http://www.redsocialperegrinos.com/profiles/blogs/camino-interior-vasco
http://www.dealbaceteasantiago.es/relato_P-Koete-C.N.html
Como en otras ocasiones, he tenido la gran fortuna de dar rienda suelta a la vez a dos de mis grandes pasiones: Los caminos a Santiago y la Real Sociedad de Fútbol.
Pocos días antes de las vacacciones de Semana Santa aún no conocía el destino de mis pasos, ni siquiera la amplitud de aquéllas. Donde trabajo deciden cuántos días nos dan de descanso justo antes de afrontar las respectivas fiestas. En navidades, ansioso por volver al Camino, una decisión de última hora troncó mi afán viajero ya que no pude encontrar a tiempo sustituto a mis quehaceres. Esta Semana Santa volvió a ocurrir lo mismo, ya que se nos informó que íbamos a trabajar el Lunes Santo una semana antes. Esta vez no iban a violentarme los diez días de asueto y tuve, asímismo, la fortuna de encontrar sustituto. Resuelto el entuerto del sustituto sólo quedaba decidir qué camino afrontaría. Llevaba meses planeándolo y varios lugares rondaban mi pensamiento. En mi apuesta por recorrer todos los caminos a Santiago en España quedan algunos flecos sueltos y las opciones esta vez oscilaban entre el tramo Valencia-Albacete, el tramo Lleida- Logroño y el tramo Córdoba- Mérida. Incluso a última hora pensé en acompañar a mi hermano Guillermo en su periplo por el Camino en Portugal. Pues nada de eso iba a ocurrir: El destino hizo que mi hermano Lartaun, que es guipuzcoano y reside en Sevilla, planeara pasar toda la Semana Santa en la tierra que le vio nacer, saliendo de la capital hispalense el Viernes de Dolores por la mañana y regresando el Domingo de Resurrección. Y el destino hizo asímismo que el equipo de mis amores disputara en Gipuzkoa dos partidos seguidos, uno en casa y otro en Eibar los dos sábados semanasanteros.
El Camino Interior Vasco está dividido en 8 etapas aunque es fácilmente reducible. Cuadré, antes de partir, las ocho etapas en siete para que me diera tiempo a presenciar los dos partidos de mi equipo.
He de decir que ya estuve en Irún para afrontar este camino pero acabé por no realizarlo por causas que no vienen al caso, así que era otro tramo que me quedaba pendiente y éste con más razón porque ya estuve allí para recorrerlo, no lo hice y tenía la espinita clavada.
Cuando conocí todas las coincidencias, esto es, tres días antes del Viernes de Dolores, me puse a la tarea de informarme lo más concienzudamente posible sobre tal camino, mayormente, como siempre, sobre distancias y acogidas.
Las dos páginas que más saboreé fueron éstas:
http://www.caminosnorte.org/cainterior.html
www.gronze.com/.../camino-vasco-del-interior.htm
La primera tiene la información casi totalmente actualizada y, en la segunda, ésta es del 2007 mas la usé para ampliar conocimientos y, sobretodo, por el Documento de las localidades del Camino Vasco del interior (distancias y servicios) enlazado en él.
Como habréis comprobado si hojeásteis la página existen dos variantes dentro del Camino Interior Vasco. La bifurcación se produce justo tras abandonar el pueblo de Estavillo, donde un trayecto se dirige a Santo Domingo de la Calzada y otro hacia Burgos pasando por Miranda de Ebro. Yo opté por la primera.
Es más, dentro de Gipuzkoa hay dos opciones al salir de Hernani, una que discurre por monte y otra que pasa por infinitud de pueblos, desembocando las dos en Zerain. Las dos vertientes tienen una distancia casi pareja (50 y pico kms.).
Iré detallando todo jornada a jornada mezclando vivencias, descripciones de las etapas y someras reflexiones. Las fotos que tomé con el móvil las encontraréis aquí:
http://picasaweb.google.es/pepekoete/CaminoInteriorVascoAbril09#sli...
Os invito a pasear conmigo durante una semana. Atravesaréis Gipuzkoa, Araba, el Condado de Treviño y parte de La Rioja. El paisaje es asaz bello y tendréis tiempo para inhalar el frescor de la tierra vasca y contagiaros de la nobleza y humildad de sus gentes.
En mi mochila está la camiseta que sudó Ion Ansotegi (una camiseta de la Real con el nº 15 a la espalda) durante un encuentro y que me regaló. Él comenta que es todo un lujo vestir esa camiseta, y lo dice cuando no son tiempos para la lírica en el club. Para mí es mayor lujo aún, ya que en mi mochila va la camiseta de un auténtico valedor del espíritu txuriurdin (= blanquiazul, colores del equipo), espíritu que se está perdiendo pero al que nos agarramos cual náufragos personas como él o como yo. El capitalismo salvaje está aniquilando todo resto de humanidad en el mundo del fútbol y está convirtiendo cada vez más este bello deporte en un mero negocio lleno de mafias, incluidas las que velan por el buen funcionamiento del engranaje futbolístico. Se valen de nuestras ilusiones y sentimientos para llenar sus bolsillos pero nunca podrán apropiarse de nuestra esperanza, que sólo es pasar un día agradable viendo a/jugando con tu equipo de fútbol en buena armonía con el equipo contrario.
Mientras Ion Ansotegi se calza las botas deportivas yo lo hago con las de montaña. Allá va el Koete hacia una nueva aventura, esta vez en tierras que ama especialmente.
De tránsitos y desorientaciones
Primero reseñaros algo del viaje Sevilla - Donosti en el coche de mi hermano Lartaun. Dos veces, dos, nos equivocamos de carretera porque sólo estábamos atentos a nuestra charla. No era la primera vez (ni será la última) que nos despistamos en la Autovía de la Plata. Parece que tenemos querencia por la capital pacense y obviamos nuestra dirección cacereña. Para más inri, más tarde, tomamos la autovía a Madrid y sólo 30 kms. en tal dirección nos percatamos del error, así que sufrimos la M-30, la 40, la 50 y todas las Ms habidas y por haber. Un viaje que se esperaba de 8 horas y media se convirtió así en casi 10.
Lartaun es guipuzcoano pero vive en Sevilla desde hace siete años. De esta guisa su madre le esperaba con su comida favorita para la cena y con un postre especial. El invitado a dormir en la casa, o sea, el que escribe estas líneas, cenó como un marajá aprovechando el amor materno. Salimos un ratín a tomar unas birras y nos fuimos a la cama pronto pues el cansancio nos dominaba y porque el día iba siguiente iba a ser largo para ambos, el mío lo relato aquí, el suyo de su despedida de soltero, que empezaría por la mañana temprano.
Pues heme aquí a las 8:17 en el Eusko Tren que me llevará desde Donosti a Irún con dos errealzales (de la Real) de Salamanca que casualmente me encontré en la estación. Ya coincidí con ellos en algún desplazamiento y son gente maja. Se bajan en Errenteria y yo en la ciudad fronteriza.
La estación del Eusko Tren está cerca de la salida del camino que tomaré y no me es difícil encontrar las primeras señales. En cinco minutos ya ando por el monte sobre una pista forestal asfaltada.
Muy pronto me entran ganas de ir al servicio y la zona es algo habitada. Cuando, por fin, a unos 2 kms., encuentro un sitio medio oculto, bájome los pantalones y comienzo aliviado la faena. Pero hete aquí que vienen dos guiris mochileros en dirección contraria y, por los pelos, puedo, al menos, subirme los calzoncillos. Les pido disculpas en esta romántica pose, sonríen y finiquito la tarea.
Recuperado del contratiempo me coloco el sostén pues aún no lo he hecho. Dicho sostén consiste en una faja ortopédica que uso desde hace más de veinte años (la misma no, que ya desgasté unas cuántas) pues me operaron de la columna vertebral. Di mi consentimiento sólo al constatar que me libraría así del servicio militar.
Pues ya doblemente aliviado continúo esta primera etapa que es algo rompepiernas, y lo es porque Gipuzkoa es mar, valles y montes, estos últimos con sus consecuentes y repetidas subidas y bajadas. Aún así durante la etapa no sufriré de rampas verdaderamente duras y el paseo será llevadero.
He de decir que he cometido la imprudencia de estrenar botas, y lo he hecho por no tener otro remedio. La historia sería larga de contar y no viene al caso. Lo que sí expongo es que durante los siete días que caminaré tendré que revisar una y otra vez la tirantez del nudo, ya que me vienen algo holgadas y no quiero que, por una parte, con el roce, me salgan ampollas ni que, por otra parte, sufran mucho los pies por el ahogo. El denodado cuidado tendrá a la postre su recompensa ya que sólo me llegará a salir una pequeña ampolla en el lateral de un pie (que desaparecerá sola pues le di libertad para tal fin) y la dureza de las bisoñas botas no maltratará excesivamente mis instrumentos de trabajo.
Comentaré de paso que padeceré de pequeñas sobrecargas musculares ya de sobra conocidas por mi cuerpo, localizadas en tres o cuatro sitios pertinaces y ya controlados. Nada importante.
La pista ya es sobre tierra y un riachuelo me susurra desde mi derecha. A unos 5 kms. llego a una carretera que dejaré en cinco minutos recuperando de nuevo el camino montaraz. En un breve receso para devorar alguna onza de chocolate negro, percibo que han venido a visitarme dos yeguas bien guapas. Debo partir pues ya descansé y me despido de ellas olvidando pedirles el teléfono (no aprenderé nunca). Al poco me telefonea mi hermana María pero no consigo entablar conversación eficaz con ella por culpa de la cobertura. Me gustaría ver a María en Tolosa y quedo en llamarla luego. Paso rápidamente por Gurutze cruzando la carretera.
El día es perfecto para caminar pues el sol está oculto y no hace frío ni amenaza lluvia. Oiartzun me espera allá en el valle. La rampa de bajada al pueblo castiga mis rodillas aunque camino zigzagueando como me enseñaron de zagal en el pueblo de mi madre, que es pura cuesta.
Es muy típico en infinitud de núcleos urbanos la escasez de señalización de los caminos a Santiago. En mi caso se agrava porque desemboco en aquéllos tan ensimismado en lo rural que muchas veces me desoriento y tengo que preguntar por la salida. Ya en Oiartzun me sale al paso la oficina de turismo, y allí, previsor, me dirijo para corroborar la salida del Camino en el pueblo. Cuatro personas están reunidas y educadamente les cuestiono. Me he equivocado, estoy en la biblioteca municipal y la oficina de turismo está a la vuelta del edificio. Aún desconcertados por mi cerrado acento sevillano y por mi despiste me informan gentilmente.
