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Diario de ocho días en el Camino de Santiago
Texto y fotos: Miguel Ángel Delgado
Con la colaboración de Paco Reina Alba
Fecha de realización: mayo de 1999
Fecha de publicación: octubre de 1999
0a. Prólogo
00. Madrid - Roncesvalles
01. Roncesvalles - Estella
02. Estella - Nájera
03. Nájera - Burgos
04. Burgos - Calzadilla de la Cueza
05. Calzadilla de la Cueza - Hospital de Órbigo
06. Hospital de Órbigo - Cacabelos
07. Cacabelos - Rente (Sarria)
08. Rente - Arca (La Coruña)
09. Rente - Santiago

Prólogo

La tentación era demasiado grande: fin de milenio, Año Santo, primavera... Casi sin pensarlo hemos engrosado la "legión jacobea" y nos hemos lanzado con nuestras bicicletas a recorrer el Camino de Santiago. A continuación tienes el relato de lo que ha sido un viaje inolvidable. Una experiencia totalmente recomendable, aunque... te puedan asustar las multitudes.
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Madrid - Roncesvalles

18 de mayo del año Jacobeo de 1999
Un prólogo accidentado

En Madrid amanece un día oscuro y lluvioso, un mal presagio considerando que nos dirigimos al Pirineo Navarro y que por allí la meteorología será aún peor que en la Meseta.

El trayecto Madrid-Pamplona lo realizamos (con las bicicletas incluidas) en un mega-autobus de la empresa Continental Auto: amplios asientos, radio y vídeo con auriculares, WC... en serio. Fue un viaje relajado sobre todo teniendo en cuenta que en el exterior de la "plácida burbuja" que nos llevaba a nuestro destino, la meteorología seguía siendo calamitosa. De Pamplona hasta Roncesvalles contamos con un cicerone de lujo: Michel Castillo, un amigo al que sólo conocía de "chatear" en una lista de noticias de ciclismo en Internet, una especie de cita a ciegas que resultó ser muy acertada.

Llegados a Roncesvalles, la climatología mejora. Solucionamos el alojamiento en el Albergue Juvenil del Gobierno de Navarra ya que el de Peregrinos está lleno y expresamente vetado a los ciclistas.

Como la tarde es relativamente soleada, decidimos por recomendación de todos (Michel incluido) bajar hasta Saint Jean Pied de Port sin el peso de las alforjas para sellar la primera casilla de la credencial del peregrino en el albergue de la célebre señora Jeanne Debril. Parece una empresa fácil: 25 kilómetros de bajada a "todo tren" y otro tanto de subida. Son las 18:15 horas... primeras dudas....¿Vamos un poco ajustados de tiempo, no?. Aquí sobreviene el primer gran error del viaje: Bajar un puerto por carretera también cuesta trabajo. Empleamos más de 1 hora 15 minutos en el descenso y cuando ya es demasiado tarde para regresar, tomamos conciencia de que la subida será "un infierno" como decía Rambo. La señora Debril sella el primer casillero de nuestra flamante credencial y al salir del albergue comprobamos que en Francia a las 20:00 no hay ni un cristiano por la calle. Unas nubes negras cierran el horizonte y adelantan la llegada de la noche. Llaneamos a buen ritmo hasta regresar a la antigua frontera y de nuevo en Navarra, el empleado de una gasolinera (donde paramos a comprar todo lo que supiera a dulce) nos ilumina cual enviado del Apóstol Santiago: En Valcarlos hay un taxista con furgoneta. Dicho y hecho, cuando aún quedan 18 kilómetros de subida llegamos a esta localidad justo cuando empieza a descargar sobre el valle un chubasco histórico. Andoni, el taxista resulta ser un antiguo camionero muy enrollado. Nos introduce en la confortable furgoneta y ascendemos el resto del puerto sanos y salvos de las inclemencias meteorológicas. Cuando llegamos a Roncesvalles es noche cerrada y llueve de un modo insultante, Andoni nos comenta que aparca la furgoneta -sí queremos- unos metros antes del albergue para evitar la vergüenza de llegar vestidos de corto y con las bicis... pero en coche. Carcajadas: la verdad nos da igual, a fin de cuentas es una "etapa prólogo" pero un tanto accidentada.

