DIARIO DE UN CAMINO
01. Prólogo
02. Los pormenores
03. Madrid
04. Madrid - León
05. León - Rabanal del Camino
06. Rabanal del Camino - Piedrafita de O Cebreiro
07. Piedrafita de O Cebreiro - Casanova
08. Casanova - Santiago de Compostela

Prólogo

Explica el diccionario, que un peregrino es aquel que visita un santuario por motivos religiosos. Muy lejos de religiones todos mis motivos son espirituales. Aun pensando que la religión y la espiritualidad no siempre van unidas me considero un peregrino y creo que en el camino hay mas espiritualidad que religión. Con el tiempo he llegado a creer que si el hombre no fuera más de lo que aparenta solo tendría el sentido de desaparecer y cuanto antes mejor. Lo poco bueno que nos queda no es visible a los ojos, por eso seguimos buscando nuestra identidad. Por eso todos los días hay personas que deciden salir a los caminos y mirar dando la espalda a ver que encuentran.

El Camino de Santiago no es una senda donde plantar nuestras huellas una tras de otra. Es el viaje; como la vida de cualquiera, siempre es un viaje. Un camino que empieza y termina. Siempre es así y en todo lo que hacemos, la única diferencia entre unos y otros esta en como queremos recorrerlo.

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Los pormenores

Nuestra preparación, al menos la mía, consistió en salidas de fin de semana por terreno mixto, haciendo 40-50 Km durante 3-4 meses. Ya en el camino pude comprobar que mis piernas se acostumbraban al pedaleo con los Km de cada día. Manteniendo una velocidad moderada, (12 a 15 Km/h) de medía, no tuve en ningún momento dolores de rodilla, tirones ni calambres. Mi única molestia consistió en la carga muscular al pedalear mucho tiempo, que con el descanso de la noche se quitaba.

El talón de Aquiles de los peregrinos caminantes son los pies, en nuestro caso el culo y las rodillas. Imagino que cada culo tendrá su historia, pero basándome en la nuestra, el sillín no tiene que ser demasiado blando, tampoco de madera, y reitero, por mi experiencia. Yo he pedaleado con un sillín de gel y el que actualmente llevo. No es un sillín especialmente bueno (entendiendo por bueno un elevado precio), pero tiene un poco más ancha la parte de atrás y reduce la parte delantera, no es duro pero no tiene la flaccidez de los de gel. Cuando empece el camino era la tercera vez que lo usaba y los dos primeros días lo sufrí un poco, el tercero empece a ir bien. No pretendo decir con esto que los sillines de gel no sean apropiados, imagino que hay otros factores para la incomodidad, simplemente digo por mi experiencia, que a la hora de estar mucho tiempo subido en la bicicleta me ha ido mejor con un sillín un poco mas duro.

En el tema de la rodilla hay mucha información. En base a textos, muchos de los problemas de rodilla vienen derivados sobre todo por la mala posición sobre la bicicleta, tanto de los pies sobre los pedales como en el avance del sillín, y por pedalear con exceso de desarrollos. Imagino que la mayoría de los que monten en bicicleta llevaran ajustadas las medidas y tendrán claro el uso de los desarrollos, de no ser así, en las web de ciclismo o en los libros especializados, suelen venir explicaciones de sobra.

Pedalear con una alforja como equipaje añade al peso de la bicicleta entre 7 y 15 kilos dependiendo de que se lleve, y hay partes del camino original que no son ciclables. Empujar una bicicleta con mucho peso puede suponer tanto esfuerzo como pedalear, así que hay que intentar reducir lastre en todo lo posible. Esta es la relación de mis cosas a modo orientativo, luego cada uno que quite o ponga según sus necesidades y días.

Vestuario

Aseo personal

Herramientas

Varios

En mi caso, y para mi viaje que duro 4 días, valoro que solo utilicé un 40% de las cosas, el resto quedo metido en sus respectivas bolsas. Repartí mi equipaje dentro de las alforjas en varias bolsas con autocierre, se pueden comprar en cualquier sitio y como ultima opción se pueden usar las de cocina para congelar alimentos, el objetivo es que la carga no se moje en caso de que llueva y mantener un cierto orden. Combiné las alforjas con una bolsa de manillar, muy útil para llevar las cosas mas importantes.

Si no se tiene intención de realizar muchos viajes, es una buena opción alquilar el traspontín y las alforjas. Nosotros en Madrid encontramos la asociación Pangea que nos vendió trasportines usados y nos alquilo alforjas a buen precio, aunque no sé si es algo que hagan habitualmente.

A mi modo de ver hay algo muy importante, la llegada a Santiago. Si hacemos el camino en bicicleta y no se tiene coche de apoyo o de recogida, es muy importante planificar desde la salida la forma de volver. El camino de Santiago sigue planificado en masa para los peregrinos que lo hacen a pie y llegar a Santiago en bicicleta sin planificación previa nos puede acarrear problemas.

Para empezar, la oficina de información al peregrino esta abierta de lunes a viernes, de 9:00 a 14:00 y de 16:30 a 19:30 y sábados por la mañana, si la operativa no ha cambiado los domingos y fiestas esta cerrada. Esta oficina nada tiene que ver con el albergue, aquí solo se encargan de informar y facilitar la vuelta a casa; y dar la Compostela.

Viajar en una bicicleta es fácil, pero viajar con una es mas complicado. Si decidimos volver en autocar, la bicicleta puede ir con nosotros, pero en muchas líneas exigen embalarla. En Santiago hay sitios que lo hacen. Para cualquier información al respecto, en la oficina del peregrino. Si la vuelta la hacemos en tren, tenemos que saber que los únicos trenes que admiten la bicicleta como bulto son los regionales y los trenes en los que cojamos coche litera. En el TALGO, AVE, ALTARIS, etc., no se pueden llevar bicicletas, de no coger litera, y en la mayoría de trayectos dentro de la península esto no es posible. Dentro de nuestra ciudad los cercanías tienen una hora tope para llevar la bicicleta, a cualquier hora no se puede, en Madrid se pueden llevar bicicletas a partir de las 9:30. En el avión, la bicicleta viaja con nosotros, pero tenemos el inconveniente de que el aeropuerto de Labacolla esta lejos de Santiago. Quien se plantee esta opción sabe que tiene que volver por donde ha venido, o bajar a Santiago sin la bicicleta. Los peregrinos tienen descuento. En la oficina del peregrino también nos dan la opción a facturar la bicicleta y las alforjas.

Otra opción que tenemos es alquilar un coche. También hay descuento. Inconvenientes: que tengan uno lo suficientemente grande para meter la bicicleta, las horas que tengamos en carretera hasta casa y muy importante, hacernos bien las cuentas. El alquiler de un coche no solo supone el precio que pagamos, hay que añadir la gasolina y si la vuelta la hacemos por carreteras de peaje el precio en taquilla. Se necesita carne de varios años y una tarjeta de crédito donde cargan una fianza que luego nos devuelven si dejamos el deposito como estaba y el coche en condiciones.

Siempre que el camino se haga por su parte original no tiene perdida, ya que esta sobradamente indicado. Si como en nuestro caso hay partes que se hacen por carretera, es conveniente llevar al menos un itinerario de los pueblos por los que se pasa y aun así, en muchas partes de la carretera también hay indicadores. Nosotros, debido a la falta de tiempo, tuvimos que ahorrar esfuerzo por carretera, algo poco aconsejable porque se pierde el encanto. En mi opinión y por mi experiencia, para hacer el camino de la forma que sea hay que tener días. El único precio que nos pide el camino para enseñarnos sus secretos es el tiempo y dinero, dos tesoros terrenales. Nosotros no teníamos mucho tiempo y tuvimos que sacrificar esa parte. No obstante, como toda experiencia es una enseñanza, merece la pena hacerlo de la forma en que uno pueda. Servirá para aprender como nos gustaría volver.

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Madrid

Ande iremos
03/06/2005

Día libre para alguno de los componentes del grupo. Concretamente el único que hoy esta dando el callo es Jose. Los demás: Juan Carlos y Javier (hermanos) y yo, Pedro, de libre. Juan Carlos ha ido a recoger las alforjas y esta tarde, él y Jose, recogerán las dos furgonetas de alquiler que nos llevaran al punto de inicio. León. Como yo ese día tengo asuntos pendientes, quedo con Juan Carlos en llevarle la bicicleta por la tarde.

Fuenlabrada es un sitio muy grande al sur de Madrid que solo conocen los que viven allí... algunos. Cualquier ser vivo que quiera entrar a Fuenlabrada sin conocerla y no perderse, sufre ausencia de riego. Si para colmo, tu guía que vive allí tampoco anda ducho en explicaciones, al rato te has convertido en un asesino a sueldo que trabaja gratis. El caso es que después de muchas explicaciones y llamadas de móvil, me encuentro a Juan Carlos que me espera con la buena noticia de que no tienen montados los trasportines. En medía hora de taladros, medidas, tuercas y unas cervezas, zanjamos el asunto.

Quedamos a las 6:30 en la primera gasolinera dirección a Las Rozas que tiene enfrente un caja Madrid... sencillo. Como soy el único que esa mañana anda descolgado de coche, llamo la noche anterior a radio taxi para que me recojan a las 5:45 y me dejen en el punto de encuentro.

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Madrid - León

Sábado 04/06/2005

Radio Taxi. Dígame.

Desde mi ultima aventura de días han pasado años. Los nervios, que se comen las tripas del viajero, hacen que ande en duerme-vela desde las 4:00 de la mañana. Como no soy de dar vueltas me levanto a las 4:20 y me pongo a organizar. A las 5:30 despierto a mi mujer y me despido de ella. No sé si se ha enterado.

Puntual como un reloj suizo, el taxista pasa delante de mi portal a las 5:35. Yo que ando con las alforjas al hombro le hago una seña. Metemos el equipaje en la parte de atrás, subo y le indico destino, se vuelve hacia atrás mirando como el que mira el nacimiento de un ajo.

- Pocas explicaciones, no sé yo -, me dice. Que me vas a contar.

Durante el trayecto y una vez roto el hielo, me cuenta, que el viajo con sus hijos desde Madrid a Barcelona en bicicleta en cinco días. Que el taxi lo lleva, porque después de separarse de su mujer conoció de pasajero a la que ahora es su chica. Que quiere irse en caravana a Escocia y que por mas que mira a ambos lado de la carretera no ve el edificio de Caja Madrid... yo tampoco.

Nos paramos en la gasolinera de la salida 19. Va a preguntar al de caja. El cajero dice que le suena algo el tema pero unos Km mas adelante. Después de mirar el taxímetro que marca 31 euros, le indico que me voy a quedar aquí y que ya les llamo...por no liar la madeja. Me desea suerte y me cobra.

Me encuentro en una gasolinera a las 6:20, con un gasolinero que me mira desde su cabina, cerrada a esa hora a cal y canto, seguramente pensando que las personas humanas como yo, que portan unas alforjas al hombro y se sientan en el suelo a esas horas, tendrían que ocupar su merecido espacio en algún hospital de enfermos mentales. Razón no le falta.

