Este diario fue publicado en 2003, en versión impresa, por la Excma. Diputación Provincial de Segovia. (Dep. Legal: SG-00/2003)
Se publica aquí a iniciativa de su autor.
Por el camino más corto
Ramón Sánchez-Capuchino Llorente
rskpu22@telefonica.net
Este Diario-Libro-Guía lo publico
con motivo del próximo Año Jacobeo,
con idea de motivar a los lectores
peregrinos y no peregrinos
hacia "El Camino a Santiago".

Dedicándoselo a mi mujer, Charo,
que a su "manera" también ha hecho
tanto éste como los anteriores.

El Peregrino

00. Prolegómenos
01. Segovia - Santiuste
02. Santiuste - Medina
03. Medina - Villafranca de Duero
04. Villafranca de Duero - Benegiles
05. Benegiles - San Martín de Tábara
06. San Martín de Tábara - Villardeciervos
07. Villardeciervos - El Puente
08. El Puente - Porto
09. Porto - Manzaneda
10. Manzaneda - Doade
11. Doade - Chantada
12. Chantada - Lalín
13. Lalín - Santiago
14. Santiago - Santiago
15. Conclusión y mapas
16. Recorrido definitivo Segovia-Santiago

Prolegómenos

Como todos los años al llegar a abril suelo tener ya decidido el tramo de Camino de Santiago para el año en curso. Dispongo para ello de dos semanas, y este año, aún estando en el mes de abril no puedo decidirlas sobre en que fecha, por programación de las ocupaciones de mi mujer.
Como norma suelo hacerle a últimos de mayo o en junio. Este año tenía pensado conocer la Vía de la Plata, así que poco a poco voy adquiriendo información, sobre esta ruta. No tenía decidido desde donde empezar. Hacía cálculos bien desde Sevilla y Mérida a sabiendas que en dos semanas imposible de llegar a Santiago.
Pensaba que podía hacer desde Sevilla o Mérida en diez días, después dar un salto en cualquier tipo de locomoción, hasta una distancia de cien kilómetros de Santiago y así desde aquí seguir caminando y ganar la indulgencia. Pues como disponía de esos días, al menos llegar a Santiago como hacía casi siempre que voy al camino por más de una semana. Iba intuyendo que no iba a tener compañero de viaje, que iba a ir solo, la separación de los albergues en esta vía suele ser con diferencia, mayor que en el francés y en algunos tramos sin albergue. Esto la verdad no me preocupaba, pues con frecuencia en mis caminos me toca dormir en el suelo al llegar tarde a los mismos y encontrarse estos llenos.
Resulta que a primeros del mes de abril al comprar en una librería, mientras me despachaban, veo un libro en ella que habla del camino de Santiago en línea recta (Escrito por el propio peregrino). Le compro y le leo. Me gusta, ameno, muy meticuloso en su preparación y su argumento consistía que desde un pueblo de Valencia con rumbo 302º, sin salirse de una franja de 10 kilómetros llegaban a Santiago dos personas.
Así que me siento uno de esos días con unos planos para ver su ruta, sus tramos y demás incidencias. Veo que es una empresa larga y algo sofocante al ser en el mes de julio, pero con paciencia y tiempo, aparte de una mínima preparación, era bastante factible, sobre todo yendo dos personas.
Se me ocurre unir a Segovia con Santiago con una línea, y observando su trazado veo que por encima de donde pasa, no se ven fronteras infranqueables.
Tiene esta dirección un rumbo de unos 300º. Que pasa dicha línea por muchos pueblos y en cuanto a dificultades posibles, observo que podía ser en dos puntos solamente: la Sierra de la Culebra y la Sierra Secundera. Además mirando la escala y haciendo la conversión, calculo que hay en línea recta unos 420 ó 440 kilómetros, esta variación es porque lo hago en planos de 1:200.000 de carreteras y nos son muy exactos.
Casi mentalmente calculo a como resultaría la jornada diaria en kilómetros y con estos datos, cual es mi sorpresa, que a una media de 30 Km. mas o menos, estoy en Santiago en quince días.
Por si esto fuera poco, para que se me fuesen disipando las dudas, un día al comentarle a un peregrino de Segovia, qué es lo que quizás pensaba hacer este año, me cuenta que ya por allá en el 1982, hubo un segoviano, que peregrinó en línea recta aproximadamente, llevándole un tiempo de 21 días. Fue por una ruta un poco mas arriba de la que yo tenía entre manos, aunque creo que pueda que coincida en algún punto, pues según por donde fue, yo posiblemente le cruzaré en algunos tramos, ya que él zigzagueó un poco.
La noticia anterior, fue el trampolín para decidirme en firme. Lo primero y más urgente entonces era ya, en ir haciendo labor de consentimiento familiar. Que aunque ya lo tenía para la Vía de la Plata, que de por sí dura y también solitaria, no sabía que respuesta iba a tener en casa, para esta nueva variante. Así que poco a poco voy soltando lastre, en reuniones familiares, como quien no quiere la cosa, de que si, que me voy al camino, pero este año desde casa, que me es mas cómodo salir de aquí y no tenerme que desplazar, bien a Sevilla o Mérida y aunque solo, iba sin muchas prisa, porque las etapas no eran largas, llevaba la compañía del móvil, un poco de recomendación, como es natural de Santiago, un poco a mi suerte y a alguien mas.
Tuve que ganarme también el apoyo de este "alguien mas". Es de mi hija Tatiana y de sus hermanas de comunidad ( Está en un convento de clausura) que siempre que salgo al camino se preocupan por lo que me pueda pasar. Yo siempre como es natural me acuerdo de ellas en todos los caminos y es que en casi todas las emergencias que me he tenido en los caminos, se me solucionaban con bastante rapidez.
Así que enseguida, mi familia tuvo conocimiento de que mi hija Tatiana, aprobaba que hiciese ese camino, al menos exteriormente me apoyaba la idea y que tomaría todas las precauciones para evitar algún problema, pues esta vez iba a ir solo. No se porqué, pero en decisiones familiares la opinión de mi hija Tatiana, a pesar de estar como ajena de la vida corriente, sus opiniones son tenidas al menos por su madre siempre muy en cuenta. Circunstancia esta que a mi casi siempre me beneficia, pues me hace mucho caso. Sabe mi hija que por ella me inicié en el Camino, cuando hizo sus primeros votos, hace mas de 8 años.
La verdad que tengo, con estas monjas, una gran suerte pues son para mi, un mucho, los Ángeles de la Guarda.
Me voy proporcionando de los planos del Centro Geográfico del Ejército de 1:50.000 hasta el final de la provincia de Zamora y de 1:200.000 del resto hasta Santiago, preparo mi brújula, porque hasta Galicia la voy a necesitar, luego ya no. Tendré que ajustarme a las aldeas gallegas, me temo que tendré dificultades en mantener la dirección, son numerosísimos los caminos y sendas que en Galicia te encuentras cuando te sales de las carreteras asfaltadas. Las distancias sacadas del plano se multiplican en la realidad, bien por las pendientes y porque hay que ir de un lado a otro para salvar los obstáculos diversos (Montes, arbustos, fincas, ríos etc...)
Veo que el rumbo Segovia-Santiago son 300º, va por encima de Constantino, el peregrino valenciano, y que a medida que me acerco a Santiago me voy juntando, me separo y vuelvo a juntarme. Esto es posible por el margen de mi franja de 10 Km. de la izquierda con el suyo de la derecha Así dando vueltas al recorrido, mirándole y remirándole, termino por aprenderme casi todos los pueblos por los que esperaba pasar, faltándome únicamente elegir el día de la partida.
También traté a través de libros y propaganda, recibida de las delegaciones provinciales por donde iba a pasar, conocer un poco de antemano como eran los pueblos por los que pronto iba a presentarme.
Creo que voy a salir de una ciudad nacida a partir de los romanos, con una antigüedad de mas de dos mil años, pero me voy a ir encontrando otras, que aunque menores, también con vestigios romanos, que nos sorprenderán, un poco su historia por su poca difusión cultural que tienen. También veré, que por donde espero ir, encontraré bastante arte románico. El Camino Francés, como todos sabemos, está recorrido todo él por monumentos del románico de todas sus épocas y tendencias. Pues bien, este camino que voy a realizar, veo que le han llegado multitud de salpicaduras de las influencias europeas, que entraron por el Francés, a nivel iglesias, hospitales, monasterios, puentes...sobre todo a partir del siglo XI, cuando a los moros se les ha ido expulsando de estos territorios.
Hasta primeros de Junio no pude concretar por fin el día de mi partida, así que decido iniciarlo el 24 de Junio y terminarlo el siete de Julio en el Obradoiro.Ya tenía las etapas programadas mas o menos y donde pretendía hacer noche. Los kilómetros calculados un poco por encima, pensando que me pudiera quedar corto, pero con margen por si eran mas.
Trato de ponerme en contacto con los alcaldes de los municipios donde pretendo hacer noche, mandándoles, mediante una nota con carta, la idea de lo que pretendía.
Nota que mandé de las etapas:
24Segovia-Santiuste49
25Santiuste-Villaverde de M.42
26Villa-San Román De Hornija35
27San Román-Benegiles35
28Benegiles-Perilla C.35
29Perilla C.-Villardeciervos35
30Villardeciervos-Requejo40
1Requejo-Porto30
2Porto-Manzaneda45
10ª3Manzaneda-Doade-Lobios38
11ª4Lobios-Villaquinte35
12ª5Villaquinte-Rodeiro35
13ª6Rodeiro-Bandeira40
14ª7Bandeira-Santiago30

Carta a los alcaldes de los municipios previstos, presentándome y comunicándole el día de llegada.

ASUNTO: Rdo Saludo a Alcaldes del "Camino en Línea Recta a Santiago".

DESTINATARIO: Ilmo. Sr. Alcalde.

Soy un peregrino que tiene previsto "pernoctar" en su municipio si el tiempo, ilusión y ganas no fallan, el próximo día _____ de Junio/Julio.
Me he tomado la libertad de ponerme en contacto con usted con impreso oficial, desde mi despacho, solamente para darme a conocer y como seguridad hacia su municipio y no llamar mucho la atención, cuando el día de autos aparezca por allí un personaje con unas pintas no muy propias para visitas,, como suele ocurrir en estos casos.
Sabrá que no es un municipio de paso tradicional en algún tipo de Camino, salvo algunos al final. Pero creo que de vez en cuando "algún osado peregrino habrá pasado por ahí".
Los peregrinos nos conformamos con casi nada, como sería algo a cubierto para pasar la noche, todo lo demás será un lujo y no por ello mal recibido.
Atentamente.

No quería nada más. Para mi el pequeño problema que se me iba a plantear, era la noche. No sabía lo que me iba a encontrar cada día. Presumía que en los suelos de los colegios, polideportivos, iglesias, establos, remolques...serían mis descansos y aunque se acostumbra uno después de las caminatas diarias, no es lo mismo, si en estas circunstancias, sabes que al lado, aunque ronque, hay alguien mas acompañándote en el ansiado descanso.
La mochila, que la tenía ya a mano, desde primeros de mes, la iba estrujando, colocando, recolocando, poniendo y quitando cosas para llevar lo imprescindible. Me hice una guía del itinerario, con escaneos de los planos, en tamaño cuartilla, en la que iría tomando notas, que me confeccionó mi hija Tatiana en su encuadernación, que con la credencial tradicional y con un peso de mochila de unos siete Kilos, la dejo por definitiva y a esperar al momento ya de la partida.

[subir]

Segovia - Santiuste

Noche en vela
Día 24
49 Km.

Este día comienza como todos, a las 24:00 de la noche. Digo esto porque ya en la cama, no logro conciliar el sueño. Tengo la sensación de intranquilidad y un poco de zozobra de cómo va a resultar, al menos, el principio de mi nuevo camino.
Repaso en la cama una y otra vez los bártulos. No se me pueden olvidar, entre otras cosas, los amuletos de mis hijos que siempre llevo en todos los caminos. Soy un poco despistado, pues raro es el día de mi vida cotidiana que al salir de casa, al llegar al ascensor no tenga que volver por haber olvidado algo.
Duermo por fin y a las 5:20 después de haber visto anteriormente las 4:30 me levanto ya. No me lavo como es lo habitual, porque haciendo el camino me aseo por la noche, así por la mañana con vestirme y desayunar, estoy dispuesto a caminar.
Empiezo por la vaselina en los pies. Me visto enseguida, tomo un café y unas galletas, saco la mochila a la puerta de la calle y por fin voy al dormitorio a despedirme, pero... -¡ya está mi mujer de pié esperando en el pasillo a que salga de la cocina! Un abrazo y me dice:
- ¡Por favor con mucho cuidado!
-Sí, antes la seguridad que otra cosa, -le prometo.
De esta manera, un beso con abrazo y adiós.
Bajo, la mañana es muy buena, sólo llevo la camisa, aún no ha amanecido. Salgo por detrás de casa, me noto un poco excitado y hasta nervioso; comienzo un paseo de no sé cuántos kilómetros, esta vez desde el mismo Segovia a Santiago por el camino que creí más oportuno, o vulgarmente por donde me daba la gana, con incertidumbre, a raudales de cómo terminaría las etapas.
Se nota que hoy es fiesta en Segovia, no se ve a nadie, es San Juan. Aunque pronto, a diario ya suele haber ajetreo a estas horas, al menos por la zona que salgo. Me cruzo con el autobús de las 6:00 que va a Madrid, paso por la Comisaría, inicio la bajada de los Hoyos y ya entre luces y sombras trato de hacer la primera foto a las torres de la catedral, no sé si saldrán porque hay poca luz.
Avanzo un poco más y empiezo a vislumbrar la Torre de Juan II del Alcázar. Edificio asentado sobre un castro romano, posteriormente fortaleza árabe y que como el acueducto romano de fama universal.

Paso por delante de La Fuencisla, dejándole a la Virgen un pequeño ruego que es obvio comentarlo. Paso por el Arco de la Fuencisla; es de día y enseguida recibo el saludo de los primeros perros, como están encerrados no hay problemas.
Mas tarde por San Pedro Abanto, antiguo convento de monjes de clausura, más adelante por una finca con una ermita más moderna que el convento anterior, con su espadaña, -seguro que su interior está lleno de forraje de los animales de la finca.
Llego al desvío del club Juan Bravo y más tarde a la Aparecida por la carretera antigua, sin subir por el puente cruzando la vía del ferrocarril Segovia-Medina que lleva más de quince años sin servicio y actualmente está abandonado.
A las 8:00 más o menos hago la primera parada en la gasolinera de la Aparecida. Sentado en una piedra me tomo un par de bombones que cogí a última hora en el frigorífico. Hago mi primera llamada a casa diciendo por dónde voy y les perece... ¡poco! -Llevo mi paso de siempre y al ser ese tramo llano había hecho más de nueve kilómetros en dos horas, y sin apretar. -Es lo que pretendo como mucho, pues más deprisa no se debe ir, sobre todo si voy a estar quince horas de media diarias andando.
Sigo por la calzada dejando, al poco tiempo, las instalaciones deportivas del Casino y encaro la recta a Garcillán.
En este primer tramo, largo, llano, sin incidencias me va dando vueltas la cabeza: -en dónde me he metido, -no me doy cuenta de lo que acabo de empezar... -Aunque aquí lo expreso en dos renglones, ¡la idea me está mareando durante todo un buen trecho!
Mi experiencia me dice:
Tú a lo de siempre en estos casos: ¿Cuál es el siguiente pueblo que te vas a encontrar, cuántos kilómetros hay...?
Como normalmente a diez kilómetros no llegan casi nunca, me alivio pensando que en una hora larga, cambio el chip por un momento y paro, no sólo para descansar, sino a ser posible para dialogar con el primer aldeano y comunicarte con él aunque sean banalidades.
Así que a las 10:00 en la gasolinera del pueblo de Garcillán, partido judicial de Segovia, de buen pan; y regado su término por los ríos Eresma y Moros.
Antes de llegar me llama mi hijo Rodrigo desde Ferrol, donde se encuentran también mis dos nietos, para preguntarme:
¿Cómo llevaba esa primera mañana? Que contara con él y que procuraría estar al tanto del recorrido.
Este año, cuando decidí realizar la salida le mandé un itinerario. El año pasado en el camino de la costa, acudió a Sobrado de los Monjes para acompañarme hasta Santiago. No dispone, por sus ocupaciones del tiempo que dispongo yo, creo que si pudiera sería un asiduo peregrino también.
Me paro en la marquesina del autobús, me descalzo las botas y observo como van los calcetines, por si se nota alguna arruga, aparte de que es bueno que los pies respiren en los descansos: -Una cosa muy importante para nosotros los caminantes es que no es lo mismo estar durante más de un mes andando días alternos más de veinticinco kilómetros con el calzado del camino y al día siguiente andar lo mismo, pero con distinta presión de pies. El peso de la mochila te implica variar la presión y así surgen las ampollas. Son fáciles de curar, pero si vas solo es un poco engorroso, es más cómodo dejarle el pié al acompañante para que agujeree y cure la ampolla, -uno va siendo mayor y casi no me puedo ver la planta del pié.
Con los pies descalzos comienzo los primeros apuntes del diario. En la gasolinera me doy un agua. Saludo al empleado, me mira un poco fijo sin decir palabra hasta que yo arranco. Le cuento mi objetivo, hace un gesto de incredulidad y me suelta:
Lo veo muy complicado.
¡Toma esto! Para que me vayan dando ánimos! -Me viene al pensamiento.
Tenía este pueblo, hasta hace dos años, un "Púb." al lado de esta gasolinera. Un paisano de la comarca tenía por costumbre abonar en dicho establecimiento a las señoritas con papeletas de lotería. Dichos números de lotería coincidieron con el gordo de navidad de ese año... Ni que decir tiene que las señoritas han desaparecido. La rumoró logia dice que se han establecido por su cuenta.
Tiene mucho trajín esta gasolinera con las obras del AVE, pues en esta zona están bastante avanzadas.
A las 11:30 paso por Anaya, pueblo muy chico con una iglesia de 1504 y con dos ermitas en sus inmediaciones: Nuestra Señora de Oñez pegada al río cerca del camino y la del Santo Cristo de la Agonía en una pradera del mismo.
Llevo un rato ya con el sol arriba y pegando en la espalda. Tomo un poco de agua y aunque al sol pues no había a mano sombras, parando un poco en el puente nuevo. Veo por abajo a un rebaño de ovejas cuyo pastor conozco de otras caminatas mías. Es rumano, habla ya el castellano, -ya me gustaría a mi hablar así el inglés. Le digo donde voy y me despido después de ofrecerle una naranja que sin ninguna pega me acepta y yo gustoso se la doy.
Otro poco de subida y más recta ya para Tabladillo.
Mucho antes en la cuneta otra paradita para tomarme una naranja.
Por aquí continúa el trasiego de maquinaria con las obras del AVE. Tengo un sobrino haciendo el túnel de Tabladillo. Los destrozos de los campos son, en principio enormes, esperando que con el tiempo esos mordiscos a las tierras se suavicen.
Hago parada en la marquesina de Tabladillo. Me llaman al rato de Radio Segovia porque me quieren hacer una entrevista sobre la 1:30. Me meto en Pascuales donde nada más entrar hay un enorme pilón.
Cerca del mismo en una sombra hay tres mayores, interesándose por mí.
Me dicen:
Para que funcione la fuente hay truco, hay que abrir una llave que se encontraba enterrada en un registro disimulado, así no corre el agua y no se malgasta.
Consigo que funcione después de un pequeño esfuerzo, pues a esas horas de marcha se notaban un poco las visagras, al tenerme que arrodillar y casi tumbarme para llegar a la dichosa llave. Me lavo por fin y me refresco.
Estando aquí me llaman de la radio y hablo con el locutor, Alfredo Matesanz, a quien le expongo de la manera más rápida mis deseos, -no tenemos buena cobertura, -nos entendemos malamente y hablamos en un tono que casi nos podríamos oír sin los móviles.
Una vez acabada la entrevista, cojo la senda del camino de Santiago, que forma parte del Camino de Madrid, que une esta aldea con Santa María la Real.
Se ve el pueblo, sobre todo su iglesia que destaca nada más coronar Tabladillo.
Precisamente alrededor de la iglesia nació el pueblo de Santa María. Por allá en el
1392 un pastor, Pedro Amador, encontró una virgen en una cueva en terrenos de
Nieva, la Virgen de la Soterraña, en cuyo lugar se construye la iglesia; comienzan las
construcciones a su alrededor y protegidas éstas por Catalina de Lancáster, mujer de
Enrique III
. La iglesia es del gótico del XV, con un retablo de Berruguete, una sala
de cortes donde en 1473 Enrique IV se reunió en los últimos días de su vida.
Adosado también tiene la iglesia un antiguo monasterio dominico del románico de
transición
.
Después de ver por los suelos del pueblo, señales amarillas del camino de Santiago, -¿cuándo las volveré a ver? Llego sobre las 14:30 al ayuntamiento con intención de ver y saludar al señor alcalde.
Tengo que esperar un poco hasta que sale. Nos saludamos amistosamente pues nos conocemos de algunas reuniones provinciales de años anteriores.
También de que realizó hace tres años unas jornadas sobre el camino de Santiago que sale de Madrid y por nuestra provincia se dirige a la de Valladolid terminando en Sahún (Por esto las señales amarillas de antes).
Ya sabe por mi carta enviada que iba a pasar por aquí:
Quédate a comer conmigo. Me dice.
Lo siento pero no puedo porque son las 14:30 y tengo más de ocho horas de luz que tengo que aprovechar.
Me sella la credencial, nos hace su secretario una foto y nos despedimos.
Debe ser buen alcalde este Don Eusebio, personalmente lo es, pues debe de llevar cuatro o más legislaturas.
Es raro que algunos aldeanos que les pregunto por él, los del pilón de Pascuales, lo critiquen un poco, debe ser que pregunté a la oposición.
Salgo con un fuerte sol y por supuesto alta temperatura. Son más de las 15:00 ya. Entro en la primera tienda de ultramarinos que encuentro, me proveo un poco para el día y para el día siguiente por la mañana. El tendero me informa:
En la piscina municipal de Nieva podrá entrar y descansar.
Salgo un poco ligero para quitarme el calor y llegar a Nieva enseguida pues no llega al kilómetro.
A la entrada del pueblo está el recinto de la piscina municipal, enseguida veo al de la puerta, me dirijo a él y le dogo:
No soy socio, como se puede imaginar, le agradecería que me dejasen entrar en su instalación aunque tenga que abonarles algo...desearía descansar un par de horas. Antes de terminar de decirle lo que quería, por su expresión y ademán de dejarme pasar, vi que el paso lo tenía conseguido.
Me contestó que pasara y que no tenía que abonarles nada.
Se lo agradezco, así que al césped y a la sombra de un pino. Me pongo cómodo, tomo un bocadillo, fruta y un café solo con hielo en la barra. Charlo con unos jóvenes piscineros a los que pregunto si conocen el camino campo a través, que sale al norte del pueblo hacia Santiuste.
Me dicen:
No lo hemos andado, pero no se preocupe que por el camino que sale al final del pueblo no "tiene pierde".
Aquí en castilla al castellano se le dan buenos zarpazos a su lengua.
Después de la información me voy a la estera y me tumbo casi un par de horas.
Me despierto y a las 17:30 salgo del recinto. Nada más abandonar el pueblo cojo la pista forestal con rumbo a Santiuste y por medio de los pinares sigo hasta que en un momento dado, sobre las 19:00, noto que el sol me sigue dando por la izquierda: ¡Me he salido de la dirección que tenía prevista!
Hago una parada. Continúo corrigiendo un poco el rumbo y como no he tomado en cuenta el tiempo que llevaba con mala orientación, no sé dónde puedo salir a la carretera que une Nava con Moreruela de Coca.
Hago otra parada para ver si puedo identificar algún punto del plano pero ¡es imposible! todo son pinos y no tengo buenas referencias.
Así que mientras tomo una determinación y escudriño a mi alrededor, termino por ver a lo lejos que alguien se acerca... Efectivamente, ¡viene un ciclista!
Claro, sin hacerle señas para que se acerque, espero. Llega, nos saludamos y la pregunta forzosa por ambos de a dónde vamos.
De calentamiento con la mountanbike, lo hago casi a diario, alternando las pistas, me dice el ciclista.
Yo le cuento muy resumidamente mi meta y de paso que me indique la dirección más recta para Santiuste.
Me señala unos árboles en la lejanía y hacia allí me dirijo. Aunque no lo veo muy confiado en la dirección, como no la veo muy dispar, le hago caso, porque además no varía mucho de lo que la brújula me indica.
Llego al cruce de la carretera de Nava con Moreruela. Pregunto en una granja, a un tractorista:
¿Para coger la senda del río?
Me señala una dirección que coincidía con la mía Y con ambas direcciones reanudo mi camino.
En fin, después de casi dos horas, llego a una carretera asfaltada que no reconozco. Son las 21:30 y no sé si tengo que ir a la derecha o la izquierda.
Espero más de cinco minutos a que alguien quisiera detenerse para preguntarle por Santiuste. Dos jóvenes pararon indicándome el sentido:
Está cerca...
Veo enseguida las luces pero me lleva más de media hora. Finalmente sobre las 22:45, un poco cansado, llego al pueblo.
Más de cinco horas de paseo por el pinar, equivalen a unos veinte kilómetros, ya que todo fue llano.
Al llegar al pueblo voy hacia las luces que coinciden con las de la plaza.
No se ve a casi nadie a pesar de que es el día de la función, 24 de junio, San Juan Bautista. Pregunto por el alcalde y me dice una señora:
Está en el polideportivo donde se celebra una cena con el pueblo casi en pleno.
Allí me dirijo. Antes de entrar oigo el murmullo de los comensales.
Entro con paso decidido saludando a los invitados a medida que avanzo por el lateral de la mesa en forma de U en la que habría unos doscientos individuos.
Les pregunto a la vez por al alcalde indicándome:
Siga que pronto llega a su altura.
Efectivamente en la cabecera de la enorme mesa está el alcalde, Don Ramiro. Al acercarme se levanta, me saluda muy amablemente y me comenta en seguida:
Le estábamos esperando, he recibido su carta.
Me presenta al cura del pueblo, Don Agustín, que estaba a su lado como también a los concejales que comparten mesa.
Me ofrece un hueco en la mesa y que cenase.
Quédese con nosotros, le tengo preparado el polideportivo con duchas y colchonetas para dormir.
Para mí iba resultando todo perfecto. Me tuve que levantar a servirme la cena pues era auto-servicio y en ese momento me saluda un señor por la espalda, me vuelvo y es... ¡Baudilio! Un señor que conozco desde hace seis años, de partidas de mus en la primera decena de agosto en Torrevieja donde veraneamos. ¡Yo que creía que era de Segovia! Se sienta con nosotros y le dice al alcalde:
Yo me hago cargo de él, dormirá en mi casa.
Así que para ser el primer día, a pesar de la paliza, hay suerte en el descanso con una buena cama. ¡Claro que hasta más de una hora no me puede acostar porque había que ir a un bar a tomar un chupito! Son las fiestas y tenía que corresponder un poco a pasar mío..
Me preguntan por mi camino y se quedan un poco asombrados de lo que pretendía. Yo después de un vaso de leche, en lugar del chupito, me voy a la cama no sin antes despedirme de las autoridades locales. Me devuelvan la credencial sellada Baudilio con su mujer me tienen que enseñar su negocio, tienda de comestibles, queriéndome llenar la mochila. Pero por supuesto que sólo le admito unas piezas de fruta, hay que mirar el peso.
Total, que sobre las 12:30 de la noche después de haberme lavado un poco me acuesto dando gracias a Santiago y a no sé cuántos santos más de estar entero y descansando como los humanos. ¡Que para ser el primer día, llevaba en pié desde las cinco y media de la mañana, ya está bien!.