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Roncesvalles - Estella

19 de mayo de 1999
Problemas de aclimatación

Debe ser de día ya que por las ventanas del albergue entra luz, pero sin embargo no logramos ver nada del paisaje. ¡Sigue lloviendo! A las 9:00 decidimos no dilatar más el comienzo del viaje. Debido al estado del terreno, tras varios días de lluvia y a la accidentada orografía del Camino original, el descenso a Pamplona es realizado casi en su totalidad por el magnífico trazado de la N-135 ¿Cuántas veces habrá entrenado Induráin por aquí?

Cubiertas mixtas con banda de rodadura y 4 kilos de presión obran el milagro de que nuestros pesados velocípedos con sus respectivas alforjas progresen a buen ritmo. Por cierto, no deja de llover. Debido a que el camino peatonal tiene un aspecto tentador, intentamos descender el Puerto de Erro por el camino original. Aquí se produce la primera y única avería grave de todo el viaje: el portabultos de Paco cede ante el peso y amenaza con rozar contra las coronas. A duras penas y un "pelín" flojos de moral, llegamos a Pamplona para comprar un portabultos nuevo. La única tienda con garantías de estar abierta a mediodía es Intersport Irabia, un gran establecimiento de deportes situado en una zona comercial... a las afueras de Pamplona y en sentido opuesto al Camino. La gente de la tienda se hace cargo de las bicis y mientras arreglan la avería nos vamos a comer al autoservicio del centro comercial. La gente nos mira... atiza: ¡seguimos vestidos de ciclistas y estamos llenos de barro!

Solucionados de modo eficaz los problemas mecánicos nos ponemos de nuevo en marcha. La siguiente penitencia que envía el Apóstol será la subida del Alto del Perdón. No es el Mortirolo pero después de comer y cargados con alforjas cuesta tanto o más que la cima italiana. Llegan los primeros sofocos y también, los primeros grandes descensos por carretera. Ganamos el terreno perdido a causa de la avería y dejamos atrás Puente la Reina ya que su albergue está completo. No hay más remedio que seguir a Estella para lo cual utilizamos una vez más el monótono asfalto de la N-111. Cae la tarde con un telón de feas nubes negras y viento frío. Llegar a Estella se antoja tarea imposible: toboganes, viento racheado y sobre todo camiones, camiones y más camiones. De tanto pensar en llegar nos dió una "pájara" con el nombre de esta ciudad: Estella, Estella... Para variar, una vez alcanzado nuestro particular Nirvana, nos comentan que no hay sitio en su albergue (al menos para ciclistas). Nos envían a las instalaciones municipales donde somos acogidos con hospitalidad ya que somos los únicos moradores de un magnífico edificio con más de 100 plazas de alojamiento. Esta soledad de pasillos y habitaciones me recuerda a la película "El Resplandor".

Compensamos el sufrimiento con una excelente cena en el Roma, donde como es habitual, el menú del peregrino cuesta 1.000 pesetas. De vuelta al albergue nos espera una reparadora noche con la única inquietud de que aparezca Jack Nicholson con el hacha.

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Estella - Nájera

20 de mayo de 1999
Este sí es el Camino

Para salir de Estella hay que seguir por asfalto pero un oportuno desvío hacia el lado izquierdo nos encamina por una pista hasta llegar a la mítica fuente de vino del Monasterio de Irache, sin duda uno de los lugares más fotografiados del Camino. Son las 11:00 de la mañana y tampoco apetece "empinar el codo" en demasía. Desde Azqueta y por recomendación general de todos los encuestados al respecto, seguimos por el muy transitado asfalto de la N-111.

Después de dos días de viaje me asalta una duda ya que me estoy quedando afónico de gritar a los coches "Hijo de P..." ¿es lícito que un coche adelante a otro viniendo un ciclista de frente por el arcén? A mi se me ponían los pelos de punta al sentir junto a mí y en sentido contrario a un coche a más de 120 Km/h. Yo, que también soy conductor, no lo haría. Desde Viana el camino se hace ciclable y se puede ¡por fin! abandonar la carretera.