Hablo con Juan Carlos. Al parecer la salida esta mas adelante, quizás otros 30 euros mas adelante. Jose se da la vuelta y viene a buscarme. Como la comunidad de Madrid y parte de Avila, esta en obras, Jose tarda un poco en entrar donde estoy, concretamente cuando veo venir a Jose son las 7:35. Alguien me ha dejado una moneda a los pies. Quizás me he quedado dormido.

León también existe

Un viaje entre dos coches comunicados por un walkie puede ser tan entretenido como lo sean los ocupantes. En nuestro caso, entretenidos se convierte en tontos de la baba, que no es igual pero también hace reír.

Los Km pasan entre ondas de tonterías y a las 11:20 aproximadamente entramos en León. A partir de aquí se nos plantean varios interrogantes. ¿Donde esta la estación?, ¿dónde la gasolinera?, ¿quién soy?. Después de algunas vueltas, de perdernos y encontrarnos, damos con todo. Dejamos el deposito de gasolina cuan estaba y nos dirigimos a entregar los vehículos. Cuando llegamos a la estación y mientras llamamos a nuestras casas para decir que hemos llegado bien, presenciamos un accidente entre dos coches y sin heridos, que mas parece una declaración de amor. Por un momento pienso si no será una cámara oculta. Metemos las furgonetas en el parking de RENFE y empezamos a prepararnos para empezar preparados.

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León - Rabanal del Camino

Sábado 04/06/2005
74,28 Km.

La salida de León es algo caótica debido a su trafico. Salimos de la estación a una Avda. ancha, enfilamos rectos hasta la plaza de toros y buscamos el albergue de peregrinos bordeando la plaza por su parte izquierda y en dirección al complejo de la guardia civil, como referencia la calle Fernández Ladreda. Por mi parte pense que seria mas difícil encarrilar el camino, pero no fue así. Encontramos el albergue cerrado como instalación, aunque una mujer bastante simpática nos pone nuestro primer sello y nos explica que este año hay bastante afluencia de peregrinos, mas que el pasado a su entender. Nos da un mapa con altitudes y Km y nos explica las dos formas de coger el camino en León, atravesando la cuidad o por el puente de San Marcos que da a la carretera dirección a Astorga. Nos desea suerte.

Llegar hasta Trobajo del Camino y Virgen del Camino es sencillo, ya que forman parte del núcleo urbano de León. Solo hay que seguir la carretera en línea recta. Nosotros lo hacemos por la acera, por seguridad, concretamente la acera que deja el trafico en contra nuestra y de esta forma llegamos al primero de muchos indicadores que el camino tiene hasta Santiago. En este punto se baja una cuesta que desconecta con lo que hasta el momento veníamos viendo...coches. Ahora empieza el camino de tierra, piedras y arboles. La ilusión de empezar, hace que mientras pedaleamos hagamos bromas y hasta que alguno se permita la lisonja de poner voz de tenor llamando a la amapola.

Después de algunos Km hacemos nuestra primera parada y segundo sello en Villar de Mazarife, donde ya empezamos a oír la frase que se repetirá casi hasta el final entre los peregrinos... "buen camino". Sello, un regaliz y traguito de agua con isortar.

La idea inicial era hacer el tramo de León a Santiago en cinco días, yo por asuntos personales tengo que intentar hacerlo en cuatro. El resto, que procura que no tengamos que separarnos, decide probar a hacer los máximos Km y seguir juntos, así que sin demora enfilamos derechos a Astorga para comer allí y continuar por la tarde. Antes de entrar a Astorga nos encontramos con otro grupo de ciclistas que intentan hacerse una foto en la Cruz de Santo Toribio, desde donde ya se ve la ciudad. Intercambiamos intenciones y nos fotografiamos por grupos.

La entrada a la población se presenta en forma de cuesta abajo, y justo en el momento que empezamos a enfilar hacia el centro de sus calles, un grito en forma de llamada nos hace frenar. En la acera de enfrente a la marcha, un hombre nos hace señas para que vayamos a donde esta. Nos miramos sin preguntar y mas por desconcierto que por acierto, enfilamos en su dirección. Es el hospitalario del albergue de peregrinos escondido de Astorga.

El albergue se encuentra a espaldas de la carretera, y salvo que se vaya despacio, o un extraño te llame, es difícil de ver. Aun después de contarle nuestra intención de seguir camino, nos enseña las instalaciones, vacías salvo por algunas gallinas, y nos pregunta una vez mas si queremos quedarnos. Después de aceptar que se vuelve a quedar solo, nos explica como atravesar Astorga de forma fácil y nos recomienda un sitio conocido donde comer. Sellamos la credencial y nos despedimos.

Por no perder demasiado tiempo, no buscamos el restaurante recomendado y optamos por comer en el primero con buena pinta que encontremos al paso. Paramos en uno con menú y ambiente familiar, y decidimos comer dentro ya que la solana pega con fuerza.

Excepto Javi, que durante todo el camino aguantara el dolor de su muela, los demás comemos como si fuéramos cachorros de tigre, hasta en el olor lo parecemos. Jose hace un comentario con respecto a mi situación sobre una alforja (normalmente le dejo que se meta conmigo porque así deja en paz a las demás personas con taras). Juan Carlos y yo reímos en detritus, porque cuando uno ve al otro reírse se incrementa la risa hasta que la respiración nos falta y se nos empiezan a ver los restos de comida entre los dientes porque ya no podemos tener la boca cerrada...tampoco tragar. Al final reímos todos. Momentos de los que se guardan.

Nada mas terminar nos ponemos en marcha. Hay que tener mucha moral para terminar de comer y ponerse a pedalear, pero las cosas que hay que hacer solo pueden hacerse. Astorga es una ciudad sencilla, bonita, y es una pena no disponer del preciado tiempo para rendirle el homenaje que se merece. Otra vez será.

Mi idea es quedarme lo mas cerca del Acebo. Mis compañeros no dicen nada pero puedo oler sus pensamientos...mucha tela.

El trayecto desde Astorga se empieza a hacer interminable por el aire que sopla en contra. Un famoso ciclista dijo: "en esta vida todo te da por detrás menos el viento". Es cierto. El caso es que la marcha se ralentiza y nos desfogamos mucho. Durante nuestra lucha contra el viento, nos pasan dos biciperegrinas dejando estela. Ahí es donde fuimos conscientes de lo poco aerodinámicos que somos. Conseguimos llegar a Rabanal del camino a las 19:40 y con sitio en el albergue. Yo dudo entre intentar seguir al Acebo, pero entre la hora y los razonamientos lógicos del grupo me quedo. Intentare ganarle Km al día siguiente. De una forma u otra acertamos todos.

Aunque debido a los pocos días no he visto muchos albergues, el de El Pilar, en Rabanal del Camino, es bastante bonito y el trato que recibimos bastante bueno. Nos sellan las credenciales y nos informan del donativo para su mantenimiento que damos gustosamente. Después de organizar las cosas en una estancia con literas para nosotros solos, decidimos que la tripa también opina. Es hora de cenar. Después de una ducha, orden y sosiego, salimos al patio del albergue donde unas mesas de madera nos esperan para el gran condumio.

Ahora creo que cuando uno se hace 74 Km en bicicleta, cargado con unas alforjas y viento en contra, empieza a tener la idea de es capaz de afrontarlo todo. Con este pensamiento nos enfrentamos cada uno a un plato de huevos con chorizo frito y pimientos, que aunque al principio nos saben a gloria, a la hora de digerirlos nos hacen llorar. No creo que ninguno de los cuatro dejara de comer chorizo en las siguientes 7 horas, o al menos de recordarlo. Así pasamos las noche entre vueltas en la cama, visitas al servicio y alguna que otra ventosidad, que mas que un afán gracioso, lleva la intención de redimir nuestras tripas.

La nota simpática la pone Javi, que como tiene que medicar a su muela, debajo de su saco, a la una de la mañana, linterna encendida y un cierto aire espectral, remueve con una cadencia pasmosa la cuchara en el vaso durante al menos 15 minutos. Si esto nos pasa en un castillo medieval, yo amanezco con el pelo blanco.

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Rabanal del Camino - Piedrafita de O Cebreiro

Domingo 05/06/2005
92,73 Km.

Una vez leí en un libro de escalada, que el músculo mas importante que tenemos es el cerebro. Ese día yo iba a comprobarlo.

Amaneció perfecto. De hecho, ninguno de los días que ha durado nuestro camino ha llovido ni ha hecho frío. Por el contrario, si de algo tuviéramos que quejarnos es del aplastante calor.

Nos levantamos a las 06:30 y empezamos a organizar la salida. Quizás nos tendríamos que haber levantado antes porque entre unas cosas y otras, cuando empezamos a pedalear es bastante tarde. Mientras montamos las alforjas en las bicicletas, repasamos los radios y medio centramos la rueda delantera de J.Carlos. Cuando llegamos la noche anterior, se dio cuenta de que al menos dos de ellos estaban completamente flojos; por suerte no ha partido ninguno. Es seguro que Santi echa un cable a los que vienen a verle.

Como único desayuno tomamos un colacao, (desayuno y merienda), mas que nada para ver si de una vez por todas digerimos los huevos con chorizo, que se han hecho fuertes en el intestino grueso.
Desde Rabanal del Camino, la única opción para llegar Santiago en principio, es subir, concretamente a la Cruz de Ferro, así que empezamos a seguir las señales. La primera parte se nos hace bastante dura, bien porque estamos fríos, o porque el camino de tierra empieza a empinarse tanto que tenemos que bajar de las bicicletas para empujar. Al darnos cuenta que podemos subir por la carretera optamos por ganar tiempo y seguir por asfalto. Mientras subimos, vamos pasando a peregrinos que siguen la misma dirección, bien por la carretera como nosotros, bien por el camino que va paralelo. Mientras pedaleo con la cabeza mirando al suelo, pienso en los millones de personas que habrán pisado por donde ahora subimos. Me viene a la cabeza un borrón de pensamiento que me pregunta por que somos capaces de hacer cosas tan significativas y como en ocasiones podemos llegar a ser tan miserables. Le digo al borrón que no tengo respuesta.

Como por muy larga que sea una cuesta siempre termina, llegamos al siguiente pueblo en el camino, Fondebadón. El pueblo esta prácticamente deshabitado, en ruinas y las únicas personas que veo son quienes nos sellan la credencial. La parte del camino que atraviesa Fondebadón esta bastante mal, al menos para nosotros. Tanto es así que hacemos un buen tramo empujando la bicicleta. Supongo que será una parte a mejorar, ya que hay excavadoras.

En este punto, el camino nos pone a prueba el colacao.

Por si este diario sirve a alguien, al salir del pueblo nos encontramos unas ruinas de lo que posiblemente era una iglesia, a mano izquierda en sentido de la marcha. Un poco mas adelante el camino se bifurca en dos sentidos...el bueno es el derecho.

