Este diario fue publicado, en versión impresa, por la Editorial SLOVENTO en enero de 2004. (ISBN: 84-609-4855-2)
Se publica aquí a iniciativa de su autora.
Mochila y bordón
Reflexiones en el Camino de Santiago
Teresa Simal
teresimal@terra.es
A mi hijo Israel
En agradecimiento a los peregrinos compañeros de la marcha, a los hospitaleros que me brindaron cobijo y a las personas que han hecho posible que este libro sea una realidad: Jesús, Rafaela, Milagros, Ángel y Remedios.
0a. Prólogo
0b. ¿Qué es hacer el Camino?
0c. Pasado y presente del camino
0d. Etapas del Camino

Primera etapa

01. Saint Jean Pied de Port - Untto
02. Untto - Roncesvalles
03. Roncesvalles - Zubiri
04. Zubiri - Pamplona
05. Pamplona - Puente la Reina
06. Puente la Reina - Estella
07. Estella - Los Arcos
08. Los Arcos - Viana
09. Viana - Logroño

Segunda etapa

10. Logroño - Nájera
11. Nájera - Santo Domingo de la Calzada
12. Santo Domingo - Redecilla
13. Redecilla - Villafranca
14. Villafranca - Atapuerca
15. Atapuerca - Burgos
16. Burgos - Hontanas
17. Hontanas - Itero de la Vega
18. Itero de la Vega - Frómista

Tercera etapa

19. Frómista - Carrión de los Condes
20. Carrión de los Condes - Lédigos
21. Lédigos - Calzada del Coto
22. Calzada del Coto - El Burgo Ranero
23. El Burgo Ranero - Mansilla de las Mulas
24. Mansilla de las Mulas - León
25. León - San Martín del Camino
26. San Martín del Camino - Astorga
27. Astorga - Rabanal del Camino
28. Rabanal del Camino - El Acebo
29. El Acebo - Ponferrada
30. Ponferrada - Cacabelos
31. Cacabelos - Villafranca del Bierzo
32. Villafranca - Vega de Valcarce
33. Vega de Valcarce - Hospital da Condesa
34. Hospital da Condesa - Triacastela
35. Triacastela - Sarria
36. Sarria - Portomarín
37. Portomarín - Palas de Rei
38. Palas de Rei - Castañeda
39. Castañeda - Lavacolla
40. Lavacolla - Santiago
41. Santiago - Negreira
42. Negreira - Olveiroa
43. Olveiroa - Finisterre
44. Conclusión
45. Epílogo
46. Bibliografía
47. Nota a la tercera edición

Prólogo

Una de las ventajas del lector es que, con relativamente poco esfuerzo, accede a un conocimiento que el autor elaboró con harto esfuerzo y trabajo. Pocas cosas son tan satisfactorias y baratas. Así, sin haber sufrido las molestas ampollas y cómodamente en nuestra butaca, gracias a la obra que vamos a comenzar, tenemos la suerte de enriquecernos con las vivencias y reflexiones que Teresa, mi amiga, ha vertido en estas páginas amenas y de fácil lectura. No esperen encontrar una guía del Camino al uso, al menos, no del "caminar". La autora hizo un recorrido personal y espiritual del que podemos aprender para ser más humanos en nuestra vida de cada día y no dejar nunca de buscar.

REMEDIOS GARCÍA ARANDA

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¿Qué es hacer el Camino?

Hacer el Camino es mucho más que recorrer mil kilómetros. El peregrino, al mismo tiempo que transita por una senda externa, va dando pasos hacia su interior, viviendo un proceso de búsqueda. De forma que el caminante, al llegar a Santiago, difiere mucho de esa misma persona que partió de los Pirineos. Vive una metamorfosis, similar al gusano de seda que, encerrándose en su capullo, se transforma en mariposa.

Una peregrina con quien tuve la suerte de caminar muchos días, Fernanda, definía el Camino como un río que va a Santiago y desemboca en la mar. Yo añadiría que lo es, pero de seres humanos que no siguen la corriente imperante del mundo. Siguiendo la orografía del lugar, el río bajaría de los Pirineos hacia el Ebro, y éste por inclinación del terreno marcha rumbo este, al mar Mediterráneo; sin embargo, el río de caminantes remonta la Meseta Central y va rumbo al oeste, al océano Atlántico. Hasta en el terreno podemos encontrar un símil indicando que el peregrino tendrá que apartarse de la corriente mundana para hallar su propio rumbo y transformación. Es un andar para superarse. Al igual que los papalotes, mariposas mejicanas, se elevan con el viento en contra, nunca a favor, los peregrinos, venciendo inercia y rompiendo ataduras, remontan sus obstáculos.

El Viaje a Compostela permite al peregrino, viajero de Dios, desarrollarse física, emocional y espiritualmente. Cada uno, según sus motivaciones, convicciones filosóficas o creencias lleva un objetivo: un reto físico, una cura emocional, unas vacaciones diferentes, una búsqueda, etc. Hay tantos motivos como personas transitan la ruta jacobea. Personalmente, creo y espero que mi peregrinaje me conduzca a una transmutación interior, verdadera alquimia espiritual.

Cada hombre es un peregrino en el tránsito de la vida. Al disponer de libre albedrío, puede equivocarse y vagar en el bosque de los errores o intentar buscar la luz que le guíe. El Viaje a Compostela es un medio para realizar esta búsqueda. El Camino es un símbolo de la vida. Peregrinar supone adentrarse en el símbolo de la vida que conduce a la Unidad. Recorrer el Sendero es vivir el símbolo de nuestra vida buscando la unidad entre alma y cuerpo y, una vez logrado, poderlo llevar al vivir diario.

En suma, viajar a Santiago es mucho más que caminar, es realizar un viaje iniciático que produce una transmutación en quien lo realiza. El peregrino aumenta su nivel de consciencia, percibe sus errores y descubre una nueva forma de guiarse en su vida. Es decir, aprende y se transforma. Quienes ya lo han realizado suelen hablar de un antes y un después de haberlo hecho. El Camino es un hito importante en la existencia de quien lo realiza.

El peregrinante puede elegir distintas rutas. La más transitada, la francesa, parte de los Pirineos a Santiago, del este al oeste. Del nacimiento del sol al crepúsculo. De lo visible a lo invisible. Busca algo que está más allá de lo material. Pretende poder leer el Libro de la Naturaleza y el Libro del Hombre. Para poder entenderlos tendrá que vivir en armonía con la Naturaleza, descubriendo sus leyes y respetándolas, e intentará entender y comprender la condición humana.

En esta búsqueda se aparta del saber libresco e intenta abrir las puertas a la inteligencia del corazón. Es un apartarse del intelecto para sentir las palabras del corazón. Los sufíes distinguen entre la reflexión intelectual, que se trama, mientras que la del corazón, se encuentra, manifestando el sentimiento profundo que se revela en el silencio. Y ¿dónde mejor realizar ésta búsqueda, que en el callado silencio de tus propios pasos?

Con la esperanza de vivir esta transformación, me dispuse a realizar el viaje a Santiago. Pretendía darle una dimensión mística al caminar, ya que ella libera al hombre de cualquier dogmatismo y vive en armonía. Llevaba años sintiendo su llamada, pero obligaciones familiares me habían impedido realizarlo antes. Cuidaba a mis padres, pero ya no me necesitan. Ahora son ellos quienes me ayudan desde otro plano de su existencia. Era el momento de crear mi propia familia.

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Pasado y presente del camino

El hombre del medievo estaba movido en su religiosidad por las reliquias de los santos. La peregrinación comienza, a partir del descubrimiento de los restos de Santiago, en el reinado de Alfonso II, en el 813. Con dicho hallazgo, los caminos se transforman en lugares de paso incesante. Su origen es, en un principio, religioso, pero pronto se le unió el comercio como complemento natural. Peregrinos y comerciantes se necesitan mutuamente por razones obvias. En el siglo XI, Santiago ya se destacaba como gran centro de peregrinación de Occidente, cuando Europa empezaba a manifestar los primeros síntomas de despertar económico.

La principal vía era la francesa, por ser la más frecuentada, ya que aportaba seguridad en la unión a otros y gozaba con la ventaja de unos establecimientos de ayuda, lo que va a impulsar el crecimiento de la zona. Aparecieron pueblos-calles, la rúa de los Francos o la calle Mayor articulan la vida del pueblo. Éstas aparecen en Puente la Reina, Santo Domingo de la Calzada o Sahagún. La construcción de puentes y caminos va a necesitar numerosa mano de obra. Pronto comienzan a levantarse ermitas, iglesias y hospitales. Crecen los burgos, acuden pobladores. Es un resurgir de la España cristiana que encuentra su identidad y resistencia frente al poder musulmán de Al-Ándalus.

La ruta jacobea no era sólo lugar de confluencia de gentes y productos, sino también de contrastes de cultura y de asimilación de costumbres. Por ella entrarán las órdenes monásticas del Cluny y el Císter, difusoras del arte románico y el gótico. Va a suponer la vía de entrada de Europa a España y viceversa. Gran parte de la obra de los autores griegos, recopilada por árabes y judíos y traducida al latín en la Escuela de Traductores de Toledo será conocida en los monasterios de la ruta jacobea y de allí pasará a Europa.

Hoy en día estamos viviendo un nuevo resurgir del Camino de Santiago. Éste ofrece al peregrino actual la posibilidad de alejarse de la rutina y poder encontrarse consigo mismo. Si no temes la soledad, disfrutarás con el trato de la gente que marcha a tu lado y, más aún, gozarás de la compañía del Absoluto, que te desvelará las respuestas buscadas. Allí, libre de conversaciones vanas e inútiles, de prejuicios sociales y de obligaciones creadas, podrás dialogar con tu Yo Profundo, y tu vida cobrará una nueva dimensión. Podrás hacer un "turismo" sumamente gratificante. A diferencia de otros viajes que te vacían los bolsillos, del viaje interior traes las maletas llenas. Y cada vez son más los que sienten la necesidad de encontrar respuestas a su vida.

Para poder responder a los interrogantes el Camino te ofrece la suficiente infraestructura de albergues, iglesias y sendas muy bien señalizadas con la famosa flecha amarilla o la vieira en mojones de cementos o fachadas de las viviendas. Creo que fue el párroco de O Cebreiro quien se encargó de señalizar toda la ruta con pintura amarilla. Curiosamente, eligieron el color de la intuición, facultad que proporciona el contacto directo, un conocimiento que se adquiere sin razonamiento, de un modo inmediato. Gracias a todos los que participaron en la señalización, hoy es muy factible realizarlo solo, no hay miedo alguno a perderte. Y, sinceramente, considero que es mejor hacerlo individualmente que en grupo, pues ir solo favorece el mirar hacia dentro sin proyectarte en los otros.

El peregrino del siglo XXI ha modificado su indumentaria con respecto al hábito del peregrino medieval: en vez de esclavina se cubre con chubasquero, ha sustituido la calabaza por la cantimplora y el zurrón o escarcela por la mochila. Todos éstos son cambios en la forma, pero en el fondo nada ha cambiado; ambos caminan buscando, apoyados en el bordón de su conocimiento y llevando consigo sus errores y aciertos.

Aquello que nació en el medievo, revitalizado hoy, nos permite olvidar el sedentarismo y dedicarnos a caminar, pensar y compartir con otros buscadores, por sendas en plena naturaleza que despiertan nuestra intuición.

En el presente, es un Camino de la Humanidad en actitud de búsqueda y encuentro. Es un tiempo para identificar los ídolos que nos esclavizan y buscar los ideales que nos ennoblecen. Por todo lo que el Camino ofrece, lo considero hoy más vivo que nunca, pues responde a una necesidad espiritual del hombre que viene a dejarse transformar.

El llamado camino de las estrellas se está haciendo cada año más luminoso, pues sirve para que cada uno encuentre su chispa divina y con ella se alumbre en su vivir diario. Concretiza un eje simbólico recorrido por una nueva humanidad, en búsqueda de valores y fuera de cualquier fanatismo religioso, que ha adquirido consciencia de estar constreñida en una sociedad de consumo y busca una salida.

Los pasos dejados por los peregrinos de hoy son hilos que se unen para construir la trama de una Europa y de un Mundo nuevo del mañana: una espiritualidad sin fronteras.

La Hermandad del Camino es el motor hacia la Fraternidad del género humano.

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Etapas del Camino

Las etapas que distingo en la metamorfosis operada en el peregrinante son: la de purificación, la del perdón y la de transformación. En mi caminar desde Saint Jean Pied de Port a Finisterre las hago coincidir con determinadas partes del recorrido. Pero como toda división, ésta también es artificial, en la realidad dichas etapas se interpenetran. No existe un punto claro de separación entre una y otra. Cada una de ellas la considero no conclusa, pues, aunque ya se haya terminado, los frutos de la misma continúan.

En la primera etapa, se desciende de los Pirineos hacia los valles de ríos Arga, Ega, Ebro, Najerilla y Oja, atravesando las tierras navarras y riojanas. Parece que este descenso continuado hace profundizar al peregrino en su ser, verse reflejado en las aguas y purificado por ellas. Es un tiempo propenso a la introspección. Si la realiza de una forma reiterada, llegará a verse tal cual es. El agua es símbolo de limpieza y espejo en el que nos podemos ver reflejados.

En la segunda etapa, se atraviesan las tierras castellanoleonesas. Después de llegar al valle del Ebro, tendrá que subir hacia la Meseta, donde recorre páramos yermos; no obstante, persiste en su empeño de seguir buscando dentro de él la causa de todo lo que le ocurre. Es una etapa en la que el peregrino llanea con su sombra. Es un tiempo para perdonar y perdonarse. Entonces comprende que los errores cometidos son debidos a la ignorancia.

La última fase o de transformación, la vive en Galicia. Aquí hasta el paisaje se transforma. Aparece ahora más cercano el misterio, la bruma, lo desconocido. Por fin llega a la tumba del Apóstol Santiago, en la que se consumará su transformación. Algunos peregrinos eligen seguir caminando tres días más hasta el cabo donde termina la tierra Finisterre y llegan al océano. Su caminar a partir de entonces tendrá otra perspectiva, un más allá. Hay un parangón con muerte y resurrección. Después de la tumba, muerte del hombre viejo, tres días más caminado y en las aguas primordiales nace el Hombre Nuevo. Allí, según la tradición, quemará sus ropas y se bañará. Algo morirá en él y algo nuevo nacerá.

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Primera etapa

Partí llena de ilusión, con la esperanza de aprender a ser, y al igual que la oruga, transformarme algún día en mariposa. En esta primera etapa de introspección pretendía verme y ver en profundidad, para así aceptarme y aceptar. Era un mirarte a un espejo e irlo limpiando para obtener la imagen más nítida. Buscaba la felicidad, no en tener más, sino en apreciar y usar bien lo existente.
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Saint Jean Pied de Port - Untto

Primera jornada
Tus ojitos, úsalos

Inicié la ruta jacobea con otra persona. Caminamos nueve días desde Saint Jean Pied de Port a Logroño. Dicen que en el Camino haces amistades duraderas o rompes con ellas. He comprobado que esto es verdad. Hacer juntos el viaje a Compostela implica respeto, aceptar el ritmo y las necesidades del otro, sin imponerse. La amistad, hija del respeto, perdura y se hace fuerte cuando los peregrinos coinciden en su caminar, comparten y aceptan que cada uno dirija su propia ruta.

El primer día realizamos el trayecto que une Saint Jean Pied de Port con Untto. Eran pocos kilómetros los que teníamos que recorrer, pero habíamos iniciado la marcha muy tarde, a mediodía, y eso impedía planear un recorrido más extenso. Cruzamos el puente sobre el río Nive y nos encaminamos por la rue d'Espagne, repleta de comercios y transeúntes, dirigiéndonos hacia las afueras de la ciudad buscando la route de Napoleon. El paraje era bucólico: inmensas laderas de prados, con vacas pastando plácidamente.

Caminábamos charlando y nos perdimos; tuvimos que volver sobre nuestros pasos hasta encontrar la señalización correcta. Esta experiencia me hizo tomar consciencia de la necesidad de focalizar mi atención en la senda. Mi error fue seguir a otro, sin hacer uso de mis propias facultades, ni comprobar en cada bifurcación si el camino tomado era el correcto. Aproveché esta lección para recordar las veces que en la vida me ha ocurrido algo semejante. ¡Cuántas veces nos dejamos llevar, sin ser nosotros los directores de nuestra propia vida! Y, ¡cuántas veces pretenden otros dirigirnos! Hasta se molestan si no lo permites y no reconoces tu necesidad de ser guiada.

Las facultades de cada uno están para su uso y desarrollo. Pero, por inercia, a veces nos es más cómodo no usarlas. Tendemos a lo fácil, pero esto no es lo gratificante. La satisfacción derivada del desarrollo de nuestros talentos es superior a la dimanada de algo realizado sin esfuerzo. Ya el primer día recibí la lección del caminar:

¿Para qué me ha dado Dios unos ojitos?

Una vez encontrada la senda señalizada paramos a comer debajo de unos árboles. Nos faltaba mucho trecho por recorrer. Las dos últimas horas se me hicieron interminables, pues tenía miedo de que anocheciese sin encontrar el refugio. Ya puesto el sol, al fin divisamos unas casas, donde se debía encontrar el albergue. Así era, pero estaba completo y no había otro alojamiento posible. Cuando esto ocurre suelen dar cobijo al peregrino en cualquier lugar habilitado para ese fin. Nos instalaron en una nave de uso agrícola, con tejado de uralita, agujereada en sus paredes y con alguna que otra telaraña. Nuestro sentir era de agradecimiento, ya que nos dejaban pernoctar. Hay una gran diferencia entre el turista que exige y el peregrino que agradece. Aquello no era hotel ni albergue, era lo que era, una nave y no más, que nos sirvió para no pasar la noche lluviosa a la intemperie.

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Untto - Roncesvalles

Segunda jornada
Bendición en la Colegiata

Al día siguiente subimos los Pirineos en continuado y pronunciado ascenso, hasta llegar a las altas cumbres, donde no existían ya árboles ni arbustos, debido a la gran altura. Conforme ascendíamos la temperatura descendía y aumentaba la niebla. Al coronar la cima ésta era tan espesa que no permitía ver a cinco metros de distancia. Hacía un tiempo desapacible de lluvia, viento y barro y, con estas dificultades, no podía disfrutar del paraje, el único objetivo era franquearlo cuanto antes. Me entró auténtico pánico al ver la tumba del peregrino fallecido. Comenzó un chirimiri que terminó en fuerte aguacero. Llegamos a Roncesvalles empapados. Los hospitaleros nos recibieron con gran cantidad de periódicos, para que secásemos nuestras botas. ¡Bonito detalle!

Cuando al fin nos dieron nuestra litera, muchos deseábamos tomar una ducha, pero hubo que esperar turno, ya que la cola para tal fin sería de unas veinte personas. Aquella fue la ocasión que más tiempo he tenido que esperar para ducharme. Ya limpia y seca -lo que hacía con una especie de bayeta Vileda de poco peso, y muy usual entre peregrinos- me dispuse a descansar en la litera, oyendo caer la lluvia tras los cristales. Su canto y mi cansancio me entregaron pronto en los brazos de Morfeo, quien me mantuvo atrapada hasta que me despertaron para ir a misa.

Por la tarde asistimos a una bellísima misa. Ésta le da gran emotividad y significado a la empresa que el peregrino inicia. Los sacerdotes se dirigieron a los asistentes en tantas lenguas como peregrinantes había. En la bendición, nos recordaron las palabras de Dios a Abraham: "Parte de tu país, de tu familia y de la casa de tu padre hacia el país que yo te haré ver...". Pero de forma más precisa la orden que se le da al patriarca es: "Ve hacia ti, marcha hacia ti mismo". Tenía que enfrentarse al desprendimiento y a la separación para responder a la llamada del Dios de su corazón. Tras esa ruptura Yahvé le prometía el don de la Tierra Prometida y la seguridad de una prosperidad inigualable. ¡Qué palabras más apropiadas para comenzar el Camino! Calaron en el corazón de muchos. Recuerdo cómo lloraba Gianluca, un peregrino italiano compañero de la andadura. ¡Hay tanta emoción en la misa! Merece la pena iniciar el proceso de búsqueda participando en ella.

El peregrino de hoy, al igual que Abraham, también hace una ruptura con su vida habitual, deja a la familia y a los suyos, para vivir un proceso de introspección. Debe romper con los hábitos del mundo moderno y aprender la ley del Camino. Tiene que mirar hacia dentro. Ir a Santiago es un volver, es penetrar adentro de uno mismo. Hacernos conscientes de lo que había, pero no sabíamos. Sentir que Dios está en nosotros. Nos han enseñado que Dios está en todas partes y, sin embargo, lo buscamos fuera. ¿Por qué no en nuestro interior?

BENDICIÓN DEL PEREGRINO

Oh, Dios, que sacaste a tu siervo Abraham
de la ciudad de Ur de los caldeos,
guardándolo en todas sus peregrinaciones,
que fuiste el guía del pueblo hebreo a través del desierto:
te pedimos que te dignes guardar a estos peregrinos
que, por amor a tu nombre, van a Compostela.
Sé para ellos compañero en la marcha,
guía en las encrucijadas, aliento en el cansancio,
defensa en los peligros, albergue en el camino,
sombra en el calor, luz en la oscuridad,
consuelo en el desaliento, firmeza en sus propósitos.
Que por tu guía lleguen salvos al término de su camino
y, enriquecidos de gracia y de virtudes,
vuelvan de regreso a su casa,
que ahora se duele con su ausencia, llenos de alegría.

POR JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR. AMÉN

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Roncesvalles - Zubiri

Tercera jornada
Liberándose de peso

Partimos muy temprano y atravesamos los Pirineos españoles, recorriendo bellas sendas entre pinos, avellanos, hayas y robles. Esta jornada está llena de ascensos y descensos. Tras subir el alto del Erro hay que bajar al valle del río Arga. Las subidas y bajadas nos iban haciendo conscientes del excesivo peso de nuestra mochila. Unos enviaron el sobrepeso por correo, otros iban dejando sus pertenencias en la senda o en los albergues; y hubo quienes decidieron sacrificarse. Así lo hizo un peregrino de unos setenta años, que metió en su mochila una Biblia de más de un kilo. El Camino de Santiago es como la vida misma, estamos personas muy diferentes.

En el acto de deshacerse de carga innecesaria, el peregrino siente una gran liberación. El desprenderse de cosas aumenta el nivel de consciencia de sí mismo: lo que perdemos en confort lo ganamos en libertad. Muchas veces en la vida tenemos tanto en lo que ocuparnos que no tenemos tiempo para lo esencial. Observé cómo una peregrina que tiró un Actimel a un contenedor se sintió muy aliviada. ¿Qué alivio, si su peso es insignificante? Pienso que ello le supondría liberarse del miedo a no encontrar comida. Es sentir una mayor confianza en lo que el caminar depare. La persona se libera cuando se desprende de alguno de sus miedos, ya que éstos son grandes inhibidores.

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Zubiri - Pamplona

Cuarta jornada
El cariño de la familia

Partimos muy de mañana y después de dos horas caminando me apetecía muchísimo un café. Unos peregrinos nos dijeron que todo estaba cerrado. A pesar de ello, continuamos y conseguimos encontrar un bar abierto. Recuerdo aquel desayuno en Larrasoaña como el mejor y más apetecible de todos, tenía auténtica necesidad.