[subir]

Santiuste - Medina

Primer día de soledad
Día 25
35 Km.

No llevo despertador, el del reloj no lo oigo, pero confiaba, no se porqué en despertarme sobre las seis. Evidentemente no fue así pero fue sobre las seis y media cuando me desperté y a partir de ese momento empiezo a reanudar la marcha. Comienzo con mi rutina de arreglo de pies, calzado, vestimenta, recogida de enseres, recorrido visual para no olvidar nada y a las 7:00 de la mañana, con el sol en todo lo alto, inicio la segunda jornada.
Voy comiendo unas picotas que traje de casa, están fresquitas por haberlas dejado la noche anterior en la ventana, la pastilla y que con una naranja hago mi segundo desayuno. Tengo que seguir la carretera hacia Bernuy, hay bastante tráfico, no me meto en el pueblo pues no tiene pinta de haber nada abierto.
El paisaje es todo dorado, aún no han entrado las cosechadoras y aunque oigo chasquidos como de tractores, es el zumbido de las máquinas que detrás de unas lomas trabajan en el AVE de Galicia.
A las 9:15 llego a Fuentes de Santa Cruz. Antiguamente se llamó Fuentes
de Coca, partido judicial de Santa María.
Tiene una hermosa fuente de tres caños para el uso doméstico, su sobrante lo aprovecha el ganado.
Es pequeño el pueblo, aunque con molino y por supuesto hasta dos panaderías. Pregunto a unos obreros:
¿Hay bar en el pueblo?
Sí, hay dos, me dicen. Al final del pueblo.
Están próximos los dos, decido por el segundo, me parecía mas concurrido.
Me tomo un café largo con leche y unas magdalenas.
La señora y la hija del bar, una vez que me atienden, me echaban una especie de sonrisa, con ánimo de conocer mi paso por su bar, finalmente se deciden y quieren que les cuente un poco mis intenciones.
Durante nuestra charla, entran unos obreros, uno de ellos al rato dice a la camarera:
Que se cobre también mi café.
Miro y es Don Agustín, el cura de Santiuste que había venido al pueblo a decir misa. No le dejo, charlamos un rato, se marcha deseándome suerte de nuevo.
Hacia las 11:15 cruzo la carretera de Madrid-Gijón adentrándome en Bocigas. Es un pueblo de la provincia de Valladolid con una iglesia mozárabe más grande que el pueblo mismo. Tiene un club de golf con nueve hoyos.
Es martes, las 11:30 y están cinco personas jugando.
Unos jubilados, otros no tanto, se sorprenden un poco al verme, me dicen:
Nos lamentamos del calor que hace.
Cuando les digo lo que pretendo, me compadecen un poco. Nos hacemos una foto y con un "buen camino" nos despedimos.
En el pueblo me cruzo con un Land Rover de la Guardia Civil. Los paro y les pregunto por el tramo desde el puente del Adaja hacia La Zarza. Según mi plano hay unas curvas y presumo que más de un desvío.
Me indican la salida de Bocigas y el desvío a La Zarza.
A los dos kilómetros del pueblo paro en unas ruinas a descansar un poco en el tronco de uno de los enormes pinos que por allí hay.
Llego al río y cojo la bifurcación a La Zarza.
El camino es entre pinos, sol y sombra. Paso por unas casas que me dan la sensación de ayuda y recuperación de drogadictos, una especie de chalet con gente deambulando, solos. Al lado una nave grande con cerrojos por fuera y rejas en las ventanas. Suelo curiosear por donde voy; esto no me gusta y continúo sin pararme.
Otro alto antes de La Zarza, donde la sombra de los pinos es muy de agradecer. Llego sobre las 13:30. Este pueblo tiene restos de épocas romanas.
Entro en el bar que ya conocía de hace dos años. Pido dos zumos, -llevo muchísimo calor. Me los tomo de golpe. Le pido a la señora unos huevos fritos, patatas y ensalada de tomate.
Al poco tiempo me lo trae todo. Sin haber terminado de comer noto algo raro, -no sé el que, -no me apetece seguir comiendo y sin acabar lo dejo.
Continúo pensando en el malestar:
Lo achaco a que me tomé los zumos muy deprisa y me sentaron mal.
Veo un partido del mundial y al acabar me voy a la fuente del pueblo a lavarme. En el lateral de la iglesia, a la sombrita, extiendo la colchoneta y a descansar.
Es una iglesia barroca del siglo XVII.
Durante la siesta me llama mi amigo Maxi para preguntarme cómo lo llevo. Es consciente de que me llamaba porque en conversaciones anteriores a la marcha, deduje que la empresa iba a resultar, para él, dudosamente alcanzable.
Sobre las 5:30 reanudo por carretera asfaltada y con sol de justicia2. A la hora voy a la cuneta a unas sombras de enormes pinos. Hago otro pequeño alto antes del pueblo, Moreruela de las Panaderas. Hay una imagen en el retablo barroco de su iglesia de la Virgen del Rosario, atribuida a Berruguete.
A las 6:45 entro en el bar que está a las afueras. La casera es muy amable conmigo e interesada por mi marcha. Le enseño la guía y demás papeles. Me invita, se lo agradezco y me despido esperando saludarla muy pronto.
Al poco de salir del pueblo ya se ve la torre del castillo de La Mota. Del siglo XII, ampliado en el XV con modificaciones de Enrique IV y de los Reyes
Católicos. Actualmente se encuentra totalmente recuperado con el foso, muralla y Torre del Homenaje.
También tiene Medina un palacio digno de mención: El Testamentario donde "vivió, testó y murió" Isabel la Católica. Antiguamente fue el primer mercado de
lanas de Europa.
En la Plaza Mayor, está el Ayuntamiento, barroco, antesala de la plaza de Valladolid. En la Edad Media la misa mayor se celebraba en un balcón cuando coincidían los días de tasaciones, para que el personal no desatendiese los negocios.
Los tratos no eran firmes hasta que no terminaba la misa.
A las 20:45 entro por fin en Medina, después de haber cruzado por arriba la autovía de Galicia, que tantas veces paso a lo largo del año para ver a mis nietos y a sus padres, por supuesto.
Me dirijo al cuartel de la Guardia Civil que se encuentra en mi dirección, pronto llego a él. Pregunto por el comandante de puesto; no está. El que sí está es el capitán de la compañía. Al solicitarle alojamiento, en principio, me dice:
Es imposible, no hay nada.
Como ve que lo que sólo me importa es un techo para pasar la noche y yo le insisto bastante, accede y en una habitación en un tresillo3 grande me acoplo.
Ceno fuera del edificio, salgo a un bar de allí y a continuación me recojo.
Antes de tumbarme hago dos paquetes con lo que considero que no voy a usar, incluida la máquina de fotos, -compraría una pequeña. Los dejo en la Comandancia para recogerlos a la vuelta, pues... -me doy cuenta que mis etapas acaban normalmente sobre las 21:00 y lo que necesito a partir de esta hora es coger la horizontal4, ni lavado de ropa ni cambio de vestimenta, solamente los calcetines y la muda de cada día.
Por supuesto después de dar novedades en casa, apago el teléfono y hasta mañana.

[subir]

Medina - Villafranca de Duero

Recordando a mi antecesor
Día 26
36 Km.

Me acosté sobre las 22:00. Duermo bastante bien. No sé si me desperté alguna vez.A las 5:30 me empiezo a preparar. Y rápidamente salgo despidiendome antes del guardia de puesto, me cruzo con una persona; nada más pasar el puente del río, veo los primeros indicadores con dirección a Nava del Rey y en esta dirección me dirijo..
Mi ruta es en esta dirección porque tengo que cruzar el Duero y bordearlo por Castronuño; y entonces he de ir por Nava, Siete Iglesias y Castronuño...
Medina es grande. Al rato de andar no veo más señales de las que anteriormente vi, tampoco veo a nadie mas. Al llegar a la altura de una panadería observo que están bajando mercancía de una furgoneta y les pregunto:
¿Es este el camino que debo seguir, para Nava?
Va usted bien en esta dirección -me confirman.
Voy con una naranja y una manzana de desayuno, pendiente de que haya algo abierto antes de salir del pueblo, pero nada.
En el primer alto me tomo otra naranja de las de Baudilio, muy hermosa y con mucho jugo. Está algo fresca la mañana y nublado. Reanudo y a los quinientos metros me doy cuenta que me falta algo... ¡el palo! Así es que de mal humor, vuelvo a buscarlo. -Creo que a todos nos disgusta retroceder por circunstancias de olvido y retomar el recorrido aunque sean pocos pasos.
Por fin llego a las 9:00 a Villaverde de Medina, donde pasó su infancia Alfonso V el Magnánimo, rey de Aragón. Tiene una iglesia que posee obras de Gregorio Fernández.
Hay poco movimiento. Llego a la plaza del Ayuntamiento y claro ¡cerrado todo! Aquí había mandado una carta, pero no quise ir ayer y me quedé en Medina porque la etapa del lunes fue, por ser la primera un poco larga. Quisiera saludar al alcalde y que me sellase pero no son horas de encontrarlo en el Ayuntamiento.
Estará en sus faenas de todos los días, tiene que atender al ganado y unas tierras tambien, me dice una señora.
¿Y algún café en algún sitio? la vuelvo a preguntar.
A esta hora no hay nada abierto, en Nava puede tener usted de todo, me contesta.
Así que con un poco de cabreo continúo. Pensaba que aquí podía haber tomado algo. En fin, paciencia y a Nava.
Una particularidad muy importante que hay que tener en cuenta cuando se hacen marchas por sitios desconocidos, sobre todo yendo solo, es que a medida que te acercas y ves el siguiente pueblo, se debe mirar, si hay campo de visión, detrás de él: fijarte si se ven caminos, carreteras, tendidos, tipos de siembra, arboledas y en caso afirmativo si se lleva la dirección que interesa o la que se encuentra en nuestra ruta. Con esto mentalizamos por qué zona del pueblo salen dichos caminos para que al llegar a las afueras, ya vayamos un poco orientados.
-Muchas veces no se encuentran gente en el pueblo para preguntar, porque están trabajando en los campos.
Pocos kilómetros antes de Nava ya se reconoce la iglesia. El pueblo se encuentra en un alto y no se percibe nada detrás. Cruzo la vía y en el quitamiedos colgada y muerta hay una serpiente común de más de un metro; -la acabarían de atropellar, -¡una pena pues es bien hermosa! A las 9:45 después de 16 kilómetros llego a Nava del Rey.
Se desconocen sus primeros pobladores. Hay datos de doña Juana de Castilla
que le otorgó su privilegio
(antiguamente Nava perteneció a Medina del Campo) al separarla de Medina, por la debilidad que tenía
por sus productos, que gustaba de aprovisionarse los Reyes Católicos.
El llamarse del Rey viene de Alfonso XI que se lo dio por su desarrollo e importancia, con título de ciudad de más de un siglo.
La iglesia se levantó cuando tuvo lugar la separación de Medina. Tiene un gran retablo, obra de Gregorio Fernández. Su coro y sacristía es de Alberto Churriguera del siglo XVIII.
El Ayuntamiento es barroco y a las afueras está la ermita de la Vera Cruz.
Entro acelerado, tratando de encontrar algún establecimiento para desayunar caliente (café con leche y algo de cocina), que no aprecio porque la entrada al pueblo hace curva. Me cruzo con un señor y le pregunto:
Oiga, por favor, ¿me puede indicar un bar o cafetería que tenga algo apetecible para desayunar?
Siga por esta misma acera y debajo de unos soportales la encuentra, -me contesta el pueblerino.
Entro y enseguida me atiende el camarero, asintiendo a mi solicitud de una francesa (en lugar de los huevos fritos no vaya a ser que me vuelvan a hacer daño como los de ayer), pan y un café con leche.
Hago un poco el tiempo tomando notas, a la vez que mientras escribo le pregunto al camarero y a un paisano por un camino forestal en dirección a Siete Iglesias que hay según mis planos.
El del bar no coincide con el cliente en el camino a seguir, salimos a la calle y nos oye una señora que va con muletas y uno de mis contendientes hace la pregunta.
¿Un camino de tierra, sin asfalto a Siete Iglesias?
Ésta con un poco de vehemencia en sus palabras me mira y de una manera bastante rotunda, me dice por donde:
Yo lo conozco de haber ido a menudo en bicicleta.
De todas maneras le pregunto:
¿A partir de que momento se verá el pueblo?
Ella enseguida me dice:
En el segundo o tercer repecho ya se ve la iglesia.
Esto es lo que me convence para hacerle caso. Así que me cercioro bien en la salida, para luego no equivocarme, como así fue.
Tengo pendiente comprar algún producto isotónico que no encontré en Segovia. Veo una farmacia y entro a preguntar si hay algo de lo que busco o en sustitución algún reconstituyente vitamínico. Saludo al farmacéutico y le pido estos remedios.
Yo le recomiendo un bote de Redoxon y frutos secos -me comenta después de haberle contado mi circunstancia.
Veo que como hay poca actividad en la farmacia le digo:
¿Puede tomarme la tensión?
Me la mide dos veces para asegurarse de que tengo poca, diez y algo de máxima y siete de mínima:
Muy bien, afirma el boticario.
Así que esto me anima porque llevaba dos mañanas un poco alicaídos.
Tengo en todo momento en el coco lo que me he comprometido hacer y creo que está resultando o que va a resultar más duro de lo que pensaba, porque si te fijas, compañía de alguien en algún momento o comunicación con la gente...
poca. Veo que voy a disfrutar de la soledad más absoluta y no sé si para bien o para mal.
En el ayuntamiento de Nava me sellan. Los funcionarios están encantados de saludarme aunque sea por unos minutos, me dan propaganda que leo pero con mucho cuidado al salir la dejo en una papelera... ¡de añadir peso ni hablar!
Aquí tengo que desviarme forzosamente, tengo que cruzar el Duero, bien por el norte o por el sur. Lo podría cruzar por el puente del ferrocarril que sería lo más directo y no sufriría ningún desvío, pero es peligroso no sea que aparezca un tren de mercancías fuera de horario y pase mal rato o algo peor. Por esto decido ir a Siete Iglesias para bordear las curvas del río en Castronuño y quedarme ahí o según la hora y facilidades que encuentre, si no me viene bien, continuar hasta Villafranca de Duero.
Continuo ya en mi salida del pueblo, tropiezo con una máquina de bebidas y paro a tomar un refresco. Sigo por la senda hacia el cementerio y reanudo por el camino recomendado. Efectivamente, después de algunas subidas y bajadas suaves distingo la torre de la iglesia del pueblo de Siete Iglesias, pero aún quedan kilómetros.
Los aspersores funcionan a todo trapo (todos expulsan agua a plena presión), así que me voy dejando mojar al pasar por ellos -¡a estas horas va haciendo calor! Me doy un respiro al pie de un pino y tomo algo de fruta -no se puede dejar de tomar líquido. Cruzo el río Trobancos, con un caudal lleno de arena, poco digno del puente por el que paso.
Al rato, antes de cruzar la nacional, observo el pueblo en toda su extensión, detrás de él se ven unos caminos que me interesan pues continúan la dirección que llevo ahora.
Cruzo la carretera por un paso elevado, observando tanto el pueblo como los caminos que se ven por detrás que son de subida, dos de ellos casi paralelos.
Al final sobre las 13:30 llego a Siete Iglesias de Trobancos del que iba viendo sobre él y oyendo desde hacía un rato las explosiones de los cohetes.
Resulta que tal día como hoy celebran su patrón, San Pelayo, fiesta de la que ya me comentaron en Nava.
Nada más entrar al pueblo voy tropezando con las peñas. Enseguida se agrupan conmigo, me quieren hacer pasar a sus bares para invitarme. No me puedo resistir y en uno hago parada no teniendo más remedio que tomarme un vaso. La gente va muy arreglada, algunos me dicen:
Por acá pasan con relativa frecuencia peregrinos.
Sucede que algunos atraviesan por aquí para enlazar con la ruta de la Plata.
Bajo a la plaza y en un bar de la misma me meto para comer algo, recuperarme un poco y seguir. Me tomo un bocata acompañado de un paisano de Segovia mientras veo un partido del mundial.El señor lleva muchos años en el pueblo,unos treinta, le pregunto sin mucha convicción que ni so se acuerda o ha oido hablar alguna vez de un segoviano que pasó peregrinando por el pueblo, hace mas de 20 años. El resultado fue negativo, como era de esperar.
Se me hacen las 14:30. Acaba de pasar la procesión, presencio que comienza un moderado baile con entrega de dulces y bizcochos para los que por allí pasean.
Tiene, el pueblo, ruinas de una fortaleza militar y los indicios más antiguos
del pueblo datan del reinado de Alfonso VI por el 1700.
Procuro escabullirme, pretendían que me echara un baile poco menos y que me comiera unos bollos, pero no quiero entretenerme y orientado por uno de allí cojo la senda prevista para llegar a Castronuño.
Lo llano de las tierras castellanas que he tenido estos dos días y medio se van a ir modificando, pues el terreno va a empezar a ser algo variado con subidas y bajadas aunque no fuertes.
Me desahogo en un alto y me arreglo en un aspersor de una manera integral (en pelota picada), casi con dueño incluido, pues llegó cuando estaba en plena faena.
Lo único que me dice cuando llega a mi altura:
No beba agua que está tratada con productos para los bichos de las patatas. Y si alguna vez lo hace, no lo haga del último aspersor pues suelen quedarse algún animalillo muerto. Hágalo de los anteriores Hago otra parada en un pino saliéndome un poco del camino pues éste discurre sin sombras, me tumbo y estoy hasta casi las 19:00.
Cuando me despierto y abro los ojos, me llevo un buen susto: veo por entre las ramas, a unos metros por encima, a un animal, ¡parece un oso! Casi sin respirar ni moverme me quedo un momento quieto. No se zarandea, tanteo y busco por donde he dejado las gafas, me las pongo... vuelvo a mirar y... ¡Vaya golpe! Con ellas puestas compruebo mi error, observando que el supuesto bravucón es un manojo grande de hojarascas de pino que podría ser de un nido de algún animal que invierna.
Me recupero ya del sofoco y salgo al camino por entre las viñas. Me hundo en la tierra por lo blanda que está. Me encuentro por el camino a un gazapo de conejo que sin heridas aparentes, se mueve sólo con las manos, las patas las lleva arrastras. No me imagino con qué o quién le podría haber golpeado. Allí lo dejo, algún otro animal se aprovechará de él, en otra circunstancia me habría servido para un bocado.
Después del sofocón, voy todo cuesta abajo, con calor y más si cabe porque la cantimplora va vacía. A la media hora entro en una pequeña vega regada por un riachuelo. Me encuentro pronto con un pequeño huerto atendido por un labrador. Está a la sombra, charlamos un rato y de paso le pido agua, quien muy solícito me saca del pozo una botella de las que tiene guardadas para el gasto (para su uso diario).
Las renueva cuando su vecino, quien tiene un motor para riego, lo pone en marcha. Te puedes imaginar que no las guarda en nevera y el agua está del tiempo... pero al menos se acepta con agrado.
Llevo un rato oyendo sonido de cohetes con cierta periodicidad pero por más que miro hacia el cielo no veo ninguna nubecilla de los restos de las detonaciones.
Me toca pasar ahora por los maizales, sigo oyendo las explosiones y por fin las detecto.
Presumo que son unos aparatos específicos que emulan un sonido de estampida para ahuyentar a las aves de las cosechas.
Continúo a Castronuño, donde se encuentra la única presa del Duero en la provincia. Tiene una iglesia-ermita: Santa María, hecha de sillarejo.
Paso primero por la Casa Cuartel de la Guardia Civil, de donde pretendo obtener información para pasar la noche. No obtengo respuesta al llamar. Por lo visto, suele haber un retén hasta las 19:00 de la tarde, son ahora las 20:00.
No me encuentro muy cansado y con más de dos horas de sol todavía decido continuar a Villafranca de Duero. Me paro en una tienda de ultramarinos para comprar una botella de yogur. Recién sacada de la nevera me la voy tomando mientras busco la salida del pueblo.
En la gasolinera de Castro vuelvo a parar y charlo mientras descanso, con la dependienta de la gasolinera quien después de atender a un cliente se me acerca. Se nos arrima después una señora mayor del pueblo. Después de pasar un rato con nosotros nos cuenta un milagro de la virgen de Lourdes acontecido a su hija quien, por lo visto, tiene alguna deficiencia física:
Desde los quince años, esta mi hija la he tenido a punto de morirse. No dejé de llevarla a médicos pero desde que la encaminé a Lourdes no ha vuelto a ninguna consulta y tan sana que se encuentra actualmente.
La señora de la gasolinera y yo nos miramos como para ponernos de acuerdo, asintiendo a la buena señora.
Me despido de la pareja y tomo la carretera de Toro. Parece que la temperatura se hace agradable al ir cerca de la orilla del Duero. El olor me recuerda a Aranjuez, a mi época de adolescente, mi tierra natal regada por el Tajo, a donde mi padre nos llevaba a bañarnos en los coches de caballos; íbamos mayores, pequeños, primos, tíos y agregados. Hasta tal punto eran los baños, que desenganchábamos los caballos y pasábamos el rato del baño a lomo de los caballos cruzando el río.
A la altura de la presa me detengo para ver si hay alguna fuente y sí que la hay pero con el agua cortada. Sí que ahora llevo agua potable para consumir pero siempre, al menos yo, cuando llego a un núcleo de viviendas busco fuentes, bien para rellenar la botella o bien para echármela por encima con la necesidad de refrescarme, enseguida te secas.
Al poco ya diviso las casas del pueblo siguiente. Este tramo es llano y paralelo al río. Voy por una carretera asfaltada, la cual me conducirá mañana a Toro.
Así que no hace falta otear por fuera del pueblo para continuar al día siguiente.
Después de haber charlado con un regador de maíces, a las nueve pasadas llego a Villafranca de Duero.
Es un pueblo con apariencias de nuevo, con poca historia y muy pequeño. A partir de este momento me temo que "voy a disfrutar lo de todos los días". Consiste mas o menos en lo siguiente: Yo pregunto al primer aldeano que encuentro:
El alcalde por favor, ¿dónde vive?
Y casi siempre las contestaciones son:
Siga al final del pueblo, hay una casa...
Todos los días con esta puntilla (incertidumbre de cómo y dónde voy a dormir esta noche) que supone una media de tres cuartos de hora hasta que te quedas instalado, tumbado, dispuesto a dormir rápido durante ocho horas como mínimo.
Así que voy a casa del alcalde. La encuentro a la salida del pueblo. Don Eloy, que es como se llama, se encuentra regando su jardín. Me acerco. Me ve y después de darle las buenas tardes cierra la manguera. Lo saludo.
Sí, me llegó una carta suya, no se preocupe por nada, espere un momento que enseguida le acompaño al sitio de descanso, es en la escuela del pueblo, me dice don Eloy.
Me invita a una tónica en el bar de la plaza, me firma la credencial. Me indica cómo abrir la escuela y me señala la morada donde iba a dormir. La habitación está vacía con dos o tres sillas de niños pero al menos con lavabo y servicios. Tiene que irse, y con unas gracias y hasta otra nos despedimos.
Es miércoles. Me apetece tomar algo caliente, algo de cuchara, así que decido ir a un bar de la carretera que vi al entrar, donde presumo que me pueden hacer algo. La señora del bar me dice:
Le puedo dar de cenar, algo que le apetezca más...
Una sopa y después lo que tenga, le sugiero gustosamente.
Me hace una sopa de primero, tardó un poco, es porque me la tuvo que hacer. Estaba muy buena, con un ajillo... A parte de la sopa me sacó costillas, un huevo frito, ensalada y fruta. Me tomé todo menos la fruta que la guardo para el día siguiente.
Vuelvo al primer bar a tomar un descafeinado y por charlar un poco con los del pueblo que están en la plaza, donde tengo mi "hotel". Es un gran corro, me interesa que me informen de la ruta de mañana. Les comento:
Quiero ir a Benegiles.
Coja usted hacia Monte la Reina, Cogerces y ya llega Benegiles.
No me convencen porque aparte de bordear y salirme un poco de la recta, voy a estar durante bastantes kilómetros sin pasar por ningún pueblo para poder ir aprovisionándome y refrescarme poco a poco a medida que lo vaya necesitando. No me convencen y los dejo.
Sobre las 23:00 con un tetrabrik que tomo del bar subo a la residencia, hago un poco de colada, aseo en los "mini" servicios del parvulario y a dormir lo más pronto posible.