Las cosas se saben correctas porque acertamos en ellas, o por todo lo contrario. En nuestro caso fallamos...tiramos por la izquierda. Nos embelesa una bajada que poco a poco se va convirtiendo en un camino que seguramente Heidi recordaría por tener que ayudar sus cabras. Cantos rodaos, barro, arbustos, troncos... Aproximadamente después de 15 minutos de marcha, en nuestras cabezas empieza a rondar la idea de que estamos perdidos. Idea que se confirma cuando llegamos a una cuesta trialera con un desnivel bastante considerable. Si tengo que calcular a ojo de buen cubero el tiempo que tardamos en subir la cuesta empujando las bicicletas, diría que unos 20 minutos entre paradas y tragos de agua. En situaciones así, el final de la cuesta lleva implícito el pensamiento de llegar a algún sitio. Pues va a ser que no. Cuando conseguimos alcanzar cima nos encontramos con la incertidumbre de derecha o izquierda; mas bien arriba o abajo. Impulsados por una mano invisible decidimos subir. 800 metros y otra bifurcación. Seguimos subiendo...decididamente, Santi nos lleva. Al final de la cuesta, vemos que se alza, como una isla para unos náufragos, la Cruz de Ferro.

Aunque en estas situaciones, sobre todo con final feliz, uno intenta quitarle hierro al asunto, podía haber tenido miga. En cualquiera de las dos bifurcaciones podíamos haber tomado sentido equivocado, y aunque un camino siempre lleva a algún sitio, ese día no teníamos que llegar a Roma, y teniendo en cuenta que llevábamos los días contados...quien sabe.

Me atrevería a decir, y esta una opinión personal, que la Cruz de Ferro es el monumento al peregrino. Simplemente es un madero con una cruz en la punta sobre un montículo de roca que se ha ido formando con las piedras que cada peregrino deposita en su base, es muy seguro que sumen algún millón. Junto a las piedras, se pueden ver en el madero los mas variopintos enseres y mensajes que la gente va dejando. Según cuentan la tradición, que ya viene de muy atrás, el depositar la piedra en la base era para pedir protección durante el camino. Supongo que esa tradición se habrá ido modificando hacia todos nuestros deseos. Después de la foto de rigor y el trago de agua, iniciamos el merecido descenso.

Continuar carretera después de la cruz es bastante agradable porque empieza en bajada, al menos en tres o cuatro Km. Avidos de cuesta abajo, Jose y Javi se lanzan en barrena, mientras Juan Carlos y yo nos lo tomamos con relativa tranquilidad. Esa tranquilidad hace que paremos en Manjarín, que tiene un único habitante, Tomas.

El pueblo de Manjarín lo compone una casa-albergue, y el ultimo templario, Tomás. Yo aconsejaría a cualquiera que haga el camino que no deje de verle. Seguramente le invite a café si tiene el tiempo suficiente de sentarse a su banco, y pueda comprar algunos de los muchos símbolos que expone. Nosotros estuvimos el tiempo justo de sellar la credencial y de que nos deseara buen camino. Una vez mas, el valioso tiempo nos carga la cuenta.

La bajada se combina con subidas de relativa dureza durante algunos Km, hasta que llegamos al cartel que indica a los ciclistas que bajen con precaución. El aviso no es broma. La bajada hasta el Acebo es bastante dura y hay momentos en los que duelen las muñecas de frenar. Si el día anterior me hubiera encabezonado en llegar al Acebo lo hubiera pasado muy mal, claro que por experiencia propia he aprendido que las cosas no podemos evitarlas, como mucho se posponen, concretamente al día de hoy. En el Acebo llenamos los bidones y cargamos de isotónica, como pensamos que la bajada dura a terminado nos quitamos la doble prenda.

Desde el Acebo seguimos bajando, y pasando frío, porque en estas bajadas aunque haga calor, pasas frío. Nos templa el cuerpo la parada obligatoria que tenemos que hacer para practicar un apaño en la alforja de Juan Carlos. De todas las alforjas alquiladas, solo había una que según nos dijeron tenia solo un uso...debía ser un uso de vida, porque daban lastima. Del esfuerzo de dos días cedió, y rompió el remache de una de las correas. Suerte, que de los cuatro, tres hemos tenido algún contacto con la mecánica, y pudimos hacer un apaño con una abrazadera de plástico, muy útiles en estos casos.

Pasamos Riego de Ambrós como balas, y paramos en Molinaseca a tomar un trago y hacer alguna foto. Me siento incomodo porque pienso que mis prisas hacen que el grupo no disfrute del camino, pero llegado a este punto debo seguir, si fuera sin bicicleta me seria mas fácil utilizar cualquier medio de transporte para moverme en uno u otro sentido, pero la bicicleta me indica el camino, y es solo en dirección a Santiago. Empiezo a lanzar sondas de profundidad sobre seguir en solitario, pero el grupo intenta permanecer unido sacrificando el tiempo que tiene. No pediría otros compañeros de viaje.

Ponferrada es uno de los núcleos grandes que encontramos en el camino. Como los Km empiezan a pesar, decidimos parar a desayunar algo y poner sello a la credencial. Javi necesita un cajero porque lleva todo el camino tirando de los billetes de su hermano y quiere parar, eso, y que se están quedando sin un euro en metálico. No quiero hacer comentarios, pero creo que de sobra se me ve en la cara la preocupación de mi tiempo. Me he propuesto una etapa larga y cada parada que hacemos me hace pensar que no voy a llegar, el tiempo me sigue limitando el disfrute, pero que le vamos a hacer, algún día volveré a mamar del camino hasta hincharme. Prefiero esperar sin decir nada. Sellamos en el albergue y continuamos camino buscando un cajero. Probamos en uno, nada. Probamos en dos, tampoco. Juan Carlos sigue pagando.

La salida de Ponferrada la hacemos entre muchos coches, y por una vez con viento a la espalda, lo que hace que demos pedales con bastante alegría. Me duele tener que pasar por delante del castillo de Ponferrada sin parar. Era uno de los sitios en los que me había propuesto explayarme, y ahora solo puedo verlo de pasada mientras se queda atrás. No somos nadie.

Las risas, voces y bromas del primer día, se han convertido en silencio y bufidos de esfuerzo. Ya no hablamos porque lo único que tenemos en mente es dar pedales y pasar pueblos, y de esta guisa nos plantamos en Cacabelos. Aprovechamos para sellar la credencial y como si de un ritual se tratara preparar el bidón y hacer unas fotos. Javi se va resintiendo de su muela que le va minando físicamente, ya que la comparte con el antibiótico. Yo cada vez me siento mas incomodo porque creo que indirectamente les estoy obligando a algo que podrían evitar. En el tramo entre Cacabelos y Villafranca del Bierzo nos distanciamos mucho unos de otros y decido que en la siguiente parada me separo del grupo.

Llegamos a Villafranca del Bierzo con la intención de ver la puerta del perdón de la Iglesia de Santiago, pero a nosotros el perdón este año no se nos concede porque esta en obras, vestida de andamios y redes hasta arriba. Mientras Jose sube al albergue de arriba del pueblo a saludar a un conocido, yo sello la credencial en el otro albergue, que también esta arriba pero mas abajo, y lleno la botella. Javi esta bastante hecho polvo con la muela y me comenta que la marcha que llevamos empieza a no ir con el. Quizás es el momento que esperaba para decir que yo sigo solo. Después de cinco minutos de hablar, el grupo lo entiende, o lo acepta, y sin demorarme mas tiempo sigo dando pedales.

Cualquier decisión que se tome y afecte a mas de uno acarrea rencillas internas, y en el grupo se crea un cierto malestar hacia mi, al menos eso intuyo. Durante algún tiempo mis oídos me van informando. Tampoco puedo hacer mucho mas, podemos terminar todos si nos separamos, o terminar ellos solos si seguimos juntos. Ya se les pasara. Por una parte yo quiero seguir con todos y por otra me siento aliviado de seguir solo. Ya no llevo la carga de pensar que ellos pedalean porque yo tengo que pedalear, aunque seguir solo me impone mucho respeto.

Como mi intención es tragar el máximo de Km al día, decido dosificar mi esfuerzo y pedalear en un rango de 12 a 15 Km/h. Mi marcha es tan acompasada, que en un momento que paro a llamar a mi mujer...sorpresa, el grupo de tres que había dejado en Villafranca me pasa por el otro arcén como una bala. Ya no siento la carga de que pedalean por mi, ahora lo hacen porque quieren. Evidentemente no les manifiesto mi alegría, que por cierto dura poco, ya que tienen pensado parar en Ruitelán. Yo tengo que intentar ganar mas terreno y Ruitelán me viene corto. En una gasolinera cerca de Vega de Valcarce nos separamos definitivamente. Desde Vega de Valcarce empieza una subida progresiva que dará a termino al llegar al Alto do Poio. A partir de ahí, empiezan lo que en Galicia es un falso llano, una falsa bajada...en resumen, mucha cuesta.

Mi idea es terminar etapa en O`Cebreiro. Son las cuatro menos algo de la tarde y pienso que en hacer los 12 Km aproximados que marcan los etapómetros desde donde estoy, puedo tardar 1 hora y algo. No es bueno suponer nada. Km atrás, nos habían comentado que partes del camino no eran ciclables y que para la gente que lo hacia en bicicleta, siempre carretera. Las personas, aunque obren de buena fe, nos pueden dar el día.

Empiezo a subir a un ritmo constante con un calor sofocante. Como llevo por mochila el valor del ignorante, lleno mi bidón, que es una botella de litro de tónica y pienso que tendré suficiente hasta llegar a destino. Lo que no tenia planeado era equivocarme de camino.

Los primeros Km los hago entre arboles y pueblos que vienen en todas las guías, sello la credencial y bebo agua en Ruitelán, donde mis compañeros harían noche. Al llegar a la Faba me equivoco. La senda esta marcada para seguir por camino, pero como tengo que tomar una decisión y en recuerdo de consejos, decido seguir por carretera. La carretera es la antigua ruta de la Coruña, olvidada a favor de la autovía y por la que casi no pasa nadie...concretamente ese día, no pasa nadie.

Los arboles empiezan a salirse de la carretera para no dar sombra y se quedan con la hierba alejados de asfalto, lo que hace que el calor casi derrita el cuadro de la bici. Como mi idea es de que a los diez Km me tengo que encontrar en O´Cebreiro, no paro de mirar el cuenta-Km. Aproximadamente cuando llevo 11 Km y cerca de una hora de pedaleo, me encuentro con el cartel de Llamas, un pueblo separado por la carretera y con cuatro casas. Literal. Por suerte y aunque en esa hora no me he cruzado con nadie, veo a una mujer mayor sentada en un banco y le pregunto que si voy bien para O´cebreiro, sin casi mirarme me dice:

- Si, a unos 12 o 15 Km...

La respuesta me deja como a Pinocho. Como casi me he bebido la botella de agua le pregunto si el pueblo tiene un bar o si hay alguna fuente de agua potable. La pregunta tiene una respuesta evidente pero la hago por no pedir agua directamente y esperar a que ella se ofrezca. La verdad es que estoy un poco desconcertado y no se como entrarle. La mujer que esta con sus quehaceres me responde negativamente a las dos preguntas y sigue a lo suyo sin levantar la cabeza. Quizás con la gente mayor es mejor ser directo, pero yo peco de remiso, doy las gracias y sigo pedaleando pensando en mil cosas a la vez. Cuando decido que debería haber pedido agua, ya he recorrido casi 1 Km y la decisión de volverme se me antoja grande, miro el reloj y opto por seguir.