Me dirigía hacía Pamplona, estrenando ampollas. Pero cuando empiezas a caminar llega un momento que ni las notas. ¡Lo malo es cuando te levantas después de estar sentada! Cruzamos el río Arga en varias ocasiones, por bellos y consistentes puentes de piedra. El tiempo era soleado, lo que propiciaba hacer descansos y compartirlo con otros peregrinos.

Nos íbamos acercando a la ciudad. Cruzamos Villava y la moderna Burlada. Entramos en Pamplona por el puente de la Magdalena, rodeando la muralla por un camino llegamos al portal de Francia, catedral, calle Mayor, vuelta del Castillo y fuente del Hierro. Cruzar Pamplona es atravesar una ciudad que, sin menoscabo de su modernidad, conserva muy bien sus edificios y posee gran cantidad de zona verde.

Después de haberme albergado en lugares que no tenían ni agua caliente, ni privacidad para ducharme, como es el albergue de Zubiri, tuve la gran suerte de dormir en Pamplona en casa de mi hermano (en cama con sábanas, baño con toallas y lavadora). Ángel, mi sobrino mayor, vino a recogernos en coche; mientras, Javier nos tenía preparada la mesa y había metido en el frigorífico un licuado de sandía, que me supo a gloria. Éstas son bendiciones del siglo XXI, que no valoramos lo suficiente; pero cuando carecemos de ellas, recobran su valor. Es muy frecuente centrar nuestra consciencia en aquello que nos falta, sin apreciar lo que tenemos. ¡Gracias, Dios, por haberme dado ese descanso y el cariño de mis sobrinos!

Estar agradecido a la vida es algo que el peregrino va aprendiendo en su andadura: ¿Cómo no va agradecer el desayuno que toma, cuando, tras largas horas de marcha, encuentra al fin un café y una tostada recién hecha? ¿Cómo no disfrutar de la cerveza fresquita? Y cuando al fin llega a su litera: ¡qué gran placer!

Esta es una gran lección del Camino:

Valorar y agradecer las cosas sencillas y necesarias.

Nuestra vida, generalmente, está muy llena de cosas superficiales, con las que nos enmarañamos, impidiéndonos valorar lo necesario y agradecer el hecho en sí de vivir. Es muy frecuente ver al hombre preso de sus posesiones. Cuantas más cosas innecesarias acumulemos menos tiempo tendremos para dedicarlo a nosotros.

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Pamplona - Puente la Reina

Quinta jornada
El dolor nos advierte

Nos dispusimos a cruzar la Sierra del Perdón. Tiene una buena subida, pero el día era plácido y podíamos disfrutar de una vista muy agradable. Su cumbre está festoneada de modernos molinos y de un bello monumento al caminante que sirve de parapeto, constituido éste por perfiles de peregrinos en actitud de marcha, realizado en hierro. Se veía Pamplona con los Pirineos al fondo y, por el otro lado, las valles de Uterga, Muruzubal y Obanos. Desde lo alto se observaba de dónde veníamos caminando y hacia adónde nos dirigíamos. Habíamos venido entre el verdor de bosques y explotaciones ganaderas, mientras que ahora la senda surcaba una rica y amarillenta zona de cereales ya segados. La panorámica te ofrece una amplia perspectiva del camino navarro. Al igual que desde la cima del Alto del Perdón podía ver lo caminado y lo que tendría que recorrer, yo también pretendía tener esa claridad en mi vida y me preguntaba: "¿De dónde vengo? ¿Adónde voy?".

En Obanos se iban incorporando al camino los peregrinos procedentes de Somport. El río del Camino aumentaba su caudal. Cada vez éramos más. Ya había conocido a italianos, franceses, alemanes, americanos... Un sinfín de nacionalidades y diferentes edades. Una gran variedad y, sin embargo, un hilo común unía a todos: el Camino a Santiago.

Pude conocer y admirar la iglesia de Santa María de Eunate. Aislada de la población, se yergue solitaria entre campos de labor. En ella se muestra una reproducción de la imagen románica original de Santa María.

Observé cómo somatizamos muchos de nuestros miedos y problemas. Así, personas con posturas rígidas ante la vida suelen sufrir dolores en sus articulaciones, sobre todo en rodillas. Otras que tienen dificultades para aceptar la realidad sufren ampollas. Quienes asumen responsabilidades de otros, suelen padecer problemas en su espalda. Cada uno padece su propio problema.

El Camino ofrece al peregrino una oportunidad para identificar la causa de su error. Es muy frecuente concebir el dolor como una gran contrariedad y, la verdad, no tiene nada de plácido. Sin embargo, es un aviso oportuno que nos da el cuerpo para advertirnos de que nos hemos equivocado en algo y oírlo. Lo podríamos comparar con los plomos de una instalación eléctrica que saltan por una sobrecarga. Si lo escuchamos y rectificamos, podríamos evitar muchos problemas posteriores a nuestro organismo.

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Puente la Reina - Estella

Sexta jornada
Camino o Tao

Una vez cruzado el Arga por el puente medieval, emprendimos la marcha. La mañana se presentaba lluviosa, era un día grisáceo alegrado por el brillante colorido de los chubasqueros de los romeros. En Villatuerta pudimos hacer un descanso en la iglesia parroquial de la Asunción, en la que gocé de un tiempo de descanso y recogimiento. Allí dejé olvidado mi bordón pero, afortunadamente, me di cuenta al poco tiempo y regresé a recogerlo. ¿Cómo iba a continuar sin mi bordón? Era algo así como dejar mi propia personalidad olvidada, eso no podía ser.

Estando en esas reflexiones, recuerdo que me obsequiaron con una rosa. Su fragancia y belleza eran tan maravillosas, como doloroso me resultó el efecto de sus espinas. En el mundo material, todo es dual y contradictorio: placer-dolor, belleza-fealdad, vida-muerte, paz-guerra, bueno-malo, verdad-error... El taoísmo habla de tres fuerzas: el Yang, el Yin y el Tao. Las dos primeras se oponen y complementan. Generalmente, el hombre no encuentra la complementariedad de ellas, sino la lucha. Yo buscaba la conjunción de los opuestos, y creía que el viaje a Compostela me ayudaría, ya que Tao y Camino son una misma cosa. Los taoístas entienden el Tao no como una meta, sino como un devenir constante, perfecto equilibrio y quintaesencia de la vida. En el peregrinaje cristiano, lo importante también es la marcha hacia el lugar sagrado, es "ir a".

Conseguimos llegar a Estella, donde nos encontramos una larga fila de mochilas a la puerta del Albergue. Cada día había más peregrinos.

La tarde la dedicamos a pasear y conocer los monumentos históricos de Estella. Nos incorporamos a una visita guiada por la ciudad que nos permitió conocer su historia y riqueza artística.

Ya de noche compartimos cena con otros peregrinos, la mayoría de ellos italianos. Guardo especial recuerdo de Gianluca.

Ese día, buscando perspectiva sobre lo vivido, reflexionaba sobre las muchas veces que queremos cosas en la vida, y cuando las obtenemos nos damos cuenta de que no nos proporcionan la felicidad. El ser humano aprende hasta de sus elecciones erróneas, ya que tiene que vivir esa experiencia para comprender algo. La única forma de darnos cuenta que pretendimos algo que no nos convenía es obteniéndolo. Si no lo conseguimos es mucho peor, pues corremos el riesgo de idealizarlo y no comprobar su auténtico valor. Hay que tener mucho cuidado con nuestros deseos, son como la caja de Pandora, ya que pueden convertirse en realidad y entonces comprendes el significado de:

Cuando los dioses nos quieren castigar, escuchan nuestros ruegos.
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Estella - Los Arcos

Séptima jornada
Limpiando el espejo

Salimos de madrugada. Al llegar al monasterio de Irache lo encontramos cerrado por ser muy temprano. Sólo estaba abierta la fuente del vino. Pero un trago de vino a las siete de la mañana, la verdad, no me motivaba. Me cuestioné si merecía la pena madrugar y no poder visitar un monasterio.

Estábamos en agosto, el mes más concurrido de peregrinos, cuando es más difícil encontrar alojamiento. En estas circunstancias, muchos se levantan muy temprano y salen a caminar con linternas. Compiten con otros por llegar a la litera. Viajar a Compostela es intentar apartarse de la vorágine de la vida, donde mayoritariamente se compite, no se comparte. Peregrinando no podemos hacer lo mismo. Cada uno tiene que ir a su ritmo, sin tener en cuenta a cuántos ha adelantado o le han adelantado. El peregrino tiene que mirar hacia dentro, no hacia el caminar de otros. Me sentí llevada por la corriente, y ésa no era la peregrinación que yo quería hacer. Marché a veces por lugares que no quería ir, como por la carretera, aunque había sendas. Me dediqué a mirar al mundo, o lo que es lo mismo, al espejo en el que nos reflejamos y esto es lo que encontré:

En primer lugar no mira hacia adentro, sino proyectándose en los demás, quien, por ejemplo, va por la vida de "salvador", prestando ayuda a los demás, para mantener la dependencia de otros hacia él. Necesita personas que desarrollen el rol de víctimas. Con éstas se siente a gusto, las considera pobres a los que él ayuda. Si mirara dentro de sí mismo comprendería que se está proyectando en otros. No respeta sus propias necesidades y hace por los demás lo que ellos tendrían que hacer por sí mismos. Para salir de este rol erróneo, es preciso escuchar primero nuestros deseos y no actuar para remediar problemas ajenos.

En segundo lugar, también se proyecta en los otros quien, pretendiendo que los demás le saquen las castañas del fuego, no hace uso de sus propias facultades. Suele enviar mensajes de su indefensión y de su falta de suerte a quienes lo rodean. Es la "víctima". Los demás no la hacen feliz, ni la entienden. Se caracteriza más por sentir y sufrir que por pensar. Si mirara hacia su interior encontraría los talentos que tiene dormidos.

Por último tampoco mira a su interior quien, estableciendo sus pautas personales, exige que los demás las cumplan. Sin tener en cuenta al otro, ni preguntarle si está dispuesto a cumplirlas y ni siquiera le importa si el otro las acepta. Simplemente el intimidador marca sus reglas. Suele tener éxito cuando encuentra una persona poco asertiva, que entra en el juego que él le marca sin ser capaz de llevarle la contraria. Si mirase hacia dentro encontraría que es su rigidez la causa de no aceptar a otros. Desarrollar comprensión es la única manera de salir de este rol.

Estos roles son muy frecuentes en las relaciones humanas. Hay que tener mucho cuidado para no caer en ninguno de ellos. Quien es capaz de identificarlos y no proyectarse en otros decidirá actuar según sus deseos, sin esperar los frutos de su acción. Es un actuar como lo realiza el sol: da su calor sin esperar que la planta lo tome o se lo agradezca, simplemente lo da, porque es esa su naturaleza.

Un deseo muy común que hay que evitar es el de inmiscuirte en los asuntos de otros, esperando que ellos te correspondan de alguna manera. Lo que otra persona haga, diga o crea es cosa que no debe importarnos, hay que dejarla completamente a su libre albedrío. Los demás tienen pleno derecho a la libertad de pensamiento, de palabra y de acción, mientras no intervengan en nuestros asuntos. Al igual que cada uno reclama para sí el derecho de hacer cuanto cree justo, tenemos que conceder al prójimo la misma libertad.

Llegamos al albergue hacia mediodía, hicimos cola como ya era habitual y una vez duchados nos dispusimos a comer. En la plaza del pueblo se celebraba un curioso y variado mercado artesanal, donde tuvimos ocasión de conocer y probar alimentos de la comarca. Degustamos quesos, vino y chistorra asada en horno de leña.

En la tarde visité la iglesia de Santa María, donde se integran y armonizan elementos del románico, gótico, plateresco y barroco. Es un magnífico templo que delata la importancia del lugar en épocas pasadas. Concluida la visita tuve la oportunidad de asistir a la santa misa.

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Los Arcos - Viana

Octava jornada
Musulmanes y cristianos, peregrinos ambos

Pasada una semana, observé con satisfacción cómo había desaparecido gran parte del cansancio. Caminando sin descanso durante días, te habitúas y llegas al albergue como si tal cosa. Vives un momento en el que el cuerpo se ha acostumbrado y responde muy bien. Una ocasión para maravillarme de la capacidad de adaptación de organismo. ¡Qué bien responde! Es nuestro aliado. ¡Gracias, Dios, por la maravillosa maquinaria que me has dado!

A mitad de la jornada, pude orar en el magnífico templo del santo Sepulcro de Torres del Río, de estructura octogonal como el de Santa María de Eunate. Supone una gran satisfacción poder encontrar la casa de Dios abierta; y, más aún, iglesias como ésta en la que coexisten armónicamente elementos de la cultura cristiana y la musulmana. Junto con toda la iconografía cristiana, la iglesia está rematada por una bóveda califa ochavada. Asocia una sobriedad románica, casi cisterciense a una cúpula que dibuja una estrella de ocho brazos, similar a la del mihrab de la mezquita de Córdoba. Si sus constructores fueron los templarios o no, no quiero entrar en polémica. Pero evidentemente no tenían prejuicios en usar elementos del arte musulmán, y eso ocurría en tiempos de las Cruzadas. Ello me da a entender que en la Edad Media también había caballeros tolerantes. Los caballeros del Temple en Jerusalén pudieron beber de fuentes judías, la cábala, y musulmanas. En dicha ciudad, se encuentra la mezquita de Omar o cúpula de la Roca, también de planta octogonal. Parece ser que la cruz octogonal era la clave del alfabeto secreto de los Templarios.

Lo mismo que en este templo coexisten armónicamente la arquitectura cristiana y la musulmana, el Camino puede ser lugar de encuentro de peregrinos musulmanes y cristianos, si ambos superan los conflictos medievales y crecen al Hombre Nuevo. Es tiempo de ver más lo que nos une que aquello que nos separa. Gandhi decía: "Lo mismo que un árbol tiene una sola raíz y múltiples hojas, también hay una sola religión verdadera y perfecta, pero diversificada en numerosas ramas por la intervención de los hombres."

Entre los cinco mandamientos de los musulmanes, se encuentra el de peregrinar al menos una vez en la vida a la Meca. Contrariamente al concepto cristiano en el peregrinar de musulmanes no es la marcha en sí lo que importa, ya que la pueden realizar en cualquier medio de transporte. Más importante que la ruta misma son los ritos de abluciones y vueltas: siete en torno a la piedra negra, que llevan a cabo al llegar a la mezquita de la Meca.

En cambio, para los cristianos la peregrinación no es un mandamiento y damos más énfasis a la ruta que a los rituales en el punto de llegada.

Estas diferencias lo son de forma, pero no de fondo, ya que musulmanes y cristianos peregrinan y buscan. Es tiempo de ver ya más lo que nos une que aquello que nos separa. En la Edad Media también había judíos, musulmanes y cristianos que sin prejuicios religiosos colaboraban entre sí, traducían su saber del griego, al árabe y al latín, aprendían de los médicos del Califato.

¿Qué significado le podría encontrar a la iglesia del Santo Sepulcro? Me vino la idea de peregrinar dado importancia a la ruta en sí como cristiana y a los rituales del lugar de llegada.

Al salir del templo, en un bar llamado La Oca encontré un hermoso poema escrito por Ibn Arabi, místico sufí hispanoárabe (Murcia, 1164 - Damasco, 1240) quien también había realizado su peregrinación.

Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo
si su religión no era como la mía.
Ahora mi corazón se ha convertido
en el receptáculo de todas las formas.
Es pradera de gacelas y claustro de monjes,
templo de ídolos y Caaba de peregrino
Tablas de la Ley y pliegos del Corán.
Porque profeso la religión del amor
y voy dondequiera que vaya su cabalgadura,
pues el amor es mi credo y mi fe.

Ibn Arabi

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Viana - Logroño

Novena jornada
El terreno personal

La senda avanzaba entre viñedos y algunos olivares. Entrando en Logroño conocí a la famosa Felisa, una señora ya mayor que, diariamente y muy de mañana, se sitúa en las puertas de su casa. Ofrece al peregrino los frutos que sus árboles le dan en cada estación del año. Sella la credencial al peregrino con el lema Higos, agua y amor. Era toda amabilidad. Tuve la ocasión de aprender una lección de ella, ya que su agrado se tornó en todo lo contrario cuando un peregrino se dispuso a coger higos de su higuera. Su postura era muy clara: yo te lo doy, pero tú no tienes derecho a tomar lo que no es tuyo. Este sencillo incidente me enseñó una postura ante los demás:

Dar a los demás lo que de corazón nos salga darles, pero marcar nosotros nuestros propios límites.

Antes de llegar a la ciudad, crucé el río Ebro por el famoso puente de piedra y, enfilando la rúa Vieja, llegué a la barroca fuente de los Peregrinos, frente a la iglesia de Santiago, cuya fachada nos presenta las dos versiones iconográficas del apóstol: el Matamoros, sobre un brioso corcel, y el Peregrino.

En Logroño terminé esta primera etapa de peregrinación y durante meses volví a la vida normal. Fueron unos meses para valorar lo vivido y seguir reflexionando. Sentí cómo me cambiaba la vida, pero no me asusté.

El Camino implica cambio. Éste me vino a los tres días de estar en casa, cuando un adolescente del instituto donde trabajo llamó a mi puerta. Había pasado la noche anterior en la calle y yo le dije que podía venir a dormir a casa. Por entonces yo tenía pareja, el peregrino con quien había caminado en esta etapa. Al comunicarle mi decisión de dar cobijo en mi casa al menor, me dijo: "Te quedas a dormir con el niño y con su ... madre". Dio un portazo y se marchó. Lo vivido peregrinando me había dado la fuerza suficiente para no permitir que nadie ponga límites a mis sentimientos ni diga quién entra o sale de mi casa.

Había aprendido la lección que me dio Felisa. La relación se rompió, pero no me asusté. A partir de entonces comencé a realizar los cursos de adopción y acogida de menores. He vivido en mis carnes la violencia de género y pretendía crear mi propia familia con el respeto y la tolerancia como fundamento de la misma.

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Segunda etapa

En las vacaciones de Semana Santa de 2003 pude volver a retomar mi viaje a Santiago. Esta vez lo hacía sola, pero no de Dios. Llevo muchos años sintiéndome con Él. Y puedo asegurar que siempre he tenido la mano amiga cuando la he necesitado. Dios nunca abandona a sus hijos. Lo que nos ocurre es que no solemos ser conscientes de ello y no vemos a Dios en los demás cuando nos hablan, nos confortan o nos ponen a prueba.

Ahora iba a iniciar la parte del Camino que consideraba del perdón, aunque no la podría concluir hasta las vacaciones del verano. La palabra "perdón" está unida a la de "don". Dios, en su infinita Misericordia, nos perdona siempre. Luego, si el peregrino permite que el Camino avive en él su entendimiento, llegará un día que se perdone a sí mismo y a los otros. Perdonar a otro es perdonarse a sí mismo y permitir que todo sea posible para nuestro bien y el de los demás. Es poner dosis de misericordia donde antes había rigor.

El peregrinante no puede realizar su búsqueda si ignora el valor del perdón. En el Camino, mucho antes de llegar al Pórtico de la Gloria, tienes que atravesar la Puerta del Perdón en Villafranca del Bierzo. O lo que es lo mismo: las puertas del Cielo permanecen cerradas a quienes alimentan odio y rencor.

Para esta nueva etapa decidí ir reflexionando sobre un tema cada día y elevar una plegaria a Dios. Era consciente que sólo con Su ayuda podría lograrlo.

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Logroño - Nájera

Primera jornada
Buscando el Centro

En mi primer día programé hacer doce kilómetros; pretendía llegar a Navarrete, pues no tenía buena forma física. Pero el albergue de esta localidad estaba cerrado y tuve que ir a Nájera, a veintiséis kilómetros. Esto es hacer el Camino:

Aceptar lo que vaya viniendo.

Al retomar el contacto con la naturaleza, me resultó impresionante la salida del sol, era mi primera madrugada de esta etapa. Ver cómo su luz conseguía disipar las sombras me conmovió. El amanecer es un espectáculo maravilloso que contemplo muy pocas veces. No es de extrañar que los antiguos adorasen al astro rey. Por ello, quiero incluir el himno a Atón, dios solar egipcio al que Amenofis IV erigió en supremo hacedor y objeto único de culto:

Asciende bello, sol vivo,
Señor de la eternidad,
Eres radiante, eres bello, eres fuerte,
Tu amor es grande y vasto,
Tus rayos dan ojos a lo que has creado,
Tu tinte resplandece vivificando los corazones.
Llenas los Dos Países con tu amor.
¡Oh! Noble Dios que se ha creado a sí mismo,
Que ha hecho toda la tierra
y creado lo que está encima de ella.
Los hombres, todos los animales
domésticos y salvajes.
Los árboles que crecen sobre la tierra,
Viven cuando resplandeces sobre ellos.

Su luz, me hizo recordar las palabras de B. Williams, que dicen:

Nunca una noche ha vencido al amanecer,
y nunca un problema ha vencido a la esperanza.

Esta jornada, la dediqué a reflexionar sobre la Voluntad de Dios y cómo la manifestamos en nuestra vida. Para visualizarlo mejor, lo imagino así:

(una circunferencia con un punto en el centro)

El punto central simboliza la Voluntad más esencial de nuestra raíz más profunda. Dicho punto, al mismo tiempo de ser tu centro es el centro de todo el universo. Llegar a Él supone conexión con el Todo. La circunferencia correspondería a la manifestación externa de cómo realizamos dicha Voluntad.

Como peregrino, el punto central representa la llamada o necesidad que siente a hacer el Camino. La circunferencia sería la forma como lo realiza: la elección de su itinerario, su mochila o su bordón.

Mi itinerario del día pasaba bordeando el pantano de la Grajera, luego por caminos entre explotaciones agrícolas y ganaderas hasta Navarrete. A la entrada de dicha localidad, encontré las ruinas del antiguo hospital de san Juan de Acre, cuya puerta se conserva hoy en día en el cementerio. Crucé la hermosa villa de aspecto medieval y casas que conservan sus blasones de antaño. Una vez cruzada la Ventosa y el cauce seco del río Yalde, siguiendo una senda entre huertas y frutales divisé la ciudad de Nájera, donde concluiría mi itinerario y por fin tendría comida y cama.

Plegaria

¡Dios mío, que en la Naturaleza admire el esplendor de tu obra
y aprenda a manifestar mis obras de acuerdo a tu Voluntad!

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Nájera - Santo Domingo de la Calzada

Segunda jornada
El bordón

Sigo reflexionando sobre cómo manifestar la Voluntad de Dios. Y considero que cada uno lo hará según su propia personalidad.

Para un peregrino el símbolo de su personalidad es su bordón, o báculo en el que se apoya. Viendo el bordón de cada buscador se puede saber algo de él. Curiosamente, yo había dejado el mío en la estación de autobuses de mi pueblo, Daimiel. Al llegar a Logroño, pregunté en el albergue dónde podía encontrar uno nuevo. El hospitalero me dijo que podía tomar uno de los dejados allí por otros peregrinos. El que llamó más mi atención tenía forma de cruz y una inscripción en rojo que decía: "Amigo Santiago". Pronto atravesaría las tierras castellanas del perdón. Por lo tanto, ¡qué mejor que ir con mi propia cruz! Éste era con el que más me identificaba. Él ha sido mi compañero constante, apoyo necesario en las bajadas, el complemento en las subidas, recuerdo después de cada descanso, instrumento para ahuyentar a perros y la distracción en el llano, con un bamboleo incesante. Y ahora es recuerdo y símbolo de la vivencia.