[subir]

Villafranca de Duero - Benegiles

Hasta aquí llegó el padre Valiña
Día 27
44 Km.

Tardo un pelín (más de lo normal) en dormirme porque están charlando y tomando el fresco los que frecuentan el bar del pueblo y no tienen prisa para irse a la cama.
Al poco rato caigo grogui en la colchoneta, -mi primer día de suelo.
Al día siguiente sobre las 6:00 de la mañana cierro la escuela y tomo la salida del pueblo en dirección a Toro. Antes de salir tengo un pequeño percance. No sé dónde llevo el móvil, así es que mochila hacia abajo y a vaciar todo hasta que sale el teléfono.
Mi leche, la manzana, una pastilla y andando, desayuno y demás necesidades en marcha, como los ciclistas...
Tengo 16 kilómetros a Toro con repechón al final.
La carretera es asfaltada y con obras en la misma antes de llegar a Toro. Hago mi primer descansillo en una cacera de riego (cauce pequeño por donde circula el agua de riego). Tomo algo, la mañana es espléndida.
Cruzo el Duero y empiezo a subir enseguida, pero a la mitad del ascenso en los arrabales de Toro paro, porque voy chorreando, y ¡es que la pendiente se las trae!
Localidad ésta de las más importantes de la provincia, cargada de historia, amurallada, con desarrollo medieval, cuyas calles van a parar a La Colegiata de Santa María la Mayor. El cimborio románico- bizantino y el pórtico como monumentos más destacados de los numerosos que posee la ciudad.
Es de la época celtíbera, aunque repoblada por Alfonso III El Magno a finales del IX.
Fue importante la batalla de Toro entre Juana La Beltraneja e Isabel La Católica por la corona de Castilla. Se proclamó aquí a Doña Juana la Loca.
Contacto enseguida con los municipales que amablemente me atienden, debido a que uno de ellos había realizado el camino el año pasado, desde Burgos y en bici, quedó encantado. Me llevan a sus dependencias, me sellan, me ofrecen aseo, -cosa que acepto gustoso, me afeito y me indican en un plano el trayecto más recto a la Matilla. Conocen un camino muy derecho que suelen usar con las bicicletas, es además de ancho, llano, en general.
Compro comida, un poco como siempre, que no me falte un par de latas, pan, algo de fruta, frutos secos y agua. Salgo por el cementerio y continúo por la pista indicada por los guardias.
El paseo es medianamente variado de subidas y bajadas. El paisaje muy bonito, sus campos, cercas, labranzas... Se nota que estoy en tierra de buenos vinos. Me adelanta un dos caballos (vehículo) y me dice su conductor, después de haberme preguntado a dónde iba, por dónde debo seguir. Da la casualidad que en este momento voy un poco ajeno (despistado por el calor que está haciendo) y ¡gracias a él!, sino hubiese ido por otro camino próximo que me habría sacado de mi ruta.
Se hacen pesadas las subiditas y bajadas. El calor aprieta. Me paro en la cuneta y observo un tractorista que está arando (pasando la vertedera a un barbecho). Está yendo y viniendo en la besana y a la segunda o tercera vuelta se para -¿qué pensaría de uno con una mochila a esas horas y por esos andurriales? Se le ve que tiene ganas de charlar conmigo.
Levantándole un poco la voz le pregunto para romper el hielo:
¿Cómo lo llevo para La Matilla?
Me contesta que, poco, que unos dos o tres Km.
Como si a esas horas del día no fuera pesado andar, por barbechos, sembrados, temperatura alta y sin horizonte a la vista.
Siempre te suelen dar la misma contestación los paisanos, parece que se ponen de acuerdo, no sé si para animarme o que no tienen ni idea, ¡con el tiempo que lleva andar tres o cuatro kilómetros!
Así que pienso:
¡Cuatro o cinco por lo menos! y a seguir.
Veo tendidos eléctricos que concuerdan con los del plano y me tranquiliza. Al momento ya diviso casas de La Matilla al que llego a las 13:30. Voy ciego a buscar agua y sombras. Primero encuentro a unas niñas a quienes les pregunto:
¿Hay alguna fuente por la zona?
Tenemos agua en la botella de la bici, si quieres... generosamente me ofrecen.
¡Casi me quemo!, exclama mi voz interior; no obstante:
Gracias chiquillas, muchísimas gracias.
Continúo por el pueblo buscando fuentes y enseguida me encuentro con dos obreros, con los que me paro. Les pregunto por una fuente, me indican donde pero que si quería agua me la ofrecían de su casa. Como es natural les agradecí infinito aquella botella de una nevera.
Nos pusimos a charlar a la sombra de una casa, pero yo enseguida les dije que mejor sentado en el suelo.
Se admiran un poco de mi periplo, me cuentan un poco sus penurias agrarias y finalmente me cuentan que en un pueblo de al lado un joven a atropellado en una feria a una familia y un niño falleció en el accidente. El pueblo era Gallegos del Pan.
Al momento llegan las niñas de antes, ofreciéndome galletas... me habrían visto como una especie de mendigo e iban a darme una especie de limosna en especies. Me las tomo, seis u ocho, dándoles las gracias.
El pueblo no tiene bar. Así que me despedí y me dirigí a la fuente para lavarme un poco y comer algo.
Allá voy, como, me lavo bien... las chiquillas a lo lejos, me observan lo que hago hasta que las llaman a comer. Debajo de un depósito de agua, al terminar de comer, coloco la estera y a descansar.
A las 16:30 reanudo hacia Villalube. Al pasar la hora o así veo que no voy bien pero ¡sin problemas! Enseguida aparece un caserío deshabitado, -no parece posible que pueda vivir aquí alguien por el aspecto de derrumbe que tiene; con animales dentro, cerdos enormes -serían madres (cerdas, marranas).
Observo y efectivamente veo a un obrero o a su dueño que sale de tomar la siesta y me orienta:
Claramente va un poco desviado hacia el oeste, me sugiere.
Sucede que en estos tramos se ven flechas amarillas, que en algún momento les hice caso.
Puede ser gente de Medina, Toro, o incluso de Alicante que viene de allí para acercarse a la ruta de la Plata y su dirección debe pasar por aquí.
Hace un calor de muerte durante estas horas. La llegada a Villalube se hace de rogar. Por fin veo un arbolado en la lejanía dentro del mar de trigo y cebada.
Estoy en un llano y no aprecio ningún camino que pudiese salir de Villalube. No me preocupa porque luego tengo que coger una carretera asfaltada hacia el oeste.
Nada más entrar en el pueblo derecho al bar. No tengo pan, sin embargo, un cuarto de tortilla seca que me ofrece la señora y una tónica me dejan al menos de momento satisfecho. Tomo notas y salgo fuera a sentarme en la puerta a descansar.
Hay delante del bar un gran crucero. La señora del bar no me sabe explicar desde cuándo está y a santo de qué está allí:
Hace tiempo vinieron unas señoras a preguntar por él pero yo no sé nada.
La mujer empieza a cuchichear:
Los pueblos de por aquí estamos un poco consternados porque un joven ha invadido el ferial de un pueblo y ha fallecido en el accidente un niño de ocho años; la madre y sus hermanos están graves. El niño es de Gallegos del Pan y el funeral es esta tarde.
Por fin a las 19:00 salgo de Villalube y por carretera general a Gallegos.
Por el camino me adelantan bastantes coches que seguro van al funeral del niño.
En el pueblo no me cruzo con nadie, como era de prever. El caso es que al salir de él vuelvo a mirar al pueblo y no veo que destaque ninguna espadaña o torre de alguna iglesia. A la media hora comienzan ya a adelantarme coches que serían del réquiem en dirección a Benegiles.
Sobre las 21:00 entro en Benegiles. Lo primero, la visita al alcalde, quien por lo visto vive al final del pueblo. Llego a la casa y no hay nadie. Pregunto por allí y aparece su hermano. Me indica dónde está la mujer del alcalde. Voy a preguntarle cuándo llegará. Me da el teléfono. Debe de estar a llegar pues no lo coge.
Para ganar tiempo voy mientras al bar de Primi para tomar algo. Me ofrecen un plato de judías blancas, ¡claro que muy buenas! y un tomate. Sigo esperando y el alcalde no llega. Me voy quedando frío, pues estoy fuera para verlo pasar y pararlo. Una señora me dice:
Su coche es blanco.
Finalmente me indican cuál es al aproximarse uno de esas características. Al acercarse al bar lo paro y los comentarios de siempre. Se queda pensativo, ¡no le había llegado mi carta!. Me hace subir al coche. Localiza al alguacil con su móvil y le dice que traiga las llaves de la escuela donde voy a dormir.
Me parece majo. Me repite más de una vez que no le llegó la carta y siente que tenga que improvisar tan rápido y a esas horas para hacerme acomodo.
Charlamos un rato en el coche lamentando que me fuese a la cama y no pudiéramos esta un poco mas. Me despido y le prometo que volveré sin prisas.
Me acondiciono en un aula con una colchoneta. Después de un pequeño lavado, como el día anterior, a las 23:00 creo que me quedé dormido.

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Benegiles - San Martín de Tábara

Mi amigo Félix
Día 28
42 Km.

Siempre me suelo despertar alrededor de las 4:00 de la mañana, pero ¡claro! hasta las 5:00 ó 5:30 no empiezo a recoger. Hoy, un poco antes de las 6:00 salgo de la escuela. Es de noche aún y hasta dentro de un rato no empieza a clarear. Me tomo un par de melocotones y me subo el cuello de la camisa,-a esta hora refresca.
Paso por Torres del Carrizal y por asfalto hacia Moreruela.
Pasado Torres me alcanza un ciclista, 6:45. Lo saludo, me saluda, que dónde voy, que dónde vas, que vaya horas, que voy equivocado, que el camino no va por aquí... que patatín que patatán. Total, se baja de la bici y andando se viene a mi mano (cruza a mi lado), de ojos pequeños, vivos, apenas sin pestañas ni cejas el buen señor.
Ya a mi lado andando le enseño mis papeles y le convenzo, aún pareciéndole una barbaridad, de lo que pretendía. Él va a su huerto a estas horas porque luego hace calor. Acude a quitar las hierbas malas del rastrojo (residuo de las cañas de la mies, que queda en la tierra después de segar) para que no se las coman sus ovejas, a limpiarles el plato a los corderos; debe haber hierbas que le sientan mal al ganado... Esto antiguamente en mi pueblo no pasaba, salían las ovejas de casa y pastaban por donde allí pasaban, en rastrojeras y menos rastrojeras (por todos los sitios).
Antes de despedirnos le pregunto:
¿Cómo se llama? por si vuelvo para saludarle.
Me contesta:
Santiago.
¡Hombre! El nombre no puede ser más apropiado. Creo que hasta la fecha, en los caminos que he realizado, cuando parecía que estaba perdido, lo primero que me encomendaba era a Santiago. Siempre he salido de los atolladeros y en este caso aunque sin perderme aún, me orienta un paisano que resulta llamarse Santiago...
Sigo el recorrido. En Moreruela paro y a la salida del pueblo me tomo una naranja.
Después de haber cruzado la vía del ferrocarril noto que salen cuatro de ellos veo que por uno se acerca una persona.
La espero para preguntarle y después de saludarnos y comentar nuestro encuentro, me dice:
Estos dos caminos van al pueblo, pero uno de ellos es de tres o cuatro kilómetros menos.
Muchas gracias y hasta siempre, me despido.
Me había comentado este señor que anda a estas horas por aquí porque está operado de un pulmón y el médico le recetó respirar aire de madrugada.
Me guío bien por la brújula y el plano, comprobando que coinciden los tendidos que voy viendo con los del plano.
En mi plano de escala 1/50.000 vienen los de alta tensión. Los de telefonía o en cualquier caso los que van en postes de madera no vienen, pero su dirección son de municipio a municipio, así que me sirven de orientación, tanto de día como de noche.
Con el sol arriba y sin humedad a estas horas, los agricultores están en los trigales en pleno apogeo con las cosechadoras.
A las 9:15 llego a Montamarta y en un bar de la plaza entro a descansar y a desayunar algo sólido: un cuarto de tortilla por ejemplo de los recientes, un tazón (un gran recipiente de café con leche) de los de siempre y reposición de agua, -no hace falta que sea fresca porque el tiempo se encarga de darla su temperatura natural.
A las 9:45 salgo por carretera de las de tráfico intenso, -me tengo que parar en las cunetas y sujetarme con el pala porque el aire de los camiones me tira al suelo. Van a ser unos 10 kilómetros hasta el desvío a Pueblica. Éste es un tramo del camino de la Ruta de la Plata. A la Sra. del bar la pregunté si pasan peregrinos, a lo que me contestó que muy a cuentagotas. Que hacía dos días que no veía a ninguno.
A los pocos km. De carretera alcanzo a unos turistas alemanes que están parados en la cuneta con sus dos deportivos. Medio nos entendemos de lo que hago y de lo que hacen. Están hospedados en Zamora y haciendo turismo por la región.
Sobre las 13:00 tomo el desvío a Pueblica y debajo de un pino descanso un rato del trasiego de la carretera. Al reiniciar la marcha me adelantan dos jóvenes en coche, se paran y me ofrecen:
Si quiere subir...
Con señas les doy las gracias:
Gracias, gracias, podéis seguir, gracias, adiós.
Muy bonito este tramo con las colas del pantano (naciniento del pantano en forma de ramificaciones) de Riocabo. A media ladera hay un rebaño de ovejas pastando que no levantan la cabeza de la hierba.
En época estival, baja el nivel del pantano y estos pastos son salvavidas para el ganado ovino. Cruzo sobre un puente muy antiguo y pequeño por una de las colas para al cabo de seis Km. llegar al letrero del pueblo (Pueblica), serían las 14,30.
Lo primero ir al bar. La dueña me atiende fatal, no me puede hacer nada de nada. Me manda a una tienda que está más arriba, en una punta que me indica un cliente. En la tienda tampoco me atienden porque no está la dueña, sale la abuela quien no ve y casi no oye.
Total, que voy a la panadería que está en el otro extremo, la última casa, titubeo hasta que por fin doy con ella. Me atiende un joven:
Sólo quiero media hogaza pártamela, le pido al joven, La otra media aunque me la cobre no quiero cargar con ella.
Les cuento lo mal que me atendieron en el bar, de dónde vengo y demás.
Me dice que espere y al poco vuelve con su madre:
Tome el pan y tres latillas, cójalo por favor, me dice el joven.
Le pregunto que le debo y me contesta que nada. Bajo ningún concepto, le digo yo, pero por mas que insisto no pude.
Le doy las gracias por ello. En esto su madre salió y vuelve con... ¡una raja enorme de sandía fresca y envuelta en papel plata! Que lo cogiera que era para postre. Yo no sabía que decirla o hacerla a la señora (Darla un abrazo de agradecimiento).
Les agradezco a la señora y al hijo sus buenas atenciones hacia mi persona.
Por fin me despido, prometiéndoles volver, que en cuanto pueda cuenten con una visita, gracias de nuevo.
Así que salgo encantado de aquí buscando un bar para que me dejaran comer lo que llevaba.
Subo de la panadería al bar que me indicaron, la casera está comiendo y accede a lo que le pido, es más, me saca longaniza suya de la matanza, un tomate y de postre ¡me deja una toalla, jabón, manguera y el patio para que me lave!, no sin antes sacar al perro, no me vaya a morder. Así da gusto hacer altos en el camino.
Me tomo un café con hielo con un paisano, le invito a una cerveza, mas tarde acude el panadero. El paisano vive de la ganadería fundamentalmente (Ovejas), yo de paso le pregunto si hay alimañas de cuatro patas que le hagan daño al ganado (Lobos). Me dice que si aunque muy de tarde en tarde. Que están muy protegidos y que no se había dado casos de acosar al hombre, al menos a la luz del día.
Al irme doy las gracias a la señora, de los clientes y me siento en la acera de una casa, a la sombra, cerca de donde me dijeron que vive la alcaldesa.
Descanso aquí hasta las 17:15. Subo a sellar o firmar la credencial. La corregidora es viuda de un guardia civil, muy antipática, no tenía ganas de nada, se conoce que la despertaría de la siesta,-así que ¡aire y adiós!
A estas horas sol de justicia como es natural, pero despacio y sin pausa.
Aunque tenía previsto pernoctar aquí, por la hora que es veo que debo avanzar, seguir adelante y sea lo que Dios quiera. Por la carretera llego a Navianos de Alba. Me paro en la puerta del bar, me siento y un señor mayor que estaba allí me indica agua de una fuente que han instalado recientemente ( Me debió ver muy sudoroso), Antes de reanudar me acerco a la fuente y con un pequeño esfuerzo, pues el chorro está a nivel del suelo, bebo y renuevo la cantimplora.
Efectivamente el agua estaba para la hora que era, fresca.
Querían que pasase y descansase un rato, se lo agradecí, pero tenía que continuar, les dije. No obstante uno de ellos sin preguntarles me dice:
Para el pueblo de Martín hay un atajo más adelante.
Tomo nota mental y continúo. Llego al desvío indicado y lo cojo; es una carretera forestal de reciente construcción, muy amplia, llana y bastante recta, con las cunetas recién segadas.
En esta situación voy andando cuando observo delante de mí, a unos 50 ó 60 metros a una especie de perro grisáceo que se para antes de terminar de cruzar, me observa y continúa cruzando la carretera metiéndose entre las malezas.
Ya antes me doy cuenta de que era un perro con el hocico arrastrado al andar para ir husmeando el suelo, lomo subido, rabo caído y acara colado hacia arriba; el perro es un... ¡lobo! Hago un pequeño intento de observarle más de cerca; cuando llego a su altura, se había escondido por entre las zarzas, es inútil..
Después de la impresión causada continúo el camino, no sin antes volverme de vez en cuando, por precaución. Al rato, me encuentro con un rebaño y su pastor y casi otro rebaño de perros (jauría de perros) que le acompañan. Enseguida me rondan, me olisquean, pero sin ánimo de morderme o acosarme. Yo, no obstante, los dejo y estoy pendiente. Rápidamente el pastor al verme los llama y cejan en el empeño de seguir acercándose a mí. Son de Martín de Tábara. El pastor se llama Valentín, -es un individuo muy peculiar.
Seguidamente se para y nos ponemos a charlar, filosofando un poco:
¿Cómo es que hay gente que como usted hace el camino sin provecho económico? me dice sorprendido e incrédulo.
Prosigue contándome todo lo que puede llegar a hacer en un día:
Voy a cercar a mis ovejas a un aprisco (paraje donde pasan la noche las ovejas) con la ayuda de los perros, luego volveré al pueblo, a 2 ó 3 kilómetros a ordeñar a unas cien ovejas que tiene mi mujer a su cuidado. Esto por lo menos hasta la 1:00 de la mañana. Al día siguiente me toca venir hasta aquí otra vez a sacar a estas... para ¡estar durante casi todo el día pastoreando!
¡Vamos que yo me estoy dando una paliza sin ningún provecho! -Parece que tiene setenta años cuando en realidad según me dijo son cincuenta y nueve años.
Tiene el zurrón sin cerrar y huele bastante a la comida cruda y sebosa que lleva para los perros. La utiliza de premio después de que los caninos mandan hacer algo a las ovejas. -Debe de ser muy duro su oficio.
Ahora bien, "llora" (se queja) como todos los agricultores y ganaderos:
Mi hijo está en Zamora haciendo una licenciatura de letras. -Tengo una hija en casa, -se lamenta, -está ciega.
No la debe de sacar ni a tomar el aire -pienso yo. Le pregunto, finalmente:
¡Un bar del pueblo para cenar e ir de su parte, así me atenderán bien?
Se niega encarecidamente:
Sólo voy al bar del pueblo el día de la función, -si dice que va de mi parte a lo mejor es peor.
No debe tener buen cartel con sus conciudadanos, pieso yo. ¡Hasta la vista!, le digo y le prometo que volveré para recordar este rato y tomarnos algo.
Continúo mi camino, aún me quedan 1,5 kilómetros. Me cruzo con otro rebaño de cabras numerosísimo, marrones con un lustre que parece que las habían cepillado; en este caso los pastores son dos jóvenes de ambos sexos que ya van de recogida.
Al llegar a San Martín de Tábara pregunto por el alcalde; no hay, es pedáneo (designado para aldeas o partidos rurales en municipios dispersos), y está al llegar..Le espero en las inmediaciones de su casa hasta que al poco aparece. Cuando me recibe lo hace en el cuarto de estar de su casa y me comenta que lo más aparente para dormir, es el salón, mirando como con aprobación a su hija. Hago un pequeño gesto al oír lo de salón, pero enseguida me dice que es un polideportivo, que hay a la entrada.
Se ve en la foto, es el edificio de tejado rojo de la izquierda de mayor tamaño. Me firma la credencial, porque el sello que tiene en casa está seco y no dejaba señal.
También me dice:
Si quiere lavarse, lo puede hacer en el pilón del ganado; aunque se enjabone como el agua está corriendo se limpia enseguida.
Me da una bolsa de cerezas. También quiere darme más fruta, lo agradezco pero no quiero peso, sólo admito lo que al instante me voy a tomar.
Sin perder tiempo lo primero es ir al lavado del pilón (abrevadero del pueblo). Después de haber dejado la mochila en el salón, voy al bar del pueblo.
No les comento nada acerca del pastor, por supuesto. Aquellos que están fuera se meten dentro del bar para curiosear. Es una Sra. La que lleva el bar.
Enseguida que se dirige a mi la digo:
Quiero comer algo de lo que tenga por ahí.
Me saca un plato hondo lleno de filetillos de ternera al ajillo, que con una cerveza, un trozo de pan y utilizando mi navaja de tenedor me los devoro sin pestañear. -¡Cuándo lo recuerdo me viene el sabor de aquellos filetes! -Creo que los recordaré siempre.
Ocurre que en estos casos se pasa mucha necesidad y cualquier cosa que tomes lo agradeces enormemente, ya que los efectos que te producen, con el hambre que pasas, son mayores que en la vida cotidiana.
Después de haber charlado con el vecindario, me retiro a un banco.
Aquí, en San Martín, hubo hasta alrededor del año 970 monjes que después dispersaron. Tierras éstas a caballo de las de Aliste con la tierra de Campos.
Tiene su pequeña historia de cuando Enrique II donó estas tierras al noble Gómez de Valderrábanos por el 1371 y hasta el 1811 perteneció al Señorío de
Tabarra. Hay una peculiaridad más del pueblo: hay un libro conocido como "El Becerro" de 1771 con pastas de becerro, que contiene datos relacionados
de vecinos del pueblo, tierras de cada uno, ventas etc.
Después de haber descansado un instante en el banco y sin que desapareciera del todo el sol me voy a mi "salón", sobre las 22:30 me meto en el saco encima del escenario de madera. Un poco más duro que las colchonetas donde dormí en Benegiles, sin embargo me acomodo rápidamente y sin chicharra ni nada, a dormir.

