Los antiguos creían que existía un poder capaz de regir a los hombres; los romanos lo llamaban Fatum, los griegos Moira. Nosotros lo conocemos como destino. Al margen de creencias, es evidente que en ocasiones las circunstancias se conjuran para coincidir en el mejor o peor momento. En nuestro caso el destino decidió que con casi 4 meses de antelación, eligiéramos para hacer el camino primitivo la semana de las inundaciones en Asturias.
Son las 3:00 de la mañana cuando mi despertador carraspea para decirme que es la hora. Como en mis anteriores caminos Pili está en ese estado de duermevela que ni es sueño ni es vigilia, el ritual se repite como cada año: -tened cuidado-, un beso y de nuevo a dormir. He quedado en ir a buscar a Ángel a su casa a las 3:30 y volver a la mía para reunirnos con el resto del grupo. A Juan Carlos lo acerca Lucia y Javier trae la Mercedes vito que hemos alquilado y una sorpresa: ha hecho camisetas con el nombre del club que hace años quisimos formalizar y al final no hicimos: "GARIMBEROS BIKE&BEER", con el apodo de cada uno en la parte de atrás. Todo un detallazo de un superclase. A las 4:00 tenemos todo cargado en la furgoneta, nos esperan 480 km y el tiempo nos empieza a dejar señas de lo que nos espera. Vaya tino.
Los claros y sombras se nos van alternando durante el trayecto, así como la lluvia y la niebla. El sol parece haberse olvidado de que en esta parte de la tierra también hace falta luz. Aun así y con un cielo negro azabache, Javi opina con cierta insistencia que en Asturias no nos lloverá, así que no tenemos mas remedio que apostar con cervezas lo contrario, en pocos días nos deberá 16 botellines por cabeza. Llegamos a Oviedo antes de las 10:00, después de parar a desayunar en el camino. Lleva diluviando desde hace un rato y aun hay cosas por hacer: pasar por la catedral (ya se sabe, quien va a Santiago y no al Salvador...), sellar la credencial y dejar la furgoneta en la estación. Después de preguntar como ir a la catedral a dos extranjeros, sin resultados fiables, la tercera persona nos indica el camino correcto. Al ser calles peatonales y no poder entrar con la furgoneta, Javi nos espera aparcado en doble fila, nos da su credencial envuelta en papel de albal como si fueran 100 gr de choped y con la que está cayendo enfilamos por callejas y plazas.
La iglesia de San Salvador de Oviedo es una catedral de estilo mayormente gótico. Es conocida también como Sancta Ovetensis por la cantidad de reliquias que tiene y su cámara santa está declarada patrimonio por la UNESCO ya que entre otras reliquias contiene el santo sudario, que según se cuenta cubrió la cabeza de Jesús durante su calvario. El caso es que entre unas y otras cosas no podemos ver nada, y lo único que podemos hacer es sellar nuestra credencial para seguir, o en este caso, empezar camino.
Mirar las nubes con esperanza es un ejercicio de confianza ciega... que forma de llover. Miedo nos da dejar la furgoneta porque en estos momentos es el único sitio entre el cielo y la tierra donde resguardarnos, pero como no tiene ninguna pinta de parar, le echamos valor y empezamos a sacarlo todo. Gracias a la casualidad y mi curiosidad, encuentro una sala que da acceso al parking de la estación y que será nuestra salvación para prepararlo todo sin calarnos antes de empezar, en media hora estamos preparados para salir, llamamos a nuestras familias y acorazados con todo lo impermeable que se nos ocurre empezamos a dar pedales.
Lo malo de la lluvia sobre una bicicleta es que si intentas evitarla con impermeables te calas desde dentro y si no la evitas te calas desde fuera; en una hora, a lo sumo, ya estamos empapados. Callejeamos siguiendo las conchas del suelo, (que en Asturias marcan al revés que en Galicia) y el track del GPS, dejando Oviedo atrás y buscando según nuestra guía de mano San Lázaro de Paniceres.
El tráfico y edificios de Oviedo desaparecen en cuanto nos internamos en los primeros caminos, de momento, el terreno es llevadero porque drena bien, hay mucho charco pero no excesivo barro. Como siempre y durante los primeros km vamos parando mucho para ir acoplando cosas, yo siempre lo asemejo a irse a dormir, unas cuentas vueltas hasta encontrar postura y adelante. La primera parada para comer algo la hacemos en la ermita de la Virgen del Carmen, en Lampajua, donde ponemos marca a la credencial con un sello guardado en un casillero de madera, al parecer todo el mundo hace la prueba de sellado sobre las paredes encaladas lo que da un aspecto curioso a la entrada de la ermita. Escurrimos los guantes que ya van calados, al igual que todo, y nos hacemos alguna foto antes de seguir. Psicológicamente vamos con fuerza pese al jarreo casi continuo, no hace un frío excesivo y alternamos los caminos con la carretera cuando consideramos que nos vamos a meter en barrizales. Pasamos por Loriana, Requejo, Faberin, Venta de Escamplero, Valsera, Premoño. Cada vez tenemos que coger mas tramos de asfalto porque los caminos están muy rotos, a la altura de Puerma tenemos que retroceder 400 m hacia la carretera porque el río Nalon se ha comido el trazado, literal, el cauce ha subido tanto que tapa los pequeños árboles mas entrados a la orilla y en un punto concreto el camino no está, decidimos dar la vuelta porque el movimiento del río forma pequeñas olas que se suben por encima del cauce, mejor no correr riesgos innecesarios. Seguimos por asfalto dejando Peñaflor y entramos en Grado calados como bob esponja y sin visos de parar de llover, aunque ya solo nos moja una fina lluvia. Tenemos que comer algo, la mayoría de nosotros hemos desayunado poco; yo en concreto, para intentar dormir mejor solo cene fruta y a estas alturas el cuerpo me pide alimento. Avituallamiento rapido de barritas, plátanos, un gel y vuelta a empezar.
Salimos de Grado tal como hemos entrado, por carretera, y ya voy avisando a mis compañeros que un poco mas adelante tengo que hacer una parada en la Ermita del Fresno. En la parte cercana a la ermita se encuentra un árbol plantado hace poco en memoria de una niña que murió mucho antes de lo que se tendría que morir. Todo el que conoce la historia deja allí una piedra con su nombre, un gesto simbólico que seguro ayudara a su familia a llevar esa carga tan pesada, el recuerdo de algo así es una losa. Mientras mis compañeros esperan en el cruce de la subida a la ermita yo me acerco y dejo la piedra que traigo desde Madrid. Cuando me reúno con ellos están hablando con la persona que se dedica a mantener el árbol de Marta en perfectas condiciones, busca en su coche y me regala un gorra diciéndome que me traerá suerte, ninguno de los dos conocemos el nombre del otro pero mirándonos sabemos que nos caemos bien, nos desea suerte y seguimos nuestro camino. (Como alguno se preguntara la historia que rodea a este árbol la podéis encontrar en el foro del Bicigrino).
Las obras, de lo que se supone es la autovía, nos hacen desviarnos constantemente de un sitio a otro, pasamos por San Marcelo, Doriga, y empezamos a ver parte de las casas de Cornellana bajando por un sendero sembrado de piedras que con la lluvia está bastante peligroso, ha dejado de caer fuerte pero el agua nos sigue acompañando. En la rotonda que da paso a la Rodriga nos acercamos al área recreativa que ha sido tapada por el agua, el salmonero río Narcea ha decido explorar otros cauces y casi se ha comido los bancos, de las barbacoas solo se ve la parte de arriba y los columpios parecen restos medio sumergidos de alguna civilización perdida. Al cruzar el puente asfaltado que da paso a la localidad de Cornellana podemos ver el caudal del río que es bastante imponente, se nota a simple vista la subida que ha sufrido en estos días. El panorama en el norte de Asturias tiene que ser dantesco.