Mi bordón tiene dos brazos, el vertical y el horizontal. El primero asciende, apoyándose en la tierra hacia arriba. Me sugiere rectificar nuestra personalidad al igual que se endereza un árbol cuando es pequeño:

Árbol que crías torcido, jamás su tronco endereza,
porque es de naturaleza el vicio con que ha crecido.
Malas costumbres no adquieras,
pues no podrás corregirlas cuando corregirlas quieras.

El tramo vertical lo identifico con nuestra dimensión espiritual, mientras que el horizontal lo relaciono con la material. En el crucero de ambas nace el Hombre Nuevo que une lo humano con lo divino.

Dicha unión se realiza sobre la base del sacrificio. Todas las religiones hablan de la inmolación que hay que efectuar para conseguir la transformación. He pensado mucho en las palabras: "Deja todo lo tuyo, ven y sígueme". Esto es muy duro, pues lo interpretaba como un dejar todo lo tuyo por algo que no conoces, y por lo tanto cabe la duda de su existencia. Meditando sobre ello, al fin se me aclaró el concepto. Creo que el error está en asociar la idea de sacrificio al término sufrimiento. Debemos olvidar esta concepción negativa. Sacrificarse es simplemente dedicarse a lo sagrado (sacrum facere). Sacrificarse para ir a Santiago durante un mes es hacer sagrado dicho mes, sacralizarlo.

En estas consideraciones me encontraba, dirigiéndome a Santo Domingo de la Calzada. Su fundador sí que sacralizó su vida, dedicándose a la construcción del puente de veinticuatro arcos sobre el río Oja y a la reparación de caminos. Al no ser admitido en las abadías cercanas como monje, se alejó para llevar una vida de eremita y asistir a los peregrinos que por allí pasaban. Sufrió la incomprensión de sus contemporáneos y luego fue reconocido por sus numerosos milagros. Entre ellos, el más famoso es el del gallo y la gallina que cantaron después de asados. En memoria de tal suceso, hasta la década de los ochenta existían en la catedral un gallo y una gallina blancos. En mi visita a dicho lugar encontré una reja renacentista que recibe el nombre de "gallinero", donde se guardaba la curiosa pareja, pero ya no me alegraron la misa con su característico quiquiriquí.

Era domingo de Ramos, y la ciudad estaba repleta de peregrinos, turistas y pobladores. Me albergué en la casa de la cofradía del Santo, un magnifico recinto, situado en pleno centro de la villa, cercano al Parador de Turismo y restaurante, donde pude saborear la comida riojana y sus vinos.

Plegaria

¡Dios mío, que yo mengüe para que Tú crezcas en mi interior!
¡Que Te deje espacio y tiempo en mi vida!

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Santo Domingo - Redecilla

Tercera jornada
Las relaciones humanas

Salgo sola de madrugada y desayuno en Grañón. Me encuentro un albergue parroquial muy acogedor, junto a la iglesia de san Juan Bautista, hoy iglesia parroquial de una sola nave. Allí se respiraba un verdadero ambiente fraternal, hacían cena en común y compartían. Iglesia y albergue se comunicaban. Un sitio encantador. Pero era muy pronto para quedarme y decidí continuar la marcha.

La senda estaba llena de barro y resultaba molestísimo transitarla. Cada bota pesaba lo suyo, más un kilo de barro. Comparo este caminar con las veces en que nos enfrascamos en nuestras miserias y ello nos impide dar gracias por lo que la vida nos ofrece.

En Redecilla me encuentro con el primer pueblo de Castilla y decido quedarme. Reflexiono sobre lo que significaron los castillos como fortalezas necesarias para defender un territorio. Esto me lleva a pensar en las muchas veces que he dejado invadir el mío. Intento ponerme en paz conmigo y con los otros. Pues si alguien ha usurpado algo es porque yo lo he permitido o no he tenido la suficiente claridad para impedirlo.

En las relaciones humanas es muy frecuente que uno consiga algo del otro, bien haciéndose la víctima o el intimidador. No podemos impedir que deje de haber personas que se conviertan en víctima o intimidadores. Pero sí podemos y debemos reconocer dichas conductas para no realizarlas ni sufrirlas.

La víctima actúa haciéndose sentir pobre y solo. Con ello consigue que otro le otorgue lo que ella desea. En apariencia, la víctima es el débil y el otro es el fuerte. Pero en realidad es todo lo contrario, ya que quien cede de su terreno es el débil que hace lo que la víctima pretende. La víctima se encuentra en la posición existencial de "yo estoy mal, tú que estás bien, hazte cargo de mi malestar". Se queja de su mala suerte. Culpa a los otros de su infelicidad. Controla al otro para que no hable, pues eso sería violar su intimidad. Pasa factura a sus seres queridos por los muchos desvelos que les ha otorgado.

En el caso del intimidador ocurre lo contrario. Éste actúa imponiendo sus reglas. El intimidador va de fuerte, pero son sus propias inseguridades las que le llevan a ocupar un terreno que no es el suyo y a no respetar a quien tiene al lado. Procura que le teman para que el otro no se atreva a hacer lo que quiera, si él no lo aprueba. Intenta salirse con la suya por las bravas. No dialoga, impone. Estipula unas pautas de comportamiento rígidas y establece que los demás las cumplan. Suele cebarse en personas de personalidad poco asertiva, pero no tiene nada que hacer con personas que marcan sus propios límites. Se da, por ejemplo, en maridos que ridiculizan a su esposa porque ella quiera continuar estudios o en el profesor autoritario y severo que se ensaña con un alumno, descalificándolo delante de sus compañeros. Esta manipulación la padecen mucho las mujeres. La voluntad del varón suele ser muy restrictiva con la voluntad de su compañera y no le permite que ella disponga sobre sus ideales o sobre su propio tiempo. Liberarse de este sometimiento es una tarea de generaciones.

Estos comportamientos no son tan nítidos en la vida real. A veces, nos pasamos el tiempo cayendo en uno o en otro sin identificarlos. Unas veces ejerciéndolos, otras padeciéndolos. Es muy poco frecuente que la persona sea consciente de estas manipulaciones. Las hemos aprendido desde la infancia e inconscientemente las repetimos sin identificarlas. Manipulamos a otro cada vez que nos enfadamos con ellos; ya que el enfado es la manera de demostrarles que no queremos que hagan tal o cual cosa. También los manipulamos cuando nos quejamos, para que ellos nos remedien nuestra insatisfacción. Ambos comportamientos, muy usuales en las relaciones humanas, denotan que no estamos aceptando al otro.

La pila bautismal románica del siglo XII, es una gran copa sobre un haz de ocho columnas, de las que parten otras tantas torres, de cuerpos separados con cenefas y adornados con cuatro ventanas cada uno. Se encuentra hoy en la iglesia parroquial de Redecilla. En dicho pueblo, también se encuentra el rollo jurisdiccional del dibujo, que servía para delimitar el territorio de cada pueblo. A partir de ahora, pretendo nacer en esta pila a una nueva etapa de mi vida, en la que con rollo jurisdiccional o sin él, respete el terreno personal de cada uno y no permita intromisiones en el mío.

Plegaria

Dios mío, hazme receptiva a las necesidades del prójimo,
sin ser objeto de manipulaciones.

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Redecilla - Villafranca

Cuarta jornada
La pirámide

Paso por varios pueblos. En Belorado estaban preparando las iglesias para la Semana Santa. En el camino observaba muchos montones de piedra que iban haciendo los peregrinos. Suelen tener forma piramidal. Ello me llevó a reflexionar sobre la pirámide.

Pienso en una pirámide cuadrangular. El vértice lo identifico con la Voluntad del Altísimo; su base, con la forma en como ser humano manifiesta dicha Voluntad. Dado que el hombre posee libre albedrío, puede manifestar la voluntad de su ser inferior o la del Ser Superior. Hay muchos ejemplos de personas que han manifestado en su vida algo superior. Me viene a la memoria Ghandi. Medito sobre cómo actuó él y esquematizo su actuación en un cuadrado. En cada uno de los vértices sitúo las palabras: Silencio, Solidaridad, Servicio y Sinceridad.

Silencio Solidaridad
Servicio Sinceridad

Creo que su solidaridad hacia los demás le llevó a prestar un servicio sincero hacia sus semejantes, realizando éste sin jactancia alguna, en silencio. Él me sirve de ejemplo para saber cómo puedo manifestar la Voluntad del Ser Superior. Actuar cumpliendo la regla de las cuatro eses implica un servicio hecho con sinceridad, de corazón. Un mismo acto puede darnos satisfacción o agobio, según la intención con que lo hagamos; si lo hacemos de corazón nos ennoblece, si lo hacemos obligados nos envilece. Además, el acto debe ser solidario con el prójimo, pensando en el beneficio de la humanidad. Y por último debemos guardar silencio sobre nuestros actos.

Plegaria

¡Dios mío, que mis actos sean de servicio sincero, solidarios y que sepa guardar silencio sobre ellos; para así gozar de la gloria de los humildes!

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Villafranca - Atapuerca

Quinta jornada
¡Cuidado con nuestros pensamientos!

Había leído que los montes de Oca eran un lugar de difícil ascenso, entre bosques, donde se podían encontrar alimañas. La lectura de la guía me hizo crear miedo. Luego comprobé al atravesarlos que no había razón para tenerles recelo, ni existía peligro. Los crucé con una temperatura suave, gozando de una vista magnífica y buena compañía. Mucho mejor de lo que pensaba.

Lo mismo que me ocurrió en los Montes de Oca, nos suele pasar muchas veces en la vida. Somos prisioneros de nuestras creaciones mentales. Muchas ideas preconcebidas nos hacen tener miedo y nos inhiben en la acción. Uno de los mayores inconvenientes con los que el ser humano se enfrenta para conseguir ser feliz son sus propios pensamientos. Y lo que es aún más terrible, como ni siquiera se cuestiona las consecuencias de los mismos, no los abandona y vive los efectos de su pensar, sumergiéndose en una vida llena de miedos, dudas y ansiedades, no encontrando satisfacción en sí e intentando buscar fuera lo que sólo se podría encontrar al descubrir sus errores y cambiar sus pensamientos.

Nuestros pensamientos se van guardando en el subconsciente, creando muchos de ellos ideas fijas desagradables que producen un efecto nefasto en el sistema nervioso y desequilibran las funciones vitales. Si pudiéramos contemplar nuestro subconsciente veríamos en él tantas malas hierbas y malas semillas como árboles y flores. Por eso es muy importante vigilar la calidad de nuestras aspiraciones y deseos, porque son semillas para el subconsciente y su inconsistencia representa malas hierbas en nuestro interior, que nos dificultan tener un pensamiento positivo. No podremos tener éxito si albergamos duda o temor. Sólo los buenos pensamientos hacen que la fuerza vital penetre en nosotros y mantenga la vida consciente en armonía con el universo.

Justifica tus limitaciones y ciertamente las tendrás.

El pecado original consiste en limitar el ser. ¡No lo cometas!

Si crees que no puedes, en verdad no podrás.

Algunos de nuestros pensamientos usuales nos niegan el potencial de crecimiento. Solemos decir frases como: "Así soy", "Siempre he sido así", "No puedo evitarlo", "Es mi carácter". Todas estas frases son trabas que nos impiden crecer y hacer nuestra vida estimulante y llena de emociones felices. Son fórmulas aprendidas para justificarnos y evitar el cambio.

Subíamos y descendíamos por sendas forestales casi paralelas a la carretera hasta el santuario de San Juan de Ortega, magnífico templo románico con añadidos posteriores. Me impresionó el capitel de la Natividad de Cristo, que se ilumina con la luz del sol en el equinoccio, mientras todo el resto del templo permanece en penumbra. Algo digno de contemplarse.

El albergue de San Juan de Ortega es famoso por la acogida que presta el padre Maroquín, quien, después de la misa, prepara una reconfortante sopa de ajo y conversa con los comensales. Me hubiese gustado quedarme, pero llegué muy temprano y sin cansancio, por lo que decidí continuar hasta el siguiente albergue. Me dirigía a Atapuerca, donde se ha descubierto el vestigio de homo sapiens más antiguo de toda Europa.

Cuando llegamos, el albergue estaba repleto; afortunadamente encontré alojamiento en una casa rural. Esto suponía sábanas, toallas y radiadores que nos permitían secar la colada. ¡Todo un lujo para el peregrino!

No hay mal que por bien no venga.

Plegaria

¡Dios mío, destruye todas mis falsas creaciones mentales,
para poder gozar de la seguridad que Tú nos ofreces!

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Atapuerca - Burgos

Sexta jornada
Los sillares de la catedral

Comencé a caminar cuando el sol ya había salido, pues al no dormir en el albergue pude descansar más tiempo en la cama. Era Jueves Santo y tenía que recorrer veintidós kilómetros, ocho de ellos por el polígono industrial situado a la entrada de Burgos. Marchaba por asfalto y con los establecimientos cerrados. Decidí cruzarlo a pie y aceptar del camino lo que éste me ofrecía. Es mucho más agradable andar por tierra que por asfalto. El Camino es como la vida misma. Y en ésta no voy a poder eludir lo que no me agrade.

La entrada a Burgos es inolvidable, ya había cruzado Pamplona y Logroño, pero no tienen nada que ver con la ciudad que tenía que atravesar ahora. La ruptura con el medio natural es mucho más agresiva que en otras ciudades. Cruzas la autovía, las líneas férreas y te adentras en el polígono industrial, escuchando el ruido incesante de la carretera e inhalando los gases tóxicos de los tubos de escape. El campo visual cambia, ahora está limitado por altos edificios que te impiden ver el horizonte. Sentía lo agresivo y artificial de la sociedad tecnológica. A pesar de los inconvenientes, lo afronté como pude y gracias a esa decisión contemplé la iglesia de Santa María de Gamonal, que me brindó un placentero y deseado descanso y recogimiento.

Para que un lugar sagrado aporte paz al peregrino, éste tendrá que comportarse correctamente; así lo decía un cartel en algunas iglesias:

Amigo de paso,
que esta visita sea para ti un momento de paz.
No rompas su silencio
No cambies el uso para el que está destinada.
Con tus ojos y corazón
observa la belleza del trabajo de los hombres.
Busca la presencia discreta de Dios.

En la tarde, junto con otros peregrinos, vimos en la plaza de la Catedral la procesión del Encuentro entre Jesús y la Dolorosa. En tan magnífica y emotiva procesión, reparo en la forma de los sillares de la catedral. Veo que ellos encajan perfectamente los unos con los otros. Estos sillares nos pueden servir de ejemplo para ver en lo que nos tenemos que convertir: piedras cúbicas, que encajen unas con otras.

Para ello tenemos que cincelarnos y limar imperfecciones. Nuestro roce con los demás nos va limando, hasta que por fin un día no haya fricción con nadie, sino acoplamiento.

Cuando nos hayamos pulido lo suficiente, estaremos más cerca del Crucificado.

Distinguiremos que las acciones pueden ser buenas o malas, pero no encasillaremos a las personas que las realizan ni como buenas ni como malas; sino como quienes están aprendiendo y se equivocan.

Nos sentiremos iguales a los demás, sin derechos sobre nadie.

Aceptaremos el trato que los demás nos den, como aquél que libre y voluntariamente quieren darnos.

No esperaremos ni agradecimiento, ni reconocimiento por nuestros actos; sino que los realizaremos sin esperar nada a cambio.

Como simples sillares de piedra ocuparemos nuestro sitio, formando entre todos la catedral del género humano.

Plegaria

¡Dios mío, sé Tú el cincelador de mi forma,
para que, sin orgullo,
sólo quede en mí el amor perfecto!

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Burgos - Hontanas

Séptima jornada
"De oca a oca y tiro porque me toca"

Hicimos una larga marcha de treinta kilómetros. Habíamos salido pronto y lo llevé bien, sin esfuerzo. Compartí la jornada con Yves, un peregrino francés. Cruzamos Villalbilla y Tardajos sin encontrar dónde desayunar, era Viernes Santo y todo estaba cerrado. Por fin encontramos la fuente de Rabé de las Calzadas, que muestra el dibujo.

La temperatura era excelente; sin frío ni calor se camina muy bien, no necesitas siesta, puedes hacer paradas y continuar andando. Alcanzamos la cota máxima del páramo, descendimos por la cuesta de Matamulos, hasta el río Hornazuelas, y llegamos a Hornillos, donde nos repusimos con unos buenos bocadillos.

A media tarde visitamos Sambol, curioso refugio en un bello valle, apartado del pueblo, rodeado de silencio, frescor y verdor. Me hubiera gustado quedarme allí, pero estaba cerrado y la realidad manda. Pensé en cuántas veces en la vida he querido ir en una dirección y la vida me ha dado otra. Estoy convencida de que todo lo que nos ocurre es siempre lo mejor que puede pasarnos. Mejor aún que lo deseado. Este pensamiento me ha ayudado mucho a aceptar la realidad.

¡Peregrino, aceptar lo que nos ocurre es la regla del Camino!

Recuerdo unas amigas leonesas, que tomaban de una forma muy divertida aquello que cada uno iba viviendo. Y decían:

- ¡Ah! ¿T'an tocao ampollas? Pos si t'a tocao, t'a tocao.
- A mí también m'an tocao. Pues pinchátelas y, ¡pisa bien sobre ellas! Esto son gajes del oficio.
- A otros les toca la tendinitis y también la dermatitis.

Contado así, puede parecer demasiado trivial. Pero vivido, puedo asegurar que es una forma jocosa de ir aceptando aquello que vaya viniendo o lo que es lo mismo: la casilla del juego de la Oca en la que te encuentres.

Juego de la oca

En Sambol estaba pintado el juego de la Oca. En este juego, el objetivo del jugador es alcanzar el centro; el peregrino también busca su centro. El jugador parte de la periferia y da dos vueltas y media, recorriendo sesenta y tres casillas para llegar a un umbral que le conduce al Paraíso. El peregrino camina hacia el Pórtico de la Gloria, umbral de piedra que ha de cruzar antes de encontrar la Gloria de Dios.

En las casillas del juego hay algunas de prueba: la posada, el pozo, la cárcel, la muerte; y otras favorecedoras como el puente, la oca. Cada una representa momentos buenos o difíciles por los que el hombre pasa en su vida o el peregrino en el Camino.

Precisamente, las ocas siempre están situadas en las casillas que suman cinco o nueve. Las encontramos en las casillas: 5, 14, 23, 32, 41, 50, 59, 9, 18, 27, 36, 45, 54, y 63, (1+4 = 5). Parece que este juego encierra algo más que lo propio para un juego de niños. Sus inventores demuestran tener conocimientos de Numerología.

El cinco simboliza liberación emocional y cada vez que el peregrino se libera de una emoción negativa pierde peso en su mochila, ganando libertad. El nueve simboliza un ciclo perfecto ya concluido. Así, nueve son los meses de embarazo, Y, una vez concluido un ciclo, comienza un nuevo ser.

Cada vez que el jugador pasa por una oca, gana impulso.

Michel Armengaud, en su libro Le pelegrinage à Compostelle: Une Quête spirituelle dedica todo un capitulo a la simbología del juego de la Oca, y al estudio de las ocas en las distintas tradiciones.

La palabra "oca" se encuentra en algunos lugares del Camino. Así la encontramos en Villafranca -montes de Oca- o en el puente sobre el río Órbigo -de la Oca o del Ganso-. La pata de oca era una insignia que portaban los miembros de una hermandad de compañeros constructores.

En Puente la Reina hay un Cristo cuya cruz, en vez de ser la tradicional, dos brazos que se unen en su punto medio, está clavado en una madera con la forma de pata de la oca.

La Vía Láctea también es conocida con el nombre de Camino de Santiago. Y en la tradición lapona se la conoce con el nombre de "camino de las Ocas".

En Hontanas cenamos junto a la chimenea Mayte, Javier, un alemán que no hablaba castellano pero nos entendía, Yves, un bilbaíno y otros. Era un bar típico; su propietario bebía vino en un porrón: apuntaba a su frente y dejaba resbalar el líquido por la nariz hasta llegar a la boca, manchándose las comisuras. Algunos de los comensales quisieron imitarle, pero nadie pudo lograr la misma destreza al apuntar con el porrón.

Plegaria

¡Dios mío, que siempre acepte y aprenda de lo que viva!

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Hontanas - Itero de la Vega

Octava jornada
La confianza en el devenir

A media mañana cruzamos Castrogeriz por su monumental sirga peregrinal. Nos desviamos a la derecha para visitar la Colegiata de la Virgen del Manzano y la encontramos cerrada, por lo que no pude ver la imagen de Santiago peregrino que se guarda en ella. Me identifico mucho más con esta representación del apóstol que con la de Santiago Matamoros, que ya pasó a la historia.

Subimos la cuesta de Mostelares (que se las trae). Un peregrino aconsejó ascender como señala el proverbio chino: "sube la montaña como viejo para llegar como joven." Ganada la cota máxima comenzó a llover y no cesó en toda la tarde. El mejor sitio para estar era el albergue, donde descansábamos y charlábamos. Recuerdo cómo una litera se cayó sobre la de abajo, en un momento en el que, gracias a Dios o "casualmente", no había nadie.

Todos los días hay un momento para el agradecimiento.

El sentimiento que tenía después de haber caminado algunos días treinta kilómetros, y superado las vicisitudes, era muy satisfactorio. Me daba cuenta de que con mis propias fuerzas podía realizar la marcha y obtenía su recompensa: confianza. Me iba apareciendo una seguridad que surge de la confianza en lo imprevisible. Es un dejarte llevar por lo que vaya ocurriendo. Es ir aceptando el Camino tal como se va dando. La recompensa por haberme atrevido a hacerlo sola era inmensa. Muchas veces en la vida nos limitamos y nos justificamos para no hacer cosas. Pero cuando nos atrevemos y lo conseguimos crecemos.

Recibí el mensaje de Ramón, un amigo catalán, que me vino como anillo al dedo. Decía: "Para ti, que buscas, y te atreves, que luchas y dejas atrás, que lloras y perdonas. Sigue adelante guiada por la fuerza del Amor". ¡Gracias, Ramón!

Plegaria

¡Dios mío, que no me limite,
que Te sienta como mi mejor aliado
y como el pozo inagotable
de agua fresca que sacia mi sed!

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Itero de la Vega - Frómista

Novena jornada
La despedida

La mañana se presentó lluviosa, fueron catorce kilómetros sin dejar de llover. Caminaba por una amplia pista de tierra encharcada a través de una llanura de cereal en todo su verdor. Sabía que me encontraba en la España seca, pero ni el paisaje todo verde, ni el tiempo que teníamos podían ser más húmedos. Llegamos a Boadilla del Camino y desayunamos cómoda y confortablemente. El lugar era una casa rural que nos acogió por un módico precio. Con la lluvia de buena gana me hubiese quedado allí. Pero tenía el objetivo de llegar a Frómista y luego tomar el tren hacia Madrid. Era domingo de Resurrección y las vacaciones se me terminaban. No había reservado billete y existía dificultad para conseguirlo. Estaba tranquila, pues confiaba en que si estaba de Dios hacer el viaje, algo ocurriría y yo podría partir.