A la derecha del ayuntamiento percibo una flecha amarilla serpenteante que sigo. A unos 200 ms. no percibo más y el asunto empieza a mosquearme ya que crucé varias calles. Una bella señora me reubica acompañándome un buen tramo. También ha peregrinado e intercambiamos experiencias. Pienso en invitarla a desayunar pero acabo por cohibirme y me despido. Al poco me encuentro con el bidegorri ( camino rojo = pista para pasear e ir en bici en Euskal Herria) referenciado en la información que porto, pero casi acto seguido unas obras han destruido las señales. Pregunto a una pareja que me informa con amabilidad: Sólo tengo que cruzar la carretera y seguir recto.
Ya, por fin, a la salida del pueblo, encuentro una fuente, descanso y almuerzo algo de fruta. Más de 10 kms. tengo ahora que afrontar en pleno campo y esto me reconforta. Continúan, ¡cómo no!, las subidas y bajadas y en una de las primeras me ofrecen agua. Acabo charlando un rato con la familia y hasta me ofrecen una entrada para el partido de la tarde pues, y aún no lo he dicho, esta tarde voy al fútbol.
Empiezo a disfrutar realmente de la jornada y me pego la primera gran tumbada en un prado que me hipnotiza. Al rato de casi ramonear me percato de que estoy a escasos 200 ms. de la Ermita de Santiagomendi y que podría haber descansado allí porque en ese punto acaba la subida de la jornada. Da igual. Donosti se divisa a lo lejos y la estampa es maravillosa. Me enervo con la vista de la capital guipuzcoana.
Ya comienzo a descender y me encuentro con la primera bifurcación del Camino, descrita suficientemente en la web de la Asociación del Camino de Gipuzkoa. Mi intención es acabar en Hernani pues por allí va la variante que quiero seguir. Pues bien, existe una trifurcación y decido guiarme por las señales propias del Camino. Acabo en Astigarraga tras descenso. Allí tengo que parapetarme porque empieza a llover y, como suele pasar, cuando estoy dispuesto y pertrechado, deja de llover. Como no se me apetece quitarme la ropa de agua sigo con ella. Salgo del pueblo y me encuentro con un bidegorri que me conduce a otro núcleo urbano. Voy siguiendo las señales y... ¡estoy en Martutene, esto es, en dirección Donosti, y me percato sólo en la salida!.
Me paro y reflexiono: He quedado con mi hermano Fermín para tomarme unas birras antes del partido y ya va siendo la hora... volver a Hernani supone una hora más de marcha... en una hora andando estoy en el estadio de Anoeta... ¡Aquí acaba la jornada!. Espero el bus que me lleva a Donosti ya que igualmente tenía pensado hacerlo desde Hernani, me llama Fermín y en un cuarto de hora estoy frente a la primera cerveza.
Las cervezas se suceden y me encuentro con mucha gente conocida. Sigo con la mochila en la espalda y mi hermana Ainhoa me recomienda dejarla en las oficinas del estadio. Allí que la dejo tras conocer por fin en persona a Karmele, la coordinadora de peñas. Ainhoa (todo un tesoro) me regala una entrada para Fondo Sur, que es donde quiero estar. Las birras siguen sucediéndose y los besos y apretones de manos también. Asímismo Lartaun me dejó su carnet ya que él no podía asistir dada la obligación despedidasolteril. Por fin aparece mi hermano Juan. Birra va, birra viene. Decido, aunque puedo ir a Fondo Sur, ubicarme con los hermanos con los que estoy conversando pues los aprecio bastante. Lo de Fondo Sur es porque es el único sitio donde se anima en el estadio y yo no puedo estar callado cuando presencio a mi equipo. Pero la amistad es la amistad y presencio el partido en buena compaña.
La Real ha empatado y es un mal resultado viendo la clasificación, pero no estoy del todo insatisfecho porque Ion Ansotegi, el gran Ansotegi, ha sido sin duda el mejor marcándose un verdadero partidazo. Por supuesto que he lucido su camiseta durante toda la tarde.
Juan y dos hermanos más me acompañan en el tranvía hasta Errenteria. Yo sigo hasta Irún, sí, hasta Irún. En realidad se supone que tengo que dormir en Hernani pero allí no hay albergue. Se supone asímismo que ayer tendría que haber dormido en el albergue de Irún pero, casualmente, precisamente hoy y no ayer, lo abren para la temporada. Aprovecho pues, y por tercera vez, la hospitalidad de las buenas gentes irunesas.
Compruebo que la marcialidad se ha adueñado de este albergue, imitando la del Camino Francés, pues me comentan que a las 22 hs. cierran y que a las 7 despiertan con música. No puedo, entonces, irme a cenar con mi hermano Fermín ni, casi, irme a cenar, pues son las 21:30. El hospitalero pregunta a unos peregrinos manchegos que están preparando unas migas de su tierra si puede comer uno más y éstos asienten. Es curioso porque he estado varias veces en La Mancha, me dijeron cientos de veces que probara las migas y aún no lo hice. En Irún va a ser. La cena es amena pues los manchegos son majos y hay dos preciosidades que comparten la pizza que han alcanzado a comprar.. En el albergue hay unas veinte personas y sólo tres vamos hacia el sur, los demás irán hacia el oeste por el Camino de la Costa.
Consigo hablar por fin con mi hermana tolosarra María y quedamos en que, cuando llegue a Tolosa, la llame. Ya me acogió en su casa una vez. Esta vez no quiero abusar y dormiré en un albergue que sólo cuesta 7 euros. Pero quizá pueda echarme un cable, me explico: Me gustaría, desde Hernani, ir por la variante del monte hasta Zerain, y la primera etapa acabaría a 10 kms. de Tolosa. Ella podría recogerme en su coche y devolverme allí por la mañana pero durante la conversación no he podido calzar la petición; además, el hospitalero me avisa de que esa variante es realmente dura. Decido, al fin, que iré por la variante ruidosa, la que acompaña al río Oria y que discurre por numerosos pueblos, mayormente porque llegaría por la otra variante a un pueblo donde no hay sitio para dormir.
Y hablando de dormir, ya es casi medianoche, estoy cansadísimo, pues la jornada ha sido intensa, y busco gloriosamente la posición horizontal.
Una entrevista y un paseo ribereño
Hay tantos tipos de peregrinos como estrellas guían a Santiago, pero yo suelo clasificarlos en dos: Los que respetan a los demás y los que no.
Como advertí en la primera jornada se nos va a despertar a las 7 a.m. pues el albergue debemos abandonarlo a las 8 . Pues bien, a partir de las 6 el tumulto es atronador dentro del piso habilitado como albergue en Irún. Hoy comienzan su camino todos menos yo, que necesito un buen descanso tras una jornada, como dije, intensa.
No es tan difícil respetar el descanso de los demás. Si se opta por levantarse bien temprano es aconsejable preparar el día anterior la mochila, no encender las luces, por supuesto, y hacer el mínimo ruido posible.
Refunfuñando improperios estoy mientras el ejército de peregrinos batalla sobre el piso. Ni protegerme la cabeza con la almohada me sirve. Y encima con bromas de la índole siguiente:
- ¡Sevillanoooo, que no se diga que los andaluces sois unos vagos, levaaantaaaaa!
El sevillano quiere matar a alguien pero no tiene apenas fuerzas. Debe unirse al enemigo y medio zombi prepara sus cosas. Desayuna el último y sale asímismo el último del albergue dejando un donativo.
Quiero ver el partido de la Real femenina en las instalaciones deportivas de Zubieta, que es a las 11.30... pero son las 8. ¿Y qué hago mientras? Decido entonces coger el cercanías a Hernani, seguir allí el Camino (pues desde allí debería hacerlo, strictu sensu) y no presenciar, muy a mi pesar, el encuentro. A las 8:10 llego a Renfe y me pongo en la cola de la taquilla. Dos parejas de franceses están comprando billetes mas las peticiones se van sucediendo de forma vertiginosa (que si yo pago con tarjeta, éste también y los otros dos no, que si mi viaje en vez de ida es de ida y vuelta, que si podemos cambiar la hora de la vuelta, que si..., que si..., que si...) Un cuarto de hora se llevan con el consternado taquillero.
- Un billete para Hernani.
- Se acaba de ir un tren hace 3 minutos, el siguiente es dentro de una hora y debes sacar el billete en la taquilla del otro lado de las vías.
De repente me acuerdo de toda la familia de los cuatro franceses aún no habiendo tenido el gusto de conocerla. ¿Y qué hago yo ahora? Me voy a Zubieta y ya mataré el tiempo de la manera más loable posible. Aún medio zombi me dirijo al tranvía que me dejará en Lasarte. Desde allí tendré que ir a pie hasta las instalaciones aunque eso no supone ningún problema pues la distancia no llega a los 2 kms.
Ya en Lasarte me paro a tomar un café. Pregunto a la gente del lugar si en Zubieta hay algún partido antes de las 11:30. Me cuentan que hay un torneo de alevines y acabo conversando con una abuela sobre el equipo, ya que ella es bastante forofa.
Un paseo hasta Zubieta y ya estoy viendo el trofeo alevín. Al poco veo a las jugadoras errealzales y las saludo. Debo tener muy mala cara pues me regalan un paquete de galletas. Una de ellas, muy atenta como otras veces, conversa un rato conmigo. Acaban los partidos de alevines y aparece a mi lado el presidente del club con niños pequeños y algún adulto más. Para mí es persona non grata y pienso en decirle un par de cosas, pero no es de recibo que le diga nada delante de los niños y, además, seguramente me echarán de aquí y no podré ver a las chavalas, que me hace, de nuevo, tremenda ilusión.
Con la mochila en la espalda y el bordón que siempre me acompaña ingreso como primer aficionado en el campo donde se disputará el partido. Las jugadoras del Atlético de Madrid paran su entrenamiento y se quedan absortas mirándome. Les deseo suerte y me siento.
Al ratillo empieza a acudir más público y entre ellos gente que ya conozco de otros desplazamientos, sobretodo familiares de las jugadoras. Somos pocos pero bien avenidos. Aparecen un cámara y un periodista de la ETB y se ubican a mi lado para grabar el enfrentamiento. Me miran con extrañeza. Por supuesto me he colocado la camiseta con el nº 15.