Atravesamos Cornellana en busca del monasterio de San Salvador, data de comienzos del siglo XI y en el siglo XII pasa a depender de la Orden de Cluny que nace como reforma a la orden benedictina. En este monasterio está el albergue que tiene 24 plazas, nosotros aun tenemos un tramo por hacer, así que sin más dilación y con solo una vista del entorno enlazamos camino. En el cruce hay un curioso cartel indicativo que informa de las distancias que hay a diferentes puntos del mundo, después de la foto de rigor buscamos las flechas, en este caso en forma de tablilla y pegados al río enfilamos la subida. No hemos recorrido 2 km cuando tenemos que dar la vuelta; la cantidad de lluvia de esos días unida a los movimientos de tierra de la zona por obras, han plagado el camino de un barro arcilloso que se va acumulando en las ruedas hasta que dejan de girar, cuando queremos darnos cuenta de la jugada es tarde y a duras penas podemos quitar con palos parte del engrudo que se nos ha formado. La vuelta la tenemos que hacer andando y en muchos tramos con la parte trasera de la bicicleta en volandas para evitar que las ruedas se claven de nuevo. Después de perder un rato de regreso, limpiamos lo mas gordo llenando las botijas de agua en la fuente de entrada al monasterio y vamos a buscar una gasolinera con manguera a presión para terminar el trabajo, limpieza rapida, engrasamos la cadena y sin mas experimentos cogemos carretera, hemos pensado no parar a comer para llegar cuanto antes a destino y buscar el albergue. Según datos de mi GPS entrábamos en Cornellana a las 14:36, cuando dejamos el pueblo son las 16:06.
El asfalto nos empieza a ahorrar el tiempo que hemos perdido en el barrizal y a buen ritmo nos plantamos en Espinedo, Villampero, Rabadiello y Casazorriana. Son las 16:50 cuando empezamos a ver los indicadores de 1 km a Salas, justo en ese momento se me acerca por detrás un conocido que hacia mucho que no veía y con el mayor desparpajo del mundo me arrea un mazazo que me funde vivo... ¡Que casualidad, el tío del mazo haciendo el camino este año!. Le digo a Juan Carlos que tengo que parar a comer, los otros siguen, llevo un agujero en el estomago del tamaño de Caceres. Después de devorar un plátano y una barrita empiezo a recuperar aliento y color, el tembleque de las piernas se regula un poco y le digo hasta luego a "mazoman" que se aleja a carcajada limpia con su herramienta en ristre. Nos reunimos con Ángel y Javi un poco mas adelante. La entrada triunfal en Salas la hago pensando en pollo asado con patatas y pimientos sobre lecho de cebolla caramelizada... y cerveza. Aunque antes de comer hay que buscar alojamiento.
Salas dispone de albergue y dos hostales según mis notas. Después de preguntar a dos o tres transeúntes damos con el albergue, que solo tiene dos sitios libres, somos cuatro, así que o dormimos juntos o tenemos que buscar otra opción. La primera es una pensión en una casa de tres plantas y portal de vivienda que nos plantea serias dudas sobre el sitio para las bicicletas, la segunda es el castillo de Salas, que según nos han dicho será bastante mas caro. Javi dice que preguntemos en el Castillo, que por probar... y efectivamente, lo que de entrada parece que será una sangría se queda bastante bien de precio porque el dueño hace descuentos a peregrinos. Tiene sitio para guardar las bicicletas, nos da cena, desayuno y nos pone la calefacción para secar la ropa que traemos chorreando. Un pleno al 15. Una vez aseados, con la ropa secándose y cambiados, salimos a ver un poco los alrededores y a tomar una cerveza rápida... con pincho. Una hora después estamos devorando con avidez unos platos que seguro le harían la competencia a los del mismisimo Ferran Adria, con un vino riquísimo y un orujo de miel como colofón. Y ahora a dormir, que mañana hay que madrugar.
Son las 7:00 cuando el móvil empieza su chicharreo y nos avisa de que hemos venido a dar pedales. Ha estado toda la noche lloviendo y aun sigue, así que hoy también toca mojarse. Hemos quedado con el dueño del alojamiento que en una sala contigua nos iba a dejar todas las viandas necesarias para empezar el día con energía, y vaya si lo hace. El desayuno se compone de jamón serrano, una especie de botillo, sobaos pasiegos, panecillos, bollos varios, pastas, zumo de naranja, café, vamos lo ideal para volverse a la cama. Después de dar cuenta de la mayoría de cosas y guardar el resto para el camino, empezamos un ritual que siempre es igual: vestirse, guardar el resto en las bolsas con auto cierre, meterlas a presión en las alforjas y montarlas en la bicicleta. No son las 9:00 y ya hemos cerrado la puerta tras nosotros, no hay vuelta atrás.
Dejamos Salas por un sendero de subida entre árboles frondosos que amortiguan un poco los goterones de agua. La lluvia ha dejado al descubierto piedras después de arrastrar la tierra y hay partes del camino en que parece que vayamos por el cauce de un río, tenemos que apretar los pedales para salvar los canchos y el agua que corre en dirección contraria. Pasamos algunos peregrinos a pie enfundados en sus chubasqueros que tal como manda la tradición nos devuelven el buen camino que les damos. Durante 3 km subiremos por este sendero pedrero y con agua. En un descanso donde parece que el desnivel se iguala, coincido con Cesar, un peregrino italiano entrado en años con el que empiezo a hablar esperando a mis compañeros. Cesar me cuenta cosas sobre sus caminos, sobre su tierra y sobre la nuestra, le doy algunos detalles de nuestro camino pero prefiero que hable él, normalmente se me da mejor escuchar y me gusta, no soy demasiado bueno hablando, así que me he especializado en abrirme de oídos. Al rato, que me parece largo, aparecen mis compañeros. Javi se ha caído y por eso han tardado algo más, nada grave. Después de las presentaciones continuamos subiendo. Los últimos 300 m antes de llegar a la carretera son para mandar la bicicleta de vuelta a Salas y que la adopte un asturiano, la pendiente es brutal, de hacer fuerza empujando la bicicleta, del sudor del impermeable y por la postura tan inclinada se me monta el gemelo derecho, estamos calados del propio sudor y la cuesta no termina. Hemos salvado un desnivel de 265 m en 3 km. Cesar está ya arriba tomando aliento con otros peregrinos a pie que nos han dado caza, nos despedimos de ellos y seguimos, de momento por la carretera.
La lluvia no da tregua, más o menos cantidad pero constante. De momento el camino nos lleva a la carretera N-634, no está muy transitada pero hay coches, lo que a nosotros nos gusta mas bien poco. Cuando las flechas mandan a zonas de tierra vemos que están completamente embarradas, así que las circunstancias nos empujan a llegar a Bodeyana y La Espina por asfalto. Los primeros llanos empezamos a verlos pasados 14 km desde que salimos de Salas, saliendo de El Pedregal. Durante parte de la subida hemos ido cortando la niebla que se alterna con la lluvia y ya toca parar en el alto para ponerse algo más de abrigo, parece que el terreno se nivela. Las cortas bajadas nos dejan helados, vamos sudados y aunque nos abrigamos por fuera por dentro somos flanes, estaremos a 11º. Alternando el terreno sube y baja llegamos a las proximidades de Tineo, que nos recibe con una especie de carril bici muy agradable. Tenemos que comprar pilas, agua, y desayunar que ya toca.
Tineo es una localidad con todos los servicios; según notas es el segundo concejo más grande del principado, lo que no quita que tenga todo cerrado porque es domingo. Decidimos que nuestro gozo con las pilas se quede en un pozo y buscamos un sitio donde dar rienda suelta a las viandas que han sobrado del desayuno de Salas. En una fuente de piedra de un año antiguo montamos el merendero, el agua nos ha dado una tregua y podemos desayunar sin mojarnos, aun así estamos calados y tenemos frío, tanto que después de una rato de estar parados nos entra el tembleque, mejor buscar un bar para tomar algo caliente. ¡Que bien! un bar hogareño y de ambiente agradable, -por favor, a discreción, poleos y cola-caos-, para acompañar, y por iniciativa suya nos pone chorizo, da igual nos vale todo. Nos despedimos con tristeza del bar, a fin de cuentas hemos venido para hacer camino, y salimos a la calle. Yo por mi parte estoy congelado y quiero coger subidas cuanto antes a ver si se me pasa el tembleque. Preguntamos a un lugareño como salir mejor de Tineo para continuar camino y nos aconseja evitar ir por Campiello y Borres, de hospitales ni hablar con este tiempo. Al parecer, las obras y el agua de estos días han dejado el terreno completamente machacado, hasta los peregrinos a pie tienen problemas, según nos cuenta. Nos indica que tomemos dirección hacia Santuallano y Gera (hay carteles), San Facundo, y entremos a Pola de Allande mas por el sur. Siguiendo sus indicaciones empezamos a salir de Tineo, en cuesta arriba.