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San Martín de Tábara - Villardeciervos

Intranquilidad y duda
Día 29
41 Km.

Este día lo empiezo a vivir sobre las 2:00 de la mañana, que fue cuando me empieza a despertar la lluvia en forma de granizo que golpea la Uralita del techo. En fin, paciencia. Confío en que escampe y me vuelva a dormir pero... sí, sí. Continua con un derroche de ruidos casi insoportables, suena la pedrea en el techo del polideportivo como si se descargasen camiones de grava y a veces se apagaban (la pedrea cesa prosiguiéndole truenos y relámpagos) con unos truenos y relámpagos que en mi vida he oído.
Me empiezo a preocupar hasta tal punto que enciendo la linterna, porque creo que el agua puede llegar adentro. Pero no, -¡no ha entrado, no estoy seguro de lo que pueda ocurrir! Pienso que se puede venir abajo el techo... Después de un rato, enciendo la linterna, miro la hora... ¡las 4:00 y en las mismas condiciones! Los ojos como lechuzas y así sin dormir hasta que sobre las 5:30 desaparecen relámpagos y truenos aunque seguía lloviendo.
Finalmente decido levantarme pensando que será mi primer día de chupa pan y moja (día de perros, aire, agua y frío).
Sobre las 6:00 emigro del polideportivo pertrechado (uniformado) con el equipo de agua, está algo oscuro de los nublados pero ¡bueno!, ya se ve un poco. Salgo a tomar la dirección del camino y me encuentro a una pareja esperando a un camión para que se llevase unos lechones que tenían allí, para el mercado de Zamora.
Ya había desayunado. Me he tomado mi manzana, lo que quedaba de leche del tetrabrik con mi pastilla; así que en dirección a Sansebanez bajo la lluvia soportable, y dando gracias a Dios de poder salir, pues si hubiera tormenta sería imposible caminar.
Al principio es cuesta. Lo intuyo por el aspecto del camino que ojeé el día anterior. Según voy andando me como a la media hora las cerezas de regalo del alcalde. No me las puedo terminar y como llueve y no las quiero llevar en la mano las tiro porque para guardarlas me tengo que mojar; así que fuera bolsa.
No las eché de menos gracias a Dios.
El camino es precioso. Sigue lloviendo. Voy observando a derecha e izquierda. Todo es monte bajo, matorral, terreno de venados. Pretendo ver a alguno aunque sólo fuese de lejos, pero que no observo nada.
Me apetece hacer un alto pero no hay nada aparente para parar y cobijarse, así que adelante... Sobre las 9:00 horas llego a una confluencia de caminos.
Tropiezo con una carretera que me cruza perpendicularmente. La debo continuar bien a la derecha o a la izquierda. No hay ninguna señal. Enfrente una montaña. No vislumbro ningún pueblo en la lejanía, ni a un lado ni a otro.
No me cuadra este cruce tan perpendicular. Dudo a dónde dirigirme y lamento tomar una dirección equivocada pero... ¡cómo no! Al poco, un ruido...
un coche por la derecha. No hace falta que lo pare, pues al verme un poco metido en la carretera y de cara hacia él, al llegar a mi altura para. Sólo le pregunto:
¿El pueblo?
El joven me indica que es el camino que él trae. Le doy las gracias y sin más arranca.
No hablo nada con el conductor, un sábado y a estas horas... puede ser un joven sacerdote por la pinta y su aspecto. ¡Vamos que Santiago vestido de conductor!
A las 9:30 estoy en Sansebánez. La señora del bar ya lo tiene abierto. Está barriendo. La mañana es soleada. Desde el desvío anterior ha dejado de llover.
Me siento fuera y con un tanque de café y unas magdalenas me recompongo bastante, mientras relleno el diario.
Al rato suenan las campanas. Le hago un gesto a la señora por el sonido de las mismas y me contesta:
Hay misa.
La iglesia es pequeña, antigua y muy parecida a las de la zona; -luego el conductor anterior no era sacerdote.
De aquí tengo que ir hacia Sarracín de Aliste. Puedo tomar la carretera pero hay que dar un gran rodeo, así que tiro de brújula e información de un señor mayor que veo a la salida del pueblo. Me aconseja:
Por el valle llegará bien, tiene que tomar la dirección del mismo. Lo inicia después de pasar un puente a la izquierda, no tiene pérdida.
Efectivamente, tomo el valle, es una pista como el césped de un campo de fútbol, blandito, suave y ondulado. Es muy amplio, muy uniforme en su pendiente y con gran alcance para la vista. Pronto diviso en la lejanía una especie de espadaña o un campanario. Presumo que es el de Serracín, al que ya procuro no perderlo de vista.
Hay bandadas de cigüeñas que me adelantan de vuelo en vuelo. -Deben de ser nuevas. Más adelante veo el ferrocarril por mi izquierda. Compruebo con el plano, que lo tengo que atravesar para llegar a Serracín. Sigo todo derecho hasta que veo que se me van cerrando los matorrales, me voy arañando cada vez más, brazos y pies. Abro paso con la espalda, parece que llego enseguida, cuando observo de pronto que me acerco a un gran desnivel. -¡Pasa un río por aquí!
-¡No me caigo por los matorrales de verdadero milagro!
Durante este tramo me llaman de casa, ¡claro, no les digo nada! Fue un rato difícil, pues una vez vuelto hacia arriba parece que no voy a poder subir; aunque bueno, soltando el palo, en cualquier momento tengo dónde agarrarme.
Después del susto, a retomar el camino, coger una senda anterior, que es la que me lleva al pueblo aunque tenga que dar un poco de vuelta.
Llego sobre las 13:00 o así, a la entrada de Sarracín de Aliste. Hay un restaurante, así que... como un cohete, hacia dentro, a tomar un refresco y a comer en cuanto abran el comedor.
Mientras en los servicios me afeito por segundo día y me voy a hacer un poco de colada en una fuente que hay al aire libre cerca de un polideportivo.
Repaso de pies, de uñas y vuelta al bar.
Dejo la mochila, poca gente aún, cojo el periódico, llevo una semana sin ver ni leer noticias escritas y hago tiempo para la comida:
un rehogado de verduras, dos lenguados y fruta. Estoy viendo un partido del mundial entre Brasil y Turquía. Al terminar me voy a la sombra del frontón a reposar la comida y dormir un poco, si fuese posible. No me duermo, pero sí estoy descansando una hora por lo menos.
Salgo de este pueblo con bastante calor. La dirección que tengo que tomar es una paralela a la vía, así que hacia ella me voy. Antes de llegar me encuentro la estación de ferrocarriles a la que me acerco. Nada más verla la recuerdo de otros caminos, de cuando vuelvo en el tren que sale de Santiago a las 14:00, que aunque aquí no para, a la velocidad que pasa da tiempo a verla.
Parece que hay gente porque hay ropa tendida. La estoy bordeando y veo que hay una persona en la oficina. Enseguida se me ocurre que me puede sellar la credencial. Lo saludo, lo había visto en el comedor del restaurante. Es el jefe de estación, charlamos un poco:
Vivo en Zamora y vengo a esta estación a hacer este servicio, cuando me corresponde.
Me despido de él después de que me hiciera una foto y por un camino pegado a la vía continúo.
Por el plano hay carretera para Cabañas; pero veo que paralelo a la vía hay una senda bastante amplia para ir paseando. Tengo la impresión de que por la carretera no hay sombras, así que decido continuar por la senda.
Nada más dejar la estación se me aproxima un perro de buena pinta, -no entiendo mucho de razas, de tamaño intermedio, lanoso, grandes orejas caídas, rabo largo, me da la sensación que es de caza, pues va a mi lado no muy distante y olisqueando los laterales de la senda.
Un poco antes de Cabañas de Aliste se para el perro y se vuelve. Yo ya entro en el pueblo y busco un bar que rápidamente localizo.
Antes de nada, de este pueblo tengo buenos recuerdos:
Por allá, en los años setenta y cuatro tuvimos unos ejercicios y maniobras en estos términos y por las tardes acudíamos aquí a merendar. Del pueblo me acuerdo, aunque de cara ninguna, no sé si los del lugar recordarán aquellos años.
A la señora del bar le pregunto, después de ponerme un refresco que la pedí:
¿Se acuerda que por los años setenta y tres o setenta y cuatro estuvieron unos militares de Segovia de maniobras durante una semana?
Me dijo:
Claro que sí que me acuerdo, -por aquel entonces era soltera y ya existía esta cantina que atendían mis padres.
Iban los mandos y ¡claro estaban encantados!, con las perras que allí dejaban.
Como me presento, enseguida me dice:
Tengo una hija soldado profesional, está en casa de fin de semana.
Le digo que la llame. Acude prontamente:
Estoy rebajada por un golpe en la rodilla, se explica como excusándose.
Es una veinte añera de buen tipo y con cara sanota como las de la comarca.
Su madre me dice:
Es novia de un teniente, su unidad está un cuartel de ingenieros de Madrid, ahora está en Bosnia.
La pago la bebida (Me chocó un poco el que me la cobrara, pues había quedado divinamente después de la charla que tuve con ellas y al menos la atención que tuve hacia su hija). Pero eso si, antes de despedirme ya me pidió que estuviese al tanto de su hija, que si pudiera que me interesara por ella al volver.
Después de indicarme la salida del pueblo para la subida a la sierra de la Culebra, nos despedimos.
Este día a no sé que hora de la mañana hablo con los de Seprona: ¿Me pueden indicar si la subida a pié a la sierra de La Culebra es factible para luego continuar a Villardeciervos?
Me dicen:
Si que se puede, no hay problemas porque hay un camino forestal.
Efectivamente, es una muy buena pista forestal con sus pendientes largas pero suaves. Me cruza un auto un par de veces, cuando venga con el coche pasaré tranquilamente por aquí. Hago dos altos en la subida y otros tantos en la bajada, no encuentro ninguna sombra y con el sol de pleno no veo la hora de llegar.
Villardeciervos. Lo veo nada más coronar la sierra, la panorámica es preciosa. El cansancio va haciendo mella hasta tal punto que en una de las últimas paradas me quito los calcetines para que descansen más los pies. Justo antes de llegar al pueblo tengo un repecho, -¡para que no me acostumbre a lo bueno!
Pregunto por el alcalde y derecho a buscarlo... ¡al final del pueblo! Lo localizo, es soltero, vive con su madre. Sale de su casa con unas pintas de desaliñado que ni te cuento. No ha recibido mi carta notificando llegada.
Si quiere algo debe esperar, ahora salgo, me sugiere.
Sale con el manojo de llaves y me dice que le siga y así sin mediar palabra.
Llegamos a un edificio y después de haber probado con casi todas las llaves por fin acierta; y empujando con el hombro termina de abrir la puerta.
Aquello es como una escombrera donde hay un servicio para lavarme. De aquí me sube a una habitación vacía pero... ¡cómo está que no sé cómo ni dónde apoyar la mochila para que no se manche mucho!
Me dice finalmente:
Esto es lo que tengo... Entorne la puerta al irse que ya cerraré yo mañana.
Con un seco Adios y gracias nos despedimos.
La impresión que me llevo fue de lo más desagradable, pero no hay tiempo que perder.
Bajo lo primero al servicio a lavarme un poco los pies en una taza turca (saneamiento a nivel del suelo), porque en el lavabo no se puede. Lo hago con una manguera de mala manera, con mucha suciedad por todos lados aunque menos mal que no hay olores, porque creo que cualquiera que entre a realizar alguna necesidad se le quitan las ganas nada más entrar.
Villardeciervos, es uno de los pueblos que más me ha gustado, de los que he visto hasta ahora. Tuvo importancia desde la Edad del Hierro. Tiene restos de fortificaciones celtas que servían para defenderse de los romanos. Las casas señoriales abundan. Fueron hechas por los inmigrantes que volvieron enriquecidos de América. Llama la atención la cantidad de piedra con que están hechos la mayoría de los edificios, de dos plantas; los adoquines de la calle son como los de las fachadas de las viviendas. Finalmente subo al bar del pueblo a cenar algo. Se ve poca gente por el pueblo para lo grande que es. Debe de suceder que hasta que no llega la temporada fuerte de verano no vienen sus ocupantes.
Charlo un poco con el dueño del bar, me prepara dos bocatas con tamaño de almohada, -casi no me caben en la mochila. Me siento allí y me tomo parte de uno.
Le comento al dueño del bar cómo me recibió su alcalde y qué aposento me ha ofrecido.
Me dice:
Tengo camas por seis euros, no haga caso al alcalde, que tiene mal cartel (está mal visto), baje por las cosas y le llevo a una casa que tengo, para alojar a turistas los fines de semana.
De este modo bajo a recoger las cosas y vuelvo al bar. Su dueño me acompaña a un chalet que tiene. Allí me instalo y como tiene bañera no puedo perder la ocasión de darme un baño acondicionado con una bolsa de sal, -me río de los de Cleopatra, casi me quedo dormido, se me pone la piel arrugada.
A las 10:30 de la noche, después de haberlo dejado todo preparado para la salida del día siguiente, me meto en la cama, encima es de matrimonio la que elijo de entre las que hay en las habitaciones que dispone.

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Villardeciervos - El Puente

Por encima de las nubes
Día 30
43 Km.

He dormido en una cama a pierna suelta después de una semana de suelo duro. A las 6:00 me despierto con mucha pereza, doy unas vueltas de más en la cama y arriba.
La rutina de todos los días: pastilla, leche, fruta con un bocata, vaselina y después de calzarme, hago la mochila. A las 6:30 salgo del chalet, no sin antes haber cerrado bien y haber dejado la llave debajo del felpudo.
Voy hacia el centro del pueblo a buscar los letreros que vi ayer con dirección a Cional.
Creo que la mañana se me va a hacer cómoda porque voy a pasar por pueblos que están separados entre sí dos y cinco kilómetros, de este modo al momento de salir de uno pronto encuentras el siguiente.
Son aldeas más que pueblos por lo pequeños que son, muy agrupados y las casas nada desperdigadas. Desde el amanecer la mañana fue espléndida.
El tráfico por la carretera es casi nulo, es domingo y al principio sólo me saludan los perros que no faltan de las casas.
Tengo una pequeña ampolla encima del dedo gordo del pié derecho, a causa de haber ido ayer un rato con las chanclas de agua a pesar de llevar calcetín. No me hizo falta hacerle nada, solamente taparla con una tirita de las de mi amigo Gregorio.
En Cional hago parada y cae (me tomo medio almuerzo) medio bocata tumbado al sol. Continúo y tengo que pasar hasta tres pueblos, no es broma, para encontrar un pequeño bar-cantina-ultramarinos para tomar un café con leche y un paquete de galletas.
Son las 10:30 o más. El pueblo en cuestión se llama Manzanal de Arriba.
Al entrar en el bar oigo a la cantinera despotricando, soltando unos tacos que se oyen desde la calle. Se queja de los comentarios de los locutores de la radio, porque ella se tiene que pasar todo el día trajinando en la casa y en los establos con los animales. Comenta la radio, por lo visto, que España va bien... Ella dice en unos tonos de voz que se oían desde antes de entrar:
Sí, de puta madre.
Como no hay nadie en la barra, me aproximo a la puerta de donde proceden las voces para que al verme se encaminase la buena señora y me atendiera. Deja de fregar, se gira, se seca las manos y da una voz a alguien para que saliera. Es el marido, -lo debe de tener al pobre hombre para estos menesteres.
El marido habla casi por gestos, yo lo entiendo poco. En esto llega un paisano y charlando le comento mis intenciones. Me sorprende su expresión cuando termino de contarle mis propósitos. Me mira y gesticulando con el brazo y la cabeza se dirige al mesonero y le dice:
Y con dos cojones.
Casi todo el mundo se sorprende de mi deseo. Este individuo ni corto ni perezoso soltó su frase. Ya metido un poco en harina (rompo la frialdad del diálogo) con el paisano empiezo a preguntar si conoce el paso de Ribadelago hacia la provincia de Orense, al pueblo de Porto primero. Tanto éste como otros que van llegando, no tienen mucha idea del camino para cruzar por ahí.
Manzanal de Arriba es un pueblo con solera, hay muestras rupestres del 2000 al 1500 a. C. Se dedica a la cosecha de cereales y lino; y por esto dispone de cinco molinos y cuatro telares.
En cuanto a monumentos su iglesia tiene celosías del siglo XII.
Tuvo en los últimos ciento cincuenta años una faceta curiosa: El Barco de Manzanal. Con motivo de la presa, se construyó un barco para pasar al otro lado gratuitamente y se ha ido renovando hasta 1933 fecha en la que se hundió..
Se conserva sólo su cadena de amarre
.