Una vez en Frómista, lo primero que hice fue ir a la estación de ferrocarril. Estaba cerrada. Me decidí a visitar la iglesia de San Martín, verdadera joya del románico y degusté con Yves el cordero pascual. Despedí la andadura con un buen yantar, pues no todo es dureza en el Camino, también hay placeres.

Fue muy duro despedirme de Yves y del resto de peregrinos que había ido conociendo. Había un belga de setenta años, que llevaba dos meses andando desde su casa; unas bellas jóvenes brasileñas que despertaban el interés en muchos; un francés que caminaba con un mono de peluche sobre su mochila; un italiano muy enamoradizo que nos decía: "Il mio core batte solo per te". Me encontraba muy triste por tener que abandonar y volver a casa. Sentí que dejaba de hacer lo que quería hacer. No me apetecía despedirme, pero las vacaciones se terminaban. La próxima vez que retomase la ruta jacobea sería sin interrupción. No quería volver a hacer una etapa y marcharme. Decir "adiós" siempre es muy triste.

Por la tarde volví a la estación para conseguir retornar a Madrid. El jefe de estación me dijo que no había plazas. Continué allí, esperando no sabía qué, pero algo me decía que debía quedarme. Pasados veinte minutos, me enteré de que en Osorno, pueblo del que venía el tren, las personas sin reserva eran muchas y, decididas a viajar, impedían la salida del tren ocupando las vías. Ante tal situación, RENFE puso un autobús para recoger a todos los viajeros sin plazas y trasladarnos a Palencia. Y yo, gracias a Dios o a los ocupantes de las vías, conseguí llegar a Madrid.

Plegaria

¡Dios mío,
que confíe siempre la dirección de mi vida a Ti;
pues cuando no te opongo resistencia,
me demuestras ser el mejor programador de mi vida!

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Tercera etapa

Había tenido que dejar el viaje a Compostela para incorporarme al trabajo. Lo reinicio en julio de 2003, un mes caluroso como hacía muchos años no se conocía otro. Pero las inclemencias del tiempo no me frenaron. Llevaba mucho tiempo sintiendo la llamada del Camino y sentía verdadera necesidad de concluirlo.

En esta etapa decidí ir reflexionando cada día en el tema que me surgiese por una u otra razón. En el ser humano está contenido todo. Según en lo que piense sentirá de un modo diferente. Cualquier cosa que le ocurra puede verla desde distintas perspectivas. Puede sentirse triste por lo que ocurrió o agradecido por lo que aprendió. Todo depende de la manera como se tome las cosas, por lo tanto todo depende de nuestra perspectiva. Por ello decido vivir esta nueva etapa eligiendo para cada jornada el tema que me sugiera el propio caminar. Con la esperanza de saber que si llevo algo en mi pensamiento, llegaré a sentirlo, identificarme con ello y hacerlo mío. Esto me ayudará a la transformación que busco. Es un ir madurando en las cualidades del Hombre Nuevo, para que éste vaya desplazando malos hábitos de pensamiento y sentimientos del hombre viejo.

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Frómista - Carrión de los Condes

Primera jornada
La llamada del peregrino

Inicié la marcha en Frómista. Hice un cómodo y confortable viaje con mi hermano. Comimos juntos y después cada uno siguió su rumbo. En la tarde pude observar cómo llegaban de rotos los peregrinos. Hacía un calor irresistible. Y yo, que estaba descansada, me disponía a tener los problemas del caminar con bochorno.

A la mañana siguiente inicié la marcha. Tuve la suerte de poder entrar en una bella ermita románica, dedicada a la Virgen del Socorro. Digo suerte, porque a la mayoría de iglesias del Camino no puedes pasar, bien porque no sea hora de abrirlas, estén cerradas o en obras. Es una lástima que ocurra esto, pero así es. Como caminante, cansada de la marcha, me he sentido muy reconfortada física y espiritualmente cada vez que he podido sentarme en una iglesia y orar. Los santuarios sagrados son lugares privilegiados puestos a disposición del peregrino para encontrar en ellos descanso físico y paz. En ellos hay una energía especial que beneficia al que la visita, con respeto y receptividad. Son lugares favorables a la meditación. Pero, desgraciadamente, la mayoría de las pequeñas iglesias sólo las he podido ver desde fuera, ya que actos de vandalismo impiden que permanezcan abiertas.

Como primer día de retomar el camino decidí pensar en la motivación del peregrino: su llamada al Camino. Ésta le impulsa a lanzarse a lo desconocido, pero con una fuerza inusitada. No sabe qué va a pasar, si encontrará comida o no podrá comer, no le importan las inclemencias del tiempo, las ampollas; sólo siente que tiene que hacerlo. La fuerza que le impulsa va más allá de los niveles conscientes. Se identifica con la parte de su ser que conoce su destino. Entonces se siente alegre y seguro.

Una vez que el caminante vence su inseguridad, su marcha se transforma. Antes llevaba una mochila que significaba peso. Ahora su mochila le supone lo necesario, su bagaje, su armario y su despensa. Su actitud ha cambiado y porta su mochila con soltura y alegría. Ha eliminado lo superfluo de ella. De lastre, ha pasado a ser su gran compañera.

Una fuerza parecida a la que el peregrino siente en su llamada podemos encontrarla en otros hombres que se han atrevido a hacer algo difícil para su época. Por ejemplo, Colón, que se atrevió a ir al este rumbo oeste. La fuerza de la llamada a hacer algo supera al pensamiento de las dificultades del viaje.

Una fuerza así es la que quiero que me impulse a vivir. Es un motor tan potente que no te deja ver el abismo que se abre a tus pies. Si sólo ves las dificultades, encuentras muchos problemas y pocas soluciones. La llamada que siente el peregrino es el empuje que le alienta para enfrentarse al reto y afrontarlo.

Cuando el hombre piensa mucho en las dificultades, sólo ve obstáculos y no ve las posibles soluciones. El peregrino intenta ver los problemas como situaciones oscuras a las que tiene que buscar luz.

Polvo, barro, sol y lluvia
es Camino de Santiago.
Millares de peregrinos
y más de un millar de años.

Peregrino, ¿Quién te llama?
¿Qué fuerza oculta te atrae?
Ni el campo de las estrellas,
ni las grandes catedrales.

No es la brava Navarra,
ni el vino de los riojanos,
ni los mariscos gallegos,
ni los campos castellanos.

Peregrino, ¿Quién te llama?
¿Qué fuerza oculta te atrae?
Ni las gentes del camino,
ni las costumbres rurales.

No es la historia y la cultura
ni el gallo de La Calzada
ni el palacio de Gaudí
ni el castillo de Ponferrada.

Todo lo veo al pasar
y es un gozo verlo todo,
más la voz que a mí me llama
la siento mucho más hondo.

La fuerza que a mí me empuja,
la fuerza que a mí me atrae
no sé explicarla ni yo.
Sólo el de Arriba lo sabe

La poesía de Eugenio Garibay de la página anterior describe bella y sabiamente la llamada del peregrino.

Plegaria

¡Dios mío, dame la fuerza necesaria
para realizar en la vida
aquello que Tú esperas de mí!

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Carrión de los Condes - Lédigos

Segunda jornada
Una mirada de atención

Esta jornada es una de las más duras, pues te enfrentas a una gran recta, carente de agua y de sombra. Son dieciséis kilómetros, desde Carrión de los Condes a Calzadilla de la Cueza, por un camino empedrado, antigua calzada romana, sin fuente alguna, sin sombra y con mucho calor. Creo que quien sigue caminado en las tierras palentinas es un auténtico peregrino. No en vano es la etapa del perdón. Aquí no hay otra distracción que el mirar hacia adentro, ya que la monotonía del paisaje te lleva más aún a tu interior. Muchos hablan del espejismo que sufren en esta zona, planicie yerma y desabrigada, gélida en invierno y con un sol de justicia en verano. Los tonos ocres y la falta de agua te hacen atravesar un desierto en tu caminar interior. La travesía del desierto es necesario pasarla lo más solo posible. Así se aprende que todo hay que buscarlo dentro de uno, no proyectándose en los demás; ésta es la única forma de no caer aturdido en el espejismo.

Quien hace el Camino y atraviesa este páramo sabe lo duro que es proseguir sin otra distracción que la de su propia sombra. Al principio del día, dicha sombra es alargada y va por delante. Pero, conforme el sol toma altura, la sombra se va acortando y llega un momento en que la pisa y casi no la ve. Es hora de pararte, si puedes. En esa situación me encontraba ya exhausta y sedienta al llegar al albergue de Calzadilla de la Cueza, pero estaba cerrado por falta de hospitalera. El dueño me dijo que me quedase en su puesto. Mi objetivo era ir a Santiago, no quedarme, por lo que hice de hospitalera sólo durante unas horas, descansé y reinicié la marcha al atardecer. Comprobé que entonces mi sombra me precedía, ya eran horas en las que se podía volver a circular. Llegué a Ledigos y tuve la gran suerte de dormir entre sábanas.

Esta fase del Camino, al ser más monótona, exige mayor paciencia. Juan Antonio Torres Priero dice que estas tierras son el crisol que transforman al caminante en peregrino. Yo pude observar diferencia entre quienes empiezan en Roncesvalles y los que continúan en Castilla. Ahora los que continuamos caminando hemos experimentado un cambio. Algo hemos aprendido de la adaptación progresiva del cuerpo al esfuerzo y al silencio.

Cruzando el páramo palentino pensaba en la atención. La mejor forma de desarrollar la atención es interesarse lo suficiente por lo que vemos y los demás. Frecuentemente vamos buscando personas con determinadas características y no hacemos caso a quien tenemos al lado. Craso error, pues la lección del día puede venir de la persona más insospechada.

Desarrollando la atención admiramos lo que ocurre. Observar una planta es maravillarse ante los ciclos de la misma, la inteligencia de sus cromosomas, su gran utilidad.

Estar atenta al acto mismo de caminar, es maravillarse ante el hecho de su posibilidad y su potencialidad. Es agradecer al Creador por haber dotado al hombre de una máquina tan bien diseñada. Es valorar al fabricante del calzado, por haber conseguido unas botas que conjugan la dureza de la suela con la transpiración del pie. Es estar agradecido a la vida por haberte dado los medios para poder comprarlas. En una palabra, cuanto más atentos estemos, más agradecemos a la vida lo que tenemos; y, a más agradecimiento, mayor felicidad.

Cuando conozcamos a otro peregrino, no nos preocupemos por la impresión que nosotros le causemos. La mejor impresión que podemos ofrecerle es prestarle nuestra atención. Prestar atención a otros es desarrollar habilidad para ver en sus almas. Vivimos más cuanto más pendientes estamos en lo que hacemos, poniendo el mayor número de nuestros sentidos.

Aquello a lo que prestamos atención es registrado en nuestra subconsciencia. Y ésta es a la vez la fuente de los modelos que proyectan las experiencias de la vida. Por esto, es mucho más inteligente dar atención a aquello que queremos experimentar -paz, felicidad-, que a lo que no queramos experimentar -duda, miedo-. La subconsciencia supone una fuerza inmensa que escapa a nuestro control. La única forma de interactuar en ella es seleccionando nuestra atención consciente.

Plegaria

¡Dios mío,
mantenme consciente en el aquí y el ahora,
para poder percibir la inmensidad de Tu Obra!

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Lédigos - Calzada del Coto

Tercera jornada
Autoridad

Salí temprano y llegué al último pueblo de Palencia, San Nicolás del Real Camino; iba a entrar en la provincia de León. Se me ocurrió ir recapacitando en el significado de la palabra "león". Pensaba en él como "reino" y como "animal". El reino leonés nació en un momento de mayor fortaleza de los cristianos, que saliendo de las montañas del anterior reino asturiano, estaban en condición de lanzarse hacia el resto de la península y enfrentarse al poder musulmán. Como animal, rey de la selva, indica dominio.

Ambos significados son de naturaleza regia. Y me llevan a reflexionar en cómo debe ser la autoridad de la persona. Muy frecuentemente la persona intenta ejercer su autoridad sobre otra. Frases como: "Hazme caso", "Tú no te das cuenta, pero debes hacer tal cosa", "Lo digo por tu bien", son muy frecuentes en las relaciones humanas, sobre todo de pareja.

Cada persona debe ejercer su autoridad sobre sí misma y no sobre otro. La historia está llena de ejemplos de su abuso. Pero, tarde o temprano, todo aquel que está sometido a una autoridad externa intentará eludirla, ya que autoridad que no convence, sólo vence por un tiempo. Y el tiempo sirve para poner a cada uno en su sitio.

Cualquier cosa que esté de acuerdo con la Naturaleza produce resultados que son opuestos a los producidos por la fuerza. Si sobre una persona actúa una fuerza o poder externo, éste produce una alteración que no puede mantenerse por mucho tiempo; sin embargo, lo que ocurre por evolución de causas naturales, se persevera a sí mismo y existe en las más óptimas condiciones. El Camino discurre en contacto con la naturaleza; por lo que todo aquello que es natural en nosotros emerge y disuelve cualquier presión externa.

Mientras caminas, tienes la oportunidad de conocer mucho de la problemática personal de los otros. Curiosamente, en estas tierras de León pude comprobar por las conversaciones cómo nos íbamos haciendo cada vez más conscientes de no permitir que otros dirigieran nuestras vidas. Es algo así como si estas tierras nos ayudaran a cada uno a sentirnos el rey de nosotros mismos. La personalidad en cada uno ha crecido. Ahora siente la verdad que encierra el aforismo:

Lo que ahora soy es el resultado de lo que pensé e hice ayer.

Encuentra dentro de su interior la dirección de su vida.

Tantos días de caminar solo te han ido haciendo. Y comprendes las ventajas de andar solo a hacerlo dirigido. Tanto en el viaje a Compostela como en la vida, cada uno debe llevar su brújula y marcar su dirección. El Camino es un espacio de libertad para hacerlo y vivirlo según nuestra propia concepción.

Conocí un estudiante que se cuestionaba el dejar la carrera que inició, por no corresponder ésta a sus deseos, sino al de su padre. Conocí a un ama de casa que se dio cuenta de que no vivía su propia vida, sino que se proyectaba en sus hijos. Otra había roto con su pareja, porque comprendió lo que él pretendía de ella; textualmente me dijo: "Será listo, quería que yo cuidase lo suyo, mientras él disponía de lo mío".

El auténtico poder que tiene el hombre sobre otro está en sentirse a gusto con la falta de poder. En suma, es un dejar al otro. Nadie tiene que poder con nadie, es un error el mero hecho de pretenderlo. Le he oído muchas veces decir a mi padre: "La mejor forma de gobernar es no gobernando".

Si la persona se siente libre de poder externo, se desarrolla en un ambiente favorable donde expresará sus potencialidades; pero si se siente constreñida por una reglas impuestas, tendrá que realizar tal esfuerzo por vencer dicha presión, que le impedirá dedicarlo al uso de sus propios talentos.

Había pensado quedarme en Sahagún, en un albergue de monjas, pero estaba completo y me fue imposible encontrar alojamiento. Menos mal que encontré una sombra y descansé al mediodía, en una piscina. El tiempo era bochornoso y los árboles que han puesto en el camino de la provincia de León no dan su sombra hasta bien avanzada la tarde.

Al atardecer llegué a Calzada del Coto. Y no puede respirar algo de frescor hasta bien entrada la noche. El sol abrasador, me estaba sometiendo a una verdadera prueba de fuego.

Plegaria

¡Dios mío, dame la inteligencia necesaria para dirigir mi propia vida!

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Calzada del Coto - El Burgo Ranero

Cuarta jornada
¿Qué es peregrinar?

Como la jornada anterior había sido muy dura por el calor, en ésta partí tan temprano que no se veía, por lo que no distinguí la flecha amarilla, y tuve que rodear. En la vida nos suele pasar lo mismo, muchas veces damos rodeos innecesarios, precisamente por la falta de Luz o conocimiento. Llegué a Bercianos y contemplé su iglesia parroquial que destaca esbelta sobre un altozano.

Hice una etapa corta y tuve la suerte de encontrarme pronto con un albergue muy acogedor en El Burgo Ranero, donde me quedé, compartí comida y tiempo con otros peregrinos. Ya había fraternidad y camaradería entre nosotros.

Nada más llegar, degusté un gazpacho y me refresqué con él. Lo había preparado Bartolo, un cordobés que hacía de hospitalero. Luego comida italiana, siesta y visita a los alrededores con Sofí, Anacleto y la Domiga (su perra). ¡Todo un lujo! Fue uno de esos días que la vida te regala y no te demanda esfuerzo, sino que es ella quien te lo da. Iba de oca a oca. Por no tener que esforzarme, hasta la meditación me vino de un escrito que había en el albergue. Decía así:

Peregrinar es desprenderse de las superpuestas capas con que hemos recubierto nuestra vida.
Peregrinar es rodearte de la sencillez de lo natural.
Peregrinar es caminar con fe, con alegría y con dulzura.
Peregrinar es saber ofrecer y sabiamente aceptar.
Peregrinar es compartir.
Peregrinar es consolidar la amistad con cuantos te rodean, buscando la armonía y la verdad.
Peregrinar es comprender y aceptar el sentido fraternal de nuestro existir.
Peregrinar es desvivirse por el otro, especialmente en los momentos de dificultad extrema.
Peregrinar es reflexionar, analizar, pensar y escoger con plena libertad.
Peregrinar es seguir el consejo sabio de quien nada espera de ti.
Peregrinar es hacerte uno con la propia naturaleza.
Peregrinar es compartir penas y alegrías, esperanzas, anhelos y deseos, realidades y sueños.
Peregrinar es ser, compartir y amar.

Peregrinar para mí, es todo esto y, sobre todo, unir lo sagrado y lo profano. Es realizar una actividad tan corriente como el caminar, pero buscando respuestas. Sacralizar tus pasos.

El Burgo Ranero os acoge
camino de Compostela,
por un camino de estrellas
Llévale romerico
llévale romerico
Llévale un abrazo.

Doy gracias a Dios por lo que viví en aquellos momentos y por las amistades que allí nacieron.

Plegaria

¡Dios mío, que no deje de ser peregrino
ni un solo día de mi vida!

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El Burgo Ranero - Mansilla de las Mulas

Quinta jornada
Cambiando emociones

Debido al calor reinante, programé etapas cortas. Algo que el peregrino tiene que aprender es a escuchar su propio cuerpo. Esto le lleva a cambiar el plan trazado. El Camino tiene sus leyes. El espíritu de competición encuentra sus límites en la resistencia física. Es evidente que no se puede hacer el mismo número de kilómetros con una temperatura agradable que con un calor sofocante.

Caminaba plácidamente, cuando me salieron tres inmensos perros que corrían por el campo. Miré hacia atrás buscando otros peregrinos en quienes resguardarme y no venía un alma. Tenía ante mí materializado uno de mis miedos más terribles. Tanto pavor les tengo a los perros, que durante años no he sido capaz de salir a pasear sola por el campo por temor a encontrarme alguno suelto. Intenté controlar mi miedo y respirar tranquilamente mientras les suplicaba mentalmente: "Tenéis mucho campo donde correr, ¡por favor!, respetad el camino, es del peregrino". Gracias a Dios, no se me acercaron. Comprobé que fue peor pensarlo que pasarlo. Ya era hora que este miedo no me siguiese inhibiendo.

Llegué a Mansilla a las once, cuando empezaba a hacer calor. Seguir hubiese sido someterme a una prueba demasiado dura. Tenía la gran suerte de no tener ampollas en los pies y quería continuar sin ellas. Creo que el dolor del cuerpo es un aviso para indicarnos que estamos forzándolo demasiado. Por ello prefería hacer etapas cortas.

En el albergue encontré el siguiente escrito:

¿De qué te sirve anhelar por tener y más tener?

Si esto en tu muerte ha de ser el fiscal, que te acusará; todo acá se ha de quedar, y puesto que no hay más que adquirir en la vida que el morir.

La tuya rige de modo, pues está en tu mano todo que mueras para vivir.

Entiendo lo de morir para vivir, como la transformación que se tiene que realizar en nuestro sentir erróneo para poder experimentar Paz Profunda. Por ello decidí recapacitar sobre qué hacer para cambiar emociones. Es difícil dejar de sentir lo que se está sintiendo. Pero una de las grandes curas del Camino es la emocional.

Nuestras emociones nos vienen de algo mucho más profundo que nuestra parte racional. Surgen de nuestra subconsciencia. Ésta es la sustancia universal en la que estamos inmersos. Mueve nuestro corazón, pulmones, regenera nuestras células. Es la gran inteligencia que nos mantiene vivos. También es el hilo que nos une a todos los demás. Es la fuente de nuestros deseos más profundos.

En las relaciones con nuestros semejantes comunicamos lo que decimos y lo que callamos. Creemos estar separados de los demás, pero estamos unidos por una sustancia que nos interpenetra e interrelaciona: la subconsciencia.

En este océano en el que estamos inmersos, es normal sentir muchas emociones desagradables. Cuando experimentamos una emoción que no nos satisface no hay razonamiento lógico que pueda modificarla. Hay que buscar su metamorfosis en algo mucho más profundo. Si tratamos de cambiarlo, luchando contra ello, no lo conseguimos, lo único que haremos será ocultarlo. Para que puedan modificarse nuestras emociones primero tendremos que transformar nuestros pensamientos.

Las emociones negativas surgen porque pensamos que las cosas debían ser de otra forma. Y la mayoría de las veces las cosas no son como las pensamos. Svami Prajnanpad, enseña a sus discípulos: aprender a ver y no pensar. Dice:

Si lo que es, es, ¿qué debemos hacer?
Vivir en la verdad. ¿Qué es la verdad?
La verdad es lo que no admite jamás un no.
Ocurra lo que ocurra, es mejor decir: "Sí, ha llegado".

Cuando pensamos que es mejor que no hubiese ocurrido tal o cual cosa, nos estamos preparando para tener una emoción negativa ante los hechos que vivimos. Los pensamientos son los que nos alejan de la realidad de los hechos y crean la agitación, la pena, el lamento.

A los occidentales creo que nos cuesta mucho trabajo seguir los métodos orientales. Pero, evidentemente, nuestro pensamiento es la raíz de las emociones. Pensamos que las cosas tendrían que ser según nuestros deseos o como creemos que deben ser, pero las cosas son como son.

Nuestro pensar a veces está lleno de condicionales, solemos pensar: "Haría tal cosa si...", "Si no hubiese ido, no me habría enterado". Pero si ya fuiste, te has enterado. De nada sirve no aceptar la realidad. Todas estas expresiones son exponentes de no estar construyendo nuestro pensar en el modo indicativo o de la realidad. Cuanto antes aceptemos la realidad de los hechos menos sufriremos, y no perderemos nuestro tiempo en emociones inútiles como la culpabilidad por hechos del pasado y la preocupación por lo que podremos hacer en el futuro.

Vivimos en una sociedad en la que es muy frecuente culpabilizar a otro de algo; tanto, que a veces nos lo creemos y nos sentimos culpables. Si profundizamos nos daremos cuenta que somos responsables pero no culpables.

La preocupación también hay que desterrarla. La propia palabra contiene el afijo "pre-": pre-ocupación. Luego, es lo anterior a la ocupación. Ocupémonos en vivir lo mejor posible nuestro presente sin preocuparnos por el futuro.