Aun vemos las casas apìñadas de Tineo cuando empieza la bajada. Pasamos Piedrafita, Santullano; hasta Gera todo el desnivel es negativo y por carretera, así que únicamente puedo entrar en calor dando pedales. Nos cruzamos con peregrinos en bicicleta y algunos a pie, al parecer no hemos sido los únicos en encontrarnos a "el que indica". La carretera por la que vamos es la AS-217, sin prácticamente trafico, (al menos hoy), y de buen firme. Discurre entre paisajes impresionantes y la verdad es que al circular tan poco coche no echamos de menos el camino de tierra, además sigue lloviendo fuerte a intervalos y el asfalto nos ahorra penar en el barro. En Gera paramos porque hemos visto el desvío a Borres y tenemos dudas, automáticamente nos las despeja un hombre que nos pregunta y nos disuade de cogerlo, nos confirma que los caminos y carretera están impracticables. Sin perder mas tiempo empezamos a sudar 14 de los 21km hasta Pola de Allande que tenemos de subida tendida (460 m de desnivel ), muy llevaderos ya que siempre iremos por carretera, desde hace tiempo el camino se ha desviado y no hay marcas, pero es fácil de seguir. 7 km antes de llegar a Pola empezamos a bajar a tumba abierta pasando a un gran numero de peregrinos a pie, esta localidad es punto de confluencia ya que dispone de muchos servicios... antes de las 16:30 la población nos abre sus puertas.
Igual que nos pasara en Salas el albergue está lleno, así que empezamos a ponernos nerviosos y nos dividimos en dos grupos para buscar alojamiento, como en las películas de terror; cuando hay que estar juntos y el grupo se separa, resultado: que prácticamente al mismo tiempo apalabramos y pagamos dos hostales. Al final, por cuestiones de mejor oferta, tengo que decirle a la persona a la que había pagado 90 lereles por dos habitaciones que me devuelva el dinero porque, sin paños calientes, estamos muy tontos. Menos mal que la gente de Asturias es buena gente, podríamos haber tenido problemas. Me deshago en disculpas con el del hostal y les hago vudu a mis compañeros... solo un rato.
Hostal la Allandesa, brutal. Este es un sitio que mima al peregrino, la verdad es que acertamos de pleno. Enrique y su padre llevan este sitio al que yo desde aquí aconsejo a todo el mundo, y en especial su menú del peregrino, que a nosotros nos entra al coger la habitación. Únicamente echamos de menos la calefacción para secar el calzado y la ropa mojada, aquí en estas fechas ya no se pone. Metemos papeles en las zapatillas y esperamos que mañana no estén muy mojadas, también hemos llenado las mampara de la ducha y sillas con la ropa que llevábamos con la misma esperanza. Una vez duchados y cambiados bajamos a comer. Si teníamos carencias alimenticias cuando salimos de Oviedo, Enrique nos las quita de golpe. No recuerdo comer tanto y tan rico desde hace tiempo, ni en las fiestas de fin de año, donde siempre se pone comida para los 101 dálmatas. Después de una cervecita para abrir hueco empieza el desfile de fuentes... rectifico, lavabos minimalistas, que antes de ver nebuloso, recuerdo: de primero: pote asturiano, de primero-dos: fabes con garbanzos, de segundo: panache de verduras, de segundo-dos: albóndigas de repollo con ternera, de segundo-tres: ternera en salsa. Postre: arroz con leche, postre-dos: ración de tarta de queso y ración de tarta de chocolate. Todas estas cantidades ingentes de comida es mejor terminarlas por el bien común, porque en caso contrario te preguntan: -¿no os gusto?-, -¿os traigo otra cosa?, y el ciclo comienza de nuevo cuando te endosan otra pila bautismal llena de comida. En fin, que lo único que podemos hacer después del gran buffet es tomar un orujo de hierbas... de litro, así que en la cafetería mientras echamos un mus y vemos a Alonso, intentamos bajar el empacho cada cual como puede, yo en concreto con orujo blanco, que por cierto hoy no siento. Creo recordar que entre el festín y meterme en la cama para dormir, visito el baño 5 veces, cuando al rato me encuentro a Morfeo me mira con sorpresa cuando le pido un almax.
En la Allandesa también nos dan de desayunar. La verdad es que no recuerdo por cuanto nos salio la habitación pero en general compensa. El desayuno es una especie de buffet libre con bollería, zumo y café o infusiones. Una vez calmada el hambre de la noche nos dirigimos donde tenemos las bicicletas, el sitio que dejan a los bicigrinos es una cafetería en desmontaje que habrá conocido tiempos mas gloriosos, aun así el sitio da para lo que necesitamos: prepararlo todo sin mojarnos. Un día mas tenemos lluvia, no cae a mares pero tenemos lo que en la zona llaman orvallo, un chispeo constante que al final cala. La mayoría llevamos alguna prenda aun mojada. Yo viendo el día he decidió ponerme de nuevo el culote y el maillot húmedos de ayer y reservar el que llevo seco para otro momento.
La salida de Pola para peregrinos y bicigrinos es por el mismo sitio, hay que subir el puerto de El Palo y los primeros km se hacen por carretera. Compramos unos plátanos en una tienda de "tenemos de todo" y atacamos la subida. En pocos metros paramos a quitarnos el chubasquero, parece que el agua nos da una tregua. La alegría en la casa del pobre no dura mucho porque en menos de 2 km las nubes empiezan a llorar como si hubieran perdido a su mas querido cirro, algo que a intervalos de para-arranca será la tónica del día. Está claro que hoy nos va a doler.
La ascensión al puerto de El Palo son 12 km y tiene un desnivel acumulado de unos 700 m. La subida por carretera es llevadera, solo hay que coger ritmo. En la parte ultima, cerca del km 10 se puede llegar a la cima por un camino técnico que está señalizado y por donde ese día vemos subir a algunos peregrinos a pie. Nosotros dada la climatología y viendo la cantidad de pedrolos decidimos seguir por donde vamos. Ángel y Javi se han perdido de nuestra vista hace un rato, ayer Javi, que parece Maverick, se aposto con Ángel que llegaba arriba primero, algo así como apostarse con un caimán a ver quien muerde mas fuerte. Unos al tran - tran, otros mas rápidos, al final nos vamos haciendo con la subida.
La fuente de Las Muyeres está a 1 km escaso del final del puerto, hacemos una pequeña parada para ver el paisaje y vemos a lo lejos a Ángel esperando y a Javi a unos 400 m de llegar. Al poco Juan Carlos y yo tocamos cima, la vista desde arriba es impresionante, hace frío pero la lluvia a remitido un poco cambiándose por una niebla no muy densa. Nos ponemos sobre la ropa sudada y húmeda algo más de abrigo, hacemos unas fotos y empezamos a bajar. En este punto hay dos opciones: se puede seguir por carretera o coger un sendero bien señalizado que secciona las primeras curvas de asfalto en línea recta. Nuestra primera arrancada es coger el sendero, pero a los pocos metros vemos que aparte de lo roto que está, el desnivel negativo es grande y con mucha piedra mojada, así que decidimos darnos la vuelta y bajar por lo seguro. Cuando no hemos bajado lo que calculo pueden ser 3 km, empieza a llover de forma torrencial y un viento frío nos empieza a castigar la cara, piernas y manos. En pocos segundos llevamos los dedos congelados y vamos chorreando por todas partes. Apretar el freno es un esfuerzo enorme por que no sentimos nada, tanto rato esperando la bajada y queremos que termine cuanto antes. En un punto donde se empieza a igualar el desnivel y se cruzan dos carreteras nos metemos debajo de una marquesina de piedra para autobuses, ¡es impresionante el frío que hace y de que forma llueve, estamos ateridos !. En el momento que vemos que la cosa se relaja un poco seguimos, si nos quedamos quietos nos va a dar un tabardillo. Toda la fuerza psicológica del primer día empieza a perder fuelle, llevamos tres días de lluvia constante y empapados todo el día. No traíamos mucha ropa pensando que en estas fechas no habría problemas para lavar y secar, estamos en el tercer día y ya nos hemos tenido que poner prendas húmedas... y el cielo sigue negro.