Y comienza el encuentro y con él nuestros ánimos. El novio de una de las jugadoras (llamémosle hermano X) entabla una larga conversación con el periodista. Las chicas del Atlético se emplean con dureza. El equipo acaba empatando y me pongo algo triste porque de cuatro partidos que las he visto durante la temporada perdieron tres y han empatado éste. La gente se marcha y el periodista me pregunta si puede entrevistarme. Por lo que se ve conoce al hermano X y han estado hablando sobre mí. Yo le contesto que no hablo con la televisión de Bilbao pero el hermano X me convence de las buenas intenciones del entrevistador. Unos cinco minutos de grabación. Iba a salir ya andando hacia Urnieta, que es el primer pueblo tras Hernani, y que puedo entroncar desde aquí, pero el hermano X se ofrece a llevarme. En un principio me niego pero tendré que ir por carretera unos 4 kms., así que acepto.
Es muy buen chaval. Ya le conocía. Me deja casi a la entrada de Urnieta, que dista sólo 2'5 kms. de Hernani. Aquí estoy, por fin, en el puro Camino, y es que lo de ayer y hoy ha sido una mescolanza alocada con el fútbol. Durante seis días sólo pensaré en el Camino. Son casi las dos de la tarde pero no hay problema porque la jornada será corta y llana. Deambulo en dirección sur por la calle principal de Urnieta buscando la primera señal. Ya casi saliendo del pueblo me encuentro con dos senderistas y les pregunto si conocen las señales. Así es, me acompañan y acabarán haciéndolo hasta Andoain. Es una pareja muy agradable y tengo que acelerar mi ritmo para no descolgarme. Ya en Andoain me despido de ellos y me dirijo a un bar a comer algo. Me atiborro de pintxos y me río con la simpatía del camarero, todo ello bajo la mirada circunspecta y altanera de una pareja de policías municipales.
Conocía, desde la carretera que me condujo en otras ocasiones a Donosti, el paisaje que me estoy encontrando: Muy poblado el valle hermanado al río Oria hasta su desembocadura en el Mar Cantábrico. El camino está bien señalizado y piso poquísima tierra. De todas formas las montañas que amparan el valle son igualmente hermosas y el día se hace llevadero. Este mismo paisaje me acompañará hasta Beasain. Pero hoy mi destino es Tolosa y en breve arribo al albergue privado donde pernoctaré esta noche, que se ubica 1'5 kms. antes de llegar al pueblo.
Cerca del albergue me topo con una chica que habla por el móvil, que abandona la conversación al verme, que me pregunta si soy "el sevillano" y que me indica dónde está exactamente la fonda. Está abierta con la llave puesta pero no hay nadie. Dejo la mochila donde puedo y busco un sitio para reposar. La chica regresa y se presenta como peregrina (yo creía que era la encargada del albergue). Cuenta que comenzó ayer en Irún, al igual que yo, y que un aldeano le dijo que un sevillano andaba por delante de ella. De vez en cuando me paro a hablar con la gente que me sale al paso, así que sonrío ante la explicación. Como llevo conmigo información pormenorizada de los sitios de acogidame ofrezco a dársela. Ella sólo lleva un folleto típico de cualquier oficina de turismo, así que paso a relacionarle con gusto la información. Empieza a poner en duda, de manera cortante, todo lo que le estoy detallando pues en su triste folleto no aparece. El cansancio en el Camino es peligroso y conozco muchos de sus síntomas, así que intentaré ser paciente con ella. De momento, y tras darle la información con cucharilla, me doy una ducha y me voy a Anoeta a cenar. El albergue dista 1'5 de Tolosa y 1 de Anoeta. Ella fue a buscar comida a Tolosa y yo, por estar más cerca, me dirigiré a Anoeta.
Ceno relajado bebiendo cañas y comiendo pintxos y acabo enfrascado en una conversación sobre arquitectura romana. De regreso al albergue me percato que olvidé el abrigo. Al hacerlo suelto un taco justo cuando estoy adelantando a dos abuelas en una calle oscura. Las abuelas se asustan y doy la vuelta.
Ya está el encargado en el albergue y le pago los 7 euros estipulados, previa recogida del suelo del dinero que se me cayó ya que voy algo achispado.En el albergue la peregrina está curándose los pies y me asalta a la vista la lozanía de sus muslos. La libido me brinca y salgo a fumar fuera.
Regreso y nos disponemos a acostarnos, ella en una litera y yo en otra. Resulta ser una peregrina veterana y entablamos una conversación risueña y apacible sobre los caminos a Santiago. Poco a poco el sueño nos vence y mi rijosidad se desvanece...
Los bares Ostatu
Esta peregrina sí que respeta el descanso de los demás. Se ha levantado temprano, no enciende las luces y en un santiamén se lleva sus cosas fuera de la habitación y allí prepara la mochila. Son las 6:45 de la mañana y no voy a caminar tan temprano. Al ir hacia el baño medio dormido me pego un rodillazo tremendo contra un banco de madera. La contusión no quiebra mis ansias de caminar. Tranquilamente recojo los bártulos y alcanzo a entregarle a ella el neceser que había dejado olvidado.
Ayer no vi a María. El encuentro pudo haberse producido por la noche pero yo me encontraba extenuado. No pude ver asímismo a su amable marido ni a sus tres preciosas hijas. Una verdadera lástima.
Alcanzo en breve la ciudad tolosarra, que ya me encandiló en otras ocasiones. Disfruto del paseo por sus calles pero las obras hacen que pierda las señales, que no el rumbo, ya que tendré que seguir cauce arriba el Oria. Casualmente un hermano txuriurdin me sale al encuentro y me reubica.
La información de la página de la asociación guipuzcoana está obsoleta ya que el bidegorri que une Tolosa y Alegia por fin está construido. Hay que tener cuidado a la salida de Tolosa y no seguir las señales del Camino: debemos preguntar por el inicio del bidegorri (que por otro lado es bastante visible pues circula por la ribera del río) y gozar del paseo.
Hoy estoy disfrutando de la jornada y, a pesar de no estar cansado, reposo y devoro algo de chocolate cerca de una fuente a la entrada de Alegia. Al reanudar la marcha y seguir la calle principal del pueblo me topo con la peregrina, que se está dedicando a cuidarse los pies en un banco de una plaza. Hago el amago de seguir solo pero me espeta que la espere, que tardará poco. Me place caminar solo pero a veces reflexiono que esta actitud me está asalvajando progresivamente, así que acabo esperándola. Ella explica que acabará pernoctando en Zerain y yo le aviso que yo lo haré más adelante, en Zegama.
Esta jornada es, hasta Beasain, llana, pues discurre por la ribera del Oria y después sube poco hasta el final, así que puedo realizar sin problemas un trayecto de unos 35 kms.
En Legorreta tomamos un refresco al abrigo de la sombra pues hace un calor leve. Ella va demasiado abrigada, se lo indico pero no me hace ningún caso, así que no le repetiré el consejo.
Decidimos almorzar en Ordizia ya que algo gritan nuestras tripas. Casi de milagro encontramos un supermercado abierto y nos comemos sendos bocatas en una plaza. Al explicarle mi periplo futbolero me hace notar que es fiel seguidora del Barça. Mi visión del fútbol, de la política y de la vida en todas sus variantes es bastante radical. Ella hace entrever su liberalismo y doy capotazos cuando el tono se vuelve algo acalorado pues me conozco. No merece la pena discutir cuando uno va buscando la paz.
Hay una recta larguísima que entre edificios cruza Ordizia y Beasain. Me paro a beber en una fuente ya que no paso sin hacerlo por todas las que salen a mi encuentro, ella sigue adelante y no hago por alcanzarla. Poco antes de un cruce de carreteras caminamos, de nuevo, juntos. Existe una flecha amarilla en una señal de tráfico ubicada ascendiendo un puente que cruza una carretera principal, y allá que subimos. Ella duda pero yo la conmino a seguir. Tras pasar el puente hay una rotonda y ningún indicio de señales del Camino. Eso sí, existen unos paneles de carretera que anuncian Olaberria a 1 km. y pico, siguiente pueblo en el trayecto. Ella insiste en reencontrar las señales pero a mí me disgusta ir hacia atrás. El sentido común me advierte que no pasa nada por subir por una carretera sin apenas tráfico y con acera; más adelante reencontraremos las señales. Acaba aceptando mientras refunfuña. Faltando unos 200 ms. un mojón de madera con el relieve en la otra cara denota que el Camino ha pasado por el pueblo y que nos lleva al monte. Nos hemos ahorrado algunos cientos de metros. Decidimos no visitar el pueblo aunque se intuye cierta hermosura en él.
Estamos en alto y las vistas son espectaculares. El paisaje y el tiempo transcurrido sin descansar invitan a una buena tumbada sobre la hierba, aunque amenaza lluvia, pero ella rechaza traspasar ninguna valla. Al fin un prado sin lindes y a disfrutar de la posición horizontal. Liberamos nuestros pies del calzado opresor. Me echaría una siesta pero la climatología no creo me lo permita.
Tras merecido relax tomamos rumbo a Idiazabal, rumbo que acaba en descenso. Antes, ahora y más tarde ella habla en primera persona del plural cuando cita el destino en Zerain, siempre observándole yo que intentaré llegar hasta Zegama.
Cruzamos rápidamente Idiazabal y las señales nos confunden levemente. Mi sentido común me guía hacia una salida pero ella quiere corroborarlo. Le digo que voy a inspeccionar, que no se mueva y que me espere. He acertado y reencuentro la señal. Ella se ha movido y debo volver a buscarla. La rampa que subimos ahora es francamente dura pero la paso sin problemas marcando un ritmo lento pero constante. Como tarda aprovecho para ir al baño que ya toca. Llegamos a un polígono industrial. Las señales de carretera indican que Segura queda a la derecha pero mi instinto me dice que queda a la izquierda. Ya ha empezado a llover. Ella insiste que Segura queda a la derecha. Me acerco a una nave para preguntar y asegurarme y vuelvo a tener razón: Segura queda a la izquierda.
Bajo una parada de autobús, donde me coloco la ropa de agua, ella llama al albergue privado de Zerain. Le comentan que si se llega allí a partir de las 18:30 se debe ir por las llaves al Bar Ostatu. Esto me confunde ya que en Zegama me habían comentado que a partir de las 18:30 había que recoger las llaves del albergue público en cierto Bar Ostatu. Ella asevera con ímpetu que mi información es incorrecta y que es muy posible que en Zegama no haya acogida. Sólo, cuando llamé al ayuntamiento de Zegama, me faltó por informarme si al menos ofrecían colchonetas en el frontón donde me dijeron acogían. Empiezo a darle vueltas al asunto. Pausadamente arribamos a Segura. Me resta algo de fiambre, ella tiene queso y compramos pan para la cena.
