http://ulm.eresmas.net/santiago/inicio.htm
El año pasado hice por primera vez el Camino de Santiago en bicicleta. Fue en la primera decena del mes de Septiembre, cuando mucha gente ya ha terminado sus vacaciones. Se trata de una fecha ideal, porque coincide, por lo que yo sé, con la época más seca del año en la lluviosa Galicia. La primera parte del Camino, desde Roncesvalles hasta Burgos, la hice sólo.
Un ciclista, y más si va sin alforjas como yo, avanza mucho más rápidamente que los peregrinos de a pie, así puede llegar a hacer tres o cuatro etapas de las de a pie en un sólo día. Además, su mayor autonomía le permite iniciar la jornada más tarde. Todo esto hace que el ciclista adelante a gran cantidad de peregrinos en dos momentos del día, por la mañana temprano, cuando va alcanzando a los que salieron antes que él desde el mismo lugar o desde el siguiente, y al caer el día, cuando alcanza a los que están próximos al final de su jornada. En Septiembre en el Camino de Santiago hay muchos peregrinos de muchas nacionalidades, así que hay muchas oportunidades de charlar y de compartir opiniones, más si uno va sólo, como yo hasta Burgos. Así, me llamó la atención un comentario de varios extranjeros sobre la curiosa costumbre que tenemos los españoles de empezar el camino en Roncesvalles o en Saint Jean Pied de Port; ellos, decían, vienen desde su casa.
El Camino nos fue muy bien y llegamos a Santiago sin accidentes, sin pinchazos y sin tener un sólo día de lluvia. Además nos encantó, tanto por lo que vivimos, como por lo que conocimos y lo que aprendimos de nuestra propia Historia. El día que llegamos a Santiago ya habíamos decidido que lo repetiríamos.
Y llegó la primavera del 2001 y estábamos ansiosos de nuevas aventuras en bici. El comentario sobre la costumbre española de comenzar el Camino en el Pirineo nos hizo pensar en nuevas alternativas. A Santiago no sólo llegaban los peregrinos por el Camino Francés, hay otras muchas rutas y una de ellas es el Camino Mozárabe. Una vez reconquistada Andalucía, los peregrinos también acudían a Santiago desde Sevilla, usando la antigua Vía de la Plata romana hasta Astorga o hasta Granja de Moreruela. Nosotros vivimos en la provincia de Cádiz, a algo más de 100 Km. de Sevilla, así que la posibilidad de hacer el Camino desde nuestra casa era factible. Esta es la crónica de nuestra aventura deportiva-cultural-religiosa, siguiendo los pasos de nuestros antepasados de la Edad Antigua y de la Edad Media.
Intentamos explorar la Vía de la Plata en Semana Santa, pero no fue posible, no lo planeamos con el suficiente tiempo. Nos habían dicho que esta ruta era mucho más dura que el Camino Francés, que estaba muy mal señalizada y que era casi impracticable en verano, sobre todo el tramo Sevilla-Mérida. Aún así, nos pusimos a recolectar información en Internet, compramos libros y mapas e intentamos georreferenciar todos los lugares por los que pasa la ruta, de manera que nuestro GPS nos guiara en caso de pérdida. Fueron meses de preparación y disfrutamos casi tanto como con el viaje. En cuanto a nuestra preparación física, no parecía haber problemas: en mayo participamos en la Maratón de los Monegros, una prueba de 125 Km. en la que no quedamos demasiado mal a pesar del viento, del frío y de que no íbamos compitiendo. Lo que más nos preocupaba era el calor de finales de Agosto. Por eso planificamos las etapas de manera que a la hora de comer hubiéramos llegado ya a nuestro destino, cosa que no siempre conseguimos...
Y así, salimos de casa definitivamente en nuestros coches de apoyo, tras la etapa prólogo, el día 29 de Agosto. En Sevilla nos bajamos a las ocho de la mañana y, después de la sesión fotográfica, salimos antes de que nos alcanzara el calor.
Bibliografía utilizada:
Fue la etapa más larga y la más rápida, lo cual no es de extrañar, tanto por su perfil como porque al día siguiente no íbamos a seguir. Su principal incentivo fue que nos permite decir que hemos salido de casa para ir hasta Santiago y poco más. 136 Km. casi totalmente llanos hasta la Catedral de Sevilla. En general, se trata de una etapa sin ningún aliciente, es bonita hasta la Cartuja de Jerez, pero este tramo es ya archiconocido para nosotros. Por cierto que aquí está el primer cruceiro que encontraremos en el "Camino Mozárabe". Después de la Cartuja hay que volver hacia atrás un poco para seguir rumbo a Estella del Marqués. Allí cruzamos la autopista A-6, que hasta entonces llevábamos a nuestra derecha y seguimos por ese carril hasta Las Cabezas. Este tramo es francamente feo, plano, polvoriento y con algunos vertederos bastante desagradables. A partir de ese pueblo es necesario utilizar las pistas de asfalto de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir para atravesar las acequias del canal del Bajo Guadalquivir. Así llegamos hasta los Palacios desde donde, tras 21 Km. por la N-IV (con un buen arcén) llegamos a Sevilla.
Tras nuestra llegada y un buen helado, nos fuimos a casa en el coche de apoyo.
Comentario: salimos respectivamente desde Puerto Real y Chiclana. El día fue bastante fresco para finales de agosto y además llovió bastante. Quién lo iba a decir, sólo dos días de lluvia en todo el trayecto y uno de ellos en plena Andalucía. Parece poco probable que los peregrinos utilizaran alguna vez este camino, era más cómodo remontar el Guadalquivir en barco.
Salimos de la ciudad pronto con dirección a Camas adonde llegamos casi sin darnos cuenta (son 5 Km.), sorprendidos y esperanzados al ver ya flechas amarillas. Acostumbrados a asociarlas con el Camino Francés, no esperábamos verlas tan lejos de Santiago. Teníamos prisa por abandonar una zona famosa por su calor. Seguimos hasta Santiponce y dejamos Itálica a la izquierda. No nos detuvimos en la primera ciudad romana que atraviesa la Vía de la Plata.