Lago es una aldea con pocos habitantes y un bar a la salida muy bien situado. Allí nos encontramos con algunos de los peregrinos que vimos ayer y otros que no hemos visto nunca. Pedimos bebidas calientes y bocadillos de tortilla con chorizo, necesitamos entrar en calor. No hay calefacción pero solo el estar en un lugar resguardado y con calor de humanidad nos va templando, los bocadillos y poleos hacen el resto. Nuestro siguiente destino es Berducedo, punto de inflexión donde podemos llegar a la presa de Grandas de Salime por el trazado de camino y La Mesa, o bien tirar sin dificultades por la carretera. Nosotros tenemos pensado dormir en Grandas, La Mesa nos queda corto. Esta localidad no tiene servicios de ningún tipo salvo el albergue, el que quiera hacer noche allí tiene que llevar todo lo necesario desde otro punto. La bajada hacia Grandas por La Mesa tiene un gran atractivo pero el camino es algo técnico, pensamos que las lluvias de esos días lo habrán dejado bastante mal asi que nosotros decidimos seguir por la carretera. De Lago a Berducedo, la única subida que nos encontramos es corta, muy llevadera y sin un gran desnivel: el collado de Couso. Cuando vemos que la lluvia nos da una tregua, nos ponemos en marcha.
La lluvia lleva un rato a la espera, lo que nos empieza a dar algo de moral, quizás esto este cambiando. Ya habíamos visto ayer en la televisión que el temporal se estaba desplazando hacia el este, justo en dirección contraria a la que nosotros llevamos. Empezamos a ver algunos claros aunque el sol todavía no se ha presentado. Pasamos por Berducedo bastante rápidos, no vamos a perder mucho tiempo si no hay necesidad, mejor no llegar muy tarde a Grandas y buscar el albergue. Únicamente paramos para inmortalizar en nuestra cámara las impresionantes vistas. Desde el collado de Couso y hasta la presa de Grandas es todo bajada, así que casi sin darnos cuenta empezamos a ver a lo lejos las impresionantes vistas de su caída. Se asienta sobre el río Navia y su salto tiene unos 130 m. Poco antes de llegar al puente que la cruza hay una especie de entrada en forma de bóveda que da paso al mirador, es muy fácil pasarse si se va deprisa. Después de un buen rato haciendo fotos y mirándolo todo, emprendemos la marcha.
La salida de la presa se hace por la misma carretera que llevamos, pero ahora subiendo. En los 6,5 km que nos separan hasta el pueblo de Grandas de Salime tendremos que salvar un desnivel positivo de 500 m. Al poco de salir vemos el nuevo hostal inaugurado ese mismo día, curiosa señal de lo que nos esperaba, y a los 600 m de empezar a subir la lluvia, que vuelve a nosotros.
Grandas de Salime tiene el último tramo del camino en Asturias antes de entrar en Galicia por el puerto del Acebo, de ahí que sea uno de los municipios donde se habla el eonaviego (o gallego-asturiano). Según mis notas, Grandas tiene al menos cinco hostales y un albergue... y las obras del tendido eléctrico. La situación es curiosa, el albergue está lleno y después de llamar a los cinco hostales de los que llevo el teléfono, nos encontramos en la situación de que tenemos que seguir adelante porque no hay alojamiento. Las dos buenas noticias del día son: que es pronto, (aun no hemos comido) y que según mi guía, la siguiente población con albergue es Castro a 6 km. La mala, que al parecer el albergue de Castro está igual. El siguiente punto con alojamientos nos lo encontramos en Fonsagrada, a 28 km con el puerto del Acebo de por medio, lo que nos acongoja un poco por la solfa de km y desnivel que nos íbamos a meter en el día. Entre las medias tintas por ver que hacemos, sale de una sucursal bancaria la señora que limpia y me dice que ella tiene una conocida que hace poco ha inaugurado una casa rural en Castro. Irene, así se llama nuestro ángel salvador, tiene hasta el detalle de ir a su casa a buscar el teléfono. A su vuelta llamamos un par de veces y no podemos hablar, Irene me dice que pasa muy a menudo, los móviles allí no funcionan bien. Vaya, con lo bien que pintaba. En esas largas pasa por allí Concha, conocida de Irene que se hace eco de la conversación. - Si hombre, Begoña, trabaja en el colegio, tienen que estar a punto de salir, si quieres te acompaño antes de que se suba a Castro - . Dicho y hecho, a un paso más que ligero para su edad, Concha me lleva entre calles hasta el colegio, donde encontramos a Begoña que nos dice que tiene habitaciones, apalabro allí directamente y quedamos dentro de una hora en el lugar indicado. De vuelta me despido de Irene y Concha con sendos besazos en las mejillas y las mil gracias que se merecen, lo de los ángeles en el camino no es una leyenda.
Hasta la leve lluvia que cae se nos olvida mientras subimos los 6 km que separan Grandas de Salime de Castro. Esta localidad es una aldea sin servicios de ningún tipo a excepción del albergue de peregrinos, un museo etnográfico y ahora la casa rural de Begoña e Ignacio. La construcción consta de un patio interior y una construccion de dos plantas con 4 habitaciones, cocina y comedor comunitario. En ese momento los únicos inquilinos somos nosotros. Begoña tiene en su casa todo lo que el peregrino pueda pedir, al menos todo lo que unos peregrinos como nosotros necesitamos: una ducha caliente, una cama, cerveza y comer. Mientras nos duchamos y organizamos las cosas Begoña nos prepara algo para picar, por la tarde noche nos hará la cena. Cuatro fuentes de embutido con cervezas nos templan el estomago. Javi no come mucho aludiendo a que está revuelto. Pasaremos la tarde viendo la televisión y jugando a la pelota con Oscar, el hijo pequeño de la pareja que es el único niño de la aldea. Begoña se ofrece a poner una lavadora con nuestra ropa mojada, según nos dice si la tiende al lado de la cocina de leña por la mañana estará seca. A una hora prudente nos prepara una cena casera con caldo asturiano, ensalada y ternera guisada, acompañan las viandas un vino casero sin denominación de origen al que no le hace falta. En la cocina comen Begoña, Ignacio y Oscar, que hoy se acostara un poco mas tarde porque estamos nosotros. Cuando la cena termina y la tarde empieza a irse, Ignacio nos invita a un orujo casero, que es lo que nos faltaba para terminar con el tembleque. Javi ha comido poco y del orujo ni hablar, al entrar había pedido acuarius. Begoña, en un alarde de enfermera improvisada opina que tiene fiebre, hecho que corrobora el termómetro. No es de extrañar que se haya enfriado con los cambios tan bruscos que estamos teniendo, si los demás no enfermamos es porque el orujo forma una película invisible alrededor del cuerpo que protege de virus. Begoña saca su botiquín y le arrea una pastilla de burra... - y mañana te tomas otra -.
Se va acercando la hora de recogernos. Llamamos a Begoña para que nos prepare la cuenta y mientras apuramos tragos de orujo se sienta a charlar con nosotros. Por esa charla sabemos que ella es muy religiosa y devota de Santiago, que está enferma desde hace algún tiempo por el mal del siglo XX y que tiempo atras un peregrino llevo una vela en su nombre a la catedral. Sin pensarlo dos veces Ángel se ofrece para llevar otra por ella, Begoña, agradecida, saca del cuarto una vela que ira con nosotros hasta llegar a Santiago. Después de hacer cuentas, concretar donde nos dejara el desayuno por la mañana y de como se utiliza la cafetera, vitro y microondas, nos despedimos de ellos y nos vamos a dormir.
Por la noche en la cama, repaso mentalmente el día, es un ejercicio que suelo hacer todas las noches de mis caminos... hoy tambien ha sido curioso.
No ha parado de llover en toda la noche. Casi sin oír el zumbido del móvil, Ángel y yo ya estamos en pie preparando cosas, serán la 7:15. Salimos de la habitación, la casa está en silencio. Tal y como Begoña nos dijo en medio de la cocina hay un tendedero con toda nuestra ropa seca. Encima de la mesa bollería, tostadas, mantequilla, una jarra con leche, café, zumo. Empezamos a prepararnos el desayuno siguiendo las indicaciones que ayer por la noche nos dieron, por la ventana podemos ver que fuera está diluviando, menos mal que tuvimos la suerte de poder lavar toda nuestra ropa húmeda, porque hoy también nos mojaremos. Es el cuarto día de camino que vamos a hacer bajo la lluvia, esto empieza a desmoralizar un poco. Nuestra idea de hoy es quedarnos lo mas cerca de Lugo, ahora que dejamos Asturias y sus fuertes desniveles queremos hacer etapas mas largas con la idea de llegar a Finisterre en un total de 7 días desde Oviedo.