La carretera sigue hacia arriba y mi cadencia de pedaleo se hace mas lenta, ahora pedaleo a un ritmo constante de 6-7 Km/h. Desde que hable con la mujer de Llamas ha pasado casi otra hora y cuarto, sigue apretando un sol de rigor y siento los coches pasar por uno de los varios viaductos que la autovía de la Coruña tiene por encima de mi, a mas de lo que a ojo calculo, pueden ser de 30 a 50 metros. Hace una medía hora que termine lo poco que me quedaba de agua. Pense que podía racionarla a tragos cortos, como en las películas, pero la sed me hizo apurarla de un trago. Empiezo a preocuparme porque no he visto a nadie de cerca ni de lejos. Sin ser una preocupación desesperada voy hecho caquita. No hago mas que mirar el cuenta-Km porque desde Llamas he recorrido aproximadamente 8 Km, y mirando a lo lejos no veo nada que se parezca a un pueblo, solo la carretera que zigzaguea. Para colmo, no recargué el móvil en el albergue, que andaba bajo de batería y lo llevo apagado por si acaso. Decido no encenderlo no sea que me lleve una sorpresa y sigo pedaleando.

Al hacer la cuenta de Km me salen casi 11 Km desde que pase por el pueblo de Llamas. Decido parar debajo de uno de los viaductos que son la única sombra que hay en la carretera para pensar que hacer. Falta poco para las 19:00, voy sin agua y he empezado a ponerme rígido por el respeto que me inspira la situación.

Supongo que a todo el mundo en situaciones desconocidas le da por ser negativo. Todas las ideas positivas que antes de salir tenia sobre dormir en cualquier sitio, comer lo que se pueda y todas esas cosas de aventurero urbano que uno se plantea, se me enfrentan con chulería y me empiezo a plantear seriamente en dar la vuelta. Total, el camino es de bajada y sabría a donde ir. En cualquiera de los pueblos del itinerario me tomaría una cerveza de litro, comería en condiciones y podría dormir con mas gente. Tendría dos días para buscar la forma de volver a casa y ya lo intentaría en otra ocasión.

Es posible, que todas esas cosas que nos pasan en un momento determinado, las acoplemos a nuestras vivencias para buscar una respuesta a lo que hacemos. Lo que me paso en ese instante yo lo califico de señal, o de ayuda...

Cuando la idea de dar la vuelta estaba pisando a la de seguir adelante, (incluso tenia la bicicleta mirando en sentido hacia donde había venido), oigo lo que me parece un ruido de moto. Increíble como algo tan tonto puede infundir tanta esperanza. Como si de una aparición se tratara, pasan volando una pareja de la guardia civil motorizada. Según mi percepción, o no me ven, o no me hacen caso porque ver allí a un peregrino no es tan raro, esa es a la conclusión a la que llego. Este pensamiento hace que mi bicicleta vuelva apuntar en dirección a Santiago y con mas moral que fuerzas vuelva a pedalear.

Aunque el cerebro pueda hacernos llegar a máximas, que en condiciones normales no nos plantearíamos, llevo sin beber agua casi dos horas y sudando mucho. La sensación de sed solo me hace pensar en liquido y como el primer día me queme por el sol, hoy opté por ponerme de largo y aguantar temperatura en vez de chicharrera, con lo que la sensación de calor se acentúa y aunque ya no pega como a las 16:00, estoy asado. Empiezo a preocuparme por la deshidratación mas que por llegar a un punto determinado y decido parar un momento para poner en practica algo que una vez leí. Como llevo pastillas y bolsitas de polvos isotónicos, pienso que a falta de agua podría servirme la saliva. Cojo una piedra, la limpio bien con el maillot, (todo lo bien que se puede limpiar con un maillot sudado), me la meto en la boca para hacer saliva y a continuación me hecho un poco de isostar. Puede que este acto me ayude con la deshidratación, pero también duplico mi sensación de sed. A los diez minutos siento desesperación por beber algo y me preocupa que la sensación de sed, empieza a ser lo único que tengo en la cabeza, solo puedo pensar en agua.

Son aproximadamente las 19:40 cuando llego a un punto de la subida, en el que el desnivel se iguala y parece que pedaleo mas llano. Después de tanto tiempo viendo a lo lejos y por medio de viaductos la autovía de la Coruña, ahora estoy en una zona en que las dos carreteras van en paralelo, el simple hecho de ver pasar a los coches cerca me hace sentir acompañado y bastante aliviado. Hay un indicador con dirección a Ruitelán y Vega de Valcarce sin Km a la derecha, y siguiendo la antigua carretera, a no mas de 500 m, un muro de contención de montes por el que unas tuberías improvisadas en el hormigón dejan escapar lo que yo supongo que es agua de la sierra. Vivir en las ciudades hace que gestos tan simples como abrir un grifo, sea algo que asumimos como no importante y un derecho adquirido. Yo en ese momento me doy cuenta de la suerte que tengo en mi entorno conocido.

Como puedo lleno dos veces la botella y me la echo por encima empapándome entero. Tengo mis dudas sobre si beber. Pienso que solo me mojare la boca y la escupiré, y solo beberé si lo creo necesario. Mojo la camiseta que llevo en la cabeza debajo del casco, y con la botella llena continuo. Ver los coches pasar me da moral porque pienso que estoy llegando a algún sitio, y aunque a lo lejos no veo la imagen de un pueblo si veo casas desperdigadas. Cinco minutos después, me bebo de un trago casi medio litro de agua de la botella.

La carretera ha vuelto a despedirse de la autovía y durante un rato vuelvo a pedalear solo. Voy muy lento porque aunque el desnivel no es tan grande como antes estoy muy cansado. No hago mas que darle vueltas a si el agua que he bebido seria potable y que consecuencias podría tener, cuando veo el cartelón que me indica que Piedrafita de O´Cebreiro esta a 4 Km. Es difícil sentir experiencias ajenas, pero cuando veo el indicador siento un subidón de calor, los ojos se me empañan y me río en voz alta. Una tontería para el que solo lo lea.

Como si hubiera tomado un kilo de nandrolona empiezo a pedalear con fuerza; me siento bien, y no son mis piernas las que dan pedales, mi cabeza es la que dirige. A los diez minutos de subidón me encuentro con las primeras personas que veo cerca desde hace tiempo, para mi mucho tiempo. Los ciclistas franceses que me iré encontrando en partes del camino. Están parados en la carretera reparando el trasportín trasero. Me paro y les pregunto que si todo bien. Nos damos confianza con la sonrisa porque no nos entendemos con las palabras, y creo suponer que la situación esta controlada. Por señas hacemos alusión a lo duro de la subida y con el ansia de llegar a termino me despido de ellos, que me responden en un castellano afrancesado, "hasta luego". A las ocho y pico de la tarde entro en Pidrafita de O´Cebrerio.

Desde las siete y algo de la mañana que salimos de Rabanal del Camino he pedaleado sin comer durante mas de 11 horas, así que lo primero que hago al entrar en el pueblo es ir al bar mas cercano, pedir un tercio de cerveza, otro tercio de cerveza, y un bocadillo de jamón. Mientras el dueño del bar me mira de reojo con cierto asombro, parte jamón para el bocadillo y despacha a dos personas mas, le pido el tercer tercio y una botella grande de agua. Aprovecho las entremedias para llamar a Juan Carlos y decirle donde estoy. Como no se distinguir donde empieza la realidad y termina la exageración, le comento que el camino es duro por la carretera, y que ellos mañana salgan temprano para no coger la solana y se aprovisionen de agua...al menos 100 litros. A punto de colgar, el dueño del bar aparece con un bocadillo de jamón serrano que merece una mención especial en el muy interesante. Yo, que normalmente ingiero la comida como si de un ejercicio se tratara, saboreo cada bocado como si fuera un somellier probando el mejor vino. La necesidad, que la gente afortunada como yo no tenemos, tiene que ser muy mala.

Me deleito en la comida y bebida durante medía hora, cuando me viene a la cabeza que después de cubrir las necesidades básicas tengo que dormir en algún sitio. Miro en los papeles que llevo con la información básica de albergues, pero creo que me he desviado un poco de los pueblos que tengo en lista. Piedrafita no tiene albergue de peregrinos. No obstante, pregunto al dueño del bar que me contesta con las respuesta que ya conocía, pero si quiero dormir, me dice, ellos alquilan habitaciones. Aunque por la mañana, a la salida del pueblo vería el hostal de peregrinos de Piedrafita, la casualidad me parece curiosa, de los cinco bares del pueblo es el único que alquila habitaciones.

Una vez instalado en mi cuarto, me doy una ducha en el baño comunitario del piso 2º. Me deleito viendo como el agua me cae por la cabeza y vuelvo a pensar en todas esas cosas a las que no damos importancia. Llamo a mi mujer para darle novedades del día, y para evitar preocupaciones le cuento lo acaecido sin dejar constancia clara de que lo he pasado mal. A continuación ella me cuenta durante un buen rato como ha pasado el día. A las 9:30 bajo a cenar.

Quizás por la forma de comer el bocata de jamón hace un rato, me preguntan sin quiero cenar el menú del día. Sigo teniendo hambre así que acepto. De primero macarrones con chorizo, muchos. De segundo dos filetes de pechuga de pollo con patatas. De postre un flan casero y un poleo. Como colofón, dos chupitos de orujo casero que me dejan la garganta para doblar el padrino.

Después del banquete y de quedar con el dueño en la hora de salir por la mañana, me voy a mi habitación. Ordeno las alforjas y las dejo listas, escribo el resumen de lo que es este diario y me doy unas friegas en las piernas con fastun gel. Aunque ahora no tengo molestias prefiero prevenir. Me acuesto a dormir. Estoy cansado pero no me duermo, quizás el cansancio me ha robado el sueño. Cada diez minutos tengo necesidad de beber agua, y es posible que durante la noche me beba dos litros. Creo que tengo sed psicológica.

[subir]

Piedrafita de O Cebreiro - Casanova

Lunes 06/06/2005
107,64 Km.

He puesto el depertador del móvil que he dejado enchufado para cargar, a las 6:30. Aunque no creo haber dormido muchas horas me siento descansado, con fuerza y muchas ganas. Tengo molestias en las piernas por la sobrecarga del día anterior, pero siento que al ponerme a dar de pedales de nuevo el músculo se entonara.

He quedado a las 7:15 con el dueño del bar para hacer las cuentas y recoger mi bicicleta, que ha dormido en el almacén, me hubiera gustado quedar antes pero me daba apuro ya que el dueño viene desde otro sitio y nunca abren el bar tan pronto. Llega a las 7:20, hacemos las cuentas, me tomo un colacao, me lleno de agua y empiezo a dar pedales.

La salida de Piedrafita me empieza a dar pistas de lo que me espera. En el momento de salir del pueblo para afrontar los tres puertos, me topo con el hostal de peregrinos. Aunque tiene buena pinta y quizás me hubiera ahorrado algún euro, me doy por satisfecho donde he estado, me han tratado muy bien.