Desde aquí seguimos a buen ritmo y sin dificultades hasta Guillena, donde sellamos por primera vez. Tras salir de Guillena entramos por fin en pleno campo, el paisaje es bonito, a pesar del verano. Llegamos a Castilblanco de los Arroyos y desde allí, bien provistos de agua, afrontamos el primer tramo largo solitario. Al llegar a la finca "el Berrocal", dejamos la carretera de Almadén y entramos en ella (la cancela está abierta). Esta travesía es bastante bonita y se pueden ver animales salvajes en libertad, nosotros vimos varios ciervos. Como hacemos bastante ruido, el que va primero tiene más posibilidad de verlos. Dos kilómetros después llegamos a una cancela y ahí comienzan las primeras dificultades. No hay casi flechas. Acabamos subiendo al "Calvario" empujando las bicis cuesta arriba. Realmente este tramo no está pensado para ciclistas, menos mal que no llevábamos alforjas, pero en ningún lado leímos advertencias sobre eso. Tras bajar a Almadén, que está justo bajo el "Calvario", nos encontramos con nuestra familia, comimos un poco. A pesar del calor, decidimos seguir hasta el Real de la Jara, ya que habíamos hablado con el guarda de la finca "Arroyo Mateos" para que nos tuviera abierta la verja para este día. Aquí nos encontramos con una bajada brutal hasta un arroyo seco, un tramo por un sendero de cabras y una cuesta arriba que nuevamente nos obliga a empujar las bicis. En total, 5 Km. agotadores. Nuevamente pensamos que este camino no fue planificado para ciclistas. A partir de aquí la ruta, que se encuentra con un pequeño monumento conmemorativo del impulsor de esta parte del Camino, José Luis Salvador, y con varios monolitos, se suaviza. Los monolitos parecen recordar los miliarios que encontraremos más tarde y tienen grabada la leyenda "Camino de Santiago". Sólo los hay en la provincia de Sevilla.
Llegamos a El Real de la Jara bastante cansados por el calor y el esfuerzo, yo me he tragado más de cinco litros de agua en el trayecto. Tenemos que pedir que nos recojan, la familia no ha encontrado alojamiento y se ha ido hasta Monesterio y no tenemos ganas a afrontar la subida al puerto de la Cruz a estas alturas... Empezamos a pensar que los que nos llamaban locos por hacer este primer tramo Sevilla-Mérida en Agosto tenían razón. Dormimos en Monesterio, después de cenar abundantemente y de beber bastante cerveza bajo la mirada de desaprobación del camarero, ciclista aficionado que nos había advertido que ésa era demasiada "carga" para la bici.
Distancia recorrida: 90 Km. Velocidad media 15.4 Km./h.
Con el relativo fresco de la mañana y el descanso, el puerto de la Cruz, la máxima altura de la provincia de Badajoz con 800 m de altitud, se sube con facilidad. Desde allí, bajada a Monesterio donde desayunamos mientras un niño con una bici de doble suspensión (30.000 pesetas le costó) nos informa que por su pueblo pasan bastantes ciclistas con "el mejillón". Bueno es saberlo, porque nosotros sólo hemos visto hasta ahora una pareja de peregrinos a pie, de bastante edad, con los cuales sólo tuvimos tiempo de cruzarnos la palabra ¡Santiago!
Hasta Fuente de Cantos, la etapa transcurre fuera de la carretera nacional y es bastante solitaria. Este pueblo empieza a verse desde bastante lejos y parece que nunca se acerca. Y como las dificultades no nos iban a dejar, además de la escasez de flechas amarillas, nos encontramos con un tramo de unos 7 Km. con el camino totalmente destrozado por una zanja. Aburridos de tanto trial, atravesamos un trigal segado y salimos a la nacional 2 Km. antes de entrar en el pueblo. La media es bajísima (unos 12 Km./h), al menos para lo que pensábamos hacer y empezamos a preocuparnos. Con la moral algo baja, seguimos hasta Calzadilla de los Barros, donde nos paramos a comer y a reponer agua (esto comienza a ser una obsesión para mí). Para colmo, descubro que he perdido la credencial de peregrino.
Aquí se acaban las dificultades por hoy, hasta Puebla de Sancho Pérez es casi todo cuesta abajo y hasta Zafra no hay mayores problemas. No hemos acabado tan tarde ni tan cansados como ayer y llegamos a tiempo para un buen chapuzón en las magníficas instalaciones de su piscina municipal, antes de salir a pasear por el centro y cenar. Es una ciudad bonita y agradable de ver. No será la última.
Distancia recorrida: 70 Km. Velocidad media 15.5 Km./h.
Nos levantamos con ganas de bici. Mérida está ya cerca y suponemos que allí se acabarán parte de nuestras dificultades al disponer ya de mucha más información sobre el terreno. Tras un buen desayuno (riquísimo jamón en pan con tomate) que inaugura "los desayunos de la Vía" salimos buscando la Sierra de los Santos. Para empezar bien, nos perdemos y llegamos a los Santos de Maimona por carretera y después de un buen ascenso que nos sirve para calentar. Tras preguntar a los vecinos de este pueblo, encontramos el camino del Puente Viejo sobre el río (¿río?) Robledillo. Por un buen camino sin dificultades llegamos a Villafranca de los Barros y salimos rápidamente hacia Almendralejo por un magnífico camino rural totalmente llano. Ya echábamos de menos llanear un poco. Durante 19 Km. trazamos una amplia curva hacia Almendralejo y llegamos allí atravesando las obras de la autovía. El único problema es que la autovía ha interrumpido el camino señalizado. Si no llega a ser por unos lugareños, tenemos que llegar por carretera o saltar una valla. Llegamos a las doce, buena hora para sellar y tomarnos un buen bocata de jamón (nos íbamos a hartar de buen jamón durante buena parte del camino).
Al reiniciar la marcha vuelven las dificultades. Almendralejo no está realmente en la Vía de la Plata y los vecinos no saben cómo orientarnos para encontrar el "túnel bajo el ferrocarril" que buscamos. Tras perder más de una hora y con algo de suerte, encontramos una flecha amarilla oculta tras un cartel y llegamos sin más problemas a Torremegía. La calle por la que entramos se llama aún calzada y parece que coincide realmente con la calzada romana. Unos chicos nos piden disputar un sprint, pero no está el horno para bollos.
