estas alturas del camino su caminar se asemejaba bastante al del doctor Gregory House, tuvo que ser trasladado en coche hasta Melide.
En el camino hasta el citado pueblo me aparecieron dos ampollitas más -lo que hacen un total de 6 magiampollas-, nos paramos a merendar en un sitio llamado "La casa de los Somoza" y aparte del hecho que la dueña nos invitó a unas cervecichuelas fresquitas, estuvimos a punto de salir en la tele.
En Melide nos reencontramos con los granadinos y con Verónica.
Uno de los días que menos caminamos, se me hizo bastante pesado; según Emilio porque sobar en el suelo tres días seguidos, dormir poco por la noche y andar 40 kms. el día anterior nos reventó. Pero la verdad es que el camino fue corto pero intenso, ya que las cuestecitas y las piedrecitas me hicieron de todo menos gracia. Aún así, el albergue bien merecía los 40 kms. del día anterior, ya que era el mejor con diferencia de los que estuvimos -por fin Emilio acertó en algo- y sólo la ausencia de la mascota y las ampollas de Alejandra (que más que ampollas parecían posesiones demoníacas en sus tendones de Aquiles), le dieron un toque gris a un día buenísimo que acabó con una Queimada en el albergue a manos de la familia que lleva el sitio. Lo mejor de Ribadiso: las camas -ya no me acordaba de que las camas del Camino tienen almohada-, y el río en el que la gente metió los pies (aparte de la Queimada que estuvo muy rica).
Ese día rayamos a la gente en la cola con nuestro truco telequinético y conocimos a Oihane, a Sandra y a sus dos amigas -a partir de este día nos fueron amenazando con cortarnos los brazos y cosas por el estilo si no le decíamos el truco de la telequinesia-.
El primer día que salimos acompañados por toda la tropa, en el que Oihane se mosqueó con nosotros por haberla despertado media hora antes de lo que ella tenía previsto -básicamente porque tardábamos una hora en estar preparados para andar- y Alejandra tuvo que cogerse un taxi para poder llegar a Arca principalmente por el dolor de las ampollas; nosotros no hicimos ninguna parada en los 25 kilómetros de trayecto -aunque cada día que pasa estoy más convencido que nos timaban con las distancias-. Llegamos a Arca bastante fresquitos. Como Héctor ya estaba en la cola -ya que se había ido con Alejandra en el taxi-, le dejamos las mochilas y nos fuimos a desayunar. Tras el desayuno y un Schweppes Limón -pero que bueno que está ese refresco-, Antonio nos enseñó a jugar a los chinos.
Por la tarde nos echamos unas cartas, la gente compró botellón para despedirse -ya que era el último día que estábamos todos juntos- y luego nos fuimos Oihane y yo a reunirnos con Paco y Alejandra a un bar dónde habíamos quedado para tomarnos algo. Un pelín más tarde se nos sumaron Chuso, Héctor, Juan Carlos y Antonio. Buenísimo el momento el que Ohine le mete, sin querer, un cigarrillo a Juan Carlos por el pantalón.
Como no quería hacer botellón (por si acaso me daba una migraña al día siguiente y me tenía que pillar un taxi para hacer la etapa), me fui a la camita tempranito, por lo que muy a mi pesar no hice el botellón.
El último día que dormimos en un albergue fue el primero que pisamos Santiago de Compostela, ya que Monte do Gozo está tan sólo a 4 kilómetros de Santiago, pero a 20 de Arca o Pino. Tras llegar al albergue dejamos la mochila en la cola y nos fuimos a desayunar a un quiosquillo que había enfrente del monumento al peregrino y allí nos entrevistó la Televisión de Galicia. La única pega es que la entrevista fue en gallego y como no entendíamos la mitad de lo que nos preguntaba le respondíamos cosas que no tenían mucho que ver. Tras nuestra experiencia televisiva, fuimos a ducharnos y a comer -comimos en un sitio llamado Txuxos o algo así en el que nos timaron por una botella de agua, pero la comida estaba bastante buena-. Chuso comió con sus tíos que viven en Santiago.
