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http://www.atienza.info/viaplata/index.htm

Vía de la Plata
De Sevilla a Santiago por Sanabria
Julio y Agosto de 2003
Un relato de Paca y Salva
0a. Los caminantes
0b. Material que llevamos
0c. Consejos
0d. Guías empleadas
00. Guadalajara - Sevilla
01. Sevilla - Guillena
02. Guillena - Castilblanco
03. Castilblanco - Almadén de la Plata
04. Almadén de la Plata - El Real Jara
05. El Real de la Jara - Monesterio
06. Monesterio - Fuente de Cantos
07. Fuente de Cantos - Zafra
08. Zafra - Almendralejo
09. Almendralejo - Mérida
10. Mérida - Aljucén
11. Aljucén - Alcuéscar
12. Alcuéscar - Valdesalor
13. Valdesalor - El Casar de Cáceres
14. El Casar de Cáceres - Cañaveral
15. Cañaveral - Galisteo
16. Galisteo - El Carcaboso
17. El Carcaboso - Aldeanueva
18. Aldeanueva del Camino - Calzada de Béjar
19. Calzada de Béjar - Fuenterroble de Salvatierra
20. Fuenterroble de Salvatierra - San Pedro de Rozados
21. San Pedro de Rozados - Salamanca
22. Salamanca - El Cubo de la Tierra del Vino
23. El Cubo de la Tierra del Vino - Zamora
24. Zamora - Montamarta
25. Montamarta - Granja de Moreruela
26. Granja de Moreruela - Tábara
27. Tábara - Camarzana de Tera
28. Camarzana de Tera - Mombuey
29. Mombuey - Puebla de Sanabria
30. Puebla de Sanabria - Padornelo
31. Padornelo - A Gudiña
32. A Gudiña - Laza
33. Laza - Vilar de Barrio
34. Vilar de Barrio - Ourense
35. Ourense - Monasterio de Oseira
36. Monasterio de Oseira - Prado
37. Prado - A Ponte Ulla
38. A Ponte Ulla - Santiago de Compostela

Los caminantes

Paca y Salva
ssao0001@teleline.es

Francisca Galgo y Salvador Sánchez, de 46 y 51 años respectivamente, los dos de Guadalajara (Paca de Atienza). Hicimos la Vía de la Plata andando, por la variante de Sanabria, en el verano del 2003. Salimos de Sevilla el 2 de Julio y llegamos a Santiago el 8 de Agosto. Escribimos diariamente nuestras impresiones mientras lo hacíamos. En las etapas podéis encontrarlas. Ojalá os gusten.

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Material que llevamos

Lo que, después de muchas consultas y dudas, llevamos fue:

Cada uno:

Compartido:

Como la diferencia de fuerzas y tamaños era grande, Paca llevaba un macuto pequeño que pesaba unos 5 Kgs. y yo llevaba uno grande con mis cosas, todo lo que era compartido y además el saco y el calzado de Paca, con lo que el mío pesaba 12 Kgs. Calcula en algunas etapas un extra de 3 litros de agua cada uno.

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Consejos

Bueno, no somos grandes expertos como para aconsejar a nadie pero podemos decir que:
  1. Todo pesa cuando se lleva a la espalda. No hay que llevar más que lo necesario. Para hacer el Camino se necesitan menos cosas de las que pensamos cuando estamos en casa. De todos modos, como todos tendemos a pasarnos echando cosas, es bueno recordar que hay agencias tipo Seur, etc... a lo largo del Camino, desde las que se puede mandar a casa lo superfluo.
  2. El entrenamiento, adaptado a las posibilidades de cada uno, es necesario si se quiere hacer el Camino con alegría y cierta comodidad. Lo peor que puede ocurrirnos son las lesiones y no nos referimos a las ampollas, que esas a casi todo el mundo le salen en alguna etapa, sino a tendinitis, esguinces, sobrecargas musculares etc. El entrenamiento previene todo eso.
  3. No es lo mismo andar un día treinta kilómetros, cosa que casi todo el mundo puede hacer, que mantenerse andando una media de 25 ó 30 Kms. durante más de 30 días seguidos. Merece la pena entrenarse.
  4. El Camino no es una carrera ni una competición deportiva. Hay que caminar, ver cosas, paladear cada jornada. No se trata de sacar buenas medias.
  5. En verano merece la pena madrugar. Vencer el cansancio y la pereza y levantarse poco antes del amanecer. Acabar la caminata diaria a la 1 ó las 2 como muy tarde.
  6. Aunque te encuentres algunos días pletórico de fuerzas, no alargues las etapas previstas, pues en los días siguientes lo puedes pagar con un inesperado agotamiento.
  7. No te comas el coco antes de salir pensando en las cosas que pueden ocurrirte, una vez en el Camino todo se ve mucho más fácil que desde casa.
  8. El calzado es fundamental, procura llevar unas buenas botas de senderismo que ya estén usadas y adaptadas a tus pies.
  9. La ropa que has de llevar es conveniente que la metas en bolsas de plástico de distintos colores. Te servirá para que en caso de lluvia, más frecuente en verano de lo que se piensa, no se moje la ropa. Al ser de distintos colores podrás encontrar fácilmente la ropa que necesites sin deshacer toda la mochila.
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Guías empleadas

GUÍA DEL CAMINO MOZÁRABE DE SANTIAGO VÍA DE LA PLATA de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Sevilla.

RUTA DE LA PLATA A PIE Y EN BICICLETA de El País-Aguilar.

RUTA DEL CAMINO FONSECA (De Salamanca a Santiago de Compostela) de Luis Antonio Miguel Quintales / Ediciones Amaru. Sin duda alguna la mejor y más completa para el tramo y variantes que describe. En cada etapa tiene: un comentario, distancias, perfil y datos técnicos, topoguía, rutómetro y cartografía.

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Guadalajara - Sevilla

01/07/2003

Al fin llega el día uno de Julio. Los nervios de un año de espera, la inquietud ante lo desconocido y los problemas de última hora han hecho que el momento sea muy deseado.

A las siete de la mañana atravesamos Guadalajara a pie con el frescor del amanecer. A las ocho menos cuarto sale el tren que una hora más tarde nos deja en Atocha. El AVE sale a las diez y en menos de dos horas y media estamos en la Estación de Santa Justa en Sevilla. Un taxi nos deja en el hotel Monte Triana en un plisplás. ¡Qué despliegue de comunicaciones para iniciar un viaje a pie!

Volamos a sellar a la catedral.

- ¡Hoy han salido más de diez!, dice el venerable sacerdote que nos sella.
- ¿Andando?
- Andando, andando. Y muchos más en bici.
- Pues nosotros acabamos de llegar de Guadalajara y saldremos mañana.
- Pues que tengáis buen camino, hijos míos.

El sello es rectangular con dos líneas de texto: "Catedral de Sevilla" y "Camino de Santiago". Entremedias la Giralda. Ya, con la credencial sellada en la catedral de Sevilla, tiene nuestro viaje otra legalidad.

Nos metemos a comer al Casablanca, en la calle Zaragoza: Bueno, pero caro sin más. Siesta en el Monte Triana, que en esta época del año cuesta menos que una pensión del centro.

En cuanto nos levantamos nos vamos a comprobar la salida de Sevilla. Perfectamente señalizada a partir del Puente de Triana, siguiendo por la primera a la derecha que es la Calle Castilla y llegando a la Capilla del Cachorro. Las flechas han sido repintadas. Así da gusto. Comprobamos las señales hasta el puente que hay sobre el Guadalquivir, después del aparcamiento de camiones.

Después de visitar la Capilla del Cachorro nos vamos al centro. Menos turistas de los habituales en este centro de Sevilla que siempre nos parece que tiene algo de decorado. Sin embargo, para compensar, hoy comienzan las rebajas y las tiendas rebosan de autóctonos. Cenamos de tapas y, para esto, nada mejor que el bar Becerra, la taberna de Paco Góngora y, ya de vuelta al hotel, Casa Cuesta en Triana. Visitados estos clásicos del tapeo, a dormir a las diez y media.

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Sevilla - Guillena

02/07/2003
Etapa 1

km.: 22
Horas: 5
Dificultad: normal
Clima: caluroso
Señalización: buena
Descripción general: tierras bajas, cenagosas con cereales y frutales, terreno llano.

A las seis y veinte dejamos el Hotel Monte Triana. La salida definitiva al camino es una mezcla de temor y alivio. La espera ha sido muy larga. Nos deseamos buena suerte con la misma emoción de las viejas llegadas.

Ya estamos en la vecina Calle Castilla. El ruido del tráfico de los que van a trabajar temprano inunda esta zona del barrio de Triana. Pasada la Capilla del Cachorro, el hedor a orines y los restos del último botellón despiden a los caminantes antes de cruzar la autovía a Huelva. Mucha basura y suciedad hasta después de pasar el puente sobre el Guadalquivir. ¿Por qué está tan sucia Sevilla?

A partir de la Capilla del Cachorro la señalización es muy buena. Paca y yo dejamos Camas a nuestra izquierda y tomamos el camino que, paralelo al Guadalquivir, nos lleva al Cortijo de Gambogaz. Todavía estamos entre dos luces. Hay unas cuadrillas de trabajadores esperando junto a unas furgonetas al lado del camino. Alguien desde lejos les llama y los trabajadores se acercan en grupo. Parece que van a sacar patatas. Esto sí que es duro y no lo nuestro. Nos cruzamos con los trabajadores que apenas nos miran con indiferencia. Es de comprender.

El sol ya ha asomado por el horizonte a nuestra derecha. Llegando al caserío media docena de perros de distinto pelaje nos ladran y nos gruñen con saña. Continuamos a nuestro paso, fingiendo ignorarles, y nos dejan en paz.

En Santiponce a las ocho y media de la mañana estamos desayunando café con leche, tostada de aceite y ajo y zumo de naranja. Dejamos atrás todo el historial de Santiponce (Itálica, Monasterio de San Isidoro) para otra visita en coche. El cruce de carreteras a la salida de Santiponce está en obras y es un punto peligroso para los caminantes.

El camino que discurre junto al antiguo ferrocarril presenta algún punto difícil de atravesar por la maleza y la poca señalización y además en época de lluvias no es aconsejable. Si el tiempo es muy seco y se superan los puntos difíciles, la caminata se hace agradable. Para evitar sorpresas nosotros, aunque lo hicimos por este camino, recomendamos hacerlo por el camino de tierra alternativo para las bicis.

Es una zona donde abunda la caza menor y las liebres, conejos y perdices aparecen de cuando en cuando en algunos parajes del camino.

El "miliario del siglo XX", una especie de silo de unos 40 metros de altura, preside la última parte del camino de hoy, antes de llegar a las zonas de frutales próximas al pueblo. Sellamos en el ayuntamiento, donde nos dicen que el polideportivo está en obras y nos recomiendan alojarnos en el Hostal Francés. En este hostal se suelen quedar los caminantes. Nos dan una habitación doble con baño y aire acondicionado por 30 €. El dueño es un hombre joven que nos trata con simpatía. Comemos en la Peña Flamenca por un precio muy razonable. Parece que los precios son bastante más baratos que en el Camino Francés.

En el libro del hostal consta el paso de muchos caminantes, bastantes extranjeros. Algunos hacen constar sus apuros para vadear arroyos, a veces de aguas fecales, por el camino que hemos traído. Son tierras casi al nivel del mar y con muy poca caída, por lo que se inundan con facilidad. Preguntamos por los diez caminantes que, según el venerable sacerdote de la catedral, habían salido el día anterior. No saben nada. La última inscripción en el libro del hostal es del italiano Graciano que pasó el 26 de Junio último. Nosotros hoy no hemos visto ni caminantes ni ciclistas.

A la tarde, mientras escribo, estoy solo en el bar. La dueña lo acaba de fregar y entra un cliente que pisa sobre lo que acaba de limpiar.

- ¿Por qué no le pisa er shosho a tu hermana?

Se ve que reina la familiaridad con los clientes.

A la noche cenamos en el hostal a base de tapas que nos prepara la dueña y también por un precio económico. Mientras cenamos en la terraza pasa un hombre que vende camarones. Los lleva en una cesta de mimbre, tapados con un lienzo blanco, y los sirve en cucuruchos de papel de periódico. La estampa del vendedor de la cesta y los cucuruchos nos traslada por un momento a nuestra infancia. El pueblo está lleno de gente y más ahora que salen de las casas a tomar la fresca.

Nos vamos a acostar y, primer problema serio del camino, Paca tiene cistitis. Esperemos que mañana le hayan hecho efecto los antibióticos.

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Guillena - Castilblanco

03/07/2003
Etapa 2

Km.: 20
Horas: 4
Dificultad: fácil
Clima: caluroso con brisa matinal
Señalización: muy buena
Descripción general: zona agrícola y dehesa con ganado bravo y manso

Pasamos mala noche, ambos sabemos que en la etapa que hoy comenzamos tendremos el primer contacto con el ganado vacuno de la zona y eso nos inquieta. El jefe del Hostal Francés nos invita a desayunar. Salimos aún de noche de Guillena, son las seis y media. Afortunadamente la cistitis de Paca ha comenzado a cesar con el antibiótico. Hay obras en el puente de la carretera y el tráfico de la población ha de tomar el mismo camino que nosotros para salir de ella. Por el camino de tierra con un sinfín de coches y camiones en ambos sentidos llegamos a la venta La Casa de la Pradera. Está en el cruce con la carretera a Burguillos. A partir de allí dejamos la carretera y comienza lo bueno: un limpio camino de tierra.

El camino de tierra asciende continuamente durante varios kilómetros. Son tierras de frutales y olivares. Muchos de ellos tienen riego a goteo. Nos impresiona la cantidad de caza menor que vemos sin salirnos del camino. Aún es mucho más abundante que el día anterior. Una de las veces nos saltan tres liebres casi juntas. Es increíble.

- ¡Buen viaje!, saludan dos labradores que cuidan olivos en El Cañuelo Alto.

El camino asciende y asciende. Una suave brisa refresca la mañana. Los caminantes van felices. El olivar y los frutales van desapareciendo para dar paso a la dehesa. Llegamos al primer cercado y por tanto a nuestra primera cancela. La abrimos, pasamos y continuamos adelante con toda la atención y el recelo del mundo. A los dos minutos cuatro vacas coloradas de impresionante cornamenta vienen por el camino en dirección contraria. Es nuestro temido primer vis a vis con el ganado. Impresionan mucho. El ganado nos mira y sin mostrar ninguna agresividad se cruza con nosotros. Vencido por primera vez nuestro miedo, respiramos más tranquilos. Nos cruzamos con más vacas. Paca se queda atrás un momento. Apaga un cigarro cuidadosamente pisándolo contra el suelo. Apenas a tres metros una tremenda vaca le mira mientras lo hace. Yo pienso que Paca tiene mucha sangre fría, pero es que, incomprensiblemente, no ha visto a la vaca. Cuando llega a mi altura y se lo digo, le cuesta creerme.

Mientras atravesamos por la dehesa, un guarda jurado con tercerola nos adelanta con una moto. La caza menor sigue saliendo por todas partes, en particular los conejos. Poco después caminamos por una cañada entre las alambradas de dos fincas. La cañada está llena de matorrales y maleza y sólo un pequeño sendero nos facilita el paso. Abrimos y cerramos varias cancelas. En alguna de las fincas se ve ganado. En una de ellas, un cartel desvaído junto a una cancela advierte: "Cuidado ganado bravo".

Salimos de esta zona por el camino de una finca que desemboca en la carretera. Seguimos hasta Castilblanco por asfalto. Los coches circulan muy rápido. Enseguida llegamos al pueblo. Sellamos en el Ayuntamiento. Nos informan de que hay albergue con camas, servicios y agua caliente. Las llaves las dan en la gasolinera del pueblo. Nos quedamos. La oferta es buena, el albergue es espacioso y, aunque no lo cuidan mucho, es gratuito. Además no hay nadie en él, por lo que es como un chalet para nosotros solos.

En el pueblo hay mercado. Damos una vuelta después de asearnos. Hay mucha animación y bastante gente de fuera. Comemos en el Bar Reina. Algo caro pues sin postre, ni cafés, ni copas y con el vino de la casa que nos pasan por Rioja nos cobran 25€. Aunque la etapa de hoy no ha sido larga (hemos llegado poco antes de las 11) no perdonamos una buena siesta.

Por la tarde nueva vuelta por el pueblo. Ya son casi las 8 y el termómetro de una farmacia marca 38º C. Tomamos un vino sentados en una terraza. Luego cenamos en plan tapas donde el Bar Luca, frente a la gasolinera. Cuando ya a las 10 nos vamos al albergue, llegan dos ciclistas. El primero que llega nos dice que se llama Pedro Fernández y que es de Zafra. Es muy amable y nos ofrece alojamiento cuando lleguemos a su pueblo. Nos cuentan que, en realidad, son cuatro y que hoy han salido de Sevilla a las 5 de la tarde. Parece que la preparación física de los cuatro no es homogénea y los dos restantes llegan cuando Paca y yo ya estamos acostados. Bueno, hoy hemos visto gente en el camino: 4 ciclistas

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Castilblanco - Almadén de la Plata

04/07/2003
Etapa 3

Km.: 30
Horas: 7
Dificultad: dura
Clima: caluroso
Señalización: buena
Descripción general: carretera entre dehesas, dehesa y pinar

Salimos aún de noche del albergue y cruzamos el pueblo. Nos llama la atención, como ya nos ocurrió ayer al salir de Guillena, lo animado que está el ambiente a estas horas tempranas. Los bares están abiertos y llenos de gente y muchos hombres toman el fresco en la calle[1]. Paca y yo, ignorando esto, nos habíamos tomado un café de sobre con barquillos en el albergue.

Los 16 primeros kilómetros son de carretera y de tipo sube y baja. A ambos lados las fincas alambradas, a veces doblemente, guardan ganado vacuno. Gran parte de este ganado es bravo[2]. Se hace largo y algo pesado este tramo de carretera. Paca y yo buscamos una sombra y paramos a echar un bocado sentados junto a la cuneta. Vemos aparecer un caminante a menos de medio kilómetro. Cuando se acerca y nos rebasa, observamos que lleva una minúscula mochila y dos conchas santiagueñas, una en el pecho y otra en la espalda. La concha del pecho es de tamaño natural, pero la de la espalda es grande, de plástico y casi parece un caparazón de tortuga mediana. Nos saluda con efusión al igual que saluda a los pocos coches que se le cruzan.

- ¡Buen camino!
- ¡Buen camino!

Continuamos, una vez que el caminante de las conchas se pierde de vista, y al cabo de un buen rato le vemos de nuevo. Sale del camino donde debemos abandonar la carretera para meternos al Parque del Berrocal. Cuando llegamos a la zona de donde el caminante salió, vemos un BMW blanco con el maletero abierto y una señora que recoge cosas. Al llegar al coche vemos comida y bebida lista para tomar en el maletero.

- ¡Buenos días!
- ¡Hola, buenos días! ¿Son ustedes peregrinos?, dice amablemente la señora.
- Intentamos llegar a Santiago.
- Uy, mi marido no tiene tanto tiempo. Somos de Cádiz y mi marido quiere llegar hasta Salamanca y acabarlo otro año.
- ¿Cómo no se mete por el parque?
- Es que le han dicho que hay mucho desnivel. Pero, por favor, coman ustedes algo, que llevo mucha comida.
- No, muchas gracias, pero no queremos entretenernos por el calor. Gracias, señora.

El que ha rehusado la comida de la atenta señora he sido yo, así que, en cuanto nos alejamos cien metros, Paca me dice:

- Desde luego, pareces tonto, ¿has visto que pinta tenía la tortilla de patatas? ¡Modorro!

La travesía del Parque del Berrocal es preciosa. La caza menor se ve con frecuencia. Sorprendemos también a algunos venados y corzos con crías. Sin embargo el calor va apretando y el tramo final por el parque se hace algo áspero. Hay que tomar una senda llena de hierba que culmina en una empinadísima cuesta. Tardamos más de tres horas en atravesar el parque. Ojalá este paraje hubiese estado situado al comienzo de la etapa. Hubiésemos disfrutado más de él. Llevar agua en abundancia es aconsejable en este tramo. Al llegar al final de la empinada cuesta hay un mirador y enseguida, por una rápida bajada, llegamos al pueblo.

Almadén de la Plata es un pueblo acogedor para los caminantes. Sellamos en el Ayuntamiento y nos alojamos en el Albergue Municipal. Tiene literas con sábanas y fundas de almohadas limpias, agua caliente, cocina y está cuidado con esmero. Cuesta 6 €. Isi, la encargada, nos atiende muy bien y, orgullosa de su pueblo, nos da cuantas explicaciones necesitamos. La comida en el Hostal Concha (Camino de la Plata) no es barata pero es excelente. Es conveniente pedirle la carta al jefe para evitar sorpresas.

La etapa de hoy nos ha cansado, así que la siesta se hace necesaria. Por la tarde hablamos con el jefe del hostal en el que hemos comido. Nos gestiona el permiso para atravesar al día siguiente la finca Arroyo Mateos[3] y nos dice dónde podemos encontrar alojamiento en El Real de la Jara (fin de etapa de mañana). A la caída de la noche, después de dar una vuelta por el pueblo, cenamos donde comimos: un plato de chacina local que resultó muy buena y un buen plato de atún al horno. El dueño del local nos invita a una copa, nos desea buen viaje y nos cobra por la cena un precio más razonable del que nos cobró por la comida. ¡Ay, qué conocimiento tan grande tienen algunos a la hora de servir y qué poquito a la hora de cobrar!

Dormimos estupendamente en el albergue de Almadén de la Plata, siendo los únicos ocupantes del mismo. Somos muy afortunados. Además hoy hemos visto al primer caminante del viaje.

[1] Parece que en esta parte de Andalucía, debido al mucho calor del verano, la gente madruga mucho para ir al campo ya solo pueden trabajar en él hasta el mediodía. Así que bien por necesidad, bien por la costumbre adquirida con los años, los bares son un hervidero de gente a las 6 de la mañana.
[2] Una de estas fincas de ganado bravo es la Dehesa de Hierbabuena, propiedad del torero Ortega Cano y otra próxima a ésta es del diestro Diego Puerta.
[3] Las guías indican que hay que pedir permiso para atravesar esa finca, pero nadie contesta al número de teléfono que dan, así que recurrimos al dueño del hostal.

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Almadén de la Plata - El Real de la Jara

05/07/2003
Etapa 4

Km.: 18
Horas: 4
Dificultad: normal
Clima: caluroso
Señalización: buena
Descripción general: dehesa con desniveles grandes

Después de la mejor noche del camino, hasta el momento, dejamos el albergue de Almadén a las 6,30 y vemos venir hacia nosotros al caminante de las conchas santiagueñas en pecho y espalda. Va siguiendo las flechas que llevan al albergue. Le decimos que va en dirección equivocada y le acompañamos a la plaza de toros que es por donde el camino sale del pueblo. El caminante nos dice que hoy quiere llegar a Monesterio. Se ve que el caminante de las conchas está en forma.

