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Peregrinos, es el momento. Despojaos de las dudas que os abruman y coged vuestra mochila. Llenadla de penas y alegrías, de sueños e ideales pensamientos, de cuatro trapos y otros tantos duros y ...¡poneos a caminar!. No hay mejor manera de escapar de esa ansiedad que desde hace tiempo os abruma, os lo aseguro.
Una vez tengáis la credencial, habreis embarcado en una aventura que os gratificará sumamente. El rumbo: el oeste del ocaso. El tiempo: el que vuestros pasos marquen. El espacio: la mitad de España. La ilusión: la que en vuestro pensamiento se alberga.
El comienzo se os tornará detestable pero no sufrais: es la prueba de fuego para ser admitidos. Si lograis llegar a Logroño sin el ánimo marchito la llegada a Compostela está asegurada. Pero en ese momento faltan aún muchas cosas que aprender, mucho que madurar...Por el momento Felisa os recibirá con Higos, Agua y Amor, dispuesta a poneros el sello (aunque sea en la frente).Pronto llegará un momento en el que levantaros a las seis, el caminar más de 20 kilómetros diarios y el iros a dormir a las diez, forme parte de la rutina, y os parecerá increíblemente lejano el primer día de vuestro peregrinaje. Para entonces ya comienzan las tierras de Castilla: la parte más dura según muchos.
El camino en Castilla es duro, pero vuestros pies más, y esto os permitirá contemplar los amaneceres sin dolores exagerados. (Advertencia: es aconsejable dedicar un tiempo a saludar al sol que sale por vuestras espaldas, ya que un feo gesto de ignorancia puede enfadarle y hacer que irradie al mediodía como nunca antes; no olvideis que es vuestro guía.)
Por la noche os guiaran las estrellas de la Vía Láctea, aunque si esperais hasta Galicia para hacer una etapa nocturna, tal vez la niebla os sorprenderá sin más remedio que buscar a la Santa Compaña. A veces guían a los peregrinos...
Llegados a Burgos ya pensais de diferente manera y os sorprenderán la cantidad de comodidades de las que habeis prescindido sin percibiros apenas. Estais madurando como peregrinos, no cabe duda, pero aún falta mucho por vivir. Muchos creen que es un buen momento para intentar hacer una etapa un poco más larga que las anteriores (Burgos-Castrojeriz) pero esto puede cansaros tanto, que al llegar a Castrojeriz no podreis ver el castillo...¡y es tan bonito!. Así que mejor será no dejaros tentar por la prisa peregrina y dedicar todo vuestro tiempo a contemplar historia, cultura y arte, a participar en relaciones interpersonales, dignas de ser recordadas siempre y a saborear la gastronomía por donde pasais.
No es cuestión de tomarse el camino como una carrera donde todo caminante es un potencial rival, ni tampoco de consideraros máquinas con piernas que machacan kilómetros como si machacaran uvas...la serenidad y la fraternidad son la clave. Tal vez tardeis mucho tiempo en volver a gozar de ellas. Llegar a León es oler Galicia y ya mientras descendeis a la ciudad, se atisban a lo lejos las montañas que la ocultan. Aquí se puede comenzar el Camino bastante gente con lo que los albergues se llenarán de caras nuevas, todas ellas sufridoras, por cierto, porque ahora les toca pasar lo que os pasó a vuestro inicio.
Aconsejadles en lo que podais y animadles a continuar, es posible que lo necesiten ya en los primeros kilómetros para estos nuevos caminantes no son del todo agraciados ( ni tampoco para vosotros) porque la mayoría discurren por asfalto y bajo un sol torrador. Y es que estais en el Páramo leonés, el que poco a poco va dejando paso a la Maragatería, cuna del cocido maragato. Probadlo si se presta la ocasión, pero procurad encargarlo con días de antelación ya que el proceso de elaboración lleva su tiempo. Si no os gusta el cocido visitad a Tomás el Templario que os estará esperando en su refugio de Manjarín a 1500 metros de altitud. En ese albergue gozaréis de muy buena hospitalidad y os recordará todos aquellos que habéis dejado tras vosotros donde la cena se elabora con todo lo que los peregrinos transportaban olvidado en sus mochilas.
En este lugar no existen las exquisiteces y esto lo hace digno de ser envidiado por encima de los demás albergues donde contar con lavabo, literas, luz y agua caliente es un privilegio que los que caminan dan por asegurado.. En Manjarín, no podreis ducharos, ni dormir en una cama, ni haceros vuestra propia cena, pero a cambio gozareis de un paisaje plenamente gallego y del sentimiento propiamente jacobeo que a estas alturas de Camino se ha extinguido casi por completo.
Ya no quedarán albergues como este en la ruta, si exceptuamos al del Jato, en Villafranca del Bierzo, porque una vez entrados en Galicia se suceden una serie de "hotelitos jacobeos" que se extienden por las tierras gallegas todos blancos e impolutos, con sus preciosas literas de madera dispuestas a ser disputadas por la "Real Gallofería Andante".
Estas desmesuradas comodidades os servirán para añorar el espítitu peregrino que vivisteis en el inicio junto a todos aquellos que, si bien no cada día, habeis ido viendo desde el principio.
Pero no todo es malo en Galicia..., al contrario: en ella encontrareis la mejor gastronomía, los mejores paisajes y un paisaje curioso, que os contempla sin disimulo y acostumbrado de ver pasar a diario cientos de personas como vosotros.
De parada obligatoria es el pueblo de Melide, pues allí encontrareis un yantar que todo peregrino no desprecia: el pulpo "a feira" y el vino que lo ayuda a pasar. Y si no os gusta el cefalópodo de ocho patas no es cuestión de quedarse con hambre: en la pulpería la empanada y los chorizos están asegurados, así como las gotitas de orujo en el café. Después de tales deleites de mesa, pasead por el pueblo procurando no dormir la siesta, el él hay muchas cosas que ver, entre ellas, un museo que refleja la antigua vida rural del gallego.
Peregrinos, vuestro viaje está llegando a su fin, y ya teneis suficiente capacidad para decidir continuar hasta Finisterre o acabar en Compostela, perdiéndoos por sus rúas. De una manera u otra, descansar en Santiago y conocerlo es un acto obligado para un peregrino, y no hacerlo puede ser uno de los errores más graves de la peregrinación.
Recorred la ciudad con pasos serenos (como los que os han traído hasta aquí), contenplad el lenguaje de piedra y entendedlo, escuchad los mensajes que susurra y sentiros peregrinos...no por haber acabado de caminar, habeis perdido la condición.
Si quereis un guía que os enseñe la ciudad y os explique anécdotas preguntad por Zapatones. Es un peregrino muy querido que ha hecho el camino más de 30 veces y suele frecuentar los bares de "A Orella" y "El Gato Negro". Invitadle a unos vinos mientras os explica sus historia peregrinas. Vale la pena.
Pero cuando se acabe...¿Que quedará en el recuerdo de lo vivido?. Todo, absolutamente todo, se deslizará por vuestros cerebros cuando el tiempo os distancia de la vivencia. Aparacerán imágenes, sentimientos, pensamientos, anécdotas..., todos en fila y bailando alegres con la misma emoción con la que fueron engendrados. Y entonces no podreis reprimir la nostalgia, ni tampoco la ilusión de realizar de nuevo el Camino, el de las estrellas resplandecientes.