La carretera empieza su ascensión con un cartel indicador que informa de los Km que quedan para Triacastela, Samos, y Santiago 171 Km. La vista de este dato me deja caer un poco la moral, ya que entre el día de hoy y mañana por la mañana debería llegar a Compostela. Los datos kilométricos que llevo de otras guías no me cuadran con los Km que yo estoy haciendo en la practica, deberían quedarme menos. Prefiero no hacer cuentas y empezar a dar pedales, hace poco leí la forma en que un padre le explicaba a su hija pequeña como afrontar los grandes problemas. Un avión, le decía, es algo enorme pero que se hace con muchas piezas pequeñas ensambladas una a una, si se intenta resolver un gran problema solucionando sus partes pequeñas, será mucho mas fácil que intentar acometer el conjunto total. Con esta idea empiezo a calentar para subir el primer puerto que me encontrare, el O`Cebreiro.

Aunque me siento con fuerzas físicamente, el puerto se empieza a plantear bastante duro. Hay un tramo en el que tengo que bajarme de la bicicleta y empujar, aun estoy frío y llevo mas peso que ayer. He comprado una botella de agua de litro y medio y la he atado a la parte de atrás. Desde ese día siempre llevare los bidones de agua llenos.

A la hora aproximadamente, veo el cartel que indica que se esta entrando en el pueblo al que debería de haber llegado ayer, O`Cebreiro. Decido sellar la credencial en el albergue y ver si es posible que alguien me explique donde me equivoque de camino. Quizás es demasiado pronto para todo, porque el albergue esta cerrado y solo veo en la puerta, preparando sus cosas, a los franceses. Nos saludamos de forma universal, o sea con la mano, y les digo por señas que yo sigo. Entre ambos nos cruzamos el saludo de la ruta, "buen camino".

Subo a ritmo acompasado y sin quemar mis fuerzas, no se los Km que haré hoy, pero tendrían que ser muchos si pretendo llegar a Compostela mañana. Pocos Km después de salir de el pueblo, corono el primer puerto del día, el O`Cebreiro. Tiene un altitud de 1300 m con un desnivel de 700 m, llegar al cartel que indica el punto alto me llena de una alegría difícil de explicar. Como si de un explorador se tratara pongo al lado mi bicicleta y hago una foto. Siguiente puerto a subir el alto de San Roque.

Es el tercer día de ruta y he notado algunos cambios en mis formas. Estoy aprendiendo a dosificar mi esfuerzo, tal es así, que el pulsómetro rara vez pasa de las 150 pulsaciones. En mis salidas de fin semana, mis pulsaciones son muy variables dependiendo del terreno, llegando a veces a 180. El pedaleo diario me esta regulando.

Con una velocidad constante de 7-8 Km/h llego al alto de San Roque. He podido ver mientras subía en el camino original, que en tramos discurre paralelo a la carretera, bastantes peregrinos a pie. Pienso que seria mejor hacer el recorrido por ese camino, pero no se lo que puedo encontrar y el asfalto es mas llevadero en muchos aspectos. En el alto, donde hay una estatua en honor al peregrino, hay afluencia de gente para hacerse la foto de rigor. Espero mi turno bebiendo un largo trago de agua templada que me sabe a gloria, y siguiendo costumbre fotografío la bicicleta para dejar constancia de mi llegada. El Alto de San Roque tiene una altitud de 1.280m.

Mi subida es lenta y el sol lleva un rato desperezado. A eso de las 10:15, me adelanta uno de los franceses casi llegando al indicador del Alto Do Poio, 1.330 m de altitud. Me paro para hacer una foto y veo que su compañero esta a unos 300 m mas abajo sufriendo bastante. Su bicicleta zigzaguea un poco y su pedaleo es muy forzado, cuando esta apunto de llegar a mi lado intento animarle diciéndole en voz alta que este es el ultimo. Mas por mi expresión que porque me entienda, sonríe y sopla, me desea buen camino y su pedaleo se iguala al coger el falso llano. Entro en el hostal-restaurante del Alto do Poio a sellar y comprar agua. Solo llevo litro y medio.

Tal y como le decía el padre a la niña, pedalada a pedalada me he quitado de encima la parte mas dura del día. Siento una especial satisfacción de haber llegado a donde estoy, de tener mi recompensa a tanto esfuerzo, no soy capaz de ver mi cara pero es seguro que llevo puesta la sonrisa del que consigue algo que solo él entiende. Hay muchas formas de llegar a las cosas, pero no todas se pueden valorar por igual.

A partir de este punto, la dura subida da paso a una serie de bajadas y repechos que se irán repitiendo hasta llegar a Santiago. Camino llevadero si se hace con tranquilidad y disfrutando del paisaje que empieza a ofrecer Galicia.

Los Km pasan rápidos por carretera, y cuando quiero darme cuenta estoy en Viduedo buscando el albergue para sellar mi credencial y con intención de meter algo de comer al cuerpo, viendo en días anteriores que pedaleo mejor con el estomago no muy lleno solo he desayunado un colacao. En el albergue solo hay dos peregrinas extranjeras preparándose para salir, les pregunto por la persona que sella pero hacen señas de no saber, como el sello esta sobre una mesa supongo que es autoservicio y me sello y firmo. Como no veo bares sigo camino.

Durante unos 10 Km, hasta llegar a Triacastela, la carretera se vuelca en picado y tengo que parar para ponerme la cazadora. Aunque hace bastante calor, estoy bajando a una velocidad de entre 40-50 Km/h y siento frío. En menos tiempo del que me doy para pensar que comer, veo el indicador de Triacastela y dejo atrás una tienda de comida, freno la pasada y doy la vuelta. Al lado de la tienda hay un albergue donde entro y sello mi credencial, tiene pinta de nuevo y la mujer que lo atiende me pregunta si me quedo a dormir. Mucho me queda para echarme en un catre. Al salir paso por la tienda y compro cuatro plátanos, me como dos de seguido y hago una foto de entrada al pueblo y otra de salida, girándome entero. Como no tengo muchas mas cosas que hacer continuo avenida abajo. Justo cuando estoy a punto salirme de limites veo a los ciclistas franceses sentados en el banco de un albergue de peregrinos que tiene colgada en la fachada una bicicleta. Están comiendo hasta con bota de vino. Cualquiera que se forme opinión de ellos sin oírles hablar, no los situaría mas allá de la Rioja. Aunque ya tengo un sello del pueblo, paro para que me vuelvan a sellar en honor a mi bicicleta, un gesto romántico hacia la que me ha llevado a donde estoy sin quejarse de nada. Les deseo buen provecho y buen camino, esa será la ultima vez que les encuentre.

El desnivel alcanzado en los puertos sigue contrarrestándose en la bajada, y casi sin darme cuenta veo el cartel que indica que estoy entrando en Samos. Lo mas destacable de Samos en cuanto a lo que puedo ver es su monasterio-albergue. Decido parar para hacer una fotos y sellar la credencial, esto y mi memoria serán los únicos testigos de mi paso. Relleno mis botellas en una fuente y decido darme un descanso para comer un plátano, he pensado en comer de forma frugal durante el día para exprimir lo que pueda, ayer por la noche guarde el reloj en las alforjas y la función del cuenta-Km la tengo en velocidad, mi único referente es la guía hecha por mi que va encima de la bolsa de manillar, y que me sirve solo para saber cual es la siguiente población, la relación de Km es lo de menos. Hoy es mi prueba de si puedo llegar a Santiago en bicicleta o buscar otra forma de volver a casa. Sarria es la siguiente población con todos los servicios y depende de cuando y como llegue tendré que pensar que hacer. Con la fuerza que me da la banana empiezo a pedalear.

Por el calor que hace y lo alto que esta el sol, calculo que deben de ser entre las 12:00 y las 14:00 horas. He visto indicadores de que me queda poco a Sarria, y mas que afán por llegar solo tengo en mente seguir. Me he propuesto no mirar el reloj para así no condicionarme al tiempo, lo que me crea una duda pues en Sarria debería plantearme que hacer. Cuando veo el indicador de que estoy en Sarria ya he tomado una decisión. Sigo.

Sarria es una población que yo ascendería a ciudad. A la entrada paro en una gasolinera a comprar agua y una chocolatina con caramelo que mi cuerpo lleva pidiendo hace un buen rato. No quiero que mi estomago este vacío, pero tampoco quiero la pesadez de la digestión. Me como el ultimo plátano, la chocolatina, y entro en la caótica Sarria.

Localizar el camino dentro de Sarria es relativamente fácil porque hay muchos indicadores. Que el paso por Sarria sea rápido es otro cantar. El paso por la Avda. que lleva otra vez al camino se me hace lentísima debida al denso trafico, tengo la sensación de estar en plena Gran Vía en hora punta. No puedo circular por la acera y parezco un coche mas, y aunque intento sortear coches como puedo, las dos direcciones de la calle lo hace muy difícil. Eso, sumado a la campaña electoral hace que no me crea el bullicio que estoy digiriendo. Calculo que dejo de donativo en Sarria, mas de medía hora.

La carretera se hace monótona y pesada. Haber cambiado el polvo por asfalto me cobra su tributo. Solo en determinadas partes, en las que la carretera charla con el camino veo gente con quien intercambiar un saludo, las mas de las veces solo me acompañan los grajos que chillan a mi paso como si esperaran algo de comer, y algún coche que tiene la lisonja de no llevarme por delante. En un pueblo de medías del que no recuerdo el nombre, paro en una tienda. Compro plátanos, dos manzanas, una botella de Isostar y una bayeta grande y blanca de paño. La camiseta que llevo en la cabeza es muy incomoda y negra, y la presión con el casco me va martilleando. En un banco de la calle me como dos plátanos, una manzana bañada en Isostar, y me hago un turbante con la bayeta mojada en agua que aunque poco favorecedor, me tapa cuello y orejas. Cambio la botella que compre en Piedrafita por la nueva y me enfrento a la cuesta arriba que me saca del olvidado pueblo.

Hasta Portomarín solo tengo recuerdo de sufrir el viento de cara. Incluso en la entrada a la población que es cuesta abajo, el viento me frena como si quisiera invitarme a dormir. Cruzo el largo puente que flota sobre el pantano y me paro a la entrada del pueblo sin aliento. Como algo, y llamo al grupo para ver donde están. Juan Carlos me dice que no están a mucho de Portomarín y que tienen intención de parar allí a hacer noche, dudo entre seguir o esperarles, y miro mi plano para hacerme una idea de los Km que llevo. Yo tengo que seguir. Les deseo buen camino y empiezo sufrir la subida que me indica el camino.

Si llegar a Portomarín es difícil, los Km siguientes me hacen blasfemar en un idioma que desconocía. Viento de cara, calor y la única compañía de los coches que pasan moviéndome al rebufo. En Gonzar, que por lo que puedo ver es solo un restaurante, dos casas y el albergue de peregrinos, paro a sellar. Si no puedo disfrutar del camino, al menos sellare lo que pueda para no olvidarme. Al igual que me pasó pueblos atrás, es autoservicio y hago yo mismo los honores.

Desde que salí de Portomarín hay muchos indicadores que muestran el camino. Los hay que aconsejan el camino a ciclistas dentro del camino original, pero yo prefiero asegurarme la tranquilidad de lo conocido y sigo por carretera. No tengo mucho donde elegir porque en mi caso solo puedo llegar, y si según reza el dicho, "a Santiago no se llega, solo se va", se que no lo estoy haciendo bien, pero no tengo muchas opciones.