Ahora en la actualidad andan tanto los concejales como la Diputación con el tema de un puente para cruzar al otro lado. Por lo visto con visos de realidad, aunque muchos piensan que son pronto las elecciones.
Me despido. Al cabo de un rato llamo al 062. Sale el guardia del día de ayer. Le digo:
Qué pasa, le digo,¿nunca libras?, porque las tres veces que llamé sale usted. Me dice:
Sí que libro, pero estoy supliendo a uno por una emergencia.
¿El paso de Ribadelago a Orense?, le pregunto.
Un momento que le paso con los de Seprona de Puebla de Sanabria.
El que se pone me cuenta.
Sí hay paso, pero un poco dificultoso.
Le insinúo que me haga un croquis y me lo deje en el pueblo de El Puente y así hoy por la noche o mañana me paso por un bar o dónde lo quiera dejar con mi nombre y yo lo recojo.
Me dice:
El croquis se lo dejo en el hostal El Ministro, en un sobre.
El esquema que me haga llegar, me servirá de guía para Porto. Le agradezco su atención y me despido. Así que en eso quedamos.
Continúo mi caminar, paso por la presa del Cernadillo del río Tera.
Durante el trayecto de la mañana el paisaje es muy bonito. No me hace falta la brújula porque la carretera me guía bien, a pesar de que no veo más allá de doscientos metros. A las 13:45 llego a una gasolinera de la entrada en la carretera general, no autovía, y entro a comer.
Entro en la gasolinera y lo primero que miro es si hay una mesa libre donde dejar la mochila. Le pido al camarero una tapa de tortilla y dos pinchos morunos que tiene en la barra. Hay restaurante pero lo que tiene ahí delante me lo puede poner sin perdida de tiempo, ya que el apetito a esas horas suele ser siempre alto.
Sé que es domingo y no creo que pase por algún pueblo que estén celebrando misa.
Me pongo a andar a las 15:00. El camino es por carretera asfaltada, la antigua nacional. Al principio hasta Otero de Sanabria y de aquí a El Puente por una de de cuarto o quinto orden pero asfaltada, -¡con lo poco que me gusta! En el pueblo Asturianos paro a tomar café en un bar de la carretera y de paso comentar con los del bar lo que quería hacer al día siguiente.
Es gente de mi edad más o menos y no saben ciertamente si es posible. Uno de ellos erre que erre:
Conozco la comarca y es imposible ir por donde quiere, tendría que ir a San Martín de Costaneda... para llegar a Porto.
Yo no acabo de creérmelo; pero si tiene razón, lo que iba a hacer esta tarde lo tendría que desandar al día siguiente y volver aquí para ir a Porto por Requejo.
En fin, que me deja un poco dubitativo y no sé si me van a servir de algo los kilómetros de esta tarde, -no obstante confio en el croquis de la Guardia Civil.
Los dejo y por el arcén izquierdo en marcha, paso por Otero. Encuentro a un madrileño:
¿La salida para Puente?
Me la indica pero antes de seguir me paro en una fuente, paro a repostar (tomo agua, unas galletas...) y hago un descanso.
Hay varios vericuetos (no está clara la salida) en el pueblo para salir y tengo que volver a preguntar a unas marías para que me encaucen de una vez.
¡La gente no tiene ni idea de las distancias!, yo siempre pregunto y unas veces me dicen menos kilómetros, de los que me dicen otros un poco más tarde. Voy cansado y me gustaría saber cuánto me queda, pero ni por esas. Son muchas vueltas y revueltas, señales en la calzada con nombres de ciclistas de la vuelta a España, debían ser puertos de segunda o tercera categoría. El trozo de plano que traje de esta zona es de 1/100000, las carreteras son nuevas y no vienen, tampoco están algunas aldeas.
Aún hago otra parada, una hora antes de llegar a El Puente. Llego al fin, se ve que es un pueblo de turismo.
Su nombre viene dado por el antiguo puente y su crucero al lado.
Sobre las 20:30 entro y lo primero voy al hotel a recoger el croquis que está a mi nombre. El hostal está a la entrada del pueblo y la recepcionista a la que me dirijo me da un sobre que abulta un poco. Le pregunto por el alcalde quien por cierto es el dueño del local y como es habitual no está, es más, hoy ya no iba a volver.
Me dirijo a una tienda de comestibles, compro un poco de todo: leche, latas, dulce de pasteles y embutido. A continuación camino hacia la iglesia, por allí cerca vive el cura.
Al rato me doy cuenta de que voy sin la bolsa del mercado -¡me la he dejado!, -¡me distraje con unos clientes preguntándoles dónde vive el cura y al pagar descargué la mochila!. Pregunto a unas señoras que están por aquí y casualmente me dicen:
Hemos visto cerca de aquí al alcalde pedáneo del Ayuntamiento.
Cosa que me conviene para que me selle la credencial. En esto... ¡aparece!, sin sello, claro está. Simplemente me firma en el hueco correspondiente. De inmediato le pido lo mas importante...:
¿Algo para descansar, a cubierto al menos? Así ya dejaba de buscar al cura.
Ni corto ni perezoso me indica el polideportivo que está a la vista, unos cuarenta metros. El problema según él es que no tiene servicios ni agua... no me importa. Me acompaña hasta la puerta del polideportivo, que está abierta. Nos despedimos a continuación.
Enseguida me coloco y ceno unos pasteles, zumo, chocolate, leche y yogur. Me meto al saco y con algo de chicharra (un transistor con auriculares) a dormir.
Llegan después unos chicos y se ponen a jugar al baloncesto.
Me incorporo y le ruego que por favor lo dejaran que quería descansar. A lo que accedieron casi de inmediato.
Mas tarde oigo al alcalde andando por fuera y decirles a otros que juegan en el campo exterior que lo dejasen, los manda a casa para que no me molesten.
Lo que siento hoy es no haber podido lavarme pero... Hoy los pies me chillan (de dolor); no sé cuánto me durarán las molestias, al menos de ampollas nada.
Hoy por la noche antes de dormirme hago el propósito de andar al día diez horas como máximo, -ya veré, pues creo que ya llevo 260 kilómetros, más o menos, y me parece que me quedan para hacer en una semana 200 como mucho.

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El Puente - Porto

Cuando hay necesidad
Día 1
35 Km.

Apesar de lo muy dura que fue anoche la cama, descansé como si no hubiera dormido en el suelo. -¡Me ha desaparecido el dolor de las piernas! Esto lo noté cuando me desperté, que serían sobre las 4:30 y de paso un poco de alegría porque así puedo continuar casi otro par de horas reposando. Me quedo dormido pero me despiertan, alrededor de las 6:00 unos ruidos de fuera.
Por fin a las 6:30 comienzo con la recogida. Me tomo el zumo que me quedaba de anoche, los pastelitos que compré, alguna chocolatina, pastilla y arriba.
El día se vislumbraba luminoso ya a esas horas Tardo muy poco en recoger, cada día con la práctica menos. Lo que mas me lleva son las botas, pues hay que contar con algo primordial como es el unte de los pies con la vaselina y que los calcetines vayan bien estirados.
Al salir veo que son los de los ruidos son los del mercado de los lunes (mercado famoso en la comarca) que empiezan a montar sus estaribeles (tenderetes de vendedores ambulantes).
Se extrañan al verme salir, les saludo y sin parar les digo:
Sí, soy un peregrino que intenta llegar a Santiago y... adiós.
¡Tenga usted buen viaje! me contestan. Pensarán que voy a coger algún vehículo -no estaría mal... ¡con lo que me espera! Y... yo ¡sin podérmelo imaginar!
Antes de salir de El Puente veo que uno de los bares del centro está abierto para que los dueños de los chiringuitos entren en calor a estas horas. Yo, por supuesto, también entro para meter algo caliente, que aunque ya había desayunado, estas ocasiones no se pueden dejar pasar, -aún no he tomado un café caliente a estas horas desde que salí de Segovia.
Mientras me tomo el café, me pongo a ojear el croquis que la Guardia Civil me había proporcionado. Es una hoja de propaganda turística de escala 1/2000 perteneciente a la comarca de la Laguna de Sanabria en la que vienen numerosas rutas de andariegos de fin de semana de distintas distancias y dificultades. También con propaganda, en general, de la misma zona.
Pensaría mi amigo el guardia, al mandarme tanta propaganda, que podría quedarme unos días de descanso. -Sí, sí, menudo descanso se me avecinaba.
-Había hecho un trazado por donde le dije que quería pasar y está perfecto.
Como aún me quedan unos cuantos kilómetros por llegar, lo guardo y...
a la carretera por mi arcén, el izquierdo y piano, piano.
Voy un poco quemado porque el alcalde no me puso sello pero en fin -¡procuraré que no me vuelva a pasar!
Según voy caminando veo que viene en dirección contraria un coche de la Guardia Civil. Se para antes de que llegue orillándose para no incordiar. Me extraño de que por estos parajes ya estén los de tráfico. Veo que se bajan y ya presiento que quieren saber quién va andando a estas horas y adónde. -Tendrán ganas de charlar con un peregrino fuera de su ruta, pero yo no tengo, en principio muchas, porque parando no se llega, al menos tan pronto. No me paran, pero al saludarme están delante y yo ¡claro! los atiendo. Nos ponemos al corriente rápidamente, me dicen:
Andamos temprano porque hay mercado en El Puente.
Antes de despedirme se presenta otro vehículo con el oficial de la Línea interesándose por el corro (el pequeño grupo formado) que tenemos a estas horas. Le doy al oficial las gracias porque el guardia de Seprona me había hecho llegar el croquis.
-Me dan recuerdos para un brigada de la Base Mixta, amigo de uno de los guardias.
Antes de despedirnos y de que me desearan ¡buen camino! le pido al oficial un pequeño favor:
Les pido, si puede ser, que me llevéis mi credencial al cuartel, me la selléis y volváis a mi encuentro para devolvérmela.
El oficial accede.
Antes de llegar a Ribadelago me vuelven a alcanzar devolviéndome la credencial debidamente firmada y sellada.
-Esto me satisface, -¡lleva un tampón!
Al llegar a Ribadelago, veo que el entorno es de impresión: un lago rodeado de montañas con mucha pendiente.
Yo tengo que ascender por la izquierda, recibe el nombre de Sierra Secundera, -me parece que es de primera.
Me meto en un hostal a cargar el móvil que lo tengo casi bajo y a tomar fuerzas porque no sé lo que me espera. Me tomo un café, mando una postal a Braulio y compro galletas y chocolatinas.
Allí mismo recibo una llamada de mi amigo Gregorio para interesarse por mis pasos, llamada que me anima.
A las 9:30 reanudo la jornada. Me cruzo con una pareja de jóvenes que hacen footing. Los saludo, paro y por favor...
¿Me hacéis una foto?. (Que por cierto no sé por qué no salió)
Por ir mirando el entorno me despisto y paso la señal de la subida metiéndome en la central eléctrica. Allí pregunto por la subida y enseguida me la indican.
Es por la ladera, en la vertiente de un riachuelo y sin lapsus (lapso) que valga enseguida empiezo el ascenso. Tengo que ir apoyándome en la rodilla adelantada con el palo y con la otra mano que me queda de vez en cuando llevarla a las paredes. Es una subida en zig-zag con tramos de tres o cuatro metros y pocas zonas de llano para descansar. Hago tres paradas en toda la subida.
Hay que parar con pausa, con cuidado, despacio, como a cámara lenta, porque si pierdes el equilibrio y te vas para atrás -puede ser fatal. Así que cuando dejo de andar me quedo inclinado hacia delante y poco a poco me dejo caer hacia la izquierda que es donde está la pared. Me sacudo las gotas de sudor hacia el suelo y con cuidando me quito la mochila. Después, despacio miro hacia atrás y observo la inmensa naturaleza: lago al fondo, montañas rodeándolo, susurro del río, sol de justicia encima y una brisa de vez en cuando que se agradece enormemente, son estas paradas como una "droguita" (siempre muy deseables después de los pequeños esfuerzos).
Me llama a mitad de la subida Maxi. No me lo esperaba. Le cuento donde estaba en ese preciso momento.
-Supongo que estoy en estos momentos en el punto de inflexión del camino, -es dura la subida pero ya me voy haciendo con ella. La llamada fue una inyección más a animarme.
Anoche hice el propósito de acortar las etapas en diez o más kilómetros.
Creo que me quedan en estos momentos unos 200 km. y me faltan seis días -No sé cómo coronaré ahí arriba pero creo que cuando llegue a Porto finalizo por hoy, voy un poco tocado, ya veré.
Por fin después de otro alto con las mismas preocupaciones que en los anteriores llego arriba no sin antes recibir otra llamada... la de Eduardo.
Siempre digo y pienso:
En casi todos los años que he hecho el camino, cuando me perdía, esta incertidumbre, me duraba muy poco porque no sé cómo, alguien aparecía por allí; aunque estuviera en sitios muy aislados: como el caso del ciclista del primer día, en una zona de cuarenta kilómetros cuadrados de pinares.
Al final de la subida me viene a la cabeza que durante esta subida he renegado bastante, dando muchas vueltas a la cabeza, pensando en lo que me queda aún. Aquí es imposible que aparezca alguien para indicarme el camino.
Sí, en cambio para animarme y mediante el único medio posible: el teléfono. Y... mira por donde, estos amigos me llaman, -hasta este día me habrían llamado una vez, menos uno que lo hizo en tres ocasiones.
Resulta que coinciden en el día y casi con la misma diferencia en el tiempo, ¡vamos! ¡como si supieran por dónde iba y lo que estaba pasando! Ellos no lo saben, ni yo mismo lo sabía.
Entre ellos se conocen de vista y no muy bien. Maxi es amigo por el tenis, Gregorio es peregrino, con él me inicié hace diez caminos y Eduardo es compañero de la Federación de Tiro en la provincia. En fin no quiero darle aquí más vueltas, creo que me he expresado claro.
Después de charlar con Eduardo corono la subida encontrándome ante un pantano. Está lleno, pero cosa curiosa sin montañas aparentes alrededor que lo alimenten. Hay un equipo de Endesa en una caseta de mantenimiento de este embalse y del de Porto que está un poco más alejado.
Entro en la caseta, ni les llamo la atención ni dan los buenos días ni nada.
-No es para que me den una bienvenida o me tiren cohetes. -Me imagino que a estas horas un día de diario, apareciendo uno por allí con aspecto desfallecido, después de haber subido este tramo, se debe tener aspecto de llamar la atención, pero ¡ni por éstas!
Están unos cinco individuos haciendo una cafetera, arreglando el televisor y los otros mirando. ¡Vamos que sacándose el jornal! Les tengo que pedir un poco de agua, ya que no me ofrecen nada, con lo bien que huele el café...
Me confirman que según el plano hay una carretera forestal hasta Porto, así que después de secarme me despido. Estos obreros deben estar acostumbrados a ver subir montañeros los fines de semana, por esto no se extrañan al verme.
¡Ah! enseguida me dicen que el refugio es para la empresa ¡ Enseguida decido irme. Tomo el camino que está lleno de cantos no rodados. Son piedras machacadas de cunetas de tamaño de naranjas más o menos y así toda la bajada -menos mal que ya es bajada hasta Porto.
Se me ocurre llamar a casa pero no hay cobertura ¿?, ¡qué raro! mil metros detrás tenía cobertura total. Veo una manada de vacas al pasar por el pantano de Porto luego, salvo las torres de Endesa, todo es árido, matojo bajo y muchas curvas. Se hace pesada la bajada, pues resbalo en cuanto me descuido. -¡Hombre al suelo no fui nunca, pero tuve varios resbalones!
Con un Land Rover moderno y una pareja dentro me cruzo. adiós y punto. -Pensé por un instante que pararían a preguntarme, pero nada, como un cohete subieron. Yo tuve que abandonar el camino por la cantidad de piedras que soltaban las ruedas a su paso.
Por fin, sobre las 15:00 veo el pantano de San Sebastián cuya cola debe de llegar a Porto. Intuyo además la posible subida de mañana porque veo un camino forestal amplio que destaca al otro lado del valle y según mi plano coincide con la ruta a seguir cuando abandone Porto.
Todo lo que estoy bajando ahora me imagino que mañana de desayuno lo subiré; se ven caminos y carretera de buen firme.
Sobre las 16:00 dejo de sufrir de tanto bajar y entro en Porto. Lo primero ir a un "comedero" (restaurante o casa de comidas). Lo encuentro. Antes de nada llamo a casa, pues llevo cuatro horas sin cobertura y de hecho lo tengo que hacer desde el fijo del bar porque en el pueblo tampoco la hay.
Hablando con los de casa me animan a que me quede ya hoy a descansar.
Soy débil en este momento; estoy incluso un poco excitado y tembloroso por la fatiga de tanta bajada con piedras, así que decido hacerles caso y accedo a quedarme.
Al del bar le pregunto si puedo comer, contentándome que si, que ahora viene su mujer para que la acompañe. Le digo que si tienen algo para dormir ( Por lo visto el alcalde hasta las cinco no bajaba al Ayto y no quería esperar) siendo afirmativa su contestación. Así que en principio ya lo tenía todo solucionado.
Llega la Sra. Y me indica:
Me puede acompañar, vamos a subir al comedor. Subimos, me dice que me siente donde quiera, que ahora venía.
No me pregunta qué quería. Solo en el comedor, no es mucho mayor que uno de una casa normal, lo único que está un poco repleto de mesas para los clientes. Enciendo la televisión y enseguida aparece con la comida: un plato llenísimo de pasta con tomate, luego unas chuletas de cerdo y cordero con ensalada,unas recalentadas, otras recientes y de postre fruta que tiene en un cesto encima de una cómoda. No sé si me cobra cinco euros:
Después de comer le acompaño al chalet.
Me acompaña el señor del bar a la casa: es de dos plantas, la de arriba con cuatro o cinco habitaciones, baño comunitario, pero ¡para mí solo! ¡No hay nadie más! Me tomo un baño de órdago (un baño de bañera de media hora), hago colada y una siesta corta porque quiero saludar al alcalde y no deseo dormirme.
Por fin estoy sellando con el alcalde y el secretario. Me comentan que no recibieron mi correo. El secretario dice:
Hace unos años pasaron un grupo de peregrinos para ir a Valdín. Tiene buena carretera.
Deseándome buen descanso, nos despedimos.
Tomo la precaución de ver por dónde sale el camino que había visto antes de llegar a Porto, para que al día siguiente cuando salga de madrugada y sin luz pueda atinar y encaminarme bien para Valdín.
Vuelvo a echarme un rato en la cama.
La tarde es buenísima y yo ya me encuentro recuperado.
Me están entrando ansias de estar perdiendo un poco el tiempo en el pueblo, no hay nada que ver: el bar está cerrado y las tertulias se hacen en la tienda de comestibles - "el corte inglés del pueblo", donde la tendera, una joven, atiende al público, y claro despacha también chatos (ir de vinos y tapas) y cervezas en el mostrador.
Esta tarde no contacto con mi mujer; está en Fernández Ladreda y no me coge el teléfono. Tengo que llamar a las monjas desde el teléfono del ultramarino para que le digan que a las 8:30 me meto a dormir y no quiero más llamadas.
Conozco en este establecimiento a un tal Enrique, muy conocido en la comarca del pueblo; toda su vida de conductor, jubilado, y hacía poco tiempo le hicieron una entrevista en un periódico de la provincia, está muy orgulloso.
Me dice:
No tendrás problemas al día siguiente, la carretera es buena.
Le agradezco la información, nos hacemos una foto para la posteridad y nos despedimos.
Compro con anterioridad: magdalenas, paquete de patatas, chocolate y un cartón de leche. Después ya derechito a la cama, a recoger la colada y a descansar.
A las 9:30 después de dar un repaso por la casa para ver que no dejo nada, me meto en la cama, con la prisa de dormir para madrugar y recuperar la tarde de hoy.

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Porto - Manzaneda

Sólo saben pedir
Día 2
51 Km.