Quien nos enseña cómo hacer este cambio en nuestras emociones es Jesús. En un momento muy duro de su vida dijo: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen". El sentir de Jesús era muy distinto al de los hombres. Consideraba a quienes le crucificaban inconscientes. Comprendiendo los errores del otro, su emoción era positiva al máximo, sin rabia alguna. En estas palabras está la clave sobre qué intentar sentir cuando sufrimos por inconsciencia de otros.

Otra emoción frecuente que podemos experimentar es la ansiedad. Ésta nos hace desear lo que no tenemos e intentar conseguirlo a gran velocidad. Para trasmutarla podemos intentar sentir el ritmo en la naturaleza. Ella tiene un tiempo para sembrar y un tiempo para recolectar. No pretendamos que siempre esté la fruta madura. Cuando sintamos ansiedad, es preferible vivirla como una parte del proceso y aceptarla.

En la tarde, visitamos el magnífico monasterio mozárabe de san Miguel de Escalada y el de santa María de Sandoval, en esta ocasión en el coche de Sofí. Mientras cenábamos en un restaurante, me encontré con un gran revuelo entre las mocitas del pueblo, pues se habían enterado de que uno de los peregrinos era un actor muy admirado por ellas. En la ruta jacobea nos encontramos personas muy diversas: actores, maestros, funcionarios, amas de casa, estudiantes, jubilados. Hay buscadores en todos los gremios. Al día siguiente conocí a Dani, el actor, y a José, el bombero marbellí.

Plegaria

¡Dios mío, hazme receptivo
a las necesidades de mis semejantes,
para que mi vida sea productiva!

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Mansilla de las Mulas - León

Sexta jornada
Vivir el presente

Al irme acercando a la ciudad de León, iba meditando sobre lo que tengo en mi vida. Creo que lo que tenemos en cada momento viene dado por la conjunción de nuestra parte consciente y la subconsciente. O, lo que es similar, la unión de nuestro querer y poder.

Muchas veces pretendemos vivir una vida para la que no estamos capacitados. Hasta que no reconozcamos su imposibilidad, nos estaremos dando contra un muro infranqueable, que nos indicará que nuestra dirección es errónea. Esto nos ocurre cuando pretendemos que otros hagan lo que nosotros queremos, imponiéndonos. No es la fuerza la que vence, sino la razón.

Otras veces tenemos capacidad y podríamos hacer algo, pero no estamos motivados para realizarlo. En estos casos creo que no necesitamos vivir esa experiencia. No tenemos un porqué para hacerlo. Nos falta el deseo. Y sin él no hay motor que mueva a la vivencia.

La vida de cada uno se encuentra en el punto medio entre sus deseos y sus potencialidades. Tener esto claro me ayuda a aceptar la vida que llevo en cada momento. Pues si no obtengo algo que pretendo es bien porque debo ir en otra dirección, bien porque no tengo por qué vivirlo. No hay que confundir esto con desánimo o falta de perseverancia sino todo lo contrario, es no empecinarse y tener lucidez para evaluar una situación. Es sentir que el pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo y lo vives tal cual es.

Omar Khayyam lo expresa muy bellamente con estas palabras:

Fugaces son nuestros días;
y huyen como el agua de los ríos
y los vientos de los desiertos.
Dos días me dejan indiferente:
el ayer que murió
y el mañana que aún no ha nacido.

Cada uno tenemos una misión que realizar en nuestra vida. Y está impresa en lo profundo de nuestro ser. La podemos descubrir después de mucha meditación y teniendo en cuenta nuestras motivaciones más profundas. Cuando lo descubres te das cuenta que es lo que verdaderamente estás llamado a realizar y que otra cosa, por mucho mejor que fuese, no es la tuya. Entonces todo lo vivido adquiere sentido. Comienzas a apreciar cómo la experiencia pasada era la necesaria y cómo ha sido la conductora de tu vida.

Uno de los errores más usuales es pretender que los otros cambien. Si para que nuestra vida mejore pretendemos el cambio del otro y vemos en ellos la causa de nuestra insatisfacción, estamos en un tremendo, pero muy frecuente, error. ¿Cómo va cambiar el otro, si no está convencido de esa necesidad? Y, sin embargo, qué frecuente es oír cómo se queja una persona de la forma de ser de otra. Nuestro único poder es hacia nosotros mismos, no hacia los demás. Sólo podemos modificarnos si estamos convencidos y trabajamos para ello. Pero mirar hacia dentro cuesta más que mirar hacia fuera. La forma de cambiar el mundo es cambiando nosotros. El mundo será mejor en la medida que al menos uno de sus integrantes haya mejorado.

Con estos pensamientos, entré en León y me sentí la reina y artífice de mi propia vida. Llegué a tiempo para poder asistir a misa en la catedral. Por la tarde visité San Isidoro. Compartí mi tiempo con otros peregrinos. Disfruté la paz que produce asistir a vísperas y completas de las monjas Carbajalas. Recuerdo especialmente la reflexión que hizo una de ellas, con la que me sentí plenamente identificada. Decía así:

Agradezcamos las bendiciones que el día nos ha ofrecido.
Que ello nos haga henchir nuestro corazón para poderlo derramar.
Plegaria

¡Dios mío,
dame la capacidad para aceptar lo que no pueda modificar,
la valentía para modificar aquello que pueda cambiar
y la inteligencia necesaria para distinguir lo uno de lo otro!

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León - San Martín del Camino

Séptima jornada
El autoengaño

Esta jornada caminé casi siempre en paralelo a la carretera. Y tuve que cruzar una autopista. Estos son momentos duros, pero, gracias a Dios, no pasó nada. Creo que materializamos nuestros propios miedos y yo, que tenía miedo a las carretera (prefería los caminos y las sendas) tuve que vivir la experiencia de cruzar una autopista. Peregrinar supone enfrentarte a los miedos que turban tu razón.

Iba reflexionando sobre el uso de nuestra parte lógica razonadora para organizar aquello que tenemos. A veces nos perdemos en pensar: "Cuando consiga tal cosa, haré tal otra". Pero nos engañamos, pues en lo único que podemos actuar es en el presente, no en el futuro.

También hemos de usar nuestra mente lógica para ver a los otros tal como son, sin máscaras ni autoengaños. Muchas veces atribuimos a otros modelos que queremos encontrar y no tienen nada que ver con la persona en cuestión. Seguidamente, sufrimos una desilusión. Pero ha sido nuestro error de percepción el que nos ha llevado a otorgar a una persona determinados papeles en nuestra vida, con los que ella no se identifica.

La mayoría de las veces nos sentimos engañados. Si profundizamos, nos damos cuenta que nos hemos autoengañado por no ver la realidad tal cual era.

Cuando vemos una persona tenemos que aprender a mirarla sin que se nos escape ningún detalle. Así vislumbraremos a través de las máscaras donde nos escondemos. Todos representamos papeles. Deseamos que los otros nos vean de determinada forma y actuamos para ello. Nos podemos encontrar con una persona que tiene la costumbre de desacreditar a otras. Si tuviese seguridad en sí misma, no lo haría; pero se siente mejor mancillando a otro, por su propia inseguridad. Lo mismo que critica a unos puede reprocharnos a nosotros. Si lo comprendemos así, en vez de tener un sentimiento negativo hacia ella, por lo que diga acerca de nosotros, la veremos simplemente como insegura. Y comprendiendo su inseguridad, no tenemos por qué sentirnos mal.

Para ser objetivos, es necesario ponerse en el lugar del otro y entender su conducta. Es un aprender a ver sin que las emociones nublen la razón. Nuestras emociones y sentimientos suelen actuar como tupidas cortinas, haciéndonos ver el mundo desde nuestros deseos y necesidades personales, sin precisión objetiva.

Esta facultad razonadora es la constructora de nuestro mundo. Como nos interpretemos a nosotros mismos y a los demás, así será el mundo que nos creemos. No podemos vencer un problema si tenemos una visión superficial del mismo. Para vencer un problema hay que ir a la raíz y ser objetivo, aunque duela.

Plegaria

¡Dios mío,
dame la habilidad de verme y ver a los otros tal cual somos.
Pues la realidad es la base en la cual construimos.
Ayúdame a no autoengañarme!

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San Martín del Camino - Astorga

Octava jornada
Las dificultades

La senda continuaba en paralelo a la carretera. Esto es algo que no me agrada, pero era lo que había. El tener que afrontar esta inconveniencia y el observar las muchas adversidades con las que nos encontrábamos me iban haciendo pensar en las dificultades que surgen en la ruta jacobea y en la vida. ¡Vida y Camino tienen tanto en común!

Entre las dificultades que encuentra el peregrino están el cansancio, las ampollas, la tendinitis, el calor, el frío, el hambre, la sed... La mejor forma de afrontarlas es llevarlas lo mejor posible para que el Camino vaya haciéndonos crecer.

Después de muchos días caminando, el peregrinante ya no mide el tiempo empleado en hacer tantos kilómetros, sino lo vivido en el trayecto como persona desde que inició la marcha. En su trayecto no sólo ha hecho kilómetros y visto paisajes y gentes, sino lo más importante: ha cambiado de perspectiva. El trecho andado, con su tiempo de soledad y silencio, le ha dado la oportunidad de hacerlo más fuerte y de encontrar una nueva dimensión a su existencia. El Camino es el gran pedagogo del caminante. Le ha dado cansancio, pero también ha encontrado recursos motivadores para continuar. Va encontrando respuestas. Va desarrollando la paciencia de un lento y continuo caminar en armonía con su cuerpo y respetando sus propios límites. Ya sabe que la prisa y la velocidad no le conducen nada más que a hacer kilómetros, pero no a vivir plena y conscientemente ese espacio. El ritmo lo marcan sus pasos y su corazón, caminando y amando. En su viaje está llegando a profundidades antes desconocidas. Andar reflexionando te va dando una visión más profunda de la vida.

No te importe caminar lento, lo importante es andar por dentro.

El peregrino llega a comprender que en la vida no hay azar, ni mala suerte, sino que hay un orden inteligente que nos lleva hacia la experiencia que necesitamos. Comprende que si una persona sale o entra en su vida, hay una razón profunda para que ello se produzca. Se encuentra inmerso en el Todo. Percibe lo oportuno de cada momento. Comprende que tras cada relación personal hay algo que aprender. Acepta lo vivido. Se encuentra en la cima de un trecho consumado y abierto a las cosas que vendrán. Siente que tiene que iniciar una nueva etapa que le proporcionará más experiencia. Se afirma feliz caminando y viviendo.

Al igual que en el Camino, en la vida también atravesamos dificultades. La vida tiene momentos buenos, que nos hacen gozar, y malos, que nos hacen crecer. Todo hombre pasa por etapas en las que vive situaciones muy difíciles que no desea y le cuesta gran trabajo afrontar. Unos, ante estas situaciones, reaccionan buscando el porqué de las mismas. Se suelen preguntar: ¿Por qué, precisamente a mí, me ocurre esto? Inquiriendo en las causas es posible que nos perdamos en unas producidas a la vez por otras y no encontremos la respuesta; o, aunque la encontremos, ya no la podamos modificar. Otros prefieren pensar en el para qué me ocurre esto. Esta pregunta nos lleva a encontrar el sentido profundo de nuestras dificultades. Cuando encontramos el para qué de la dificultad, el momento malo adquiere otro sentido. Esta visión no es fácil; requiere mucha introspección y no culpabilizar a nadie de lo que vivimos. Así, si las dificultades están para nuestro crecimiento podríamos ver, por ejemplo, la viudedad como un momento en el que tienes que crecer sin el apoyo de la pareja. Ante los problemas de la vida es muy usual estar desconcertado durante un tiempo. Pero nuestra actitud debe ser la de encontrar cuanto antes sentido a lo que nos ocurre y llevarlo lo mejor posible. Cuando encontramos este sentido nos damos cuenta la verdad que encierra el dicho: "Toda llaga tiene su medicina".

Estoy convencida de que todo lo que nos ocurre es para nuestro crecimiento interior. No importa lo que nos ocurra, sino cómo reaccionemos a ello.

Plegaria

¡Dios mío,
dame la habilidad de emplear mi tiempo útilmente,
sin perderme en lamentos improductivos!

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Astorga - Rabanal del Camino

Novena jornada
Al revés del mundo

En Astorga compartí la tarde con el grupo de peregrinos que había conocido y con quienes se habían creado lazos de similitud y afecto. La mayoría éramos personas que iniciamos solos la marcha e iba surgiendo un grupo por empatía. Entre nosotros se compartía algo, que nos diferenciaba del hombre común. Podía sentir más unión con un peregrino recién conocido que con una persona tratada durante años.

El hombre común suele buscar su seguridad en tener más, se siente mejor cuanto mayor es su cuenta bancaria y más extensas son sus posesiones. El peregrino comprende lo ilusorio de tal pretensión. Ahora entiende que cuanto más tiene, mayores son sus responsabilidades y tendrá más preocupaciones. Como buscador de armonía que es, ha descubierto que la seguridad la encuentra en aceptar lo que el Camino le ofrece o lo que la vida le depara. Ha realizado una inversión de sus objetivos: ya no busca fuera, sino dentro. Intenta actuar lo mejor que sabe en el mundo, pero depende cada vez menos de lo externo. Para encontrarse bien, no necesita gran equipaje ni lujo, sino valorar más lo sencillo y necesario.

Las personas se creen libres, pero están condicionadas por la sociedad, familia y amigos. Piensan que van donde quieren y son llevados donde la propaganda y los medios de comunicación les hacen ir. Muchos se creen libres, pero una cosa es creerlo y otra es serlo. El peregrino se siente más libre cuanto más unido está al Camino. Ha elegido hacer el viaje a Compostela y todo lo demás lo ha inhibido de su mente. Su libertad consiste en haber hecho una elección consciente y deliberada: hacer el Camino. Y una vez en marcha, goza de no tener otra cosa que hacer que andar, pensar y vivir. Ha decidido dejar por un tiempo la vida que llevaba. Y en dicho alejamiento la percibe mejor. Se siente inmerso en un tiempo y un espacio distinto al que experimentaba en su vida corriente.

El pensamiento del hombre común suele ser el de "ver para creer". No olvidemos que aunque miles de personas estén de acuerdo en un asunto, si nada saben acerca de él, su opinión carece de valor. En cambio el peregrinante deberá aprender a pensar por sí mismo. "No puede mantener una creencia simplemente porque mucha gente piense así; ni porque haya existido desde siglos, ni porque esté escrita en cualquier libro que los hombres tengan por sagrado; deberá pensar por sí mismo si dicha creencia es razonable." (Palabras de Krishnamurti).

Hoy en día se está perdiendo cada vez más la capacidad de asombro. Mientras comemos, vemos las noticias del televisor que nos muestran las atrocidades o sucesos diarios. La costumbre del día a día hace que ya ni nos hieran y nos insensibilizan. En cambio el peregrino, se asombra y maravilla en el contacto con las arcanas fuerzas de la naturaleza. En su caminar está cada vez más cercano al niño que todos llevamos dentro. Y, como tal, disfruta y se asombra.

Esta jornada fue dura por la intensa lluvia y la tormenta. Pero, gracias a Dios, encontré cobijo en el momento de mayor virulencia de la lluvia. Y percibí la alegría de otros peregrinos cuando me vieron llegar, pues cayó un rayo cercano al lugar donde me encontraba.

Me recobré de la mañanita lluviosa comiendo el suculento cocido maragato, que me costó digerir un buen rato.

Luego una buena siesta y como nueva, paseé por la calle Mayor de Rabanal, donde pude contemplar numerosos vestigios de hospitales e iglesias que corroboran el importante pasado jacobeo del lugar.

Me albergué en el entrañable refugio de Gaucelmo. Situado frente a la iglesia parroquial de Santa María, pequeña iglesia románica donde asistí a misa, celebrada por un peregrino, sacerdote francés, compañero del Camino. También tuve la ocasión de armonizarme al asistir a vísperas y completas de los padres benedictinos, cantadas en latín según la tradición gregoriana. Momentos ambos de paz y encuentro.

Dichos padres ayudan al peregrino a descubrir que el Camino de Santiago no se dirige hacia una puerta de piedra, sino a la Gloria de Dios. Esto lo leí en un folleto que encontré. Y luego obtuve más orientación en su librería, donde compré un libro titulado Camino de Santiago: Viaje al interior de uno mismo. A partir de entonces me sirvió de guía y reflexión y lo aconsejo a todo aquel que además de hacer piernas pretenda hacerse persona.

Plegaria

¡Dios mío,
una vez que haya decidido tomar un Camino,
hazme ver sus dificultades como ejercicios
necesarios para mi crecimiento!

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Rabanal del Camino - El Acebo

Décima jornada
Piedra del Camino

El día estuvo presidido por la lluvia, el viento y un continuo ascenso por el monte Irago, entre robles, abundante retama y brezo. No pude gozar de un paraje que con otras condiciones meteorológicas me imagino muy bello, pero al menos lo salvé. Llegué a Foncebadón, pueblo abandonado, con iglesia convertida en establo y fuente sin agua. Todo era desolación, lluvia y viento. Posteriormente encontré un refugio abierto y pude desayunar, secarme un poco y, con nuevas energías, partí nuevamente.

Como es tradición, llevaba mi propia piedra en un bolsillo y la iba cargando con mis pensamientos y mis anhelos, para hacerla símbolo de mi propio espíritu. Me estaba acercando a la Cruz de Ferro y quería hacer el ritual establecido. Dicha cruz es pequeña, de madera y se levanta sobre un mástil de unos cinco metros. Está situada sobre un inmenso montón de piedras milenarias. ¿Cuándo comenzaría el hombre a dejar allí piedras? Hay quien lo remonta a la época de los romanos, cuando el lugar estaba dedicado a Mercurio, dios de los caminantes. ¿Lo atravesarían también los celtas en su marcha hacia el oeste? El origen de dicha tradición se pierde en el tiempo, pero hoy está viva, y me quise sumar a este acto simbólico de muchos, para con ello dejar algo mío en este lugar.

En un pequeño librito publicado por la Asociación de Amigos del Camino de Santiago, titulado Para orar en el Camino, invita al peregrino a recitarle a su piedra el poema de León Felipe:

Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú
que tal vez estas hecha
solo para una honda
piedra pequeña
y
ligera...

Así lo hicimos tanto Fernanda, mi compañera brasileña, como yo. Sentí la grandiosidad de lo sencillo. Y comprendí que en la Humanidad cada vez hay más buscadores.

Había dejado de llover un poco antes de acercarnos a la cruz de Ferro. Y pudimos disfrutar del lugar, realizar tranquilamente el ritual de arrojar la piedra cargada de significado y descansar en la pequeña ermita dedicada a Santiago.

Continuamos la marcha hacia El Acebo, lugar donde comimos y nos albergamos en una pequeña casa rural. Disfruté de ducha caliente, toallas y sábanas, verdaderos lujos del peregrinante. También cenamos y conversamos con los dueños de la casa, quienes compartieron su tiempo y su pensar con nosotros, en una amistosa tertulia nocturna.

Plegaria

¡Dios mío, hazme consciente
de mis errores!

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El Acebo - Ponferrada

Undécima jornada
Agua sobre piedra

Curiosamente, dejada atrás la cruz de Hierro donde había puesto toda mi intención en descubrir mis errores, al día siguiente tuve consciencia de ello. Ese momento es difícil, pero necesario. Como dice Juan Antonio García Monge: "No se puede dar a luz una nueva consciencia de uno mismo, un nuevo auto concepto, sin dolor".

Recuerdo muy bien las palabras de Fernanda. Me hablaba de ser agua sobre piedra. Qué bonita imagen y qué maravillosa forma de encontrar un símil en el paisaje que atravesábamos. Era algo así como si los elementos del paisaje, clima y relieve del lugar se dispusieran para hacerme comprender. Estábamos bajando por una pronunciada pendiente hasta Compludo. Caminábamos por roca en la que se veía el surco que dejaba el agua al bajar por ella. El agua siempre busca el camino más fácil y su paso continuo y su constante disolución de materiales horadan la roca. Atravesábamos un inmenso bosque de árboles centenarios que nos brindaron muchos lugares para disfrutar del paraje y armonizarnos con el Templo que la Naturaleza ofrece al caminante. Otras veces no nos lo había permitido la meteorología, pero ese día sí hicimos numerosos descansos. Uno de ellos fue bajo un copudo y centenario castaño, al que abracé sintiéndolo como una toma de tierra, donde pretendía descargar lo negativo.

A lo largo del Camino el peregrino está en contacto con la energía telúrica de los lugares que recorre. Si camina abierto, con una mirada que ve más allá de lo físico, con intención de aprender de la Naturaleza y sentirla, llega un momento en el que la Naturaleza misma le trasmite su mensaje. Percibía las cualidades del agua, quien sin forma propia es capaz de adquirir la forma del recipiente que la contenga; siendo adaptable por propia naturaleza, parece blanda, pero deja huella. Vale la pena intentar ser agua.

El buscador se encuentra en armonía dentro del Templo de la Naturaleza. Si levanta los ojos al cielo, Su gloria brilla en él. Si mira hacia la tierra, está llena de Sus bondades; los campos, los ríos y los bosques repiten Sus alabanzas.

No hay en el mundo tan blando como el agua.
Pero nada hay que la supere contra lo duro.
Lo blando vence a lo duro,
lo débil vence a lo fuerte.
Nadie desconoce esta verdad,
pero nadie la práctica.
Por esto el sabio dice:
Aquel que asume todas las corrupciones de un reino,
merece ser su soberano.
Aquel que soporta todos los males de un reino,
puede ser soberano de un imperio.
Las palabras de la Verdad parecen paradójicas.

(PARADIGMA TAOÍSTA)

Tal es el contacto con la naturaleza del peregrino, que a veces duerme al aire libre, como se puede observar en las literas preparadas para tal fin en Molinaseca.

Llegamos pronto al moderno albergue de Ponferrada.

Mientras esperábamos nuestro turno para entrar, pude descalzarme y sumergir mis pies en el agua de una pequeña alberca situada a la entrada del recinto. No hay placer más grande después de una caminata que el sentir los pies desnudos en el agua. Aquello me recordaba un patio de abluciones.

Descansadas y limpias, fuimos a comer al centro de Ponferrada. Admiré el impresionante castillo de los Templarios, a orillas del Sil. Atravesando el arco del Reloj, bajo la torre del mismo nombre, nos encaminamos hacia la plaza consistorial.

Meses antes había quedado con Luz Mari, mi amiga de la adolescencia, en llegar juntas a Santiago, si las circunstancias nos lo permitían. Nos telefoneamos y quedamos en Villafranca del Bierzo pasados dos días. Me faltaba un solo día para llegar, ya que la distancia que me separaba del lugar acordado eran veintitrés kilómetros, por lo que decidí dividirla.

Plegaria

¡Dios mío, gracias por haberme hecho ver!

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Ponferrada - Cacabelos

Duodécima jornada
Silencio

Esta jornada fue muy suave, pues iba a hacer pocos kilómetros. Me quedé en Cacabelos. Allí comí con mi compañera Fernanda, pero ella siguió su marcha. Todo lo ocurrido era una confluencia de circunstancias que me proporcionaban descanso y quietud.

Como dice José Antonio García Monge: "El caminante necesita descanso. La introspección psicológica, el análisis personal necesitan también saber pararse y descansar. No sería conveniente convertir la vida en un intimismo psicológico sin otras dimensiones personales o sociales. Aprender a descansar es aprender a vivir".