Después de bastante tiempo pedaleando solo y viendo gente a los lejos, en un corto noviazgo que el camino hace con la carretera encuentro una fuente con bancos. Sentadas hay dos peregrinas entradas en años y con aspecto de extranjeras, al saludo de buen camino me responden con las mismas pero en acento de por allí. Me río porque me alegra saludar a alguien, y me acerco a la fuente a llenar bidones y mojar mi bayeta. En las entremedias, lo que yo imagino un padre y su hija con botas de camino, se acercan a beber, por el saludo son extranjeros. La chica, al verme con la bayeta en la cabeza se ríe y me dice: "Sahara"...me río a carcajadas y le replico lo mismo, deseándoles buen camino. Mientras me alejo para entrar de nuevo en la carretera me voy riendo pensando en que debo parecer un ridículo beduino que cambio su camello en aras del progreso.

Como todo sufrimiento termina en algún momento, el mío acaba en Ventas de Naron, cuando llego a un mojón que desvía la carretera y que indica la distancia a Santiago, 78,1 Km. Decido seguir la dirección que marca el bloque de piedra, creo que aun puedo pedalear un buen rato y cada vez veo mas cercana la idea de conseguirlo. Como recuerdo de mi momento de alegría hago una foto.

El trayecto en unos cuantos Km a partir de Ventas de Naron es un deleite, los metros se me pasan embobado en el paisaje que de bonito parece artificial, mientras voy lanzando a diestro y siniestro el saludo del camino a todo peregrino que voy pasando. Durante el tramo que me conduce a Ligonde paro en la fuente que reza las palabras "quien beba de esta agua no volverá a tener sed", termino con medio litro de una de las botellas y relleno hasta el borde para compensar de la memoria de toda la sed que pase ayer.

Los Km que me restan para Palas de Rei los hago por caminos y carreteras entre pueblos. He abandonado la frialdad del asfalto y pedalear ha dejado de suponer un esfuerzo, voy tranquilo y a un ritmo constante, y junto a los peregrinos que apuntan en la misma dirección me siento acompañado aunque simplemente hablemos para cruzar el típico saludo. He decidido dormir en Palas de Rei, creo que por hoy he rendido los suficientes Km al día como para disfrutar de un descanso. No he mirado el reloj en todo el día y solo puedo hacerme una idea de la hora que es por la claridad del sol, calculo que puedan rondar las 18:30, aunque tampoco me importa mucho.

No me esperaba un Palas de Rei como el que me encuentro. Quizás por ser un punto muy estratégico en el camino, rebosa peregrinos. Pregunto por el albergue a la primera persona que veo y con aire cansado me contesta que Palas esta completo. Como ya cargo en el lomo la experiencia en palabras de otros, decido acercarme al albergue a que me lo confirmen. Está lleno. No solo el albergue, que tiene completo hasta el suelo, también los hostales y las plazas. Tengo que seguir camino.

Una vez mas, lo que me esperaba se da la vuelta. Al igual que decidí guardar el reloj, tomo la decisión de tener las mínimas expectativas. De momento es de día, así que continuo al pueblo siguiente, en el albergue de Palas me han dicho que pruebe en San Xulian.

Debido a la proximidad con Palas, tampoco encuentro sitio.

Hay tramos en los que se puede combinar el camino y la carretera, pero decido seguir por asfalto. En un punto intermedio entre ningún sitio, veo en el arcén contrario un cartel hecho a mano que indica un nuevo albergue en Casova. El cartel es una tablilla de madera sobre una estaca que apunta a un camino de tierra que se adentra en una arboleda. Las escritura parece hecha a pincel y pintura negra en una caligrafía dispersa, y por un momento dudo de si será un reclamo para despojar de sus bienes a inocentes peregrinos. Me mantengo parado en el otro arcén pensando que hacer.

A medida que me adentro por el camino y los arboles juntan sus copas, me pregunto si habré tomado la decisión correcta. Siendo un trayecto cargado de atractivo por lo salvaje, no veo a nadie en mi misma dirección, y ya he recorrido un buen trecho. Mas que pensar en el asalto del bandolero Matías, me cuestiono si el cartel no será una broma de los chicos del pueblo, y a mi vuelta a casa saldré en la televisión como el pánfilo perdido buscando albergue. Por suerte para mi ego, cuando llevo recorrido aproximadamente 1,5 Km, me encuentro un camino perpendicular al mío con casas a los lados. Pregunto a una señora que descansa sentada por el albergue, y me indica una dirección a 300 m.

El albergue de Casova es de nueva construcción y se inauguro en el 2004. Tiene 12 plazas, cocina, y por suerte para mi tres literas libres, aunque de todo esto me entero pasado un rato.

Al llegar a la fachada, apoyo la bicicleta en la pared y entro buscando al hospitalario/a. Me encuentro a mujer de aproximadamente 50 años a punto de salir y le pregunto si hay plazas para mi. Me comenta que si, pero que ella es una peregrina. La hospitalaria viene después, pero que puedo inscribirme en el libro, dejar un donativo a mi gusto y acoplarme. Como normalmente prefiero pecar de prudente y he visto en la pared de la caja de donativos un teléfono de contacto y un nombre, me pongo en contacto, en este caso con ella. Me dice que en un rato se presenta, pero que haga el proceso que me han descrito. Me inscribo, aparto una litera con mis cosas y bajo a esperarla. La hospitalaria aparece a los diez minutos con cara de pocos amigos. Es una mujer de Casanova que se hace cargo del albergue junto a su marido, y me imagino que como en todos los sitios, la ilusión del altruismo siempre se topa con algún caradura dispuesto a engañar, de ahí su semblante. Todo esto lo deduzco por veinte de sus palabras que hacen referencia a la caja del dinero. Le pregunto cual es el donativo y me indica que a gusto, deposito 5 euros. Me dice que puedo guardar la bicicleta en la parte de atrás, y que a 1 Km andando por el camino de albergue hay un sitio donde se come bien y a buen precio. Miro el reloj por primera vez en el día. Aun no son las 19:00.

La ducha con agua caliente me vuelve a poner los músculos en su sitio. Una vez cambiado, la bicicleta atada a una columna sin el sillín, y todo en estado de revista, pongo paso a comer.

Llamo al grupo para ver como andan y decirles donde estoy. Tal como me dijeron pararon en Ruitelán y están disfrutando de la vista sentados en un bar. Acto seguido llamo a mi mujer desde una cabina muy bien colocada al lado del albergue, para decirle que he llegado bien a etapa y que voy a comer. Como ella esta aun en el trabajo le digo que cuando suba la vuelvo a llamar y le cuento al detalle.

Tardo un buen rato en darme cuenta de que el camino donde se encuentra el albergue es el camino original. Cuando llevo andando diez minutos veo el mojón que indica que Santiago esta a 60,5 Km. Quince minutos después llego al sitio indicado por la hospitalera para comer. Es un albergue privado con muy buena pinta y precios asequibles. Hay un salón que hace las veces de comedor y una pequeña barra con la cocina tras unas cortinas. Se ve que antes era una casa y que con una pequeña reforma, otra familia se puede ganar las vida gracias al camino. El comedor es muy acogedor y esta hecho con bancos y mesas de madera que mas que rústicas tienen pinta de ser realmente de antaño. En una de ellas se sienta la mujer que confundí con la hospitalera y tres personas mas. Imagino a primera vista que son dos matrimonios o al menos dos parejas, después me confirmarían el dato conyugal. La mujer me saluda y respondo con una sonrisa y un ademan de cabeza. En el salón también hay una pareja joven de extranjeros, y un peregrino ciclista al que vi en Palas a la puerta del albergue. Escribe en una libreta lo que supongo será su diario.

Hay sitios en los que la palabra prisa deja de tener significado. Para personas como yo, que normalmente estamos acostumbrados a ritmos acelerados, la parsimonia hace que veamos las situaciones a cámara lenta. Cuando el camarero me dice lo que puedo comer, seguro que ha pasado un cuarto de hora. No se me hace especialmente largo mientras observo los objetos que guardan celosamente las paredes y suena una música celta que me relaja bastante. De primero caldo gallego y de segundo filete de pollo con ensalada, cerveza para beber.

Durante el segundo plato las dos parejas se despiden y me dicen que luego me ven. De postre tarta de Santiago, un poleo, y en memoria de Piedrafita pido un poco de orujo. Me resulta curioso que el camarero me pregunte, - ¿orujo? -. Si por favor.

Imagino que el sistema de destilación del Orujo en Lugo tiene que ser parecido al proceso químico del ácido de batería. Me traen un vasito de los de chato de vino, y al primer sorbo que se desliza por mi garganta tengo que mirar a la pared de mi derecha para que mis vecinos no se den cuenta de que estoy llorando. Nada tiene que ver con el que me pusieron en Piedrafita. Como me da reparo decirle al camarero que no he pedido desatascador, en su defecto le pido otro trozo de tarta de Santiago. Pienso, inocente de mi, que la ingesta de ambos producto a la vez, paliara el quemazón. Cuando apuro el ultimo traguito del vaso, tengo los ojos empañados en lagrimas que he intentado disimular con repetidos bostezos, y se me ha caído un empaste. Pido la cuenta como puedo y compro otro trozo de tarta para desayunar. Como dentro del sitio hay sello, lo pongo en la credencial y me vuelvo al albergue a llamar a mi mujer...borracho.

Mi conversación telefónica dura un buen rato y cuando quiero darme cuenta son las nueve y poco. Como mañana quiero acometer la etapa temprano, decido prepararme y meterme en el saco. En el albergue, a parte de las dos parejas que me encontré cenando, hay otra pareja joven de australianos, chico y chica, y un grupo de cuatro hombres belgas ya jubilados, que según me tradujeron venían desde su casa. Llevan mucho tiempo haciendo el camino.

Antes de que el sol se retire a dormir, estamos todos acostados.

[subir]

Casanova - Santiago de Compostela

Martes 07/06/2005
66,12 Km.

Aun con tapones en los oídos no dejo de oír los ronquidos. Eso, sumado al ruido que hace la litera superior en la que me encuentro cada vez que me muevo, hacen que pase una noche de las llamadas Toledanas. Me levanto a las 5:15 AM con los primeros peregrinos que recogen sus cosas, los belgas y la pareja australiana. Si no puedo dormir, tampoco tengo necesidad de estar acostado.

En la planta baja del albergue, cada cual organiza sus cosas y por turno se va entrando a los servicios. El silencio es sepulcral, parecemos hormigas dirigidas por algún sistema de conexión invisible. Me tomo con calma mis cosas porque aun es de noche y voy a esperar a que el sol diga algo para empezar a pedalear. Después de ocuparme de mi, monto las alforjas, reviso radios, presión de ruedas y me siento en el banco de fuera a desayunar el trozo de tarta de Santiago que compre ayer. Al poco veo salir a los belgas camino arriba, nos despedimos con un buen camino.