- ¡Buen camino!

Paca y yo nos vamos a desayunar al bar de la Plaza de la Palmera. Luego dejamos Almadén con calma, pues la etapa es corta y nos apetece disfrutarla. La señalización es buena hasta en el Arroyo de la Víbora. En general la señalización nos está sorprendiendo gratamente en la provincia de Sevilla.

Al cabo de un rato llegamos a la gran cancela que hace de puerta a la finca Arroyo Mateos. Está abierta o, mejor dicho, está cerrada pero sin candado. Entramos y dejamos la cancela como la encontramos. Es un hermoso recorrido bajando y subiendo cuestas (a veces casi rampas), pero que, con la fresca y dado lo hermoso del paraje, se hace a gusto. No vemos vacuno en la finca, sólo cabras y ovejas.

Cuando salimos de la finca aparece un mastín amenazador. Sin dejar de andar le hablo bajo y suave. El mastín, cumpliendo con su deber (no dejar de ladrarnos), nos acompaña unos cien metros. Cuando salimos de sus dominios, no da un paso más, pero sigue ladrando mientras nos alejamos. Buen perro.

Ya por el camino cercano al pueblo pasamos por el monolito y el bordón en recuerdo a José Luis Salvador (gran entusiasta y promotor de este camino, según hemos leído).

Casi sin darnos cuenta estamos bajando por las calles de El Real de la Jara. Son las 11 de la mañana. En el Ayuntamiento sólo está el alcalde.

- Suban a mi despacho, que no hay nadie.
- Buenos días. ¿Nos podría sellar las credenciales?
- Siéntense, por favor.
- ¡Pero si vamos hechos unos guarros, cómo nos vamos a sentar en estos sillones!

Sin embargo, se empeña en sentarnos en los sillones de su despacho, nos sella amablemente, se interesa por nosotros, nos informa sobre el pueblo y nos da un rato de conversación. El alcalde es un hombre campechano. Cuando ya nos vamos nos llama y nos regala dos gorras de El Real de la Jara. No sabe, el hombre, cómo agasajarnos. Damos las gracias, abrumados por tanta amabilidad y nos vamos a buscar la Fonda Molina.

En la Fonda Molina, aunque es una casa antigua de gruesas paredes, relucen los suelos y una chica joven no deja de limpiar. Dentro hay una señora mayor sentada en un escaño de la cocina.

- ¡Buenos días! ¿Se puede?
- Pasen, pasen.
- Vamos a manchar este suelo tan reluciente.
- ¡Relucirá, pero no está limpio! ¡Así que no se va a manchar!, nos espeta la abuela de la joven saliendo de la penumbra.

En la Fonda Molina nos dan una habitación de matrimonio con baño compartido y un orinal muy hermoso debajo de la cama. La habitación tiene ventana grande a la calle, persiana y una bonita bóveda por techo.

Comemos en La Cochera, como nos indicó el alcalde. Luego una buena siesta cobijados en la frescura de nuestra habitación. Comienzan a acumularse los kilómetros y las piernas están algo embotadas. Hace mucho calor y nuestros cuerpos piden descanso.

Por la tarde compramos galletas, leche y zumo para la mañana siguiente. En el pueblo hay boda. Así que nos entretenemos un poco curioseando. La novia, lejos de llegar a la iglesia en un Mercedes con lacitos blancos como en las capitales, baja a la iglesia atravesando el pueblo del bracete de su padre. Nos gusta el detalle. A la salida de la iglesia, ya se sabe, el arroz se ha hecho un trámite inevitable. Los hombres todos con traje, chaleco y corbata, con la que está cayendo; las mujeres con esos vestidos y esos sombreros que parecen pedidos en préstamo al ropero de Su Graciosa Majestad. El convite no era en el pueblo, así que nos perdimos el baile.

Cenamos donde comimos y, después de un rato al fresco, no tardamos en irnos a acostar. Nos dormimos con el susurro de las conversaciones de los vecinos que, sentados en sillas o poyos, toman el fresco a las puertas de sus casas.

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El Real de la Jara - Monesterio

06/07/2003
Etapa 5

Km.: 21
Horas: 5
Dificultad: normal
Clima: caluroso
Señalización: buena
Descripción general: dehesa y subida puerto

Desayunamos en nuestra habitación de la Fonda Molina pues hoy es domingo y de amanecida no hay bares abiertos. El camino sale del pueblo por una vía pecuaria ancha y con buen firme de tierra. Caminamos atravesando la dehesa. Dejamos atrás, en lo alto, el castillo del pueblo y al poco rato, pasado una arroyo, nos encontramos con otro castillo bastante ruinoso a nuestra derecha. Da la impresión que el primero pertenece a Sevilla y el último a Badajoz, pues en la etapa de hoy cambiamos de provincia. Caminar sin el sol encima es un placer en estos parajes.

Llegamos a la ermita de San Isidro y ya escuchamos el ruido del tráfico en la N-630. Es una zona de nueva creación lista para celebrar romerías, pues la ermita antigua la encontramos un kilómetro después, donde se inicia el puerto.

Hacemos un descanso junto a la ermita vieja y tomamos un bocado. Observamos como un hombre con una mochila grande y pinta de extranjero baja por la N-630 y, cosa rara, caminando por la derecha de la carretera en dirección a Sevilla. Lleva muy buen paso. No nos ve y nosotros no le llamamos la atención. Parece un correcaminos.

Enseguida comenzamos con nuestra subida al Puerto de la Cruz. Primeramente por una senda entre los eucaliptos a la derecha de la carretera, luego por senda y vía pecuaria a la izquierda de la misma. El sol va ganando altura y el calor comienza a molestar. El último tramo es terreno algo pelado y se hace fatigoso. Cuando llegamos al alto descansamos en una parada con mesas y bancos. No nos estamos mucho pues la zona está muy sucia, la fuente no echa agua y todo está lleno de maleza y basura, presentando un aspecto de abandono.

Entramos desde el alto en este pueblo-calle de Monesterio. Aún no son las 11,30. El Ayuntamiento está cerrado y en el retén de la Policía Municipal no hay nadie. En la puerta del Ayuntamiento un letrero dice que las llaves del albergue las tienen en el Hotel Moya, pero nosotros decidimos ir hoy a un hostal. Tomamos una habitación doble con baño en el Hostal El Pilar.

El pueblo está atravesado por la N-630 y tiene muchísimo tráfico. Tiene también muchos restaurantes, bares y hostales. Comemos en el comedor del hostal que está enfrente. Es un sitio discreto y el hostelero nos regala una botella de vino de Fuente de Cantos. Mala cosa para llevar en la mochila, pero no queremos hacerle un desprecio.

Tras la tranquila siesta damos una vuelta por el pueblo, descansamos en una terraza y finalmente nos vamos a cenar al Restaurante Discóbolo. Nos dan una buena cena, con platos de cerdo ibérico que no nos son familiares y no nos cobran demasiado. Salimos a la terraza del restaurante a terminar el vino de la cena y a tomar un poco el fresco y a eso de las 11 nos vamos a dormir. Tampoco hoy hemos visto a nadie, sólo el caminante de la carretera, el que iba en dirección a Sevilla.

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Monesterio - Fuente de Cantos

07/07/2003
Etapa 6

Km.: 22
Horas: 5
Dificultad: normal
Clima: caluroso
Señalización: buena
Descripción general: dehesa y bajada de puerto y zona cerealista muy seca

Como es habitual nos levantamos a las 6. Desayunamos en uno de los bares del pueblo junto a la N-630. Mientras tomamos nuestros cafés con leche con perrunillas caseras, el motero más gordo que hayamos visto nunca entra a tomar café. La moto, aparcada a la misma puerta del bar, es tremenda y lleva en la parte de atrás una bandera andaluza y otra de España. El motero gordo y barbudo, con toda su indumentaria de cuero y su aspecto de buscabroncas, da un poco de miedo. Sin embargo, cuando habla para pedir su consumición, resulta una persona muy educada. El motero terrorífico también se despide amablemente y, eso sí, hace lo que se llama una arrancada brillante con su enorme moto. Las apariencias pueden ser engañosas.

Nada más irse el motero un caminante con barbas pasa frente al bar mientras pagamos nuestros desayunos.

- Ahí tenéis un compañero. ¡Buen viaje!, nos despide el del bar.

Al poco alcanzamos al caminante barbado que va muy despacio y como distraído.

- ¡Buenos días! ¡Buen camino!, saludamos.

No hay respuesta, sólo una mirada distraída y un ligero gesto. Paca y yo seguimos ligeros, tampoco estamos como para contemplar a nadie.

La primera parte de la etapa, después de abandonar un arroyo pestilente, es por dehesa y zona arbolada. Por allí nos adelantan una pareja de ciclistas (hombre y mujer) que nos dicen que han dormido en el albergue. Al poco tres mastines nos ladran tras una barda de piedra, uno de ellos se salta y se viene detrás de nosotros. Se ve que es un perro aventurero y que le gustaría venirse de gira. Nos sigue un rato y, desanimado quizás por nuestra falta de atención, enseguida regresa con sus compañeros.

A medida que descendemos desaparece la dehesa y nos internamos en campos de cereales muy secos, cosechados ya hace tiempo. Cruzamos el arroyo Bodión Chico (punto más bajo de la etapa) y comenzamos a subir hacia el pueblo. Al poco rato aparece una cruz de madera a la derecha del camino. Una inscripción nos informa de que estamos en Los Llanos de Santiago, también hay un mapa de madera muy naïve con los detalles del paraje y sus nombres. Al pie de la cruz está la funda de una cinta de video. Esta funda protege de la intemperie un libro, un bolígrafo, un sacapuntas y un lápiz. Firmamos en el libro como Paca y Salva, dos caminantes de Guadalajara, y ponemos la fecha. Continuamos y al poco nos adelantan dos ciclistas descamisados que pasan en plan de competición pero que, sin embargo, saludan.

Antes de las 11,30 estamos en el Ayuntamiento de Fuente Cantos, nos sellan y nos dicen que hay un albergue nuevecito en el antiguo hospital. Nos acercamos al viejo hospital, totalmente restaurado y vemos que lo llaman Albergue de Turismo y que también tiene un restaurante. El albergue tiene dos plantas, en la planta baja hay una habitación con dos plazas y otras tres habitaciones más que pueden tener 4 ó 6 plazas (todas en literas) y los servicios, que están aparte, en plan camping. Cada plaza de esta planta cuesta 16 € más 3 € si deseas toallas. En la planta superior tiene 3 habitaciones dobles con camas y los servicios fuera de las habitaciones, de modo similar a los de la planta baja. Cada habitación de la planta superior cuesta 42 €. Como, además de la carestía, no hay (de momento) agua caliente ni parece que estén preparados para recibir clientes, nos vamos y buscamos algo más proporcionado. Lo encontramos en la Pensión Josefa Luengo. Doña Josefita es una señora que dirige su negocio desde la cama en la que yace enferma.

- Hay un hombre y una mujer que quieren habitación.
- Ponles en la del fondo, la del tragaluz.
- Que dicen que cuánto vale.
- 20 € y el baño es compartido. Si quieren comer de restaurante que se vayan al Gato.

Hacemos caso del consejo de Doña Josefita y nos vamos a comer al Gato. El Gato es un restaurante que está en la carretera. El jefe, un hombre nervioso y muy activo, nos atiende personalmente, nos recita los numerosos platos que ofrece en su menú y no permite interrupciones mientras recita la larga lista. Además el jefe hace malabarismos con las botellas y los vasos sin que unas ni otros se estrellen contra el suelo y, por si todo esto fuera poco, su restaurante ofrece una buena calidad y un precio moderado.

Nos enteramos de que el Hotel Acuña ya no existe, lo están remodelando y le van a cambiar de nombre (Extremadura, parece que se llamará). Después de la obligada siesta y del paseo por el pueblo, nos vamos a cenar al Gato. El éxito de la comida se repite. El jefe nos invita a un licor de bellota en la terraza, junto a la carretera. Nos despedimos del jefe, que nos ha caído muy bien, y nos vamos a dormir a eso de las 11.

Tumulto de gente el de hoy en el camino, un caminante y cuatro ciclistas. No sé dónde vamos a llegar.

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Fuente de Cantos - Zafra

08/07/2003
Etapa 7

Km.: 27
Horas: 6
Dificultad: normal
Clima: caluroso
Señalización: poca
Descripción general: zona de cereal, olivo y vid

Desayunamos en uno de los bares que hay junto a la iglesia y, como tantos días en el inicio de las etapas del camino, salimos de Fuente de Cantos con los gallos cantando en la penumbra del amanecer. Cuando dejamos el pueblo una ancha carretera blanca nos lleva hasta Calzadilla de los Barros entre rastrojos.

En Calzadilla no encontramos local abierto, pero un jardinero nos da agua de una manguera.

- Déjala que corra un rato, hombre, no ves que sale cociendo.

Rápidamente salimos camino de la Puebla de Sancho Pérez, pasando durante un rato muy cerca de la carretera general. Cruzamos esta zona cerealista dejando la dehesa más arriba, a nuestra izquierda. Como en otros lugares grupos de cigüeñas saltan de cuando en cuando a nuestro paso. Vadeamos un par de arroyos y vemos dos grandes charcas, casi lagunas, a nuestra izquierda. Cuando queremos darnos cuenta estamos muy cerca de la vía del tren y por tanto cerca de la Puebla de Sancho Pérez. A las 11 estamos tomando un café en un bar que hay frente a la iglesia y enseguida estamos camino de Zafra.

Al llegar a la estación de Zafra perdemos las flechas. Hay un montón de camiones haciendo obras en la estación. Así que ganamos la población desde la calle principal que sale de la estación.

En la Oficina de Turismo de Zafra nos atienden de maravilla: sellan nuestras credenciales, nos buscan alojamiento adecuado a nuestras pretensiones, llaman por teléfono para reservarnos habitación, y nos dan un mapa de la ciudad donde, además, nos señalan el tránsito del camino por la población. El trato recibido en esta oficina nos deja admirados de lo competente y amable que puede llegar a ser la gente. Si es que el ser humano, como se ponga a hacer algo bien, es lo que tiene.

Nos alojamos en el céntrico Hotel Don Quijote y, mientras nos aviamos, comentamos que la etapa, aunque un poco más larga que otras anteriores, resulta más suave por los pueblos que hay en medio. Hemos encontrado poca señalización en algunos tramos y nos hemos desorientado totalmente en la estación. Como en otras etapas, tampoco hemos visto caminantes ni ciclistas en ésta.

Comemos en el restaurante del Hotel Las Palmeras, que está muy céntrico también. Después de la siesta de rigor, una vuelta por el pueblo. Hay numerosas actividades programadas para el verano, algunas de teatro en una de las plazas principales. Buscamos las calles por donde hemos de salir mañana.

Finalmente cenamos en la terraza del Hotel Las Palmeras, al fresco y disfrutando del espectáculo que las zonas animadas de gente proporcionan siempre. Con mucho dolor de nuestro corazón a las 11,30 abandonamos la terraza para ir a descansar. Zafra nos ha encantado.

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Zafra - Almendralejo

09/07/2003
Etapa 8

Km.: 39
Horas: 9
Dificultad: dura
Clima: muy caluroso
Señalización: poca y desvaída
Descripción general: zona de cereal, olivo y vid

Cuando vamos a pagar en el Hotel Don Quijote de Zafra resulta que nuestra Visa no conecta con el banco que la emitió. Tenemos que pagar en efectivo, pero el problema es que el viaje va a ser largo y necesitamos que nuestra Visa funcione bien. Así que dejamos Zafra algo preocupados. No es la primera vez que tenemos problemas de este tipo y tememos que nos dejen colgados (las entidades bancarias), como ya nos pasó una vez.

Dejando atrás la torre de San Francisco salimos de Zafra. El camino pasa por parcelas con chalets. En casi todas hay algún perro que nos ladra con furia, cosa muy desagradable en la penumbra del amanecer, cuando uno no va aún despierto del todo y no tiene ganas de sobresaltos. Pero, ya es sabido, la afición canina estalló en España hace unos 15 años y ya no hay quien la pare. ¡Oye, qué cariño les hemos cogido a los animales!

Iniciamos la bonita bajada a Los Santos de Maimona. Un hombre en chándal viene hacia nosotros a paso ligero, pero a cada momento se para y llama a su perro. El animal, seguramente acostumbrado al piso de la capital, no entiende la repentina pasión deportiva de su dueño y se resiste a abandonar las últimas casas del pueblo.

- ¡Zar, ven aquí! ¡Zar, ven aquí ahora mismo! ¡Zar! ¡¡¡Zaaaaar!!!

La travesía de Los Santos de Maimona es larga pero muy agradable. El pueblo es muy bonito. Encontramos, al final del pueblo, un bar muy humilde abierto. En el mostrador hay tres botellas: coñac, anís dulce y anís seco. Los pocos parroquianos que hay tienen una copa delante de cada uno. Nos dan café de puchero con galletas María de una caja de cartón.

- ¡Cojan ustedes las que quieran!

Dejamos Los Santos y, tras unos cuantos cruces poco señalizados, nos encaminamos a Villafranca de los Barros. El camino discurre entre vides y olivos y, a veces, es extremadamente polvoriento. A las 10,30 estamos en Villafranca y lo primero que hacemos es tomar un café en el primer bar que encontramos a la entrada. Un parroquiano almuerza huevos fritos con chorizo y media botella de vino tinto. Es un jubilado que, al ser el único cliente del bar, le cuenta sus penas a la cantinera. Se reducen éstas a dos: necesita una mujer que sea alegre y que le ha caído en suerte un yerno malo.

- Si por mi hija fuera bien sé que no me vería solo, porque mi hija es como yo, pero él es un cabrón.

Buscamos el Ayuntamiento y allí nos sellan y nos piden que rellenemos un cuestionario. También nos dicen dónde alojarnos. Recorremos el pueblo, que también nos gusta mucho, pero cuando estamos a punto de encontrar alojamiento vemos una señal que desde la zona más alta del pueblo indica: Almendralejo 16 Kms. Caemos en la tentación. Descansamos un poco, tomamos un buen zumo de naranja natural en el bar más cercano a la señal, nos aprovisionamos de agua en abundancia y a las 11, 45 salimos hacia Almendralejo. Llegamos a la N-630 y con un calor exagerado la seguimos. Un coche para a nuestra altura cuando aún nos quedan unos 8 kilómetros.

- ¿No sabéis que hay camino entre las vides?, el que habla es un hombre joven.
- Lo sabemos pero no hemos querido buscarlo porque queremos llegar pronto por el calor y es más largo que por carretera.

- ¿Queréis que os lleve?
- Gracias, pero vamos andando.

Pasadas con mucho las 3 y con muy buen tiempo, como se ha dicho, llegamos a Almendralejo. En cuanto encontramos un hotel que nos parece majo nos metemos en él. Es el Hotel Sheila. Nos da tiempo a asearnos y a tomar el menú del día. El hotel tiene aire acondicionado. Estamos en el paraíso. ¡Dios mío, qué siesta!

A la tarde Paca se queda descansando y yo me acerco al centro comercial del pueblo que está como a un kilómetro y compruebo el funcionamiento de la tarjeta en un cajero. Funciona. Regreso y salimos a tomar un vino a una terraza cercana. Sin embargo el calor nos hace regresar enseguida al resguardo del aire acondicionado. Cenamos en el restaurante del Sheila y después pagamos habitación, comida y cena con la Visa. Vaya, parece que funciona. A dormir tempranito.

Otra jornada sin caminantes ni ciclistas. Ciertamente esto no es el Camino Francés, cada día lo vemos más claro.

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Almendralejo - Mérida

10/07/2003
Etapa 9

Km.: 30
Horas: 7
Dificultad: normal
Clima: muy caluroso
Señalización: poca y desvaída
Descripción general: zona de cereal, olivo y vid

Atravesar Almendralejo lleva un buen rato. Es un pueblo grande cuya zona más industrial bordea la N-630. Desayunamos en uno de los bares junto a la carretera. Hay que ir por carretera hasta Torremegía y, como nuestro hotel estaba al comienzo del pueblo, el paseo por asfalto es de casi 14 kms.

En Torremegía tomamos un café y noto que, entre el asfalto de ayer y el de hoy, tengo un pellizco en un dedo. Primer Compeed para mí, que no para Paca. Paca lleva ampollas arrastradas desde los entrenamientos.

De Torremegía a Mérida primeramente se va por un camino paralelo a la carretera, luego unos 2 Kms por la N-630 y finalmente por un camino que sale a la derecha de la N-630 y que tras unos 8 Kms nos lleva a la ciudad. Este camino discurre entre vides, olivos y campos de cereal.

Cuando llegamos a Mérida vamos un rato paralelos al río Guadiana y llegamos a una especie de parque cerca del puente romano. Un grupo de chicos que juegan allí nos toman por extranjeros.

- Hello! Hello! Hello!

Los chicos pasan del saludo a ponerse detrás de nosotros y burlarse abiertamente.

- ¡Chavales, os estáis equivocando, no os paséis pero ni un pelo!

La pinta del Salva, con el garrotón que lleva, y su inesperado dominio del idioma hace que los chicos, prudentemente, se reporten.

Entramos a Mérida por el puente romano, que es peatonal. Ya cruzamos el Guadalquivir, ahora le toca al Guadiana. Es nuestro segundo gran río. Sellamos en el Ayuntamiento y, desde allí, el amable guardia municipal que nos ha atendido nos recomienda quedarnos en el centro, en el Hostal Senero. Hay un albergue pero queda lejos del centro, nos dice.

En el Hostal Senero nos dan una habitación doble con baño y aire acondicionado con un 10% de descuento por ser caminantes. Nos recomiendan comer en el Restaurante Nano, cerca del hostal. Allí comemos. No es un restaurante barato, pero es bastante bueno.

Cumplido el rito de la siesta, damos un paseo por el pueblo buscando la salida por el camino. Encontrada ésta, hasta el paso subterráneo bajo el ferrocarril, desandamos nuestros pasos y volvemos al centro. Hacemos una nueva compra de Compeed para que no nos falte y tomamos un vino en un bar con aire acondicionado. Cenamos donde comimos. Muy bien el Restaurante Nano. Vamos a la plaza con intención de sentarnos un poco al fresco. Sin embargo, el fresco es inexistente, las piedras de la plaza desprenden calor. Es impresionante el calor que hace a las 11 de la noche. No hay casi nadie en la plaza y nosotros abandonamos también. A dormir.

Un día más de camino sin ver caminantes ni ciclistas.

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Mérida - Aljucén

11/07/2003
Etapa 10

Km.: 18
Horas: 4
Dificultad: baja
Clima: muy caluroso
Señalización: normal
Descripción general: zona urbana, carretera, dehesa y viñas

Desayunamos a la salida de Mérida y el dueño del bar nos augura un día más caluroso que el de ayer. O sea, que vamos a seguir disfrutando de buen tiempo.