La capa de agua da calor y como ha dejado de llover cuando cruzamos Segura me detengo a desprendérmela. Cuando me la quito empieza a llover, esta vez más intensamente. Me la vuelvo a poner algo malhumorado. Ella va unos 200 ms. alante y la veo cruzar una carretera. Cuando estoy en el cruce las señales dirigen recto hacia Zerain, que queda a 1'5 kms.. A la izquierda la carretera conduce a Zegama, que dista 4 kms. Ella sigue subiendo hacia Zerain. Me detengo a intentar reflexionar pero el caos ha ocupado mi pensamiento: Es posible que me haya equivocado... si no me he equivocado es posible que tenga que dormir en Zegama en el suelo y estoy bastante mojado... llevo el pan de la cena de los dos... en un salto estoy en Zegama, sitio perfecto para afrontar a primera hora la subida a San Adrián y llegar al día siguiente, tras machada, al Monasterio de Estíbaliz... en el albergue de Zerain tengo que pagar 10 euros y la acogida en Zegama es gratuita... tengo frío pero no estoy cansado... ¿existirán dos bares llamados Ostatu?. Le pregunto a un peón de carretera y no sabe responderme... demasiada coincidencia... llamé, de eso estoy seguro, al ayuntamiento de Zegama. La lluvia intensa no cesa y no hay sitio para cobijarse y leer la información que porto. Subo un poco. Me paro a reflexionar. Subo otro poco. Me vuelvo a parar a reflexionar... ¡a tomar por culo todo!: Descansaré en Zerain aunque no estoy para nada convencido.
La lluvia arrecia durante la subida a Zerain. Encuentro pronto el Bar Ostatu. Ella está ya allí y me comenta que no me esperaba, suponiendo que había marchado hacia Zegama. El caos sigue aniquilándome neuronas. No estoy bien, se lo hago saber y le espeto que se me pasará. Tengo hambre así que tapeo algo con un par de birras. La camarera me informa que es muy común por estas tierras el nombre de Bar Ostatu, pues ostatu significa en euskera fonda. Entablamos una conversación con dos extranjeras muy lindas pero estoy totalmente ausente.
Ya en el albergue y tras una prolongada ducha empiezo a aterrizar en este mundo. Ella sigue llevándome la contraria en casi todo lo que expongo y se lo hago saber. Desde ahí su mutismo será casi total durante la tarde/noche. Decido ir solo a cenar al bar y reservar la comida que llevo para la mañana y mediodía siguiente. Ella no quiere la mitad del pan y acaba por aparecer en el bar. La conversación es tirante. Aderezo la birras de la cena con algo de aguardiente.
En el albergue de nuevo y presto a la cama, que es una litera muy alta. Dormiré arriba pues le cedí la cama de abajo a ella. Le doy las buenas noches (lo cortés no quita lo valiente) y no me responde. Se queda un rato con la luz encendida, luz que tengo justo encima de mi cabeza. Mañana será otro día y caminaré y pernoctaré SOLO.
Un paseo delicioso y un final inesperado
Ella se ha levantado de nuevo primero y al poco lo hago yo. Mientras acaba por recoger sus cosas bajo a la calle a fumar. Vuelvo a preparar las mías con sosiego. Le ofrezco la mitad de la tableta de chocolate que me queda y la mitad del pan ya que nos espera una subida de casi 900 metros y debemos alimentarnos lo mejor posible. Los rechaza y se marcha.
Se me han truncado mis planes iniciales pero no importa ya que no es la primera vez (ni será la última) que improviso en el camino. Si hubiese llegado a Zegama hubiera intentado acabar hoy en el Monasterio de Estíbaliz, donde los monjes hospedan al peregrino. La distancia hubiese sido de unos 40 kms. (incluyendo la fuerte subida) pero la hubiese iniciado a primera hora de la mañana y fresco, lo demás bajada y llano en la provincia de Araba. Sólo hubiese tenido un problema: llegar al monasterio antes de las 20 hs., que es la hora límite que me pusieron los monjes en previa conversación telefónica.
Llueve intensamente y ya estoy dispuesto a afrontar la etapa reina del Camino Interior Vasco. La pista asfaltada que afronto se disipa prontísimo y durante los 6 kms. que me restan a Zegama pisaré fango en más de la mitad del recorrido, mas empiezo a relajarme pues el paisaje es muy bello ya que la niebla está baja y le da un toque especial a la montaña. Hago una parada bajo un cobertizo para echar humo ya que bajo la lluvia me es imposible hacerlo pues fumo tabaco de liar. Muy empapado y sonriente desemboco en Zegama y decido desayunar algo en el primer bar abierto que encuentro. Leo en un cartel que están preparando un viaje para presenciar el Huesca - Real Sociedad. Me da por preguntar y el camarero es el organizador y me conoce pues le mandé algún correo con motivo de información entre peñas errealzales. Charlo pues muy amistosamente con mi hermano Jesús (que así se llama) y con demás gente del bar y le pregunto a una abuela por la condiciones del albergue público del lugar: Según ella hay colchonetas, así que ayer tendría que haber dormido aquí. Jesús me habla que en Agurain también hay peña de la Real y que allí se celebró el último congreso de peñas txuriurdinak (lo había olvidado). Me da el teléfono de la hermana Irune, el alma mater de la peña del lugar.
En mis planes de hoy está primero llegar a Agurain con tranquilidad, donde no hay hospedaje de ningún tipo, luego ya se verá porque tengo más de una opción:
1.- Llegar a Estíbaliz a pie resultaría temerario porque los kilómetros rondan los 45 con la dura subida de por medio. Me tendría que haber levantado supertemprano y haber andado con prisas durante todo el día para desembocar en Estíbaliz antes de las 20 hs. Es mala opción porque no disfrutaría nada.
2.- Llegar a Agurain e intentar ir en transporte público hasta Alegia (quitándome así 15 kms.) y de ahí llegar a pie brevemente hasta el monasterio. Al día siguiente regresaría en transporte público hasta Agurain y desde ahí seguiría a pie hasta Vitoria/Gasteiz o más allá.
3.- Llegar a Agurain, ir en transporte público hasta Gasteiz, dormir en el albergue juvenil, que cuesta 18'5 euros, y regresar al día siguiente para hacer todo el recorrido a pie.
Estas son las opciones pero intentaré olvidarme de ellas hasta que llegue a Agurain porque estoy dispuesto a disfrutar de la jornada. Y estoy disfrutando, y de lo lindo, aunque la lluvia no cesará hasta casi acabado el trayecto.
Salgo de Zegama por carretera subiendo un poco durante unos 2 kms. Aquí tengo ya el desvío. Las rampas comienzan a ser duras pero me encuentro bastante bien. Al poco alcanzo a la peregrina y le indico que si le falta agua durante la subida no dude en beber directamente de cualquier chorro que emane de la montaña pues no hay ningún riesgo en ello. La paso inmediatamente. Sin prisa ni pausa. Me sigo encontrando estupendamente mas decido al rato descansar ya que me entras muchas ganas de fumar. Antes de hacerlo como bastante chocolate, todo ello acurrucado bajo el hueco que forma un saliente en una gran roca pues no para de llover. Ya los pulmones respiran aliviados al volver a su estado natural, o sea, la suciedad, y continúo los duros repechos. Se quejan ahora pero es lo que hay. Subo, subo y subo e incrédulamente me topo con un poste que me señala que sólo me quedan algo más de 2 kms. hasta la cima. Sigue lloviendo y pies para que os quiero. Disfruto como un niño de las espectaculares vistas y de la tonalidad de colores que me ofrece el bosque. Me topo con un grupo de mejicanos operarios de monte y hablo algo con ellos obligado más que nada por la cortesía, ya que aquí, bajo la lluvia y solo subiendo con bríos esta bellísima montaña, estoy más allá de las nubes que me rodean.
Me sale al paso la ermita del Santo Espíritu. Ello quiere decir que... ¡sí, ya está allí abajo el refugio y arriba el túnel de San Adrián!. En los últimos 2 kms. la subida no ha sido dura y se puede decir que he llevado alas en los pies. Hay que gozar del momento y me paro brevemente para contemplar todo.
Ya alcanzando el túnel y cuatro personas vienen desde él. Les pido que me hagan una foto (algo rarísimo en mí) con el túnel a mi espalda. El túnel es un buen sitio para comer pues tengo hambre y es un lugar protegido de la lluvia, pero me queda algo de subida y se me apetece culminarla. Salgo del túnel y me encuentro con la calzada medieval muy bien conservada. Ahora cae aguanieve. Continúo la subida intentando no pisar la calzada pedregosa, que resbala, e ir por los márgenes con hierba. Culmino el ascenso, atrás queda Gipuzkoa y saludo a la provincia alavesa. Tengo bastante hambre pero el aguanieve continúa y no hay ningún sitio donde cobijarse en el bosque. Toca descender y buscar algún lugar seco. Los senderos se convierten en una ancha pista forestal de tierra que desemboca en otra asfaltada. Sigo teniendo mucha hambre y decido comer bajo un árbol que nace de una roca y que creció haciendo en su base una especie de ele. Bajo el árbol cualquier movimiento no estudiado supone mojarse. Devoro el bocadillo de embutido de cabeza de cerdo más exquisito del mundo aunque sea con pan de la anterior jornada. Un merecidísimo cigarro.
Continúo el descenso por la pista asfaltada pero no percibo señales del Camino en un largo trecho. Quizá haya obviado algún camino señalizado que nace de aquélla. Sigo bajando la montaña y un coche también viene desde ella. Le hago señas para que pare. Resulta ser un montañero vitoriano que va acompañado por un litro de cerveza Keller y que escucha el directo del grupo madrileño Burning. Excelente encuentro. Me explica que va hacia el pueblo de Araia por esa carretera. Pienso entonces que me he desorientado y le pido que me lleve hasta Araia (aunque él sigue hasta Gasteiz y podría aprovechar la coyuntura). Desde allí llegaré como sea a Agurain. Le echo un buen trago a la cerveza y a unos 500 ms. nos encontramos con un cruce: Araia a la izquierda y Zalduondo (mi próximo destino) de frente. No me había desorientado, sólo que en ese tramo no han puesto señales de recuerdo, que siempre calman el espíritu. Me bajo, le doy las gracias y continúo. Avanzo unso 50 metros y me sale al encuentro un personaje muy curioso bajo la intensa lluvia. Me pregunta si no vislumbré por mi camino a tres yeguas primero y después a dos mulas, todas descarriadas. Ni idea. Nos despedimos fraternalmente. Me encuentro en la Llanada Alavesa y muy pronto estoy en Zalduondo.