Entre Torremegía y Mérida nos encontramos otra vez en dificultades. Las flechas desaparecen y hay muchos caminos que se entrecruzan en un entorno típicamente extremeño de dehesas y encinas. Con algo de intuición y con la ayuda del GPS enlazamos finalmente con un camino que corre a la derecha de la nacional que coincide plenamente con la vía romana. Antes ya hemos visto unos cuantos miliarios que nos indican que vamos en la buena dirección. Entramos en Mérida por el puente romano y hechos polvo por el calor. Son las tres de la tarde y los coches de apoyo han llegado hace rato a su destino. Tratamos de localizarlos desde un hotel de carretera mientras tomamos un refresco. La máquina que expende latas de Coca Cola a 150 pesetas tiene un letrero de "no funciona", así que nos vemos obligados a pagar por un botellín de 200 cc 275 pesetas. En el siglo XXI se sigue estafando al peregrino como en el XII.
La tarde la dedicamos a los monumentos de Mérida, en especial al teatro y al anfiteatro. Cenamos magníficos productos locales e incluso nos atrevemos con un buen vino de la zona. Aprovecho para reponer mi credencial.
Distancia recorrida: 71 Km. Velocidad media 18 Km./h.
Salimos de Mérida. Seguir por la vía romana es imposible así que, por carretera, llegamos al embalse de Proserpina, todavía en funcionamiento después de veinte siglos. Tras pararnos allí y hacernos las fotos de rigor, continuamos un poco más y enseguida encontramos un camino a la izquierda bien señalizado con flechas amarillas (parece que la cosa mejora). Entre encinas y alcornoques y al lado de un muro de piedra que nos separa de una explotación de cerdos ibéricos, subimos una loma y llegamos a El Carrascalejo. Hasta Aljucén hay sólo 2,5 Km. por un buen camino de tierra.
Poco después de salir de Aljucén, nos internamos por una cañada en la que, durante casi 20 Km., disfrutaremos del paisaje y la soledad de Extremadura. Aquí las señales son abundantes, por suerte: hay flechas amarillas y señales de sendero de largo recorrido. Vamos ascendiendo poco a poco hasta llegar a un llano donde nos encontramos con un sorprendente letrero de "final de recorrido" en medio de la nada. Las flechas amarillas nos orientan hacia otro camino más pedregoso y poco marcado que deja a la izquierda una cruz, llamada al parecer cruz de San Juan. Tras 6 Km. más, esta vez de bajada y tras pasar nuestro primer trozo de calzada romana evidente, llegamos a Alcuéscar.
Durante este tramo nos encontramos con los primeros ciclistas. Hasta ahora sólo habíamos visto a la pareja de caminantes del primer día, así de solitario es el camino. En este caso se trata de un chico y una chica con alforjas. Poco antes la chica se había caído al entrar rápido en una zona con gravilla (yo también me caí ahí) y había tenido la mala suerte de romper el desviador sin posibilidad de arreglo, así que iba tirando de su burra totalmente cargada con el plato mediano hasta en las cuestas más pronunciadas. Seguimos con ellos un rato, charlando y comiendo uvas y tomates, hasta que llegamos a Alcuéscar y nos paramos en el bar a reponer fuerzas. Como el calor sigue apretando de lo lindo, pregunto al camarero que cuánto iba a durar. No me dio muchos ánimos, así que sigo cargando toda el agua que puedo.
No subimos hasta Alcuéscar (sólo es necesario hacerlo si se va a dormir aquí) y nos vamos hacia Casas de Don Antonio por un camino paralelo a la nacional. Seguimos sin sellar. En este tramo nos encontramos con una prueba de que estamos en la vía romana: el puente romano por el que entramos en el pueblo, perfectamente conservado. Es tan estrecho que me pregunté como pasarían por ahí los carros con la impedimenta de los legionarios, pero mientras lo hacía ¡pasó un coche con remolque y todo! Si no lo hubiera visto no lo hubiera creído, parecía imposible. Tras cruzar a la derecha de la nacional, llegamos a Aldea del Cano tras encontrarnos con nuestro primer miliario bien conservado, el miliario correo. Se trata de uno al que le han hecho la salvajada de horadarle una hornacina rectangular. Al parecer servía para dejar el correo de las poblaciones vecinas y, por lo que hemos leído, ahora lo aprovechan los peregrinos para dejar mensajes. Nosotros no vimos ninguno, así que tampoco lo dejamos.
Ahora progresamos entre suaves toboganes por un camino paralelo a la nacional, viendo varios castillos a lo lejos. Cruzamos la pista de un aeroclub (quién me lo iba a decir, para mí la sorpresa no fue que estuviera allí, fue que yo obtuve el título de piloto de ultraligeros precisamente allí) y llegamos al raro pueblo de Valdesalor, un invento franquista que al parecer no ha dado muy buenos resultados. Ascendemos al puerto de las Camellas y, por primera y última vez en la ruta, pinchamos (eso sí, los dos al mismo tiempo). Tras reparar y ver que nos hemos quedado sin cámaras, hacemos los últimos 5 Km. de descenso hacia Cáceres por la nacional, que va paralela al camino.
Distancia recorrida: 75 Km. Velocidad media 17.7 Km./h.
Nos hubiera gustado quedarnos en Cáceres más tiempo, pero tuvimos que conformarnos con visitarla por la tarde y cenar en su plaza Mayor, con la vista del centro histórico al frente. Nuevamente cenamos como bestias. Y sigue el calor...
Salimos el domingo por la mañana, por carretera y en dirección a Casar de Cáceres, adonde llegamos sobre las diez para encontrarnos con que el pueblo estaba en fiesta y que la marcha aún seguía en una improvisada discoteca al aire libre. El camino sigue la calle principal del pueblo hasta la ermita de Santiago y se continúa por una cañada real bastante transitada al principio por vehículos agrícolas y todoterrenos del pueblo. Continuamente mirábamos hacia atrás porque no sabíamos cuando había dormido por última vez el conductor, vista la fiesta...