Cuando estoy empezando a ver clarear el día como si de un espectáculo se tratara, la chica australiana sale del albergue con dos mochilas que deja apoyadas en la pared, me saluda en castellano, se acerca a mi y en una mezcla de idiomas forzada y cara de anhelo, me pregunta si tengo pensado llegar hoy a Santiago. Asiento con la cabeza y le pregunto su nombre; Sara. Le respondo con el mío, y le digo en un medio chapurreo de spanglish que hoy le diré a Santiago que Sara esta cerca y que llegara pronto. Le cuesta un poco entenderme a la primera, pero una vez que lo pilla se ríe, y hasta me parece que los ojos se le han acristalado un poco, así funciona este sentimiento que nos mueve. Asiente y me da las gracias. Mientras me coloco casco, guantes, y subo a la bicicleta, sale el chico al que Sara, en ingles, parece contarle mi mensaje sin botella. Sonríe mientras me mira y me desea buen camino, hago lo mismo por ambos y empiezo a subir la cuesta.

Pedaleo despacio porque estoy frío y aun no se ve claro. Los primeros Km los hago entre arboledas y por caminos de tierra que en muchas ocasiones se llenan de piedras. El avance es lento y poco a poco voy entrando en calor. Pasado un rato, alcanzo a los cuatro belgas que van ocupando todo el camino, parecen pistoleros que se dirigen a un duelo en la alta sierra. Intento tocar el timbre que puse antes de salir, pero prácticamente no suena, cuando casi estoy a su altura y a muy poca velocidad, suelto el "buen camino", se giran, y como por acto reflejo se apartan para dejarme sitio. Me responden los cuatro mientras empiezo a alejarme.

En medía hora me encuentro en la encrucijada de cada día. El camino de tierra ancho termina en un cruce vigilado por un bar de carretera que parte en dos sentidos. Asfalto en perpendicular, y el camino original que se estrecha hacia la izquierda. Pruebo a seguir por el camino pero empiezo a ver muchos inconvenientes, el tramo que hago es ciclable solo a medías y llevo el tiempo colgado en mi orejas. En tres minutos he dado la vuelta y sigo pedaleando por carretera.

Durante algunos Km tan solo llevo la compañía de postes e indicadores que marcan el camino original. Me pasa algún coche despistado y a mucha velocidad, y cuando menos lo espero, veo el indicador de Leboreiro. Aunque hoy tampoco llevo reloj, se perfectamente que es muy pronto. Me paro en el albergue de peregrinos que encuentro a la entrada del pueblo para sellar la credencial, pero tal y como suponía esta cerrado. Veo parte del camino original que atraviesa Leboreiro y me parece un deleite para los ojos, al ir por carretera me pierdo lo realmente interesante, lo único que hago es seccionar pueblos.

El trafico se va haciendo mas denso a medida que entra la mañana. He visto los indicadores de que me faltan 1,5 Km para Melide. Si fuera otra hora y llevara tiempo, buscaría un bar para probar su nombrado pulpo a la mugardesa. Por la ancha Avda. que cruza el pueblo, veo banderines colgados en cables que me dicen que Melide esta en fiestas, y a juzgar por como veo el panorama de comercios y bares, creo que ayer terminaron tarde. Melide es una población grande con todos los servicios, podría buscar el albergue y sellar la credencial pero valoro que seria una gasto importante de tiempo. Hasta otra, Melide.

El pedaleo por carretera da poco que contar, pues aunque el paisaje de Lugo es verde, los márgenes de la carretera no son frondosos. La vista, con el pasar de Km se va haciendo conocida y el calor empieza a apretar. Unicamente hago paradas para beber agua y solo me saca del letargo del pedaleo algún vehículo que me pasa rozando y me mueve, y los constantes toboganes del camino. Decido hacer parada en Arzúa, la siguiente población grande, para desayunar, rellenar agua y buscar el albergue para sellar credencial.

Entro en Arzúa sin tener noción del tiempo. Llego bastante intranquilo porque los camiones me están poniendo los pelos de punta. Aquí van todos muy deprisa. Los últimos Km los he hecho en alerta cada vez que el ruido de un motor se acercaba a mi nuca y el camino se va turnando en subidas que desfogan y bajadas que enfrían. A la entrada del pueblo entro en el primer bar, que además tiene una especie de parking improvisado donde puedo apoyar la bicicleta en un árbol. Me tomo un colacao. En la barra hay un sello así que aprovecho, por si acaso.

Las indicaciones del camino en Arzúa son difíciles de evitar adrede, todo señala la dirección a Santiago. Encuentro un albergue-autoservicio donde me sello y dato la credencial. La puerta del albergue da de frente a la parte de camino original que atraviesa el pueblo. Recorro varios metros admirando las casas boladeras sujetas por vigas de madera, mientras la bicicleta bota en la calle adoquinada como si se alegrara de la vista. Al poco rato, salgo de mi ensoñamiento y vuelvo a coger carretera aun dentro de la población. Pregunto la hora a un viandante, quiero simularme que no llevo reloj. Por su respuesta, de momento voy muy bien de hora. Quiero intentar llegar a Santiago antes de la 12:30. Una vez mas, tengo una expectativa.

En este punto de Galicia los toboganes son una constante. El contraste de subidas y bajadas es un rompepiernas que solo es paliado por la costumbre del pedaleo de días. Esa costumbre, ha hecho que en las subidas pueda mantener constantes los 9-10 Km/h y que el juego de cambios sea maquinal. Llevo pocos Km desde que salí de Arzúa y cada vez voy mas intranquilo con el trafico. En una larga subida con un desnivel que me hace ir mirando al suelo, un coche que viene de frente se pone a adelantar a otro en una curva abierta. Supongo que la inercia hacia fuera, hace que el conductor gire mas de lo debido invadiendo el arcén por donde subo, por suerte para mi, el tramo coincide con un desvío de parada de autobús y no hay quitamiedos. Giro por instinto y me salgo de la carretera dando con la rueda delantera en el surco de arena que va paralelo cayéndome directo a la hierba. Los dos coches siguen su camino y cuando me levanto la carretera esta vacía. Estoy bien físicamente pero tengo el tembleque del susto, quizás no medí bien y mi actitud fue exagerada...no lo se. En un instante, y aunque grito a solas, recito todos los improperios que recuerdo en honor al conductor. La bicicleta y la carga esta bien, solo tienen polvo. En ese momento decido terminar mi viaje por el camino original y abandonar la carretera lo antes posible, ya he tenido bastante alquitrán.

Por el camino de tierra voy sintiendo cosquillas con el paisaje. El tramo entre Salceda y Santa Irene lo hago en solitario, sin ver a otros peregrinos. Los mojones se van repitiendo cada poco tiempo indicando que nos acercamos, infundiendo al que los mira el deseo de concluir y la pena de que el final del camino se acerca, ahora entiendo que lo importante de un viaje no es llegar. Paro en dos ocasiones a robar un foto, podría hacer miles, pero espero que el recuerdo tarde en irse.

Al llegar a la población de Rua, el goteo de peregrinos es constante, en algún momento pienso si no hay alguna puerta invisible por la que entran viajeros de otra época. De nuevo me cruzo con dos biciperegrinos que llevo viendo desde Arzúa, nos vamos quitando el ir delante de forma continua, en esta ocasión han parado para comer algo. Les saludo y sigo mi camino.

Aunque en ocasiones me tengo que bajar de la bicicleta por lo intransitable del camino, la vista es espectacular y no me pesa ir empujando. Tengo la impresión de que los mojones van apareciendo antes a medida que me acerco a Santiago, como reuniéndose en grupos para apoyar a los que ya están cerca. Paso por Cimadevilla y como en otras tantas veces paro a rellenar de agua y volver a mirar el plano por la inquietud de la cercanía. Al poco rato de pedaleo empiezo a oír un leve zumbido en la parte de atrás de la bicicleta, al momento me doy cuenta de que he pinchado la trasera y con el avance de metros va perdiendo presión. Parece ser que una vez mas, mis expectativas se van al traste. Compruebo la información de etapas que llevo para calcular a ojo cuantos Km me quedan para llegar. Debo de estar muy cerca de Labacolla, y según mi etapómetro me restan 14-15 Km, mientras, la rueda trasera casi esta plana al suelo.

Cambiar una cámara o reparar un pinchazo es la operación mas sencilla en una bicicleta, y el tiempo solo depende de que rueda se pinche, pero no difiere mucho. En mi caso, he pinchado la peor, porque mis alforjas van con correas. Calculo que si me pongo ahora puedo tardar una medía hora como mucho, en quitar las alforjas, desmontar rueda, cambiar la cámara, y proceso inverso. En este punto tengo que mirar el reloj. Son las doce menos algo. Mientras pienso, me pasan los dos ciclistas de Arzúa, que me ofrecen su ayuda. Les digo que solo he pinchado y siguen camino. Mientras valoro puntos, otros peregrinos a pie me van pasando, estoy perdiendo tiempo. Saco la bomba e inflo la rueda, si el pinchazo es pequeño es posible que la rueda pueda aguantar bastante tiempo con presión y solo tendría que ir inflando cuando hubiera perdido mucho. Con la esperanza de que la cubierta no este mordida empiezo a pedalear con mucha alegría.

El reloj y el cuenta-Km vuelven a mi vida. Según he podido calcular, puedo recorrer casi 4 Km con presión en la rueda hasta que tengo que inflarla de nuevo. Una vez mas, el implacable tiempo me hace dejar de lado lo que merece la pena del camino para centrarme en recorrer el mayor espacio en el menor tiempo.

Con la presión de la situación, los Km se me hacen eternos y me estoy machacando con los constantes cambios de marcha y toboganes. La segunda vez que infle la rueda fue después de pasar el mojón de Labacolla, del que saque una foto por lo bonito. Ya no hay posibilidad de ir por carretera y tengo la impresión de que una fuerza invisible me aleja el Monte do Gozo. Me asalta la idea de ser el burro que sigue la zanahoria atada al palo.
Inflo por tercera vez la rueda sin saber en que punto me encuentro, cuando a la bajada de una cuesta, ya por carretera, me encuentro con el cartel que me indica que Monte Do Gozo esta muy cerca. Resoplo como una mula de la alegría y en el acto de locura del que pide la ayuda de los elementos, le digo en voz baja a mi bicicleta que aguante.

A Monte Do Gozo se llega después de pasar lo que parece un centro comercial de chiringuitos para extranjeros y las instalaciones de la televisión gallega en Santiago. Siguiendo la ancha carretera adelanto a un grupo de turistas bajando de sus autocares ataviados con sus gorras de equipo y guiados por una mujer que les explica la dureza del camino. Hablan entre ellos a la vez y se puede ver en su cara la emoción de pensar en recorrer como peregrinos el ancestral camino, que ahora, únicamente pueden imaginar. Sonrío al pensar que no hace mucho, yo tenia su misma ilusión y que ahora estoy a punto de pasar a ser otra pequeña parte de esta inmensa vía de estrellas.

La imagen de entrada al monumento que corona Monte Do Gozo se me presente en forma de quiosco de bebidas. Es inevitable que las cosas se monopolicen a favor de la divisa y que el comercio ocupe la primera plana. Durante unos segundos miro el montículo y siento que por dentro me vengo abajo por la intensidad de estos cuatro días. En un momento me siento muy cansado pero a la vez lleno de tranquilidad y un pensamiento se me instala en la cabeza. Pienso que no me importaría que el final de mi vida se presentara, dentro de mucho, con la misma tranquilidad y paz que ahora siento... también pienso si a mis 36 años no tendré alguna disfunción mental por pensar en cosas así.