Hay que tener cuidado para no despistarse a la salida de Mérida. Conviene tomar la dirección al embalse de Proserpina. La carretera que nos lleva a la presa romana de Proserpina es muy peligrosa, sobre todo en sus últimos 4 kilómetros. Cuando llegamos a Proserpina vemos que el camping está cerrado. Nos entristece, pues alguna vez hemos acampado allí. Eran otros viajes.

El camino sigue desde Proserpina por asfalto. Al cabo de unos tres kilómetros sale un camino a la izquierda que nos mete en la dehesa. Poco antes de llegar a El Carrascalejo, dos jóvenes vacunan cochinos negros en una finca. Los cochinos son animales testarudos y los jóvenes han de auxiliarse con bastones eléctricos y grandes voces (me refiero a los tacos y juramentos clásicos) para conseguir que los animales entren en los pasillos de vacunación. No parece nada fácil dominar a estos animales tan huraños.

En El Carrascalejo hay gente limpiando la iglesia. Bromean mientras lo hacen. Paca y yo reponemos agua en la fuente y luego, a la sombra en la parte trasera de la iglesia, nos curamos los pies. Paca sigue cuidando sus viejas lesiones y a mí me han salido otras dos ampollas nuevas. Se ve que son réditos de las jornadas de asfalto.

Llegamos pronto a Aljucén. En el pueblo hay un albergue privado. Lo llevan dos chicas jóvenes, Ana y Elena. Las chicas del albergue no están pero han dejado las llaves en el Bar Sergio. El albergue es una casa del pueblo que está junto al viejo cuartel de la Guardia Civil. Tiene tres habitaciones de dos, dos y cuatro plazas respectivamente (en literas). También tiene cocina, patio, tendedero, recibidor y salón comedor. Hay agua caliente.

Comemos en el Bar Parque, que parece el centro social del pueblo. Es un bar moderno con aire acondicionado. Nos preparan tortilla de patata, lomo con tomate y ensalada. Cuando estamos esperando la comida vemos llegar a un caminante. Salgo a su encuentro y le llevo al albergue. Se llama Paco y es de Barcelona. Ha salido hoy y piensa ir desde Mérida al Puerto de Béjar, de donde es su novia. Paco se queda en el albergue (ha comprado comida) y yo me bajo a comer. Durante la comida los del pueblo toman vinos en la barra. Nos llama la atención un hombre mayor, delgado y alto, tiene el pelo blanco. Le llaman El Artillero y no para de discutir con todos sobre cualquier cosa que surge. Se ve que le gusta llevar la voz cantante.

- ¿Cómo que os vais? ¡Qué nos pongan otro vino, que falta mi ronda, joder!

¡Vaya energía que tiene el viejo! Por las discusiones, genio tampoco le falta.

Cuando Paca y yo terminamos de dormir la siesta, a eso de las 6 de la tarde, Ana y Elena vienen al albergue, nos presentamos y nos dicen que sienten haber tenido que salir de viaje. Nos dicen que si queremos nos preparan la cena en su casa (tienen una casa rural). Quedamos en cenar todos allí a las 8. Antes de cenar entre Paco y yo les subimos una gran televisión que han comprado, a la primera planta de su casa. Cenamos en un ambiente agradable y pagamos a las chicas 6 € por persona del albergue y 7,50 € por cada cena. Antes de dormir pasamos un rato charlando con Paco en el patio del albergue. Hoy hemos tenido contacto con un caminante y eso, en la Vía de la Plata, es una novedad. Hay que anotarlo.

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Aljucén - Alcuéscar

12/07/2003
Etapa 11

Km.: 21
Horas: 5
Dificultad: normal
Clima: caluroso
Señalización: deficiente
Descripción general: dehesa, parque natural, zona agrícola con chalets y fincas

Salimos aún de noche bajando por la calle principal de Aljucén hasta abandonar el pueblo. Por una carreterilla local accedemos a la N-630 y justo antes de llegar a una gasolinera tomamos una pista de tierra que sale a la derecha. Hoy vamos a caminar un buen rato por la hermosa dehesa. Abundan los conejos y las aves de presa. Cuando salimos de la dehesa llegamos a un gran llano. El paseo es muy agradable por esta zona.

Acaba la dehesa y entramos en una zona agrícola, ya cercana al pueblo. Abundan las fincas y los chalets. Al pasar por uno de ellos el dueño se ha dejado abierta la verja de la entrada. El chalet tiene una pendiente rectangular de unos 60 metros de largo desde la casa hasta la verja de acceso. Dos tremendos Rottweiler que se hayan junto a la casa salen corriendo hacia nosotros nada más vernos. Paca y yo, esta vez aterrorizados, continuamos a nuestro paso sin volver la vista atrás. Enseguida dejamos atrás la verja de entrada del chalet mientras oímos los furiosos gruñidos de los perros muy cerca de nosotros. Le digo a Paca que no se pare, que no corra y que no se vuelva. Afortunadamente los dos perrazos, algo desconcertados al salir del chalet, se han quedado en la zona de la puerta sin saber qué hacer. Desde unos cien metros aún los vemos allí, desorientados, y avivamos el paso para alejarnos cuanto antes. Creo que esta vez hemos tenido mucha suerte. El susto no lo olvidaremos. ¿Cómo puede haber gente tan irresponsable?

Una vez atravesado el pueblo, la Casa de Beneficencia de los Esclavos de María y de los Pobres nos acoge. A la entrada hay ancianos sentados en los bancos del jardín. Casi todos son deficientes o inválidos y nos señalan amablemente por donde está la entrada. Varios hermanos y algún que otro interno se afanan en embellecer los jardines plantando flores. El hermano Julián con su raída sotana negra y su banda azul a la cintura nos da la bienvenida, nos dice que van a inaugurar una especie de cruceiro a la puerta del convento y que va a haber una fiesta hacia el día 17. Nos enseña alguna de las dependencias y también los aposentos que la casa ofrece a los caminantes. Son habitaciones individuales con cama, mesa, silla y lavabo. Los servicios y las duchas son comunitarios y también hay un amplio cuarto de estar. A nadie se le pide nada, a la salida hay una caja de hierro donde el que lo desea puede depositar un donativo. Nos informa también el hermano Julián de que podemos desayunar, comer y cenar allí si lo deseamos. Todo es gratis. Paca y yo le decimos que si nos pondrá una habitación para los dos.

- Pues claro que sí
- ¿Y cómo pueden ustedes ofrecernos tantas cosas sin cobrar nada?
- Pues porque practicamos las Obras de Misericordia, que ustedes recordarán de cuando estudiaban el catecismo, y como una dice "Dar posada al peregrino", pues eso... Si no lo hacemos nosotros, a ver, ¿quién lo va a hacer?

Hablamos un buen rato con el hermano Julián que, con sencillez y afabilidad, nos cuenta un montón de cosas. Mientras tanto otros hermanos terminan de preparar nuestras habitaciones. En esto aparece un caminante asturiano que viaja desde Gijón a Sevilla. Nos cuenta que salió con su perro, pero que tras quedarse sin agua en el embalse de Alcántara, su perro y él hubieron de ser rescatados y su perro volvió a casa en coche con una amiga. Dice que sólo quiere agua y que le sellen en unos papeles con su nombre y número de DNI, que para ir de Gijón a Sevilla no hay credencial y que como los caminos tanto lo son en un sentido como en otro, él viaja de norte a sur. ¿Pasa algo?. El caminante asturiano se va tan rápidamente como apareció.

A Paca y a mí nos parece excesivo quedarnos a comer y a cenar donde los hermanos. Por otro lado nos apetece ver un poco el pueblo. Decidimos que cenaremos en el convento pero que vamos a comer en algún bar del pueblo. Así que, después de pasear un poco por las calles, nos metemos a comer al restaurante Alejandro. Al final se llena de gente, pero nos dan de comer bien y barato.

Cuando nos levantamos de la siesta vemos que, además de Paco (el barcelonés del día anterior), ha llegado un nuevo caminante. Se trata de Santiago Martí que viene de Isla Mayor (Sevilla). Charlamos con ellos antes de cenar. Santiago es concejal de su pueblo y ha estado siguiendo nuestros pasos desde Castilblanco. Hoy, haciendo una etapa doble, nos ha alcanzado. Dice que ya estaba harto de ir solo y de no ver a nadie. El precio de su caminata ha sido una ampolla en una planta del tamaño de una moneda de 2 €. Paca, para compensar, le pone un parche de Compeed de tamaño proporcionado. Santiago tiene 23 años y una forma física envidiable. Nos habla de su pueblo, de los cultivos de arroz, de sus antepasados valencianos, de las 40 Ha de terreno arrocero que compró su abuelo, de los distintos arroces que existen y de las empresas que los comercializan.

Antes de cenar Paca y yo damos una vuelta por el pueblo. Hay una boda. Una chica del pueblo se casa con uno de Herrera de León. Ha venido mucha gente de fuera y, aunque la boda se celebra a la tarde, muchos de ellos comieron donde nosotros.

A las nueve y media nos vamos a cenar al convento. Los hermanos han preparado un comedor para nosotros cuatro y, además, la cena nos la sirven ellos. Aparte de agua, pan y vino, la cena consiste en: coliflor con huevo y cebolla, ensalada, gazpacho, embutidos y queso, croquetas, empanadillas y pescado empanado. De postre fruta y yogur. ¿Cuánto? Nada. La voluntad, si se tiene, como ya se dijo antes. Bien pueden apuntarse los hermanos en su haber otras dos Obras de Misericordia: Dar de comer al hambriento y de beber al sediento.

Al salir del comedor nos dan una estampa de la Virgen a cada uno. En el reverso de la misma se puede leer:

BIENVENIDO, HERMANO

- porque tu visita nos honra,
- porque nos ayudas al conocimiento mutuo,
- porque te consideramos hermano, hijo de nuestro PADRE,
- porque esta es casa donde cabemos todos,
- porque coincidimos en recorrer caminos de paz y amistad hacia el mismo fin,
- porque Cristo nos manda recibirte con los brazos abiertos, como le recibiríamos a EL,
- porque nuestra fe y nuestra vocación nos urgen a ser solícitos en la hospitalidad,
- porque nos das ocasión de practicar la caridad entre hermanos, esencia de nuestra Santa ESCLAVITUD.

Hermano, encomienda a la MADRE esta familia que hoy has visitado, y todas sus empresas de santidad y caridad. ¡GRACIAS!

Esclavos de María y de los Pobres
Madre de la Misericordia
ALCUESCAR (Cáceres)

(Las cariñosas estampas van a viajar con nosotros hasta Santiago, en el bolsillo de la camisa, aunque lleguen algo sudadas.)

Después de cenar tomamos el fresco con dos de los hermanos. Nos cuentan la historia de su fundador que se remonta a la época de la Guerra Civil Española. A las 11 nos vamos cada cual a nuestra habitación.

- ¿Hermano Julián, estará abierta la puerta a las seis y media?
- Y a las 6 también, hijo mío, la abro yo y soy como un reloj suizo.

Para nuestra desgracia, cuando estamos a punto de dormirnos, ya entre las telarañas del sueño, la música irrumpe desde unos amplificadores de una terraza frente al convento. Ha empezado el baile de la boda. El España Cañí, El Manisero, El Gato Montés, Islas Canarias, Déjate querer, mujer, déjate querer, El Aserejé, Macarena, Black is Black, Con un sorbito de champán, Mami,¿qué será lo que tiene el negro?, Por el amor de una mujer, Papichulo, Mi carro me lo robaron, Perfidia, Mira que eres linda, Angelitos Negros, Cartagenera Morena, Pajaritos por aquí... y muchas otra piezas de renombre se fueron desgranando. Rememoramos los más brillantes éxitos de la música española de todos los tiempos. En ello nos dieron las dos y las tres y las cuatro y, cuando ya la orquesta se despidió, continuaron con discos y, cuando la terraza cerró, continuaron con cante flamenco a pelo, a cargo de espontáneos. No quedó palo por tocar, cuando pasadas las cinco se hizo el silencio. Puede decirse que nos levantamos a las seis pero, eso sí, sin haber dormido. Cumplidas las necesidades higiénicas a las 6 y 20 estamos a la puerta del convento. Del hermano Julián ni rastro y la puerta cerrada. Casi a las siete aparece el hermano Julián muy apurado, medio dormido y terminando de abotonarse según corre. Abre la puerta y Paca y yo, mientras decimos adiós y gracias, salimos casi de estampida.

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Alcuéscar - Valdesalor

13/07/2003
Etapa 12

Km.: 28
Horas: 6
Dificultad: normal
Clima: caluroso
Señalización: deficiente
Descripción general: dehesa, junto a carretera, dehesa y zona de cereal

Abandonamos el convento con prisa, como se dijo, pues tememos al calor y cada minuto del alba nos evita dos de sol. La mañana está más fresca de lo habitual y promete un buen andar.

Llegamos a las 9 a Las Casas de Don Antonio y nos hacemos una foto en su puente romano. Allí Paca se da cuenta de que ha perdido su sombrero. Se pone triste, pues a las cosas, aunque insignificantes, se les coge cariño con los años.

El camino continúa a la derecha de la N-630. Hay, de trecho en trecho, trabajadores de la empresa COBRA que arreglan el tendido eléctrico. También hay algún miliario y un pequeño puente romano. Cruzamos la N-630 para, después de un tramo de camino, entrar en Aldea del Cano. Allí desayunamos.

Salimos de nuevo a la vía y, tras una zona de dehesa con ovejas y vacas, cruzamos por mitad de un aeródromo. Un piloto nos saluda desde el aire mientras pilota una avioneta ligera. Al poco rato vemos venir a lo lejos a Paco y a Santiago. Les esperamos y, tras constatar que no se han encontrado el sombrero de Paca, entramos los cuatro juntos en Valdesalor.

Valdesalor es un pueblo nuevo, uno de los pueblos que se hicieron en Extremadura en la época de Franco cuando el llamado "Plan Badajoz". En el Hogar del Pensionista nos dan la llave de una sala donde podemos alojarnos. La sala está junto a la iglesia y no tiene agua ni servicios, pero nos dicen que podemos utilizar los del Hogar. En la sala hay una sola colchoneta que gentilmente nos ceden a Paca y a mí (privilegios de la edad). Paco y Santiago prepararan sus lechos sobre unas placas de poliespan y luego se van a la piscina. Paca y yo nos vamos a un restaurante que hay a medio kilómetro, junto a una gasolinera. Comemos en él, no es barato pero la comida es buena.

Después de la siesta los cuatro caminantes tenemos un coloquio en la plaza del pueblo, a la puerta de nuestro improvisado albergue. Se debate la situación mundial. Como no hay mucho acuerdo, decidimos dejarlo. Nos pegamos una ducha en las instalaciones de la piscina y luego nos vamos los cuatro a celebrar una cena de hermandad en el bar de la misma. Por un precio económico cenamos bien. Paco, antes de irnos a nuestro albergue, compra leche para que desayunemos todos al día siguiente. Preparamos el envase plástico de un detergente como improvisado orinal (pues los apretones pueden ser muy traicioneros) y nos acostamos en el suelo de la sala sobre nuestros respectivos jergones. Mañana Dios dirá.

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Valdesalor - El Casar de Cáceres

14/07/2003
Etapa 13

Km.: 28
Horas: 6
Dificultad: normal
Clima: nublado
Señalización: deficiente
Descripción general: camino junto a carretera, entrada y salida ciudad, carretera, camino por prados secos

Paca y yo dormimos de un tirón hasta las 6 de la mañana. Hasta roncamos, según los testigos. Los cuatro desayunamos en Valdesalor café con leche y galletas. Paco y Santiago se van un poco antes que nosotros. Una vez que dejamos el salón tal y como lo encontramos, Paca y yo nos encaminamos hacia Cáceres. Allí hay que comprar un sombrero para Paca. Vamos paralelos a la N-630 y después pasamos junto a las alambradas de una zona militar. Algunos militares, de ambos sexos, hacen footing a esas horas de la mañana.

En Cáceres compramos un buen gorro, aunque Paca dice que como el que perdió ninguno. Desayunamos, por segunda vez, en una cafetería antes de llegar a la plaza de toros. En la plaza de toros hay que seguir por la carretera de El Casar. Tras unos cuatro kilómetros de asfalto, llegamos a un camino. El camino sale a la izquierda de la carretera y, tras una hora por él, llegamos a El Casar. Sellamos en el Ayuntamiento y nos dan la llave del albergue que está enfrente. Al poco llegan Santiago y Paco que han hecho compra para comer. Nosotros nos vamos al Restaurante Mayuca a por el menú del día.

Tras la siesta, llegan 6 ciclistas que vienen de Aljucén. No vienen juntos los seis. Dos de ellos son tío y sobrino y van en plan rápido. Los otros cuatro son unos chavales jóvenes de Monesterio que vienen desde su pueblo y que tienen una alegría contagiosa. Ya de noche llegan dos ciclistas más. Son una chilena y un holandés. Se han comprado esa tarde las bicicletas y los equipos en Cáceres y se han puesto a hacer el camino.

Paca y yo cenamos en la Taberna de la Abuela Teófila, después de haber dado una vueltecita por el pueblo. Tomamos el fresco con los ciclistas y, al final, los doce habitantes del albergue nos recogemos a las 11,30.

El reloj del Ayuntamiento da las horas muy nítidamente y después de un minuto repite las campanadas por si alguno no se ha enterado bien o se ha quedado dudando (¿Han dado las 4 ó las 5?). Tanto entusiasmo municipal por la información horaria no es apreciado por todo el mundo. No se puede agradar a todos. Es cosa sabida.

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El Casar de Cáceres - Cañaveral

15/07/2003
Etapa 14

Km.: 35
Horas: 8
Dificultad: alta-dura
Clima: nublado
Señalización: poca
Descripción general: herbazales y zona de retamas y jaras con pocos árboles y bastante ganado. Carretera en el pantano.

Madrugamos y mientras el reloj del Ayuntamiento da las 6 con la alegría de sus vibrantes campanadas, Paca y yo enfilamos hacia la ermita de Santiago. Pero, ¿quién hay ahí?

- Tengo tabaco, por cajetillas o cigarros sueltos.

Quien nos ofrece tabaco es una anciana que está sentada junto a los soportales. No podemos creernos la escena. Queda una cigarrera en este pueblo perdido, que se levanta antes del amanecer a vender a los madrugadores. ¿Estará tan necesitada como para hacer esto?

El camino discurre por zonas poco arboladas pero con abundantes hierbas, retamas y jaras. El día va a ayudar pues está nublado y más fresco de lo habitual. Enseguida nos adelantan los ciclistas, primero el tío y el sobrino y luego los cuatro chavales de Monesterio. Los de Monesterio paran y se hacen una foto con nosotros.

Enseguida nos acercamos a la carretera y finalmente tenemos que caminar por ella unos kilómetros. Este tramo da miedo por el mucho tráfico, pero es necesario para cruzar el Tajo y salvar el pantano de Alcántara. Atrás dejamos el club náutico, la estación de tren y, a la altura del Hostal Miraltajo (que sigue cerrado) tomamos el camino que sale a la derecha de la carretera. Por él iniciamos una subida que nos lleva a unos páramos donde pasta el ganado. Algunos ejemplares impresionan pero, aunque tenemos que pasar a su lado, no se inmutan.

- Paca, hemos salvado el Tajo.
- Sí, pero sigue ligero, que estoy deseando perder de vista a las vacas.

Finalmente y después de cruzar el viejo Puente de San Benito, llegamos al Cañaveral. En el Hostal Málaga dicen no saber nada de nosotros, a pesar de haber llamado a reservar el día anterior. El Hostal Málaga es bastante cutre. A Paca y a mí nos dan una habitación, pero a Paco y Santiago (que llegan algo después) les mandan a una casa que está bastante sucia. Paca protesta y el jefe del hostal manda limpiar la casa. Comemos y cenamos en El Asador. La comida solos y la cena con Santiago y Paco. Los cuatro pensamos sobre cómo hacer el problemático tramo de Galisteo a Aldeanueva del Camino. Hacer este tramo de un tirón es demasiado. A Paca y a mí nos parece lo más razonable hacer una etapa corta en plan descanso (Galisteo - El Carcaboso) y luego otra larga (El Carcaboso - Aldeanueva), pero aún no lo hemos decidido. A Paco parece que no le tienta mucho este tramo y trata de convencer a Santiago para visitar Plasencia. A las 11 nos vamos a dormir sin haber tomado ninguna decisión definitiva.

El Cañaveral es un pueblo de carretera algo áspero e inhóspito para los caminantes, pero Paca y yo estamos muy contentos porque hemos salvado una de las etapas duras del camino. El día nublado nos ha ayudado mucho.

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Cañaveral - Galisteo

16/07/2003
Etapa 15

Km.: 28
Horas: 7
Dificultad: dura
Clima: caluroso
Señalización: poca
Descripción general: subida de puerto, dehesa bellísima y cultivos de regadío

Salimos a las 6,30 después de desayunar en el Hostal Málaga. Hay un trayecto de poco más de un kilómetro por la N-630 hasta encontrar el camino que sube a la derecha de la ermita de San Cristóbal. El camino es empinado y con una señalización aceptable. Nos permite subir en poco tiempo el Puerto de los Castaños.

Al llegar a una pista de asfalto que viene de un repetidor o antena, un hombre que cojea nos alcanza y nos dice por dónde va el camino a Grimaldo. Nos admira lo rápido que camina el hombre cojo. Le vemos alejarse mientras nosotros seguimos nuestro camino. Éste sale por delante de una nave, junto a un antiguo club de alterne que ahora se alquila. Va paralelo a la N-630 (que está en obras) y se interna en la dehesa más hermosa que hasta ahora hayamos visto. Estamos encantados con el espectáculo, pero apenas lo disfrutamos. Enseguida topamos con cinco vacas de lo más astifino y corniveleto que hayamos visto. Tenemos que pasar necesariamente entre ellas. Tres son negras y dos gris plata. Los animales nos miran fijamente, vemos como sale el vaho por cada uno de los agujeros de su nariz en la atmósfera fresca de la mañana. Aterrados, pasamos delante de ellas, casi rozándolas. Los animales permanecen fijos en nosotros pero no mueven ni un pelo. Pasamos, pudo más la voluntad que el miedo. Casi no nos lo creemos. Vemos más ganado a lo largo de la mañana, pero no con el aspecto de estas vacas de la dehesa de Grimaldo.

Hay que agradecer a algún alma noble la señalización de esta bellísima dehesa con pequeñas tiras de plástico amarillo atadas a las ramas de los árboles y arbustos.