El camino se hace cada vez más solitario y es bastante bonito y típicamente extremeño, aunque el cerdo ibérico lo hemos cambiado por la oveja merina y los perros pastores. Cruzamos varias cancelas y llegamos a un poste de cemento que indica dos direcciones. Seguimos la que indica hacia la nacional, pero a los pocos metros nos arrepentimos. Como tenemos ganas de marcha (ya se nos quitarían), seguimos el camino de la antigua vía a través de una loma absolutamente intransitable y con abundantes cardos secos que nos pone en grave riesgo de pinchazo. Salimos finalmente a la carretera para cruzar los puentes sobre el Almonte y el Tajo. Tras pasar el club Náutico Tajomar y un hostal, buscamos las flechas amarillas y, tras retroceder un tramo, las encontramos en un camino a la derecha de la carretera que asciende rápidamente. Es el primer tramo duro del día y allí nos encontramos con un grupo de cuatro alforjeros con los que sólo cruzamos los buenos días y un ¡tirapaaaa! por su parte. Poco después las señales son algo confusas, pero conseguimos llegar, tras gran cantidad de curvas, a Cañaveral cruzando un pequeño puente románico. Como no nos paramos a leer los letreros, no nos enteremos de que el camino no sigue por aquí, sino que sólo es un sitio de descanso, así que tuvimos que salir por la N-630 para reencontrar el camino. Como contrapartida pudimos reponer agua en la fuente de San Benito.
A partir de la fuente comienza la ascensión al puerto de los Castaños. Se puede hacer por carretera, pero es bastante desagradable por el tráfico de camiones, ya que el arcén es mínimo, así que, a la altura de la ermita de San Cristóbal, nos metimos por el camino forestal que sale a la izquierda de la carretera y afrontamos los 500 metros de ascensión por el cortafuegos que se ve desde la nacional. Son 500 metros empujando la bici, pero merecen la pena. El resto del camino es francamente bonito, con abundancia de alcornoques y pinos. La vegetación estrecha bastante el sendero en varios sitios.
Tras salir de nuevo a la carretera, hacemos un alto en Grimaldo para reponer fuerzas y decidir lo que haríamos a continuación, ya que el siguiente tramo es complicado, con señalización confusa y bastantes probabilidades de perderse. Como, según nuestros libros, son sólo 20 Km. y no es demasiado tarde, nos decidimos a hacerlo por el campo, aunque el calor aprieta ya bastante. Volvemos a la carretera de Holguera y entramos en la pista abriendo la primera de las incontables cancelas que pasamos esa tarde. El camino prácticamente no existe, son sólo rodadas paralelas a una valla metálica. El paisaje vuelve a ser la dehesa extremeña, muy bonita, pero que probablemente lo será mucho más en las estaciones lluviosas. Descendemos continuamente, menos mal, y durante un pequeño tramo vamos sobre las piedras de la antigua calzada romana. Es un camino bastante técnico y me cuesta unas cuantas caídas y heridas en las piernas. Para no llevar la contraria a nuestro libro, nos perdimos, aunque no por mucho tiempo; las flechas no son todo lo abundantes que desearíamos y en ocasiones son confusas. Tras una hora y media interminable, llegamos a la carretera de Río Lobos y, por ella y por el camino de servicio de un canal de riego, llegamos a Galisteo.
Distancia recorrida: 82 Km. Velocidad media: 16.5 Km./h.
Dormimos en un cámping y un hotel de la zona de Monfragüe bastante separados de Galisteo, adonde nos devolvió por la mañana uno de los coches. A pesar de eso, salimos bastante temprano, ya que la etapa se presentaba larga y complicada. Los primeros kilómetros pasan por una carretera de servicio del canal del Jerte, con un paisaje bastante verde que llama la atención tras la sequedad de los días pasados. En Carcaboso, atravesamos el pueblo para cruzar el río por el único puente existente y evitarnos un vadeo complicado y nada recomendable según los libros. Enseguida comenzamos una ascensión hacia un tramo calificado como "no apto para ciclistas" y que para mí sería uno de los trozos más bonitos de toda la ruta: la dehesa de "Cuarto Real". El ascenso es suave, por un bosque de encinas y alcornoques, y nos lleva hasta la primera de las muchas tapias de piedra que tendríamos que saltar. Estas tapias o muros están hechas de piedras sin cemento de unión de ninguna clase y tienen una altura de 1,20- 1,30 metros aproximadamente, así que no son difíciles de saltar, aunque, si no tenemos cuidado, podemos desprender alguna piedra que habrá que recolocar. Las bicis ya son otra cosa, menos mal que las nuestras no llevaban alforjas y no pesaban mucho, pero aún así las bolsas delanteras fueron un incordio. Tras el primer muro vimos tres miliarios tumbados y lo aprovechamos para comer un poco y hacer fotos. Había toros por todas partes, pero parecían más asustados que nosotros.
Según nuestro libro, eran siete muros en seis kilómetros, así que, tras ver el primero, no nos parecía demasiado duro... Tras dos kilómetros y diez muros, ya pensábamos otra cosa, incluso que nos habíamos perdido. Para complicarlo más, algunos muros tenían alambre de espino encima (esto no consta en ningún libro) y no había encontrado en ninguna parte las coordenadas geográficas de Ventaquemada o del arco de Cáparra, así que el GPS nos marcaba la dirección de un punto excesivamente lejano (Aldeanueva del Camino), en dirección norte. La única tranquilidad nos la daba el hecho de que seguíamos un muro orientado en la dirección norte-sur que, según nuestro libro, había que seguir en todo momento. Finalmente, ya hartos, decidimos saltar ese muro en busca de un camino ¡y allí estaban las dichosas flechas! En fin, dos horas casi para 2,6 Km., no está mal...