Estamos cerca de Logroño y en plena bajada una anciana nos detiene. Se trata de la inolvidable "Felisa la de los Higos" una mujer de ochenta y tantos cuya casa se levanta junto al Camino y que cuenta el paso de los peregrinos acumulando piedrecitas ya que no sabe leer ni escribir. Todo un récord: el año pasado acumuló 11.000 piedras. Nos sella la credencial, nos ofrece agua fresca e higos secos y nos da ánimos para seguir. Desde Logroño a Nájera se puede seguir la ruta original alternando la antigua N-120 y el Camino.

El tiempo mejora y nuestro ánimo también. Entre Navarrete y Nájera el camino pasa por el Alto de San Antón, un lugar mágico donde los peregrinos han ido acumulando piedras conformando un laberinto de pequeños mojones rocosos. De Nájera guardamos un buen recuerdo ya que es la primera vez que logramos acceder a un Albergue de Peregrinos y el debut no puede ser más prometedor ya que justo antes de hacerlo nosotros, llega al mismo un belga que resulta ser el peregrino 2.000 en lo que llevamos de año. No nos moveremos en toda la noche de este simpático lugar regentado por Félix, un hospitalero canario (los responsables de albergues se llaman hospitaleros). La celebración del "peregrino 2000" se convierte en una "barra libre" de vino de Rioja y espagueti cocinados a medias entre un brasileño y una vegetariana de Valencia un poco mística.

Una última anécdota de la jornada: si hacéis el camino, incluir en vuestro equipaje tapones para los oídos, en habitaciones con más de 25 camas no sólo es recomendable, sino imprescindible. Estamos en el buen Camino.

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Nájera - Burgos

21 de mayo de 1999
Entramos en Castilla

Madrugamos, pero no tanto como los "peregrinos pedestres" que nos despiertan a partir de las 5:00 de la madrugada con una serie de ruidos que nos terminarán siendo habituales: chirridos, bolsas de plástico, pasos y algún coscorrón. Hasta Santo Domingo de la Calzada circularemos por deliciosos caminos rurales. El campo agradece las últimas lluvias de la primavera.

El tránsito de peregrinos es incesante pero aún no hay demasiados ciclistas, exceptuando a Vicente, un chaval de Ibiza con el que coincidimos en varias ocasiones. A pesar de que el Camino es ciclable en su totalidad, lo alternaremos con tramos de asfalto para ganar tiempo y llegar a Villafranca Montes de Oca antes de la comida. Estamos a los pies de la subida a la Pedraja, este tramo era muy temido por los peregrinos medievales a causa de lo indómito del paraje lo que favorecía la presencia de ladrones. Para quitarle dramatismo a la subida, y como llevamos bastantes kilómetros en las piernas, decidimos comer. Se suele decir que en los pueblos donde paran los camioneros es por que dan bien de yantar. Pues bien, calculando por lo bajo en Villafranca debía haber como 50 trailers aparcados a la puerta del restaurante "El Pájaro". Esta evidencia nos hace decidirnos a comer "de menú" en este sitio, un error que a Paco le costó echar pie a tierra más de lo que hubiera deseado debido a lo abundante de las raciones. Comemos, un tanto aturdidos por el humo de los "Farias" y por el rugido de las conversaciones de los camioneros. La tele está puesta pero el ruido la hace inaudible: por las imágenes, deducimos que el conflicto de Kósovo aún no se ha arreglado.

La subida por el Camino a los Montes de Oca ha de iniciarse a pie. Tras pasar la fuente de Mojapán se alcanza un páramo solitario y misterioso. San Juan de Ortega es paso obligado en dirección a Burgos. Vicente, el ibicenco, decide quedarse aquí a dormir (aún no sabíamos que el hospitalero de este lugar tiene costumbres un tanto cuarteleras).