Hoy madrugo más de lo normal; el día anterior anduve pocas horas, así que hoy puedo hacer un pequeño esfuerzo adicional para recuperar lo que ayer por la tarde no hice.
Después de las rutinas mañaneras: leche, fruta, pastillas y con la consabida vaselina salgo de la casa a las 5:15. Es completamente de noche, la temperatura es alta, da la sensación de que iba a empezar a pasar calor muy pronto.
Me confundo en la salida, no doy con ella a pesar de que el día anterior traté de enterarme; -los ladridos de los perros me están molestando bastante, no dejan que me oriente. Me pongo un poco nervioso, tengo prisa por efectuar la salida y veo que no he ganado nada con madrugar y esto me está poniendo de mal humor. Por un momento pienso:
Y... ¡si tengo que esperar a que amanezca...!
Por fin la encuentro y comienzo la subida, efectivamente suave. Al poco de andar me doy la vuelta, vislumbrando por encima de las montañas del otro lado que el día quiere amanecer. No se oye nada, hay un poco de brisa cálida.
Continúo la subida, por el momento, de cemento. Me vuelvo para echar la última mirada al valle, viendo las luces del pueblo y con la primera claridad el resplandor de agua en el pantano.
Hago una foto pensando que será difícil que salga, como así resultó. Al rato, en mi caminar hacia arriba observo en la penumbra que la brisa mueve hacia un lado y otro algo como papeles, trapos o bolas que no identifico bien. Entonces picado un poco por mi curiosidad saco del cuello (la descuelgo) mi linterna, la llevo siempre colgando, enchufo (dirijo la luz) y cuál es mi sorpresa y más tarde mi repugnancia que...
¡son... sapos, grandísimos, como platos de postre! Sucede en un tramo de unos veinticinco o cincuenta metros. Luego ya no vi ninguno más.
Más tarde comienza a refrescar con bastante rapidez, lo que hace que me ponga el pantalón de agua y el poncho para resguardarme. Va amaneciendo.
Procuro llamar a casa pero aún estoy sin cobertura. Comienza a lloviznar haciendo un poco incómoda la subida porque me viene el agua y el aire de cara. Paso el límite a la provincia de Orense y al rato ya bajando antes de llegar a una fuente conecto por fin con casa. Mi mujer está un poco preocupada ya, se tranquiliza, siente que durante toda la tarde de ayer no pudo enlazar conmigo; ya a partir de hoy no volveré a perder la cobertura.
Hablo con Rodrigo. Está tomándose un cafetillo en el bar y leyendo el periódico ¡Qué envidia me da! Le digo:
Estoy en Galicia y ¡claro! ¡Me recibe esta autonomía con lluvia!
Hago una parada en una fuente donde tomo un aperitivo de los míos: chocolate y magdalenas. Saco una foto que resultó de gran agrado a mi hija Tatiana.
Son más de las 8:00 y hasta ahora no me he cruzado con nadie, sólo un camión y antes de Valdín un Land Rover de la Electra.
Antes de Valdín también se me acercan dos perros bastante hermosos, parece que se animan el uno al otro en sus ladridos, me asustan un poco, me armo de paciencia, me pego a la cuneta y con la espalda sobre ella continúo; con el palo al hombro sigo despacio hasta que terminan por alejarse -a Dios gracias.
Pasado Valdín hago otro alto comiéndome una naranja en una caseta vieja -en el pueblo, pequeño, está todo cerrado, así que... sin café aún... ¡ni nada!
Continúo por carretera hacia A Veiga, a las 10:30 dejo el desvío y sigo hacia el puerto de Cubelo.
Antes de llegar al Puerto de Cubelo por el plano veo que tengo varias aldeas que pasar. -Resulta que como voy por la carretera y ésta es nueva no paso por las aldeas, -hay que desviarse si quiero pueblo. Yo no me desvío confiando que en algún momento encuentre incluso una gasolinera o algo por el estilo.
-¡Ni por esas! A las 12:00 me como mi última naranja con una lata a palo seco, quedándome tumbado sobre la mochila y cogiendo calorías de sol, -desde hacía un rato lo iba agradeciendo.
Me como la lata (atún con la mano) sin apetecerme el escabeche. Voy teniendo hambre y no es cuestión de tener un desfallecimiento. Lo que se me está antojando es pan con cualquier cosa.
Según mis datos hasta las 16:00 o las 17:00 no voy a llegar a Raigada, no tendré más remedio que desviarme.
Se me ocurre llamar a la guardia civil de Seprona de Orense para que me indiquen a cuánto estoy de algún sitio para comer, les cuento:
Vengo de... salí a las... y... voy teniendo necesidad imperiosa de masticar.
Me indican un sitio a retaguardia (en dirección contraria a mi desplazamiento) de donde me desplazaba o bien otro que está más lejos de Raigada, -así peor me lo ponen:
Pero no se preocupe, -si podemos le damos alcance o vamos a su encuentro, si tuviese algún problema...
De la cantidad de veces que he salido a hacer el camino, como este día nunca he tenido tanta necesidad y después de las noticias que me van dando más aún. Cada vez se me pone peor, así que procurando no sofocarme mucho continúo mi ruta.
Sigo subiendo y en una de las últimas curvas de la subida veo dos casas y otras abandonadas. Las primeras con ropa tendida, enseguida oigo a niños y veo por fin a dos de ellos.
Son mi salvación, no van a estar solos por allí, así que llego a ellos y les pregunto:
¿Vuestros padres, dónde están?
Estamos con mi abuela, me contestan. Van a llamarla.
Como todas las típicas gallegas sale secándose las manos en el mandil. La saludo y muy escuetamente le digo lo que estoy haciendo:
Perdone la molestia de llamarla, es que llevo bastantes Km. esperando encontrar algún establecimiento de comidas o en su defecto alguna gasolinera donde poder comer algo. No es que tenga mucha necesidad, pero la suficiente para no darme reparo y llegado el caso como ahora. Solicitar de ud. un trozo de pan, solo eso.
A siete kilómetros puede haber algo, en Cambela, pero cuando llegue estará cerrado, no obstante yo tengo un trozo para usted, -¡no faltaba más!
Así que entra en la casa y me ofrece un buen trozo de pan:
Es de ayer, pero...
A mí me pareció reciente. Quise darle dinero, cosa que rehúsa -como es natural. Se lo doy a los pequeños para una golosina, no sé dónde se la podrían comprar. También me da agua y dándole las gracias continúo mi camino.
En cuanto cojo el desvío para Cambela me como el escabeche que tengo en bocata. A eso de las 15:00 llego a una casa aislada que debe pertenecer al municipio de Cambela. En la puerta tiene un letrero de coca-cola o cervezas con lo que se anuncian los bares o tiendas de comestibles, donde en Galicia te venden de todo.
En esto que llego y antes de entrar se presenta un Land Rover de la guardia civil. Son con los que hablé por teléfono. Se dirigen a mí. Les saludo, me identifico y les digo:
Ya he paliado mi necesidad, ahora voy a este bar por si me atienden.
Entro y nada más verme la señora y decirle que quiero comer, me dice rotundamente que no:
No hay nada, está cerrada la cocina.
Tres segundos después entra uno de los guardias y le dice:
¿Tiene algo para el señor?
Sí, sí, sí. Tengo huevos y carne...
Total que todo solucionado. Los guardias no me admiten que les invite a una cerveza u otra cosa. A continuación nos despedimos.
La señora, doña Joaquina, me ofrece huevos y carne, así que adelante, con una cerveza, café y manzana quedo satisfecho. Me cobra tres euros.
Durante el almuerzo charlamos un rato y después de comer, cuando me lleva la comida se queda al lado hasta que le digo:
Siéntese aquí, que está en su casa.
Al poco sale el marido y el hijo quien acababa de hacer la "mili". No les deben de ir mal porque el hijo tiene un Golf-Gti allí aparcado para ir los sábados de fiesta.
Les doy una tarjeta y les prometo volver. Y lo haré Dios mediante.
Sobre las 15:30 reanudo la marcha con un sol espléndido y un día no muy caluroso. Voy en dirección norte hasta coger el desvío a la presa de Bao y seguir a Raigada; llano y muy sinuoso, con sombras de numerosos castaños de las orillas.
Sobre las 17:00 paso por Raigada. Hago dos altos aún: uno en San Miguel en una hornacina (una marquesina) de autobuses, y otra en Placín en unas piedras.
Las piernas se van poniendo un poco duras, como si no quisieran andar. Enseguida en las paradas hago estiramientos y se recuperan bastante.
Llego a Manzaneda, sobre las 8:30. No encuentro al alcalde. Me acerco a la iglesia a ver si localizo por allí al cura, -negativo.
Es un pueblo de sabor medieval, con muralla y restos de la fortaleza de San Martiño, donde se enfrentaron el conde de Lemos y el conde de Benavente, aún se conservan dos puertas de la muralla.

En el hogar del pensionista pregunto:
¿Algún municipal?
Y lo mismo, a estas horas no los hay. Encima los vejetes me miran algo recelosos, salvo uno que casi me quiere acompañar. Los dejo y me tomo un refresco en un bar, de paso pregunto:
¿Algún sitio para dormir? Ando bastante tocado y no encuentro ni al alcalde ni al cura para pedirles cobijo..
Me dice la del bar:
Pues el coche del alcalde es uno que hay por ahí.
Así que sin pensarlo, salgo a buscarlo que pronto lo localizo. Me pego a él hasta que aparezca su propietario. Enseguida lo veo, cerca del coche veo a dos personas observando una obra de la calzada municipal lo que me hace suponer que uno de ellos es el alcalde.
Efectivamente, llega al coche. Lo saludo y me dice:
Sí, me llegó su carta, ahora lo atiendo y lo llevo al polideportivo.
Antes me pasa por un supermercado de su propiedad para que llenase la mochila de provisiones. Se lo agradezco, tomo: naranjas, magdalenas y un tetrabrik de leche. Vamos a una cafetería y esperamos a que su hijo trajese las llaves; me vuelve a invitar al vaso de leche con galletas. A continuación caminamos hacia el pabellón.
Gracias por su hospitalidad y muy agradecido. Cuando pueda en un futuro me pasaré por aquí a saludarle.
Me gustaría que se quedase a cenar, -insiste.
No puedo acompañarle más porque lo que necesito ahora está ya a la vista. ¡Hasta pronto, de verdad!
Muy nuevo y coquetón. Me instalo en la sala de masajes. Tiene colchonetas en el suelo, duchas de agua caliente y luz eléctrica. Como en otras ocasiones le agradezco su atención y me lamento:
Yo después de una buena ducha, instalación y preparación para el día siguiente me meto en el saco. Sobre las 22:00 doy por finalizada la jornada, con el sol entrando por las ventanas de la sala.

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Manzaneda - Doade

Las apariencias engañan
Día 3
50 Km.

Sobre las seis me levanto. Me lavo con agua caliente hago mi desayuno particular (lo de siempre, leche, fruta, magdalenas y pastilla) y procuro dejarlo limpio y bien cerrado. Está el día nublado pero sin frío y serpenteando la carretera con subida, llego a Pola de Trives (8,45), un pueblo muy bonito al menos a lo largo de la calle principal, edificios regios, altos y con blasones. No pude entrar en la iglesia que estaba cerrada, pero sí en el Ayuntamiento. En sus oficinas me sellaron, dialogando un buen rato con las funcionarias, que no se si por su poco trabajo o por mi novedad dejaron sus quehaceres y por poco me hacen una entrevista, pero muy amables.
Al salir busqué un bar y desayuno mientras se carga el móvil que la noche anterior no me di cuenta que lo podía haber hecho. Hasta casi una hora después no reanudo, voy por una carretera de las de vía rápida y hay que ir con cien ojos con los adelantamientos, pues si coincide alguno a tu altura, te pueden llevar por delante. Es todo subida hasta el alto de Cedeira. Hago un alto a mitad de la subida, tomo unos frutos secos y en seguida continúo (sobre las 11).Llego sobre las 12,30 arriba, había un bar o venta pero estaba cerrado. Me senté en un poyete y me hice un bocata de escabeche. Antes de terminar llegó el dueño y abre, tomo un refrigerio y para Castro que todo bajada por la carretera y a las tres en Castro.
Pueblo con historia que comienza en época romana, con sus restos de la vía Braga-Astorga. En el siglo XIV, Alfonso XI otorgó estas tierras al conde de
Lemos que hizo unas reformas en la fortaleza y en el XVIII heredó el ducado de Alba y estos hace pocos años lo donaron al pueblo con fines lucrativos.

Entro en un bar y tomando un descafeinado echo en falta la navaja... ¡Me la había olvidado en el Puerto! Un disgusto... así que voy a la Comandancia a decirles que si iban hoy por allí preguntaran por mi navaja, a lo que me contestaron que me subían y bajaban, que no habían echo ningún recorrido por allí esa mañana y ya lo hacían. No lo pensé y me subió un guardia, Carlos era su nombre, no estaba el señor de la venta, había cerrado ya, total que para abajo. Gracias al guardia y a su Sargento que apareció por allí y adiós (Me dieron un pequeño croquis para llegar al embarcadero y no dar rodeos).
Era día de mercado en el pueblo, me acerqué a un puesto de gitanas por unas naranjas... no me las cobraron, pero eso si, que cuando llegase a Santiago pidiese novio para la hija que tenía allí trabajando.
Me metí a dar una vuelta por el castillo del pueblo, era de los Conde de Lemos. Por lo visto es la comarca de estos condes, pues casi todo lleva consigo:
de Lemos. Había una extranjera de portera y nadie tenía gula para no pagar así que los peregrinos aunque escasísimos tenían que pasar por taquilla.
Continué mi jornada saliendo del pueblo para ir hacia Doade. Cogí el croquis de los guardias y traté de dar con el desvío para evitar las revueltas hasta el embarcadero, pero cuando llevaba casi media hora y sin ver el desvío me convencí de que me tocaba ir por las revueltas que aunque cuesta abajo se hacían pesadas, por que no se avanzaba, iba viendo el valle del Sil pero se acercaba de poco en poco...
Pasé por una cooperativa vinícola, con muy buena pinta, de las innumerables que hay a lo larga de la Ribera Sacra, que es la zona en la que estaba entrando. Por fin llego a una aldea antes del embarcadero, y me meto en una tienda de ultramarinos, me atiende la Sra. me siento con mi zumo a descansar y charlo con ella, me cuenta que estamos en la Ribera Sacra que es muy turística y recorrida por los catamaranes a lo largo de los ríos Sil y Miño, me ofrecía incluso el libro turístico de la zona, que estaba leyendo.
La pago el zumo y una pastilla de jabón que necesitaba pero la pastilla me la regala y con un hasta pronto la dejo allí al solito con su lectura. Un par de personas de la tercera edad veo por allí pero a nadie mas. Era pequeño el pueblo. Enseguida llego a la orilla del río y a medida que camino empiezo a observar por las laderas empinadas del valle cantidad de bancales de viñas con un orden y aprovechamiento encomiable. Poco mas adelante veo al primer catamarán, lo que indicaba que el embarcadero estaba cerca y era por donde tenía que cruzar.
Sobre las seis llego al embarcadero pensando que si había algo me quedaba a dormir, pues la Sra. del pueblo anterior me dijo que igual había algo pero después de hablar con la cantinera del puerto vi que no. Ella me dejaba dormir al raso debajo de una visera dando al río. No me acabó de convencer.
Allí estaba también el joven que manejaba el local (Fernando) y me dijo que subiese a Doade que luego subía él y me alojaría en algún sitio que ahora no me podía decir, que tranquilo que dormía en el pueblo o también que me esperase que me subía luego en el coche. Quedé en que me subía y le esperaba allí.
Dejé el embarcadero y en una fuente de allí cerca me lavé un poco los pies y me tomé un bocata de escabeche, luego unas fotos que solo salió una y para arriba al pueblo con seis km. mas o menos de subida sinuosa.
En la subida me adelanta uno de los del puerto que había estado charlando antes, invitándome para que me subiera al coche, cosa que le agradecí pero desistí.
Aunque era dura la subida iba despacio y observando los bancales de las viñas en los que en la mayoría, a pesar de la hora 8 de la tarde, estaban trabajando. Veía que para acudir a los tajos o sacar las cosechas, la cantidad de dificultades calculadas que tiene que salvar y no tener percances.
Finalmente sobre las 8,30 llego al pueblo. Tiene como casi todas las aldeas de esta comarca, su castro. Este es el O Castelo.
Nada mas llegar a la primera Sra. que veo la pregunto y me cuenta que no hay alcalde que el cura vive... en la otra parte del pueblo, así que sin pensarlo allá que subo y doy con la casa que tiene al lado de la iglesia. No estaba... para abajo a la entrada del pueblo a esperar que subiera Fernando. La mujer me dice que Fernando tiene habitaciones y locales, de la bodegas que tiene y a lo mejor en uno de ellos me alojaría. También me cuenta que el Sr. cura a esas horas pasea por el pueblo con una señora mayor, la pido el teléfono para si los localizaba a alguno de los dos sin resultado. Esta Sra. con la que dialogo, tiene también un poco de tienda y la pido un tetrabrik que me estoy tomando mientras hago tiempo de que lleguen la gente del paseo a su casa y llamarles por teléfono.
No me quería mover otra vez para arriba y abajo sin saber donde iba a pasar la noche pues a estas horas las piernas están para pocos trotes.
Al fin localizo al Sr. cura, haciendo las llamadas del teléfono de la tienda, no me da ninguna esperanza de dormir en la iglesia siquiera, pero que suba que me sella la credencial.
Llego otra vez a la casa del cura, me abre, muy serio, le doy la credencial, entramos en el premier cuarto, de pié, ni nos sentamos ni nada y mientras me pone el sello insiste en que no tiene nada para dormir (Pienso que le han debido de hacer, de cuatro o cinco años para acá, alguna faena otro peregrino y desconfía), le insisto un poco le digo que me deje en un banco de la iglesia, le saco mi carné para que al ver que soy funcionario, no tuviera temores, el seguía callado y sin darle yo mas tiempo a que me conteste, le termino diciendo: bueno padre mire, una cosa más para su tranquilidad si es que aún no la tiene, soy padre de una monja clarisa de clausura, que la tengo en Segovia... No me dejó seguir, para de ponerme el sello de la parroquia y me contesta "¿Sabe lo que le digo...? Pues que donde va a pasar mejor la noche no va a ser en la iglesia sino en la sacristía... que no hace frío, hay una alfombra y vamos que le abro, se la enseño a ver que le parece".
No me acuerdo exactamente lo que le contesté, pero mas o menos que muchas gracias, que se lo agradecía y que por la alfombra de la sacristía era lo de menos, el caso era estar a cubierto. Entramos en la iglesia, pequeña pero muy restaurada, muy limpia, con bancos gruesos de madera. A continuación en la sacristía que era como un despacho amplio con un tresillo, estufa, alfombra crucifijo e imágenes en las paredes y una cómoda grande donde debían guardar los hábitos de las celebraciones. Me dijo que hiciera lo que me apeteciese para descansar y que se lo dejase como estaba.
No me ofreció nada mas, parecía tener prisas, le acompañé a la salida de la iglesia despidiéndome hasta otra ocasión.
Al volver lo primero fue llamar a casa que hacía horas no hablaba, para decirles que ya estaba instalado para el descanso diario. No tenía buena cobertura y logré hablar con Renata para que ella luego lo trasmitiera a casa, dejando a continuación el teléfono a cargar. El único problema era que no tenía agua de ningún tipo, salvo la del agua bendita o ir a molestar al párroco.
Como me lavé los pies por la tarde en el embarcadero me daba por satisfecho y es que el descanso era la primera prioridad en esos momentos, así que instalación de los cojines de los sofás en el suelo y con una pieza de fruta me metí al saco donde quedé rendido en el acto, pues no me dio tiempo a pensar casi en donde estaba.

[subir]

Doade - Chantada

No hay que confiar por confiar
Día 4
50 Km.