Al atravesar Zalduondo me desoriento un poco y le pregunto a una pareja de ancianos. Son hermanos y muy simpáticos. Ella, muy pequeñita y con gafas de culo de botella, me acompaña pizpireta y jovial hasta el puente medieval a la salida del pueblo que afronta la carretera hacia Agurain. Un encanto de mujer.
Toca carretera. Si no hay remedio... A la lluvia le ha salido un novio: El fuerte viento. La capa no para de hacer cabriolas y la mochila se moja en parte. Decido acelerar el ritmo y pronto llego a Ordoñana, último núcleo antes de Agurain. Allí me tumbo bajo el pórtico de la iglesia. En el móvil tengo una llamada perdida, llamada que debí recibir tres horas antes: La peregrina. Quizá esté en apuros pero han pasado ya tres horas. Aún con la conciencia intranquila decido pasar absolutamente de ella.
De nuevo sobre el asfalto y tras esfuerzo final arribo al fin a mi destino de hoy: Salvatierra/Agurain. Lo primero que hago es preguntar por las estaciones de tren y autobús. De camino a la segunda me encuentro con un bar cerrado. Más alante uno abierto: Bar Mandrágora. Obligado receso. Me pongo hasta las cejas de magdalenas mojadas en leche caliente y, por fin, me desembarazo de los pantalones de lluvia, que me han hecho sudar de lo lindo.
Entablo una conversación, a la postre crucial, con el camarero/dueño del bar. Mi intención es marchar pero insiste que los padres claretianos del pueblo han acogido a más de un peregrino. Me insta a visitarlos y pedirles hospital. Allí que se dirigen mis pasos pero un novicio me ruega que vuelva en dos horas pues el encargado no se encuentra. Regreso al bar y el dueño me insta esta vez a preguntar en la casa parroquial a ver si allí se encuentra el padre. No tengo suerte y otro padre me da largas. Regreso al bar y pido una cerveza con un pintxo. Para hacer tiempo llamo a la hermana Irune con intenciones de conocerla en persona. Le explico mi situación y me dice que espere, que me telefoneará en breve pues ella trabaja en el ayuntamiento y hará un par de llamadas.
El dueño del bar es una persona majísima. Irune me llama contándome que en una pensión hacen descuento a los peregrinos (15 euros la noche), que intentará solventarme lo de los padres claretianos y que se presentará en el bar en veinte minutos. El bar es ya mi casa e Irune aparece. La solución que ella plantea es que la acompañe a la sede de la peña pues allí quedó con otros dos peñistas para hacer la contabilidad de la sociedad, que uno de los dos peñistas conoce al padre en cuestión y que después él se presentará conmigo ante éste.
En la peña me invitan a una cerveza y reposo mientras ellos se dedican a las cuentas. No sólo me acompañará el hermano Ernesto sino también su hijo. Me conducen hasta mi posible morada y convencen al padre para que me dé acogida. He quedado con Irune en regresar a la peña para picotear algo con más peñistas pero el padre me ofrece una sopa caliente y se gana inmediatamente mi simpatía. Ya son casi las 21 horas, estoy sintiendo el cansancio y necesito recogida. Me disculpo ante Ernesto e hijo y quedo al amparo de La Iglesia.
Me dan de comer la sopa, bacalao en salsa que sobró de la comida que ofrecieron al obispo y una pera inmensa. Soy feliz y agradezco la acogida. Charlo animadamente con el padre mientras devoro y al acabar me enseña las duchas y el lecho donde he de descansar. Acto seguido se retira. Ducha y cama benditas. Hasta mañana.
Camino truncado
Otro día que me tengo que despertar antes de las 7. Es los caminos donde coincido con más peregrinos en los albergues suelo levantarme y despedirme el último. Me gusta descansar. Además, me gusta pasar las jornadas en el Camino y acabarlas bien entrada la tarde. La inmensa mayoría de caminantes se levanta temprano y acaba su misión a la hora de comer o poco más allá. Para mí no tiene sentido llegar a un pueblo, pongamos de doscientos habitantes (hoy no es el caso), y estar todo el día aburrido. Prefiero, por ejemplo, levantarme a las 8, partir a las 9 y acabar a las 19, ése es el horario casi ideal para aprovechar todo el día: te levantas, caminas, llegas, te duchas, te das una pequeña vuelta por el lugar, cenas y te acuestas. Es tan simple como eso.
Pues hoy me he levantado temprano porque he quedado a desayunar con Irune. Como no me fui a cenar con ella y con los demás peñistas no he podido rechazar su invitación al primer yantar. Al despedirme del padre benefactor pretendo entregarle un donativo pero lo rechaza. Ella viene a recogerme y mantenemos una charla más bien seria sobre la situación del club de fútbol que nos une. Irune ha sido un ángel de la guarda en mi paso por su pueblo y le estoy muy agradecido.
Pretendo acabar el día en La Puebla de Arganzón, unos 46 kms. llanos de distancia. Si me encontrase algo cansado a la entrada de Gasteiz cogería el autobús circular para quitarme el tramo capitalino que, además, no me apetece afrontar. Cuando estoy en el Camino las grandes urbes me desquician.
Se sale de Agurain en dirección a la autovía entre un polígono industrial hasta que pasamos por debajo de aquélla. Inmediatamente desembocamos en la primera pista parcelaria de este ramal. ¿Cuántos kilómetros habré ya recorrido por estas pistas? Miles.
Me entran ganas de ir al baño nada más sentirme en el campo. Soy una persona que hace de vientre en cualquier lado, no tengo problema en ello. Hacer las necesidades en mitad del campo tiene un componente de aventura intrínseco e insoslayable. Recuerdo a mi pesar aquellas ganas irrefenables en aquellos campos castellanos de pura siembra y de caminos muy concurridos, aquellas odiseas paa encontrar un lugar recóndito inexistente. Estoy muy cerca de la autovía pero un cañaveral me sirve de parapeto.
Disfruto de la hermana parcelaria y ya estoy en Gazeo, donde saludo a un par de aldeanos. Desde aquí hay que afrontar un tramo de unos 200 ms. de carretera para tomar a la derecha, antes de un puente, y regresar a las parcelarias. En Ezkerekotxa descanso un poco y entablo una conversación con un par de pintores. Mientras como la última onza de chocolate me percato de un craso error que he cometido: No llevo provisiones para la jornada. Y es que desde Agurain hasta Gasteiz no hay nada para aprovisionarse salvo en el pueblo de Alegría, que queda fuera de ruta. La información la poseo pero he olvidado consultarla. Una abuela me confirma la información intentando, y no consiguiendo, hacer callar a sus escandalosos cuatro perros. El detalle me desconcierta porque la distancia programada, ya algo extensa, se va a tener que prolongar necesariamente.
Continúo la marcha por caminos muy solitarios y llego a un cruce no señalizado: O se pasa la vía del tren, que queda a mi izquierda, por un puente peatonal, o giramos a la derecha. Tomo por azar el camino a la derecha y unos 200 ms. más allá reaparecen las señales. Tras andar otros 200 ms. distingo a lo lejos Alegría y me da por observar si el camino que hubiese tomado pasando el puente desemboca allí. No se percibe nítidamente pero es casi seguro que sí. ¿Y si deshago el camino para ir a Alegría? De repente una mancha avanza pausadamente hacia el puente y parece que lleva mochila: ¡La peregrina! Casi sin querer mis piernas caminan solas y rápido. No tiene sentido acelerar porque mi zancada es más larga que la suya, así que continúo a mi ritmo. Algo más alante arribo a una carretera que conduce al pueblo, calculo que a 1 km., pero en lontananza, y supuestamente a la vera del camino, percibo unas edificaciones. Me la voy a jugar para no discurrir por carretera. Paso la ermita de Ayala y en breve una señal me indica que Alegría queda a mi izquierda y Elburgo de frente. Mis tripas llevan un rato cantando ópera así que tengo que desviarme. Me la jugué arriesgándome a que algunas de las edificaciones albergaran un bar o una tienda pero, tras pasar por un puente sobre la vía férrea, me encuentro con la estación, un polígono industrial y tres o cuatro edificios sin servicios. ¡Qué hambre! Me dirijo hacia el pueblo y pregunto por una tienda, que quedará a unos 500 ms. del desvío. Tanto parece que disfruto del bocadillo y de los pasteles que todos los que pasan al lado del banco donde estoy ubicado me desean buen provecho con sonrisa rotunda. Quizé he comido demasiado deprisa y el estómago protesta algo (siempre lo he tenido quejumbroso).
Regreso al Camino sin haber percibido rastro alguno de la peregrina y me empiezo a encontrar bastante cansado. Debo reposar en Villafranca. Llamo a mi hermana Aitziber para saber si está en Gasteiz y poder verla. Aitziber es la mujer más guapa de Vitoria y lo es, cómo no, porque es de la Real. Ya me cobijó una vez en su casa pero no quiero abusar, así que sólo la llamo para verla. Sale de trabajar a las 17 hs. y es posible que podamos vernos.
Rumbo a Argandoña y ya en el pueblo tres perros callejeros me quieren aguar la fiesta. Ya en este camino he tenido que poner en el hocico a dos o tres perros el bordón que me sirve de apoyo y defensa. Sólo, en todos mis caminos, he tenido que castigar a un perro, y fue porque cuando al acariciarle la cabeza giró el cuello con la inicua intención de morderme la muñeca. Estos cabrones de ahora me atacan por varios frentes y apuntísimo estoy de darle un bordonazo serio a uno de ellos, pero me freno muy al final. Cuando consigo pasar sin haber usado la violencia, a unos 20 ms. me salen casi al paso otros dos, pero aunque ladran y enseñan los dientes sólo tengo que flanquear la marcha.