Hasta Burgos hay tres opciones y seguimos la opción más bonita, pero quizás la más dura. Pasaremos por Atapuerca, la cuna del hombre europeo, dicen que por estos lugares convivían Cromagnon y Neanderthal, aunque esta coexistencia no debió ser demasiado buena ya que de estos últimos nunca más se supo (¿un Kósovo de hace 40.000 años?).

Por fin Burgos: bullicio de viernes por la tarde y un albergue en pleno parque público, con plazas libres. Llegamos a contabilizar en el albergue hasta 14 bicis entre modelos de montaña y carretera. Cenamos en un sitio llamado "Casa Gloria" -gran menú- y a la cama. En total debemos ser unos 120 peregrinos, Todo un recital de ronquidos.

En la galería de personajes curiosos de la jornada destaca un chaval que va literalmente "con lo puesto" en una bici de carretera. Su equipación consiste en chubasquero, riñonera pequeña y una bolsa de herramientas. Con esta indumentaria ya fue visto en Pamplona. Además, conocemos a un dicharachero tarraconense, también en bici de carretera y que debido a una promesa, realiza el Camino por cuarta vez consecutiva (éste al menos lleva una pequeña mochila). En cuanto a las nacionalidades, el albergue de Burgos es una torre de Babel: franceses, alemanes, norteamericanos, etc. Pero si hemos de destacar a un colectivo por encima de todos, este es el de los brasileños, una auténtica invasión tropical en busca de la Compostela.

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Burgos - Calzadilla de la Cueza

22 de mayo de 1999
Páramos y llanuras

La mañana nos obsequia con frío intenso pero el cielo parece estar despejado. Desde Burgos los caminos son transitables. El campo está precioso, las amapolas tiñen la verde inmensidad del cereal y algunos charcos del Camino rompen la monotonía del pedaleo. Sin embargo, esta misma zona en verano debe ser un auténtico horno. Aún no podemos desayunar ya que es pronto para que los bares estén abiertos. Logramos recuperar energías por fin, en un hospitalario bar de la localidad de Hornillos del Camino. Las bicis apoyadas en la puerta del establecimiento hacen de reclamo y al poco el local se llena con los peregrinos a pie que poco antes habíamos adelantado.

Desde aquí lo habitual serán llanuras y ascensiones cortas a páramos hasta Castrogeriz. Un poco antes de esta localidad, en Hontanas, es visita obligada el mesón de Victoriano, otro personaje de la peculiar galería compostelana. En Castrogeriz conoceremos a Pepe y Paco, dos ciclistas "sesentones" de Alcalá de Henares a los que no perderíamos de vista hasta Santiago. A la salida de esta localidad evitamos la durísima subida al cerro Mostelares rodeando por un pueblo llamado "Castrillo Matajudios" (un topónimo un poco antisemita ¿no?). Antes de Llegar a Frómista disfrutaremos de un rápido tramo de Camino junto al Canal de Castilla, una vieja arteria fluvial en una tierra de tan escasa vocación marinera como Castilla.

Hasta Carrión de los Condes, Camino y carretera se solapan, pero una sabia decisión ha hecho que existan unos espléndidos "andaderos" junto a la carretera algo así como un "carril peregrino" apto y muy recomendable también para la bici de montaña. Cae la tarde y tan sólo nos queda por realizar el tramo desde Carrión de los Condes a Calzadilla de la Cueza. Se trata de una inmensa y solitaria llanura atravesada por una pista de arcilla en la que es fácil alcanzar los 30 Km/h. Calzadilla es un humilde pueblo castellano de casas de adobe pero que cuenta con un digno refugio gracias al tesón del dueño del hostal "Camino Real" que además nos ofrece un generoso menú del peregrino por 900 pesetas. La "dormida" es todo un lujo: apenas somos seis personas en una habitación para 25 camas.