Salgo de mi letargo cuando mi visión enfoca a uno de los ciclistas de Arzúa que me levanta la mano a modo de saludo desde la cumbre del montículo. Empujo mi bicicleta hasta que llego a su altura y puedo ver mas de cerca el monumento, que mas que por su belleza, me destroza la vista por su simbolismo. Intercambiamos fotos y les cuento la odisea de mi pinchazo. Me despido de ellos y le doy a la rueda una ultima inflada para entrar en Santiago. Son las 13:15.

En la bajada que busca la catedral, paso por delante del albergue de peregrinos de Monte Do Gozo. No entro a sellar porque tengo la impresión de que una vez mas el tiempo me vocea, pero lo veo desde la entrada y es enorme, parece un campamento militar.

Al entrar en Santiago vuelvo a compartir el espacio con los coches, muchos en este punto pues ya estoy en ciudad. A unos y otros voy preguntando por la catedral. Un motorista me pregunta si vengo de Roncesvalles...que imagen tendré. Le respondo que no, de León, me adelanta como si ya no le interesara, quizás buscaba a alguien. La plaza del Obradoiro me recibe un cuarto de hora después, avanzo en dirección al templo empujando la bicicleta y busco un sitio donde dejarla un momento y cumplir con la tradición a la imagen del santo. Subo despacio las escaleras y entro en la catedral. Como no suelo frecuentar la iglesia tampoco me presigno, seria un gesto que yo mismo no entendería, mi actitud para con la imagen lleva implícita otra carga distinta a la religiosa.

Como hago siempre que desconozco algo, observo lo que hacen los demás. Identifico una imagen justo a la entrada y frente al altar, esta labrada en una columna y veo que la gente, en fila, apoya la mano en un espacio acomodado por el uso y dan tres golpes en la figura con la frente, creo entender cual es el ritual y espero mi turno. Los huecos donde apoya la mano están desgastados por los millones de dedos que habrán acariciado la piedra, muy despacio pongo las manos, y de forma diferente al resto solo apoyo mi cabeza en la imagen. Un escalofrío me recorre el cuerpo, siento que he cumplido algo importante para mi y el gesto que acabo de realizar me lo ha tatuado para siempre.

Un mes después, visitando de nuevo la ciudad con mi mujer, que no la conocía, me enteraría por un informador turístico, que la imagen donde selle mi estampa era la asignada a Mateo, y el gesto que la gente hacia, era para pedir deseos, en particular los estudiantes, que esperan así ayuda para aprobar. La imagen que representa a Santiago esta frente a esta columna, pasando el altar, y se llega a ella subiendo unas escaleras, cerca del sepulcro. Me doy cuenta de que la espiritualidad es un tesoro propio, y que a los templos no se llega por indicaciones, están en nosotros, únicamente necesitamos materializarlos para darles sentido.

Me retiro despacio para dejar el turno y salgo hacia la plaza. El barullo de gente es incesante, la mayoría extranjeros. En la entrada a la catedral hay un hombre vestido de época que informa de la ciudad, le pregunto por la oficina del peregrino, a la cual se llega de forma fácil por estar muy próxima a la catedral. Concretamente hace esquina con una de las entradas posteriores, en una plaza en la que habita una gran fuente.

Decido ir andando. La rueda trasera se encuentra en el suelo pero no importa, solo es un rasguño. Mi bicicleta a cumplido su parte del camino y ahora le toca descansar, le evitare mi carga para que por una vez, sin prisas, vaya a mi lado, como si fuéramos una pareja que visita una ciudad desconocida.

Cuando dejo apoyada la bicicleta en la oficina del peregrino son las 13:37 por mi reloj. Mi memoria en las horas no es otra cosa que el recuerdo escrito. En mi bolsa de manillar llevo la libreta donde voy apuntando datos concretos. Veo el cartel que indica que en la primera planta se recoge la Compostela, el documento que en latín certifica que se ha recorrido el camino en parte y forma. 100 Km mínimo, andando y a caballo, 200 Km al menos en bicicleta. La sala esta vacía, me acerco al mostrador, me piden la credencial y después de tres datos básicos me entregan el documento. Un formulismo de agradecer para tener un recuerdo enmarcado. Pregunto por la forma de volver y el transporte de bicicletas. Me indican que para viajes, la planta baja y que ellos me pueden gestionar el transporte de la bicicleta por allcourier, pero rápido que a las 14:00 se van. Pregunto precio y valoro, una vez mas el descarado tiempo se ríe en mis narices. Con la falta de claridad que dan las prisas, facturo la bicicleta y las alforjas por 43 euros. La chica me pide ligereza porque tiene que llevarla a una sala donde la etiquetan, así que bajamos machacando las escaleras de madera. Le pido dos minutos, necesito sacar algo de ropa de las alforjas para cambiarme y coger las cosas importantes. Mi ultima voluntad me es concedida. Mientras veo como se la llevan, me recorre un especie de nostalgia mezclada con un miedo protector, - tratadla bien -, le digo a la chica... - No te preocupes -, me responde.

La chica de viajes esta a punto de cerrar su mostrador. Me acerco y le pregunto por la forma de volver a casa. Después de las típicas preguntas base, sobre el lugar, destino, día, etc...me informa que por tren no puedo volver si quiero llegar hoy. El talgo salía a las 13:30. El siguiente tren es el regional que sale a las 23:00 y llega mañana. El autobús sale a las 17:50 y tarda 7 horas y el siguiente avión en el que puede reservar plaza con suerte y descuento de peregrino, sale a las 00:45. No obstante, me apunta, ahora ya no puede hacer gestiones por la hora, a partir de las 16:30 volvemos. Acepto que cuando las cosas son blancas y en tetrabrik, lo normal es que sean leche. Le pido como ultimo favor, si puedo cambiarme de ropa, pero la oficina del peregrino no es el albergue, no tiene duchas ni baños. Como ultimo favor concedido me da un plano de la ciudad y me indica donde esta el albergue. Cuando salgo a la calle, soy un arlequín con culote largo, maillot sudado, una bolsa de plástico con algunas pertenencias, ropa y un plano de ciudad. De pasarela. Son las 14:10 pasadas y aunque no han podido ayudarme mucho por la hora, se han portado de forma encantadora.

Cuando vuelvo la cabeza entre el tropel de gente que pasa por la concurrida calle, las grandes puertas de madera de la oficina del peregrino están cerradas. Como tengo un aspa marcada en el mapa de lo que se supone que es el albergue, pregunto a la primera persona que me parece no extranjera. Hace mucho tiempo que tengo a Murphy por un profeta...el abordado no me entiende ni el hola. Increíble que parezca, acierto a la tercera. Me indica, como todos solemos indicar cuando conocemos el destino: "recto hasta la plaza de no se donde, coge la calle de la izquierda, baja hasta la fuente de fulanito y todo, todo recto, hasta que te encuentres la oficina de algo, diez minutos por la calle de ese y allí preguntas, que estas cerca...no obstante tienes el autobús tal que te deja justo al lado". Asiento con la cabeza como si me hubiera enterado de todo pero sigo igual de perdido, aun así me deshago en gracias de corazón, porque aunque sigo como estaba, simplemente saber que hay gente que muestra el interés de la ayuda me merece el mayor de los respetos.

Intento seguir los pasos uno y dos que me han indicado, los que realmente recuerdo, para desembocar en una amplia avenida con mucho trafico. Siempre que dispongo de tiempo y puedo valorar las situaciones suelo acertar. Me siento en el poyete de un portal y pienso... mejor me cambio en un bar. Ando unos metros buscando uno no muy concurrido y entro. Pido una cerveza y le digo al hombre de la barra si le importaría que me cambiara en el servicio. Con un simple ademan me da la aprobación, es seguro que no soy el primero. Salgo cambiado y aseado aunque no limpio, pero ya puedo afrontar la situación sin pinta de bailarín. Como tengo dos horas y medía por delante me deleito en la cerveza y los cacahuetes-aperitivo. He decidido saborear 120 minutos con placer, voy a rendir pleitesía a Santiago de Compostela. Pregunto por la estación de RENFE y como solo es seguir la calle ancha hasta abajo, ahora si lo pillo.

La estación de Santiago es como cualquier estación. Desde la ciudad, un tramo escaleras bífidas dan acceso al parking, y de frente se puede ver el edificio característico que nos indica que por ahí pasan trenes. Mi intención al acercarme no es otra que preguntar por el alquiler de coches y mirar si por algún desconocido error puede haber algún tren a Madrid que llegue hoy. El alquiler de coches abre a las 16:30 y los trenes... los que había de antes. Me repito en conciencia, como si hablara con otro, que es lo que la chica de la oficina me había dicho...!ya lo se, cállate!.

Como siendo costumbre de estos días no he comido mucho desde esta mañana, decido hacerlo en el bar de la estación. En honor a la zona pido un trozo de empanada de carne y para el baño cerveza, que me he dado cuenta que me adelgaza. Supongo que el camarero, o no es de por aquí, o sintoniza calores, pues me pone el tercio de cerveza acompañado de un vaso de tubo con hielos. Omito el vaso y bebo a gollete. Sonrío, cuando un seguro peregrino extranjero a mi lado, pide un tercio y de iguales formas a mi le ponen la cubitera. Con cara de resignarse a costumbres desconocidas vierte su cerveza entre hielos y apura los tragos con cara de otro. Me admiro de su respeto y sin saber el motivo, vierto el resto de mi tercio en mi vaso con hielo.

En dirección a la oficina del peregrino busco un sitio donde comprar una mochila y poder llevar de forma cómoda lo que porto a dos manos. Hay muchas tiendas abiertas. Compro una olvidada del Xacobeo 2004, un plástico para meter las Compostela y algunos recuerdos materiales que voy recogiendo en diferentes tiendas. Ya en la parte antigua, me siento en una terraza a tomar una cerveza, para la que no pido vaso, y espero a que llegue la hora de moverme.

Puntual como un reloj Suizo estoy en la puerta de la oficina a las 16:30. Después de mucho trabajo por parte de la encantadora chica, me consiguen, como mejor opción, un coche de alquiler para volver a Madrid a las 18:00. Camino a la oficina de alquiler voy pensando en mi viaje. Un viaje de cuatro días que se me llena en años de imaginarlo, y me acomplejo al pensar lo que sentirán esos peregrinos que dedican al camino tanto tiempo que no recuerdan cuando partieron. Mientras ato acuerdos en la oficina, mi cabeza se cierra a pensamientos. Sigo a mi guía a través del parking para recoger la vuelta a Madrid, mientras me explica lo que un arrendatario debe saber sobre lo arrendado. Ya en el coche, me ajusto las medidas y empiezo la vuelta. Como si tuviera el ataque de nostalgia del que abandona la tierra que le ha visto nacer, no paro de mirar todos los rincones de Santiago mientras avanzo hacia la autovía. Ya en carretera y a medida que hago Km, mi cabeza va en blanco como si ya lo hubiera pensado todo, cuando sin mirar, veo en el indicador que marca la dirección a Madrid, en pequeño, como si solo quisiera que yo lo viera, la distancia a Piedrafita de O´Cebreiro, una sonrisa que veo pasar por el retrovisor se me aloja en la cara, y en ese instante, me doy cuenta de que mi viaje no ha terminado...empieza ahora.

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