Sigo encontrándome bastante cansado. A la izquierda hay una carretera a unos 50 ms. y pasan muchas motos en la misma dirección. La circulación está parada y los coches están sobre los arcenes. ¡La vuelta ciclista a Euskal Herria! No me da tiempo a saludar a los campeones y ha sido por medio minuto. Estoy en Askarza y me tumbo sobre un fardo de paja que está calentito. El cansancio me indica que hoy no voy a poder realizar los 46 ó 40 kms., así que mando un mensaje a mi ángel de la guarda en Agurain para corroborar si hay acogida en Berantevilla. Debo cambiar mi plan: Llegaré hasta Gasteiz, de ahí cogeré un bus hasta La Puebla de Arganzón, donde hay albergue de peregrinos, al día siguiente regresaré a Gasteiz, asímismo en bus, temprano, y continuaré a pie hasta Berantevilla. Es lo mejor para ahorrar un dinero que no me sobra en absoluto.
Desde Askarza hasta Arkaia el Camino primero transcurre por dos carreteras. Unos 2 kms. por una bastante concurrida y otros 500 ms. por otra comarcal. Tras ello tomamos a la derecha una pista parcelaria. Antes de llegar a Arkaia debo descansar otra vez. No, no me encuentro bien. Quizá estoy pagando el esfuerzo de ayer, y digo quizá porque fue duro, pero otras veces, y tras jornadas también duras, no me encontré tan agobiado.
En Arkaia gozo de una representación original: Los niños han adornado el pueblo con monigotes surrealistas para celebrar la Semana Santa. Ya queda muy poco para la capital alavesa.
El paso hacia los primeros edificios de Gasteiz se ha complicado por unas obras ingentes. Pregunto por la situación de la estación de autobuses y allí que me dirijo para coger el transporte hasta Argantzun. En la estación he quedado con Aitziber, que sólo podrá estar conmigo un ratín pues debe irse inmediatamente de vacacciones. Ya ante su bella presencia me cuenta, entre otras cosas, que ella no podrá asistir al partido Eibar - Real Sociedad, que es dentro de tres días y al cual acudiré, y que Gorka, un hermano alavés común, se lo está pensando porque no le gustaría ir solo. Ya le avisaré para ir juntos. Tras despedirme de Aitziber sólo tengo que esperar una media hora el autobús.
En Argantzun me dirijo sin demora al Bar Ansotegi, donde parece ser entregan las llaves del albergue. Me hace una ilusión tremenda porque tiene el mismo nombre que el jugador de mi equipo al que va dedicada esta crónica, el sin par Ion Ansotegi. Una camarera rumana desconoce totalmente la existencia de las llaves y un parroquiano busca al dueño, que resultará ser el hermano Ricardo Ansotegi, casualmente errealzale también. Le enseño la camiseta que llevo en la mochila con su apellido en la espalda y entablamos fraternal conversación. Me explica que allí no dan las llaves, que las tiene Vicente, pero que referencian el bar porque Vicente se pasa casi todo el día allí. Pues Vicente no está, van a buscarlo y no lo encuentran. Sigo bastante cansado pero tengo que aguardar, así que me tomo unas birras para hacer más llevadera la espera. Aparece Vicente con un perro que le dejaron en custodia previo pago. Me despido de Ricardo y Vicente me conduce al albergue. Es un personaje bastante peculiar, me enseña cada rincón del albergue e insinúa sutilmente las propinas que le han dado pretéritos peregrinos. Parece algo retrasado, yo me hago el retrasado y se va sin propina. Le conmino, sin embargo, a vernos en el bar más tarde para convidarle a alguna cerveza.
En el albergue estoy solo: Perfecto. Me doy la gran tumbada ya que sigo encontrándome mal y, tras ello, me voy al mesón Palacios a cenar en condiciones pues debo recuperar fuerzas para el día siguiente. El menú cuesta 10 euros. La comida no es buena y la degluto por obligación. Menos mal que la acompaño con un litro de tinto con gaseosa.
Regreso al albergue y estoy peor. Reviso los horarios de autobuses hacia Gasteiz y el primero es a las 7 y pico, siendo el segundo sobre las 10. Otra vez tengo que levantarme antes de las 7 y eso significa no descansar en condiciones por sexto día consecutivo. Le doy vueltas y más vueltas al asunto y decido no regresar a Gasteiz y continuar la marcha desde aquí. Me violenta muchísmo no poder realizar el Camino completo pero mi estado físico me obliga a ello. No transitaré desde Vitoria hasta Argantzun, unos 19 kms. No consigo dormir bien y he de levantarme para vomitar. El despertador lo he puesto a las 8.
Al amparo del hermano sol
No he dormido todo lo que hubiera deseado pero, al menos, he permanecido 9 horas en posición horizontal. He tenido que echar el colchón en el suelo al ser la cama demasiado blanda. Alguna pesadilla fastidió la noche y el cuerpo amanece aún algo descompuesto. Me doy la ducha que no me di ayer por pereza. Recojo los enseres pausadamente. Me da vergüenza encontrar a Vicente ya que ayer no fui a verlo al bar por flaquearme las fuerzas. Estoy aún cansado y ni siquiera me apetece dar explicaciones. Me gustaría comprar algún pastel en el pueblo pero decido ir Palacios a desayunar tras dejar un donativo en el albergue. Palacios está a las afueras y a 50 metros del albergue. Sólo hay que cruzar las vías del tren y la N-1, hoy día sin apenas uso por la construcción de la autovía. Me obligo a comer dos inmensas magdalenas con leche y ya estoy, de nuevo, en el Camino.
Durante los dos primeros kilómetros ando sobre la N-1 mientras, a mi izquierda, infinitud de vehículos circulan por la autovía. Hoy no está nublado y esto me reconforta. Cruzo la autovía por abajo y camino paralelo a ella durante otro kilómetro, más o menos, desembocando en la carretera que sube hasta Burgueta. La subida se me hace llevadera y me estoy encontrando mejor. El pueblo me gusta, y mucho, y se lo hago saber a un paisano. Acabo dialogando con él un rato y me enseña la iglesia, la piscina pública y los servicios públicos, donde aprovecho la coyuntura. Pertenece a la Asociación del Camino de Miranda de Ebro y me cuenta que en caso de necesidad acogen al peregrino en una dependencia anexa a la iglesia. Para ducharse está la piscina. La conversación ha sido provechosa y me despido de él con gratitud.
Salgo de Burgueta retomando el piso de tierra. Estoy sobre un alto y las vistas son hermosas. A veces son hermosas también las estelas que dejan los aviones y sus confluencias en el cielo, y hoy lo son. El sol, ese hermano benefactor, por fin brillará e iluminará mi espíritu durante toda la jornada.
Ya desciendo a Estavillo y me salta al encuentro juguetón, de repente, tras una curva. Allí descanso un rato y me presto a continuar intentando no equivocarme en la bifurcación de caminos. No hay problema porque está bien señalizado: De frente a Armiñón y hacia la izquierda hacia La Rioja, teniendo como referencia el peaje de la autopista en lontananza. Sobre una pista parcelaria voy llegando poco a poco al peaje y, tras él, me distancio de esta última. El sol ya calienta y, por primera vez en la ruta, marcho solo con la camiseta como prenda superior. Hasta me sobran los pantalones de pana que no permuto por los cortos por dejadez.
La pista parcelaria sube y baja y hace entretenida la marcha hasta Berantevilla, donde debo parar para almorzar ya que me queda muy poco chocolate como única vianda.
Con bastante hambruna entro en el bar/tienda de la plaza de Berantevilla. Devoro un bocadillo de jamón mientras converso con los parroquianos. Aviso a la persona pertinente de que no pernoctaré aquí, ya que quedé con él en hacerlo.
Retomo el Camino en subida, buen asunto aunque pesado para hacer una pronta digestión. Dos chicas pasean unos 100 ms. por delante mía. De vez en cuando giran la cabeza. Yo a mi ritmo. Ya casi en lo alto dan la vuelta y al poco nos cruzamos. Son feúchas y me sonríen muy amigablemente. La que pasa cerca mía va en camiseta y se le intuyen dos pechos bien contorneados y turgentes. Me quedo sin habla ante la sugerente vista y balbuceo un saludo. Gustoso me quedaría charlando un rato con ellas pero esas maravillosas ubres han nublado mi raciocinio.
De repente la pista desemboca en un terreno arado. Sé que voy por el sitio correcto así que subo monte a través y ya arriba vislumbro la continuación. Muy probablemente un listillo ha usurpado el camino público. Desde el camino retomado desciendo paulatinamente hasta Zambrana. Una flecha traidora pintada en un depósito me manda hacia la derecha estando el pueblo a la izquierda. Pregunto a un agricultor, quien se extraña de la flecha ya que debo atravesar el pueblo. Asímismo me indica que no vaya por el camino que pasa al lado de un molino derruido, que suba en dirección hacia otro pueblo que veré en lo alto a mi izquierda y que, antes de llegar a él, tome a la derecha otro camino que me conducirá hasta Salinillas de Buradón. Sigo las indicaciones del Camino y desemboco en el molino derruido. Tras él debo afrontar un par de kilómetros de carretera transitada, aunque con amplio arcén, teniendo a mi derecha al generoso Ebro, así que antes de hacerlo me doy una gran tumbada sobre la hierba amparado por la sombra. Ya sobre el asfalto y por fin llego a un desvío a la izquierda en forma de pista terrosa que me guía en ascenso hacia Salinillas. Un águila campea muy cerca sobre mi sorpresa.
Aconsejo al futuro caminante se informe bien en Zambrana para tomar el camino que me sugirió el agricultor y ahorrarse el tedioso tramo de carretera.
Salinillas es un pueblo parcialmente amurallado. Su entrada principal consta de un arco en la muralla acompañado de una generosa fuente con agua fresquísima. Allí reposo holgadamente y como con fruición una inmensa pera que adquirí en Berantevilla. Nada más entrar al recinto una casa rural nos saluda. Tenía información de que allí se puede pernoctar y voy a corroborarlo: Tienen un dormitorio con literas y duchas dedicado expresamente a los peregrinos y cobran 10 euros por persona.
Me toca subida y puro monte, así que encantado. Las primeras rampas son duras pero se pasan en breve. En algunas bifurcaciones no existe señalización del Camino pero sí marcas de un GR que coincide con él, así que me guío mayormente por estas últimas. La información que llevo es que la bajada es asaz peligrosa pero a mí no me parece tanto, quizá sí para ciclistas temerarios pero para pedestres en absoluto. Sólo hay que zigzaguear de vez en cuando para no castigar excesivamente las rodillas. He de decir que el límite de Araba y La Rioja lo acabo de franquear, así que ya he traspasado la segunda provincia de la ruta.