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Calzadilla de la Cueza - Hospital de Órbigo

23 de mayo de 1999
La última gran llanura

Vamos calentando piernas por la carretera N-120 hasta alcanzar Sahagún. Es domingo y es enorme la afluencia de peregrinos de los que realizan tramos de fin de semana. A la entrada de esta ciudad avanza por la cuneta izquierda de la carretera una interminable "columna" de al menos trescientos peregrinos. Caminan en hilera. Es aún muy pronto y el tráfico escasea. Avanzamos en "plato grande" entre el gentío. Recuerdo la célebre película de Spielberg y empezamos a corear entre la tropa ¿Alguien conoce al soldado Ryan? ¿James Ryan... de la 101 aerotransportada? Pensándolo bien, los que realmente vamos "aerotransportados" somos nosotros, lo que no evita que a la salida de Sahagún se produzca el primer y único pinchazo de todo el viaje: mi rueda trasera.

Desde Sahagún, el trazado de una nueva autovía (vetada a las bicis) hace que la mejor opción sea circular por un nuevo "andadero" a través de Bercianos y el Burgo Ranero. Siempre me llamó la atención el nombre de este pueblo y una vez allí lo comprendí: el croar de las ranas en las lagunas que rodean a la localidad es tan elocuente que justifica una denominación tan bonita.

Desde Mansilla de las Mulas se rompe la monótona llanura y unas rampas anuncian la inminente llegada a León. Los partidarios de la autonomía de León frente al resto de Castilla no han dejado libre un solo cartel, indicador kilométrico o mojón, etc. con la omnipresente frase de "León Solo". Desde la bici da tiempo a fijarse en cualquier cosa y este lema llegó a convertirse en una obsesión.

Desde León hasta Hospital de Órbigo se puede ir por el arcén de la N-120 por un andadero de reciente creación o por una "variante" apta para bicis. Cada uno puede elegir su opción. Sin embargo, las castigadas piernas nos invitan a terminar la jornada por el rápido asfalto. Hospital es una localidad muy agradable y el refugio sin ser malo, podría estar más limpio. Es domingo por la tarde y la gente pasea bajo las frondas de plátanos, chopos y sauces. La cena en un merendero al aire libre es el mejor momento de la jornada.

A lo largo del día, el sol nos ha regalado con una dosis de rayos que apenas hemos podido atajar con protector de factor 15. Como consecuencia del bronceado no deseado, el cuerpo nos arde. Sin embargo, nada impide que al las 22:15 caigamos en brazos de Morfeo.

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Hospital de Órbigo - Cacabelos

24 de mayo de 1999
Comienza la montaña

Un sinuoso camino sirve de "gimnasia matinal" hasta alcanzar Astorga. Desde el crucero de San Toribio y antes de entrar en la ciudad adivinamos el perfil aún nevado de los míticos Montes de León, donde se encuentra la primera subida seria del viaje: Foncebadón.

Astorga con su tradición pastelera es un buen sitio para desayunar. Afrontamos con buen ánimo la carretera que sube hacia los Montes de León cuando una "escuadrilla" de bicis de carretera nos envuelve. Se trata de unos simpáticos cicloturistas que nos explican con detalle como es la subida a la Cruz de Hierro, entre ellos se encuentra el presidente del club de fútbol Osasuna de Pamplona. La carretera se empina poco a poco. Pasamos por Santa Catalina y El Ganso. En Rabanal del Camino nos sorprende la presencia de un enorme campamento de chavales alemanes que están reconstruyendo la localidad de Foncebadón. Desde este último pueblo, un par de "dolorosas" rampas del 6-7% nos ponen en la famosa Cruz del Hierro. Hay muchos ciclistas disparando fotos y muchas furgonetas de apoyo pero... yo no he visto a ninguno de ellos subiendo el puerto, y a casi todos los veo bajando... sin mochilas ni alforjas y casi sin sudar. Manjarín y su "albergue templario" están al pie del repecho de las antenas militares, una última e inesperada subida antes del descenso.

La famosa bajada por El Acebo lo es por una razón: es casi como tirarse en paracaídas pero en bici. Un 23% de desnivel según algunas guías. En cualquier caso no paséis nunca de largo de la localidad de El Acebo, en el mesón del mismo nombre tratan muy bien a los ciclistas. Aquí coincidimos de nuevo con Paco y Pepe (los veteranos de Alcalá) y con dos ciclistas de carretera reconvertidos a la montaña y originarios de la localidad de Azuqueca de Henares. Estos últimos, debido a los efectos del vino deciden volver de nuevo a la Cruz de Hierro a sacarse una foto (subiendo por la vertiente del 23%). Nunca los volveríamos a ver pero gracias al teléfono móvil supimos que llegaron a Santiago un día después que nosotros.