Ya sin problemas, llegamos a Venta Quemada, que parecía cerrada a cal y canto y, como teníamos bastante agua, afrontamos el suave descenso hacia el arco de Cáparra por un magnífico camino en donde coinciden la vía romana y la Cañada Real. La amplísima cañada se estrecha tras unos 6 kilómetros y aparece bruscamente el impresionante arco de Cáparra ¿Cómo habrá sobrevivido?. Esto merecía unas fotos, por supuesto, así que paramos y aprovechamos para observar un ratito el trabajo de campo de los arqueólogos en la excavación que está al lado. Seguimos unos metros por carretera y luego por una pista forestal que sale a la derecha y que pronto da paso a una carretera asfaltada de uso agrícola. Ya se ve al fondo la sierra de Béjar. Tras llegar a la carretera nacional bajo un puente y comprobar que no se puede seguir por el camino del otro lado, llegamos a Aldeanueva por carretera. A la salida reponemos agua y fuerzas en un bar de carretera bastante desagradable.
Con un calor que aprieta ya de firme, continuamos por la nacional durante los 9 Km. que faltan hasta Baños de Montemayor, ascendiendo continuamente (unos 180 metros de ascensión en esos 9 Km.). Aquí la subida se endurece muchísimo, sobre todo tras atravesar el pueblo y encarar la subida al puerto por la preciosa calzada romana restaurada (casi 200 metros de subida en 3 Km.). Estamos ahora en el punto más alto desde que salimos de casa y en una de las cotas máximas de nuestra ruta a Santiago (890 m.). Es también el fin de Extremadura y el comienzo de Castilla. Pasada la cima, en una casa a la izquierda, las flechas nos indican que pasemos al otro lado de la carretera. Allí vemos el primer cartel del Camino de Santiago desde que salimos de la provincia de Sevilla. Comienza ahora un descenso muy rápido por una pista con restos de calzada romana, de firme algo irregular, que nos lleva hasta el puente de la Magdalena sobre el río Cuerpo de Hombre (200 metros de bajada en menos de un kilómetro). De aquí hasta Calzada de Béjar, el final previsto para hoy, hay que subir otra vez durante 6 Km. Buen final.
Distancia recorrida: 80 Km. Velocidad media 15.8 Km./h.
Pasamos la noche en Béjar, donde por fin refrescó algo el ambiente. Antes de salir por la mañana, tuve que cambiar mi pedal derecho que llevaba dos días haciendo ruidos raros y estaba a punto de bloquearse. Hasta Valverde de Valdelacasa hay otro buen ascenso, aunque por una carretera comarcal de tráfico casi nulo. Continuamos subiendo por la misma carretera hasta Valdelacasa. Poco antes de llegar a Fuenterroble de Salvatierra, las flechas amarillas y un gran letrero invitan a continuar por un camino a la izquierda. Se trata de un camino forestal en muy buen estado que, durante unos kilómetros, nos sacan de la carretera y nos permiten seguir la ascensión hasta los casi 1000 metros en condiciones mucho más agradables. Los carteles explican los datos conocidos sobre la vía romana a su paso por esta zona. En Fuenterroble paramos a sellar (hemos sellado muy poco hasta ahora) y para ver su famoso albergue; pero estaba cerrado y el párroco de vacaciones. Un vecino de enfrente se ofreció a abrírnoslo y, mientras buscaba las llaves, comimos en un agradable bar de ambiente peregrino.
Seguimos con la intención de subir al pico Dueñas, la altura máxima en la Vía de la Plata y punto medio aproximado del camino entre Sevilla y Santiago, pero el aspecto de la subida, todo campo a través, nos hizo desistir, ya que hay una ruta alternativa para ciclistas y no hay ninguna evidencia de que la Vía de la Plata pasara por el cerro. Fue un error, porque las señales eran muy escasas por la ruta alternativa y los datos en nuestro libro muy imprecisos (parece que nadie se acuerda de los ciclistas). Nos perdimos en el laberinto de carreteras locales, todas ellas sin tráfico, por suerte, y después de 20 Km., subiendo y bajando continuamente, aparecimos en Morille, habiéndonos saltado San Pedro de Rozados. Qué se le va a hacer...
En Morille encontramos las flechas de nuevo y ya pudimos seguir hasta Salamanca por caminos. Tras otros 20 Km. de continuas subidas y bajadas y de abrir y cerrar cancelas, llegamos a un llano a la vista de Salamanca. Nos desviamos un poco antes de llegar, ya que teníamos que dormir en Santa Marta de Tormes. La entrada "oficial" tuvo que esperar al comienzo de la siguiente etapa.
Como estamos aproximadamente en la mitad de nuestro camino y Salamanca se lo merece, el día siguiente lo dedicamos al descanso y al turismo. Aquí coincidimos con todos los equipos que participarían en la Vuelta a España.
Distancia recorrida: 77 Km. Velocidad media: 18.9 Km./h.
Definitivamente se ha ido el calor, incluso amenaza lluvia en el momento de la salida. Salimos de Santa Marta y entramos en Salamanca (por error, no por el puente romano), seguimos hasta la Plaza Mayor y de allí, pasando por la plaza de toros, enfilamos la N-630 que seguiremos durante 7 Km. hasta Aldeaseca de Armuña. El cielo está cada vez más encapotado, se ven algunos relámpagos y ya sabemos que no nos libraremos del aguacero. En el camino de tierra (y piedras) que empieza en este pueblo comienza la lluvia. Poco más adelante, vemos a un ciclista parado que se pone el chubasquero, así que nos detenemos para hacer lo mismo y ya seguimos con él. Se trata de un sevillano que salió de Sevilla un par de días después que nosotros. Aunque lleva alforjas, va a un ritmo impresionante que nos contagia, con lo que al final del día habremos hecho una media de 20 Km., descontando paradas. Tras varios cruces sucesivos, aparecemos de nuevo en la nacional, que nos toca seguir durante 20 Km. hasta el Cubo. Menos mal que ha dejado de llover y que aquí hay buen arcén. Nuevamente por caminos de tierra a los que les ha faltado poco para embarrarse, seguimos durante unos kilómetros a la izquierda de una vía férrea abandonada, en medio de un paisaje bastante arbolado y muy agradable. Así llegamos a Villanueva de Campeán, donde nos paramos para comer algo y reponer el agua. ¡Son las 12 y estamos a menos de 20 Km. de Zamora! En el bar vemos las bici con alforjas de dos catalanes con los que coincidiríamos alguna vez más. Desde aquí hasta Zamora pedaleamos por caminos con el típico paisaje castellano.