Toda la subida y toda la bajada la he recorrido sin descansar y, por fin en llano, me tumbo sobretodo para relajar los no alarmantes quejidos de mis rodillas.
Briñas es un bello pueblo y lo recorro con placer. El Camino me lleva casi con inmediatez a un paseo ribereño del hermano Ebro. Durante algo más de dos kilómetros deambulo enamorado del cauce abundante y brioso del río. Doy las buenas tardes (aún en euskera por inercia) a "los hermanos y hermanas Dalton", ya que me cruzo primero con tres hombres alineados según altura de derecha a izquierda, y luego con tres mujeres de la misma suerte y disposición. Seguramente serán tres matrimonios y me corroe la duda de quién será el consorte de quién.
Un puente romano en rehabilitación me hace cruzar el Ebro y ya muy poco queda para acabar la jornada, apenas 1 km.. Nada más entrar en la urbe de Haro cuatro peregrinos en bici me pasan haciendo el amago de pararse a consultarme algo. Los saludo efusivamente y siguen su camino.
Debo hacer de tripas corazón porque, según la información que porto, he de pedir las llaves del albergue a la policía municipal. Pregunto a gente del lugar por la comisaría y por el albergue y me comentan que cada uno está en una punta diferente del pueblo, mas el ayuntamiento me queda de camino al albergue. Es Jueves Santo y me arriesgo a encontrarme a algún municipal rondando el ayuntamiento. Así es y me dan un teléfono refiriéndome, asímismo, que cuatro ciclistas ya van para allá. Me dirijo pues, sin llamar, al albergue. He de atravesar la extensa ciudad y, al fin, doy con el albergue. En él un hospitalero está recibiendo a los cuatro ciclistas y a dos peregrinas a pie. Los primeros han comenzado hoy su camino y vienen de Durango, las segundas son navarricas y parten desde aquí. Los vizcaínos me ceden el paso a la ducha ya que están aún liados con las bicis. Uno de ellos es de la Real. Tras el exquisito riego de mi cuerpo me visto y me voy solo a un bar para trasegar un par de birras. He quedado para cenar con los ciclistas y cuando regreso justo partían. El hospitalero les ha cobrado 4 euros mientras yo estaba en la ducha y se marchó con prisas.
El centro de Haro está muy concurrido y hay una procesión. Todos los años por estas fechas huyo de Sevilla para no encontrarme con ninguna pero en tierras extrañas siempre acabo por toparme con alguna. Los ciclistas son majísimos y tras tomar un par de vinos nos vamos a cenar pasta a una pizzería. Devoramos mientras me cuentan que ninguno de ellos ha superado nunca en bici los 60 kms. Hoy han recorrido 90. Además me divierto con las peripecias de una bici que ha pinchado cuatro veces y que han tenido que reparar de forma inverosímil. Ellos encantados. Divina juventud.
De vuelta al albergue con parada de bar obligatoria. En éste nos aprovisionamos asímismo de algunas latas de cerveza. Uno de ellos no para de fumar porros, me ofrece y rechazo. Éste, que es del Athletic y con el que ya he discutido amigablemente pero sin concesiones, me regala una txapela y yo le regalo una gorra. Además me informa que tiene un amigo que irá a ver a la Real en Eibar preguntándome si quiero que le avise para que me adquiera una entrada, ya que aún no tengo confirmado nada. Al poco me llaman desde Donosti diciéndome que ya está todo resuelto y le agradezco el detalle al hermano athleticzale (= del Athletic).
He de decir que llevábamos la única llave del albergue y que habíamos quedado a las 10 en él con las navarricas. Íbamos algo retrasados y las llamamos para prevenirlas. Sin problemas porque ellas estaban de vinos con unos amiguetes. Llegan a las 11 y pico algo achispadas. Hay que vivir que son dos días.
Sobre la medianoche nos vamos al catre todos, ellas a una habitación y nosotros a otra.
Un final pasado por agua
No suelo buscar información sobre predicción metereológica porque muchas veces falla. Si me llueve en el Camino me coloco los impermeables, si hace frío me abrigo y si calienta me desembarazo de prendas. Así de simple. Hoy ha amanecido lloviendo intensamente confirmando las palabras de los ciclistas, que sí se informaron.
Nosotros cinco nos levantamos a las 8 y al desentumecernos vemos que las peregrinas ya están preparadas para partir. Tengo algo de diarrea y la lluvia continúa, así que fumo con desesperación (mi habitual laxante matinal) para ir al baño y vaciar mis intestinos, ya que hacerlo bajo la lluvia es una tarea francamente fastidiosa.
Una leve resaca planea sobre mi entendimiento y voy de acá para allá muchas veces sin recordar el destino. Decido esperar a que llueva un poco menos fuerte para salir al Camino. En la cocina hay tres magdalenas gigantes. Pregunto a los ciclistas si son de ellos. No es así y como están frescas las ventilo con calma. Poco a poco recojo mis cosas, me despido de mis ya cuatro hermanos y comienzo a caminar bajo lluvia fina.
El albergue está, como dije, en la periferia de Haro, y en un momento dejo la plaza de toros a la derecha y me encuentro con el primer tramo de carretera. Llueve más intensamente. El final de mi camino voy a tener que trabajármelo y esto me envalentona. A unos 2 kms. hay que tomar a la derecha para afrontar una pista parcelaria. Está ahora muy enfangada pero la sigo. Al rato la pista me devuelve a la carretera y me doy cuenta que he deambulado por tres caras de un rectángulo que se completan con aquélla. Si lo hubiese sabido habría continuado por asfalto porque el fango me llega ya hasta las rodillas. Ahora la pista va paralela a la carretera unos 200 ms., paso por un puente a la izquierda, que la salva, y regreso otros 200 ms. Mi enojo es total ya que los que han señalizado han abusado del celo en la seguridad. Con cruzar la carretera al desembocar la pista en ella me habría ahorrado 500 ms. A lo lejos diviso Zarratón.
Ahora ando de nuevo por pistas no tan embarradas como antes pero continúo salvando charcos acá y acullá. Por supuesto sigue lloviendo. Los últimos cientos de metros discurren sobre hierba y, por fin, culmino los primeros 6 ó 7 kms., todos ellos realizados sin poder descansar ni fumar por motivos pluviosos.
En el pueblo los bares que me voy encontrando están cerrados. Acabo preguntando y debo retroceder algo y descender por una leve maraña de callejas. En la puerta del bar hay por lo menos cincuenta cazadores y dentro hay gente pero no tanto, incluyendo las dos peregrinas. Cuando estoy desayunando por segunda vez en el día deja de llover. Me siento en su mesa y coincidimos en el absurdo de aquellos 500 ms. extras. Me explican que en Santo Domingo han quedado con otra amiga que viene caminando desde Irún... ¡la peregrina! Ésta me había comentado que iba a andar sola la primera semana pero que en Santo Domingo iría acompañada. Coinciden las demás descripciones posteriores. Ahora mismo está arribando a Haro. Les cuento lo necesario de nuestra convivencia.
Cuando salimos al exterior empieza a llover. Me adelanto algo de ellas porque prefiero estar solo aunque parecen majas. Sigo sorteando charcos. A unos 2 kms., y tras pasar entre tres caseríos, hay un cruce en forma de x. Sobre un canalón existe una flecha que no se percibe bien por la tierra que la cubre. Intento apartar la tierra con el pie y la empeoro porque impregno todo de barro. En una esquina hay un poste de hierro con una flecha truncada. En otro canalón existe otra flecha que apenas se vislumbra y que me manda hacia la izquierda en dirección a un pueblo en alto (San Torcuato). Las peregrinas están cerca y las aviso para que tomen esta dirección. Inicio la subida y me giro a ver qué hacen ellas. Se paran, igualmente, a inspeccionar concienzudamente las señales y... siguen adelante. Ya en el pueblo vuelvo a girarme y las veo regresar y tomar mi dirección. Pregunto a un abuelo y me dice que la dirección correcta es, en el susodicho cruce, seguir recto y no traspasar el pueblo, pero ya que estoy aquí puedo continuar por carretera hasta Bañares. Al menos en asfalto camino ligero ya que no me hundo en el barro.
Con nuevos bríos llego a Bañares. Introduzco mi persona y mis enseres en un bar donde me deleito con un par de pintxos del lugar. Cuando ya me estoy yendo emergen las dos peregrinas, quienes han hablado con el mismo abuelo en San Torcuato. Percibieron que la flecha de hierro truncada estaba cortada por una punta que dirigía recto, así que obviaron mis indicaciones, pero dudaron pues yo les había hecho señas contundentes para que me siguieran y acabaron haciéndolo. Les pido disculpas pero me calman espetando que también han agradecido deambular sin fango durante un trecho. Van a esperar en el bar a la peregrina y yo me despido definitivamente.
Diluvia en mis últimos kilómetros del Camino. He de ganarme la meta. He caminado aprisa durante el final porque inconscientemente quiero llegar antes de las 15 hs. a la estación de autobuses. No tengo ni idea de los horarios de autobuses hacia Logroño, pero no sé por qué acelero para llegar antes de esa hora. Bueno, una explicación sí que es evidente: Estoy bastante calado y se me apetece acabar cuanto antes. Las botas impermeables han hecho su trabajo pero no hacen milagros.
En la ciudad veo a peregrinos, a más peregrinos y a más peregrinos. ¡Oh, no!, la marabunta del Camino Francés. Tomo, bajo el riesgo de estropear el móvil, pues sigue diluviando, la última foto del Camino: La catedral. Hoy hice poquísimas fotos por tal motivo. Me sale al paso el albergue de peregrinos. Decido sellar la credencial para recordar mi paso pero hay una cola ingente de peregrinos. ¡A la estación! Ya en ella y son las 14:45. Un bus va a partir, pregunto y va hacia Logroño... ¡hurra! Sale a las 15 y sonrío con mi extraña intuición. De camino a Logroño veo a peregrinos por doquier. No hay nada mejor como recorrer kilómetros en solitario y me alegra sobremanera haber afrontado este ramal.
En Logroño sólo tengo que esperar 45 minutos para tomar el bus hacia Donosti... ¡hurra! Tenía planeado acabar de caminar el viernes a la hora de la comida para poder estar en Donosti a la tarde o a la noche, todo ello para poder pasar el máximo tiempo posible en Eibar al día siguiente. Voy a llegar a las 19 hs. a Donosti: ¡Perfecto!