La localidad de Cacabelos es el punto y final de la jornada. Se trata de la cuna de "Prada a Tope" unos establecimientos hosteleros famosos por sus vinos y viandas donde sellan las credenciales y obsequian al peregrino con vino, cerezas o empanada. Un lugar que merece la pena visitar. El alojamiento es precario ya que el albergue se ubica en unas viejas escuelas atestadas de peregrinos. A pesar de que el sitio es "cutre" tiene duchas de agua caliente y cómodas literas.

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Cacabelos - Rente (Sarria)

25 de mayo de 1999
La etapa reina

Dejamos la tranquilidad del albergue de Cacabelos para "calentar" bielas por el asfalto de la N-VI. Villafranca del Bierzo es el "campo base" para atacar la vía "directa" al Puerto del Piedrafita. Os puedo asegurar que a estas alturas de la mañana no sabemos aún como afrontar tan importante cima ciclista. El hospitalero de Villafranca (un chaval muy peculiar) nos dice que debemos ir por la antigua N-VI, unos ciclomontañeros de Ciudad Real nos dicen que hay que subir por la "Faba" (un nombre que ya no se me olvidará) y los "superabuelos" de Alcalá de Henares tienen claro que subirán todo el puerto por la actual N-VI. Un conductor de autobús de una excursión se suma a la polémica y aporta un dato escalofriante: la carretera está en obras y llena de bulldozers, excavadoras, camiones, andamios y voladuras controladas. Por mi parte, sospecho que Paco (mi compañero de viaje) quiere subir por carretera.

A mi, el nombre de la "Faba" me resulta muy sugerente. A la salida de Villafranca, comenzamos a ver a los integrantes de una tribu que a partir de ahora será habitual en el camino, se trata de grupos de ciclistas cuyas bicis viajan la mayor parte del tiempo en el techo de flamantes furgonetas de apoyo. Una furgoneta blanca de alquiler con matricula de Madrid se llevó el premio ya que la vimos al menos diez o doce veces desde aquí hasta Santiago, siempre con las bicis en los portabicicletas. A los ciclistas no los vimos jamas. El premio a la cara más dura se lo llevó una furgoneta mercedes de color amarillo (matriculada en una provincia astur) que iba cargada de "ciclistas" enfundados en maillots del mismo color que la furgoneta. Estos elementos no subieron jamas ningún puerto, en realidad creo que tampoco bajaron nunca ninguno. Yo creo que no debieron sumar ni un solo kilómetro, pero estaban siempre en todos los bares de los puertos y demás hitos del Camino: Piedrafita, El Poío, etc, comiendo huevos fritos, hablando por teléfono móvil con sus "parientas" y ¡arreglando pinchazos!

Bromas aparte, Piedrafita ha de ser subido por la Faba, todo un poema de cuestas, carreteras rurales, fuentes, prados y sobre todo mucha paz. La N-VI se abandona para seguir por la antigua carretera pasando por Ambasmestas, Vega, Ruitelan, Herrerias, Hospital y desde aquí tomar el desvío a la Faba. Si vais con bici de cicloturismo o no queréis hacer un tramo a pie, no necesitáis llegar a la Faba: giráis un poco antes a la derecha dirección "La Laguna" y alcanzáis la localidad de Laguna de Castilla. Desde este punto, en un tramo común con el Camino, ascenderemos unas fuertes rampas hasta O Cebreiro. Nosotros, arrastrando a duras penas nuestras bicis ascendimos por el camino rural de la Faba a Laguna. Coronamos O Cebreiro casi al mismo tiempo que los de la Mercedes amarilla. Deben estar fatigados porque llevan los portones laterales del vehículo abiertos. De su interior no sale ni un saludo ni una sola palabra de ánimo, estos sólo deben abrir la boca para comer.