Justo a la entrada de Zamora, nos dimos cuenta de que se nos había descolgado el sevillano, que no volvió a aparecer. Luego supimos que pinchó y ya no pudo alcanzarnos. Lo volveríamos a ver en Santiago, lo cual nos alegró mucho.
Distancia recorrida: 77 Km. Velocidad media: 20 Km./h.
Seguimos con la idea con la que partimos desde Sevilla: salir temprano y acabar antes de que pegue el calor de firme. Debimos de haber cambiado tras comprobar por segundo día consecutivo que el calor se había quedado más al sur. La falta de adaptación la pagamos este día en que desperdiciamos la posibilidad de avanzar bastante más y no ganamos nada a cambio, ya que Benavente es, con mucho, el final de etapa más inadecuado de todos los que elegimos. En fin...
Salimos de Zamora tempranito y con bastante frío. Por primera vez (y por última en mi caso) usamos ropa de invierno. Ganamos la N-630 a partir de su calle Mayor y de la Avenida de Orense y pronto entramos en una cañada con el clásico paisaje de Castilla en verano. Siguiendo esta cañada llegamos a Montemarta. El viento sopla del Nordeste, frío, aunque no demasiado molesto aún. Tras este pueblo, pasamos por el fondo seco de un ramal del embalse de Ricobayo, cruzando un puentecillo y subiendo a continuación por la derecha de la iglesia de la Virgen del Castillo. A partir de aquí, el sendero asciende, al principio bruscamente y después con más suavidad, pareciendo que se dirige hacia unas antenas de telecomunicaciones. En algún momento debimos perdernos, porque nuestro GPS indicaba que seguíamos un rumbo 90º al este de la dirección de nuestra ruta, así que buscamos la nacional, que por suerte estaba cerca. Salimos cerca de un cruce que señalaba hacia Zamora por un lado y hacia Benavente por el otro. Nos incorporamos en esta última dirección e inmediatamente vemos de nuevo las flechas amarillas (a veces la suerte acompaña al peregrino). Tras renunciar a ir contorneando el pantano campo a través, salimos de nuevo a la carretera y llegamos a Fontanillas de Castro. Durante este tramo de asfalto el viento nos pegó de lo lindo. Allí nos sobrepasaron los coches de apoyo, que sólo se molestaron en apoyarnos con un bocinazo. Hay que seguir por carretera hasta el siguiente pueblo, Riego del Camino, ya que el camino bordea la nacional y tiene mal aspecto para la bicicleta. En este pueblo las flechas nos guían hasta un camino que rodea un curioso palomar cilíndrico que se deja a la izquierda y nos lleva hasta Granja de Moreruela.
Hemos llegado hasta el lugar en donde se bifurcan la Vía de la Plata y el Camino Sanabrés, que es un atajo hacia Santiago. Nos han dicho tanto que está mal señalizado como que es muy bonito y que merece la pena. De todas formas, como uno de nuestros objetivos es la Vía de la Plata completa desde Sevilla hasta Astorga, para nosotros no hay duda: el Camino Sanabrés tendrá que esperar para otra ocasión. Una placa en la iglesia del pueblo conmemora la bifurcación y en un cruce detrás de ella se pueden ver las flechas señalando las dos direcciones. Por lo demás, no encontramos ni siquiera un bar abierto en este pueblo que suponíamos tan importante. Hartos ya de que nos paseen por carriles paralelos a la carretera, con salidas continuas a ésta, y de lo pedregoso de estos caminos, decidimos continuar por asfalto. Así, luchando contra el frío viento, atravesamos Santovenia del Esla y Villaveza del Agua y llegamos a Barcial del Barco, a 10 Km. de Benavente. Aquí hay dos caminos, uno para la gente de a pie y otro para bicis, pero nosotros no conseguimos encontrar este último, así que seguimos las vías del tren, cruzamos un puente sobre el Esla, descendimos por un terraplén, encontramos por causalidad unas flechas amarillas y subimos a otro puente de ferrocarril... no entendíamos nada. Quizás hicimos sin darnos cuenta un recorrido mixto. El caso es que, tras este segundo puente, encontramos el camino que buscábamos y llegamos a Benavente sin más problemas. A pesar de ir andando mucho tiempo y de tener que cargar con la bici en ocasiones, estos últimos 10 Km. en los alrededores del río Esla, fueron preciosos.
Distancia recorrida: 73 Km. Velocidad media: 16.8 Km./h
Muy pronto nos arrepentimos de haber finalizado esta etapa en Benavente. Durante el camino habíamos adelantado a los catalanes que hacían la Vía de la Plata y que tenían pensado seguir más allá. 66 Km. son pocos por mucho viento que haya, pero nosotros no teníamos muy claro qué es lo que había entre Benavente y Astorga y, como viajamos con familia, no nos atrevimos y nos decidimos por el turismo. Pero Benavente no tiene muchas cosas que ver, sobre todo después de Mérida, Cáceres, Béjar, Salamanca y Zamora.... menos mal que nuestro primer objetivo está al alcance de nuestra mano.
El comienzo de la etapa, por asfalto, es bonito. Seguimos una carreterilla muy bacheada (carretera a Manganeses de la Polvorosa), pero sin nada de tráfico e ideal para nuestras bicis, hasta el cruce de Villabrázaro. De nuevo por una carretera semejante, cruzamos este pueblo, desierto a esa hora de la mañana y llegamos a Maire de Castroponce. Cruzamos este pueblo y seguimos la carreterita que finalmente se convierte en una pista de tierra y ¡sorpresa! a menos de una hora de Benavente nos encontramos con un paraje absolutamente idílico donde podíamos haber hecho noche: un puente romano (puente de Vizana), una venta y un lugar de acampada al otro lado del puente absolutamente verde... otra vez será. Luego los catalanes nos contarían que habían pasado una noche magnífica aquí.