Tuve la gran suerte de encontrar en el albergue de Cacabelos una habitación con dos camas, que sólo ocupé yo. Una circunstancia más que me brindaba calma. También conseguí cita con un fisioterapeuta quien me dejó los pies como nuevos. Me dispuse a dormir una buena siesta, una vez realizada la colada. Aunque continuaba en mi peregrinación, todo aquello era como hacer un alto en el camino. Por la tarde fui a misa y permanecí sola y callada. Una suma de momentos que me llevaron a valorar cada vez más el Silencio.

Vivimos en una sociedad en la que se habla mucho y se dice muy poco. No en vano el discípulo que pretendía aprender en la escuela de Pitágoras sabía que los primeros años no tenía que hablar. En verdad si la persona no sabe callar, no sabrá hablar. Homero decía que no sabía distinguir entre "sabio" y "callado".

En nuestro refranero castellano hay muchos ejemplos sobre la conveniencia del silencio. En todos ellos se le asocia con prudencia; así tenemos:

Por callar a nadie vi ahorcar.

Oír, ver y callar, son tres cosas de gran preciar.

Plata es el buen hablar, oro el buen callar.

Oye primero y habla postrero.

El mucho hablar es dañoso, el mucho callar provechoso.

Callar y callemos, que todos por callar tenemos.

En boca cerrada , no entran moscas.

Quien tiene por qué callar no ha de hablar.

El que no habla, no yerra.

Krisnhnamurti dice que gran parte de la conversación usual es frívola e inútil; y cuando cae en la murmuración, se vuelve maligna. Aconseja escuchar antes que hablar y no dar opiniones si no te las piden directamente. Entre las cualidades que debe tener el que está en el Sendero destaca el saber, el osar, el querer y el callar, señalando esta última como la más difícil de todas.

Plegaria

¡Dios mío, gracias por darme momentos de quietud y de silencio!

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Cacabelos - Villafranca del Bierzo

Decimotercera jornada
Cada palo aguante su vela

Tenía que recorrer solamente ocho kilómetros hasta Villafranca. Los hice temprano y sin calor. Más que un día de peregrinación era un día de paseo. Anduve un rato con Alfonso, un ciclista que durante un tiempo vino a la velocidad de peatón. Con él compartí conversación y desayuno. Le dije que me pensaba parar en un albergue que nos subía la mochila hasta O Cebreiro. Él se ofreció a llevarla en su bici. Se lo agradecí, pero no acepté.

Creo que la mochila representa el lastre personal de cada peregrino. Algunos identifican sabiamente su mochila con su karma. En suma, la mochila es algo muy tuyo, algo personal e intransferible. Puedes dejar que te la suban en un coche y hacer una subida menos pesada, pero tu carga personal no la puedes descargar en otra persona. La mochila simboliza el peso de las consecuencias de nuestros errores, que hay que asumir. Cada vez que identificamos uno de nuestros errores, estamos aligerando su peso.

En las relaciones personales, sobre todo de pareja, es muy frecuente no tener esto claro y pretender que las obligaciones del uno las asuma el otro. Creo que es muy importante distinguir qué es lo personal y en esto no tiene por qué entrar la pareja, por muy marido o esposa que lleve siendo durante años. Para que haya amor primero tiene que existir respeto. Y nadie puede respetar a quien posee. Poseer a otra persona significa tener dominio sobre ella. Dominar no es amar. Es muy frecuente pretender que la persona amada nos dé lo que nosotros queramos, sin tener para nada en cuenta su voluntad. Al amado lo vemos más como "objeto" amoroso, algo nuestro, que como sujeto con voluntad propia. No olvidemos que:

El amor sólo comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos para nuestros fines personales.

Precisamente ese día presencié la disputa de una pareja. No era una discusión en la que uno hablaba y otro escuchaba o respondía, sino que él decía: "Te he dicho que no, y no lo haces". Palabras estas, puestas en su boca no por el respeto hacia la compañera, sino nacidas de su inseguridad que le lleva a invadir el terreno personal de la tenida por "amada". Este altercado no tenía nada que ver conmigo, sin embargo, me resultaba tristemente cercano y sentía el sometimiento que la mujer ha tenido que soportar durante generaciones. Esto es algo ancestral de lo que cuesta mucho esfuerzo liberarse. Pues observo lo difícil que le es a muchas mujeres el tener la capacidad emocional para liberarse del sometimiento. Y los comentarios de algunos hombres, pocos afortunadamente, cuando dicen: "Cómo pondría de alterado esa mujer al hombre, para que él le agrediera".

Aquella costumbre de obediencia de la esposa al esposo ya está fuera del tiempo, aunque algunos no se han enterado de que la vida ha cambiado. La sociedad patriarcal va evolucionando hacia una sociedad más igualitaria, donde se comparta basándose en un respeto entre iguales, sin superior que dirija.

Me siento muy agradecida a la familia que Dios me ha dado, porque la base para lograr esta liberación ha sido el tener por padre a una persona que me respetó y me permitió hacer hasta lo que él no aprobaba. Siempre distinguió lo que era mío personal y me dejaba hacer, aunque me equivocase. Una base educacional de respeto da la suficiente fuerza a la persona para no permitir vivir sometida.

Con el paso del tiempo cada vez entiendo mejor a mi padre y lo valoro. Recuerdo una de sus muchas frases: "¡Que cada palo aguante su vela!".

Ahora sé a lo que se refería. No es una postura egoísta, es una postura de respeto. Significa distinguir que lo personal es intransferible y puedes estar con la persona, pero siempre será ella quien tiene que resolver sus problemas. Una enseñanza similar a ésta, también ha sacado mi hermano de nuestro padre. Él recuerda cómo le decía: "Llego a las puertas del infierno, pero pasar, no paso ni por mi padre".

Sobre la base de la vivencia y de la reflexión del día quiero hacer una lista de cosas que considero personales:

Personal es el ideal de cada uno.

Personal es dedicar tu tiempo a lo que creas opor tuno.

Personal es tu voluntad.

Personal es tu grado de felicidad o infelicidad.

Y todas estas cosas, creo que nadie tiene derecho a imponérnoslas o quitárnoslas, por muy pareja nuestra que sea. No olvidemos nunca que los otros tienen sobre nosotros el poder que nosotros mismos les otorgamos.

Como tenía mucho tiempo, pude visitar tranquilamente numerosas iglesias de Villafranca, el convento de la Anunciada, la iglesia de San Nicolás y la Colegiata. Deambulé por su sirga peregrinal -la calle del Agua- y me senté en repetidas ocasiones en las terrazas de su plaza Mayor.

Visité el templo románico de Santiago y pasé con especial devoción la puerta del Perdón, pero como gracias a Dios no me encontraba imposibilitada, ni nada me impedía continuar el viaje, proseguí para ganar el jubileo en Santiago. En dicha puerta, el peregrino que llega imposibilitado, puede ganar el jubileo, con la misma plenitud que si llegase a la tumba del Apóstol.

Ante la Puerta del Perdón recordé la oración de Zoroastro, que dice:

Por todo lo que debí pensar y no lo pensé.
Por todo lo que debí haber dicho y no lo dije.
Por todo lo que debí haber hecho y no lo hice.
Por todo lo que no debí pensar y no obstante pensé.
Por todo lo que no debí haber hablado y, sin embargo, hablé.
Por todo lo que no debía haber hecho y no obstante hice.
Por los pensamientos, palabras y acciones pido perdón.
Plegaria

¡Dios mío, gracias por haberme dado la familia en la que nací!

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Villafranca - Vega de Valcarce

Decimocuarta jornada
Lo engañoso de las apariencias

La tarde anterior llegó Luz Mari y ambas partimos de mañana. Había perdido de vista a los peregrinos de los días anteriores por haberme quedado haciendo jornadas cortas, pero pronto hicimos nuevas amistades, hasta formar un buen grupito. Ese día conocimos a un pequeño peregrino, Nacho, quien había animado a su padre a ir a Santiago. Tenía sólo trece años y me regaló la siguiente poesía:

Aunque no conozca el Camino,
seguiré mi sombra, sin fatiga,
porque me llevará a Santiago,
Mi ciudad, mi amiga.

EL PEQUEÑO PEREGRINO

Tomamos el camino que, junto a la carretera, pasa por el encajonado valle del río Valcárcel. Cruzamos Pereje, Trabadelos, Ambasmestas y Ambascasas. Decidimos quedarnos en Vega para disfrutar del paraje y estar más frescas al día siguiente en la subida de O Cebreiro, pues hacer una subida pronunciada cuando ya habíamos caminado veinte kilómetros era excesivo.

Reflexionaba sobre lo engañosas que son las apariencias. Generalmente, el hombre al observar a otro ve en él lo externo, sus propiedades, lo que dice y se hace una idea por lo que aparenta. Pero lo externo no es el auténtico hombre:

Lo vemos, por ejemplo, amable, pero qué sabemos de lo que le costó desarrollar esa cualidad.

Lo vemos con una buena posición, pero qué sabemos del tiempo y trabajo que le llevó conseguir dicha situación.

Lo vemos independiente, pero qué sabemos de lo que ha sufrido para vencer sus dependencias.

Lo vemos con capacidad de comunicación, pero cuántas veces habrá tenido que distinguir entre qué comunicar y a quiénes.

El mundo material que a cada uno nos rodea es una trampa. Toda apariencia, no es una realidad. Puede desaparecer en cualquier momento y entonces el hombre se queda con lo que siempre fue suyo: sus intenciones. Intento ver más allá de las apariencias, intento buscar en lo espiritual. El hombre puede ser una gran alma con muy pocas posesiones. Puede estar poseído por sus posesiones. O lo que es mejor, sentirse usufructuario de sus posesiones y ponerlas al servicio de la comunidad. Recuerdo la enseñanza de un filósofo griego que decía: "El hombre debe cuidar lo público como si se tratase de bienes privados y poner sus propiedades privadas al servicio de la comunidad."

Evidentemente, el hombre que sea capaz de hacer esto no está preso del engaño del mundo material y para él lo más importante son sus intenciones.

No olvidemos que no somos propietarios de nada. Ni siquiera de nuestra propia vida. Ésta la tenemos prestada y en cualquier momento la podemos perder sin nuestro consentimiento. Sólo somos usufructuarios de lo que tenemos, no nos engañemos. Nada de lo material te lo puedes llevar al morir. Lo único que va contigo es la satisfacción o insatisfacción de cómo has usado tus talentos.

En la tarde, paseando por el río, encontramos a un lugareño con quien conversamos. Nos hablaba del planeta Tierra como ser vivo. Y situaba su corazón en Santiago. Mantuvimos una curiosa charla, que me hizo observar cómo personas tan diferentes en su pensar, se sienten atraídos hacia la tumba del Apóstol. ¿Será Santiago de Compostela el corazón de la tierra?

No lo sé, pero la verdad es que mueve a muchas personas hacia él, sin saber éstas ni por qué van. El corazón mueve a la sangre, quien, purificándose en su paso por los pulmones, adquiere nuevo impulso para volver a circular por todo el cuerpo. Los peregrinos en su marcha también se purifican y vuelven nuevamente a casa con otro impulso. Santiago nos ha limpiado y vivificado.

Plegaria

¡Dios mío,
que mis intenciones sean tan buenas
que no tenga que guardar ni una sola para mí,
sino que las pueda compartir con quienes me rodean!

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Vega de Valcarce - Hospital da Condesa

Decimoquinta jornada
La transformación

Tenía previsto llegar a Galicia y pensaba en la transformación que debía realizar. Ya había pasado la etapa de la introspección y la del perdón. Ahora quedaba la mutación, por lo que decidí irme preparando para ella.

Lo primero que me propuse fue llevar una mente abierta. El Camino no se presenta jamás tal como lo has imaginado, sino que ofrece su parte de imprevistos, su lote de sorpresas.

El peregrino, cuando inicia el proceso de cambio, no sabe en qué va consistir éste, hasta no realizar todo el trayecto. En aquel momento sólo sabía dónde no tenía que buscar mi cambio: en los otros. No quería hacer lo mismo que quien habiendo perdido una moneda en su casa, la buscaba en la plaza, porque allí había más luz.

Conozco amigos que han roto con su pareja después de años y reconocen que su error fue creer que iban a poder cambiar a su cónyuge. No nos engañemos, no cambiamos a nadie y es un error pretenderlo. Por influencia externa se puede conseguir una ligera modificación, pero no una transformación efectiva y duradera.

Para dar una prueba de ello es suficiente observar los cambios que se han operado en las distintas etapas de la vida. Cuando pasamos de la infancia a la adolescencia, cambió nuestro organismo, nuestros juegos, aficiones, intereses. Fue un auténtico cambio de dentro hacia afuera.

También podemos observar personas que, a continuación de una experiencia mística, han cambiado su sistema de creencias. La transformación se produjo desde dentro.

Otras pretenden creer en algo Superior, pero siguen dudando. El convencimiento y la transformación del sistema de creencias es algo mucho más profundo de los niveles racionales de la persona.

Cuando comprendes que la auténtica transformación es interna, ya no intentas cambiar a nadie. Simplemente marchas con la esperanza de estar dando pasos hacia el Hombre Nuevo. Sientes que caminas porque quieres, debes y puedes. Percibes plenitud en el mero hecho de andar.

Muchos de los conflictos que padece el hombre se encuentran en las siguientes razones: Unas veces hace lo que quiere, pero no debe. Esto le ocasionará problemas de conciencia. No superará estos problemas hasta que una los deseos con su moralidad, es decir, desee hacer lo que debe.

Otras veces hace lo que debe, pero no lo quiere hacer. Lo que le llevará a sentir frustración al no realizar sus deseos, que constituyen el motor de su vida.

Y en otras ocasiones también siente frustración al no poder hacer lo que quiere.

El peregrino, en sus muchas horas de reflexión, se ha ido haciendo cada vez más consciente de su querer, deber y poder. O, dicho de otra forma, va conjugando su voluntad con su moralidad en la realidad diaria. Para equilibrar deseos y deber, tendrá que reducir los primeros a los límites de la moderación. Es decir, debe tenerlos en conformidad con ideales racionales, cuya realización y gratificación resulten posibles. Cuando nuestro deber, querer y poder sean uno, no habrá discordia en nosotros.

He observado cómo han realizado este equilibrio de contrarios algunos peregrinos que han iniciado su peregrinación y, al alejarse de sus seres queridos, han comprendido que su sitio no estaba en el Camino, sino en su hogar. El peregrino ha adquirido una perspectiva más profunda de su vida.

La subida desde el río Valcárcel se inicia por un camino enlosado de grandes piedras, en continúo ascenso entre brezo se llega a Laguna de Castilla, último pueblo de la provincia de León. Un kilómetro después te encuentras el mojón indicando la divisoria entre Castilla y Galicia. Te indica que faltan ciento cincuenta y dos kilómetros para llegar a Santiago. El ascenso fue duro, pero hacía buen tiempo y el esfuerzo fue compensado con la magnífica vista que gozamos al coronar O Cebreiro. Visitamos la iglesia de Santa María del Real, donde se venera una imagen románica de la patrona. También está expuesto el Cáliz del Milagro. Ocurrido durante una misa celebrada por un sacerdote incrédulo y a la que asistió, a pesar de la nieve y el frío, un campesino. El primero pensó que el campesino sería tonto por llegar hasta allí para tomar sólo un trozo de pan. En ese momento, la Hostia consagrada se convirtió en carne y vino.

Dimos un paseo por el pueblo entre pallozas y romeros. Degustamos los manjares de la zona. No olvidaré el queso, el caldo gallego y el ribeiro. Éstos nos dieron la energía necesaria para continuar la marcha. A unos ocho kilómetros encontramos el albergue de Hospital da Condesa. Entrar en la Galicia del interior es encontrar un mundo muy distinto al del tramo recorrido hasta entonces. En este pueblo no había ni bar, ni tienda y conté más vacas que personas.

Como no había ningún lugar donde ir a comer o beber, en el albergue se inició una divertida tertulia, contando cada uno parte de sus peripecias. Todo ello nos sirvió para unir lazos. Aquí volvimos a encontrar a Gloria, la malagueña. La velada me hizo ver cómo la carencia de algo ayuda a desarrollar más el ingenio. La actitud era muy positiva. ¿Para qué quejarse de la falta de avituallamiento?, me divierto.

Plegaria

¡Dios mío, dame suficientes resortes para llevar el día a día!

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Hospital da Condesa - Triacastela

Decimosexta jornada
El Despertar

El paisaje era totalmente distinto. Cruzábamos la Galicia más típica y repetida, aquella en la que apenas se nota la alteración del tiempo. La Galicia callada, de pueblos habitados por mujeres cuidando vacas, donde hombres y jóvenes tienen poca presencia. Son pueblos en los que no se oyen las voces y risas de los niños. Todo es silencio, apenas roto por el mugido de las vacas o el de la carretera. El número de peregrinos iba en aumento. Todo, en suma, era distinto.

Lo mismo que habían cambiado muchas cosas al llegar a Galicia, también había cambiado mi vida. Todo lo que me rodeaba me llevaba a pensar en el zarandeo que a veces experimenta nuestra vida. Cuando eres sacudida tienes que cambiar la dirección autoconsciente para rectificar.

Ésta era la nueva perspectiva que da el haber caminado ya unos setecientos kilómetros. Pero en el momento que la vida me convulsionó me sentí como cayendo de una torre inestable. Al caer te das de bruces contra el suelo. Pero cuando te levantas, sientes que dispones de las riendas de tu vida y no tienes que someterte a los intereses de nadie.

Esta fase de nuestra existencia, que personalmente denomino "zarandeo", es una etapa muy necesaria que prueba nuestra capacidad de ver más allá de las apariencias y de la que sales fortalecida. Se produce en un momento inesperado, cuando se desencadenan una serie de acontecimientos que requieren nuestra postura más vital ante ellos. Es como si un rayo penetrase inesperadamente en nosotros y fundiera en un instante todo lo innecesario. Cuando la persona reacciona a estos acontecimientos percibe que todo lo estable permanece, que se han destruido elementos innecesarios para tu construcción del futuro. Si no se hubiesen producido esos acontecimientos no habría habido despertar de la consciencia. Pero estoy convencida de que estos eventos se producen, me atrevería a decir, por intervención divina. El Señor destruye para construir de nuevo y lo que se perdió a lo largo de este sobrecogedor camino serán las ilusiones y fantasmas que nos impedían llegar a nuestra verdadera naturaleza. Es como si caminaras con anteojeras y, de golpe, te las quitaran.

Este zarandeo al que me refiero siempre produce en nosotros un despertamiento. Cuando tras mucho caminar consigue el peregrino ver más allá de las apariencias y desmonta lo ilusorio de lo percibido con los sentidos, es cuando está preparado para vivir este despertar. Su visión ha cambiado para entrar alerta en la realidad. Entonces lo ve todo claro: cada uno tiene su sitio y el peregrino el suyo, sin interferencias. Es aceptar las cosas porque las ves claras y nada ni nadie te pueden engañar. Es despertar a la Luz que ya nunca se apaga.

Andaba con estas consideraciones y al llegar a Triacastela apareció ante nosotros un albergue rodeado de una amplia zona de césped. No habíamos recorrido gran trecho y no estábamos cansadas, pero el atractivo del lugar nos sedujo. El número de peregrinos era tan numeroso que muchos de ellos durmieron en el suelo de la iglesia parroquial de Santiago, situada dentro del cementerio. Recuerdo sus bromas de no dormir solos, sino muy bien acompañados entre vivos y muertos. La mayoría de las iglesias de esta zona están dentro del camposanto. Al ser pequeñas las aldeas, no habrán tenido necesidad de alejar el cementerio de la población, que a veces se sitúa en pleno centro.

Plegaria

¡Dios mío, dame la fuerza necesaria para poder percibir Tu Luz!

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Triacastela - Sarria

Decimoséptima jornada
La mano de Dios

De Triacastela a Sarria hay unos diecisiete kilómetros. En tan poco trecho atraviesas numerosas aldeas. El camino te va llevando por pueblos tan cercanos entre sí que parece como si se dieran la mano el uno al otro. Esta idea me llevó a pensar en las muchas veces que he percibido la mano de Dios en mi vida, apreciando cómo un destino ineludible teje los hilos de los acontecimientos con una lúcida visión de futuro.

Recuerdo especialmente un fin de semana en Granada. Me encontraba en una situación difícil, pues había roto con mi marido. Casualmente Dios me llevó a conocer a Raquel, una mujer joven que vivía con su marido e hijo. El marido había sufrido un grave accidente de tráfico y quedó incapacitado para continuar con su actividad profesional y vida de adulto. Se comportaba como un niño al que ella tenía que cuidar; ya no podría volver a asumir el papel de compañero en un plano de igualdad. Ella afrontó su situación buscando trabajo y llevando la vida con alegría. Lo que Dios me llevó a conocer ese fin de semana me hizo comprender que mi situación no era tan grave, las había mucho peores. Comprendí que lo importante está en cómo se reacciona, no en lo que ocurre.

Otras veces he estado dispuesta a correr graves riesgos y se han dado una serie de circunstancias que me han alejado del peligro. En muchas situaciones he visto claramente cómo Dios me llevaba a comprender algo necesario. Creo que todos somos guiados por Dios. La diferencia es que unos lo percibimos así, y eso nos da gran paz, y otros no lo perciben. Pero tampoco vemos los rayos del sol en la noche y el sol sigue existiendo y emitiendo luz. El sentir la seguridad de una guía superior en la vida me ha dado gran confianza, pues me ha hecho entender el proceso que me depara la existencia. Apreciar la mano de Dios en nuestra vida es percibir el misterio en las pequeñas cosas que nos ocurren.

La mano de Dios en el Camino se descubre aún mejor, pues se vive más en contacto con la Naturaleza y con el hombre de lo que lo habitualmente se hace en la vida cotidiana.

¡Cuántos peregrinos se han sentido perdidos, sin saber qué senda tomar, y de pronto han visto a otro, o una señal aclaratoria! ¡A cuántos se les termina el agua y, cuando ya no pueden más, encuentran la fuente! ¡Cuántos, habiendo perdido su chubasquero, encuentran otro de la forma más inverosímil en el momento oportuno! Conocí a uno que tenía que hacer una llamada muy necesaria. No podía recargar el móvil. Y casualmente alguien que se confundió de número, pensando recargar su móvil lo hizo en el del romero. ¿Cómo llamar a esto equivocación? Sí, evidentemente, pero para el peregrino fue un milagro.

No pretendo convencer a nadie de que detrás de muchas casualidades hay algo que no es casual, sino causal. Simplemente manifiesto mi pensar.

Recuerdo el famoso cuento de un hombre muy piadoso quien pereció en un naufragio esperando que Dios le rescatase. Le tiraron una cuerda y no la cogió, llegó un barco y no se subió, un helicóptero y lo obvió. Cuando murió, cuenta la historia que le preguntó a san Pedro por qué no le había mandado ayuda. Y san Pedro le dijo: "¿Quién crees que te mandó la cuerda, el barco y el helicóptero?".

Einstein decía: "El azar es el sendero al que recurre Dios. Sólo que Él quiere quedar en el anonimato".

En nuestra vida esperamos la intervención divina con trompetas celestiales o apertura de los cielos; y, sin embargo, Dios se manifiesta a nosotros diariamente en la sencillez y magnificencia de su obra: La Naturaleza y el Hombre. ¿Cómo no ver la maravilla de la senda sombreada con abedules, robles, castaños y chopos, por la que discurría nuestra marcha, refrescándonos y propiciando numerosos rincones para un plácido descanso?