Pasado Grimaldo, donde no entramos, la señalización flojea mucho a partir de atravesar la carretera de Holguera. Seguimos por sendas entre la hierba y, a la altura del famoso giro de 90º a la derecha del que avisan las guías, nos perdemos. La confusión se produce por una flecha vieja o confundida que nos pierde en una dirección incorrecta. Hemos de volver a la altura del giro y allí recuperamos la dirección correcta. Media hora de confusión.

El camino es largo y hay que pasar un montón de portelas e ir muy atentos a los giros. Finalmente salimos a la carretera de Río Lobos y luego a la Finca Valparaíso, donde dejamos la dehesa y empiezan los regadíos y tierras de labor. Pasamos por un canal y entre cultivos llegamos a Galisteo, la villa amurallada.

Galisteo es un pueblo totalmente amurallado. La muralla tiene entre 9 y 10 metros de altura y unos 3 metros de grosor. Es una muralla almohade de canto rodado y en ella hay tres puertas de acceso a la villa. Tiene también un puente medieval sobre el río Jerte (por el que pasa el camino). El pueblo tiene su encanto.

A la una y media estamos sellando en el Mesón Rusticiana y luego vamos a alojarnos al Hotel Medina, donde Nelson, el gerente, nos hace un precio especial por ser caminantes. Una vez aseados nos vamos a comer al Rusticiana, donde comprobamos que sigue siendo caro pero que ha perdido el encanto de su cocina desde que se fue Óscar, el anterior cocinero.

"Hay muchos caminantes, pero pocos peregrinos". La manida frase nos la dice, como si fuera una revelación, la dueña del Rusticiana. Nos cuenta que a ella se la dijo un señor que pasó allí un día (comió y cenó en el mesón). Este mismo señor le mandó, al final de su viaje, su bordón como recuerdo y un folio mecanografiado con sus meditaciones. Paca y yo le decimos que nosotros somos gente a la que agrada caminar y que no le buscamos ningún trasfondo al viajar a pie. Oye, el misticismo peregrino es lo que tiene, que harta un poquito.

Siesta hasta las ocho.

Llamamos a Santiago y a Paco que están en el albergue. Nos dicen que se van mañana en autobús a Plasencia desde El Carcaboso. Como estamos muy cansados no vamos al pueblo, cenamos en el hotel y luego tomamos un poco el fresco en su terraza y a dormir.

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Galisteo - El Carcaboso

17/07/2003
Etapa 16

Km.: 12
Horas: 2,5
Dificultad: muy fácil
Clima: caluroso
Señalización: poca
Descripción general: carretera entre cultivos de regadío

Como la etapa de hoy es de descanso nos levantamos casi a las 9. Salimos bien desayunados del Hotel Medina. Finalmente hemos decidido afrontar la etapa dura que nos espera mañana bien descansados.

A la salida de Galisteo vemos que el albergue municipal está junto a una agradable arboleda cerca del puente medieval sobre el Jerte. El encargado de este albergue es el Sr. Pedro y ayer supimos que cobra 5 € por pasar la noche en él.

Cruzamos el puente y enseguida tomamos la carretera a Aldehuela de Jerte en cuya farmacia compramos champú. La amable farmacéutica nos regala varios Compeed que tiene sueltos, pues los envases se le han acabado. La etapa corta de hoy nos va a venir bien pues Paca lleva los pies muy mal.

Cuando estamos entre Aldehuela y El Carcaboso una camioneta Mitshubishi blanca que viene de frente para junto a nosotros. La conduce un señor mayor con gafas oscuras, pelo blanco y cara seria.

- ¿Necesitan ustedes algo?
- No señor, pero gracias por parar.
- ¿Quieren que les lleve?
- Muchas gracias, pero vamos andando.
- ¿Van a Santiago?
- Sí, si los cuerpos aguantan.
- Cuando lleguen, les pido un favor. Recen un Padrenuestro por mí. He perdido a un hijo de 47 años y no puedo superar la tristeza.
- Cuente usted con ello.

A los caminantes se les ponen brillantes los ojos cuando dicen adiós al hombre que no puede sobrellevar su tristeza. Hasta ahora nadie les había hecho un encargo tan importante. Sin sentir el peso de las mochilas seguimos en silencio casi hasta El Carcaboso.

A las 12 llegamos a El Carcaboso y preguntamos por la Sra. Elena, la del Bar Ruta de la Plata. Le decimos que venimos de parte de Nelson y allí nos alojamos. Una habitación doble con baño, TV y aire acondicionado por 14 €. Casi no nos lo creemos. Además la señora es muy amable y nos dice dónde podemos lavar y tender. También nos dice que la noche anterior durmió en su casa una francesa. Comemos en el Restaurante Las Golondrinas.

- Que venimos de parte de la Sra. Elena
- Vale, hombre, ya le daré las gracias y le mandaré yo gente a dormir.

Se come bastante bien en Las Golondrinas y no abusan con los precios. A la tarde después de la siesta conocemos a Ramón en el Bar Ruta de la Plata. Ramón es del pueblo y ha hecho el camino.

- Mañana llevad bastante agua.
- Lo sabemos
- Pasad junto a las paredes si hay vacas en los cercados.
- ¡¡Pero si nos han dicho que son mansas!!

La señora Elena nos dice que jamás ha pasado nada, pero el hombre insiste en que pasemos con cuidado. Ojalá no hubiésemos hablado con Ramón, ya teníamos el miedo medio superado y nos lo ha vuelto a meter en el cuerpo. También nos dice que prestemos atención a las flechas, pues en algunos tramos no hay muchas. Cuenta que una vez tuvo que recoger a uno que estuvo un montón de horas perdido. Este Ramón es único para animar. Finalmente nos despide con un sonoro ¡Ultreya!

Cenamos donde comimos y después el jefe nos invita a tomar un chupito a la fresca, en la terraza. Nos acostamos casi a las 12 y algo nerviosos.

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El Carcaboso - Aldeanueva del Camino

18/07/2003
Etapa 17

Km.: 40
Horas: 10
Dificultad: muy dura
Clima: caluroso
Señalización: poca
Descripción general: casi todo dehesa, algo de carretera

Paca duerme bien, pero yo apenas pego ojo acordándome de los consejos de Ramón. Con gran inquietud, por considerar ésta la etapa reina de la Vía de la Plata, salimos muy temprano del Carcaboso. El reloj del Ayuntamiento está dando las 6 cuando nos alejamos de las últimas casas del pueblo. Lógicamente es aún de noche y tenemos que utilizar la linterna.

Como se da por sentado que tenemos que seguir el camino del canal, apenas hay señalización. Hay un momento en el que pensamos que nos hemos perdido, pues pasamos mucho rato sin ver una flecha. Cuando abandonamos el camino del canal aparecen las flechas con más frecuencia. Son muy frecuentes al atravesar una zona arbolada de la dehesa donde teóricamente no hay camino. Poco a poco terminamos siguiendo una estrecha senda hecha por los caminantes y por las bicicletas (la etapa puede hacerse en bici) en la que muy de cuando en cuando aparece una flecha. La senda va a la derecha de un muro que no ha de perderse hasta casi avistar Venta Quemada. Tenemos que atravesar entre las reses varias veces y lo hacemos con todo el cuidado que podemos. Ninguna se muestra agresiva e incluso algunas se apartan dando una carrera de nuestro camino.

Cuando se llega a Venta Quemada lo mejor es no molestar en la casa de los guardas a no ser que nos sea imprescindible. Alguna guía dice que dan agua a los caminantes y parece que están un poco hartos de que todo el que pase les incordie.

La vía pecuaria que conduce a Cáparra no necesita señalización, pues no tiene pérdida. El centro de interpretación de Cáparra tiene una máquina de café y otra de agua y refrescos y además ofrece servicios y sombra donde descansar.

El camino desde Caparra en adelante es áspero y seco en verano y viene a desembocar en una pista de asfalto. Cuando vamos caminando por esta pista vemos un niño de unos 12 años que cuida un rebaño de cabras negras. El niño cabrero lleva gorra y un amplio paraguas negro con el que se protege del sol.

- ¿Vamos bien por aquí hacia Aldeanueva?
- Sí, pero falta mucho. ¿Sabéis una cosa? Este camino se llama Vía de la Plata, me lo ha dicho mi abuelo.

Cuando llegamos a la antigua N-630, abandonamos el camino y accedemos al asfalto de la carretera por donde buenamente podemos. Seguimos por la N-630 aproximadamente 1 kilómetro, vemos un restaurante que se llama Parrilla Basilio. Allí tomamos unos zumos naturales, agua y descansamos un rato. Según salimos por la puerta del bar a mano izquierda una cuestecilla baja y pasa por debajo de la N-630 para luego subir por el lado opuesto al bar (no puede cruzarse la carretera por encima porque tiene alambradas). El primer camino de tierra que sale a la derecha (justo enfrente de la Parrilla Basilio) nos devuelve a las flechas del camino si tenemos paciencia y lo seguimos durante 1,5 kms aproximadamente. Daremos con una cañada que ya, todo seguido, nos lleva a Aldeanueva tras recorrer unos 4 kilómetros. Saltaremos la autovía por un puente que es también la carretera a Gargantilla.

Nos dan la llave del albergue frente al Ayuntamiento, en el Bar La Unión, donde también nos sellan. Nos subimos a comer al bar de la piscina que no está lejos y es el único sitio donde dan de comer a las 4 de la tarde. A la que vamos al albergue, después de comer, un ciclista se viene con nosotros, se llama Emilio y es de Zaragoza.

A la tarde llamamos a Luis Antonio Miguel Quintales. Luis es el autor de un libro "Ruta del Camino Fonseca" (De Salamanca a Santiago de Compostela), excelente guía de la variante de la vía por Sanabria. Luis vive en Salamanca y, sin conocerlo personalmente, nos pusimos en contacto con él por correo electrónico, mientras preparábamos el camino. Resultó ser una persona tan amable que se ofreció, si le era posible, a hacerse alguna etapa salmantina con nosotros. Como mañana entraremos en la provincia de Salamanca, le llamamos por si se anima. No está, le dejamos un mensaje. Al poco nos llama, que ha escuchado nuestro mensaje y que nos espera a eso de las 8 de la mañana en Baños de Montemayor al día siguiente.

- ¿Necesitáis algo?
- Sí, tráenos Compeed. Mucho.

A la tarde vamos a cenar al bar de los jubilados. Tardan casi una hora en hacernos la cena, pero al final nos la sirven en la terraza que da a la N-630. Damos cuenta de una buena ensalada de tomates de huerta (el marido fue a buscarlos) y una especie de tremendo plato combinado con calamares, salchichas, huevos fritos y patatas. Precio económico y conversación del ama.

- ¿Y dicen ustedes que vienen andando?
- Sí señora, desde Sevilla.
- Pero vendrán por la carretera.
- Pues no, porque hay un camino que está señalizado.
- Pues este pueblo, sepan ustedes, que es muy importante porque está en la Vía de la Plata y por eso viene mucho la gente.

Cuando regresamos al albergue charlamos un poco con Emilio, el ciclista de Zaragoza. Enseguida a dormir.

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Aldeanueva del Camino - Calzada de Béjar

19/07/2003
Etapa 18

Km.: 23
Horas: 6
Dificultad: normal
Clima: caluroso
Señalización: buena
Descripción general: carretera, calzada romana, subida puerto, zona dehesa sombreada

Paca me despierta a las 6. Es la primera vez que me tiene que despertar en este viaje. Me quedo con ganas de dormir más y tardo un rato en despertarme del todo.

A las 6,30 abandonamos este pueblo-calle que es Aldeanueva del Camino. Casi entera la subida a Baños de Montemayor se hace por la carretera (N-630). Podríamos haber desayunado en el Hotel Roma, justo en el empalme con la carretera a Hervás, pero preferimos hacerlo con Luis que nos espera en Baños.

Enseguida nos rebasa Emilio, el ciclista solitario, con quien hemos pasado la noche.

- ¡Buen camino, maño!

Entramos en Baños por un pequeño trozo de calzada romana que se conserva a la izquierda de la carretera. Un coche azul para a nuestro lado. Un hombre alto, delgado y sonriente sale de él y avanza hacia nosotros. Es Luis, por fin le conocemos. Además de venir a vernos, que ya es mucha deferencia, y de traernos Compeed (mucho), va y nos invita a desayunar en una churrería del pueblo. Terminará la etapa con nosotros hasta Calzada de Béjar y luego regresará a Baños para recoger su coche y regresar a Salamanca.

Entre la amena conversación sobre la Vía de la Plata, sus lugares, sus personajes y sus incidencias, vamos subiendo la calzada romana que nos lleva a lo alto del Puerto de Béjar. En la parte final hay un tramo de carretera, la antigua N-630, y cuando llegamos al alto paramos en una antigua venta. Allí sellan nuestras credenciales con un sello redondo, solemne, cuyo centro es un Santiago Peregrino y cuyo texto, en círculo, dice: "Vía de la Plata. Camino de Santiago. Puerto de Béjar". Tomamos café y nos invitan a rosquillas, pues son fiestas en uno de los barrios del lugar. El encargado de tirar los cohetes nos ilustra sobre el modo de hacer esta labor con seguridad. Antes de que nos inviten a otra rosquilla y a una copa de anís decidimos continuar no sea que la cosa pase a mayores. Comenzamos a bajar el puerto y, siguiendo la vía romana, llegamos al Puente de la Malena.

Luis nos hace fotos en el puente y junto a un miliario próximo. Desde allí el camino sigue el valle y tras un ascenso rápido nos lleva a Calzada de Béjar.

- ¿Hay alguna casa de turismo rural en el pueblo, señora?, pregunta Paca después de dar los buenos días.
- Ya lo creo, y no una, sino tres.
- Y, ¿nos darán de comer?
- Para eso lo mejor es ir a la que tienen los del bar.

Así que nos alojamos en la casa rural "Alba Soraya" (la de los del bar). La casa tiene varias habitaciones, pero no hay nadie en ella.

Luis, aunque tentado a hacerlo, no se queda a comer con nosotros pues no desea volver a Baños con todo el calor. Tomamos una cerveza con él y nos despedimos. Le damos las gracias por todo (hasta comida había traído por si no encontrábamos dónde comer). Quedamos en llamarle el martes, cuando lleguemos a Salamanca. Gracias Luis, qué cariñoso has sido con nosotros.

A las dos nos vamos a comer al bar pasta con tomate y ternera con lechuga. La pareja que lleva el bar se llaman Loli y Maxi. Loli nos dice que el día anterior pasó una francesa que durmió en las escuelas. El hombre, cuando terminamos de comer, nos cuenta que tiene ganadería y que además cría lechones.

- Si les apetece a ustedes podemos preparar uno para cenar.
- Venga, no hay más que hablar.

Comemos bien y, luego, la buena siesta. A la vuelta por el pueblo y la conversación con algunos abuelos y niños, le sigue nuestra agradable cita de las 9 con el cochinillo frito, con patatas y ensalada (de tomate y lechugas del pueblo). Excelente la cena. Antes de irnos a la cama pagamos la cuenta de habitación, comida y cena. Precios moderados. Después Maxi nos invita a una copa en la terraza del modesto bar y nos da conversación. El hombre nos habla de sus proyectos y luego nos acompaña hasta la casa rural y nos enseña la planta baja, donde cavila si poner un albergue para los caminantes.

- ¡Qué tengáis buen viaje!
- ¡Buenas noches!

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Calzada de Béjar - Fuenterroble de Salvatierra

20/07/2003
Etapa 19

Km.: 21
Horas: 4,5
Dificultad: fácil
Clima: soleado y fresco
Señalización: buena
Descripción general: zona de dehesa, transición a zona cerealista

Le damos coba a nuestra salida de la Casa Rural Alba Soraya. Como el desayuno estaba incluido en el precio, nos hacemos una cafetera de café natural y lo acompañamos con galletas, leche, tostadas y mermelada (Loli lo había dejado todo dispuesto). Sin prisas salimos a las siete. La etapa no es larga y parece que el día va a estar más fresco que los anteriores.

Tomamos la cañada hasta Valverde de Valdelacasa y atravesamos fincas valladas con ganado en la mayoría de ellas. Las ganaderías de retinto quedaron más al sur. Este ganado es, en su mayoría, de raza morucha. De temible apariencia, tampoco se mueve a nuestro paso. Sin embargo, por aquí, no tenemos que pasar entre los animales, por en medio de las fincas. No abandonamos nunca la acogedora cañada. ¡Qué alivio!

Cruzamos Valverde de Valdelacasa, pueblo desierto a estas horas, y cuyos numerosos perros, como si se hubiesen puesto de acuerdo, no nos ladran. ¿Será una huelga de perros? ¿Será que ayer nos duchamos?

Seguimos andando, carretera arriba, hacia Valdelacasa y nos sorprende el murmullo de lo que parece un diálogo en un huerto junto a la carretera. Un hortelano habla y habla, pero no vemos a su interlocutor. Cuando llegamos a su altura vemos que les habla a sus perales. Ciertamente los frutales saben escuchar.

En Valdelacasa nos sentamos a tomar un bocado en un poyo, junto a la parada del autobús. Salimos por la carretera hacia Fuenterroble de Salvatierra y, al cabo de un par de kilómetros, tomamos la pista de tierra que, muy bien señalizada, sale a nuestra izquierda. Encontramos en la pista un par de miliarios romanos.

Sobre las once y media llegamos a Fuenterroble. En el albergue nos recibe Florentino (que está hoy a cargo del mismo). Nos lo enseña, nos da instrucciones y nos dice donde podemos asearnos y dormir. Nos dice que si queremos comer y cenar en el albergue que estamos invitados. Agradecemos la invitación y aceptamos cenar. El albergue es como un organismo en desarrollo cuya evolución parece haber sido algo anárquica y cuyas reestructuraciones futuras no parecen fácilmente predecibles. La buena voluntad parece regirlo todo, aunque no siempre es suficientemente efectiva.

Después de lavarnos nos acercamos a la iglesia y ya nos quedamos a la parte final de la misa. La oficia un sacerdote joven que le habla a la gente con mucha desenvoltura y autoridad. El templo está lleno de feligreses.

- El jueves es Santiago. No es fiesta pero es día de precepto, así que la misa solemne a las 12 y no os retraséis que tengo un compromiso.

La sencilla iglesia de transición al gótico merece la pena. Fuera tiene algunas informaciones y una réplica de una sección de calzada romana hecha en plan didáctico.

Después de la misa nos vamos a tomar el vermú a Casa Modesta, donde les decimos si nos darán de comer. De momento nos dicen que no, pero cuando se dan cuenta de que somos caminantes, uno de los hijos nos dice que, si nos vale un plato de alubias y un filete de cerdo con ensalada, su madre nos dará de comer a las dos menos cuarto. Mientras se hace la hora nos vamos al Bar Ruedo, que está al lado. Allí unos parroquianos echan una partida de cartas antes de comer. A las dos toda la gente se ha ido y comemos tranquilamente en Casa Modesta.

Nos vamos al albergue a echar la siesta. Cuando llegamos están comiendo. Don Blas, el sacerdote que dijo la misa, preside la mesa. Vemos a la que suponemos la peregrina francesa que desde hace días venimos siguiendo. Es la única peregrina que hay hoy en el albergue.

Paca se queda durmiendo la siesta y yo me bajo a escribir al comedor, donde ahora Don Blas toma café con unas señoras del pueblo. Me presento e inmediatamente soy invitado a café y pastas. Charlo con el sacerdote sobre los arrieros, pues veo que es un asunto que le interesa. Le hablo del libro "La Cofradía de la Santísima Trinidad y la Caballada de Atienza (Guadalajara)" de Jesús de la Vega García, en el que se hace un estudio documentado sobre una de las cofradías de arrieros más antiguas de España y que aún pervive. Quedo en enviarle dicho libro, cuando le consiga uno; él me regala un libro de Salvador Llopis: "Por Salamanca también pasa el Camino de Santiago". Don Blas prepara actividades con la gente del pueblo (están preparando la subida a la Peña de Francia con carros desde La Alberca) y se muestra muy activo y ocupado. Se ve que es persona de acción. Sostiene Don Blas la existencia de una peculiar "trinidad" íntimamente relacionada en el pasado: los arrieros, los peregrinos y las órdenes militares; pies, según él, de un mismo taburete.

A la tarde Paca saluda a Don Blas y visitamos a los burros que guarda en un corral enfrente del albergue. Después nos vamos con Florentino, el hospitalero, a tomar un vino y luego a cenar al albergue. Don Blas no se queda a cenar, se va en su viejo Opel Corsa blanco a ver a su madre. La cena la ha preparado Benjamín. Iván, Miguelín y Benjamín son tres protegidos de Don Blas que residen en el albergue por distintas razones y realizan tareas en la casa. Así que los tres residentes en el albergue, Florentino, Genevieve la francesa, Paca y yo somos los comensales. La cena es abundante y sabrosa. Cuando terminamos de cenar recogemos un poco la cocina y enseguida llegan amigos del pueblo con los que charlamos y bromeamos antes de acostarnos. Miguelín se pone un poco patoso porque ha bebido más de la cuenta y se mete con Iván. Nos acostamos enseguida.

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Fuenterroble de Salvatierra - San Pedro de Rozados

21/07/2003
Etapa 20

Km.: 30
Horas: 6,5
Dificultad: de normal a dura
Clima: caluroso
Señalización: buena, pero escasa subiendo al Pico de la Dueña
Descripción general: zona de dehesa y carretera por zona cerealista

Cuando los tres caminantes nos levantamos, Florentino nos espera en la cocina con los desayunos preparados. Café con leche, mantequilla, mermelada, magdalenas, galletas y pastas. Son poco más de las 6 y media cuando nos despedimos y, entre dos luces, iniciamos el camino de hoy. El hospitalero no puede haberse portado mejor con nosotros.

Tras aproximadamente un kilómetro por carretera tomamos un camino a la derecha. El camino, tipo cañada, nos mete en la dehesa y poco a poco nos lleva a la falda del Pico de la Dueña. Genevieve, que lleva una mochila enorme, prefiere llevar su ritmo y nos sigue a unos 300 metros. Cuando iniciamos la subida o, mejor dicho, un poco antes titubeamos. Hemos perdido la flecha. Cuando iniciamos la subida volvemos a localizarla. Enseguida aparece una cruz de madera. Paca y yo traemos un par de pequeños pedernales de Guadalajara en la mochila. Pensamos que este es el lugar indicado para dejar nuestras piedras y tener un recuerdo para los seres queridos que, de algún modo, hacen este camino en nuestra mente.

Aparecen otras dos cruces según subimos al pico y finalmente la cruz definitiva. Es una cruz de la orden de Santiago, hecha en hierro, colocada sobre un poste de madera. El pico está lleno de vacas, pero no son bravas. Hablamos con el vaquero, que anda por allí, y enseguida descendemos hacia la carretera. En la bajada encontramos otra cruz de madera. A los pocos metros de alcanzar la carretera se nos cruza una gineta. Es la primera vez que veo uno de estos animales durante el día.