Ha nevado y está nevando en Gipuzkoa. Las vistas son espectaculares desde el autobus y recreo mi espíritu como un niño pequeño.
Había quedado con mi hermana Katrin, alemana Erasmus en Sevilla y turista hoy en Donosti, para pasar la tarde, pero no puede porque tiene verbena en Hondarribia. Otra opción es llamar a mi hermano Mikel y cenar con él. Ya en mi destino de la jornada me dirijo a casa de mi hermano Lartaun, donde me acogerá hoy y mañana. Tras prestarme unos calzoncillos limpios me ducho y me invade el cansancio. No saldré hoy. Lartaun y su novia irán a cenar con unos amigos. Salgo a cenar a un chino pero no sirven menús por la noche, así que acabo comiendo el típico bobadillo de lomo, pimientos y queso atiborrándome de cerveza. El camarero luce sudadera txuriurdin y el estadio de Anoeta está a 100 metros. Huele de nuevo a fútbol.
Un ex-consejero del club me manda un mensaje diciéndome que he salido guapo y que mañana nos veremos en Eibar. No sé a que se refiere y regreso a casa. En ella uso el portátil que gentilmente me ha dejado utilizar Lartaun. En un foro internauta de la Real anuncian que he salido en el teleberri de la ETB. Acaban de emitir la entrevista que me hicieron el sábado pasado. Me la he perdido. Me he perdido igualmente un partido de la Real femenina. No sabía que habían jugado hoy viernes a las 17 hs. Si hubiese conocido la fecha del evento me habría levantado muy temprano para poder estar en Zubieta.
No me acuesto tarde porque mañana será la jornada más dura de todas mis vacacciones: Fiesta futbolera en Eibar.
He quedado con mis hermanos Josetxo y Ainhoa a las 11 en los aledaños del estadio de Anoeta. Desde ahí partirán dos autobuses hacia Eibar. El despertador lo he puesto a las 9:30 pero me desvelo a las 7 (la impronta del Camino). Hago tiempo por la casa y al fin me afeito, ya que desde Sevilla no lo he hecho. Beso el escudo impreso en la camiseta con el nº 15 y me la pongo de nuevo.
Los colores azul y blanco imperan sobre la multitud: Ahí está mi familia. Algunos de los que me ven llegar me miran sorprendidos. ¿Les conozco?. Saludo cortésmente más sorprendido yo que ellos. Alguien me recuerda que ayer salí en el telediario de la televisión vasca. ¡Ah, es eso!. Es curioso cómo una persona tan normal como yo puede ser admirada sólo por salir en la televisión. Tenemos tendencia a idolatrar a las personas sólo por aparecer en la tele. Soy, sencillamente, uno más. Sé que mi caso es especial por amar a un club de fútbol de una ciudad que dista de la mía casi 1000 kms., sí, es raro que un sevillano sea de la Real, pero desde muy pequeño me siento un txuriurdin más y puedo sentir los colores de la misma forma que ellos, ni más, ni menos. Pertenezco a la Peña Nazarena de la Real Sociedad de Sevilla, peña que viaja mucho con el equipo. Nos gusta viajar. En mi caso me apasiona caminar y he aprovechado estas vacacciones, como tantas otras veces, para simultanear mis dos pasiones, sin más.
En el autobús me rodeo de gente que no conozco pero poco a poco entablo conversación. Son aficionados de Ibarra y de Tolosa. Ya estamos en Eibar y me invitan a ir con ellos de bar en bar, que para eso hemos venido aparte de para presenciar el partido dentro de más de seis horas. Meto la pata involuntariamente en el primer bar pidiendo la segunda cerveza, y es que la costumbre aquí es hacer un fondo común de dinero, pedir una consumición cada uno en un bar e ir al siguiente ipso facto. Ya no soy un mozuelo y no consumo apenas alcohol, pero cuando me pongo puedo trasegar cerveza como el que más.
Aparece mi hermano Gorka y se une a la cuadrilla. Un bar, otro bar, otro... Alguien me invita a fumar porros y rechazo (lo dejé hace años) y otro insiste en que le acompañe a inhalar otro tipo de estupefaciente cuyo nombre está relacionado con la velocidad. Al principio rechazo pero como me encuentro bastante cansado por la semana que dejé atrás acabo consumiendo. Hacía bastantes años que no consumía esta droga. Recupero artificialmente energías.
Vamos todos a comer y mi estómago sólo acepta la mitad del bocadillo. La otra me la guardo para el partido.
A partir de ahí mis recuerdos son todo borrosos y sólo regresan a mi cerebro cortas secuencias : Tengo una conversación pendiente con un ex-consejero del club, aquél que me mandó el mensaje ayer, saludo a hermanos que sólo conocía por internet y a otros que ya conozco, gente que me invita a beber que me conoció por televisión, gente que se saca fotos conmigo, yo en el estadio animando por mi cuenta al equipo y a Ansotegi, mi ángel de la guarda Irune y mi hermana Karmele en la grada, solo regresando al autobús, entre mi hermanas Ainhoa y "Brujita" en el bus y en casa acostándome.
Durante el Camino no tomé notas de lo que me iba sucediendo. Me he sorprendido de tantos recuerdos durante las jornadas en las que caminé pues mi memoria es bastante desastrosa. El alcohol potencia el desastre y nada más puedo contar de esta jornada, sólo que el equipo ha empatado y que, así, se diluyen las opciones de ascenso de categoría y que Ansotegi volvió a dar una lección de cómo debe jugar al deporte balompédico un central.
Son las 6 de la mañana y ya estoy de vuelta con Lartaun y su novia en el coche. Intento dormir en el asiento de atrás y no lo consigo mas el viaje se hace llevadero. En casa, al fin, sesteo durante casi 4 horas y, al cabo, la monotonía regresa.
Me siento extraño al no haber podido realizar el Camino completo. Es muy probable que si hubiera llegado sin influencias externas a aquel cruce entre Zerain y Zegama lo hubiese ultimado. Es muy probable pero no seguro. En el Camino, como en nuestras vidas, no podemos aseverar lo que sucederá al día siguiente. Nuestra enconada y humana intención de cuadricular todo con repetidos y aburridos planes nunca ganará la batalla a la sorpresa y la improvisación, divinos tesoros que nos hacen sentir vivos, no meras máquinas programadas o autoprogramadas.
Pido disculpas a los lectores peregrinos de esta crónica por hacer tantas referencias en el texto a mi equipo de fútbol. En otras crónicas anteriores apenas mencioné mi pasión por el club donostiarra, pero en todas y cada una de las jornadas de este periplo han acaecido acontecimientos relacionados con él. Por otra parte, mi camino en la vida sería imposible de narrar sin hacer referencia a la Real Sociedad de Fútbol, ya que vivo con intensidad los colores que la representan desde muy pequeño y el sentimiento está muy arraigado.
Creo que todos pretendemos el equilibrio en nuestras vidas. En mi caso busco el alejamiento de las pasiones viscerales y el acercamiento a la vida contemplativa. En el Camino hallo esta última pero mi radicalidad en otros asuntos, como en este caso el fútbol, la repelen. Equilibrio, hermoso concepto que rozo y acaricio, a veces, con las yemas de los dedos, pero que con asiduidad me es esquivo.
Ion Ansotegi Gorostola, notorio ejemplo de humildad y nobleza, conceptos casi incompatibles con el mundo egoísta en el que nos ha tocado vivir. En Gipuzkoa entera he saboreado, en ocasiones, de aquellos dos conceptos en la cotidianeidad de los quehaceres y reacciones de sus gentes. El capitalismo intenta aniquilarlos pero resisten, y no sólo en Gipuzkoa, sino en toda la faz de la tierra. Esperanza, en ti me amparo.
La camiseta con el nº 15 aguarda impaciente el conocimiento de otros paisajes y paisanías. Mi mochila ya es hermana de ella. ¿Próximo destino?: Mi camino, tan sencillo como eso.
Astigarraga: Albergue juvenil Santiagomendi. Normalmente se destina a grupos. Llamar con antelación: 943335232. ¿Precio?.
Tolosa: Albergue privado concertado Zuloaga Txiki. Literas y duchas. A un kilómetro y medio antes de llegar a Tolosa. 7 euros. Tfno: 943650036.
Zerain: Albergue privado. Literas y duchas. 10 euros. Preguntar en Bar Ostatu.
Zegama: Acogida municipal en el frontón. Colchonetas y duchas. Llamar a la oficina de turismo: 943802187 o, directamente, preguntar en Bar Ostatu.
San Adrián: Refugio de montaña. A fecha de hoy en rehabilitación.
Salvatierra/Agurain:
1.- Acogida parroquial en padres claretianos. Normalmente no acogen pero presentarse por si acaso.
2.- Albergue Tura Kirol, normalmente abierto para temporeros: 945312535. A fecha de hoy cerrado.
3.- Pensión José Mari. Precio especial a peregrinos : 15 euros.
Alegría/Dulantzi: Albergue de peregrinos en construcción. El pueblo está levemente fuera de ruta.
Monasterio de Estíbaliz: Acogida monacal. Tfno: 945293088.
Vitoria/Gasteiz: Albergue juvenil. Tfno: 945148100. 18'5 euros con desayuno.
La Puebla de Arganzón/Argantzun: Albergue de peregrinos. Camas y bañera. Preguntar por Vicente en Bar Ansotegi. Donativo.
Burgueta: Acogida municipal en caso de urgente necesidad. Suelo y, aparte, duchas en la piscina. Futbolín gratis en la habitación. Caben 3 ó 4 personas máximo. Al pasar la iglesia preguntar en la casa con amplio jardín que queda a la izquierda.
Berantevilla: Acogida municipal en escuelas públicas. Colchonetas y duchas.
Salinillas de Buradón: Areta Etxea, casa rural con habitación para peregrinos. Literas y duchas. 10 euros. Tfno: 945337275.
Haro: Albergue de peregrinos. 4 euros. Preguntar a policía municipal o llamar al 677321806.
Santo Domingo de la Calzada: Albergue de peregrinos H.H. cistercienses.
En la página de la asociación guipuzcoana se indica que en Arkaia, pueblo vecino a Vitoria, hay acogida. Preguntar con antelación, por si acaso, para no hacer un gasto extra en la capital.
Para otro tipo de acogida privada consultar la web de la asociación guipuzcoana del camino:
http://www.caminosnorte.org/ci1.html