A los 15 minutos entra por la puerta Juan Carlos y en cuanto lo veo se que tiene algo que decirnos. Javi está de parto, se ha pasado toda la noche vomitando, con diarrea y fiebre, vamos que hoy no da pedales. La situación se plantea de forma rápida, si Javi quiere seguir, esperamos un día, lo único que va a ser más difícil terminar este año en Finisterre, el alojamiento en principio no parece un problema. Juan Carlos sube a hablar con su hermano y cuando vuelve nos da la noticia, Javi quiere volverse a Madrid; entre la noche que ha pasado y lo que sea que tenga su moral está matada. Poco podemos hacer nosotros, así que dando cuenta de todas las viandas del desayuno, los tres restantes decidimos seguir.
La decisión de Javi implica algunos problemas: en Castro no hay servicio de autobús ni tren y la única localidad desde la que se puede regresar a Madrid es Lugo. De Castro a Lugo hay 74 km, lo que plantea una situación delicada porque el teletransporte aun está en fase de pruebas. En esas entremedias llega Begoña que se pone al tanto de todo. Por suerte para Javi, en Castro hay una especie de taxi que le puede llevar a Fonsagrada con todos los bártulos, desde allí hay autobuses a Lugo. Entre todos acordamos que una vez en Fonsagrada Javi vaya al centro de salud, nosotros podemos hacer allí noche y ayudarlo con lo que tenga que hacer. Parece que el plan nos encaja a todos, así que sin más dilación los tres jinetes empezamos a preparar las monturas y el enfermo se pone en contacto con el taxi.
El jarreo de las primeras horas se ha calmado un poco aunque sigue lloviendo. Enfundados en nuestros chubasqueros iniciamos la subida al porto do Acebo que tiene unos 12 km y un desnivel acumulado de 466 m (según ibp). Las primeras rampas las hacemos con una lluvia poco agresiva pero insistente, que al poco nos da la tregua del condenado. Mientras estamos haciendo una parada en Peñafonte para soltar liquido nos pasa Javi en su taxi camino Fonsagrada... nos avisan con un pipiriripipi a modo de "aquí estoy, tu no estas", como el de la cancion. Que guasa. Nos hemos planteado hacer la subida a ritmo tranquilo porque a fin de cuentas la etapa de hoy solo serán 22 km, Javi tiene que ver al medico y no tenemos necesidad de matarnos. A los lejos vemos a los peregrinos que ayer se alojaban en el albergue y a los que Begoña hizo la cena, al acercanos a ellos, en una parodia de avituallamiento como en el tour, uno de los chicos sale corriendo y me da una galleta de chocolate que engancho y devoro con gusto, nos deseamos buen camino, ya les queda poco para el alto. A poco de la cima tenemos que volver a ponernos otra vez los impermeables, cae de nuevo con ganas, además hace mucho frío y hay niebla, teniendo en cuenta que aun no estamos bajando yo diría que la sensación térmica será de unos 6º, pese a estar en el norte no me imaginaba que a mediados de junio fuéramos a tener este tiempo. Aun es pronto cuando llegamos al cartel que indica Porto do Acebo, pero no hay que dejarse engañar con la idea de que hemos terminado de subir, una ligera bajada da paso a otra subida tendida que termina en uno de los muchos altos que se indican ya el Galicia. Y ahora si, ya toca bajar, muertos de frío y bajando. Pasamos Cabreira, Fonfria, Silvela, llegando a Paradanova vemos algunos claros, a ver si cambia de una vez el panorama. La temperatura ha dado un subidon tremendo en el momento que hemos llegado a cotas mas bajas. Todavia nos quedan los 1,5 km de subida hasta Fonsagrada en el que salvamos 130 m de desnivel, el cambio de temperatura ha sido tan brutal que nos sobra todo y yo al menos empiezo a sudar, pero total para lo que queda no me quito nada. Cuando Fonsagrada nos sopla en la cara aun no son las 11:30.
Juan Carlos habla con su hermano para ver por donde anda, está en la consulta esperando a que lo atiendan, antes de ir al centro ha reservado habitaciones en la pensión Manolo. Entendemos que en su estado no haya buscado el albergue y ha reservado lo primero que ha visto... porque si nos dice otra cosa miente, es lo primero que ha visto. La pensión Manolo es un lugar donde al parecer suelen confluir bastantes peregrinos, al menos nosotros coincidimos con unos cuantos. Hemos guardado las bicicletas en un salón contiguo al bar donde a todas luces dan comidas, suponemos que será en fin de semana porque cuando dejemos por la mañana el hostal allí habrá cerca de 10 bicicletas. Nos tomamos una cerveza mientras limpian la habitación y charlamos un poco con la dueña, en 20 minutos estamos listos para quitarnos la ropa mojada y meternos bajo el agua caliente de la ducha. Las habitaciones presentan buen aspecto y se ve que intentan ofrecer toda la higiene posible, pero tienen un gran problema, al menos la nuestra: la humedad. Bien sea porque no ha dejado de llover en varios días, bien sea porque las paredes son porosas, allí hay una humedad impresionante. Sin calefacción, por la época, intentamos como podemos colgar las cosas en perchas por los lugares mas variopintos para ver si mañana se han secado algo. Menos mal que en Castro pudimos secar ropa porque algunos ya vamos apurados de recambio.
Fonsagrada es un pueblo agradable y aunque nosotros no llegamos a ver mucho más allá de su calle principal y las cercanas a la pensión, tiene aspecto de disponer de todos los servicios básicos. Nos dirigimos a buscar a Javi mientras Juan Carlos habla con él por el móvil; al parecer el medico es lento y lleva ya tres horas esperando a que lo vean. Decidimos buscar un bar y esperarle tomando algo antes de ir a comer a un sitio que nos recomendó Enrique, el de Pola de Allande: La pulpería O´Cadavo. La llegada de Javi nos dura dos sidras. Al parecer a pillado una gripe pasajera que nadie sabe de donde viene, ni a donde va, el caso es que le han dado dos cajas de medicinas y la recomendación de que no haga esfuerzos. Anteriormente su hermano ya le había preguntado al del bar por los autobuses a Lugo, que paran en la misma calle. Nos dicen que tratándose de un día laboral podríamos tener problemas para meter la bicicleta, pero que probemos. Mientras informamos a Javi de todo, él intenta contactar con un amigo suyo que trabaja en RENFE para ver si le puede reservar tren de Lugo a Madrid, parece que las cosas se ponen difíciles. La única forma de volver en tren es cogiendo un compartimento completo para llevar la bicicleta, esto supone pagar por un coche cama doble que da opcion a meter como maximo dos bicicletas debajo de las literas, por supuesto, debidamente embaladas. La broma cuesta 170 ¬ y no está claro que haya plazas en el tren de hoy o mañana. Intentamos convencer a Javi para ir a comer y valorar la situación con la panza llena, que se ven mejor las cosas. Después varias raciones de todo: pulpo, croquetas, merluza, unas pozas de alvariño y algún orujo, ya estamos dispuestos a tomar decisiones; Javi vera como se encuentra mañana e intentara seguir, al menos hasta Lugo.
Con la risa como medicina y mientras muchos dormirán la siesta, nosotros cuatro nos apiñamos en una de las habitaciones viendo el programa de tonterías las justas, para la mayoría un descubrimiento. Así pasamos la digestión de la gran pitanza, congestionados con las carcajadas de ver al "tontaco" de Flo. Después de llorar un buen rato salimos a comprar algunas cosas que necesitamos, nos tomamos algo y a una hora prudente nos volvemos al hostal. En el cielo empiezan a verse algunos claros y de momento no llueve, ¿será mañana el glorioso día de la revelación del sol?, esperemos que si. Echamos unas partidas de mus en el bar del hostal, cena de bocata y a recogerse a las habitaciones. Como cada día organizamos las cosas para el día siguiente y nos vamos al catre, a ver que sorpresa nos depara el miércoles.
Las luces del miércoles nos susurran sin ninguna sorpresa... jarrea. La noche ha sido algo incomoda, la habitación muy húmeda y se ha notado hasta en las sabanas que no cogian temperatura, daba la sensación de estar durmiendo constantemente sudados. Las prendas que teníamos colgadas no se han secado y por el contrario, todo lo que teníamos en el suelo se ha empapado aun más. Guantes, zapatillas, hasta el casco está húmedo. Por mi parte y viendo como ha despertado el día decido ponerme hoy también la ropa mojada, según está lloviendo es tontería que me ponga la equipación seca que me queda.