Hacia San Pedro de Rozados caminamos carretera adelante sin una nube en el cielo azul y bajo un sol que abrasa. Sólo una tenue brisa serrana nos alivia un poco de cuando en cuando. Los 14 kilómetros que nos quedan se nos hacen monótonos. Descansamos un poco en la Dehesa de los Mendigos. Sentados en un poyo a su entrada nos hacemos un café de sobre y continuamos. Pasamos frente a rebaños de vacas y grupos de caballos que pacen sueltos a ambos lados de la carretera tras alambradas o tapias de piedra. También se ven cerdos ibéricos en algunas fincas.

Al entrar en el empalme de la carretera con San Pedro de Rozados nos rebasan cuatro ciclistas sin equipaje, que nos miran perplejos. Cuando llegamos al Bar Moreno (donde sellan y dan las llaves de las escuelas) allí están los cuatro ciclistas. Nos miran con algo de desgana mientras pedimos las llaves de las escuelas. Quizás pensaban quedarse y hemos interferido en sus planes. De todos modos no nos dicen nada.

Uno de los hijos de la señora del bar nos guía a las escuelas con su bicicleta. Es un refugio muy elemental, un edificio de 1922 con algún cristal roto (cuatro colchonetas, una ducha, un retrete y un lavabo). Algún caminante ha dejado un cartel que dice: "Aunque tengáis calor no abráis las ventanas o todo se llenará de moscas". Se ve que la escuela está rodeada por las naves donde encierran a las ovejas. Paca y yo nos instalamos y, después de asearnos y hacer la colada, nos vamos a comer al Bar Moreno.

- Estamos de luto en el pueblo. Hoy han muerto dos hijos del pueblo en un accidente de tráfico.
- Vaya, qué lástima. ¿Dónde ha sido?
- En Guadalajara.
- No me diga, pero si nosotros somos de allí.
- También es casualidad.

En cuanto comemos nos vamos a la siesta. De la francesa Genevieve no hemos vuelto a saber desde el Pico de la Dueña. Damos una vuelta por el pueblo, hacemos alguna compra (insecticida entre otras cosas) y la dejamos en el refugio. Estamos en el bar cuando aparece la francesa. Nos cuenta que llegó después de las dos y que se fue a la piscina pero que no desea dormir en el refugio, que continuará camino y dormirá en el campo donde se le haga de noche. ¡Qué valor tiene esta mujer!

Cuando vamos a cenar al bar encontramos a Jaime, el chico que nos guió a las escuelas, haciendo toreo de salón ante unos enormes cuernos montados sobre una rueda y los manillares que la guían. Nos cuenta que estudia tauromaquia en la escuela de Salamanca. Observamos como el muchacho recoge los trastos de torear. Concentrado, pliega las telas con verdadera unción, sólo le falta besarlas. El muchacho, de unos 13 años, parece una miniatura sacerdotal de ese dios pagano que es el toro bravo. Hace falta verlo.

- Ya he toreado una vaquilla - y nos muestra orgulloso un pequeño álbum con cuatro fotografías del acontecimiento.

Después de cenar nos vamos a la escuela, charlamos un poco, tomando la fresca, en la puerta que da al patio. A la hora nos acostamos. Casi le hemos tomado cariño a la vieja escuela.

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San Pedro de Rozados - Salamanca

22/07/2003
Etapa 21

Km.: 25
Horas: 5,5
Dificultad: normal
Clima: caluroso
Señalización: poca
Descripción general: dehesa y páramo cerealista

Nos hacemos el desayuno en la escuela y nos vamos a las siete menos cuarto. La placa de mármol que los alumnos de Don Moisés Fernández de Dios dedicaron a su maestro el día de su jubilación, el 28-X-1958, nos despide al salir. Llegamos a la iglesia y tomamos la calle que sale a su derecha. A los pocos hectómetros esta calle se transforma en el camino de Morille. Dejamos algunos rebaños de vacas atrás, bien guardados en sus cercas, y llegamos a Morille. Desembocamos en una carreterilla asfaltada y no vemos flecha que nos diga el sentido a tomar. Entramos en el pueblo y preguntamos.

- Cojan el camino que deja el cementerio a la derecha.

Dejamos los últimos restos de dehesa y tras pasar varios canales entramos en la zona cerealista. Aún se cosecha y, de lejos, se ven ya las torres de las catedrales. A las dos horas largas estamos entrando en la ciudad y a las 12 estamos en la catedral, donde sellamos. El sobrio sello redondo de la catedral tiene abajo el florero del cabildo y en mitad, con letra grande, "PEREGRINO", encima con letra pequeña "Catedral de Salamanca". No sé si seremos peregrinos, pero el sello nos lo llama.

En la oficina de turismo nos asesoran sobre servicios y precios y nos quedamos en el Hotel Emperatriz de la Rúa Mayor. Una vez aseados tomamos un vermú en la hermosa Plaza Mayor y luego, sin prisas, nos vamos a comer a El Asador, restaurante próximo a una de las entradas de la plaza. Tras la siesta nos ponemos en contacto con Luis y quedamos en una terraza de la plaza a las 8.

Sentados en la terraza comentamos con Luis las últimas etapas salmantinas y le decimos que a partir de Salamanca vamos a ser los "jueces implacables" de su guía y que ya le comentaremos las incidencias.

- Mientras no me llaméis mañana diciendo: ¡Desgraciao, que estamos en Valladolid!

Entre risas tomamos unas tapas por los bares céntricos (Casa Paca, etc) y Luis nos dice que, en Salamanca, el tapear es una decisión mejor y más barata que meterse a comer a un restaurante. Amablemente Luis nos acompaña hasta nuestro hotel, allí nos despedimos.

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Salamanca - El Cubo de la Tierra del Vino

23/07/2003
Etapa 22

Km.: 35
Horas: 8
Dificultad: dura
Clima: caluroso
Señalización: poca en los caminos, sí en los pueblos
Descripción general: salida ciudad, zona cerealista, carretera, semidehesa, carretera

La salida de Salamanca (Plaza Mayor, Calle Zamora, Avda. Torres y Villarroel, N-630) no se hace tan larga como la de otras ciudades. Muy poca señalización no sólo en la salida sino en casi toda la etapa. Abundan, sin embargo, las flechas amarillas en el interior de los pueblos. La etapa fue por estas razones un buen test para la guía "Ruta del Camino de Fonseca", que precisamente describe el camino comenzando en Salamanca.

Antes de salir de Salamanca desayunamos en una cafetería. Por la N-630 dejamos atrás la ciudad. Por un camino a la izquierda y paralelo a la N-630 llegamos a Aldeaseca de Armuña. Salimos del pueblo pasando por detrás de la iglesia y luego a la derecha. A unos 300 metros hay una bifurcación sin señalizar, tomamos el camino de la izquierda como dice nuestra flamante guía del Camino de Fonseca y ya, a partir de este momento, se convierte en nuestra continua referencia. Casi no hay flechas. Algunos caminantes nos habían dicho que, tras despistarse un par de veces, habían optado por hacer la etapa por carretera. Nosotros no queremos hacer esto.

Unas chicas hacen deporte por las pistas que llevan a Castellanos de Villiquiera, pero sólo conseguimos alcanzarlas en el pueblo. Con nuestra guía en ristre llegamos a Calzada de Valdunciel, donde hacemos nuestro segundo desayuno. Los parroquianos del Bar La Torre (tres hombres del pueblo y un guardia civil de uniforme) nos observan en silencio mientras toman su copa de por la mañana. El guardia (con pistola y esposas) sólo una, pues está de servicio.

- ¿Qué le debo de los cafés y las magdalenas, señora?
- 3 euros.
- ¿Pasan muchos caminantes?
- Ya lo creo, y cada día más. Son incontables los que pasan. Anoche, sin ir más lejos, tomé la fresca con una belga. Con eso ya le digo todo.
- Bueno, pues me alegro. Nosotros nos vamos al Cubo.
- ¿A estas horas? Pero si está haciendo un calor que se deshacen las grasas y tienen aquí un albergue nuevecito.

A pesar del parte meteorológico y de la hospitalidad, Paca y yo nos vamos. Cuando llegamos a la báscula que hay junto a la N-630, vemos a una pareja de la Guardia Civil, que utilizan un furgón blanco de incógnito, pesando camiones y furgonetas. En cuanto terminan con un vehículo y le mandan salir, paran al primero que pasa.

Se supone que de la raqueta que hay para entrar a la báscula (viniendo de Salamanca) sale un camino. Y así es, pero un laborioso labrador ha roturado los primeros 300 metros. De modo que hay que avanzar entre la broza y los terrones, siguiendo la vía del tren, hasta encontrar de nuevo el camino. Después la señalización de nuestra guía es correcta, excepto en un punto (creo que el 38 del rutómetro) en que el texto dice izquierda y la flecha está dibujada a la derecha. Erratas.

Llegamos, hartos de calor y cansancio, al Cubo de la Tierra del Vino cuando el reloj de la villa da las 2 de la tarde con sus armoniosas campanillas. En el primer bar de la izquierda (el Bar Santo Domingo) nos dicen donde localizar a Don Tomás, el párroco, y de paso que dan comidas y tienen camas y que cobran a 12 € por caminante.

No hay nadie en casa de Don Tomás, pero sí una nota que nos manda a casa de una vecina. La señora nos lleva camino del albergue y en estas nos encontramos con Don Tomás que viene algo fatigado, con el alzacuellos abierto y una gorra de visera. Es un hombre corpulento de más de 70 años y con pinta de cura de los de toda la vida. Nos saludamos.

- ¿Qué? ¿Os ha mandado el del bar? Y os habrá dicho, de paso, que tiene camas, ¿no? Bueno, pues ya, coméis conmigo.
- Perdone, muchas gracias, pero es que ya hemos quedado en ir a comer allí.
- ¡Me ca...! ¿Pero es que esta gente no se da cuenta que el peregrino está fuera de su casa un montón de días y que no se puede pagar comidas y camas y cenas y...? Bueno, es igual, si no os hubiera cazado ese ya os hubiera cazado la otra... y así todos los días.
- Tienen que ganarse la vida, interviene la vecina con mucha prudencia.
- Bueno, pues cenáis conmigo. A las nueve. ¡Pero a las nueve en punto, eh!

El albergue tiene dos habitaciones separadas por el portalón de acceso a la iglesia, separado a su vez de la calle por una verja. En la habitación de la derecha, sin servicios y con dos camas, se alojan los transeúntes; en la de la izquierda con cuatro camas y un cuarto de baño (ducha, lavabo y servicio) los caminantes.

Comemos en el Bar Santo Domingo, donde encontramos a la francesa Genevieve, que a la hora de la siesta viene al albergue y descansa un rato. La francesa sigue su camino y le decimos que quizás nos veamos en Zamora al día siguiente. Tras la siesta y la colada damos una vuelta por el pueblo. Tomamos un vino y nos hacemos una foto con el jefe del Bar Santo Domingo.

- No os digo nada, cenáis con el cura. Me lo sé de memoria.

Se ve que aquí todos se conocen bien. Efectivamente, a las nueve en punto a cenar en casa del párroco. Don Tomás nos recibe muy bien, a mesa puesta y en plan familiar y campechano. Nos parte en el acto excelente embutido de la tierra. La mesa tiene en el centro una ensalada y, enseguida, sale del frigorífico una fuente de ensaladilla rusa. El cura nos sirve generosas raciones y nos llena dos vasos con el vino espeso y negro de la zona.

- Porque beberéis vino, ¿no?

Hablamos de cosas variadas, de caminantes, de transeúntes, de los problemas del trato con gentes desconocidas, de mantener abierto el albergue...

- Hasta a pegarme han llegado y uno, una vez, me dio un navajazo.
- Pues hace falta valor para continuar atendiendo a la gente.

A la ensaladilla le sigue tortilla de patatas con unos pimientos verdes grandes y picantes que hacen que a los tres se nos salten las lágrimas.

- Esto son pimientos y lo demás es hierba. Es lo que más me gusta en el mundo.
- Sí, Don Tomás, ¿pero no le duele el estómago?
- Claro, por eso casi no bebo vino.

A continuación aparece una cacerola con bonito guisado y, enseguida, varios trozos pasan a los platos.

- ¿Y se porta usted así con todo el que pasa?
- Pues lo procuro, hermano.
- ¿Pasa mucha gente?
- Ciclistas sí, pero esos no son peregrinos, esos son turistas.

Mientras cae el bonito, don Tomás nos cuenta que los de Turismo querían poner un albergue abierto las 24 horas, pero como le dijo él a la encargada que vino:

- Y lo atiendes tú, maja.

También nos cuenta que hay mucha gente desagradecida que le ensucia el albergue y hasta le mean las camas y se van sin dejar el donativo (3 €) y sin dar ni las gracias. Hace poco vinieron unos con caballos que se le presentaron en casa exigiendo.

- ¡A ver, las llaves del albergue, cuadras para los animales y cebada para los caballos!
- ¡Si fuera para ustedes se la daba ahora mismo!

Don Tomás tiene un genio explosivo que aparece a la mínima, pero es bueno y al minuto parece que todo se olvida. Saca la fruta y una fuente con un gran flan casero y, cuando ya parece que el banquete ha acabado, va a la despensa y regresa con una caja precintada de pastas suizas.

- ¡Qué bien saben hacer los extranjeros estas cosas, las hacen pequeñitas, no como aquí, pero qué ricas!
- ¿Cómo ha podido usted sobreponerse a tantas cosas y seguir con tanta ilusión?
- Por el de arriba, hermano, que es buen jefe.

En esto llaman a la puerta.

- ¿Don Tomás, que si podemos quedarnos en el albergue, que somos tres ciclistas?
- Pues claro, y cenar también, que aquí tengo a otros dos.
- No, para cenar traemos, pero, si quiere usted compañía, venimos a pasar un rato con usted.
- ¡Oye, oye¡ A ver si nos entendemos. ¡No confundas los términos! ¡¡El que da compañía a los peregrinos soy yo y no al revés!! ¿Estamos? ¡Pues sólo faltaba esto!

El aludido se disculpa un poco azorado y tras saludar se va.

- ¿Lo estáis viendo? ¡Ciclistas tenían que ser!

Don Tomás sella nuestras credenciales. El sello de la Parroquia de Santo Domingo es bonito y original.

- Lleva la estrella y éste es el Ángel de los Caminos.

Nos vamos los tres al albergue, después de dejar un donativo, para el mantenimiento del mismo, en el cestillo que hay sobre un mueble en uno de los pasillos de la casa.

- Dejadme aquí el donativo, si queréis dejar algo, que muchas veces la gente lo deja en el albergue y algún espabilao me lo recoge.

Cuando llegamos al albergue vemos que los tres ciclistas están organizándose. Son dos andaluces y un vasco. Los andaluces con de Coín (Málaga) y uno de ellos, casualidades de la vida, se llama como yo, Salvador Sánchez. Como han visto que estábamos Paca y yo en la habitación más grande, ellos, para no molestarnos, se han acoplado en la pequeña. Les decimos que podemos compartir las habitaciones, que para eso están, que no nos molestan. Sin embargo los tres chicos dicen educadamente que se quedan donde están.

- Dejadles que se apañen. Vosotros donde estáis. ¡Buen Camino!
- Gracias por todo, Don Tomás.

El cura se va a dar un paseo con un bordón de peregrino y les dice a los ciclistas que pasen a sellar a eso de las 11. Tomamos el fresco un rato en la terraza del Bar Santo Domingo y luego, tras dar las buenas noches a los ciclistas, a dormir.

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El Cubo de la Tierra del Vino - Zamora

24/07/2003
Etapa 23

Km.: 33
Horas: 8
Dificultad: dura
Clima: caluroso
Señalización: buena
Descripción general: zona de vid y cereal

Salimos temprano, entre dos luces, como casi siempre. Ayer hubo algún tramo de carretera, hoy es camino casi todo. El camino discurre un buen rato junto a la vía del tren. La señalización, al contrario que ayer, es buena. Con muy buen paso y mejor ánimo llegamos a Villanueva de Campeán a las 9 de la mañana. A la entrada del pueblo nos cruzamos con un abuelo que, azadilla al hombro, va a su huerta.

- ¡Buen viaje y qué se cumplan sus deseos!

En el Bar Jambrina, el ama, tras prepararnos un gran desayuno, nos da conversación. En los grandes tazones de café con leche, a la antigua, vamos mojando las tostadas caseras. La mantequilla y la mermelada no faltan pero, a pesar del buen apetito, no somos capaces de acabar con la fuente de tostadas. La señora nos cuenta que ella no está muy bien de salud y que el nuevo ayuntamiento del pueblo no está muy inclinado a seguir la línea de apoyo a los caminantes, como se ha hecho hasta ahora, que ella seguramente que lo dejará el año próximo. Parece que es la encargada de atender a los caminantes y que últimamente no está muy ilusionada con la tarea.

Dejamos el pueblo por una amplia vega y cuando queremos darnos cuenta, nos hemos perdido. No se puede ir de conversación pasando de flechas y de todo. Nos cuesta media hora volver al camino verdadero. Luego ya no volvemos a tener problemas.

A unos 8 kilómetros de Zamora nos alcanzan los tres ciclistas de la noche anterior. Se paran, nos dan agua fresca y nos despedimos. Son ciclistas tranquilos, van sin prisa y disfrutando del viaje. Tardamos un buen rato en perderles de vista. Nos damos cuenta que en este camino, contrariamente a lo que nos ocurrió en el Camino Francés, a los ciclistas les cogemos cariño. Los ciclistas a los caminantes creo que también, y es que en esta ruta, como somos cuatro gatos, todos estamos deseando ver a alguien.

Bien pasadas las dos de la tarde llegamos a Zamora. Cruzamos otro gran río, el Duero. Paca y yo cada vez que cruzamos un río grande lo celebramos. Guadalquivir, Guadiana, Tajo y hemos llegado al Duero. Estamos muy cansados y no tenemos ganas de complicarnos la vida buscando hostal, así que, nada más pasar el puente medieval sobre el Duero nos metemos en la Hospedería Real de Zamora. Es un antiguo caserón que fue palacio de la Inquisición y en él, seguramente, más de uno lo pasó mal en otros tiempos. Una vez que nos aseamos en la confortable habitación, bajamos a comer en la misma hospedería. Luego larga siesta.

A la tarde subimos al centro antiguo de la ciudad. Hacemos algunas compras y yo voy a que me corten el pelo. En la Rúa Ramos Carrión, que da a la Plaza Mayor, entro en la Peluquería Morán. El peluquero, un hombre maduro, está sentado en un sillón leyendo el periódico y casi parece que le interrumpo su concentrada lectura. Como parece tradicional hablar con los barberos, le cuento que venimos andando desde Sevilla y que el cura de El Cubo nos atendió muy bien. Le describo las atenciones del párroco.

- ¿Me está usted diciendo que Don Tomás les invitó a cenar? Pero, ¿Don Tomás el de El Cubo de la Tierra del Vino?

El barbero me pregunta con extrañeza y aparente incredulidad. Me cuenta que él es de Mayalde, un pueblo cercano al Cubo, y que Don Tomás tiene fama en la zona de tener un humor tan vivo como voluble.

- Pero si usted me dice que les invitó, les creo. Ya le diré yo, cuando le vea, que ha hecho una obra de caridad.

El peluquero me corta muy bien el pelo y cuando nos vamos (Paca ha entrado a buscarme a la peluquería) nos da un puñado de chupa-chups para el camino y nos desea buen viaje.

Cenamos en el Restaurante Serafín y después de tomar el fresco en una terraza de la Plaza Mayor nos vamos a descansar a nuestra cómoda habitación. Antes de llegar, justo en la Rúa de los Francos, nos encontramos con José Arribas, un amigo que reside en Los Angeles y al que llevábamos años sin ver. Casualidades de la vida, oye.

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Zamora - Montamarta

25/07/2003 (Día de Santiago)
Etapa 24

Km.: 20
Horas: 4
Dificultad: fácil
Clima: caluroso
Señalización: suficiente
Descripción general: zona de cereal

Como gozamos de un buen alojamiento en Zamora y la etapa va a ser corta, apuramos el tiempo de descanso en la hospedería. Las dos etapas anteriores han sido de unos 35 kilómetros y han mermado nuestras fuerzas. Así que, para remediarlo, salimos hacia las ocho y media bien descansados y desayunados.

La salida de Zamora, como la de casi todas las ciudades, se hace algo tediosa. Al cabo de 45 minutos ya nos encontramos en la carretera de La Hiniesta, luego en las escombreras de la ciudad y un poco después en los caminos de concentración por los que el camino discurre. Estos caminos tienen en esta zona un firme de pequeñas piedras rodadas que están sueltas. Esto hace que sea incómodo y fatigoso el caminar por ellos.

Atravesamos Roales del Pan, que es un pueblo bastante largo. Al final llegamos al Ayuntamiento, donde un par de monolitos hacen alusión a la Vía de la Plata. También hay una fuente, donde nos aprovisionamos de agua. A la salida del pueblo volvemos a las pistas de concentración. En el depósito del agua hay dos chicas sentadas que, al vernos titubear, gritan:

- ¡A la derecha y luego a la izquierda!
- ¡Gracias!

La pista continúa durante kilómetros. Ocre de barbechos, amarillo de rastrojos y el azul raso del cielo. No hay nubes. El sol nos abrasa el cogote y el aire sale como de la boca de un horno. Castilla, sobran más palabras.

Nos alcanzan tres ciclistas. Es su primer día, acaban de salir de Zamora. Van a hacer la Ruta de Fonseca (o sea, por Sanabria y Orense a Santiago). Les decimos que nosotros también y para nuestra sorpresa nos llaman pioneros. Les hablamos de la minuciosa guía que ha hecho de este camino Luis Antonio Miguel Quintales. Lamentan no conocerla y no haberla adquirido, pues viajan con una casi para coches. Nos despedimos. Aunque llevemos la misma dirección y sentido, la velocidad, es lo que tiene, genera separaciones.

Son las doce y media cuando empezamos a llegar a Montamarta. Digo empezamos porque es un pueblo larguísimo cuya iglesia y ayuntamiento están casi al final.

- ¡Vayan corriendo a sellar, que el cura está a punto de irse!, nos dicen las mujeres que están saliendo de la misa del día de Santiago.

Cuando entramos en la iglesia sale de ella un caminante de larga barba y melena, ambas blancas. Parece extranjero, pero no nos da tiempo mas que a intercambiar apenas una mirada.

- ¡Señor cura que vienen dos más!, dice una de las feligresas que salen.

La repentina obscuridad de la iglesia nos deja ciegos, por haber pasado tantas horas en la claridad más deslumbrante.

- Pero, ¿qué se han creído ustedes? ¿Es que no tengo yo otra cosa que hacer más que sellarles? ¡Pues sepan que tengo mucha prisa y no me puedo entretener con estas gaitas! ¡Qué tienen ustedes que estar al loro! ¡Qué hay que espabilar! ¡Qué no se enteran!, se despacha el cura con nosotros sin que hayamos abierto el pico.