Plegaria

¡Dios mío, que vea siempre Tu mano en todo lo que me ocurre,
pues ello me da una paz inmensa!

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Sarria - Portomarín

Decimoctava jornada
Buscando la justicia

En esta jornada de veintiún kilómetros pasamos por veinte pequeños pueblos. Atravesábamos la Galicia eterna, un rosario de vaquerías y aldeas. Cruzamos Barbadelo, Rente, Mercado, Mouzós, Xisto, Domiz. Leimán, Peruscallo, Cortiñas, Lavandeira, Brea, Morgade, Ferreiros, Mirallos, Pena, Rozas, Moimentos, Mercadoiro, Moutras, Parrochas y Vilacha. Todo el recorrido es un sucesivo paso por aldeas, prados y carballos.

El trato continuado con otros peregrinos había propiciado muchas conversaciones. Una que salía frecuentemente versaba sobre el tema de la justicia. A algunos les oí decir: "Si Dios es justo y todopoderoso, ¿cómo permite que ocurra tal o cual injusticia?".

Este es un tema muy difícil de tratar, pues la percepción de una persona no se cambia con facilidad. Pero sí quiero manifestar mis reflexiones sobre la justicia. Hace años decidí buscarla en mi vida y no perderme en la del mundo. Creo que la mejor forma de entender algo del macrocosmos es entendiendo el microcosmos. Ahora entiendo que Dios es justo y todopoderoso, y que en su infinita justicia y poder, nos da libertad permitiendo que seamos los hombres quienes maduremos en comportamiento y percepción.

Los hombres somos como manzanas. Las hay verdes, maduras y podridas. Las verdes con el tiempo madurarán. Las maduras están en su mejor momento. Y las podridas pueden pudrir a otras.

Los actos inmaduros de las personas son propios de su momento evolutivo. Las consecuencias de estos actos no les proporcionan paz, por lo tanto, sí hay una justicia que hace al hombre hijo de sus obras. El dolor que sufrimos por nuestros errores actúa como un aguijón que nos lleva a madurar. Toda experiencia infeliz es parte de nuestro crecimiento, aunque cuando estamos inmersos en ella no lo apreciemos.

La clave de nuestra transmutación, etapa que vive el peregrino en Galicia, está en cómo reaccionemos a lo que nos ocurre. Si sentimos las dificultades como un lastre, sufrimos. Si las sentimos como pruebas que superar y tomamos una actitud mental positiva, maduramos y aprendemos. El aprendizaje es lo único que nadie podrá quitarte.

El hombre yerra porque no sabe actuar mejor. Cuando comprende esto, entiende que el sentimiento de culpabilidad es inútil, ya que le inhibe y nadie puede ser culpable por no saber hacerlo mejor. Puede sentirse interesado por saber, pero no culpable por su ignorancia. Al asimilar esto, siente que nadie es culpable de nada, sólo responsable. Quien le hirió hizo lo que según su momento evolutivo podía hacer. Nadie hiere a nadie, sólo que esperamos de otro lo que ellos no están capacitados para darnos, o no quieren darnos.

Cuando el peregrino ha buscado la justicia en su vida y la encuentra es cuando verdaderamente ha atravesado la fase del perdón (castellano-leonesa), ha perdonado a otros y se ha perdonado sí mismo. Se siente tranquilo en medio de la vorágine. Comprende que:

No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace parecer así.

Sheij Mayyoldin-e-Baqdadi, dice:

Mientras mi corazón sea consciente
de el mal y el bien del mundo
jamás encontrará
ni el mal ni el bien del mundo

Atravesado el Miño llegamos a Portomarín, el 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol. Tuvimos ocasión de asistir a misa en una iglesia que había sido trasladada de su emplazamiento original (hoy embalse de Belesar) al centro del nuevo Portomarín. En la tarde tuve la alegría de volver a encontrar a Fernanda, compañera de ruta que ya no creí volver a ver. Estos son momentos de gran emoción, por lo que lo celebramos cenando sobre el césped, charlando, riendo y brindando.

Plegaria

¡Dios mío, que no juzgue nunca a nadie,
pues con la misma vara que mida seré medida!

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Portomarín - Palas de Rei

Decimonovena jornada
Peligros en el camino

Recorrimos veintitrés kilómetros con bastante lluvia. A pesar de las inclemencias del tiempo, la afluencia de peregrinos seguía creciendo. Veía el camino como un gran río que aumentaba su caudal conforme nos acercábamos a Santiago. Río y camino discurren unas veces apacibles y tranquilos y otras con crecidas y rápidos.

Un peligro del camino es el de crecida por la masiva afluencia de peregrinos; entonces se inicia una especie de competencia por llegar al albergue. El problema está en ser arrollado por lo que ocurre, perder la calma y la confianza de encontrar dónde dormir. En estos momentos lo más indicado es apartarte, dejarlos pasar, para que la crecida del río no te lleve. Así lo hicimos. Buscamos un hostal en Palas de Rei y gracias a Dios lo conseguimos, aunque también se reunían en dicha localidad los moteros y los roqueros. La noche fue bulliciosa, pero el cansancio de la marcha y las sábanas blancas contribuyeron al relax. Es todo un lujo dormir en sábanas, después de no haberlas tenido durante días.

Otro peligro es encontrarte con "directores". Éstos suelen pretender dirigirte de una u otra manera. O bien te dicen lo que debes hacer con tu vida, cuando el deber de cada uno sólo puede emanar de su propia conciencia. Y nadie es autoridad moral sobre otro. O bien ellos planean la ruta del día y fijan si hay que ir por la carretera o por la senda; también pretender marcar cuándo hay que hacer un descanso y cuándo caminar más rápido. El peligro está en dejarte dirigir, perdiendo la oportunidad de hacer tu propio camino. Afortunadamente, en el grupo de peregrinos que habíamos formado existía mucho respeto. Cada uno descansaba cuando le parecía y los otros bien se quedaban si querían, o continuaban su recorrido. Llevábamos un "andar con", pero sin perder ninguno la dirección y velocidad de su marcha. El respeto del grupo era maravilloso.

Otro inconveniente está en creerte los poderes que algunos, pocos afortunadamente, se otorgan. Hay quien se considera "sanador". Y pretende con la imposición de sus manos darte energía. Una cosa es un masaje que viene bien a unas piernas cansadas. Y otras es intentar hacerte creer que ha operado algo así como un milagro. No olvidemos que la energía no es propiedad de nadie. Puede fluir a través de la persona, pero no le pertenece. Se puede comparar con el aire, nos rodea y vitaliza.

También se encuentran personas que se autoproclaman miembros de Órdenes legendarias. Creo que éstos sólo son peligrosos para los incautos. Pues muchos conocemos el dicho de "dime de lo que presumes y te diré de lo que careces".

Es frecuente toparse con algunos vividores, pero se les reconoce fácilmente. En suma, el Camino es como un río que arrastra de todo. Pero es un río de energía que te baña, tonifica, limpia, revitaliza y te integra nuevamente en tu vivir diario. Todos y cada uno de los que lo han hecho han crecido y han mejorado gracias a él. Esto lo expresa muy bien Juan Antonio García Monge cuando habla de hacer el Camino o permitir que el camino, desde su libertad, te haga.

Plegaria

¡Dios mío, que me deje hacer por Ti,
para no ser arrastrada por la corriente!

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Palas de Rei - Castañeda

Vigésima jornada
El perfil del peregrino

La mañana se presentó muy lluviosa. Teníamos pensado llegar hasta Ribadiso de Baixo, pero la lluvia arreció y nos paramos un poco antes. Con lluvia y todo, vivimos momentos muy divertidos. Particularmente uno de ellos, en el que dos amigas trataban de meterme, con mochila incluida, en una bolsa, momento que aprovechó Gloria para hacernos una foto. A pesar de estar tan pasadas por agua, no perdíamos la risa ni en los momentos en que, sin chubasquero, diluviaba. Habíamos pasado la prueba del agua.

Afortunadamente recuperamos energía y descansamos en Melide, en la pulpería. ¡Qué pulpo! ¡Y el ribeiro! Fue todo un manjar, que se aprecia aún más en la necesidad.

Llevábamos muchos días caminando y había conocido peregrinos de muchos tipos. Unos caminan para realizar un ejercicio físico: son senderistas. Otros caminan para solventar algún problema emocional. A estos los he visto cómo se han curtido emocionalmente. En estas tierras gallegas ya los sentía curados. Otros pretenden realizar una búsqueda espiritual.

El perfil de éste último creo que ha de ser el de una persona que busque sinceramente, con humildad, tolerando a todos los demás y perseverando en su búsqueda.

El peregrino debe tener la suficiente humildad como para reconocer que si ha llegado caminando hasta donde se encuentra no ha sido sólo con sus fuerzas físicas, sino gracias a la suerte o la Providencia. Poco importa el nombre que cada uno le atribuya. Eso dependerá de sus convicciones. Lo importante es reconocer la fragilidad de uno y adquirir humildad. Quien crea que ha llegado gracias solamente a su esfuerzo personal, puede pensar si dependía de él el haberse roto en cualquier momento una pierna o no. La forma física es una ayuda, pero es insuficiente para realizar el viaje interior. ¿Cómo no reconocer la ayuda que le han prestado determinadas circunstancias que han hecho posible su viaje?

Otra característica importante es la de no estar atado ni a sus costumbres habituales ni a sus concepciones, pues tiene que prescindir de sus comodidades diarias en pro de cuestionarse hasta sus propios esquemas mentales. Tiene que abandonar muchas cosas que le son útiles y escoger lo necesario, para conservar finalmente sólo lo imprescindible.

La persona que esté apegada a cosas, personas o conceptos, no podrá hacer la búsqueda. A ese tipo de personas los árboles le impiden ver el bosque y, sin alejamiento, no se puede adquirir una nueva perspectiva.

El peregrinante comienza practicando ese alejamiento en el momento de hacer su mochila y tiene que prescindir de muchas de sus pertenencias. Lo sigue efectuando, al tener que dejar por un tiempo a sus seres queridos. Continúa su desapego cada vez que pierde de vista a otro peregrino con quien hizo lazos y no sabe si volverá a encontrarlo.

En la también denominada senda de la Vía Láctea se caen las máscaras de la personalidad. Poco importa el rango social, la posición o el sexo. La peregrinación lo desnuda, todos nos sentimos a veces impotentes y otras triunfadores. Tienes que ser sincero y mostrarte tal cual eres. Después de días caminando todos llevamos polvo, sudor y barro. La marcha nos va igualando, no tiene sentido aparentar, ni intentar deslumbrar. Hasta la imagen de cada uno es similar: mochila, bordón, sombrero y sudor. Las condiciones de la vida en el viaje permiten a los hombres reconocerse tal como somos. La sinceridad hace posible que en poco tiempo, caminando con una persona, la conozcas mejor que durante mucho más tiempo en condiciones sociales más artificiales y usuales. En la vida corriente es muy habitual hablar mucho, sin decir una palabra de uno mismo. Los diálogos entre caminantes son mucho más personales, hablamos de nosotros mismos.

¡Qué alegría da el contacto humano sin etiquetas sociales, ni fronteras nacionales!

Otra cualidad que debe cultivar el peregrino ha de ser la tolerancia. La búsqueda la realizamos personas de todas las religiones, agnósticas y ateas. Con tolerancia se puede construir una Fraternidad Universal en la que quepan todos y respeten sus propias creencias.

Uno de los graves problemas del ser humano es sentir tal certeza en sus ideas que le lleva, a veces, a ser intransigente; mientras que con tolerancia comprendes que no estás en posesión de la verdad absoluta, que tienes sólo tu verdad relativa compatible también con la del otro. Pensando así, podrá dialogar con quienes no tienen sus mismas creencias y respetarlos.

También tienen que tolerar distintas formas de ser y costumbres. El hecho de compartir dormitorios, duchas y otros servicios es un buen ejercicio para poder practicar la tolerancia y el respeto.

Tolerar a otros es otorgarles los derechos que demandamos para nosotros mismos.

A diferencia de la sociedad competitiva en que vivimos, el peregrino es compasivo. Esto se observa claramente cuando alguno sufre un percance; le ayudas y te compadeces. Hacer el viaje a Santiago no es una oposición con un número limitado de plazas. Es difícil, pero esas dificultades comunes te hacen comprender más a los otros romeros y sentirte cerca de ellos. En nuestros trabajos, a los compañeros a veces los sentimos como rivales, pero entre peregrinos no cabe rivalidad alguna. La peregrinación saca más aquello que de bueno hay en el hombre.

Por último, todas estas cualidades, sin la perseverancia para continuar en el Camino servirían de poco. Si una persona piensa que algo es imposible su desánimo lo hará irrealizable; pero si persevera, superará todas las dificultades. Esta virtud la cultiva caminando un día y volviendo a caminar al siguiente y al otro y al otro..., sabiendo que cuando llegue a Santiago habrá recorrido una etapa, pero que el Sendero continúa, no tiene fin. Puede dejar de hacer kilómetros, pero tiene que seguir buceando hacia adentro. Al llegar a estas tierras gallegas el peregrino ha materializado su perseverancia en unos novecientos kilómetros recorridos, pero eso supone sólo un mes caminado. Y, ¿cuántos meses le quedan por vivir?

Plegaria

¡Amigo Santiago, que el viaje hacia tu tumba
sirva para recordarme las cualidades del peregrino!

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Castañeda - Lavacolla

Vigésimo primera jornada
Soledad del peregrino

Recorrimos unos treinta y tres kilómetros. El objetivo era caminar parte de la etapa del día siguiente para llegar temprano a la misa en la catedral. Pero para recorrer menos al día siguiente, éste resultó durísimo. Los kilómetros antes de llegar se me hicieron interminables. Menos mal que encontramos alojamiento y nos reconfortamos con un buen baño y cena. A diferencia del peregrino del medievo que se bañaba en el río Lavacolla, para llegar un poco más presentable a la catedral, nosotras nos bañamos con agua caliente en la bañera. ¡Ventajas de nuestro tiempo!

A estas alturas del viaje había departido y compartido mi tiempo con muchos peregrinos; no obstante, aunque con otros, cada cual tiene que realizar su propia andadura. Es en su soledad y de sus propios medios en donde tiene que buscar la fuerza para realizarlo. Al contrario de lo que ocurre en el mundo, donde algunos se aprovechan de otros, aquí nadie puede hacer el recorrido por ti. A nuestro alrededor vemos grupos de personas cuyas relaciones entre sí son de dependencia: unos se enfadan si otro hace tal o cual cosa. Es muy usual interferir en el terreno personal de otros en virtud de parentesco o cualquier otro tipo de relación. Sin embargo, en el Viaje a Compostela las relaciones son mucho más libres y respetuosas. Sólo tú puedes hacer tu Camino.

El caminar solo al principio puede parecer duro, hasta que sin importarte la soledad que te espera, te lanzas a la aventura y en ella encuentras tu fuerza y los medios para realizarlo. Es precisamente en el encuentro contigo mismo como se te devuelve tu propio yo.

Tienes que atravesar muchos parajes solo. Pero andar en plena naturaleza despierta los sentidos: olores, sabores, sonidos. Te vas haciendo más receptivo a la belleza de los campos, a la variedad de paisajes, el trinar de los pájaros, a los frutos de la tierra: manzanas, higos, moras, cerezas... ¿Puedes sentirte solo caminando entre tal riqueza? Personalmente, yo no me he sentido sola. Transitando sola se adquiere la profundidad para contemplar y amar lo creado.

Otras veces caminas con compañeros de ruta. Aquí, al contrario que en la sociedad, cada uno lleva su propia mochila y caminas con otro, pero no haces el trayecto por él. Sin embargo, en el mundo moderno hay algunas situaciones en que uno pretende que el otro haga determinadas cosas por él o para él. Entre peregrinos es un caminar al lado, de igual a igual. Esta igualdad entre caminantes es mejor que la jerarquía social. En ésta, el que está arriba se aprovecha del que está abajo. La sociedad del Camino, en cambio, es de iguales. Marchas codo con codo. Y nadie puede recibir los frutos del esfuerzo de otro. Personalmente, me he podido encontrar a veces más sola en la vida corriente que en la ruta jacobea.

El peregrino, en el plano emocional, no ha cortado con sus seres queridos; simplemente, se ha alejado de ellos física y temporalmente. Cuántas veces percibimos la lejanía que produce el acercamiento. Es en este alejamiento físico como se madura emocionalmente. Cada vez va dependiendo menos de lo que los otros sientan hacia él. He vivido el cambio emocional que han experimentado algunos de mis compañeros de ruta. Empiezan la peregrinación diciendo: "No hay derecho a que fulano me haga tal o cual cosa". Y llegando hacia Santiago, te sorprendes, al oírles decir: "Ya es mayorcito, que haga lo que quiera".

Esto es un proceso de crecimiento emocional: respetar y aceptar que otro haga lo que tú no quieres que haga. Quien siente ahora de esta manera ha aprendido a no depender de otro emocionalmente. Muchos de nuestros sufrimientos tienen que ver, no tanto con las asperezas de las personas que nos rodean, sino con lo frágil de nuestra sensibilidad. La peregrinación nos va entrenando para ser menos "sensibles", creer más en nosotros mismos, defender nuestros puntos de vista, sin dejar que los demás nos hieran, nos humillen o nos ofendan. Luego me pregunto si esto es soledad emocional o todo lo contrario: alejarte para comprender a los demás y buscar las fuerzas en ti, es no sentirte solo.

También se puede hablar de soledad espiritual. Aquí según la concepción materialista o espiritual de la persona, ésta se sentirá sola o no. Personalmente llevo sintiendo la presencia de Dios desde el seis de octubre de 1984. Antes de esa fecha creo que también me ayudaba, simplemente, no lo percibía y hasta tuve la osadía de negar lo que no comprendía.

Yo diría que más que un Sendero de soledad, es un Camino personal. Tienes que buscar dentro de ti mismo; de nada le vale compararte con otros o justificarte. Esas etapas ya pasaron. Cuando la persona se dispone a transitar bajo el camino de las estrellas comprende que son muchos otros los que ya lo emprendieron y los que lo emprenderán. Todos ellos constituyen una sociedad en marcha. Sientes el egregor, fuerza dimanada de la idea de peregrinación como búsqueda, de todos los que comulgan con los ideales del Camino. Y obtienes impulso y ánimo porque sabes que no estás solo, aunque sólo tú puedes hacer tu Camino.

Plegaria

¡Dios mío, que recuerde siempre
que es en mi interior donde tengo que buscar!

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Lavacolla - Santiago

Vigésimo segunda jornada
La tumba del Apóstol

Recorrimos sólo doce kilómetros y pudimos dedicar el grueso de nuestro tiempo a Santiago. Me preparaba para acercarme a lo más sagrado del trayecto: la catedral y, en ella, la tumba. La niebla de la madrugada era como la manifestación física del velo que envuelve el misterio. Ninguna otra madrugada vi niebla tan espesa como la de ese día. Las condiciones meteorológicas me ayudaban a sentir el velo que cubre lo sagrado. La niebla tendría que disiparse como los velos de la conciencia tendrán que rasgarse, para poder percibir lo sagrado. Todo contribuía a sentir más próximo el misterio.

La tumba significaba para mí la muerte del hombre viejo, requisito imprescindible para que pueda nacer el Hombre Nuevo. En la tumba estarán o no los restos del Apóstol, poco importa. Lo verdaderamente importante es que tras el misterio de la muerte viene la promesa de la Resurrección. Para que ésta se produjese yo tenía que vivir una muerte iniciática. Y a ella me acercaba.

Llegamos al Monte del Gozo, con la ilusión de tener la primera panorámica de la ciudad. Sinceramente, esperaba poder divisar los campanarios, pero vi altos edificios de nueva construcción que rompen el encanto, un paisaje desfigurado por el urbanismo. Todo aquello me decía que no era fácil hallar lo deseado, había que seguir buscando. Recuerdo las palabras de Saint Exupery cuando dice: "Lo esencial es invisible a los ojos".

Sobre las diez de la mañana, estábamos entrando en la plaza del Obradoiro. Pronto encontramos una pensión, donde dejamos la mochila. Y nos dirigimos hacia la catedral. Tuve la gran suerte de poder sentarme en uno de los primeros bancos. Estaba repleta, pero allí había dos huecos que parecían estar esperándonos.

Asistimos a una misa solemne, concelebrada por diez sacerdotes, dos de ellos peregrinos compañeros del Camino. Intentaba tener en mi corazón y memoria a todas aquellas personas que me pidieron un recuerdo para ellas cuando llegase ante el Apóstol. Daba humildemente las gracias por estar allí y pedía a Santiago su intercesión, pues él sabría mejor que yo lo que tendría que morir en mí.

La catedral estaba abarrotada. Al terminar la misa, preferimos marcharnos y volver en otro momento que estuviese menos concurrida. Nos dirigimos a sellar la credencial, para obtener la compostela. Luego nos sentamos en una terraza donde disfrutábamos con el continuo paso de romeros, algunos conocidos, otros no. En Santiago se unen los que vienen de las distintas rutas jacobeas y muchos permanecen varios días en la ciudad. El número de peregrinos era asombroso. Cada vez más y de muy distinta procedencia.

Sobre las cuatro de la tarde nos dispusimos a visitar nuevamente la catedral. Buscábamos un contacto con el Apóstol más directo y en la intimidad, sin la multitud. Coloqué los dedos sobre la huella dejada en la columna central del Pórtico de la Gloria por los millones de peregrinos que me han precedido. Después puse mi frente sobre la del maestro Mateo, para que me fuese trasmitida una comprensión del recinto sagrado que pisaba. Cruzar el Pórtico es pasar la línea fronteriza que separa el mundo profano del Mundo Sagrado, el mundo de los hechos del Mundo de los Ideales. Es entrar en un mundo donde sus moradores, Santos, Jerarquía Celestial, no están sometidos a la ley espacio-tiempo de nuestro mundo. Cada vez que atravesamos el umbral del mundo profano al sagrado, estamos trayendo Luz del segundo para iluminar nuestro vivir diario.

Por eso lo crucé llena de respeto y reverencia.

Por la nave central volví al altar mayor. Sin necesidad de hacer cola, como es habitual, subí hasta la estatua de Santiago para darle el abrazo al Apóstol. Me dirigí a su tumba, bajo el altar mayor, donde pude permanecer un tiempo en silencio, contemplado la urna de plata, que guarda los restos mortales del Santo Patrón. Todo aquello me sugería muerte y resurrección. Como el Evangelio nos dice que Jesús resucitó al tercer día, algo me decía que yo tendría que caminar otros tres días más.

En la tarde paseamos por las distintas rúas, llenas de sabor y añoranza. Creo que Santiago es una de las ciudades más universales. Ha conseguido serlo gracias precisamente a su singularidad. Sin perder su idiosincrasia, atrae a un gran número de personas y las une. También pude compartir mi tiempo con Jesús y Carmita, mis primos gallegos, con quienes pudimos conocer el alma gallega y distintos rincones y encantos de la entrañable ciudad. Les comenté mi intención de escribir la experiencia y él se ofreció a ilustrarla con su magnífica plumilla. El daimieleño del año 2002, profesor en Santiago, pero manchego de corazón, me prestó su colaboración. ¡Gracias, Jesús!