Galicia: Qué os voy a decir... una maravilla. Desde Triacastela a Sarria, si vais con bici de montaña, deberíais utilizar el camino que discurre por Balsa, San Xil, Riocabo, Fonteacurda, Zoo.... hasta Sarria. Es uno de los caminos rurales más bonitos que jamas hemos hecho. Es el "Bosque Animado", el genuino espíritu gallego: robledales, ríos, musgo, hiedras, hórreos... nunca volveremos a ver nada igual.

Lo mejor del día está por llegar, no hay sitio en los albergues y por casualidad terminamos alojados en una casa rural de la aldea de Rente a escasos 4,5 kilómetros de Sarria y en la margen del Camino. El edificio es muy bonito, tiene muros de granito, techo de negra pizarra, hórreo, corral, vacas, gallinas y una enorme extensión de prados. Nos ofrecen una gran habitación doble con suelo de tarima de roble y muros de granito visto, además nos dan de cenar y desayunar, todo por apenas 6.200 pesetas.

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Rente - Arca (La Coruña)

26 de mayo de 1999
Esto se acaba

Penúltimo día de viaje. La primera parte de la jornada discurre por caminos rurales, pero el barro y la aglomeración de peregrinos a pie nos empujan de nuevo a la carretera. En Portomarín se atraviesa el valle del Miño y en cierta medida asistimos a la transición de la "Galicia rural" de Lugo a la Galicia más urbana. Se podría seguir por camino, pero se avanza poco.

En Palas de Rey coincidimos por enésima vez con Paco y Pepe. Un poco más adelante, en Melide, vemos la furgoneta Mercedes amarilla aparcada en la puerta de una marisquería. Sopla por vez primera viento en contra, es el presagio de un inminente cambio metereológico. Mañana llegaremos a Santiago.

Al final de la jornada vemos de nuevo a los superabuelos de Alcalá. Por cierto, a partir de Melide no queda sitio en ningún albergue gallego si vas en bicicleta. Tenemos que dormir en un hostal. Brindis con unas jarras de cerveza y una buena cena. Esto se acaba, mañana llegamos a nuestra meta.

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Rente - Santiago

27 de mayo de 1999
La Compostela y otras recompensas

Una foto repetida una y mil veces: la Plaza del Obradoiro, meta del Camino de las Estrellas
Dicen que Santiago de Compostela sin lluvia no tiene el mismo encanto que bajo este simpático meteoro. Para verificar la certeza de este pensamiento, la meteorología nos obsequia con un festival pluviométrico que nos cala hasta los huesos. Al llegar a Santiago, al comienzo de una autovía junto a una gran glorieta deberéis tomar el camino de flechas amarillas si no queréis entrar en dicha autovía, prohibida para ciclistas.

Pasamos junto al Aeropuerto de Lavacolla y a la vera del "Monte del Gozo" que se supone que era el primer lugar desde el cual los peregrinos podían ver gozosos las torres de la catedral. Hoy muchos le llaman el "Monte del Negocio" ya que allí se levanta un macro-complejo hostelero y comercial dedicado al tema del Xacobeo.

El que no se emocione al entrar en Santiago después de 850 kilómetros no es de este mundo. Al menos la carne de gallina y algún escalofrío si deberías sentir. A pesar de haber alcanzado la meta, apenas tenemos tiempo para descansar debido a los numerosos trámites que debe observar todo peregrino: obtención de la Compostela, misa del peregrino (recomendable aunque no seas creyente), compra de recuerdos y el ineludible "homenaje gastronómico" a base de pulpo, marisco, pimientos de Padrón, empanada y vino de Ribeiro.

Una oferta a tener en cuenta es la que realiza la compañía Iberia, que presentando la Compostela te paga el 50% del billete de avión de regreso a casa (bicicleta incluida). Por ejemplo, a nosotros volver a Madrid nos costó apenas 9.700 pesetas y una hora escasa de vuelo, una recompensa para llegar lo antes posible a casa y poder descansar.