Javi se levanta bien, ha decidió probar e ir hasta Lugo, así que después de un desayuno fugaz empezamos los preparativos. El paso de los días nos está agilizado la costumbre de ponernos en marcha, en poco hemos recogido todo. Ya en la calle vemos, que además de la lluvia, hoy tenemos premio a la categoría especial con una niebla densa en la que se podría hacer un mural. Que deprimente. Por suerte eché el foco delantero por si algún día nos caía la noche en ruta, nos será útil para que nos vean los coches. Con mas moral que ganas decimos adiós a la pensión Manolo y atravesamos el pueblo buscando flechas, en poco, vamos dejando Fonsagrada envuelta en un vestido blanco de cola y a nosotros siguiendo el foco de mi bicicleta.
Empezamos a dejar atrás pueblos: Villardongo, Piedrafitelas, Montuto, y en constante subida pero suave y muy tendida llegamos al Alto de Cerredo, el viento nos está castigando y sumado a la lluvia fina y la niebla tenemos un potaje que se nos está indigestando. A lo lejos en el alto se pueden ver varios aerogeneradores, que tal y como las sirenas hicieron con Ulises, parecen llamarnos con su movimiento circular... - venid, venid -, y sin pensar mucho, que está la cosa muy malita nos lanzamos al descenso. Desde el Alto de Cerredo hasta Paradavella hay una bajada de unos 5 km en los que se suman 300 m de desnivel. La bajada seria entretenida si no fuera porque entre la lluvia y el frío nos estamos quedando monolitos, ¡virgen santa, que frío hace!. Javi saca de algún sitio, (su cuenta km o su reloj), que estamos a 7º; por mi parte me parece que esa es mucha temperatura para la sensación de frío que llevo. Vamos calados, como de costumbre y hasta se hace mas llevadero ir con las manos al aire que con los guantes, quizás seria una buena idea quedarse en cueros con solo las zapatillas y el casco, a fin de cuentas tan solo es testigo de nuestro paso fugaz algún caballo que nos mira como preguntándose si en la tierra existe vida inteligente. Cuando mi pensamiento ecuestre se aleja, empezamos a notar que el terreno se iguala y vemos en lontananza que el cielo abre sus fauces, dejando al sol asomar un tímido ojo. Al atravesar Paradavella ha dejado de llover y el cielo se nos presenta en claros y hasta con algún rayo de sol, no sabemos lo que durara pero que bien sienta. En A Lastra decidimos parar a tomar algo caliente, no es pueblo con servicios pero tiene una especie de bar mal acondicionado que dispone de algún comestible. Como acompañamiento a una barra rustica, un tablero de madera puesto sobre borriquetas hace de mesa de oficios. Al entrar nos miran con cara rara cuando saludamos y pedimos, estamos en una aldea de interior y a juzgar por lo que vemos hablan en gallego la mayor parte del tiempo, se les nota que el castellano lo tienen para recordatorio de visitantes esporádicos como nosotros. Nos tomamos unos poleos y cola caos como de costumbre y ya con el cuerpo metido en calorías seguimos dando pedales. La salida del pueblo se hace salvando un rampon de dos km, pero que con la ausencia de lluvia y algo más de calor hacemos tan contentos.
Los km empiezan a pasar rápidos. Aunque tenemos en mente que lo nuestro son los caminos, la carretera nos da la seguridad de avanzar sin problemas y Javi va más cómodo. Parece que el día de descanso le ha venido bien, aunque va dosificando para no pifiarla está respondiendo bien, de hecho hasta lo estamos visualizando llegando a Santiago, a ver si él se ve. Ángel y yo no paramos de dar la lata con ir por camino, la carretera transitada nos gusta poco y en estos tramos nos está pasando mucho coche; vamos por la C-630. Pasamos A Fontaneira, O´Cadavo Baleira, donde paramos a comprar unos guantes de látex para las manos y de rebote unos caramelos mentolados porque los guantes nos los han regalado, Castroverde, donde era idea haber llegado ayer. Por carretera devoramos km, la lluvia ya no pasa de ser un calabobos y aunque para solo a ratos a nosotros nos parece miel sobre hojuelas. A la altura de los carteles indicadores a Carballido empezamos a ponernos pesados con terminar el día fuera del asfalto, Javi pone alguna pega pero al final cede. Ahora es cuando notamos que el tiempo está cambiando de verdad, el cielo se trocea en nubes y empezamos a ver el sol más de cuando en cuando; haremos los últimos 13 km hasta Lugo pisando tierra, tranquilos sin abrir las orejas cada vez que un motor se nos acerca a la espalda. Cuando Lucus Augusti nos abre sus murallas son poco más de las 14:00.
Buscar alojamiento en Lugo es una tarea mas difícil de lo que pensábamos, al problema de la bicicleta se suma que la mayoría de sitios están llenos por las fiestas, albergue incluido. Al final, después de ciclarnos media cuidad terminamos en el hotel Puerta de Don Pedro, bastante mas lujoso de lo que necesitamos y bastante mas gravoso de lo que andábamos buscando. Nos dejan una plaza de garaje para guardar las bicicletas y ya con todo hecho subimos a las habitaciones a darnos una ducha.
Lugo se merece un gran paseo, así que una vez cambiados nos ponemos en marcha. Las calles de su casco antiguo están atestadas de gente, parece que el sol por fin se presenta entero y los rayos nos recargan las baterías que la humedad nos ha consumido, pegados a la muralla parecemos lagartos, la gente al pasar nos mira de reojo, ¿tanto se notara lo que somos?. La muralla se nos muestra como una alfombra roja y ávidos de vitaminas solares la recorremos entera. A una hora prudente, que no tardía, nos encaminamos a cenar, como somos muy originales y estamos en Galicia cenamos en una italiano... vaya tela. Cena con hidratos y al sobre, parece que mañana hará un buen día.
Lo bueno de lo bueno, es que suele ser mejor. La cómoda cama de la habitación casi me hace olvidar que hoy también tenemos que dar pedales, he dormido como un lechón. Lo primero que hago es correr las densas cortinas, abrir la ventana... y llorar de alegría. Por primera vez desde que empezamos nuestro camino no llueve, y lo que es mejor, el cielo está despejado, que subidón. Organizamos todo con alegría y a la que bajamos llamamos a los hermanos Díaz que aun están recogiendo; en recepción os esperamos.
Antes de prepararlo todo nos metemos a desayunar en un bar cercano. Lo siguiente es un proceso mecánico, como hormigas montamos las cosas como cada día y ya preparados salimos a la calle, aun siendo pronto Lugo ya está bullendo. El GPS y alguna que otra flecha nos acompañan hasta la salida que se muestra en forma de puente sobre el río Miño, sin saber como es su cauce en otras épocas, ahora va bien servido. Al poco dejamos la Ctra. para desviarnos a la dcha. y dirigirnos hacia Orbazai, en varios km iremos acompañados por flechas verdes, hemos optado por coger la variante hacia Sobrado Dos Monxes para evitar la aglomeración que llevara el Camino Frances. El trayecto se hace por carreteras locales sin coches, entre árboles, con olor a vaqueriza y acompañados de este escenario pasamos O veral, Alta, Riobó, a la altura de la Casa do Toxa el camino nos lanza de nuevo a la carretera de verdad, en este caso la LU-232, que aun teniendo un arcen aceptable, a algunos sigue sin gustarnos demasiado. Con el ruido a cuatro tiempos de los coches en nuestras espaldas pasamos A Agrela, Os Alargos, A Vexia, Os Predouzos, y quitando tierra de por medio como si de lombrices se tratara llegamos a Friol.