Plegaria

Santiago Apóstol,
he venido hasta aquí
para que muera en mí todo aquello
que me impide gozar de la Gloria de Dios.
¡Ayúdame tú!

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Santiago - Negreira

Vigésimo tercera jornada
Hermandad de peregrinos

Ese día salimos mucho más tarde, por esperar a que abriera una oficina de turismo y recoger información sobre el camino hasta Finisterre, ya que la mayoría de las guías concluyen en Santiago. Nos esperaban treinta largos kilómetros. El último tramo hasta Negreira se me hizo interminable.

El camino de Santiago terminará en Compostela. Pero la costa da Morte era para los antiguos el último reducto de la tierra, el extremo occidental de Europa, el tramo final de un itinerario marcado en el cielo por la Vía Láctea. Este itinerario concluye en el impresionante cabo Fisterra. En esta zona también hay devociones populares muy relacionadas con Santiago, como son El Cristo de Fisterra, donde ya acudían los peregrinos medievales, y La Virgen de A Barca, en Muxía. Donde según la tradición acudió María en una barca de piedra para dar ánimos a Santiago en su predicación.

A la salida de Santiago atravesamos típicas y pequeñas calles y frondosas carballeiras (robledales). Afortunadamente, este tramo del camino, en el que te alejas de la ciudad en busca del océano, está mucho menos alterado por la acción del hombre. La vista que tienes ahora de Santiago es mucho más bella que la percibida desde el Monte del Gozo. Ahora sí puedes ver la catedral a lo lejos. Te despide con una vista impresionante en un paraje maravilloso. El camino discurre por estrecha senda que a veces se desdibuja, ya que la afluencia de peregrinos no es tan masiva. Cruzas montes, cruzas bosques, cruzas ríos.

Mi pensamiento estaba en la Hermandad de peregrinos, una comunidad en marcha. Todos habíamos atravesado el Pórtico de la Gloria, realizado en piedra. Pero, ¿cuántos de nosotros llegaríamos a atravesar ese otro Pórtico inmaterial que conduce a la Gloria de Dios? Llegar al Pórtico construido por el maestro Mateo no significa que se haya terminado el viaje interior.

Entre los peregrinos hay buscadores ateos y agnósticos. ¿Por qué no? Entiendo muy bien el pensar de ambos, porque fue mío durante un tiempo. Mi concepto de Dios no me servía y no lo aceptaba. Si nuestra creencia no nos sirve, tendremos que mejorarla. Me ocurría como al hombre de la selva que deja de creer en su dios de madera; eso no significa que no haya Dios, sino que el verdadero no es de madera. Puede que muchos de los agnósticos tengan un concepto antropomórfico o de padre benevolente e iracundo que ya no les sirve. A Dios, más que pensarlo con la cabeza, hay que sentirlo con el corazón.

Sentía que mi viaje individual se inscribía en otro mucho más amplio, que integra a todos los demás viajeros en Camino y a quienes, sin iniciar este peregrinaje, van también en marcha hacia ellos mismos. El Viaje adquiere otra dimensión, mucho más global. De todos los continentes viene un gran flujo de peregrinos, cuyos pasos dejados en el Camino y en sus vidas construyen la trama de una Humanidad Nueva. Una espiritualidad sin fronteras y sin dogmas. Una Hermandad en la que cada uno seguirá rezando por Alá, Jehová... Pero que es consciente de que ellos son diferentes nombres que le damos al Dios de nuestro Corazón: El Uno. O quizás no reza a ningún Dios, pero busca, aun sin saber lo que busca.

Una peregrina me comentó que ella venía por mero interés ecológico. Curiosamente la veía día tras día en los oficios católicos y visitando iglesias. Le pregunté: "¿Qué haces aquí?". "Me gusta, se respira paz."

Todo el que busca pertenece a la Hermandad del Camino, no importa que se llame hinduista, budista, cristiano, mahometano, agnóstico o judío; ni que sea inglés, alemán, japonés, argentino, colombiano, senegalés o etíope.

La Hermandad del Camino está constituida por personas de distintas creencias y lugares de origen, que se sienten hermanados por un afán de búsqueda, ayudándoles éste a soportar los peligros y penalidades de la travesía.

Buscar en realidad es encontrar lo que ya estaba allí, pero de lo que no éramos conscientes. Cuántas veces he leído y memorizado en el Catecismo desde pequeña que Dios estaba en todas partes. Pero tenía que buscarlo, encontrarlo y sentirlo para poder creérmelo.

Si pensamos en el número de peregrinos que desde Roncesvalles caminan hacia Santiago un día del año, lo multiplicamos por los días del año y por el número de años que se lleva realizando el viaje a Santiago, nos encontraremos una cifra inmensa de miembros que integran esta gran comunidad del Camino. A ellos habría que añadir el gran número de personas que gracias a su hospitalidad hacen posible el alojamiento en la marcha. Éstos son una pieza clave, ya que sin ellos y su hospitalidad el Camino no sería posible, quedaría en una ruta de interés para el senderismo. El número de integrantes de la Hermandad del Camino se puede corresponder al número de piedras existentes en la Cruz de Hierro.

Al tener consciencia de la sociedad en la que se engloba, el peregrino se hace miembro de una sociedad nómada, movida por una motivación común. Esta sociedad está en constante cambio, aumenta, y, dejas al compañero de días anteriores. Desde Santiago a Finisterre sólo continuaba el viaje con Luz Mari, los demás del grupo no venían. Ahora conocíamos otros procedentes de la ruta de la Plata y de la portuguesa. Los miembros de la marcha no eran los mismos. A pesar de todo, el sentimiento de pertenecer a esa comunidad no desaparece ni una vez concluido el viaje. Perteneces a una comunidad a la que te unen una experiencia similar y unos ideales.

Esta Hermandad del Camino es una sociedad sin estatus, reglas ni jerarquías. Es una sociedad de iguales, donde cada uno dispone de sus propias fuerzas y medios para realizar lo que pretende, cada uno goza de libertad para usar sus dones.

A diferencia de la sociedad construida en pro al interés, la Hermandad del Camino se construye en pro al ideal común: búsqueda personal que nace ante la irresistible llamada del Camino.

La Hermandad del Camino ha comprendido que la felicidad no se encuentra en tener y, prescindiendo de mucho de lo superfluo con que se había rodeado, se esfuerza en el ser.

Para sentir esta Hermandad del Camino es importante desear al otro lo mejor que quieres para ti. Una forma muy usual de reflejarlo es el saludo que el peregrino escucha por doquier: "¡Buen Camino!". Estas dos sencillas palabras conllevan el mejor sentimiento que brota del peregrino, el de sentirse uno con el otro. Con este simple mensaje vas recibiendo ánimo y coraje de los demás, en muchos momentos de la jornada y pronunciado con numerosísimos acentos.

Entre los peregrinos, a pesar de nuestras diferencias culturales, de sexo, o edad, hay una gran similitud. Viendo al otro como igual en lo esencial puedes sentir mejor la unidad del género humano. Entonces comprendes por qué nos han dicho: "No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti".

Sentir unión es trascender soledad.

Sentir unión es comprender que diariamente se te da el pan nuestro de cada día, lo que necesitas ese día.

Sentir unión es sentirte miembro de una familia tan inmensa que no cabe en un solo continente.

En la mañana, entre sombra y sin agotamiento, caminaba bien. Por la tarde, tuvimos que ascender una gran cuesta a pleno sol y nos quedamos sin agua. Gracias a la hospitalidad de dos jóvenes gallegas pudimos recuperarnos. Ellas nos permitieron sentarnos en el porche de su casa, donde nos refrescamos, llenamos nuestras botellas y descansamos un tiempo comiendo fruta. En esta zona del camino hay mucha menos infraestructura para el peregrino que en las anteriores; fácilmente se pueden recorrer muchos kilómetros sin un bar o una fuente. Serían las seis de la tarde y nos faltaban bastantes kilómetros para llegar al albergue. Recuerdo cómo las chicas nos daban ánimos diciendo: "Ahora es bajada, el camino es más suave, lo malo ya lo habéis pasado".

Descendimos al valle y llegamos a Ponte Maceira, bello pueblo a orillas del Tambre, pero no pudimos descansar todo lo deseado, porque nos quedaban varios kilómetros hasta Negreira. Serían las nueve cuando por fin dejábamos la mochila junto a la litera. Esta fue una de las jornadas más duras caminando.

Llegué con las piernas un poco hinchadas. Tuve la gran suerte de recibir un masaje, sin pedirlo, de Suzana, una peregrina eslovena, que me dejó casi como nueva, pues nueva del todo ya era muy difícil sentirse. ¡Gracias, Suzana!, no sabes el bien que hiciste.

Plegaria

¡Dios mío,
que cada vez que vea a uno de mis semejantes
vea en él lo que me une
y esto me sirva para solventar lo que nos separe!

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Negreira - Olveiroa

Vigésimo cuarta jornada
El retorno

Para no llegar tan tarde como el día anterior, salimos muy de madrugada, tanto que nos perdimos sin encontrar la flecha amarilla. En la mañana ascendíamos por una estrecha senda entre helechos que cruzaba espesos bosques de eucaliptos y castaños. El trazado de la senda era muy distinto al llevado hasta Santiago. En éste se veía claramente que iba hacia occidente, la sombra confirmaba siempre la dirección. Ahora la orografía del terreno obligaba a dar vueltas y más vueltas. Estas vueltas que dibujaba la senda y yo seguía con mis pasos, me iban haciendo pensar en el regreso al hogar y cómo a cada peregrino le correspondía ahora integrar lo vivido en su mundo cotidiano, para que siga viva la Hermandad del Camino.

Al volver al hogar, el peregrino ya no va a tener este espacio de libertad, silencio y sencillez en contacto con la naturaleza que ha tenido por un tiempo. Tiene que dejar este maravilloso entorno natural y volver a su ambiente anterior: casa, trabajo, pueblo, ciudad, país. En la ruta de las estrellas estaba con iguales, ahora vuelve a la sociedad jerarquizada. Es entonces cuando viene lo más difícil, cuando en condiciones adversas tiene que intentar seguir sus ideales. Quiere volver y contar, compartir su experiencia con sus seres queridos.

Gracias al viaje realizado, fuera de las tensiones del mundo "civilizado", se adquiere consciencia de los aspectos negativos de la civilización, pero es consciente de que ha de volver a ella; de nada serviría a la sociedad si se queda para siempre en el camino. Se da cuenta de que es más fácil ser virtuoso en la ruta jacobea que en una sociedad donde se valora el tener. ¿Qué hacer para cambiar las cosas? Sólo hay una solución: cambiarse uno mismo.

La única diferencia entre el mismo peregrino que partió de los Pirineos y el que llegó a tierras gallegas es que ha sido fortificado y ahora puede introducir en su vida cotidiana una dosis de sencillez, mayor respeto a la naturaleza y mejor comprensión al ser humano. El viaje le ayudó para sentirse capaz de ser uno más en la Gran Obra que la humanidad ha de realizar: La fraternidad del Género Humano.

Me encontraba en esos pensamientos cuando llegué a un altiplano que me permitió gozar de amplias perspectivas de la zona. Amplias vistas sobre embalse de A Fervenza y del río Xallas me hacían presentir la proximidad al mar.

De cena tuvimos lentejas con arroz, preparadas por la hospitalera. ¡Bonito detalle!

Plegaria

¡Dios mío,
antes de decidirme a conseguir algo que pretenda,
hazme considerar que a nadie va a perjudicar mi acción!

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Olveiroa - Finisterre

Vigésimo quinta jornada
Ultreia

Esta última jornada estuvo presidida por la emoción. Emoción es la que sientes al ver el mar. Cuando tras una altura conseguí por primera vez encontrar el horizonte azulado, tuve una impresión mucho más profunda que las otras veces, cuando lo he visto utilizando otros medios de transporte. La vista es distinta a todas las demás. En otras ocasiones, me pareció como si el mar hubiese venido a mí. Ahora, después de muchos esfuerzos y fatigas, soy yo la que he llegado al mar. Semejante panorámica aligeró mis pasos, para poder sentir la frescura de sus aguas en mi cuerpo.

Pasados Cee y Corcubión continuamos ascendiendo, unas veces por el monte, otras por la carretera, hasta que pude bajar a la extensa playa de Langosteira. Al fin pude quitarme las botas y gozar del contacto de la arena y del agua, caminando por la orilla. Mi emoción iba en aumento. Por fin sentía el mar. Tras unos dos kilómetros más caminado llegamos al albergue. Dejamos la mochila y rápidamente fuimos a comer marisquito de la tierra.

La tarde la pasamos en la playa. Era un día muy caluroso y el Atlántico nos permitía darnos numerosos baños, algo poco frecuente en las aguas de Galicia. Me dirigí al agua para dejar mis impurezas en el mar, pues éste las absorbe sin dejarse corromper. Me disponía a darme el baño ritual, llena de buenas intenciones; esperaba unir lo material y lo espiritual en una unión armoniosa. Estando en la playa veíamos cómo llegaban otros peregrinos. La emoción seguía aumentando.

Dos horas antes de la puesta del sol nos dispusimos a subir al cabo de Fisterra, una inmensa mole de roca que se atreve a penetrar en la mar. Como atrevido tiene que ser el peregrino para atreverse a ahondar en las profundidades de su ser. Llegamos al faro y nos fuimos desperdigando. Cada uno buscó su asiento en una roca, para contemplar en silencio la puesta del sol. Me alejé y encontré un sitio tranquilo. No se oía nada más que el rumor del viento y el sonido del mar. Todos permanecíamos en silencio ante aquella inmensidad. Desde allí se podía contemplar el horizonte mirando hacia adelante al oeste, pero también contemplaba el inmenso mar a mi espalda. Era una perspectiva sobrecogedora. Cuando el sol se puso brotó un aplauso. Entonces me di cuenta de que había más peregrinos en otras rocas, próximos a la mía, antes no me había percatado de su presencia, por su silencio y quizás porque ya habían conseguido cierto mimetismo con la Naturaleza. Habían aprendido a estar en ella sin alterarla.

El amplísimo horizonte que se divisaba desde el cabo, me sugería la nueva vida que me esperaba a partir de entonces:

Una vida donde todo sueño se hace realidad, no hay límite alguno impuesto por el hombre. El único límite reside en nuestra percepción y capacidades para lograrlo.

Como en muchas ocasiones me he equivocado al desear algo, acudí a la ayuda de Dios. Pensé en una poesía de Anthony de Mello, que dice:

Tengo puesto el corazón en mis sueños,
en mis ideales, en mis esperanzas...
que me hacen vivir una ficción futura.
Y a todos ellos les digo:
Hágase la voluntad de Dios,
que Él disponga de vosotros como juzgue oportuno...

Ante esta inmensidad me sentí más pequeña. Sentí miedo. ¡Hay tantas cosas en el Universo que mi corazón no es capaz de concebir! Era una brizna de polvo, agua, aire y fuego. Un microcosmos, es decir, un pequeño todo. En mí estaba contenido todo. Entonces es cuando cobra fuerza, el grito de "¡Ultreia!", grito de motivación que invita a superarse. El peregrino se sabe insignificante, pero ha encontrado la fuerza motriz que le impulsa a vivir. Ahora, ya realizado el Camino a pie, ha sido probado por los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Ha hollado día a día la tierra con sus pies y en su contacto ha vivido. Ha soportado la lluvia, sin hacerle desistir de su empeño y ha pasado momentos de sed. Cuando soplaba el viento excesivo seguía caminando, tanto si soplaba a favor como en contra. Ni los días de fuego abrasador han detenido su marcha.

Quizás igual como la Venus de Boticcelli nace pura y bella de una concha marina, impulsada por el soplo de los Céfiros, el peregrino nace de su vieira, fortalecido por los vientos marinos, empujado con el leve encrespar de las olas, enriquecido con la fragancia salada del mar, confortado con el calor del astro rey y lleve mejor su andadura en la tierra.

Plegaria

¡Dios mío,
ahora que ya no tendré la flecha amarilla
que me ha guiado hasta aquí,
hazme receptiva a tus señales
para no tener que dar rodeos innecesarios en mi Caminar!

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Conclusión

El camino de la Vía Láctea es un espacio cargado de energías: cósmica proveniente de las estrellas y telúrica procedente de la tierra. Dichas energías bañan a quien transita por él durante todo el tiempo que lo recorre, dejando una marca indeleble en su vida que ya estará siempre presente.

El cambio operado en el peregrino se advierte en su cuerpo físico, cuerpo astral, cuerpo mental y cuerpo espiritual.

Esta transformación puede deberse a la acción de los cuatro elementos -tierra, agua, aire y fuego- en el caminante. La tierra ha fortalecido su cuerpo físico. Caminar novecientos kilómetros se nota. El agua ha limpiado su cuerpo astral, sede de las emociones. Ha ganado sensibilidad y perdido sensiblería. El aire ha barrido pensamientos de duda y miedo que le impedían pensar en positivo. El fuego ha avivado su chispa divina, alumbrando ahora con mayor potencia.

En suma, el peregrino ha limpiado o eliminado las cáscaras con las que se cubría y ha roto dependencias emocionales.

Ha aprendido a amarse y aceptarse a sí mismo. Esta aceptación implica no protestar ni quejarse. No protesta porque el camino tenga baches, llueva o haga calor. Ser feliz implica no protestar por lo que no tenga remedio.

Ha aprendido a sentir entusiasmo por la vida y por todo lo que ella le depara. Goza y disfruta de ella como si de un niño se tratase. Se asombra ante lo que ocurre. Está tan ocupado con su propia vida que nada le dice lo que hagan los otros con la suya. Vive como las aves, sin demasiado apego al nido, que quieren como suyo, pero no le impide volar en busca de cualquier lugar donde posarse.

Ha aprendido a no manipular ni dejarse manipular. Su energía la adquiere de la naturaleza, no chupa energía de las relaciones con otros, ya que los respeta y marca sus límites. No se enfada con nadie, pues no necesita que otros hagan lo que él pretende, sino que les deja totalmente a su libre albedrío, por lo que no le pueden enfadar las acciones ajenas. Todo enfado encierra la manipulación de "no hagas tú lo que a mí no me agrada".

Ha aprendido a no discutir. Manifiesta sus puntos de vista, escucha a los demás reconociendo la futilidad de convencer a nadie. Toda discusión conlleva la necesidad de convencer al otro de tus ideas, carestía que el peregrino no tiene.

Ha aprendido a no equiparar el éxito de una empresa con el éxito como ser humano. Su autovaloración viene del interior, no de éxitos ni fracasos.

Ha aprendido a no culpabilizar a nadie. Se siente responsable, no culpable.

Ama sin imponer sus valores en el ser amado.

Ama a la familia y a los suyos, pero es feliz fuera del nido. Aprecia su independencia y no depende de lo que puedan hacer o pensar de él los demás.

La enseñanza del Camino le sirve para poder enfrentarse a sus problemas sin inmovilizarse emocionalmente, a no lamentarse cuando se cae y a usar sus potencialidades.

Por todo ello, animo al lector a vivir esta experiencia y comprobar en primera persona cómo el río del Camino lo baña, limpia, tonifica, purifica, aviva y fortalece.

¡Ultreia!

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Epílogo

Han pasado cinco meses desde que terminé de caminar; intensa ha sido la metamorfosis vivida y continúa cada vez más vivo el deseo de crear mi propia familia y adoptar niños. Me ha dado tiempo a realizar el curso de formación de padres adoptantes y el de padres acogedores. De Finisterre marché a Muxía y le pedí a la Virgen de A Barca que me ayudase, como lo había hecho, según cuenta la leyenda, con Santiago, y que fuese ella quien dirigiese mis pasos. Algo me decía que tenía que continuar mi búsqueda rumbo oeste. Crucé el Atlántico, seguí buscando en el Nuevo Mundo, en México, en la ciudad más populosa del mundo -veintidós millones de habitantes censados, más los no censados-. Pasé de las sendas tranquilas y bien señalizadas con la flecha amarilla a la urbe más inmensa del planeta. Todo un contraste de vida. Y precisamente al oeste de la misma encontré a Israel, niño al que dedico el libro y espero que pronto sea mi hijo. Él tiene doce años y lleva siete viviendo en un orfelinato.

Ahora la Administración de la Junta castellano-manchega me pone trabas. No la mexicana. Me dice que adopte a otro, pero que me olvide de él, que no puedo adoptar un niño con el que ya he convivido. Precisamente esto debería ser un punto a favor, no en contra. La Administración entiende de papeles, pero detrás de cada papel hay personas a quien no quiere conocer. Hoy día hay muchos niños que no tienen hogar y muchos padres que quieren adoptarlos, pero éstos deben conseguir más y más papeles, tiempo y más tiempo, dinero y más dinero, viajes y más viajes. Un parto biológico dura nueve meses, pero un parto adoptivo puede durar nueve años. La Administración, que es la que nos debería facilitar las cosas, es quien las complica, al menos por ahora, aunque espero que algún día muy cercano lo resuelva. Y esto lo hace hasta con países con lazos históricos, como es el caso de México.

En total he hecho mil kilómetros a pie y catorce mil en avión, más los realizados en coche y los cursos establecidos en mi Comunidad Autónoma para padres adoptantes. Me pregunto: ¿Los presidentes de algunas Comunidades Autónomas, padres adoptantes, han tenido que superar tan largo y costoso proceso? ¿Han realizado los cursos de formación? Y al autor de un libro sobre violencia, le pido una violeta, me la merezco. Lo que Israel y yo hemos recibido de él no ha sido precisamente de color violáceo.

Hoy, 29 de diciembre de 2003, día del cumpleaños de Israel, a las 18:00 (hora local de México), lo he llamado por teléfono y él no sabía que era su cumple. Le mandé un regalo hace más de un mes y aún no le ha llegado. Estamos en plenas vacaciones de Navidad, las autoridades de la Junta han ido a la nieve, según noticias televisivas, y no entienden mi impaciencia al querer agilizar los trámites.

Imploro a Dios para que ablande el corazón de la Administración y llegue pronto Israel a Daimiel, su pueblo de España. Aquí tiene su pupitre vacío en la escuela a la que ya iba y en su cama le esperan el changuito, Enrique, Simba y la pantera: sus raídos y manoseados muñecos de peluche que trajo de México.

Evidentemente ahora ya no estoy entre los iguales que forman la Hermandad del Camino. Pero como los papalotes, mariposas mexicanas que conocí con Israel, me elevaré con el viento en contra y remontaré los obstáculos, a pesar de quedarme en números rojos por publicar el libro. Yo no soy político a quien la Junta u otras instituciones oficiales subvenciona publicaciones, yo sólo soy peregrina.

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Bibliografía

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Nota a la tercera edición

Han pasado quince meses de separación entre Israel y yo. Un duro período de lucha y desesperanza, pero viajar a Santiago siempre es recompensado.

Doy gracias al Apóstol por haber hecho realidad mi sueño: Israel ya está en Daimiel. El día 24 de diciembre de 2004 celebramos nuestra primera Navidad juntos.

En los muchos momentos en los que me he chocado con un "no" administrativo, me animó la fuerza que da al peregrino el saber que su causa es justa. Estaba convencida de que de una forma o de otra se arreglaría, pues Santiago siempre bendice al que va a él con un corazón puro. No iba a ser yo menos que los millares de peregrinos a quienes oye diariamente. El apóstol no sólo me ha oído, me ha respondido.

¡GRACIAS!