- Perdone, pero acabamos de llegar en este momento y no sabemos nada.
- ¡Venga, venga, espabilen, qué me voy, qué no me gusta hacer esperar cuando tengo un compromiso!, nos sigue voceando el cura sin reparar en nuestro aturdimiento y cansancio.

El sacerdote nos sella de cualquier manera, no nos pone ni la fecha. Ante su actitud salimos corriendo de la iglesia, casi huyendo, con las credenciales en la mano, y las mochilas medio a rastras para no perder tiempo. Montamarta, Parroquia de Nuestra Señora del Castillo, día de Santiago del 2003. Amargo recibimiento para dos que caminan de Sevilla a Santiago. También al ánimo se le puede echar un cubo de agua. Se ve que la educación no es el punto más fuerte de este hombre de Dios.

A la salida nos cruzamos con el caminante extranjero de la barba blanca. Está anonadado, pues le ha caído un recibimiento idéntico. Su ventaja es que no domina el idioma hasta el punto de captar totalmente el desprecio con el que nos ha tratado el sacerdote.

Vamos al Ayuntamiento y en la secretaría un señor nos informa de que en el pueblo hay una casa de turismo rural y un hostal que dejamos un kilómetro atrás, junto a la carretera. Sólo en caso de que no encontremos nada, nos proporcionaría un local del ayuntamiento que está bastante destartalado. Notamos que el hombre no nos quiere meter allí de ninguna manera.

La casa rural está ocupada, pero la amable propietaria llama desde su casa al Hostal El Asturiano y nos dice que allí tenemos habitación. Allí verificamos, con sorpresa, que cobran por persona (15 € por persona). Pensábamos que eso era sólo cosa de los albergues. pero que los hostales cobraban por habitación, como toda la vida. ¿Habrá aprobado la Consejería de Turismo de Castilla-León nuevas normas hoteleras? Estamos cansados y prácticamente sin alternativa, así que nos quedamos. Comemos el menú y, después, buena siesta.

A la tarde damos una vuelta por el pueblo, visitamos el viejo casino y tomamos un vino en su fresca terraza trasera. Cenamos, mejor que comimos, en el Restaurante Rosa Mari. Ya anochecido, mientras tomamos el fresco en la terraza del hostal, llega una japonesa andando. Ha iniciado el camino en Salamanca y dice venir hoy desde El Cubo (unos 55 Km.). Nos quedamos atónitos. La japonesa viaja sola y, para nuestra sorpresa, lleva la guía "Ruta del Camino de Fonseca". Estos japoneses están a la última, se enteran de todo. Charlamos un rato con el dueño del hostal y su señora, que es la cocinera, y nos acostamos.

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Montamarta - Granja de Moreruela

26/07/2003
Etapa 25

Km.: 22
Horas: 6
Dificultad: fácil
Clima: caluroso
Señalización: suficiente
Descripción general: zona de cereal, pantano y cereal

Salimos a las seis y media. Cruzamos Montamarta entre ladridos de perro y cantos de gallo. El brazo seco del pantano nos deja llegar a la ermita por el camino del puente viejo. Siguiendo el camino cruzamos un par de veces la general y bordamos el pantano. A quien no le apetezca hacerlo puede continuar por la N-630 hasta Fontanillas del Campo para abreviar.

Las ruinas de Castrotorafe nos llaman la atención, parecen las de una ciudad vacía más que las de una fortaleza.

Intentamos desayunar en el bar junto a la gasolinera de Fontanillas, pero aunque son las nueve y media aún no está abierto.

- Ayer estuvieron de fiesta hasta las tantas, así que tardarán en abrir. Si quieren desayunar peras están invitados.

La que así habla es una señora que recoge los frutos de un peral frente al bar y que nos dice que es la madre de los dueños. Damos las gracias y continuamos. Atravesamos el pueblo y enseguida las flechas nos llevan a un camino de tierra que, paralelo a la carretera, nos conduce a Riego del Camino. Siguen los colores sobrios de Castilla, amarillo, ocre y azul, más el blanco de alguna nube.

En el Bar Pepe la señora Concepción nos da de desayunar y nos atiende amablemente, conversación incluida. Nos dice que acaban de repintar las flechas, así que no hay peligro de que nos perdamos. Nos cuenta que, a pesar de atender a los caminantes, el cura la mira mal. La razón es que, a veces y por necesidades de su negocio, falta a misa.

- Lo mismo me da. Lo primero es estar a lo mío. ¡Yo no tengo Papa!

La señora Concepción está contenta pues le han avisado un grupo de jinetes. Se presentarán allí dentro de un par de semanas procedentes de Sevilla.

- Eso sí: Hasta que no estén aquí yo no preparo nada, que no es la primera vez que me dejan con la comida hecha. ¡Mira tú!

Son las doce y media cuando llegamos a Granja de Moreruela. En el Bar Las Espigas nos dan la llave del albergue (3 literas, 2 servicios, 2 lavabos y 1 ducha). Cuando entramos nos encontramos a un ciclista de San Sebastián que se llama Iñaki y que está descansando. Pensamos que quizás esté a punto de salir, pues los ciclistas no son muy madrugadores. Iñaki nos saca pronto de nuestro error. Llegó el día anterior por la tarde y estuvo de juerga con los mozos del lugar. Parece ser que cenaron ensalada de vino con mucho caldo y ahora se está recuperando.

Paca y yo nos vamos a comer al Bar El Peregrino. Jesús, el patrón del bar y además alguacil del pueblo, nos atiende estupendamente. Comemos bastante bien por un precio moderado. Jesús nos cuenta las aventuras de Iñaki la noche anterior y nos enseña su bodega (la que Iñaki conoció horas antes). Antes de irnos a la siesta nos enseña también un camino alternativo para cortar saliendo hacia Tábara. No puede ser más amable con nosotros.

Tras la siesta nos despedimos de Iñaki que, para evitar males mayores (ya andaban los mozos buscándole), decide marcharse a las seis y media y llegar a Benavente.

Salimos a dar una vuelta y a comprar algunas cosas. Al rebasar la iglesia hay un esconce con un poyo. Allí, merendando tranquilamente, encontramos al caminante extranjero al que el cura de Montamarta regañó antes que a nosotros. Le saludamos. Es un hombre delgado y alto de ojos claros, con melena y barba blanca. Sabe pocas palabras en español, aunque entiende bastantes cosas. Nos dice que es irlandés y que se llama Patrick. Como hay buena voluntad por ambas partes, nos entendemos en inglés. Me pregunta que si hay refugio, le digo que sí y le propongo acompañarle en cuanto acabe de merendar. Me dice que demos una vuelta y que dentro de quince minutos estará listo. Paca y yo hemos notado que Patrick va bastante sucio (aún más que nosotros, quiero decir) y que, además de una voluminosa mochila, lleva una gran bolsa con comida (hasta con frascos de garbanzos) totalmente impropia por su peso para un caminante. No obstante, pensamos que tiene el mismo derecho que nosotros a utilizar el refugio, sea cual sea su historia. Cuando al cuarto de hora volvemos, Patrick tiene todo recogido y acaba de un largo trago el vino que hay en su cazo abollado de aluminio. En dos minutos le llevamos al refugio y le mostramos sus dependencias. Inmediatamente nos dice que no piensa salir y se mete en las duchas a asearse.

Paca y yo nos vamos a cenar donde comimos. Están haciendo pinchos morunos, así que aprovechamos. A las 10 nos despedimos de Jesús, le damos las gracias por todo y volvemos al refugio. Patrick está sentado en las escalerillas de acceso tomando el fresco. Nos sentamos con él. Se ha lavado y cambiado, también ha hecho la colada. Nos cuenta que viene de Fátima, vía Plasencia, y que se dirige a Santiago por Astorga. Dice que no le interesan mucho los refugios y que éste es el primero que utiliza en España, que vive largas temporadas en Fátima, que la gente le ayuda, que en el pueblo de la fiesta le dieron ayer mucha comida, que hace 10 años que es peregrino, que ha ido varias veces a Santiago y también a Roma, que le fascina el paisaje de España, que nació en un pueblo pequeño a medio camino entre Belfast y Dublín, que le desagrada la política del actual gobierno español, que acarrea una pequeña tienda de campaña para afrontar la intemperie...

A las 12 Patrick (el peregrino profesional), Paca y Salva duermen como benditos en el único dormitorio del refugio de Granja de Moreruela. Los tres en cada una de las camas bajas de las literas, los tres sobre colchonetas, los tres en paz, como tres príncipes.

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Granja de Moreruela - Tábara

27/07/2003
Etapa 26

Km.: 26
Horas: 6
Dificultad: normal
Clima: nuboso, calor
Señalización: casi suficiente
Descripción general: zona de cereal, de monte y más cereal

A las 6 suena el despertador de Paca. Patrick, Paca y yo nos aseamos. Luego compartimos desayuno: Café, leche y galletas con chocolate. Cerramos el refugio y nos vamos los tres juntos. Paca y yo vamos al Bar Las Espigas a dejar la llave. A estas horas está aún bastante concurrido por gente joven algo pasada de copas (es el final del sábado noche). Que se cachondeen un poco de los caminantes, inevitable. En Granja de Moreruela puede seguirse la Vía de la Plata hasta Astorga o tomar la variante conocida como Camino de Fonseca o Camino Mozárabe que va por Sanabria y Orense. En el punto donde divergen los caminos Patrick nos espera. Está inmóvil, contemplando el paisaje. Nos despedimos de él.

- Have a nice trip! ¡Buen camino!
- And the same for you both!

Paca y yo, en nuestro camino hacia el puente sobre el Esla, levantamos un montón de perdices. Nos encanta verlas correr por los rastrojos y arrancar a volar con ese zumbido del aire. Al cabo de una hora estamos atravesando el puente. En cuanto lo cruzamos descendemos por la izquierda casi hasta el río. Volvemos a ganar altura entre matorrales cuando ya dejamos atrás el otro puente viejo medio hundido. Subimos a un castro y luego comienza un camino por un bello paraje de carrascas, jaras y encinas. Cuando salimos del monte volvemos a la zona de cereal (donde anduvimos perdidos un buen rato) y por ella seguimos hasta Foramontanos de Tábara. Allí descansamos junto a la iglesia.

En la larga pista de tierra que va hacia Tábara hay un rebaño de ovejas. Un pastor y cinco mastines las guardan. El pastor no puede contener a los mastines que, ladrando a coro, corren directos hacia nosotros. Paca y yo, aparentemente sin miedo pero escagarradinos por dentro, continuamos a nuestro paso como si nada. Cuando ya los mastines están encima de nosotros se paran de golpe y dejan de ladrar. ¡Mastines, faroleros!

Tábara tiene una iglesia con una hermosa torre. Una señora, que va con su marido, nos informa de que hay refugio y de que para comer sólo hay un sitio: el Hostal Galicia, a un kilómetro del pueblo junto a la carretera.

- ¿De donde dicen que vienen andando?, pregunta la señora.
- De Sevilla.
- ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, qué sacrificio tan grandísimo! ¡Ay, pero qué fuerza de voluntad!
- ¡Calla ya, mujer, calla! ¡Qué algo muy gordo habrán hecho estos para tener que venir andando desde Sevilla!, sentencia el marido.

Nos alejamos pensando en lo que cantaban hace años los de La Bullonera: "En la punta del dedo tienen los jueces un letrero que dice: te lo mereces".

Visto lo visto nos alojamos en el Hostal Galicia y allí comemos. Estupenda siesta. A las siete de la tarde damos una vuelta por el pueblo y buscamos las posibles salidas del mismo para el día siguiente. Hay un enjambre de adolescentes con bicicletas que recorren el pueblo con aire provocador y pendenciero sin parar de decir tacos y escupir. Pero afortunadamente van de farol como los mastines de esta mañana.

Cenamos en el Galicia en plan embutidos con ensalada y huevos fritos con patatas. No faltó el buen pan ni el vino tinto de Toro. Lo que se llama la dieta del leñador hambriento, una cena con fundamento y aporte calórico. Lo de andar es lo que tiene, que te puedes dar estos caprichos y encima te sientan bien.

Un ratito al fresco en la terraza del hostal y a dormir.

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Tábara - Camarzana de Tera

28/07/2003
Etapa 27

Km.: 30
Horas: 7
Dificultad: normal
Clima: caluroso
Señalización: suficiente
Descripción general: zona de cereal, monte y choperas

Salimos a las seis y media como de costumbre. Del Hostal Galicia a Tábara tenemos casi un kilómetro. Vistos los mapas, en lugar de buscar las flechas y salir del pueblo por donde entramos, decidimos tomar la carretera que va a Pueblica de Valverde y seguirla hasta pasado el kilómetro 11. Allí se acaba la subida y la carretera describe una curva a la derecha. En este punto la abandonamos y tomamos un camino que sale a la izquierda. Hay una flecha amarilla en una encina que nos señala el camino. Al poco, un anuncio en un árbol: Casa Anita, alojamiento para caminantes, en Santa Croya

Los parajes hasta casi Bercianos son bellísimos. Son montes de encinas con jaras y algunas retamas. Para que la fauna no falte vemos un par de zorros. Casi a las 10 estamos desayunando perrunillas empapadas en café con leche en el único bar de Bercianos de Valverde. Los dos tazones y la bandeja de perrunillas 1,80 €, nada que ver con el Camino Francés.

Atravesamos el río Castrón y nos alejamos de Bercianos por el camino de las bodegas, subiendo una cuesta. Antes, los tres perros de una pastora nos acojonan como de costumbre. La pastora ni caso. Subiendo por el camino de las bodegas sale otro zorro. Hay otro anuncio de Casa Anita en el tronco de un árbol.

Tras atravesar otro monte como el de antes de Bercianos, donde vemos una corza con su cría, cruzamos el canal y llegamos a Santa Croya de Tera. Un hortelano viejete y algo bufón se cruza con nosotros por la carretera de entrada.

- ¿Qué? ¿Entran en calor los pies?

Hacemos cuatro compras por el pueblo y lo atravesamos siguiendo las flechas.

- Otros dos a Casa Anita, ¿eh? ¡Buen camino!

Casa Anita es un refugio de pago que hay en el pueblo. No nos vamos a quedar, así que seguimos y cruzamos el río Tera. Enseguida estamos en Santa Marta de Tera. Nos detenemos a ver la famosa iglesia y el Santiago de la portada. Luego vamos a sellar a casa del cura, pero éste no está. Lástima, creemos que tiene el sello más antiguo del camino. También nos habían dicho que es un buen hombre al que vale la pena pasar a saludar. ¿Quién sabe? ¿Será otra vez?

Como la etapa de Mombuey (la de mañana) es algo larga y hoy nos encontramos bien, se nos ocurre que podemos acortarla algo. Llamamos al Hostal Juan Manuel que está a 5 kilómetros, en Camarzana, y como nos dicen que hay habitación nos vamos allí.

Mitad por camino, mitad por carretera llegamos a Camarzana a la una y media. Buena habitación. Comemos el menú del día, al que por ahora en ningún lugar del camino hemos visto que llamen menú del peregrino (lo cual es un alivio). Algo de colada y una buena siesta.

A la tarde damos una vuelta y tomamos un refresco en la cafetería Aries, junto a la iglesia, en el centro del pueblo. Como dudamos sobre como volver al camino al día siguiente, preguntamos al dueño.

- ¿El Camino de Santiago dicen ustedes? ¿Están seguros de que pasa por aquí cerca ese camino?

A la noche cenamos en el mismo hostal. Aquí no hay turismo y los precios no tienen que ver ni con el Camino Francés ni con los de otras zonas concurridas de España. Tomamos el fresco en la terraza del hostal durante un rato. A las once y media en la cama.

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Camarzana de Tera - Mombuey

29/07/2003
Etapa 28

Km.: 33
Horas: 8
Dificultad: dura
Clima: caluroso
Señalización: suficiente, a veces confusa
Descripción general: choperas, monte de encinas y jara, carretera

Nos levantamos a las seis menos veinte, pues la etapa de hoy es larga. Tomamos unas galletas en la habitación. El bar del hostal está abierto, así que tomamos café y zumo de naranja. A las seis y cuarto salimos carretera adelante. Es la N-525. A los 500 metros tomamos el cruce a la izquierda que va a Pumarejo. Al cabo de un kilómetro más o menos estamos en el puente sobre el Tera. El paraje se llama La Barca y hay una excelente zona de acampada.

Nada más pasar el puente encontramos las flechas y seguimos a la derecha por un camino de tierra. El camino discurre entre choperas, maizales, acequias y brozas.

Enseguida llegamos a Calzadilla de Tera, donde las flechas nos llevan a una iglesia vieja y medio en ruinas. La iglesia, tal como está, da algo de pena, como casi todos los edificios antiguos que conocieron tiempos mejores. A la derecha y detrás de la iglesia cruzamos un puente sobre un canal y tiramos a la izquierda por el camino junto al canal. No hacemos caso del cartel de prohibido el paso. A unos dos kilómetros cruzamos otro puente sobre el mismo canal y ya llegamos a Olleros de Tera.

Aquí hay, al menos, dos señalizaciones. Tomamos la que nos lleva a la iglesia y pasada ésta sigue hacia Otero de Bodas. Luego, a la derecha, sale una carreterilla flanqueada por postes de la luz que, a unos tres kilómetros, desemboca en otra más ancha. Siguiendo ésta, a la derecha, llegamos a la presa del pantano.

Atravesamos la presa y, a unos 30 metros, sale a la izquierda una carreterilla asfaltada. Aquí, a la sombra de una retama hacemos un descanso, nos revisamos los pies y tomamos un bocado. Hace ya mucho calor. La carreterilla bordea el pantano y nos lleva a Villar de Farfón.

A la altura del cementerio de Villar un gran bando de perdices se arranca entre la maleza a pocos pasos de nosotros. Al atravesar el pueblo una mujer viene caminando en sentido contrario. La mujer se anticipa a nuestro saludo. Nos dice que seguro que venimos de Sevilla, que estaremos muy cansados, que cuánto peso hemos perdido, que la senda que lleva a Rionegro del Puente no tiene pérdida y que, aunque con hierba, tiene buen firme, que pasan hasta con bicis...

- Fíjense, yo misma bajé descalza un año desde aquí hasta el Santuario de la Virgen de la Carballeda. No les digo más.
- ¿Y por qué?, tercia malintencionado un viejo desde un poyo a la sombra.
- ¡Uy! Pues por qué va a ser, por una promesa, como estos señores. ¿Verdad?

Efectivamente, siguiendo la senda poco señalizada pero sin pérdida llegamos a Rionegro del Puente. Detrás del Santuario de la Virgen de la Carballeda, a la izquierda de la carretera, descansamos y tomamos algo en un bar.

Salimos hacia Mombuey por un camino a la derecha de la N-525 que se toma en el mismo Rionegro y que cruza bajo la autovía. Al llegar a la carretera de Santa Eulalia el camino desaparece y quedan dos alternativa: seguir los postes del tendido eléctrico campo a través o el arcén de la N-525. Elegimos la segunda.

Una hora después estamos llegando a Mombuey con muy buena temperatura, o sea, asados. En el Hostal A Rapina nos dan las llaves del refugio y Casimiro, que debe ser el alguacil, nos lleva hasta él. Nos dice que ayer pasó una china bien maja. No es por contradecir a Casimiro pero, ante la escasez de caminantes orientales en la Vía de la Plata, deducimos que debe tratarse de la japonesa que vimos en Montamarta.

El refugio es una casa de una planta, recién retejada y con aspecto de nueva. Es rectangular con una sala grande y, a la derecha dos puertas, la una de los servicios y la otra de un pequeño almacén. En la estancia principal hay dos camas con colchón, dos mesillas, una gran mesa con bancos y un sillón, dos sillas, cinco mesas de colegio y tres colchones más apoyados en la pared. La habitación tiene dos ventanas, una frente a la otra. Está cerca de la iglesia de la peculiar torre.

Saludamos a los vecinos del refugio. Son unos señores del pueblo, en cuyo buzón hemos de dejar las llaves al marcharnos temprano al día siguiente.

- ¿Pasa mucha gente?
- Ya lo creo. Hasta una china hubo ayer. No la veas más maja, que antes de meterse al refugio dejó la mochila fuera y lo barrió todo. Y esta mañana nos ha dejado las llaves envueltas en un papel donde pone "Muchas gracias". Mire, mire.

Comemos en el Hostal A Rapina. Nos dan muy bien de comer. Sellan nuestras credenciales y nos vamos a la siesta.

A la tarde, cuando ya creíamos que el refugio iba a ser para nosotros solos, aparece un ciclista. Se llama Carlos, es de San Sebastián y salió el 16 de Julio de Sevilla. Viene con un pañuelo cogido con imperdibles a la gorra de ciclista. Se ha perdido en el pantano y nos cuenta que, cansado y acosado por el calor, ha terminado por meterse en el agua vestido y calzado. Le decimos que si conoce la guía Ruta del Camino de Fonseca. Le hablamos de lo bien hecha que está y le decimos que, gracias a ella, nosotros no nos hemos perdido.

- ¡Jo, ya podréis. Con la superguía esa...!

Cenamos con Carlos y nos contamos muchas cosas. Dice que conoció al cura de Santa Marta de Tera a quien nosotros no pudimos saludar. El cura, al saber que era vasco, le dijo:

- Mucho, muchísimo tenéis que rezar los vascos para que Arzallus y el "Escabeche" ese cambien.

Le contamos que a nosotros la curia zamorana nos ha parecido también algo peculiar, pero que deben ser signos de los tiempos que vivimos. Nos acostamos a eso de las once. Los niños del pueblo se entretienen en llamar a la puerta del refugio y cachondearse de nosotros. Me consuela la idea de que yo, de pequeño, habría hecho lo mismo.

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Mombuey - Puebla de Sanabria

30/07/2003
Etapa 29

Km.: 33
Horas: 8
Dificultad: dura
Clima: caluroso
Señalización: suficiente
Descripción general: bosque de roble y carretera

Nos levantamos con sigilo para no molestar a Carlos. Nos hacemos el desayuno y preparamos las mochilas en el cuarto de baño por la misma razón.

Dejamos Mombuey en la semioscuridad que precede al amanecer. Salimos por delante de la bonita torre de la iglesia y nos despedimos en silencio del pueblo. Tras cruzar la autovía nos metemos en un espléndido bosque de robles y retamas. De cuando en cuando se intercala alguna pradera en medio del bosque. En algunas zonas hay algo de niebla fina pegada al suelo. Antes de llegar a Valdemerilla, en una de estas praderas del bosque hay un rebaño de unos 15 ciervos. Hay un par de machos jóvenes y el resto son hembras con crías. Pastan tranquilamente en la pradera brumosa. El espectáculo a la luz indefinida del amanecer nos traslada a otros lugares.

- Mira Paca, si parece que estamos en África.