Antes de las 6:00 me despierto y noto que he descansado estupendamente, -¡claro! con la poca cena con la que me acosté no he tenido problemas de digestiones, tampoco tuve necesidad de salir fuera a hacer algo rutinario.
Desayuno espartano, como todos los días, recojo todo y al camino.
Observo antes por la ventana que hay niebla, decido abrigarme con lo que tengo, incluso ponerme el chubasquero para que me corte el aire que pudiera hacer y así pertrechado con todo inicio la jornada.
A la hora llamo a casa para dar novedades aunque ya las saben por Renata.
Me llama Rodrigo desde su cafetería habitual, está haciendo tiempo en la barra con periódico y cafetillo para salir al Arsenal. Le comento:
A lo sumo en cuatro días, en Santiago.
Desaparece la niebla y sobre las 8:00 asoma el sol que ya no me dejaría en todo el día.
No encuentro ningún bar abierto, ya me comenta un paisano:
Hasta media mañana no los abren.
Es un tramo poco poblado, sólo se ven pequeños caseríos.
Un par de altos hago antes de llegar a Sober, buen pueblo éste, con mucha amplitud, sus edificios están en su mayoría muy restaurados.
Tiene el pueblo vestigios de época megalítica y por descontado numerosos castros en su término. En la Edad Media con los cenobios que se formaron, contribuyeron a denominar esta zona de las riberas del Miño y del Sil como la "Ribera Sacra", allá por el siglo XII.
Me acerco al Ayuntamiento, es nuevo, con una gran explanada delante.
Entro para sellar. Después de haberme consumido la paciencia el señor del registro, ¡no suelta el teléfono!, me salgo. No aguanto más de pié.
Desde que entré en el pueblo se me metieron en el entrecejo un par de huevos fritos con lo que sea, -después de ver los establecimientos y el buen aspecto que tenían... Y no esperando más me dirijo a un bar que tiene toda la pinta de que me pueden complacer.
Lo atiende una dama a la que le sugiero si puede ser un desayuno como el mencionado, contestándome:
Sí y si quiere le añado unas patatas fritas.
No son de bolsa, son caseras de la tierra recientes, de las de pelar y encima -pienso yo -¡patatas gallegas! ¡Con lo ricas que están...! Espere un poco para hacérmelas que voy al servicio a lavarme y a afeitarme.
Total, que desayuno como a mi me gusta, incluso mejor que en Nava.
Hago la primitiva, vuelvo al servicio a lavarme los pies, lo necesitan, desde el embarcadero no me había lavado y ayer tuve subida. Con las chanclas y un sol de justicia hacia Canabal, pequeño pueblo con su iglesia románica.
En esta provincia son innumerables las iglesias románicas que existen. Es raro que la que veas no tenga algo de románica, si no lo es en su totalidad. Al ser de menor tamaño que las del Camino Francés se levantaban en muchísimo menos tiempo. Lo único que no tienen es el esplendor y grandiosidad de las más conocidas.
Vengo todo por asfalto y rectas de menos de cincuenta metros, es decir, curvas constantemente. El paisaje y las vistas tienen mucha profundidad no obstante presumo que en la dirección que llevo, a lo lejos, está el pueblo de Ferreira de Pantón.
Descanso un poco con un señor mayor que va a sulfatar las uvas, lo dejo y bajo a Canabal.
Al llegar a Caníbal me llevo una sorpresa...me doy cuenta de que no llevo el palo, -¡me lo he dejado en el anterior alto!
No es mucho, quizás un kilómetro. Me fastidia abandonarlo y también me fastidia, volver deprisa con la mochila para acabar en el mismo sitio. Así que en el regreso voy buscando a alguien del pueblo para dejarle la mochila mientras subo a por el palo. Por fin encuentro a un señor con buena estampa, arreglado aunque en camisa, y sin dejarle casi tiempo para hablar le pregunto si es de la aldea. Me contesta afirmativamente, y sin más le digo soltando la mochila en un banco de piedra:
¿Me la vigila, por favor? Enseguida vuelvo.
Y lo dejo.
Me toca apretar el paso, es cuesta arriba. Encuentro finalmente en unas matas de la parada anterior el bordón. Bajo ya tranquilamente llegando a la casa donde dejé la mochila, está esperándome el buen hombre poco menos que en jarras. Le doy las gracias y me contesta:
Sí, sí, gracias pero... ¿No sabe usted lo que acaba de hacer?
Yo me quedo un poco incrédulo subiéndome de hombros, no sé...
¡Usted no me conoce! ¡Por qué sin conocerme confía en mí con la de gente mala que hay por ahí...? ¿Y si vuelve y ya me he llevado la mochila...? Me reprende.
-Ya le dije que su aspecto me pareció de fiar, -si alguien se hubiera llevado la mochila sería porque la necesita... -Yo me cogería el tren y... para casa.
¡Qué falta me hacía! ¡el cansancio se me va acumulando.
Seguimos charlando unos minutos. Me sigue contando:
He venido de Argentina, se le nota en el habla, y estoy en casa de unos familiares de aquí.
Llevo muchos caminos y nunca he oído el caso de que a un peregrino le lleven la mochila, aunque estamos en zona de no peregrinos todos confiamos en que llevamos un gran ángel de la guarda, cuando no, a Santiago, le comento.
No decimos más. Se va a buscar a sus parientes y yo a buscar algo fresco y salir del pueblo. Con un apretón de manos nos despedimos.
Continúo por el pueblo, busco la salida norte. En la estación cruzo las vías, por el andén del pueblo y con cuidado, -no me vaya a caer, pues son altos los andenes. Ya veo algún letrero a Pantón. Antes de salir me meto en un ultramarino y compro un frasco de yogur líquido fresquito. Continúo la carretera con el sol por todos los lados y apretando.
Me voy acercando a Ferreira de Pantón. Por aquí pasaba la calzada romana de Braga-Lugo que lleva consigo las reminiscencias prerromanas. Lo más trascendente fue la vida monástica con múltiples cenobios entre el siglo X y XI, debido a la fuerte influencia de la ruta jacobea. Hay un monasterio del siglo X de la orden de San Benito hasta que en el XII que pasó al Císter. Esta comarca de los Lemos es una zona considerada como centro del románico gallego.
Llego a Ferreira de Pantón donde en su entrada observo unos pazos descomunales y con pintas de mucho señorío. Pregunto a unas señoras mayores:
¿Qué tal voy?
Me confunden o no me entienden y me mandan equivocadamente.
A la 1:45 y después de retroceder casi un kilómetro, -que al final son dos, uno de ida y otro vuelta, entro al cuartel de la Guardia Civil a que me sellen y de paso me indiquen el itinerario para llegar a Chantada. Me hacen pasar a su oficina, me obsequian con un refresco y les comento:
Quiero seguir a Chantada sin pérdida, por favor, ¿me pueden dar una relación de aldeas o pueblos de paso?
Así que después de refrescarme un poco allí, sobre las 2:30 me despido, con mi lista y andando, llevando la idea del pueblo más importante por el que tengo que pasar: Escarión.
El mensaje que me queda de los guardias es que siguiendo la relación no tendría pérdida. Sobre las 15:00 hago parada para tomar algo y descansar.
Debajo de un hermoso pino me quedo en paños menores y pongo el resto a secar porque voy chorreando. Aparte hago la parada porque pasa por mi cabeza que con estos calores puedo llegar a tener una deshidratación y en estas condiciones el móvil no sirve de nada.
Permanezco un poco más de una hora en la estera, suficiente para dormir un poco, recoger la colada y continuar. Bonito paisaje el que voy apreciando, eso sí con constantes subidas y bajadas.
Voy viendo anuncios de cooperativas vinícolas de Diomondi. Solitaria la carretera esta tarde, al menos hasta Escarión al que llego casi a las 18:00. Voy a un súper a comprar y después busco un bar. Tengo hambre y con un trozo de empanada y una cerveza me recupero de la tarde.
Observaréis que cada vez que paro, como algo. Las cantidades que tomo en las paradas no son más que para engañar al estómago y tenerlo entretenido.
Normalmente, salvo en raras excepciones, no hago comida completa. Además, al mediodía una vez o dos he coincidido con restaurantes o casas de comidas, así no tenía tentaciones de sentarme a comer, que me harían después caminar en peores condiciones.
Esto de llegar a Escarión no me dice nada, pues este pueblo no lo había visto en ningún mapa cuando preparé la partida. Saco mi mapa para buscarlo y cuál es mi sorpresa que no viene en mi tira de mapa... ¿Qué ha pasado...? La Guardia Civil para que no me perdiera, me dio una relación de pueblos que no están muy en línea recta. No me debieron de entender más que me dirigía a Chantada. Sí que recuerdo que no les dije: "por el camino más corto". ¡Y... sí que lo hay a costa de cruzar el Miño con un barquero!
Total que me sacaron de mi línea a la derecha, hice ocho o diez kilómetros de más. -Desde aquí, donde estoy, ya no tengo recuperación. -No tengo más remedio que seguir, -no puedo acortar. A seguir por la carretera de que viene de Monforte para llegar a Chantada. -No obstante, no creo que me haya salido más de cinco kilómetros de la dirección.
Y basta que fuese esta tarde con propina de kilometraje como para que las piernas encima se quejasen más de lo habitual. ¡A consolarse y a pensar que sólo me quedan unas horas para el final de la etapa!
Paro a tomar unos pistachos en una cuneta y más tarde en forma de oasis aparece un chiringuito de verano orillado en una acequia. Hay un par de coches.
Como un cohete entro a por mi zumo y a descansar porque las piernas se quejan sin concretar ninguna parte de las mismas.
Son más de las 20:00 cuando abandono el lugar. Aparecen letreros de embarcaderos de recreo formados por presas que tienen por aquí, tanto del Sil como del Miño. Voy bajando y cruzo el Miño y cuál es mi desesperación que veo el letrero que me indica: ¡aún me faltan seis kilómetros! Hoy también llevo en danzas desde pasadas las 6:00 de la mañana.
Nada más acabar el puente sin levantar mucho la cabeza veo y presumo o presiento que lo que me queda es pura y dura subida. Sigo yo con mi paciencia y con cuidado de los coches que pasan volando, sobre todo los que bajan cerca de mí.
No sé las paradas que tengo que hacer. Subo pendiente del reloj, cada cincuenta minutos hago un descanso. Me da la impresión que las piernas van a decir: ¡basta! Temo algún tirón o dolencia en alguna parte de las mismas y no es el caso de que por ellas tuviese que pasar la noche en la cuneta, ¡al garete con problemas físicos!
Mi último alto es en el cementerio, a las 22:30 aún recibían visitas. No ha anochecido aún, por supuesto a medida que voy hacia el oeste anochece más tarde.
Me cuesta levantarme de este alto. En cinco minutos reanudo entrando en Chantada con poquita luz. Voy por la carretera, no me apetece subir por la acera para ahorrar esfuerzos, no quiero subir ningún escalón. Según voy andando me dirijo a uno del pueblo, que pasea en mi dirección, pero va por la acera. Le adelanto un poco y observo que no quiere quedarse atrás, así que entre coche y/o camión de los que están aparcados le pregunto:
¿El Ayuntamiento o alguna iglesia o sitio económico para soltar lo que llevo y echarme a dormir? Es más el cansancio que el apetito.
El señor muy amable se anima en la conversación, aligera y se pone a mi paso, él va más despacio que yo. Se baja del pavimento poniéndose a mi altura, interesándose por mi situación. Sin prisas me dice:
Le acompaño al Ayuntamiento o a donde quiera, aunque a estas horas no encontraremos a nadie.
No importa, con que haya un guardia y me selle, me conformo, le indico.
Total, que seguimos caminando, hablando de mi camino, de que no es frecuente encontrar peregrinos por aquí y menos de la manera que yo he llegado.
En un momento del trayecto veo que se para y me dice a la cara:
¿Quién cree que puedo ser yo?
Me sorprende bastante, contestándole:
Pues no se, pero quizás: Banquero, funcionario, profesor....jubilado ya...
Pues no: Soy sacerdote, me contesta.
Pero que torpe he sido, tiene Ud. toda la pinta, lo único que le falta es el alzacuellos. Cuadra en todo: su manera de comportarse y su atención hacia un peregrino como es mi caso.
Después le comento que tengo una hija religiosa, así que para qué más, poco menos que me cogía ya del brazo para cruzar las calles, pasamos por el Ayuntamiento, que no había nadie, de aquí me lleva a una fonda que conoce metiéndome hasta la cocina de la misma, donde está el dueño, señora e hija a los que conoce.
Lo primero me siento nada mas entrar, con permiso de los allí presentes.
Al tiempo que vamos charlando sobre el encuentro le pido un tetrabrik y allí mismo en la mesa me lo voy tomando. José, que así se llama el cura no me deja.
Reconozco que estoy un poco violento, le digo:
Bueno padre, no quisiera abusar más de su compañía, gracias por traerme hasta aquí.
Pero él aún quería que fuese a la televisión local para dar a conocer mi camino, pues no es frecuente el paso de un peregrino por esta comarca, solo y en mis condiciones.
No obstante le doy mi tarjeta y le comento:
Si quieren algo los de la televisión, al día siguiente en dirección a Rodeiro, desde muy temprano me pueden encontrar y dar alcance. Que no me importaría parar un rato mientras estén conmigo.
Una vez que se marcha el cura, el posadero me indica que le acompañe a la habitación y, ¡Como no! leyes de Murphy al canto. ¡qué casualidad, no hay ascensor en el hostal! Hay que subir las escaleras y por si fuera poco, ¡En el último piso! ¡ Y un cuarto piso!
Además este posadero no sabe mucho de hospitaleros, porque lo suyo es que me podía haber subido la mochila como suelen hacer los hospitaleros del camino tradicional. ¡Después de ver como llego y de donde venía ¡ Pero nada de nada.
Por otra parte no podía exigir nada, me cobró seis euros por la habitación.
Que en sus buenos tiempos debió ser Suit, porque tenía: dormitorio, sala de estar y baño completo, como dicen ahora. Tan completo que tenía hasta lavadora, agua caliente con truco para encender el gas y truco también para que la alcachofa de la ducha no se cayese. El baño que me doy es mejor que otros anteriores. La bañera es enorme, no llego con los pies al final de ella, vamos, casi olímpica. Conste que me cuesta un poco, incluso, meterme en la bañera de lo alta que es y debido también a la tirantez de piernas que tengo, partes de ellas no las siento.
Cama antigua de madera, piso chirriante, con colchón creo que de lana.
Tiendo la ropa del día con la que me he bañado y duchado. Llamo a casa y me dicen:
El sábado salimos hacia Santiago por Orense. Te adelantaremos pasado Lalín.
El viernes pretendo dormir allí, en fin... todo se andará, les contesto.
Pongo a cargar el móvil. Lo meto en el cajón de la mesilla para que ni siquiera los primeros chispeos de la carga me molesten y... a dormir. Hoy, por si las moscas, me pongo los tapones en los oídos, no sea que haya jaleo en la pensión o ruidos en la calle.

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Chantada - Lalín

Día de prensa
Día 5
35 Km.

Me despierto, doy la luz y veo que son ya las 7:00... ¡Vaya dormida tan buena! Cojo el teléfono y veo que ya tengo una llamada perdida de casa.
Les llamo y me dicen que ya iban a llamar al 062 por si andaba perdido ( Un poco exageradas estas mujeres).
No me puedo ir de Chantada sin sellar así que lo primero es ir al Ayuntamiento. Unos guardias madrugadores me atienden y me sellan la credencial en la oficina; me ponen la fecha de ayer que fue cuando llegué. De aquí a desayunar café, -ya en la fonda había tomado lo habitual, -siendo por la mañana y oliendo a café... ¡Ya se sabe, uno va hacia él por instinto!
Total, que frente al Ayuntamiento me tomo unas magdalenas y un café, recopilo anécdotas de sucesos anteriores para mi diario y de frente para Santiago.
El nombre de Chantada viene de "plantada" que designaban todo tipo de fortificaciones hechas con estacas. Les servían para defenderse en los siglos IX y X de los normandos que les asolaban y que se protegían con la ayuda de Ramiro I. En esta comarca hay numerosos castros y restos de calzada romana, la de Belesar de nombre antiguao"Vía Brigancia".
Antes de salir del bar pregunto:
¿Para Rodeiro y Lalín?
Veinte; y treinta y cinco kilómetros respectivamente, me dicen.
No sé, pero me parece que esta vez van bien encaminados: A Santiago faltan noventa y cinco kilómetros solamente y me quedan tres jornadas, estoy ahí, ya, y sin ningún problema... Esto me da mucho ánimo y motivación.
Me llama Rodrigo para preguntarme como todos los días, qué tal voy y por dónde:
¿Dónde vas a estar a la una?, te llamaré.
No sé exactamente pero por Rodeiro más o menos, le digo.
El día está nublado. Aun no me había colocado la mochila y hoy ya me melestaba bastante un dolor en la parte alta de la espalda, que me viene por la mochila. Hay veces que hasta el mediodía o mas no aparece, en cambio otras me viene y sin coger la mochila como es este caso. Es como cuando empiezas a reanudar después e un alto que al principio van mal las piernas, luego parece que se adormecen y no notas nada.
Comienzo mi marcha y después de haber andado media hora me da la sensación de que voy hacia el sur. Pregunto y efectivamente voy mal; así que a volver y a salir de nuevo bien. Aunque tengo indicadores voy pensando en que tengo que ir como frenando mi paso. Es que parece mentira pero estoy prácticamente a las puertas de Santiago y esto va tocando a su fin.
La salida empieza, como no, con cuestas. Me llama la familia diciéndome:
-Preguntaron por ti en radio Segovia para hacerte una entrevista, lo han intentado pero no conectan, no tienen cobertura, entro de media hora a ver si estás en un alto porque lo van a intentar de nuevo.
No hago mucho caso, espero que más adelante subiendo la sierra haya cobertura y pueda hablar. Lo que no voy a hacer es pararme y esperar que me llamen.
Me vuelve a llamar mi mujer porque el sacerdote de anoche la ha llamado y ¡nada más coger el teléfono! se lleva un morrocotudo susto porque no se imagina una llamada de un sacerdote tan por la mañana, para sobre algo mío estando por estas tierras.
Y lo que quería era que: No tengo el móvil de su marido. Dígale que va a ir a su encuentro un periodista de la televisión local para hacerle una entrevista sobre la marcha. Así que después de esto ya respiraba mi mujer. Debió durar la conversación y ser agradable, pareciéndola como a mí un buen sacerdote Esta mañana estoy, por estoy un poco pendiente de la cita de Segovia y de la televisión.
En seguida se hace presente la tv local, llega a mi altura y desde el coche me dice que no me pare, que siga que ahora quiere filmar un poco.
Por fin me hace parar y en un crucero de Limiñón me la entrevista.
No estamos más de cinco minutos y me comenta:
Esta noche lo emitimos.
Pues guárdame una copia y por favor me la mandas a mis señas ( le doy una tarjeta).
No se preocupe, le mandaré una a Segovia a la Asociación.
Al rato de reanudar me llama Alfredo Matesanz, locutor de Radio Segovia, se imagina que estoy llegando y me pregunta cómo llevaba la peregrinación y demás particularidades.
El tiempo va refrescando y la niebla metiéndose. Así sigo hasta coronar el puerto donde desaparece la bruma. Un alto aquí, un poco de chocolate del desayuno y agua. No sé cómo dura aún la cantimplora, la mayoría de las veces se me cae al suelo al quitarme la mochila, no me doy cuenta y se desliza del cinturón, ¡zas! Casi siempre da con la boca en el suelo y ya apenas cierra bien.
Hago alguna foto y continúo mi marcha. Estoy en una parte llana de la sierra y en una de esas curvas, ¡sorpresa de nuevo!, creo que tropiezo con otro lobo.
Voy cuesta arriba con el viento de cara, con el palo colgado, sin ruido. Me doy con él. Lo tengo más cerca que el de la Sierra de la Culebra. Éste más canoso y más peludo. Va andando y al verme se pone a correr metiéndose en los arbustos de la cuneta. Sigo mi paso girándome de vez en cuando por precaución, arrastrando el palo para hacer ruido contra el suelo y las zarzas. No hay más altercados en la marcha.
Llamo a Constantino diciéndole donde voy ya, me da ánimos y recuerdos para el alcalde de Rodeiro, Don Eliseo y a Tita Rodríguez por si al parar tuviera ocasión de verles...
Llego por fin al pueblo. Los primeros a quien pregunto no conocen a la señora.
Me paso por la Comandancia y desde ella llaman al alcalde de mi parte.
Sabe por mi carta que un día de estos aparecería en el pueblo, dice que tenía tarea pero subía.
Lo saludo cuando llega y le doy los recuerdos de Constantino. Después de charlar un rato me dice:
Me tengo que marchar pero pásese luego por la alcaldía que le sello allí.
Les pregunto a los guardias por "un comedero" posible en mi ruta a Lalín y me dicen:
Sí, en el Alto de Latiza, a unos dos o tres kilómetros, hay uno con comidas caseras. Con los medios de comunicación Salgo de la Comandancia. Voy bajando despacio hacia el Ayuntamiento.
Tiene una fachada muy bonita.
El alcalde tiene arriba el despacho, -me dicen al entrar unos con quien me crucé..
Subo y enseguida que me ven, se me acerca uno diciéndome:
Ahora llamo al alcalde que está reunido.
Sale pronto y me manda pasar a su despacho. Me pide la credencial para sellar, devolviéndomela con un obsequio del Ayuntamiento. Es una porcelana pequeña del municipio, se lo agradezco y todavía más porque es pequeño y no pesa.
Abandono el pueblo y sobre las dos llego al Alto de Latiza. Me quedo con el dueño al decirle:
Su restaurante lo llevo señalado en mi mapa desde mi punto de origen.
Un poco esto por ganarme su atención y que me atendiera lo mejor posible. Me dice:
El menú del día es excelente.
¿Es bueno? En sus manos lo dejo, le confío.
El menú consiste en: pasta con escabeche y tomate, pavo guisado o estofado con unas bolas de patata, naranja y café. Los dos primeros platos me vienen en una fuentecilla para que me sirva lo que me apetezca. De precio pago siete euros, -el sitio es de los que hay que apuntar en la guía de carreteras, además de la del camino.
La comida fue un poco exagerada, pienso en los postres, en cómo van a reaccionar mis piernas al reiniciar la etapa.
Por otra parte, pienso que estoy cerca de Lalín, municipio de la Vía de la Plata, Camino Mozárabe o Camino de Fonseca o incluso del Camino del Sur de la provincia de Lugo, que viene de Barco de Valedoras, Quiroga, Monforte, Chantada, Lalín... Y de Lalín, como quien dice, creo estar a una jornada, apretándola un poco.
Por fin salgo. Como cada tarde procuro no apurar y de hora en hora hacer un alto.
Hay por esta zona grandes granjas de cerdos. Se ve que es una circunscripción más rica que la del principio de la provincia de Orense.
La penúltima parada la hago en un bar de carretera, por dentro no es lo que parecía: todo de madera, antiguo, con barra alta, las estanterías de madera tirando a caoba, debía de tener más de cien años pues el dueño, un señor mayor, hablaba de su abuelo de cuando llevaba la cantina.
Sobre las 7:30 llego a Lalín. Lo primero que hago es buscar una tienda de comestibles para cenar y para prevenir la marcha de mañana. Pregunto por la Comandancia sin darme cuenta de que en este pueblo debe de haber albergue.
-Ni caigo en la cuenta, ni nadie me lo dijo. Me indican dónde está el cuartel.
Llego para alojarme pero la residencia está completa. No quiero insistir en que me dejen cualquier cochera o bajo techo, puede ser un compromiso para el responsable del acuartelamiento.
No obstante me acompañan al polideportivo, allí todo son atenciones:
Hasta las diez no se puede quedar porque hay bastantes actividades deportivas. Se lo agradezco y rápidamente cambio de idea, no tenía ganas de ir a ninguna parroquia a pedir asilo y les pregunto:
¿Me pueden indicar una pensión?. Porque lo mío es tumbarme, recuperarme. (Al día siguiente presumo que voy a echar el resto pensando que sea el último día).
Nos indican la pensión y allí que acudo. ¡Como no! Me toca subir escaleras tampoco tiene ascensor, un tercero. Pago a la señora, doce euros, el doble de la de ayer, a pesar de todo barato. Después de una ducha y la cena, a la cama con cosquilleos en las piernas, por decir algo, que es algo más. Tiene hasta televisión la habitación.
Estando ya en la cama me llama Don José para preguntarme:
¿Qué tal se encuentra? Procuraré estar a la hora de las noticias locales para ver tu reportaje.
Yo le insisto y le recuerdo que le comente periodista que me mande el video del mismo Trato de enganchar con la local en la tele de la habitación pero no lo consigo. Así que apago la luz y en la mejor posición que se puede adoptar en esos momentos trato de descansar lo máximo posible para la jornada del día siguiente.

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Lalín - Santiago

Encuentro feliz y objetivo cumplido
Día 6
57 Km.