Friol es un punto estratégico en esta variante del Camino Primitivo, tiene todos los servicios y posibilidad de dormir en hostal. Aunque este tramo-enlace está marcado y se informa del recorrido en el albergue de Lugo, no es camino oficial hasta Sobrado Dos Monxes, aunque cada vez mas gente lo usa. Sellamos la credencial en el bar-hostal y cuando estamos saliendo de la población nos encontramos con el área recreativa-piscina-río que hará que paremos a descansar un rato. Una gozada de sitio. Entre el sol y el césped tan bien cuidado nos permitimos el lujo de retozar como perros de las praderas, después de un rato de asueto y algo de comer seguimos camino. Los siguientes km desde Friol hasta Sobrado se hacen por carretera, no muy concurrida pero con algo de trafico. Hacemos una parada en la laguna de Sobrado antes de llegar a destino, donde nos hacemos algunas fotos. En el tramo final nos cruzamos con varios peregrinos y en bajada rápida por asfalto, en menos tiempo del pensado empezamos a ver las torres del Monasterio de Santa María de Sobrado, antiguamente llamado de San Salvador.
El monasterio de Sobrado es del tipo Cisterciense y tiene sus orígenes en siglo X, siendo uno de los principales monasterios medievales de Galicia. Esta declarado Monumento Histórico Artístico de carácter Nacional, es enorme y muy bonito. Aunque ya habíamos hablado por telefono con el hostal para curarnos en salud, preguntamos si hay plaza en el albergue; hay, y muchas. Tiene capacidad para 60 personas según información turística, pero a ojo parece que seamos mas, de hecho, durante nuestra visita por los alrededores vemos como los monjes habilitaban más salas para el goteo de peregrinos que va llegando. Acoplarse es fácil: uno llega, aparca la bicicleta y elige una litera que este sin mochila, alforja o persona, y ya tiene sitio para dormir. La parte habilitada que nosotros vemos consta de dos plantas, cada una es un sollado de forma rectangular con 20-30 filas de literas dobles, tipo militar. Nosotros cogemos cuatro camas en la parte de arriba y nos preparamos para ducharnos en los aseos comunitarios y mixtos... que esto es un albergue. El ambiente me recuerda a mi etapa en el ejército, el ruido, los olores, la dificultad para entrar en unos servicios que no son capaces de drenar a todos los que somos; dos duchas, un WC y un lavabo nos tienen que servir a los del 2º piso. Mientras esperamos nuestro momento, el superior del convento (o al menos el que manda en ese momento), va recogiendo las credenciales de todos los peregrinos para llevárselas a su despacho, escanearlas y sellarlas. Después tendremos que pagar un rescate de 5 ¬ por ellas, que es el pago-donativo establecido. En poco más de hora y media estamos listos para salir de pernocta.
Al llegar a Sobrado nos habíamos ocupado de comer, ahora ya cambiados y fríos nuestra única preocupación radica en tomar unas cervezas. En un bar cercano al monasterio nos relajamos frente a unos botellines y hablamos de lo siempre. Un rasgo que identifica a los que nos gusta la bicicleta es que aunque descansemos de ella la tenemos cerca, así que gran parte de la conversación gira en torno a nuestra amante de dos ruedas y los viajes imposibles; algunos temas televisivos se llevan el resto. A una hora prudente decidimos dar una vuelta y buscar algún sitio para cenar. Por lo que vemos, el pueblo de Sobrado orbita alrededor del monasterio y sin tener un exceso de bares encontramos uno que tiene menú del peregrino que nos pone el cuerpo a tono. Ahora solo nos queda dar un paseo para bajar el festín y volver al albergue, que nos cierran.
Como si se tratara de un castillo medieval en día de mercado, la vida en el monasterio se siente nada mas entrar. Los peregrinos lavan sus ropas, toman el sol, llaman a sus familias, preparan sus mochilas o alforjas; un enjambre de hormigas moviéndose en todas direcciones dan vida a aquel lugar. A una hora concreta cercana a las 22:00, todos, movidos por un hilo invisible vamos hacia nuestras literas, las luces se apagan y nos vamos acoplando en las camas. Es de entender que en un sitio como este que recibirá al año a miles de personas, los somieres laminados de las literas estén algo "tocados", tanto es así, que Ángel, que ha decidido dormir en la de arriba a la mía, nada mas tumbarse rompe una de la tablas centrales y encaja de manera milimétrica y forma amenazadora su trasero en el hueco. Colocado de esta guisa dormirá toda lo noche, intentando moverse lo menos posible para evitar que otras tablillas sigan el mismo ejemplo y que sus 80 y algún kg se desplomen encima mío en toda su extensión. Con la imagen del culo de Ángel sobre mi, iré al encuentro de Hipnos pensando en aquella frase que Humprey Bogart dijo en Casablanca: "Todo hombre tiene su destino, para bien, o para mal".
Por mi parte he dormido como un leño y al parecer el destino no tenia previsto que terminara con Ángel encima porque cuando abro los ojos está bajando de su litera. Aunque es muy temprano, muchos peregrinos de a pie ya se han marchado, otros están terminando de recoger sus cosas y algunos aun siguen durmiendo. Pese al rápido movimiento de personas tan solo se oye un murmullo cerrado, es como si todos estuviéramos desorientados y solo pensáramos en recordar por donde hemos entrado y en como salir. En un espacio breve de tiempo guardamos nuestras cosas en las alforjas, recogemos las mantas, nos aseamos y salimos a por las bicicletas. El ritual que viene a continuación es el de cada día, vestimos de gala nuestras monturas y salimos a la calle. Desayunamos en el mismo bar donde comimos ayer, debe ser el único que esta abierto a esa hora porque coincidimos varios peregrinos, charlamos un rato con alguno, compartimos peripecias, lesiones y ganas. Con un buen camino nos despedimos y salimos a la calle para empezar nuestra ultima etapa de este año, salvo causas mayores hoy llegaremos a Santiago.
La salida de Sobrado se hace cruzando la calle principal del pueblo y por la carretera, antes de salir del todo, el camino nos dirige a la derecha, pero enseguida las flechas nos mandan a caminos de tierra de buen firme adornados de alta vegetación, un deleite para los ojos que saboreamos sin prisas. Pasamos por pequeñas localidades donde se empieza a ver el movimiento de los días normales: Cimadevilla, Cruceiro, Vilanova, Boimorto. Nuestras cámaras de fotos disparan en todas direcciones. La entrada a Gandara la hacemos por asfalto y desde este punto las flechas nos llevan a la CP-0602, una carretera sin apenas trafico y agradable de pedalear. Acostumbrados a los días de lluvia hoy lo vamos disfrutando de pleno, el día es soleado y hasta empezamos a tener calor. Javi al final se ha recuperado y si hoy esta aquí es porque, como se suele decir, a la fuerza ahorcan. Si hubiera podido volverse a casa de forma sencilla hubiera abandonado, no sabemos cuanto podemos dar de si hasta que nos estiran.
Nuestro pedaleo constante va dejando atrás pequeñas poblaciones: Sendelle, Piñeiro, Vitar, Casaldoeiro, Peceiñe, y los falsos llanos de Galicia nos llevan por bajadas rápidas que se disputan la dirección con subidas lentas que nos dejan en Arzua, punto de enlace con el Camino Frances. Nada mas entrar en la población nos damos cuenta de que nuestro solitario camino ha terminado. Centenares de peregrinos bajan de los autocares con sus mochilas de dos días y un enjambre de personas arrastra sus pasos hacia Santiago. Nos movemos entre la marabunta intentando ser lo menos molestos posible, creemos (o por algunos foros, sabemos) que entre algunos peregrinos de a pie, los bicigrinos no somos muy queridos, por eso no corremos e intentamos adaptar nuestro paso al del gentío, muchos de ellos gritan a sus compañeros que se aparten en cuanto nos ven, lo cual es de agradecer porque nos evitan estar saludando constantemente, otros se asustan cuando notan nuestra presencia y se echan a un lado como pensando que los vamos a atropellar, con este escenario que ya no cambiara hasta llegar a Santiago vamos atravesando las poblaciones de Pregontono, A peroxa, A calzada, O Outeiro, Boavista, Salceda, Xen, Santa Irene... nuestro paso es lento pero no importa, los paisajes de esta zona merecen un paso tranquilo.
Hasta donde yo se, un año santo jacobeo es aquel en que el 25 de julio, festividad de Santiago cae en domingo, esta condición se suele dar con una cadencia regular de 6-5-6-11 años. El año santo suele atraer a bastantes peregrinos buscando el perdón y este año debe de haber mucho pecador porque esto esta hasta la bandera. De hecho, hasta la guardia civil esta controlando el paso en puntos concretos del camino sobre todo cuando hay que cruzar carreteras. Cuando llegamos a Lavacolla hemos perdido la cuenta del numero de peregrinos que habremos pasado, nos hacemos algunas fotos de rigor y seguimos hacia la ultima parte, esa que parece no terminar nunca hasta llegar a Monte do Gozo, dejando atrás Vilamaior y San Marcos.