Los animales nos sienten y se espantan, pero apenas se retiran de una carrera a donde empiezan los árboles. Allí se quedan inmóviles, observándonos.

Los pueblos comienzan a sucederse, algunos ya están ocupados casi al completo por los veraneantes de Agosto que van llegando. Hay muchos coches con matrícula extranjera pero que pertenecen a españoles que han vuelto a su pueblo. Son los emigrantes de tiempos casi olvidados o sus hijos que en verano no aguantan la morriña y se vienen a su minúsculo pueblo serrano. Los paisajes son espléndidos y algún que otro ciervo más se cruza en nuestro camino. Al poco de salir de San Salvador de Palazuelos un bando de perdices arranca tan cerca de nosotros que, además de asustarnos por lo inesperado del enérgico aleteo, podemos distinguir los llamativos colores de sus pechos.

En Entrepeñas dejamos un poco descansar los pies al aire y luego nos ajustamos de nuevo las botas. En Asturianos paramos a desayunar por segunda vez (café con leche y torrijas), son las diez y media y el cuerpo pide alimento.

- ¿Cómo vienen por ahí y no por la carretera de Mombuey?, nos dice una mujer al vernos llegar por el camino.
- Pues porque tienen que ir por el Camino de Santiago y no por la carretera, le contesta otra.
- ¡Buen viaje!
- Gracias.

El camino desde Asturianos en adelante no es nada cómodo y hay muchos tramos llenos de maleza. Sin embargo tiene sombra, pues discurre por el bosque. En Otero de Sanabria, en uno de los cruces con la N-525, decidimos no dejar ya la carretera y así hacemos los últimos 5 ó 6 kilómetros. Estamos cansados de tanta maleza. En esto Carlos, el ciclista de Donosti, nos alcanza. Para un momento y nos despedimos.

- ¡Aupa, Carlos!

Al centro de Puebla de Sanabria llegamos cansados a las dos de la tarde bastante entradas. Nos alojamos en el Hotel Carlos V que está muy céntrico. Comemos en la cafetería del hotel un plato combinado. Estamos muy cansados, así que la siesta es larga.

Damos una vuelta por el pueblo y visitamos el Café Central y la Taberna de las Ánimas (nuestra favorita). Cenamos, muy bien por cierto, en el Mesón Remate.

El dueño del Hotel Carlos V no tiene menú del día ni comedor y te da de comer en las mesas de la terraza o del bar, sin embargo en las habitaciones tiene carta de comedor. Se disculpa por no tener menú del día diciendo que sirve raciones muy generosas, vamos, de plato único. Cuando intentamos pagarle con la Visa nos manda al cajero de al lado a sacar dinero. Cuando le pagamos en efectivo no hace factura, suma los gastos de habitación y comidas en un trozo de papel y te dice que le debes tropecientos euros. Todo es verbal, con un apretón de manos, como se hacían las cosas antes. Y no sólo eso, sino que pretende cobrarnos cuando él quiera, después de cenar dice, dando por sentado que hemos de cenar en el hotel. A esto último no cedemos y nos vamos al Mesón Remate que es donde van los del pueblo y que es un establecimiento humilde pero recomendable. El único modo de demostrar que estuvimos en el hotel es el sello que nos estampó en la credencial, boca abajo, naturalmente.

Por lo que podemos observar hay que tener cuidado con la hostelería en Puebla de Sanabria, muchos establecimientos sólo abren en verano y son muy poco profesionales cuando no unos flagrantes descarados.

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Puebla de Sanabria - Padornelo

31/07/2003
Etapa 30

Km.: 25
Horas: 7
Dificultad: dura
Clima: caluroso
Señalización: muy desvaída
Descripción general: carretera, bosque, puerto de montaña

Desayunamos en nuestra habitación café capuchino y galletas. Cuando salimos del hotel es el primer día que sentimos frío y nos sale vaho de la boca. Por conocer el pueblo (hemos estado varias veces), nos vamos por un atajo desde nuestro hotel, pasando por el Cuartel de la Guardia Civil, al puente viejo. Una vez allí ya estamos en el camino.

Hay que seguir unos cuantos kilómetros por el arcén de la N-525 hasta casi llegar al Terroso. Luego comienzan los caminos entre bosques y carreteras.

Dos cervatos se nos cruzan y huyen en direcciones distintas, uno cruza la carretera y otro se vuelve por donde vino, ¿habremos separado a dos hermanos para siempre?

El camino es umbrío, a veces con túneles de vegetación. Llegamos a Requejo donde nos preparan unos tazones de café con leche bien grandes con un plato de rosquillas caseras. La gente de Requejo es simpática y nos da conversación. Nos estampan en la credencial, muy orgullosos, su sello de color rojo que dice:

"Bar-Tienda Bañao
Parada en el Camino de Santiago
Requejo (Zamora)".

Nos dicen que en el pueblo hay varios bares y un refugio. Requejo es además un pueblo bonito con una salida larga y bien señalizada. Desde el cementerio de Requejo cruzamos la carretera vieja (por la que se puede subir también al puerto) y seguimos la señalización de la cañada. Así nos internamos por un camino poco transitado pero muy bello. El camino nos adentra valle arriba entre la espesa vegetación y por tanto casi siempre a la sombra. A veces hay tramos inundados, lo cual nos indica que no es un tramo adecuado para épocas de lluvias.

El camino, después de una hora, nos deja muy cerca de las ruinas de una nave. Tomamos entonces, siempre siguiendo las flechas desvaídas (que parecen casi de musgo), una pista en mejor estado que asciende a la derecha. Sin dejar esta pista, que asciende continuamente entre el bello paisaje, llegamos a una explanada con naves en desuso, zonas con piso de cemento y quizás antiguas plantas hormigoneras utilizadas en la construcción de las carreteras. Estamos en la antigua N-525, que no debemos confundir ni con la actual N-525 ni con la autovía. Se trata de una carretera totalmente en desuso y, a veces, medio deshecha. Esta carretera será nuestro camino pasando por debajo de los viaductos de la moderna N-525 y de la autovía para, después de describir una gran curva y salvar un barranco, pasar de nuevo bajo los viaductos de la autovía y por encima del túnel de la N-525. Después, por un camino que deja a la izquierda las antenas desemboca en la moderna N-525 por cuyo arcén llegamos al pueblo. Justo en ese momento, en el alto que hay a nuestra derecha, se produce una impresionante explosión y la cresta de una loma salta por los aires con una tremenda polvareda. Son voladuras para hacer accesos y bases para los molinos de viento.

Nos alojamos en el Hostal Padornelo, donde también comemos el menú del día. Está muy concurrido por gentes que trabajan en la construcción de molinos de energía eólica y camioneros, pues tiene un excelente aparcamiento. El jefe del hotel es un hombre nervioso y de modales bruscos cuyo fuerte no es el trato con el público ni la cortesía, sin embargo la señora que nos recibe y nos muestra nuestra habitación es educadísima y agradable. Vaya lo uno por lo otro.

El Padornelo es un pueblo bastante deteriorado que ha quedado encerrado entre la autovía y la N-525 como el cuello de un ahorcado. A la tarde subimos carretera arriba a visitar el pueblo y los otros dos bares que hay junto a la carretera. En el Bar Silva se venden embutidos de la tierra y vinos. El Bar Prada lo atiende un matrimonio mayor, la señora charla un rato con nosotros y nos cuenta que en invierno viven en el pueblo nueve personas. Nos dice que a veces alquila habitaciones e incluso casas y que también, de vez en cuando, da comidas. Nos despedimos de ella y nos bajamos al Hostal.

- ¡Adiós y que el Santo atienda sus peticiones!, nos dice la señora muy cumplida.

En el hostal paran dos motoristas de la Guardia Civil con dos BMW estupendas. Entran en el bar con sus uniformes de verano y sus pistolas colgando a lo Clint Eastwood con las culatas al descubierto (muy de moda actualmente en el instituto armado) y se toman unas cañas. Algunos parroquianos aduladores les saludan y les dan conversación. Un gitano que está al otro lado de la barra les da ostentosamente la espalda nada más verles. Cuando los guardias terminan sus cañas se marchan bromeando discretamente con algunos parroquianos sobre la prueba de la alcoholemia. Dicen también que al día siguiente, 1 de Agosto, tendrán una jornada dura.

Paca y yo cenamos en el hostal y luego nos salimos a tomar un poco el fresco. Nos sentamos en una especie de terraza adosada a la pared externa del hostal que da a la gasolinera. Hay algunos camiones grandes aparcados cuyos chóferes se preparan para dormir en las cabinas acondicionadas. Algunos de los capataces de la empresa que construye los molinos toman una copa al fresco. Bromean entre sí y con las camareras y se burlan del gitano que ignoró a los guardias. El gitano, aunque trabaja con ellos, mantiene las distancias y no les sigue la broma. El gitano habla con un perrillo pequinés que está muy nervioso pues su dueño le ha dejado encerrado en el interior de un coche. Logra calmar al perro e ignora las burdas bromas. Se ve que el gitano tiene costumbre de tratar con animales. Enseguida nos vamos a la cama.

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Padornelo - A Gudiña

1/08/2003
Etapa 31

Km.: 32
Horas: 9
Dificultad: dura
Clima: muy caluroso
Señalización: buena
Descripción general: bajada puerto por bosque, subida puerto por carretera, bajada puerto por bosque, zona de retamares

Salimos del hostal y bajamos un poco por carretera. La flechas nos meten por un sendero a la izquierda por el que baja un canalillo de agua. No podemos seguir por él, está inundado. Regresamos a la carretera y entramos a Aciberos por el desvío de ésta. Luego por un camino encantado, como los de los bosques de los cuentos, bajamos en un sueño hasta Lubián. Topamos con el refugio nuevo a la entrada del pueblo, un poco antes de La Casa de Irene (el refugio privado que funciona hace tiempo). Todo está cerrado, así que no podemos desayunar. Nos dicen que el camino para subir a La Canda está muy mal y que aunque se ha hecho un refugio nuevo en el pueblo (un refugio municipal), el camino aún no se ha arreglado.

Sopesadas las alternativas, Paca y yo decidimos subir por la antigua N-525 (atención, no confundir con la moderna N-525 ni con la autovía). Esta vieja carretera está señalizada con flechas y pasa por el cruce de Chanos y por el de Hedradas, no tiene casi tráfico y a los 8 kilómetros nos deja en el alto, justo en el límite entre Zamora y Orense. La carretera pasa por la ladera que los túneles de las carreteras nuevas atraviesan. Dejaremos estos túneles por debajo.

Hacemos una parada en el alto de la Canda. Un poco de aire para ventilar los pies, un bocado para el estómago y una foto para el recuerdo. Bajamos a la Canda y luego por camino a Vilavella, donde, aunque ya no sean horas, nos tomamos un buen desayuno y un zumo en el Bar O Carteiro.

Por las típicas trochas de vacas semiinundadas llegamos a O Pereiro. Atravesamos el pueblo a muy buen paso y los viejos del lugar nos desean buen viaje.

- ¡Ay, qué sacrificio tan grande con el calor que hace!
- ¡Ya que pillara yo sus años, me cago en diole!

Rejuvenecidos por el comentario iniciamos el camino que nos lleva por una gran extensión poblada de retamares. El calor se hace casi insoportable, nos dan ganas de meter la cabeza bajo cualquier mata y quedarnos allí quietos, inmóviles, como bacterias enquistadas, en estado de vida latente. Llegamos a O Cañizo muy cansados. La señora de la tienda nos da unos refrescos fríos y unos frutos secos, aunque la mujer estaba ya para sentarse a comer con la familia.

En un ultimo esfuerzo y pese al muchísimo calor llegamos a la Gudiña con mucha voluntad y paso rápido. Deseamos acabar cuanto antes con esta tortura de hoy. Nada más llegar nos metemos a comer al Hostal Oscar donde, aunque ya es algo tarde, nos sirven una buena comida. Luego nos vamos al albergue de peregrinos que no cae lejos. Está cerrado pero un cartel en una ventana indica el número al que hay que llamar para que los de Protección Civil te atiendan. A los cinco minutos llega una mujer joven conduciendo un coche de Protección Civil. Seria, pero muy educada nos toma los datos, nos sella, nos enseña el albergue y nos da la instrucciones necesarias. El albergue es gratis y no se admiten donativos ni propinas. En la planta alta tiene 24 plazas en literas, 4 duchas, 4 lavabos y dos servicios; en la planta baja, cocina, cuarto de estar, chimenea, servicio para minusválidos, un almacén y un cuarto de calderas. Es un albergue muy bueno. Mientras esto escribo son las seis y media de la tarde y Paca duerme la siesta como una piedra. Hay cansancios que, más que inmovilizar, paralizan.

Cuando cae la tarde damos un paseo por el pueblo y buscamos el punto donde se bifurca el camino, un ramal por Verín y otro por Laza. Seguimos el de Laza y cuando llegamos a la última casa del pueblo le preguntamos a una chica joven que está sentada junto a una nave.

- ¿Sabes cómo está el camino de Laza?
- ¿Es que éste es el camino de Laza? ¡Qué vergüenza, soy de aquí y no tengo ni idea! Esperad que le diga a mi padre.

Un hombre delgado, alto, que lleva boina y aparenta más de 70 años, se acerca y nos da todo tipo de explicaciones, manda a su hija a por vino, nos da conversación durante una buena media hora y nos quiere invitar a merendar. Amablemente le agradecemos la invitación, pero nos parece un abuso el aceptarla. ¡Qué persona más hospitalaria! Para que luego digan que los gallegos son callados y van a lo suyo.

Visto el pueblo, cenamos donde comimos y nos vamos a dormir. Muertos.

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A Gudiña - Laza

2/08/2003
Etapa 32

Km.: 36
Horas: 9
Dificultad: dura
Clima: muy caluroso
Señalización: buena
Descripción general: subida por zona sin arbolado, bajadas y subidas, bastante carretera, pinar y más carretera

Después de una buena noche en el excelente albergue de A Gudiña, que esta noche ha sido en exclusiva para Paca y para mí, tomamos el desayuno tranquilamente en la cocina y salimos. El pueblo está en penumbra. La Guardia Civil, velando siempre por el bienestar de los ciudadanos, hace un control de alcoholemia a los que regresan de la alegre noche del viernes. No hay miel sin hiel, que decían los antiguos.

La salida es hoy por asfalto y cuesta arriba y así se mantiene el camino durante unos 15 kilómetros. En la práctica es otro puerto de montaña. No hay sombras, pero el paisaje montañoso merece la pena. Es la Sierra Seca y caminamos por lo que se denomina Verea Vella. Contemplamos un pantano al pie de una gran montaña. De trecho en trecho vamos viendo la línea de ferrocarril que, túnel aquí túnel allá, viene de Orense. Vamos atravesando las distintas ventas sin parar de subir o de mantener la altura para, finalmente, bajar de un modo bastante brusco a Campobecerros.

En Campobecerros hay algunos bares y allí desayunamos. Luego subimos de nuevo para volver a bajar a Portocamba. En la fuente que hay a la salida del pueblo nos refrescamos.

Hay una última subida a la cruz y el milladoiro del cruce de Cerdedelo y luego ya el pinar y la bajada. Durante la bajada disfrutamos de una permanente barrancada a nuestra derecha que en algunos lugares es un precipicio. Los paisajes del valle son muy hermosos. A lo lejos una masa de humo anuncia un lejano incendio forestal. Lástima.

Primeramente bajamos por pista de tierra a Eirás. La gente de Eirás parece que recupera en Agosto su pequeño pueblo y lo llena de niños y de risas. Allí acaba la carretera y la gente hace fiesta en un merendero que tiene el pueblo. Es como una gran familia. Nos saludan al pasar y nos animan. Da gusto ver este ambiente.

Para bajar a Laza seguimos la carretera que baja y baja. En una fuente a la izquierda hacemos una parada y refrescamos un poco. Hay unos del pueblo cogiendo agua que, con amabilidad, nos ceden el caño para que llenemos una de nuestras botellas.

Terminamos de bajar y llegamos a Laza por carretera, después de cruzar por un corto camino. Hemos hecho una etapa más de montaña y llegamos muy cansados. Pero a estas alturas, el cansancio, no es novedad para nosotros. Como ya estamos más cerca de las cuatro que de las tres de la tarde nos vamos a comer al Restaurante Blanco. Luego nos vamos a buscar a los de Protección Civil. Están junto al Ayuntamiento y, después de tomar nuestros datos, nos abren el albergue. En Laza tienen un albergue de lujo, mejor aún que el de A Gudiña (con ser éste muy bueno). Habitación con llave, cocina, microondas, frigorífico, secadores, vajilla, abundantes servicios, tendedero, lugar cerrado para dejar las bicis, amplia sala de estar, abundante y moderno mobiliario, servicio para minusválidos... Sorprendentemente, hoy, segundo día de Agosto, mientras el Camino Francés estará saturado, Paca y yo somos los únicos inquilinos de este palacio.

Después de la siesta damos una vuelta por el pueblo y visitamos los principales lugares culturales (Terraza El Descanso del Peregrino, Taberna de la Picota y Bar de las Ardillas). Hay fiesta en uno de los barrios y se prepara una fiesta popular con música incluida.

Cenamos donde comimos. Estamos solos en el comedor y le pedimos a la señora que nos haga una tortilla de patata y una ensalada. Accede la mujer y nos ofrece también unos embutidos locales.

- ¡Vengan esos embutidos, señora!

Con un buen tinto mencía pasa la cena estupendamente y el cuerpo se relaja. Falta nos hace. Enseguida nos vamos a dormir. Estamos tan cansados que no tenemos ganas ni de tomar el fresco. Desde Sanabria estamos saliendo a puerto de montaña diario y estos kilómetros no son iguales que los de los llanos. Cuando llegamos al albergue lo encontramos con las luces encendidas (cosa de los de Protección Civil). Por la noche hay tormenta, pero casi no nos enteramos.

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Laza - Vilar de Barrio

3/08/2003
Etapa 33

Km.: 20
Horas: 6
Dificultad: normal
Clima: caluroso
Señalización: buena
Descripción general: ribera de río, fuerte pendiente, llano, fuerte descenso

Después de hacernos el desayuno en el bonito albergue, de nuestra propiedad por una noche, salimos con el primer clarear del día. Algunos coches regresan de la fiesta del sábado noche. Enseguida tomamos la carretera local 113 en dirección a Vilar de Barrio.

Al cabo de tres kilómetros pasamos Soutelo Verde, donde una inscripción recuerda a los caminantes que no olviden a las ánimas que penan en el purgatorio. La de mensajes, recados y encargos que se encomiedan a los caminantes. No conseguiremos nada, pero..., déjate, por si acaso. En Soutelo abandonamos la carretera a la derecha por un buen camino.

Hasta llegar a Tamicelas nuestro camino es casi llano, un camino agradable que se presta a la conversación. Sin embargo, apenas llegamos al pueblo comienza una fuerte y larga pendiente. Dos corzos se espantan casi en las mismas tapias del pueblo. La larga subida nos lleva de los 450 metros de altura a casi los 1000, en un recorrido de apenas cinco kilómetros. La subida está algo pelada por un incendio forestal no muy antiguo, así que no hay sombra. Hay que parar de vez en cuando, la subida corta el resuello. Llegamos algo cansados del áspero ascenso al bonito pueblo de Albergaria.

- ¿Habéis subido por la carretera o por la Requejada?
- Por la Requejada. ¿Dónde hay una fuente?

El amable muchacho que nos habla nos acompaña hasta la fuente y nos dice que es de allí pero que trabaja en Barcelona, que le encanta que el camino pase por su pueblo y también ver pasar algún caminante de vez en cuando.

Albergaria sólo ofrece al caminante (y ya es bastante) el agua fresquísima y abundante de su fuente justo a pocos metros del camino.

- Aquí no hay bar pero, como nos llevamos bien, nos reunimos en casa de alguno a tomar algo casi todos los días del verano.
- Bueno, pues que sigáis así. Ya quisieran en muchos pueblos.

Paca y yo nos despedimos del chico de Albergaria que trabaja en Barcelona y que en el fondo parece que envidia nuestra condición de caminantes. Cruzamos prados y caminos entre junqueras, también hay herbazales. Un rato después y tras cruzar la carretera, llegamos al milladoiro o Cruz de los Segadores.

La Cruz de los Segadores es, para nosotros, un punto entrañable del camino. Nos recuerda a las muchas cuadrillas de gallegos que bajaban a segar a las Castillas para ganarse la vida. Parece que tenían aquí su punto de confluencia. Inesperadamente encontramos junto a esta cruz los recuerdos de nuestra infancia, evidentemente lejana, poblados aún por aquellos gallegos de los que hablaban y aún hablan nuestros viejos cuando cuentan historias de la siega. ¡Cómo fue la vida de algunos!

De la Cruz de los Segadores (aquello sí que era movilidad laboral) baja una fuerte pendiente que llega a la carretera local 113 y la cruza. Continua el camino, con bastante pendiente, y vuelve a encontrarse con la 113 más abajo. Finalmente, siguiendo esta carretera, llegamos a Vilar de Barrio.

Las flechas amarillas nos llevan al centro del pueblo y allí, en la gasolinera, sellamos y pedimos las llaves del albergue. Tardan en encontrarlas pues están en fiestas y ayer parece que dejaron dormir en el albergue a algunos mozos y que éstos han desaparecido sin devolver las llaves. El único caminante que pernoctó ayer ha tenido que salir esta mañana por una ventana, pues le dejaron encerrado. De todos estos detalles y de bastantes más nos enteramos por la señora del Bar Carmiña que está enfrente del refugio y que es donde comemos al igual que comió ayer el caminante saltaventanas. El alguacil y el encargado de la gasolinera no nos dicen nada de esto y además dejan caer que "algunos caminantes no entregan las llaves". Lo cierto es que hay alcaldes que permiten distintos usos para estos locales. Son alcaldes y pueden hacerlo, pues seguro que conocen sus pueblos mejor que nadie, pero de ahí a manchar el buen nombre de los caminantes va un trecho. Faltaría más.

El albergue de Vilar de Barrio está céntrico y es bastante bueno. Tiene dos plantas, la de arriba tiene los dormitorios con abundantes literas y colchonetas, también tiene servicios, la de abajo un almacén, una gran cocina, una habitación para minusválidos con servicios adosados. Es un albergue bastante nuevo.

Olvido decir que antes de comer escuchamos a la banda local de gaiteros tocar en la plaza, frente a la gasolinera. Hoy es el último día de las fiestas, damos una vuelta por el pueblo y tomamos un vermú en el animado bar que hace esquina con la misma plaza. Después de comer, siesta muy larga.

A la caída de la tarde damos un paseo por el pueblo. Apalabramos la cena con la señora del Bar Ruta de la Plata. Como no hay nada abierto por ser domingo, en el mismo bar compramos unos bizcochos envasados para desayunar mañana.