Anoche me dormí con molestias, pero esta mañana han desaparecido. Sobre las 5:00 me despierto. Sigo en cama durante unos minutos pero pensando que debo levantar el vuelo pronto porque el día puede ser hoy más largo.
A las 5:30 empiezo con mi zafarrancho mañanero y... ¡Ojalá el último!
Según vaya sucediéndose la mañana mi intención es llegar a Santiago.
Llevo dos días dándole vueltas: aunque noto que a las 21:00 de la noche estoy cansado, si me quedan diez ó quince kilómetros continúo a Santiago. Pensar que en tres horas más, aunque de noche, llego... y ya como última jornada de esfuerzos... ¡Vamos! que lo tengo decidido, siempre y cuando las piernas no se paralicen.
-Encima llego a un hotel... -Esta circunstancia me anima y me da más fuerzas para llegar hoy. Además, al día siguiente hasta las 12:00 tengo tiempo de recuperarme, acudir a la catedral y finalizar EL CAMINO.
Ya veremos. Se lo comenté ayer a las de casa y me dijeron:
No se te ocurra, lo que puedes hacer es quedarte a unos veinte kilómetros, que los haces al día siguiente antes de las 12:00 para así llegar a Santiago y hoy no te des la paliza.
Por fin un poco antes de las 6:00 bajo, cierro la puerta como me dijo la señora de la pensión y comienzo mi andadura.
Enseguida veo en una rotonda: a Santiago cincuenta y ocho kilómetros y hacia esa dirección voy.
Está la mañana muy cerrada, parece que está nublado.
Antes de salir del pueblo veo una cafetería abierta.¡Hombre! voy a desayunar caliente por vez primera nada más levantarme. Entro en el bar y enseguida, se nota que público hay: son los que continúan la "marcha" de la noche del viernes, la mayoría están bastantes cargadillos.
Se sorprenden de mi presencia, sin comentarios. La camarera, una cubana, por su acento y su cara, con unos ojos que se le salen de las órbitas, inmediatamente viene hacia mí para ver qué quiero y... ¡claro! No le sorprende que le pida uno con leche de desayuno y magdalenas. Me lo tomo en una mesa y al momento los dejo.
Hoy, según hoja de ruta, es toda carretera. Así que con cuidado y en cuanto pueda meterme por las cunetas lo haré. Creo que hay camino señalado por aquí, pero no guía de él y no se si lo tomaré. Veo pronto flechas que me sacan de la carretera pero no me atrevo a tomarlas no sea que desaparezcan, ya veré un poco más tarde.
A las 8:00 paro en una gasolinera, a estas horas otro cafetillo y de paso tomar los últimos Redoxones, para enseguida continuar.
Efectivamente la mañana está nublada y hay amagos de "chirimiri".
Llamo a casa para saber si han arrancado o qué. Me dicen que ya están de camino, salieron hacía poco sobre las ocho pero que aún no habían llegado a Montuenga. Las repito que vayan con cuidado y no corran.
Me llama al rato mi hija Tatiana, sé que han estado todos los días pidiendo por mí. Hoy no aguanta más y me llama porque sabe que vienen a mi encuentro su madre y su hermana Renata, la que manda en casa, la conductora.
No sé si es que me queda poco, pero el trayecto me resulta más agradable de lo habitual. Lo veo con muy buena cara a pesar de las subidas y más subidas; son ya mas de las 9:00 y no dejo de subir y bajar pendientes.
Me llaman las viajeras desde Tordesillas, van despacio cosa que me parece bien, pues es demasiado coche para mi hija, no vaya a tener un descuido.
Llego a Silleda que como en la mayoría de estos pueblos tienen vestigios, de que por aquí tuvieron su época romana, con sus iglesias románicas y numerosos castros. Históricamente hicieron buen papel en la invasión francesa del 1809 echando a los franceses. Ya en el XI Doña Urraca hizo frente al arzobispo Xelmirez.
Se encuentra el Monasterio de Carboreiro del siglo X fundado por los Condes de Deza, rodeado por el río Deza, al que se llega cruzando un puente medieval.
A las 9:15 entro en un bar. La dueña, la señora Pilar, me anima, deseándome con su hija suerte. Me sella; por mi acento cree que vengo de Sevilla. Me deja comer el bocata que llevo y con un café estoy con ellas hasta casi las 10:00. ¡Vamos! Que salieron de la barra para despedirme y recordarme:
Adiós, ¡Buen Camino!, sólo son cuarenta kilómetros los que le quedan.
Con chirimiri sigo. Al principio me cuesta un poco echar los pies a andar, pero me suelto rápido, ya me queda poco.
Cuando paro más de diez minutos las arrancadas son malas, al menos durante la siguiente media hora, luego ya parece que se quedan las piernas como inertes, que no notan fatiga pudiendo seguir el ritmo habitual.
Si te has dado cuenta en la primera semana casi no hablaba de las piernas, en la segunda hablaba de ellas por la tarde-noche y estos dos días últimos ya desde por la mañana las tengo que sacar a relucir, es cuando empiezan a quejarse, aunque no dejan de andar.
A Bandeira llego a las 11:15 y según mis notas hay un albergue. Pregunto y me dicen:
Ahora está cerrado y la llave o encargada está en un sitio que no te coge de paso, así que desisto.
Son las fiestas, me cruzo con una banda de música por la calle principal, con su cohetería a retaguardia que no dejaba de tirar cohetes. Parecía un pueblo de Valencia o Alicante.
Me llama mi mujer otra vez, se van acercando, están pasada A Gudiña.
Mientras, a mí se me ocurre, a pesar de tanta flecha como veo en la carretera, meterme ahora por la senda. Pero que mal lo hago porque no están bien marcados los cruces y como veo que cada dos por tres voy a tientas, salgo a la nacional otra vez guiado por el ruido de los coches, no sea que me pierda y me adelanten las viajeras.
Más adelante me cruzo con un paisano y le pregunto, por hablar algo con él:
¿Cuánto me queda?
¡Pufffff! No se, a lo mejor treinta...
Raro es el que lo sabe con exactitud, kilómetro arriba o abajo... Le cuento que me había metido por la senda y me perdí, se ríe y me suelta un refrán muy gallego, según él, que dice:
"Más vale andare que corneare".
¡Qué razón tenía! Más vale ir por lo seguro que querer adelantar y perderte.
Hace un rato que ya salió el sol. Me vuelven a telefonear. -Deben de estar a punto de alcanzarme. Les dije en la anterior llamada que me tuviesen a punto, antes de encontrarme, una cerveza para el "bocata" que me traían de casa. Sobre las 14:00 horas en una bajada a unos veinte kilómetros de Santiago oigo el claxon del coche, claxon que hacen sonar durante diez o quince segundos. Veo que se adelantan y en cuanto pueden salen al arcén y paran.
Para mí es este rato de mucha emoción: ¡no puedo contenerme las lágrimas al verlas! La verdad, estaba deseando darlas un abrazo y soltar en un momento la tensión tan fuerte que he tenido en bastantes momentos, que aunque no los he relatado del todo aquí, sí pasaban por mi cabeza, ¡lo que me hubiera podido pasar y a tantas horas de distancia de mi familia!
Enseguida mi mujer quiere pasarme revista de todo, no se fía que no tenga nada malo. Me sacan una manta y allí, sobre ella me descalzo para descansar al tiempo que vea que tampoco tengo nada en los pies. El bocata que me traen con la cerveza es pues, un manjar en estos momentos.
Llamo a mi hija Tatiana para decirle que estamos los tres, por el momento, juntos, felices y contentos.
Se les ocurre decirme:
Si no acabas por aquí la etapa para descansar para el domingo, si no eres prudente te acercamos un trozo a Santiago, sólo te faltan 20 kilómetros, así se te hará más corto.
Ya se imaginan una contestación negativa al decirme que me llevaban un poco y no ya del todo a Santiago. Evidentemente la respuesta sino rotunda fue con una sonrisa... ¡Llevo unos quinientos o quinientos cincuenta kilómetros caminando y ahora me voy a subir al coche...! ¡Gracias por el ofrecimiento pero no!
Seguid despacio a Ferrol, quedamos mañana en la catedral en la misa de 12:00.
Así que con un poco de pena las dejo. Antes habré de echarle una vista al motor del coche por si necesita algún líquido. Aprovecho a mudarme allí mismo y les vacío la mochila quedándome con lo imprescindible. ¡Pufff! ¡Vaya alivio!
No noto casi nada, me quedo con: el neceser, el poncho, toalla, cantimplora, palo, sombrero, máquina de fotos, algo de fruta y unos calcetines.
El encuentro fue dos kilómetros antes del Puente Ulla. Salgo como unas castañuelas de contento; la única pega es que el sol sacude de lo lindo. Veo por delante todo un valle y allá al otro lado se ve la carretera; así que ni corto ni perezoso decido meterme por un atajo. Voy cuesta abajo zigzagueando hasta que veo que no tengo puente para cruzar. No veo, en principio, a nadie hasta que me asomo a un chalet. A una joven que está tomando el sol le pregunto:
¿Por dónde sigo para cruzar el río?
De atajo nada, a la carretera y al puente nuevo, me recomienda.
Una hora de pérdida. ¡Qué bueno el refrán del gallego: Más vale andare que...!
Antes de cruzar el río me llaman las viajeras. Están en un bar, el 026. El señor les dice, al comentarle que me había perdido:
Que no haga caso a los atajos y que vaya por carretera.
Será que al del bar le interesa que pasemos por su puerta, pienso yo.
Me continúan diciendo:
Que estoy cerca de donde están ellas, que pare allí cuando pase.
Cruzo el puente y en la subida me doy un remojo con la manguera de la gasolinera.
En estos tramos los caseríos y aldeas abundan; es por esto que hay tantas marquesinas para los autobuses, que me sirven a mí también de descanso en un par de paradas en las que voy recuperándome poco a poco, como todas las tardes a base de fruta y el agua que tomo en las fuentes aunque no tenga sed.
Llego por fin al bar, el "026". Es una especie de "pub". Ni que decir tiene que cuando entro el dueño me saluda como si me conociera. Eran sobre las 17:30 cuando llegué. Ellas en coche estos diez o quince kilómetros los hicieron sin enterarse y a mí me decían que estaba cerca... Sí, sí, cerca, estos kilómetros son casi cuatro horas en estas circunstancias.
El señor me invita al zumo, no hay nadie en el bar. Después de charlar un rato y darme un agua en los servicios me despido, pues me parece que no me está cundiendo lo normal. Sí que noto que hago más paradas antes de los cincuenta y cinco minutos porque veo que ya toco a Santiago y aunque sea de noche voy a llegar antes de lo previsto.
Esta entrada a la ciudad no la conozco. Por fin sobre las 20:45 y después de hacer otra parada llego a Santiago; fueron al final mas de cinco horas los últimos veinte kilómetros.
Hablo con la pareja que ya está en Ferrol y me piden que me metiera en el primer hotel que viera, fuese el que fuese.
El primero que encuentro al entrar es el Tryp Santiago, que no sabía que estaba en esta entrada, paro a una gallega para que me haga una foto y de cabeza al hotel, no sin antes cruzar la calle, por cierto, ¡casi me lleva un coche por delante!, es que ya no me obedecían los pies para echar un pequeño sprint.
El hotel es de los de chupa pan y moja, esta vez para lo bueno. Hotel en el que a cada dos o tres pasos, como diría mi padre, aparece un general atendiéndote, llevándote la mochila y haciéndote reverencias.
A mí apenas me andan los pies, como os decía antes, no me lo creo... ¡YA HE LLEGADO!
Me acerco al mostrador de recepción, todo son amabilidades por parte de la recepcionista.
Por supuesto, sí tiene habitación, me contesta al solicitarle una, bienvenido, si desea algo...
¿Me podéis subir una bolsa de sal? El baño va a ser de órdago, le digo sin dejarle terminar su frase.
Me acompañan a la habitación y enseguida me suben la bolsa de la sal. Se quedan un poco rezagados los acompañantes, luego me doy cuenta que falta la propina, conmigo no la tienen, -no caigo en ello, -no tengo la cabeza más que en soltar todo y... a descansar.
En fin, que os voy a contar: la cama como una plaza de toros, el baño de impresión y la nevera a tope de lechucerías y refrescos.
Me vienen a la mente los suelos de las noches de estas dos semanas. No es un sueño, no, sí que es realidad lo que estoy viviendo ahora, estoy en un dormitorio como el de las personas normales.
Hoy las piernas las noto más cargadas, como ningún día, con más pinchazos, notándolas muy duras. Sí que la etapa ha sido la más larga, pero se podían haber acostumbrado de una vez a estos trotes. Quizás el pensar que de momento se han acabado los días de tan largo caminar, lo han notado las piernas y van como a estallar para que las deje en paz.
Hago unos pocos estiramientos, pues me noto muy pesado y torpe moviéndome por la habitación. Pero a pesar de todo, me doy por muy satisfecho de que sólo haya sido este mi caballo de batalla de los finales de etapa, aparte del cuchillo que durante las tardes de la última semana se presentaba por oleadas.
Después del aseo tomo algo de lo que me queda y de la nevera: chocolatinas, unas bolsas y un par de refrescos o así. Me tumbo en la cama, doy nuevas a los de Ferrol y sin moverme de la cama en esta posición me quedo hasta el día siguiente.

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Santiago - Santiago

No es un día cualquiera
Día 7
0 Km.

Me he despertado sobre las 6:00, como prácticamente todos los días pero hasta pasadas las 7:00 no inicio mi penúltima recogida. Menos mal que es el final, me ocurre que esta mañana, a estas horas sigo con molestias en las piernas, nunca me había ocurrido. Enseguida se me pasan, lo noto cuanto salgo del ascensor y me dirijo al comedor a desayunar.
Son las 8:00. Ni que decir tiene que el desayuno es un buffet con todo lo imaginable. Me levanto dos o tres veces a servirme desde algo salado hasta llegar a los postres. A las nueve, según el reloj de recepción, me dirijo a la recepcionista, no sin antes preguntar con un poco de sorna:
¿Debo algo, por favor? Me sonríe como es natural, diciéndome que puede que si Son noventa y cinco euros.
Salí de casa con doscientos euros en el monedero y antes de pagar veo que me quedan unos ¡veinticinco euros!
Así que me costó dormir la mitad más o menos del gasto de trece días de camino. Es que cuando he pagado algo, lo más que ha sido, fueron seis o doce euros en las fondas; y las veces que he comido en carretera que fueron dos, fueron seis euros. Me van a mandar fuera de casa porque uno gasta más en ella que haciendo estos caminos.
Me despido finalmente del hotel. Noto al salir que tengo una especie de nervios, como si me temblaran las piernas, algo parecido al primer día al salir de casa. Esto si que es ya el final, voy pensando, que termino en la CATEDRAL.
La mañana es soleada y creo que no podía ser más radiante. Es de las pocas veces que llego a Santiago en estas condiciones. Claro que nunca he llegado en julio, siempre mayo o septiembre. Por la calle se ve poca gente, el ambiente es diáfano total, voy respirando a pleno pulmón, como queriendo saborear mas el momento que estaba viviendo. Hasta que no llego a la Puerta de Galicia no reconozco las calles por las que voy.
Ahora que lo pienso, durante este camino no he perdido nada, quizás por lo poco que llevaba: prácticamente una muda, algunos calcetines, el saco y pantalón con poncho de agua Cuando me consultan los primerizos por los gastos que pueden ocasionar el peregrinar a Santiago, esto no se me ocurre decírselo porque, la verdad, esto no es lo normal a pesar de haber dormido dos días en fonda.
Pronto llego a la Avenida de los Concheiros; la mañana, repito, es espléndida y el aroma del ambiente me recuerda que sí, que estoy saliendo del final de un túnel en el que me había metido hacía dos semanas.
Paso por el crucero de San Pedro y enseguida hacia el semáforo de la Puerta del Camino. No pasa nadie, está en rojo, espero. Quiero saborear y darme cuenta de los momentos que estoy viviendo.En días anteriores, ¡Cuantos momentos tuve de que esto lo veía muy lejano y poco probable de conseguir!
Sigo por la calle de las Casas Reales, la Azabachería, antigua Plaza del Paraíso, llena de comercios y ya con aumento de pulsaciones alcanzo la vía Sacra y la Plaza de las Platerías.
Me paro un rato antes de entrar en la catedral y me doy cuenta de nuevo, mirándome las botas y los pies que el lunes de la semana anterior a las 6:00 de la mañana esas botas salían de casa, bajaban hechas un flan por las escaleras sin imaginarme lo que iba a acontecer.
¡Gracias a Dios, estoy aquí! ¡Gracias también y cómo no a Santiago quien no nos deja nunca solos, a mis monjas que sé que diariamente me han tenido en sus oraciones; por supuesto, a Charo, mi mujer, la que peor lo ha pasado, -su intranquilidad y desasosiego que me hacía suponer a veces ha influido en que no tomara decisiones rápidas que en mí vienen siendo habituales; y también a mi hijo Rodrigo, nuestras llamadas me servían de terapia diaria entre las 7:30 a las 7:40 mientras desayunaba en Ferrol antes de ir al Arsenal a su trabajo.
Se dice pronto:
Es la primera vez que salgo de casa y sin dejar de tocar prácticamente el suelo llego a Santiago. ¡Quinientos cincuenta y tantos kilómetros que al final se me han pasado volando!
Entro por fin en la catedral y hago mi recorrido habitual: al Apóstol, al Santo Sepulcro, cabezazo, confesión y paseo por la sacristía para leer las ofrendas, ¡ya se me adelantaron unos sevillanos!
Salgo a la oficina del peregrino para sellar la credencial y como es natural ya hay cola en la escalera. Cuando me llega el turno pregunto por Don Jaime, no está. El escribiente se asombra un poco con la credencial porque no lleva ningún timbre de ningún albergue, pero no me pone pega alguna con los sellos que ve y me la estampa. Le digo al escribiente:
-No me dé la compostelana, después de misa vuelvo por ella, quiero que me la firme personalmente Don Jaime.
Salgo a la cafetería a esperar a los ferrolanos y segovianos. Mando, lo primero, unas postales a diversas amistades que hice por el camino.
A las 11:00 llegan todos: mujer, hijos y nietos. Están majísimos, hace mucho que no los veo. Ramón, el pequeño me mira un poco raro como diciendo: ¡Vaya pinta que trae el abuelo! Nos metimos a tomar un café, nos hacen la foto de rigor en la plaza y enseguida a misa para poder estar juntos en un banco, -en las misas de los peregrinos la catedral se llena, ya sea domingo o en día de diario. Y... a seguir dando gracias al Santo rodeado de mi familia, acordándome de los ausentes. Decirle que hasta el año que viene, con la promesa de no volverlo a repetir en las mismas condiciones que éste, es decir, solo y por este camino: no. Con alguien más... ¿Por qué no?
Terminada la misa vuelvo a la oficina del peregrino con todos para recoger la compostelana. Ya había llegado Don Jaime, está rodeado de peregrinos.
Cuando acaba con ellos le abordo para saludarlo y pedirle que me firme la Compostela. Me comenta:
Su cara me es conocida.
La mayoría de las compostelas me las ha firmado usted, cara a cara porque entraba en su despacho si se encontraba allí, le recuerdo, dejándolo asombrado.
Esta vez le muestro también la credencial, comentándole que no lleva el sello de ningún albergue. Se extraña hasta que le explico en que ha consistido "mi camino". Mira a mi familia preguntando:
¿Alguno le ha acompañado?
No, han venido a recogerme, le indico.
Otra vez aunque tarde algún día más, venga por un camino tradicional, o al menos no lo haga solo, me aconseja amigablemente.
No queremos ocuparle más tiempo, despidiéndonos todos de él y yo al menos hasta el próximo año.
Al final...después de las penalidades, tanto físicas como mentales (Para mi las peores) tienes con creces al menos, en mi opinión, estas recompensas.
A todos vosotros gracias por aguantarme y ¡BUEN CAMINO!

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Conclusión y mapas

Finalmente voy a resumiros un poco y explicaros el cálculo de los trayectos, así como los diversos planos que hay al final con diversas particularidades que pueden ayudaros.
El cálculo de los Km. lo he sacado por el tiempo que he estado andando cada día. Tengo calculados los pasos por Km., por supuesto los cien metros.
Además, los metros que hago por minuto. Los altos horarios los suelo hacer de menos de diez minutos y los prolongados de una media hora. Como todos los altos los he tenido por cuenta, al final de la jornada es fácil calcular la distancia recorrida, incluso habiendo subidas y bajadas.
Aunque parezca mentira, casi con la relación de pueblos de paso y sin planos se podría hacer este camino. No obstante aparte de los planos generales del itinerario, veis que entre algunos pueblos hay un paréntesis una (P). Quiere decir que a continuación de los planos generales encontrareis estos tramos pormenorizados a escala 1:50.000 con los perfiles correspondientes.
Y finalmente con la credencial y la Compostelana, unos recortes de prensa.
Creo que todo tiene un principio, esto es una continuación a un primer camino de hace 20 años de un segoviano que unió Segovia con Santiago caminando y peregrinando.
Pues bien este, lo podemos considerar como una continuación al anteriormente reseñado que no ha tenido mas remedio que ir cerca y al lado de él, al unir de la manera mas directa las mismas ciudades. Tampoco se puede comparar con ninguno de los tradicionales, pues no tiene los servicios que tienen estos, para algunos imprescindibles, que ayudan indudablemente a lo largo del mismo y sobre todo en los finales de jornada.
Ahora bien, para aquellos que se les pase por la cabeza la idea de hacerlo, yo les animo. La dureza de este camino se la suaviza muy fácil: Haciendo los tramos de 30 Km., ir dos o tres a lo sumo, estar normalmente un poco preparado físicamente, llevar una mini-tienda de campaña ( Que es la que te hace los fines de etapa), hacedlo en primavera y con grandes deseos de llegar a Santiago.
Así en estas condiciones, en menos de 20 días os presentáis en Santiago.
Y es que a partir del cuarto o quinto día, vais a ver que estos son muy largos, os vais encontrando mejor, vais cogiendo mas fondo, os van entrando mas ganas de llegar, el paisaje también ayuda, va siendo mas variado y agradable, aunque algo montañoso, pero con núcleos o aldeas, que se van sucediendo sin solución de discontinuidad.
Repito, que para los que ya habéis caminado a Santiago y tenéis experiencia en caminar varios días, este camino es una alternativa, y a una distancia apropiada en tiempo, para los que quieran iniciar la peregrinación desde Segovia, y suficiente para los pocos días que podemos quitar a nuestras vacaciones.
Bueno y no os digo nada, si se os ocurre hacerlo con coche de apoyo. En una palabra con un poco de ilusión, compañía, algo de tiempo y ganas por presentarse ante el Apóstol, lo conseguís.
Confío en que dentro de poco sea uno de tantos segovianos, de los que saliendo andando desde la puerta de su casa peregrina a Santiago por este Camino.
Os vuelvo a repetir que para este camino no hay que prepararse más que para uno tradicional. Lo he hecho con sesenta años, hago vida muy normal, procuro no coger el coche, si es verdad que dos o tres días a la semana hago un poco de deporte, pero cuando voy al camino procuro durante el mes anterior, andar una media de dos horas, SOLAMENTE, al día con la intensidad que pueda y con el calzado que vaya a emplear (Estos son los cabos a que me refería antes).
Y no hay más preparación. Para cualquier emergencia tenemos hoy día los móviles y no yendo solos siempre es un alivio.
Quien no está muy al día de los Caminos a Santiago, no sabe de la cantidad de provincias y ciudades españolas que han abierto caminos a Santiago.
¿Porqué nuestra provincia va a ser menos? Indudablemente este que se ha abierto es un poco peculiar en cuanto a su recorrido y su dureza, es muy derecho y tiene tramos solitarios pero es mas corto comparativamente con los demás.
Os marco el recorrido en rojo en los planos generales y en verde los tramos rurales o caminos secundarios. Cuando no se ve camino paralelo, es que es campo a través. Pero son cortos estos tramos y pocos.
Daos cuenta que los recorridos de los planos como de los perfiles, van derecha a izquierda. Estos parecen abruptos, pero no es así porque están realzados. Son de unos 90 Km. en los mapas generales. Solamente la Sierra de la Culebra, la subida de Ribadelago y dos o tres altillos mas tienen cierta dureza, no pasan de dos horas estas subidas y lo demás es llano y/o sinuoso.
Haceros la idea que con una media de 10 horas al día, de las que quitáis un 15 ó 20 por ciento de descanso, resultan 8 horas de andar que a unos 4 Km.
largos por hora son mas de 30 Km. cado día, siendo esta una distancia muy alcanzable para todos. Os confieso que esta era mi idea en principio pero una vez metido en el camino, ves que los pies van bien, cada día te sirve como de preparación del siguiente, las ganas por llegar no te abandonan, vas adquiriendo más fondo y te vas obsesionando por llegar cuanto antes.
Con todo esto os quiero hacer ver que el ir a Santiago está al alcance de casi cualquiera, que esté medianamente sano, que con poco sacrificio la recompensa es enorme.
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Recorrido definitivo Segovia-Santiago

En Línea Recta: 420 kms.
Verdadera: 566 kms.
Anchura de la Recta: Max. 10 kms.

Pueblos de paso:
Santuario Nuestra Sra. De La Fuencisla (1,5),La Aparecida (8), Garcillán (15), Anaya (18), Tabladillo (25), Sta. Mª Real de Nieva (31), Nieva (32,5)
Santiuste (48), Bernuy(52), Fuentes(56), Bocigas(61), La Zarza (70), Morraleja de las Panaderas(74),
Medina (83), Villaverde de Medina (93), Navas del Rey (98), Siete Iglesias de Trobanco (105), Castronuño(118),
Villafranca de Duero (125), Toro (141), Matilla la Seca (153), Villalube (159), Gallegos del Pan 162),
Benegiles (169), Torres del Cañizal (173), Moreruela de los Infantones (176), Montamarta (183), Perilla de Castro (199), Navianos de Alba (203),
S. Martín de Tabarra (210), Sesnandez de Tabarra (219), Serracín de Aliste (230), Cabañas de Aliste (234),
Villardeciervos (247), Cional(252), Codesal (256), Sagallos (259), Manzanal de Arriba (263), Asturianos (276), Otero de Sanabria (283), Triufé (290), Sanguir (294),
El Puente (296), Ribadelago Nuevo (310), Ribadelago de Franco (311), Central de Moncastril (312), Ascenso a Embalse Cárdenas (317), Embalse Porto (323),
Porto (331), Valdín (346), Puente A Veiga (353), Alto de Covelo (363), Cambela (369), Raigada (377), Pacín (385),
Manzaneda (388), Pobla de Tribes (393), Alto de Cedeira (405),Castro Candelas (413), Albaleda (418), Embarcadero del Sil (421),
Doade (428), Sober (444), Ferreiras de Pantón (453), Fión (464), Esquiaron (468),
Chantada (478), Rodeiro (497),
Lalín (513), Silleda (527), Bandeira(534) y
Santiago (566).

Tramos del recorrido por caminos forestales o secundarios con planos y perfiles:

Sta. Mª Real de Nieva, Nieva, (P-1) (P-2)
Bocigas, (P-3) La Zarza, Moraleja de las Panaderas,
Navas del Rey, (P-4) Siete Iglesias de Trobanco, (P-5) Castronuño, Villafranca de Duero,
Toro, (P-6) Matilla la Seca, Villalube, Gallegos del Pan, Benegiles,
Torres del Cañizal, (P-7) Moreruela de los Infantones, Montamarta, Perilla de Castro, Navianos de Alba,
S. Martín de Tabarra, (P-8) Sesnandez de Tabarra, Serracín de Aliste, (P-9), Cabañas de Aliste, (P-10)
Ribadelago de Franco Central de Moncastril, (P-11) Ascenso a Embalse Cárdenas, Embalse Porto,
Porto, (P-2) Valdín, Puente A Veiga, Alto de Covelo,
Doade, (P-13), Vilachá, Pena, Sober, Ferreiras de Pantón, (P-4) Fión, Roíz, Santa Mariña, Nadal, Fontela, Escairón,

Ramón Sanchez-Capuchino Llorente, casado, padre de cuatro hijos, artillero en la reserva, asiduo peregrino anual al Camino de Santiago que decidió realizarlo desde la puerta de su casa, por el camino más corto y solo.
Reseña en este libro-guía-diario sus pormenores, animando a aquellos que llegue a sus manos, que a Santiago estamos unidos desde cualquier punto de la peninsula, con no muchas diferencias de los caminos tradicionales.