El monumento al peregrino de Monte do Gozo nos recibe cerca de las 14:20. Desde esta colina los antiguos peregrinos podrían ya ver las agujas de la catedral de Santiago y saber que el viaje tocaba a su fin. El monumento se alzo tras la visita del papa en el año 1992 y es una parada casi obligada, más que por su belleza, por su simbolismo. Nosotros sellamos la credencial en la ermita y después de hacer unas fotos nos ponemos en marcha para recorrer la poca distancia que nos queda hasta la plaza del Obradoiro, donde no tenia que terminar nuestro viaje, pero que por los contratiempos de los días pasados toca a su fin.
Siempre digo sobre mí que no soy alguien religioso pero por el contrario me considero una persona muy espiritual. Entiendo que muchas personas no entiendan lo uno sin lo otro, aunque en realidad no tenga nada que ver. Mi formación hasta la juventud paso por los Jesuitas y allí es donde entendí que la iglesia católica se cimenta sobre ideales humanos, muchas veces alejados infinitamente de la espiritualidad. Es curioso ver como la iglesia en tantas ocasiones se encuentra tan lejos de Dios.
Después de las fotos de rigor en la plaza del Obradoiro, pasamos a recoger la Compostela. Tras una gran fila de peregrinos buscando su certificado, después de poco mas de ¼ de hora y un euro de donativo (voluntario), salimos con las nuestras a cumplir la promesa que Ángel le hizo a Begoña, encender la vela que lleva encima desde hace 195 km, en su nombre, en la catedral... pero no podemos. Da igual los motivos de aquel gesto que explicamos a algunas personas, no nos permiten encender la vela dentro del recinto. Pensándolo bien, quizás es más importante que Ángel, una persona que se considera atea (aunque no sea cierto), con su simple acto ha dado moral a alguien que lo necesitaba participando de su fe aun no siendo religioso. Después de que los protectores de la fe en la Catedral de Santiago nos hagan ver que este templo no da la talla espiritual para guardar la vela de Begoña, decidimos buscar algún sitio acorde a las circunstancias, pero antes tenemos que cerrar el tema de cómo volver a casa, lo más peliagudo cuando uno viaja en bicicleta. Al salir de la oficina del peregrino, nos ofrecieron la posibilidad de trasladarnos las bicicletas a Madrid, en su momento no consideramos la opción en vías de buscar la salida del tren, aunque nos quedamos con su tarjeta por si acaso.
En la estación de RENFE nos lo ponen difícil, viajar es fácil, pero la bicicleta es un lastre al que pocas empresas y organismos tienen en cuenta. Lo primero es ver si hay plazas en coche cama, mínimo hay que coger un compartimento doble, que de entrada sale caro; se pueden llevar dos bicicletas. Lo segundo, hay que embalarla, quitar pedales, ruedas y doblar manillar. No hay muchas opciones. Hemos descartado el avión, la furgoneta de alquiler nos salio cara hasta Oviedo así que desde Santiago ni preguntamos y el autobús se nos hace bola a parte de no saber como gestionarlo. Después de valorar rápido cogemos billetes de tren para nosotros y llamamos a la empresa de transporte de bicicletas; 45 ¬ con alforjas incluidas. Por turnos entramos al servicio de la estación para cambiarnos y presentarnos un poco, organizamos alforjas, cogemos lo necesario y de vuelta a la plaza del Obraodoiro, que allí nos esperan para cargar las monturas en un camión que las llevara a la nave donde las empaquetan. La misma persona que conduce el camión nos aconseja un sitio donde comer, como tiene que cobrar nos acompaña hasta el restaurante y allí le pagamos. Las bicicletas nos llegaran cuatro días después a casa perfectamente embaladas y sin ningún daño. Aunque a priori no parezca barato es una buena opción dado lo difícil que es volver desde Santiago a casa con una bicicleta. Una vez libres de ataduras nos entregamos al placer de la gula.
Comer bien cuando no hay prisa es bastante placentero. Nos abandonamos a ello en cuerpo y alma y cuando salimos del restaurante llevamos la sonrisa medio tonta, el orujo de café que nos han puesto estaba bastante bueno pero se ha peleado con el vino y al intentar separarlos nos hemos llevado un buen meneo... nunca hay que meterse en medio de una pelea. En la puerta del restaurante vemos el sitio que sin saberlo estábamos buscando antes de comer: la Parroquia San Pedro Apóstol, donde casi no tenemos que dar explicaciones antes de encender la vela de Begoña. Allí quedo tu vela, esperamos que no te importe. Sabemos que con tu fuerza y tu fe podrás con el cáncer y que por muchos años seguirás haciendo ese pote tan rico para todos los peregrinos que pasen por tu casa.
Hasta las 22:30 que sale nuestro tren tenemos unas horas para dedicar a la ciudad, que bien lo merece, así que nos vamos a dar una vuelta y a tomar un pulpo con ribeiro. Mientras esperamos sentados en un poyete a que Ángel y Javi compren unos puros en un estanco, a Juan Carlos y a mi se nos acerca un personaje con pintas de bohemio-pasado que entabla conversación. Al rato, cuando salen los del puro nos despedimos del personaje y seguimos nuestro camino... en 5 minutos oímos que alguien nos llama calle abajo. Al parecer, a Juan Carlos se le ha caído el móvil, (evidentemente con la ayuda del bohemio) y nuestro "amigo", que se ha dado cuenta, viene a devolvérnoslo, apuntando al noble gesto pedirnos, "al menos", 10 ¬ a cambio, porque necesita dinero para volver a su tierra. Hay gente que los tiene cuadrados, porque para intentar chantajear a cuatro mendas medio chispados con pintas de marineros recién llegados a puerto, o lo tienes muy claro, o estas atontado del olor a pimentón. Como somos gente pacifica y no nos gusta gritar, le damos a cambio del móvil algo suelto que llevamos ( unos 2-3 ¬ ) y el consejo de que no se lo gaste en alcohol, que la gente ahora es muy agresiva y él tampoco tiene pinta de ser un monje Shaolin. Ya en la pulpería recomendada, entre risas, damos cuenta de unas raciones de pulpo y unas botellas de ribeiro, blanco y tinto, que nos rematan la tarde y con algo mas de tres cuartos de chispa volvemos a la estación a coger nuestro tren.
Han sido siete días intensos, por sitios impresionantes y con gentes entrañables, mi caja de los sentidos viene llena. Recordare mucho tiempo mi paso por el camino primitivo en Asturias y lo que es casi seguro es que volveré.
El movimiento del tren hacia Madrid nos va meciendo y el cansancio nos cierra los ojos. Dentro de mi sueño, veo venir a Morfeo a lo lejos, trae algo en la mano.
- ¿Qué traes? , le pregunto -
- Cogelo, mira, es un mapa, en él se representa una senda septentrional que en la antigüedad fue un recorrido mágico... hoy se conoce como Camino del Norte.
Cuando levanto la vista Morfeo se ha ido. Guardo el mapa en mi mochila y sigo caminando, en cuanto despierte le echaré un vistazo.
Al promover el culto a Santiago en la edad media, se refuerza el cristianismo en una península ocupada por el Islam y Compostela se convierte en centro de Peregrinación. Carlomagno aprovecha la situación para su lucha creando en el siglo XI los caminos Franceses, y para consolidar del todo la ruta, el papa Calixto II declara la concesión del perdón de todos los pecados a quien realice el camino en año jacobeo. Pero se da como probable, que antes de todo esto, (algunas pruebas lo corroboran), otros pueblos usaran esta ruta milenaria como una senda de renovación que terminaría en Finisterre, el fin del mundo antiguo; representando el final del camino como la muerte alegórica al ser espiritual, para renacer con el amanecer a una nueva vida.
Cuando hice mi primer Camino de Santiago en el 2005 y decidí escribir la experiencia, comencé con un texto que resume mi idea de lo que es esta ruta de estrellas. He querido que ese texto ponga fin a este diario:
"El Camino de Santiago no es una senda donde plantar nuestras huellas una tras de otra. Es el viaje; como la vida de cualquiera, siempre es un viaje. Un camino que empieza y termina. Siempre es así y en todo lo que hacemos, la única diferencia entre unos y otros está en como queremos recorrerlo".