El baile lo ameniza Toni Pérez y Los Arquinos (Toni + 3 cantantes + 4 bailarinas + 9 músicos + luces y humos diversos). En Vilar de Barrio se lo montan de altura, oye. A Paca y a mí el cansancio del camino no nos ha adormecido la vena racial, así que nos marcamos el primer pasodoble que tocan. Para más datos el España Cañí. Parece que nos han identificado y que hasta los músicos saben que somos caminantes, así que nada más terminar el pasodoble, el inefable Toni va y dice:

- ¡Y ahora, queridos amigos, en esta noche maravillosa, y dedicada a algunos de los que nos visitan, peregrinos a Santiago, va nuestra siguiente canción que esperamos sea del agrado de todos ustedes!

A Paca y mí, de por sí sofocados con el pasodoble, no se nos notó ya el rubor. Y empezó a sonar la canción: "A Santiago voy ligerito, caminando...."

Cenamos, muy bien por cierto, en el Ruta de la Plata. Precio módico. Se me ocurrió pedir de postre bizcocho de la casa, hecho por la dueña, y estaba buenísimo.

- Señora, desde que murió mi suegra, no había comido un bizcocho de nata como este.

A la que nos vamos la mujer nos da un gran pedazo de bizcocho envuelto en papel de aluminio. A los golosos como yo estos detalles nos parten el corazón.

- ¡Qué tengan buen camino y vuelvan por aquí otra vez!
- ¡Qué así sea, señora! ¡Muchas gracias!

Dormimos intermitentemente, pues el baile no esta lejos y termina a las tantas. Como el repertorio ya os lo sabéis no os lo repito. Hasta mañana.

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Vilar de Barrio - Ourense

4/08/2003
Etapa 34

Km.: 36
Horas: 9
Dificultad: dura
Clima: caluroso
Señalización: buena
Descripción general: carretera, camino laguna desecada, algo de bosque, zona industrial y entrada ciudad

Nos preparamos el socorrido café capuchino de sobre y lo tomamos con el exquisito bizcocho casero que nos regaló el ama del Bar Ruta de la Plata. Con los gallos cantando a la primera claridad lejana de la mañana, cogemos la carretera que va a Bóveda. Luego seguimos a Villar de Gomarete. Hay muchos hórreos y eso nos llama la atención. Tomamos después el excelente y rectilíneo camino que cruza la laguna desecada de Antela. (Dicen que en tiempos fue la mayor superficie de agua dulce de la península ibérica). Tras un gran giro a la derecha nos encaminamos a Bobadela y luego a Padroso y Cima de Villa y a Quintela. El camino está bien señalizado y no tenemos que dudar en los cruces que surgen.

Llegamos a Xunqueira de Ambía, para algunos final de etapa. Tiene un albergue a poco menos de un kilómetro antes de llegar al pueblo. Paca y yo desayunamos, por segunda vez, en el primer bar abierto que encontramos. Es Xunqueira un bonito pueblo que merece ser visto con atención, aunque es aún mucho mejor el vecino pueblo de Allaríz (a 7 Kms), aunque éste está en la variante de Verín y en este viaje no vamos a atravesarlo. En Xunqueira el Monasterio de Santa María la Real merece una visita.

Aunque el camino, cuando sale de Xunqueira, aún lo es, pronto comenzamos a pisar asfalto, alternándolo con algunos pocos trozos de camino hasta llegar a Ourense. No obstante, los pueblos y por tanto los servicios son muy abundantes en este trayecto (Outorelo, A Pousa, Salgueiros, Gaspar, A Beirada, Ousende, A Neta, A Venda do Rio, Pereiras, A Castellana, Reboredo y Seixalbo). Paca y yo tomamos un refresco en la umbría terraza de uno de los bares de Pereiras. Luego afrontamos el feo tramo del polígono industrial y los peligrosos cruces (con poca visibilidad) con la N-525 y con la vía del tren. Seixalbo, cerca ya de Ourense, es otro pueblo que nos llama la atención por su belleza. Por lo demás muy tediosa y larga la entrada en Ourense.

Tras un largo paseo atravesando la ciudad y ya bastante pasadas las tres de la tarde, estamos sentados y pidiendo el menú del día en el Restaurante New York, relativamente cerca del puente sobre el Sil. Buen menú a precio estándar.

A las cuatro y media estamos en el albergue del Claustro de San Francisco. Esperamos, pues el encargado abre de cinco a siete y media. Cuando abre nos informa que el albergue cierra sus puertas a las nueve y media. Ante tanta austeridad y disciplina, que no estamos dispuestos a aceptar, sellamos y nos vamos al Hostal Parque. El hostal es grande y tiene un montón de pisos, a nosotros nos toca en el quinto. Está lleno de gente. Hay gente que tomando el hostal como base hace recorridos a pie por tramos de la Vía de la Plata. Un autocar les lleva cada día a un punto, caminan unos kilómetros y les recoge en el punto de llegada para traerles de nuevo a pasar la noche en Ourense.

Damos una vuelta por la ciudad, cenamos donde comimos e intentamos tomar el fresco en la terraza que hay frente al hotel. Como el fresco es inexistente nos acostamos enseguida. Ourense ha saltado a la fama este verano por las altas temperaturas. Mucho ruido durante la noche en este hotel tan céntrico. Mala suerte.

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Ourense - Monasterio de Oseira

5/08/2003
Etapa 35

Km.: 31
Horas: 8
Dificultad: normal
Clima: muy caluroso
Señalización: mejorable
Descripción general: salida ciudad por vía empedrada (poca carretera), bosque, caminos frondosos, carretera

Desayunamos en un bar de Ourense, apenas tomar la Avenida de Santiago y una vez cruzado el puente romano sobre el Sil. El dueño del bar no puede entender que vengamos andando desde Sevilla.

- Pero descansen un poco, por favor.
- Pero, ¿cómo vamos a descansar si acabamos de salir hace 10 minutos?
- Pero coman más churros, que no comieron nada.
- Hemos comido suficiente, si lo sabremos nosotros. Además hacemos esto porque nos gusta viajar a pie.
- Menos mal, si les gusta andar, bien. Pero si lo hicieron por una promesa... ¡Se prometen cosas más facilitas, hombre!

Cuando le decimos que algunos piensan que algo gordo hemos debido de hacer para tener que hacer esto, el del bar y los parroquianos madrugadores se echan a reir. Nos despedimos de esta afable gente.

Apenas salimos de las aceras de la calle nos metemos, pasada una gasolinera, en el Camino Real. Comienza aquí una larga subida. La vía está enlosada en su primer tramo y empedrada después. Pasa por Soutelo y Cudeiro, donde hay un mirador que permite ver desde las alturas el hoy brumoso Ourense. Enseguida llegamos a un mojón que nos sitúa aproximadamente a cien kilómetros de Santiago. Termina la cuesta y comienza un camino semillano, aunque tiene ligeras subidas y bajadas por prados y bosque. Bordea pueblos y carreteras (Tamallancos, Bouzas, Sobreiras, Foramontanos). En el bonito puente después de Sobreiras, Paca me hace una foto. Por caminos llenos de maleza llegamos finalmente a Cea.

Un hombre que está sentado a la puerta de su casa nos informa amablemente sobre el albergue de Cea y el camino entre Cea y el Monasterio de Oseira.

- ¿Veis aquellos eucaliptos en lo alto del pueblo? Pues allí sale el camino al monasterio. Que, ¿cómo está?, pues, ¿qué queréis que os diga?, de todo tiene.

Mientras hablamos con el hombre aparece, vestido de atleta olímpico y con mochila, un caminante francés. Apenas nos habla y ya está a doscientos metros que ha recorrido casi corriendo. El correcaminos galo nos grita que ha hecho tres veces el Camino Francés y que se va a Castro. Le deseamos buen camino según se aleja, sin detenerse para no perder ritmo. Al pasar casi ha dejado una estela, como las estrellas fugaces.

Paca y yo tomamos un refresco en un bar de Cea, reponemos agua e iniciamos el camino al monasterio. Resulta ser un camino bellísimo con el encanto tradicional de los bosques gallegos. Acaba en una carretera que seguimos varios kilómetros hasta llegar al impresionante monasterio.

Llegamos a las dos bastante pasadas. En un bar cercano al monasterio nos informan de que los monjes duermen la siesta hasta las tres y media y que, hasta después de esa hora, no se les puede molestar. También nos dicen que si no hemos avisado es muy improbable que nos alojen. La señora del bar dice que conoce a un señor que tiene una casa rural, que esperemos que va a buscarle. La casa rural es estupenda y muy fresca, pero el señor pide 50 € por ella. Le decimos que sólo vamos a usar una habitación y el final lo deja en 25 €. La señora que nos ha buscado la casa nos da de comer muy bien, ensalada, fiambres y queso. Un albariño muy frío alegra la comida. Precios populares. Luego una buena siesta en la fresca habitación de nuestra casa rural. Un placer.

A las 8 de la tarde volvemos al mundo de los vivos. Aseados y vestidos de bonito visitamos el monasterio. Un fraile de hábito blanco y negro sella nuestras credenciales y, al vernos tan presentables, dice:

- Hacen ustedes el camino en coche, claro.

Nos encontramos al señor que nos ha alquilado la habitación.

- Un regalo ¿eh?, que les conste que les he hecho un regalo. Claro que, tratándose de buenas personas...
- Le estamos agradecidos y eso es lo que hace falta, que lo seamos todos.

Cenamos donde comimos, pero como esta vez se lo encargamos a la señora, nos ha preparado ensalada, filete de ternera y tortilla de patatas. O sea, un lujazo para el paladar. Nos atiende una hija y nos hace un montón de preguntas sobre el camino. En el magnífico silencio y bajo las estrellas recorremos el trecho que nos separa de nuestra casa. Nos va a dar pena marcharnos de Oseira, pero eso será mañana. De momento nos vamos a dormir.

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Monasterio de Oseira - Prado

6/08/2003
Etapa 36

Km.: 31
Horas: 7
Dificultad: normal
Clima: caluroso
Señalización: mejorable, desvaída
Descripción general: monte, carretera, obras

Desayunamos nuestros bizcochos envasados. Los empapamos en el preparado de café capuchino de sobre tan útil cuando no hay nada mejor. Al salir de Oseira es aún de noche y tenemos que utilizar nuestra pequeña linterna. Hay que subir por una empinada senda que conduce a una carretera. Por la senda casi pisamos un erizo. El tímido animal se hace una bola. Le observamos y, al poco, cuando se relaja, nos mira inmóvil con sus ojillos diminutos.

La etapa de hoy nos va a llevar, como tantas veces en Galicia, por caminos, sendas, pistas, senderillos, trochas, carreterillas, obras, carreteras y zonas medio inundadas. Por otro lado, esto es el paraíso de los perros. Están sueltos por todas partes: caseríos, pueblos, fincas y cercados. La gran mayoría de ellos ladran a los desconocidos, como es su obligación, pero no nos acosan. Los canes rurales conocen bien los gestos y utensilios, así como su significado. El garrote y el agacharse a por una piedra, figuran en su centro de interpretación de datos. Son los perros rurales canes con una excelente formación que, una vez que han ladrado al caminante, dan el asunto por zanjado. Cuestión totalmente distinta es la de los perros de los veraneantes que, carentes de la más elemental formación rural, sí pueden ser peligrosos (desconocen la simbología anteriormente citada y además sus amos suelen estar durmiendo). Una vez que te han mordido, suele aparecer el dueño diciendo:

- Pase usted sin miedo, que no hace nada.

Pasamos uno tras otro los pueblos (Vilarello, Carballediña, O Outeiro, A Gouxa, Bidueiros) hasta que por la concurrida N-525 llegamos a Dozón. Paca y yo aprovechando que son las nueve y media tomamos nuestro segundo desayuno en el Bar Fraga. A partir de aquí iremos alternado la N-525 con caminos y un par de trozos cortados por obras (una nueva autovía). Con esta alternancia de vías dejamos atrás Santo Domingo, Puxalos, Pontenoufe, A Xesta, hasta que tras una buena bajada por asfalto llegamos a la estación de Lalín. Allí tomamos un refresco y la chica del bar, muy amable, nos busca el teléfono de O Afilador en Prado para ver si tiene cama, pero nadie coge el teléfono.

Salimos por pista asfaltada y, aunque ésta se va alternando con caminos y trochas, es la primera vez que alcanzamos a otros caminantes desde que salimos de Sevilla. Se trata de ocho valencianos que han comenzado en Ourense. Son dos matrimonios con dos hijos cada uno de ellos. Van tan contentos y nos desean buen camino. Nos dicen que piensan quedarse en Prado les decimos que, entonces, quizás nos veamos.

Dos o tres kilómetros antes de llegar a Prado hay obras en la carretera. Es un punto muy peligroso. Preguntamos a una familia que come en el jardín de su casa por dónde sigue el camino. Al cabo de media hora llegamos a Prado donde enseguida topamos con el Bar O Afilador-Camas.

- Buenas tardes. Queríamos una habitación doble, si tiene usted.
- Y si no la tuviera, la buscaríamos. ¿La quiere doble o de matrimonio?

Buen hombre el hostelero, su respuesta tranquilizaría a cualquiera. Nos aseamos y al rato estamos tomando el menú del día en el agradable comedor. Llega un caminante con aire circunspecto, mochila y bordón. Sólo nos saludamos, no parece el recién llegado dispuesto al diálogo y, por otro lado, nosotros, ya aseados y cambiados, no tenemos aspecto de caminantes. Paca se echa la siesta pero yo me bajo al bar a tomar café y a escribir un poco. Enseguida pego hebra con el hostelero. Me cuenta que es de Seixalbo y que el nombre del negocio viene de que a los de Ourense les apodan afiladores, así que, antes de que se lo llamaran los del pueblo, él se lo puso. (Estamos en la provincia de Pontevedra y la mujer del afilador es de aquí).

El pueblo es muy pequeño y apenas tiene nada que ver. Por la noche, en la cena, coincidimos con los valencianos. Han llegado por la tarde. Cambiamos impresiones y nos dicen que mañana quieren llegar a Bandeira. No desean cansar a los chicos ni acortar el camino, programado hasta el sábado. Nos despedimos después de cenar de estos valencianos que son educadísimos. Pagamos al hostelero una factura sorprendentemente económica por la habitación y las cuatro comidas. Damos las gracias de corazón a este buen hombre y a su mujer. Le decimos que mañana nos levantaremos casi a las siete para desayunar antes de salir.

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Prado - A Ponte Ulla

7/08/2003
Etapa 37

Km.: 28
Horas: 6
Dificultad: normal
Clima: muy caluroso
Señalización: buena
Descripción general: caminos, trochas, carreterillas

Salimos de Prado por carretera, pero enseguida un camino nos lleva al puente romano sobre el río Daza. Una víbora es escabulle entre la hojarasca del camino casi a mis pies. El frescor de la madrugada hace que lo haga perezosamente, casi a cámara lenta, y puedo ver sus movimientos ondulantes con total nitidez. Por suerte para ella, Paca, que va algunos metros detrás de mí, no la ve. Los reptiles le dan grima. Pasado el puente hay una inscripción sobre una piedra frente al camino, pero no somos capaces de leerla.

Seguimos cambiando de caminos, a carreterillas, a sendas, como casi siempre en Galicia. El inevitable sobresalto de los perros no nos abandona. Ninguno nos acosa pero alguno, que nos pilla por sorpresa, nos provoca un susto de infarto. En esta zona hay mayor densidad de perros por kilómetro cuadrado que de personas.

Al atravesar Silleda, población de cierta importancia, nos despistamos. Llegamos hasta la iglesia y allí volvemos a encontrar las señales. En Bandeira dejamos a la derecha las señales que llevan al albergue y continuamos por la calle principal. En un bar de esta calle desayunamos por segunda vez. Esta costumbre de desayunar dos veces tendremos que olvidarla en cuanto el camino acabe so pena de ponernos en los ciento y pico kilos.

Salimos de Bandeira y tiramos por la carreterilla de Piñeiro. Ya vamos continuamente por carreterillas estrechas sin apenas circulación. Una vaquera anda por un prado cercado donde hay una nave y un montón de vacas pastando.

- ¡Buenos días!
- ¡Buenos días, sí!, pero más valiera que no fueran tan buenos, que con estos calores hasta sin pastos nos vamos a quedar.

Atrás quedan Besteiro y Dornelas y Silba y O Seixo. Llegamos a Castro que está en fiestas y tomamos un refresco.

- ¡Ánimo que ya os queda poco!, saludan los de Castro.

Dejamos Castro y enseguida comienza la pronunciada bajada que nos ha de llevar al río Ulla. Se ve una excelente panorámica del viaducto por el que pasa el ferrocarril. Entramos en A Ponte Ulla por el puente de piedra que nos traslada desde la Provincia de Pontevedra a la de A Coruña.

Nada más cruzar el puente, a la derecha, está el Restaurante Ríos. La dueña nos dice que tiene todo ocupado pero que nos pueden llevar en coche a un hostal que está a 5 kilómetros atrás. Nosotros decimos que de coche nada y que de retroceder tampoco. El ama dice que va a ver si tiene alguna habitación la de Casa Tanis que está al lado. No localiza a la chica de Casa Tanis, pero un francés que está en el bar y se percata de la situación nos ayuda. El francés está alojado en Casa Tanis y su mujer está ahora allí, el francés la llama por teléfono y la francesa viene al bar y nos lleva a nuestra habitación. Asunto arreglado gracias a la amabilidad de esta pareja de franceses. Estamos alojados en un caserón antiguo con gruesas paredes de piedra. Una habitación fresca.

Nos vamos a comer al Restaurante Ríos. Al comienzo de la comida el restaurante tiene aire acondicionado pero el ama lo quita enseguida. Cierra por descanso esa tarde y quiere espabilar a los clientes que, por el calor, se han quedado allí refugiados. Pretexta que le salta el automático. Así que tomamos el postre sudando como pollos.

Paca se echa la siesta y yo me bajo al Bar Juanito que está en los bajos de Casa Tanis a escribir un rato. Me coloco en una mesa que está entre dos puertas abiertas enfrentadas, donde se supone que por la corriente voy a estar más fresco. Todo inútil. Mientras escribo esto, mi camisa se empapa de sudor y por la nariz me resbala una gota tras otra.

Por la tarde damos una vuelta por el pequeño cogollo del pueblo: tres bares, una tienda (donde se sellan las credenciales), el hostal y un puñado de casas. La chica del bar frente a Casa Tanis nos cuenta que la autovía le hizo mucho daño al pueblo por las expropiaciones y la redistribución de algunas tierras, cuyos dueños antes de perderlas talaron todos los árboles.

A las 9 vamos puntualmente a cenar al Bar Ríos pues, aunque hoy cierra, el ama nos dijo que nos daría de cenar.

- He traído pescado fresco de Santiago.
- Pues entonces una ensalada y pescado rebozado.

Cuando terminamos nuestra rica cena, la última de este camino, nos despedimos del ama.

- Pidan por mí cuando mañana en Santiago.
- Por usted y por todas las buenas personas que nos han ayudado en el camino.

Nos vamos al Bar Juanito que está lleno de gente y donde a estas horas hay un gran ambiente. El jefe asa churrasco y lo ofrece como tapa a los clientes.

- ¿Quieren churrasco?
- No gracias.
- Es gratis.
- Ya, pero es que acabamos de cenar. Muchas gracias.

Vemos a la pareja de franceses que nos ayudó por la mañana. Están con sus dos hijas. Les saludamos y le decimos al jefe que les ponga una ronda de nuestra parte. Nos despedimos de ellos y, tras pasar al bar de enfrente donde Paca ha dejado encargado tabaco, nos vamos a dormir.

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A Ponte Ulla - Santiago de Compostela

8/08/2003
Etapa 38

Km.: 21
Horas: 6
Dificultad: fácil
Clima: muy caluroso
Señalización: buena
Descripción general: caminos, carreterillas, entrada ciudad

Tomamos nuestro último café capuchino en nuestra habitación de Casa Tanis. A las seis y media salimos. En cuanto dejamos las zonas iluminadas del pueblo tenemos que echar mano de la linterna. Es aún de noche y además A Ponte Ulla está en un valle, así que la luz del sol tardará en llegar con claridad. Recorremos con mucho cuidado la salida del pueblo, pues es muy fácil despistarse en los cruces que hemos de hacer con la carretera. Dejamos atrás el Restaurante Os Palmeiros, tomamos el camino que pasa bajo el túnel de la vía del tren tras cruzar la N-525. Ya no hay pérdida. Los mojones y las señales del camino se suceden hasta Outeiro.

Nos sentamos junto a la fuente que hay tras la Capilla del Santiaguiño. Hoy no tenemos ninguna prisa y pasamos allí un rato charlando.

Cuando reanudamos la marcha empezamos a comprender que el camino que iniciamos hace 38 días en Sevilla se está acabando. Nos ponemos a hacer una especie de recopilación de recuerdos y vamos enumerando etapa por etapa. Nos contamos a nosotros mismos las cosas que nos pasaron. Mientras la conversación transcurre vamos dejando atrás mojón tras mojón en nuestro imparable recorrido hacia el kilómetro cero. Adiós a los bosques de eucaliptos, al Pico Sacro, a Rubial, a Deseiro.

Cuando llegamos a Susana encontramos un restaurante junto a la carretera. Aún no está abierto, pero el dueño está dentro, nos ve por una de las ventanas y nos abre. Hemos tenido suerte o le hemos caído bien al señor, pues nos sirve un desayuno de lujo. Nos lo pone en una mesa de la terraza que da a la carretera. Utiliza mantel y vajilla de porcelana fina. Sirve café con leche, dos generosas copas de zumo natural y un plato con rebanadas de bizcocho casero. ¿Será un enviado del Santo a servirnos lo último que comamos en el camino?

El camino nos lleva bajo parrales y más parrales a Cañoteira. La entrada a Santiago por estos lugares nos gusta más que por el Camino Francés. También pensamos que por ella, la del Camino Francés, estarán llegando a estas horas decenas y decenas de caminantes a Santiago. Sin embargo, esta entrada, por increíble que pueda parecer, es para nosotros solos.

Llegamos a Vixoi y cruzamos frente a la ermita de Santa Lucía, siguiendo el arroyo. Enseguida llegamos a la calzada medieval de Sar. La calzada está en obras pero desde ella podemos ver al fin las torres de la catedral.

Comienza el vértigo de la llegada, el paso se acelera, hace muchísimo calor pero ya no se siente apenas. Los recuerdos del camino vienen en tropel, los encargos, los buenos deseos para los seres queridos que de un modo u otro también hicieron el camino con nosotros, los no te olvides de mí, las oraciones para quienes las pidieron y para quienes no... No es en la catedral sino en este último kilómetro del camino donde se realiza el volcado de las peticiones y de los deseos. Llegamos a la Plaza del Obradoiro y Paca y yo nos abrazamos emocionados. El camino se desvanece en ese instante. Dejó de ser hace un segundo, ya tiene sólo el valor de un recuerdo.

Fin