Tras la comida nos acercamos a Santiago para buscar un albergue para el día siguiente, pero o estaban muy apartados o eran demasiado caros. Por lo que al final nos salvó Chuso -sobre todo a mí, que tras enterarme de lo que costaba el billete para Santander me quedé sin un duro- al dejarnos su tío quedarnos a dormir en su casa. En Santiago Emilio me enseñó a merendar gratis, ya que las tiendas de la ciudad ofrecen degustación de tarta de Santiago, de tarta de almendras, chocolate, albariño... y nos dedicamos a recorrer una calle llena de mujeres que ofrecían degustaciones, pero no llegamos a probar el vino -lo que no le hizo mucha gracia a Berni-. Además, tuve la oportunidad de ver una especie de espectáculo patétitco de una tía a la que habían atado y metido en un saco, que se iba desatando a la par que cantaba una alegre canción.
Tras estar un rato con la familia de Chuso en la feria de Santiago, Berni y Emilio se fueron con Óscar (antiguo colegial de mi CMA), la hermana y el novio de la hermana; mientras que Domin y yo nos fuimos a sobar que estábamos bastante reventaos. Al llegar a la habitación nos encontramos con una sorpresa: nos habían metido un inglés al que los pies le olían a perrillos muertos.
Al final del Camino me dió una tendinitis del quince en el hombro izquierdo que derivó en Berni y Emilio llevándome la mochila los dos últimos kilómetros (les debo una comida)
El 24 de julio por fin llegamos a Santiago de Compostela, tras haber andado más de 200 Kms. y haber conocido a un montón de gente. Nos levantamos tardecito y bajamos en busca de nuestro trofeo: la Compostela -pero antes me compré el billete para Santander, lo que derivó en una deuda con Emilio de 10 €-
Lo primero que hicimos nada más llegar fue ir a por nuestra Compostela a la oficina del Peregrino, donde dejamos las mochilas hasta la tarde, cuando llegamos a casa de los primos de Chuso.
Mientras hacíamos tiempo fuimos a la misa del peregrino con la mascota, el cual estaba por allí dando vueltas. Y luego nos fuimos a comer "Casa Manolo", lugar que recomiendo a todo el que vaya a esa ciudad.
Tras la comida quedamos con Oihane y Antonio para tomarnos algo hasta que nos llamó Chuso, momento en el que fuimos a recoger las mochilas y nos marchamos con él a casa de sus primos. Los cuales he de decir se portaron más que bien, esplendidamente. Fueron amables a más no poder y depositaron su confianza en nosotros llegándonos a dejar solos en el piso y las llaves del mismo por si íbamos a salir o algo. Como yo me tenía que levantar sobre las 6:00 porque mi bus salía a las 8:00, más o menos, me quedé sobando mientras Emilio y Berni salían por la ciudad con Óscar y CÍA.
El día que me marché de Santiago fue el día de la ciudad, en el que esta gente por lo visto se lo pasaron de lujo. Yo me quedo contento (a pesar de los ruegos de Oihane para que me fuera con ella en el bus un día más tarde), de que a pesar de pasar 10 horas de viaje en autobús finalmente pude dormir en una camita mullida y me pude levantar a una hora medianamente aceptable: a las 9:30.
El resto de mis vacaciones las he pasado en el norte de España, principalmente en Santander y San Sebastián, descansando de tanto caminar, recibiendo masajitos y haciendo excursiones light por toda esa zona. Los dos últimos días de vacaciones los pasamos en Cuenca.
Antes de irme pido disculpas por la baja calidad del post, pero es bastante tarde y desde que llegué hace un par de días no hago más que estudiar, por lo que mis neuronas están un poco resentidas conmigo. El Camino se lo recomiendo a todo el mundo -de hecho yo quiero volver a hacerlo-; se pasa un pelín mal si no vas preparado, pero una vez hecho, ya se lo que me tengo que llevar para no salir magullado.
Por último, presento desde aquí mi malestar por los incendios de Galicia y sólo decir que no entiendo como alguien puede encontrar placer o satisfacción, o siquiera venganza en quemar algo que lo único que crea es belleza y vida: un árbol.