Seguimos por carretera hasta Alija del Infantado y aquí nos encontramos con una total ausencia de flechas y con varias alternativas. Una es seguir fielmente la vía romana saltando de pista en pista, intentando acertar ante la ausencia de flechas amarillas. La otra es seguir por la carretera. Naturalmente, intentamos la primera opción, pero hubimos de desistir cuando llegamos a un pueblo que creímos que era Navianos y que resultó ser Quintana del Marco. Retomar el camino implicaba retroceder bastantes kilómetros con la posibilidad de volvernos a perder (para más inri no había encontrado los waypoints de los pueblos clave: Navianos y San Juan de Torres), así que seguimos adelante y nos incorporamos de nuevo al camino en la Bañeza... sólo para descubrir que el lío continuaba. A partir de aquí, vía romana y carretera nacional son prácticamente lo mismo, así que, tras cruzar otro puente de ferrocarril abandonado, nos vemos encajonados entre la nacional y la autopista. Tras unos cuantos kilómetros en los que sólo el GPS nos daba ánimos, decidimos cruzar la autovía y averiguar si el pueblo que estábamos sobrepasando a la izquierda era Palacios de Valduerna. Efectivamente, así fue y allí estaban las flechas. Desde allí hasta Astorga pudimos seguir por pistas paralelas a la autovía, con flechas en los sitios claves y con un puente romano, ya a la vista de Astorga. El primer objetivo del viaje estaba cumplido.
Enfrente del palacio de Gaudí nos despedimos de los catalanes que habían llegado poco después y que se iban ya a Barcelona. Nosotros nos dedicamos de nuevo al turismo, que aquí sí que merece la pena, y a planear el resto del viaje, ya que las etapas nos estaban resultando muy cortas una vez que el calor había desaparecido.
Distancia recorrida: 79 Km. Velocidad media: 20 Km./h.
Ya estábamos en terreno conocido, por eso nos atrevimos a planificar una etapa tan larga. De todas formas, el final no estaba decidido, podía ser O Cebreiro o Triacastela. Nos hacía ilusión vivir el ambiente del Camino Francés después de tanta soledad (desde Sevilla sólo habíamos visto dos peregrinos a pie, al principio, y no más de diez en bici, en tres grupos). Desde Salamanca el desayuno ha cambiado, ya no es jamón sino productos de pastelería, riquísimos, sobre todo en Zamora. De Astorga nos llevamos además chocolate como reserva de energía.
Nada más salir, ya vemos peregrinos andando y en bici por todas partes. El camino está muy bien señalizado y es una auténtica autopista en relación a lo que nos habíamos acostumbrado. En un momento dado, camino de Santa Catalina de Somoza, tenemos hasta tres vías paralelas para elegir. Sin apenas esfuerzo y a una velocidad media de casi 20 Km./h, llegamos hasta Rabanal del Camino tras pasar por Murias de Rechivaldo, Santa Catalina de Somoza y El Ganso. Aquí empezamos a estar muy pendientes del altímetro porque comienza la ascensión a nuestra cota máxima: la cruz de Ferro. Son algo más de seis kilómetros y medio que se ascienden a ritmo constante por asfalto, en una carretera muy poco transitada y acompañados por peregrinos que han salido de Rabanal y a los que adelantamos poco a poco. Sin ningún problema, llegamos a la cruz, donde paramos para hacernos fotos y dejar nuestros recuerdos: unos guantes gastados que ya han hecho el Camino otra vez y mi pedal averiado en Béjar. Buscamos nuestros nombres en la ermita (los grabamos el año pasado) pero no nos acordamos de dónde están y es difícil localizarlos entre los cientos de inscripciones (luego los encontrarían nuestras familias y los repasarían). Se está bien allí, pero tenemos miedo de enfriarnos, así que comenzamos el descenso tras serias dudas sobre cuál sería la ropa más adecuada.
En Manjarín paramos en su albergue y única casa habitada para sellar y hacer más fotos. Al hospitalero le hizo mucha ilusión descubrir la firma de su párroco en Almendralejo en la peregrina de Mangue. Una pareja angloespañola de recién casados (en sus bicis pone "just married") nos pide que les hagamos unas fotos con el fondo del albergue, que parece un fortín templario. Tras descartar la ropa de abrigo seguimos el largo y peligroso descenso hasta Molinaseca, pasando sin detenernos por El Acebo y Riego de Ambrós (donde por poco choco con un perro). En Molinaseca reponemos fuerzas con los disparos en un club de tiro como música de fondo, y seguimos hacia Campo y Ponferrada. Sellamos en Ponferrada, nos fotografiamos delante del castillo de los Templarios y seguimos adelante: Columbrianos, Fuentes Nueva, Camponaraya y Cacabelos. El altímetro pasó de los 1500 metros de la Cruz de Ferro a los 495 de Ponferrada (más baja que Astorga que está a 860). Estamos en la depresión del Bierzo y se nota en la temperatura. La altitud apenas varía hasta Villafranca del Bierzo.
En Villafranca habíamos decidido parar para almorzar, pero es temprano y nuestro equipo de apoyo anda algo retrasado, así que decidimos avanzar y quitarnos de en medio el desagradable tramo de nacional. Seguimos, pues, a Pradela, Trabadelo (donde nos alcanzan los coches y conocimos a un ciclista madrileño), la Portela, Ambasmestas y, en Vega de Valcarce, salimos por fin de la N-VI y nos paramos a comer con tranquilidad. A todo esto, estamos a 630 metros de altitud y sólo quedan 11 Km. hasta O Cebreiro que está a 1300. La que nos espera...
Tras una buena comida, con abundante chocolate, y algo de reposo, comenzamos la ascensión. Pronto llegamos a la bifurcación del camino, a la izquierda a pie, al frente en bici. El año pasado ya lo intentamos por el camino de a pie y no fue muy agradable para mí, que soy torpe trialeando, y más cuesta arriba, así que este año nos decidimos por el camino de las bicis. Está claro que este puerto sólo se sube bien sufriendo y yo no estaba dispuesto. Mangue continuó con su plato mediano y pronto lo vi a un kilómetro aproximadamente, al otro lado de una gran curva sobre el valle. Yo pasé al plato pequeño y me propuse no pasar de las 160 pulsaciones de frecuencia cardíaca. Cada vez que las alcanzaba me paraba un minutillo o dos y seguía. Aún así no me adelantó nadie, así que supongo que los demás iban igual (salvo Mangue, claro). Adelanté a dos catalanes que también iban con coche de apoyo y sin alforjas (aunque cada vez menos gente sube con las alforjas o con mochilas, hay un taxi en Vega de Valcarce que las sube por unas 300 pesetas cada una), uno iba ya a pie y el otro aceleró el ritmo, me adelantó un par de metros y decidió descansar un rato. Un par de kilómetros más adelante me paré a charlar con un par de chicas indignadas porque, según les habían dicho, a esas alturas ya deberían estar en la cumbre. Las desengaño, les digo que no sé cuánto falta exactamente, pero que son unos 180 metros más de ascensión. Y así, con una maravillosa vista a mi izquierda que nunca puedo disfrutar lo suficiente, llego a O Cebreiro, que está en fiestas ¡hay más gente que en la playa de Cádiz! Tanta gente hay que no encuentro a Mangue y casi empiezo el descenso a Triacastela solo. Menos mal que el madrileño nos había visto a los dos y me advirtió. Por supuesto, de fotos nada...
Desde O Cebreiro hasta el Alto do Poio mantenemos la altitud, vamos por carretera con continuos toboganes. Aquí nos despedimos del madrileño que va muy castigado y con mucho más peso que nosotros y comenzamos el largo descenso. Los últimos diez kilómetros los hacemos por estrechos carriles cubiertos totalmente de vegetación y alguna que otra corredoira. Así llegamos a Triacastela, donde nos albergamos en el mismo sitio que el año pasado. Son las ocho de la tarde.
Distancia recorrida: 133 Km. Velocidad media: 18.4 Km./h (Mangue, claro).
Queda poco para Santiago y pensamos que las mayores dificultades ya han pasado. Nos quedan dos etapas cortas sin grandes desniveles, pero hay que tener en cuenta que estamos en Galicia, aquí el llano no existe. El año pasado el tramo entre Triacastela y Sarria lo hicimos por Samos, así que este año nos proponemos conocer el camino por San Xil. Tras desayunar tarta de Santiago, comenzamos el fuerte ascenso de 5 Km. hasta el alto de Riocabo. Como ayer, vamos adelantando a grupos de peregrinos a pie que han comenzado mucho más temprano que nosotros el camino. Como el año pasado, hay bruma, el paisaje es una maravilla y no resistimos la tentación de hacer fotos.
Llegamos a Sarria, donde no paramos este año, y continuamos por el camino, bien señalizado por los "milladoiros", hasta Barbadelo, adonde llegamos por carretera. Por esa misma carretera salimos hacia Portomarín y pronto nos encontramos por caminos típicamente gallegos, con varias corredoiras que hay que pasar a pie. Atravesamos aldeas cada pocos kilómetros: Rente, Brea (donde está el kilómetro 100), Ferreiros, Vilachá... Finalmente, subimos a Portomarín para encontrarnos con la familia y comer juntos. Aprovechamos para comprar algunos recuerdos que suponemos más baratos que en Santiago.
Por la tarde afrontamos el ascenso al puerto de San Antonio por un buen carril, atravesamos Gonzar, Castromaior (donde empezamos a ver muchos eucaliptos, además de los robles), Hospital de la Cruz, Ventas de Narón, Ligonde (con su cruceiro que casi no vemos), Eirexe, Avenostre (todas aldeas minúsculas) y llegamos a Palas de Rei. Tampoco paramos aquí este año y, tras pasar Casanova y Leboreiro, llegamos a Melide un poco machacados por los continuos sube y baja. Las cuestas no son ninguna muy prolongadas, pero los desniveles son fuertes, un auténtico rompepiernas.
En Melide nos alojamos en el mismo buen hotel de las afueras del año pasado. Tras ducharnos y ver un poco la tele, salimos para la tradicional cena de la víspera de Santiago en la pulpería Ezequiel (aquí nos encontramos con el madrileño, del que nos despedimos por si no lo veíamos en Santiago, como así fue).
Distancia recorrida: 83 Km. Velocidad media: 14.8 Km./h.
La primera parte de la etapa fue calcada a la del día anterior, todo cuestas por el típico paisaje gallego de bosques de robles y eucaliptos, aldeas minúsculas, cada una con su hórreo, y vacas sueltas por todas partes. Así, llegamos a Arzúa, donde sellamos por última vez en el "autoservicio de sellado" que hay al lado de la parroquia. A partir de aquí, el perfil se suaviza algo, sin llegar a ser llano en ningún momento. Tras un ascenso de más de un kilómetro por la última corredoira, cuyas piedras han cubierto con arena, llegamos a Labacolla, de lo que sólo me doy cuenta por el estruendo de un turbohélice al despegar. Nos paramos a descansar por última vez en un mesón, junto con un grupito de peregrinos de a pie, y afrontamos nuestro último tramo.
Desde Labacolla todo es asfalto y civilización, con todos sus inconvenientes. Pasamos de largo por el Monte do Gozo, de donde salimos escarmentados el año pasado, y, finalmente, llegamos a Santiago. La entrada en la ciudad por carretera es algo complicada, las flechas están en la izquierda y hemos de ir por la derecha, lógicamente. Como en otras muchas ocasiones a lo largo del camino, las flechas nos guían por calles en dirección prohibida. Finalmente, aparecemos en la Plaza del Obradoiro por su acceso Norte y tras bajar unas escaleras, en vez de por el sur, por la Puerta del Camino. Lógicamente, la familia, que nos esperaba por el otro lado, no nos ve. Llamada telefónica por el móvil, reagrupamiento, fotos y a por la compostela.
Tras la mariscada tradicional que a mí me sienta mal tradicionalmente (son las dos cuando llegamos), volvemos a la Catedral a cumplir con nuestras obligaciones de peregrino con la conmoción de lo que habíamos visto en la tele durante la comida. Por desgracia, este día no pasará a la historia precisamente por nuestra llegada a Santiago.
Distancia recorrida: 55. Velocidad media 15.8 Km./h.